El delito no existe^
1. 1. Actos
Somos cuatro millones y medio de personas en Noruega.
En 1955 obtuvimos nuestra primera estadística sobre delitos
denunciados a la policía''. La cifi-a fue chocante; cerca de 30.000
casos fueron denunciados. En el 2002 la cifra era de 320.000. El
número de personas ligadas a estos delitos se ha incrementado de
8.000 a 30.000, el número de condenados se ha incrementado de
5.000 a 20.000, y la población carcelaria se ha dupHcado, en com-
paración con su punto más bajo, después de la Segunda Guerra
Mundial.
¿Significa esto que el delito se ha incrementado?
¡No lo sé! Y lo más importante: ¡nunca lo sabré!
1. 2. La esposa sofocada
Según file denunciado en Estocolmo^, un hombre drogó a su
mujer, causándole la muerte por asfixia. Luego escribió a la poli-
cía, les contó lo que había hecho y también cuál sería el fin de la
historia. Subiría a bordo de un barco rumbo a Finlandia, cargaría
1. 4. El hombre en el parque
El ámbito donde tiene lugar el siguiente relato i'^ es un peque-
ño parque rodeado por edificios de departamentos. Es junio, el
mes de la celebración de la luz, el sol, y el comienzo del verano en
el norte. Es domingo antes del mediodía, "hora de ir a misa", se-
gún el viejo modo de referirse a las horas más tranquilas de la se-
mana. En algunos balcones que dan al parque, la gente disfruta de
desayunos tardíos, o está leyendo o descansando.
Un hombre llega al parque. Arrastra bolsas de plástico y se sien-
ta entre ellas.
Las bolsas contienen botellas de cerveza. El hombre abre una
botella, dos, varias, habla un rato solo, luego con algunos niños
que juegan a su alrededor. Habla y canta, para disfrute de su au-
diencia.
Después de un tiempo, el hombre se levanta, camina hacia
unos arbustos y se desabrocha la bragueta del pantalón. Varios ni-
ños lo siguen.
Aquí necesitamos dos edificios de departamentos, no uno, pa-
ra desarrollar este punto. Los dos edificios que dan al parque son
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El delito no existe
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Capítulo 1
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El delito no existe
1. 5. Hijas y esposos
La mayoría de los niños se comportan, hoy y siempre, de for-
mas que según la ley podrían ser consideradas como delito. Puede
desaparecer dinero sin permiso de la cartera de mamá. Es claro que
uno de los niños ha tomado el dinero. O los niños pelean, con na-
rices sangrantes y destrucción de las pertenencias de la familia co-
mo resultados visibles. Pero comúnmente no aplicamos a estos ac-
tos categorías del derecho penal. Mayormente no los llamamos de-
litos y no llamamos a los niños delincuentes.
¿Por qué no?
Simplemente no nos parece correcto.
Nuevamente, ¿por qué no?
Porque conocemos demasiado. Conocemos al niño en muchas
otras situaciones. Conocemos su usual generosidad, cómo cuida
de sus hermanos, sus alegrías y sus penas. Una etiqueta de la ley
penal simplemente no se le pegaría. No hay espacio libre en su
frente donde semejante estigma pueda ser impreso.
Lo que sucedió aquí puede quedar dentro del ámbito de la fa-
milia. Pero algunas veces los acontecimientos pueden volverse co-
nocidos fiíera de ella. La vida moderna puede ser vista como el
campo de batalla donde concurre todo un ejército de proveedores
de significado. Varios especialistas pueden entrar y ser vistos como
proveedores de servicios. Pero también se los puede ver como com-
pitiendo por darle al fenómeno el tipo de significado tenido como
relevante o natural dentro de su profesión particular. En el sistema
de salud -pensemos en un caso extremo de padres en pánico y pro-
fesionales insensibles- alguno de estos actos podría ser tomado co-
mo manifestación de una emergente personalidad desviada y al-
gún tipo de consejo psiquiátrico podría tener lugar. Dentro del sis-
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