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Los tótems de la uce TEMA I: CULTURA Y CIVILIZACIÓN

INTELECTUALES FRANCESES, ALEMANES E INGLESES: 1930-1958

Los intelectuales franceses creían que había una noción de progreso en el concepto de civilización. La
palabra civilización ha acabado por designar dos nociones bastantes distintas:

1.- como uso etnográfico : es decir las características que un observador podía registrar
observando a un determinado grupo humano.
2.- como uso de nuestra propia civilización que se tenía en alta estima, gozando algunos individuos de un
acceso privilegiado a la misma.

Según Guizot, la idea de progreso, de desarrollo, es la idea fundamental contenida en la palabra civilización.

La concepción alemana de cultura (kultur) era muy similar a la idea francesa de civilización pero con el
tiempo se fue estableciendo una diferencia entre los conceptos de cultura y civilización. Según Mauss y
Durkheim, no se debía restringir el significado de civilización a sus usos vulgares (en frases como
civilización francesa, budista, etc) ni tampoco al mundo de las artes (estas son representaciones folk sin
valor científico). Para ellos, que eran sociólogos , la civilización era antes que nada colectiva y distintiva
además de racional, universal y por encima de todo progresiva.

Para Alfred Weber, la cultura representaba el mundo autosuficiente del arte y de la religión, que carecía de
fines externos, racionales a los que servir y que se oponía al mundo material de la civilización.

Elias exploraba las relaciones entre la noción humana de cultura y la idea francesa de civilización. En la
tradición francesa se concebía la civilización como un todo complejo y polifacético que abarcaba los hechos
políticos, económicos , religiosos, técnicos morales y sociales. Los alemanes sin embargo concebían la
civilización como algo externo y utilitario, ajeno muchas veces a los valores nacionales. La Kultur no era
únicamente nacional sino también personal, la cultura implicaba un cultivo, una progresión personal hacia el
perfeccionamiento espiritual.

A diferencia de Mannheim, Elías no creía que las ideas eran simples producciones ideológicas, instrumentos
de dominación degradados por el simple hecho de ser usadas. Los conceptos de cultura y civilización podían
tener un valor analítico. Elías señaló que estaba más cera de Froid que de cualquier sociólogo, ya que para él
lo importante era la oposición establecida por Froid entre ser humano cultivado y animal instintivo. La
cultura hacía un dios de un simple humano.
Al contrario que Elias y Froid los escritores nacionalistas preferían identificar instinto y cultura. El
crecimiento de la cultura era orgánico mientras que el de la civilización era artificial.
Para el nacismo el materialismo científico era el agente más insidioso de la civilización, corroyendo los
valores morales, devaluando las percepciones espirituales y menospreciando la sabiduría tradicional.

En Gran Bretaña Eliot sigue la tradición antropológica tradicional de cultura. Para él la cultura incluye todas
las actividades características y los intereses de un pueblo. No se confinaba a una minoría privilegiada, tal
como creía Mattew Arnold sino que abarcaba a grandes y humildes , la élite y lo popular, lo sagrado y lo
profano. Así entiende por cultura la forma de vida de una gente particular que vive junta en un lugar, y que
se manifiesta (se hace visible) en sus artes, en su sistema social, en sus hábitos y costumbres. Pero estas
cosas yuxtapuestas o sumadas no constituyen la cultura, esta es más que la reunión o suma de todas ellas y
hay que entender la misma como interactuación de todas estas partes (para entender una parte tienes que
entender todas las demás). Eliot va mas allá al preguntarse si lo que llamamos cultura y religión de un
pueblo no son sino aspectos de una misma cosa, al ser la cultura esencialmente la encarnación de la religión
de un pueblo.

TEMA II : TALCOTT PARSONS Y LOS ANTROPÓLOGOS NORTEAMERICANOS

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Hay dos escuelas dentro de la tradición sociológica y antropológica:
1.- Los positivistas (utilitaristas). Estaban convencidos de que con la aplicación de métodos científicos era
posible desvelar regularidades en el comportamiento humano, regularidades semejantes a leyes. Eran
racionalistas y creían que la mayor parte de la gente también lo es.

2.- Los idealistas: Negaban que hubieran leyes generales del comportamiento humano. Cada período
histórico tenía sus propias leyes, y cada cultura sus dinámicas particulares. Mientras que los positivistas
creían que el ser humano era racional y su conducta provechosa, los idealistas creían que muy a menudo la
gente se conduce de acuerdo con ideas que son irracionales e incluso místicas.

Parsons estaba de acuerdo con los positivistas en el hecho de que las acciones humanas son racionales, pero
no obstante apuntó que los utilitaristas ignoraban 2 hechos que también son irrefutables: 1.- el hecho de que
los fenómenos son orgánicos. 2.- Los hombres mantienen y expresan ideas filosóficas, es decir no
científicas, de modo que la gente a veces se comporta de manera irracional y persiguen fines que no tienen
por que tener un valor utilitario (material).
Parsons identificó tres positivistas que estaban dispuestos a admitir estos dos hechos: Marshall, Pareto y
Durkheim. Pareto admitía que las elecciones podían venir determinadas a veces por valores irracionales.
Durkheim rompió con la visión racionalista tradicional, según la cual se debía abordar al individuo aislado,
como si actuase solo, tratando de satisfacer sus necesidades personales lo mejor que podía. Según Durkheim
la sociedad tenía sus propios intereses e imponía sus metas a los individuos a través del ritual y el
simbolismo.

Parsons propone una síntesis entre el idealismo y el positivismo, llamó a esta síntesis como TEORIA
VOLUNTARISTA DE LA ACCIÓN: según Parsons el mundo objetivo está compuesto de 3 clases de
objetos : sociales, físicos y culturales. Cada clase de objeto de lugar a un sistema. Así se puede hablar de
sistema social, sistema biológico o de la personalidad del individuo y sistema cultural. Estos tres sistemas
interactuaban de forma que el individuo era a la vez un organismo biológico dotado de una personalidad
particular, que a su vez era un ciudadano así como un poco filósofo con ideas valores y teorías que bullían
en su cabeza.

Lo que Parsons tenía en mente al elaborar esta síntesis, era una auténtica remodelación de las ciencias
sociales. Así la psicología se ocuparía del individuo y sus singularidades, la sociología tomaría como objeto
los sistemas sociales, y el sistema cultural de los objetos culturales. Según Parsons los objetos culturales son
elementos simbólicos de las tradiciones, ideas y creencias, símbolos expresivos o patrones de valores. La
cultura entraba en la acción pero también tenía vida propia. Así decía que un sistema cultural no “funciona”,
simplemente “es”.

Kroeber construyó una genealogía de la idea antropológica de cultura partiendo de la definición que había
establecido Tylor (Taylor dice que Cultura en su sentido amplio es el todo complejo que incluye el
conocimiento, la creencia, el arte, la moral, la ley, la costumbre y cualquier otra capacidad o hábito
adquirido por el hombre en tanto que miembro de una sociedad. La Cultura es un todo).
Según Kroeber el problema con la definición de Tylor es que juntaba demasiados elementos que no
resultaban coherentes. Kroeber creía que se tenía que tratar la cultura como un todo integrado y estructurado,
constituido por partes conectadas. De acuerdo con Kroeber uno de los descubrimientos más recientes en el
ámbito de la disciplina era que las ideas culturales se expresaban y comunicaban mediante símbolos.

Según Stocking, ni Tylor ni Arnold anticiparon la concepción moderna de cultura en antropología., sino que
dicha idea moderna hay que atribuirla a Boas. Los elementos centrales de esta concepción antropológica
moderna son los de : historicidad, pluralidad, determinismo conductal, integración y relativismo. Así en vez
de hablar de cultura se tendría que hablar de “culturas”. Según esta nueva visión de Boas la cultura sería un
sistema integrado de símbolos, ideas y valores.

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El discípulo de Boas, Sapir anunciaba que se tenía que desechar la perspectiva antropológica clásica sobre la
cultura, es decir, que deberíamos deshacernos de lo que llamaba la idea técnica (etnológica) de cultura.
Según Sapir hay otra acepción de cultura que connota una idea de refinamiento individual (esto es lo que era
la cultura según Arnold) que exhibía un cierto distanciamiento de la vida cotidiana y con la que tampoco
estaba muy de acuerdo. El tercer significado de cultura combinaba elementos de los otros dos usos . Como
en el uso técnico, etnológico, la cultura se concebía como el legado de un grupo. Entendida de esta manera,
era la cultura la que confería un lugar distintivo en el mundo a un pueblo determinado. Sapir comentaba que
ésta era con mucho la visión más popular sobre la cultura y aceptaba que esta asociación de cultura con
pueblo o nación podía suscitar chovinismo o racismo.

Sapir distinguía también entre lo que llamaba cultura “genuina” y cultura “espuria”. Una cultura genuina es
un todo unificado y coherente, nada carece de sentido espiritual, todo es armonioso como por ejemplo lo fue
la Atenas de Pericles. La cultura genuina de un individuo debe y necesita crecer orgánicamente en el suelo
fértil de una cultura comunitaria. Era la cultura en este sentido la que se debía convertir en objeto de la
antropología.

En resumen, Sapir estaba haciendo la propuestas de que los etnólogos abandonasen lo que denominaba
civilización, su objeto de estudio tradicional, para adoptar en su lugar una clásica idea humanística de
cultura en tanto que Geist Nacional.
Para Ruth Benedict (que había trabajado con Boas), las culturas tenían sus propias personalidades
colectivas: así los Dobu eran paranoicos, los Kwakiutl eran megalomaníacos etc..

Sapir era escéptico acerca de la sugerencia de que las culturas tuviesen personalidades colectivas, y estaba
comprometido con la idea de que los individuos podían y debían ejercer una independencia creativa, con lo
cual era reticente a cualquier forma de determinismo cultural.

Parsons, pese a la resistencia de Kroeber, fue quien persuadió a los antropólogos americanos de que la
antropología sólo podía florecer si asumían una visión de la cultura como una especialidad particular dentro
de las ciencias sociales. Parsons convenció a Kroeber para firmar un manifiesto cuya principal intención
sería la de enfatizar la distinción entre sistema cultural y sistema social. Según este manifiesto era útil definir
el concepto de cultura más estrictamente de lo que había sido tradicionalmente, restringiendo su contenido a
los patrones de valores, ideas y otros sistemas significativamente simbólicos creados y transmitidos en tanto
que factores modeladores de la conducta humana. Sugiriendo que el término sociedad o sistema social se
emplee específicamente para designar el sistema relacional de interacciones entre individuos y colectivos.
Parsons introdujo distinciones entre cultura expresiva y cultura cognitiva, entre valores y normas. La cultura
era un sistema de símbolos y significados. Las normas eran una cosa totalmente distinta. La cultura contrasta
con las normas en el hecho de que las normas están orientadas hacia modelos para la acción, mientras que la
cultura constituye un cuerpo de definiciones, premisas , postulados presunciones y percepciones sobre la
naturaleza del universo y el lugar del hombre en él.

“Cultura. La versión de los antropólogos”, 1999. Adam Kuper


Los antropólogos estudian al ser humano en tanto que ser cultural y racional. Aunque algunos animales
también pueden desarrollar ciertas características culturales (peculiaridades no hereditarias del
comportamiento que se transmiten por imitación de unos a otros), solo la forma de vida humana depende de
las variables culturales: ser nómadas o sedentarios, ser guerreros o pacíficos, ser matrilineales o
patrilineales, leer y escribir o no, tener ganado o no, tener muchos dioses o uno solo… Estas características
determinan la capacidad del ser humano para enfrentarse con el entorno y transforman la totalidad de su
vida, a diferencia de lo que sucede con las insignificantes características culturales que se han hallado, por
ejemplo, en algunos simios (el que un chimpancé aprenda de otro a utilizar una rama seca y delgada para
sacar las termitas de un termitero y así comérselas con más comodidad, y otras cosas por el estilo).

Ahora bien, las formas de interpretar el mundo propias de una colectividad de individuos humanos y que se

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transmiten por imitación son tan complejas que ni se limitan a la tecnología ni tampoco a unas cuantas
instituciones aisladas (religiosas, económicas, políticas…) que son diferentes de unas comunidades a otras,
sino que aparecen en conjuntos de pautas de comportamiento determinadas por características propias que
nada tienen que ver con cuestiones prácticas, lo que hace la diferencia aún más sutil.

Entramos entonces en el territorio de lo que es cultural y a la vez simbólico, la cultura específicamente


humana. Algo que ningún animal conoce. Al menos, ningún animal en libertad (parece que, bajo presión, en
cautividad, algunos simios muy inteligentes pueden desarrollar cierta capacidad para el conocimiento
simbólico... aunque de momento no se conoce que sean tampoco capaces de transmitir estos conocimientos
culturalmente).

Cultura, según Talcott Parsons, es un discurso simbólico colectivo. Según Parsons, la gente modela un
mundo simbólico a partir de ideas recibidas, y estas ideas afectan a las decisiones que toman en el mundo
real.

La cultura es esencialmente una cuestión de ideas y valores, un molde mental colectivo. Las ideas y valores,
la cosmología, la moralidad y la estética se expresan mediante símbolos y, consecuentemente, si el medio es
el mensaje, se puede describir la cultura como un sistema simbólico.

Por símbolo se entiende algo que representa otra cosa, con lo que no existe una relación necesaria ni
intrínseca entre el símbolo y lo que simboliza.

A veces los símbolos representan construcciones culturales, sin realidad objetiva. Como ejemplo está la idea
de los fantasmas. El etnógrafo no tenía manera de saber si los fantasmas existen o no. Lo que importa es
únicamente lo que la gente cree acerca de los fantasmas.

El trabajo de los antropólogos nos descubre un mundo en cierta manera absurdo, sobre todo cuando
comparamos a los seres humanos con los animales. Para empezar, si de lo que se trata es de alimentarse,
sobrevivir y reproducirse, los seres humanos se diría que desperdician una enormidad de su esfuerzo al
dedicarlo a cuestiones antisociales (delitos, abusos, trifulcas…) en lugar de a sacar partido de su gran
capacidad para el trabajo en común y para desarrollar tecnología. Pero es que, además, muchos de los
conflictos humanos derivan también de cuestiones simbólicas, como el nacionalismo, la existencia de
supuestos seres sobrenaturales, las luchas por el liderazgo político…...

¿Es la cultura simbólica algo inútil, un estorbo al desarrollo utilitario de la inteligencia?

Para algunos estudiosos, la cultura representaba el mundo autosuficiente del arte y de la religión, que carecía
de fines externos, racionales, a los que servir y que se oponía al mundo material de la civilización.

El único elemento intrínseco común a los símbolos y a sus significados es el orden.

Pero el problema de la necesidad de lo simbólico se aclara si consideramos precisamente cómo la


inteligencia humana ha de enfrentarse a los instintos animales presentes en cada uno de nosotros por
haberlos heredado de nuestros antepasados homínidos, muchos de los cuales han dejado de ser funcionales
para los humanos. (Y para quienes creen que la naturaleza no se equivoca, hay que recordarles que el Homo
sapiens es una mutación reciente dentro del largo proceso evolutivo, lo que explicaría los desajustes entre
sus capacidades superiores, más cooperativas, y los instintos animales antisociales que coexisten en el
genoma propio de un ser racional).

La agresividad, sobre todo, era necesaria para cada uno de los integrantes de las hordas de Australopitecos
u Homo Erectus, a fin de evitar que los intereses particulares de unos individuos privaran a los otros de los
recursos imprescindibles (disputa por recursos escasos: la idea popular de la lucha darwiniana por la
existencia). Con la aparición repentina de la inteligencia y la tecnología de los Homo Sapiens, la
cooperación resultó mucho más ventajosa que la competitividad, hasta el punto de que la agresividad y

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competitividad animales nos son ya completamente inútiles, pero ¿cómo cambiar nuestras mentes hasta el
punto de que nos permitan dedicar todos nuestros esfuerzos a desarrollar y poner en común un uso eficiente
de la tecnología cuando el instinto heredado nos sigue diciendo que todo individuo de nuestra especie es
rival nuestro en tanto que pretende consumir los recursos que necesitamos?

Esta dificultad ha sido lo que, por selección natural, ha acabado dando sentido al desarrollo de un
universo de ideas, símbolos y significados aparentemente inútiles e incluso contraproducentes. En realidad,
estas representaciones de la mente han sido seleccionadas de forma natural como estratagemas que
fomentan la cooperación en contra de los instintos antisociales, aunque en su inicio pudieran no haber
tenido utilidad alguna (se trata del fenómeno evolutivo conocido como exaptación: aquella estructura de un
organismo que evoluciona originalmente como un rasgo que provee adaptación a unas determinadas
condiciones o que no es adaptativo, y una vez que ya está consolidado comienza a ser utilizado y
perfeccionado en pos de una nueva finalidad, en ocasiones no relacionada en absoluto con su "propósito"
original; por ejemplo, la vejiga natatoria de los peces servía para controlar la flotabilidad, pero evolucionó,
por exaptación, hasta convertirse en los pulmones de los primeros anfibios).

Todas las especies evolucionaban en respuesta a presiones locales, a través de un proceso de selección
natural, pero, a largo plazo, surgieron especies cada vez más complejas y eficientes. Estudios de
adaptaciones evolutivas locales, «específicas», se podían sintetizar en narrativas más amplias de la
evolución «general». El tema de la evolución general era «el carácter del propio progreso». La evolución
cultural era simplemente una extensión de la evolución biológica, «continuaba el proceso evolutivo con
medios nuevos»

Un nuevo modelo de organización social sería una estructura simbólica, es decir, un sistema de ideas y
actitudes públicas materializadas en palabras, cosas y en una conducta convencional, de manera que no sólo
se entendiese la acción social en función de su estructura social, sino que también, hasta cierto punto, se la
juzgase y regulase en esos términos.

Una persona vive en un mundo de símbolos, ideas y valores. Éstos proporcionan coherencia, presentando al
actor «un complejo de significados», «un ideal hacia el cual orientar la acción». El observador sólo puede
aprehender intuitivamente este complejo de significados, expresado en símbolos que se refieren los unos a
los otros, más que a alguna realidad externa.

Pongamos por caso algo que nos es muy próximo: el capitalismo, que ha permitido la revolución industrial
y con ella un formidable avance tecnológico. La civilización romana también conocía el gusto por el dinero,
sus científicos desarrollaron grandes conocimientos en tecnología, el derecho garantizaba la propiedad e
incluso existían bancos y cierta movilidad social (un esclavo liberado podía enriquecerse). En tiempos de
Roma no era difícil darse cuenta de que un desarrollo del capitalismo habría incrementado la riqueza de la
sociedad en su conjunto… y sin embargo, este desarrollo no se produjo entonces. Faltaba algo en la mente
de todos y cada uno de los individuos. Algo que en un principio no tenía finalidad económica, que existía
por sí mismo en el hombre en sociedad de una determinada época y lugar.

El funcionamiento de los mercados necesita una creencia en la libertad.

En la tradición protestante, existe la idea de que una voz calmada habla dentro de cada uno, la voz de la
conciencia, a la cual debemos escuchar, sin dejar pasar los ruidos del mundo.

El sistema capitalista era el sistema económico más racional y técnicamente eficiente de la historia, pero
había cuajado en primer lugar en el norte de Europa, sólo porque sus poblaciones, estratégicamente situadas,
estaban preadaptadas a él en virtud de su religión protestante y, en particular, del calvinismo. Su religión
predispuso a los puritanos hacia el ahorro, hacia el trabajo duro y hacia la toma de responsabilidades
individuales, y así, casualmente, los preparó para ser capitalistas exitosos.

El individuo es a la vez un organismo biológico dotado de una personalidad particular, un ciudadano y

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miembro de la sociedad, así como un poco filósofo, con ideas, valores y teorías bullendo continuamente en
su cabeza. «Los objetos culturales son elementos simbólicos de las tradiciones culturales, ideas o creencias,
símbolos expresivos o patrones de valores». La cultura entra en la acción, pero también tiene una vida
propia. «Excepto en tanto que parte de un sistema de acción concreto, un sistema cultural no "funciona",
simplemente "es".»

Para los antropólogos, el papel de la religión a lo largo de la historia humana se ha revelado capital. El
caso del protestantismo y el capitalismo no es algo nuevo. La religión aparece una y otra vez como
transformadora de la vida social.

Weber definía la cultura como «la dotación de significado y significación desde la perspectiva de los seres
humanos a un segmento finito entre la infinidad de eventos sin sentido existentes en el mundo». Su
expresión más característica era la vida religiosa. Weber insistía en que las «creencias y los valores eran tan
"reales" como las fuerzas materiales», y en que «podían transformar la naturaleza de la realidad social»

El epítome de la cultura en la sociedad tradicional sería la religión

El modelo durkheimiano sugiere que cada orientación religiosa mantiene los valores y los intereses sociales
de su congregación.

Durkheim considera que la sociedad tiene sus propios intereses e impone sus metas a los individuos, a través
del ritual y del simbolismo.

Emile Durkheim concibió la religión como un mecanismo psicosocial que permitía unir a los individuos
dentro de los grupos en la humanidad primitiva. Es decir, la religión acababa resultando extraordinariamente
útil y práctica porque facilitaba la cooperación dentro del grupo. Y del desarrollo religioso dentro de una
comunidad surgen narraciones complejas, los mitos, que transmiten el conocimiento simbólico y que
permiten también su modificación a lo largo del tiempo. Es entonces cuando todo se pone en marcha.

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