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El siguiente material es una traducción realizada por fans para fans.

Beautiful Coincidence no recibe compensación económica alguna por este


contenido, nuestra única gratificación es el dar a conocer el libro, a la
autora y que cada vez más personas puedan perderse en este maravilloso
mundo de la lectura.

Si el material que difundimos sin costo alguno está disponible a tu alcance


en alguna librería, te invitamos a adquirirlo.
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katherin.puentes & Meli Eli

Ana_rmz DianaX
Andrea florpincha
Bella fxckmodel
CosmicMoon katherin.puentes
CrisBea Lisa EQS
daniielab02 RosaLuce

Andrea
eilosanchez
Femme Fatale
Larochz

Femme Fatale

Femme Fatale
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S
oy una chica sureña que cree firmemente que las mañanas deberían ser
proscritas. Mi día perfecto incluiría descansar en una hamaca con un buen
libro, carbohidratos, y gente a mi alrededor irrumpiendo al azar con canciones
con coreografías y rutinas de baile. No incluiría tocino, limpieza, ni cualquier cosa
que requiera paciencia.
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L
as rosquillas eran su debilidad.

Si Sadie Mullins no hubiera estado corriendo por la playa para quemar las
calorías de su adicción por las rosquillas, no habría notado al hombre que
no se movía en el agua.

No se habría tirado al agua tras él.

No habría conocido a West Montgomery.

El bastardo arrogante debería haber sido amable, incluso agradecido.

Por supuesto, no lo fue.

Ese debería haber sido el fin.

Por supuesto, no lo fue.

Malditas rosquillas.

Water Edge #1
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C
onteniendo la respiración, abrí la tapa de la pequeña caja de terciopelo,
apenas capaz de contener mi emoción.

La luz del sol de la tarde entrando por las ventanas de nuestro loft en el
centro de Nashville golpeó al anillo de diamantes, moteando las paredes con
pequeños prismas.

Maldición.

El aire salió de mis pulmones en un silbido de sorpresa. Esa era una buena roca.
Arranqué el anillo con la piedra más-grande-de-lo-esperado del centro de su
acolchada cama azul, sujetándolo entre mi pulgar e índice, y lo examiné de la forma
en la que uno inspeccionaría un lente de contacto caído. El diamante central con
corte acolchado tenía que ser de al menos dos quilates. Y las piedras laterales, otro
quilate fácilmente.

—Guau —susurré, luchando contra la enorme sonrisa apareciendo en mi rostro.


Pensé en colocarme el anillo, queriendo ver cómo se acomodaba entre mis dedos,
pero me contuve. Solo tendría ese primer momento una vez, y debería ser después de
que dijera sí.

Devolviendo el anillo a la caja, lo coloqué exactamente como lo había encontrado,


escondido debajo de una pila de calcetines en la parte superior del cajón de la
cómoda de mi novio, junto a una maraña de cables de alimentación y cargadores para
sus diversas piezas de tecnología. Una computadora portátil, iPod, cámara GoPro, y
dos tablets de diferentes tamaños llenaban la parte superior de su cómoda.

Lo sabía. Asher estaba planeando proponérmelo. Grité y salté arriba y abajo como
una niña. Cuando había llegado a casa temprano hoy —mi sesión de fotos
programada tuvo que ser cancelada después de que una tormenta eléctrica en la
mañana empapara el lugar al aire libre—, no pude resistir aprovechar el apartamento
vacío para hacer un poco de espionaje. Asher había estado actuando de manera
extraña las últimas semanas, jugueteando con su computadora y ese cajón superior,
deteniendo lo que estaba haciendo cuando yo entraba en el dormitorio. Había estado
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sospechando al principio, pero, en serio, se trataba de Asher.


Predecible era el segundo nombre de Asher.

Se había graduado con honores dos años atrás en la Universidad de Tennessee, alma
máter de sus padres, y volvió a casa en Nashville como se esperaba para unirse a la
prestigiosa firma de contabilidad de su padre. Se cortaba el cabello en el mismo lugar
desde que tenía siete años. Comía el mismo sándwich de pavo y queso cheddar en el
almuerzo todos los días. Tenía el mismo mejor amigo desde la secundaria. Era sólido
y firme, y me encantaba eso de él.

Asher sacaba la basura. Abría mi puerta del auto. Me dejaba escoger la estación de
radio. Siempre pagaba la cuenta.

Era el epítome de lo que las madres esperaban que sus hijas encontraran en un
hombre. Seguridad, dulzura y respeto envueltos en un paquete ligeramente
musculoso y perfectamente peinado. Y predecible no quería decir aburrido.

Calentábamos el dormitorio dos veces por semana, de vez en cuando lo


condimentábamos con ropa interior o fresas y crema, los martes y viernes. A veces
también los sábados, si era la temporada de fútbol y la Universidad de Tennessee
ganaba su juego. En esas noches, Asher gritaba: “¡Touchdown!”, mientras se corría
dentro de mí. Era lindo.

Él era lindo.

Éramos lindos.

Éramos esa pareja. Mejores amigos en la secundaria que se convirtieron en algo más
en la universidad. Los que nunca discutían y tenían escogidos los nombres de sus
futuros hijos; primero un niño con el encanto de su papá llamado Michael, luego una
niña con dulces mejillas de manzana llamada Molly. Incluso nuestros hermanos se
llevaban bien. Su hermano mayor y la mía habían sido compañeros en Vanderbilt.

Yo era la más rebelde. En secreto, me hice un tatuaje a los diecisiete. Obtuve un


título en administración en Vandy, como mi hermano Simon, pero comencé un
negocio de fotografía después de la graduación en lugar de unirme a mis padres y
hermano en el negocio de la música como todo el mundo asumía que haría. Asher
había sido de apoyo, instándome a mudarme con él así podríame ayudar
financieramente mientras mi compañía arrancaba.

Nunca se quejó de mis horas locas. Me ayudaba a llevar todo mi equipo para las
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sesiones hasta que hice el dinero suficiente para contratar a mi propio asistente.
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Tolerante de mis frecuentes visitas a la costa de Carolina del Sur para visitar a Rue —
mi compañera de la universidad y mejor amiga— para largos fines de semana de
tiempo de chicas.

Sonriendo ante la comprensión de que muy probablemente estaría comprometida


con el hombre perfecto en las próximas tres semanas, floté por el loft, soñando
despierta, tocando las pocas decoraciones de vacaciones que habíamos esparcido.
Apostaba a que lo metería en mi calcetín, medité, mientras desempacaba las nuevas
sábanas de ochocientos hilos que nos había comprado después del almuerzo, un
regalo de Navidad temprano para nosotros. Planeaba ponerlas en la cama y ponerme
un conjunto de sujetador y braga rojas para ser el lazo en la parte superior de su
regalo sorpresa; era martes, uno de nuestros días juguetones habituales. Las nuevas y
suaves sábanas satinadas se habían sentido sensuales cuando las escogí, un pequeño
cambio agradable de la tela de algodón estándar que teníamos ahora.

Mientras acomodaba la última almohada, escuché la puerta del apartamento abrirse.


Confundida, miré el reloj. Los números rojos brillaban 14:15, y Asher normalmente
no llegaba a casa hasta las 17:30. La voz de Asher resonó en el loft y empecé a
contestar cuando me di cuenta que no estaba hablándome.

—Amigo, ¡ese último video estuvo humeante! ¿Cuándo es el próximo? —Reconocí la


voz de Jameson, el mejor amigo de Asher. Apostaba a que Asher le pediría que fuera
su padrino. Y entonces Jameson llevaría a Rue por el pasillo. Se verían lindos juntos.
Tal vez frambuesa y negro para los colores de la boda. ¿Qué tipo de flores eran
frambuesa? Margaritas no. ¿Lirios? ¿Rosas, tal vez?

Me desconecté del sonido de Jameson y Asher hablando, perdida en mi fantasía de


boda, hasta que uno de ellos diciendo mi nombre atrajo mi atención.

—… ¿Sadie todavía no tiene idea? —Jameson hablaba de nuevo. Qué lindo, no


creían que supiera sobre el anillo. Puse los ojos en blanco. Los chicos eran tan tontos.
Como si no me hubiera dado cuenta de lo que iba a venir. Asher había sido
particularmente dulce y cariñoso últimamente, y el sexo había sido más vaporoso de
lo habitual.

Además, habíamos estado juntos, oficialmente, durante tres años. Era hora de
empezar a pensar en asentarse.

Asher se burló.

—Diablos no. Y después que me proponga, ¿te imaginas las imágenes de esa noche?
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—¿Crees que serías capaz de conseguir que haga algunas posiciones nuevas?
—Creo que va a hacer todo lo que le pida después de poner la roca gigante en su
dedo. —La autosuficiencia en la voz de Asher tenía un tono vulgar y calculador al
que no estaba acostumbrada.

¿Posiciones?

¿Imágenes?

Arrugando la frente, me arrastré más cerca de la puerta del dormitorio. La respuesta


de Jamenson era ligeramente nasal —¿por qué no había notado lo áspero de su voz
antes?— mezclada con las motas de polvo flotando en el aire.

—¿Qué hay de Rebecca? ¿Cuándo es el próximo con ella?

¿Rebecca?

Mi cabeza cayó hacia atrás. Rebecca era mi ayudante de fotografía, una linda joven
de la universidad local a la que había contratado un año atrás cuando ella había
necesitado un trabajo para ayudar con la matrícula.

Uno de ellos resopló.

—Ya sabes, en el momento en que la convierta en mi prometida, morirá por hacer


un viaje a Reynolds Island para enseñarle el anillo a Rue. Lo prepararé todo para
entonces. Probablemente antes de Año Nuevo, si tengo suerte.

—Eres un jodido bastardo, Ash. —Jameson lo hizo sonar como un cumplido—.


¿Planeas seguir con ello después de comprometerte?

—¿Por qué no lo haría?

—No sé. ¿No te parece que es un poco distinto si lo haces después de proponerle
matrimonio?

Ese fue el suspiro interminable de Asher. Lo reconocí.

—He pensado en eso. Tal vez detener las cosas con Becca. Pero, en serio, el sexo es
tan jodidamente caliente. Y Becca me permite hacer cosas que Sadie no hará.

—¿Como qué?

—Como quizás compartir todo lo que grabo con ustedes.


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Se rieron mucho y fuerte. Envolví mis brazos alrededor de mi cintura, mi respiración


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más superficial, mis piernas sintiéndose muy débiles.


—¿Quieres una cerveza, hombre? Papá está fuera de la oficina el resto del día, vamos
a salir temprano y jugar Madden1 en tu casa. —Hubo algunos ruidos sordos, después
dos estallidos metálicos, seguido de silbidos lentos. Latas de cerveza. Me deslicé sin
fuerzas en el suelo junto a la ventana, imaginando el loft idéntico de Jameson al final
del pasillo.

—En serio, ¿Sadie no sospecha? ¿Cómo te las arreglas para salirte con la tuya?

—Soy dulce. Considerado. Amoroso. El novio perfecto. En serio, Jameson, si lo


intentaras algún día, probablemente conseguirías algo de acción por tu cuenta en vez
de tener que masturbarte mirando a la mía. Sadie traga esa mierda. Con Becca, sin
embargo, es diferente. Más salvaje, más intenso, más… —Gruñidos y palmadas
repetitivas resonaron en el alto techo. Una lágrima solitaria titubeó en la esquina de
mi ojo, esperando el permiso para arrastrarse por mi mejilla.

—Sí, las tetas de Becca son bastante épicas. Y sus piernas…

Asher interrumpió.

—Y su culo y su boca y su lengua. Sí, amigo, sé exactamente qué estoy haciendo con
ella.

—Mierda, hombre. —Asombro irradiaba de Jameson—. Tú has, como, ¿estudiado


esto o algo?

Asher rio.

—Sí, hombre, estudié follar totalmente en la universidad. Y, confía en mí, me dieron


una A.

Sonó un teléfono. No el tono de llamada de Asher. Entumecida, escuché a Jameson


responder y, unos minutos más tarde, la puerta delantera del loft se cerró de golpe.
Los chicos saliendo.

Estaba congelada en el piso, esa lágrima obstinada todavía aferrándose a la esperanza


de que esto era una pesadilla, y que realmente no necesitaba caer. Tomé una
respiración inestable, suspendida en la incredulidad.

Esto no estaba sucediendo. Este no era Asher. Este no era el chico que me masajeaba
los pies después de un largo día y me preparaba bocadillos para llevar al trabajo. El
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chico quien me decía que era caliente sin importar lo que llevara puesto. El chico
que me susurraba al oído por la noche que yo era su otra mitad y se aseguraba de que
Página

1 Madden: Videojuego de futbol americano.


siempre tuviera baterías de repuesto y tarjetas de memoria antes de una gran sesión
de fotografía.

Mierda. Grabaciones. ¿Jameson no había dicho algo sobre grabaciones?

Mi atención se centró en la computadora portátil y crucé la habitación, agarrando la


elegante computadora e instalándome sobre las nuevas sábanas que ya no planeaba
bautizar esta noche.

Al abrir la pantalla, dudé en la pantalla de la contraseña. ¿Qué usaría?

Mis dedos picotearon sobre las letras y pulse entrar. La página de inicio
apareció. Touchdown, pensé.

No hice caso de los íconos de software y miré las carpetas de archivos en hilera en la
parte inferior de la pantalla.

Las cuatro primeras no dieron nada, pero la etiquetada como Propuestas de trabajo
tenía dos subcarpetas etiquetadas 1001 y 1002. Después de hacer clic en la primera,
miniaturas de archivos de video se alinearon en la pantalla, cada una
meticulosamente etiquetada por fechas. Abrí la más reciente, vi un culo —mi culo
desnudo— pasar por la pantalla. La cámara estaba dirigida a los dos tercios inferiores
de nuestra cama. La cama en la que yo estaba sentada.

Conmocionada, me deslicé hasta el suelo, lejos de lo que aparecía en la pantalla. Fue


a principios de verano.

Me di cuenta por mis líneas de bronceado. Observé, aturdida, mientras me arrastraba


al otro lado de la cama sobre el cuerpo desnudo de Asher.

No podías ver nuestros rostros. Tenía el cabello recogido en una coleta desordenada,
y Asher permanecía con el rostro girado hacia la ventana, lejos de la cámara.
Entrecerré los ojos en la pantalla. Había notado aquel vago cambio en su
comportamiento.

Cuán a menudo se ponía así durante el sexo en los últimos meses.

Jodido bastardo. Y no lo decía como un cumplido Mientras en pantalla descendía


sobre la erección de Asher, cerré el video.

Hice clic en la otra carpeta, la etiquetada como 1002. Una vez más, las miniaturas de
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video perfectamente organizadas por fecha aparecieron en un área. Escogiendo una


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al azar, hice doble clic.


Mi habitación, misma vista que antes. Solo que no era yo rebotando entre las piernas
abiertas de Asher. Esa chica pechugona y de piel pálida era mi asistente, Rebecca, a
quien había considerado una hermana pequeña.

Salí del video de inmediato, bilis subiendo por mi garganta. La parte inferior de la
carpeta de archivos me informó alegremente que la carpeta contenía cuarenta y un
archivos, remontándose a poco más de cinco meses atrás, el cuatro de julio.

Hice arcadas, dejé caer la computadora y corrí al baño.

Cuando salí treinta minutos después, la garganta en carne viva por el ácido y las
lágrimas quemando mis ojos, volví hacia la computadora portátil y la acuné
cuidadosamente en mis brazos, el metal todavía caliente, antes de regresar al baño.

Tomando una respiración profunda, tiré la computadora en la bañera. Sin que mis
pasos titubearan, recuperé todos los dispositivos de tecnología de Asher que pude
encontrar, llenando la bañera con tonos de plata, gris, cromo y negro. Caminando
por el pasillo hasta el armario que contenía nuestra lavadora y secadora, agarré una
botella de detergente y una botella de lejía y regresé a nuestro baño. Rocié los
aparatos electrónicos con ambos líquidos hasta que las botellas estuvieron vacías y
luego encendí la ducha de alta presión, dejando la cortina abierta de par en par.

Empacando mis cosas al azar en cualquier maleta y bolsa de lona que pude encontrar,
hice cuatro viajes a mi Wrangler rojo antes de que no pudiera soportar más estar en
ese loft que habíamos compartido. Haciendo un último viaje a nuestra habitación,
saqué aquel pedazo brillante de carbón de debajo de los calcetines del idiota y lo
arrojé en el medio de la cama.

Solo para que supiera que sabía exactamente de qué me estaba alejando.

Mientras arrancaba por la carretera, en dirección sur hacia la costa de Carolina, tuve
un último pensamiento fugaz. No había nada más en ese apartamento que echaría de
menos.

Salvo esas sábanas. Él bastardo me debía un conjunto de sábanas.


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H
e terminado de ser vegetariana. Mientras me relajaba en mi carrera
matutina con poco entusiasmo por los casi cuatro kilómetros que quedaban
para terminar, me concentré en poner un pie delante del otro mientras
evitaba las medusas arrastradas que se esparcían por la playa casi vacía. Terminado
tanto.

Necesitaba tener sexo. Y pronto. Si estaba empezando a comparar mi actual vida


amorosa sin carne con una dieta, estaba en problemas.

Mis pies golpeaban sobre la arena mojada, y traté de enfocarme en la salida del sol
sobre el Atlántico en lugar de mi apetito, pero esta mañana incluso el sol me estaba
disgustando. Estaba más frío de lo que había anticipado, los rayos del sol no estaban
haciendo nada para calentarme, y el maldito ángulo de la luz reflejándose en el agua
estaba cegándome parcialmente. Mis gafas de sol estaban colocadas en el portavaso
de mi Jeep, olvidados como de costumbre.

Inclinando mi botella de agua, tomé un trago, deseando que fuera café caliente en su
lugar. Suspiré y aceleré mi paso, evitando el trote lento con el que usualmente
empezaba a favor de correr por completo, deseando que mi piel de gallina
desapareciera. Debería haber añadido una chaqueta ligera a mi delgada camiseta sin
mangas y pantalones cortos a juego.

Poniéndome mis auriculares, bajé la mirada a mi teléfono y debatí qué lista de


reproducción escoger. Están libremente organizados por letra en lugar de género.
Estaba pensando en M esta mañana. John Mayer, Maroon 5, Matt Nathanson, Jason
Mraz y Mat Kearney. Mi lista de reproducción M era una de mis favoritas. Tal vez
me animaría. La seleccioné y luego toqué el botón de aleatorio.

“The Cave” de Mumford y Sons, empezó y no pude evitar poner los ojos en blanco.
Incluso mi música estaba hablando sobre ser consumidora de carne. Era una señal.
Hora de continuar.

No había tenido sexo en cinco meses. Cinco largos y duros meses. ¡Maldición! Mi
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libido hambriento se acoplaba a aquellos adjetivos con dedos ávidos: largo, duro,
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follar. El movimiento de mis muslos frotándose mientras corría me hacía ansiar


totalmente un tipo diferente de fricción.
Quiero decir, había estado ocupándome de las cosas por mí misma, pero no había
tenido chico sudando, jadeando, embistiendo en esa longitud de tiempo. Mierda, ahí
fui de nuevo. Longitud. Mi vagina estaba sola.

Y caliente.

Esta temporada de sequía no era mi culpa. Después de toda esa mierda que había
caído con el Imbécil, ni siquiera había querido mirar a otro chico por meses. Me
estremecí ante el recuerdo y lo empujé de mi mente. Ya no se merecía nada de mí.
Ni siquiera un solo pensamiento de disgusto.

Esquivé para perder un pegote de medusa, casi rodando mi tobillo y el sonido de una
bahía triste más adelante llamó mi atención. Entrecerrando los ojos, pude ver a un
enorme perro negro y dorado corriendo de arriba a abajo por la línea de agua, con
una pieza de madera flotante en su boca. En el océano, un puñado de chicos estaban
surfeando las olas de la mañana. El resplandor del sol hacía más difícil conseguir una
buena vista de alguno de ellos, pero podía ver pechos desnudos y músculos, y mi
pulso golpeó a un nivel mayor. Mi grupo faltante de alimentos.

Debían haber sido lugareños.

Reynolds Island no era muy grande. Era una de las islas barrera de Carolina del Sur,
mezclada con Fripp, Kiawah y Edisto, acurrucada entre Beaufort y Charleston. Sin
embargo, era un primordial y auténtico estado.

Los valores de propiedad eran ridículos, especialmente frente al mar. A menos que
hubieras comprado la propiedad treinta años atrás, las probabilidades eran que lo
estabas haciendo muy bien.

Aquí en la playa, en el lado sur de la isla, era donde los lugareños y los transeúntes
adinerados de verano se quedaban. Era fácil decir qué casas pertenecía a cada grupo.
Los transeúntes tenían mansiones enormes frente al océano. Casas para presumir.
Más al sur, hacia el muelle, estaban las casas de precio más razonable que ocupaban
los lugareños de clase obrera. Al norte estaban las propiedades de alquiler y el centro
turístico Water’s Edge. Yo vivía con Rue a medio camino de la isla, en una de las
propiedades de alquiler, a pesar de que Rue era considerada una lugareña desde que
se había mudado aquí permanentemente después de terminado su MBA el año
anterior. Yo era una lugareña ahora también desde que me mudé con ella cinco
meses atrás, dado ese desastre con el Imbécil.
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El perro ladrando —algún tipo de sabueso— corrió junto a mí por una distancia
mientras pasaba a los surfistas.
La baba volaba de su quijada, y sus largas orejas caídas se ondeaban como alas. Tan
grande como era, creo que todavía era un cachorro. Sus patas eran enormes para su
tamaño y su piel colgaba de su cuerpo. Un surfista lo llamó eventualmente y el perro
volvió.

No me molesté realmente en estudiar a los chicos después de mi inicial comida con


los ojos. Una cosa que Rue había perforado en mí era que los lugareños no eran para
aventuras. Para eso eran los turistas. Chicos calientes distribuidos semanalmente,
listos para enrollarse, y ya preprogramados para irse, borrando las posibilidades de un
futuro incómodo de altercados.

Una aventura era exactamente lo que necesitaba. Aunque no desconfiaba de los


hombres como un todo, la idea de empezar otra relación parecía demasiado maldito
trabajo. Quería algo fácil. Desechable. Si una relación era equivalente a cinco
estrellas de restaurante, entonces estaba buscando lo más cercano a un autoservicio.

Rue tenía un sistema casi infalible en su lugar. Había tres bares en la isla: dos
frecuentados por turistas y uno por los lugareños. Ella se metía casi exclusivamente
en los bares de turistas, elegía su sabor de la noche. luego volvía a su lugar. Siempre a
su lugar. Era así de simple.

Y funcionaba. Rue pasaba hombres como dulces de Halloween, incapaz de elegir uno
favorito y con prisa para probarlos a todos. Y todos parecían igual de ansiosos por
probarla, sin compromiso. Me había estado rogando que saliera con ella, y
finalmente estaba lista para ceder. Era hora de ver si recordaba cómo coquetear, en
cualquier caso. Aperitivos, interrumpió mi mente sucia.

De vuelta a mi música, llegué al muelle al final de la playa, donde la arena


desaparecía entre matorrales costeros. No tenía intención de correr tan lejos, lo que
significaba aún más tiempo para regresar. Genial.

Tomando un descanso, me doblé por la cintura y traté de recuperar mi aliento. Bajé


un tercio de mi botella de agua y miré por el Canal Intracostero, con mi pecho
agitado por el esfuerzo.

El sol estaba más alto ahora, así que ya no estaba medio ciega por la reflexión del
agua. Y me había calentado, sudor oscureciendo la parte debajo de mis pechos de mi
sujetador deportivo. Observé las olas, sabiendo que el agua fría se sentiría
refrescante, pero me quedé donde estaba, a salvo en la costa. Estaba asustada del
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océano en un vago pero muy real sentido. ¿Quién sabía qué tipos de cosas peligrosas
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acechaban bajo esa superficie turbia, fuera de la vista?


Tomando una última respiración profunda, volví al camino por el que había llegado,
siguiendo mis huellas todavía visibles en la arena. Era oficial. A partir de esta noche,
estaría siguiendo una nueva dieta basada en Atkin2. Amigable con la carne.

Sonreí. Rue estaría emocionada. Iríamos a los bares, y después de una buena noche
de placer o dos, debería sentirme como nueva. ¿Seguramente los orgasmos eran el
equivalente de vitaminas naturales? ¿Todas esas endorfinas?

A medio camino de regreso, con mis pantorrillas adoloridas, las ansias por Krispy
Kreme golpeaba duro. Ya que había corrido al menos un kilómetro y medio más de
lo que había planeado, derrochar en un caliente y glaseado desayuno parecía una
idea fabulosa. Las donas Krispy Kreme podían ser la única cosa que ansiaba tanto
como el sexo. Recogí mi ritmo.

Macklemore sonó en mis oídos, y sonreí y combiné mi paso al ritmo, cubriendo la


tierra rápidamente. Un cangrejo nervioso vigilaba su agujero, pero salió corriendo
cuando llegué demasiado cerca. Tonto crustáceo, estaba tan asustada de él como él de
mí.

El lugar donde habían estado los surfistas había estado más adelante, y vi al gigante
cachorro todavía jugando en la playa. Me vio y empezó a correr a zancadas hacia mi
camino, su lengua colgando a un lado. Eché un vistazo a las olas ondulándose, pero
ya no vi a los surfistas. El perro me alcanzó y saltó, sus patas arenosas tirando mi
botella de agua de mi mano y deteniéndome, su cola meneándose furiosamente.

Me arrodillé, frotando sus enormes orejas, murmurándole:

—Hola, chico grande. ¿A quién perteneces? ¿Te olvidaron aquí?

El sabueso rodó sobre su espalda, rogando por un masaje de barriga. Jugué con él por
unos momentos, mirando alrededor en busca de los chicos de antes. Seguramente, el
perro pertenecía a uno de ellos.

Finalmente, vi a un solitario surfista flotando más allá de los rompeolas. Ahuecando


mis manos alrededor de mi boca, le grité. Una ligera brisa mañanera estaba soplando
del interior, así que no estaba segura de que pudiera escucharme sobre las olas. El
perro se movió rápidamente de arriba a abajo de la línea de agua, aullando con
placer. Sonaba más como el ruido que hacía una foca que un ladrido.
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El chico estaba flotando sobre su espalda. Agité mis brazos hacia él y le grité de
nuevo. Nada todavía.
Página

2 Atkin: Dieta basada en comer proteínas, mayormente carne.


Me giré hacia el perro, que estaba agachado a mi lado con su cabeza baja y las patas
traseras en el aire, y luché con él por la pieza de madera en su boca. Se rindió sin
mucha pelea. La lancé lo más lejos que pude, y él la persiguió, trayéndola de vuelta y
soltándola a mis pies. Él sabía cómo funcionaba este juego. Lancé el palo un par de
veces más, riendo por las payasadas del perro.

Estaba a punto de empezar a correr de nuevo cuando me volteé hacia el surfista. Aún
flotando. El viento batió mechones de mi cola de caballo en mi rostro, y yo los bateé
lejos. De hecho, no se había movido para nada. Fruncí el ceño, colocando mis manos
en las caderas, y caminé al borde espumoso donde las olas corrían a la orilla. ¿Qué
demonios estaba haciendo ahí?

Cuando la cresta de una ola lo golpeó y no reaccionó, mi instinto de salvavidas me


pateó.

—Mierda —murmuré, sacándome mis zapatillas de correr y empujándolas hacia


suelo más alto, junto con mi teléfono y audífonos. Jadeando por la frialdad, me
adentré a navegar hasta que estuve sumergida hasta la cintura, y luego me zambullí
en las olas. Después que pasé los rompeolas, nadé hacia él con brazadas practicados,
inclinándome un poco para tomar en cuenta la corriente que trataba de llevarme más
lejos. Una tabla de surf estaba flotando a unos pocos metros del tipo. Detrás de mí, el
perro ladró.

Los pies del surfista estaban justo en frente de mi, balanceándose con las olas, y fui a
nadar a su alrededor para acercarme desde atrás, pero mi brazo frotó su pantorrilla.
Haciendo una mueca de dolor, se dobló por sí solo, plegándose en el agua. Su pie me
golpeó en los intestinos, justo en mi plexo solar, y el aire se expulsó de mis pulmones.

—¿Qué carajos? —El surfista se sacudió bruscamente.

Tosiendo y balbuceando, floté en el agua y traté de inhalar, sin poder tomar nada de
aire. Me atraganté, escupiendo agua salada de vuelta al océano.

Logrando lucir ambas cosas, irritado y preocupado, el surfista me agarró alrededor de


la cintura, levantándome un poquito más alto fuera del agua. Lo fulminé con la m
irada mientras metía mis pulmones, dándome cuenta que él podía más o menos
pararse saltando a lo largo del fondo mientras las olas nos absorbían. Empujando sus
brazos, traté de copiarlo, pero mi cabeza se fue abajo cuando puse los dedos de los
pies en la arena y tragué una bocanada de agua.
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El tipo tiró de mí a modo de ayuda, sujetándome contra su costado esta vez, sus
brazos sobre mi trasero, dedos firmes en mi cadera. Su otra mano cepilló el cabello
pegado en mi rostro. Dándome vuelta, seguí tosiendo, mis pulmones ardiendo. Traté
de inhalar a través de mi nariz. Mis ojos se aguaron y mi boca se abrió como un pez,
pero todo lo que podía hacer era enfocarme en respirar. Adentro. Afuera.

—¿Estás bien? —Su mano se movió para agarrar mis costillas, sosteniéndome contra
él, manteniendo mi cabeza fuera del agua. Asentí, cerrando mis ojos mientras mis
pulmones recordaban cómo funcionar. Mis manos apretaron su ancho hombro.

Tomando mucho del necesitado oxígeno, mi concentración se estrechó a la tajada


sólida de sus músculos presionados contra mi estómago. Estaba montándome a
horcajadas en su lado, mi pelvis ceñida a su cadera y mis piernas enredadas en las
suyas. Estaba más cerca de lo que había estado a un chico en meses. Deseo
inesperado ardió donde mi sexo frotaba su piel, mis pantalones cortos la más fina de
las barreras. Las olas nos empujaron, atormentándome con la fricción.

Espiando por debajo de mis pestañas, lo observé empujar la tabla de surf y atrapó una
ola, corriendo a la orilla. Sus bíceps se flexionaron debajo de mis dedos, el músculo
endureciéndose. Ese pequeño movimiento me trajo de vuelta a la realidad. Follarse
en seco a una posible víctima de ahogo no era apropiado, no importaba lo bien que se
sintiera entre mis piernas.

Tomando otro respiro tentativo, empujé contra su hombro, tratando de crear algún
espacio entre nosotros.

—No lo creo. —Su voz profunda retumbó en mi oído. Reorganizándome, me acunó


en sus brazos como a un niño y comenzó a moverse hacia la playa.

Espera, ¿qué demonios está haciendo? Poniéndome rígida, luché por liberarme.

Gotas de agua cayeron de su cabello y de la punta de su nariz, chapoteando en mi


rostro, haciéndome pestañar. El sol estaba detrás de él, bloqueando sus gestos
faciales. Sus brazos se apretaron alrededor de mí.

—¡Déjame ir! —farfullé y me retorcí dentro de su agarre.

—Nop. Tienes problemas para respirar y en mantener tu cabeza debajo del agua al
mismo tiempo. Tengo miedo de verte caminar. —Rio entre dientes.

Lo fulminé con la mirada.


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—Me pateaste.
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—Después que me atacaste de la nada. Fue un accidente.


—¿Atacarte? ¡Te estaba salvando! —Golpeé su hombro. Ni siquiera hizo una mueca
de dolor.

—¿De qué? ¿De flotar?

—Estabas ahí… sin moverte, sin responder. Te grité y no respondiste. ¡Pensé que
estabas herido!

Se movió a través del agua, sosteniéndome fácilmente contra su pecho. Traté de no


notar lo cálida que se sentía su piel debajo de mis dedos, pero me estremecí,
encorvándome más cerca. Ahora que podía respirar de nuevo, el frío del océano se
volvió obvio.

Como mis pezones duros debajo de mi camiseta deportiva.

Lo observé, pero aun no podía ver sus ojos por el maldito sol de nuevo. Aunque su
boca se había arqueado a un lado, y estaba mirándome.

—¿Así que pensaste que me rescatarías? —preguntó.

—Algo así —murmuré, dándome cuenta de lo ridículo que debió parecerle eso,
considerando que era él quien me estaba sacando del agua—. Puedo caminar, sabes.

Hizo un ruido evasivo con la garganta. Presionada así de cerca de él, un brazo
envuelto en sus hombros, el otro descansando en su pecho, la vergüenza se enfrentó
con la conciencia de lo cavernícolas que eran sus acciones. Una pequeña parte de mí
no podía evitar sentir una emoción de respuesta.

Alcanzamos la orilla, y el perro se movió dando saltos, con mi zapato en su hocico. El


tipo frunció el ceño.

—¿Tuyo?

¿Eh? Moví los ojos rápidamente lejos de los cordones en su cuello y observé al
gigante peludo de nuevo.

—¿No es tuyo?

—El perro no. El zapato.

—Oh. Sí —dije torpemente.


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—¡General Beauregard! Suéltalo —ordenó. El perro gimoteó pero obedeció, soltando


Página

el zapato y observándonos con ojos tristes y caídos—. Buen perro. —Su voz se
calentó varios grados y se llenó de afecto mientras alababa al animal.
Levanté una ceja.

—¿General Beauregard? ¿En serio?

—¿Qué tiene eso de malo? Es un buen y fuerte nombre sureño —contraatacó, su


acento sonando solo ligeramente sureño, más como si hubiera sido adquirido, no
nacido y criado con este.

Nos miramos. Finalmente pude ver sus ojos. Eran hermosos: azul claro con toques de
gris mezclados en ellos, sus pestañas gruesas puntiagudas por el océano. Me levanté,
erguida, intentando tener una vista más cercana. Inclinó su cabeza, y su mirada se
desvió a mi rostro, deteniéndose en mi boca. Mi lengua respondió, deslizándose
hacia afuera para lamer mi labio inferior salado.

—Sabes —dijo—. Hay formas más fáciles de obtener mi atención.

Me tomó un segundo darme cuenta de su implicación. Entrecerré los ojos.

—¿Disculpa? —El tono de mi voz debería haber sido una advertencia para él, pero
no pareció captarlo. Puede que hubiera estado cachonda, pero no estaba desesperada.

Se encogió de hombros. Con lentitud torturadora, mi cuerpo se deslizó a lo largo del


suyo mientras me ponía en mis pies. Me estremecí por la pérdida de su calidez y
crucé mis brazos sobre mi pecho, tratando de esconder mis pezones. Parada en suelo
sólido, su altura se hizo más evidente. Mi cabeza llegaba a su mentón, dejándome a
nivel de su garganta. Le sacudí mi cabeza y me giré para ver al perro, en su lugar.

—Imbécil ególatra —dije en voz baja, molesta.

—¿En serio pensaste que me estaba ahogando? ¿En aguas que llegan al pecho?

—¿En serio pensaste que estaba tan invadida por la lujuria que te ataqué en el
océano? —Imité su tono.

—Ha sucedido.

Lo miré antes de poner mis ojos en blanco. Dejándome caer en la playa, agarré mis
zapatos mojados y con manos temblorosas traté de barrer algo de la arena que tenían.
Me estaba congelando.

Se agachó junto a mí, agarrando mi pie derecho. Dedos largos y gentiles sacaron la
21

arena de mi pie, tomándose un segundo para trazar mi tatuaje. Tenía un avión de


papel con una línea punteada que hacía lucir como si hubiera volado en un bucle. Su
Página

dedo siguió el camino del avión y sentí otro escalofrío que no tenía nada que ver con
la temperatura. Me miró mientras metía mi pie de regreso en el zapato y ataba los
cordones para mi… doble nudo.

—¿Qué significa?

—Escape —respondí después de un momento. No era la verdad, pero era lo que


quería hacer en ese momento. Observé su cuerpo sin camisa, mis ojos ahogándose
en sus músculos fuertes y sin grasa y su piel oscura por el sol. Su torso era esculpido
sin ser voluminoso, y media manga de olas de estilo japonés bajaba en cascada por su
brazo izquierdo, tatuadas en negro y gris. No podía decidir si mi atracción por su
cuerpo o mi irritación con su ego me molestaba más.

Frunciendo el entrecejo, recogí mi otro zapato antes que me pudiera ayudar con ese
también. Empujé mi pie dentro, sin molestarme en desatar los cordones en primer
lugar. Recogiendo mi teléfono y mis audífonos, me levanté y me giré para irme.

—De nada, por cierto —lancé sobre mi hombro.

Agarró mi codo, deteniéndome.

—¿Por qué?

Giré de vuelta, tirando de mi brazo para liberarlo, resultando victoriosa la irritación.

—¡Por intentar rescatarte! Claramente, nadie más estaba cerca para importarle si
algo le pasaba a tu lamentable trasero. Me arrastré dentro del agua, y nunca entro al
agua, y piensas que es un tonto estratagema…

—¿Por qué no entras al agua? —interrumpió, con la cabeza inclinada a un lado.

—Yo… no lo sé —tartamudeé, nerviosa de que hubiera captado eso.

—¿Miedo?

Lo observé, negándome a responder.

—¿En serio? ¿Por qué? —Parecía entretenido.

—No es el agua a lo que le temo. Es lo que no puedo ver en el agua lo que me


molesta. Medusas, tiburones, mantarrayas… quien sabe qué más hay ahí esperando
para agarrarte.
22

Se rio.
Página

—Sí, tendrás que superar eso.


—Lo que sea. No es tu problema. —Me encogí de hombros. Antes que pudiera decir
nada más, me puse mis audífonos de nuevo y comencé a correr. No huyendo, me dije
a mí misma. Solo corriendo para calentarme y llegar a Krispy Kreme más rápido.

Mi estómago gruñó justo a tiempo. Estaba muerta de hambre. Mientras echaba una
mirada rápida y lo vi aún mirándome, traté de convencerme que las donas eran lo
único por lo que me moría de hambre.
23
Página
M
ás tarde esa noche me paré en mi habitación, inquieta frente al espejo y
esperando que Rue entregara su veredicto. La blusa azul me daba un
escote decente, mientras dejaba desnuda la parte superior de mi espalda,
y la falda blanca era coqueta pero corta. Mi maquillaje era más ahumado de lo
normal, y me había tomado el tiempo para alisar mi cabello y tratarlo con un
producto anti frizz que probablemente no sería lo suficientemente fuerte para resistir
la humedad de la noche, pero, en serio, eso era pedir un milagro.

Ajusté mi sujetador push up. Y, seriamente, este sujetador era un campeón de


empujar hacia arriba. No era como si hiciera flexiones de niña con las rodillas. Oh,
no, este sujetador era de un brazo de largo —¡hurra!—, ese tipo de sujetador push up.
Mis chicas lucían tan bien como era posible sin ser quirúrgicamente mejoradas.
Esperaba fervientemente que ayudaran a compensar mis oxidadas habilidades de
coqueteo.

Rue me inspeccionó, con su mano en la cadera. Estaba impresionante, por supuesto.


Tenía un vestido entallado púrpura que abrazaba suavemente sus curvas y hacia que
su cintura luciera diminuta. Para aclarar, Rue siempre lucía curvilínea y con cintura
pequeña. Estaba dejando a sus gemelas en libertad esta noche y fácilmente me vencía
en el tamaño de copa. Aun así, estaba balanceándose ferozmente en ese vestido. Su
cabello castaño oscuro colgaba en grandes rizos sueltos, y a principios de la semana
se había teñido las puntas de rosa fuerte. Debería haber lucido ridículo, pero en ella,
era femenino y vanguardista. Los extremos rosa rozaban la parte superior de sus
pechos y llamaban más la atención a esa zona. Los chicos iban a hacer cola por ella
esta noche. Y esperaba que cualquiera que fuera el bombón que la eligiera tuviera un
lindo amigo que también necesitara un poco de compañía.

—Creo que el problema son los zapatos —decidió. Fue a mi armario y buscó hasta
que encontró un par de tacones altos—. Aquí, intenta con estos.

Me cambié los zapatos y le hice un giro lento. Asintió satisfecha.

—Tendrás sexo. Aunque probablemente sea con alguien tipo chico lindo y no chico
24

malo. Aún luces demasiado íntegra.


Página

—Lo sé, no puedo sacar esa vibra de gatita sexy como tú —me quejé.
Era una vieja broma entre nosotras. Pero no había ninguna animosidad real. La
domestiqué un poco y ella me empujó fuera de mi zona de confort. Ella nos metió en
problemas, bueno, sí, siempre nos metía en problemas, y ahí estaba yo siguiéndola
detrás. La revelación completa, ella también era quien nos sacaba de los problemas.
¿Prueba? Yo había sido detenida siete veces por exceso de velocidad desde que
comencé la universidad. Había sido multada tres veces, las veces que había estado
sola en el auto. Cuando Rue estaba conmigo, batía esos bonitos ojos marrones que
tiene o lloraba como una magdalena, y una vez, el policía se había disculpado con
nosotras.

Rue había sido detenida seis veces y aún no había obtenido una sola multa.

Era la maestra. Yo era una estudiante terrible.

—Es un don. —Se encogió de hombros, desconcertada.

Revisé mi bolso una vez más, asegurándome que tenía los condones dentro, junto
con mi teléfono. No me molesté en guardar los dos atuendos desechados que Rue
había vetado anteriormente. La regla era que no había aventuras en la cabaña. Los
enganches eran llevados a cabo estrictamente en un hotel o en la casa de alquiler del
chico. Hacía tanto la limpieza como la estrategia de salida mucho más simple.

Íbamos a Anchor, uno de los dos bares turísticos de la isla. Rue lo prefería sobre el
otro lugar, Porthole, ya que las bebidas eran mejores, menos diluidas y el alcohol de
mayor calidad. Habíamos esperado hasta las nueve para comenzar a prepararnos,
para asegurarnos que tendríamos un montón de opciones para el momento en que
llegáramos.

Anchor era el lugar de la isla para ver y ser visto. Tenía una barra larga y curva,
iluminación del estilo concierto, y una gran pista de baile de dos niveles en la parte
posterior. Un DJ en vivo tocaba casi todas las noches durante el verano y los fines de
semana el resto del año. Mientras entrábamos, uno de los camareros asintió hacia
Rue, señalando su cabello y le dio un pulgar para arriba. Rue le sonrió y me hizo
señas.

—Él es Jason. Si alguien te da problemas, hazle saber, y él te cuidará. —El camarero


tenía la cabeza rapada y una barba de varios días, un aspecto que funcionaba en él, y
repetí su nombre para mí misma. Levantó su barbilla en reconocimiento y se volvió
de nuevo a las chicas casi cayendo sobre la barra intentando conseguir su atención.
25
Página

Buscamos una mesa cerca de la pista de baile, así podíamos comprobar el escenario.
El lugar no estaba lleno en su capacidad, dado que todavía estábamos a finales de
primavera y la temporada turística apenas estaba comenzando, pero había más de
cien personas ahí. Rue estaba murmurándome sobre un par de chicos usando camisas
Clemson cerca de la cabina del DJ cuando dos tragos se materializaron frente a
nosotras. Rue se volvió para ver a dos chicos dándonoslos y levantó una ceja.

—Lucían sedientas y pensamos que debíamos ayudarlas con eso —dijo el de polo
azul, mirando a Rue como si ella fuera su última comida—. Soy Eric y este es mi
primo Jared. Tu cabello llamó mi atención. Pareces ardiente y me encanta jugar con
fuego ¿Quieres bailar conmigo?

Rue me miró y me guiñó el ojo. Bebió su trago, agarró la mano de Eric y se dirigió a
la pista de baile. Miré al chico que debía ser Jared. Me sonrió, su mirada fija en mis
piernas. Al menos apreciaba mi mejor rasgo.

—¿Quieres bailar?

Jared era alto y delgado, con el cabello rapado y camisa con un botón desabrochado
enrollada en sus antebrazos. Su nariz parecía haber estado rota antes y su sonrisa era
torcida, pero dulce. Era adorable. Y, realmente, no me estaba sintiendo exigente.

—Soy Sadie —le dije, mientras bebíamos nuestros tragos y después seguimos a Rue y
Eric.

Jared tomó mi mano y me llevó hasta la mitad de la pista de baile. Tirando de mis
caderas cerca de él, se puso frente de mí y comenzó a moverse al ritmo de la música.
Bailaba bien para ser un tipo tan alto, no era para nada torpe. Era un buen augurio
para más tarde, medité.

—¿Vives aquí o estas de visita? —Se inclinó a mi oído para hablarme, su aliento
calentando mi cuello.

—De visita —mentí sin un poco de culpa.

Asintió y luego parecía contento de terminar la conversación. Sus manos se


deslizaron a mi espalda baja, y descendieron para situarse justo encima de mi trasero.
Mis manos recorrieron sus brazos hasta su cuello, y mis caderas se balanceaban al
ritmo de la música tecno club. Su cabello era sorprendentemente suave considerando
su corta longitud, y olía bien, como a colonia cara. Suspiré y se movió un poco más
cerca, por lo que nuestras caderas casi se tocaban. Había olvidado lo divertido que
26

era esta parte de la soltería.


Página

Rue pasó junto a nosotros con Eric y me lanzó los pulgares para arriba. Le sonreí y
luego me giré de vuelta a Jared. Bailamos durante más de una hora, mirándonos con
los ojos entrecerrados. Gracias a Dios no era uno de esos tipos que hacían caras raras
mientras bailaba o veía a otras mujeres todo el rato. Se enfocó en mí.

La canción cambió y me hizo girar, tirando mi trasero al ras con sus caderas,
frotándose contra mí. Su erección creció y se presionó a mí a través de sus
pantalones. Sonreí para mis adentros y me froté contra él, descendí despacio y me
contoneé lentamente hacia arriba. Un profundo gemido vibró a través de su pecho
contra mi espalda. Sus dedos se cerraron en mis caderas y se inclinó y rozó sus labios
en la concha de mi oreja. Me estremecí y me fundí contra él.

Cuando la canción acabó, nos dirigimos hacia la barra, abriéndonos paso entre la
multitud. Jared llamó la atención del camarero y el hombre nos trajo dos botellas de
Yeungling. Jared ni siquiera me había consultado si la quería antes. Traté de no
irritarme y me recordé que no estaba interesada en sus modales. Prioridades. Olía
bien, no estaba sudando como un cerdo, incluso después de todo ese baile —otro
buen indicador para lo que vendría más adelante—, y además él pagaba. Hasta aquí,
todo bien.

El par de taburetes en los que nos posamos uno junto al otro estaban lo
suficientemente cerca para que mi pierna estuviera presionada contra la suya. Su
mano en mi espalda baja era cálida y frotaba círculos perezosos mientras
intercambiábamos información básica. Era estudiante de postgrado tomando unas
vacaciones antes de iniciar un proyecto de investigación este verano en Clemson,
estaba aquí solo por dos días más. Perfecto.

Contempló mi boca mientras inclinaba mi botella y tomaba lo último de mi cerveza,


siguiendo la línea de mi piel expuesta por el cuello hasta el valle de mi escote. Bajé la
botella, sacándolo del movimiento. Hizo un ruido con la garganta y su brazo se
apretó alrededor de mi espalda. Inclinándose, presionó sus labios contra la piel
sensible debajo de mi oreja. Mis ojos se cerraron. Dios, se sentía bien ser tocada de
nuevo.

—¿Quieres venir a mi casa por un rato? Mi habitación tiene una gran vista del
océano. —Su voz era más ronca que antes.

Asentí mientras me salía del taburete, sin importarme que su frase fuera patética. Los
dos sabíamos lo que iba a suceder. Jason, el camarero, llamó mi atención mientras me
dirigía hacia la puerta, enviándole un texto a Rue mientras caminaba. Bajé la cabeza
27

para hacerle saber que estaba bien, y guiñó en respuesta a modo de reconocimiento.
Página
Jared se alojaba en el resort, y el trayecto hasta el hotel era relativamente corto. Puso
su mano en mi pierna cuando nos condujo hacia allí y con un solo dedo trazó un
camino serpenteante hacia arriba y abajo de mi muslo, coqueteando con el dobladillo
de mi falda.

Cuando llegamos al ascensor, nos pusimos en la parte de atrás y me besó suavemente,


de forma experimental, detrás de una pareja de ancianos que no eran conscientes de
nuestras acciones. Su mano tomó la parte posterior de mi cabeza y la enredó en mi
cabello. Envolví mis brazos alrededor de su cintura y me incliné hacia él, sus labios
moviéndose sobre los míos, degustándome con el lento deslizamiento de su lengua.
Ni siquiera nos detuvimos cuando la pareja bajó dos pisos debajo de nuestra parada.

Después de titubear con la tarjeta de acceso en la ranura, Jared me llevó dentro y me


presionó a la parte de atrás de la puerta, sin ir más lejos en la habitación. Metió las
dos manos en mi cabello, inclinó mi cabeza hacia un lado y empezó a devorarme la
boca, su lengua sondeando en todas partes a la vez. La urgencia me tomó por
sorpresa y solté mi bolso a mis pies, pero traté de ir con él, pasando mis manos por su
pecho y pasándolos bajo su camisa para agarrar sus lados.

—Oh, Cristo, eres tan caliente —murmuró, lamiendo mi cuello mientras sus manos
ocupadas alcanzaban el dobladillo de mi camisa y la tiraba por encima de mi cabeza.
Al parecer, estábamos en un apuro. Sus manos se precipitaron para capturar mis
pechos, presionándolos uno contra otro y empujándolos hacia arriba. Los acarició,
plantando besos descuidados mientras iba. Era como si estuviera tratando de tocar
cada parte expuesta. Cuello, listo. Escote, listo.

Bajando las copas de encaje, succionó un pezón dentro de su boca, mientras


pellizcaba el otro hasta el punto de dolor. Hice una mueca de dolor y aparté su mano,
lo cual pareció tomar como una señal ya que esa mano cayó a mi muslo, antes de
deslizarse de nuevo hasta mi ropa interior. Sus dedos frotaron el encaje que encontró
allí, presionando su dedo medio en mis pliegues. Está bien, eso se sentía bien. Ahora
estábamos llegando a alguna parte.

Incliné la cabeza hacia atrás, empujando el pecho más en su rostro, y moví mis
caderas en un círculo lento.

Tiró de mis pezones con los labios, succionándolos hasta ser puntos duros. Con la
otra mano, amasaba mi culo. Tiré de su camisa, y se separó de mí el tiempo suficiente
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para sacársela y arrojarla al cuarto oscuro detrás de nosotros.


Página
Envolviendo mis brazos alrededor de su pecho, rasguñé su espalda con las uñas, y se
estremeció contra mí.

Su lengua insistente se empujó de nuevo en mi boca, acariciando la mía. Cuando se


retiró un poco, luché contra la urgencia de limpiar el exceso de humedad de mi
rostro. Metió la mano en el bolsillo de atrás y sacó un preservativo.

Sosteniéndolo entre sus dientes, se bajó los pantalones y calzoncillos en un


movimiento rápido. No pude conseguir una buena mirada antes de que presionara su
dureza contra mi ropa interior. Mi falda estaba todavía alrededor de mi cintura.

Después de envainarse, puso mi ropa interior a un lado y presionó bruscamente en


mi entrada. Supuse que los juegos previos habían terminado. Estaba solo un poco
mojada, y gruñía a medida que intentaba trabajar dentro de mí, mientras me mordía
el labio por la incómoda sensación. Había pasado un tiempo para mí, pero no se
sentía muy grande y se empujó sin demasiada dificultad.

Enterrando su rostro en mi cuello, me agarró las caderas y se balanceó en mí,


empujándome con más fuerza contra la puerta. Después de media docena de golpes,
se puso rígido, sacudiéndose dentro de mí.

¿Qué carajos? ¿Ya?

Suspirando con satisfacción, besó mi hombro y se apoyó en mí, sujetándome con su


peso.

Su pecho subía y bajaba contra el mío mientras tomaba respiraciones profundas y


lentas. Después de presionar sus labios contra mi cuello por última vez, se deslizó
fuera de mí y dio un paso atrás.

—Sadie, Cristo, eso fue genial. Gracias. —Su mano se estiró para acunar mi mejilla,
su pulgar acariciándome—. Voy a saltar para una ducha muy rápida. ¿Estás bien?

¿Estaba bien? Um, no, imbécil, no estaba bien.

—Sí, estoy bien —mentí, arreglando mi ropa interior y suavizando mi falda—. Creo
que solo voy a irme.

Él inclinó la cabeza y frunció el ceño.

—¿Estás segura? Podríamos ir a una segunda ronda dentro de poco.


29

—Yo, eh, tengo que madrugar. Tengo una cita en el spa. —Me agaché por mi camisa,
Página

y me la puse por encima de mi cabeza. Solo tenía que salir de allí.


Detalles. Los detalles eran importantes. Rue había tratado de enseñarme, pero de
nuevo, fallé en aprender la lección.

Frase patética, sin creatividad en la cama. Titubeando con la llave de la habitación,


con carencia de delicadeza. Sin asegurarse si me vine, imbécil total.

Asintió a modo de comprensión y se inclinó para besarme. Me di la vuelta en el


último segundo y me lo dio en la comisura de los labios. Ni siquiera habíamos ido
más allá de la maldita puerta. Ni siquiera me había sacado la ropa.

Qué. Demonios.

Agarrando el bolso de donde había caído a mis pies, murmuré algo mientras abría la
puerta y huí, mi rostro ardiendo de molestia y frustración. Aceché de regreso hacia
el ascensor, el cual afortunadamente todavía estaba en mi piso, y me apoyé en el
interior de acero inoxidable, sintiendo su frescura filtrarse en mi espalda y brazos,
poniéndome la tibia piel de gallina. Apreté los dientes mientras esperaba impaciente
a que el ascensor bajara.

Tres pisos más abajo, el ascensor se detuvo y entró un hombre. Mirándolo, me


congelé.

Era el surfista de la mañana.

Quería reír, solo que no era divertido. Lucía maravillosamente despeinado. Su


cabello estaba revuelto, labios hinchados y rojos, la camisa no completamente recta.
Sumergiendo la cabeza, se subió la cremallera de los jeans, el movimiento fue sin
prisas, luego se pasó una mano por el cabello marrón y desordenado. Mis mejillas se
encendieron. Era obvio de lo que estaba viniendo.

Me echó un vistazo y el reconocimiento iluminó su rostro. Uno de los lados de su


boca se elevó a modo de saludo mientras sus ojos me recorrían.

—¿Lo tomo como si tu noche fue igual que la mía?

—Mejor sexo que he tenido. ¿Tú? —Le sonreí con dulzura y dije las palabras
lentamente, como si estuviera saboreándolas.

—La primera vez fue mejor. —Se encogió de hombros—. Y estás mintiendo.

Entrecerré los ojos hacia él.


30

—No lo hago.
Página
—Entonces, ¿por qué te estás escondiendo en lugar de alardear sobre eso?

Abrí la boca y luego la cerré. Realmente no tenía una buena respuesta para eso. Y a
decir verdad, me encantaba alardear.

Empujó mi hombro.

—No te preocupes. Tendrás mejor suerte la próxima vez.

Resoplé. Oh, Dios, resoplé. ¿Qué estaba mal conmigo? ¿Y por qué el ascensor se
estaba moviendo tan malditamente despacio? Una eternidad más tarde, el ascensor
sonó, la puerta se abrió, y salí con tanta dignidad como pude reunir, moviéndome a
través del vestíbulo de azulejos tan rápido como pude en mis tacones puntiagudos. Le
grité por encima del hombro:

—Que tengas una buena noche.

—Ya lo hice. Dos veces. Pero gracias. —Su respuesta flotó hacia mí mientras me
alejaba.

Fruncí el ceño mientras salía del complejo y me dirigía a la acera que me llevaría de
vuelta a mi cabaña. La casa estaba más cerca que mi auto, así que giré en esa
dirección. Podía recoger mi auto por la mañana.

A dos cuadras del hotel, un vehículo desaceleró mientras me pasaba. Las alarmas se
dispararon en mi cabeza mientras se detenía y estacionaba delante de mí, pero en el
lado opuesto de la calle. Observé con nerviosismo y me detuve en seco, agarrando mi
bolso. Era tarde, y estaba sola. Las luces de la calle impedían que estuviera oscuro, y
Reynolds Island era bastante seguro, pero aun así mi ritmo cardíaco se aceleró.

La puerta de la camioneta se abrió y era él de nuevo. ¿En serio? ¿Tres veces en un


día? Corrió y se detuvo a mi lado.

Olía a sexo y sudor. Todavía estaba caliente y molesta por lo de temprano, y su


evidente satisfacción me apuñaló.

—¿Y ahora qué? —exigí.

—Mira, es tarde, y mi abuela me mataría si te ignoro y dejo que vayas a casa por la
noche sola. ¿Puedes montar?
31

Mi mente destelló una imagen de él encima de mí, apoyado en sus codos,


bombeando dentro de mí con abandono, su dura carne expuesta ante mis ojos. Me
Página

mordí el labio, mi mirada cayendo a la parte delantera de sus jeans. ¿En qué estaba
pensando? Recién había estado desnuda —bueno, parcialmente desnuda— con otro
hombre.

Se aclaró la garganta y sonrió.

—Eso no era lo que estaba dando a entender, pero también te puedo ofrecer eso, si lo
deseas.

Sacudí la cabeza, avergonzada de ser atrapada mirando, y respondí fríamente:

—Las sobras no son realmente mi estilo. Y no nos conocemos. Ni siquiera sé tu


nombre.

—West Montgomery, a su servicio. —Sonrió y ofreció su mano formalmente.

Le di la mano, sintiendo una chispa directo en los dedos de mis pies. Dios, me
gustaría tenerlo a mi servicio.

—Sadie Mullins —respondí, los buenos modales arraigados en mí.

—Bueno, Sadie Mullins, si ya terminaste de imaginarme desnudo, podemos irnos. Tu


casa o la mía, cualquiera funciona para mí.

Puse los ojos en blanco por su audacia. Quiero decir, sí, lo había hecho, pero él no
podía saberlo a ciencia cierta.

—¿Siempre eres así de engreído?

—Solo alrededor de hermosas mujeres que miran fijamente mi paquete. O lo tocan.


O lo chup…

—Está bien, está bien, entendí tu punto.

—Todavía no, no lo haces. Pero tal vez un día. Si eres buena conmigo.

Lo quedé mirando por un instante, cruzando los brazos frente a mí.

—¿Toda esta mierda realmente te funciona?

—Normalmente.

—No funcionará en mí.

—Lo hará. Eventualmente. Tiendo a crecer en una persona. —Movió sus cejas hacia
32

mí.
Página

—¿Eres capaz de llevarme a casa sin molestarme?


—¿Yo? Eres la única con el historial de lanzarse hacia mí. Ya me has follado
mentalmente también, puedo notarlo. Tienes la mirada.

—¿La mirada?

Se inclinó más cerca y susurró en mi oído:

—Tengo este efecto en las mujeres. No es mi culpa. —Metió un mechón de cabello


detrás de mi oreja, dejando que sus dedos fueran a la deriva por mi cuello mientras se
enderezaba.

—Tal vez soy inmune a tu encanto.

Tomando mi mano y tirando de mí hacia su camioneta, me miró, con ojos ardiendo


en los míos.

—Ya lo veremos.

Llegamos a un lado de su camioneta, una sorprendente camioneta Ford vieja.


Después de escalar en el asiento, me di la vuelta para cerrar la puerta solo para
encontrarlo inclinándose en la cabina sobre mí, colocando el cinturón de seguridad.
Me dio unos golpecitos en el muslo.

—La seguridad primero.

—¿Qué pasó con mantener las manos quietas? —le respondí.

—Sabes que te gustó. —Sonrió mientras cerraba mi puerta y trotó hacia el lado del
conductor—. Pero para disculparme, voy a dejar que elijas la estación de radio.

Dio vuelta con la camioneta, y me incliné para cambiar el dial, ajustándolo a mi


estación de rock local favorita. Levanté la mirada para ver si estaba bien para él y lo
atrapé mirando a escondidas abajo, a mi camisa.

—¡Oye!

Golpeé su brazo.

—¿Ahora quién no puede mantener las manos quietas?

Ignorando su comentario, le dije a qué calle y número de casa tenía que dirigirse,
ocho cuadras más allá, sabiendo que pensaría que solo era una turista por la
33

ubicación. Asintió.
Página
—Una de las casas de los Hawthorne, ¿eh? Tienes buen gusto. Por supuesto, dado
que yo te gusto, ya sabíamos eso.

Suspiré.

—Eres imposible.

—¿Preferirías que fuera una posibilidad?

Tal vez. No respondí, y pasamos el resto del viaje en silencio, yo mirando por la
ventanilla del pasajero y él enviándome miradas interrogantes. Podía sentir el peso
de estas, pero me negué obstinadamente a girarme y reconocerlo. Cuando se detuvo
frente a mi casa, comencé a alcanzar la manija de la puerta, pero me agarró del brazo
y me detuvo.

—Espera. —Saltó y corrió alrededor de la camioneta de nuevo, abriendo mi puerta


por mí. Se quedó allí y me estudió, como si fuera un rompecabezas que quisiera
resolver—. ¿Estás bien? El chico que viste antes, no te hizo daño, ¿verdad?

—No. No me hizo daño. Lo prometo —le aseguré cuando continuó mirándome con
preocupación. Tampoco no hizo que me viniera, y ahora todavía estoy caliente, y
estás de pie a mi lado luciendo completamente comestible, pero completamente
fuera de los límites. Suspiré y me moví alrededor de él, subiendo los escalones de la
puerta principal.

Todas las casas estaban construidas sobre pilotes para mantener las viviendas más
altas por encima de la línea de agua. En la puerta, me detuve y giré. Todavía estaba
de pie junto a la camioneta, mirándome, con una mirada en su rostro que no pude
descifrar.

—Gracias por el aventón. Fue dulce de tu parte.

Gruñó.

—Confía en mí, Sadie, no soy dulce. —Volvió a subir a su camioneta y rugió calle
abajo, la oscuridad alejándolo de mí.

Me moví a través de la casa, preparándome para la cama en piloto automático.


Zapatos lanzados a la esquina, ropa arrojada sobre una silla, maquillaje removido. El
sueño me escapó, y estuve en la cama durante un tiempo largo, dando vueltas y
34

girando. Incapaz de sacar la imagen de West fuera de mi cabeza cuando cerraba los
ojos. Me imaginé mis manos pasando por su cabello castaño muy corto, mirando
Página

fijamente los ojos de color gris azulado, con su boca descendiendo sobre la mía. Me
imaginaba el juego de sus músculos mientras se movía sobre mí, acomodándose entre
mis muslos, sus dedos trazando un camino por mi cuerpo hasta mi centro, mojado y
esperándolo. Fantaseaba con lo que sucedía después.

Gimiendo de frustración, apreté los ojos para cerrarlos, desvaneciéndolo de mi


mente. Sabía lo que necesitaba antes de que pudiera dormir. Agarrando mi teléfono,
recorrí la lista de reproducción a la S. Ed Sheeran, Sia, Seal, Shaggy, Sean Paul. Luego
me recosté en mis almohadas y mi mano fue a la deriva debajo de mi ropa interior.

A veces, cuando querías que algo se hiciera bien, simplemente tenías que hacerlo tú
mismo.
35
Página
H
ice una seña a Kendra, la otra salvavidas en el resort Water’s Edge, de que
iba a tomar mi descanso de diez minutos y me dirigí a la barra de la cabaña
tiki junto a la piscina para agarrar una botella de agua. Era temprano un
miércoles por la mañana, y solo un puñado de niños salpicaban por la piscina con sus
madres flotando a centímetros de distancia, por lo que Kendra y yo nos sentíamos sin
trabajo.

—Toma veinte —dijo en voz alta, sonando aburrida.

Me dejé caer en un taburete y Theo me dio una botella bien fría.

—Mañana lenta, ¿eh? —se compadeció.

Había conocido a Theo cuando empecé a principios de la semana y habíamos


congeniado de inmediato. Theo era adorable, con sus grandes ojos de cachorro y
cabello negro pelo rizado de trapeador que necesitaba un recorte desesperadamente.
Habíamos estrechado el vínculo durante el tiempo de descanso, burlándonos de las
chicas que pasaban toda la semana sin hacer nada más que tumbarse en la piscina
para conseguir un bronceado estilo pollo asado, con la esperanza de llamar la
atención de los chicos lindos deambulando por allí, pero demasiados perezosos para
levantarse y coquetear.

Asentí en acuerdo y le di un sorbo a la botella fría, mirando hacia el camino a la


playa. No había mucho que hacer allí tampoco. La mayoría de la gente joven seguía
durmiendo o con resaca de la noche anterior. Solo las familias con niños pequeños y
los jubilados estaban fuera tan temprano.

Theo apoyó los codos en la barra.

—¿Nada emocionante esta semana?

Me limpié la boca con el dorso de la mano.

—Realmente no. Todavía no conozco a mucha gente por aquí que no sea Rue, y ella
36

viaja mucho por trabajo. —Rue ayudaba a empresas a manejar su presencia en línea,
principalmente a través de redes sociales, pero a veces también ayudaba a sitios web
Página
de diseño. Esta semana, estaba en Chicago, asesorando a una nueva compañía de
palomitas de maíz gourmet.

En realidad, era triste. Había estado aquí por cinco meses y medio y apenas conocía a
alguien. Por supuesto, había pasado el invierno revolcándome en la autocompasión y
donas, hasta que mis ahorros menguaron y me vi forzada a reevaluar mis tendencias
ermitañas y buscar un empleo real. Es cierto, había sido fotógrafa de bodas en
Nashville, pero capturar un montón de tontos enfermos de amor prometiéndose toda
la vida no estaba realmente alto en mi lista en estos días, y tomaba un tiempo
construir una base de clientes con la fotografía. Con mi experiencia de salvavidas y
las conexiones de Rue con el director de Edge, había logrado engancharme en un
trabajo. Era suficiente para mantenerme ocupada y poner algo de dinero en el
bolsillo mientras pensaba en mi próximo movimiento.

—¿Quieres ir al gimnasio conmigo mañana por la mañana? —ofreció Theo—. Tenía


un cliente, pero canceló la sesión de entrenamiento, así que tengo una vacante. Sin
cargo, y conseguiré que salgas de la casa por un tiempo.

—¿Eres entrenador? —Me sorprendí. La camiseta con logo de Theo era lo


suficientemente ajustada en su estructura para reconocer que se ejercitaba, pero no
me di cuenta que lo tomaba tan en serio.

Pareció herido.

—Sí. ¿Es tan difícil de creer?

—No. Bueno, tal vez. —Entrecerré los ojos en él—. Eres tan agradable.

—Puedes ser agradable y aun así obtener buenos resultados. Pero también puedo ser
malo, si eso es lo que te gusta. —Movió sus cejas hacia mí.

—¿A qué hora? —pregunté, riendo por su rostro.

—Siete.

—¿Siete?

—Incluso te llevaré a desayunar después, mi regalo.

—¿Podemos conseguir Krispy Kreme? —Me iluminé.


37

Lucía confundido, como si las dos cosas posiblemente no pudieran ir de la mano.


Página

—¿Donas? ¿Después de un entrenamiento?


—¿Cuál es el punto de quemar todas esas calorías si no puedes permitirte un poco?

—Conseguiremos donas si no eres debilucha durante la sesión —respondió—.


Hecho.

A la mañana siguiente, me vestí cuidadosamente para mi entrenamiento. Mallas de


compresión para mostrar mis piernas, un nuevo y sorprendentemente brillante top
deportivo color rosa, y mi cabello recogido en una cola de caballo alegre. Siempre
podías contar con chicos lindos en el gimnasio, Theo incluido. No estaría mal verme
lo mejor posible. Incluso me coloqué un poco de máscara de pestañas resistente al
agua antes de salir por la puerta.

Theo estaba en la cinta cuando entré, y levantó las cejas mientras me miraba de
arriba a abajo.

—¿Estás aquí para verte linda o para romper a sudar?

—¿No puedo hacer las dos cosas?

—Veremos, supongo —dijo. Lucía como si se estuviera arrepintiendo de la


invitación, pero podía colgar con lo mejor de ambos. Iba a darse cuenta de eso muy
pronto.

Dio un paso fuera de la cinta y utilizó la parte inferior de su camiseta húmeda para
limpiar el sudor de la frente. Le di un vistazo rápido a sus abdominales. Mejor de lo
que esperaba. Dejó caer la camisa y me descubrió mirándolo, sonriéndome.

Después de llenar mi botella de agua en la fuente de agua y agarrar una toalla, estaba
lista. Empezamos con un trote de kilómetro y medio en la cinta de correr para entrar
en calor, y luego tuve que hacer una serie de torsión embestidas con la bola Bosu.
Moviendo a la parte superior del cuerpo, balanceé una pequeña bola caliente de agua
hasta que mis brazos se sentían como gelatina. Seguí tratando de echar un vistazo
hacia los otros chicos en el sector de pesas, pero Theo nos mantuvo en las
colchonetas delante de los espejos en el otro lado del gimnasio. Habíamos pasado por
varias de las máquinas de pierna, y sufrí por agacharme sosteniendo una barra con
pesas sobre los cuádriceps que estaban a punto de colapsar. Me volví hacia el espejo
38

de nuevo, tratando de revisar al individuo que usaba la silla del capitán.


Página

Theo chasqueó los dedos en mi rostro, llamando mi atención hacia él.


—¡Sadie! ¿Qué pasa contigo? Sí, luces caliente. Sí, los otros chicos están mirando tu
trasero mientras haces sentadillas. ¿Feliz ahora?

Me sonrojé y miré hacia el frente mientras terminaba mi serie, centrándome en mi


forma mientras me observaba. Cambiamos a abdominales en el banco de declive
hasta que mis abdominales gritaron rendición. Finalmente, tuvo compasión de mí y
me senté en las colchonetas, estirando las piernas y gimiendo.

No hablamos mucho hasta que estuvimos instalados en una mesa en Krispy Kreme,
con cafés calientes en mano y una pequeña caja de donas calientes recién hechos
entre nosotros. Theo se inclinó hacia atrás en su silla, estudiándome.

—Entonces —dijo—. ¿Qué fue todo eso en el gimnasio?

Lo miré, desconcertada.

—¿De qué estás hablando?

Me lanzó una mirada significativa.

—Estabas actuando como si nunca hubieras visto a un tipo flexionando antes.


Prácticamente babeaste en un momento dado.

Está bien, pensé que había sido un poco más sutil que eso.

—No fue tan malo —protesté.

Sus labios se torcieron.

—Si tú lo dices.

Estudié el aumento de vapor de mi café con leche y me mordí el labio, y Theo cruzó
los brazos sobre el pecho, esperando.

—Solo no me está yendo bien en el departamento de chicos —admití.

Dejó que las patas de su silla se bajaran y rio entre dientes.

—Me resulta difícil creer que estés teniendo problemas para atraer a un hombre.

Recogí una dona y mordisqueé, el glaseado derritiéndose contra mi lengua. Cielo.


Paré, vi a Theo devorar una dona en tres bocados, tratando de decidir si quería
discutir los detalles de mi estancada vida amorosa.
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Página

—¡Oh, Dios! —gimió en éxtasis, con la boca llena—. Son increíbles. —Agarró otra e
inhaló mientras yo trataba de no reírme. Tomó un sorbo de café, agarró una tercera
dona y bajó la barbilla—. Sabes qué quieres contarme. Eres una chica. Te estás
muriendo por hablar de ello.

Hice una mueca.

—Bien. Pero si te lo digo, no te puedes burlar de mí.

—Prometido. —Puso una mano sobre su corazón y levantó la otra como un Boy
Scout.

Suspiré y le di la versión resumida de lo que ocurrió con Imbécil y mi falla con Jared.

—Y luego, por si fuera poco, mientras estaba haciendo la caminata de la vergüenza,


me encontré con este tipo West otra vez, quien claramente tuvo una noche mejor
que yo y…

—Espera. ¿West? —me interrumpió Theo, levantando las cejas—. ¿West


Montgomery? ¿Eres la chica que lo atacó en la playa?

Sentí mis mejillas arder.

—No lo ataqué —dije a través de dientes apretados—. Estaba tratando de salvarlo. ¿Y


cómo sabes de eso?

—Estaba surfeando con él temprano esa mañana. Cuando entró para tomar el
desayuno, estaba hablando mierda sobre alguna chica lanzándosele en el agua, y que
la había tenido que sacar. Dijo que fue una pena que no tuviera oportunidad de hacer
un boca a boca.

No creía que fuera posible ponerse más roja.

—Correcto —balbuceé, tratando de no imaginar los labios de West fusionados con


los míos, compartiendo el mismo aire—. Así que, de todos modos, mi suerte con los
hombres se ha vuelto una mierda. Creo que algo está mal conmigo.

Theo sacudió su cabeza.

—Hay algo mal con todos. Estás bien.

—Ah, ¿sí? ¿Qué está mal contigo?

Sus ojos se volvieron tristes, y no respondió enseguida, jugueteando con su rosquilla.


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Página
—Dejé que la chica ideal escapara —dijo, casi sonando avergonzado—. Era
demasiado cobarde para hacer un movimiento, y para el momento en que estuve
listo, ella ya estaba con alguien más. Perdí mi oportunidad.

Mi corazón se rompió por él. Se veía como un cachorrito pateado. Me estiré y apreté
su mano.

—Su pérdida, Theo.

—Sí. Claro. —Se rio sin humor.

Ambos nos quedamos en silencio durante unos minutos, absortos en nuestros


pensamientos.

—Bueno, ¿no somos simplemente patéticos? —medité, solo para romper el pesado
silencio.

Theo estrechó sus ojos y endureció su mandíbula y dejó que mi oración colgara por
un momento.

—No, no lo somos. No hay nada malo con ninguno de los dos.

—¿Excepto la falta de romance, quieres decir? —Arqueé una ceja.

—Tal vez eso es curable. Digo, los dos estamos disponibles, ya nos hemos visto medio
desnudos en el gimnasio…

Hice un sonido estrangulado con mi garganta. ¿Adónde iba con esto?

—Déjame invitarte a salir este fin de semana —dijo, atrapándome con la guardia
baja.

Lo miré, aturdida. No había captado esa vibra de él realmente, como si estuviera


interesado en mí de esa manera. No podía encontrarse con mis ojos y las puntas de
sus orejas estaban rojas.

—Mira —comenzó—. Tal vez no soy con quien te imaginabas, pero me gustas. Me
siento cómodo contigo. Tal vez se convertirá en algo, tal vez no, pero de cualquier
manera, pasaremos un buen momento. Podemos ver una película, luego comer algo
de helado en el muelle. Será divertido. ¿Qué dices?

Me miró con esperanza, y me encontré sonriéndole.


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Página

—Claro. —¿Por qué no? ¿Qué tenía que perder? Y no era como si tuviera algo mejor
que hacer.
—¿El sábado a las siete?

—Suena bien. Te enviaré mi dirección.

—¡Es una cita! —Me guiñó un ojo y luego empujó el resto de la dona en su boca,
lamiendo sus dedos.

Qué chico.

Después de estar intercambiando llamadas sin respuesta toda la semana, Rue


respondió mi llamada el jueves en la noche. Se había ido temprano a la mañana
siguiente en que fuimos a Anchor por su viaje, así que aún no habíamos tenido
oportunidad de una sesión informativa. Reviví mi fin de semana anterior con ella.
Casi muere de risa cuando relataba mis encuentros con West.

—West es tan mujeriego —dijo cuando recuperó el aliento—. No creo que alguna
vez haya sabido que tuviera una novia. Aunque es guapísimo, te concederé eso.

—Dímelo a mí —dije.

Rue había pasado sus veranos en Reynolds Island al crecer, así que no estaba
sorprendida de que supiera quién era West. Relató algunos rumores que había
escuchado sobre chicas haciendo cosas estúpidas para llamar su atención. Lo hacía
ver como un payaso arrogante con problemas de atención. Lo imaginé. Los tiós
calientes siempre lo tenían.

—Entonces, ¿ningún otro prospecto ahí afuera? Supongo que Jared ya no está.

—Sí, gracias a Dios. ¿Qué hay sobre Eric?

—Ah, nada que hablar ahí. Los dedos de sus pies eran peludos. Era extraño. —Rue
encontraba algo malo en cada tipo, fuera una cita o un ligue. Estaba buscando al
hombre perfecto y se rehusaba a detenerse hasta encontrarlo.

Me detuve.

—¿Por qué estabas viendo los dedos de sus pies tan de cerca? Sabes qué, olvídalo, no
me digas.
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Página

—¿Vas a salir este fin de semana? ¿O quieres tener una noche de chicas cuando
regrese?
—En realidad, tengo una cita el sábado —anuncié.

—Ooooooooh, ¿con quién? —chilló con alegría.

—Theo, del trabajo. ¿Lo conoces?

—¡Sí! Aw, ¡es tan dulce! No lo tenía como tu tipo, pero está un paso delante de
Imbécil. —Mi ex ya nunca era mencionado por su nombre. No se merecía tanta
amabilidad.

—¿Dulce no es mi tipo? —Estaba un poco ofendida.

—No. Te gusta discutir demasiado.

—¡No es así!

—¿Ves de lo que hablo? —señaló.

Resoplé.

—Veremos.

—Solo recuerda —advirtió—, es un local. No un ligue. Salir de verdad, sí, sexo


casual, no.

Puse mis ojos en blanco, incluso si no podía verlo.

—Sí, madre.

Se rio.

—Te veré el domingo entonces. ¡Diviértete!

El sábado a la noche, el timbre sonó sin demora a las siete. Dos puntos para él, pensé
mientras cruzaba de la sala de estar a la puerta principal. Amaba nuestra casa. Era un
pequeño lugar agradable de tres dormitorios con una planta abierta, de modo que la
cocina, sala de estar y comedor era un espacio grande, con paredes de madera gris y
azul marino y muebles blancos. Teníamos un porche solar proyectado en la parte
trasera de la cocina y una gran hamaca atada entre dos robles con musgo español
43

cayendo en nuestro pequeño patio. Ya que toda la cabaña estaba sobre pilares,
Página

estacionábamos debajo de la casa.


Me había deslizado en mi vestido favorito de verano color verde y sandalias con
plataforma para la cita, dejando que mi cabello cayera en su estado natural
parcialmente rizado, parcialmente ondas alborotadas alrededor de mis hombros. Mi
maquillaje era tenue, solo rímel y brillo labial. Revisando mi reflejo en el espejo de
la entrada una última vez, alisé el frente de mi vestido, tomé una respiración
profunda y abrí la puerta.

Theo estaba apoyado contra una de las columnas del porche mientras esperaba. Se
enderezó cuando me vio y se adelantó, dándome un abrazo y mis nervios se
desvanecieron. Este era solo Theo.

—Te ves realmente bien —dijo, sonriéndome, uno de sus oscuros rizos cayendo
sobre su ojo. Lo empujó hacia atrás, un movimiento que podía decir era un hábito.

—También te ves bastante bien —le respondí, sonriendo. Estaba usando el uniforme
estándar de un chico de la isla: un polo, pantalones cortos a cuadros y chanclas de
cuero. Cerré con llave la puerta y estuvimos listos para irnos. Theo sostuvo mi mano
mientras bajábamos los escalones y abrió la puerta del auto para mí, esperando a que
me deslizara dentro antes de cerrar detrás de mí. Un perfecto caballero.

En el cine, elegimos una comedia con Jason Segel y nos tomamos de la mano durante
toda la película, entrelazando nuestros dedos. La conexión se sintió cálida y fácil,
pero eso era todo. Mis palmas no sudaron y mi corazón no se aceleró. Traté de no
dejar que me molestara, traté de no recordar el hormigueo que sentí cuando mi piel
había conectado con la de West fuera del agua. Definitivamente no reviví, en cámara
lenta, ese interminable deslizamiento por su cuerpo cuando me había puesto de
nuevo en la orilla, la manera en que había mantenido sus manos en mí mucho
tiempo después de que ya estuviera estable. Nunca cruzó por mi mente.

Después de que la película terminara, serpenteamos a lo largo del muelle por el cual
era conocido la mitad de la isla al norte.

—Entonces, Sadie, ¿ser salvavidas siempre ha sido tu trabajo soñado? —se burló de
mí mientras interrumpíamos a un grupo de gaviotas recogiendo palomitas de maíz,
sus fuertes graznidos regañándonos.

—¡Por supuesto! —dije con fingido entusiasmo—. ¿Y no siempre has querido ser un
barman en un bar de daiquiri congelado?
44

—¿Qué vocación más elevada hay? —acordó antes de volvernos más serios—. No, en
Página

serio, ¿qué es lo que quieres hacer aquí? —Parecía genuinamente interesado en mi


respuesta.
—Fotografía —dije, con un indicio de melancolía extendiéndose en mi voz—. Era lo
que estaba haciendo en Nashville. Fotografía de bodas, en su mayoría. Pero desde ese
desastre con el Imbécil, he querido cambiar de enfoque. Retratos, tal vez, o cosas más
comerciales.

—¿Has hablado con Grady sobre tal vez hacer algo de trabajo por el resort? —Grady
era nuestro gerente y amigo de Rue, quien me había dado el trabajo.

—No. Apenas conozco al tipo y en realidad estoy en deuda con él por el trabajo de
salvavidas. No quería empujar mi suerte pidiéndole cualquier otro favor.

—Nah, Grady es genial. En realidad, estaba surfeando con nosotros esa mañana que
también conociste a West.

Gruñí.

—Estupendo.

—Bueno él no sabía que eras tú —me aseguró Theo.

—Con suerte, podemos mantenerlo de esa manera.

—Hablaré con él por ti. Apuesto a que puedo llegar a algo.

—¡Theo, no tienes que hacer eso! —protesté.

—No es gran cosa. Solo déjamelo a mí.

Dejé de caminar y envolví mis brazos a su alrededor, dándole un gran abrazo. Tal vez
aún quedaban algunos tipos buenos en el mundo.

—Gracias —susurré, dándole un rápido beso en la mejilla.

Los pitidos y silbidos interrumpieron nuestro abrazo y me regresaron a la vergüenza.


Un grupo de chicos estaba paseando por la pasarela hacia nosotros.

—¡Benedict! —llamó uno de ellos.

Theo sonrío abiertamente mientras el grupo se aproximaba.

—Chicos. ¿Qué están haciendo todos esta noche? —Theo hizo uno de esos
complicados apretones de manos de chico, terminando con una palmada en la
espalda, con un chico quien tenía un rubio faux hawk3 y el labio perforado.
45
Página

3 Faux hawk: Peinado mohicano.


—Dirigiéndonos a Wreck a pasar el rato, jugar al billar —dijo el mismo chico—.
¿Quién es la chica?

El brazo de Theo serpenteó alrededor de mi cintura, tirándome a su lado.

—Trevor, esta es Sadie. Sadie, estos son los chicos. Trevor, Dylan, Wyatt y ya
conociste a su hermano, West. —Señaló a cada uno, pero mi atención estaba fija
cuando dijo el último nombre.

West. Mis ojos se bloquearon en los suyos. Llevaba una gorra de béisbol colocada
hacia abajo encima de sus ojos, y lo hacía parecer más suave, menos potente de
alguna manera. La línea de su mandíbula estaba desaliñada, como si no se hubiera
afeitado en uno o dos días, y no pude evitar preguntarme cómo se sentiría contra mi
rostro. Me miraba fijamente, su expresión una mezcla de confusión y sorpresa, y
luego sus ojos cayeron a mi cadera, donde estaba apoyada la mano de Theo. El
músculo en su mandíbula se contrajo, sus manos se enroscaron en puños sueltos a sus
lados.

Wyatt silbó y le dio los cinco a Theo.

—Buen trabajo, hombre. —Wyatt lucía como una versión más juvenil de West, pero
con el cabello largo y oscuro en lugar del estilo rapado de West.

Los otros chicos me saludaron, pero realmente no los escuché.

—Sadie —reconoció West con una inclinación de su barbilla, mi nombre


retumbando sobre sus labios. Se sintió como una caricia, como si hubiera extendido
la mano y me hubiera acariciado. Devolví la sonrisa, la punta de mi lengua saliendo
furtivamente para mojar mis labios secos, y pareció atento a la pequeña acción. Sus
ojos se ensombrecieron, y entonces tragó y miró lejos.

—Nos dirigimos a buscar un poco de helado —dijo Theo—. ¿Quieren unirse a


nosotros, chicos?

West me miró de nuevo, bajando a la mano en mi cadera, luego de regreso.

—No —dijo sonando casi aburrido—. Además, nos reuniremos con Grady pronto.
Los encontraremos más tarde, Benedict. —Comenzó a alejarse, sin esperar a los
demás chicos. Mi rostro ardía, y me sentía culpable, como si hubiera hecho algo
malo, lo cual era ridículo, por supuesto. Me rehusaba a girar y verlo irse, a pesar de
46

que juro que mi cuerpo podía decir la diferencia a medida que se alejaba, mi
Página

conciencia en él disminuyendo.
Los otros chicos siguieron a West, y Theo y yo comenzamos a caminar de nuevo, su
brazo cayendo a su lado.

—¿Benedict? —cuestioné.

—Mi apellido. Jugué fútbol infantil con la mayoría de esos chicos. Bueno, no con
West y Grady porque ellos eran más grandes, pero íbamos por nuestros apellidos. Me
quedé atascado con este.

Tarareé un reconocimiento, luego regresé a nuestra conversación anterior,


negándome a permitirme pensar en West.

—Entonces, Theo, si trabajar de barman no es el objetivo, ¿hacia qué estás


trabajando?

Se encogió de hombros.

—Todavía estoy tratando de descubrirlo. No podía permitirme pagar la universidad


como aquellos chicos, así que solo he estado trabajando y ahorrando. Quiero ser mi
propio jefe algún día, sin tener que responder a nadie salvo a mí mismo.

Asentí. Podía entender eso. Era parte del encanto de la fotografía. Ajustando tu
propio horario, trabajando tan duro como quieras, sabiendo que tu éxito o tu fracaso
dependen solo de ti. Definitivamente podía entender.

Caminamos más lejos, riendo de nuestras estúpidas bromas. Compramos conos de


waffle y estuvimos de pie lamiendo el helado derretido, observando el atardecer
sobre el agua, convirtiendo al cielo en una deliciosa sombra de coral. Desearía haber
tenido mi cámara. Tomé una foto rápida con mi teléfono, pero no era lo mismo.

De regreso a mi casa, subimos los escalones a mi puerta delantera cuando mi


estómago se retorció con ansiedad.

¿Trataría de besarme? No estaba segura de cómo me sentía acerca de eso. Nos


detuvimos en el porche, y excavé en mi cartera en busca mi llave, dejándola colgar
en mi mano.

—Theo, pasé un momento estupendo esta noche —dije.

Sonrió y se acercó un poco, tomando cada una de mis manos en las suyas.
47

—Yo también. —Mirando mis ojos, tomó una respiración profunda, soltándola
lentamente—. Bien, el momento de la verdad.
Página
Se inclinó y presionó sus labios contra mí, moviéndolos suavemente sobre los míos.
Fue agradable, pero no hubo chispa. Decepción. Nos separamos y nos quedamos ahí
uno frente al otro, tomados de las manos, tocándonos las frentes.

Theo susurró.

—Guau. Realmente no me hizo nada para mí. ¿Qué hay de ti?

Me reí aliviada de que estábamos en la misma página.

—Tienes labios agradables —ofrecí como un consuelo.

—Y tienes un buen culo, entonces ¿por qué no podemos simplemente trabajar en


esto? Espera un segundo.

Sujetó mi culo y empujó nuestras pelvis juntas y se molió contra mí durante un


momento. Lo miré confusa. Suspiró y sacudió su cabeza.

—Nop. Quiero decir, no me malinterpretes, eres caliente, y te acostaría en un


segundo si no tuviera que verte en el trabajo y…

Lo interrumpí.

—¿Amigos?

Theo asintió.

—Definitivamente. ¿Nos vemos en el gimnasio el lunes por la mañana?

Le sonreí y apreté su mano.

—Compraré las donas esta vez.

Gimió.

—No más donas. Te llevaré a este pequeño café que conozco. Tienen buenas tortillas.

—Pero me gustan las donas.

—¿Qué tal esto? Te entreno gratis cuatro veces a la semana, y compras el desayuno.
Comeremos sano tres días a la semana y derrocharás en donas los miércoles.

Estreché mis ojos.


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—Solo entrenaremos tres veces por semana y conseguiremos donas los lunes y
Página

miércoles.
Theo suspiró y luego asintió en derrota.

—Ahhh. —Sonreí—. Un hombre tras mi propio corazón. Vamos a llevarnos bien,


Benedict.
49
Página
S
oplé el silbato a los ruidosos chicos preadolescentes corriendo alrededor de la
piscina peleando con una pistola de agua.

—¡Caminen! ¡No corran! —grité por decimonovena vez en la última hora. Sus
madres estaban ausentes o inconscientes después de tantos daiquiris de Theo, no
estaba segura de cuál. Había sido un viernes del infierno. Los viernes siempre
apestaban durante el verano porque todos los visitantes de los fines de semana
estaban llegando y los niños eran extra estrepitosos por estar encerrados en el auto.

Alrededor de las once, dos chicos pensaron que sería divertido alzarme y fingir que
me tiraban a la piscina, lo cual habría resultado si Theo no hubiera saltado por
encima de la barra y viniera en mi rescate, para el deleite de las chicas adolescentes.
Y desde el almuerzo, este hombre mayor espeluznante había estado fingiendo leer
un libro mientras se comía con los ojos a las mismas tres chicas adolescentes que se
habían desmayado sobre Theo, mientras se repatingaban en sus tumbonas usando el
más escaso de los bikinis. El hombre se ofreció a frotar más protector solar sobre
ellas. Dos veces. Afortunadamente, eran lo suficientemente inteligentes como para
declinar la oferta, y la segunda vez que se ofreció, una se quejó con su madre, quien
lo reportó a la gerencia. Ahora, el viejo espeluznante se había alejado camino a la
playa, probablemente en busca de algún otro cuerpo de chica en pubertad con el cual
fantasear. Asqueroso. Kendra era una santa y había pasado los últimos veinte
minutos explicando pacientemente a una mujer que la piscina utilizaba un sistema de
sal, y su bebé estaría perfectamente a salvo de toxinas cancerígenas si ella se mojaba.

Observé la cabaña con melancolía, quitando mi sombrero el tiempo suficiente para


quitarme el sudor cubriendo mi frente. Un daiquiri sonaba muy bien ahora mismo.

Theo hizo un gesto para llamar mi atención y señaló su teléfono. Me acerqué a mi


bolso de playa en busca de mi celular y vi su mensaje.

Theo: Algunos de nosotros vamos a Wreck esta noche. ¿Quieres venir?

Yo: ¿Qué es Wreck?


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Theo: ¿No has ido a Wreck todavía? Es el bar de Wyatt. El sitio de moda. Muy casual.
Página
Yo: ¿Puedo llevar a Rue?

Theo: Un bar nunca puede tener demasiadas chicas calientes.

Yo: Pervertido.

Theo: Solo digo.

Yo: Nos encontraremos allí. Estoy segura de que Rue sabe dónde está. ¿A qué hora?

Theo: Voy a estar allí a las 8, pero cuando quieras.

Le mandé un mensaje de texto rápido a Rue, sabiendo que su teléfono estaba siempre
a su alcance.

Yo: ¿Quieres ir a Wreck esta noche?

Rue: No he estado allí en mucho tiempo. ¡Suena divertido! ¿Qué hora?

Yo: ¿Theo dijo a las 8?

Rue: Ok. ¡Nos vemos más tarde en casa!

Este día podría cambiar, después de todo. Amigos, alcohol y más alcohol. Solo un par
de horas más.

Cerrando los ojos, busqué mi momento zen. Me concentré. La sensación del sol
calentando mi piel competía con la brisa fresca agitando mi cola de caballo. El olor a
protector solar, sal y feromonas. El choque de las distantes olas, apenas audible sobre
el chirrido ensordecedor que solo los niños más pequeños son capaces de hacer. Un
fuerte chapoteo y la sensación de agua en cascada sobre mis tobillos arruinaron el
resto de mi ilusión. Rodando mis hombros, abrí los ojos para recibir el dolor de
cabeza que me inducía a la realidad.

Con las manos en puños en las caderas, Kendra estaba fulminando con la mirada a los
chicos haciendo ruidos de ametralladoras que habían hecho llorar a un par de niñas
pequeñas, así que dejé mi teléfono lejos y me metí en el papel de policía malo.
Confisqué todas las pistolas de agua, haciendo caso omiso de sus protestas.

—Tomaré estas, gracias. ¡El siguiente que corra, va a conseguir lo mismo! —


Amenacé con voz alegre, manteniendo la más grande en mi mano. Los niños
parecían enojados y fueron a quejarse con sus padres. Difícil. Las normas publicadas
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decían que nada de pistolas de agua. Eso significaba, sorpresa, nada de pistolas de
Página

agua.
Finalmente llegaron las seis en punto, y Kendra y yo colgamos la señal de Nade bajo
su propio riesgo en el puesto de salvavidas y registramos la salida. Mientras
caminábamos hacia el montón de empleados, mencioné reunirnos en Wreck más
tarde, y ella se animó.

—¿Wreck? ¡Los chicos allí siempre son una bomba! Nos vemos allí más tarde.

Saludo con la mano mientras se dirigía a su Camry color champán.

Cuando llegué a casa, Rue ya estaba allí, con el cabello envuelto en una toalla por la
ducha. Se estaba moviendo entre el dormitorio principal que ocupaba ella y el tercer
dormitorio, el cual básicamente funcionaba como nuestro desbordante armario. Su
dormitorio estaba al otro lado de la cabaña de mi habitación y la habitación de
invitados, los cuales compartían cuarto de baño. Era algo bueno que no tuviéramos
una gran cantidad de visitas, ya que mi cuarto de baño era el único en la casa a
excepción del baño privado en la suite principal de Rue. Yo lo mantenía muy limpio;
todo estaba metido en los cajones debajo del fregadero. No me gustaba la idea de que
mi cepillo de dientes y otros artículos de tocador estuvieran expuestos a las manos
sucias de todo el mundo.

Ella tenía tres perchas de ropa en cada mano y miraba con el ceño fruncido a la gama
de colores brillantes y relucientes de sus vestidos de lentejuelas. Parecía que
Nordstrom4 había vomitado un arcoíris en su dormitorio.

—Esos parecen bastante elegantes. Pensé que Theo dijo que Wreck era informal —
dije, arrugando la nariz ante sus opciones.

—Lo es. —Hizo un mohín—. Ese es el problema. Nunca puedo encontrar la manera
de conseguir ese look casual. Me gusta vestirme bien. No es mi culpa que tenga buen
gusto.

Pasé a su lado en camino hacia el tercer dormitorio y agarré un par de pantalones


cortos con estampado de serpiente y se los arrojé, causando que tirara las perchas que
estaba sosteniendo.

—Encuentra un top negro y unos zapatos, y termina con eso. Deja de pensarlo
tanto. —Miró los pantalones cortos y torció los labios con indecisión antes de
caminar hacia su estante de tops, organizado primero por color, luego por la longitud
de la manga, luego por la tela. Dejó la otra ropa tirada en el suelo del vestíbulo. Los
52
Página

4Nordstrom: Cadena de tiendas lujosas departamentales en los Estados Unidos. Inicialmente, como un
minorista de calzado, hoy en día la empresa también vende ropa, accesorios, bolsos, joyas.
recogí por ella y los dejé sobre el futón junto a la ventana. Nunca los guardaba
correctamente, y eso la volvía loca—. Lo que sea, resuélvelo —dije—. Voy a la
ducha.

Me lavé el cabello y tomé tiempo para utilizar un exfoliante corporal para así sacar
todas las capas de protección solar de mi piel. Olía a sandía. También lo hacía mi
champú. Eran cosas de una tienda con marcas de imitación, pero lo que sea.
Funcionaba. Mis piernas todavía se sentían bastante suaves de esta mañana, así que
no me molesté en afeitarlas de nuevo. Solo pasaron dos semanas en mayo, pero ya
tenía un buen tono bronceado. Le sonreí al reflejo mientras envolvía mi cabello en
una toalla como Rue y me dirigí a mi habitación, dejando que el vapor saliera al
pasillo.

Rue se dejó caer en mi cama, usando los pantalones cortos de estampado de serpiente
y un sujetador sin tirantes de encaje negro, con el cabello castaño oscuro y rosa
oscuro ahora seco y colgando brillante por su espalda. La miré con recelo.

—Dudo que eso sea casual, Rue.

—Cállate. —Hizo una mueca y me lanzó la almohada bordada con una langosta. Mi
habitación estaba decorada con un toque náutico, al igual que la mayor parte de la
cabaña. Un edredón azul pálido cubría mi cama, con cojines de colores brillantes, y
una maltrecha caja de mar actuaba como un banco a los pies. La cabecera de la cama
era de hierro y estaba pintada de blanco al igual que la cómoda de mimbre y mesa de
noche, y un par de remos de agua cruzados se cruzaban sobre la cama. La mitad
inferior de las paredes estaban cubiertas por paneles blancos de madera, pero la
mitad superior estaban pintadas de un profundo azul marino. Las cortinas de
arpillera filtraban la luz de las ventanas. La habitación parecía pertenecer a una
publicación de la revista Coastal Living. Me encantaba.

Me deslicé en un par jeans cortos que abrazaban mi trasero como una segunda piel y
me puse una camiseta blanca ceñida sin mangas y un top rosa transparente por
encima.

—Aquí, ¿fue tan difícil? —le pregunté. Me hizo una mueca y salió de nuevo de la
habitación para terminar de vestirse. Inclinándome sobre mi cintura, desenvolví mi
toalla y froté parte del agua de mi cabello mojado. Apliqué un poco de producto de
agua de mar en spray con un nombre elegante que había encontrado en liquidación y
53

volví al cuarto de baño para secarlo al menos parcialmente.


Página
Estaba terminando con mi maquillaje cuando Rue apareció de nuevo,
completamente vestida y con dos vasos de su famosa limonada de albahaca con un
toque de ron. Un top y sandalias negras atadas al tobillo completaban su atuendo. Se
veía espectacular, como siempre. Rue era delicada y menuda con piel pálida y un
montón de curvas, y nada parecía lucir mal en ella. La odiaría si no fuera mi mejor
amiga. Nos sentamos en el sofá y bebimos despacio nuestras bebidas,
predivirtiéndonos.

—Entonces, ¿por qué no hemos estado en el Wreck todavía? —pregunté, masticando


un cubito de hielo.

—El ratio es bajo. Más bien son dos tercios de gente local, un tercio de turistas. Los
otros dos bares son todo lo contrario. Además, me gusta vestir elegante, y no te vistes
elegante para ir a Wreck.

—¿Tienes al menos un par de pantalones cortos de jean? —pregunté, divertida.

Arrugó la nariz mientras pensaba en ello.

—Sí, creo. Son de diseñador, sin embargo.

—Por supuesto —me burlé.

—Oh, cállate. Me gustan las cosas bonitas. No hay nada de malo en eso.

Tomé un trago largo y no le respondí. Realmente no había nada malo en ello, y podía
permitirse todo sin pestañear. Además, a menudo era la beneficiaria de su
generosidad y tenía acceso a su legendaria colección de zapatos, así que ¿quién era yo
para hablar? Terminamos nuestras bebidas mientras ella daba vueltas a algunas de
mis ideas para la empresa de palomitas de maíz. Era bastante difícil hacer que las
palomitas de maíz sonaran emocionantes, sin embargo, así que no fui de mucha
ayuda.

Dejé que Rue escogiera un par de sandalias trenzadas de cuero para ponerme, ya que
arrugó la nariz hacia las viejas chanclas de goma que había planeado usar, y luego
nos fuimos. Rue tenía baja la capota de su Mercedes convertible, el clima era
perfecto, además no tenía idea de adónde íbamos, así que ella condujo. Usé la goma
para cabello que siempre tenía alrededor de mi muñeca para atarlo hasta que
llegáramos ahí, así no se transformaría en un gigantesco nido de ratas. El cabello de
54

Rue aún se veía perfecto, por supuesto. Mientras peinaba mis hebras ligeramente
húmedas con los dedos, me convencí de que estaba luciendo genial la apariencia sexy
Página

y despeinada. Podría ser cierto.


Mientras bajábamos del auto, vi el Wreck por primera vez. Rue había mencionado
que lo llamaban The Shipwreck originalmente, pero la parte del letrero de “Ship” se
había caído y estaba apoyado contra el edificio.

La construcción de tablas de madera parecía que había visto días mejores, y el techo
de metal estaba oxidado en algunas partes. El estacionamiento estaba lleno de autos,
sin embargo, y música a todo volumen salía por la puerta abierta.

Al entrar, pude ver por qué Theo describió al lugar como relajado. Las mesas eran
simples mesas de picnic de madera, y el suelo de planchas lleno de rasguños estaba
cubierto de cáscaras de cacahuetes. Neveras portátiles Coleman de color rojo llenas
de cacahuetes aún con cáscara se encontraban encima de un banco junto a cubos de
plástico y palas de arena de niños para que los clientes se sirvieran. Las paredes
estaban hechas de tablas recuperadas de diferentes colores y tamaños, pero era difícil
distinguir por todos los grafitis. Garabatos recubrían las paredes y las mesas en una
maraña de colores.

Vi a Theo al otro lado de la sala mirando una partida de billar y lo saludé. Se rio y
sacudió la cabeza hacia uno de los chicos del paseo marítimo del otro día —¿Dylan,
tal vez?— y luego se dirigió hacia nosotras.

—Llegaste —dijo, con un abrazo y un rápido beso en la mejilla.

Rue y Theo se saludaron y se pusieron al día de los chismes locales mientras yo


terminaba de mirar alrededor.

La barra estaba sobre un costado, y trozos de papel revoloteaban por encima. En la


parte trasera había un puñado de mesas de billar, así como una vieja mesa de futbolín
y un juego de hockey que parecía nuevo. Una pista de baile estaba a nuestra
izquierda, y a través de un par de puertas abiertas una terraza tenía vistas hacia la
ciénaga, iluminado por guirlandas de luz. Este era más mi tipo de lugar que el
Anchor. Se sentía cómodo. Fácil.

Me incliné hacia Rue, chocando su cadera.

—Voy a la barra. ¿Quieres un trago o un mojito? —Sabía que quería una margarita.

Theo sacudió la cabeza.

—Tienes que probar el grog.


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Rue medio gimió, medio rio.


Página

—Me había olvidado de eso. Tiene razón. Tenemos que conseguir el grog.
Fruncí el ceño.

—De acueeerdo. Iré a buscarnos un poco de… grog.

Theo presionó mi costado.

—Solo diles que deseas una jarra y que la pongan a cuenta de Grady. Él invita esta
noche.

Sentí a Rue ponerse rígida a mi lado.

—¿Grady está aquí? —Giró la cabeza, buscándolo, y se pasó los dedos por el cabello.
Era lo que hacía cuando estaba nerviosa.

—Sí. Esta noche todo es a cuenta él. Las bebidas aquí en primer lugar, luego vamos
todos a su casa para la fiesta. Recuerdas cómo llegar hasta ahí, ¿verdad, Rue?

—Sí —dijo en tono seco—. Recuerdo.

Le di una mirada interrogadora. Tendría que acordarme de preguntarle más tarde


sobre Grady. Estaba actuando raro.

Theo señaló qué mesa había reclamado, y me dirigí a la barra. Mientras me acercaba,
me di cuenta de que el papel que flotaba encima de la barra en realidad eran billetes
de un dólar clavados con chinchetas encima de las vigas.

Billetes de un dólar con dibujos. Todavía estaba tratando de averiguar lo que estaba
escrito encima del dinero cuando llegué a la barra, la cabeza torcida hacia arriba y
hacia un lado para mirar un dólar en particular. En caracteres de imprenta, se
deletreaba: ¿Eres un teniente? Porque hiciste que mi soldado se ponga de pie. ¿Qué?
El siguiente preguntaba en negritas con rotulador Sharpie: ¿Trabajas en Subway?
Porque me diste un perro caliente extra grande.

—Son líneas para ligar.

Bajé la cabeza con una sacudida ante el sonido de la voz profunda. Casi parecía la voz
de West. Buen Dios, ¿estaba tan necesitada sexualmente que ahora lo estaba
conjurando como camarero? Parpadeé.

Era él.

—¿Qué? —pregunté, alisando un mechón de cabello de mi rostro.


56
Página

—Los billetes de un dólar. Son líneas para ligar. Si una línea funciona para un tipo, la
fija ahí arriba. Algo así como un favor a sus semejantes.
—¿Algunas de tus líneas están ahí arriba? —le pregunté sin pensar, mirando de
nuevo como si pudiera detectar alguna.

Abrió los brazos ampliamente, agarrando el borde de la barra del lado del servicio, y
sonrió, sus ojos arrugándose en las esquinas. Tenía varias pulseras de cuerdas
trenzadas en su muñeca derecha. Se veían desgastadas, los colores más apagados que
vibrantes, como si nunca se las quitara.

—Nop. ¿Quieres saber por qué no? —Sus hombros estiraron la tela de su camiseta y
mis ojos se dirigieron al tatuaje asomándose por debajo de la manga.

—¿Por qué no? —repetí, distraída.

Curvó su dedo hacia mí y se agachó como si me fuera a contar un secreto. Me incliné


sobre la barra a mitad de camino para encontrarlo. Ahuecando sus manos alrededor
de mi oreja, sus dedos rozaron mi cabello y me susurró:

—No necesito una línea.

Divertida, retrocedí y arqueé una ceja, ignorando la manera en que mi cuero


cabelludo hormigueaba donde habían estado sus dedos. Hice un gran espectáculo de
estudiarlo, mis ojos paseándose por su pecho y hombros.

—Porque eres así de bueno, ¿cierto?

—Tal vez. Quiero decir, me seguiste hasta aquí, ¿no es así?

—Lamento decepcionarte, pero seguí a Theo aquí. Supongo que tendrás que
conformarte con el segundo lugar.

Frunció el ceño. Sus evidentes celos me hicieron sentir deseable, poderosa. No pude
evitar quererlo más.

—Hay algo que necesito de ti, sin embargo. —Me lamí los labios, inclinándome
hacia adelante otra vez. Hice mi voz baja, sensual—. Algo que solamente tú puedes
darme. —Su sonrisa creció debajo de sus ojos medio cerrados, y cruzó los brazos
sobre su pecho, sus bíceps flexionándose—. Necesito una jarra de grog. Y ponla en la
cuenta de Grady —terminé, manteniendo mi tono.

Su sonrisa titubeó por un momento antes de que la arrogante sonrisita se deslizara de


nuevo a su lugar. Girando su espalda hacia mí sin una palabra, comenzó a recoger
57

fruta de la nevera. No pude evitar que mis ojos trazaran la línea de sus anchos
Página

hombros, bajaran por su estrecha espalda y sobre la curva de su trasero. Era un


excelente ejemplo de cómo debería verse un hombre, y él también lo sabía, maldito
sea. El juego de sus músculos mientras añadía hielo y llenaba con algo rojo de la
pistola de la barra hizo que me mordiera mi labio con reconocimiento y anhelo de
llegar a él y acariciar la longitud de su espina dorsal para ver cómo reaccionaría a mi
toque. Terminó y se dio la vuelta, sacándome de mi aturdimiento, y presentándome
una jarra de plástico llena de lo que parecía Kool-Aid con ensalada de frutas
flotando.

Arrugué mi nariz.

—¿Qué es esto?

—Ponche de fruta empapada con vodka.

Mis cejas subieron.

—Ten cuidado. Contiene más de un golpe de lo que esperarías.

—Estoy segura de que estaré bien, pero gracias de todos modos.

Agarré la jarra y zigzagueé a través del bar lleno hacia la mesa que Theo había
señalado, siendo cuidadosa de no derramarme encima nada de la brillante bebida
roja. Cuando regresé a la mesa, Kendra también había llegado, luciendo adorable en
un vestido de verano estilo ikat5.

Theo agarró la jarra y nos sirvió las bebidas en los vasos de plástico rojos que estaban
apilados en las mesas. Rue bebió un gran trago y se dirigió a la cubierta,
murmurando algo sobre necesitar un poco de aire. Minutos más tarde, Kendra divisó
un amigo al otro lado de la habitación y se marchó para decir hola, prometiendo
volver en un momento. Sintiéndome abandonada, Theo y yo permanecimos parados
hombro a hombro, y me puso al corriente de los chismes locales, señalando quiénes
estaban juntos, quién odiaba a quién, y a quién evitar a toda costa.

—¿Qué hay de él? —Señalé a un tipo con cabello rapado que estaba mirando a Rue
con atención mientras cuidaba una gran botella de cerveza.

Theo me disparó una mirada confundida.

—Ese es Grady. ¿Aún no lo has conocido?

Levanté un hombro.
58
Página

5Ikat: Técnica de teñido que crea patrones sobre textiles mediante ataduras sobre las hebras antes de
que se fabrique la tela.
—No oficialmente, no. Rue me consiguió el trabajo, e hice el resto a través de la
chica de recursos humanos.

—Ah. Te lo presentaré después.

—Eso sería bueno, ya que hice cargar mi bebida a su cuenta.

Observamos a la gente por un rato, y traté de elegir una chica para que Theo ligara,
pero a cada una que elegía, él le encontraba algo malo. Era como la versión
masculina de Rue. Una chica reía como una hiena, dijo, una bonita pelirroja lo había
ignorado en la secundaria porque él no era lo suficiente genial, y a la última que
señalé antes de darme por vencida aparentemente tenía aliento de perro.

—Bien —resoplé—. ¿Qué hay de mí? ¿La atención de quién debería tratar de captar?

—¿Corto plazo o largo plazo?

—Corto.

Theo asintió hacia a la mesa de futbolito.

—Boone, el rubio parado por allá. Siempre se las arregla para quedar como amigo de
sus aventuras, por lo que debe estar haciendo algo bien.

Comprobé a Boone. Tenía un cuerpo larguirucho, muy buenos labios, y cabello


desordenado que parecía como si fuera estilizado por pasar sus manos a través de este
una o dos veces antes de rendirse. No era una mala opción, no era una mala opción
en absoluto. Theo me empujó con su codo.

—También estará en lo de Grady más tarde. —Asentí, pero no pude evitar mirar a
West. Estaba coqueteando con una morocha cuyas tetas estaban apenas contenidas
por su top. Un tipo tan típico. Un poco de carne fresca, y estaban acabadas. Traté de
ignorar la punzada de decepción de que él era tan impresionable.

Theo se rio

—Vamos. —Arrojó un brazo alrededor de mi hombro y me dirigió hacia la mesa de


billar más cercana—. Somos los siguientes.

Miramos a Trevor y Dylan terminar su juego. Trevor hundió la bola ocho y Dylan
afirmó que Trevor hizo trampa todo el tiempo.
59
Página
—Jódete, amigo, gané. La próxima ronda es por tu cuenta —dijo Trevor mientras
entregaban sus tacos y se dirigían a la barra por bebidas, con Dylan todavía dándole
mierda mientras se alejaban.

Sabía las reglas del billar, pero apestaba. Theo se lo tomó con calma y trató de darme
punteros, pero yo era más o menos una causa perdida. Si no podía encontrar una bola
fácil de meter, trataba de golpear las bolas de Theo fuera de posición. Entonces
recurría sin descanso a tratar de hacerlo perder, chocando con su cadera y golpeando
mi taco contra el suyo mientras posicionaba su tiro. Se unió a la corrupción,
inclinando mi codo al último segundo y acercándose para soplar en mi oreja.
Estábamos siendo tontos, y estaba en mi segunda copa de grog y me sentía un poco
caliente.

Me tropecé con mis pies y caí contra la mesa de billar, soltando una risita cuando mi
codo envió dos bolas rodando por el fieltro. Al escuchar la carcajada de Theo detrás
de mí, me giré y miré por encima de mi hombro, y mis ojos pasaron de él y se
dirigieron a la barra otra vez. Esta vez, West estaba llenando un vaso con cerveza de
barril y mirando en mi dirección. ¿Estaba comprobando mi trasero mientras me
inclinaba sobre la mesa de billar? Su mirada caliente viajó por mis piernas, luego
regresó. Suprimí la necesidad de dar un leve contoneo. Sus ojos atraparon los míos, y
no pude apartar la mirada. La multitud a nuestro alrededor se desvaneció hasta que
todo lo que podía ver era a él.

Una conciencia primitiva de él se instaló en lo profundo de mí y se extendió,


enviando tentáculos de calor para lamer mi núcleo. Sus ojos se oscurecieron,
volviéndose más grises que azules, como si supiera lo que estaba haciéndome. De
pronto, hizo un gesto con la mano y pronunció una maldición, bajando la mirada
para ver la cerveza desbordando y rompiendo el hechizo entre nosotros.

Me empujé en posición vertical y traté de frenar mi pulso. Theo estaba hablando


detrás de mí y me obligué a concentrarme en sus palabras.

—Sadie, conoce a Boone. Boone, esta es Sadie. Ella es salvavidas en el Edge conmigo.

—Genial. —Boone alargó la palabra, haciéndola parecer el doble de larga. Alzó sus
ojos de mi trasero a mis ojos, haciéndome preguntar a qué se estaba refiriendo
exactamente—. ¿Vas a estar en casa de Grady más tarde?

—Sí. —Su obvio interés inundó mis mejillas de calor.


60
Página
—Increíble. —Frotó su mano sobre su nuca y miró alrededor, como si tratara de
encontrar una forma de prolongar la conversación—. ¿Quieres jugar futbolito?
Tengo el tablero al lado.

Arrugué mi nariz e incliné mi cabeza a un lado.

—Soy una chica más de hockey de aire.

—Puedo trabajar con eso. Definitivamente puedo trabajar con eso. —Asintió—.
Regresaré contigo en unos minutos. —Se dirigió a la mesa de hockey de aire para
hacer los arreglos.

Theo alzó su puño, y lo choqué.

—¡Ahh, sí! —gritó divertidamente, orgulloso de sus habilidades de compañero para


buscar parejas. Le puse mis ojos en blanco y traté de reprimir que mi boca se
levantara en la esquina. Probablemente, no era una buena idea alentarlo.

Boone regresó por mi poco tiempo después, y acordamos dos de tres. Theo vino
conmigo para darme ánimos, y aunque perdí la primera ronda espectacularmente,
saqué una estrecha victoria en el segundo juego. Kendra vagó de regreso para apoyo
moral cuando vio lo que estaba sucediendo. Estábamos empatados en el juego tres y
seguíamos intercambiando puntos atrás y adelante, sin dejar que ninguno tomara la
delantera. Boone y yo estábamos coqueteando y diciéndonos tonterías el uno al otro,
Theo se estaba burlando de mí, y apenas podía dejar de reírme. Estábamos posando
como si fuera de vida o muerte quien ganara, y una pequeña multitud se había
reunido alrededor de nosotros para mirar. Wyatt se movió junto a Boone y estaba
tratando de darle instrucciones, señalando mis puntos débiles.

—Los bordes, hombre. Ella no está cuidando los bordes.

—Ponme a prueba —respondí, doblando las rodillas y cambiando mi peso para atrás
y adelante.

Estaba pasándola realmente bien por primera vez en meses, una sonrisa permanente
reluciendo en mis mejillas. Era la primera noche desde todo el desastre con Imbécil
que me había sentido despreocupada de nuevo. Busqué a Rue alrededor de la mesa,
queriendo compartir el momento con ella, pero no la vi.

Boone tomó ventaja de mi distracción, y el disco se deslizó pasándome, poniéndolo a


61

un punto encima de mí.


Página
Punto de juego. Me concentré, y fuimos adelante y atrás, el disco deslizándose
furiosamente entre nosotros, rebotando en las paredes. Theo, Kendra y Wyatt
estaban animándonos. Casi había anotado dos veces, y estaba sonrojada de la
emoción.

—¡Tienes esto, Mullins! —gritó Theo desde la esquina.

Para no quedarse atrás, Kendra interrumpió:

—Mejor ten cuidado con mi chica, Boone. Tiene habilidades.

Mi mazo se deslizó un poco en mi mano, y perdí el ritmo. Traté de recuperar el


control, pero estaba fuera, persiguiendo el disco en vez de conectarme con este. Un
segundo después, escuché el golpe seco mientras el disco se deslizaba en mi meta. Un
grito aumentó en la mesa en el lado de Boone, y un par de chicos levantaron sus
brazos en el aire victoriosamente y se golpearon el pecho, derramando cerveza en el
piso. A nadie pareció importarle. Boone se abrió camino a mi lado y envolvió su
brazo alrededor de mis hombros, dándome un abrazo lateral.

—Casi me tuviste. Un poco más de práctica, y puede que quedes arriba la próxima
vez.

—Solo tuviste suerte.

—Aún no, pero la noche aún es joven. —Sonrió, plantando un beso a un lado de mi
cabeza. Golpeé su brazo, y me liberó de buen humor, diciendo que me vería más
tarde en casa de Grady, una promesa candente en sus ojos.

Salí de la multitud, aun sonriendo, y pasé junto a la barra, moviéndome hacia las
puertas dobles de la terraza para poder encontrar a Rue. Normalmente, ella era el
alma de la fiesta, riendo y bromeando junto a todos los demás. No era su naturaleza
ser tan retraída. Finalmente, la encontré enrollada en una banca en la esquina de la
terraza, mirando a la ciénega a un pelícano posado en un pilote abandonado. Me
senté junto a ella, mirándola y luego al pájaro una y otra vez.

—No parece que sea muy conversador —señalé.

Se giró hacia mí, sus labios retorcidos y sus ojos nublados. Sacudió su cabeza y se
concentró en mí.
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—Oye —dije suavemente—. ¿Pasa algo malo? No tenemos que ir a casa de Grady.
Podemos solo ir a casa.
Página

—¡No! Estoy bien. Estoy bien —repitió con más fuerza.


Levanté mis cejas.

—¿Tratas de convencerme a mí o a ti misma?

Miró de nuevo al pájaro y acomodó su mentón.

—Quizá ambas. ¿Estas lista para irte? Vi a Grady irse con Marissa hace un momento.

—¿Quién es Marissa?

Rue se encogió de hombros.

—Su gusto de la semana, supongo. En realidad no la conozco. Él se detuvo para


saludarme y presentarnos. Luce como un duendecillo animado, grandes ojos y
grandes tetas, con un diminuto cuerpo.

Traté de contener mi sonrisa.

—¿Celosa?

Rue giró su cabeza bruscamente vuelta hacia mí.

—¿De ella? Demonios, ¡no! ¿Por qué estaría celosa? Solo es una chica para pasar el
rato. Nadie la recordará la semana que viene. —Sacudió su mano con desdén.

Me senté ahí en silencio, observándola con una mezcla de preocupación y


curiosidad.
Algo sobre Grady parecía afectar a Rue. Y nunca había visto que un chico afectara a
Rue antes. Tenía su mandíbula apretada y estaba evitando contacto visual.

—Está bien. Supongo que te veré adentro en unos minutos entonces.

Estaba pasando de nuevo por la barra para decirle a Theo que íbamos saliendo,
cuando una mano agarró mi hombro.

Volteándome, encontré a West mirándome, con el ceño fruncido.

—¿Si? —pregunté.

Cruzó sus brazos sobre su pecho.

—¿Vas a casa de Grady con todo el mundo?

—Eso había planeado. Aunque aún no he conocido al tipo en realidad.


63
Página

—Grady es un buen tipo. Solo… —Hizo una pausa—. Ten cuidado ahí. A veces sus
fiestas se ponen un poco salvajes.
Levanté la esquina de mi boca, ofreciéndole una sonrisa leve.

—Soy una chica grande. Puedo cuidarme sola.

Me miró, su mirada arrastrándose por mi rostro y cayendo a mis piernas.

—¿Entonces por qué tengo que seguir rescatándote?

Levantando mis cejas, lo miré incrédula. Levantó sus ojos a cambio, retándome.
Asintiendo, me lamí los labios.

—Te diré algo, West. Si necesito rescate más tarde, serás el primero a quien llame. —
Le di una palmadita en su brazo y comencé a moverme pasándolo.

—¿Esa es tu no-tan-delicada manera de pedirme mi número?

Me detuve, enderezando mis hombros, luego continué sin mirar atrás.

Su profunda risa me siguió, burlándose de mí.


64
Página
C
uando llegamos a casa de Grady, Rue me dejó con Theo y desapareció por la
barra improvisada instalada en la cocina. Empecé a ir tras ella, pero Theo me
agarró por el brazo y me dirigió en otra dirección.

—Vamos —instó—. Te presentaré a Grady.

Traté de no mirar boquiabierta mientras me conducía por el vestíbulo y dentro de la


sala de estar. Grady vivía en una presuntuosa casa. Una impresionante y presuntuosa
casa. Cuando entramos en la sala principal, no pude evitar mirar hacia arriba.

El techo tenía que ser de al menos tres pisos de altura en esta habitación. Era
ridículo. Las enormes ventanas mostraban el Canal Intracostero del Atlántico, donde
había algunos barcos anclados. Los amaneceres y los atardeceres se verían increíbles
desde aquí.

Esta casa era más del estilo de Rue que del mío. La casa de sus padres era muy
parecida a esta: habitaciones que resonaban, cortinas a medida, pisos pulidos, sin
desorden, sin polvo, sin personalidad. Las propiedades de alquiler de los Hawthorne
tenían más carácter y encanto que su casa actual, gracias a Dios. Mi educación fue,
indudablemente, más de clase media. Mis padres eran ingenieros de sonido en
Nashville y tenían una vida decente.

No trabajan con grandes nombres muy seguido, pero habían trabajado con algunos
de ellos cuando estaban empezando. Mi hermano también era parte del negocio
familiar. Yo había roto el legado musical de la familia Mullins y creo que todos
estaban decepcionados, pero no enojados por eso.

Había sido criado para ser independiente, ya que las horas de trabajo de mis padres
eran tan variadas, y no estuvieron totalmente sorprendidos cuando quise emprender
camino por mi propia cuenta. Mi hogar había sido un rancho promedio en un
vecindario con acera, donde cada casa tenía un roble a juego en el patio delantero,
los buzones estaban pintados del mismo tono blanquecino, y donde personalizar era
algo que le hacías a tu camioneta, no tu casa.
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Theo dejó de moverse y choque con él, dejando escapar un gruñido y chasqueando la
Página

cabeza hacia abajo.


Estábamos de pie frente al tipo de cabello corto del bar, y posada en altos zapatos de
tacones detrás de él había una chica que realmente parecía un duendecillo de animé.
Su corto cabello negro era tan brillante que era casi reflectante, y sus tetas parecían
que tenían propiedades antigravedad. Traté de no mirar y en su lugar me concentré
en Grady.

Bueno, mierda. No era de extrañar que Rue actuara tan extraña a su alrededor. El
hombre era precioso. Y sus ojos, Dios mío.

Tenía los ojos más bonitos que había visto en un hombre, con pestañas lo
suficientemente largas para poner celosa a una mujer y una mirada verde clara que
parecía arder a través de ti. Era fascinante. Incluso con solo una camisa con los
botones superiores deshechos y las mangas enrolladas, rezumaba cruda masculinidad.
Probablemente, sería letal en un traje.

—Theo, hombre, ¿finalmente enganchaste una? —bromeó, extendiendo una mano


hacia mí—. Soy Grady Tomlin. ¿Y tú eres la Sadie de la que él me ha estado
hablando?

Me sonrojé, insegura de qué había dicho Theo. ¿Seguramente no había mencionado


el incidente con West en el océano?

—Encantada de conocerte —dije, tomando su mano. Tenía un firme agarre y me


miró directo a los ojos. Tuve la sensación de que era un hombre que siempre estaba
en control.

—Theo me dice que eres fotógrafa y que podríamos utilizar tus habilidades en Edge.
Me encantaría establecer un momento para hablar la próxima semana. Te diría que
habláramos ahora, pero prefiero no mezclar negocios con placer y este noche
definitivamente no es sobre trabajo. —Guiñó un ojo y fue encantador, no
escalofriante.

—Por supuesto. Cuando sea conveniente para ti. Solo hazme saber. —Retiré mi
mano. Maldición, el hombre era suave. Iba a tener que acorralar a Rue más tarde—.
Tienes una casa impresionante.

Se encogió de hombros.

—Es agradable. La compré por la vista mayormente. Espera hasta que estemos afuera
66

más tarde. Entonces lo entenderás. —Tiró del duendecillo y ella se movió hacia
adelante—. Esta es Marissa. Marissa, has conocido a Theo, y estoy seguro de que
Página

sabremos más de Sadie este verano. Estas quedándote con Rue ahora, ¿correcto?
Marissa me sonrió, con brillantes y perfectos dientes y grandes labios. Asentí hacia
él, distraída, y sonreí de regreso a Marissa. Me pregunté si ella podía hablar o solo era
para mostrar.

Grady comenzó a alejarse, arrastrando a Marissa con él.

—Si nos disculpan, vamos a tomar un trago y luego a salir al muelle. Chicos,
deberían unirse a nosotros pronto. Es una hermosa noche.

Lo observé irse. Tenía una cualidad magnética que hacía difícil apartar la mirada.
Theo entrecerró los ojos hacia mí y luego gimió.

—¡Oh, no! ¡No tú también! Por favor, dime que no vas a convertirte en un charco
femenino cada vez que él esté cerca. Y se pregunta por qué no nos gusta invitarlo a
lugares con nosotros.

Negué con la cabeza para despejarla.

—Estoy bien. Estoy bien. Solo no estaba esperando todo eso. Él debería venir con
advertencia o algo.

—Necesitamos más alcohol. Encontremos a Rue —dijo Theo, gruñendo.

De repente, todo el impacto de las palabras de Grady se registró en mí. Chillé y me


enganché en el brazo de Theo.

—¡Quiere hablar conmigo sobre mi fotografía! ¡Eso sería increíble!

Theo sonrió y negó con la cabeza.

—Para eso están los amigos, tonta.

Siguiendo a Grady a la cocina, nos encontramos a Rue coqueteando


escandalosamente con un chico de apariencia latina, riéndose y frotando su brazo.

—¡Sadie! —chilló—. Ven a conocer a Hendrix.

Dije hola y Hendrix tomó mi mano, elevándola a sus labios para besarla antes de
volver a Rue y envolver un brazo alrededor de sus hombros, arrastrándola a su lado.

Rue soltó una risita de nuevo y se fundió contra él mientras Theo y yo nos
quedábamos en un incómodo silencio y nos servíamos una bebida. Hendrix había
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tirado a Rue contra él y estaba susurrando en su oído. Ella puso una mano contra su
Página

pecho, sus ojos cerrados y mordiendo su labio, y asintió a lo que fuera que estuviera
sugiriendo.
Entrecerré los ojos a Theo, rogándole en silencio que nos salvara. No quería estar
aquí y ver esto. Theo inclinó su cabeza hacia la terraza, y di la vuelta, dejándole
enseñarme el camino. Nos apoyamos en los cables de acero que rodeaban la terraza y
contemplamos el cielo nocturno. Ahora veía lo que quiso decir Grady. La vista era
impresionante. Las estrellas cubían el cielo como chispitas en un cupcake, y debajo
de nosotros las olas rompían contra el malecón, el sonido como una banda sonora
relajante para la noche. Un pequeño camino a la izquierda dirigía a un muelle que se
extendía sobre el agua, terminando en una cubierta con techo de chapa. Unas
antorchas se alineaban en el camino y al final del muelle, y a la derecha, ardía una
fogata rodeada de bancos de piedra donde algunas parejas se acurrucaban a asar
malvaviscos.

Un chillido ensordecedor detrás de mí me sacudió en posición vertical y giré en


dirección al sonido.

Rue se acercó, tirando de Hendrix a la terraza con nosotros.

—¡Lo sé! —gritó—. Juguemos verdad o reto sucio en el muelle. Como en los viejos
tiempos. —Arrastró a Hendrix por las escaleras y se dirigió a Theo y a mí con una
mirada con ojos muy abiertos—. Ustedes dos mejor traigan sus culos aquí abajo.

Theo dio un indefenso encogimiento de hombros y nos alineamos detrás de ella.


Recogió gente mientras iba, llevando a Grady, Marissa, Boone, Wyatt, Trevor, Dylan
y un pequeño grupo de chicas que no reconocí a lo largo del camino.

Terminamos sentados en un círculo abierto en el muelle, Wyatt y Trevor


establecieron un par de botellas de licor en el centro. Estaba apretujada entre Boone
y Theo, mis rodillas presionadas contra las de ellos. Una brisa salada soplando hacia
la tierra azotaba mi cabello en todas las direcciones, por lo que incliné mi cabeza
atrás y lo recogí de forma desordenada con el lazo azul que estaba en mi muñeca.
Cuando me enderecé, vi que West se había deslizado en el círculo y estaba sentado
directamente frente a mí.

Mi corazón estalló en un latido extra, titubeando su ritmo constante.

¿De dónde había salido? No era que lo hubiera estado buscando antes.

West parecía que se había tomado el tiempo para volver a casa por una ducha rápida.
Su cabello estaba húmedo alrededor de los bordes y llevaba una vieja camiseta de
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concierto que se ajustaba alrededor de sus hombros. Su camiseta lucía suave y tuve el
Página

impulso de pasar mi mano sobre su pecho para sentir la contradicción del algodón
desgastado sobre el músculo sólido. Él atrapó mi mirada y me dirigió una sonrisa.
Desvié la mirada rápidamente, nerviosa de ser atrapada mirándolo fijamente. Su ego
no necesitaba más estímulo.

—¡Muy bien! —Rue aplaudió con sus manos, llamando la atención de todos—. Para
aquellos de ustedes que no han jugado verdad o reto sucio con nosotros antes, aquí
están las reglas. Una persona hace una pregunta al grupo. Si te niegas a responderla,
puedes elegir reto. Tomas un trago, pierdes una pieza de ropa o besas a alguien. La
persona que hizo la pregunta decide qué pieza de ropa pierdes o a quién besas, si
eliges ese reto. Y lo más importante, no puedes, bajo ninguna circunstancia, elegir el
mismo reto dos veces seguidas. Aunque… —Se detuvo para mirar alrededor del
círculo y dejó escapar una risita borracha—, no estoy segura que besar a alguien de
este grupo cuente como una dificultad. —Se apoyó en Hendrix—. Las preguntas se
moverán alrededor del círculo hacia la derecha. —Ella señaló a la izquierda, pero no
pareció darse cuenta de la contradicción—. No tienes que responder a tu propia
pregunta. ¿Quién quiere empezar?

Una de las chicas que no reconocí elevó su voz.

—¡Yo lo haré! —Arrojó su cola de caballo sobre su hombro y nos parpadeó debajo de
su espeso flequillo—. Um, ¿te has acostado con alguien sentado aquí?

Sorprendentemente, todos antes de mí dijeron que sí. Cuando llegó mi turno y dije
un tranquilo no, cada cabeza masculina giró en mi dirección. Era como si pudieran
oler la carne fresca. Así es como debe sentirse un ratón cuando el gato está
interesado mitad en la persecución y mitad en la comida final. Para mi alivio,
Hendrix y otra de las chicas también respondieron no.

Aunque, mirando alrededor del círculo, no me importaría ser perseguida por uno de
estos chicos, tuve una sensación de hundimiento de que este juego podría no
terminar bien para mí.

La otra chica que dijo que no fue la siguiente. Miró hacia arriba al aire, como si la
inspiración caería de las estrellas y la tierra en su boca abierta.

—Entonces, todo el mundo tiene tatuajes en estos días. Por tanto, explíquennos lo
que quiere decir uno de sus tatuajes.

Grady tenía un tatuaje en memoria de su mamá. Marissa tenía un corazón en el


interior de su muñeca porque “solo le encantaba el amor”. Rue atrapó mi mirada
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desde el otro lado del círculo y puso sus ojos en blanco ante eso. Hendrix tenía un
Página

trébol de cuatro hojas para la suerte. Theo no tenía ningún tatuaje, por lo que
terminó perdiendo su camisa. Mostré mi tatuaje de un avión de papel y murmuré
algo sobre amar viajar; otra mentira. No hablaba sobre el verdadero significado
detrás de este, nunca. No era mi secreto para compartir.

Rue me sonrió. Se volvió y mostró la parte superior de una pluma de pavo real que se
curvaba a lo largo de su espalda.

—Me recuerda que la belleza es solo superficial, y que, a veces, las cosas más bonitas
no son lo que parecen —dijo ella, con una mordida en su voz.

Grady volvió la cabeza hacia ella y se quedó mirándola fijamente, pero ella se rehusó
a mirarlo a los ojos. En su lugar, ella envolvió uno de sus brazos alrededor de los
bíceps de Hendrix y apoyó la cabeza en su hombro. La chica con la cola de caballo
tampoco tenía tatuajes y tuvo que renunciar a su camisa, para el disfrute de los
chicos.

Más preguntas siguieron. ¿Cuándo perdiste tu virginidad? Theo se negó a responder


y dejó caer un picotazo rápido en mis labios. ¿Qué edad tenía la persona de mayor
edad con la que te hayas acostado? Grady y West compartieron una mirada, y ambos
optaron por un chupito. Extraño. ¿Alguna vez has estado enamorada? No estaba
segura de cómo clasificar a Imbécil, así que tomé un chupito. También lo hicieron la
mayoría de los chicos, menos Grady y West que terminaron sin camisa porque
habían tomado chupitos la última vez. Rue también omitió responder, golpeando un
chupito a Patron y limpiándose la boca con el dorso de la mano.

Cuando me negué a responder a la pregunta de Boone acerca de con cuántas


personas había dormido, elegí a perder una pieza de ropa. Boone me examinó
lentamente. Él ya había sido reducido a sus bóxers. Asumí que iba a perder mi camisa
en primer lugar, que en realidad no me molestaba, pero Boone me sorprendió.

—Quítate la camiseta sin mangas —dijo, acercándose a mí. Tragué saliva y logré
dirigirme, manteniendo mi top rosa puro. Mi sujetador negro era claramente visible
debajo. Había pensado que me quedaría cubierta un poco mejor ya que había llevado
capas dobles, y me crucé de brazos. No podía dejar de mirar a Boone junto a mí, cuya
mirada estaba pegada a mi pecho. Bajando la mirada, me di cuenta que mi posición
empujaba mis niñas más de lo que las ocultaba, así que caer mis brazos y encorvé mis
hombros. Dios mío. Sin esperar a la siguiente ronda, me tomé otro chupito.

No era exactamente una mojigata. Un sujetador no era tan diferente de una parte
superior de un traje de baño, y regularmente brincaba en bikini en el trabajo,
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aunque en uno discreto. Pero este ambiente se sentía diferente. La luz parpadeante.
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Las hormonas saturando el aire salado. Era íntimo de alguna manera. Y solo había
intimado con Imbécil antes. Si bien esa noche con Jared técnicamente contaba, no se
había sentido íntimo. Habíamos sido distantes, apresurados e impersonales, como
había esperado. Bueno, está bien, había esperado sexo decente, pero el estado de
ánimo había sido el que había estado buscando. No este compartimiento sombreado
de secretos y piel y labios.

Tal vez solo me estaba emborrachando. Siempre pensaba demasiado en las cosas
cuando estaba borracha.

Ni siquiera había escuchado la siguiente pregunta, pero de repente Marissa estaba


diciéndole a Boone que tenía que besarme. Torciéndose hacia mí, envolvió su mano
grande en la parte trasera de mi cuello e inclinó mi rostro hacia él.

Claramente, iba por más que el rápido beso que había compartido con Theo.
Succioné una respiración. Bajando la cabeza hacia mí, él rozó sus labios sobre los
míos, lo cual me dio tiempo para aprender la forma de su boca. Mis manos lo
agarraron por los hombros en apoyo mientras nos apoyábamos el uno en el otro.
Boone lo tomó como un estímulo porque envolvió su otro brazo alrededor de mi
espalda y apretó nuestros pechos antes de deslizar su lengua en mi boca. Sabía a
tequila. Absorta en el beso, la humedad de nuestros labios y la presión de sus dedos
sobre mi piel, apenas escuché los silbidos detrás de nosotros, y fui lenta para
alejarme.

Boone tenía una sonrisa extremadamente satisfactoria en su rostro mientras los otros
chicos lo alentaban. Me quedé mirando las botellas de licor en el centro del círculo
mareada, sorprendida de me había perdido en el beso tan a fondo.

¿Cuánto había bebido de nuevo?

El peso de un par de ojos se clavaron en mí, y miré detenidamente a través del


círculo a West por debajo de mis pestañas. Tenía la mandíbula apretada, y estaba
fulminándome con la mirada. Levantando la cabeza, le devolví la mirada. ¿Cuál era
su problema, de todos modos? Era solo un maldito juego.

Cuando la chica con la cola de caballo eligió una apuesta, se inclinó a Trevor y le
susurró algo al oído.

Poniendo los ojos en blanco, Trevor se rio.


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—Lo que sea. Puedes besar a West. —Excitada, saltó hacia él en tan solo su ropa
interior y se arrodilló. Lanzándome una última mirada de enojo, West la agarró en
Página

sus brazos, la inclinó sobre la espalda y le metió la lengua hasta la garganta,


besándola profundamente. Miré estupefacta mientras sus brazos se aferraban a su
espalda y ella gemía.

Era solo un juego. Solo un jodido juego.

La mano de West se movió desde su cadera para cubrir su pecho. Sentí que se me
revolvía el estómago y me obligué a mirar hacia otro lado. Era solo el alcohol, me
dije. Pero aun así, me bebí otro chupito, cualquier cosa para distraerme de la
demostración ostensible. Incapaz de evitarlo, robé otra mirada hacia West y
encontré que Cola de Caballo se había dejado caer en su regazo. La mano de él estaba
cubriendo la mayor parte de su muslo desnudo.

Mi estómago se sentía mareado. No estaba segura de si era el espectáculo que West


estaba montando o un exceso de alcohol, pero de cualquier manera había tenido
suficiente. Me puse de pie y me deslicé en silencio por el muelle, tratando de
encontrar el camino de vuelta a tierra firme. Cuando estiré una mano para no perder
el equilibrio, noté que había luces escondidas en la cuerda bajo la verja del muelle
que iluminaba el camino. Me concentré en permanecer entre las líneas y no mirar
atrás. La ira se levantó dentro de mí, caliente y dolorosa, y tropecé con una tabla
suelta.

—Estoy bien —pronuncié, tratando de convencerme. El aire cálido del mar soltaba
mechones de mi cabello y los volaba alrededor de mi rostro. Les di un manotazo y
tropecé de nuevo. Dios, estaba tan borracha que no podía caminar en línea recta y
estaba hablándome a mí misma. Jodidamente clásico.

Cuando finalmente llegué al final del muelle, viré a la derecha, más lejos de la casa y
en la acogedora oscuridad. Me dirigí hacia el dique y me incliné sobre este, vaciando
el estómago revuelto en las olas debajo.

Bajé la mirada hacia el agua pulsante, observando los patrones que hacían los reflejos
la luz de la antorcha. Era casi hipnótico, la forma en que se retorcía y ondulaba sobre
las olas. Fascinante. Seductor, incluso. Rogándome que fuera a jugar. Pero sabía
mejor. Sabía que no debía aceptar la invitación y ponerla en mi cabeza, donde no
podía ver el fondo, no podía predecir lo que vendría a continuación. Era entonces
cuando salías herido. A partir de ahora, iba a jugar a lo seguro.

Me limpié la boca con el dorso de la mano y metí mechones de cabello detrás de mis
orejas. Mis pies se sentían un poco más firmes cuando desanduve mis pasos. Ya era
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hora de encontrar la calle y volver a casa.


Página
La gente estaba dirigiéndose por el muelle cuando llegué. Si bien este no era el tipo
de juego que terminaba por coronar a un ganador, me sentía como si hubiera
perdido, solo que no estaba segura qué.

Boone me vio primero y se acercó.

—Oye, creo que esto es tuyo —dijo, y me entregó mi camiseta sin mangas. Ni
siquiera me había dado cuenta de que lo había olvidado.

Avergonzada, asentí en agradecimiento y me metí detrás del tronco de una palmera


cercana para arreglar mi ropa. Cuando volví, West pasó con Cola de Caballo
aferrándose a él como un percebe. Las manos de él sostenían su culo, las piernas de
ella estaban envueltas alrededor de su cintura, y parecía que había visto demasiadas
películas de vampiros por la forma en que estaba atacando su cuello. Me quedé
congelada, incapaz de apartar los ojos.

Boone se movió a mi lado y me pasó un brazo por la cintura.

—¿Quieres echarle un vistazo a la hoguera? —susurró, sus labios rozando mi oreja.


Levanté la vista hacia él, con su cabello enmarañado enredándose en la brisa, y su
cuerpo desgarbado de skater. Me estremecí y dejé que me tirara más cerca.

—Absolutamente.

Dos horas y cuatro bebidas de ron más tarde, había perdido a Boone. Habíamos
estado compartiendo una manta y acurrucándonos junto al fuego, riéndonos y cada
vez más borrachos. Se había ido para conseguir que nos recargaran, pero nunca
regresó. Me envolví en la manta y me tambaleé por los escalones del porche. Boone
estaba tumbado en una tumbona.

Molesta, me acerqué a él y le di un codazo con mi rodilla. No se movió. Fruncí el


ceño y le di un codazo de nuevo, esta vez más fuerte. Un fuerte ronquido salió de él,
y dejó caer su brazo a través de su rostro.

¿En serio? Con el ceño fruncido, puse mis manos en las caderas y miré a su
alrededor. Grady también estaba estudiando a Boone.
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—Creo que está fuera de combate —dijo con un gesto de disculpa. Me quedé
Página

mirando a Grady, tratando de descifrar qué hacer ahora a través de mi bruma


inducida por el alcohol. Observé el ron en el mostrador junto a él y me acerqué a la
botella, pero Grady agarró mi muñeca con dedos suaves antes de que pudiera
agarrarla—. Creo que es posible que desees esperar antes de eso.

Lo miré. Podía tener razón, pero ¿quién se creía que era? ¿Mi jefe?

Mi cerebro lento procesó la horrible verdad de esa idea. Estaba borracha, más allá de
borracha, delante de mi jefe. ¿Qué estaba mal conmigo? Tenía que volver a casa.
Ahora.

Miré alrededor de la habitación, entrecerrando los ojos por la luz brillante de la casa.

—¿Dónde está Theo?

—¿Theo? —preguntó Grady—. Tuvo que irse hace una hora. Emergencia familiar.
Algo sobre su padre.

Maldita sea. Retorcí mi rostro con confusión, tratando de pensar.

—Está bien —dijo Grady—. Puedes quedarte aquí. Tengo algunas habitaciones de
huéspedes adicionales.

—Um… gracias, no, eso está bien. Solo quiero ir a casa. —Me concentré en no
arrastrar mis palabras.

Wyatt se volteó. Ni siquiera me había dado cuenta que estaba allí.

—Puedo llevarte a casa. Soy el conductor designado de esta noche. ¿Estás lista?

Wyatt era mi nuevo héroe.

—Claro, solo tengo que encontrar a Rue. —Giré mi cabeza en ambas direcciones,
pero no la vi enseguida.

—Oh, mierda, me olvidé de ella. Solo tengo espacio para uno más en mi auto.
Espera. ¡West! ¡West! —gritó Wyatt través de la habitación, y quise que el piso se
abriera y me tragara—. ¿Tienes espacio para Sadie y Rue en tu camioneta? ¿O solo
una y puedo tomar la otra?

West se acercó para estar junto a nosotros. Cola de Caballo no estaba a la vista.

—Puedo llevar a ambas. Es posible que tengas que ayudarme a cargar Rue, sin
embargo.
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Mis ojos se dispararon hacia él y traté de concentrarme.


Página

—¿Qué quieres decir con ayudar a cargarla?


West suspiró y agitó los dedos para que lo siguiera a la sala de estar. Rue estaba en
coma en el sofá, con un hilo de baba en la mejilla. Grady también nos había seguido
y sacudió su hombro suavemente. Ella no reaccionó. Grady y West se miraron y
tuvieron algún tipo de rara conversación tácita.

Grady fulminó con la mirada a West.

—Está bien, pero me lo debes. —Grady se volvió hacia mí—. Mira, Sadie, ya está
dormida aquí en el sofá. Le traeré una manta y solo déjala dormir aquí. La puedo
llevar a casa en la mañana.

Protesté, sabiendo que se pondría furiosa si la dejaba aquí. No estaba segura de qué
estaba pasando entre ella y Grady, pero no creía que despertarse en el desayuno con
él y Marissa fuera una buena idea. Traté de agarrar sus brazos y arrastrarla a una
posición sentada, pero no pude por mi cuenta. Cediendo, saqué mi teléfono y envié
un mensaje de texto de disculpa a Rue, sabiendo que lo encontraría en la mañana.

Cuando miré a West, me di cuenta de que estaríamos solos en su camioneta. O tal


vez no. Tal vez Cola de Caballo iba a volver a su lugar con él. Dios, solo la idea de
montar con ellos mientras se acosaban sexualmente me revolvió el estómago.

—¿Dónde está Wyatt? —le pregunté, mirando a la cocina, donde había estado Wyatt
por última vez—. Puedo irme con él, entonces. Dijo que tenía espacio para uno.

West negó con la cabeza.

—Se va en otra dirección primero para llevar a Dylan y Trevor a casa. Tiene más
sentido que yo te deje rápidamente de camino a mi casa.

Metí la lengua en la mejilla e incliné la cabeza a un lado, tratando de retrasarlo.

—¿Qué hay de Cola de Caballo? ¿Esto no pondrá obstáculos a tus planes?

—¿Cola de Caballo? —Pareció confundido—. Ah, ¿Bethany? Nah, se fue con Alexis
hace unos minutos.

—¿Así que solo somos tú y yo?

Sus párpados cayeron a media asta, y un lado de su boca se curvó hacia arriba.

—Solo tú y yo —confirmó, arrastrando las palabras—. Creo que te estoy rescatando


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de nuevo, después de todo.


Página
M
e desperté con el sonido de un jadeo. Caliente aire húmedo resoplaba
contra mi rostro. Cuando algo húmedo empujó mi mejilla unos segundos
más tarde, me aparté. Confundida, abrí mis ojos y mirándome fijamente
estaban los ojos marrones más tristes y más caídos que había visto jamás.

¿Qué demonios?

Ahogué un grito y me esforcé por sentarme en la cama. Parpadeando contra el


martillo golpeando mi cráneo, caí sobre mi codo y me di cuenta de dos cosas a la vez.
Uno, conocía esos ojos. General Beauregard estaba mirándome, abriendo la boca en
un gran bostezo, saliva extendiéndose entre sus carrillos. Dos, definitivamente no
estaba en mi cama.

Bajando la mirada para ver un brazo tatuado rodeando mis caderas, fui más lenta
para darme cuenta del hecho más importante. Tampoco estaba sola. El brazo se
movió un tramo, y el hombre a mi lado también bostezó.

West.

Mi codo cayó debajo de mí, y me puse de espaldas mirando el techo, tratando de


forzar mi débil cerebro a trabajar. ¿Qué carajos pasó cuando dejé la casa de Grady?

West se inclinó hacia mí para frotar las orejas del General Beauregard.

—Buenos días, muchacho. ¿Estás listo para salir? —La voz de West era un ruido
chirriante que resonó a través de mí. Su pecho desnudo se presionaba contra mi lado
izquierdo, y si me levantaba una mínima fracción, podría lamerle el hombro. Cerré
los ojos contra la tentación y tomé una respiración profunda. Olía a jabón, sal y
cítricos. Olí a West. Tragué un gemido.

General Beauregard dejó escapar un aullido suave de pura dicha y apoyó su cabeza
contra mí. Cuando me di vuelta para mirarlo, su lengua limpió mi mejilla, y su cola
golpeó contra el piso. West se rio y le dio una última palmada al perro.
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—Lo sé, amigo. Ella se ve bien a primera hora de la mañana.


Página

Mis mejillas se calentaron. Y otras partes también.


Su brazo rozó mis pechos mientras se retiraba, y mi pezones florecieron en respuesta.
Tiró hacia atrás la colcha de su lado y se dirigió a la otra parte de la habitación hacia
un juego de puertas corredizas de vidrio, abriendo una lo suficiente para que el perro
saliera. La salida del sol asomaba sobre el océano a través del cristal, pero apenas lo
registré antes que mis ojos volvieran a West.

Me quede mirando un par de bóxers. Era todo piel dorada y músculo magro, con un
culo apretado abrazado por una fina tela negra. Estaba celosa de esa tela. Cuando se
volvió para enfrentarme, la definición en forma de sus abdominales estuvo en
exposición, su torso estrechándose en una tentadora V antes de desaparecer. Mis ojos
cayeron más abajo, contemplando el aumento prominente en sus pantalones cortos.
Tal vez todavía estaba soñando. Eso explicaría todo, excepto el martillo perforador
en mi cráneo. La luz se atenuó mientras cerraba las cortinas y bloqueaba la luz.

Cayendo de nuevo en la cama y cubriéndose la parte inferior del cuerpo, se puso de


costado y me enfrentó, un brazo serpenteando por debajo de la almohada donde
reposaba su cabeza, el otro apoyado entre nosotros. Mantuve mis ojos en sus dedos y
traté de concentrarme. Hice un rápido inventario de mi cuerpo. Mi cabeza estaba
palpitando, pero la habitación a oscuras ayudaba.

Mi estómago estaba apretado, pero culpé de esto más a la vista que a la resaca. Tensé
mis piernas experimentalmente. Mis muslos se sentían… bien. Nada de dolor en
absoluto. ¿Qué significaba eso? ¿El sexo había sido malo? O tal vez había sido como
con Jared, y el acto había terminado tan rápido que mis músculos ni siquiera
consiguieron ejercitarse.

—Café —dije con voz ronca, alejándome de él. No podía esperar pensar con claridad
sin café. Me senté en el borde de la cama y me tambaleé por un momento. Jesucristo,
mi cabeza. Mirando hacia abajo, vi que solo llevaba puesto una de las camisas con el
logotipo de la barra de Wreck y mi ropa interior. Mis jeans estaban en el piso cerca
del extremo de la cama, y me los puse , agradecida por el gran tamaño de la camiseta.

Sin mirar atrás, salí de la habitación, pensando que no podía ser tan difícil encontrar
la cocina. Efectivamente, estaba al final del pasillo a la derecha. Empujé mi cabello
salvaje fuera del rostro y miré alrededor de la habitación demasiado brillante. La luz
de la mañana se filtraba a través de las ventanas sin cortinas y se reflejaba en la
nevera de acero inoxidable de gran tamaño. Iba a tomar la banda elástica para el
cabello de mi muñeca, pero había desaparecido junto con el resto de la ropa.
77
Página

Café. Lo olí. Tenía que estar cerca. Caminado más lejos, lo vislumbré. Justo después
de la esmaltada tostadora retro, un bote de vidrio estaba debajo de la cafetera
pequeña, llena hasta la mitad con oro líquido de color marrón. Tomé una taza del
fregadero, sin preocuparme si estaba limpia o sucia, y la llené hasta el borde.
Apoyándome contra el mostrador, inhalé profundamente, tratando de expulsar el
olor de West de mi mente.

Cuando tomé mi primer sorbo, Wyatt entró en la habitación, vestido solo con
bermudas. Tragué por el camino equivocado, tosiendo y escupiendo antes de dejar la
taza detrás de mí, mis pulmones ardiendo. ¿Qué había en estos tipos que se metía con
mi capacidad básica de respirar correctamente? ¿Y qué mierda estaba haciendo
Wyatt aquí?

Wyatt se estiró a mi alrededor para servirse una taza.

—Buenos días —dijo, sonriéndome con una expresión conocedora mientras sus ojos
corrían a lo largo de mi cuerpo.

Lo miré con horror creciente.

Oh. Mi. Dios.

¿Tuve un trío anoche?

Wyatt tomó otro trago y se acercó por el pasillo hacia la habitación de West. Se
detuvo en la puerta abierta del West.

—Surf en veinte minutos, hermano. ¿Vienes?

Sentí mi rostro arder con su elección de palabras. ¿Se había corrido esta mañana?6

No pude escuchar el resto de la conversación, solo su risa esporádica. Oh, querido


dulce Jesús, no dejes que se rían de mí, le rogué. Observé mi taza de café como si
tuviera todas las respuestas y luego bebí el líquido caliente tan rápido como pude sin
quemarme.

Diez minutos más tarde, mientras terminaba mi segunda taza, West llegó al final del
pasillo, también vestido con bermudas.

Solamente bermudas. ¿Eran alérgicos a las camisetas? ¿Yo estaba usando la última
limpia o algo?

Fue a servirse una taza de café y solo quedaban las sobras. Mi culpa. Mientras volvía
78

a llenar la máquina, me miró con recelo.


Página

6 Juego de palabras. Sadie asocia la pregunta de Wyatt con la acción de llegar al orgasmo, ya que en
inglés se usa la palabra “come” para referirse a la acción de “venir” y “correrse” respectivamente.
—¿Cómo te sientes esta mañana? ¿Puedo darte un aventón a tu casa?

Un aventón7. Mi mente volvió a su dormitorio y su cuerpo casi desnudo en la cama


junto a mí. Casi podía imaginarme debajo de él, sus caderas estrechas flexionándose
entre mis piernas. Me asomé por la ventana sobre el fregadero en lugar de mirarlo a
los ojos. Está bien. Sabía dónde estaba. Estaba a unas pocas cuadras de casa.

—Estoy bien —dije—. Puedo caminar.

West apoyó la cadera contra el mostrador y me miró.

—¿Estás segura? No es un problema. Sé…

—Está bien —interrumpí, levantando mi taza para un último trago. Mi cabeza era
tolerable ahora.

Me estudió por un largo minuto.

—Está bien. Déjame agarrar tu ropa. —Desapareció a la vuelta den la esquina y


regresó con una bolsa plástica anudada de Bi-Lo—. Traté de enjuagarlas por ti. Pensé
lavarlas, pero la camisa rosada se sentía toda delicada y mierda, y no quise
estropearla.

Tomé la bolsa, sin entender lo que estaba tratando de explicar, pero con ganas de
hacer una escapada rápida.

—Está bien.

Lideró el camino a través de una acogedora pero masculina sala de estar hacia la
puerta principal y me siguió al porche. Enfrentándome a él nerviosamente,
humedecí mis labios.

—Hicimos… tú y yo; o yo, tú y él; ¿hicimos…? —Mi voz se apagó, incapaz de


terminar mi pregunta. Cuando no respondió de inmediato, le eché un vistazo.

Me miró con una mirada firme.

—¿Se siente como que tú y yo, o yo y tú y él, hicimos algo? —Su voz era tranquila,
sin revelar nada.

Entrecerré los ojos sobre él y enderecé mi espalda. Usando mi voz más dulce, planteé
la hipótesis.
79
Página

7Juego de palabras: En inglés se usa la frase “give a ride” para “dar un aventón” y “ride” para “montar”,
hablando en el sentido sexual. De ahí la confusión.
—Quizás no fue tan memorable.

Me miró. Inclinándose hacia delante, agarró mis brazos, no fuerte, pero lo suficiente
como para mantenerme en mi lugar. Bajó la cabeza cerca de la mía, sus labios casi
rozando mi oreja, y en un susurro áspero dijo:

—En primer lugar, no comparto con nadie, ni siquiera con mi hermano. Y, Sadie,
confía en mí, cuando durmamos juntos, lo sabrás. —Me aparté, ahora confundida.
Debió haber visto eso, porque cruzó los brazos sobre su pecho y me miró con
exasperación—. ¿Recuerdas algo de anoche?

Aparté la vista de él.

—Recuerdo que ibas a darme un aventón a casa.

—Correcto. Y luego cuando llegamos a tu casa, vomitaste todo en los arbustos antes
de que incluso pudieras subir las escaleras. Fue tan excitante. —Frunció los labios
con molestia—. No podía dejarte sola así. Mi abuela me hubiera pelado vivo si se
enterara que te había dejado así para valerte por ti misma. Pensé en traerte aquí para
que durmieras. Ensuciaste tu camisa, por lo que te puse una de las mías. Como dije,
traté de limpiarla por ti lo mejor que pude. Estaba preocupado de que volvieras a
enfermar, y quería estar cerca, por lo que simplemente te puse en la cama conmigo.

Alcé la ceja.

—Conveniente. —Mi tono fue acusador.

Levantó un hombro en encogimiento.

—Eso pensé. ¿Sabías que roncas?

—¡No lo hago!

Sonrió con suficiencia, pero no dijo nada.

Lo fulminé con la mirada un momento más antes de que mis modales empezaran a
funcionar de mala gana.

—Por lo tanto, supongo que debería decir gracias por cuidar de mí. No tenías que
hacer eso. La mayoría de los chicos no lo harían.

—No soy la mayoría de los chicos. Pero tienes razón, damiselas en apuros
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normalmente no son lo mío. Tú solo pareces necesitar más ayuda que la mayoría.
Página

Enderecé mi espina dorsal.


—¿Disculpa?

La expresión de su rostro era de pura incredulidad.

—El océano, el hotel, anoche. Deberías venir con una etiqueta de advertencia o algo
así. “Necesita ser salvada de sí misma”. —Se rio entre dientes.

—Soy perfectamente capaz de cuidar de mí misma —farfullé, ofendida. ¿Quién


demonios lo había designado mi caballero blanco en pantalones cortos, de todos
modos?

Me sonrió, y supe que estaba disfrutando de esto.

—Si tú lo dices.

Apreté los dientes.

—Como dije, debería decir gracias.

—Pero no lo harás —terminó.

Le sonreí, o al menos traté. Se sintió más como que tal vez trataba de mostrar mis
dientes antes de darme la vuelta y bajar las escaleras a la calle, negándome a mirar
atrás, aunque sentí sus ojos en mí hasta que di la vuelta en la esquina.

Tres días después, salté por el camino a la playa, exuberante. Era martes, mi día libre
de esta semana, y había pasado toda la mañana paseando por el complejo y tomando
fotografías. Cuando me había encontrado con Grady después del almuerzo, había
tenido un montón de fotos para mostrarle. Había sido receptivo e incluso descargó
dos docenas de fotografías de mi tarjeta de memoria para mostrar a su jefe la
siguiente semana. Rue me había ayudado a pensar en algunas formas de atar la
fotografía a la página de Facebook de Edge, y Grady pareció especialmente intrigado
cuando le lancé esa idea. Dijo que estaría en contacto, pero que estaba bastante
seguro que de seríamos capaces de llegar a algo que me dejara ponerme más detrás
del lente de la cámara. La reunión había ido mucho mejor de lo que había esperado.

Me dirigí a la playa para ver qué más podía capturar para mi portafolio antes de que
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la multitud se fuera. Sabía que estaba terminando un concurso de castillos de arena


para niños, y quería conseguir una toma de ello.
Página
Premio Gordo. Di un paseo alrededor de la zona frontal de la playa, agachada y
coaccionando a que los niños posaran junto a sus creaciones. Sus emocionados
rostros brillando detrás de las montañas de arena mojada eran entrañables. La alegría
inocente del momento se planteaba bien en las fotografías. Hice zoom a un cangrejo
violinista atrapado en el foso de una fortaleza abandonada de uno de los niños.
Tomando un puñado de rápidos disparos, tomé una panorámica con la cámara
todavía sostenida a mi ojo.

El rostro de West apareció en mi pantalla, magnificado.

—¿Qué haces aquí? —exigí, sorprendida, y bajé mis brazos tímidamente.

—¿Hoy? Estoy conduciendo el barco de parasail. El chico habitual de Grady se


reportó enfermo, y yo estaba libre, así que aquí estoy. ¿Qué estás haciendo? Pensé
que eras salvavidas.

—Lo soy. Pero se supone que soy fotógrafa. Es decir, soy fotógrafa, es solo que es
difícil poner en marcha un nuevo negocio.

West se rio.

—Sí, te apoyo en eso. La puesta en marcha es una perra.

Lo miré, desconcertada.

—¿Estás tratando de entrar en el negocio del parasail? ¿Pensé que el complejo era el
dueño del barco y la vela?

—Lo son, y no. Aunque le debía un favor a Grady. —Sonrió.

—Está bien —dije, dando un paso de distancia—. Te dejaré que vuelvas a ello,
entonces.

—¿Alguna vez has estado arriba? —Dio un paso que reflejó el mío, manteniéndose a
la par conmigo.

—¿En un parasail? Eh, no. Y no planeo hacerlo.

—¿Por qué no? Es facilísimo. Solo… flotas. Solo que al final de una cuerda en lugar
de en el agua.

—Exactamente.
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—¿Exactamente qué? —Sus cejas se hundieron.


—Está sobre el agua.

Me miró de reojo, comenzando a comprender.

—Está bien. Tienes miedo al agua. Bueno, consideremos este el paso uno en la
curación de tu fobia. No vas a ir al agua. Irás sobre el agua. Muy por encima.

—¿Qué pasa si me caigo?

Se giró de frente hacia mí y dejó caer su barbilla para encontrar mis ojos bien
abiertos.

—No te dejaré caer. A veces, cuando doy la vuelta al final de la isla, tus pies se
hunden por un segundo, pero no vas a caer.

—¿No tienes clientes de pago con los que deberías estar ocupado? —pregunté.

—Estamos en un momento de calma. Y solo toma quince minutos. Vamos, déjame


ayudarte. Ahora vives en el océano. Tu miedo es ridículo.

Cambié mi peso de un lado a otro. Sosteniendo mi mano en mis ojos, escaneé el agua.
El océano se veía tranquilo en este momento. Para nada amenazante. Los niños
pequeños salpicaban donde las olas rodaban sobre la playa. Ni siquiera tenían miedo
de mojarse sus pies.

—De acuerdo, bien —dije, cediendo con renuencia.

Lo seguí al límite de la propiedad del complejo, donde estaba la cabaña para


recorridos en parasail, y enormes mariposas se echaron a volar en mi estómago, ya
fuera por mi muerte inminente o por la presencia de West, no estaba segura.
Entregué mi cámara y bolsa a Josie, la asistente del lugar, y luego me quité los
zapatos antes de arrastrarme hacia el arnés después de West. Josie siguió y me ayudó
a enganchar todas las correas mientras West repasaba la perorata de seguridad.
Cuando explicó sobre la palanca de emergencia, lo miré con sobresalto.

—¡Pensé que dijiste que no podía caer!

Suspiró.

—No vas a caer. Confía en mí en esto.

—¿Cómo lo sabes?
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Página

—Estás atada. —Se agachó donde conectaban los cinturones cruzados alrededor de
mi pelvis, deslizando dos dedos debajo de los bordes y tirando para mostrarme que
no estaban flojos. Atrapando mi mirada, arrastró su mano de un lado de mi cadera a
través de mi estómago hacia al otro lado de mi cadera, sus dedos rozando la parte
superior de mis pantalones cortos color coral. Las mariposas rebotaron en mis
costillas. Y tiró de nuevo—. ¿Ves? Todo seguro.

Tomé una respiración profunda y miré donde sus dedos todavía estaban tocándome.
Calor quemó a través del algodón de mi camisa, calentando mi piel y encendiendo
mi sangre. Las pulseras de cable estaban colgando en su muñeca, una azul y blanca,
una verde y una de tonos bronceados. Mezcladas con esas habían una banda elástica
azul real. Mis dedos rodearon mi propia muñeca, donde normalmente llevaba mi
banda elástica para el cabello. Hoy tenía una blanca, pero me faltaba la azul desde mi
noche en casa de Grady. Extendí la mano y la toqué.

—¿Esa es mía?

Apartó su mano.

—Sí. La encontré en mi cama después de que te fuiste. Quería recordar devolvértela.

Lo miré con expectación.

—¿Qué? —Se encogió de hombros—. Parece que tienes otra. —Se giró y caminó
hacia el bote, dejando que lo viera por detrás, confundida. ¿No planeaba
devolvérmela entonces?

Minutos más tarde, era aerotransportada.

Él tenía razón. Se sentía exactamente como flotar. Como si yo fuera un globo y él un


niño pequeño corriendo tan rápido como podía, viendo al globo seguir todos sus
movimientos. Vi mi cabaña y Wreck. Demonios, incluso podía ver las siguientes dos
islas desde esta altura. Era hermoso. Liberador. Una gaviota pasó volando, y por un
segundo, nos elevamos lado a lado.

Desde aquí, el agua se veía benigna. Desde aquí, era difícil recordar que había
criaturas con dientes afilados y púas venenosas y mandíbulas fuertes, esperando su
siguiente víctima. Desde aquí, West se veía como un pequeño hombre de juguete
Lego en una bañera, moviéndose sobre la superficie.

Ociosamente, vi al bote hacer una gran vuelta en U.


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La vela se infló y se cerró de golpe a la vez, fuerte, cuando cambiamos direcciones.


La vela perdió velocidad. No estaba cayendo, pero estaba moviéndome más cerca del
Página

agua a un ritmo alarmante. Mi corazón subió a mi garganta, y mi pulso se duplicó.


Mordiendo mi labio con agitación, doblé mis piernas y metí mis rodillas hacia mi
pecho, tratado de escapar del torrente de agua en ascenso.

El océano ya no se veía inocente. Furiosas y espumosas olas llegaron a arrebatar mis


pies y tiraron de mí. Un pescado saltó a mi izquierda, y chillé. ¿Por qué carajos estaba
saltando? ¿Estaba tratando de escapar de un tiburón? Me movía más y más cerca, y
cerré mis ojos, indispuesta a ver más. El oleaje rugía mientras nos precipitábamos
hacia la costa, llamando mi sacrificio. Una fina espuma roció mis piernas. Gemí.

Cuando mis pies se sumergieron, abrí mis ojos apresuradamente.

Esto era el final. Estaba bajando. Arañé las correas sobre mí, tratando
desesperadamente de subir más alto y escapar. El agua tragó mis piernas por encima
de mis rodillas, y sentí mis ojos arder con lágrimas contenidas.

Abrí mi boca para gritar, pero nada salió. Era como una de esas pesadillas donde
sabes que no lo lograrás, y todo empieza a suceder en cámara lenta.

Sentí un tirón de mis caderas, donde el umbilical me conectaba al bote. Ya no estaba


hundiéndome.

Otro tirón me llevó unos treinta centímetros más alto, hasta que el agua estaba solo
en mis tobillos. Algo rozó la parte inferior de mi pie, y todo mi cuerpo se estremeció.
Y entonces, estaba elevándome de nuevo, volando como una cometa humana.

Esta vez, no pude apreciar la vista. Lágrimas brotaron de mis ojos y solo quería que
este estúpido recorrido terminara. Aspiré una enorme bocanada de aire, tratando de
contener los feos sollozos que amenazaban con estallar. El viento azotó los rizos de
mi cabello contra mi rostro, con pequeños latigazos punzantes que parecían burlarse
de mí. Algunas hebras se pegaban obstinadamente a las lágrimas arrastrándose por
mis mejillas.

Cuando llegué a una parada en la playa, agarré el arnés alrededor de mi cintura,


luchando por liberarme. Caí de rodillas, incapaz de encontrar el cierre. Josie se
apresuró a mi lado para asistirme y miró mi rostro con preocupación.

—Oye —susurró—. ¿Qué pasa? ¿Algo te pellizcó o algo así?

—Solo sácame de aquí —demandé, jadeando por control.


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Me liberó de las correas, y corrí a la cabaña, tropezando una vez en la suave arena.
Todo lo que podía pensar era en escapar. Vagamente registré la voz de West
Página

llamando mi nombre desde la distancia. Agarré mis zapatos y me apresuré por el


sendero, tomando un corto atajo de vuelta al estacionamiento. De ninguna manera
iba a esperar y permitir que me viera así.

Arrastré la parte inferior de mi mano sobre mis mejillas mientras caminaba,


sintiendo la gravilla de la arena pegándose a la espuma del mar y mis lágrimas. Saqué
una profunda y temblorosa respiración. Se terminó. Estaba bien. Saque las llaves del
auto de mi bolsillo.

Joder, necesitaba alcohol.

Me escabullí a Wreck, esperando que Wyatt no estuviera ahí. No quería ver ningún
recordatorio de West, nada que me recordara mi susto en el aire. Solo quería un
trago para calmar mis nervios. Una pequeña chica de cabello rubio con pecas estaba
rellenando las neveras rojas junto a la puerta delantera con cacahuates de una bolsa
grande. Busqué un barman, pero la chica parecía ser la única aquí.

Limpió sus manos en sus jeans y luego caminó detrás de la barra.

—Hola. ¿Puedo ayudarte?

—Un trago. Algo fuerte.

Su mirada era curiosa, pero no dijo nada mientras sacaba una botella del estante
superior y servía.

Deslizó el vaso sobre la barra y esperó mientras lo bebía. Hice una mueca de dolor
por la quemadura mientras tragaba. El calor se agrupó en mi estómago, y sacudí la
cabeza, haciendo trabajar mi boca contra el sabor.

Después de desatar una bolsa de kiwis, la chica agarró una tabla de picar y empezó a
cortar, dejando caer los trozos en otra gran nevera portátil roja de Coleman. La fruta
era dispersada sobre el mostrador, y supuse que estaba preparando el grog. Trabajó
en silencio durante unos minutos, mirándome de vez en cuando como si quisiera
hacerme una pregunta, pero estuviera tratando de contenerse. ¿Cuál era su
problema?

Entonces recordé que eran las tres y media un martes por la tarde, y estaba sola en
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un bar bebiendo.
Página

Y era la única que tenía un problema.


—Normalmente no soy así —sentí la necesidad de explicar—. Solo tuve una mala
tarde. Estaba este chi…

—Siempre hay un chico —interrumpió ella, poniendo los ojos en blanco—. Y


siempre es su culpa.

Sonreí. Me caía bien.

—Bueno, por supuesto que es su culpa.

Ella terminó con los kiwis y acercó una caja de melocotones.

—¿Quieres hablar de eso?

Me mordí el labio. Quería hacer cualquier cosa excepto hablar de ello. Recurrí a mi
bolso para pagar y me detuve de repente. Mi bolso. Todavía estaba en el centro
turístico. Detrás de la cabaña de parasailing. Maldije en voz baja.

—Ahhh…

—Hailey.

—Cierto, Hailey. Parece que estoy teniendo un muy mal día. ¿Ese chico que
mencioné antes? Tuve que escaparme, y me fui tan rápido que olvide mi bolso. Y mi
billetera. ¿Tal vez podría ayudarte a picar fruta o algo así por un rato a cambio de ese
trago? —Le lancé una mirada suplicante, pidiendo algo de solidaridad femenina.

Ella levantó una ceja.

—¿No quieres ir a buscar tu bolso? ¿Tienes tu teléfono?

Me quedé en silencio por un momento, la vergüenza por mi escapada apoderándose


de mí.

—No. Supongo que tampoco tengo eso. Pero no voy a regresar allí en este momento.
Tuve una especie de crisis nerviosa por algo estúpido y me humillé demasiado
delante de este chico. B-buscaré mis cosas más tarde.

—¿Dónde? —preguntó con curiosidad.

—En Edge —dije, mirando el billete de un dólar por encima de mi cabeza—. Estará
bien. Trabajo allí. Probablemente Josie lo meta en el casillero por mí. —Tú serás mi
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Dairy Queen, y yo seré tu Burger King: tú me tratas bien y yo lo haré a tu manera.


Página

Una pequeña risa se me escapó, y Hailey se volvió para ver lo que estaba mirando.
—Son terribles, ¿no es así? ¿Los chicos realmente creen que nosotras caemos por esa
basura?

Curvé mis labios.

—Algunos chicos no necesitan una línea.

Ella resopló.

—Suena como algo que diría mi hermano. El ego de West no conoce límites.

Me congelé.

—¿West es tu hermano? ¿West Montgomery?

Dejó de pelar el melocotón que tenía en la mano y luego sacó otra tabla de picar
detrás de la barra y la puso a mi lado. Agarró dos melocotones y un cuchillo y los
puso encima.

—Supongo que ya lo has conocido a él y su ego.

Agarré un melocotón y empecé a pelar, ignorando el rubor que subía por mi cuello.

—Se podría decir que sí.

—Me disculparía por él, pero eso probablemente no serviría de mucho.

—En realidad —admití—, hoy estaba intentando ser amable. Simplemente lo


arruiné todo. —Le conté la versión corta de mi aventura en parasailing.

—¿Te sumergió, a pesar de que sabía que le tenías miedo al agua? —Sonaba
indignada en mi nombre.

Incliné la cabeza hacia un lado y luego hacia el otro.

—Me advirtió que sucedería. Solo que mis piernas se adentraron más de lo que
esperaba, y me asusté. No es realmente su culpa. —Fruncí el ceño. Espera, ¿por qué
lo estaba defendiendo?

Hailey me estaba observando, sus ojos evaluando. Empezó a pelar otro melocotón.

—¿Qué pasa con el agua que te asusta?

Corté el melocotón que había pelado con cuidado, en trozos iguales, haciendo un
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pequeño montón.
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—No lo sé. Y realmente no es el agua. Es lo que podría estar en el agua que no puedo
ver. Por así decirlo, que alguna criatura intentara atacarme. Es estúpido. Sé que es
estúpido.

—¿Algo sucedió cuando eras más joven? ¿Algo traumático?

Corté el resto del melocotón y empecé con el segundo.

—Algo así. Cuando tenía cinco años, estaba corriendo en la playa, buscando conchas
con mi hermano. Solo estábamos corriendo, jugando y pasándola bien. Siendo niños.
Y vi esta gran cosa con forma de burbuja, y corrí y salté justo sobre eso, pensando
que rebotaría en el aire o algo así. Solo que era una medusa, y terminé con un
verdugón gigante en ambos pies y mi pierna. Mis padres me llevaron de inmediato al
hospital, y terminé pasando la noche. Pero estuve bien una vez que me curé. Ningún
daño permanente ni nada de eso.

Corté una rodaja de melocotón y me lo metí en la boca.

—Es tonto. La gente se lastima todo el tiempo. Y fui lastimada en la arena, no en el


agua. Pero desde entonces, he tenido esta fobia por el océano.

—No es tonto.

Levanté la vista hacia ella.

—Lo es. Y sé que lo es. Simplemente parece que no puedo librarme de eso.

—Bueno, West sigue siendo un imbécil por asustarte.

Le di una sonrisa desanimada.

—Tal vez. Probablemente nunca volverá a hablarme otra vez, de todos modos. Estoy
segura de que piensa que ya soy un caso perdido.

—¡No lo hará! —protestó—. Y si lo hace, triste. Es su pérdida. Puedes ser mi amiga


en su lugar.

Sonreí.

—Creo que eso se puede arreglar. —Le entregué la tabla de picar con un montón de
trozos de melocotón. Ella lo vació, luego me devolvió la tabla con una caja de fresas
sobre esta.
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Página

—Entonces, ¿qué haces en Edge? —preguntó.


—Soy salvavidas en este momento. Sin embargo, solía ser una fotógrafa. Estoy
tratando de serlo otra vez. ¿Qué hay de ti?

—Trabajo aquí cuando puedo. Mis hermanos tratan de ayudarme. Habitualmente,


solo soy una mamá.

—¿Una mamá? —La miré sorprendida.

—Lo sé, soy joven. Solo tengo veintidós años. Mi prometido es un Marine. Lo conocí
después de que se graduara del colegio en Parris Island, y me enamoré perdidamente.
Cody, mi hijo, fue una sorpresa inesperada. Cumplirá dos años la próxima semana.
Adam está fuera del país en este momento, así que no estará aquí para verlo. —
Parpadeó con fuerza, y pude ver lágrimas llenar sus ojos.

Mmmm.

—¿Qué pasaría si él pudiera? —pregunté, con ganas de ayudar.

Ella respiró profundo y se pasó la mano por los ojos.

—¿Qué quieres decir?

—¿Y si vengo este fin de semana y tomamos un montón de fotos y se las enviamos?

Los ojos de Hailey se iluminaron, y dejó caer el cuchillo para aplaudir.

—¡Eso sería tan impresionante! ¿Harías eso por mí?

—Somos amigas ahora, ¿verdad? Además, eso sería bueno para mí. No he hecho una
verdadera sesión de fotos por algún tiempo.

Ella chilló y vino alrededor de la barra para abrazarme.

Hablamos de los detalles para el fin de semana y luego Hailey me prestó su teléfono
así le podía enviar un mensaje de texto a Josie para que guardara todas mis cosas en
mi casillero en el trabajo.

Josie: Ya está arreglado, chica. No hay problema. Para tu información, West se asustó
cuando desapareciste.

Yo: Mierda.

Josie: No te preocupes, te cubrí. Le dije que te habías mareado un poco en el aire y que
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tuviste que hacer una salida rápida al baño.


Página

Yo: ¡Gracias! ¡Te debo una!


Josie: Al parecer se lo creyó. Honestamente, pensé que era adorable que estuviera tan
preocupado. ¿Ustedes están saliendo?

Yo: ¡¡NO!!

Josie: ¿Quieres estarlo?

Me quedé mirando sus palabras en la pantalla, mis dedos flotando sobre las teclas con
incertidumbre.

Nunca le respondí.
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Página
M
iré mi celular, luego de regreso a la enorme casa frente a mí. Hailey me
había enviado un mensaje de texto con su dirección, pero esto no podía
ser correcto. Esta casa era enorme. Apostaba a que ni siquiera se llamaba
casa. Probablemente se llamaba hacienda o algo. No había manera de que un
empleado con apenas veintidós años viviera aquí. Verifiqué el mensaje de texto y
luego volví a mi Wrangler en la enorme entrada circular, estacionándome al lado de
un auto que costaba más de lo que la mayoría de las personas ganan en un año.

Estaba dudando de mi elección de vestuario ahora. Había pensado que iba a


reunirme con una madre joven y me había vestido con una camiseta sin mangas de
color azul y pantalones cortos de color caqui. El esmalte de uñas de los pies estaba
caído, mis chancletas Old Navy habían visto mejores días, y no llevaba ningún tipo
de maquillaje. Oh, bueno, demasiado tarde para hacer algo al respecto ahora. Envié
un mensaje de texto a Hailey de que estaba fuera, luego cargué en el hombro el
maletín de la cámara y me dirigí a las escaleras que conducían a la puerta principal.

Antes de que pudiera tocar el timbre, la puerta se abrió y Hailey apareció. Un terrier
Jack Russell voló desde detrás de ella y saltó contra mis piernas, exigiendo ser
notado. Inclinándome para acariciar al perro hiperactivo, me fijé en un lindo niño
pelirrojo mirando a escondidas desde la puerta. Llevaba un polo azul marino,
pantalones cortos a cuadros y un sombrero tipo cuadrado, su pulgar pegado
firmemente en su boca. Era adorable.

—¡Estás aquí! —exclamó Hailey, saltando arriba y abajo.

Un lado de mi boca se elevó.

—Lo estoy. —Me quedé en cuclillas y miré a Cody—. Oye, amigo. Estoy aquí para
tomar algunas fotos de ti para papá. Vamos a tener un poco de diversión hoy.

Cody dio unos pasos hacia Hailey y se ocultó detrás de sus piernas.

Hailey se rio y lo alzó, sosteniéndolo con su cadera.


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—Siempre es tímido al principio. Dale veinte minutos, y no serás capaz de hacerlo


Página

callar. Y la bola de pelos que huele los dedos de tu pie es Edison.


Dándole una última palmadita a Edison, me puse de pie.

—No hay problema. No tengo otros planes esta mañana, excepto para ustedes. De
hecho, Cody, traje un regalo para ti. ¿Quieres venir conmigo para conseguirlo?

Me miró, luego a su madre, y de nuevo a mí. Por último, desenvolvió sus bracitos
regordetes de Hailey y tomó mi mano. Riendo, tomé a Cody, colocándolo en mi
cadera y le el maletín de la cámara di a Hailey.

—Vamos, amigo, tenemos que volver a mi auto. ¡Tengo globos!

Los ojos de Cody se iluminaron.

—¿Gobos?

Hailey y el Jack Russell nos siguieron por las escaleras, y tomé las cintas de la docena
de globos de helio azul que había comprado esa mañana. Indicando a Hailey que
tomara la silla blanca de tamaño infantil que también había tirado en la parte de
atrás, rodeamos la propiedad hasta el patio trasero.

—Así que, Hailey, ¿vives aquí?

Hailey resopló.

—No es lo que esperabas, ¿eh? Esta es la casa de mis abuelos. Mis padres no querían
que viviera más con ellos por todo el asunto del bebé-antes-del matrimonio. Sentían
que empañaba su imagen perfecta o algo así. Lo que sea. Prefiero estar aquí con mis
abuelos, de todos modos. Además, Wyatt y West están aquí. Y Adam se siente más
seguro sabiendo que Cody y yo estamos rodeados de familia mientras él está lejos.

—¿Dónde era casa?

—Chicago. Pero los tres siempre pasamos nuestros veranos aquí, así que esto se
siente como hogar también. Es por eso que Wyatt escogió vivir aquí después de la
universidad, se sentía como en casa y estaba lejos de mamá y papá.

Levanté las cejas.

—¿No les agradan sus padres?

—No es eso. Están bien como padres. No son estupendos, pero no están mal. Se
aseguraron de que siempre tuviéramos lo mejor de todo. Es solo que nos obligaban a
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mantener una cierta imagen, y Wyatt fue quien más se rebeló contra eso. Odiaba
Página

todas las fiestas para cenar y las cosas que hacíamos porque era lo esperado. Solo
quería ser él. Así que tan pronto como terminó la escuela, vino aquí y nunca miró
hacia atrás.

—¿Así que sus padres lo cortaron?

—No. Todos tenemos fideicomisos. Después de la universidad, recibimos salarios


anuales, siempre y cuando estemos con empleo remunerado. Así que, básicamente,
siempre y cuando no estemos sentados en nuestros traseros, somos oro. Wyatt utilizó
su dinero para abrir el bar. Pensó que ya que estaba allí lo suficiente, bien podría ser
suyo.

—Y West también, ¿verdad?

Ella vaciló.

—No exactamente. West es nuestro medio hermano. Tenemos papás diferentes.


Trató de unirse a la empresa familiar en Chicago. Fue a Wharton, obtuvo su MBA.
Jugó según las reglas, saltó por todos los aros, estaba siendo moldeado en este
pequeño clon perfecto de mi papá. No estoy segura de lo que pasó, pero hace un año
se presentó aquí. Dijo que estaba harto de todo y que iba a hacer sus cosas a su
manera. Dirige una pequeña empresa de alquiler de pesca.

—¿Así que utilizó el dinero fiduciario para ponerlo en marcha?

Hailey sacudió la cabeza.

—Se niega a usar su dinero de fideicomiso para sí mismo. Dijo que no lo quiere. Así
que vuelca todo en el bar de Wyatt. Wyatt no iba a tomarlo, sin embargo, así que
hizo a Wets copropietario. West usa su mitad de las ganancias del bar para dirigir su
empresa. Es por eso que está viviendo con Wyatt también, porque no tocará su
dinero.

Bueno, eso explicaba por qué Wyatt estaba en la cocina cuando me desperté en la
cama de West.

—¿Y qué hay de ti?

—Todavía estoy en la universidad, por lo que no tengo ninguna restricción en mi


fidecomiso en este momento. Estoy tomando algunas clases de negocios. Solo unas
pocas cada semestre debido a Cody, pero quiero ser como mis hermanos,
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independiente. Estoy tratando de poner en marcha una empresa de joyería. —


Levantó la muñeca tímidamente para que pudiera ver los brazaletes colgando allí, el
Página

cable trenzado daba una sensación náutica.


Espera un momento…

—West luce algo de tu trabajo, ¿cierto?

Ella se sonrojó.

—Sí. Él es dulce y trata de apoyarme. Está tratando de enseñarme sobre redes y


ventas de comisión. Tal vez llegar a algunas de las tiendas para turistas en las islas
cercanas.

—¡Esa es una gran idea, Hailey!

Ella asintió.

—Todavía estoy trabajando en el diseño de los productos y la creación de un


inventario. Ya veremos.

Pasamos junto a una piscina, una casa de piscina separada, y un amplio y curvilíneo
patio de piedra con una chimenea al aire libre antes de llegar a un lugar abierto. La
hierba era perfecta, ni una mala hierba se veía. Cody estaba subiendo en la silla que
habíamos colocado en medio del patio, jalando de los hilos de los globos que atamos
a la parte posterior de la misma. Saqué mi cámara y empecé a sacar algunas fotos
espontáneas mientras hablábamos.

—¿Así que West pesca para vivir?

—¡Básicamente! —Hailey rio—. Siempre dice que tiene la mejor vida ahora. Le
pagan para llevar a pescar a tipos ricos. Hace un montón de esas cosas de torneo
también, fuera de Charleston. Ya sabes, diez mil dólares para el chico que captura a
la más grande caballa o lo que sea.

Bajé la cámara, aturdida.

—¿Hay concursos donde la gente puede ganar cinco cifras por capturar a un pez?

—Lo sé. Loco, ¿verdad? Pero algunos de estos chicos se ponen muy competitivos al
respecto. Piensan que utilizar a un guía local con información privilegiada de los
mejores lugares les garantizará una victoria. Demasiado dinero y demasiado tiempo
libre, si me preguntas.

Levanté la cámara de nuevo y volví a disparar hacia Cody, quien estaba luchando
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con Edison ahora.


Página
Edison era muy tolerante. Mi mente estaba en West, sin embargo. No me había
mencionado su negocio. Me había dejado pensar que solo era un barman. Me
preguntaba por qué.

Sacando a West de mi cabeza, me concentré en mi sesión de fotos. Desvestimos a


Cody hasta que solo estuvo usando sus pantalones cortos y sombrero y luego lo
colocamos con los globos y la silla. Tomé un montón de Hailey y Cody juntos.
Tirados en el suelo con las cabezas juntas, pero sus pies en direcciones opuestas, de
modo que uno de ellos pareciera al revés. Algunos de Hailey lanzando a Cody en el
aire, con Cody rodeado por las regordetas nubes que serpenteaban a través del cielo.
Algunas de ellos junto con Edison, riendo y jugando en el perfecto césped. Hailey
incluso había hecho uno de esos pasteles que se parecían a un cupcake gigante, y nos
dieron un montón de imágenes sorprendentes de Cody buceando en este, con Edison
allí, cubiertos de glaseado azul. Pura ternura en todas partes.

Después de limpiar el peor desastre del cupcake, le mostré algunas de las fotos sin
pulir a Hailey. Todavía tenía que editar todo, y lucirían mejor cuando estuviera
hecho, pero le daría una idea de lo que había capturado ese día. Cody estaba soltando
los globos uno a la vez, viendo cada uno danzar su camino hasta las nubes, cada vez
más pequeños hasta que no pudo verlo más, y entonces soltaba otro.

—Adiós, gobo —grito, agitando la mano mientras uno se alejaba con la brisa,
moviéndose sobre el agua.

Estaba empacando mi cámara cuando dos parejas y una mujer joven rodearon la
esquina de la casa, gesticulando hacia la enorme variedad de césped entre la mansión
y el océano. Hailey saludó con la mano y la señora mayor le devolvió el saludo.
Estaban demasiado lejos de nosotros para poder escucharlos mientras estaban de pie
en la esquina, sumergidos en su discusión.

—La pareja de ancianos son mis abuelos —dijo Hailey. La abuela de Hailey estaba
elegante en un vestido veraniego con un sombrero de ala ancha que cubría su cabello
blanco—. Y con ellos están los Perotti. Aubrey tiene la misma edad que Wyatt.

Mirando otra vez, estudié a Aubrey. Se veía exótica, con la piel oliva y cabello oscuro
y brillante. Estaba vestida con pantalones de lino blancos y una reluciente blusa azul
marino de cuello alto que dejaba al descubierto sus brazos. Se veía igual que la Barbie
del club de yates. Sus padres parecía que habían salido de la pista de tenis. Examiné
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mi camiseta sin mangas manchada de glaseado y pantalones cortos y palmeé mi


Página

moño desordenado, sintiéndome fuera de lugar.


El grupo se dirigió hacia nosotros, y me puse de pie, maldiciéndome de nuevo por no
vestirme mejor. A medida que se acercaban, las joyas de oro de buen gusto de
Aubrey brillaron a la luz del sol. Llevaba el cabello recogido en una clásica trenza
francesa, ni un solo cabello fuera de lugar, incluso con la brisa del mar. Me
preguntaba si las chicas perfectas como ella hacían cosas normales, como sudar o
tener un grano. Probablemente no.

Cuando Cody vio a su bisabuela, se fue corriendo. Ella se inclinó y lo levantó,


acurrucándolo, haciendo caso omiso del glaseado azul todavía esparcido en algunas
partes. Al instante me relajé, esa acción por sí sola diciéndome qué clase de mujer era
realmente. Separándose del grupo, se acercó a nosotros, evaluando nuestros
desordenados atuendos y los dos globos todavía atados a la silla.

—Entonces, ¿asumo que la sesión de fotos de esta mañana fue un éxito, querida? —le
preguntó a Hailey, calor evidente en su tono.

—Oh, abuela, ¡solo espera a que veas lo que ha hacho Sadie! ¡Es increíble! —soltó a
borbotones Hailey—. Sadie, esta es mi abuela. Abuela, esta es mi nueva amiga de la
que te he hablado, Sadie Mullins.

La elegante mujer de cabello canoso extendió la mano hacia mí.

—Me puedes llamar Margaret, querida. —Tomé su mano suave en la mía. Tenía un
agarre más firme de lo que esperaba.

Así que esta era la abuela que West siempre mencionaba.

No pude evitar sonreírle, realmente contenta de conocerla. Parecía ser el tipo que
mantendría a sus nietos bien derechitos.

—Su casa es hermosa —le dije.

Sonrió.

—Eres bienvenida aquí en cualquier momento.

Hailey tomó a Cody y señaló con la cabeza hacia los otros.

—¿Qué hacen los Perotti aquí?

Margaret volvió a mirar al grupo bien vestido.


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—Vamos a tener una reunión temprana sobre la gala.


Página

—¿Qué gala? —pregunté.


Hailey puso los ojos en blanco.

—Cada año, los abuelos patrocinan la Gala Sailing Regatta anual. Es el lugar donde
todos en la isla con dinero vienen a ver y ser vistos.

Margaret chasqueó la lengua.

—No es tan malo, Hailey. Sabes que recaudamos mucho dinero para las obras de
beneficencia cada año. De todos modos, este año Aubrey es quien organiza el evento.
Quería venir a ver el sitio y empezar a barajar ideas.

Hailey resopló.

—Por supuesto. Es por eso que quería venir.

Margaret le dio una mirada de reproche.

—Espero que te comportes.

—Siempre. —Hailey bateó las pestañas.

Después de darle una última mirada severa a Hailey, Margaret se encaminó de vuelta
al otro grupo.

Recogimos el resto de los accesorios y luego empezamos a conducir en manada a


Cody y Edison de vuelta al otro lado de la casa. Estábamos pasando la piscina cuando
un ladrido profundo e inconfundible resonó en el aire. Ambas nos detuvimos y
dimos media vuelta para ver General Beauregard dando brincos al otro lado del
patio, anunciando su llegada. Siguiéndolo de cerca estaban Wyatt y West. Eché un
vistazo a Hailey.

—Bueno, esto debería ser interesante —murmuró.

Cody vio a sus tíos.

—¡Wy! —gritó, volviéndose hacia ellos. Tambaleante, arrancó en su dirección,


Edison bailando a su alrededor. Al doblar la piscina, tomó velocidad, sorprendiendo a
Edison, quien intentó lanzarse delante de él. Edison aulló y se desplomó, haciendo
tropezar a Cody. Mientras Cody se precipitaba hacia delante, su impulso lo llevó a la
parte más profunda de la piscina con un pequeño chapoteo.

Hailey gritó y el sonido me impulsó a entrar en acción. Dejando caer la silla y la


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bolsa de mi cámara a los pies, me lancé hacia la piscina, saliendo de mis chanclas
Página
mientras corría. Al otro lado del patio, registré brevemente a West y Wyatt
corriendo en nuestra dirección.

Llegué al lado de la piscina y me sumergí en el agua, dirigiéndome directamente


hacia el fondo, donde el cabello rojo de Cody se agitaba frente a mí. Pateando con
fuerza, nadé frenéticamente para alcanzarlo, su pequeño cuerpo no puso ninguna
resistencia cuando envolví mi brazo alrededor de su pecho. Me empujé fuera del
fondo, propulsándonos a ambos a la superficie. Tan pronto como nuestras cabezas
asomaron en el borde revestido de piedra, fuertes brazos bajaron sacando primero a
Cody y luego a mí fuera del agua.

Me agarré al borde de la cubierta, y mis piernas hundidas bajo el agua mientras me


encorvaba, empujando el aire en mis pulmones y tratando de recuperar el aliento.
Tenía el pulso acelerado por la adrenalina y el miedo. Wyatt y West estaban
inclinados sobre Cody, sus cuerpos bloqueándome la vista, pero después de unos
momentos de infarto, escuché el sonido más dulce: la tos de Cody. Me recosté sobre
la cubierta caliente de la piscina y cerré los ojos con alivio.

Gracias a Dios que estaba bien.

Un minuto después, escuché la débil voz de Cody.

—¿Mamá?

Hailey, llorando histéricamente, lo recogió en sus brazos y se precipitó al interior.

Desde detrás de mis párpados, el sol se convirtió en sombra, y entrecerré los ojos
hacia ello. West se movía por encima de mí, la preocupación grabada en su rostro.

—¿Estás bien?

Me levanté con los codos y me di cuenta de que el resto del grupo estaba apiñado
alrededor.

—Estoy bien. —West me tomó una mano y me empujó sobre mis pies. Me quedé ahí
torpemente, mi moño caído hacia un lado y chorreando agua por mi hombro,
formando un charco a mis pies descalzos.

Margaret se precipitó hacia adelante y me abrazó, empapando la parte delantera de


su vestido.
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—Sadie, mi ángel, ¡salvaste a mi bebé! —Su voz se atrapó en un sollozo, y su marido


Página

la tomó por los hombros y la atrajo a sus brazos.


Me encogí de hombros. Odiaba esta parte de ser un salvavidas. Los padres
conmovidos y agradecidos de que se había evitado un desastre. Yo no era nada
especial y odiaba ser el centro de atención. Solo estaba haciendo mi trabajo. Logré
una sonrisa reconfortante.

—Me alegro de haber estado aquí.

Una brisa nos azotó, y me estremecí. Cálidos dedos tiraron de mi codo y West tiro de
mí hacia la casa de la piscina.

—Ven. Vamos a conseguir una toalla y ropa seca.

Lo seguí, agradecida de escaparme. En el interior, West hurgó en un armario y


volvió con dos gruesas toallas. Envolví una alrededor de mis hombros.

—¿Por qué no te metes en la ducha y entras en calor? —sugirió—. Correré adentro y


agarraré algo de ropa de Hailey para ti. —Señaló una puerta cerrada que asumí era
un cuarto de baño, y asentí, avanzando hacia ahí—. ¿Y Sadie? —Me detuve y lo miré
por encima del hombro, apretando la toalla a mi alrededor. Sonrió—. Gracias por
salvar mi sobrino favorito.

—En cualquier momento —susurré. Nos miramos, y algo pareció pasar en el aire
entre nosotros. Algo eléctrico y vivo y brillante. Me estremecí de nuevo, pero no de
frío esta vez.

Encerrándome en el cuarto de baño, me apoyé en la puerta. Tomé una respiración


lenta y profunda y cerré los ojos. Tenía que estar imaginando cosas. Toda esa
adrenalina corriendo a través de mi sistema estaba haciendo que las neuronas se
dispararan, haciéndome sentir cosas que no eran reales. Convirtiendo la gratitud en
algo más. Después de despojarme de la ropa mojada, la tiré en el lavabo y luego tomé
la ducha más rápida del mundo, utilizando al azar cualquier artículo de aseo que
estaba ahí. Envolví una toalla alrededor de mi cabeza, otra alrededor de mi cuerpo.

Abriendo la puerta del cuarto de baño, me asomé. West estaba apoyado contra la
pared, justo afuera. Se enderezó y me entregó ropa.

—Aquí. Esto debería servir. Y Hailey ha dicho gracias un millón de veces. —Me
ofreció una sonrisa torcida.
100

Tomé la ropa y me retiré de nuevo al cuarto de baño.

—Gracias por conseguirme esto —declaré a través de la puerta—. No tenía muchas


Página

ganas de conducir a casa con la ropa mojada.


West hizo un sonido que no pude interpretar. Extendiendo lo que me había traído,
lo inspeccioné. Una camiseta Nike de gran tamaño, a juego con pantalones cortos,
sujetador y ropa interior. Le di una mirada al sujetador y lo lancé a un lado. Era
demasiado grande para mis copas B. El resto parecía que funcionaría. Me vestí
rápidamente y luego sequé mi cabello con una toalla. No vi un cepillo y tuve que
arreglármelo con los dedos, peinándolo lo mejor que pude. Revisé mi imagen. Con
mi cabello todavía húmedo, estaba un poco fría, y mis duros pezones se mostraban a
través de la camiseta. Encorvé mis hombros. De alguna manera ayudó. Envolví mi
ropa mojada en una de las toallas y dejé la otra colgando sobre la barra de la cortina
de la ducha. Al abrir la puerta, salí y caminé hacia West, quien no se había movido
de su posición. Mis brazos sosteniendo su paquete mojado presionado en su
estómago, pero él no retrocedió. En cambio, se estiró por la toalla y me la quitó,
poniéndola en una silla detrás de él.

—Dile a Hailey que gracias por la ropa. La lavaré y se la devolveré pronto.

—Estoy seguro que eso es lo último por lo que está preocupada en este momento.

—Oh, dejé el sujetador allí. Era… no era del tamaño correcto.

Sus ojos bajaron a mi pecho, y encorvé más mis hombros cuando mis pezones se
tensaron en respuesta. Levantó su acalorada mirada de vuelta a mi rostro, y sus labios
se curvaron hacia un lado.

—Tengo que admitir que una vez que supe que Cody estaba bien, me gustó el
aspecto de camiseta mojada en ti.

Di un paso a un lado.

—Estoy segura de que sí —respondí.

Dio un paso a la par del mío, y estuve entre él y la pared. Se inclinó más cerca y su
respiración se ventiló sobre mí, enviando pequeños cosquilleos de arriba a abajo por
mi espina dorsal.

—Bueno, si soy sincero, me gustó más cómo se veían desnudas. Y, Sadie,


definitivamente son del tamaño correcto.

Sus manos se colocaron abajo en mis caderas, y dejé de respirar por un momento.
101

—¿Estabas espiándome en la ducha? —pregunté con confusión, mi voz sonando


entrecortada.
Página

Se inclinó hasta que sus labios estaban en mi oreja.


—Aquí no. En mi casa. La otra noche.

—Pensé que no tuvimos sexo esa noche.

—Puede que haya sido demasiado caballero para aprovecharme de ti cuando estabas
borracha, pero solo soy humano. No pude evitar echar un vistazo cuando cambié tu
camisa. —Sus pulgares frotaron perezosamente contra los puntos de los huesos de mi
cadera. Se echó hacia atrás, con sus ojos brillando con malicia.

Antes de que pudiera llegar a una respuesta, sus labios estaban en los míos. Fue solo
un roce rápido, una introducción. Y entonces de nuevo, un suave barrido. Suspiré.
Sus labios se curvaron en una sonrisa y sus dedos de clavaron en la parte superior de
mi trasero. Colocando su boca más firmemente contra la mía, me besó de nuevo. Esta
vez, fue exhaustivo, estudiando la forma y contorno de mis labios, trazando la curva
de mi labio inferior con su lengua, antes de tirar de este con sus dientes. Hizo un
ruido profundo en su garganta y una de sus manos se deslizó a mi lado para ahuecar
la parte posterior de mi cabeza, inclinándome para un mejor acceso.

Nuestros labios se enfrentaron y retorcí un puñado de su camisa en mi mano,


usándolo para acercarlo más. Sus caderas me presionaron contra la pared, dejándome
sentir lo mucho que le afectaba el beso. Disminuyendo el ritmo, sus labios viajaron
de mi boca, sobre mi mandíbula, hacia el punto sensible detrás de mí oreja. Gemí y
me mecí contra su dureza, humedad reuniéndose entre mis piernas. El deseo me
mareaba. Su respiración era rápida y dura contra el lado de mi cuello, y su mano
había empezado un camino por mi cuello cuando escuchamos el chirrido de la
puerta abriéndose.

West se apartó de mí, entrando al baño para agarrar la toalla que había dejado
colgando. Me apoyé contra la pared, demasiado inestable para moverme. Aubrey
asomó la cabeza y me vio, después se giró hacia West cuando salía del baño,
sosteniendo la toalla hecha un ovillo delante de él. Cubriendo su anatomía, me di
cuenta. Me mordí el labio para ocultar mi sonrisa.

—Será mejor que vuelvas ahí y ayudes a Wyatt. Estamos moviendo un sofá para la
abuela. Gracias de nuevo, Sadie. Eres una salvavidas.

—Divertido —grité cuando él se acercó a la puerta.


102

Cuando él pasó a su lado, Aubrey agarró su brazo y se inclinó cerca, hablándole en


voz baja.
Página
West hizo una pausa y luego sacudió su cabeza. Aubrey habló más firmemente, pero
no podía entender lo que estaba diciendo. La mandíbula de West se endureció, y la
fulminó con la mirada antes de darle un rígido asentimiento. Cuando se movió hacia
la puerta, la mano de Aubrey se arrastró desde su codo hasta su cintura. Mi estómago
se enrolló. Parecía un gesto íntimo, aunque él no parecía feliz de verla.

Ella cruzó la habitación hacia mí.

—Solo quería asegurarme de que estabas bien. No hemos sido presentadas, pero soy
Aubrey Perotti. Y habría estado devastada si le hubiera sucedido algo al pequeño
Cody, así que gracias de nuevo por, digamos, estar en el lugar correcto en el
momento adecuado. —Su voz ronca tenía un ligero acento. Por supuesto que sí.

—Me alegra haber podido ayudar —dije.

—Y me gustaría regresarte el favor, si se me permite.

Levanté mis cejas.

—¿Y cómo planeas hacer eso?

—Eres fotógrafa, ¿correcto? Me gustaría contratarte. Hailey te estuvo alabando y


confío en ella. ¿Alguna vez has hecho… fotografía de alcoba? —Su voz cayó al final,
como si estuviera compartiendo un secreto—. Siempre he querido que me tomen
algunas fotografías, ya sabes, mientras todavía tengo el cuerpo para ello. Y si me
gusta tu trabajo, me aseguraré de alabarte en los oídos correctos para asegurar que
tengas muchos más trabajos dirigidos a tu camino.

—¿Por qué yo? —pregunté, ladeando mi cabeza.

Se rio.

—En parte porque no te conozco bien. De alguna manera, desnudarse parece más
fácil delante de un desconocido que con un amigo, ¿sí? Eres fotógrafa, debes
entender eso. Y, como dije, quiero hacer eso ahora, mientras soy joven. Mientras
todavía tengo el cuerpo y no he perdido el coraje. Te pagaré tres mil dólares. ¿Eso es
suficiente?

Mis ojos se ampliaron ante ese número, y la mire más objetivamente como un
posible sujeto. No se podía negar que era hermosa. Su piel era perfecta, sus curvas
103

exuberantes sin ser vulgares. Saldría bien en las fotos, como estoy segura que ella ya
sabía. Y, como coordinadora de esa cosa de la gala sobre la que Hailey estaba
Página
hablando, sin duda decía la verdad sobre sus conexiones e influencia. No era un buen
enemigo para hacer al negarse. Además, ¿tres mil dólares? Sí, podría usar el dinero.

Apreté mis dientes antes de forzar una sonrisa.

—¿Cuándo sería un buen momento para ti?

—¿Estás libre mañana? ¿Después del almuerzo? Te enviaré en un mensaje de texto


con la dirección.

Recité mi número, y lo programó en su teléfono, el cual estaba cubierto con cristales


rosados.

—Bueno, estoy segura de que quieres llegar a casa y… limpiarte. —Sus ojos me
recorrieron con franca desaprobación—. Te veré mañana.

—No puedo esperar —le dije en voz baja, retirándome.

Casi había terminado de cargar el Jeep cuando West se acercó sigilosamente detrás
de mí y me atrapó contra la puerta del conductor con sus brazos.

—¿Tienes planes para esta noche? Cena conmigo.

Me giré y me encontré a solo unos centímetros lejos de él. Olía ligeramente a sudor
por lo que fuera que había estado haciendo para su abuela, y le faltaba el aire, como
si hubiera corrido para llegar a mí. Me gustaba eso.

Puse un dedo sobre su pecho.

—No puedo. Saldré con Rue y Theo esta noche. —Arrastré mi mano hacia abajo,
dejando trazar mi dedo sobre sus abdominales. Su camisa estaba húmeda y se pegaba
a su piel, y sus músculos se tensaron con mi toque.

Gruñó.

—Sáltalo.

—No. —Me miró como si no pudiera creer que lo había rechazado—. Mira, quieres
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salir conmigo, dame un aviso.


Página

—Acabo de hacerlo.
—Cinco horas no es aviso.

—Bien. ¿Adónde vas?

—¿Por qué? —bromeé—. ¿Planificando colarte? —Sus mejillas se pusieron un poco


rojas, y yo me reí, con una risa real—. No sé. Es el turno de Theo para escoger. Mejor
suerte la próxima vez. —Le di una palmadita en la mejilla y me deslicé fuera de su
flojo agarre, abriendo la puerta del auto.

Sus manos agarraron el marco cuando iba a cerrarla. Sus ojos destellaron cuando me
vio, y abrió su boca como si fuera a decir algo, pero entonces solo sacudió su cabeza.

Ninguno de los dos se movió. Ninguno de los dos habló. El aire a nuestro alrededor
se sentía cargado de calor y anticipación.

Finalmente, cerró mi puerta y se alejó, viéndome todo el tiempo.

Por mucho que me sintiera atraída a él, una parte de ello me asustaba. Sentía
demasiado en muy poco tiempo, como un fuego artificial, todo luminoso y brillante
y emocionante, pero sin poder de permanencia. Si era inteligente, recordaría que no
era seguro jugar con cerillas.
105
Página
L
a cena estuvo increíble. Habíamos conducido a este pequeñísimo punto en el
mapa llamado Frogmore y comido en The Foolish Frog. Nos sentamos afuera,
escuchando música en vivo y poniéndonos al día mientras comíamos
continuamente. Estaba harta de la carne roja, y tenían piccata de pollo, mi favorito,
así que ordené eso, pero también estaba robando mordiscos de los camarones y
sémola de Rue y al bistec Frogmore de Theo, una deliciosa mezcla de salchicha,
camarones, patatas, maíz y especias.

Y estaba bebiendo. Theo era el conductor designado de la noche, así que Rue y yo
estábamos complaciéndonos. Mucho. De hecho, puede que haya estado parcialmente
ebria cuando nos amontonamos fuera del restaurante dentro de la vieja carcacha de
Theo.

—Ugh, llévame a casa —dije, quejándome. Había sido un largo día, y la idea de
lidiar con Aubrey mañana era tan deprimente que ni siquiera había mencionado
todo el episodio en la cena.

—Nuh-uh—dijo Rue, sacudiendo su cabeza y retorciendo las puntas rosadas—.


¡Vamos a salir!

Theo la miró sobre el hombro mientras ella se tendía en el asiento trasero. Me dieron
un disparo.

—¿Adónde vamos?

—¡A tener sexo! —gritó Rue, alzando sus brazos en el aire. Theo y yo nos reímos.
Rue siempre quería tener sexo—. ¡Vayamos a Anchor por algunos traseros turistas!
—Sacó su teléfono y comenzó a escribir mensajes con furia—. Y puede que le haya
dicho a Boone que nos dirigimos allá. Puedes agradecerme luego, Sadie.

Dejé de reír. Boone. Medio me había olvidado de él después de la fiesta de Grady.


Boone con su cabello suelto y energía tranquila. Boone podía ser divertido. Y
entonces el rostro de West se deslizó a través de mi mente, y sentí mariposas. Fruncí
106

el ceño y traté de pensar en Boone con su cuerpo de skater de nuevo. Nada de


cosquilleos. Recordé a West apretándome contra mi Jeep. Piel de gallina.
Página
Bueno, quizás no le había dado suficiente oportunidad a Boone. Además, no pensé
que fuera a involucrarme profundamente con él. Él no me afectaba tan
particularmente… profundo. Ya podía decir que West iba ser un problema para mí.
Y no estaba segura de estar lista para algo así de fuerte. Necesitaba algo más ligero,
más fácil.

Necesitaba un Boone.

—¡A Anchor! —grité por mi ventana abierta, lanzando mis brazos hacia afuera para
sentir la humedad pegajosa soplando a través de mis dedos.

Theo sonrió y sacudió su cabeza.

—Chicas, se van a volver locas esta noche, ¿no? Solo envíenme un mensaje si
encuentran otra manera de ir a casa.

Cuando llegamos a Anchor, el estacionamiento estaba casi lleno. Theo encontró una
botella de agua sin abrir en el suelo e hizo que Rue y yo bebiéramos la mitad cada
una, tratando de calmarnos para la noche venidera. Rue frotó un brillo de labios rosa
a lo largo de sus labios que combinaba con su cabello y enderezó su vestido blanco.

Estaba jugando a tener el aspecto de puede-que-luzca-inocente-pero-créeme-que-


no-lo-soy. Apostaba a que ni siquiera estaba usando ropa interior, conociéndola.
Estaba lo bastante mareada para que ya no me importara. Sin nada de entusiasmo,
alisé mi vestido mientras salía del auto. Era suave y corto y rojo, y Rue había
maquillado mis ojos oscuros y ahumados y me prestó unas plataformas alocadas. Me
sentía sensual, y eso era suficiente para mí.

Theo me sacudió su cabeza mientras tropezaba con las ostras trituradas en el


estacionamiento.

—Sadie, ¿al menos tienes tu teléfono contigo, para que puedas llamarme si me
necesitas?

Sacudí mi teléfono en su rostro.

—Sí, señor. —Hice un saludo burlón y aplasté el teléfono en mi frente y me disolví


en risitas.

Theo suspiró.
107

—Lo juro, la única razón por la que me invitaron es para que tuvieran una niñera.
Página

Rue bufó.
—No necesitamos una niñera. Solo sentimos compasión por ti y tu vida amorosa.
Deberías estar agradeciéndonos por arrastrar tu trasero ricachón aquí para algo de
acción.

Theo la observó.

—No necesito ayuda.

—Claro que no —se burló ella.

—Cállate.

—Oh, Theo, ¡sabes que te amamos! —Lo besó en la mejilla, dejando marcas de su
labial rosa.

—Aargh —murmuró, frotando su mejilla—. Siento lástima por quien sea que las elija
para la noche.

—¿Sabe él para qué está aquí?

Ella guiñó un ojo.

—Aún no. —Rue enlazó su brazo con el mío, y entramos desfilando al club.

Miré alrededor. Jason, el calvo y barbudo barman estaba trabajando de nuevo esta
noche. Estaba bastante orgullosa de mí misma por recordar su nombre. Quizás no
estaba tan ebria como pensé que estaba.

—¡Busquemos tragos! —le grité a Rue, tratando de ser escuchada sobre la fuerte
música, y ella asintió. Nos incrustamos en una pequeña abertura en el bar. Rue pidió
un mojito, y yo me debatí entre ron con Coca Cola y una margarita. Me decidí por el
ron con Coca Cola.

Estaba justo tomando mi primer sorbo cuando una cálida mano corrió por mi espalda
y descansó en mi hombro. Era Boone. Tragué rápido. Demonios, llegó rápido. ¿O
quizás había estado aquí esperando? Estaba usando una camiseta de compañía de surf
y pantalones cargos, y una gorra sobre su cabello flojo. Y me medio gustaba. Lucía
tierna en él. Bajé mi bebida y agarré su mano.

—¡Bailemos!
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Hizo un gesto como de después de ti con sus brazos, y nos dirigí a la pista de baile,
lista para menearlo.
Página
Boone era un buen bailarín. Sus movimientos eran un poco raros a veces, pero eran
contrarrestados por la completa falta de preocupación por ellos. Me reí y me moví
con él por tres canciones antes de que Rue y Theo se nos unieran. Katy Perry salió
por los altavoces, y Rue me agarró. Amaba a Katy Perry. En realidad, amaba todos los
himnos de poder femenino. Así que cuando comenzó el coro, Rue y yo ignoramos a
todos los chicos a nuestro alrededor y encendimos nuestro ritmo, bailando indecente
la una con la otra lo cual, por supuesto, atrajo a muchos chicos más.

En algún punto d ela canción, Boone desapareció. Pero estaba bien, porque ahí
estaba Rue y un montón de otros chicos, y solo estábamos bailando, retorciéndonos y
meneándonos al compás de la canción.

Perdí la noción del tiempo mientras estaba en la pista, mis caderas en movimiento
constante. Mi mareo estaba desapareciendo, pero no quería dejar la pista de baile.
Rue se desvió en algún momento, metida con un tipo de cabello oscuro con una
manga llena de tatuajes expuesta. Tomando su lugar, un chico con un sexy acento
británico y unas gafas chic de nerd se escabulló sobre mí y me halagó sobre la
música, y comenzamos a bailar juntos, metiéndonos completamente. Para la segunda
canción, teníamos una idea del ritmo del otro y realmente estábamos comenzando a
sacudirnos. Estaba comenzando a pensar que había encontrado a mi chico con suerte
para la noche. Especialmente si planeaba susurrarme con ese increíble acento que
tenía.

Quité mi cabello de mi rostro con una mano mientras giraba en un círculo y luego lo
soltaba. Mientras volvía, un par de manos agarraron mis caderas y me jalaron hacia
atrás contra un duro pecho, arrastrándome lejos del bombón británico. Indignada,
agarré las manos que me sostenían y traté de retirarlas, pero me quedé tiesa cuando
reconocí los brazaletes —y mi goma para el cabello azul real— en una de ellas. West.
Mi respiración siseó.

Sin voltearme, relajé mis músculos, suavizándolos contra él. Presionó su cabeza a un
lado de la mía, y sus labios se movieron como plumas sobre mi oreja.

—¿Te importa si interrumpo?

Debí haber dicho que sí. Debería zafarme de nuevo a través de la multitud hasta que
encontrara a mi chico británico y adherirme al turista. O descubrir adónde demonios
109

se escapó Boone. Cualquier opción era más segura. Más inteligente.

En su lugar, arqueé mi espalda, dejando que mi trasero presionara contra su frente.


Página

Sus manos se deslizaron hacia abajo a mis caderas y sobre mis muslos antes de trazar
un camino de vuelta a mi cintura mientras nos movía al ritmo del bajo, nuestros
cuerpos deslizándose uno contra el otro, mis manos aún sosteniendo sus muñecas.
Las terminaciones nerviosas donde me había acariciado me devolvieron a la vida,
ardiendo por más de su toque. Mordí mi labio y me obligué a soltarlo y poner algo
más de distancia entre nosotros, tratando de mantener las cosas ligeras. La canción
cambió, y las notas de entrada del último sencillo de Pitbull reverberaron a través
del club. Amaba esta canción. El ritmo era divertido y coqueto. Era justo lo que
necesitaba.

Girando para estar frente a él, dejé que la música me moviera. Levanté mis brazos
sobre mi cabeza y giré mis caderas, dejando que mi cabello volara a mi alrededor con
un enredo salvaje. Me retorcí y me giré, y en parte por el segundo coro, corrí una
mano por su cuello, necesitando sentir el calor de su piel en ese momento. Sus ojos se
oscurecieron por el contacto, y enganchó un brazo alrededor de mi espalda, forzando
una rodilla entre mis piernas y jalándome más cerca. Mi respiración se aceleró
mientras la sensación iba de divertida a juego previo en un instante. Nos acurrucó
juntos de cadera a muslo, y permití que mis manos vagaran por sus hombros,
insegura de dónde acomodarlos.

Tocando su frente con la mía, hizo un lento y sucio movimiento contra mis caderas,
y mis ojos se cerraron. No pude evitar comparar este momento con el que tuve con
Theo unas semanas atrás en mi puerta. Entonces, no sentí nada. Pero con West, a
pesar de que estábamos apretados como sardinas en medio de un bar abarrotado, no
era solo una chispa. Fue un completo maldito cartucho de dinamita. Y cada
advertencia que alguna vez había escuchado sobre no jugar con fuego salió volando
por fuera de la ventana.

Con una mano, quitó el cabello de mi cuello y luego deslizó sus labios por mi piel
expuesta al lugar donde empezaba mi hombro. Incliné mi cabeza hacia un lado,
dándole más espacio mientras trazaba un camino que llegaba justo debajo de mi
oreja, mordisqueando suavemente. Tomé una respiración temblorosa, me incliné
hacia atrás y lo miré. Sus ojos llenos de lujuria se clavaron en los míos y su boca se
inclinó a un lado. Los pequeños patrones que estaba dibujando con sus pulgares en la
parte baja de mi espalda robaban mis pensamientos racionales. Lamiendo mis labios,
me incliné más cerca de su oído.

—¿Quieres salir de aquí? —pregunté, solo lo suficientemente alto para que él


110

escuchara antes de agarrar el lóbulo de su oreja entre mis dientes.


Página

Sin decir una palabra, me tomó de la mano y nos dirigió directamente a la puerta.
Llegamos a su camioneta y abrió la puerta, el metal crujiendo en señal de protesta.
Me tiró en el asiento y luego se colocó entre mis piernas, envolviendo sus fuertes
brazos a mi alrededor. Mi corazón latía con fuerza debajo de mis costillas, y pasé mis
dedos por su cabello, tirando impacientemente. Gimiendo, presionó sus labios contra
los míos en un caliente beso con la boca abierta. No había nada tímido o delicado
sobre ello. Su boca me marcaba mientras sus dedos se enredaban en mi cabello y
enganché mis piernas alrededor de su cintura, clavando mis talones en él.
Mordisqueó mis labios en respuesta.

—Quieres jugar duro, ¿eh? —Su voz era entrecortada.

Besé mi camino hasta su mandíbula.

—Solo quiero jugar. Desnudos.

Después de una última degustación, se apartó y luego trotó alrededor de la parte


delantera de la cabina para saltar dentro. Mientras salía del estacionamiento,
conduciendo con una mano, usó la otra para deslizarme a la mitad del asiento, y froté
mi mano por su muslo. Él llevó mi mano hacia arriba y más lejos en su regazo, y dejé
que se cerniera sobre su entrepierna, frotándolo con un dedo, arriba y abajo,
mientras conducía.

—¿Algún apodo del que tengo que saber antes de que empecemos? —bromeé.

Me dirigió una mirada con su boca curvada hacia arriba.

—¿Para mi polla? No, pero podría estar abierto a sugerencias más tarde.

Agarró mi mano y se acarició con ella una vez, luego dos veces, antes de elevarla a su
boca y chupar uno de mis dedos todo el camino hasta el nudillo, mordiendo la punta
antes de soltarlo. Cerré los ojos y traté de recordar si los condones estaban en la
mesita de noche o si estaban en el botiquín del baño. Ahora no era el momento para
estar buscando, y el bar está a menos de un kilómetro de la cabaña.

Rodando mi cabeza hasta el respaldo del asiento, miré al cuello de West. La piel
bronceada estirada sobre firmes músculos. Tenía todos esos músculos desarrollados
entre el cuello y los hombros que hacían ver a algunos tipos voluminosos.

¿Trampas? ¿Así era como lo llamaban? Su mano agarró mi muslo, su pulgar


111

acariciando mi piel desnuda, y mi mente giró. La camioneta se sacudió mientras la


estacionaba. Había leído mi mente e ido a mi lugar. Rue me mataría más tarde, pero
Página

era dos cuadras más cerca y en este momento solo quería encontrar una superficie
plana. West abrió de golpe la puerta del lado del conductor y me arrastró hacia fuera
por su lado, demasiado impaciente para dar la vuelta.

Con los labios fusionados, tropezamos con los escalones hacia la cabaña. Abrí la
puerta y entramos a través. La cerró detrás de nosotros y luego la bloqueó. Separó sus
labios de los míos el tiempo suficiente para preguntar:

—¿Por dónde? —Arrancó mi vestido por encima de mi cabeza, comencé a caminar,


llevándolo por el pasillo hasta mi habitación.

No encendimos las luces. Ni siquiera tiramos de las mantas. Me lancé hacia él, y me
agarró por el culo, levantándome, y caímos sobre la cama. Nos giró mientras caíamos
por lo que aterrizó en la parte inferior y yo extendida sobre él, vistiendo solo un
sujetador sin tirantes y bragas. Puse mis brazos sobre sus hombros, recubriéndolo
con mi cabello.

Por varios segundos nos miramos fijamente, prolongado, saboreando la anticipación.


Su mano ahuecó mi rostro, su pulgar alisando mi pómulo, y me apoyé en sus caricias.
Luego su boca se abrió y ese diminuto gesto me puso en marcha. Me convertí en un
torbellino de movimiento, ansiosa de sentir su piel contra la mía. Arranqué su ropa,
y él intentó ayudar, retorciendo y tirando hasta que su camiseta estuvo sobre su
cabeza y su jeans y bóxers alrededor de sus tobillos. Después de deslizarme de la
cama, quité sus pantalones y los arrojé a la esquina, dejándolo desnudo a mi vista.
Hice una pausa, arrodillándome en el suelo a los pies de mi cama, entre sus muslos,
mirándolo mientras se apoyaba en sus codos. Su erección se levantó con orgullo
delante de mí, imposible de ignorar. Era más grande de lo que esperaba, y mi
estómago se apretó con deseo. Inclinándome hacia adelante, corrí la punta de mi
lengua por su dura longitud desde la base hasta la punta, pausándome para
arremolinar la punta aterciopelada. Me aparté y soplé suavemente contra la cabeza
de su polla y observé mientras saltaba y sus bolas se tensaban. Estaba preparándome
para llevarlo a mi boca cuando él me agarró de mis brazos y me arrastró sobre su
cuerpo.

—No —gruñó—. No duraré y he esperado demasiado maldito tiempo para que esto
sea un rapidito. —Sacudió el cabello de mi rostro y agarró un puñado suelto en mi
nuca, usándolo para atraerme hacia él.
112

Envolví mis brazos alrededor de sus hombros y aplasté mi boca contra la suya,
ansiosa por más de sus besos.
Página
Separando mis labios, lamí su boca, luchando con su lengua y memorizando su sabor.
Nos besamos con fiereza, ambos esforzándonos, tratando de acercarnos. Sentí en mi
lengua los bordes ásperos de sus dientes y su exploración de mi labio inferior. Era
como si no pudiera conseguir acercarme lo suficiente, cualquier molécula entre
nosotros era demasiado. Enmarqué su rostro con mis manos, sosteniéndolo así podía
tomar lo que quería. Nuestros labios se enredaron con avidez, demasiado impacientes
para hacerlo suave.

Con sus brazos, nos empujó hasta que él estuvo sentado y estuve a horcajadas sobre
su regazo, su polla palpitando contra mí. Rompiendo el beso, arrastró su boca por mi
cuello para besuquear mi pecho, frotando su rostro contra los montículos de mis
pechos. Utilizó su lengua para trazar mi piel donde el encaje negro bordeaba mi
sujetador.

—Me gusta esto —murmuró contra mí, pellizcando ligeramente—. Es bonito. Dulce,
pero un poco travieso. —Su dedo tocó el centro donde las dos copas se mantenían
unidas con cordones negros de estilo corsé.

Deslizando su otro brazo alrededor de mi espalda, trabajó brevemente en la hebilla,


tirando mi sujetador hacia el armario. Sus grandes manos ahuecaron mis pechos,
apretando suavemente. Libres, parecían hincharse cada vez más para llenar sus
dedos. Arqueándome, empujé mis pechos más cerca a él, queriendo más. Cerré mis
ojos y mordí mis labios al sentir el toque de sus palmas ásperas contra mi tierna
carne, sus dedos callosos excitándome. Me encantaba la ligera abrasión de su toque,
el contraste de nuestro cuerpo aumentando mi excitación.

Agachando su cabeza, se aferró a uno de mis duros pezones con su codiciosa boca.
Un tirón respondió haciendo un profundo eco en mi núcleo. Gemí, pasando mis
dedos entre su cabello y raspándolo con mis uñas.

Dio la misma atención a mi otro pecho, lamiendo con su lengua antes de tomar el
pezón en su boca. Incliné mi cabeza hacia atrás mientras lo sostenía contra mí, con
todo mi enfoque en su toque, sus labios, su lengua, su urgencia.

Corrió sus manos hasta mis muslos y mi culo, trayéndome más apretada contra él. Su
calor palpitaba a través de mis bragas finas y me mecí contra él. Con un gemido, nos
giró en la cama hasta que estuve sobre mi espalda y él estaba mitad sobre mí, mitad a
113

mi lado, con uno de sus pesados muslos sobre los míos. Esparció besos sobre mi
rostro, mis párpados, mi nariz, mis mejillas, la punta de mi barbilla. Su mano se
Página

deslizó por mi plano estómago y se sumergió por el borde de mi ropa interior,


burlándose de mi piel allí y enviando mis terminaciones nerviosas a una
sobremarcha. Oh, querido Señor, sí.

Aspiré un aliento, dejándolo salir jadeando temblorosamente. Frotó su nariz a través


de mi mandíbula y la enterró en el hueco de mi cuello, presionando su rostro contra
mí, y luego bajó un dedo para profundizar en mis pliegues.

Sabía que podía sentir lo mojada que estaba para él. Gruñó mi nombre y aspiró en la
parte interior de mi cuello cerca de mi clavícula.

Un crudo sonido de necesidad escapó de mi garganta y pasé mi mano de su hombro


hacia abajo, por su pecho y sus abdominales duros, sintiendo la contracción de sus
músculos en mi recorrido. Seguí ese atractivo músculo que iba desde su cadera hasta
su erección, envolviendo mis dedos alrededor de su dureza y acariciándolo, amando
la forma en la que se sentía como seda sobre acero. Cubrió mis dedos con los suyos,
guiándome, mostrándome cómo le gustaba.

—Sadie. Condón. Mi billetera. —Las palabras eran un suave sonido entrecortado


contra mi cuello.

Dejándolo ir, me di la vuelta en la cama y abrí el cajón de mi mesita de noche. A


tientas en la oscuridad, sentí el crujido del papel aluminio y tiré el paquete a su
pecho. Hizo un breve trabajo con la envoltura y, con una mano, tiró de mis bragas
por mis piernas, lanzándolas en algún lugar más allá de mi cama. Regresando su
mano a mi centro, empujó un dedo dentro de mí.

—Jesús, Sadie. La forma en la que te sientes en mi mano… —Su voz estaba ronca por
el deseo. Añadió otro dedo y levanté mis caderas para encontrarme con sus
embestidas.

Pasé mis manos por su torso, siguiendo sus contornos, sin poder establecerme en un
punto. Era todo calor y masa muscular, y no podía conseguir lo suficiente, no podía
dejar de moverme. Abrí más las piernas, tratando de llegar hasta donde más lo
quería. Tomando la pista, se levantó sobre mí y se apoyó en los antebrazos mientras
acariciaba mi oreja.

Incapaz de esperar más tiempo, alcancé entre nosotros y lo guié hacia mi apertura, y
presionó el primer centímetro dentro de mí. Puse mis pies planos sobre la cama y me
114

levanté, impaciente por sentirlo más profundo, estirándome, llenándome. Se retiró a


excepción de la punta y luego empujó de nuevo, arrancando un suave gemido de mi
Página

garganta. Susurré su nombre.


—Más —exigí.

Movió sus manos hasta mis caderas para mantenerme quieta, y con su siguiente
empuje, entró totalmente, permaneciendo profundo mientras me ajustaba a su
tamaño, mis músculos tensándose. Maldijo por lo bajo.

—¿Estás lista? —Su pregunta era una exhalación dura contra mi oreja—. Porque lo
quiero duro y rápido, y creo que tú también.

Dejé caer mis manos a su culo apretado y lo apreté.

—Estoy esperándote —me las arreglé para dejar salir.

Se rio una vez y luego comenzó a moverse, marcando un ritmo que me hizo
aferrarme a él. Agarré sus hombros, sus brazos, su cuello, lo que podía alcanzar, e
igualé su ritmo, la fuerza de sus caderas presionándome contra el colchón. Él gimió,
sujetándome por debajo de él, su peso obligándome a tomar respiraciones
superficiales. Una ligera capa de sudor peinaba nuestra piel y nuestros movimientos
se convirtieron en erráticos, menos coordinados, nuestro instinto primario para
perseguir la liberación.

Calor, fricción, necesidad, desesperación… todo se magnificó, y lo único que quería


era más. Perdí el control, abandonándome al momento, sabiendo que él estaba tan
cerca como yo lo estaba.

Mis talones se hundieron en su culo, y se sumergió profundo contra mí, frotando el


hueso de su pelvis contra mi clítoris. Volé, apretándolos antes de romperme debajo
de él y gritar su nombre cuando me vine. Me envolvió con un brazo debajo de mi
espalda baja mientras sus movimientos se convertían en un borrón, hundiendo sus
caderas una y otra vez hasta que dio dos golpes duros y se estremeció contra mí,
meciéndose lentamente mientras montaba su propio orgasmo. Contuvo la
respiración mientras flexionaba una última vez, y luego sacó el brazo y se desplomó,
su polla todavía latiendo débilmente dentro de mí.

Froté mis manos de arriba a abajo por la espalda, disfrutando de la forma en que su
cuerpo me inmovilizaba en la cama, anclándome, mientras me recuperaba poco a
poco de su ataque. Mi cuerpo se sentía sin huesos, como masilla para ser moldeada
por las manos. Nuestros latidos se aliviaron al unísono, y su respiración se desaceleró
115

en mi cuello. Presionó besos suaves allí, haciéndome un poco de cosquillas. Mi piel


se sentía demasiado sensible y cruda ahora que habíamos terminado.
Página
Levantándose de mí, salió de la habitación por un momento. Escuché un crujido en
el baño, y entonces estuvo de vuelta, tirando de las sábanas y arrastrándome hacia él
hasta que estuve encima, con la cabeza apoyada en su hombro. Levantó la colcha
hasta la cintura, y se acercó más, completamente contento. Sus dedos esbozaron un
patrón abstracto sobre mi espalda, y presionó sus labios en la parte superior de mi
cabeza antes de frotar la mejilla contra mí.

—Eso fue casi tan bueno como me lo imaginaba. —Su pecho retumbó en mi oído
mientras hablaba, y me tomó un minuto para que sus palabras se registraran.

Me eché hacia atrás.

—¿Disculpa?

—Nos saltamos un paso. —Su tono era suave, casi triste, y fue lo único que lo salvó
de un golpe en el rostro.

¿Qué carajos quería decir, nos saltamos un paso? Mi ceño se frunció por la confusión.
Me vine, y estaba segura como el infierno de que lo sentí correrse.

Sonriendo, me alisó la frente arrugada, pasó el dedo por la longitud de mi nariz, y


luego trazó mis labios. Hice un sonido en la parte posterior de mi garganta y tiré mi
rostro lejos de él, y dejó caer su mano.

—Está bien. —Se inclinó y le dio un beso mis labios—. Podemos arreglarlo.

Entrecerré los ojos hacia él.

—Mira, tal vez no soy tan experimentada o flexible o…

Presionó su dedo contra mis labios, silenciándome.

—Estuviste genial. Jodidamente alucinante. Pero en mis fantasías… —hizo una


pausa para meter un mechón de cabello detrás de mi oreja, y sus palabras hicieron
eco en mi cabeza; ¿había tenido fantasías conmigo?—, siempre duermo con tu sabor
en mi boca.

Parpadeé, y trazó mi sexo hasta que entendí lo que estaba insinuando.

—Oh. Bueno. —Me pasé la lengua por los labios—. ¿Qué estás esperando?
116

Dio una sonrisa lobuna antes de tirarme sobre mi espalda. Fijando mis brazos a los
costados de mi cabeza, se deslizó por mi cuerpo hasta que se encontró entre mis
Página
muslos. Soltó mis brazos y puso mis piernas sobre sus hombros, moviéndome hasta
que me tuvo como quería. Alcanzando, se apoderó de mis pechos, acariciándolos.

Colocó suaves besos por todos mis pliegues, tomándose su tiempo, provocándome,
pero no me tocó donde yo más quería. Me retorcí, inquieta, y giré mis caderas. Me
pellizcó los pezones en reproche y luego los calmó con sus palmas. Me quedé
inmóvil. Finalmente, con la parte plana de su lengua y lentamente, oh, tan
lentamente, lamió todo el camino hasta mi centro.

Sí.

Mis manos sujetaron su cabello corto, y solté un aliento que no me había dado
cuenta que estaba sosteniendo. Sus labios y lengua exploraron cada centímetro de mi
hendidura, lamiendo y chupando, pero siempre manteniendo la ligera presión para
provocarme y atormentarme. Tiré de su cabello y levanté mis caderas, necesitando
más fricción.

Sus dedos convergieron de mis pechos a solo mis pezones, rodando y tirando de
estos. Gemí, empujándome más profundo en la cama. Finalmente, su boca se
concentró en mi clítoris. Tomando ese nudo sensible entre sus labios, chupó,
acariciándolo con la lengua. Cuando golpeó ese lugar perfecto, el que hacía que cada
nervio de mi cuerpo ardiera al mismo tiempo, no pude evitar acercarme más a él, y
sus labios se estiraron con una sonrisa antes de que lo hiciera de nuevo. Y otra vez.
Aumentó la velocidad y la presión, chupándome más fuerte hasta que me estaba
retorciendo debajo de él, mi cabeza cavando en mi almohada. Sus dedos se cerraron
en mis pezones, y me acarició con la lengua hasta que estuve clamando:

—Ahí… ahí… oh Dios, sí… ahora… ¡ahora! ¡West!

La luz se astilló detrás de mis párpados, y elevé la espalda, presionando mis caderas
hacia arriba, desesperada por más de él. Sujeté su cabeza con mis manos y mis muslos
hasta que fue demasiado, y cuando relajé mi abrazo de muerte, desaceleró,
besándome mientras las réplicas me atravesaban. Cuando no pude hacer nada más
que acostarme allí en un charco indefenso de satisfacción, subió nuevamente junto a
mí.

Sus ojos brillaban mientras contemplaba mis rasgos flojos.


117

—Eso es lo que soñaba. Esa mirada allí mismo. Y saber que la puse allí.
Página
Traté de componer una réplica ágil para mantener su ego bajo control, pero en
realidad, ¿qué podía decir? El hombre tenía una lengua de oro. Así que le permitiría
tener esta.

Sonriendo, me di la vuelta sobre mi estómago, acurrucándome en mi almohada y


cerrando los ojos. ¿Quién necesitaba dulces sueños con sexo como ese? Me tomó en
sus brazos y me atrajo hacia él. Su muslo se abrió camino entre los míos y su mano
alcanzó debajo de mí hasta que cubrió mi pecho. Su nariz rozó mi cabello, e inhaló,
respirándome. Besó la parte posterior de mi cabeza suavemente. Casi con ternura.

Estaba más dormida que despierta mientras trataba de averiguar qué estaba
sucediendo. Se estaba acurrucando conmigo.

Por supuesto, me gustaba acurrucarme. Era lo único que echaba de menos de estar en
una relación. ¿Pero West?

No me parecía el tipo de permanecer abrazados después.

Entonces, ¿por qué no se iba?, fue el último pensamiento que tuve antes de que el
sueño me reclamara.
118
Página
M
e desperté ante el insistente pitido de mi celular chirriándome desde
algún rincón alejado de la habitación. Todavía aturdida, seguí el ruido
hasta detrás de la mecedora y encontré la maldita cosa debajo de la
almohada de langosta que había sido tirada la noche anterior. Le di un golpe,
silenciándolo, y me arrastré de regreso bajo las sábanas. Me estiré, bostezando,
sintiendo un delicioso dolor en ciertos músculos, y luego me congelé con la
comprensión.

Estaba sola.

Miré alrededor. Su ropa no estaba. El agua no estaba corriendo en el cuarto de baño.


Desconcertada, trepé hasta la ventana y corrí la cortina a un lado para echar un
vistazo. No estaba la camioneta. Se había ido.

Me derrumbé en la cama de nuevo, sin estar segura de cómo me sentía sobre eso.
¿Realmente había esperado que se quedara para la incómoda mañana después? Él nos
estaba haciendo un favor a ambos desapareciendo. De esa manera, cuando nos
encontráramos la próxima vez, ambos podríamos fingir que esta pequeña aventura de
una noche nunca sucedió y mantener las cosas casuales. Fácil.

Justo como quería.

Y aun así, no podía evitar el pequeño estremecimiento de decepción que sentí al no


despertar en sus brazos. Al no recibir un último beso.

Especialmente después de los orgasmos épicos de la noche anterior.

Girándome, enterré mi cabeza en la almohada e inhalé. Todavía lo podía oler. Me


pregunté cuánto tiempo iba a durar si no limpiaba mis sábanas. ¿Una noche? ¿Una
semana? Ahora podía ver por qué Rue siempre regresaba de la casa del individuo. Mi
cama estaba inundada de recuerdos de West y yo enredados. No había manera de
que no estuviera pensando en ello cuando fuera a la cama esta noche. Sola.
119

Saqué mi teléfono y lo revisé. Un mensaje de Theo, recordándome de nuestra cita en


el gimnasio a las diez. Gemí con fastidio. Me había olvidado de eso. Concedido,
Página

habíamos movido el tiempo de las siete a las diez, pero aun así. Simplemente quería
quedarme aquí acostada y no hacer nada por un par de horas.
Excepto tal vez soñar despierta sobre lo de anoche.

Arrastrándome fuera de la cama, me di una ducha y me lavé los dientes,


moviéndome perezosamente a través de mi rutina matutina. Preparando alguna ropa
deportiva, fulminé con la mirada a mi teléfono cuando me dijo que no tenía tiempo
suficiente para hacer café o llegaría tarde. Theo solo iba a tener que aceptarme au
naturale esta mañana. Pobre chico.

Echando un vistazo a la habitación de Rue y encontrando la cama vacía, le envié un


mensaje de texto rápido para asegurarme de que estaba bien mientras corría por las
escaleras. Ella me respondió mientras me ponía el cinturón.

Rue: Un extraño tatuaje en su muslo —Popeye, ¿en serio?—, pero encontró mi punto
G, así que trataré de ignorar eso. Estaré en casa más tarde. Puede que primero lo deje
encontrarlo de nuevo.

No pude evitar reírme. Rue seguro sabía cómo escogerlos. Al menos había recordado
la regla y regresaría de, bueno, de donde fuera que él se estuviera hospedando así no
estaría obsesionada con marineros que comen espinacas esta noche.

Estacioné junto al batidor de Theo en el gimnasio y caminé arduamente al interior


con cero entusiasmo. Él ya estaba caminando sobre una elíptica, así que agarré una
que estaba junto a él. Igualé mi ritmo al suyo, agradecida de que iba más como un
caracol que como un conejo esta mañana, y lo miré con los ojos entrecerrados. Me
dio un asentimiento cansado, y hundí mi barbilla en respuesta. Gracias a Dios no se
sentía hablador.

Treinta minutos más tarde, Theo gritó tiempo. Ambos miramos al área de pesas y de
vuelta el uno al otro.

—Nop. Hoy no. —Sacudí la cabeza—. No sin cafeína en mi interior.

Pareció aliviado.

—¿Krispy Kreme?

—Dios, sí —estuve de acuerdo, desesperada por un poco de café y azúcar.

Veinte minutos después, estábamos acomodados en la playa con una caja de


glaseados entre nosotros, y cada uno de nosotros agarrando el café más grande que
120

Krispy Kreme vendía. Sosteniendo mi café con una mano, saqué una rosquilla con la
otra, tomando un enorme bocado y cerrando mis ojos con absoluta dicha.
Página

Se acabó la suya en tiempo récord y tomó un sorbo de su café.


—Sabes, el entrenamiento de hoy ni siquiera quemará a uno de estos chicos malos.

Le lancé una sonrisa traviesa.

—La noche pasada lo hará.

Theo se ahogó con el café.

—Te das cuenta de que te vi salir con West, ¿verdad?

Vacilé por un momento y luego me encogí de hombros.

—¿Y?

—Y distraje completamente a Boone por ti mientras te escapabas.

Me quedé helada.

—¿Qué dijiste?

—No dije nada. Solo que no te había visto en un rato y que probablemente seguías
bailando.

Torcí mis labios. No quería darle falsas esperanzas a Boone, pero supongo que no
habría querido restregarle en la cara que me había ido con otra persona. Asentí en
señal de agradecimiento.

—Sí, de nada. ¿Te sientes mejor por lo menos? Has estado tensa las últimas dos
semanas.

Theo me observaba constantemente.

Rodé los hombros. El azúcar y el café estaban comenzando a filtrarse en mi sistema,


levantándome el ánimo.

Y me sentía mejor. Más suelta. Más relajada. Traté de ocultar mi sonrisa. Mi voz era
más suave esta vez.

—Sí. Lo estoy. —Volviendo a Theo, lo inmovilicé con una mirada seria—. ¿Qué hay
de ti? ¿Tuviste algo de suerte anoche?

Los ojos de Theo brillaron, y se giró para mirar de nuevo las olas. Tomó un largo y
121

lento sorbo de café antes de que respondiera, presumido.

—Síp. Una pelirroja Una verdadera pelirroja. —Levantó su puño y choqué con él.
Página
—Espera. ¿A qué te refieres con una verdadera pelirroja? ¿Cómo…? —Me callé
cuando comprendí lo que estaba insinuando. Sacudí la cabeza, tratando de sacar de
mi mente la imagen—. Así que, ¿vas a volver a verla?

—¿Por qué? Ya he tenido primeros, segundos y terceros.

Puse los ojos en blanco.

—Chicos. —Cuando me volví para fruncirle el ceño en nombre del género


femenino, metió una rosquilla en mi boca y silenció efectivamente alguna otra cosa
que tuviera que decir.

Antes de que pudiera terminar de masticar, Theo agarró una última rosquilla y saltó.

—Muy bien, tengo que volver al gimnasio por un cliente. Nos vemos el martes, a la
hora habitual. La próxima vez, no saltaremos pesas. Estarás lista. —Me señaló para
dar énfasis.

—¡Espera! ¡No puedo comerme todas estas! —Hice un gesto a la caja todavía ubicada
a mi lado mientras él trotaba lejos.

—¡Alimenta a las gaviotas! —sugirió, a mitad de camino de regreso al muelle.

Oh, no. No le iba a dar a esas molestas criaturas estas perfectas rosquillas. Después de
mordisquear una más y de terminar mi café, me dirigí de vuelta a mi jeep, llevando
la caja conmigo. Si Rue no las quería, tal vez podría buscar recetas en internet. Había
escuchado que había una buena receta de pudín de leche y pan que se requería en los
viejos días de Krispy Kreme.

Después de perder el tiempo en la cabaña tanto como pude, me dirigí a la casa de


Aubrey. Esta vez, me había vestido de negro de pies a cabeza, tratando de parecerme
a una fotógrafa profesional. Mi cabello estaba recogido en un moño bajo, y llevaba
maquillaje ligero, una sedosa blusa negra y pantalones pitillo. No realmente
emocionante, por otro lado, ya sabía que la sesión de fotos de hoy iba a ser todo
sobre Aubrey Perotti.
122

Su antigua casa familiar de estilo colonial con sus pilares grandes y blancos en el
frente no me perturbó. El hecho de que Aubrey abriera la puerta vestida solo con
Página

una bata corta y sedosa sobre lencería tampoco me sorprendió.


Pero la auténtica sonrisa de deleite con la que Aubrey me saludó me asombró. Había
esperado que estuviera más indiferente, más calculadora, toda la tarde más una
transacción de negocios.

—¡Viniste! —exclamó, estirándose para sujetar ambas de mis manos en las suyas.

Levanté las cejas. Por supuesto que vine. Había sido medio amenazada, medio
chantajeada sobre las consecuencias si no lo hacía. Forcé una sonrisa en respuesta,
sin saber cómo reaccionar. ¿La había juzgado mal el otro día?

—Por ti, por supuesto que lo hice.

Si ella captó mi leve sarcasmo, no dijo nada. En cambio, me llevó rápidamente a


través de lo mejor de la casa y arriba hasta el tercer piso. Por un ascensor. Traté de
no estar impresionada, pero maldita sea, ¿quién tiene un ascensor en su casa de
playa? Su habitación, bueno, sus habitaciones, estaban en una parte redondeada de la
casa, como una especie de faro, o una torreta. Aubrey vivía literalmente como una
maldita princesa en una torre. Su dormitorio era delicado y diáfano con muebles
antiguos, auténticos estaba segura, y pesadas molduras.

Aubrey me llevó a una pequeña alcoba a un lado.

—Tengo algunas ideas. Es decir, estoy segura de que sabes lo que estás haciendo y
todo, pero quería asegurarme de que estábamos en la misma página. —Estaba tan
emocionada como una niña pequeña jugando a disfrazarse. Empecé a sentirme
culpable por juzgarla tan rápidamente.

Sacó un tablero de Pinterest que había hecho y revisé las fotos. Todas eran sensuales
sin entrar en lo ruin, y tuve la sensación del ambiente general que ella estaba
buscando. Se había hecho su maquillaje oscuro y dramático, y su cabello estaba en
grandes rizos, sexys y sueltos. Estaba perfectamente arreglada para lo que tenía en
mente.

—Haremos la sesión de fotos para que todo sea sobre el coqueteo. Para ti, estoy
pensando en blanco y negro. Hacerlo más clásico y sofisticado. Un estilo editorial de
gran calidad. —Vi sus ojos iluminarse al final. ¡Bingo! Di en el clavo—. Déjame ver
lo que estabas considerando para el vestuario.

Nueve atuendos estaban expuestos en su vestidor. Sí, su vestidor. Como en una


123

habitación separada de su armario con un sofá y una otomana grande y redonda e


incluso una pequeña nevera, todo hecho en un color rosa y negro pálido parisino.
Página

—¿Te gustan?
Inspeccioné los conjuntos con un ojo crítico. Una clásica camisa blanca de hombre,
sí. Un suéter de pescador de gran tamaño, grueso con cuello en v, sí. Las otras
opciones consistían en encaje, satén, malla y plumas.

¿Plumas?

—Hay demasiado en algunos de estos conjuntos de lencería —dije—. El foco debe


estar en ti. En tu piel, en tus curvas, y tal vez incluso en tu cabello, pero no tanto en
la ropa. Son más de fondo. Tú eres la atracción principal.

Ella asintió, asimilando mis palabras.

—Me gusta la manera en que piensas. —Se movió a través de las opciones de lencería
y lanzó todas excepto dos en una pila. Se quedó con uno negro y otro blanco—.
Usaremos estos. Ángel y demonio.

Tuve que forzarme para no hacer un comentario sobre esa última parte. Fue
demasiado fácil.

—Muy bien, entonces pasemos a los detalles. ¿Cuánto quieres mostrar? ¿Con qué te
sientes cómoda?

Claramente ya había pensado en todos los detalles.

—Desde la espalda, todo está bien. Desde el frente, con ropa interior abajo, y
siempre y cuando no se muestren pezones en la parte de arriba, estoy bien.

Dejé mi bolsa en el suelo y saqué la cámara, directo al grano.

—Empecemos con la camisa de hombre blanca abotonada. Nada debajo. Y quiero


que sujetes tu cabello en lo alto, así podemos ver tu cuello para estas primeras tomas.
Solo sujétalo rápido así queda desordenado y casual. Y pon cualquier música que te
haga sentir sexy. Necesito que estés lo más relajada posible para esto.

Aubrey sonrió, aparentemente encantada, y aplaudió con regocijo.

—¡Esto va a ser tan divertido! —Mientras se sentaba en el tocador para arreglar su


cabello, asintió hacia la mini nevera—. Está completamente equipada, así que no
dudes en tomar lo que quieras.

Fui a ver lo que tenía. Soda, jugo de fruta fresca, agua, incluso pequeñas botellas de
124

licor. Elegí una botella con jugo de naranja.


Página

—¿Puedo traerte algo? —ofrecí.


Me cruzó, agarró la pequeña botella de Bacardi y la lanzó hacia atrás.

—Me querías suelta, ¿verdad? Esto debería ayudar. —Encogió un hombro, y la bata
se deslizó por su brazo.

Mientras se cambiaba, me moví alrededor de su dormitorio, revisando la iluminación


desde varios ángulos. Frente a las ventanas sería bueno para la primera toma. Con la
luz brillando a través de la camisa, sus curvas serían visibles como sombras debajo.
Quité una silla del camino. Mejor.

El bajo sonó con intensidad, y di un salto, sorprendida por el volumen. La canción de


Ray J, “Sexy Can I”, resonó desde un sistema de sonido oculto, llenando el aire con su
ambiente alegre y hablando de un momento Kodak. Le sonreí a Aubrey mientras ella
se contoneaba camino hacia la habitación, manteniendo la camisa cerrada en sus
pechos.

—La canción perfecta, ¿cierto? —Me devolvió la sonrisa.

—Lo es —accedí, levantando la cámara hacia mi ojo—. Solo baila por allí un poco, si
quieres. Haz que se sienta natural. Veamos lo que sucede antes de que empecemos a
hacer poses reales.

Se trasladó al pequeño espacio abierto junto a la ventana y mantuvo el ritmo con sus
caderas. Me dio la espalda y levantó las manos por encima de su cabeza, haciendo
que la camisa se levantara, permitiendo un vistazo de sus nalgas. Tomé unas cuantas
fotos e intenté dirigirla un poco.

—Mira sobre tu hombro a la cámara de vez en cuando. Mantén el coqueteo. Finge


que soy el chico más caliente que has visto en tu vida.

Bailó un poco más hasta que la canción terminó. Luego empecé a trabajar con ella en
algunas poses específicas: Dándome la espalda y dejando que la camisa cayera hasta
los codos, exponiendo la parte superior de su espalda.

Extendiendo los brazos hacia afuera y sosteniendo el marco de la ventana, por lo que
la camisa caía a su alrededor y la luz del sol brillaba a través de ella, dejando su
silueta delineada debajo. Fotos de perfil mirando por la ventana. Algunas sentada
sobre el marco de la ventana, una pierna larga y torneada apoyada frente a ella.
125

Se cambió al suéter de pescador, y “Boombastic” de Shaggy se reprodujo. Bajé la


cámara, dejándome llevar por una sensación de camaradería. Hasta ahora, Aubrey se
Página

había mostrado entusiasmada y dispuesta a colaborar. En estos momentos me sentía


como una perra por mis dudas anteriores.
—Shaggy es estupendo. ¿Me pregunto qué habrá sido de él? ¿Tienes más de sus
cosas? —Me sorprendió encontrarme disfrutando de la sesión de fotos.

Aubrey asintió y configuró su lista de reproducción por lo que unas cuantas


canciones más de Shaggy se reproducirían a continuación. Para este estilo, la hice
liberar su cabello así los rizos escondían la mayor parte de su rostro. Dejando que el
suéter cayera por un hombro, mostrando la curva de la parte superior de su pecho,
tiró hacia abajo del suéter entre sus piernas, como si tratara de esconderse
modestamente. Tomé fotos de esa pose desde varios ángulos, sabiendo que el
contraste de su brillante cabello y su piel suave contra el áspero tejido del suéter iba
a lucir genial en las fotografías. La hice gatear a través de la cama hacia mí, con el
suéter todavía colgando de un hombro y desde el ángulo frente a ella, el bajo cuello
en v permitía una vista de su escote y vientre plano, dependiendo de la forma en que
se moviera.

Nos tomamos un breve descanso después de eso, y le mostré a Aubrey algunas de las
imágenes sin editar hasta el momento, solo para asegurarme de que todavía
estábamos en la misma onda. Miró cada foto críticamente, como si estuviera viendo a
un extraño y no a sí misma. Una sensación de ansiedad se apoderó de mí mientras
esperaba su veredicto.

—Te ves hermosa —le dije con sinceridad—. Lo que tenemos hasta ahora es
fantástico. ¿Esto es en lo que estabas pensando cuando empezamos?

Me miró, con los ojos grandes e inocentes.

—No. Es mucho mejor. De alguna manera, lo has hecho tan erótico y también dulce.

—Espera hasta que lo tenga todo editado. Se verá aún mejor. Más ligero, más íntimo.
—Estaba satisfecha con mi trabajo hasta ahora y sabía que este sería uno de los
mejores que había hecho en algún tiempo. Lo que había hecho de Cody era adorable,
pero las sesiones de fotos con niños eran más fáciles en el sentido de que cada padre
ya pensaba que su hijo era lo más lindo del mundo. Hacer una sesión de fotos de una
mujer como ella misma era algo completamente diferente.

Aubrey se fue a cambiar de nuevo mientras yo tarareaba junto a Shaggy “Luv Me,
Luv Me”, y no pude evitar reírme cuando Aubrey volvió a entrar a la habitación para
los primeros compases de la canción de Akon “Smack That”. Se había puesto la
126

lencería negra.
Página

—Muy bien, para la siguiente sesión, solo quiero que ruedes por la cama luciendo
sexy, y me moveré alrededor para tomarte fotos. Muévete a través de algunas poses
lentamente, y trata de mantener tus movimientos suaves y felinos. Elegantes. Y
recuerda mantener tu rostro inocente o como si estuvieras teniendo pensamientos
muy, muy sucios. Trata de no quedarte en blanco. Porque darás la impresión de lucir
aburrida, lo cual no es lo que estamos buscando.

Aubrey se recostó en una montaña de almohadas blancas y con adornos, y se chupó


la punta del dedo mientras me miraba por un lado de sus ojos. Perfecto. Enredó las
manos en su cabello y luego las pasó por los costados de su cuerpo, mirando a la
cámara. A continuación, rodó hasta que yacía de espaldas sobre la cama, apoyada en
sus codos con las rodillas dobladas, arqueando la espalda hacia arriba. Dejó caer la
cabeza hacia atrás hasta que su cuello estuvo estirado y expuesto, y dije:

—Mantenlo —mientras me movía para fotografiarla de ambas maneras, de frente y


en un ángulo de cuarenta y cinco grados. Luego me quité los zapatos y me subí a una
silla al lado y capturé la misma pose desde arriba, con cuidado de evitar que mi
sombra entrara en la foto.

Cuando bajé, Aubrey miró mi pie.

—Lindo tatuaje. ¿Por qué es?

Miré mi tatuaje, el pequeño avión de papel con la línea de puntos detrás de este
indicando que había hecho un círculo.

—Ya sabes, se supone que es una metáfora. La vida se trata de la travesía, no del
destino, alguna basura de esa. Pensé que era profunda y filosófica cuando me la hice.
—Otra mentira. La verdad era privada.

Aubrey sonrió y asintió como si entendiera y luego movió su cuerpo otra vez,
resaltando su figura de reloj de arena.

Después de que le diera la señal de que había terminado esas fotos, Aubrey se
enderezó. La hice inclinar la cabeza hacia adelante para que su cabello cayera en
cascada sobre sus pechos, y saqué algunos acercamientos de solo su torso resaltado
por su sujetador estilo balconette de encaje color negro.

—Está bien, ahora, si te sientes cómoda, sugeriría que te quites el sujetador, y tomaré
algunas de tu espalda desnuda y de ti desde el frente con tus brazos cubriendo tu
pecho.
127

Ella vaciló.
Página

—¿Estás segura de que esto no va a empezar a verse…?


—¿Vulgar? No, no si hago bien mi trabajo. Pero depende de ti. Lo que tenemos hasta
ahora es genial si deseas detenerte ahí.

Se mordió el labio y fue a desabrocharse el sujetador.

—¡Espera! Hazlo lentamente y déjame tomarle fotos a eso también.

Me puse de pie detrás de ella y tomé una rápida sucesión de fotos mientras sus manos
se curvaban detrás de ella y desabrochaban los ganchos. Lanzó el sujetador al suelo
fuera de la vista e inclinó su espalda de una manera y luego de la otra, mirando por
encima de su hombro a la cámara coquetamente. No habría estado sorprendida si
hubiera batido las pestañas. Parecía estar metida en el papel. Podía imaginarla
quedando bien con todo el cliché de una-dama-en-las-calles-y-una-puta-en-la-cama.
De alguna manera, no creía que Aubrey tuviera un problema con lo fetichista.

Sin ninguna señal en absoluto, se puso sobre su espalda, con un brazo sobre su pecho,
sus caderas giradas a un lado por lo que no era una toma completamente frontal, y,
por supuesto, su cabello caía en perfecto desorden sobre su cabeza. Levantó el otro
brazo por encima de ella, dejándolo en su cabello. Hice mi trabajo, capturando el
cuadro delante de mí de una joven mujer voluptuosa invitando a alguien a unirse a
ella en la cama, su rostro expresando su absoluta seguridad, como si supiera —y
esperara que la persona viéndola lo supiera— exactamente lo que sucedería a
continuación. Mientras una canción de Usher se acababa, bajé mi cámara.

—Creo que hemos terminado. Sé que todavía tienes el atuendo blanco para terminar,
pero creo que ya tenemos todo lo que necesitas. Repasamos la mayoría de las poses
que añadiste a tu tablero en Pinterest, y sé que tengo fotos tuyas que se extienden en
toda la gama de recatada a seductora.

Aubrey se acercó a la otomana que predominaba en su vestidor y comenzó a


deslizarse en una bata, cuando tuve un momento de inspiración.

—Espera un minuto —dije en voz alta, agarrando mi cámara y dándome prisa—.


Voy a tomar unas cuantas de ti sobre esta cosa. —Empujé la otomana con el pie.

Sorprendida, Aubrey la miró y consideró el atrezo, luego se acomodó de manera


provocativa sobre esta.

—¿Así?
128

Asentí, tome unas cuantas fotos y luego caminé alrededor para conseguir unas de la
Página

espalda.
—Perfecto. —Aubrey se dio la vuelta de diferentes formas, incluso acostándose
sobre su espalda y estirando las piernas hacia arriba, cruzadas en los tobillos, antes de
que termináramos.

Mientras se ponía la bata, terminé mi jugo de naranja de antes.

—¿Qué tan pronto estabas esperando tener copias de estas?

—Al principio, iba a decir que una semana estaría bien, pero ahora estoy tan
emocionada por ver los resultados finales que incluiré mil dólares adicionales si
puedes tenerlas para mí mañana.

Mis ojos se ampliaron, y traté de no dejar que mi sorpresa se notara. Maldición,


podría hacer mucho con cuatro mil dólares por un día de trabajo. Miré mi reloj. Ya
eran las tres y media. Si me daba prisa, probablemente podía terminar esta noche.
Ella no necesitaría mucho retoque.

—Tendré las copias aquí mañana al mediodía. ¿Te servirá?

Se acercó y me aplastó en un abrazo, atrapándome por sorpresa. Palmeé su hombro


torpemente.

—¡No puedo esperar! ¡No puedo esperar, no puedo esperar, no puedo esperar! —
gritó, rebotando en sus pies. Podía sentir sus pechos desnudos bajo la bata
presionando contra mí, y me alejé un poco de ella, intentando poner un poco de
distancia entre nosotras. Una cosa era fotografiar esas chicas, pero era otra muy
distinta tenerlas tan cerca de mí.

Poniéndome la bolsa en el hombro, me dirigí a la puerta.

—No necesitas acompañarme a la puerta, si quieres quédate y termina de vestirte. Te


enviaré un mensaje cuando esté en camino mañana.

—¡Gracias! ¡No puedo esperar para mostrárselas a mi novio!

Me detuve en la puerta de su habitación.

—¿Oh si? Envíame un mensaje y déjame saber lo que él piensa.

—Tú misma puedes preguntarle —dijo Aubrey, su voz llena de dulzura.


129

—¿Oh? ¿Llegaré a conocerlo? —Fruncí el ceño por la confusión.


Página

—Ya lo has conocido. West Montgomery.


N
o recuerdo salir de casa de Aubrey. No recuerdo el regreso a casa. No tenía
idea de cuánto tiempo había estado sentada en la entrada, aferrándome al
volante hasta tener los nudillos blancos y apretando mis dientes para que
ninguna emoción pudiera escapar. Encerrándome bajo llave. El anuncio de Aubrey
se sintió como un golpe bajo directo en el estómago.

West tenía una novia.

West tenía una jodida novia.

Las palabras se repetían en mi cabeza.

Por supuesto, la tenía. Se veía como si pudiera ser el hijo bastardo de Poseidón. Iría
contra las leyes de la naturaleza para él no estar emparejado. El hombre fue hecho
para procrear.

Mi teléfono sonó, el sonido amortiguado por los desechos en mi gigante cartera. La


alcancé y escarbé hasta el fondo de la bolsa, donde terminaba ocultándose mi
teléfono generalmente. Fruncí el ceño ante el número desconocido.

Te veías hermosa esta mañana. Espero no haberte despertado cuando me fui.

Mis dedos se apretaron alrededor del teléfono. Era de él.

¿Cómo siquiera consiguió mi número?

Golpeé borrar y luego lancé mi teléfono como si tuviera una enfermedad. Rebotó
fuera del asiento del pasajero y se asentó en algún lugar en lo profundo, la acción no
fue suficiente para calmar mi temperamento.

Parpadeando, miré por mi parabrisas y me enfoqué en el cielo. El sol estaba justo


empezando su descenso.

La hora de la cena había pasado hace mucho, pero no estaba hambrienta.


130

Golpeteé el volante mientras contemplaba el estuche de mi cámara. La tarjeta de


memoria con las fotos de Aubrey estaba almacenada de forma segura en el interior.
Página

Podía borrar toda la sesión accidentalmente-a-propósito. Usar Photoshop para poner


algunos granos en su perfecta piel. Tal vez también algunas arrugas. Incluso podía
hacer que su trasero y pechos se vieran flácidos. Una sonrisa malvada iluminó mi
humor ante la idea.

Pero no podía hacer ninguna de esas cosas. Necesitaba mucho el dinero. Y si


estuviera siendo lógica, mi verdadera queja ni siquiera era con Aubrey. Era con el
jodido West. Y más que sentir dolor y enojo, solo me sentía… estúpida.

Estúpida por no escuchar a Rue y sus brillantes reglas. Estúpida por no salir con ese
chico británico, en su lugar. Estúpida por pensar que West sentía esas mismas chispas
locas que yo cuando nos tocábamos. Estúpida por esperar secretamente que tal vez,
tal vez se convertiría en más que una aventura de una noche.

Estúpida por contemplar siquiera por un minuto que West elegiría a alguien que
viera veía como yo sobre alguien que se veía como Aubrey.

Con un suspiro interminable de autodisgusto, agarré mi bolsa y subí trabajosamente


por las escaleras hasta la cabaña, lista para admitir la derrota.

Antes de dirigirme a mi habitación y la inevitable sesión de edición, hice una parada


técnica en la cocina, haciendo una pausa para mirar entre el refrigerador de acero
inoxidable de puertas francesas y el refrigerador de vinos más pequeño.

¿La situación pedía helado o vino? Incliné mi cabeza en contemplación. Levantando


una botella del blanco y decidiendo que no necesitaba una copa, me dirigí a mi
habitación y arrojé mi cartera y bolsa de la cámara en mi cama.

Y me detuve.

No podía hacer esto aquí. No podía editar fotos de la novia de West en la misma
superficie en la que había follado con él menos de veinticuatro horas atrás.

Cerrando mis ojos, reproduje la noche que pasamos juntos. Todavía podía sentir sus
manos callosas arrastrándose por mi piel. Sus labios saboreando e incitando todo en
mí. Su polla dura contra mi cadera cuando nos presionamos juntos.

Y todo el tiempo, estuvo engañando a su novia.

Esta no era la misma situación que la de Imbécil y yo. Yo era la otra mujer esta vez.
De repente, mi piel se erizó y me sentí sucia.
131

Dejando mis cosas en la cama, me desnudé, me enganché la botella de vino y me


Página

dirigí a la ducha.
Girando la perilla a tan caliente como podría, bebí directamente de la botella
mientras esperaba que el agua se calentara.

Cuando el vapor se levantó detrás de la cortina, tomé un último trago, dejé la botella
en la parte posterior del tanque del inodoro para fácil acceso, y me deslicé al interior.
Agarrando un poco del grumoso exfoliante corporal, restregué cada centímetro de mi
cuerpo, cada parte que West había tocado. Repetí el proceso hasta que mi piel estuvo
rosada y al vivo, y ya no me sentía contaminada.

El agua estaba empezando a correr fría para el momento en que salí, envolviéndome
en una toalla y recuperando la botella de vino. Había bebido la mayor parte de esta
en el transcurso de mi ducha. Inclinando mi cabeza hacia atrás, vacié lo último y
luego abandoné la botella en mi lavabo mientras regresaba a mi habitación.

Tirando de una suave camiseta sin mangas y unos pantalones de franela, dejé mi
cabello envuelto en una toalla en turbante y agarré mi computadora portátil y bolsa
de la cámara. Acomodándome en el sofá, extraje la tarjeta de memoria de la cámara y
cargué las imágenes en la computadora.

Filas de miniaturas aparecieron, piezas y partes de Aubrey llenando mi pantalla.


Empecé el proceso de selección de fotos, eliminando aquellas en las que el foco
estaba apagado o la iluminación poco favorecedora. Apretando mis dientes, pasé por
las imágenes una por una, escogiendo la mejor de cada pose para la edición adicional.

Tragué dolorosamente cuando me desplacé a través de estas. Tenía muy poca edición
real que hacer. Aubrey era simplemente así de preciosa. El contraste de su cabello
oscuro, piel oliva y ropa de cama blanca era clásicamente impresionante.

Era pequeña, curvilínea, y la encarnación de todo lo que un chico podía querer. Una
sucia Barbie traída a la vida. Por supuesto, West estaba como alguien como ella.

Terminando antes de medianoche, envié los archivos por correo electrónico a una
imprenta de veinticuatro horas en Beaufort. El pago por el trabajo urgente estaría
más que cubierto por lo que Aubrey me estaba pagando. Conduciría en la mañana
para recogerlas, entregarlas y olvidarme de West.

Resueltamente, cerré mi computadora portátil. Después de secar mi cabello, me subí


a la cama con mi teléfono. Le envié un mensaje de texto a Rue, diciéndole que la
132

extrañaba, y que necesitaba una noche de chicas pronto cuando ella regresara
mañana.
Página
Estaba revisando Facebook cuando recibí un mensaje de texto de vuelta. Lo abrí,
pensando que era Rue, pero entonces reconocí el mismo número de antes.

West.

Entrecerrando mis ojos, lo eliminé sin leerlo y luego apagué mi teléfono.

A la mañana siguiente, me levanté antes de que mi alarma sonara. Lanzándome en la


ropa de entrenamiento, conduje directamente a Krispy Kreme, ordené dos cafés y
dos donas cubiertas de chocolate y rellenas de crema. Todo para mí. Me puse los
lentes de sol, giré el volumen de la radio, y me enfoqué en verificar esta pequeña
salida de campo en la que iba a enredarme. Finalmente sería capaz de conseguir ese
nuevo lente de cámara que había estado esperando por siempre.

Recogí las impresiones, les di un vistazo rápido para asegurarme de que se veían bien
y luego revertí direcciones, dirigiéndome de vuelta a Reynolds Island. Llegaría
temprano a casa de Aubrey a este punto, pero estaba bien con eso. Cuanto antes
terminara esto, mejor por lo que a mí respectaba.

Fue justo después de las diez cuando dejé caer el sobre de las impresiones en su
puerta, sin molestarme en tocar el timbre o incluso apagar el auto. Me largué de su
camino de entrada y por toda la manzana. Al detenerme en la señal de parada al final
de la carretera, le disparé un mensaje de texto rápido.

Yo: Aubrey, las impresiones están en la puerta principal. No quise despertarte si


estabas durmiendo. Dejé mi dirección. Siéntete libre de enviar el cheque por correo.

Luego aceleré el motor, dirigiéndome al acceso de la playa pública a mitad del


camino de la isla.

Estacionando el auto en el estacionamiento prácticamente vacío, saqué mi teléfono


de nuevo. Lo sostuve con el brazo extendido, como si fuera una serpiente enrollada a
punto de atacar, y esperé una respuesta. Justo cuando estaba a punto de rendirme,
dio un pitido.

Aubrey: *¡Chillido!* ¡LAS AMO! ¡Él las amará! ¡Valen cada centavo!
133

Mi estómago se sacudió, el café y las donas amenazando con resurgir ante la idea de
Página

West con las fotos. ¿Se correría con estas? ¿Las fotos como esas no eran para eso?
Corrí a los baños públicos al final del estacionamiento y vomité.
Después de lavar mis manos y salpicar mi rostro con agua fría, agarré los bordes del
lavabo y miré al espejo. Era solo un chico. Fue solo una noche. Nada para estar
afectada de esta manera. Y si era un patán infiel, mejor saberlo ahora. Mejor que
fuera problema de ella antes que el mío.

Sintiéndome resuelta, regresé a mi Wrangler y recogí mi teléfono, auriculares, una


visera y mi botella con agua. Alcé mi cabello en un moño apretado y me puse la
visera. No era el accesorio más atractivo, pero con mi cabello largo, funcionaba
mejor que una gorra de béisbol.

Desplazándome por mis listas de reproducción, busqué algo con más agudeza que mis
cosas normales. Me detuve en la S. Seether, Stone Sour, Avenged Sevenold, Eminem.
Bueno, Eminem era una exageración, pero él era el verdadero Slim Shady, así que lo
puse en la lista de la S con los otros. Puse en cola su “Monsters” y me fui a la playa,
marcando un paso castigador.

Quería esta carrera para hacer daño. Quería que mis músculos ardieran y dolieran
tanto al final que no sentiría la punzada en mi pecho cuando pensara en West o
cuando mirara mi cama.

Quería golpear su recuerdo en la arena con mis zapatos y dejarlo atrás en mis huellas,
para ser lavado con la siguiente marea alta, borrado para siempre.

La cosa sobre correr, sin embargo, es que a pesar de que tu cuerpo está ocupado, tu
mente está libre. Y si era honesta conmigo, no me arrepentía de mi noche con West.
Me podía sentir mal por las consecuencias, pero eso era más un problema para que
West y Aubrey lidiaran, no mío. Si la pieza de mentira incluso llegaba limpia hasta
ella. Yo no la estaría contando.

Mi noche con West era una llamada de atención. El sexo con el Imbécil había sido
bastante bueno, a decir verdad. Irritante de admitir ahora, pero no obstante la
verdad. West era un nivel totalmente distinto. Palabras tibias como bastante y bueno
nunca se aplicarían a él. Me hizo sentir lasciva, codiciosa, primaria. No me
conformaría de nuevo. Si West podía hacer todo eso en mí en una noche, ¿quién
sabe cuántos otros chicos estaban ahí afuera, esperando sacudir mi mundo?

Rue tenía la idea correcta. La cantidad era probablemente el mejor enfoque. Probar
suficientes sabores hasta que encuentres ese sin el que no puedes vivir. Los chicos lo
134

hacían por defecto, parecía. No había razón por la que no funcionara para mí
también.
Página
Cuando vi a un Weimaraner por delante que me hizo pensar en General Beauregard,
hice un balance de mi entorno y reduje mi paso. No quería correr el riesgo de ver a
West, por lo que di un recorrido temprano, antes de que pasara por su casa, y
volviera por el camino en que vine, aumentando la intensidad para compensar la
distancia más corta. El sol estaba en mis ojos al ir en esta dirección, y había olvidado
mis lentes de sol otra vez. Bajé mi visera y agaché la barbilla, mirando el suelo. Me
dirigí más arriba en la playa, hacia la arena más suelta y seca, forzando a mis piernas
a trabajar más duro. Mis pantorrillas quemaban, pero lo disfrutaba.

Ahora tenía un plan, uno que no incluía a West. Con la intención de apagar mi
cerebro, di pasos más fuertes en la arena y me centré en el ritmo de la música en mis
oídos. Después de presionar el botón a un lado de mi teléfono, subí el volumen hasta
que no pude escuchar nada más, especialmente mis propios pensamientos.

Cuando llegué a mi jeep, me faltaba el aliento y estaba empapada en sudor. Bebí lo


que quedaba en la botella de agua y me incliné por la cintura con las manos en las
rodillas, tratando de reducir la velocidad de mi corazón acelerado. Tomé mi tiempo
estirándome y sentí la protesta en cada músculo en mis piernas.

Agotada, cojeé hacia el lado del conductor, subí y abroché el cinturón de seguridad.
Estaba a punto de girar la llave cuando algo blanco llamó mi atención. Fruncí el
ceño. Algo estaba atrapado bajo mi limpiaparabrisas.

Mis piernas casi se doblaron mientras salí de nuevo de mi jeep. Gimiendo, arranqué
el papel y regresé al auto con el menor número de movimientos posibles.

Me quedé mirando el papel en la palma de mi mano con confusión. Tenía la forma


de un avión. ¿Qué demonios?

Lo desdoblé con cuidado. Estaba hecho de papel de cuaderno barato, uno de los lados
estaba desigual, como si hubiera sido arrancado de un cuaderno con espiral.
Volteándolo al otro lado, leí el mensaje escrito fuertemente con un Sharpie negro.
¿Jugando duro para ganar? Está funcionando. Deja de jugar y llámame. West. Su
número telefónico estaba garabateado después de su nombre.
135

Resoplé y arrugué el papel en mi puño. ¿Al arrogante bastardo no le gustaba ser


ignorado? Bueno, no me gustaba que me mintieran.
Página
Empecé a tirar el papel en mi bolsa de Krispy Kreme cuando vacilé. Había dejado
que la situación con Imbécil me afectara y me superara, y no quería ser más la misma
chica patética. Quería ser una mujer fuerte que no tomara prisioneros, que se
mantenía firme. Era hora de sacar la mierda de West con una llamada.

Entonces veríamos que tenía que decir por sí mismo.

Alisando el papel lo mejor que pude, añadí el número de West a mi teléfono y luego
le envié un texto.

Yo: Acabo de salir de la casa de tu novia.

Sonreí hacia mi teléfono. Sí, West, ¿qué tienes que decir al respecto?

West: ¿Qué novia?

Mis cejas se levantaron. ¿Realmente iba a tratar de jugar al tonto conmigo?

Yo: Aubrey.

West: Aubrey no es mi novia.

Yo: Ella cree que lo es.

West: DEFINITIVAMENTE no lo es.

Dudé, sorprendida por su continua negación. Tal vez fuera la semántica.

Yo: ¿Solía serlo?

Hubo una pausa antes de que respondiera esta vez.

West: No. Lo último que supe es que estaba con algún jugador de la NFL.

Yo: Sin embargo, ¿has salido con ella?

West: Sí, pero no en mucho tiempo.

Su rápida respuesta me sorprendió. Había esperado que lo negara, ya que había


negado su relación.

West: Tú fuiste mejor.


136

Puse los ojos en blanco, pero no pude evitar mi sonrisa de suficiencia o la sensación
de victoria que me dieron esas tres pequeñas palabras. Mi lado malicioso le dio un
Página

golpe a la perra de Aubrey con ese jugoso bocado y luego lo restregó en su rostro en
una buena medida.
West: Encuéntrate conmigo esta noche.

Dudé. ¿Podía haber interpretado mal toda la situación? Es decir, Aubrey había
parecido bastante genuina ayer, pero mi instinto no confiaba en sus motivos. Quizás
West estaba siendo honesto, y Aubrey era una persona mentirosa. Prefería ese
escenario. Esto significaba otra porción de West en mi futuro, y Dios sabía que tenía
un apetito por ese hombre. Mi resolución comenzó a evaporarse como gotas de lluvia
en una acera caliente, desapareciendo como si nunca hubiera estado allí para
empezar. La verdad era que quería volver a verlo.

Mi mente me gritaba una advertencia para que frenara y pensara en esto, pero mi
cuerpo me gritaba que cediera y disfrutara del festín. Tenía que conseguirme algo de
tiempo, recuperar mi equilibrio.

Yo: No puedo. Noche de chicas.

West: Bien. Mañana. 7 en el Wreck. ¿Sí?

Yo: No sé.

Sí, así que lo admitía, quería reunirme con él. No estaba segura de que debiera.
Necesitaba un día para tratar de averiguar qué demonios estaba pasando realmente
con los dos y luego podía enfrentarlo en persona si llegaba a eso.

No queriendo ser una mentirosa, envié un mensaje de texto rápidamente a Rue.

Yo: ¿Cena esta noche? ¿Charla de chicas?

Rue: No puedo. Cena de negocios. ¿Después?

Yo: Claro. ¿Helado y donas?

Rue: ¡Por supuesto!

Más tarde en la noche, a la espera de que Rue llegara a casa, vi un horrible reality de
televisión que parecía reforzar la probabilidad de que West era una bolsa de basura
que solo pensaba con su polla y que probablemente estaba siendo un jugador, junto
137

con Aubrey, y quienquiera que hubiera terminado en el hotel la noche que me dio
un aventón a casa.
Página

Mi ira se estaba elevando cuando mi teléfono sonó.


Rue: Lo siento, chica. Vi a este Adonis mientras me iba y vamos por unas bebidas.

Calmando mi frustración, apagué la televisión y agarré un libro en su lugar. Dos


horas más tarde, estaba convencida de que West tenía que ser un pobre y mal
entendido príncipe encubierto que solo necesitaba a la chica adecuada para abrir su
corazón de piedra. Alguien como yo.

Mi teléfono sonó de nuevo.

Rue: Lo siento, ¡pero no puedo resistir! ¡Dice que tiene un piercing! Sabes cuánto
tiempo he estado esperando para probar eso. llevaré Krispy Kreme para el desayuno,
¡lo prometo!

Yo: Cuídate y diviértete. Olvídate de las donas, me reúno con Theo en el gimnasio, y
luego a trabajar.

Rue: ¡Bien! ¡Lo siento! ¿Más tarde esta semana?

Yo: Claro. ¡Y quiero detalles!

Rue: ;-)

Quería estar enojada con Rue por descartarme, pero era difícil hacerlo cuando me la
imaginaba después de un duro ejercicio con el Adonis con la lengua fuera y una
expresión de zombi en su rostro. En mi mente, zombi-Rue estaba bajo el hechizo del
Adonis, persiguiéndole ciegamente y gimiendo: “¡Debo ver el piercing!” mientras se
aferraba a su camisa.

Feliz por Rue, pero molesta conmigo misma por dejar que West consumiera mis
pensamientos, lancé el libro a un lado y encendí mi computadora portátil. Tenía un
último método de respaldo para sacarlo de mi mente. Abriendo Pinterest, escribí
“modelo masculino” en la barra de búsqueda y soñé despierta. Mi lado femenino
disfrutaba del caramelo para la vista por lo que era, recordándome que había un
montón de chicos calientes por ahí además de West. Mi lado fotográfico tomaba
notas, prestando atención a los ángulos de la cámara, iluminación, poses, apoyos y
puesta en escena.

Traté de no comparar a los chicos que estaba comiéndome con los ojos con West, y
fue solo un éxito de manera parcial.
138

Mi resolución endeble me molestaba. Estaba convirtiéndome en el tipo de chica de


las que otras chicas se burlaban en los reality shows de televisión como el que estaba
Página

viendo anteriormente. Me gusta. No, no me gusta. Sí, me gusta. No, realmente no me


gusta. Sí, me gusta. Pff. Me hizo pensar en ese bicho de la película de dibujos
animados, el que fue hipnotizado por el exterminador de insectos y se mantuvo
embobado, cantando: “No puedo evitarlo. Es taaaan hermosa”.

¡Zaz!

No quería ser solo otra víctima de West Montgomery.


139
Página
Página 140
—¿R ecuerdas esa pelirroja que mencioné el otro día? —Theo me
observaba trabajar mis tríceps en una de las máquinas—. Creo
que me está acosando. Se suponía que tenía que irse después del
fin de semana, pero ha pasado otra semana, y todavía está aquí. Y sigo viéndola en
todas partes.

—¿De verdad te estás quejando? —Mi voz estaba mezclada con escepticismo.

—Sí. Es raro. Está obsesionada o algo.

—¿Obsesionada?

—No lo sé. ¿Tal vez? La he visto en el trabajo, en Starbucks, la farmacia y la maldita


gasolinera.

—Es una isla pequeña —señalé—. ¿Quizás sea una coincidencia?

—Creo que este es el único lugar en donde aún no me ha rastreado —dijo,


flexionando sus músculos a través de una serie de levantamientos en la máquina
junto a mí—. Y eso solo porque estacioné a dos manzanas de distancia, frente al
Starbucks.

—Entonces, ¿estará en el complejo hoy? ¿Y tiene un nombre? Me siento mal,


llamándola “la pelirroja”.

—Probablemente. Y es Chelsea.

—Bueno, eso debería ser bastante fácil de arreglar. Solo dile que tú y yo empezamos
a salir en el intervalo, y que soy del tipo celoso. Si aparece, podemos coquetear como
locos hasta que capte el mensaje.

—¿Piensas que funcionará? —Theo sonaba dudoso.

—¿Qué? ¿No soy lo suficientemente buena para ti? —bromeé.


141

—No, no, no es eso. Es solo que no quiero que luego te persiga a ti o algo. Ya es
bastante malo que siga tropezándome con ella en todas partes.
Página

Arrugué la nariz.
—¿Tengo que estar preocupada?

Theo se encogió de hombros.

—Tal vez. Incluso sabe la marca de champú y desodorante que uso. Me siguió al
supermercado el otro día y compró algunos para tenerlos “en su casa”. ¿Quién hace
eso después de una aventura de una noche?

—¿Realmente solo fue una noche? —Crucé los brazos y lo quedé mirando.

El rostro de Theo se ruborizó.

—Bueno, quiero decir, ella estaba dispuesta… y me siguió a casa.

—¡Theo! —dije, gimiendo.

—¿Qué?

—Por cuestión de principios, debería negarme a ayudarte.

—Está bien, entonces, por cuestión de principios, estas sesiones cuestan cincuenta
dólares cada una a partir de ahora. Así que me debes más o menos…

Entrecerré los ojos hacia él.

—Bien. Pero las bebidas van por tu cuenta esta semana.

Theo gruñó y me lanzó un balón medicinal.

—Abdominales. Dos series de treinta. Luego hemos terminado.

Después de nuestro entrenamiento, nos dirigimos de nuevo a la cabaña en mi


Wrangler para el desayuno, dejando el viejo cacharro de Theo abandonado en el
Starbucks. Nos hizo tortillas de huevo blanco con queso y tomate, mientras mezclé
algunos batidos de mango, piña y espinacas. Tan deliciosa como estuvo la comida,
apenas la probé.

Estar de vuelta en casa me hacía recordar de nuevo a West.

De camino a Edge, me arme del valor suficiente para pedirle su opinión.

—Theo, si te pregunto algo, ¿puedes mantenerlo solo entre nosotros?


142

—Claro, ¿qué pasa?


Página

—Se trata de West, y conozco el código de chicos: amigos antes que zorras y todo
eso.
—Nah, no te haría eso.

Dudando, tamborileé mis dedos sobre el volante.

—¿Cuál es la historia entre él y Aubrey?

Theo vaciló.

—No estoy seguro de saber toda la historia. Sé que los de padres él y de ella son
cercanos, como muy cercanos. Y siempre esperaron que Aubrey y West terminaran
juntos. Creo que Aubrey también lo hizo. Y West parecía aceptar todo el asunto.
Como, usualmente era su acompañante para la gala al final del verano, o si se
presentaba algún gran evento social. Pero no los he visto juntos desde que se mudó
aquí de Chicago el año pasado. Entonces, ¿quién sabe? Además, escuché que ella
estaba saliendo con algún jugador de fútbol.

Tragué, incomoda. Aubrey y West tenían una historia. Sonaba como una muy larga
historia. Y Aubrey no me parecía del tipo que no conseguía lo que quería. La historia
de West sobre el jugador de fútbol parecía comprobarse, pero ¿tal vez Aubrey tenía
la esperanza de reavivar las cosas con West?

Theo me observaba.

—¿Eso quiere decir que hay algo entre ustedes? ¿Tú te enrollaste con él más de una
vez?

—¡No! Pero trabajé con Aubrey en… un pequeño proyecto, y me lanzó que West era
suyo.

—Perra, estaba marcando su territorio, ¿eh?

—¡Theo!

—Bueno, ¿no lo estaba? —Theo parecía enfadado—. Es una manipuladora, así que
ten cuidado a su alrededor.

—¿Te hizo algo? —Su ira parecía demasiado personal.

—No quiero hablar de eso —murmuró, mirando por la ventana.

—¿Tú y ella… alguna vez?


143

—¿Qué? Demonios, no. No la tocaría aunque mi vida dependiera de ello.


Página
Curiosa por su fuerte reacción, lo estudié. Había una historia allí, pero respetaría su
privacidad por ahora. Además, estábamos casi en el trabajo. No tenía tiempo para
sonsacarle.

—Sabes que estoy aquí si alguna vez necesitas hablar.

Asintió.

—¿Cuál es el problema con West? Cuando te pregunté quién sería un buen ligue la
otra noche, no lo mencionaste.

—Porque él no es una buena opción. Las chicas caen por él. A menudo y duro. Es
bastante honesto al respecto, no engaña a nadie ni nada, pero algo en él hace que las
chicas se vuelvan locas. Lo persiguen hasta ser vergonzoso. He oído que el cuarto de
baño en el Wreck es un santuario para él. No es que haya investigado esa
información en particular.

Arrugué la nariz.

Theo me miró.

—Nadie se sorprendería si lo buscaras otra vez. Como dije, muchas chicas lo hacen.
Es ridículo. Y simplemente no quiero ver las consecuencias. Nunca es bonito.

Tomando una respiración profunda, asentí. Nota para mí: no convertirse en el zombi
de West.

Entrando en el estacionamiento de los empleados, agarramos nuestras bolsas y nos


dirigimos hacia los vestuarios.

—Oye, Theo, cuando lleguemos allí, hazme un café con hielo, ¿sí? Necesito un poco
de cafeína.

Sonrió.

—Te lo prepararé doble.


144

El trabajo apestó. Kendra se reportó enferma, y la piscina estaba llena. La única vez
que tuve un segundo extra para pensar en otra cosa que los deberes de salvavidas fue
Página

durante el descanso de cada hora de la natación de adultos, cuando soplaba el silbato


y todos los menores de dieciséis años tenían que despejar la piscina durante diez
minutos. Y durante esos descansos, estuve tratando de ayudar al pobre Theo.

Chelsea se había aparecido, y no se había movido de su taburete junto a la cabaña de


Theo en toda la mañana.

Era como si lo estuviera supervisando o algo. Iba en cada oportunidad que tenía, pero
en este momento, estaba a punto de irme flotando de todas las bebidas que él seguía
haciéndome. Estábamos actuando como una pareja coqueta, pero Chelsea no parecía
estar captando la indirecta. O tal vez simplemente no le importaba. Era difícil
decirlo.

Alrededor de la una, estaba tratando de comer rápidamente un sándwich de pavo


que Theo me entregó durante mi descanso.

—Gracias, nene —dije, inclinándome para quitarle el cabello de su frente. Pude


escuchar el siseo de Chelsea al otro lado de la barra.

Theo apretó sus labios y se inclinó sobe la barra hacia mí.

—¿Por qué no se va? He hecho mi mejor esfuerzo para ignorarla y coquetear


contigo. ¿Qué estoy haciendo mal?

Di un vistazo a su alrededor. Los ojos de Chelsea estaban pegados a nosotros.

—Es terca, ¿verdad? Tendremos que mejorar nuestro juego. —Hablando más fuerte,
arqueé mi columna vertebral—. Cariño, mi espalda tiene un nudo. ¿Podrías
ayudarme?

Theo puso sus ojos en blanco, ya que Chelsea no podía ver su rostro, pero se las
arregló para hacer que su respuesta sonara sugestiva.

—Seguro, Sadie.

Viniendo por detrás de la barra, se deslizó cerca de mí y hundió sus pulgares en


círculos en la tierna carne a lo largo de mi columna vertebral. Me arqueé más y gemí,
tratando de exagerarlo.

—Oh sí, justo ahí. Tus manos son increíbles.

Theo agachó su cabeza y susurró en mi oído:


145

—No puedo aguantar mucho más. Te doblaré sobre la barra y meteré mi lengua en
Página

tu garganta en un minuto si no se va pronto. ¿Crees que eso será el punto final?


Chelsea echaba chispas hacia mí, las flamas de sus ojos casi me abrasaban con su
intensidad.

—¡Theo! —chillé, golpeando su cadera—. En el trabajo no. —Me reí y presioné mis
manos en mis mejillas, como si él hubiera dicho algo travieso.

Con un resoplido, Chelsea se deslizó de su taburete y se marchó, disparando una


última mirada en mi dirección.

Theo se congeló detrás de mí, con sus manos todavía en mi espalda.

—Funcionó, ¿no?

Le sonreí con engreimiento.

—¿Qué te dije?

Dándome un rápido abrazo, Theo reanudó su posición detrás de la barra.

—Eres la mejor. Te la debo.

Asintiendo en enfático acuerdo, enrollé el papel encerado con los restos de mi


almuerzo.

Mientras caminaba hacia el bote de basura, casi choqué con Aubrey, quien estaba
rodeando la esquina con otros tres clones de ella perfectamente peinadas. Di un paso
atrás, indicándoles que siguieran adelante.

Aubrey se detuvo y se quitó sus gafas de sol, mirándome por encima. Me crucé de
brazos autoconscientemente, muy consciente de que su elegante ropa de centro
turístico se veía mucho más refinada que mi modesto bikini rojo de dos piezas, moño
desordenado y pies descalzos. Sus amigas se detuvieron detrás de ella.

—Chicas —empezó Aubrey, ladeando su cabeza—. Esta es Sadie. La fotógrafa de la


que les hablé.

—¿Sadie? Tuve un perro llamado Sadie una vez —resopló una de ellas. Llevaba gafas
de sol de espejo, así que no podía ver sus ojos.

Mi sangre hirvió, pero me mordí la lengua y esperé, curiosa de qué se trataba todo
esto.
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—Esas fotos de Aubrey salieron muy bien —dijo otra, dándole un codazo a la otra
Página

chica en el lado.
Aubrey sonrió.

—Por supuesto que sí. Ella podrá ser de aspecto bastante sencillo, pero sabe cómo
capturar la belleza real con una cámara. Es verdaderamente un don. Y le dije que le
ayudaría a difundir la palabra para que pudiera expandir su negocio. Estoy segura de
que le gustaría tener un trabajo real a estas alturas, en lugar de solo jugar al
salvavidas a su edad. Ustedes damas me ayudarán con eso, ¿verdad?

Extendiendo su mano, le dio unas palmaditas a mi brazo.

—Es bueno verte de nuevo, Sadie. —Cuando retiró su brazo, frotó sus dedos como si
se los hubiera ensuciado. Deslizando sus gafas de sol de vuelta, pasó sin esperar una
respuesta, sus amigas siguiéndola obedientemente a su paso.

Me quedé ahí, perpleja.

Qué. Perra.

Me había insultado en la cara. Sí, de alguna manera en un cumplido, pero, maldición.


Y yo ni siquiera había tratado de hablar para defenderme, lo que me molestaba de
igual manera. No era que hubiera algo que pudiera decir con la forma en que se
expresó sin sonar desagradecida. Además, era una huésped del hotel, y yo una
empleada. Estaba aquí para servir a su pequeño trasero de comadreja. Forcé mis
dedos a relajarse de los puños apretados que había hecho y tomé una respiración
profunda, dejándola salir lentamente. Quería sacarme de mis casillas, y no planeaba
darle la satisfacción.

Aubrey se podía ir al infierno. Y si West me quería, podía tenerme,


independientemente de su condición con Aubrey. Lo tendría merecido de todas
maneras. Empujándola de mi mente, tiré mi basura y regresé al trabajo, pasando el
resto de la tarde siendo la chica mala con un grupo de niños decididos a jugar
voleibol acuático sin una red.

Para cuando llegó mi último descanso del día, Chelsea había reaparecido y estaba
obsesionada de nuevo en todas las cosas de Theo. Apoyé mis codos en el mostrador,
viendo a Theo hacer otra limonada. Chelsea me miró y luego se giró de vuelta a
Theo, estirándose para tocar su mano.

—¿Este lugar no cierra pronto, nene?


147

Theo me disparó una mirada desesperada.


Página

—Sí, pero…
—Pero tenemos planes —interrumpí, ajustando los tirantes de mi bikini y batiendo
mis pestañas a Theo—. ¿No, nene? —Imité el tono de Chelsea en la última palabra.
Ella me frunció el ceño.

—¡Correcto! Así que, por mucho que me gustaría, no puedo salir contigo esta noche.
—Theo trató de rechazarla con gentileza.

Estaba molesta. Había tenido un largo día loco, y ella no estaba para las sutilezas. Él
la había ignorado la mayor parte del día, dándole respuestas de una palabra a sus
preguntas, y ella parecía ajena a todas las veces que él y yo habíamos coqueteado y
tocado. Chelsea estaba sola en su pequeña burbuja Theo, y él necesitaba reventarla,
inmediatamente. De lo que había reunido durante mis descansos, ella tenía casi tanta
materia como sus falsas tetas, y él iba a tener que deletrearlo para ella, o eso nunca
terminaría.

—¿Adónde van? —ronroneó, inclinándose hacia adelante, así que la mayor parte de
su pecho se derramó del top de su bikini.

Sacudí mi cabeza hacia él, tratando de advertirle, pero respondió:

—Al Wreck —antes de que pudiera detenerlo. ¡Joder! No le había dicho que estaba
planeando ir a al Wreck esta noche para encontrarme con West, y además no lo
quería apareciendo ahí. Este día solo seguía mejorando.

—¿Dónde está eso? —preguntó Chelsea, pareciendo desconcertada.

—Es un trayecto bastante largo —interrumpí, dándole una mirada dura a Theo—.
Caminos alternativos sin nombres, cosas como esa.

Finalmente, pareció entender mis indirectas.

—Sí, solo es un hoyo en la pared. No es tu estilo para nada.

Ella pareció emocionada de que Theo conociera su estilo. Quería golpear mi cabeza
con la mesada. Quitándole mi limonada, me dirigí a mi puesto de salvavidas.

—¡Nos vemos en una hora, cariño! —grité por encima de mi hombro, soplándole un
beso por las dudas. Él me debía tanto.
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Para el momento en que dejé a Theo en Starbucks y fui a casa después del trabajo,
eran las seis y media. Tomando una ducha rápida, debatí el buen criterio de siquiera
encontrarme con West. Mis instintos me advertían que no iba a ser fácil olvidarlo
cuando se terminara, a pesar de su pasado con Aubrey. ¿Debería arriesgarme? Quizás
era mejor pegarme a turistas por el verano, como hacía Rue. Pero entonces miré mi
cama y recordé nuestra noche juntos. ¿Quién no querría más de eso?

Además, sería cruel cancelar a último minuto.

Ugh. Normalmente, yo no era así. Indecisa. Insegura. Cuestionando mis propios


motivos. West me carcomía por dentro, como batir una soda y abrirla. Era un
desastre empapado, y era todo su culpa.

Deseando tener tiempo para arreglarme el cabello y mi maquillaje correctamente,


terminé yendo súper casual, sabiendo que ya iba tarde. Era mejor así, de todas
formas. No quería parecer desesperada. Después de ponerme una diminuta camiseta
verde oliva, una enorme blusa blanca con cuello en V que caía de un hombro,
pantalones cortos y chanclas de cuero, rocié una enorme cantidad de mi spray de
mar favorito en mi cabello y esperé no lucir horrible cuando llegara. Barrí una rápida
capa de máscara, agarré mi bolso, y corrí por la puerta.

El reloj en el tablero marcaba las siete y veinte seis mientras me metía en el


estacionamiento de Wreck. Observé mi espejo retrovisor y sentí vergüenza. Sí, mi
cabello había visto días mejores. Suspirando, lo arremoliné en un moño bajo, así al
menos el desastre luciría como si fuera a propósito.

Cuando entré, vi a West inmediatamente. Estaba sentado en uno de las mesas de


picnic entre la puerta y las mesas de pool, una pequeña montaña de cáscaras de maní
frente a él. Alzó la mirada mientras me deslizaba en la banca frente a él.

Miró su reloj.

—Estaba comenzando a pensar que no te ibas a presentar.

—Pensé eso.

Sus ojos vagaron por mi rostro.

—Me alegra que lo hicieras.


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Me encogí de hombros. Aún no estaba segura si toda esta cosa era una idea
inteligente. Pero West lucía bien esta noche, relajado en una camiseta desteñida y
Página

jeans oscuros, su nariz un poco quemada del sol.


Se puso de pie e hizo un gesto hacia la barra.

—¿Puedo traerte algo de beber?

Sacudí mi cabeza.

—No vine aquí por bebidas. Esto no es una cita.

West lució herido.

—¿Entonces por qué viniste?

—Yo… no estoy segura. ¿Por qué dejaste la nota? Me imaginé que no escucharía más
de ti después de nuestra… aventura de una noche. —Mi voz se apagó al final de un
susurro avergonzado.

—¿Quién dijo algo de una aventura de una sola noche? —gruñó.

Arrugué mis cejas, confundida. ¿Cómo lo habría llamado? Agarré un maní del tazón
y lo partí para abrirlo y darle a mis manos algo que hacer.

—Solo no esperé escuchar de ti de nuevo, eso es todo.

No lo esperaba, pero había cruzado mis dedos de las manos y de los pies y le pedí un
deseo a una estrella por si acaso. Hasta que Aubrey había arruinado mi fantasía.

—¿Así que solo estabas usándome? —Sonó divertido por la idea.

Casi me ahogué con mi maní.

—¡No más de lo que estabas usándome tú!

Sus ojos se oscurecieron, el gris prevaleciendo más que el azul.

—Me gustaría usarte de nuevo. —Sus ojos cayeron a mis labios—. Y otra, y otra vez.

Olvidé respirar por un largo momento, la mirada en sus ojos tan similares a la
manera que habían lucido la otra noche. Pero me recordé con quién estaba lidiando
—y la advertencia de Theo— e hizo más fuerte mi decisión. Incliné mi cabeza hacia
él y fingí considerar su oferta.

—¿Tienes algún truco bajo la manga?


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—No en mi manga. Más abajo. —Me dio una sonrisa perversa—. Sal conmigo este
fin de semana.
Página

Estaba molesta de que no lo pidiera a manera de pregunta.


—No estoy segura de que sea una buena idea. ¿Qué hay de Aubrey?

—¿Quieres que también venga?

—¡No!

Sonrió.

—Pero quieres ir.

De nuevo, no era una petición.

—Pareces problemático —le dije—. Quizás más problema del que vales. Solo estoy
buscando relajarme y divertirme este verano.

—Soy divertido —respondió—. Déjame probártelo. Este fin de semana.

—Podrías tratar de preguntar, sabes. —Estaba irritada.

—Lo estoy.

—No. Estas diciéndome. No me gusta que me digan qué hacer.

Se inclinó hacia atrás, cruzando los brazos en su pecho.

—¿Qué te parece esto? Juguemos. Si yo gano, obtengo salir contigo este fin de
semana. Si pierdo, puedo solo ser el ligue al que llames, y podremos dejarlo así.

Copié su postura.

—¿Qué juego?

—Las damas escogen.

Apestaba en pool.

—¿Qué tal eres en hockey de aire?

—Espero que mejor que tú.

—Lo dudo. —Perder contra Boone el otro día había sido solo suerte. Tenía
habilidades en hockey de aire—. Y tomaré esa bebida ahora.

—¿Qué te puedo traer?


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Así que sí sabía lo que era una pregunta.


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—Ron con coca cola… y cerezas.


Gimió y miró mi boca antes de levantarse.

—Ya vuelvo.

Mientras West estaba en el bar buscando nuestras bebidas, Theo se presentó y fue
directamente a mí.

—¡Viniste! No estaba seguro de que lo harías. —Se dejó caer junto a mí y agarró un
puñado de maní.

—Vine a encontrarme con West, no contigo. —Apunté a la barra.

Theo hizo un escaneo rápido de la barra.

—Está bien, no veo a Chelsea de todas formas. —Rompió un maní y lo arrojó en su


boca—. Así que, ¿tú y West? ¿Las cosas se terminaron por completo entre él y
Aubrey?

—O es eso o está engañándola descaradamente conmigo. No estoy segura si me


importa que lo haga. Aubrey es un pedazo de…

—Mierda —terminó Theo por mí—. Y West no engañaría.

—¿Cómo lo sabes?

—West no tiene novias. No puede engañar si ustedes no están juntos.

Antes de que pudiera responder, West volvió y me entregó una bebida.

—Theo. ¿Qué pasa, hombre? —West y Theo chocaron los puños.

—No mucho. Escucha, si esta chica pelirroja aparece después, podría tener que pedir
prestada a Sadie.

—Mientras que la devuelvas al final de la noche. —West tomó un trago de su


cerveza.

Los fulminé con la mirada a ambos.

—¡No soy un libro de la biblioteca! No pueden solo pasarme.

West alzó una ceja.


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—¿No? Porque seguro que hay un montón de chicos aquí mirándote.


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—¿Robaste eso de uno de los billetes de dólares? Eso fue malo, hombre. —Theo
sacudió su cabeza.
—No fue tan malo. Fue gracioso.

—Fue así de malo —confirmé. Recogí el tallo de una de las cerezas marrasquino y
puse la fruta en mi boca, tirando del tallo hasta que se liberó.

West se detuvo en el acto de levantar su cerveza otra vez.

—Si no estaban mirando antes, seguro como el infierno que lo están haciendo ahora.

Me sonrojé y eché un rápido vistazo alrededor. Había unos chicos mirando en mi


dirección.

—Nosotros somos los siguientes. —West asintió hacia una de las mesas de hockey de
aire.

—¿Alguna apuesta? —preguntó Theo.

—Tiene que salir conmigo si gano —West sonrío.

—¿Y si pierdes?

—No perderé.

—¿Estás seguro? —Aprecié que Theo tuviera fe en mí al menos.

—Sí. Sadie realmente no quiere ganar esta. —West guiñó el ojo, exasperándome.

Oh, demonios no. No me desafió de esa manera.

—¿No crees que pueda vencerte?

—No dije que no podías. Estoy diciendo que no lo harás.

—Termina tu cerveza, West. Voy a derribarte.

—¿Oh sí? ¿Aquí mismo? —El brazo de West barrió a través de la mesa, limpiándola
de cáscaras de maní—. Generalmente, no me apunto al exhibicionismo, pero estoy
dispuesto a intentar cualquier cosa una vez. —Acarició la mesa de picnic.

—Aquí no —dije—. En la mesa de hockey de aire.

—Puedo trabajar con eso también. Es de la altura correcta, si te tomo y te acuesto,


para que yo…
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—Creo que los dejaré solos —interrumpió Theo, saltando a sus pies.
Página

No podía mirarlo mientras se iba. West tomó un último trago y bajó su botella.
—Estoy listo cuando tú lo estés.

Levanté mi otra cereza y miré directo a West. La puse en mi boca y la retiré,


lamiendo el ron y coca. Levantando la cereza, extendí mi lengua y succioné la cereza
de vuelta, girando el tallo unas veces antes de sacarla. Cuando terminé, lamí mis
labios.

—¿Seguro que estás listo?

Maldijo por lo bajo y miró su regazo.

—Bueno, si no lo estaba antes, malditamente seguro que lo estoy ahora. ¿Por qué no
te adelantas? Estaré allí en un minuto.

Sonriendo victoriosamente, me acerqué a la mesa de hockey de aire, escogiendo el


mismo lado en el que había jugado la última vez. Deslizando el disco a través de la
mesa, probé cuánta resistencia había. Me había inclinado para recuperarlo cuando
sentí a West inclinarse detrás de mí, presionando su pecho en mi espalda y
dejándome sentir su dura longitud contra mi culo.

—¿Segura que no quieres solo perder? —susurró contra mi oreja.

No iba a caer a sus pies como lo hacía cualquier otra chica. Si me quería, iba a tener
que trabajar por ello.

Empujé contra él mientras me paraba.

—Estoy segura. Tengo esto.

Se quedó pegado a mi espalda.

—No tengo problema con que la mujer salga victoriosa, solo para que sepas. —
Apretó mi cadera antes de trasladarse al lado opuesto de la mesa y agarró el otro
mazo—. Que comience el juego, Sadie.

Golpeé el disco con un fuerte chasquido, rebotándolo en el costado y hacia su


portería. Con un movimiento veloz de su muñeca, lo golpeó de vuelta en mi
dirección, directamente en mi portería. Levantó la mirada de la mesa, una sonrisa de
suficiencia en su rostro.

—Creo que anoté.


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Página
Tomando una respiración profunda, coloqué el disco en la mesa y decidí que esto era
serio. Mi orgullo estaba en juego, si no otra cosa. Estreché mis ojos y envié el disco a
volar en su dirección.

El marcador estaba empatado seis a seis. Una gran mano se situó en la parte baja de
mi espalda. Sobresaltada, me retorcí hacia el lado y escuché el distintivo sonido en
seco mientras el disco se deslizaba en mi portería. ¡Maldición! Miré a Theo y saqué el
disco de la bandeja.

—Lo siento, cariño —dijo Theo, acercándose—. Apareció hace unos minutos.

Cerrando mis ojos y rezando por paciencia, conté hasta diez. Cuando los abrí,
Chelsea estaba de pie junto a Theo usando lo que generosamente podría ser descrito
como un vestido. Lucía más como una larga camisa parcialmente abotonada con la
que había olvidado usar pantalones. Notando a West observando a la recién llegada,
tomé la oportunidad de impulsar el disco directamente por la mesa, directo a su
portería. West lució sorprendido ante el sonido.

—Creo que anoté —me burlé, pestañeando hacia él.

Chelsea miró de mí a West y luego de regreso otra vez.

—Pensé que estabas con Theo.

—Lo estoy —dije—. West es… un ex. Disfruto burlándome de él.

—Oh. —Chelsea le echó un vistazo a West—. Así que, Theo está tomado, ¿pero él
está disponible?

—Sí, Sadie, ¿estoy disponible? —West se enderezó, deteniendo nuestro juego.

Le fruncí el ceño a Theo, disparando dagas hacia él con mis ojos.

—Él no está conmigo.

Chelsea se acercó más a West.

—Pero es gay —añadí—. Lo arruiné para las mujeres. Ahora solo le gustan las pollas.
No me lo tomo personal, sin embargo.

Mordí mi labio para evitar sonreír mientras West me disparaba una mirada de pura
155

incredulidad.
Página

Apunté a través de la habitación.


—¿Ves a ese gran chico jugando billar por allá? ¿El que está cubierto de tatuajes? Ese
es su novio. ¿Cuánto ha pasado ya, West, dos años?

West bajó la mirada y sacudió su cabeza antes de sonreírme.

—Síp. Y agradezco a mis estrellas cada día de que el buen Señor lo trajo a mi vida.
Soy tan, tan bendecido.

Apenas pude contener mi risa ante la decepción en el rostro de Chelsea.

—Oh, y ¿Sadie? Es mejor que creas que la apuesta solo se elevó. —El rostro de West
era de pura inocencia.

Chelsea lo miró.

—¿Por qué están jugando?

Theo aclaró su garganta.

—Quién tiene que pagar la siguiente ronda. Él o yo. Supongo que las siguientes dos
rondas, ahora.

West no quitó sus ojos de mí.

—Porque alguien tendrá que pagar por esto, sabes.

Traté de esconder mi risa, y me volví hacia el lado de Theo para calmarme,


envolviendo mi brazo alrededor de su cintura.

—Cariño, me vendría bien otro ron y coca. ¿Te importaría…?

Agradecido por escapar, Theo se encaminó hacia la barra. West lo llamó.

—Dulzura, ¡tomaré otra cerveza!

Después de asegurarse que Chelsea no estaba mirando, Theo le enseñó el dedo a


West mientras se alejaba.

West se volteó hacia mí.

—Siete a siete. ¿Lista para esto?

—He estado tomándomelo con calma contigo —me mofé.


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—Eso es amable y todo, pero soy gay. ¿No sabes que me gusta duro y áspero?
Página
Humedad se agrupó en mi centro. Cambié mi peso para frotar mis muslos, tratando
de encontrar algún alivio.

West notó el movimiento y sonrió ampliamente.

Diez minutos después, era punto decisivo a su favor, y West estaba dirigiendo la
mesa, el disco volando tan rápido que no pude conectar con todo eso. Me las arreglé
para bloquear mi portería, tratando de mantener mi disco centrado sobre la abertura
para proteger tanto de eso como podía. El disco rebotó tan rápido que fue difícil
mantenerme al día con él, hasta que desapareció repentinamente. Confundida, miré
hacia la mesa y luego a mi portería. Había anotado.

West había ganado.


157
Página
T
omé una respiración profunda, mi cabeza todavía inclinada abajo en mi
objetivo.

Una punzada de emoción luchó con molestia. Había perdido en mi juego.


De nuevo.

Me asomé hacia West por debajo de mis pestañas.

—¿Doble o nada? —ofrecí.

West negó con la cabeza, manteniendo el contacto visual.

—No creo que te puedas permitir esas apuestas.

Chelsea ladeó la cabeza.

—Sí, porque como socorristas no ganan mucho, ¿verdad?

—Hago lo suficiente como para permitirme un atuendo entero. —Mi voz era como
el jarabe.

Chelsea parecía confundida, y Theo se ahogó con su cerveza.

Trevor y Dylan estaban caminando por las mesas de billar y West sujetó el brazo de
Dylan al pasar.

—Chelsea, ¿conoces a nuestros amigos solteros Dylan y Trevor?

Chelsea puso las palmas de las manos contra la mesa de hockey de aire, enderezó sus
brazos y se inclinó hacia adelante, presionando sus pechos entre sus codos rígidos. En
el momento justo, ambos chicos bajaron la mirada y cambiaron de dirección.

—Encantada de conocerlos —arrulló.

Dylan se paseó por su lado.


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—Creo que el placer será todo mío. —Trevor se rio entre dientes detrás de él.
Enganchando su brazo alrededor de su cintura, Dylan la jaló en su dirección—. ¿Por
Página

qué no vienes conmigo y eres mi amuleto de la suerte mientras pateo a este idiota en
el billar? Apuesto a que eres mágicamente deliciosa.
—¿Qué? —la oí preguntar mientras se ponían en marcha. Puse los ojos en blanco. La
línea fue desperdiciada en ella. Me preguntaba si también había salido de un billete
de un dólar o si él la había pensado en eso por su cuenta.

—Esa está encima de la barra —dijo West, leyendo mi mente y acercándose—.


Vamos, cariño, baila con tu ex, por los viejos tiempos. —Tomó mi mano y me llevó
hacia la pista de baile—. La traeré de vuelta pronto, Theo.

Mientras lo seguía, miraba abajo hacia nuestras manos. Había entrelazado nuestros
dedos, y al verlos enredados, repentinamente trajo de vuelta algunos recuerdos muy
íntimos. Tragué saliva con fuerza y traté de canalizar la actitud de ámalos-y-déjalos
de Rue.

Una vez que fuimos tragados por la multitud en medio de la pista de baile, West se
dio la vuelta hacia mí, jalándome en sus brazos. El movimiento inesperado me hizo
tropezar con mis sandalias y me llevó justo contra su pecho. Apretó sus brazos,
manteniéndome allí. La canción era una rápida, pero solo nuestros miembros
inferiores se movían al ritmo. Mis brazos se deslizaron vacilantes arriba de los suyos
y se mantuvieron en un bucle suelto alrededor de su cuello. Nuestras caderas se
movían juntas, frotándose, y por medio de la fricción, lo sentí crecer y alargarse. Él
bajó la mirada entre nosotros y luego de vuelta a mí.

—Así que, este fin de semana…

—Será una cita, no un ligue —interrumpí antes de que tuviera una idea equivocada
sobre mí. Demonios, ¿la idea equivocada? Había dormido con él antes de nuestra
primera cita. No podría ser más fácil que eso.

—Estaba pensando en un picnic. Cerca del agua. Vamos a tener que superar este
miedo tuyo. —Continuó como si no lo hubiera interrumpido y calor subió a mi
rostro. Está bien, quizás yo era la única que ya estaba pensando en dormir juntos de
nuevo—. Lleva un traje de baño debajo de la ropa.

—¿Por qué?

Se encogió de hombros, y sus ojos cayeron a nuestras caderas de nuevo.

—En caso de que decidamos mojarnos. —Uno de los lados de su boca se curvó.
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El calor llameó en mi interior y bajé mis caderas un poco más, subiendo de nuevo
contra él. Él hizo un sonido áspero de placer en el fondo de su garganta y tiró de mi
Página

cabeza más cerca. Inclinándose a mi oído, dijo:


—Me gustas así. No toda arreglada como la última vez. Tu camisa cayendo del
hombro. —Jaló la manga suavemente—. Me dan ganas de terminar el trabajo. —
Apretó los labios debajo de mi oreja, dejando que su lengua tocara el costado de mi
cuello.

La canción cambió, y tuve que empujarme a un lado antes de parecer una idiota total
derritiéndome como gelatina allí mismo en la pista de baile.

—¿Sábado? ¿Mediodía?

Asintió y me dejó hacer mi escape, sus ojos observándome mientras retrocedía. Tenía
una sonrisa torcida en su rostro, como si supiera exactamente lo que estaba haciendo
y por qué.

Más tarde esa noche, estaba en mi cama, dando vueltas, sin poder conciliar el sueño.
Incapaz de dejar de pensar en West. Sus manos sosteniendo mis caderas en la pista de
baile. Sus ojos riéndose de mí a través de la mesa de hockey de aire. Sus músculos
contrayéndose contra mi estómago. Y su lengua apenas tocando mi cuello, pero con
la promesa de hacer mucho más.

Gemí y di la vuelta sobre mi espalda, mirando el techo. Iba a ser una larga noche.
Mordiendo mi labio inferior, deslicé mi mano por mi estómago, mis dedos jugando
con el nudo del cordón de mi ropa interior.

Tal vez esto me ayudará a dormir. Levantando las rodillas hasta sentirme más
cómoda, trace una línea hasta mi centro, deleitándome con el susurro de seda de las
bragas presionando contra mis pliegues. Levanté mis caderas para quitar mi ropa
interior cuando oí un golpeteo suave.

Me quedé helada y me giré hacia la ventana, forzando mis oídos, mis caderas todavía
levantadas en el aire. El zumbido del aire acondicionado dando golpetazos me
sorprendió, y puse los ojos en blanco ante mi propia paranoia, mi cuerpo relajándose
de nuevo contra la cama. Puse mi pulgar debajo del material en mi cadera y lo jalé.
El golpeteo sonó de nuevo, esta vez más fuerte.
160

Sin duda venía desde mi ventana.

Saliendo de debajo de las cobijas, agarré el bate de béisbol de metal que guardaba
Página

debajo de la cama y me acerqué a la ventana. Levantando con cuidado una de las


tablillas de las persianas de madera, me asomé al porche, entrecerrando los ojos hacia
la débil luz emitida desde la farola. Una figura grande y oscura era apenas visible, y
di un salto atrás, empujando el puño en la boca para ahogar mi grito.

—Sé que está despierta allí. Bien podrías salir y hablar conmigo. —La voz de West
flotó a mí desde el otro lado de la ventana.

Me hundí con alivio y abrí las persianas para poder ver. West estaba apoyado contra
la pared, con una pierna doblada por la rodilla con su pie contra la casa. Abrí la
ventana un par de centímetros.

—¿Qué estás haciendo aquí? —siseé.

Se encogió de hombros, los músculos de su brazo contrayéndose con el movimiento.

—No podía dormir. Pensé que tal vez querías ir a dar un paseo.

Miré mi reloj.

—¿A media noche y media?

—¿Media noche y media? —repitió, divertido.

—Doce y media. Como sea. ¡Ya es tarde!

—¿Y?

—Y… —farfullé, incapaz de llegar a una buena respuesta.

—La playa está desierta y hermosa a esta hora de la noche. Ven a caminar conmigo.

—¿Pensé que teníamos una cita el sábado?

Él rio.

—¿Eso significa que estás fuera de los límites hasta entonces?

Abrí la boca y volví a cerrarla. Bueno, no, no exactamente. Dejé que el silencio se
arrastrara durante un largo minuto antes de que una sonrisa intentara salir por la
comisura de mis labios.

—Dame un minuto para cambiarme.


161

Cerrando las persianas de nuevo, rápidamente me puse pantalones de gimnasia, un


sujetador y una camisa larga de Vanderbilt por encima de la camiseta sin mangas y
Página
bragas en las que había estado durmiendo. Poniéndome un par de chanclas, me
deslicé por la puerta principal y cerré detrás de mí.

West todavía estaba vestido con la misma ropa que llevaba antes: jeans y una
camiseta. Me acerqué a él, con las manos en las caderas.

—¿Cómo sabías que todavía estaría despierta? —Incliné la cabeza hacia un lado y lo
observé.

Él sonrió.

—No podía dejar de pensar en ti. Tenía la esperanza de que el sentimiento fuera
mutuo.

—Estaba dormida hasta que golpeaste y me despertaste —mentí, negándome a


alimentar su ego.

—No, no lo estabas. Podía escuchar que te movías desde aquí. —Levantó las cejas,
retándome a mentir de nuevo.

Me alegré que la farola no proporcionara mucha iluminación para que no pudiera


ver el rubor tiñendo mis mejillas. Querido Dios, ¿pudo haberme oído a punto de
masturbarme? Gracias a Dios no había tenido cinco minutos más para eso.

Ignorando su comentario, empecé a bajar las escaleras.

—¿Adónde vamos?

Me siguió y señaló su vieja camioneta estacionada en la calle. Ni siquiera había oído


su motor cuando había llegado.

—A mi casa. La playa es perfecta en este momento.

—No escuché tu camioneta —dije mientras me subía en el lado del pasajero.

Él subió y me miró, la luz del techo entre nosotros iluminando su rostro. Sostuvo el
volante con la mano, pero no hizo ningún movimiento para encender el auto. Su
pulgar golpeó el volante y se volvió hacia el parabrisas.

—He estado aquí por un rato —admitió.


162

—¿Así de acosador?

Sus mejillas se enrojecieron, y verlo avergonzado hizo que mis labios se estiraran en
Página

una enorme sonrisa. Me enfrentó de nuevo y me inmovilizó con una mirada más
seria de lo que estaba esperando. Mi sonrisa se desvaneció. Extendió la mano y tomó
un mechón de mi cabello, pasando los dedos por este hasta que su mano volvió de
nuevo a su regazo.

—Hay algo en ti —dijo. Sus labios se levantaron y luego puso en marcha la


camioneta, y el momento se había roto.

No hablamos en el viaje de regreso a su casa. Una vez que estacionó entre los pilotes
y la casa de Wyatt, vino a mi lado y abrió la puerta, tomando mi mano y
ayudándome a bajar.

Sin soltar mi mano, me llevó al interior de la casa y se detuvo junto a las escaleras
que conducían a la pequeña terraza de su habitación. Entrecerré los ojos hacia él.

—No vine aquí para…

En cuclillas, tiró de mis sandalias antes de lanzar sus propios zapatos y continuar su
camino hacia la playa.

—¿Para qué? —grito por encima del hombro.

Reprimiendo una réplica mordaz, sacudí la cabeza y lo seguí. Cuando empecé a


caminar a lo largo de la mitad del camino de arena dura, entre la espuma del océano
y la suave arena, hundiéndose cerca de las dunas, agarró mi mano de nuevo,
llevándome más cerca del agua. Me resistí, tratando de mantener mi camino actual.
Él era imparable, su agarre sólido, y no tuve más remedio que seguirlo, perdiendo
nuestra silenciosa batalla de voluntades.

—¿Adónde me llevas?

—Te lo dije, vamos a tener que superar este miedo tuyo. Empezando con un paseo
en el agua hasta los tobillos. Hasta los tobillos, Sadie. Puedes manejarlo.

Traté de liberar mi mano de su agarre. No funcionó.

—Pero no puedo ver. Está oscuro. ¿Qué pasa si hay algo allí?

—¿Qué pasa si lo hay?

—Estás usando jeans —señalé, intentando una táctica diferente.


163

—Y pueden mojarse.
Página

Lo miré sin poder hacer nada, y él me devolvió la mirada, una sonrisa maliciosa
suavizando sus rasgos. Me jaló más cerca de donde las olas empezaban a rodear
nuestros pies mientras se apresuraban para recuperar la playa para ellas. Chillé y
salté cuando una ola más grande salpicó mis tobillos.

West rio y siguió caminando, manteniendo mi mano apretada en la suya.

—Estás disfrutando demasiado esto —dije, malhumorada.

—¿Caminar bajo la luz de la luna en una playa vacía con una hermosa chica? Sí, lo
estoy disfrutando.

Sus palabras derritieron mi prolongada resistencia. Probablemente, lo habría seguido


a cualquier parte en ese momento.

Empezó a frotar su pulgar contra la piel sensible encima de mi muñeca mientras


caminábamos, y ni siquiera noté el cosquilleo de las olas contra mis tobillos durante
varios minutos.

No noté mucho de nada a excepción de las terminaciones nerviosas hormigueando


mi brazo en respuesta a sus lentas caricias.

Me relajé gradualmente, escuchando el suave sonido de la arena húmeda tratando de


atrapar nuestros pies con cada paso y el arrullo de las olas apresurándose hasta la
orilla y luego retirándose. Mi brazo se frotó contra el de West mientras
deambulábamos por la playa. El silencio entre nosotros se sentía cómodo, y mi mente
no estaba corriendo con cosas para llenarla. Dejé que la calma se filtrara a través de
mí. Confiando en West para guiarme, incliné la cabeza hacia atrás para echarle un
vistazo a las estrellas. Podías ver tantas desde aquí, lejos de las luces de la ciudad.

Era hermoso.

Cuando miré a West, sus ojos estaban fijos en la curva de mi cuello, y me tropecé. Su
mano se apretó alrededor de la mía hasta que recuperé mi equilibrio.

—No te preocupes —susurró—. Te tengo.

Me mordí el labio. Me gustaba demasiado el sonido de eso.

Seis pasos después, mi pie cayó sobre en algo baboso. Chillé y empecé a saltar de
puntitas, lloriqueando.

West levantó las cejas y continuó su ritmo constante por la playa, jalándome con él.
164

—¿Vas a vivir allí?


Página
Mi temor se mezcló con irritación. ¿Quién sabía con qué había entrado en contacto
mi pie? Me di la vuelta para investigar, pero West seguía tirando de mí hacia
adelante.

—Estás bien. Supéralo. Sigue caminando. —Podía oír la risa en su voz, y lo fulminé
com la mirada.

Seguí con él, pero ahora estaba muy alerta, tratando de mirar a través del agua
espumosa en la oscuridad de la arena donde mis pies estaban a punto de pisar cada
vez.

West sacudió mi brazo.

—Detén eso. Solo camina.

—Pero, ¿qué pasa si…?

—¿Qué pasa si qué? ¿Si pisas algo? Entonces pisas algo.

—Pero, ¿qué pasa si eso… me lastima? —Mi voz se quebró en las últimas palabras, y
me di cuenta de cuán estúpida sonaba, pero no podía evitarlo.

—Entonces te salvaré de cualquier mierda malvada del océano que pudiera lavar el
punto exacto de la playa sobre el que plantes tu perfecto y delicado pie.

—No es gracioso —medio gimoteé, medio reí.

—Sí. —Me miró—. Lo es.

Justo entonces mi otro pie aterrizó sobre algo sin duda blandito. Baboso era una cosa,
¿pero blandito?

Oh diablos, no.

Chillé y corrí unos cuantos pasos como una gallina sobre un plato caliente hasta que
nuestros brazos estaban estirados al máximo entre nosotros y entonces me detuve,
tirando mi mano de la suya.

—Creo que eso es suficiente por esta noche. —Si, estaba temblando como un bebé,
pero había terminado.
165

West se detuvo junto a mí, desconcertado.

—Entonces, ¿ahora qupe? ¿Solo te vas a quedar aquí toda la noche? La marea está
Página

subiendo.
Empecé correr hacia lo más alto de la playa, pero West me agarró por la muñeca
antes de que pudiera alejarme más de tres pasos. Suspirando, dijo:

—¿Realmente estás tan asustada?

Lágrimas calientes y de vergüenza ardían en mis ojos, pero me negaba a llorar frente
a West. Únicamente la fuerza de voluntad las retuvo mientras asentía.

Dándome la espalda, se enfrentó al agua, sus hombros cayendo con resignación.

—Bueno, lo prometí. —Se puso en cuclillas y se palmeó la parte superior de su


espalda—. Vamos.

Lo miré sin comprender.

—¿Vamos qué?

—Sube. Te dije que vamos a dar un paseo en el agua, y lo dije en serio. Si estás tan
asustada, haré la caminata por los dos. Puedes ir a caballito.

Puse los ojos en blanco y me limpié una lágrima traidora que se había escapado.

—No vas a llevarme. Estamos a casi kilómetro y medio de tu casa.

Me volvió a mirar por encima de su hombro.

—¿Estás tratando de conseguir que te demuestre mi fuerza? Porque puedo hacer eso
por ti.

Resoplé y crucé los brazos sobre mi pecho.

—No estoy dudando de tu fuerza en sí. Pero, West, no soy precisamente pequeña y
estamos a casi kilómetro y medio de la casa. —Dije las últimas palabras lentamente,
haciendo hincapié en estas en caso de que no me oyera la primera vez.

Permaneció de cuclillas.

—Dos opciones. Te subes o caminas por el agua.

Una onda un poco más grande se precipitó hacia nosotros, llegando a mitad de la
pantorrilla, y salté sobre él, subiendo por su amplia espalda. West se balanceó y
luego envolvió mis piernas alrededor de su cintura antes de levantar el brazo para
166

tirar de los míos.


Página

—¿Sadie? —graznó—. Me estás ahogando.


Me acomodé y llevé mis brazos más sobre sus hombros que sobre su tráquea. Mi
barbilla se posó en la inclinación donde su cuello y hombros se encontraban, y no
pude evitar olerlo. Su olor era droga. Deberían hacer velas que olieran así.

Agarrándome debajo de mis rodillas, empezó a regresar por el camino que vinimos.
Me moví de un lado a otro mientras él caminaba, mis piernas abiertas presionadas
contra su espalda, mis pechos pegados contra él, mis pezones endureciéndose por la
fricción. Mi respiración se cortó y luego empezó a acelerarse.

Los músculos de sus brazos y torso estaban flexionados, moviéndose sinuosamente


debajo de mí. Exhalé y no pude resistirme a tratar de presionar mi pelvis un poco
más firme contra él, tratando de conseguir un poco de presión donde más la quería.
West me rebotó más arriba sobre su espalda y aceleró el ritmo. Oh, querido Dios, sí.
De alguna manera ese movimiento amontonó su camiseta entre mis muslos un poco
más, dándome la suficiente presión para volverme loca. Enterré mi nariz contra su
piel y aspiré su aroma cítrico y sudoroso.

Estábamos a medio camino de regreso, y yo estaba a medio camino de la liberación.

Había algo sobre West que mi cuerpo ansiaba.

Su voz flotó a través del aire salado, con un tono conversacional.

—Sé que soy bueno, pero nunca he hecho que una chica se venga en un paseo a
caballito. Si terminas antes de que lleguemos a casa, escribiré “Te daré un paseo a
caballito” en un billete de un dólar y pondré ese bebé en la barra mañana. ¿Más
rápido es mejor?

Me puse rígida, tratando de no moverme en absoluto, tratando de no respirar


siquiera mientras la mortificación se apoderaba de mí.

West trató de correr, pero yo rebotaba contra él bruscamente, y sus pasos se


desaceleraron, mi rigidez dificultando su paso.

—Oye, nena, relájate ahí atrás. No me estoy quejando. Créeme. No me estoy


quejando ni un poco.

Diversión irradiaba de él.

De repente, me incliné con fuerza hacia la derecha. La pierna de West pareció


167

hundirse en la arena, y lo agarré desesperadamente. Intentó liberar su pierna de un


tirón, pero se tambaleó con mi peso extra y ambos nos caímos, salpicando hacia un
Página

lado en las olas.


Tomada por sorpresa, mi cabello cubrió mi rostro cuando salí a la superficie, y no
podía ver nada. Estaba apoyada sobre un costado con el hombro de West
inmovilizándome. El agua no era profunda, pero yo estaba prácticamente en posición
horizontal, y cuando la próxima ola llegó, mi cabeza se hundió y succioné una
bocanada abrasadora de agua de mar. Mientras tosía y me ahogaba, West tiró de mí y
me arrastró más arriba hasta el borde de la cota del agua. Quitó los mechones
húmedos de mi rostro y frotó mi espalda mientras yo tosía y escupía sobre la arena.

—Lo siento, nena. No fue mi intención aterrizar sobre ti.

Asentí, tratando de disminuir mi respiración de regreso a la normalidad. Jesús, esa


agua salada quemaba.

Cuando levanté mi rostro hacia él, West me miraba pidiendo perdón.

—Siento que hemos hecho esto antes —intentó bromear.

Traté de sonreír.

—No me puedes culpar de esto.

—¿En serio? Porque estaba bastante distraído contigo presionándote y frotándote


contra mí, todo menos gimiendo.

Mi rostro se encendió, y me alegré una vez más de que todavía era de noche y él no
podía ver.

Él bajó la cabeza y puso su boca en mi oreja inmediatamente.

—Eso fue tan malditamente inesperado, no es de extrañar que no pudiera caminar


bien. —Su aliento candente quemaba el costado de mi cuello, y no pude evitar cerrar
los ojos y morder mi labio. Me incliné hacia él, y sus labios rozaron mi oreja, su
lengua trazando el borde. Dejé escapar un suspiro tembloroso—. ¿Sadie? Por mucho
que quiera arrancar tu ropa mojada aquí mismo, he aprendido que el sexo en la playa
está un poco sobrevalorado. La arena se mete por lugares que no debería, y, sí, no
siempre termina bien.

Me aparté de él. Era tan zorra. Estaba casi jadeando porque un chico caliente me
estaba tocando.
168

Oh Señor, ¿qué estaba mal conmigo? Envolví los brazos sobre mis rodillas dobladas y
bajé la mirada fijamente a la arena entre estas.
Página
West se paró a mi lado y me arrastró por las axilas. Me tambaleé por un segundo, y él
me agarró de la cintura para estabilizarme.

—¿Vas a estar bien allí, nena?

Me alejé un paso de él, haciendo que sus manos cayeran.

—Estoy bien. —No sabía qué sentir. Meterme en el océano era exactamente lo que
necesitaba. Mi cuerpo parecía empezar a arder cada vez que me acercaba a West,
pero por lo que había oído, ese tipo de cosas le sucedían todo el tiempo a él. No
quería ser solo otra follada sin sentido.

Eso me hizo detenerme.

¿Qué quería ser para él?

Nos apresuramos hacia su casa. Mi camisa colgaba pesadamente sobre mí,


aferrándose a mi cuerpo, el agua goteando en un ritmo constante por mis piernas
mientras caminábamos.

West caminaba torpemente a mi lado, sosteniendo sus pantalones en la pretina.

—¿Problema? —pregunté, observándolo agarrar sus pantalones y ampliarlos con


pasos rígidos.

Él arqueó una ceja hacia mí.

—¿Alguna vez intentaste caminar en pantalones mojados con una furiosa erección?
No es tan fácil.

Una pequeña sonrisa de satisfacción se deslizó por mi rostro. Al menos yo no era la


única que estaba afectada esta noche.

Caminamos un poco más lejos antes de que West maldijera y se detuviera.

—Me rindo. —Se apartó de mí, y lo siguiente que supe era que sus pantalones se
estaban deslizando hacia abajo, quedándose atascados en sus rodillas. Trató de sacar
una pierna, pero la tela mojada era poco cooperativa, y perdió el equilibrio, cayendo
sobre su trasero en la dura arena. Riéndose, luchó con sus pantalones hasta que se los
quitó y luego los recogió, los arrojó sobre su brazo y empezó a caminar de nuevo.
169

Yo estaba a uno o dos pasos detrás de él, eligiendo permanecer ahí así podía echarle
un vistazo a la arena incrustada en sus cortos bóxers mojados. Alcanzándolo, froté mi
Página

mano sobre su trasero, quitando la arena.


—Creo que tienes algo aquí. —West se detuvo a medio paso y me miró, cerrando sus
párpados un poco—. Ya. Eso está mejor.

West sacudió la cabeza hacia mí.

—Sí, creo que también tengo algo aquí. —Agarrando mi mano, la presionó contra su
erección—. Ahora, eso está mejor.

Lo ahuequé y pasé la mano por su longitud una vez antes de perder el coraje y
apartarme. Envolviendo su brazo alrededor de mis hombros mojados, West me jaló a
su lado y besó la parte superior de mi cabeza.

—Oh, Sadie. ¿Qué voy a hacer contigo?

Tengo algunas ideas. Pero no tuve el valor de hablar. Quería ser más que un polvo
rápido, más que una follada conveniente.

Yo quería ser… más.

Cuando regresamos a los escalones donde dejamos nuestros zapatos, West comenzó a
subir a su habitación.

—Vamos. Deja que te consiga algo de ropa seca.

Caminé detrás de él. Cuando di un paso a través de las puertas corredizas de vidrio,
West estaba escarbando en su armario. Agarrando unos pantalones cortos y una
camisa que llegaría a mis rodillas, me llevó al cuarto de baño.

—Aquí. Sé que tienes que estar congelándote. Toma una ducha caliente y entra en
calor y luego te puedes poner estos. Voy a apresurarme al baño de Wyatt y hacer lo
mismo.

Tuve la tentación de pedirle que se quedara, para compartir esta ducha, pero antes de
que pudiera reunir el valor, se había ido, cerrando la puerta detrás de él. Saltando en
su ducha, me limpié rápidamente, lavando mi cabello lo mejor que pude sin
acondicionador. Todavía estaba enredado en algunos lugares, especialmente por la
nuca.

Cuando salí, tiré de la camisa sobre mi cabeza y tomé una respiración profunda.
Entre usar su camisa y utilizar sus productos para la ducha, el olor a West me
170

rodeaba. Me gustaba. Después de envolver mi cabello al estilo turbante, entré en su


dormitorio.
Página
Ya me estaba esperando, sentado en el borde de la cama. Un cepillo para el cabello
yacía junto a él. Me vio mirándolo y me lo ofreció.

—Encontré esto en el baño de Wyatt. No estoy seguro qué chica lo dejó aquí, pero
pensé que podrías necesitarlo. Se ve bastante limpio.

Fui extrañamente conmovido por su consideración. Me quité la toalla de la cabeza y


me senté a su lado, haciendo una mueca de dolor cuando traté de tirar del cepillo a
través de mis hebras enmarañadas. Las manos de West me quitaron el cepillo.

—Aquí, déjame. Es mi culpa que tu cabello quedara todo desordenado en primer


lugar. —West agarró mis caderas y me movió hasta que estuve ubicada a un lado de
la cama entre sus piernas extendidas. Empujándome hacia adelante por la cintura
para que pudiera llegar a las puntas de mi cabello, empezó a trabajar el cepillo a
través de los enredos, liberando los nudos suavemente.

Mi cuero cabelludo hormigueó mientras trabajaba, y me relajé, cayendo hacia


adelante y dejándole hacer lo que quisiera. Para cuando terminó, estaba casi
dormida. Dejó caer el cepillo y pasó las manos por mi cabello húmedo, los rulos
deslizándose suavemente entre sus dedos.

Suspiré con total satisfacción y me recosté contra su pecho.

—¿Estás listo para llevarme a casa?

Sus manos se apretaron alrededor de mis brazos.

—¿Y si te quedas aquí esta noche? Podríamos tener una fiesta de pijamas. Como los
viejos tiempos. Nada de sexo, solo dos personas compartiendo una cama.

Arqueé una ceja.

—¿Nada de sexo?

—Nada de sexo. Pero si lo pides de buena manera, podría acurrucarme.

—¿Por qué nada de sexo?

Vaciló y bajó las manos por mis brazos y las subió de nuevo.

—Eres diferente. Me haces querer hacer las cosas de la manera correcta contigo. —
171

Apoyó su frente contra la parte posterior de mi cabeza—. Pero también soy un


bastardo egoísta, y quiero irme a dormir sabiendo que estás en mis brazos. Sabiendo
Página

que puedo despertarme contigo.


Me derretí aún más en su pecho, frotándome contra él.

—Una fiesta de pijamas suena bien.

Sonrió contra la parte posterior de mi cabeza.

—Sabes que eres demasiado buena para mí, ¿verdad? Que no te merezco.

Mi respuesta quedó amortiguada contra su músculo pectoral.

Abrazada a él, me tomó en sus brazos y me levantó de la cama antes de tirar de las
sábanas con una mano y depositarme en el colchón.

—A elección de la dama. ¿Cuál lado quieres?

Eligiendo el mismo lado sobre el que me desperté antes, el más cercano a la puerta,
me acomodé sobre mi estómago en la cama y lancé mi cabello húmedo sobre la
almohada mientras él daba la vuelta hacia el otro lado.

—Oye, ¿West? —susurré—. Por favor lindo, para terminar, ¿me puedes dar un
abrazo?

—Joder, sí —exhaló, acurrucándose contra mi espalda. Envolvió un brazo alrededor


de mi cintura, deslizando su mano debajo de mi camisa prestada para apoyarla contra
mi piel desnuda, y acomodó uno de sus muslos entre los míos.

Su calidez y su aroma me rodearon. Su respiración se sentía contra la parte posterior


de mi cuello. Nunca había estado más cómoda de lo que estaba en ese momento, bien
acurrucada contra su cuerpo. Se sentía bien, como si perteneciera allí.

Estaba a punto de quedarme dormida cuando pensé que lo escuché susurrar:

—Maldición, podría acostumbrarme a esto.

También yo.
172
Página
E
l sábado por la mañana, Rue y yo nos relajamos en nuestro invernadero,
sorbiendo batidos de mango y comiendo una montaña de tostadas francesas
con fresas arriba. Ella estuvo en casa después del exitoso lanzamiento a los
medios sociales de una nueva compañía de alquiler de bicicletas localizada en
Charleston y Savannah, y yo estaba volando alto por el reavivamiento de mi
compañía de fotografía. Había programado tres trabajos en los últimos dos días, todos
referidos por Aubrey.

El último, una boda, me ponía un poco nerviosa. Generalmente necesitaba a un


asistente de fotografía para un trabajo de esa magnitud, pero después de que mi
última asistente hubiera aparecido desnuda debajo de Imbécil, no estaba interesada
en la idea de contratar a otra. La frenética novia había explicado que era una boda
pequeña e íntima, solo sesenta invitados, y su fotógrafo programado se había echado
para atrás a último momento debido a una emergencia médica. La boda era el
próximo fin de semana, y la cantidad que ofreció pagarme me hizo olvidar cualquier
duda persistente que tuviera. Una boda de sesenta invitados era factible para un solo
fotógrafo. Estaría ocupada, pero podría hacerlo funcionar.

Y haría algún dinero mientras estaba en ello.

Los otros dos trabajos eran bastante habituales. Uno era una sesión de fotos de
compromiso y el otro eran nuevas fotos de rostros para los agentes de una compañía
de bienes raíces cercana. Había pedido más dinero del que normalmente pediría, y
ninguna de las partes se resistió en lo más mínimo ante el precio. Había claras
ventajas en trabajar dentro de un pueblo rico.

El hecho de que todos los trabajos viniera a través de Aubrey… bien, todavía no
estaba segura de qué pensar sobre eso. Quería que ella fuera la mala. Ella seguía
tratando de difuminar las líneas.

Rue se estiró y palmeó su estómago.


173

—Dios, estoy como una vaquilla —dijo, gimiendo—. Voy a acabar como tú y tener
que correr. —Dijo la última palabra con un estremecimiento e hizo una mueca.
Página

Puse mis ojos en blanco.


—Sí, estás enorme.

—Lo que sea. ¿Qué pasa contigo y West? ¿Algo sucede allí?

—Quizás. ¿Cuál es la historia entre él y Aubrey? He estado teniendo la intención de


preguntarte. —Tenía curiosidad de si ella sabía algo más que Theo.

Rue puso los ojos en blanco.

—Aubrey ha estado tratando de aterrizar sobre él por años. No va a pasar. Sabes que
mis padres son amigos de los padres de los dos, ¿cierto? De todos modos, los padres
de ella siguen presionando un emparejamiento, y West es del tipo de seguirles la
corriente o alguna mierda durante un rato para mantener felices a sus padres. La
llevaba a eventos de alto perfil o lo que sea. Estoy segura de que también se
enrollaron un poco por ahí. Es decir, vamos, ¡ambos son anormalmente hermosos!
Pero no creo que siquiera significara algo para él. Sí sé que Aubrey estaba
súperhumillada cuando él rompió con ella. La cosa del jugador de fútbol era un
intento para mostrarle que podía hacerlo mejor. —Rue agitó su mano
despectivamente.

Dios, estaba tan atraída por West, pero no quería lidiar con Aubrey. Agarré otro
trozo de tostada.

—De todos modos, cuéntame sobre el tipo perforado —dije, desviando la


conversación.

Rue cerró sus ojos y ronroneó.

—Sí, eso totalmente cumplió las expectativas. Ahora podría estar arruinada para las
pollas regulares.

Levanté mis cejas.

—¿En serio?

Rue asintió.

—Sí, era… mmm, mmm, bueno. —Se estremeció ante el recuerdo, sus labios se
curvaron en una sonrisa satisfecha.

—¿Lo viste de nuevo?


174

—Nah. Ronca. Como un maldito tren de carga.


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Negué con la cabeza. Siempre era algo.


Cuando West me recogió al mediodía, no estaba en la estropeada camioneta que
había estado conduciendo antes.

Estaba en una camioneta doble cabina blanco brillante con el logo de una compañía
a un lado, y su sabueso estaba sacando su cabeza por la ventana, su baba empapando
la puerta.

—¿Qué es todo esto? —Ondeé la mano hacia la inmensa camioneta. Gracias a Dios
tenía estribos cromados para ayudarme a subir.

—Esto es lo que conduzco cuando quiero impresionar a una chica. El tamaño


importa. —West meneó sus cejas mientras abría mi puerta.

Estaba casi en el asiento delantero cuando me detuve, mirándolo otra vez.

—¿No estabas tratando de impresionarme antes?

—Nop. Antes eras solo, solo… —Su voz fue apagándose, y dejó la oración
colgando—. Hoy, estoy llevándote en una cita.

Arqueé una ceja, pero me abstuve de comentar.

Cuando coloqué mi bolso en el suelo del asiento delantero, General Beauregard se


revolvió alrededor del respaldo, tratando de subir a la consola central para
saludarme. Me extendí hacia atrás para frotar sus flexibles orejas y terminé cubierta
en besos de cachorro. Una pequeña bandada —¿una multitud?, ¿un grupo?— de
mariposas tomó vuelo en mi estómago, y tomé una profunda respiración para
calmarme, pero no pude evitar que se me escapara una pequeña sonrisa.

Colocándome mis gafas de sol, esperé a que West subiera junto a mí, y jugueteé con
el respiradero del aire acondicionado.

—Sí, estoy impresionada con el chaperón. Y nunca me dijiste adónde íbamos. ¿Estoy
bien vestida?

Los ojos de West saltaron sobre mí, desde mi cabello planchado a mis aviadores, más
allá de la espalda cruzada de mi vestido veraniego con mi bikini de correas
175

asomándose, y bajando a la espuma de mar verde pintada en las uñas de mis pies.
Página

Sus labios se retorcieron.


—Funcionará.

West cambió la estación de radio a la misma que había escogido el día que me
condujo a casa desde el hotel —¿coincidencia?—, y se dirigió hacia la carretera
principal que corría a lo largo de la isla.

—¿Adónde vamos? —intenté de nuevo, ya que la sutileza no me había llevado muy


lejos.

—Picnic. ¿No prestas atención?

Tomé una profunda respiración.

—Vas a ser difícil, ¿no?

—Ya hemos hecho lo fácil. Pensé en tratar algo nuevo.

Sonriendo y negando con cabeza, subí el volumen de la radio y miré fuera de la


ventana, contenta de esperarlo. El camino estaba bordeado de robles cubiertos con
musgo español que se curvaban sobre el camino. Franjas de nubes cirro recubrían el
cielo y la humedad era solo moderadamente asfixiante. Era un hermoso día para
pasar el rato con un caliente chico y su lindo perro. La camioneta dio vuelta a la
izquierda, pero no reconocí la calle a la que giramos. Pasamos por una tienda de cebo
y una gasolinera, y entramos con suavidad en un… puerto deportivo.

—¿Vamos en un bote?

Una sonrisa enorme dividió las mejillas de West.

—No un bote. Mi bote. Hay una diferencia.

Tomé una respiración profunda.

—West, sabes que le temo al agua.

—Lo sé. Lo cual es la razón de por qué estarás en un barco.

Me quedé mirándolo, preguntándome sobre su nivel de inteligencia.

Suspiró.

—Estarás en un barco. El barco estará en el agua. Tú no vas a estar en el agua. ¿Ves lo


176

que está pasando aquí?


Página
Tragué saliva, incómoda. Podía hacer esto. Estaría a salvo en el barco. Estoy segura
de que tenía chalecos salvavidas o anillos salvavidas o algo así. Y tenía a West.
Estaría bien.

Perfectamente bien.

Puse una sonrisa nerviosa en mi rostro, salté de la camioneta, enganchando mi bolso


con mi toalla y cosas por encima del hombro. West se dirigió hacia mí para que
sostuviera la correa de General Beauregard mientras equilibraba uno de las gigantes
neveras Coleman del bar en su hombro y llevaba una mochila de playa grande en la
otra mano.

Tan pronto como deslicé mi mano por la empuñadura en el extremo de la correa,


General Beauregard empezó a correr, jalándome a través del estacionamiento hacia
el muelle.

—Vaya, muchacho —dije, tratando de no tropezar mientras corríamos por el pasillo


principal.

Cuando llegamos casi hasta el final del muelle, General Beauregard repentinamente
se desvió, luego dio un salto y se metió en un barco grande de casco blanco.
Corriendo detrás de él con mi muñeca atascada en la correa e incapaz de detener el
impulso, mis ojos se abrieron mientras me lanzaba tras él, al estilo Superman.

Lo logré de alguna forma.

La parte superior de mi cuerpo se fue hacia el lado de la embarcación, pero mi cadera


y espinilla chocaron contra el casco de fibra de vidrio.

General Beauregard estaba tratando de llegar a la proa del barco, y su continuo tirón
me sacó del resto del camino a bordo.

Maldición, eso iba a dejar moretones. Sex-ay.

Mortificada, solo me quedé allí, apoyada contra la pared lateral, haciendo palanca
para quitar la correa de mi muñeca así ese pony loco que se hacía pasar por un perro
no me arrastraría como un trineo por la cubierta blanca como la nieve. Mi espinilla
latía. Sí, es por eso que las citas eran una mala idea.

Los pasos de West hicieron eco en el muelle de aluminio mientras se acercaba.


177

—¡Sadie! —gritó, dejando caer el equipo y vallas por la borda de la embarcación


Página

como una estrella de atletismo, aterrizando con elegancia sobre sus pies.
Presumido.

—¿Estás bien?

Me recogió y dejó en un gran puff naranja. Bajé la mirada. ¿Un puff? Síp, había dos
puff en una gran zona abierta detrás de la consola central de techo cubierto. Pasó las
manos por mis piernas, y di un respingo y exhalé un suspiro cuando rozó mi
espinilla. Maldijo y pasó la mano por su cabello antes de volver a saltar sobre sus
pies.

Después de recuperar el resto de las provisiones del muelle, las acomodó


rápidamente antes de regresar con hielo envuelto en una toalla de playa. Se sentó a
mi lado, llevó mi pierna a su regazo, y colocó la bolsa de hielo contra mi dolorida
espinilla. Estaba fascinada por los dedos de West mientras sostenía la toalla fría
contra mí, una mano masajeando la pantorrilla.

Gracias a Dios me había afeitado las piernas esta mañana.

General Beauregard se acercó, metió la cola, y me miró con ojos tristes. Se quejó y
acurrucó junto a mí, empujando mi mano con su nariz y dándome su mejor disculpa
de perro. Lo acaricié una vez, perdonándolo, sobre todo porque parecía tan
malditamente arrepentido con esos ojos y orejas caídas.

—Joder, Sadie, lo siento. Si quieres que te lleve a casa, entiendo. —Frustración teñía
la voz de West—. Wyatt estaba reuniéndose con el tipo del banco, y le dije que me
llevaría al perro. El perro tonto ama al bote. No pensé en lo fuerte que era para
alguien tan pequeño como tú.

Una risita burbujeó de mis labios, creciendo hasta que estaba al tope de risa en el
vientre. Caí hacia atrás contra el puff y sacudí la cabeza en derrota.

—En serio, no soy una persona torpe. Pero, de alguna manera, cada vez que estoy
cerca de ti, sucede algo. ¿Seguro que no planeas esta mierda, solo para que puedas
lanzarte en picada y jugar al héroe?

West apretó mi pantorrilla.

—Estoy jodidamente arruinando todo. Es por eso que no hago lo de las citas. No sé
cómo hacer esto bien.
178

General Beauregard lamió mi mano. Lo fulminé con la mirada.


Página

—Tienes suerte de que eres lindo. —Mirando por el rabillo del ojo a West, añadí—:
Tú también.
West me miró, sus ojos ardiendo con intensidad.

Extendiendo la mano, capturó un mechón de mi cabello y pasó los dedos por la


longitud. Jaló el final.

—¿Quieres intentar esto de nuevo? Vamos a ir un poco más allá, y luego tendremos
un día de campo flotante como te prometí. Puedes quedarte aquí y relajarte. Los puff
son los mejores asientos en el bote.

Tomé un segundo para mirar alrededor. El bote era grande, fácilmente de doce
metros, pero la cubierta estaba mayormente vacía. El banco alto detrás de la consola
central estaba bordado con el mismo logotipo que había visto en su camioneta.
Vitamin Sea. Una caña de pescar subrayaba las palabras.

Mis labios se arquearon, y asentí hacia el gráfico.

—¿Quién le dio el nombre al barco?

—Hailey la nombró.

—¿La?

—Síp. Cualquier cosa en la que pase mucho tiempo viajando es mejor que sea una
ella.

Señalé a mi alrededor ante la extensión.

—¿Ella es lo suficientemente grande?

Él se encogió de hombros.

—Depende. ¿Estás impresionada?

—Me han dicho que el tamaño importa.

—Es verdad. ¿Quieres verla flexionando sus músculos?

General Beauregard aulló con entusiasmo, su cola rozando mi brazo.

—Por supuesto. Muéstrame cómo funciona el juguete de lujo.

Los labios de West se torcieron, ya sea de molestia o diversión, no podía decirlo.


179

—Este juguete es mi vida, nena. Sé agradable.


Página

Mientras él se dirigía a la consola central, le dije detrás:


—O si no, ¿qué?

—O si no, voy a burlarme de tus pequeñas Polaroids.

Cerré la boca de golpe. ¿Era eso una referencia a las fotos de Aubrey? No tenía idea
de si Aubrey le había dado copias o no, y segura como el infierno que no se lo iba a
preguntar. Medité mientras West desataba las cuerdas del muelle, y nos alejamos del
puerto hasta llegar al final de la zona de no vigilia. Colocando los cuatro motores
fuera de borda, West aceleró, y el barco se deslizó sobre el agua, prácticamente
volando. Mi cabello voló por todas partes, y abandoné el hielo de la pierna para
tratando de salvar que mi cabello se enredara. Capturando tanto de este como pude,
hice una trenza lateral desordenada y envolví la banda elástica que estaba en mi
muñeca alrededor del extremo, asegurándolo.

Estábamos yendo tan rápido que estaba haciendo que mis ojos lagrimearan, incluso
detrás de mis Ray-Ban. Luchando por ponerme de pie, me dirigí hasta la consola
central, donde el parabrisas proporcionaba cierta protección. Me recosté en el
asiento alto, manteniendo las rodillas dobladas para absorber el rebote del barco ya
que íbamos rápidamente a través de las olas.

West sonrió hacia mí, claramente en su elemento. Serpenteando su brazo alrededor


de mi cintura, me jaló a su lado, manteniendo su otra mano relajada sobre el volante.

Girando la cabeza hacia mí para ser escuchado por encima del ruido del viento y de
los motores, gritó:

—¿Quieres conducir?

Sorprendida por su pregunta, sacudí la cabeza negando.

—¡No tengo ni idea de cómo manejar un bote!

Riendo, tomó mi mano y la puso sobre el timón bajo la suya, maniobrándome para
que estuve de pie frente a él.

—Ahí. Ahora estás conduciendo un bote. Esta pantalla de aquí es tu medidor de


profundidad. Necesitamos por lo menos metro y medio. —La pantalla mostraba más
de diez metros de agua debajo de nosotros. Un montón de profundidad.

Inquieta, agarré el timón, mi cuerpo rígido por la ansiedad. Chocamos con una ola, y
180

aplasté mi espalda contra el pecho de West, con mi cabeza disparándose hacia su


barbilla y mi pierna lastimada palpitando. Agarrando más fuerte mi cadera, empujó
Página

la parte posterior de mis rodillas con la suya, forzándolas a abrirse.


—Relájate. Mira alrededor. No hay otros botes a la vista. ¿Qué te preocupa? No hay
nada para golpear. Vamos a seguir el camino de la costa y luego comeremos. Solo
mantenla apuntada por ese camino. —Levantó un brazo y señaló hacia adelante.

Lamí mis labios y asentí. Ampliando mi postura, sostuve el timón a las dos y diez,
concentrándome en el horizonte.

La calidez de la mano de West desapareció de mi costado, se movió detrás de mí y se


dirigió hacia el lado de la embarcación.

—¿Adónde vas? —pregunté, entrando en pánico.

—Estás bien. Solo voy a guardar las boyas de hace un rato. Sigue recto.

No me gustaba que no estuviera al alcance de los controles.

—¿Podemos ir más lento?

Se encogió de hombros.

—Por supuesto. Solo baja el nivel del acelerador a tu lado.

Señalé una palanca negra, y asintió. Enrosqué mis dedos alrededor y tiré de esta
hasta la mitad.

La repentina pérdida de velocidad nos lanzó hacia adelante, mi estómago golpeando


la consola y West cayendo en la cubierta, arrojándolo sobre sus manos y rodillas.
Cerca de la parte delantera, General Beauregard aulló mientras se deslizaba en la
proa del bote.

Maldiciendo, West se levantó y vino junto a mí.

—Oye, trata con suavidad a mi chica, Sadie. Puede manejar el mal tiempo como los
mejores, pero prefiere un toque suave. —Puso la mano en el acelerador y me mostró
cómo cambiar la velocidad suavemente.

Retiré mi mano de debajo.

—Tal vez deberías conducir.

—Nop. Lo tienes. Vas a ganarte el almuerzo.


181

Dejándome de nuevo, se acercó a la parte delantera del bote y se puso al lado del
perro orejón mientras avanzábamos a toda velocidad sobre el agua. Los músculos de
Página

sus antebrazos se destacaron mientras se apoyaba en la barandilla, y me quedé


paralizada por las marcadas líneas de su espalda mientras el viento que soplaba
moldeaba su camiseta gris en sus costillas. Sus musculosos muslos se flexionaron y se
ajustaron a la oscilación de las olas, recordándome nuestra noche juntos, sus caderas
bombeando contra la mías.

Y, sí, también me quedé mirando su trasero.

Era un muy buen trasero.

Después de un rato, West regresó y se hizo cargo del timón.

—¿Por qué no vuelves al puff y pones un poco más de hielo en esa pierna? Aún
tenemos más o menos media hora de camino.

Agradecí renunciar al deber de capitán. Extraje otro puñado de cubitos de hielo de la


nevera y me dejé caer en el asiento blandito. Justo cuando me acomodé en una
posición cómoda con la improvisada bolsa de hielo asegurada alrededor de la
espinilla, General Beauregard se acurrucó junto a mí, poniendo su cabeza en mi
regazo.

—Oh, ahora quieres ser amable —le dije.

El perro se quejó y se cubrió uno de sus ojos con su pata antes de enterrarse más
cerca.

Por lo menos el océano estaba bastante tranquilo hoy. Las olas eran lentas y suaves y
el casco cortaba la cresta de estas, meciéndonos suavemente.

Cerrando los ojos contra el sol brillante, froté las largas orejas del perro y dejé mi
mente a la deriva.

La siguiente cosa que supe fue que me desperté sobresaltada por los dedos de West
quitando los caprichosos mechones de cabello de mi frente.

—Estoy estropeando todo esto de la cita, ¿verdad? —dijo, luciendo adorablemente


disgustado—. Ahora, literalmente, te he aburrido hasta dormirte.

Bostecé y quité el brazo de debajo del perro, estirando mis brazos por encima de mi
cabeza para eliminar las contracturas.

Puaj. Toda mi mano izquierda estaba cubierta de baba de cachorro.


182

Lanzando una mirada retorcida a West, extendí la mano y me limpié la humedad


Página

sobre su camisa y traté de esparcir un poco por el vello, pero esquivó los dedos y me
enganchó la muñeca en un agarre firme. La sostuvo hasta que levanté mis ojos hacia
los suyos, entrelazando nuestra mirada. Torciendo los labios en una sexy sonrisa de
suficiencia, arrastró mi mano por su pecho.

—¿Mejor?

Asentí, sintiendo la definición de cada duro músculo de sus abdominales mientras


mis dedos pasaban sobre estos.

Se rio.

—Ahora has conseguido ensuciarme todo.

—Estoy segura de que estabas bastante sucio antes de siquiera conocermeg.

Mi mano se posó en mi regazo cuando West se apartó de mí y se quitó la camisa


húmeda por encima la cabeza. Exhalé y me olvidé de inhalar.

Querido Señor, el hombre era hermoso. Su piel bronceada se extendía sobre


músculos firmes que dolía por trazar, por explorar, por degustar. Desde sus anchos
hombros y pecho definido, bajando la dureza de sus abdominales y esos deliciosos
oblicuos que apuntaban más allá de sus caderas, estaba en grave peligro de imitar a
General Beauregard, babeando al verlo.

Pasé un dedo rápido a través de mi barbilla por si acaso.

West puso a secar su camisa a través del respaldo del taburete, y traté de alejar mi
atención del paisaje a bordo.

Tragué saliva y me puse de pie, girando para mirar en todas direcciones.

Agua, por todas partes, tan lejos como podía ver.

Entrecerré mis ojos, levantando los lentes de sol en la parte superior de mi cabeza
para obtener una visión más clara. El agua se veía diferente aquí, el color más suave.
El verde translúcido era más claro de lo que esperaba. Cerca de la costa, se mezclaba
con el azul más intenso y se hacía impenetrable, junto con la espumosa agitación.
Pero esto… esta extensión del océano se veía menos siniestra. Las ondulaciones
parecían suaves, casi acogedoras. Era difícil de explicar.

Miré a West, desconcertada.


183
Página
—Estamos a unos kilómetros de la costa. —Sonrió, leyendo mi mente—. Una vez
que alcanzas la Corriente del Golfo, el océano cambia de personalidades. ¿No es
magnífico? —Extendió el brazo, como si me obsequiara un regalo.

Durante unos minutos, estudié el océano que nos rodeaba, contemplando las
diferencias. Podía ver por lo menos seis metros hacia abajo. No era claro como el
cristal, como se podía ver en las fotos del Caribe, pero tampoco era a lo que estaba
acostumbrada. Observé un círculo de pelícanos antes de sumergirse, golpeando el
agua en un ángulo incómodo antes de flotar y sacudir la cabeza.

—¿Por qué el agua es mucho más tranquila aquí? —pregunté, perpleja.

—El agua es mucho más profunda. Las olas tienden a ser más fuertes en aguas menos
profundas.

General Beauregard dejó escapar un largo y exagerado aullido desde el otro lado de la
embarcación mientras dejaba caer sus patas en un costado, batiendo su cola con
entusiasmo. Ambos nos volvimos y examinamos el océano, tratando de ver lo que lo
había alterado.

West señaló.

—¡Mira! Una tortuga de mar.

De hecho, la criatura llena de gracia estaba nadando aproximadamente a seis metros


de distancia de nosotros, su caparazón más grande que los neumáticos de gran
tamaño de la camioneta de West.

—¡Es enorme! —dije, girándome hacia West por la sorpresa.

Sonrió.

—Eso es lo que dicen todas.

Puse los ojos en blanco y negué con la cabeza, fingiendo disgusto.

—Tu modestia es, por lejos, tu mejor cualidad.

—No, estoy bastante seguro de que es mi… —Golpeé mi mano sobre su boca,
amortiguando el resto de sus palabras.
184

—No arruines un momento tan agradable hablando. Simplemente, no lo hagas —le


advertí, mirándolo de reojo.
Página
La risa abandonó su mirada y llevó sus largos dedos hasta mi brazo, sosteniendo mi
mano contra sus labios. Me besó la palma y luego el interior de mi muñeca, dejando
un hormigueo en la carne sensible. Luego entrelazó nuestros dedos y envolvió
nuestras manos unidas en mi espalda baja, forzándome contra su desnudo pecho
cálido.

—No me gustaría hacer eso —murmuró, sus labios rozando los míos mientras
hablaba.

Me atrajo más cerca, levantándome de puntillas, y aseguré mi mano libre en su


hombro. Sus labios rozaron los míos, una simple provocación de un beso. Zumbando
profundamente en el fondo de su garganta, ahuecó el costado de mi cuello,
manteniéndome en el lugar mientras profundizaba el contacto. Su boca se posó sobre
la mía con perezosa resolución, moldeando mis labios con los suyos. La punta de su
lengua trazó la costura de mis labios, y sonreí debajo de él, pero no presionó por más.
Dejó caer calientes besos a través de la línea de mi mandíbula hasta que su aliento
calentó mi oreja oído mientras acariciaba mi cuello con la nariz.

—¿Hambrienta?
185
Página
A
sentí, exponiendo mi cuello para sus cálidos labios.

Soltó la mano detrás de mi espalda, sus dedos penetrando en mis


caderas en su lugar. Mis labios estaban a unos escasos centímetros de su
hombro. Cerré mis ojos y solo absorbí su cercanía, la intensidad de la
construcción del momento mientras mordisqueaba un camino por mi
cuello hasta mi clavícula. Cuando se echó hacia atrás y sentí sus ojos en mí, forcé mis
pesados párpados a abrirse a la mitad. Él levantó una mano para trazar mis labios
antes de que sus dedos colocaran un camino de vuelta hasta mi cintura, rozando el
lado de mi pecho en el proceso. Mis pezones se tensaron en respuesta. Exhalé, sin
darme cuenta de que había estado conteniendo la respiración.

Sus dedos se flexionaron, y su boca rozó la boca de mi oído cuando se inclinó y


susurró mi nombre.

—¿Lista para comer?

Desorientada, le parpadeé.

—¿Nuestro picnic? —Sus ojos brillaron con malicia—. Ya sabes, ¿toda la razón por la
que vinimos aquí?

Di un paso atrás y pasé mi lengua por mis dientes en molestia. Estaba jugando
conmigo. Y estaba funcionando.

—Seguro. Comamos. —Marché hacia la hielera y bolsa de playa. Encontrando una


toalla de playa de gran tamaño dentro, la extendí cerca de los puff y me senté en un
lado de esta, envolviendo mis brazos alrededor de mis rodillas dobladas—. ¿Qué hay
para comer?

West sonrió.

—No estaba seguro de lo que te gustaba, así que traje un poco de todo.
186

Metiendo la mano en la hielera, empezó a sacar pequeños recipientes de plástico,


subdivididos en secciones que almacenaban galletas saladas, queso y círculos de
Página

carne.
Mis cejas se levantaron.

—¿Trajiste Lunchables?

—Oye, no te rías. Me encantan estas cosas. Tengo pavo, jamón, mortadela y


pepperoni, a tu elección.

—Trajiste Lunchables —repetí, esta vez una declaración en lugar de una pregunta—.
Para nuestro picnic.

—No solo Lunchables. También empaqué manzanas y sandía.

Asentí hacia él, perpleja. No estaba segura de lo que esperaba cuando me invitó a un
picnic, pero de alguna manera, no era esto. Sacudiendo hacia él uno de los
recipientes de plástico, le dije:

—¡Pensé que el tamaño importaba! ¡Estos son para niños!

—Nena, nos tengo cubiertos. Tengo tres de cada tipo.

Incliné mi cabeza, insegura de cómo responder a ese tipo de lógica.

—Además, nos traje postre. Espera, te gustará esto. —Levantándose sobre sus rodillas
para buscar en la nevera, West puso la fruta y los Lunchables entre nosotros,
lanzando una de las manzanas a General Beauregard, quien la atrapó felizmente para
mordisquearla a unos pocos metros de distancia de nosotros. Después de colocar unas
botellas de agua en la toalla rayada, extrajo una caja verde y blanca de aspecto
familiar de la nevera y me quedé sin respiración.

»Krispy Kreme original de glaseado. Compradas frescas esta mañana.

Mis ojos se arrugaron en las esquinas, y mordí mi labio, tratando de contener la risa.
Él exhibía la caja como modelo en El precio es correcto.

—Vamos, admítelo. Lo hice bien.

—Las donas podrían compensar los Lunchables —concedí.

—Oye, ¿cuándo fue la última vez que tuviste una? Te lo digo, el que inventó estas
cosas era un jodido genio. Carne, queso y galletas saladas, todo empaquetado junto.
¿Qué más se puede pedir?
187

Parecía sinceramente encantado. Empujé mi lengua en mi mejilla y agarré un


Página

paquete, mirándolo.
—¿Hacen de pepporoni ahora?

Meneó sus cejas.

—Síp, con mozzarella. Sofisticado, ¿verdad?

Solté una respiración y me rendí a la risa.

—Muy.

Quitando la envoltura de plástico, reuní mi pila de galletas saladas. Nunca se lo


admitiría, pero eran mucho mejor de lo que recordaba. West se abrió paso por cada
variedad y luego señaló las manzanas. Había comprado dos de cada color. Elegí una
Golden Delicious y le di un mordisco.

Después de agarrar la otra roja, silbó. General Beauregard levantó sus orejas en
nuestra dirección. Jadeando, el perro se tumbó junto a West y menó su cola. West
tiró su brazo hacia atrás, y General Beauregard saltó a sus pies, alerta
instantáneamente.

Lanzando la manzana alto en el aire, West gritó:

—¡Atrápala! —mientras el sabueso se agachaba. Cuando la manzana empezó el


descenso, el perro saltó, la fruta fácilmente arrebatada en el aire, sus orejas
extendidas como alas dirigiéndolo para el aterrizaje. Recuperando su equilibrio,
ajustó su agarre sobre el premio, trabajando su mandíbula y sacudió su cabeza con la
fruta apretada entre sus colmillos. Luego la colocó en el borde de desmesurada toalla,
sosteniendo la manzana entes sus patas, y empezó a masticarla.

»Le gustan más las rojas.

Arrugué mi frente.

—¿Cómo en el mundo sabes eso?

—Lo sé. General Beauregard y yo hablamos sobre estas cosas, de hombre a hombre.
Cuido de él, y es un imán de chicas para mí. Tenemos toda esta asociación planeada.
Él recibe el pago en comida, yo recibo el pago en co… —West rompió en un ataque
de tos.

—Correcto —dije.
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West inclinó su cabeza y sonrió, mostrando un hoyuelo en su mejilla.


Página

—Él llamó tu atención, ¿verdad?


—Sí, porque pensé que estaba abandonado. Y lucía triste.

—Siempre luce triste. Son las grandes orejas. Te lo dije, el tamaño importa. Y las
apariencias engañan. Ese perro tiene la mejor vida.

—Imaginé que eras tú.

—¿Yo? ¿Por qué pensarías que tengo la mejor vida?

—Vives en la playa…

—Tú también —interrumpió West.

—Pescas y atiendes un bar para ganarte la vida.

—Está bien, sí, esa parte es bastante genial.

—Vives con tu hermano.

—Vivo con mi mejor amigo, igual que tú. Solo sucede que también es mi hermano,
el bastardo afortunado.

Puse mis ojos en blanco.

—Eres cercano a tu familia.

—Mm, en parte tienes razón. Soy cercano a mis hermanos y mis abuelos.

—¿No a tus padres?

West titubeó, inclinando su cabeza.

—¿De verdad quieres escuchar sobre esto?

Me encogí de hombros.

—¿No es esto lo que hacen las personas en las citas? ¿Conocerse? Fuiste quien insistió
en traerme a una cita hoy. Así que habla.

West suspiró y se movió en la toalla, recostándose hasta que su cabeza estuvo en mi


regazo.

—Si tendremos una sesión de terapia, voy a estar en la posición correcta —bromeó,
189

mirando hacia arriba.

Seguí su mirada. Tenues cirros pintaban el cielo con sus pálidas pinceladas.
Página
Me recosté sobre una de mis manos y pasé mis dedos por su cabello con la otra. Él se
inclinó hacia mi toque, y repetí el movimiento, rozando mis uñas ligeramente contra
su cuero cabelludo. Gimió.

—Sigue con eso, y te diré todo lo que quieras saber. Historia familiar. Número de
seguridad social. Dónde escondí el cuerpo.

Hice una pausa, deteniendo mi mano, y él me miró de reojo.

—Estoy bromeando.

—Más te vale.

Acomodándose contra mí de nuevo y cerrando sus ojos, West tomó una respiración
profunda antes de que empezara.

—Bien, entonces, mis padres. No hay mucho que contar. Las apariencias son todo
para ellos porque tienen dinero. Y quería complacerlos, así que traté de encajar en el
molde. Fui a la escuela correcta, seguí a mi padrastro en el negocio familiar; ¿sabes
quiénes son mis padres?

Sacudí mi cabeza.

—¿Montgomery Golf? ¿No? La compañía tiene un par facetas diferentes. Desde el


diseño del campo de golf y gestión de los clubs de golf y accesorios de golf. Es juego
de un hombre rico, y a mis padres les gustar ver la parte. Imagina fiestas con catering
y salas sinfónicas y bailes de caridad y… en realidad, casi cualquier excusa para
chismear sobre los otros ricos estúpidos, pero con mejor comida y mejores ropas que
la mayoría de la gente. No me malinterpretes, algunos hombres dirigen empresas,
pero muchos de ellos, como mi padre, son los jefes de juntas y es el gerente quien
hace el trabajo real.

Mi boca se torció.

—Así que creciste con dinero, y a tus padres les gustaban las cosas bonitas. No veo el
problema aquí, West.

Dejó escapar una risa oscura.

—No lo hice hacía al principio. Pasé años yendo a reuniones sin sentido, estrechando
190

las manos correctas, conectando con los jugadores de poder. ¿Y por qué? Lo odiaba.
Solo me tomó un tiempo darme cuenta de que estaba bien. No tenía que hacerme
Página

cargo de la compañía un día. Podía ser yo mismo, y eso era suficiente.


—¿Qué te hizo entenderlo? —Mis dedos todavía estaban cerniéndose por el corto
cabello de West.

—Wyatt —dijo, con una sonrisa empujándose sobre su rostro—. Cada vez que había
venido a visitarlo a él y a su estúpido bar en la playa, era obvio lo feliz que era. Como
amaba levantarse cada mañana y vivir su vida aquí. Quería eso. Esa simple jodida
felicidad de todos los días.

—Entonces… ¿qué pasó?

—Comprendí que él tenía la idea correcta y lo seguí. Le dije a mis padres, empaqué
mi mierda y dejé atrás Chicago y toda esa falsa lamida de culos. Decidido a crecer y
ser un hombre y hacer mi propio dinero, no a vivir de las limosnas de mis padres.
Compré un bote. Resolví una manera de hacer dinero con este. Fin de la historia.

Lo estudié. Las líneas relajadas de su cuerpo mientras se extendía a través de la toalla.


Su fuerte mandíbula. Sus largos dedos apoyados sobre sus abdominales esculpidos. Su
cítrico y salado aroma.

—¿Es así de simple?

Asintió.

—Sí, lo es. Amo estar en el agua y el desafío de tratar de atrapar el pez más grande.
Encontrar una manera de que otros tipos paguen el combustible y carnada era una
genialidad. Mis amigos están aquí. Soy dueño de una parte del jodido bar. La vida es
malditamente bastante perfecta si me preguntas.

—¿Lo extrañas? ¿La riqueza y las ventajas que venían con eso?

Dejó caer su cabeza hacia atrás para estudiarme. Estirándose, removió mis lentes de
sol de mi rostro, mirándome directo a los ojos.

—Nada era genuino. ¿Cómo puedes apreciar algo; quiero decir, realmente,
verdaderamente apreciar algo por lo que nunca has trabajado; algo que solo te ha
sido entregado, algo que no creaste o construiste o te ganaste por ti mismo? —Hizo
una pausa, y sus ojos azules grisáceos se movieron por mi rostro antes de quedarse en
mis ojos de nuevo, su mirada intensa—. Quería algo mío. Mío y de nadie más.

El aire crepitó entre nosotros, el agua bofeteaba contra el lateral del bote
191

intermitentemente. La humedad era tangible, alejada por una brisa errante antes de
acomodarse de nuevo alrededor de nuestros hombros, instándonos a ceder ante la
Página
pared de calor construyéndose entre nosotros. Una gaviota flotó sobre nuestras
cabezas antes de zambullirse en el agua en busca de su propio almuerzo.

Dejé salir un respiro tembloroso y tragué con fuerza.

—¿Es un sueño tan loco? —preguntó él, su voz áspera.

Tracé sus cejas con mis dedos, suavizando los surcos de su frente.

—No. No suena para nada loco.

Los labios de West se retorcieron y se trasladó de mi regazo para sentarse y


encararme.

—Basta de esta mierda seria. ¿Quieres algo de esta sandía antes que me lo coma? Solo
pude meter tres rebanadas.

Puse mis ojos en blanco por el cambio de tema.

—Sí, tomaré una.

West dividió la fruta sin semillas entre nosotros y le dio un gran mordisco a una de
sus rebanadas, un goteo de jugo serpenteando un camino hacia debajo de su mentón.

—¿Quieres saber por qué empaqué sandía?

Tragué un bocado, sintiendo algo de goteo en mi mentón.

—¿Por qué?

—Por tu champú. Miré en tu ducha. Siempre hueles a sandía, y ahora me encuentro


comprando uno cada vez que estoy en la maldita tienda de víveres.

Muerdo mi labio para contener la sonrisa.

—¿No te gusta la sandía?

Esperó hasta que encontré sus ojos.

—Se está convirtiendo en mi favorito rápidamente.

Me sonrojé y traté de cambiar el tema.


192

—¿Color favorito?

—Azul. ¿En serio? ¿Quieres saber esta mierda?


Página

Me encogí de hombros.
—Dijiste que querías que nos conociéramos mejor.

—Bien. ¿Persona mañanera o nocturna?

—Nocturna. ¿Panqueques o waffles?

—Panqueques. ¿Chocolate o vainilla?

—Chocolate. ¿Comida para llevar china o mexicana?

—Mexicana. ¿Vestir elegante o informal?

—Informal, la mayoría del tiempo. —Asintió en acuerdo con mi elección—.


¿Batman o Superman?

—Batman. ¿Posición favorita? —Me miró con una expresión inocente y tomó un
gran mordisco de melón.

Me quedé viéndolo por un momento y coloqué la cáscara en un contenedor de


almuerzo vacío.

—Ofensiva.

West echó su cáscara junto a la mía y limpió su boca con una servilleta de papel.

—¿Así que te gusta estar a cargo?

No pretendí entenderlo mal.

—Si el chico no sabe lo que está haciendo, entonces sí.

—¿Y si sí lo sabe? —West se inclinó más cerca.

—¿Entonces no estaría escogiendo él la posición? —Levanté una ceja, desafiándolo.

—Probablemente. A menos que él quiera ver qué clase de movimientos tienes.

Me lamí los labios.

—Tengo movimientos.

—Lo sé. Y no puedo esperar por verlos de nuevo, pero no aquí. General Beauregard
es menor de edad. Tenemos que mantenerlo apto para todo público. —West hizo un
193

guiño—. No quisiera traumatizar a la audiencia.

Pestañeé por el comentario. Repentinamente, estaba de vuelta en Nashville, de


Página

vuelta en mi loft, escuchando a Imbécil y Jameson hablar sobre videos de mí.


Imágenes de Rebecca. Videos sexuales. Jadeé y me volteé, empujando mis lentes
encima de mi cabeza y frotando mis ojos con la base de mis manos, tratando de
borrar los recuerdos. A pesar de que había destruido toda la evidencia, aún me sentía
sucia por la experiencia, como si usara una P escarlata por “porno”. Era todo menos
una pareja ideal para un chico como West, donde la imagen importaba para sus
padres. Quizás él no quería ser parte de los negocios de la familia, pero su amor por
ellos era claro por sus acciones. Yo tenía un pasado como una estrella involuntaria de
películas para adultos, y tomaba fotos en alcobas para vivir. ¿En qué estaba
pensando?

Una mano cálida frotó mi espalda.

—Oye, ¿estás bien?

—Sí —murmuré—. Tengo algo en mis ojos. Ya está mejor. —Obligándome a bajar
mis manos, solté los lentes de sol de nuevo en mis ojos y le sonreí—. Estoy lista para
una dona, ¿tú no lo estás?

Apartándome de él, abrí la tapa con bisagras de mi caja favorita verde y blanca,
agarrando una y dando un gran bocado. Sí, puede que haya estado comiéndome mis
sentimientos solo un poco.

—¿Cómo supiste de las donas? —pregunté entre mordiscos.

—Soy así de bueno. —Levantó un hombro en un gesto arrogante.

Resoplé.

—Bien —admitió—. Le pregunté a Rue cuál era tu debilidad culinaria. Advertencia


justa: planeo encontrar todas tus debilidades y explotarlas completamente.

Me miró, sus ojos oscuros por la promesa, retándome a discrepar.

Estaba comenzando a pensar que West era mi más grande debilidad.

Y no estaba lista para que él lo supiera.

Rompiendo su mirada, terminé mi dona, levantando mis manos pegajosas en el aire


mientras buscaba otra servilleta limpia. Sin encontrarla enseguida, lamí los restos de
azúcar de mi pulgar. Escuché un gemido suave y di un vistazo a West, concentrado
194

en mi boca. Ojos medio cerrados, jaló mi mano hacia él y metió la punta de mi dedo
índice en su boca, sus labios envolviéndose alrededor de mi piel sensible. El rudo
Página

arañazo de su lengua mientras lamía y chupaba cada dedo me encendió, mis ojos
cerrándose y labios separándose.
Para el momento que terminó, mi respiración era irregular, mis muslos estaban
apretados, y quería sentir esa boca caliente moverse en una parte completamente
diferente de mí.

—Sabes dulce —murmuró—. Como la otra noche.

Mordí mi labio para mantener mi gemido contenido.

Acomodándose, West dejó salir una lenta respiración.

—Sí, es hora de enfriarse. Vamos, vayamos por un nado rápido antes de irnos.

Abrí un ojo y le di mi mejor mirada de ¿estás loco?

West se paró encima de mí y se estiró para ayudarme a levantarme.

Permanecí firmemente resguardada en el puff y crucé mis brazos por encima de mi


pecho.

—Recién comí —señalé—. No podemos nadar por al menos dos horas. Soy
salvavidas. Sé estas cosas.

Me quedó mirando por un instante.

—Entonces sabes que esas son mierdas.

Me retorcí.

—West, te lo dije, no me gusta meterme en el agua.

—Te traje a kilómetros de la costa para que el agua fuera más clara. Para que
pudieras ver dónde te estabas metiendo. Pensé que esto ayudaría.

Me encogí de hombros, inmutable. Estábamos en aguas profundas. No tenía dudas de


que había grandes animales ahí sueltos. Esa tortuga marina había sido genial y todo,
pero no vivía ahí sola.

West se agachó frente a mí, colocando sus manos en mis rodillas.

—¿Te importaría explicármelo?

Hice una mueca.


195

Se rio por lo bajo.


Página

—¿Por favor? ¿Con donas encima?


Puse los ojos en blanco.

—Es estúpido.

—Nada sobre ti es estúpido.

Suspirando vencida, le conté mi patética historia. Esperaba molestia o rechazo o


irritación. En lugar de eso, escuchó sin moverse y no interrumpió mi lamentable
historia de trauma infantil con medusas.

Alzándose en sus pies de nuevo, estiró su mano.

—¿Tomarás una zambullida rápida conmigo?

Bajé mis ojos, avergonzada y frustrada, pero al mismo tiempo contenta de que me lo
había pedido en vez de ordenármelo, para variar.

—No puedo —susurré, agitada.

—Está bien. —West no me presionó más—. General Beauregard y yo vamos a


refrescarnos por unos minutos. Puedes quedarte en el bote y disfrutar la vista.

Sonreí y busqué un punto para enfocar en donde fuera, menos en él.

—Sí, el paisaje es bastante increíble por aquí.

Colocó un dedo debajo de mi mentón y levantó mi rostro hacia el suyo. Me miró


fijamente de nuevo y entonces me guiñó.

—Es jodidamente hermoso.

Respiré hondo mientras él se giraba y caminaba al final del bote y le silbaba al perro,
el cachorro ansioso inmediatamente en sus talones. West abrió una especie de
escotilla que separaba la parte trasera del bote de una plataforma para nadar, y él y el
perro saltaron por la borda, sin importarles lo que los pudiera estar esperando.

Mi corazón dio un vuelo en mi garganta, y corrí hasta la parte trasera del bote,
escaneando el agua buscando señal de vida marina, feroz o de otra forma. En
realidad, consideraba maliciosa a toda la vida marina hasta que se probara lo
contrario.
196

West salpicó al sabueso, el cual gimoteaba y nadaba en círculos felices alrededor de


él, antes de cambiarse para nadar de espaldas, su cuerpo musculoso en todo su
Página

esplendor. Parecía despreocupado y relajado, sus ojos cerrados por el resplandor del
sol y sus brazos extendidos a sus lados.
Era como una maldita tragedia griega; la doncella mortal en la tierra atraída por el
inalcanzable dios del mar.

Bueno, yo no era una doncella, pero aun así.

Vislumbré una medusa pequeña —una maldita medusa—, pero estaba bastante lejos
de ellos, así que no soné la alarma aun, aunque decidí vigilarla estrechamente
mientas West se relajaba, y el perro nadaba en los alrededores.

Pero cuando un pequeño torpedo salió del agua repentinamente ni a tres metros de
General Beauregard y voló, jodidamente voló, pasando junto al bote, grité como la
chiquilla asustada que era. La cosa rozó la superficie del agua como por nueve metros
antes de sumergirse de nuevo. West se disparó en el agua y nadó de regreso al bote
cuando escuchó mi penetrante grito.

Empujando al perro a bordo por delante suyo, West se apresuró a mi lado. Agarró
mis hombros y me dio un rápido vistazo antes de escanear el horizonte.

—¡¿Qué sucede?!

Dos torpedos más despegaron en el lado izquierdo del bote. ¿Estribor? ¿Proa? ¿Quién
demonios sabía? Jadeé y apunté. West volteó la cabeza a tiempo para ver las cosas
antes de que cayeran de vuelta en el océano.

Volviéndose hacia mí, dejó caer las manos de mis hombros y aferró su estómago,
riendo incontrolablemente.

Volví mis grandes y perturbados ojos en su dirección.

—¿Lo tomo como que nunca antes has visto un pez volador?

Parpadeé.

—¿Eso es una cosa real? ¿Pez volador?

asintió, tratando de controlar su risa.

—¿Esa cosa era un pez?

Otro pasó volando al otro lado del bote, y General Beauregard aulló y corrió a la
proa.
197

West sonrió.
Página

—Genial, ¿eh?
—¿Muerden? —Imaginé enjambres de peces voladores atacando el bote.

—No tienen dientes, si eso es lo que estás preguntando.

—¿Por qué vuelan?

West inclinó su cabeza de un lado al otro.

—Generalmente, están tratando de escapar de un depredador —admitió.

Giré mi cabeza en la dirección de la que habían venido, pero no pude ver nada. Me
acerqué al riel y miré dentro del agua.

West se deslizó detrás de mí y se pegó contra mí, envolviendo sus brazos goteantes
alrededor de mi cintura.

Me volví para protestar, y se presionó contra mi frente, empapando la mayoría de mi


vestido de verano.

—¡Oye!

—Lo siento, ¿hice que te mojaras? —Sonrió sin arrepentimiento.

Lo alejé y aparté el borde del algodón húmedo de mis muslos antes de volver mi
mirada verde acusadora a él.

—¿Estás tratando de conseguir que me desnude hasta estar en mi bikini?

—Tal vez.

Tiré el vestido sobre mi cabeza y lo puse sobre la parte de atrás de la consola central,
junto a su camisa.

—Podrías solo haberlo pedido, sabes.

—¿Eso habría funcionado? —Levantó sus cejas, una esquina de su boca bordeando
una sonrisa mientras se fijaba en mi bikini; verde espuma de mar bordeado con
detalles de lencería de costura negra. Sí, combiné mi bikini con mi esmalte de uñas.

—Probablemente.

—¿Qué más harías si te lo pido? —Caminó hacia mí lentamente.


198

—¿Qué más quieres?


Página

Siguió moviéndose hasta que estuvimos casi tocándonos. Agachó su cabeza,


deteniéndose justo antes de mis labios.
—Todo —exhaló, cerrando el último centímetro separándonos.

Sus labios encontraron los míos, sabiendo a sal y azúcar. Sus manos ahuecaron mi
rostro y se deslizaron en mi cabello mientras nos devorábamos. Envolví mis brazos a
su alrededor y agarré su culo, empujándolo apretadamente contra mí hasta que su
dureza se ubicó en mi suavidad. Maldijo y se molió contra mí, su lengua imitando lo
que su polla claramente quería. Levanté un muslo y lo envolví alrededor de su
cintura, necesitando acercarme más, mis brazos rodeando su espalda, y mis manos
agarrando sus omóplatos.

Nos comimos el uno al otro, sin molestarnos en detenernos para respirar, y cuando
sus manos ahuecaron mi culo, levantándome y urgiéndome a envolver mis piernas
totalmente alrededor de su cintura, gemí con satisfacción, presionando mis caderas
contra las suyas, desesperada por fricción. Mordí su labio inferior, deteniéndome
para robar una respiración, y él apoyó su frente contra la mía, sus hermosos ojos
cerrados. Inclinando mi cabeza, pasé mi lengua por su cuello y arrastré besos a lo
largo de sus hombros mientras mis manos exploraban la parte superior de su espalda,
amasando sus músculos duros y sintiéndolos tensarse en respuesta. Cambiando de
dirección, pasé mis palmas por arriba de su cuello, forzando su cabeza hacia atrás, y
enterré mis dedos en su cuero cabelludo hasta que abrió los ojos. Gimió.

—No te traje aquí para esto.

Rodó sus caderas, y no pude responder, excepto para apretarlo más fuerte con mis
muslos.

Moví mis labios a su oreja.

—¿Por qué carajos no?

Sus labios se curvaron, y tiró de mi trenza, tallando unos centímetros entre nosotros.
Tomó una respiración profunda, y su pecho se amplió con el movimiento,
presionando mis pechos.

—Hablaba en serio antes. Realmente quiero llegar a conocerte mejor; no solo en el


sentido carnal. Pero, joder, si no me haces olvidar todas mis nobles intenciones.

—Me gustan tus intenciones. También me gusta tu boca. ¿No podemos hacer los dos?
—Fui desvergonzada mientras me retorcía contra él.
199

Maldijo largo y duro mientras me bajaba a mis pies.


Página

—Soy un jodido idiota. No tengo un maldito condón aquí, nena.


Un crujiente sonido interrumpió mi respuesta, y nos volvimos para ver a General
Beauregard husmeando la ahora vacía caja de Krispy Kreme al otro lado de la
cubierta. West se movió alrededor de mí, gritando una fuerte reprimenda al perro,
quien pegó un rápido escape al frente del bote. Después de lanzar los restos de
nuestro almuerzo de vuelta en la nevera, West volvió a mi lado, enganchando un
brazo alrededor de mi cintura y jalándome contra él, y reposé mis brazos contra su
tentador pecho.

Levantó una mano y ahuecó el lado de mi rostro.

—Tú… eres tan jodidamente sexy en este momento con tus labios todos hinchados
por mis besos. Me haces olvidar todo lo demás.

Agarré sus bíceps, uno tatuado y otro no, y apoyé mi mejilla en su palma.

—¿Qué estás olvidando? ¿Tienes que estar en otro lado?

—Solo tengo que atender la barra esta noche… ¡joder! ¿Qué hora es?

Inclinándose para agarrar su teléfono del tablero de la consola, encendió la pantalla,


miró la hora y gimió.

—Tenemos que regresar si voy a hacer el comienzo de mi turno.

Fruncí el ceño, sin estar lista para que nuestro tiempo juntos terminara.

Bajó la cabeza, dejando un beso en la punta de mi nariz.

—Ven conmigo esta noche. Pasemos tiempo en la barra.

Suspiré. El hombre no sabía cómo preguntar.

Pero seguro como el infierno sabía cómo besar. Lo cual era más importante.

—¿Y verte coquetear con chicas medio vestidas por propinas? Eso suena divertido.

—Así puedo coquetear contigo.

Apreté su brazo tatuado.

—¿Necesitas algo de práctica?


200

—No realmente.

Su ego era verdaderamente infinito.


Página

—Mmm. Pensaré en eso. —Golpeé mi barbilla ligeramente para el efecto.


La sonrisa de suficiencia de West era demasiado arrogante para mi gusto, y lo dejé en
suspenso por el momento. Dándome la vuelta, me dejé caer en un puff. Él tenía
razón. Era el mejor asiento en el bote.

Murmurando algo que no pude oír, West se posicionó detrás de la consola y puso en
marcha su aspirante a yate, impulsándonos de vuelta a la realidad. Me establecí más
lejos en el vinilo y cerré mis ojos contra el brutal viento pasándome, más contenta y
feliz de lo que recordaba ser en un largo tiempo.

Lo siguiente que supe, West estaba sacudiendo mi hombro, despertándome.


Desorientada, me senté y traté de recuperar mi orientación.

Estábamos de vuelta en el muelle.

Mierda, me había dormido. Otra vez. Me limpié la boca, buscando baba.

Mientras me ponía de pie, el puff hizo un horrible sonido al despegarse como si se


hubiera caído de mí. Mi sudor lo había pegado a mí, y estaba bastante segura de que
dejé una capa de piel detrás en este.

—Lamento eso. —Me encogí.

—Mi culpa —ofreció West—. Normalmente no aburro a mis citas hasta el sueño.

Agaché mi cabeza en vergüenza e hice un espectáculo de recoger mi bolsa. Mientras


West me ayudaba sobre el lado del bote y sobre el muelle, General Beauregard
esperó pacientemente, la correa agrupada a sus pies y su cola meneándose.
Regresamos al estacionamiento, y el perro traidor caminó al lado de West todo el
tiempo, ni una vez incluso tirando contra la correa.

—¿Así que él se comporta contigo, y es un pagano conmigo? —Asentí a la peluda


criatura responsable del dolor en mi espinilla.

—Reconoce la autoridad y responde a esta. Estaba probándote.

—Bueno, no creo que pasara —dije.

—Eso está bien. No es quien necesitas preocuparte que responda a ti.

Levanté mis cejas, no siguiéndolo para nada.


201

West pasó sus ojos por mi figura en bikini y se rio.


Página

—¿Quieres comprobar mi respuesta? —Dejó caer la nevera con un ruidoso golpe en


la pasarela de aluminio y puso la bolsa de playa en la parte superior de esta antes de
tomar la mía y ponerla con la suya. Jaló mis caderas hacia adelante hasta que
nuestros muslos se rozaron y bajó su barbilla. Sus dedos se enterraron, hasta que
nada más que tela de licra y nailon nos separaba.

Oh sí, él respondía a mí.

Y si el tamaño importaba, entonces yo estaba impresionada.

Con las mejillas calientes, puse mis manos en su pecho, creando un pequeño espacio.
General Beauregard leyó mi mente y olisqueó entre nosotros.

—No estoy listo para que esta cita termine —admitió West, una mano subiendo para
alisar mi cabello enredado fuera de mi rostro, tratando de meter los mechones
enmarañados por el viento detrás de mi oreja—. Ven a Wreck conmigo.

La piel de West crepitaba contra la mía, y no pude evitar deslizar mis manos por sus
hombros y detrás de su cuello. Mi respiración era más rápida cuando levanté mis ojos
a los suyos.

—¿Esa sería nuestra segunda cita, entonces?

Ladeó su cabeza, y sus ojos siguieron el camino de sus dedos por mi cuello.

—¿Importa?

Dijo que nada físico en la primera cita. Si podemos pasar directamente a nuestra
segunda…

Lamí mis labios.

—Tal vez.

Sus ojos parpadearon a mi boca, y su mano agarró la parte de atrás de mi cuello,


forzándome a mirarlo. Estaba sonriéndome.

—Sé lo que estás pensando. El bar definitiva y jodidamente será nuestra segunda cita.
202
Página
N
uestra segunda cita como que apestó. Sí, fue divertido sentarse en un
taburete y mirar a West y ver su trasero moverse cuando mezclaba cócteles
y se inclinaba para servir el licor. Fue mucho menos divertido ver a todas
esas damas, y uso ese término holgadamente, ofreciéndose a él como sacrificios no-
tan-vírgenes. El Wreck claramente no tenía respeto a sí mismo en barril. Suspiré
cuando una chica derramó su bebida en su camisa.

Una fina camiseta blanca. Sus grandes ojos de ciervo se ampliaron cuando presionó la
servilleta del cóctel en su pecho, frotando la mancha de humedad hasta que su pezón
se endureció. ¡Oh, mira! West tenía más servilletas para salvar el día.

Qué bien.

West me envió una mirada de dolor y puso sus ojos en blanco. La chica apenas
parecía legal. Era como una olomina provocando a un tiburón.

Chica estúpida.

A los tiburones les gusta perseguir a su presa.

Necesitando un descanso de toda la calculada desesperación obstruyendo la zona de


la barra, me escapé al baño.

La cabina que escogí tenía una cerradura funcionando —gracias a Dios por los
pequeños favores— y me obligué a tomar una profunda y purificadora respiración
mientras estaba sentada ahí. Está bien, sí, esa fue una mala planificación de mi parte,
ya que el baño apestaba a cigarrillos encubiertos, perfume de droguería y orina
rancia, pero era la idea la que contaba.

Al igual que el resto del bar, el baño estaba cubierto de grafitis. Nunca entendía
cómo la gente siempre parecía tener sharpies a mano cuando sentían ganas de marcar
su territorio. Le eché un vistazo a los mensajes garabateados que salpicaban la pared.

OhporDios, ¡West está a la altura de las expectativas, cada centímetro de ello! <3
203

Jaymie
Página

Wyatt es mío x siempre. El mío había sido tachado y de Kim estaba escrito encima.
Justo debajo de eso decía, Kim es una puta con cara de zorra. Eh, elocuente.

Varias parecían repetir el popular sentimiento, West es tan caliente.

Vislumbré uno con letras estilo burbuja, Theo es un amor, que probablemente no era
lo que él estaba esperando que dijera el baño de chicas sobre él, considerando las
otras notas sobre anatomía masculina entre las que estaba escondida.

Pero lo que empezó a molestarme fue el dibujo de una polla erecta con las palabras
West y tamaño natural garabateadas junto a esta. Otras inscripciones diciendo ¡de
acuerdo! Y ¡totalmente! Y ¡mmm! tenían flechas apuntando a la imagen.

La artista también fue demasiado precisa. Quienquiera que fuera la puta con cara de
zorra.

Hice una rápida inspección de la otra pared de la estrecha cabina y vi que mi cita de
la noche era la atracción estrella y, muchacho, sí que brillaba.

Justo cuando empecé a tirar de la cadena y reorganizar mi bikini inferior debajo de


mi vestido, escuché dos pares de pisadas haciendo eco en el manchado piso de
cemento.

—Amber, ¿viste a esa rubia desesperada que ha estado rondando en la barra toda la
noche? Creo que West se siente mal por ella o algo, él sigue yendo a revisarla.

—Sí, pero le pregunté sobre ello. ¡Dijo que era su cita! —Su tono sarcástico expresó
lo ridículo que consideraba eso. Se rieron y el sonido del borboteo del agua corriendo
en el lavabo hizo poco para amortiguar sus palabras.

Me quedé inmóvil, escuchando a escondidas desvergonzadamente.

—Ella ni siquiera luce como si hubiera tomado una ducha hoy.

—¡Lo sé! ¡Y su piel se ve asquerosa debajo de las luces! Tal vez West tuvo demasiados
tragos o algo esta noche. Tiene mejores estándares que eso. Es un insulto a todas las
que hemos pasado antes de ella.

Se disolvieron en risas y el agua se cerró.

—Tratemos de ofrecerle un combo. Ha ido por ello antes.


204

—Mmm, sabes que amo una buena oferta de dos por uno, Tipper. Vale la pena
intentarlo. Creo que su cita desapareció de todas maneras. Debe haber entendido la
Página

indirecta.
Su risa se desvaneció y un sonido seco de la puerta cerrándose señaló su salida.

Guau.

Solo… guau.

Mi mente giró, y estaba molesta porque no había sido capaz de verlas a través de la
grieta de la puerta entre la cabina y la pared. ¿Cuántas otras chicas ahí afuera ya
habían follado con mi West? Hice una mueca mientras tiraba de la cadena del
inodoro, reprendiéndome por dejar que las cosas con él vayan más allá de un rápido
sexo de una sola noche.

Terminé ajustando mi arrugado vestido, abrí la puerta de la cabina con más fuerza de
la necesaria y me miré en el espejo de mierda. ¿Qué diablos había dicho esa zorra
sobre mi piel?

Oh.

¡Oh!

Bajé la mirada a mi brazo, presioné los dedos de mi otra mano sobre mi piel, y solté.
Cinco huellas dactilares brillaron en blanco antes de regresar a una enfadada
tonalidad rojo langosta. La piel alrededor de mis ojos se veía bien, gracias a la
protección que me habían proporcionado mis aviadores de montura dorada, pero el
resto de mí se veía casi fluorescente, como un mapache a la inversa. Mi cabello
estaba arrugado como paja vieja, encrespado y apenas contenido por mi triste excusa
de una trenza.

Podría haber estado tan embelesada con West antes que había olvidado el protector
solar. Y darme una mirada en el espejo una vez que nos bajamos del bote.

Tal vez. Posiblemente.

No era de extrañar que esas chicas hubieran estado burlándose de mí. Me veía como
un desastre caliente. Como, asada.

Pasando una cautelosa punta del dedo sobre mi hombro, la ternura de mi piel
confirmó el alcance de mi quemadura de sol. Necesitaba rodar como un cerdo en
charco de aloe, inmediatamente.
205

Había llegado el momento de llamar a esta cita un fracaso y hacer una salida rápida,
solo que no tenía mi Wrangler.
Página
Habíamos dejado al perro y los suministros del picnic en la casa de West y venido
directamente aquí en su desmesurada camioneta.

Torciéndome para ver la parte posterior de mi cabeza, peiné mi cabello con los dedos
lo mejor que pude, dejándolo caer alrededor de mi rostro para tratar de ocultar las
líneas de bronceado de mis Ray-Ban. Luego tomé el camino de salida de los cobardes
y le envié un mensaje de texto a West de que no estaba sintiéndome bien e iba a
tomar un taxi para volver a casa.

Deslizando sobre mi hombro mi bolso de mano, rodeé el perímetro del bar,


escapando por las puertas principales sin mirar atrás. Estaba de pie en la acera del
frente y buscando el número de la compañía de taxis en mi teléfono cuando de
repente fue arrebatado de mis manos.

Jadeé, dando un paso atrás, y metiendo mi bolsa en mi costado.

—¿Huyendo?

¿Cómo diablos West había salido tan rápido de ahí?

Bajé mi mirada y dejé que mi cabello ocultara mis ojos, tratando de disimular el peor
de los daños.

—Sí, creo que recibí un poco demasiado sol —murmuré, sin querer encontrar su
mirada. Aunque eran más de las ocho, el sol estaba empezando a descender, y
todavía había mucha luz solar.

Enganchó mi cadera con su mano y tiró de mí para acercarme. Usando su mano


libre, levantó mi barbilla, exponiendo mi rostro. Con los ojos muy abiertos, tocó mi
mejilla con la punta de su dedo, haciendo una mueca de dolor cuando la quitó.

—Mierda, Sadie, tienes que estar adolorida. Espera, déjame decirle a Wyatt que te
tengo que llevarte a casa.

Resoplé.

—¿No preferirías quedarte aquí? Estoy segura de que hay otros juguetes con los que
puedes jugar, en su lugar.

—¿De qué carajos estás hablando?


206

—Amber y Tipper estarían más que dispuestas a entretenerte esta noche. Juntas.
Página
West le dio un vistazo al bar y luego a mí, con molestia salpicada por su rostro. Se
movió más cerca, invadiendo mi espacio personal y cerniéndose sobre mí, sus ojos
exhibiendo nubes de tormenta gris, pero mantuve mi postura, negándome a
retroceder.

—Estoy a cinco centímetros de la persona con la que quiero estar esta noche. Cinco
centímetros. Y estaría feliz de borrar esos cinco centímetros si todavía no estás clara
en eso.

Vi cuando llamó a su hermano. Traté de protestar que era capaz de cuidarme sola,
pero él solo habló más alto y puso un dedo sobre mis labios hasta que terminó.
Después de presionar el botón de finalizar, metió su teléfono en su bolsillo y me
empujó más lejos bajo la sobresaliente línea del techo, a las sombras.

—Quédate metida aquí atrás, fuera de la luz del sol mientras acerco la camioneta —
instruyó, con sus ojos entrecerrados desafiándome a discutir.

Suspiré y me crucé de brazos, con mi barbilla sobresaliendo, pero asentí una vez,
derrotada.

Cuando regresamos a la cabaña y tiré mi bolsa de playa en la mesa de la cocina,


encontré una nota de Rue pegada en el refrigerador, diciéndome que había salido,
pero que regresaría en la mañana. Traté de arrugarla, pero West ya la había visto.

Su sonrisa perezosa salió con total fuerza cuando tiró del fajo de papel de mi mano y
lo lanzó a la basura.

—Bien. Porque planeo cuidarte esta noche.

—West, de verdad, puedes volver al bar. Estaré bien. Solo tomaré una ducha y me
pondré aloe.

Sus ojos se oscurecieron, y sus labios se torcieron.

—Parece un buen plan. Ayudaré.

Murmurándome sobre la tenacidad del hombre, me dirigí al baño y encendí la


ducha, ajustando la temperatura a tibia. Me aflojé el vestido veraniego sobre mi
cabeza y lo dejé caer en una pila en el piso, ignorando a West mientras se recostaba
en la puerta, viéndome.
207

Empujando la puerta con mi pie, traté de sacarlo lentamente de la habitación, pero él


Página

la empujó de nuevo y se plantó en la entrada. Con una mano, se sacó la camisa sobre
su cabeza, añadiéndola a la pila que había empezado en el piso de baldosas. Cuando
empezó a desabrochar sus jeans, cubrí su mano con la mía, deteniendo su
movimiento.

—¿Qué estás haciendo?

—Ayudándote. Es mi culpa que estés quemada. Tenía protector solar en el bote…


debería haber pensado en ello. Ni siquiera pensé en tu piel estando desprotegida
mientras tomabas la siesta en ese puff.

Llegando detrás de mi cuello jaló las tiras de mi bikini hasta que la parte superior se
aflojó y cayó, exponiendo mis pechos. Aspiró una respiración aguda, y di un vistazo
en el espejo. La fuerte delimitación entre mi quemadura de sol y mi pálido pecho se
veía casi caricaturesca.

—Joder, Sadie. —West se acercó más, pero no me tocó—. Eso se ve peor de lo que
imaginaba. Necesitas dejar que te ayude.

Después de desvestirme y ayudarme a quitar la parte inferior de mi traje de baño por


mis piernas, me llevó a la ducha y entró detrás de mí, impidiendo que el spray
golpeara directamente en mi piel sensible. Usando sus manos y un poco de gel
cremoso de baño, me bañó, con su ligero toque como una pluma alrededor de mis
hombros, los cuales parecían ser lo peor.

Trabajando eficientemente y haciendo una mueca de dolor en simpatía cuando siseé


una respiración cuando sus dedos rasparon una zona sensible, me enjabonó, enjuagó
y envolvió en una toalla suave antes de depositarme a los pies de mi cama. Arrastré
un cepillo por mi cabello y lo retorcí en un moño mojado sobre mi cabeza. No había
manera de que fuera a usar un secador de cabello esta noche. Mientras trabajaba en
la domesticación de mi melena, West rebuscó en mi botiquín y regresó con dos
ibuprofenos y una botella de agua para bajarlas. Tragué las pequeñas pastillas y bebí
la mayor parte de la botella antes de devolvérsela.

Apagando las luces cuando regresó de colocar la medicina, extendió dos grandes
toallas en la parte de arriba de mi colcha y luego me movió al centro de mi cama, con
la toalla húmeda todavía envuelta a mi alrededor. El tenue resplandor amarillo de la
farola filtrándose a través de la cortina dejó la mayor parte de su rostro en la sombra,
haciendo los ángulos y planos más duros. Sosteniendo la desmesurada botella de aloe,
West se colocó a mi lado en el colchón, con simpatía coloreando su expresión. Roció
208

un pegote de gel verde en su palma y se giró de frente a mí.


Página

—¿Lista?
Asentí, preparándome para lo frío que se iba a sentir.

Empezando desde arriba, alisó las puntas de sus dedos sobre mi frente, por mi nariz y
a través de mis pómulos, trazando los contornos de mi rostro. Mordí mi labio, la
frescura del aloe en conflicto con una pequeña chispa de excitación mientras sus
dedos disparaban hormigueos y piel de gallina por todas partes que tocaba. Su palma
se deslizó por mi garganta, ahuecándola, antes de seguir a la curva de mi hombro. Me
estremecí, mis pezones endureciéndose en puntos debajo de la toalla. Trabajó su
camino por un brazo y luego por el otro, descubriendo en el proceso que el interior
de mis codos era cosquilloso. Sus labios se torcieron cuando retrocedí, pero ninguno
de los dos rompimos el silencio.

Tomando mi mano derecha entre las suyas, la giró hacia arriba y clavó sus pulgares
en mi palma, frotando desde el centro hacia afuera. Luego se movió más arriba,
trabajando la carne sensible hasta la base de mis dedos y entre las coyunturas, antes
de terminar con cada dedo desde la base hasta la punta, sin apresurarse, sino
tomándose el tiempo para pasar por cada área dos o tres veces. ¿Sabes la forma en
que el cuero cabelludo hormiguea cuando alguien juega con el cabello? Estaba
sintiendo eso cien veces más. Para cuando hubo repetido el proceso en mi mano
izquierda, estaba totalmente flácida.

Nunca en mi vida un chico había pasado tanto tiempo solo en mis manos, nunca me
di cuenta de lo erótico que podía ser, cuántas terminaciones nerviosas podía
encender mientras sus callosos dedos abrasaban mi tierna piel. Mi respiración se hizo
más lenta, más pesada, y mis ojos se cerraron, con toda mi atención en donde
nuestros cuerpos se tocaban.

Lo extrañé cuando la soltó, aunque la pendiente y balanceo del colchón mientras se


movía alrededor de la cama me decía que no se había ido demasiado lejos. Cuando
levantó mi pie y empezó un buen y anticuado masaje, no pude reprimir el silencioso
gemido que escapó de mi boca. Su toque no era sexual, pero todo sobre el momento
parecía intensificado.

La habitación a oscuras. El suave crujido de nuestras toallas de algodón cuando él se


movía. La bola de su mano presionando en el arco de mi pie. El intenso ruido sordo
de mi corazón. Era abrumador y no lo suficiente al mismo tiempo.
209

Le dio a mis dedos de los pies el mismo tratamiento que le había dado a mis dedos,
concentrándose en cada uno por separado, así como en la suave piel entre ellos. La
Página

parte trasera de mis talones vino a continuación y luego comenzó un camino hacia
arriba por mis piernas. Puso mi pie en su regazo, y su dureza se tensó contra la toalla
envuelta alrededor de su cintura. Mis labios se separaron.

Sus caricias se volvieron más gentiles mientras se movía hacia arriba, donde la
quemadura del sol estaba peor. Rodillas, muslos.

Avanzó todo el camino hasta mi línea de bikini, y no pude evitar extender mis
piernas un poco. Un áspero sonido salió de la parte posterior de su garganta, mi
movimiento sin pasar desapercibido.

La toalla fue retirada de repente, dejándome desnuda, descubierta ante sus ojos.
Inhalé fuertemente. La urgencia de cubrir mi pecho era fuerte, sabiendo que mis
líneas tan marcadas lucían chillonas en el mejor de los casos, pero obligué a mis
manos a permanecer a mis costados.

La frialdad del aloe a lo largo de mis clavículas me hizo jadear de sorpresa. Había
esperado que él siguiera trabajando de abajo hacia arriba. Mis pezones se
endurecieron incluso más y mordí mi labio inferior. Embadurnó mi pecho con el
aloe, manteniéndose lejos de mi piel ilesa, lo cual significaba que me tocó por todas
partes excepto mis pechos adoloridos. Sus dedos acariciaron mi estómago, trazando
las curvas de mi cintura y caderas, deambulando más abajo antes de detenerse de
nuevo donde mi quemadura de sol terminaba.

Era una jodida tomadura de pelo.

Arqueé mi espalda, buscando su toque, queriendo más. Él puso su palma en la


elevación de mi cadera izquierda, empujándome hacia abajo en el mullido colchón.
Cuando se tendió sobre su costado junto a mí, lo alcancé con mi brazo derecho y me
agarré a su espalda, con ganas de más contacto con su calor. Mis ojos se redujeron a
la mitad, mirándolo cernirse sobre mí, su dedo dibujando una línea entre mis pechos.

Acomodó un muslo entre mis piernas separadas, y me di cuenta de que su toalla se


había ido. No pude evitar que mis caderas rotaran, buscando fricción, el calor
acumulándose en mi interior.

Su pulgar trazando mi labio me distrajo, y me encontré con su mirada, mis propios


ojos rogando.

Suspiró mi nombre.
210

—Por favor —murmuré.


Página
Negó con la cabeza, sus ojos bajando por mi cuerpo. Se movió más cerca, sus labios
casi rozando los míos.

—Estás demasiado quemada para follar, nena. Pero tus mejores partes… —Rozó un
pezón—, están bien. Así que voy me voy a encargar de ti esta noche. Como dije que
haría.

Arañé con mis uñas hacia abajo en su espalda en protesta, deseando que su gran peso
me presionara contra la cama, pero él solo besó la punta de mi nariz antes de
retroceder. Incluso mis labios estaban quemados.

Su brazo derecho me alcanzó, un solo dedo moviéndose para rodear mi pecho


izquierdo. Comenzó ampliamente, moviéndose cada vez más cerca, pero se detuvo
cerca de la ansiosa punta. Provocó el otro, hasta que ambos se sintieron hinchados y
pesados, y me retorcí a su lado, tratando de conseguir su mano donde más la quería.

—Paciencia, Sadie. Te prometo que dormirás bien esta noche cuando termine
contigo.

Arrugué mi nariz y resoplé de fastidio y fui reprendida con un fuerte pellizco en mi


pezón.

Siseé su nombre en sorpresa, entrecerrando mis ojos, pero terminando con un


gemido cuando sus labios se cerraron sobre el apretado capullo. Me hizo callar,
lamiendo con lo plano de su lengua, sus acciones un delicioso tormento. Arrastré mis
dedos a través de su cabello, las puntas de las hebras demasiado cortas para agarrarlas
correctamente, mis uñas rastrillando su cuero cabelludo e instándolo más cerca. Sus
labios sonrieron contra mi carne caliente antes de tensarse sobre mí, tirando y
chupando de la manera que yo lo necesitaba.

Mis caderas se rebelaron, y mis ojos se cerraron, el calor corriendo a través de mí y


estableciéndose abajo.

Más, más, más.

La idea era la única reproducción continua en mi cabeza.

Cambió de lado, y su talentosa mano ahuecó el otro pecho, apretándolo y


provocando la punta sensible. Empujé su cabeza con más fuerza, no queriendo ser
211

objeto de burlas por más tiempo, y él se acercó más, su barba de un día un


bienvenido tormento cuando enterró su cabeza contra mí.
Página
—West. —Su nombre fue un simple suspiro, y él tarareó en respuesta, la vibración
añadiendo otro nivel de placer.

Soltó el pecho que había estado acariciando, su mano bajando a mi húmedo núcleo.
Su dedo medio pasó sobre la longitud de mi hendidura, de arriba hacia abajo, de
abajo hacia arriba, antes de sumergirse dentro.

Gruñó y se aferró a mi pezón con sus labios, mientras su dedo se deslizaba dentro de
mí y acariciaba. Mis caderas se elevaron, más que listas, pero él mantuvo el ritmo
lento, sacando su mano después de solo unas embestidas y rodeando mi clítoris.

Lloriqueé su nombre con frustración y él se rio una vez contra mi pecho, su cálido
aliento soplando en mi sobreexcitada piel.

Cediendo a que mis manos se empujaran contra sus hombros, se dirigió hacia abajo
por mi cuerpo, evitando tocar mi sensible estómago. Situándose entre mis piernas,
levantó mis muslos sobre sus hombros y dio la primera pasada lenta con la parte
plana de su lengua. Casi me vine.

Gemí y clavé mis talones en su espalda, tratando de llevarlo donde lo quería, no,
donde lo necesitaba más.

Tarareó en reconocimiento y separó mis pliegues, adentrándose hasta que su boca se


aferró a mi hinchado clítoris. Su lengua se arremolinó, lamiendo suavemente, y mis
dedos se presionaron contra su cabeza a tiempo con sus lentas succiones. Soy
impaciente por naturaleza, sin embargo, y no pasó mucho tiempo antes de que
estuviera usando mis caderas y manos para pedir más.

Él respondió, sus labios presionando con más firmeza contra mis pliegues, su lengua
chasqueando, y sus ásperas mejillas raspando el interior de mis muslos. Estaba cerca,
tan cerca, y se derramaban ruidos sin sentido de mi boca abierta.

Dos gruesos dedos se empujaron dentro de mí bruscamente y eso fue suficiente. Mis
muslos se apretaron alrededor de su cabeza, sujetándolo a mí, y susurré una
interminable cadena de su nombre y “ahora, ahora, ahora” en la habitación oscura.

Se mantuvo conmigo, su lengua suavizándose mientras mis caderas desaceleraban sus


movimientos contra él, sin liberarme hasta que dejé caer mis manos de su cabeza.
Luego presionó suaves besos sobre mi sexo, casi con reverencia, inhalando y
212

lamiéndose los labios. El sonido de su satisfacción se mezclaba con mi entrecortada


respiración.
Página
Sus manos subiendo por mi cuerpo, apoyándose en mis pesados pechos y pellizcando
un pezón para llamar mi atención.

Abrí un ojo somnoliento y lo miré, incapaz de hacer más.

Su ronca voz fue una mezcla de amenaza y promesa.

—Tienes tres minutos. Luego iré por el segundo round.


213
Página
P
or la mañana, mi malestar se había ido, aunque no estaba segura si debería
darle crédito al aloe y al ibuprofeno o a la flexibilidad y resistencia de la
lengua de West. Di vuelta hacia él, queriendo acurrucarme e ignorar el terco
rayo de sol infiltrándose por las persianas de mi dormitorio.

Pero la cama estaba vacía… todo lo que quedaba era la almohada marcada por su
cabeza.

Fruncí el ceño y me apoyé en mis manos para mirar alrededor. Sus pantalones se
habían ido, pero su camisa todavía estaba hecha una bola en el baúl a los pies de mi
cama. Incapaz de resistir, la agarré para mí, deslizándola sobre mi cabeza y
respirándola, llenando mis pulmones con su aroma a sal y cítrico. Tirando de unas
bragas a la cadera, me dirigí al baño a cepillar mis dientes y usar el baño antes de ir a
buscarlo.

Cuando salí cinco minutos más tarde, feliz de encontrar mis quemaduras de sol
persistentes solo en mis hombros y rostro, estaba lo bastante despierta para oler el
aroma de tocino a la deriva a través de la cabaña. Incapaz de resistirme al encanto de
la crujiente sustancia grasosa, seguí mi olfato hacia la cocina donde West estaba
sosteniendo una espátula y una taza de café mientras atizaba dos sartenes. Uno tenía
tocino y, en el momento, no me importaba el otro, porque él estaba sin camisa,
cocinando el desayuno en mi cocina, y era un momento tan sexy que no pude evitar
detenerme, mirar, y contemplarlo todo.

Hasta que Rue apareció a través de la sala de estar, vacilando cuando lo vio. Siguió
sigilosamente por la habitación hacia mi lado y tomó mi codo para acercarme a ella.

—¿Qué está haciendo él aquí? —siseó—. Conoces las reglas.

Abrí mi boca. La cerré. Levanté mi mano y la bajé de nuevo.

—¿Cocinando el desayuno? —ofrecí en una débil voz.


214

—¡Buenos días para ti también, Rue! —llamó West alegremente, señalando el


mostrador con su espátula—. El café está listo y los panqueques están casi hechos.
Página

—Mmmm, panqueques —susurré, más para mí que para ella.


Rue me dio un codazo en las costillas.

Hice mis ojos grandes y suplicantes y entonces la golpeé con toda la fuerza de mi
expresión de cachorro, sacando mi labio inferior para enfatizar.

—Hizo café y tocino y panqueques. ¿No podemos ignorar las reglas solo esta vez?

Ella me miró rotundamente, entonces pisó fuerte hacia la cafetera, vertiéndose una
taza y echando varias cucharadas de azúcar en esta.

Apartándose de la hornilla, él entrecerró los ojos en su dirección.

—Alguien —comenzó él—, no tuvo una buena noche. A diferencia del resto de
nosotros. —Lanzó un guiño hacia mí sobre su hombro, y agarré la parte de atrás del
sofá para evitar derretirme en el suelo.

—Alguien —imitó ella—, no creyó que me importaría esperar mientras usaba su


bomba de vacío para prepararse anoche. —Resopló con repulsión y sacudió su
cabeza, como si tratara de liberarse de ese recuerdo en particular.

Jadeé, con mis ojos dilatándose, y cubrí mi creciente risa con mi mano.

Ella me disparó una mirada sucia y gruñó antes de tomar un gran trago de café y
murmuró algo que no pude capturar, pero tenía a West sacudiendo su cabeza.

—Esto no es jodidamente gracioso —insistió ella, pero una sonrisa había comenzado
a hacer efecto en una comisura de su boca.

Caminé a su lado y puse mi cabeza sobre su hombro, doblando mi brazo alrededor de


su cintura para un rápido apretón.

—Sí, lo es un poco.

Trabajando el sartén como lo había estado haciendo por años, mi descamisada cita
salpicó la masa en la sartén caliente, haciendo algún tipo de diseño abstracto. Me
dirigí al mostrar hacia mi propia taza de café, y cuando hube añadido un cubo de
hielo para enfriarlo y tomado mis primeros sorbos, él estaba deslizando un
panqueque fresco en un plato y pasándoselo a Rue.

Ella tomó el plato, añadió algunas tiras de tocino, y se sentó en un taburete en la isla
en medio de la cocina. Su repentina explosión de risa me asustó, la taza de café casi
215

se deslizó de mi mano, y la dejé a un lado para limpiar unas gotas perdidas de mis
dedos con una toalla de papel.
Página
—¿Qué es tan gracioso?

Ella inclinó su plato en mi dirección, mostrándome el panqueque en forma de pene


en este, completado con una protuberante cabeza de hongo y dos bolas demasiado
grandes.

Mi mirada voló hacia West, donde estaba sonriendo para sí mismo mientras volteaba
más panqueques.

Se encogió de hombros, sintiendo mi escrutinio.

—Todo el mundo debería empezar el día con una polla grande. Esto es lo mejor que
puedo hacer para ayudarla.

No creía que mis ojos pudieran dilatarse más mientras estaba atrapada entre el horror
y la alegría, mis labios no estaban seguros de si debían inclinarse hacia arriba o abajo.
Sin una palabra, agarré la botella de jarabe y caminé hacia su plato, añadiendo un
pegajoso chorro de arce desde la punta, hacia abajo en la exagerada erección y
goteando sobre las bolas.

Ella rio entre dientes mientras agarraba su tenedor, cortó viciosamente la punta y la
empujó en su boca.

—Esto está mucho mejor de lo que se me ofreció anoche —gimoteó alrededor de la


comida en su boca. Me envió una mirada que me decía que estaba perdonada, al
menos esta vez, por romper las reglas.

Le devolví la sonrisa, incapaz de evitar imaginar más mañanas como esta, solo
merodeando en la cabaña con mi mejor amiga y mi…

Está bien, bueno, no sabía cómo llamarlo todavía, porque me parecía demasiado
pronto para novio, pero amigo tampoco funcionaba. Mi mente se mezcló a través de
algunas que otras posibles etiquetas hasta que un plato fue dejado delante de mí.

Con mi propio panqueque de pene.

Agarrando el jarabe, ayudé a mi desayuno a encontrar su propio final feliz.


216

Rue se sentó en su taburete, bebiendo su segunda taza de café y desplazándose a


Página

través de su teléfono, mientras West y yo limpiábamos la cocina… lo cual hubiera


sido más rápido si pudiera dejar de mirar sus músculos tensionados mientras secaba
los sartenes con la toalla, pero no me estaba quejando.

Su cadera chocó con la mía cuando yo lavaba el sartén en el fregadero y derramaba


espuma sobre el borde, goteando hacia el suelo de baldosas. Vi el camino que estaban
haciendo las burbujas al bajar por el gabinete, pero no me moví para atraparlas
inmediatamente, en su lugar dándole una mirada interrogativa.

—Tengo clientes reservados toda la semana, pero ¿estás libre el próximo sábado?

Negué con la cabeza, mis mechones ondulados cayendo en mi rostro.

—Tengo una sesión de fotos de una boda esa mañana. No terminaré hasta finales de
la tarde.

El rostro de West decayó.

—Quería intentar llevarte a paddleboarding8. Creo que te gustaría. Podemos ir por


una vuelta corta antes de que anochezca si has terminado a tiempo.

Tomé una respiración profunda. El hombre no sabía cómo preguntar.

—Nunca he hecho eso antes —dije.

—Te encantará —prometió—. Nos apegaremos a los arroyos donde no hay olas. Es
un buen lugar para ver delfines también.

—Veremos si consigo terminar a tiempo.

—Te esperaré así puedes venir conmigo —replicó.

—Creo que ya te ocupaste de esto anoche.

Rue golpeó el mostrador.

—Puedo oírlos, saben. —Empujó su taza de café vacía al lado del fregador,
deteniéndose a mi lado—. ¡Por esto tenemos reglas! —Disparando una última mirada
asesina al hombre con el torso desnudo junto a mí, pisó fuerte hacia su dormitorio,
cerrando la puerta. Ruidosa música golpeaba desde ese lado de la cabaña un minuto
más tarde.
217

Torcí mis labios.

—No creo que el panqueque de pene fuera suficiente.


Página

8 Paddleboarding: Surf de remo.


Me inclinó una mirada cautelosa.

—No voy a ofrecerle de ningún otro tipo. Luce como si pudiera morder.

—Mmm. No me importaría darte un pequeño mordisco.

Extendiéndose a través de mí, cerró el grifo y comenzó a jalarme de regreso hacia mi


dormitorio, la expresión en su rostro diciéndolo todo. Apenas noté mis manos
cubiertas de jabón dejando un rastro de charcos detrás de mí mientras él tiraba del
dobladillo de la camisa de gran tamaño —su camisa— que colgaba alrededor de mis
muslos. Bloqueé la puerta detrás de nosotros y también subí mi radio.

Sí, las reglas fueron hechas para romperse.

Aparentemente, también lo eran las citas.

Fruncí el ceño ante mi teléfono, mirando el mensaje de texto de West el viernes.

Lo siento, nena, surgió algo.

Tendremos que reprogramar el paddleboarding.

Toda la semana había tenido una incómoda serie de señales mixtas.

El lunes por la mañana, había encontrado un avión de papel metido bajo mi


limpiaparabrisas, junto con una tarjeta de regalo de Starbucks. Desplegando el papel
de cuaderno, había leído su dulce mensaje: Desearía haber estado allí para hacerte el
desayuno esta mañana otra vez. Esto es lo mejor que puedo hacer.

Le había enviado un mensaje de texto para agradecerle, pero no había recibido


ninguna respuesta. En todo el día. Le envié mensajes dos veces al día siguiente. Lo
mismo.

Silencio total.

Molesta, lo había sacado de mi cabeza el miércoles, haciendo otra sesión de fotos de


alcoba después del trabajo para la esposa del presidente del hospital local. Ella había
218

lucido fabulosa, pero supongo que era una de las ventajas de tener amigos que eran
cirujanos plásticos.
Página
Asumí que Aubrey era la responsable por esa referencia, pero no pude lograr
preguntarle a la preciosa mujer mayor cómo había conseguido mi nombre. Betty
había sido adorable, sin embargo, luchadora e irreverente y más que dispuesta a
seguir mis indicaciones. Incluso había traído un traje de enfermera traviesa, y su
extravagante personalidad brilló a través de las poses. Era demasiado malo que no
pudiera usar las imágenes de alcoba para fines publicitarios; algunos de mis mejores
trabajos recientemente habían llegado de esas sesiones.

Mientras me había metido en la cama tarde esa noche después de editar la sesión de
Betty, unos familiares golpecitos en mi ventana dispararon mi pulso. West se deslizó
dentro del dormitorio y se unió a mí para una fiesta de pijamas, luciendo agotado.

Se había desnudado hasta quedar en bóxers y luego me jaló cerca, sosteniendo mi


espalda hacia su parte delantera. Murmurando una disculpa sobre los mensajes de
texto, explicó que no recibía cobertura lejos del litoral y había encontrado mis
mensajes y venido directamente después de preparar el bote para mañana. Apenas
había conseguido que las palabras salieran de su boca antes de caer dormido, su
muslo sujetándome hacia abajo y su mano ahuecando mi pecho. Cuando había
despertado unas pocas horas más tarde, él ya se había ido, otro avión de papel
abandonado sobre su almohada.

Eres jodidamente preciosa cuando duermes.

No le devolví el mensaje de texto esta vez, sabiendo que no lo vería. En su lugar,


después del trabajo, encontré su camioneta en el puerto y dejé un avión de papel
para él.

Búscalo en Google: extensor Wi-Fi para puertos.

El viernes por la mañana, desdoblé otro avión de papel, descubriendo una factura de
Amazon arrugada, su orden para el dispositivo de largo alcance para la debida
entrega la próxima semana. Había sonreído todo el día por eso.

Hasta que vi su mensaje de texto, anulando nuestra cita.

Insegura de lo que significaba, ni hacia dónde ir desde allí, mantuve la distancia.


Hice la sesión de la boda el sábado, la cual fue mejor de lo que esperaba, y tuve una
noche de chicas con Rue, bebiendo su limonada enriquecida, viendo películas de
219

Ryan Gosling y hablando hasta primeras horas de la mañana.

Me negué a pensar en él esa noche, aún cuando me quedé en el lado de la cama que
Página

se había convertido en mío, dejando la otra mitad vacía.


El domingo, después de intercambiar mensajes de texto con mis padres y hermano
en Tennessee, me conecté a Facebook para ver el video de un nuevo cantante con el
que estaban trabajando, cuando me di cuenta de una solicitud de amistad de Aubrey.

Insegura de qué pensar, me quedé mirándola. Esa pequeña solicitud parecía cargada,
y mi instinto me advertía ignorarla, volver atrás en el tiempo y no verla.

Vi el vídeo, dejé un comentario, me desplacé por las noticias y volví a la solicitud de


amistad. Hice clic en aceptar, sabiendo que se lo debía por todas las referencias de
fotografía y realmente no podía permitirme el lujo de desairarla.

La curiosidad me llevó a mirar su página. Su imagen de portada era una buena foto
de ella y sus padres en Italia, la Torre inclinada de Pisa en el fondo. El estado más
reciente en su muro era de la noche anterior, una toma de ella posando junto a una
palmera, el mar de fondo.

Con su brazo alrededor de West.

Amplié la imagen, diseccionándola, mi estómago revolviéndose. ¿Su postura era


amistosa o cariñosa? La boca de él estaba levantada en un lado, y llevaba gafas de sol,
ocultando sus ojos, su sonrisa lo único que tenía para seguir adelante. Ella estaba
apoyada en él, mostrando sus dientes, su otro brazo apoyado posesivamente sobre su
pecho. West estaba de pie, sin inclinarse. ¿Eso quería decir algo? ¿Nada? ¿Es por eso
que me canceló?

Sí.

Claramente, fue por eso. Me negaba a ser estúpida acerca de esto.

Me desplacé más abajo. Aubrey era una gran fan de las selfie. Y de la sonrisa con
dientes. Y de la cabeza inclinada.

Ahí. Dos semanas atrás. Otra foto con West… en una tienda de comestibles por el
paseo marítimo.

Mordí el interior de mi mejilla, sintiendo las lágrimas calientes picando mis ojos.

Estaba ocurriendo de nuevo. West estaba resultando como Imbécil, ocultando otra
vida de mí.
220

Excepto que… ¿lo hacía? Dos semanas atrás, ni siquiera habíamos estado en una cita.
Tal vez había leído mal la situación, pero había sentido que las cosas estaban
Página

construyéndose entre nosotros.


Esa foto, sin embargo, con ella poniendo sus manos sobre él como si tuviera algún
derecho, él permitiéndoselo… dolía. Cerré mi computadora portátil, la empujé a
través de mi edredón, y me hice un ovillo. El débil olor a West impregnando las
sábanas no había cambiado desde la semana pasada cuando había frotado aloe y su
lengua por todo mi cuerpo. Me aferré a ese recuerdo, incluso mientras me
preguntaba dónde había dormido la noche anterior.

Porque no había estado aquí conmigo.

Cuatro días más pasaron sin una palabra de West.

Cambié mis sábanas.

Tomé fotos de niños con los primeros pasteles de cumpleaños aplastados en sus
rostros. Hice una sesión a una pareja celebrando su quincuagésimo aniversario de
bodas, sus manos sin soltar nunca las del otro. Capturé fotogramas de dos
adolescentes tontos comprometiéndose demasiado jóvenes, pensando que tenían
alguna idea de lo que era el amor y la forma de aferrarse a este para siempre.

Idiotas.

Tuve dos reuniones con Grady sobre las oportunidades de fotografiar Water’s Edge,
y me dio esperanzas, aludiendo a un gran proyecto que quería asignarme, pero estaba
a la espera de la aprobación final de su jefe. Mientras me iba de nuestra reunión ese
jueves, le pregunté a Grady si había tenido una pelea con Rue.

Su rostro palideció y se quedó paralizado con la mano en el pomo de la puerta para


verme salir.

—¿Por qué? ¿Qué dijo ella?

Interesante.

—No dijo nada. Pero las cosas parecían tensas entre ustedes la otra semana.

Sus nudillos se volvieron blancos, y sus labios se apretaron en una línea dura.
221

—No tengo ningún problema con Rue. Si algo parecía fuera de lugar, debe ser de su
parte.
Página

Correeeeecto, nada raro por ahí en absoluto.


Le sonreí y me deslicé fuera de su oficina, dejándolo con sus pensamientos, e incapaz
de dejar de preguntarme qué había encontrado mal en él Rue. Casi le había
preguntado el fin de semana anterior, después de que termináramos Crazy Stupid
Love por millonésima vez, pero algo me detenía cada vez que iba a abrir la boca.

La intromisión nunca ayudaba, en mi experiencia.

Al salir del complejo, me encontré con Theo en el estacionamiento mientras se


estaba dirigiendo a su auto, el cual estaba estacionado a unos puestos por delante del
mío.

—¡Oye, Sadie! ¿Qué vas a hacer esta noche?

Me encogí de hombros.

—¿Tal vez una carrera por la playa? No mucho.

—¿Ya has estado en el autocine? Tengo ganas de salir del pueblo por la noche.
¿Quieres ver si a Rue le apetece ir, y podemos tener una noche? Si nos vamos en la
próxima hora más o menos, tenemos tiempo para agarrar algunos tentempiés y llegar
antes de que comience el espectáculo.

Mis ojos se abrieron.

—¿Hay un autocine por aquí?

—Sí, alrededor de una hora hacia el interior de la isla, más allá de la base de la
Fuerza Aérea. Hay una doble función en el ocaso.

Dudé y revisé mi teléfono. Ningún mensaje. Mis dedos se cerraron alrededor del
dispositivo, como si fuera su culpa que no hubiera oído hablar de él.

—¿Sabes qué, Theo? Eso suena perfecto.

Si pudo detectar el entusiasmo forzado, no lo demostró.

—¡Genial! —Golpeó el asfalto con sus sandalias de goma y me miró desde debajo de
su mechón de cabello—. ¿Te importa conducir? El Wrangler funcionaría mejor que
mi pedazo de mierda aquí. Iré al muelle por combustible y comida.

Mis ojos se suavizaron.


222

—No hay problema. ¿Quieres pasarte por aquí después de cambiarte?


Página
Para el momento en que llegué a casa, me di una ducha y puse algo de ropa cómoda
—pantalones cortos Nike y una camiseta Vanderbilt de diseño—, Rue nos había
preparado una nevera para la cerveza, y Theo había llegado con dos bolsas de Piggly
Wiggly de comida chatarra.

Esto era exactamente lo que necesitaba. Una noche con amigos, muchas calorías y
distancia física de todo lo que me recordara a West.

En el viaje en auto, pasamos el dial del radio y cantamos junto al Top 40, fallando
horriblemente en las canciones de hip hop, pero cantando más fuerte de igual forma.
Bueno, Theo y yo fracasamos. Rue se mantuvo, las puntas de color rosa de su cabello
azotando a su alrededor mientras volábamos por la autopista.

Estaba anocheciendo cuando nos detuvimos en el campo, y repartimos los bocadillos.


Pequeños pasteles Debbie, papitas kettle y más dulces de lo que podíamos comer
llenaron el tablero y la consola, y las cervezas recién destapadas estaban listas en los
portavasos.

—¿Qué van a proyectar esta noche, de todos modos? —preguntó Rue, tomando un
sorbo de Bud Light.

Theo empujó media tarta de crema de avena en su boca antes de contestar:

—¿A quién le importa?

Chocaron latas de cerveza, y nos acomodamos contra los asientos, Theo apoyando
sus piernas en el reposabrazos, y Rue y yo recostadas en los asientos de atrás.

Charlamos mientras pasaban los créditos de apertura y camionetas y todoterrenos se


estacionaban a nuestro alrededor, absorbiéndonos en los sabores artificiales y
aditivos, bajándolos con alcohol nubla-mente.

—Necesitamos medirnos, chicos. Solo tengo una cosa más de cerveza. —Ella levantó
los anillos de plástico vacíos del primer paquete de seis.

Los avances estaban empezando cuando dos camionetas se estacionaron en la fila


detrás de nosotros, alrededor de una media docena de vehículos abajo. Una de ellas
era una camioneta de cabina extendida negra, la otra era una camioneta dual
conocida.
223

Mi corazón dio un vuelco, golpeando contra las costillas y amenazando con dividir
mi indiferencia ganada duramente en algo grande y abierto.
Página
El celofán de mi paquete de pan de miel se arrugó en mi puño mientras me sentaba
en posición vertical, entrecerrando los ojos a los recién llegados a través de la
creciente oscuridad.

Wyatt, Trevor, Aubrey y otras dos chicas delgadas salieron de la camioneta negra,
riendo y charlando con ellos. La puerta de la dual se mantuvo obstinadamente
cerrada por otra docena de dolorosos latidos.

Finalmente, se abrió, y allí estaba, luciendo deliciosamente alborotado en camiseta y


pantalones cortos.

West.
224
Página
M
i pecho se expandió bruscamente, el aire húmedo llenando mis pulmones
y olvidando de salir, y mi pie buscó el pedal de freno como si eso fuera a
parar toda esta escena desarrollándose frente a mí.

No podía apartar la vista mientras bajaban las puertas traseras y parte del grupo se
acomodaba en baratas sillas plegables en la parte trasera de la camioneta de Wyatt.
Aubrey brincó hacia el doble eje y esperó a que West la levantara hasta la alta parte
de atrás de la camioneta, con las manos abarcando su cintura enteramente. Se dejó
caer en uno de sus puff anaranjados, moviendo su culo apenas cubierto en el
revestimiento de vinilo, y estiró sus largas piernas frente a ella, haciendo un ángulo a
través del espacio.

West saltó a la parte trasera de la camioneta, se dejó caer en el otro puff y apoyó la
cabeza en la caja de herramientas, mirando hacia el cielo, su cuerpo todo encorvado.

Una punzada de compasión se inflamó —parecía agotado—, pero la sofoqué,


enterrándola debajo de una gruesa capa de no-me-importa-una-mierda.

La película comenzó, y me obligué a hacer frente a la enorme pantalla, aunque no


pude evitar robar vistazos furtivos. El brillo del proyector hizo un trabajo decente
con la iluminación del campo, y yo era una masoquista, insistiendo en ver cómo se
iba a desarrollar mi propia película de terror personal.

Después de mi quinta o sexta mirada hacia el costado, Rue se molestó.

—¡Sadie! —Su voz fuerte se arrastró a través de la música de fondo de los créditos de
apertura—. ¿Qué demonios sigues mirando?

Se puso de pie en el asiento del Jeep y se volvió a su izquierda, su castaño y rosa


cabello un faro, causando que varias cabezas se giraran en nuestra dirección.

Mi rostro ardió más que las quemaduras solares de la semana anterior, y me escabullí
tan abajo como pude en mi asiento, deseando poder enterrarme bajo todas las
225

envolturas a mis pies.

En algún punto más allá en el campo, oí la voz de Wyatt respondiendo.


Página

—¿Rue? ¿Están aquí también?


Rue levantó la mano en señal de saludo, escudriñando en su dirección, y luego
volvió sus grandes ojos castaños hacia mí, haciéndome preguntas en silencio a las que
no tenía respuesta.

Me concentré en mi respiración, apretando mis ojos con mortificación. Adentro,


afuera. Lento y fácil. Repetir.

Un silbido de viento me indicó que mi puerta estaba siendo abierta con fuerza, y me
agarré al volante como si estuviera en peligro de caerme.

Su presencia era palpable mientras se cernía sobre mí; podía sentir sus ojos rastrillar
mi cuerpo, una caricia caliente que tuvo a mis traidores muslos presionándose en
respuesta. Solo West me había hecho sentir así, una conciencia visceral que se
filtraba a través de mí, saturando mis extremidades con puro deseo sin adulterar.
Luché contra él, batallando para someterlo.

Mi cuerpo era débil. Lo sabía. Él lo sabía.

Tenía que dejar que mi cabeza manejara esta conversación, no mi inútil corazón
revoloteando.

—¿Sadie? —Su voz sonó baja y áspera, y me mordí el labio, haciendo caso omiso a la
espiral de deseo ardiendo en mi interior por tan solo oírlo.

Oh, ¿ahora quiere hablar conmigo?

Mi perra interior me recordó a la princesa italiana calentando ahora mismo la parte


de atrás de su camioneta, y la llama se apagó. Mis dedos se relajaron,
desenroscándose, y los dejé caer nuevamente en mi regazo.

Inclinando la cabeza hacia él, respondí con voz cortante:

—¿Sí?

—¿Qué estás haciendo aquí? —Sonaba encantado, una enorme sonrisa dividiendo su
rostro, y pasó una mano tibia por mi mejilla, ahuecando mi mandíbula.

Rue resopló a mi lado.

—Creo que la mejor pregunta es; ¿qué está haciendo ella aquí? —No había ninguna
manera de confundir el disgusto en su tono mientras señalaba con la cabeza hacia la
226

camioneta de West.
Página
Echó un vistazo, pasándose la mano por el cabello y agarrando la parte posterior de
su cuello. Volviéndose de nuevo a mí, se encogió de hombros.

—Wyatt la trajo. Ni siquiera sabía que iba a venir.

Lo miré a los ojos y mantuve mi pregunta suave, luchando con mi creciente


necesidad de gritarle de pura frustración.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Enganchó una de mis manos y empezó a tirar de mí fuera del jeep.

—¿Ahora? Viendo una película con mi chica favorita.

Un pie estaba en el suelo, otro todavía en el jeep cuando me liberé, sacudiendo la


cabeza.

—Nop. Tienes que hacerlo mejor que eso. —Recogí mi cerveza y bebí un trago,
necesitando romper el contacto físico con él.

El cuerpo es débil, la mente es fuerte.

Apoyando los brazos en el marco de la puerta, se inclinó hacia abajo, atrapando mi


mirada. Abrió la boca para hablar, pero Theo interrumpió antes de que se escapara
algún sonido.

—Maldita sea, esto es mejor que la película. ¿También va a ser solo para adultos? —
Hizo crujir un puñado de patatas fritas y sostuvo la bolsa hacia Rue.

Lo ignoré.

West se acercó y pasó los dedos por mi cabello, empujando un mechón detrás de mi
oreja.

—¿Sadie?

Mi pecho subía y bajaba mientras apretaba los dientes contra el instinto de apoyarme
en su mano.

La mente es jodidamente fuerte.

Cruzando los brazos sobre el pecho, empujé mi cabeza más lejos en el reposacabezas.
227

—Era una buena pregunta, West. ¿Qué está haciendo aquí?


Página
—Viendo una película, supongo. ¿Adóndes quiere llegar? Ya te dije que no sabía que
iba a venir. Condujo con Wyatt. —Frunció el ceño y dio un paso atrás.

—¿Y qué hay del sábado?

Me miró sin pestañear, encontrando mi mirada de frente.

—Mi abuela me llamó el viernes para pedirnos a Wyatt y a mí que por favor nos
reuniéramos con ella para una cena familiar el sábado. No me di cuenta que había
invitado a los Perotti al postre para discutir la gala.

Seguí adelante.

—¿Y la foto?

—¿Qué foto?

—Palmeras, ella envuelta a tu alrededor, ¿te suena?

West apretó la mandíbula.

—Su madre pidió tomarnos una foto. No quería hacer una escena a mis abuelos, así
que posé para la maldita foto. Hailey y Wyatt estaban de pie allí también. Tomamos
una foto de grupo después de eso. ¿Qué está pasando aquí, Sadie?

—¿Por qué no he sabido nada de ti desde el viernes?

En ese momento, Aubrey se deslizó detrás de él, envolviendo sus brazos alrededor de
su bíceps, tirando de él y lamiéndose los labios mirándome directamente, con los
ojos brillantes de victoria.

—West, nene, te estás perdiendo la película. Vuelve a la camioneta.

Vi rojo.

Vi jodido rojo matador.

—Hola, Sadie. Espero que hayas estado recibiendo las referencias que te he
mandado.

Intenté darle una sonrisa de reconocimiento, pero terminé mostrando los dientes en
el mejor de los casos.
228

Perra engañosa.
Página

Aubrey tiró de su brazo de nuevo.


Theo murmuró algo detrás de mí y Rue se movió, presionándose contra mi costado,
pero si era para instarme o retenerme, no pyde decirlo. Conteniendo mi respiración,
mantuve mi atención fija en West.

Él inhaló y le disparó una mirada irritada por encima de su hombro antes de tirar de
su brazo para liberarlo.

—Estoy bien aquí.

La esquina de mi labio se torció, pero él lo vio.

Y luego se abalanzó.

Estaba acunada en sus brazos y la mayor parte del camino hacia su camioneta antes
de entender lo que estaba pasando.

Mi mano se presionó contra su pecho, y me congelé, paralizada entre sostenerme


fuerte y empujarlo.

No pude ver dónde terminó Aubrey, pero en realidad me importaba un carajo.

—Ni siquiera lo pienses. —La advertencia cayó caliente contra mi sien, y mis dedos
se enroscaron en su camisa, todavía indecisa, empuñando el algodón desgastado.

Sus músculos se flexionaron debajo de mí, y fallé al detener el escalofrío que me


recorrió.

El cuerpo es débil, tan jodidamente débil.

West me colocó en la plataforma trasera antes de saltar a mi lado y tirarme en su


regazo en uno de los puff. Mi trasero se frotó contra su entrepierna mientras se
acomodaba profundo en el asiento conmigo encima de él, estirando sus piernas
ampliamente para acunarme entre ellas. Enterró su rostro en mi cabello y tomó una
profunda respiración, su pecho empujándose hacia afuera, y luego exhaló con un
suspiro feliz.

Como una pesadilla recurrente que no podía quitarme de encima, Aubrey apareció
en la plataforma trasera con sus manos en sus caderas, fulminándome con la mirada.
Reorganizando su burla en un puchero, con su voz goteando miel, recurrió a West.

—¿Me vas a ayudar a subir también?


229

Me puse rígida, mis ojos entrecerrándose a hendiduras, pero él envolvió su gran


Página

brazo alrededor de mi cintura, obligándome a ajustarme a su postura relajada.


Bostezó antes de responder.

—Nop. ¿Por qué no vas a sentarte con Wyatt y ellos? ¿Quieres el otro puff? Creo que
Sadie y yo podemos arreglarnos con uno. —Flexionó sus caderas y presionó su
longitud creciente contra mi costado.

Ella no pudo haber visto su movimiento, pero debió haber notado el cambio en mi
expresión porque sus ojos se ensancharon y dio un paso atrás, inhalando una
respiración y tropezando mientras se giraba hacia la otra camioneta. Sus palabras
fueron rasgadas por la brisa, y aunque no capté los detalles, su tono enfadado no se
me escapó. No vi el resto de su retiro.

En cambio, me volví hacia West y lo acusé con una mirada plana.

Él me miró a través de ojos somnolientos, un lado de su boca subiendo.

—No querías que se quedara, ¿verdad?

Resoplé, pero no respondí, continué viéndolo.

Sus cejas se juntaron y rozó su pulgar por mi mejilla.

—¿Estás enojada conmigo?

Mi lengua trazó mis dientes superiores en pura frustración, y empujé su mano de mi


rostro.

—No te entiendo —dije furiosa—. Cancelaste nuestra cita, me ignoraste toda la


semana, te reuniste con otras chicas aquí, ¿y ahora estás actuando como si
estuviéramos juntos? —Traté de empujarme fuera de su regazo, pero el resbaladizo
vinilo debajo de mí me lo hacía difícil.

West se enderezó, agachándose hasta que nuestras narices estaban casi tocándose, sus
ojos brillantes. Su voz era peligrosamente suave.

—Suenas muy parecido a la horrorosa chica que acaba de escabullirse de aquí. Y esa
no eres tú. ¿Qué está pasando?

No era una pregunta, nunca lo era con él, y maldije en voz baja.

Su maldición no fue tan leve o silenciosa como la mía cuando tiró de mí para
230

acercarme más, poniendo sus labios por completo en mi oreja. Me rozaron mientras
hablaba en un enojado y rápido susurro.
Página
—Ha sido una semana del jodido infierno, y no estoy seguro de qué te ha sucedido,
pero encontrarte aquí ha sido la mejor maldita cosa que me ha pasado desde que me
arrastré fuera de tu cama hace unas noches. Sé que no te he escrito, pero te dejé dos
aviones de papel explicando…

—¿Tú qué? —interrumpí, mi cuerpo traicionándome y volviéndose dócil en sus


brazos.

Sus brazos se suavizaron a mi alrededor, y tiró del lóbulo de mi oreja con sus dientes,
su suave caricia en desacuerdo con el gruñido en su voz.

—¿No leíste mis notas? Te dije que iba a ser una semana loca, y luego ayer alguien se
metió con mi bote, cortó mis puff y arruinó uno de mis motores. He pasado dos días
conduciendo por tres malditos estados buscando piezas y consiguiendo estos nuevos
asientos del fabricante. Anoche, cuando me quedé por un par de horas en el asiento
trasero en alguna parada de camionetas de mierda junto a la autopista, todo en lo que
podía pensar era en tu suave cama y tus largas y sexys piernas envueltas a mi
alrededor. Estaba dirigiéndome a tu casa cuando Wyatt llamó y me dijo que él y los
chicos iban a venir aquí para pasar el rato esta noche. Imbécil me hizo sentir
culpable como para venir por un rato.

Largos dedos engancharon mi barbilla y giraron mi rostro para poder mirarme a los
ojos. Levanté mis manos para sostener su muñeca, mi pulgar frotando mi liga para el
cabello que todavía estaba ahí.

—No sabía que ella iba a venir, Sadie. Me importa un carajo ella. Iba a beber una
cerveza o dos con mi hermano, tomar una siesta, y tocar tu ventana. Tú eras mi
destino.

Sus últimas palabras hicieron eco en mi mente, y mis ojos corrieron por su rostro,
contemplando las bolsas bajo sus ojos, el duro corte de su mandíbula, el feroz tajo de
sus cejas mientras esperaba mi reacción.

—No recibí tus aviones.

Me frunció el ceño.

—¿Qué?
231

—No he escuchado de ti desde que cancelaste nuestra cita.


Página
Su rostro cayó y apoyó su frente contra la mía, con sus brazos apretando a mi
alrededor. Luego se echó hacia atrás, poniendo espacio entre nosotros para que
pudiera verlo a la luz tenue.

—Lo siento.

Sus susurradas palabras, sinceras y simples, flotaron entre nosotros.

Inesperadamente, mis ojos se llenaron con lágrimas calientes, e inhalé una


respiración débil, determinada a no dejarlas caer. Él maldijo y me tiró contra él, con
nada más que dos delgadas capas de algodón entre nosotros, y frotó su mano sobre mi
espalda y por mi cabello enredado por el viento.

—Sadie. Me vuelves loco. ¿Crees que simplemente podría olvidarme de ti?

Su boca se presionó contra mi frente, mis párpados, la punta de mi nariz, la comisura


de mi boca.

—¿Qué hay de esta noche?

Su frente se frunció con confusión.

—¿Por qué no me llamaste?

Su mirada se suavizó, y trazó mi labio inferior con la yema áspera de un dedo.

—Nena, Wyatt me llamó cuando estaba a veinte minutos de aquí. Se quejó de que no
estaba pasando el rato con ellos recientemente y lo hizo sonar como una noche de
chicos. Iba a hacer una aparición rápida y escaparme. No tenía idea que esas chicas
estaban siguiéndolo. Aubrey dijo que necesitaba hablar sobre la gala muy rápido.
Jodidamente me salvaste de lidiar con su mierda por más tiempo.

Me mordí el labio con fuerza, emociones arremolinándose dentro de mí, pero todo se
reducía a él, a la manera en que se sentía en los lugares donde nuestra piel se tocaba.

Sus labios rozaron los míos, disolviendo lo último de mi rabia.

Exhalando, murmuré contra él:

—¿Es por eso que hueles a General Beauregard? ¿Porque dormiste en tu camioneta
anoche?
232

Se quedó quieto contra mí. Entonces su pecho vibró por la fuerza de su risa.
Página

Apartándome de él, saltó a un lado de la camioneta y abrió una de las puertas.


Cuando se quitó su camiseta por su cabeza, mi boca se abrió en agradecimiento. Las
luces reflectoras bailaban sobre su torso, resaltando planos afilados y bordes que
quería trazar, memorizar. Poniéndose una camisa fresca sobre la cabeza, se unió de
nuevo a mí en el puff, acomodándome en su regazo con mi espalda en su pecho, sus
piernas enmarcando las mías.

—Mejor.

Ya que no era una pregunta, permanecí en silencio, pero me incliné hacia atrás y
pasé mi mano por la barba de dos días en sus mejillas. Frotó mi palma antes de sacar
mi mano del camino para frotar la sensible piel de mi cuello. Sus labios hicieron un
camino de besos a lo largo del ángulo de mi mandíbula antes de detenerse justo
debajo de mi oreja.

—¿Qué tengo que hacer para despertar mañana oliendo a ti, mmm?

Sus dientes mordisquearon, un zumbido de aprobación sonando en su garganta.


Dedos callosos se arrastraron debajo del borde de mi larga camiseta, trazando la
pretina de mis pantalones cortos y metiéndolos debajo de la camiseta.

Golpeé su mano con la mía, interrumpiendo su breve exploración.

—Tranquilo, tigre. Este es un lugar un poco público.

Inclinándose hacia adelante y obligándome a hacer lo mismo, abrió la caja de


herramientas detrás de nosotros y sacó una enorme toalla de playa con rayas,
lanzándola sobre la mitad inferior de nuestros cuerpos y cubriendo nuestras rodillas
dobladas.

Movió mi cabello hasta que cayó encima de un hombro y entonces plantó besos
calientes a lo largo de mi nuca, enviando un escalofrío directo a mi columna.

—He estado jodidamente muriendo por tocarte de nuevo, sentirte apretarte


alrededor de mí y olerte en mis dedos. ¿Has pensado en eso en esta semana, Sadie?
¿Cuando estabas lavando tu cabello con tu champú de sandía, pensaste en mis manos
sobre tus tetas? ¿Jugaste con esos pequeños pezones duros, deseando que estuviera
ahí?

Sus manos se escabulleron debajo de mi camiseta, jugando con la suave piel de mi


estómago y acariciando debajo de mi sujetador. Me retorcí contra él, sus palabras
233

haciendo que mis pechos se hincharan y endurecieran contra mi sujetador de


algodón. Su pulgar se deslizó debajo de la banda elástica, acariciando la base
Página

hinchada por mi lado izquierdo. Gemí, y retiró su mano, bajándola para rodear mi
ombligo.
Chasqueó la lengua en mi oído y asintió hacia la camioneta de Wyatt, donde
nuestros amigos bebían cerveza y reían, apenas prestando atención a la película.

—¿Puedes manejar esto, Sadie? ¿Puedes mantenerte en silencio mientras te toco?

Miré a nuestro alrededor. La cajuela de la camioneta nos llegaba casi a los hombros, y
su camioneta era más alta que la mayoría para empezar, pero con las sillas de jardín
en la parte de atrás de la camioneta de Wyatt, no estábamos totalmente ocultos.
Especialmente si alguien estuviera intentando observarnos, de la manera en que
Aubrey me estaba fulminando con la mirada por encima de su hombro.

Sonriéndole, levanté una ceja en su dirección, captando su atención, y ella giró la


cabeza hacia el otro lado, su cabello volando alrededor de sus hombros.

Lamí mis labios y asentí.

Gimió detrás de mí y me jaló hacia él, empujando su polla contra mi espalda.

—¿Sabes lo que me estás haciendo? He estado duro por ti cada noche, adolorido por
hundirme dentro de ti otra vez, sintiendo tu coño caliente apretarme.

Separé las piernas debajo de la manta y apoyé la cabeza contra su pecho,


rindiéndome a él, al momento, al calor construyéndose en mi interior.

—Quítate los pantalones cortos. Pero deja esas pequeñas bragas de algodón que sentí
antes. Quiero sentir lo mojada que te estoy poniendo.

Meneándome debajo de la tela de toalla cubriéndonos, deslicé mis pantalones cortos


de nailon hasta las rodillas y pasé una pierna afuera, dándole acceso completo.
Palmas ásperas se deslizaron por mi estómago, sobre mis caderas, y en la parte
superior de mis muslos, sus dedos bien extendidos.

Trasladó sus manos entre mis piernas, rozándome mientras se acercaba a mi centro.
Incapaz de evitarlo, levanté mis caderas, mi pulso zumbando un ritmo errático en mi
garganta.

—Despacio, Sadie. Todo a su debido tiempo. He esperado toda la semana por tu


dulce coño. Puedes esperar unos minutos más.

Usando solo sus dedos del medio, siguió el adorno de encaje de mis bragas,
234

provocando el pliegue donde mis muslos encontraban mi montículo, antes de seguir


el encaje más abajo, sus dedos justo afuera de mis sensibles pliegues.
Página

Cambiando de posición, me restregué contra su polla y la sentí palpitar contra mí.


—¿Qué quieres más? ¿Mis dedos, empujando profundamente dentro de ti,
estirándote, llenándote? ¿O quieres que juegue con tu pequeño y codicioso clítoris?
¿Está hinchado para mí? ¿Pidiendo atención?

Las palmas de sus manos me ahuecaron completamente, y me quedé quieta, mis ojos
cerrándose por la sensación. El talón de su mano se restregó contra mi protuberancia,
y sus dedos me acariciaron a través del algodón mojado.

—Estás lista para mí, no es así.

No era una pregunta. Porque él lo sabía. Podía sentirlo.

Su aliento se precipitó junto a mi oído, caliente y pesado, y sus manos ásperas


agarraron mis muslos.

Momentos después, empujó una mano por debajo de mis bragas empapadas, dos
dedos empujando profundo, y me arqueé contra él, incapaz de detenerme. Llevó su
otro brazo encima de mi pecho, inmovilizándome, y enterré el rostro contra su
bíceps para no gritar.

Trabajando mi canal resbaladizo, retorció sus dedos, hundiéndose dentro y fuera a


un ritmo que tuvo la tensión creciendo como un tornado dentro de mí,
concentrando todo su poder en un diminuto punto, girando cada vez más rápido.

Un gemido escapó de mis labios, y me apreté alrededor de sus dedos, queriendo más,
queriendo menos, así nunca terminaría, queriendo a West.

—Joder, Sadie. ¿Sabes cuán caliente te sientes? ¿Puedes sentir lo duro que me pones,
solo tocándote con mi jodida mano? Cuando volvamos a tu casa esta noche, voy a
envolver esos sedosos muslos tuyos alrededor de mi cintura y enterrar mi adolorida
polla en tu húmedo calor, y no voy a parar hasta que me quedé jodidamente seco. Va
a ser duro, rápido, lento, áspero y cualquier otra forma que se me ocurra de aquí a
entonces. ¿Estás lista para eso, Sadie? ¿Necesitas eso tanto como yo?

Sus palabras me tuvieron balanceándome sobre el borde, a punto de caer, y el roce


ligero de su pulgar sobre mi clítoris fue todo lo que necesité.

Me sacudí en sus brazos mientras me sujetaba, mi largo gemido ahogado contra los
músculos duros de su hombro.
235

Mientras las réplicas sacudían mi cuerpo flácido, se llevó la mano a la boca, lamiendo
mi humedad de sus dedos, sus ojos brillantes y su cuerpo tenso debajo de mí.
Página
—Espero que ese dulce cuerpo tuyo esté listo para mí, Sadie. Porque ni siquiera he
empezado todavía.
236
Página
T
ecleando los últimos caracteres, terminé la configuración de mi nueva página
de Facebook para Paper Plane Photography. Un par de publicaciones con
imágenes recientes resaltaban el alcance de los servicios que ofrecía. La
embarrada de pastel de Cody en la casa de la abuela de West, las fotos de la compañía
de bienes raíces, una foto en blanco y negro del contorno de la espalda de una mujer
desnuda, una vista recortada de una sesión fotográfica íntima de una de las amigas de
Aubrey, la sesión del compromiso. Dejé fuera la boda que hice seis semanas atrás
porque tan lucrativa como podía ser una boda, no quería volver sumergirme en ese
género. Pensar en ello todavía traía demasiados recuerdos dolorosos de mi tiempo en
Nashville con Imbécil.

Regresando a mi página personal, me desplacé por las publicaciones del último mes,
reviviendo los eventos en reversa, empezando con unos días atrás.

Una foto de una hamaca deshilachada bajo los robles envueltos de musgo delineando
la costa.

West y yo habíamos holgazaneado ahí durante horas el otro día, demasiado


perezosos y demasiado cómodos para levantarnos e irnos, posicionados cabeza con
pies para que él pudiera frotar mis pies. Habíamos compartido tontas anécdotas de
nuestras infancias e incluso descubierto que uno de los amigos de mi hermana era
alguien a quien él conocía de la universidad. Había gemido de placer cuando había
enterrado sus pulgares en el arco de mi pie y me había retorcido contra él, mi
pantorrilla frotándose contra su entrepierna donde mi pierna había descansado entre
las suyas. Provocándolo, había arqueado mi espalda y rotado mis caderas,
presionando contra su creciente longitud con mi pie.

Sosteniendo mi tobillo, sacó un Sharpie del bolsillo de sus pantalones cortos y dibujó
en mi suela. Un sol en mi dedo gordo, olas en mi puente, y un corazón con una
flecha atravesada en mi talón.

No habíamos dicho las palabras, no en voz alta, no el uno al otro. No sabía si yo ya


237

estaba ahí. Pero me estaba acercando cada vez más mientras más tiempo pasaba con
él.
Página

Mientras más dolía cuando no estaba con él.


—¿Cómo se supone que me voy a quitar eso?

Había señalado hacia la playa.

—Daremos un paseo. La arena húmeda; ¿cuál es esa palabra que usan las chicas?; lo
exfoliará o algo así.

Habían tomado tres kilómetros para borrar el sol y las olas. El corazón se había
quedado, y lo había trazado con mi dedo esa noche antes de ir a la cama, sonriendo
como una boba.

Hace dos semanas y media. Una foto de él parado al lado de su vieja camioneta, un
pequeño Grady White en el remolque detrás de esta.

Nos había llevado a través de los arroyos una tarde, y un par de delfines, saltando
fuera del agua y salpicando de vuelta en esta, presentaron un espectáculo que solo
nosotros vimos. Una repentina tormenta de verano nos atrapó desprevenidos, así que
atracamos en una caleta resguardada e hicimos el amor detrás de un velo de gotas de
lluvia, el balanceo del bote dictando el ritmo, lento y constante y tan interminable
como la marea.

Cuando hubimos regresado a la rampa del bote al anochecer, West me había puesto a
trabajar. Después de retroceder la camioneta en su lugar, yo había tomado el asiento
del conductor. La ventana estaba baja y había estado esperando a que me dijera
cuándo tirar hacia adelante. La rampa del bote estaba locamente empinada, y odiaba
saber que el tubo de escape estaba casi bajo el agua. Parado junto al bote, con la
rodilla profundo en el agua, me había gritado y hecho señas con la mano para que
avanzara, así que había presionado el pedal de la gasolina.

Y la camioneta se movió más lejos hacia abajo por la rampa. El océano lamió la
plataforma trasera cuando golpeé los frenos y luego puse la camioneta en “drive” y
tiré de nuevo hacia adelante, deteniéndome a mitad del camino de la pendiente, mis
nudillos con un agarre de muerte en el volante.

Un West con rostro pálido se me había acercado, puesto el freno de emergencia, y


apuntado sin decir una palabra hacia el lado del pasajero. Deslizándome sobre el
asiento, lo había encarado con los ojos muy abiertos.

Él había interrumpido mi disculpa susurrada, sus palabras cortantes y bruscas.


238

—Retrocediste sobre mi zapato. Casi me atropellasste. Creo que me haré cargo ahora.
Página
Más tarde esa noche, me había vuelto a disculpar, con mis labios envueltos alrededor
de su polla.

Me perdonó. Dos veces.

Hace tres semanas. Alimentando con donas a las gaviotas con Rue.

Trágicamente, había olvidado la media caja de donas glaseadas, y habíamos caminado


la cuadra hacia la playa, lanzando masa dura en el aire mientras las aves acudían en
manada.

Hace tres semanas y media. Una panorámica de la entrada a Water’s Edge.

Ese fue el día en que Grady dio la noticia que inició a Paper Plane Photography
oficialmente. Había sido elegida para fotografiar las tomas para la campaña
publicitaria para la más reciente apertura de propiedad de Water’s Edge en Grand
Cayman a seis semanas a partir de entonces. Era una asignación enorme: tres
semanas en el lugar y tenía algo de control artístico. Había estado impactada,
estupefacta, agradecida, emocionada. Puede que haya llorado en la oficina de Grady,
volteando mi rostro para mirar por la ventana de piso a techo hacia el océano. Puede
que él haya pretendido no darse cuenta.

Hace cuatro semanas. El amanecer desde el balcón de West.

Un nuevo comentario bajo la imagen atrapó mi atención. Aubrey diciéndole al


mundo: “Amo esa vista en particular”

Me congelé y revisé la hora de la publicación.

Temprano jodidamente hoy.

Incapaz de contenerme, hice clic en su nombre y navegué hacia su página,


moviéndome por su interminable procesión de selfies mostrando los dientes.

Me detuve y me desplacé de atrás hacia adelante. Había tres de West ahí del mes
pasado. Todas en público, en restaurantes casuales que reconocía. Él había
mencionado trabajar más en cosas de la gala en las últimas semanas, pero no me
había dado cuenta que se había estado reuniendo con ella. Una era de él de perfil,
recostado en una silla, un pie apoyado en la rodilla opuesta. Otra fue tomada en el
Wreck, la montaña de cáscaras de cacahuates frente a él una indicación del largo
239

tiempo que debieron haber estado juntos. Más recientemente, cuatro días atrás, fue
en Starbucks. Dos tazas de café colocadas una junto a la otra, sus nombres
Página
garabateados en el cartón, su enorme mano envuelta alrededor de la etiquetada como
suya.

Cerré la computadora portátil. No significaba nada. Bueno, sí, pero nada como eso.
Ser el principal patrocinador de la gala era enorme para su negocio en crecimiento,
considerando que era el evento social más grande del año en Reynold’s Island. Tenía
un montón de cosas pasando, y el hecho de que iba a ser llevada a cabo en la
extensión de la propiedad de sus abuelos solo lo ponía más ansioso de que todo fuera
bien.

Sabía que él estaba nervioso al respecto; por probarse a sí mismo, especialmente a sus
padres, quienes estarían volando para el gran evento. Había intentado restarle
importancia ese día en la hamaca, diciéndome que no se ponía nervioso. Pero su
mano había sujetado mi pie cuando había dicho esas palabras, y escuché la duda en
su voz, faltando su usual engreimiento.

Aun así, irritaba que no hubiera mencionado sus reuniones con Aubrey, ni siquiera
de pasada.

—Entonces, ¿West y tú ahora son oficiales o qué? —preguntó Theo alrededor de una
boca llena de dona glaseada. Estábamos caminando por la entrada hacia la casa de
West, donde la parrillada del cuatro de julio ya estaba en todo su esplendor. Yo
estaba contribuyendo al evento con un par de cajas de Krispy Kreme’s, y Theo había
insistido en sacrificar una a propósito de control de calidad.

Me puse mis gafas de sol, tratando de ganar tiempo.

¿Lo éramos? No habíamos tenido esa conversación aún, pero yo no estaba viendo a
nadie más, y casi todas las noches nos encontrábamos compartiendo la misma cama.
El trabajo había sido bueno para West las últimas semanas, y muchas noches, en el
momento en que entraba por mi ventana, ya era demasiado tarde para hacer otra
cosa que dormir envueltos en los brazos del otro.

Generalmente, se había ido antes de mí en la mañana, un avión de papel dejado


sobre la almohada con su nota diaria para mí. Si por alguna razón dormíamos
240

separados, encontraba el avión de papel escondido bajo mi limpiaparabrisas.


Página

Así que, sí, en este punto, de algún modo esperaba que termináramos el día juntos.
Tal vez éramos una pareja, pero no estaba segura de la parte oficial.

Murmuré algo ininteligible y rompí un pedazo de su rosquilla para mí, haciendo


estallar la masa pegajosa en mi boca y lamiendo mis dedos para no tener que decir
nada más.

Levantó las cejas, leyendo la evasión a la perfección.

—No te preocupes, Sadie. Él no hace lo de las novias, no lo tomes como algo


personal.

Ouch.

Ardió ser etiquetada en la misma categoría que las otras mujeres que habían pasado
por su vida.

Como las chicas en el baño del bar. Como Aubrey.

Quería creer que teníamos algo especial. Que éramos algo especial.

Incluso si no le hubiéramos puesto una etiqueta.

Una pequeña multitud ya estaba reunida en el patio de la parrilla, pero necesitaba


una bebida primero para eliminar el sabor amargo en mi boca por la repentina
pregunta inocente de Theo. Agarrando las cajas de él, subí las escaleras hasta el
porche. Siempre un caballero, Theo pasó por delante para abrir la puerta,
manteniéndola así para que pasara.

Su pregunta no debería haberme tomado por sorpresa; la mayoría de las veces West y
yo habíamos pasado el rato solo nosotros dos. Además de un par de veces en el
Wreck y el cine al aire libre un mes atrás, la mayoría de la gente no nos
veía realmente juntos, a excepción de Rue, quien todavía me lanzaba dagas por la
mañana cuando él se quedaba después de que ella se hubiera despertado. Nuestros
amigos estaban curiosos, especialmente con la tendencia de West hacia las aventuras,
sin relaciones.

Demonios, estaba curiosa de cómo iba a actuar hoy. Esta era su casa, sus amigos, su
fiesta.

¿Yo era su chica? ¿O su sucio pequeño secreto?


241

Cuando entré en la cocina, Theo sobre mis talones, las personas estaban de pie
alrededor del mostrador, golpeando el barril y mezclando bebidas con un material
Página
más fuerte de botellas de vidrio. Me dirigí a la nevera roja, esperando que estuviera
llena del grog especial de Wreck.

¡Qué suerte! Llené un vaso de plástico rojo, bebiendo un tercio allí mismo, y lo llené
de nuevo. Mirando alrededor, contemplé todos los cuerpos dando vueltas por el
pequeño bungaló. No reconocía a la mayoría, y me hizo sentir incómoda,
preguntándome si eso era una indicación de lo poco que sabía sobre West.

Disminuyendo la velocidad, cuidé mi bebida y recordé que no era cierto.

Conocía a West.

Sabía las cosas importantes.

Sabía que tomaba su papel de hermano mayor con seriedad, que la familia,
especialmente sus hermanos, eran su principal prioridad. Sabía que tenía ambición,
eligiendo tallar su propio camino con su propio dinero en lugar de seguir el camino
fácil, pero no era impulsado por la ambición o la vanidad. Sabía que tenía un lado
suave; sus mensajes de correo aéreo para mí eran toda la prueba que necesitaba. Sabía
que era terco y atractivo e inteligente. Sabía que aunque estaba cómodo en un traje
con la clase alta de la sociedad, se sentía más cómodo en un bar desvencijado,
comiendo cacahuetes de un cubo de plástico. Sabía que tenía la paciencia de un
santo, determinado a hacer que me enamorara del océano con la misma pasión que él
lo hacía. Sabía que su corazón era su mayor músculo, ya que lo colocaba en todo lo
que hacía.

También conocía las pequeñas cosas.

Sabía que él nunca dejaba caer su tanque de gasolina por debajo de la mitad. Sabía
que le gustaban los M&M, pero no los rojos, porque juraba que sabían diferente al
resto. Sabía que tenía cosquillas si pasaba los dedos sobre la base de su columna
vertebral. Sabía que no podía dormir bien por la noche si el ventilador de techo no
estaba en marcha. Sabía que le gustaba mi cabello suelto y salvaje alrededor de mi
rostro, porque siempre estaba jalando la banda elástica de mi cabello para soltarlo.
Sabía cómo sonaba su voz gimiendo mi nombre en mi garganta cuando encontraba
su liberación entre mis muslos.

Sonreí para mí misma, tomando otro sorbo fortificante. Podría no conocer a estas
242

personas, pero conocía a West. Y me gustaban todas sus piezas y partes.

El cabello en mi nuca se puso de punta, mi cuerpo respondiendo a su presencia, y


Página

mis ojos lo buscaron. Lo vi salir de su dormitorio, con un gorro calado hasta la frente.
Su mirada me barrió de pies a cabeza, y me mantuvo inmóvil para su cálida
inspección. Al prepararme para la fiesta más temprano, había utilizado la técnica de
la muchacha estándar donde te tomas demasiado tiempo para que parezca que
elegiste ponerte algo en el último minuto. Mi camiseta descolorida colgaba
casualmente sobre una falda de algodón cómoda, un top color rosa chillón solo
asomándose debajo del dobladillo de la camisa. Fiel a las sandalias de goma, un lazo
de cabello morado alrededor de mi muñeca, y las ondas desordenadas a propósito que
había logrado en mi cabello para completar el look.

Él lo aprobó, si la forma en que se abrió paso entre la multitud era alguna indicación.

Llegando a mi lado, curvó un brazo alrededor de mi cadera, tirándome contra él,


antes de agachar su cabeza para acariciar mi oreja.

—Te extrañé —murmuró, pasando su nariz a lo largo de mi mandíbula antes de dejar


caer un beso rápido en mis labios.

Enganché dos dedos debajo de la cintura de sus pantalones cortos y lo jalé.

—¿Hoy también eres alérgico a las camisas?

Su pecho desnudo estaba a centímetros de mi rostro, su piel bronceada por su tiempo


en el bote. Mi palma picaba por acariciar la extensión del músculo, trazar las crestas
de su abdomen.

Una suave risa escapó de sus labios, llamando mi atención hacia más arriba.

—Tal vez me gusta la forma en que no puedes concentrarte en nadie más que en mí
cuando no uso una.

Hice un espectáculo al mirar alrededor de la sala de estar.

—Hay un montón de chicos guapos aquí —reflexioné—. ¿Sintiéndote inseguro?

Sonrió.

—¿Debería?

Arrugué la nariz y lo empujé en el estómago, haciéndole retroceder un paso, antes de


devolverle la pregunta.
243

—¿Debería?
Página

—¿Deberías qué?
—¿Sentirme insegura? —Mi voz se tambaleó un poco, mi incertidumbre por la
bendita observación de Theo.

El calor en sus ojos cambió, de una bengala luminosa a una llama baja constante, el
azul prevalente más que el gris hoy. Se inclinó hasta que nuestras frentes se tocaron
y tomó mi mejilla con su mano libre.

—Nunca.

Su pulgar acarició mi mejilla y cerré los ojos, fundiéndome contra él. Presionando un
beso en la parte superior de mi cabeza, se echó hacia atrás, poniendo un poco de
espacio entre nosotros.

—Ven conmigo. Tengo que ayudar a Wyatt con la parrilla o no habrá nada
comestible para alimentar a todas estas personas.

La siguiente hora fue un borrón de introducciones, hamburguesas, salchichas


alemanas y cerveza. Josie, quien había ayudado a rescatarme después de mi fiasco
con el parasailing, y Kendra, mi compañera salvavidas, estaban allí, y las tres
empezamos a exponer la comida preparada sobre una mesa de picnic que había sido
prestada del Wreck, a juzgar por los grafiti que la cubrían. Llenamos bandejas de
aluminio desechables con bollos, aderezos y condimentos mientras esperábamos a
que los hombres terminaran de asar la carne. Josie estaba mostrándonos un nuevo
tatuaje a lo largo de sus costillas, una cita de Shakespeare escrita en letra script,
cuando el sonido de aluminio crujiendo llamó mi atención.

Dando la vuelta, vi a General Beauregard devorando enormes y babosos bocados de


pan.

Aplaudiendo fuertemente para sobresaltarlo, grité y lo ahuyenté, con la cola metida


entres sus piernas, y logré salvar los bollos de perros calientes. Los bollos de
hamburguesa, por otro lado, eran una pérdida total.

Acercándose para ver de qué se trataba toda la conmoción, West se quedó mirando el
desastre. Rascando su pecho, le gritó a su hermano:

—¿Tenemos más arriba?

Wyatt se encogió de hombros y le dio un golpecito a la parrilla, subiendo la cerveza a


244

sus labios.

Poniendo mis ojos en blanco, me dirigí hacia las escaleras.


Página
—¡Gracias, nena! —gritó West. Una pequeña sonrisa curvó mis labios mientras me
alejaba. No había dudado en llamarme así delante de sus amigos Eso significaba algo,
¿cierto?

Arriba, la cocina estaba prácticamente vacía, excepto por una pareja besuqueándose
en la esquina. Hurgué alrededor de los gabinetes, pero no pude encontrar ningún
pan extra. Mirando mis rosquillas, las llevé de vuelta abajo.

West se rio cuando vio las cajas verde y blanco en mis manos.

—¿Saltando directamente al postre?

Ignorándolo, agarré un plato y apilé una rosquilla, hamburguesa, tocino, queso y otra
rosquilla.

—¡Bollos! —le dije en triunfo.

Me miró con recelo. Entrecerrando mis ojos, recogí un sándwich y lo abrí, tratando
de conseguir un bocado completo de la alta hamburguesa. Azucarada perfección
grasosa llenó mi boca, y gemí, el jugo de la hamburguesa goteando por mi mano sin
nada para absorberlo. Lamí mi meñique para quitar el desastre y luego tomé otro
enorme bocado.

Inclinándose, él tomó un bocado, sorpresa filtrándose por su rostro mientras


masticaba.

—Admítelo, es impresionante —dije, regodeando.

—Lo es —dijo, acercándose y bajando su voz—. Y no sé por qué, pero te ves


jodidamente caliente tratando de comerlo.

Cerrando mis ojos a mitad del camino, hice un espectáculo para tomar el siguiente
bocado, inclinando mi cabeza hacia atrás mientras masticaba y arrastrando mi lengua
por el dorso de mi mano de nuevo. Él sostuvo la botella de su cerveza delante de su
entrepierna, y me pregunté si estaba tratando de ocultar algo.

—Maldición, mujer. Necesito conseguirle a mi novia una de esas.

La desconocida voz me sobresaltó de vuelta al presente. La conversación había


muerto a nuestro alrededor, y un puñado de chicos estaba mirando entre mi boca y
245

mi hamburguesa de donas media comida. Mi rostro ardía, y dejé caer la hamburguesa


en mi plato, agarrando una toalla de papel para limpiar mi boca y dedos.
Página
El mismo chico, de hombros anchos con el inicio de una barriga de cerveza, seguía
observándome.

—¿Vas a terminar de comerla? Puedo esperar.

—Tal vez más tarde —murmuré, mis manos agitándose, y West se hizo a un lado,
bloqueándome de la vista del chico.

—¡La comida está lista! —anunció, señalando hacia la mesa de picnic y moviéndose
fuera del camino de la multitud creciente—. Hamburguesas de donas son la
especialidad del día.

Nos movimos a la orilla del patio y él hizo el corto trabajo con el resto de mi
hamburguesa. Estaba demasiado consciente para comer otro bocado en público.

—Jodidamente tenemos que hacer esto de nuevo alguna vez. En privado. Donde solo
yo esté allí para verte comer.

Me reí y asentí en acuerdo, y una mirada acalorada pasó entre nosotros.

Empezó a inclinarse más cerca, y cerré mis ojos en anticipación. Un fuerte saludo y
el sonido de alguien golpeando a West en la espalda arruinó el momento. Suspiré,
tragando mi excitación en ciernes.

Discutiendo de buena manera, un variado puñado de sus compañeros de pesca se


había unido a nosotros, deseando hablar de trabajo. Nos había presentado antes, pero
ya había olvidado la mayoría de sus nombres. Empezaron a hablar sobre el gran
torneo que tendría lugar en Charleston el siguiente fin de semana, y fingí escuchar y
entender lo que estaban diciendo. Sobre todo, estaba feliz de solo ver a West en su
elemento.

Hablaba mucho con sus manos cuando bromeaba, y estuve distraída viendo los
músculos en sus hombros agruparse y flexionarse, con las olas en su tatuaje
ondulantes con sus movimientos.

—¿Es esa una cosa elástica para el cabello? —La pregunta me tiró de nuevo al
presente. Uno de los chicos, usando una camisa de Salt Life y una gorra de béisbol
hacia atrás, estaba señalando hacia la cintura de West, a mi liga para el cabello azul
real que había estado ahí por semanas.
246

West levantó su brazo, girando su mano hacia atrás y adelante.


Página

—¿Esta? Sí, es de Sadie.


El chico miró a West por el rabillo del ojo y se rio un poco, con confusión escrita en
su rostro, antes de tomar otro trago de su cerveza.

—Correcto… así qué, ¿por qué está en ti?

West frunció su ceño hacia el chico como si estuviera siendo denso.

—Te lo dije, porque es de Sadie.

El chico se rio de nuevo y cambió de tema.

Me congelé.

Mi banda elástica para el cabello.

Era su manera de reclamarme. Públicamente.

Y lo había hecho semanas atrás.

Perdida en mis pensamientos, puse mi mano en mi boca, mi mente dando vueltas.


Frunciendo el ceño ante el movimiento, me tiró a su lado y se agachó para
susurrarme:

—¿Estás bien?

—Sí —respondí, todavía distraída por su simple declaración un minuto atrás. No era
elocuente en cuanto a declaraciones, pero se sintió real, significativo, importante.

—Voy a conseguir un perro caliente. Volveré enseguida.

Maldiciendo, me apartó del grupo a unos pasos.

—Estás jodidamente loca si piensas que puedo verte comer una de esas en este
momento.

—¿No? —Levantando mis ojos hasta los de él, le di un puchero provocador.

—No —dijo con un gruñido—. Pero si tienes hambre, puedo hacerme cargo de ese
problema.

Levanté mis cejas.

—No creo que ahora sea el momento adecuado para eso.


247

Sus labios se extendieron ampliamente hasta las proporciones del gato Cheshire.
Página

—Oh, Sadie. Creo que acabas de darme un reto.


Sin hacer una pausa para decir adiós a sus amigos, agarró mi mano en la suya más
grande y tiró de mí a través de la multitud, pasándonos a través de los autos
caprichosamente estacionados y los pilotes de la casa. Ignorando las escaleras que
conduceían a la puerta principal, escogió la escalera debajo de la casa que
desembocaba en el pasillo trasero por los dormitorios, en su lugar.

Cerrando la puerta detrás de nosotros, giró la cerradura y me presionó contra la


puerta, levantándome para que mis piernas se envolvieran alrededor de su cintura.
Sus labios calientes salpicaron mi cuello con besos, y sus manos ahuecaron mis
pechos sobre el delgado algodón de mi camisa.

Riendo, traté de empujarlo hacia atrás y poner un poco de distancia entre nosotros.

—¡Vamos a tu habitación, loco caliente!

—Eso está demasiado lejos. Vamos a hacer esto justo aquí. —Sus dedos hicieron un
rápido trabajo con el cierre delantero de mi sujetador, y mis pechos liberados
crecieron para ajustarse a sus manos, rogando deliberadamente por más.

Gemí, incapaz de resistir hundirme contra la puerta mientras él llevaba la atención a


mis pezones, hundiendo su cabeza para tomar uno en su boca.

—Gente arriba —discutí, distraída por su lengua durante un largo rato antes de que
pudiera continuar.

»Podrían abrir esa puerta en cualquier momento.

Soltó mi adolorida protuberancia con un pop y atrapó mi mirada, con sus ojos
ardiendo en los míos.

—Entonces sugiero que te quedes callada.


248
Página
—N
o. Es. Problema —susurré en su oído, rotando mis
caderas contra su ingle.

Dándome la vuelta, me colocó un escalón más


arriba de él, haciéndonos de la misma altura, y
capturó mi boca en un beso abrasador, su lengua
reclamando la mía, sus labios salvajes. Lo igualé, inclinando mi cabeza y raspando
mis uñas por la parte superior de su espalda, succionando su lengua en mi boca.
Inclinándome más, tomé todo lo que él tenía para dar.

Alejándonos para respirar, arrancó mi blusa por mi cabeza, dejando que mi sujetador
desabrochado cayera a nuestros pies. Lamió un húmedo camino a lo largo de mi
mandíbula y bajando por mi cuello, trazando la longitud de mi clavícula. Calor
estalló ardiente y rápido entre nosotros. Esto no era arder a fuego lento.

Esto era un infierno.

Puse mi pierna alrededor de su cadera y se empujó entre mis piernas, su evidente y


dura longitud a través de sus apretadas bermudas. Jadeando de deseo, tiré su rostro
de regreso al mío, mordiendo su labio inferior antes de que él tomara el control otra
vez, sus labios devorando los míos, forzando mi cabeza hacia atrás en sumisión. Sabía
ligeramente a rosquillas y no podía conseguir suficiente.

Mis uñas rastrillaron su pecho, y empuñó un mechón de mi cabello y jaló. Me


corcoveé contra él, queriendo más. Pasó su nariz hasta mi oreja, acariciando la suave
piel.

—¿Impaciente? —Se rio entre dientes, sus ojos hambrientos, sus manos volviendo a
amasar mis adoloridos pechos.

—Pensé que tú no podías esperar.

Gruñendo, cerró sus dientes sobre la sensible pendiente de mi hombro,


249

mordiéndome en advertencia. Corriendo sus manos hacia arriba por mi suave muslo
y debajo de mi falda, deslizó un dedo debajo de mi ropa interior, encontrándome ya
Página

húmeda para él.


Sus ojos se dilataron mientras observaba otro dedo desaparecer dentro de mí,
preparándome para su invasión. Me mecí contra él, encontrando su ritmo e
instándolo a ir más rápido. Retirando su mano, dejándome palpitante, agarró mis
caderas, forzándome a girarme en la estrecha escalera alejando mi rostro de él. La
palma de su mano empujó en mi espalda baja y me incliné, presentándole mi culo
cubierto de encaje.

Sin perder tiempo, amontono mi falda alrededor de mi cintura, sin molestarse en


quitarla, y gimió cuando palmeó mi trasero, masajeando mis nalgas. Me sacudí contra
él, necesitando que me tocara, que me tomara, que me llenara. Mordiendo mi labio,
recordé su advertencia de permanecer en silencio y luché contra la tentación de
decir su nombre, queriendo suplicar.

Frustrada, miré por encima de mi hombro. Su rostro era un mascara de


concentración, enfocado en su tarea.

Una mano corrió por mi húmeda hendidura, la otra aflojaba el cordón de sus
pantalones cortos.

Libreándose, acarició su polla y llevó sus ojos a los míos.

—Espera —rechinó, advirtiéndome, y apretó mi trasero con fuerza antes de alejar el


dolor frotando.

Mis dedos se enroscaron en el borde del escalón debajo de mí, y me preparé para su
deliciosa embestida.

—Estoy esperándote —exhalé.

Moviendo la empapada tela cubriendo mi sexo a un lado, se deslizó profundo,


poniéndose por completo dentro de mí, sus dedos clavándose a mis lados por
impulso. Los músculos de mis muslos se tensaron y contuve el aliento, poniéndome
de puntas para tomarlo y disfrutando de la sensación de él presionando. Sentí su
control mientras esperaba a que me ajustara.

Bajé de nuevo a mis talones, aceptando lo último de su longitud. Gimiendo de placer,


levanté mi cabeza, empujando hacia atrás, lista para más.

Esa fue la única señal que él necesitaba.


250

Ampliando su postura, se sumergió dentro de mí, sin esperar, justo como lo había
prometido. Con potentes embestidas, me tomó rudamente. Ni siquiera sabía si él se
Página
daba cuenta de las palabras que se derramaban de sus labios, alabando mi cuerpo,
adorándome.

Encontré su ritmo, opuestos atrayéndose en la manera más primitiva. Atrás y


adelante, dentro y fuera. Hombre y mujer.

Estirándome hacia atrás, ahuequé sus bolas, masajeándolas y él envolvió mi cabello


en su puño en respuesta, obligando a que la curva de mi espalda se curvara más. Mi
mano cayó lejos de él. Por encima de mí, maldijo en voz baja ante el cambio de
posición.

Jadeé cuando la cabeza de su polla golpeó el lugar perfecto dentro de mí, frotándolo
con cada avance. Mis jadeos aceleraron, y él aceleró a un nivel imposible, el sonido
de nuestra piel golpeándose haciendo eco por el vacío hueco de la escalera.

El tiempo se extendió interminablemente mientras él trabajaba mi dispuesto cuerpo.


La presión dentro de mí incrementó a una altura imposible con él empujando más
alto, más fuerte. Soltando mi cabello, se inclinó sobre mí, estirándome para pellizcar
mi clítoris entre su pulgar y su dedo, enviándome sobre el borde. Mi boca se abrió en
un grito sin palabras mientras me retorcía, totalmente consumida por el tsunami
estrellándose a través de mí.

West se vino con un grito que ni siquiera trató de amortiguar. Tensándose detrás de
mí, latió en mi interior, uniéndose a mi liberación, su abrazo la única cosa evitando
que colapsara.

Reuniéndome en sus brazos, me tiró a su regazo, sentado de lado a través del escalón
inferior con su espalda apoyada en la pared y mi falda agrupada entre nosotros. Las
réplicas estremecieron mi cuerpo y su respiración irregular hacía cosquillas en mi
oreja. Empujando mi cabello enredado de mi cuello, dejó caer suaves besos a lo largo
de su longitud, el movimiento casi con reverencia.

Me hundí en él, demasiado desgastada para hacer algo excepto existir. Toda la fiesta
podía pasar en este momento en una línea de conga, y aun así no me movería,
satisfacción filtrándose por cada centímetro de mi cuerpo.

Pasé mi mano por su fuerte muslo, disfrutando del duro músculo abultado debajo de
mí. Sus brazos se enlazaron alrededor de mi cintura y me abrazó a él, su suave
251

suspiro el único sonido que necesitaba escuchar.

Mi corazón se agitó en mi pecho. Pasé mi pulgar por la banda elástica de cabello que
Página

tenía en su muñeca, esperando que significara lo que pensaba, pero demasiado


asustada de preguntar. El comentario casual de Theo me mantenía a raya de tirarme
de cabeza en la fantasía de nosotros, juntos y encontrando un final feliz así de fácil.

Pero por ahora, en este oscuro hueco de escalera, me conformaría con esta sensación
de plenitud. Cerrando mis ojos, saboreé el momento. Su caliente piel contra la mía,
nuestras extremidades enredadas, nuestros pechos subiendo y bajando en sincronía.
¿Quién necesitaba promesas de un para siempre cuando justo ahora se sentía
demasiado bien?

A la mañana siguiente, estaba en mi primera taza de café, sentada en la isla de la


cocina en mi casa, cuando mi teléfono sonó. Forzando a mis ojos para que enfocaran,
vi el nombre de Hailey brillando a través de la pantalla.

Deslizando mi dedo por la pantalla, toqué el botón del altavoz así no tendría que
sostener el teléfono.

—Buenos días —logré decir.

—¡Oye! —Su burbujeante voz llenó la cocina. Claramente, ella era una persona
mañanera. Fenómeno.

Espere, fortaleciéndome con otro sorbo de café. Si alguien me llamaba antes de la


diez en mi día libre, deberían mantener sus expectativas bajas.

—¿Estás ahí? —Su voz fue más vacilante esta vez.

Reuní un poco de energía.

—Síp.

—Cody y yo vamos a visitar al tío West esta mañana. Va a enseñarnos cómo


remontar una cometa en la playa. Si no estás ocupada, tenía la esperanza de que
también vinieras. —Hizo una pausa—. ¿Y tal vez trajeras tu cámara?

Sonreí en mi taza, el anzuelo colgando con tres de ellos era demasiado para resistir.

—Seguro. Dame un poco de tiempo para terminar mi café e iré.


252

Treinta minutos después, estacioné el jeep al lado de la gran camioneta de West.


Página

Revisando la hora, vi que todavía faltaban unos pocos minutos para las diez. Me
felicité mentalmente por ser productiva esta mañana mientras reunía mi equipo y
me dirigía a la playa.

West ya tenía su cometa volando en el aire, Cody sentado sobre sus hombros,
mientras la veían agitarse desde lo alto. Algo afilado capturó mi pecho, mirando a
West con él. Hailey estaba de pie al lado del dúo, ayudando a estabilizar a Cody. Me
tomó un momento, pero me di cuenta de que era algún tipo especial de artimaña, la
cometa con dos largos pedazos de cuerda corriendo entre esta y West. Tirando de un
brazo a la vez, la tuvo danzando en el cielo, realizando una infinita serie de figuras
de ocho.

No me habían notado aún, y me quedé atrás fuera de su vista, poniendo la cámara


hacia mi ojo y capturando algunas imágenes sin ellos saberlo. Cándidos como estos
siempre resultaban mejor y se sentía más real. El inocente deleite de Cody era
evidente… escuchándolo reír de la manera en que solo los niños pueden. Lanzó su
brazo al cielo y luego agarró la cabeza de West otra vez cuando se meneó fuera de
balance. Señaló la cometa y tiro de la oreja de su tío, ordenándole a perseguirla. West
siguió su indicación obedientemente, riéndose junto con él.

Una repentina ráfaga de viento hizo que la cometa se estremeciera y tiró a West unos
pocos pasos hacia adelante. Cody se tambaleó y se deslizó, pero cayó ileso en los
brazos listos de Hailey. Girándolo alrededor en unos pocos círculos, su risa llenó el
aire. Cuando se detuvieron, estaban encarando mi dirección y fui atrapada.

Hailey agitó su mano, señalándome que me uniera a ellos. Yendo en su dirección, me


tomé un minuto para disfrutar de la exhibición de la espalda desnuda de West, sus
músculos flexionándose mientras ajustaba la cometa.

—¿Dónde está General Beauregard? —pregunté, acercándome a él.

Me echó un vistazo, sus ojos corriendo una rápida ruta hacia abajo por mi cuerpo.

Me sonrojé, recordando nuestra aventura del día anterior.

Luego, para cuando nos habíamos reincorporado a la fiesta, Rue había llegado y
estaba hablando con Theo. Habíamos estado charlando por diez minutos cuando
Grady entró con el duende anime. Ella no dijo nada abiertamente, pero la postura de
Rue se había puesto rígida, y cuando unos minutos después sugirió ir al puerto de la
253

ciudad a ver los fuegos artificiales, no tuve corazón para decirle que no. Theo había
completado nuestro trío y nos habíamos ido, pero no antes de que West me hubiera
Página

dado un persistente beso de despedida y advirtiera a Theo lo que le sucedería si no


cuidaba de mí y Rue.
Theo puso sus ojos en blanco.

—¿Estas dos? ¿Qué podría posiblemente ocurrir?

Nada más que lo inevitable. Rue había recogido a un tipo desaliñado que juro que
tocaba la batería en un grupo en Charleston, y había desaparecido, dejándonos a
Theo y a mí bebiendo cerveza barata y viendo el cielo brillar.

West asintió hacia su sobrino.

—Lo dejé adentro con Wyatt. No lo quería atropellando a Cody.

Un rápido vistazo confirmó que el perro de gran tamaño era más alto que su sobrino.

—Buena decisión.

—Soy un buen tío.

Envolví mis brazos alrededor de él por detrás, usando el pretexto de darle un abrazo
para pasar mis manos sobre su tenso abdomen.

Hizo un ruido en la parte posterior de su garganta y me lanzó una mirada sobre su


hombro.

—No creas que no sé lo que estás haciendo.

—No creas que no sé que lo estás disfrutando.

Su murmullo de acuerdo vibró a través de mí donde estaba presionada contra él.


Pellizcando su lado, me alejé y tomé la cámara otra vez, apuntándola hacia él.

—¿Vas a posar para mí, semental?

Se inclinó más cerca, bajando su voz para que solo yo pudiera escuchar.

—¿Quieres algunas fotos privadas para tu colección? Eso podría ser arreglado. Pero
no con el enano bajo los pies. Y solo si estás en estas también.

Me quedé sin aliento, imaginando lo que pareceríamos, enredados y embistiendo,


congelados en blanco y negro.

Empujándome con su hombro, esperó hasta que me encontré con sus ojos.
254

—Exactamente —murmuró, presionando un beso en la cima de mi cabeza.


Página

—¿Qué vas a fotografiar? —preguntó Hailey mientras se deslizaba junto a mí.


—A ti —contesté—. Y a Cody. Y a tío West. ¿Quieres sonreír para la cámara,
pequeño hombre?

Tomé fotos por los siguientes treinta minutos o así, hasta que la atención de Cody
menguó. No sé cómo Hailey encontraba maneras de mantenerlo entretenido todo el
día.

Ella y Cody se sentaron para construir un castillo de arena, y West cambió en modo
maestro, instruyéndome en los puntos más finos de los trucos de volar una cometa.
Dominé la figura del ocho —era más fácil de lo que parecía— y estaba disfrutando
hacer que cayera en picada al suelo, al estilo kamikaze, antes de tirarla hacia arriba
antes de que chocara contra la arena.

Intenté hacerlo sofisticado, intentando un barril circular pisando las cuerdas. No


funcionó. En absoluto. Mi pie se enredó en una de las cuerdas, y perdí mi equilibrio,
cayendo en la arena y soltando las cuerdas de la cometa, aunque no lo
suficientemente rápido para evitar que mi rostro aterrizara primero. Empujándome
en una posición sentada, tuve suficiente tiempo para ver la cometa cayendo en
picada a la playa, golpeando una parada.

—¡Choca! —gritó Cody, señalando su juguete caído, luciendo emocionado. Saltando


a sus pies, corrió hacia mí—. Uh oh. Tienes un rasponcito. —Después de una pausa
para presionar un beso mojado en mi nariz, corrió por la playa—. La cometa se cayó.
¡Tiene un rasponcito también!

West me ayudó a ponerme de pie y dejó caer otro beso en mi nariz arenosa.

—¿Mejor?

Asentí, cepillando la arena fuera de mi rostro y ropa.

—Lamento arruinar la cometa.

—La pondremos a volar de nuevo —dijo con un encogimiento de hombros.

—¿Lo crees?

Sus ojos atraparon los míos.

—Oh, tú mujer de poca fe.


255

Diez minutos después, estaba volando en el aire otra vez, y mostró algunos trucos
avanzados que enviaron la cometa a nadar y a girar por el cielo sin nubes. Cody
Página
jadeaba cada vez que West tiraba de las cuerdas, el arcoíris de la cometa realizando
un intrincado baile para su cautivo público.

Dio un codazo a mi lado.

—Te dije que la pondríamos en el aire otra vez.

—Debería haberlo sabido que vendrías al rescate. —Puse mis ojos en blanco.

—Siempre te rescataré, Sadie. Siempre. —El tono inesperadamente áspero de su voz


me agarró desprevenida, y cuando levanté la mirada hacia él, sus ojos estaban
oscuros y serios.

Tragando saliva, me excusé para tomar algunas fotos más, sin querer leer demasiado
en su comentario o su mirada.

Cody se iluminó alrededor de su tío. Me dolía que su propio padre se estuviera


perdiendo esto, sacrificando este momento con su hijo para mantenernos seguros
sirviendo en el ejército. Y West parecía cómodo con Cody, tomándose el tiempo para
jugar con él de una manera que apostaba que la mayoría de los chicos no harían.

Después de un rato, Hailey se acercó a mí, donde yo estaba de pie cerca de dieciocho
metros por la playa.

—¿Puedo ver? —Señaló a la cámara.

Mientras le mostraba algunas de las mejores de la sesión de hoy, sonrió ampliamente,


riéndose de algunos de los momentos graciosos entre su hijo y hermano.

—Es bueno con los niños, ¿verdad? —Inclinó la barbilla hacia West.

—Lo es —admití, sabiendo que sería un gran padre si teníamos hijos algún día.

¿Si tenemos hijos algún día?

Jadeé y puse mi mano en mi pecho, frotando con fuerza el dolor de allí. ¿De dónde
carajos había venido ese pensamiento? Mis ojos se dirigieron a él en ese momento,
mientras arrojaba a Cody en el aire como si no pesara nada. Los chillidos del pequeño
me golpearon de lleno.

¿Nuestros hijos tendrían sus magníficos ojos? ¿Nuestra hija tendría su risa o nuestro
256

hijo sus anchos hombros? ¿Compartirían su sentido del humor, heredado con su
ADN?
Página

Lo amaba.
Fue repentino e innegable en ese momento.

El sol brillaba, y la arena se sentía más caliente bajo mis pies. La cámara colgaba
olvidada en mi mano. El rugido del mar aumentó, proporcionando un ruido de
fondo, mientras las gaviotas cantaban soprano, celebrando mi revelación. Detrás del
hombre —mi hombre— y el niño, la nube solitaria en el cielo se movió en la brisa,
casi parecida a un corazón si inclinabas la cabeza y entrecerrabas un poco los ojos.
Me quedé inmóvil, incapaz de asimilarlo todo, de repente muy abrumada. Era
demasiado, demasiado brillante, demasiado grande para absorber.

Hailey agitó las manos delante de mis ojos, mirando entre West y yo, una expresión
de preocupación en su rostro.

—¡Oye! ¿Estás bien?

—Sí —respondí débilmente—. Todo está perfectamente bien.

Detrás de nosotras, una puerta se abrió de golpe, rompiendo el momento.

Hailey y yo giramos, volteándonos hacia el sonido.

General Beauregard se impulsaba como un cañón por la arena, aullando mientras su


gigante cuerpo oscilaba entre sus pasos.

Detrás de nosotros, escuché a Cody reír, su exclamación de “¡perro!” haciéndome


sonreír.

Recorriendo con mis ojos hasta la puerta de la casa de playa, vacilé.

Aubrey estaba allí de pie, cabello salvaje, sosteniendo su mano sobre los ojos para
protegerse del sol y usando pantalones cortos y una camisa de gran tamaño que
estaba segura había venido del cajón de West. Estaba en el balcón de él, apoyada en
la barandilla como si fuera la posición más natural del mundo.

—¡Oyeeeeee! —El saludo arrastrado y el meneo del dedo que envió en nuestro
camino fueron como uñas en una pizarra.

Con los ojos abiertos, me giré hacia West.

Se estaba moviendo en su dirección, con nubes de tormenta en su expresión.


257

Hice una pausa y luego lo seguí. Hailey me llamó, pero no le hice caso. Mi campo de
visión se había reducido al hombre que amaba y la mujer determinada a arruinarlo
Página

todo.
Él subió la escalera, gruñéndole para que fuera adentro, conmigo solo unos pasos
atrás.

Cerrando la puerta corredera de cristal detrás de nosotros, la miró, con las manos en
sus caderas.

—¿Por qué llevas mi ropa?

Ella rio entre dientes, su mirada dirigida a mí.

—¿Qué quieres que llevara puesto afuera?

Él gruñó.

—¿Qué pasó con tu ropa?

—Sabes lo que pasó. —Se encogió de hombros con una sonrisa sugerente, pasando
sus dedos por el cabello que claramente no había visto un cepillo hoy.

Mi respiración era superficial, pero esperé. Mi sueño hecho realidad no iba a


transformarse en una pesadilla ante mis ojos. Esa no era la forma en que se suponia
que funcionara.

Dando un paso adelante, él se levantó en toda su estatura.

—Sé que llegaste tarde a la fiesta, ya destruida, y bebida aún más. Y Wyatt te ofreció
el sofá, a pesar de mis objeciones. Sé que dormiste allí anoche; sola y en tu propia
maldita ropa.

Ella se encogió un poco ante su fiereza.

—No pensé que te importaría —dijo finalmente, mirando hacia él desde debajo de
sus pestañas.

—Me importa.

Ella lo empujó mientras iba al cuarto de baño, frotando su cuerpo con el de él


mientras pasaba.

Siseé, estrechando los ojos, y West me jaló a su lado, dándome un apretón


tranquilizador. Mientras ella recogía su ropa de las baldosas del suelo, él se inclinó
258

hacia mí.

—Te lo prometo, no la toqué.


Página
Asentí, pero mantuve una estrecha vigilancia sobre ella. Subestimarla sería un error.
También lo sería empujarla demasiado lejos. Estábamos encerradas en un feroz juego
de tira y afloja con West como premio, pero la perra parecía no haberse dado cuenta
de que ya había perdido.

Aubrey no me miró mientras salía del dormitorio, pero se detuvo en la puerta, con
ojos astutos.

—Disfrútalo mientras lo tienes. No durará. Nunca lo hace. Y entonces volverá a mí,


como siempre.

Empecé a dirigirme hacia adelante, pero West me detuvo, bloqueándome para que
dejara de avanzar. Hombre inteligente. Mi vago plan de golpear la sonrisa de la perra
no era probablemente el más brillante.

—Me encargaré de esto —dijo cuando se inclinó y captó mi mirada amotinada.

Si las miradas mataran, ya me habría encargado.

Levantando las cejas, West me apretó la mano.

—Dame cinco minutos.

Resoplé con incredulidad, haciendo una mueca, y crucé los brazos sobre mi pecho.

Suspirando, se volvió de nuevo hacia donde Aubrey estaba recostada contra el marco
de la puerta, estudiando su jodida manicura perfecta. Bajando la cabeza, él la agarró
del brazo mientras caminaba hacia la puerta y por el pasillo, maldiciendo por lo bajo.
Sus pasos resonaban mientras se movían más lejos.

Dejada atrás, sola, me senté en la cama y miré mis manos distraídamente, insegura de
qué pensar. Por el rabillo del ojo, me di cuenta de que el cajón de la mesita de noche
no estaba completamente cerrado, y cuando fui a cerrarlo, algo familiar me llamó la
atención. Abriéndolo todo, me quedé mirando una pila brillante de fotos.

Aubrey. Su sesión de fotos de alcoba.


259
Página
West: ¿A dónde fuiste?

Yo: ¿Ahora quieres saber? ¿Tres horas después? Debió haber sido una gran
conversación la que tuviste con Aubrey.

West: Me fui menos de diez minutos. Pensé que habías vuelto afuera con Hailey, pero
solo desapareciste.

Yo: ¿Cuánto tiempo te llevó darte cuenta de eso?

West: No mucho.

Yo: Entonces, ¿por qué me envías un mensaje de texto en este momento?

West: Te fuiste. ¿Tenía que ir a encontrarte?

Yo: Quería que *quisieras* venir a encontrarme.

West: Quiero ir a encontrarte.

Yo: No, esperaba que vinieras a verme entonces, no ahora.

West: ¿No quieres que vaya a verte ahora?

Yo: No, ahora estoy enojada.

West: ¿Por qué?

Yo: No quiero hablar ahora.

West: Pero pensé que querías que fuera a encontrarte.

Yo: Lo hacía.

West: ¿Pero no ahora?

Yo: Nop.
260

West: Ok.
Página

Me quedé mirando el teléfono durante una hora más. No volvió a enviar un mensaje
texto. No me contactó por el resto de la noche. Pero a la mañana siguiente, había un
avión de papel y una caja con una sola rosquilla glaseada y sobre esta un Lo siento
escrito en chocolate, esperando en el porche delantero.

Quería hablar ahora.

Bueno, luego de haberme comido la rosquilla.

Tragando mi orgullo y una taza de café, me dirigí a su casa. Me estaba esperando en


la hamaca, leyendo un libro desgastado con un pez en la portada. Hice una pausa,
tomando un momento para solo mirarlo.

¿Había algo más caliente que un chico leyendo… sin camisa?

No. No lo había.

Acercándome, empujé sus pies donde estaban cruzados por los tobillos.

—Hola.

Bajó el libro, mirándome con ojos cautelosos.

—¿Ya has tomado café?

Sonreí. Me encantaba que supiera que no era inteligente acercarse a mí antes de que
hubiese tomado cafeína. Levanté un dedo.

—¿Solo uno? Tienes suerte de que esté preparado. —Estirándose hacia abajo,
recuperó un termo que no había visto en el suelo y me lo entregó.

Mis labios empezaron a elevarse y luego dudé. Él lo bebía negro.

—Está como te gusta.

Inesperadas lágrimas ardieron en mis ojos. A veces, eran los pequeños detalles los
que más importaban.

—No te quedes ahí parada. Bébetelo. Aunque solo sea por mi seguridad.

Me burlé mirándolo airadamente, pero seguí las órdenes, la risa ahuyentando la


sensiblería. El café era perfecto, fuerte y dulce.

Empujando sus piernas a un lado así podía subir a su lado, me quité las chanclas y
261

acomodé mis pies sobre su pecho, moviendo mis dedos de pie para llamar su
atención.
Página

Me miró por encima del libro, levantando las cejas.


—Siento lo de anoche. Los mensajes de textos. Tenía miedo de que no me estuvieras
contando la verdad.

—¿Alguna vez te mentí?

Levantando el termo hasta mi boca, tomé un largo y lento trago, pensando en sus
palabras. Técnicamente, no creía que lo hubiera hecho. ¿Pero omitir cosas? Las
paredes del cuarto de baño en Wreck vinieron a mi mente. Las reuniones por la gala
con Aubrey. Y las fotos en su mesita de noche. No sé si había mentido, pero tampoco
era tan honesto como podría serlo.

Negué con la cabeza, preguntándome qué otra cosa podía no saber.

—¿Qué es esa cara?

Eligiendo mis palabras cuidadosamente, me concentré en mis manos cuando


respondí.

—No estoy segura si no mentir y ser sincero es lo mismo.

Marcó su página en el libro con una postal y lo dejó caer al suelo. Recogiendo uno de
mis pies en sus fuertes manos, clavó los pulgares en el arco, haciendo difícil
concentrarse en la conversación.

—¿De qué estás hablando? —Me miró a los ojos, confusión reflejada en sus facciones.
No se veía como un hombre tratando de ocultar un secreto.

No quería admitir que había husmeado en sus cajones. O acosado el muro de Aubrey
en Facebook. ¿Demasiada acosadora?

—Me tomó por sorpresa ayer, es todo. —Me forcé por mantener la acusación fuera
de mi voz.

—Sí, lamento eso. Pensé que se habría ido para entonces.

Entonces no planeabas decirme, reflexioné, irritada. No quería sonar como una novia
pegajosa. A pesar de que me había reclamado de alguna manera en la barbacoa,
todavía no habíamos tenido una charla oficialmente.

Nunca habíamos discutido ser exclusivos.


262

Quería preguntarle, sacar todo a la luz, pero, al mismo tiempo, tenía miedo de sus
respuestas. No quería oírle decir que solo estaba buscando un buen momento y que
Página

no era nada serio para él cuando se estaba convirtiendo en todo para mí.
Apretando mis dientes, intenté retirar mi pie, pero él no me dejaba, sosteniéndolo
con más fuerza y masajeando el tendón en la parte posterior del talón. Maldito fuera,
los dedos también se sintieron bien. Tumbada allí, tomando café, teniéndolo
presionado contra mí mientras me masajeaba el pie. Era difícil estar molesta cuando
ni siquiera estaba segura de que éramos una pareja, ni incluso si había hecho algo
malo. Sí, me había enamorado de él, pero era mi problema, no el suyo.

El momento se extendió. Él estaba relajado a mi lado, su cuerpo no albergando


ninguna tensión que me hiciera pensar que estaba mintiendo. Empecé a sentirme
tonta por mi paranoia. Sus manos pasaron a mi otro pie, dándole el mismo
tratamiento cuidadoso.

—¿Cuáles son sus planes esta semana?

Arrugué la nariz.

—Salvavidas hasta el jueves y una sesión de fotos el viernes. Probablemente, pasaré


la mayor parte del sábado empacando antes del vuelo del domingo.

Las manos alrededor de mis pies se apretaron.

—¿Tu viaje a Grand Cayman es el próximo fin de semana? Pensé que era dentro de
dos semanas Joder.

—¿Problemas?

—Sí, acabo de reservar un gran torneo fuera de Charleston de jueves al sábado. No lo


hubiera hecho si me hubiera dado cuenta de que estabas a punto de irte durante tres
semanas.

Hice una mueca.

—¿Puedes librarte de ello?

—No es fácil. Es uno de mis nuevos clientes, uno que hace muchos negocios por aquí
en el verano, y podría convertirse en un gran cliente habitual si el fin de semana va
bien. Podría ver si una de las otras empresas puede hacerlo, supongo…

—No, no hagas eso —interrumpí, odiando ver sufrir su negocio. Los dos
necesitábamos cada reservación que pudiéramos conseguir. Mordisqueé mi labio
263

inferior—. ¿Quieres salir la noche del miércoles, antes de que te vayas? ¿A qué hora
terminas el sábado? ¿Volverás por la tarde?
Página

Volvió a trabajar en mi pie, dando a cada dedo atención individual.


—La noche del miércoles, soy todo tuyo. Y puedo solo dejar el barco en el
embarcadero la noche del sábado. Subiré el domingo para sacarlo del agua y traerlo
de vuelta a Reynolds.

—Eso sería agradable.

—Si agradable es la palabra que usas para describirlo, no estoy haciendo bien las
cosas —bromeó, inclinándose para chupar mi dedo del pie.

Sorprendida, me retiré hacia atrás, arrastrando mi pierna por la longitud de su


cuerpo y sobre su dura… ¡oh! Me quedé mirando la erección tensando sus
pantalones cortos.

—¿Oye, Sadie?

—¿Sí? —pregunté, mi atención todavía enfocada en su regazo.

—¿Tienes planes esta mañana?

Lo miré desde debajo de mis pestañas.

—¿Tienes algo en mente?

—Sí. Un pequeño ejercicio de insensibilización al agua que creo que deberíamos


intentarlo. Implica la ducha exterior.

—Si piensas que ayudará… —Corrí la planta del pie sobre su dura longitud.

—Podemos seguir practicando hasta que te sientas cómoda con ello. Sin importar el
tiempo que sea necesario.

Tomó el resto de la mañana.

Limpiarse nunca había sido tan sucio.

La primera parte de la semana se arrastró, lo mejor fue cuando West se metió en la


cama conmigo a última hora del martes para una noche de fiesta en pijamas. Por la
tarde del miércoles, estaba contando las horas para nuestra cita. Tenía la esperanza
264

de que planeara llevarme a algún lugar que no fuera el Wreck, pero honestamente,
estaba feliz de simplemente pasar un poco de tiempo con él.
Página
Kendra se exasperó cuando revisaba mi reloj cada pocos minutos y, a las cuatro, me
dijo que terminaría sola y que me fuera porque la estaba volviendo loca.
Envolviéndola en un rápido abrazo, agarré mi equipo y corrí de vuelta a casa para
estar lista.

A pesar de que íbamos a vernos también la noche del sábado, sabía que
probablemente sería un evento de grupo, y utilicé el tiempo adicional que tenía
preparándome. Tratamiento para el cabello, planchita, afeitar todos los lugares
necesarios y más maquillaje de lo normal. Me puse un vestido y zapatos que no eran
chanclas para variar, sabiendo que le gustaría sin importar lo que llevara, pero
deseando que esta noche fuera especial.

Sentada en el porche con mi computadora portátil navegando por Pinterest mientras


esperaba a que West me enviara un mensaje de que estaba listo, perdí la noción del
tiempo mientras me desplazaba a través de las imágenes del hotel en busca de
inspiración para mi gran viaje. El nuevo tablero que empecé a fijar tenía más de
sesenta imágenes antes de que mirara la hora de nuevo.

Seis cincuenta.

¿Qué demonios?

Sacando mi teléfono, comprobé las llamadas perdidas o mensajes de textos.

Nada.

Irritada, llamé a su número, esperando mientras sonaba y sonaba. No dejé mensaje de


voz. Después de disparar un mensaje de texto rápido, comprobé su perfil de
Facebook… y el de Aubrey. Ninguna publicación reciente de ninguno de los dos.

Apretando la mandíbula con irritación, traté de reanudar mi investigación en


Pinterest, pero no podía volver a ello. Quince minutos después, fui dentro para
hacerme una bebida, la limonada de albahaca patentada de Rue. Estaba en mi
segunda copa cuando llegaron las siete y media.

A las ocho, me cansé de esperar y manejé hasta el Wreck, preguntándome si tal vez
se suponía que debía encontrarme con él allí. No había señales de él, y Wyatt
confirmó que no estaba previsto que hiciera de camarero esa noche.
265

A las ocho y media, finalmente respondió al mensaje.

West: Perdón, perdí la noción del tiempo. No voy a poder llegar esta noche, nena.
Página

¿Podemos reprogramar?
Furiosa, ordené mi segunda copa de grog y me lo aticé como un hombre, usando el
dorso de la mano para limpiar los restos de ponche goteando de la comisura de mis
labios. Wyatt se detuvo frente a mí, evidente preocupación en sus ojos, y preguntó si
necesitaba algo.

Nop, todo jodidamente estupendo, gracias.

Negué con la cabeza y levanté mi copa vacía por otro trago. Me trajo otro, pero su
expresión era reacia. A la mierda. Era una mujer adulta, y si quería beber sola en la
barra, jodidamente podía.

Mire mi teléfono, como si fuera el culpable del giro que había tomado mi noche.

No, no quería malditamente reprogramar. Quería una cita con el chico que no podía
sacar de mi mente.

Yo: ¿Dónde estás? ¿Qué pasó?

Me odié tan pronto como envié en ese mensaje, detectando la necesidad que
revelaban esas cuatro palabras.

Dos bebidas más se hundieron en mi vientre antes de cansarme de esperar por una
respuesta.

A la mierda con él.

Poniéndome de pie, me dirigí a la puerta, con mi camino no tan recto como había
pretendido que fuera. Estaba borracha. Y no me importaba. Y aunque sabía que no
debería estar detrás del volante en absoluto, conduje hasta su casa, dándome cuenta
de que su auto no estaba.

Incapaz de evitarlo, tomé el camino largo a casa, el camino realmente largo, el que se
desviaba más allá de la mansión de cuentos de hadas de Aubrey. Su compacto de lujo
también estaba desaparecido en acción.

Bueno, no era eso jodidamente conveniente.

No era prueba de nada. No realmente. Me repetí eso, tratando de creerlo.

No queriendo ver nada más, fui directamente a casa, dejándome caer en la cama sin
quitarme el maquillaje. Mi mente se arremolinó con negaciones mientras me dejaba
266

llevar a un inquieto sueño.


Página
Un golpe en mi ventana me despertó antes de que el sol incluso se asomara en el
horizonte. Gruñendo, tropecé hacia las ventanas, entrecerrando los ojos hacia el
cielo gris.

West.

Vacilé, mi perezoso cerebro tratando de procesar su aparición. Finalmente, suspiré y


señalé la puerta. Caminado a través de la cabaña para encontrarlo, empujé una mano
por las marañas de mi cabello, sabiendo que lucía como un desastre total y me
importaba una mierda.

No lo dejé entrar. En su lugar, me deslicé por la puerta para unirme a él en el porche.


Incluso antes del amanecer, el aire ya era caliente y húmedo. Mi delgada camiseta y
pantalones cortos de algodón no eran mucha protección para su ardiente mirada
examinándome. Crucé mis brazos sobre mi pecho, tratando de ocultar la reacción
que estaban teniendo mis pezones ante la visión de su desaliñado rostro y su
descarado escrutinio.

Sacando su brazo detrás de su espalda, me entregó un pequeño ramo de flores


blancas y azules.

Mis ojos se ensancharon de sorpresa. Nunca antes me había traído flores. Las elevé a
mi nariz, olfateando en aprecio. Con su otra mano, me entregó tres aviones de papel,
cada uno doblado de manera diferente.

Incliné mi cabeza en duda. No habíamos hablado una palabra aún, y el silencio


parecía ominoso, aunque vino portando regalos.

Inclinándose más cerca, metió un mechón rebelde de mi cabello detrás de mi oreja.

—Uno por cada día que estaré ausente.

Después de un largo momento, los acepté, metiéndolos debajo de mi brazo para más
tarde. Las flores eran bonitas, pero no eran lo que necesitaba en este momento. Solo
quería saber lo que pasó anoche.

Esperé, inclinándome contra la jamba de la puerta, dejando que mis ojos hicieran
toda la conversación que necesitaba.
267

—Sadie, siento lo de anoche. —Sus manos subieron para ahuecar mis hombros, pero
Página

mi expresión permaneció igual—. Estaba teniendo problemas con un motor, y estaba


usando mi teléfono para transmitir videos de YouTube de cómo solucionarlo, tan
ridículo como suena eso. Mató mi batería. No encontré tu mensaje de texto hasta
hace unas horas. Ni siquiera he ido a la cama. He estado trabajando en ello toda la
noche… mira.

Levantó su mano cerca de mi rostro, la luz del porche iluminando una miríada de
pequeños cortes alrededor de sus nudillos y grasa debajo de las uñas.

—Odio haberme perdido una de nuestras últimas noches juntos por un tiempo. Vi a
Wyatt cuando fui a la casa para agarrar un engranaje. ¿Dijo que pasaste por Wreck?
¿Y qué te habías arreglado?

Asentí una vez.

—¿Tomaste una foto? —preguntó esperanzado, levantando mi barbilla para poder


verme mejor.

—Nop.

Se desinfló, y una punzada de conciencia me golpeó.

Estudiándolo de cerca, vi las bolsas bajo sus ojos. Y olía a aceite de motor. No se veía
como un chico que había estado de fiesta y pasando un buen rato sin mí anoche.

—Correcto. —Asintió—. Me merezco eso. Solo quería disculparme en persona antes


de irme. Te extrañaré. Trataré de hacer un mejor trabajo escribiéndote mientras
estoy fuera, ¿de acuerdo?

Lamí mis labios, odiando que me importara tanto, odiando el poder que él tenía
sobre mi estado de ánimo.

Quitándome las flores y colocándolas en el felpudo, envolvió sus grandes brazos a mi


alrededor, tirándome en su abrazo. Me quedé de pie rígidamente al principio, pero
mi cuerpo respondió a su calor, fundiéndose en él, suavizándose. Cuando se acercó a
mi rostro para un beso, no me resistí.

Sus labios eran suaves. El beso fue poco exigente y lento, una promesa de lo que
estaba por venir. Deslicé mis brazos alrededor de su espalda y agarré puñados de su
camisa, acercándolo más. Mis labios se abrieron y su lengua se barrió al interior,
enredándose con la mía, pero no tratando de dominar.
268

Sabía a café. Mientras nuestros labios se inclinaban juntos, ahuecó mi rostro, y me


puse de puntitas para mantener la conexión. Finalmente separándonos, dejó un
Página

reguero de besos sobre mi nariz, mejillas y frente.


—Me tengo que ir. No llegaré a tiempo a Charleston si no me voy ahora.

Las palabras se clavaron en la parte posterior de mi garganta. Quería decirle cómo


me sentía, pero no así.

Tragándolas de vuelta, mordí fuerte mi labio. No podía decirlas. No hasta que supiera
que él también las sentía.

—Buena suerte. —Mi voz era áspera.

—Te veo el sábado en la noche. Lo prometo. Sin excusas.

Rozando un último beso sobre mi frente, se giró hacia la calle. Ni siquiera me había
dado cuenta de la gran camioneta situada ahí, con su enorme bote enganchado detrás
de esta.

Los primeros rayos del amanecer agrietaron el cielo de la mañana mientras él se


alejaba. No podía explicarlo, pero quise llorar cuando desapareció.

Mantuvo su palabra. Mensajes de texto y fotos hicieron sonar mi teléfono a


intervalos regulares el jueves y el viernes, ayudando a que el tiempo pasara más
rápido. Coqueteamos, bromeamos, nos burlamos. Intercambiamos selfies ridículas. El
sábado, no podía esperar más tiempo para verlo. Tramé un plan para encontrarlo en
la marina cuando atracara, planeando sorprenderlo.

El único problema era que no estaba exactamente segura de cuándo iba a volver.
Sabía que el torneo terminaba a la una, pero la marina en la que tenía un atracadero
estaba un poco más lejos, y no sabía cuánto tiempo se tardaría en el medio. Había
tratado de escribirle un par de veces, pero él había estado bastante silencioso hoy.
Me había enviado un mensaje de texto de “Buenos días” horas antes de que mi
alarma sonara. Mientras saboreaba mi cereal, recibí un mensaje diciendo que no
estaría mucho por aquí y que estaría bastante ocupado.

Le había enviado uno más y no había recibido respuesta. Pero eso estaba bien. Al
menos estaba haciendo un mejor trabajo de comunicación.
269

Con los pies apoyados en la silla frente a mí, estaba sentada en el café de la marina a
la orilla de la playa, las filas de muelles extendidas delante de mí. Sabía cómo se veía
Página

su bote, así que escaneaba el agua a cada par de minutos mientras jugaba alrededor
de mi teléfono. Mi último mensaje de texto a West finalmente había recibido una
respuesta cuatro minutos atrás.

West: Casi terminado. Tengo un par de cosas más que terminar, y luego me dirigiré en
tu camino.

Le envié una cara sonriente y ordené una botella de agua al mesero. Me cansé de
Pinterest después de un rato y cambié a Facebook. Rue tenía nuevas fotos de su viaje
a St. Augustine. Hailey y Cody estaban haciendo boca de pescado en una selfie. Mi
hermano estaba dándole un abrazo de costado a una pelirroja que no reconocí.
Haciendo una pausa en esa foto, le envié un mensaje privado, preguntándole quién
era la chica. Aubrey había comentado una foto que Wyatt había posteado de General
Beauregard, y no pude evitar hacer clic en su nombre.

Resoplé ante las fotos que había posteado hoy. Una vista sobre el agua. Una selfie de
ella usando un top de bikini de escote bajo. Su pedicura patriota. ¿Pensaba que a
alguien le importaba cómo se veían sus pies?

Abriendo la imagen, vi que tenía treinta y dos me gusta y ocho comentarios. Bien, tal
vez a la gente le importaba cómo se veían sus pies.

Levantando la vista de nuevo, vi el bote de West deteniéndose en uno de los


atracaderos lejanos. Tiro una cuerda a un empleado y paró los motores mientras el
bote se preparaba para ajustarse al muelle.

Una enorme sonrisa se extendió por mi rostro. Su expresión estaba oculta bajo la
visera de la gorra de béisbol que había bajado sobre su frente, pero solo ver sus
músculos ondeando en el sol fue suficiente para tenerme frotando mis muslos en
anticipación. No podía esperar a que se diera cuenta que estaba aquí esperándolo.

Mientras empacaba mi teléfono y mi botella de agua en mi bolsa, una voz familiar


flotó en el aire salado.

Me congelé.

No.

No podía ser.

Mis ojos tenían que estar jugándome una broma. Bajé mis lentes de sol para estar
270

segura.
Página
West estaba caminando por el muelle, llevando a una Aubrey sonriente y vestida en
bikini en sus brazos como un bebé, con sus brazos tirados alrededor de sus hombros
desnudos. Reconocí ese bikini. Era el mismo de la foto.

Ella estiró la mano y le quitó la gorra de su cabeza, colocándola en la suya.


Caminaron junto a mí, ninguno de los dos dándome un vistazo.

Su definición de unas cosas por terminar de hacer aparentemente no era la misma


que la mía en absoluto.

Recordé Nashville. A Imbécil.

Un déjà vu se apoderó de mí.

No otra vez.
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Página
T
ener esperanza era su debilidad.

Si Sadie Mullins no hubiera empezado a creer


en el amor de nuevo, no se hubiera permitido
enamorarse de él, no se estaría sintiendo de
esta manera.

No tendría el corazón roto.

No se arrepentiría se conocer a West Montgomery.

El bastardo arrogante debería dejarla en paz, permitirle olvidarlo.

Permitirle seguir adelante con su vida.

Por supuesto, no lo hizo.

Ese podría haber sido el final.

Por supuesto, no lo fue.

Maldita esperanza.

Water’s Edge #2
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