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Joshua A. Fishman
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Profe sor e m é rito de inve stigación unive rsitaria e n C ie ncias Sociale s
(Unive rsidad de Ye shiva)
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1. Introducción
C uando leáis esta oración, seréis uno del 1.600 millones aproximados de personas —
casi un tercio de la población mundial — que hoy utilizará el inglés de una u otra
forma [1]. A pesar de que el inglés es la lengua madre de sólo 380 millones de
personas, es la lengua de la mayor parte de libros, artículos académicos, periódicos
y revistas del mundo. La radio, la televisión y las películas de éxito americanas
exportan la cultura popular en lengua inglesa por todo el mundo. Más del ochenta
por ciento del contenido que circula por Internet es en inglés, a pesar de que un
cuarenta y cuatro por ciento aproximado de los usuarios que se conectan hablan otra
lengua en su casa. No es sorprendente que el suministro y la demanda global de
formación en inglés se disparen. Tanto si consideramos el inglés una "lengua
asesina", o si entendemos su difusión como una globalización benigna o como un
imperialismo lingüístico, es innegable su alcance expansivo, y por el momento,
imparable. En la historia de la humanidad nunca tanta gente había hablado (y no
digamos medio hablar) una lengua de forma tan amplia.
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prerrequisito tener conocimientos de inglés para ascender y conseguir un puesto de
trabajo. El éxito de los políticos a escala mundial también depende cada vez más de
tener facilidad con el inglés. C uando el recién elegido canciller alemán Gerhard
Schroeder y el presidente francés Jacques C hirac se reunieron en septiembre para
discutir cooperaciones futuras, no hablaron ni en francés ni en alemán, sino en
inglés. Y el inglés es el idioma oficial del Banco C entral Europeo, a pesar de que el
Reino Unido no se ha adherido a la Unión Monetaria Europea, de que el banco está
situado en Frankfurt y sólo un diez por ciento del personal del banco es británico. El
predominio del inglés en la Unión Europea se ha convertido en un tema tan delicado
que en estos momentos sus dirigentes incentivan al personal para que aprenda otra
de las lenguas oficiales.
Sin embargo, los lingüistas profesionales dudan al predecir un futuro del inglés aún
más globalizado. Históricamente, las lenguas han subido y bajado con los poderes
religiosos, culturales y económicos que las han apoyado. Más allá de los
movimientos pendulares de la historia, existen otros motivos para creer que la
lengua inglesa perderá finalmente influencia. De hecho, el inglés abarca una
pequeña y atípica minoría afortunada. Además, los tipos de interacciones que se
identifican con la globalización, que van desde el comercio a las comunicaciones,
también han fomentado la regionalización y la difusión de lenguas regionales. El
árabe, el chino, el hindi, el español y un montón de otras lenguas regionales ya
muestran un alcance significativo y aún nos queda por ver su crecimiento
fundamental. Finalmente, la difusión del inglés y de estas lenguas regionales en
conjunto, y no digamos las fuerzas arrolladoras que las dirigen, han creado un efecto
de presión en las comunidades pequeñas, que crean bolsas de localización ansiosa y
de restablecimiento de las lenguas locales, resistentes al cambio global.
El inglés llegó a Massachussets del mismo modo que a Mumbai: en un barco inglés. A
pesar de lo que se diga de Microsoft y Disney, el vasto alcance del inglés debe sus
orígenes al éxito de la colonización que llevó a cabo Inglaterra. De las cien colonias
que consiguieron la independencia entre 1940 y 1990, cincuenta y seis eran antiguas
colonias británicas y una era una posesión norteamericana. C asi todas las colonias
que consiguieron la independencia de Inglaterra conservaron el inglés como idioma
oficial o al menos reconocieron su utilidad.
Hoy en día, la difusión continuada del inglés es una consecuencia y una contribución
a la globalización. Algunos factores son obvios: el crecimiento del mercado
internacional y de las empresas multinacionales; el alcance aún más amplio de los
medios de comunicación norteamericanos; la red electrónica en expansión creada
por Internet, y el impacto lingüístico de las canciones, ropa, comida, deportes y ocio
norteamericanos. Hay otros factores menos visibles, pero igual de poderosos, tales
como el crecimiento del estudio del inglés en el extranjero y el número creciente de
estudiantes que va a estudiar a países de habla inglesa. En 1992, casi la mitad del
más de un millón de población de estudiantes extranjeros mundial se matriculó en
instituciones de seis países donde el inglés es lengua madre: Australia, C anadá,
Irlanda, Nueva Zelanda, el Reino Unido y Estados Unidos.
Sin embargo, la globalización ha hecho muy poco para cambiar la realidad, según la
cual, independientemente del lugar, la difusión del inglés está íntimamente
relacionada con la clase social, la edad, el sexo y la profesión. Sólo porque un gran
regimiento de jóvenes de todo el mundo sepa cantar una canción nueva de Madonna
no significa que puedan mantener una conversación simple en inglés o que entiendan
qué dice Madonna. La mayoría de estudiantes de inglés tienen un contacto breve y
formal con la lengua, demasiado escaso para producir unos conocimientos, una
fluidez o hasta una comprensión duradera. Es más, a pesar de todo el entusiasmo y
recelo que ha generado la globalización a gran escala, es el crecimiento en las
interacciones sociales —comercio, viajes, la proliferación de religiones, bodas
interétnicas— lo que ha llegado a las capas más amplias de poblaciones locales.
Estas interacciones promueven la difusión de lenguas regionales.
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Veamos el ejemplo de África, donde se hablan dos mil de las aproximadamente seis
mil lenguas modernas del mundo y donde vive un trece por ciento de la población
mundial. El inglés no es ni el único medio, ni el mejor, para correr en esta carrera de
obstáculos lingüísticos. En toda África oriental, el suajili es habitualmente el primer
idioma que hablarán dos extraños al conocerse. El africano oriental medio tiene
contacto con el suajili en una gran variedad de contextos: desde el mercado, la
educación primaria y los manuales publicados por el gobierno, hasta la programación
popular de radio y las películas. Las nuevas películas indias se doblan a menudo al
suajili y se proyectan en ciudades y pueblos de Kenia, Tanzania y Uganda. En África
occidental, veinticinco millones de personas hablan hausa como lengua nativa y tal
vez el doble de gente lo habla como segunda o tercera lengua, debido en gran parte
al creciente comercio regional de los mercados locales de toda la región. La mayoría
de hablantes de hausa son musulmanes, por lo tanto también van a escuelas
alcoránicas, donde aprenden árabe, la mayor lengua regional del Norte de África. De
este modo, muchos africanos son trilingües por motivos funcionales: hablan las
lenguas madre locales cuando hablan "entre ellos", hausa para el comercio y la
formación laica y árabe para la oración y el estudio del alcorán. Los hablantes de
hausa creen firmemente que esta lengua tiene muchas perspectivas como lengua
unificadora y con un alcance mayor del que ya tiene en África occidental. Su
competidora más importante no será probablemente el inglés, sino otras lenguas
regionales, como el wolof —que también se está expandiendo por los mercados en el
Senegal y los alrededores— y el inglés pidgin.
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C omo resultado, hasta hoy nunca había habido tantas lenguas estandarizadas en la
historia: aproximadamente 1.200. Muchas lenguas menores, algunas con menos de
un millón de hablantes, se han beneficiado de los movimientos de preservación
voluntarios o financiados por el Estado. En un ámbito más informal, las comunidades
de Alaska y del noroeste norteamericano han formado grupos de discusión en
Internet, en un intento de transmitir las lenguas nativas americanas a las
generaciones más jóvenes. En las comunidades españolas de Galicia, C ataluña y el
País Vasco, estos movimientos están politizados de forma implacable y a menudo
conllevan una resistencia acérrima al Gobierno español por sus derechos lingüísticos
y políticos. Entre los proyectos hay desde una campaña para emitir la moneda
española en las cuatro lenguas del estado hasta la creación de guarderías y escuelas
primarias de inmersión lingüística. Los zapatistas en Méjico defienden el renacimiento
de las lenguas mayas en una campaña igualmente política a favor de la economía
local.
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Desde el momento en que todas las comunidades lingüísticas mayores han optado
por mantener su propio idioma ante la globalización, no debería sorprendernos que
comunidades menores hayan aspirado al mismo objetivo. Si los alemanes persiguen
la globalización, pero quieren seguir hablando alemán entre ellos, ¿por qué no
deberían aspirar a lo mismo los telugus de la India?
Aquellos que hablan y controlan las lenguas de la globalización a menudo indican que
las lenguas locales "advenedizas" suponen un riesgo para la paz y la prosperidad
mundial. Durante gran parte de los anales de la historia, las lenguas fuertes han
rechazado compartir el poder con lenguas más pequeñas y las han acusado de
causar problemas —perturbar la paz, promover la violencia étnica y el separatismo.
Sin embargo, la purga del gaélico de Irlanda en el siglo XIX no convenció a muchos
irlandeses de sus vínculos con Inglaterra. Aquellos que temen su propia impotencia y
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la muerte de sus lenguas queridas llenas de autenticidad tienen motivos para creer
que gran parte del problema proviene del lado opuesto del continuo de lengua y
poder. Las comunidades pequeñas acusan a estos Gran Hermanos lingüísticos de
imperialistas, lingüicidas, genocidas y de controlar la mente.
Las lenguas más minoritarias de la escena mundial quedarán oprimidas entre sus
vecinos regionales inmediatos por un lado y el inglés por el otro. Las lenguas locales
más puras (aquellas con menos de un millón de hablantes) se verán amenazadas
con la extinción durante el próximo siglo. C omo resultado, muchas comunidades
minoritarias no sólo intentarán fomentar sus propias lenguas, sino también limitar las
invasiones de las lenguas vecinas más poderosas. Hasta en un entorno democrático,
la "democracia etnolingüística" es un tema poco tratado. El gobierno norteamericano
estaba diseñado para proteger los derechos de los individuos. No es una casualidad
que sus padres fundadores decidieran no declarar un idioma oficial. Sin embargo,
dada la oposición estridente a la lengua española y a la educación bilingüe en
muchas partes de los Estados Unidos, parece que no todo el mundo tiene el derecho
a decidir qué lengua es fundamental.
¿Qué sucederá con el inglés? Puede ser que se acerque cada vez más a las clases
sociales altas, mientras que aquellos con una condición social más modesta se
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inclinen por las lenguas regionales para unos beneficios más humildes. A largo plazo,
sería beneficioso para el futuro del inglés que sus defensores buscaran menos
supremacía local y regional y menos funciones exclusivas en las Naciones Unidas y
en el mundo en general. Es más probable que la prepotencia sea temida y no
popular. En el siglo XXI, la mayoría de hablantes de inglés no nativos llegarán a
amar la lengua menos de lo que la mayoría de hablantes de inglés nativos prevén. A
los alemanes les alarma que sus científicos publiquen masivamente en inglés. Y
Francia sigue poniendo resistencia al inglés en los medios de comunicación, la
diplomacia y la tecnología. Hasta en los lugares donde el inglés se aprende de forma
generalizada, más desagrada a la gente. El resentimiento del predomino del inglés,
como la tendencia a expandirse por diversas clases sociales podría constituir, a largo
plazo, un freno para su globalización futura.
No hay ningún motivo para creer que el inglés siempre será necesario, como lo es
hoy, en la tecnología, la educación superior y la movilidad social, especialmente
después de que sus rivales regionales experimenten rachas de crecimiento. La
civilización no se hundirá bajo el mar cuando esto suceda, si sucede. El declive del
francés de su áurea influencia no ha dañado irreparablemente el arte, la música o la
diplomacia. El declive similar del alemán no ha dañado las ciencias exactas. El griego
antiguo, el arameo, el latín y el sánscrito —en su tiempo, lenguas mundiales que
representaban el poder político, la sofisticación, el comercio y la espiritualidad— son
meras reliquias en el mundo moderno. El poder del inglés no sobrevivirá durante
mucho tiempo la supremacía militar, comercial y técnica de la zona de influencia
angloamericana, especialmente si surge un poder más fuerte como competidor. Pero
sólo porque el uso del inglés en el mundo disminuya no significa que los valores
asociados hoy con esta expansión también lo hagan. En última instancia, la
democracia, el comercio internacional y el desarrollo económico pueden florecer en
cualquier lengua.
Notas:
Enlaces relacionados:
Universidad de Yeshiva
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