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El ejemplo de la flor y el pájaro.

Ed. Ramírez Suaza, P.ThM

En algún lugar misterioso, hermoso y escondido del universo queda el Huerto del Edén. Allí la
vida no tiene amenazas ni las hormigas enemigos. En este huerto es común ver al león jugar
con el cabrito y a la víbora con los niños. El peligro de aquel santuario es que el hombre lo
descubra.
Desde nuestro planeta Tierra no se alcanza a ver -en todo el universo- dónde queda el Huerto
del Edén, pero vaya cosa bella: desde el Edén sí se ve el planeta Tierra. Inclusive hay un
“planetario” cuyos telescopios pueden enfocar en HD las personas, los animales, las
ciudades… en fin.

En ese huerto vive hace 2 años doña Liria, bella flor del campo que cada amanecer hace alarde
de sus largos y delgados pétalos blancos, brillantes con la ayuda del señor sol quien en cada
amanecer le guiñe el ojo. De vecino, doña Liria tiene a don Nino, un cuervo alfa de plumaje
negro azabache, quien sacude con insistencia desde una estaca alta sus brillantes alas, y donde
además disfruta hacer una siestica en las tardes frescas; entre otras, un gran pretexto pa’
también tertuliar con la bella Liria.

Don Nino no trabaja. No por perezoso, lo hace simplemente por el placer de la fe. Doña Liria
tampoco trabaja ni le interesa. Igual, no es perezosa; simplemente lo hace por el placer de la fe.
A doña Liria sólo le preocupa su belleza del radiante blanco que poseen sus pétalos y también,
para qué ocultarlo más, su embrujante aroma. Don Nino es un negro vanidoso, ama el plumaje
brillante que Dios le dió, aunque disfruta más el comer; por un pelito no es glotón. Y diario
come más de lo que puede, de lo que anhela.
¿Cómo hacen doña Liria para vestirse con tanta belleza sin trabajar?
¿Cómo hace don Nino para comer como los dioses sin empleo?
Preguntan las ranas de los pantanos de la región.

Qué día, ya cuando el horizonte se tornó rojizo anunciando el anochecer, tertuliaron doña Liria
y don Nino acerca de los habitantes de la Tierra. Consintieron sobre el privilegio de ellos al ser
creados a imagen y semejanza del Creador. Se maravillaron al ver la humanidad como la
corona de toda la creación terrícola. El asombro no les cupo en el alma cuando recordaron que
hasta el mismo Dios del universo dio la vida por ellos en un madero. Para Liria y Nino, estas
fueron más que razones contundentes para creer en Dios proveedor. Concluyeron con nostalgia
lo triste que puede llegar a ser, ser creado a imagen de Dios y vivir sin fe en él.

Este pequeño cuento me lo acabo de inventar, está inspirado en un hermoso episodio del
evangelio de Lucas cap. 12. Pero antes de entrar en los detalles del pasaje bíblico, me atrevo a
ofrecerles algunos elementos del libro que anticipan el texto que hoy desempacaré.
Lucas en su libro ha venido tejiendo con belleza cortos sermones de Jesús sobre diferentes
asuntos, como por ejemplo: la oración, las liberaciones de opresiones demoníacas, el

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arrepentimiento, la santidad, la sinceridad piadosa, las advertencias sobre las persecuciones


venideras a quienes creen y predican el evangelio; por mencionar algunas.
De repente, de entre la multitud que seguía a Jesús en una de las muchas ocasiones, un hombre
hace una petición desatinada: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia.»
Y claro, el proyecto mesiánico no tiene en su agenda ser juez de asuntos familiares. Jesús ha
venido a establecer el reino de Dios; no una oficina de abogados y mucho menos de soluciones
a conflictos familiares por una herencia.
Al parecer, Jesús no pudo ocultar el rechazo a la actitud del hermano ese que no quiso
compartir la herencia con su hermano desposeído. Así que cuenta una parábola que parece
dedicada a los ricos, pero la narra a los pobres. Ésta es la parábola (Lc. 12.16-20):

16 «Un hombre rico tenía un terreno que le produjo una buena cosecha. 17 Y este
hombre se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer? ¡No tengo dónde guardar mi cosecha!” 18
Entonces dijo: “¡Ya sé lo que haré! Derribaré mis graneros, construiré otros más
grandes, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes. 19 Y me diré a mí mismo: ‘Ya
puede descansar mi alma, pues ahora tengo guardados muchos bienes para muchos años.
Ahora, pues, ¡a comer, a beber y a disfrutar!’” 20 Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche
vienen a quitarte la vida; ¿y para quién será lo que has guardado?”

Leí varias veces este cuento de Jesús, e insistentemente pregunté: ¿por qué Jesús contó esta
parábola a los pobres? ¿Por qué no esperó para contarla a los ricos?
Y creo que descubrí por qué Jesús hizo esto: porque muchos somos los pobres que quisiéramos
ser ricos.
De los anhelos más profundos de nuestros corazones es poder tener una mejor calidad de vida.
Y seamos francos, para nosotros “mejorar la calidad de vida” significa una mejor casa, en un
mejor barrio. Un mejor carro. Amigos más influyentes en el mundo comercial. Mejores
vestidos. Poder mercar en mejores supermercados. En fin.
Y decimos barbaridades como estas: -si yo tuviera plata, lo primero que haría es darle al pastor
el dinero para que construyamos en templo. Con el resto viviría sabroso.-
Cuando escucho eso oro al Señor y le digo: -Dios, a ese hermano no le permitas que llegue a
ser rico.-

Con dinero derribaríamos lo que tenemos hoy y construiríamos bodegas más grandes que
puedan acaparar más. Claro, queremos una cuenta que pueda mover más dinero. Una casa
donde quepan más muebles. Una tarjeta que me permita más consumo. Un cofre donde quepan
más joyas. Un closet donde quepan más zapatos. Un computador donde quepa más información
y un smartphone donde quepan más citas y coqueteos.
Queremos “bodegas” más grandes. Como si la vida dependiera de las posesiones y no de Dios.
Esos apetitos desmedidos por el tener tiene nombre propio: avaricia.
La avaricia es querer tener, poseer las riquezas que no tengo.

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Ed. Ramírez Suaza, P.ThM

Los que no somos adinerados sabemos lo hermoso que es depender del Señor.
No tenemos millonarias cuentas bancarias ni autos de lujo ni mansiones en Envigado. No
usamos las ropas más finas ni los zapatos más hermosos. No cenamos en los mejores
restaurantes ni vemos la hora en el último rolex. Experimentamos cada día lo más hermoso y
sublime: la dependencia del Señor.

Ahora bien, la muerte se ocupa desde hace milenios de los ricos y pobres. La muerte acaba con
la miseria de los desafortunados y con la riqueza de los poderosos.
Al fin y al cabo, ¿no es mejor depender del Señor a morir idolatrando las riquezas?
No se empeñe en ser rico; ponga todo su empeño en ser cristiano.
En palabras de Jesús: ¡sea rico para Dios!

Paso seguido, Jesús sólo habla a sus discípulos y les dice a ellos, que son pobres (vv.22-31):
«Por eso les digo que no se preocupen por su vida ni por lo que han de comer, ni por su
cuerpo ni por lo que han de vestir. 23 La vida es más que la comida, y el cuerpo es más
que el vestido. 24 Fíjense en los cuervos: no siembran, ni siegan; no tienen almacenes ni
bodegas, y no obstante Dios los alimenta. ¿Acaso no valen ustedes mucho más que las
aves? 25 ¿Quién de ustedes, por mucho que lo intente, puede añadir medio metro a su
estatura? 26 Pues si ustedes no pueden hacer ni lo más pequeño, ¿por qué se preocupan
por lo demás? 27 Fíjense en los lirios, cómo crecen, y no trabajan ni hilan; pero yo les
digo que ni Salomón, con todas sus riquezas, llegó a vestirse como uno de ellos. 28 Y si
Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana es echada al horno,
¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! 29 Así que no se preocupen ni se
angustien por lo que han de comer, ni por lo que han de beber. 30 Todo esto lo busca la
gente de este mundo, pero el Padre sabe que ustedes tienen necesidad de estas cosas. 31
Busquen ustedes el reino de Dios, y todas estas cosas les serán añadidas.

A nosotros, a quienes no tenemos riquezas acumuladas Jesús nos dice: -no se preocupen-.
Los pobres también tienen sus propias preocupaciones: la renta, el vestido, la mensualidad, los
servicios, los medicamentos no pos. Nos preocupa la universidad para nuestros hijos, la cuota
de la moto, el crédito en el banco… y mucho más.
¿Cómo que no nos preocupemos Señor Jesús?
Sabemos que la vida es más que vestido y comida, ¡pero necesitamos vestirnos y comer!
La Biblia es el portal por donde podemos ver en el Paraíso a doña Liria y a don Nino. Sí, esa
flor del campo y ese cuervo azabache quienes siendo pobres (no acumulan riquezas) visten con
la belleza de Dios y comen como los dioses jamás imaginados.
No sólo las flores del Edén se visten con exagerada belleza, las flores de nuestros jardines
también, No sólo las aves del Paraíso comen de lo lindo; las aves nuestras también.
¿No valemos más Ud. y yo?
¿No le interesa a Dios vestirnos también?
¿A caso a Dios no le interesa darnos el pan de cada día?

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El ejemplo de la flor y el pájaro.
Ed. Ramírez Suaza, P.ThM

La flor no fue creada a la imagen de Dios. Las aves del cielo tampoco. Pero vos sí. Sí estás
creado a la imagen del Creador. Si él cuida de las aves del cielo y de las flores del campo
cuidará también de ti.
Que triste es ser creado a imagen de Dios y no confiar en él.
Confía en él; y él hará.

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