1 Ex aequo et bono: Según lo equitativo y lo bueno. Se dice del arreglo de una disputa basado
en la equidad.
hoy no cabe duda de que se trata de una fuente del D.I. máxime después de su reconocimiento
por el propio Estatuto del
T.I.J.
a) Los orígenes de los principios generales del derecho y su inclusión en estatuto del Tribunal
Internacional de Justicia (T.I.J.)
La acogida de los principios generales del derecho entre las fuentes del Derecho Internacional se
mantuvo de forma tajante por el Comité de los Diez, que elaboró el texto del Estatuto. Con
anterioridad a la redacción de éste, los principios generales habían sido objeto de especial mención
en varios compromisos arbitrales, en algunos tratados y en sentencias de tribunales arbitrales.
El Comité de los Diez tuvo en cuenta los precedentes anteriores y acogió los principios generales
mediante una fórmula que representa el compromiso entre dos tendencias que existían en el seno
del comité.
La fórmula que se aceptó era la de que el Tribunal aplicaría <<los principios generales del derecho
reconocidos por las naciones civilizadas>>.
Así pues, los principios generales a los que se pretendía hacer especial referencia en el art. 38.1.c)
del Estatuto eran los que podemos denominara “principios generales del Derecho”, es decir,
principios que están presentes en todos los ordenamientos jurídicos y, lógicamente, también en el
Derecho internacional. La referencia hecha a las “Naciones civilizadas” no debe ser entendida
como una discriminación entre los Estados (civilizados y no civilizados). Lo que pretendió el
Comité de redacción fue expresar “la idea de que estos principios deben tener una base objetiva
en la conciencia jurídica concordante de los pueblos…”
No obstante la jurisprudencia va a utilizar el art. 38.1c) del Estatuto para referirse no sólo a esos
“principios generales del Derecho”, sino también para referirse a los “principios generales del
Derecho Internacional” que son principios propios de este ordenamiento jurídico.
Sólo mediante la constatación seria de la acogida en concreto de cada uno de esos principios en
el ordenamiento internacional a través de las vías consuetudinaria y convencional cabe utilizarlos
sin temor a equívocos.
Junto a ellos existen otros propiamente internacionales tales como:
La primacía del tratado internacional sobre la ley interna,
El principio de la continuidad del Estado,
El principio de que en materia de responsabilidad internacional la indemnización debe
ser apreciada en función de la realización efectiva del daño,
La regla del agotamiento previo a los recursos internos antes de acudir a la vía
internacional.
Algunos otros relativos a la conducta en la guerra marítima.
Estos principios tienen un origen diverso, “pero son esencialmente el producto de la acción
conjugada del juez internacional y de la diplomacia normativa de los Estados. Un carácter común
de estos principios es su alto nivel de abstracción y su extrema generalidad, cuyo efecto es
condensar frecuentemente la regla jurídica en una fórmula sencilla”.
No se trata de una fuente subsidiaria en relación con la costumbre o los tratados, sino de una
fuente autónoma, con independencia de que su contenido se vea también normalmente reflejado
en normas consuetudinarias o convencionales.
Esta autonomía y diferencia ha sido constatada por la jurisprudencia internacional. En el asunto
relativo a las Reservas a la Convención para la prevención y la represión del crimen de genocidio,
el T.I.J. señaló que “los principios que están en la base de la Convención son principios
reconocidos por las Naciones civilizadas como que obligan a los Estados al margen de toda
relación convencional” .
Un núcleo reducido de esos principios está anclado en la convicción jurídica de los Estados con
tal fuerza que la Comunidad Internacional en su conjunto los considera principios básicos o
fundamentales del ordenamiento jurídico tal y como ha reconocido también la jurisprudencia
internacional.
3. LA JURISPRUDENCIA INTERNACIONAL.
Su misión no es la de crear Derecho, sino la de ser un medio <<para determinar las reglas de
Derecho>>, pues <<en definitiva, la misión del Tribunal es la de decir cuál es el Derecho
aplicable, no la de crearlo>>.
La jurisprudencia internacional no podemos definirla como una fuente formal de nuestro Derecho
en sentido estricto, pese a muy autorizadas opiniones en contrario. No obstante, no podemos
desconocer que en la práctica el valor del precedente jurisprudencial es tan grande después del
florecimiento de los tribunales internacionales que bien se puede afirmar que ello <<ha
contribuido a la formación, también en el campo del Derecho internacional, de una jurisprudencia
fundada en la rerum perpetuo similiter iudicatarum auctoritas2>>.
La función de la jurisprudencia es doble: como elemento de interpretación y como medio de
prueba.
Como medio de interpretación, hemos visto las continuas referencias que los tribunales
internacionales hacen de decisiones anteriores como elemento de interpretación del Derecho.
Como medio de prueba de la existencia de las normas de Derecho Internacional la jurisprudencia
está llamada a cumplir una misión capital: <<es cierto que la jurisprudencia de los tribunales
internacionales constituye un simple medio auxiliar de las fuentes del Derecho Internacional; pero
lo mismo que ocurre en los órdenes jurídicos estatales sirve para proclamar principios
fundamentales de este orden jurídico, y aun para extender a otros supuestos las soluciones que
han sido ofrecidas por reglas convencionales o consuetudinarias>> (Miaja).
Es precisamente a este segundo sentido de medio de prueba al que se refiere de manera directa el
art. 38 del se Estatuto, al atribuir a la jurisprudencia la característica de <<medio auxiliar para la
determinación de las reglas de derecho>>.
No obstante, hay que destacar la distinción entre sentencias y dictámenes del Tribunal, cuyo valor
vinculante es bien distinto aunque el Tribunal haya venido haciendo un uso indistinto como
precedentes de sus sentencias y dictámenes.
Otra cuestión es la obligatoriedad de las sentencias pronunciadas por los tribunales
internacionales, pues la existencia de un precedente jurisprudencial no excluye la prueba en
contrario que se pueda presentar contra el mismo. Existe en el propio Estatuto (art. 59) una
disposición que nos dice sobre la decisión del Tribunal que <<no es obligatoria sino para las partes
en litigio y respecto del caso que ha sido decidido>>.
En puridad de principios la cuestión no admite discusión, pero en la práctica las consecuencias
para los casos futuros que puedan plantearse son bien distintas. Hemos comentado el respeto que
el propio Tribunal siente por su jurisprudencia anterior, y este hecho tiene necesariamente que
proyectar su influencia sobre los demás Estados, distintos a las partes en litigio, que deseen llevar
en el futuro sus litigios ante el Tribunal, engendrando entre ellos el convencimiento de que los
precedentes jurisprudenciales serán tenidos en cuenta.
Hoy en día actúan o pueden actuar diversos Tribunales que vamos a enumerar:
1º. El Tribunal Permanente de Arbitraje cuya sede esta en La Haya y facilita a los Estado una lista
árbitros, para que éstos puedan formar los tribunales arbitrales que crean necesarios.
1. CONCEPTO DE TRATADO.
Según el artículo 2.1. a) del Convenio de Viena de 1969, <<se entiende por Tratado un acuerdo
internacional celebrado por escrito entre Estados y regido por el Derecho Internacional, ya conste
en un instrumento único o en dos o demás instrumentos conexos y cualquiera que sea su
denominación particular>>.
Podemos considerar acuerdos internacionales a:
a) Los concertados entre Estados, entre Estados y otros sujetos de Derecho Internacional
(por ejemplo Organizaciones internacionales) o entre otros sujetos entre sí. Por el contrario no
son acuerdos internacionales los concluidos entre personas privadas (individuos, organizaciones
no gubernamentales, sociedades y asociaciones) o entre Estados y personas privadas.
b) Los concertados en cualquier forma o bajo cualquier denominación, siempre que
supongan un acuerdo de voluntades entre sujetos de Derecho Internacional regido por el Derecho
Internacional. Lo que caracteriza a un tratado es la naturaleza del acto o transacción contenida en
el mismo y no su forma. La práctica internacional confirma que no es necesaria la forma escrita
para que exista un acuerdo obligatorio entre las partes. El Derecho Internacional no exige unas
formas rígidas, dándose en la práctica una gran variedad de formas y siendo posible incluso la
forma verbal.
2. CLASES DE TRATADOS.
Los Tratados internacionales se pueden clasificar:
a) Por el número de partes contratantes:
Tratados bilaterales; concertados entre dos sujetos internacionales.
Tratados plurilaterales o multilaterales; en los que participan más de dos sujetos, que a su vez
pueden ser: Restringidos, abiertos un número determinado de Estados, y Generales, con
vocación de universalidad.
b) Por su grado de la apertura a la participación:
Tratados abiertos, a los que se puede llegar a ser Parte en los mismos aunque no se haya
tomado parte en su proceso de formación.
Tratados cerrados, aquellos que quedan restringidos a los participantes originarios en los
mismos y en los que la participación de un nuevo Estado supone la creación de un nuevo
acuerdo.
Tratados semicerrados, aquellos en que otros Estados pueden llegar a ser Partes, distintos a
los Estados originarios, pues figuran en una lista anexa al tratado o bien se prevé en el mismo
un procedimiento particular de adhesión.
c) Por la materia objeto del Tratado. Los hay de carácter político, económico, cultural,
humanitario, consulares, de establecimiento, etc.
d) Por su función de creación de obligaciones.
Tratados-contrato, los que prevén un intercambio de prestaciones entre los contratantes, y
Tratados-ley, los que intentan crear una norma de carácter general aplicable a toda la
Comunidad Internacional o una parte de ella.
e) Por la naturaleza de los sujetos que participan. Tratados entre Estados, entre Estados
y otros sujetos de Derecho Internacional y Tratados entre otros sujetos del Derecho Internacional.
f) Por su duración.
Tratados con un plazo de duración determinado, pasado el cual se extinguen.
Tratados de duración indeterminada, salvo denuncia.
Tratados prorrogables, bien expresa o tácitamente.
g) Por la forma de conclusión.
Tratados concluidos en forma solemne cuyo perfeccionamiento exige un acto de ratificación
autorizada por el Parlamento, la intervención del Jefe del Estado como órgano supremo y el
intercambio o depósito de los instrumentos de ratificación.
Acuerdos concluidos en forma simplificada, que obligan en virtud de un acto distinto a la
ratificación, manifestándose el consentimiento mediante la autenticación del texto del
acuerdo o por un acto posterior a la autentificación, distinto de la ratificación.
d) Efectos.
1º. Efectos entre los Estados que no han formulado reservas. Estas no producen ningún efecto
jurídico entre ellos y no modificará las relaciones entre los mismos.
2º. Respecto a los efectos entre el Estado reservante y los que no han formulado reservas hay
que distinguir:
Si la reserva ha sido aceptada por todas las partes, el Estado reservante es parte en el Tratado
y sus obligaciones quedan modificadas respecto a los otros Estados no reservantes, así como
las obligaciones de estos últimos respecto de aquél quedan también modificadas en la misma
medida.
Si la reserva ha sido aceptada sólo por algún Estado contratante, el Estado reservante será
parte en el Tratado en relación con el Estado o Estados que las hayan aceptado.
Si el Estado objetante manifiesta inequívocamente que la reserva impide para él la entrada en
vigor del Tratado, éste no entrará en vigor entre el Estado objetante y reservante. En caso
contrario, cuando el Estado objetante no <<manifieste inequívocamente>> su intención de
que el Tratado no entre en vigor, éste surtirá sus efectos entre los Estados objetante y
reservante, si bien quedando excluida la aplicación entre ambos Estados de la cláusula o
cláusulas afectadas por la reserva.
3.5. Desde la manifestación del consentimiento a la entrada en vigor.
a) La entrada en vigor.
Se entiende por entrada en vigor de un Tratado el momento en que comienza su vigencia. En
los Tratados bilaterales, la entrada en vigor suele coincidir con la prestación del consentimiento.
En las grandes Convenciones multilaterales, la entrada en vigor suele hacerse depender de la
recepción de un determinado número de ratificaciones o adhesiones (manifestaciones del
consentimiento) y del transcurso de un plazo tras la citada recepción.
Según el principio de la irretroactividad, <<Las disposiciones de un Tratado no obligarán a una
parte respecto de ningún acto o hecho que haya tenido lugar con anterioridad a la fecha de la
entrada en vigor del Tratado para esa Parte, ni de ninguna situación que en esa fecha haya dejado
de existir, salvo que una intención diferente se desprenda del Tratado o conste de otro modo>>
(art. 28 Convención de Viena).
Excepciones al principio de irretroactividad:
Cuando las Partes en el Tratado así lo hayan convenido.
Cuando la retroactividad se deduzca del propio Tratado, o conste de otro modo.
Aunque por regla general los Tratados comienzan a surtir efecto a partir de su entrada en vigor,
ello no es siempre así. Para fijar el comienzo de la obligatoriedad y de la aplicabilidad, la
Convención de Viena combinó el criterio del momento de otorgamiento del consentimiento con
el de la voluntad de las partes:
1º. Respecto de los Estados que hayan manifestado el consentimiento antes de la entrada en vigor.
Según el artículo 24.1 y 2 de la Convención, el Tratado entrará en vigor de la manera y en la fecha
que en el mismo se disponga o cuando lo acuerden los Estados negociadores o, a falta disposición
o acuerdo expreso, cuando haya constancia de consentimiento de todos los Estados negociadores.
Esta regla sufre tres excepciones:
Una excepción genérica que refleja el principio de la buena fe, según el cual los Estados se
comprometen a abstenerse de actos que puedan frustrar el objeto y el fin del Tratado durante
el período que media entre la prestación del consentimiento y la entrada en vigor del tratado
(si ésta se demora indebidamente).
Una excepción específica de alcance parcial, según la cual las disposiciones relativas a la
propia autenticación, a la constancia del consentimiento, a la manera y fecha de entrada en
vigor, a las reservas, a las funciones del depositario y aquellas otras cuestiones que se susciten
necesariamente antes de su entrada en vigor, se aplicarán desde el momento de la adopción
del texto del Tratado, esto es, antes de la su entrada en vigor.
Y una excepción específica de alcance total, según la cual el conjunto del Tratado se aplicará
provisionalmente antes de su entrada en vigor siempre que así se prevea en el propio Tratado
o los Estados negociadores así lo convinieren.
2º. Respecto de los Estados que hayan manifestado consentimiento después de la entrada en vigor.
El tratado entrará en vigor para cada estado en particular a partir del momento en que manifiesten
su consentimiento, salvo que el Tratado disponga otra cosa.
b) Una facilidad para las Partes de los tratados multilaterales: EL DEPÓSITO. La
Convención de Viena reglamenta lo siguientes:
a) Determina quiénes pueden ser depositarios, cuya designación se hará por los Estados
negociadores en el propio Tratado o de cualquier otro modo. La función del depositario podrá
recaer en uno o en varios Estados, en una Organización internacional o en el funcionario
administrativo principal de tal Organización.
b) Las características de sus funciones están presididas por las notas de internacionalidad e
imparcialidad.
c) Dentro de sus funciones podemos distinguir:
Las funciones de archivero y notariales,
Las funciones de recepción, información y transmisión.
d) La institución del depositario nace a fin de facilitar la solución de una serie de necesidades
propias de los tratados multilaterales.
El nacimiento del depósito de los Tratados va ligado al nacimiento de los Tratados multilaterales,
con el fin de facilitar y agilizar el desempeño de tales funciones, se fue imponiendo la práctica
consistente en designar un solo depositario para que custodie el ejemplar original del Tratado y
centralice la recepción de documentos de ratificación, adhesión, reservas, etc.
e) Obligación de las Partes de todos los Tratados es su transmisión a la Secretaría de
la O.N.U. y de ésta su registro y publicación.
Con el fin de terminar con la práctica de los tratados que se mantenían secretos por los gobiernos
que los habían concertado, el Pacto de la Sociedad de Naciones imponía a la Secretaría de ésta la
obligación de registrarlos y publicarlos. Planteamiento poco acertado, toda vez que la
Secretaría difícilmente podría tener conocimiento de tales tratados si los Estados partes en los
mismos se los ocultaban. Por tal motivo, la Carta de la ONU y el Convenio de Viena imponen tal
obligación a los Estados Partes en El Tratado.
La sanción por el incumplimiento de la citada obligación estipulaba que un Tratado <<no será
obligatorio>> hasta que fuera registrado. La Carta de la ONU estableció que la sanción consistiría
en que el tratado no publicado no sería invocado ante los órganos de la ONU.
Una vez que las Partes de un Tratado han cumplido su obligación de transmitirlo a la Secretaría
de la ONU, ésta tiene el deber de proceder a su registro y publicación.
LA SUBJETIVIDAD INTERNACIONAL
1) LA SUBJETIVIDAD INTERNACIONAL. INTRODUCCIÓN GENERAL.
a) Cuestiones generales sobre la subjetividad internacional.
Conviene no confundir la situación de sujeto de las relaciones internacionales que conlleva la
calidad de actor o protagonista de las relaciones en el plano sociológico, y la situación de sujeto
del Derecho Internacional que significa ser titular de derechos y obligaciones según las reglas
Lo que parece fuera de duda es la tendencia a excluir el recurso a acciones coercitivas (sobre todo
unilaterales) frente a hechos ilícitos de menor gravedad, así como a reconocer un cierto orden de
prioridades entre la petición de la reparación y la aplicación de la sanción.
En lo que respecta a los sujetos activos o pasivos del hecho internacionalmente ilícito, existe la
tendencia a ampliar su esfera (Estados, O.I. y otros entes), así como a dejar de concebir la relación
de responsabilidad como estrictamente bilateral.
En lo que respecta a la pauta para poder reputar de internacionalmente ilícito un hecho de un
sujeto internacional, "El hecho de un Estado sólo podrá calificarse de internacionalmente ilícito
según el Derecho Internacional, independientemente de la calificación que tenga, o no, el mismo
hecho como lícito por el Derecho interno.”
5. EL FACTOR TEMPORAL.
El factor temporal tiene relevancia en dos planos: el de la condición de la vigencia de la obligación
internacional respecto del estado, y el de la determinación del momento y la duración de la
violación de la obligación internacional en los distintos tipos de hechos ilícitos internacionales.
A) Condición de estar en vigor la obligación.
La regla básica es que la obligación esté vigente para el Estado en el tiempo en que éste realiza el
acto. Si la obligación ha dejado de estar a cargo del Estado antes de que éste realice un acto en
contradicción con ella, no cabe hablar de hecho internacionalmente ilícito.
Parece lógico, que en caso de que entre el momento en que se ha realizado el acto y el momento
en que viene a suscitarse una controversia en relación con dicho acto la obligación haya dejado
de existir, se declare la responsabilidad del estado autor en función de la coetaneidad del acto y
de la obligación, independientemente de que éste haya desaparecido a la hora de llevar el asunto
al órgano encargado de resolver la controversia.
En el supuesto de los actos estatales continuos; (aquellos que se prolongan en el tiempo
con carácter de permanencia) habrá violación de la obligación en lo que se refiere al período
durante el cual, hallándose la obligación en vigor respecto del Estado, se desarrolle el acto.
En el supuesto de los actos llamados compuestos; (integrados por una serie de acciones u
omisiones relativas a casos distintos), habrá violación de la obligación si el acto puede
considerarse constituido por las acciones u omisiones que hayan tenido lugar dentro del periodo
durante el cual la obligación se halle en vigor respecto del estado.
En el supuesto de los actos complejos; (que entrañan una idea de sucesión de
comportamientos de uno o varios órganos estatales en relación con un mismo caso), habrá
violación de la obligación si el acto en cuestión se inicia por una acción u omisión que haya tenido
lugar dentro del período durante el cual la obligación se halle en vigor respecto de ese Estado,
aunque tal acto se complete después de ese periodo.
B) Momento y duración de la violación de la obligación.
La importancia y consideración de éste dependerá del tipo de hecho al que nos enfrentamos:
hechos instantáneos, hechos que no son de tracto único (continuos complejos y compuestos).
En cuanto los hechos instantáneos; la violación de la obligación se produce en el
momento en que el hecho se produce, sin que su perpetración se extienda más allá de dicho
momento, aún si los efectos del hecho se prolongarán en el tiempo.
En lo que respecta a los hechos que no son de tracto único (continuos, compuestos y
complejos), es obvio que su mayor o menor prolongación en el tiempo suele suponer en el plano
cualitativo una mayor o menor gravedad del hecho en sí desde el punto de vista de la lesión del
derecho subjetivo, y, por tanto, es susceptible de repercutir en el grado de responsabilidad
internacional y en concreto en la extensión de la reparación.
La averiguación del momento y la duración de la violación puede ser esencial para determinar la
existencia de una jurisdicción internacional obligatoria.
El los artículos 14 y 15 del proyecto de artículos de la C.D.I. se establecen, en relación con los
hechos estatales que se prolongan en el tiempo las siguientes reglas:
En los hechos continuos, la violación de la obligación se extiende durante todo el período
en el cual ese acontecimiento continúa y sigue contrariando la obligación.
En los hechos que constituyen una violación de una obligación de prevenir un
acontecimiento determinado, la violación, que tiene lugar cuando se produce el acontecimiento,
se extiende durante todo el período en el cual ese acontecimiento continúa y se mantiene su falta
de conformidad con la obligación.
En los hechos integrados por una serie de acciones u omisiones definidas en su conjunto
como ilícitas, la violación de la obligación, que tiene lugar cuando se produce la acción u omisión
que, tomada con las demás acciones u omisiones, es suficiente para constituir el hecho ilícito, se
extiende durante todo el período que comienza con la primera de las acciones u omisiones de la
serie y se prolonga mientras esas acciones u omisiones se repiten y se mantiene su falta de
conformidad con la obligación.
3. LA REPARACIÓN.
La consecuencia jurídica característica del acto internacionalmente ilícito es la responsabilidad
internacional del sujeto a quien el acto es atribuible. Esta responsabilidad suele concretarse,
principalmente, en la reparación.
3.1. La reparación lato sensu y sus distintos aspectos.
La consecuencia normal del hecho internacionalmente ilícito es la responsabilidad internacional
de su autor. Esta consecuencia se conecta con el derecho subjetivo lesionado y hace entrar en
juego la noción del daño o perjuicio para uno o varios sujetos de Derecho. Este daño causado a
un sujeto de Derecho con la comisión del hecho ilícito es el que, en general, da lugar a la
obligación de reparar.
Esta obligación de reparar en sentido lato, cubre dos aspectos distintos en D.I.
El hecho internacionalmente ilícito causa un daño o perjuicio que es preciso reparar, pero puede,
además, estar en el origen de una situación ilícita que persiste o se prolonga en el tiempo, en cuyo
caso lo que está en juego es una vuelta a la legalidad.
En D.I. y bajo el título de reparación lato sensu se engloban tanto la compensación del perjuicio
(reparación stricto sensu: resarcimiento, satisfacción) como la cesación de la situación ilícita o
vuelta a la legalidad (tiene obligación de poner fin al hecho ilícito).
3.2. La reparación del perjuicio.
El Estado responsable está obligado no sólo a hacer cesar el hecho ilícito (y, si las circunstancias
lo exigen, a ofrecer garantías de no repetición), sino también a reparar íntegramente el perjuicio
causado por ese hecho, entendiendo que el perjuicio “comprende todo daño, tanto material como
moral, causado” por el mismo.
El daño que en la realidad hace de resorte de la responsabilidad internacional y de la obligación
de reparar, puede consistir o bien en una lesión directa de los derechos de otro Estado, o bien en
un perjuicio ocasionado a un particular extranjero.
Pero, desde el punto de vista jurídico internacional, sólo el daño sufrido por el Estado es relevante.
Ello sin perjuicio de cualquier derecho que la responsabilidad internacional de un Estado pueda
generar directamente en beneficio de una persona o de una entidad distinta de un Estado.
El daño del Estado consiste, pues, ya en la lesión inmediata de un derecho o interés
exclusivamente suyo, ya en un perjuicio causado a un nacional suyo cuya causa viene a asumir el
propio Estado, puede representar o no un perjuicio patrimonial, del mismo modo que en su caso
puede representarlo o no para el propio particular.
Si lo que está en juego es un perjuicio patrimonial irrogado a un nacional del Estado, el monto de
la reparación (que no dejaría de tener la naturaleza de una reparación de Estado a Estado) se
calculará de acuerdo con los daños sufridos por el particular.
Si se trata de un perjuicio de carácter no patrimonial (ofensa al pabellón del Estado, hecho de
autoridad realizado en territorio del Estado,…), surgirá un tipo de responsabilidad especial, que
podrá traducirse en la llamada “satisfacción”.
3.3. La obligación de reparar: sus modalidades.
La obligación de reparar que corre a carga del Estado responsable es una consecuencia directa de
la comisión de un hecho internacionalmente ilícito “y no depende, como tal, de una demanda o
protesta por cualquier Estado, aun si la forma que debe adoptar la reparación en las circunstancias
del caso puede depender de la respuesta del Estado o Estados lesionados”. La obligación de
reparar, al igual que la de hacer cesar el hecho ilícito, puede darse con respecto a otro Estado, a
varios Estados o a la comunidad internacional en su conjunto, según sean, la naturaleza y el
contenido de la obligación.
El Estado responsable no puede invocar las disposiciones de su Derecho interno o su propia
práctica institucional para no cumplir con su obligación de reparar.
La obligación de reparar alude a los diversos medios con que cuenta el Estado para liberarse de
la responsabilidad derivada del hecho internacionalmente ilícito, y que podrían resumirse en tres
modalidades;
1. La satisfacción,
2. La restitución,
3. La indemnización o resarcimiento.
Por lo que respecta a la satisfacción, es una forma particularmente adecuada para enjugar los
daños "morales" ocasionados al Estado (ofensa al honor o la dignidad), aunque puede concurrir
con otras formas de compensación en relación con violaciones de diversa especie.
En la noción de satisfacción se incluye la presentación de excusas, el castigo de los culpables, el
pago de una suma simbólica, e incluso la verificación, por una instancia imparcial internacional,
del carácter ilícito del hecho, etc…
La satisfacción puede darse a través de varias prestaciones a la vez (disculpas, castigo de los
funcionarios responsables,…).
En cuanto a la restitución, es en principio la forma más perfecta de reparación en la medida en
que apunta a restablecer el status quo ante, borrando todas las consecuencias del hecho ilícito.
En los casos en que no se pueda restituir, bien por imposibilidad material (asesinato de una
persona), bien por una imposibilidad jurídica (obstáculos constitucionales o legislativos) o bien
por otras diversas causas, en tales supuestos opera el mecanismo de la compensación o reparación
por equivalencia, situado ya fuera del ámbito estricto de la restitución.
La indemnización tiende a cubrir cuantitativamente, además de lo debido por equivalencia, el
resarcimiento de los "daños sufridos que no hayan sido reparados por la restitución”.
La reparación debe regirse por la regla de la proporcionalidad: que se ajuste en lo posible a la
entidad del daño, esto es que no sea inferior ni superior a este.
El Estado responsable quedará liberado de la obligación de restituir cuando ello suponga “una
carga totalmente desproporcionada con relación al beneficio que derivaría de la restitución en vez
de la indemnización”.
La reparación debe cubrir en lo posible todo el perjuicio causado y debe incluir en ellas la
indemnización del lucro cesante, el pago de intereses y resarcimiento de daños extrapatrimoniales.
No se han solido conceder, en cambio, reparaciones de tipo punitivo (penas pecuniarias,…), ni se
ha admitido el resarcimiento de daños directos (aquellos cuya conexión causal con el hecho
generador de la responsabilidad es remota o poco clara).
Una violación grave de una obligación contraída en virtud de una norma imperativa de Derecho
internacional general (crimen internacional), además de las consecuencias derivadas de todo
hecho internacionalmente ilícito, conlleva unas consecuencias particulares: el que el derecho de
un Estado de obtener una restitución o satisfacción no está sujeta a las limitaciones previstas para
los hechos ilícitos en general, el deber de no reconocer la legalidad de la situación creada, de no
prestar ayuda o asistencia para mantener esa situación y de cooperar con otros Estados en la
aplicación de medidas para eliminar las consecuencias del crimen.
Con el añadido de los crímenes contra el personal de las Naciones Unidas y el personal asociado.
Por otra parte, y ante las atrocidades cometidas en ciertos conflictos recientes, se ha llegado a
tomar en el seno de las N.U. la iniciativa de crear Tribunales Penales Internacionales ad hoc
encargados de juzgar conductas individuales que constituyan violaciones graves y flagrantes de
principios y reglas internacionales de carácter taxativo.
Así en 1993 se decide crear con carácter excepcional y no permanente, el Tribunal Internacional
para el enjuiciamiento de los presuntos responsables de violaciones graves del D.I. humanitario
cometidas en el territorio de la ex Yugoslavia.
Con posterioridad el C.S., en 1994, procedió a crear un segundo tribunal ad hoc, el Tribunal
Internacional para Ruanda. En el año 2000 se concluyó un acuerdo con Sierra Leona para la
creación del Tribunal Especial con el fin de enjuiciar la responsabilidad por las infracciones
graves de Derecho Internacional humanitario.
En el mismo sentido en el 2003, Camboya y las N.U. llegaron a un acuerdo para la creación de
un Tribunal Nacional con participación de magistrados y fiscales internacionales para enjuiciar a
los dirigentes jemeres rojos por las violaciones de los derechos humanos cometidas entre 1975 y
1979.
El Estatuto de la Corte Penal Internacional consagra el principio de la responsabilidad penal
individual por la comisión de crímenes de la competencia de la Corte, complementado con otros
principios como el de improcedencia del cargo oficial y el de responsabilidad de los jefes y otros
superiores.
Dejando aparte estos supuestos excepcionales de la creación de órganos y procedimientos
internacionales ante los cuales se puede hacer exigible la responsabilidad del individuo en el plano
del D.I., lo normal es que sea el Derecho interno, a través de órganos y procedimientos estatales,
el que se encargue de dilucidar las consecuencias de la comisión por el individuo de delitos
internacionales como los considerados en el presente epígrafe.
En el Derecho español, el Título 24 del Código Penal de 1995 incluye los delitos contra la
comunidad internacional, y un Capítulo sobre los delitos contra las personas y bienes protegidos
en caso de conflicto armado, novedad legislativa que consagra la tipificación interna de los actos
considerados en el plano internacional, convencional y consuetudinario, como infracciones graves
de las normas del Derecho Internacional humanitario.
En cuanto a la colaboración con la justicia internacional, hay que citar la L.O. 15/94, para la
cooperación con el T. I. para enjuiciar a los responsables de crímenes contra la humanidad de la
ex Yugoslavia y la L.O. 4/98 para la cooperación con el Tribunal Internacional para Ruanda.
2.3. El genocidio.
Según la Convención para la prevención y la sanción del delito de genocidio, aprobada por la a
A.G en 1948, se refiere a un tipo de hechos delictivos que, por atentar contra reglas jurídico-
humanitarias que tutelan intereses individuales y colectivos esenciales, constituyen la más grave
expresión de los crímenes contra la humanidad.
El genocidio, ya sea cometido en tiempo de paz o en tiempo de guerra es un "delito de D.I”.
Por genocidio se entiende cualquier acto de los mencionados a continuación con el propósito de
destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, y son:
1. Matanzas de miembros del grupo.
2. Producción de graves daños corporales o mentales a miembros del grupo.
3. Sumisión deliberada del grupo a condiciones de vida calculadas para producir su
destrucción física total o parcial.
4. Imposición de medidas encaminadas a evitar los nacimientos dentro del grupo.
5. Transferencia forzada de niños de un grupo a otro.
En cuanto a las categorías grupales amparadas por el precepto, se ha excluido a los grupos
políticos y culturales.
La Convención, apenas contiene previsiones relativas a la prevención del genocidio, y en cuanto
a la incriminación internacional, se limita a referirse vagamente a una posible "Corte Penal
Internacional que sea competente respecto de aquellas partes contratantes que hayan reconocido
su jurisdicción", lo que equivale a dejar la represión en manos de los tribunales nacionales.
En el Derecho español, el Código Penal de 1995 aporta en su artículo 607 una tipificación del
genocidio en general ajustada a la de la Convención de 1948.
2.4. El terrorismo internacional.
Cabe entender por delito de terrorismo, cualquier acto o amenaza de violencia cometidas por un
individuo o grupo contra personas, organizaciones, lugares, sistemas de transporte y
comunicación internacionalmente protegidos, con la intención de causar daño o muerte y el objeto
de forzar a un Estado a tomar determinadas medidas u otorgar determinadas concesiones.
Ha habido varios intentos de codificación en el ámbito universal y regional, y podemos señalar
como logros parciales la adopción de obligaciones convencionales en un doble ámbito;
En el ámbito regional, hay que señalar:
En todos estos convenios se prevé que los Estados incluyan el terrorismo como delito en sus
legislaciones, lo penen y se comprometan a juzgar a los autores o cómplices o a conceder la
extradición, y se establece una obligación de cooperar en un plano legislativo y jurisdiccional.
En este mismo sentido debe entenderse la acción que han emprendido varios órganos de las N.U.
tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.