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ÍNDICE:

¡Hola! Pág. 3

Por qué tanto hincapié en lo de disfrutar con el piano


Pág. 4

Actitud nº1:
¿Estás abierto a adoptar la técnica que mejor te sienta?
Pág. 7

Actitud nº2:
¿Estás abierto a actuar en base al nivel de energías que
tienes? Pág. 11

Actitud nº3:
¿Estás abierto a acoger con una sonrisa los tiempos de tu
trabajo? Pág. 15

Actitud nº 3 ½:
¿Tocar el piano o hacer unos patucos de ganchillo?
Pág. 19
Actitud nº4:
¿Estás abierto a comprender el sistema de la música a
base de conquistas propias? Pág. 22

¡Manos a la obra! Pág. 27

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¡Hola!
Soy Omar Vilata, de Más que
pianistas.

Ante todo, me alegro mucho de


que hayas descargado este e-book que
ofrezco en exclusiva y gratuitamente a
las personas que quieren suscribirse a
mi blog.

En este e-book encontrarás algo


fundamental para estar en sintonía con
la filosofía de Más que pianistas.

Porque este blog no es un simple


recopilatorio de videotutoriales al uso,
como quizá ya hayas podido
comprobar.

Para captar su esencia y sacarle


todo el provecho posible te invito a que
afiances ciertas actitudes positivas que
hay en ti. Y para que lo hagas de forma
consciente he escrito este libro con todo
el cariño y el esmero que he podido.

¿Cuáles son esas actitudes? Pues


unas poquitas, pero de-fi-ni-ti-vas :)

¡Sigue leyendo!

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Por qué tanto hincapié en lo de
disfrutar con el piano...

Antes de explicarte cuáles son esas predisposiciones positivas, te


quiero hablar de por qué he elegido como título de este e-book “Plan
de acción para avanzar con el piano disfrutando al máximo”.

Destaco sobre todo lo de “disfrutar al máximo” porque soy muy


combativo en este aspecto.

Hemos perdido el sentido del placer en tantas cosas que hacemos


en nuestras vidas, sustituido por el sentido del deber, que muchas veces
nos vemos en dinámicas en las que nos perdemos la experiencia de
disfrute. Nos quedamos atrapados simplemente en lo que corresponde,
lo que nos mandan, lo adecuado...

Como mucho creemos que el disfrute es sólo cosa de momentos


excepcionales de relleno dedicados a ocio compensatorio.

Encontrando el sentido de lo que hago...

Yo reivindico para mi propia vida la alegría de hacer las cosas por


el mero hecho de hacerlas, o de aprender a hacerlas (ya se llamen
trabajo, ocio, relaciones, ¡lo que sea!).

Y hago hincapié en el aspecto del disfrute en especial con el


aprendizaje de la música porque a veces parece que sean dos cosas
totalmente incompatibles...

Sí, vale, cuando uno va a un concierto o escucha música mientras


se ducha, ahí todo fluye, nos entretenemos, sentimos lo que estamos
oyendo, sonreímos, etc.

Pero, ¡ah, amigo! cuando nos viene la imagen de un niño


aprendiendo a tocar el piano en el conservatorio, quizá le pongamos

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una cara apagada y sombría, y pensemos que acude a sus clases a
regañadientes día tras día, pese a que sus padres lo hayan apuntado
con toda la buena intención del mundo.

El doble tópico del pianista

La realidad es que el tópico respecto a los pianistas es:

• o bien el pianista adulto virtuoso que domina el instrumento


y ejecuta limpiamente las obras más complicadas en una
sala de conciertos, con un atuendo y una expresión distante,
y que es venerado como alguien con un don excepcional

• o bien el niño que padece horas y horas de trabajo repetitivo,


machacón, puramente mecánico, y que se acaba aburriendo y
desmotivando, sin que unas asignaturas teóricas
complementarias al instrumento (solfeo y demás) mal
enfocadas y áridas le ayuden mucho a recuperar el ánimo.

Ambos casos son topicazos extremos, imágenes abstractas que


conservamos socialmente, pero tienen algo que conecta con
experiencias que hemos vivido en nuestras carnes o en personas
cercanas a nosotros. Algo de verdad encierran.

Darle la vuelta a la tortilla

Yo quiero hablarte del chip en el que tendrías que estar para que
tu aprendizaje con el piano siempre esté impregnada de un disfrute
auténtico, tuyo, uno que te haga sentir la vida con más intensidad y
verdad.

Y no sólo quiero hablarte de esa idea: ¡quiero contagiártela!

¿Sabes qué imagen me viene a mí cuando estoy disfrutando mucho


el estudio de una pieza? Me siento a mí mismo como una persona que
está formando parte de mi público.

Es el oyente más privilegiado de mi público porque está sentado

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más cerca aún que la primera fila. Súper premium VIP jajaja.

Y además no sólo está escuchando la música que yo hago sino que


está sintiéndola con mi propio cuerpo, con todos sus movimientos
fluidos, eficaces, justos, coordinados, enérgicos a veces, más suaves en
otras ocasiones... ¡Está bailando con la música como si no hubiera
mañana!

Percibir esta imagen es mi meta

Así que en todo momento tengo claro que la música que haga es
siempre el medio con el que yo puedo llegar a ese objetivo. Ya sean
composiciones de otros, improvisaciones mías... noto que esa
potencialidad de disfrute siempre está en mí.

Y siento que está en mí siempre que sepa mantener al menos


cuatro actitudes fundamentales.

Son las actitudes de las que te hablaba al principio, las que te van
a valer para avanzar en tu aprendizaje de la mano de Más que pianistas
con este enfoque de positividad y entusiasmo.

¡Ahí van!

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Actitud nº1:
¿Estás abierto a adoptar la técnica
que mejor te sienta?

“¡Ponte recto!”

¿Cuántas veces has oído esa frase dirigida a ti o a alguien que


tenías cerca?

Y, ¿qué pasaba después? La persona en cuestión se ponía tiesa


como un palo, incluso a costa de tener que dejar de respirar por un
momento, todo por mantenerse en la postura correcta.

¿Y después de esto, al cabo de unos minutos? Pues que la misma


persona volvía a sus quehaceres, a sus pensamientos... y su cuerpo se
recomponía en la forma doblada que había ido adoptando a lo largo de
los años para desempeñar cualquier tarea cotidiana.

Lo ideal y lo real respecto a nuestro cuerpo

Está claro que hay unas posiciones corporales que son mejores que
otras para mantener el equilibrio, los reflejos de los músculos, incluso
las funciones de los órganos, pero, desengañémonos, casi nadie (sobre
todo los adultos) en esta sociedad urbanizada, sedentaria y de
movimientos repetitivos, puede adoptar ya esas posiciones ideales sin
sentir dolor por alguna esquina de su cuerpo.

Obviamente poco a poco podemos ir corrigiendo con ciertos


ejercicios esos pequeños o grandes desajustes que el cuerpo ha tenido
que adoptar con los años para adaptarse a nuestro modo de vida
individual.

Pero eso es lo que se dice un trabajo de fondo. No es para nada


algo que se pueda solucionar en un instante con un “¡ponte recto!”.

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Aprovecho para recomendarte la “Antigimnasia” de Therèse Bertherat
para trabajar a largo plazo los desajustes de tu cuerpo en general.

Un mundo de consejos bienintencionados

Lo mismo pasa con el piano. Quizá hayas comprobado que los


profesores y grandes pianistas tienen cientos de recetas técnicas
(movimientos, partes del cuerpo a utilizar...) hasta la mayor de las
precisiones.

O bien las entienden como un ideal a perseguir que a su vez han


aprendido de otros o bien son conclusiones a las que han llegado por su
propia experiencia con el piano.

Pero lo importante para mí es que el hecho de que quieran


transmitirlas a otros pianistas tal cual las conocen y utilizan equivale a
una colección de bienintencionados “ponte recto”.

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Y es que estamos muy acostumbrados a la modalidad
academicista a la hora de adoptar conocimientos.

Esta modalidad consiste en que un intelectual o profesor transmite


un conocimiento a alguien esperando que éste lo adopte sin filtro,
simplemente porque aquél cree que es bueno para él, o más bien
porque cree que es universalmente bueno, o sea bueno para todo el
mundo.

Y generalmente lo cree porque tradicionalmente otros


intelectuales y profesores así lo han creído.

¡Existe otra forma de aprender!

Esta modalidad que te he comentado no es la única. ¡Y menos


mal!

Yo me identifico más con las formas de obtener conocimientos,


destrezas, aprendizajes varios, desde la experiencia directa.

Para mí es una forma de sabiduría más elevada.

¿Por qué a nadie se le ocurre decirle al gran pianista Grigory


Sokolov, visiblemente encorvado con los años, que se ponga recto para
poder tocar con mayor limpieza y exactitud? Él es totalmente exacto en
su ejecución... con su espalda encorvada.

Es un ejemplo bastante gráfico para comprender que esta primera


actitud de la que te quiero hablar es fundamental.

Quiero invitarte a que respetes la realidad de tu cuerpo tal cual


es y a partir de ahí, elijas las soluciones técnicas en el piano que
mejor te vienen a ti.

Un rasgo del espíritu de mi blog

Es por ese concepto de aprendizaje en que el creo que será raro


que en Más que pianistas veas así de primeras cuáles son las soluciones

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técnicas a las que yo he llegado en mi estudio con el piano.

Y si no, fíjate que en mis tutoriales he escogido muy a propósito un


ángulo de grabación de la imagen que no recoge mis manos mientras
toco.

Todo porque yo no quiero ser tu profesor en el sentido


academicista de la palabra. Prefiero ser alguien que está a tu servicio,
que te acompaña y ayuda para que descubras tus propias soluciones,
porque tengo la convicción de que son las mejores posibles.

Primeras preguntas que tengo para ti...

Después de todo esto,

¿Estás dispuesto a permitirte utilizar


las partes de tu cuerpo más idóneas para cada caso?

¿Estás dispuesto a realizar con ellas


los movimientos que te sienten mejor
cuando estés tocando el piano?

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Actitud nº2:
¿Estás abierto a actuar
en base al nivel de energías que tienes?

Vale que nos bombardean desde todos los flancos con mensajes
dando a entender que somos superhombres y supermujeres que
podemos afrontar con una sonrisa fija todas las cargas de nuestra vida
diaria y más (relación con tus jefes, relación con tus subalternos, retos
laborales, formación continua, educación de los hijos, roces de pareja,
familiares que cuidar...), pero eso no quiere decir que un ser humano
pueda mantener un nivel de energías constante al 120% y que su salud
no le pase factura.

¿Te suena ese anuncio de “Usted no puede permitirse parar por un


dolor de cabeza”?

Nos hemos acostumbrado a estar tan desconectados de lo que


necesitamos en cada momento, que la pastillita acaba siendo el
remedio a todos los males.

Cuídate, conócete un poquito más

Yo lo que te propongo es que, al menos cuando estás en tu


remanso de paz frente al piano, te tomes un momentito para
autoobservarte y detectar cómo te encuentras, sin vergüenza ni
culpabilidad.

Igual puede que hayas tenido un día bastante descansado y con


algunas alegrías y te encuentres pletórico y energizado para tu
aprendizaje con el piano.

Pero también puede que hayas tenido un día horrible, lleno de


estrés y choques con personas de tu alrededor, y que incluso te notes

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bajo de fuerzas a nivel físico.

O puede que te sientas bien en general pero hayas tenido un día


algo monótono, sin nada especial que contar, y ahora te apetezca un
puntito diferente, hacer algo fuera de norma.

O por el contrario, quizá haya sido uno de esos días llenos de


experiencias nuevas a asimilar y ahora necesites algo más plano, ir más
a lo seguro y conocido para equilibrar la balanza...

En fin, se pueden dar infinidad de situaciones y mil estados de


ánimo. ¡Eso influye en tus intereses y necesidades del momento muy
mucho!

La peligrosa tentación de los “buenos propósitos”

Igual se te había pasado por la cabeza entrar en una dinámica tan


extendida como: “tengo que ponerme todos los días 1 hora al piano y

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voy a aprenderme 2 páginas por día” o algo similar.

Eso es justo lo contrario de la actitud que yo te propongo para


sacar todo el partido a la ayuda que te puede aportar Más que
pianistas.
A veces me da risa recordar mi época cándida de estudiante,
cuando tenía esas normas precocinadas tan asimiladas de “X páginas y
X horas al día, SIEMPRE”. Qué entrañable... ¡y qué sentido de
culpabilidad cuando no las cumplía!

Sabes que cada día estás de una manera. ¡Pues emprende tu


trabajo con el piano siendo coherente con eso!

¿Energías bajas? Pues escojo sólo un fragmento corto y sencillo


para estudiar.

¿Muchas ganas de actividad? ¡Cojo un fragmento extenso y con


movimiento físico!

¿Estado mental despejado y concentrado? Escojo un pasaje


complejo para destriparlo hasta la última migaja de música.

¿Semana rutinaria? Voy a estudiar ese pentagrama de la pieza que


tiene una música un tanto rara, contrastante con toda la demás.

Etc etc etc...

Hacer caso a lo único que hay: el aquí y ahora

En realidad te tengo que decir que esta actitud de autoobservación


es prima hermana de la anterior de búsqueda individualizada de la
técnica.

Mientras que ésta consiste en estar abierto a cómo es mi cuerpo


(sobre todo cómo son las partes que intervienen más activamente al
tocar el piano, qué formas tienen, cómo se mueven, con qué
combinaciones de posiciones responden mejor y peor...), la actitud de
autoobservación es más bien estar abierto a cómo está mi cuerpo (y
mente) en este preciso instante.

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¡Son dos caras de la misma moneda! Ambas están hablando el
mismo idioma: estar dispuesto a conocer lo que necesitas ahora.

Y para eso se necesita entrenamiento y hábito de hacerlo: piensa


que la dinámica en muchas otras esferas de tu vida quizá sea otro
idioma totalmente distinto, el de hacer lo que debes.
Yo he cogido el hábito y hago automáticamente ese ejercicio de
conexión con lo que necesito. Hay veces que detecto un momento de
muy buena concentración pero posiblemente no duradera, y el resultado
en el estudio puede ser elegir un pasaje hipercomplejo de una de las
obras que esté preparando... pero invertir en él tan apenas 20 minutos.

Detecta si quieres todo esto para ti

Entonces, sean veinte minutos o tres horas seguidas,

¿Estás abierto a un estudio siempre


altamente provechoso, coherente con un ejercicio
de autoobservación previa?

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Actitud nº3:
¿Estás abierto a acoger con una sonrisa
los tiempos de tu trabajo?

Aprender a tocar el piano puede ser una actividad sana o un


infierno de frustraciones y de tensiones físicas. ¿Cuál prefieres? Jeje.

Siento volver a las partes más grises de la vida cotidiana, pero ¡es
que encuentro ejemplos por todas partes!

Mira, toda la vida oyendo (o diciendo) lo mismo:

• “Tenéis que aprender los temas 4 y 5 para el examen del


martes que viene”
• “De aquí a final de curso tienes que correr esta distancia en 10
segundos menos que ahora”
• “Quiero este informe para mañana a mediodía”
• El nuevo producto tiene que salir al mercado para la campaña
de Navidad, así que ya podéis daros prisa”.

¿Te suenan?

La obsesión por el resultado final

Estamos hechos a focalizarnos en obtener un resultado


determinado y, además, en un tiempo preestablecido que no tiene en
cuenta nuestra situación individual, ni en general ni del momento.

Entonces tienen que entrar en juego ingredientes como el sentido


del deber, la fuerza de voluntad, el esfuerzo y otros, que nos ayudan a
hacer de tripas corazón y conseguir ese resultado dentro de los plazos
permitidos.

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Por contra, la actitud de la que te quiero hablar es la del respeto a
los ritmos necesarios del proceso y el hacer de éste algo saludable.

¿Valorar el proceso sirve realmente de algo?

Podría parecer que uno sólo puede disfrutar plenamente de tocar


una música en el piano cuando ya ha alcanzado el resultado final que
se había propuesto, pero eso no tiene por qué ser así. Te lo cuento.

Una de las cosas que más disfruto cuando estudio mis piezas en el
piano es que, trabaje el fragmento que trabaje, siempre me llevo la
sensación de que nunca me viene grande, o dicho en otras palabras, la
sensación de que siempre es fácil.

Y me dirás: “Claro Omar, tú puedes decir eso porque ya llevas años


en esto, pero yo que estoy empezando no me puedo permitir decir que
cualquier cosa que me eche es fácil”.

Vale, entonces tengo que matizar el significado de “fácil”...

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Fácil para mí significa que puedo, que estoy intuyendo cuál es el
paso a seguir detrás del momento en el que estoy y que entre ambos
existe una diferencia muy suave y por tanto agradable de abordar.

¡Ojo, no confundas “pensar que es fácil” con “pensar que puedes


obtener cualquier resultado complejo de inmediato!”. Eso es lo que nos
hemos acabado creyendo con las prisas y los plazos prefijados de los
que hablaba antes... y es algo genera gran estrés y tensión, a nivel
psíquico y físico.

Esfuerzo versus capacidad

Moshe Feldenkrais, cuando habla de ejercicios para todo el cuerpo


en general, dice que hay dos formas de llegar a un mismo resultado:

1. Por la vía del esfuerzo o fuerza de voluntad


2. Por la vía de la consciencia de nuestras capacidades
reales

y que la diferencia es que la primera vía causa daño corporal,


tensión muscular y malestar psicológico, por lo cual la primera es la
menos eficiente de las dos.

En mi día a día con el piano corroboro estas palabras.

¡Con lo bien valorado que está el concepto de esfuerzo en la


escuela, en el deporte y tantos otros ámbitos!

Para mí el esfuerzo es la alarma o el síntoma que me dice: “Omar,


estás haciendo eso creyendo (ilusoriamente) que ya puedes hacerlo”.

La locura de vivir en el futuro

Cuando tenemos tan presente el resultado que queremos obtener y


“quemamos” pasos intermedios para alcanzar ya el objetivo es cuando
nos aparecen las tensiones, o peor aún, las frustraciones.

Creo que adelantar el futuro al presente, o sea pretender hacer

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ahora lo que aún no estamos capacitados para hacer, es una forma de
locura. Así, sin más.

Es falta de lucidez en ver lo que tenemos entre manos en toda su


complejidad y de percibir los límites reales del momento (como
hablábamos antes, cómo es mi cuerpo y cómo está, entre otras cosas).
Si te instalas en esa visión clara de lo que puedes hacer, tendrás la
maravillosa sensación de que la técnica perfecta siempre está
esperando dentro de ti a ser utilizada.

Tan sólo tienes que aplicarla encontrando esa suave y agradable


gradación de pasos y abrazando los tiempos que requiere cada uno de
ellos dentro del proceso total.

Así que la pregunta sería:

¿Estás dispuesto a conservar la lucidez de


hacer de lo que eres capaz ahora?

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Actitud nº 3 ½:
¿Tocar el piano o hacer unos patucos de
ganchillo?

Así que, llegados a este punto ya tenemos tres grandes actitudes


que puedes tomar para avanzar en tu aprendizaje con el piano
disfrutando al máximo.

Serían:
• estar contectado con cómo es mi cuerpo
• estar conectado con cómo me encuentro en este momento
• estar conectado con qué soy capaz de hacer ahora

Mientras te iba hablando de estas tres actitudes me estaba


viniendo a la mente una imagen de mí mismo haciendo patucos de
ganchillo para bebés y aún no sé muy bien por qué me ha venido...

¡Ah, ya sé! Imagino que me habrá venido porque en la época en la


que me dio por hacer patucos de ganchillo en mis ratos libres me sentía
algo así como un artesano: un alfarero, un ebanista... Era una
actividad muy motivante. ¡Estaba enganchado!

Desear más, más ¡y más!

Creo que es algo parecido a cuando ves un capítulo de tu serie


favorita y al acabar te es difícil resistirte a ver el siguiente, y acabado
éste, otro más... hasta que compruebas que te han dado las 3 de la
madrugada.

Lo del ganchillo o lo de cualquier actividad de artesanía tiene ese


ingrediente de querer siempre un poco más, pero con la ventaja respecto
al consumo de series de que eres tú quien la hace y por eso es más fácil
tomar las riendas de cuándo seguir y cuándo parar.

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¿A mí qué es lo que me enganchaba con los patucos? Pues, como
normalmente empezaba por la suela, poder verla acabada en un plis
plas. Eso me impulsaba a seguir con los laterales del zapatito. Y al
verlos acabados, me animaba a hacer la puntera, y luego la hebilla, y
luego la suela del siguiente patuco, y luego...

Cada paso me daba mucha energía para continuar porque lo veía


como un resultado en sí mismo, del que poder sentirme orgulloso, y no
como una etapa imperfecta para llegar a una meta que nunca llegaba.
El que espera, desespera ¿no?

De dónde surge sobre todo la energía al practicar

Te he contado todo esto porque es algo que me recuerda mucho a


conforme yo trabajo con el piano. Al empezar a aprender una pieza,
siempre me hago un esquema con sus partes más grandes, medianas
dentro de las grandes, pequeñas dentro de las medianas, enanas
dentro de las pequeñas... como si al final observara la música con un
microscopio hasta el nivel de los átomos.

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Y ese esquema lo guardo como oro en paño porque no sólo me
sirve para entender la música en todas sus diferencias y semejanzas
internas sino que también me permite ir aprendiéndola muy muy
gradualmente, motivo por motivo.

Igual esas unidades más pequeñas son de lo más complejo, con


muchas voces simultáneas que tienen cada uno rasgos muy
diferenciados... En ese caso aún desmenuzo esos motivos mínimos hasta
que los transformo temporalmente en algo que pueda hacer ahora.

Como puedo hacer eso ahora, resulta que me es fácil alcanzar un


primer objetivo intermedio, como la suela del patuco. Y eso me anima
a seguir con el mismo motivo y avanzar un paso de complejidad (seguir
con el resto del patuco).

O a lo mejor me apetece aprender un motivo nuevo que se


encuentra en otro momento de la música pero que se parece mucho al
que acabo de dominar. Esto sería lo equivalente a empezar otra suela
de patuco nada más acabar la de otro.

¡Tres hurras por la artesanía pianística!

Así que te he colado todas estas comparaciones entre piano y


confección en ganchillo porque me interesaba completar la idea del
capítulo anterior.

Si estás conectado con esa tercera actitud, la de hacer en cada


momento lo que puedes hacer, lo genial del trabajo con el piano es que
vas a ver pequeños resultados que te van a dar mucha energía y
motivación para seguir.

Y también vas a comprobar que el orden del camino a seguir es


¡totalmente a la carta! Y esto da una sensación de libertad brutal.

¡Qué lejos está todo esto de las líneas de montaje en serie de las
fábricas! ¿Y dicen que ese método es más productivo que la forma
artesanal del trabajo?

Yo, como estoy aquí para realizarme, digo: ¡viva la artesanía!

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Actitud nº4:
¿Estás abierto a comprender el sistema de
la música
a base de conquistas propias?

Mira, a mí me cuesta decir que la música sea un lenguaje. “El


lenguaje universal”, dicen.

Está claro que quien hace música lo puede hacer con una emoción
y que otras personas que lo están viendo y oyendo interpretan de miles
de maneras sus movimientos, su expresión facial o cómo son los sonidos
concretos que está produciendo.

Pero de ahí a decir que es la música la que transmite significados...


Eso ya no lo veo tan claro.

Sin embargo, sí que me parece útil compararla con el lenguaje


verbal, el de los idiomas humanos, porque creo que ambos son
sistemas de sonidos y porque tradicionalmente se los ha asociado con
formas de escritura que poco a poco han acabado consolidándose.

Aprende idiomas, ¡pero no a cualquier precio!

Mira lo que se cuece en esta escenita teatral que me he inventado


sobre la marcha, ambientada en una academia de lenguas extranjeras
cualquiera. Habla la profesora:

“Vamos a empezar el curso por lo más esencial, que es conocer las


letras del churimori. El churimori tiene 47 letras distintas. La
primera es la haum, esta que parece un lacito invertido.Suena como
la a en atún en la mayoría de casos. Sin embargo a veces suena
como la o en colgar. Si la misma letra lleva un puntito en la

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esquina superior izquierda, entonces es probable que suene a u,
como en musgo, pero ligeramente más larga. Si no, puede sonar de
nuevo a la a de atún, si va antes de sonido palatal, o a la o de
colgar, antes de sonido sibilodental. La siguiente letra es la kruff,
que...”

Ya no hace falta relatar las caras de susto, hartazgo y agobio de


sus (antes) motivados alumnos a la altura de la letra número 38, ¿no?

Sé que esto tiene bastante de parodia, pero me temo que es una


situación más cercana a la realidad de lo que pudiera parecer
(¡sustituyendo el idioma churimori por uno que exista, claro!).

Yo soy un apasionado de los idiomas. Conozco unos cuantos a


distintos niveles y cuando los he aprendido ha sido, o bien porque lo
necesitaba por la pura supervivencia de entender y hacerme entender
en el entorno donde me encontraba o porque me ha atraído algo en
ellos que me ha impulsado a estudiarlos por mi cuenta con todos sus
entresijos.

Con todos estos casos me he ido convenciendo de que la manera


más saludable de aprender una lengua cualquiera está a años luz del
teatrillo que acabo de mostrarte.

En lenguaje está en ti

Cualquier ser humano nace con la capacidad del lenguaje. Sólo


necesita, sobre todo en sus primeros años de vida, un entorno favorable
que utilice al menos un idioma concreto con fines comunicativos,
reflexivos y expresivos para que esa capacidad tome forma de palabras
concretas, estructuras, giros varios, etc.

Cuanto más rico sea verbalmente ese entorno, más podrá esa
persona desarrollar su capacidad y dominar todos los rasgos de ese
idioma. Y sobra decir que una persona que no ha aprendido la escritura
convencional del idioma que habla lo puede llegar a utilizar a la
perfección en todos sus matices.

Habrá incorporado de forma natural todos los detalles de ese

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sistema que es su idioma materno.

Primero habrá escuchado a las personas que usaban ese idioma.


Luego habrá empezado a experimentar con sus propias cuerdas
vocales, labios, lengua, respiración, etc. para producir sonidos originales
y para imitar los que escucha.

Después habrá comprendido que no todas las combinaciones de


sonidos son igual de útiles para comunicar algo y conseguir cosas de
los demás. Se habrá centrado en aprender el vocabulario y las
estructuras que usan las personas de su entorno en toda su
complejidad.

Y por último, si la curiosidad no se le ha frenado en algún


momento, habrá caído en cuáles son las pautas repetidas o normas de
funcionamiento de esa lengua.

E independientemente de todo esto podrá descubrir o no las


fórmulas escritas (letras, separación de palabras, signos de
puntuación...) que se suelen utilizar asociadas a todos los elementos del

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idioma hablado que ya conoce a la perfección.

En nuestra sociedad occidental, toda esta sucesión de


acontecimientos se da en su mayoría simplemente a base de que esa
persona en sus primeros años de vida use el idioma o idiomas en
cuestión hablando espontáneamente con las personas que tiene a su
alrededor.

Esa sucesión igual te parece evidente pero creía que merecía la


pena recordarla porque a veces me da la impresión de que la mayoría
de gente cree que empezamos a hablar gracias a la escuela, o más aún,
que necesitamos la escuela para poder hablar aceptablemente un
idioma.

Aprender música de forma natural (o lo más posible)

Así que la cuarta actitud que te propongo ahora es la de aprender


el sistema de la música (o lenguaje musical si quieres) lo más parecido
a esa secuencia natural porque estoy convencido de que es la vía en la
que todos los contenidos se asimilan más sólidamente.

La apuesta es empezar por usar el sistema sonoro, o sea a tocar el


piano en tu caso antes que aprender la escritura musical convencional y
por supuesto aún antes que leer una partitura.

Es curioso que mucha gente afirme convencida que un


impedimento para cantar o tocar un instrumento es no saber leer
partituras. ¿Es un impedimento para un niño decir “mamá” porque aún
no sabe cómo se escribe? ¡Estaríamos listos!

La apuesta también incluye que las situaciones concretas en las


que hagas música (tocar una pieza por ejemplo) sean tu banco de
pruebas de donde extraer tus conclusiones generales acerca de las
normas de funcionamiento del sistema de la música.

Y lo mismo con la escritura.

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¡Pianista y conquistador!

Éstas son las conquistas propias de las que hablaba en el título


de este capítulo.

En ese proceso no vas a estar solo. Más que pianistas te ofrece un


espacio seguro donde poder corroborar tus teorías, contrastar tus
avances y dar nombre a tus descubrimientos.

Así pues,

¿Estás abierto a conducir tu reto de aprendizaje musical


inspirándote en como un niño aprende su idioma materno?

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¡Manos a la obra!

Ahora ya conoces esas actitudes que te van a permitir un


aprendizaje disfrutado, fluido y fácil.

¿Estás dispuesto a adoptarlas?

Si es así, me alegro de que estés en plena sintonía con el espíritu


de Más que pianistas.

¡Fuera mitos bloqueantes!

Es momento de dejar atrás pensamientos que quizá te hayan


rondado la cabeza como:

• “no tengo oído”


• “no sé leer partituras”
• “soy demasiado mayor para esto”
• “la música clásica sólo la disfrutan los entendidos”
• “necesito a alguien que me dirija y me diga lo que estoy
haciendo bien o mal”
• “no tengo el tiempo que se requiere”
• “es difícil”
• y tantos otros.

No te preocupes: son pensamientos muy poco originales. No son


creación tuya. Quien más y quien menos los hemos incorporado en
algún momento a causa de cómo funciona la sociedad en la que
crecemos desde niños.

Simplemente algunas personas se los acaban creyendo; otras

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optan por abrazar el enfoque positivo que yo te propongo en este e-
book.
Con ese enfoque todos esos pensamientos se desmoronan sin
remedio. Pobrecitos...

¡Pasa a la acción!

Si crees que este e-book puede ser inspirador para otras personas
que conoces, ¡regálaselo! ¡Será una gran satisfacción transmitirles
entusiasmo!

Si quieres saber más sobre mi trayectoria personal y cómo he


acabado abriendo masquepianistas.com, lee ahora mi página Acerca de.

Y si lo que quieres es poner ahora mismo en práctica las cuatro


actitudes positivas, venga, ¡lánzate a hacer un primer tutorial de mi
blog!

¿Hace una sencilla música de Bach?

¿O qué tal esta preciosa melodía de Dvorák?

¿O tal vez prefieres escoger la belleza de esta pieza de Chopin?

Elijas lo que elijas,

PERMÍTETE SER UN NIÑO DE NUEVO

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A Zarvi, por estar siempre ahí

Omar Vilata Balaguer – 2017


Licencia Creative Commons Atribución CompartirIgual 2.0 Internacional
Condiciones en: http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/

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