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LAS FUENTES DEL DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO.

1. EL ARTÍCULO 38 DEL ESTATUTO DEL TRIBUNAL INTERNACIONAL DE


JUSTICIA.
a) Enumeración de las Fuentes del Derecho Internacional Público.
El artículo 38 del Estatuto del TIJ, al enumerar las fuentes, lo hace de la forma siguiente:
<<1. La Corte, cuya función es decidir conforme al derecho internacional las controversias que
le sean sometidas, deberá aplicar:
a) Las convenciones internacionales, sean generales o particulares, que establecen reglas
expresamente reconocidas por los Estados litigantes;
b) La costumbre internacional como prueba de una práctica generalmente aceptada como
derecho;
c) Los principios generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas;
d) Las decisiones judiciales y las doctrinas de los publicistas de mayor competencia de las
distintas naciones, como medio auxiliar para la determinación de las reglas de derecho, sin
perjuicio de lo dispuesto en el Art. 59.

2. La presente disposición no restringe la facultad de la Corte para decidir un litigio ex aequo et


bono1 si las partes ha así lo conviniere>>.
No obstante, hay que señalar que las fuentes en el sentido estricto de la palabra, sólo son las
conocidas por principales o primarias, y que la referencia a la jurisprudencia y a la doctrina
científica no está hecha en el sentido de que ellas sean capaces de crear, modificar o extinguir una
norma jurídica, sino, simplemente, la de cumplir una misión auxiliar de ayudar al Juez y al
interprete a determinar el exacto contenido de las normas jurídicas, principalmente la costumbre
y los principios generales del Derecho, o bien a interpretar estos últimos y los Tratados
internacionales.
b) Primacía y derogación entre las fuentes.
Una última interrogante principal plantea el art. 38 del Estatuto del Tribunal Internacional de
Justicia es sí el orden de numeración supone o no una jerarquía entre las fuentes. La doctrina es
prácticamente unánime al considerar que las distintas fuentes tienen entre sí el mismo rango
normativo y valor derogatorio. Es decir, la costumbre no prevalece sobre el tratado y a la inversa;
cosa que no ocurre en los ordenamientos internos.
Por tanto, en caso de conflicto entre fuentes, los criterios de primacía y derogación son los
generales. En primer lugar, una norma posterior de contenido contrario deroga a una anterior de
idéntico rango, excepción hecha de las normas de ius cogen que prevalecen sobre cualesquiera
otras.
En segundo lugar, una norma especial o particular prima, sin derogarla, sobre una norma general.
Así pues, los Tratados, que contienen normalmente reglas particulares, priman por esa razón sobre
las costumbres generales. Lo mismo ocurre con las costumbres particulares, sean regionales o
locales, prevalecerán siempre sobre las costumbres generales.
Por último, la igualdad de rango es acorde con la práctica judicial, con la propia estructura
descentralizada del D.I., si se la compara con los ordenamientos internos, y con su evidente falta
de formalismo en la creación y aplicación de las normas.

2. LOS PRINCIPIOS GENERALES DEL DERECHO.


Una de las fuentes del D.I. que enumera el art. 38 del Estatuto del T.I.J. son los principios
generales del derecho. Y aunque sean objeto de discusión en cuanto a su contenido y delimitación,

1 Ex aequo et bono: Según lo equitativo y lo bueno. Se dice del arreglo de una disputa basado
en la equidad.
hoy no cabe duda de que se trata de una fuente del D.I. máxime después de su reconocimiento
por el propio Estatuto del
T.I.J.
a) Los orígenes de los principios generales del derecho y su inclusión en estatuto del Tribunal
Internacional de Justicia (T.I.J.)
La acogida de los principios generales del derecho entre las fuentes del Derecho Internacional se
mantuvo de forma tajante por el Comité de los Diez, que elaboró el texto del Estatuto. Con
anterioridad a la redacción de éste, los principios generales habían sido objeto de especial mención
en varios compromisos arbitrales, en algunos tratados y en sentencias de tribunales arbitrales.
El Comité de los Diez tuvo en cuenta los precedentes anteriores y acogió los principios generales
mediante una fórmula que representa el compromiso entre dos tendencias que existían en el seno
del comité.
La fórmula que se aceptó era la de que el Tribunal aplicaría <<los principios generales del derecho
reconocidos por las naciones civilizadas>>.
Así pues, los principios generales a los que se pretendía hacer especial referencia en el art. 38.1.c)
del Estatuto eran los que podemos denominara “principios generales del Derecho”, es decir,
principios que están presentes en todos los ordenamientos jurídicos y, lógicamente, también en el
Derecho internacional. La referencia hecha a las “Naciones civilizadas” no debe ser entendida
como una discriminación entre los Estados (civilizados y no civilizados). Lo que pretendió el
Comité de redacción fue expresar “la idea de que estos principios deben tener una base objetiva
en la conciencia jurídica concordante de los pueblos…”
No obstante la jurisprudencia va a utilizar el art. 38.1c) del Estatuto para referirse no sólo a esos
“principios generales del Derecho”, sino también para referirse a los “principios generales del
Derecho Internacional” que son principios propios de este ordenamiento jurídico.

b) La utilización de los principios generales del Derecho por la jurisprudencia


internacional.
En la realidad, los principios generales han representado un papel menor en la jurisprudencia la
internacional, salvo en los aspectos procesales. Para una mayor claridad expositiva distinguiremos
varias jurisdicciones internacionales:
1. En la jurisprudencia arbitral encontramos menciones expresas a Principios Generales del
derecho: principios de indemnización por actos ilícitos y el que condena el enriquecimiento
injusto, los principios de justicia, equidad y buena conciencia, etc.

2. El Tribunal Permanente de Justicia Internacional y el Tribunal Internacional de Justicia


se han referido en varias ocasiones a los principios Generales del derecho, aunque no lo han hecho
ni con mucha frecuencia ni basando en ellos sus decisiones. Los principios también han sido
invocados por varios jueces en sus votos particulares.

3. En el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas se está haciendo una gran


aplicación de los Principios Generales del Derecho. Todos los principios que aplica no coinciden
con los que entiende por tales el art. 38 del Estatuto pues aplica también principios
específicamente aceptados por los Tratados creadores de la CECA, CEE y EURATOM.

c) La concreción de los Principios Generales en el Derecho Internacional.


Los Principios Generales del Derecho aplicables en el ordenamiento internacional tienen dos
procedencias.
En primer término aquellos que han sido recogidos de los ordenamientos internos, es decir, los
principios considerados como tales in foro doméstico:
1 Prohibición de abuso de derecho;
2 Responsabilidad internacional nacida de actos ilícitos y la restitución de lo adquirido por
medio de un enriquecimiento injusto;
3 La excepción de prescripción liberatoria;
4 La obligación de reparar los daños debe abarcar no sólo el daño efectivamente sufrido
(daño emergente) sino también las ganancias dejadas de obtener (lucro cesante).

Sólo mediante la constatación seria de la acogida en concreto de cada uno de esos principios en
el ordenamiento internacional a través de las vías consuetudinaria y convencional cabe utilizarlos
sin temor a equívocos.
Junto a ellos existen otros propiamente internacionales tales como:
 La primacía del tratado internacional sobre la ley interna,
 El principio de la continuidad del Estado,
 El principio de que en materia de responsabilidad internacional la indemnización debe
ser apreciada en función de la realización efectiva del daño,
 La regla del agotamiento previo a los recursos internos antes de acudir a la vía
internacional.
 Algunos otros relativos a la conducta en la guerra marítima.

Estos principios tienen un origen diverso, “pero son esencialmente el producto de la acción
conjugada del juez internacional y de la diplomacia normativa de los Estados. Un carácter común
de estos principios es su alto nivel de abstracción y su extrema generalidad, cuyo efecto es
condensar frecuentemente la regla jurídica en una fórmula sencilla”.
No se trata de una fuente subsidiaria en relación con la costumbre o los tratados, sino de una
fuente autónoma, con independencia de que su contenido se vea también normalmente reflejado
en normas consuetudinarias o convencionales.
Esta autonomía y diferencia ha sido constatada por la jurisprudencia internacional. En el asunto
relativo a las Reservas a la Convención para la prevención y la represión del crimen de genocidio,
el T.I.J. señaló que “los principios que están en la base de la Convención son principios
reconocidos por las Naciones civilizadas como que obligan a los Estados al margen de toda
relación convencional” .
Un núcleo reducido de esos principios está anclado en la convicción jurídica de los Estados con
tal fuerza que la Comunidad Internacional en su conjunto los considera principios básicos o
fundamentales del ordenamiento jurídico tal y como ha reconocido también la jurisprudencia
internacional.

d) La obligatoriedad de los principios generales en el ordenamiento internacional.


Que los principios generales del derecho forman hoy parte del ordenamiento internacional no
ofrece, por tanto, duda. Son parte del D.I. positivo y más desde su inclusión en el art. 38 del
Estatuto del T.I.J.
Autores tan alejados en el fundamento del D.I. como los profesores Guggenheim y Miaja
coincidían en la cuestión. Para Guggenheim la validez puede estar “tanto en el Derecho
consuetudinario como en el Derecho convencional”, según los casos. Para Miaja, “cuando se trata
de principios ya presentes, esto es, positivazos por el orden jurídico internacional, la necesidad de
su observancia suele ir acompañada de una repetición de actos de los Estados; de ahí que la
costumbre jurídica sea la forma más frecuente de positivación de los principios de que se trata”.
En efecto, los principios generales previstos en los Convenios de Arbitraje y Arreglo Judicial
encuentran en éstos la razón de validez para los casos concretos de aplicación de los referidos
Convenios.
Por otro lado, la repetición de los principios en diversos acuerdos, junto con la opinio iuris a ello
inherente, forman la base consuetudinaria de positivación de los mismos. Otro proceso de
positivación por vía consuetudinaria se actúa para los “principios generales in foro domestico”
por la convicción jurídica ya formulada y la repetición de actos realizados en los ordenamientos
internos. En este último caso la opinio iuris prácticamente está formada antes de su aparición en
el plano internacional, y en cuanto a la repetición de actos no pueden dejar de tener cierta
influencia los realizados ya dentro de los ordenamientos internos.

3. LA JURISPRUDENCIA INTERNACIONAL.
Su misión no es la de crear Derecho, sino la de ser un medio <<para determinar las reglas de
Derecho>>, pues <<en definitiva, la misión del Tribunal es la de decir cuál es el Derecho
aplicable, no la de crearlo>>.
La jurisprudencia internacional no podemos definirla como una fuente formal de nuestro Derecho
en sentido estricto, pese a muy autorizadas opiniones en contrario. No obstante, no podemos
desconocer que en la práctica el valor del precedente jurisprudencial es tan grande después del
florecimiento de los tribunales internacionales que bien se puede afirmar que ello <<ha
contribuido a la formación, también en el campo del Derecho internacional, de una jurisprudencia
fundada en la rerum perpetuo similiter iudicatarum auctoritas2>>.
La función de la jurisprudencia es doble: como elemento de interpretación y como medio de
prueba.
Como medio de interpretación, hemos visto las continuas referencias que los tribunales
internacionales hacen de decisiones anteriores como elemento de interpretación del Derecho.
Como medio de prueba de la existencia de las normas de Derecho Internacional la jurisprudencia
está llamada a cumplir una misión capital: <<es cierto que la jurisprudencia de los tribunales
internacionales constituye un simple medio auxiliar de las fuentes del Derecho Internacional; pero
lo mismo que ocurre en los órdenes jurídicos estatales sirve para proclamar principios
fundamentales de este orden jurídico, y aun para extender a otros supuestos las soluciones que
han sido ofrecidas por reglas convencionales o consuetudinarias>> (Miaja).
Es precisamente a este segundo sentido de medio de prueba al que se refiere de manera directa el
art. 38 del se Estatuto, al atribuir a la jurisprudencia la característica de <<medio auxiliar para la
determinación de las reglas de derecho>>.
No obstante, hay que destacar la distinción entre sentencias y dictámenes del Tribunal, cuyo valor
vinculante es bien distinto aunque el Tribunal haya venido haciendo un uso indistinto como
precedentes de sus sentencias y dictámenes.
Otra cuestión es la obligatoriedad de las sentencias pronunciadas por los tribunales
internacionales, pues la existencia de un precedente jurisprudencial no excluye la prueba en
contrario que se pueda presentar contra el mismo. Existe en el propio Estatuto (art. 59) una
disposición que nos dice sobre la decisión del Tribunal que <<no es obligatoria sino para las partes
en litigio y respecto del caso que ha sido decidido>>.
En puridad de principios la cuestión no admite discusión, pero en la práctica las consecuencias
para los casos futuros que puedan plantearse son bien distintas. Hemos comentado el respeto que
el propio Tribunal siente por su jurisprudencia anterior, y este hecho tiene necesariamente que
proyectar su influencia sobre los demás Estados, distintos a las partes en litigio, que deseen llevar
en el futuro sus litigios ante el Tribunal, engendrando entre ellos el convencimiento de que los
precedentes jurisprudenciales serán tenidos en cuenta.
Hoy en día actúan o pueden actuar diversos Tribunales que vamos a enumerar:

1º. El Tribunal Permanente de Arbitraje cuya sede esta en La Haya y facilita a los Estado una lista
árbitros, para que éstos puedan formar los tribunales arbitrales que crean necesarios.

2 <<rerum perpetuo similiter iudicatarum auctoritas>>: la autoridad de las cosas juzgadas


siempre del mismo modo.
2º. El Tribunal Internacional de Justicia con sede en La Haya; órgano judicial principal de las NU
y dotado de competencia contenciosa y consultiva.
3º. Tribunal Internacional del Derecho del Mar con sede en Hamburgo.
4º. El Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, con sede en Luxemburgo, competente
para conocer los asuntos relacionados con el Derecho comunitario.
5º. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo.
6º. Las Comisiones Mixtas de los Tratados de Paz de la Segunda Guerra Mundial.
7º. Los Tribunales administrativos siguientes:
 El de las NU con sede en Nueva York.
 El Tribunal Administrativo de la O.I.T. con sede en Ginebra y con competencia para
resolver los litigios de los funcionarios de los organismos internacionales.
8º. Los Tribunales Penales Internacionales para la ex Yugoslavia y para Ruanda. Creados por
sendas Resoluciones del Consejo de Seguridad en 1993 y 1994, respectivamente. Se trata de
tribunales ad hoc cuya creación se justifica por la especial gravedad de las situaciones sobre las
que proyectan su jurisdicción, calificadas como situaciones que ponen en peligro la paz y la
seguridad internacionales.
9º. La Corte Penal Internacional, creada por el Estatuto adoptado en Roma el 17 de Julio de 1998
y que entró en vigor el 1 de Julio de 2002.
10º. No se agotan con estos Tribunales todos los de carácter internacional, ya que existen otros,
entre los que cabe señalar el Consejo de la Organización de Aviación Civil Internacional, el
Tribunal de Navegación del Rin y una Comisión Central de Apelación en Estrasburgo. Con ello
queremos decir que la justicia internacional cada día cuenta con mayor número de órganos que la
ejerzan con carácter de continuidad. A ella hay que sumar las numerosas sentencias arbitrales,
pronunciadas por tribunales arbitrales.
De todos los tribunales anteriores tienen una gran importancia y un peso excepcional del Tribunal
Internacional de Justicia (T.I.J.), con sede en La Haya y su antecesor del Tribunal Permanente de
Justicia Internacional (T.P.J.I.), que se disolvió como consecuencia de la Resolución de 18 de
Julio de 1946 de la Sociedad de Naciones (S.N.).

TEMA 3. LA COSTUMBRE INTERNACIONAL Y LOS ACTOS UNILATERALES.


1. LA COSTUMBRE INTERNACIONAL.
1.1. Concepto e importancia.
Entendemos por costumbre internacional la expresión de <<una práctica seguida por los sujetos
internacionales y generalmente aceptada por éstos como derecho>> según se deduce del art. 38,
b) del Estatuto del Tribunal Internacional de Justicia. De lo que se desprende que está formada
por dos elementos:
 De un lado el material de repetición de actos o prácticas constante y uniforme de los
sujetos y,
 De otro el llamado elemento espiritual, u opinio iuris sive necessitatis, es decir, la
convicción por parte de los sujetos de Derecho Internacional de que se trata de una
práctica que obliga jurídicamente.

La costumbre no debe confundirse con la cortesía internacional. La cortesía ha tenido y tiene


cierta importancia en el ámbito de las relaciones internacionales. Los usos sociales internacionales
pueden llegar a transformarse en normas jurídicas cuando al elemento material de repetición de
actos se une la opinio iuris, o convencimiento de que ellos obligan jurídicamente. El mecanismo
seguido no es otra cosa que la transformación de usos sociales en costumbres jurídicas. Lo
verdaderamente importante es diferenciar ambos fenómenos; mientras que la violación de las
normas de cortesía no engendra responsabilidad internacional, la infracción de una norma
jurídica, por el contrario, si da origen a la misma.
Se puede afirmar que prácticamente todo el Derecho Internacional general que rige en la Sociedad
Internacional está formado por normas consuetudinarios y principios generales del derecho. El
Derecho Internacional convencional no ha tenido hasta ahora carácter universal, no existe ningún
tratado internacional que haya sido aceptado por la gran mayoría de Estados de la Sociedad
Internacional.
La costumbre sigue manteniendo su importancia porque la codificación es lenta e incompleta y,
además, el proceso consuetudinario se sigue adaptando muy bien al ritmo cambiante de la
formación del Derecho Internacional en la Sociedad Internacional contemporánea y a la
participación en dicha formación de todos los Estados interesados, sin distinción de grandes y
pequeñas potencias.

1.2. ¿Quiénes participan en la formación de la costumbre?


En principio son los propios sujetos de la Sociedad Internacional. Ello supone una de las
singularidades del Derecho Internacional comparado con el Derecho interno, son los propios
destinatarios de las normas los que las crean, modifican o extinguen.
Los Estados continúan siendo los principales creadores de la costumbre, sobre todo en sus
relaciones mutuas, pero también a través de su práctica en el seno de las Organizaciones
internacionales.
Un problema diferente es el de saber si las Organizaciones Internacionales pueden, como tales,
engendrar una costumbre. Las Organizaciones Internacionales en su conjunto están dando vida a
nuevas costumbres internacionales.

1.3. El elemento material.


El elemento material, consistente en la repetición de actos, se puede manifestar de forma muy
diversa, bien por la actuación positiva de los órganos de varios Estados en un determinado sentido,
por leyes o sentencias internas de contenido coincidente, por la repetición de usos, por
instrucciones coincidentes de los Gobiernos a sus agentes y funcionarios, pro determinadas
prácticas en el seno de las Organizaciones Internacionales, etc...
Un problema particular es el relativo a si en la formación de la costumbre caben las omisiones o
costumbres negativas. La doctrina se muestra en su mayoría favorable.
En cualquier caso, es imprescindible para la formación de una costumbre que la práctica sea
uniforme.
Respecto al tiempo necesario para que la práctica pueda ser considerada como constitutiva del
elemento material, era hasta hace poco una cuestión controvertida. En el Derecho Internacional
clásico siempre se subrayó la importancia de la antigüedad de la práctica como un factor muy a
tener en cuenta en el momento de la prueba de la existencia de la costumbre; en el Derecho
Internacional contemporáneo, por el contrario, se ha afirmado la viabilidad de la <<costumbre
instantánea>>. El Tribunal Internacional de Justicia no ha adoptado ninguna de estas posturas
extremas.

1.4. La opinio iuris sive necessitatis.


El elemento espiritual no es otra cosa que la convicción de que los sujetos internacionales se
encuentran ante una norma obligatoria jurídicamente. La necesidad de este elemento hoy ofrece
pocas dudas, dado lo inequívoco de la jurisprudencia al respecto y de las rectificaciones
clamorosas de la doctrina.
La forma de manifestarse la opinio iuris, importante para la prueba de la misma, puede ser muy
diversa; pero siempre se manifiesta a través de la práctica de los Estados y otros sujetos, bien en
las notas diplomáticas dirigidas a otros Estados, en una Conferencia diplomática por medio de sus
delegados o al adoptar una resolución en el seno de una Organización internacional, entre otras
posibilidades.
Es importante el papel desempeñado por las Resoluciones de la Asamblea General de la ONU en
la formación de la opinio iuris.

1.5. Las clases de costumbre y su obligatoriedad.


En la costumbre cabe distinguir, por su amplitud territorial, dos grandes grupos: costumbres
generales o universales y costumbres particulares. Dentro de estas últimas cabe diferenciar las
regionales y las locales o bilaterales.
Las costumbres generales tienen ámbito universal y obligan en principio a todos los Estados,
salvo que se hayan opuesto a la misma en su período de formación de manera inequívoca y
expresa (regla de la objeción persistente). El litigante que se oponga a que le sea aplicada una
costumbre general habrá de probar que la ha rechazado en el periodo de formación, recayendo
sobre él la carga de la prueba (onus probandi).
Un problema particular es el relativo a si las costumbre son obligatorias para los Estados que no
han participado en su formación ni se han opuesto por que en dicho momento no había accedido
a la independencia y, consiguientemente, no podían hacerlo. Frente a la tesis de la obligatoriedad
general estaba la de los países de reciente independencia que admitían el Derecho Internacional
general salvo aquellas normas que perjudicaban sus intereses.
Las costumbres regionales son aquellas que han nacido entre un grupo de Estados con
características propias. En caso de litigio internacional, habrán de probarse por la parte que las
alega.
Las costumbres de carácter local, tienen un ámbito de aplicación más reducido y pueden llegar
a afectar solamente a dos Estados (costumbre bilateral).

2. LA CODIFICACIÓN DEL DERECHO INTERNACIONAL.


2.1. La Comisión de Derecho Internacional (C.D.I.)
La Comisión de Derecho Internacional es un órgano técnico codificador, que bajo la autoridad y
el control de la Asamblea General de la ONU y en particular de su Sexta Comisión (Asuntos
Jurídicos), se dedica a la labor de codificación y desarrollo progresivo del Derecho Internacional.
La creo la propia Asamblea General y en el art. 1º de su Estatuto fija como función y objetivo
<<impulsar el desarrollo progresivo del Derecho Internacional y su codificación>>.
Procedimiento. La Asamblea General recomienda el estudio de un tema a la Comisión de Derecho
Internacional, que designa a uno de sus miembros como ponente, establece un plan de trabajo
remite cuestionarios a los gobiernos para obtener información sobre la práctica estatal en la
materia. El ponente prepara una serie de informes y anteproyectos de artículos para que se debatan
en el seno de la Comisión de Derecho Internacional y si el procedimiento avanza
satisfactoriamente se invita de nuevo a los gobiernos para que presenten observaciones a los
proyectos provisionales. El ponente revisa los textos acordados presentando proyectos más
perfilados para debate, revisión y aprobación definitiva por la Comisión de Derecho Internacional.
La labor culmina mediante el envío y sometimiento a la Asamblea General de un proyecto único
articulado. Adoptada la convención, los Estados aún deberán manifestar su consentimiento en
obligarse por ella antes de que entre en vigor. De esta forma se ha logrado codificar
principalmente, entre otras materias, el Derecho diplomático y consular, el Derecho de los
tratados y el Derecho del mar.
Tras la adopción por la C.D.I., en 2001, del proyecto de artículos sobre la responsabilidad del
Estado por hechos internacionalmente ilícitos, la A.G. deberá decidir si sigue o no la
recomendación de la C.D.I. de tomar nota de dicho proyecto en una Resolución que lo incluya
como anexo, en una primera etapa, para en una segunda etapa considerar la posibilidad de
convocar una conferencia codificadora.

2.2. Nuevos procedimientos y crisis del proceso codificador.


La decisión histórica de la Asamblea General de poner en manos de un órgano intergubernamental
o político la preparación de la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho de
Mar constituyó, sin duda, el origen de la crisis del método codificador tradicional.
En cuanto a la desnaturalización del procedimiento tradicional debe advertirse que ha aumentado
excesivamente el número de miembros de la Comisión de Derecho Internacional (C.D.I.), 34
desde 1981, lo que dificulta e impide el debate, la presentación de textos alternativos y el
intercambio de ideas que distinguieron habitualmente a sus trabajos. La ampliación del número
de miembros ha contribuido a la instauración de la práctica del consenso en la C.D.I., práctica
que retrasa y casi paraliza los debates y además los esteriliza sustantivamente con la búsqueda de
textos que no generen ninguna oposición importante. La C.D.I. ha recurrido paralelamente a la
diplomacia oficiosa, el papel de su Presidente y del Comité de Redacción se han hecho
preponderantes, y se ha trabajado con proyectos cuyo arcano origen sólo conoce el Presidente de
la C.D.I.
Por otra parte, se han introducido en el programa de trabajo de la Comisión de Derecho
Internacional materias de marcado tono político y difícil solución codificadora.
Los nuevos procedimientos de codificación, se desarrollan en general mediante una primera fase
en el marco de una comisión de la Asamblea General compuesta siempre por representantes
gubernamentales, y una segunda fase que llega hasta la adopción definitiva de la Convención en
la misma Asamblea General. Una fase intermedia, pero a veces única, la constituye la adopción
de Resoluciones de la Asamblea General que contienen declaraciones de principios que
posteriormente, aunque no siempre, se incluyen y precisan en una Convención.
La Comisión de Derecho Internacional es consciente que debe hacer frente ineludiblemente a dos
grandes retos, el primero es el riesgo de fragmentación del Derecho Internacional a causa de la
tendencia a regionalizar e incluso bilateral izar un número cada vez mayor de materias. El segundo
reto es la imperiosa introducción de cambios en sus métodos de trabajo que agilicen y hagan más
eficiente el proceso codificador.

3. LA INTERACCIÓN NORMATIVA ENTRE COSTUMBRE Y TRATADO Y


ENTRE COSTUMBRE Y RESOLUCIONES DE LA ASAMBLEA GENERAL.
3.1. Introducción.
El fenómeno de la codificación y el desarrollo progresivo del Derecho Internacional ha producido
ciertos defectos en la formación del Derecho Internacional consuetudinario, bajo formas o
modalidades como el efecto declarativo, el defecto cristalizado y efecto constitutivo o generador.
De acuerdo con la jurisprudencia del Tribunal Internacional de Justicia, la doctrina ha recogido y
sistematizado esos tres supuestos relevantes de interacción entre costumbre y tratado, a saber:
 Efecto declarativo. Una costumbre preexistente es declarada o enunciada en un tratado;
 Efecto cristalizador. Una costumbre en formación cristaliza en norma consuetudinaria
mediante la adopción de un tratado.
 Efecto constitutivo o generador. Formación de una costumbre a partir de una
disposición de un tratado gracias a una práctica posterior constante y uniforme de los
Estados conforme con dicha disposición.

La aplicación e interpretación del Derecho Internacional consuetudinario y el Derecho


Internacional convencional se rigen por reglas diferentes porque se trata de fuentes o vías
normativas de distinta naturaleza, sin que la posible coincidencia de los contenidos de conducta
establecidos en algunas de sus normas modifique en nada este hecho. Así, por ejemplo, ya
sabemos que un Estado puede oponerse a que se le aplique una norma consuetudinaria a la que se
haya opuesto de forma inequívoca y persistente desde su origen (regla de la objeción persistente),
regla que vendía a equivaler mutatis mutandis a que un <<tratado no crea obligaciones ni derechos
para un tercer Estado sin su consentimiento>>.
Ahora bien, el Derecho Internacional consuetudinario desconoce la institución de las reservas, tan
propia del Derecho Internacional convencional, por la que se permite a un Estado parte en un
tratado excluir la aplicación de ciertas obligaciones del tratado o restringir su alcance en sus
relaciones mutuas con el resto de Estados parte, institución que no tiene parangón en el Derecho
Internacional consuetudinario que no admite estos matices formales. Ello puede conducir, por
tanto, a que una determinada obligación internacional que no sea de aplicación a un Estado en
tanto que, contenida en una norma convencional, porque haya hecho expresa reserva de ella,
pueda serle de aplicación en tanto que, contenida en una norma consuetudinaria general siempre,
naturalmente, que no se haya opuesto de manera inequívoca y persistente a ella.

3.2. Efecto declarativo.


La integración declarativa se refiere al supuesto de una costumbre ya existente que es recogida y
declarada en un convenio codificador de ámbito multilateral con el efecto general de precisarla y
sistematizarla por escrito, además de servir como prueba suficiente de la presencia del elemento
espiritual (opinio iuris) imprescindible para determinar la existencia de dicha costumbre. El
elemento clave de este efecto lo constituye la adopción y posterior entrada en vigor del tratado:
desde ese momento un determinado contenido de conducta rige simultánea y paralelamente en el
plano consuetudinario (para los Estados que han seguido cierta práctica concordante con ese
contenido de conducta) y en el convencional (para los Estados parte en el tratado que declara la
norma consuetudinaria).
En algunos casos no es necesario que el tratado entre en vigor para que produzca este efecto
declarativo, pudiendo valer como prueba de existencia de una costumbre el simple acuerdo
general oficioso mantenido durante cierto tiempo y sobre un determinado contenido de conducta
en el seno de una conferencia codificadora de ámbito universal, siempre que la práctica coetánea
haya sido respetuosa con dicho acuerdo.

3.3. Efecto cristalizador


Este efecto se distingue por la existencia de una norma consuetudinaria en vías de formación que
logra cristalizar formalmente en virtud de un acto suficientemente relevante, ya sea la adopción
de un tratado multilateral que recoja el mismo contenido de conducta objeto de la práctica
consuetudinaria anterior al tratado, ya incluso cualquier otra prueba o manifestación de su
aceptación general por los Estados participantes en un proceso codificador aunque dicha
aceptación no tenga rango normativo, siempre que la práctica anterior sea tan constante y
uniforme como para facilitar la cristalización de un consensus sobre su concreto contenido
normativo.
La norma así cristalizada obliga en el plano consuetudinario a todos los Estados que no se hayan
opuesto expresamente a la misma, y en el plano convencional a todos los Estados parte en el
tratado o participantes en el proceso codificador.

3.4. Efecto constitutivo o generador


Este efecto se caracteriza porque ciertas disposiciones de un tratado se convierten en modelo de
la conducta subsiguiente de los Estados en el plano consuetudinario, dando lugar a una norma de
Derecho Internacional consuetudinario si la práctica posterior es suficientemente constante y
uniforme.
De acuerdo con la jurisprudencia del Tribunal Internacional de Justicia, es preciso que se cumplan
ciertos requisitos: la regla convencional que origina el proceso debe tener carácter normativo,
debe ser una regla general válida para un número indeterminado de situaciones de hecho idénticas
o análogas, o al menos de poseer la capacidad necesaria para constituirse en una norma general
porque su contenido de conducta así lo permita; y la práctica posterior debe ser general, uniforme
y constante en el mismo sentido de la disposición convencional invocada.
3.5. La interacción entre costumbre y resoluciones de la Asamblea General.
La mayor parte de las resoluciones de las Organizaciones Internacionales no crean normas
jurídicas obligatorias para los Estados miembros y, por tanto, no constituyen fuentes del Derecho
Internacional. Sin embargo, pueden encontrarse los tres efectos escritos en algunas resoluciones
de la Asamblea General que adoptan la forma solemne de declaraciones o enuncian principios
jurídicos de alcance general.
Un amplio sector de la doctrina sostiene que una resolución bajo la forma de declaración de la
Asamblea General puede declarar o confirmar normas consuetudinarias ya vigentes,
contribuyendo tanto a precisar y sistematizar el elemento material de la costumbre como a probar
la opinio iuris generalis que la sustenta. En otras ocasiones, una resolución bajo la forma de
declaración, que desarrolla y precisa alguno de los principios de la Carta o que contiene nuevos
principios de Derecho Internacional, permite cristalizar una norma consuetudinaria en vías de
formación, gracias por ejemplo a su adopción unánime por la Asamblea General, o bien puede
ser el origen de una futura norma consuetudinaria si la práctica posterior de los Estados confirma
su valor jurídico.
En resumen, las resoluciones de la Asamblea General, desprovistas en principio de
obligatoriedad, pueden servir de cauce o instrumento para creación de normas de Derecho
Internacional; ello reitera la ausencia de formalismo que caracteriza la elaboración del Derecho
Internacional, sometida en esencia a los dictados de la práctica y de la manifestación concreta del
consensus generalis o acuerdo general de los Estados, con independencia de la forma que dicho
consensus adopte.

4. LOS ACTOS UNILATERALES INTERNACIONALES.


4.1. Concepto y elementos del acto unilateral.
Conceptualmente entendemos por acto jurídico unilateral una manifestación de voluntad de un
solo sujeto del Derecho Internacional, cuya validez no depende prima facie3 de otros actos
jurídicos y que tiende a producir efectos (creación, modificación, extinción o conservación de
derechos y obligaciones) para el sujeto que la emite y para terceros en determinadas
circunstancias.
Elementos del acto unilateral:
1º. El acto unilateral requiere en primer término una manifestación de voluntad, y que ésta sea
tomada en consideración en sí y por sí misma, y no como el elemento constitutivo de un acuerdo.
2º. La manifestación de voluntad ha de ser hecha por un solo sujeto internacional. Es
precisamente este hecho una de las características esenciales de la unilateralidad del acto jurídico.
3º. La validez de un acto unilateral no depende prima facie de otros actos jurídicos en el estado
actual de desarrollo del Derecho Internacional.
4º. Los actos unilaterales tienden finalmente a producir efectos jurídicos obligatorios y exigibles
para el sujeto autor de la declaración de voluntad, y no para terceros, salvo que a éstos se les
haga depender de una condición y mientras ésta no se cumpla.
4.2. Efectos del acto unilateral.
En términos generales, el Estado queda vinculado por sus propias declaraciones, lo que significa
que el contenido de un acto unilateral es oponible al autor del mismo en virtud del principio de la
buena fe, declarado por la Resolución 2625 de la Asamblea General como uno de los principios
constitucionales del ordenamiento internacional de nuestros días.
La oponibilidad de los actos unilaterales, e incluso de comportamientos que no constituyen
declaraciones de voluntad, a su autor se ha explicado a veces como una consecuencia de la
recepción por el Derecho Internacional de la institución conocida en el Derecho inglés como
Estoppel by representation, cuya fórmula clásica es la siguiente: <<cuando una persona, con

3 prima facie. A primera vista.


sus palabras o con su conducta, produce voluntariamente a otra la creencia de la existencia de un
determinado estado de cosas y la induce a actuar de manera que se altere su previa posición
jurídica, el primero no puede alegar frente al segundo que en realidad existía un estado de cosas
diferente>>.
Ahora bien, no parece que la institución del Estoppel, ni siquiera en su concepción más extensiva,
puede explicar la totalidad de los efectos de los actos unilaterales y del comportamiento de los
Estados, ya que tales efectos no siempre se agotan en el ámbito procesal de la inadmisibilidad de
pruebas o reclamaciones, sino que también pueden ser efectos sustantivos, es decir, de creación,
modificación o extinción de obligaciones y derechos. En cambio, sí puede explicar y fundamentar
todos esos efectos el principio de la buena fe.
4.3. Oponibilidad de los actos unilaterales frente a terceros Estados.
La otra cara del problema se refiere a si los actos unilaterales producen efectos respecto a terceros
Estados o no. La contestación debe ser principio negativa, ya que por definición los actos
unilaterales sólo atribuyen derechos a terceros pero no obligaciones.
De la anterior afirmación no debe deducirse que un acto unilateral no esté en el origen de
determinadas situaciones internacionales oponibles frente a terceros estados, pero la oponibilidad
deriva no del acto originario en sí, sino de otro posterior del tercer Estado en el que manifieste su
consentimiento expresa o tácitamente, o bien de una norma internacional que le atribuya valor
obligatorio. Los actos jurídicos unilaterales pueden ser una fuente de Derecho Internacional
cuando dan origen a una práctica consuetudinaria que termina cristalizando en una norma de
Derecho Internacional.
Si profundizamos en la perspectiva del acto unilateral como fuente de creación de normas
internacionales, se nos presenta el problema de cómo interpretar la prestación del consentimiento,
en el supuesto del consentimiento tácito.
El consentimiento tácito que presenta mayores problemas es aquel que va ligado al silencio y
concretamente hasta que punto es aplicable en el Derecho Internacional el adagio <<el que calla
parece que otorga, si debió y pudo hablar>>. En general, el silencio no engendra obligaciones
internacionales salvo que pueda ser interpretado como una presunción de consentimiento dadas
las circunstancias concretas del caso.
4.4. Examen de algunos actos unilaterales.
a) El reconocimiento es quizá el acto unilateral más usado por la práctica y el más estudiado
por la doctrina. Se define como declaración de voluntad unilateral por la cual un sujeto de Derecho
Internacional constata la existencia de un hecho, de una situación o de una pretensión, y expresa
su voluntad de considerarlas como legítimas.
b) La renuncia: es <<la manifestación de voluntad de un sujeto dirigida a abandonar un
derecho o poder propios con la finalidad de provocar su extinción>>. Por la gravedad que entraña
no se presume nunca y habrá que interpretarla restrictivamente.
Un subtipo de renuncia es el desistimiento. Es muy discutible que se trate de un acto puramente
unilateral. Los efectos del desistimiento son diversos, según se considere que hubo un
desistimiento de acción, en cuyo caso no podrá reintroducirse ante el Tribunal y nos
encontraremos ante una clara renuncia, aquellos otros casos de simple desistimiento de instancia,
en los que se puede volver nuevamente al Tribunal, pues se estima que la renuncia sólo abarcaba
al procedimiento concreto que se haya emprendido y del cual se desiste.
c) La notificación es <<un acto por el que se pone en conocimiento de un tercero un hecho,
una situación, una acción o un documento, del que se pueden derivar efectos jurídicos y que será
en consecuencia considerado como jurídicamente conocido por aquel a quien se dirigió>>.
d) Las distintas categorías de actos unilaterales no se agotan en los enumerados. Existen
otros, como la promesa, cuyo carácter de acto unilateral es discutido. Podemos definirla como la
manifestación de voluntad de un Estado, destinada a asumir una determinada conducta de hacer
o de no hacer en las relaciones con otros Estados respecto de una situación concreta..
LOS TRATADOS INTERNACIONALES (I): EL PROCESO DE CELEBRACIÓN DE
LOS TRATADOS INTERNACIONALES SEGÚN EL DERECHO INTERNACIONAL.

1. CONCEPTO DE TRATADO.
Según el artículo 2.1. a) del Convenio de Viena de 1969, <<se entiende por Tratado un acuerdo
internacional celebrado por escrito entre Estados y regido por el Derecho Internacional, ya conste
en un instrumento único o en dos o demás instrumentos conexos y cualquiera que sea su
denominación particular>>.
Podemos considerar acuerdos internacionales a:
a) Los concertados entre Estados, entre Estados y otros sujetos de Derecho Internacional
(por ejemplo Organizaciones internacionales) o entre otros sujetos entre sí. Por el contrario no
son acuerdos internacionales los concluidos entre personas privadas (individuos, organizaciones
no gubernamentales, sociedades y asociaciones) o entre Estados y personas privadas.
b) Los concertados en cualquier forma o bajo cualquier denominación, siempre que
supongan un acuerdo de voluntades entre sujetos de Derecho Internacional regido por el Derecho
Internacional. Lo que caracteriza a un tratado es la naturaleza del acto o transacción contenida en
el mismo y no su forma. La práctica internacional confirma que no es necesaria la forma escrita
para que exista un acuerdo obligatorio entre las partes. El Derecho Internacional no exige unas
formas rígidas, dándose en la práctica una gran variedad de formas y siendo posible incluso la
forma verbal.

2. CLASES DE TRATADOS.
Los Tratados internacionales se pueden clasificar:
a) Por el número de partes contratantes:
 Tratados bilaterales; concertados entre dos sujetos internacionales.
 Tratados plurilaterales o multilaterales; en los que participan más de dos sujetos, que a su vez
pueden ser: Restringidos, abiertos un número determinado de Estados, y Generales, con
vocación de universalidad.
b) Por su grado de la apertura a la participación:
 Tratados abiertos, a los que se puede llegar a ser Parte en los mismos aunque no se haya
tomado parte en su proceso de formación.
 Tratados cerrados, aquellos que quedan restringidos a los participantes originarios en los
mismos y en los que la participación de un nuevo Estado supone la creación de un nuevo
acuerdo.
 Tratados semicerrados, aquellos en que otros Estados pueden llegar a ser Partes, distintos a
los Estados originarios, pues figuran en una lista anexa al tratado o bien se prevé en el mismo
un procedimiento particular de adhesión.
c) Por la materia objeto del Tratado. Los hay de carácter político, económico, cultural,
humanitario, consulares, de establecimiento, etc.
d) Por su función de creación de obligaciones.
 Tratados-contrato, los que prevén un intercambio de prestaciones entre los contratantes, y
 Tratados-ley, los que intentan crear una norma de carácter general aplicable a toda la
Comunidad Internacional o una parte de ella.
e) Por la naturaleza de los sujetos que participan. Tratados entre Estados, entre Estados
y otros sujetos de Derecho Internacional y Tratados entre otros sujetos del Derecho Internacional.
f) Por su duración.
 Tratados con un plazo de duración determinado, pasado el cual se extinguen.
 Tratados de duración indeterminada, salvo denuncia.
 Tratados prorrogables, bien expresa o tácitamente.
g) Por la forma de conclusión.
 Tratados concluidos en forma solemne cuyo perfeccionamiento exige un acto de ratificación
autorizada por el Parlamento, la intervención del Jefe del Estado como órgano supremo y el
intercambio o depósito de los instrumentos de ratificación.
 Acuerdos concluidos en forma simplificada, que obligan en virtud de un acto distinto a la
ratificación, manifestándose el consentimiento mediante la autenticación del texto del
acuerdo o por un acto posterior a la autentificación, distinto de la ratificación.

3. FASES DE LA CELEBRACIÓN DE LOS TRATADOS INTERNACIONALES.


Podemos distinguir las cuatro fases siguientes:
3.1. Otorgamiento de los plenos poderes.
El otorgamiento de los plenos poderes para negociar, autenticar, o adoptar el futuro Tratado
constituye una fase previa durante la cual las autoridades nacionales competentes designan a sus
representantes, fase que transcurre dentro de cada Estado.
Según el art. 2 apartado 1. c), de la Convención de Viena, se entiende por <<plenos poderes>>
un documento que emana de la autoridad competente del Estado, y por el que se designa a una o
varias personas para representar al Estado en la negociación, la adopción o la autentificación del
texto de un Tratado, para expresar el consentimiento del Estado en obligarse por un Tratado o
para ejecutar cualquier acto con respecto a él.
La Convención de Viena se limita a establecer una regla general y varias específicas respecto de
quién se considera internacionalmente capacitado para obligar a su Estado por medio de los
Tratados.
1º. La regla general, tanto para la adopción y autenticación del texto como para la manifestación
del consentimiento, considera que representan al Estado:
 Los que estén provistos de plenos poderes, o
 O cuando de la práctica o de otras circunstancias se deduzca que los Estados han considerado
a la personas como su representante sin necesidad de plenos poderes.
2º. Las reglas específicas prevén que, en virtud de sus funciones y sin tener que presentar plenos
poderes, se considera facultados:
 Al Jefe del Estado, al del Gobierno y al Ministro de Asuntos Exteriores para todos los actos
relativos a la celebración de un Tratado.
 A los Jefes de Misión diplomática para la adopción del texto de los Tratados con el Estado
ante el que se encuentren acreditados, y
 A los representantes ante una Conferencia internacional o ante una Organización
internacional o uno de sus órganos para la adopción del texto de un Tratado en tal
Conferencia, Organización u órgano.
3º. Cabe que lo ejecutado por una persona no autorizada pueda surtir efectos si posteriormente
fuera confirmado por el Estado en cuya representación se había considerado autorizado a actuar.
3.2. Negociación
a) Su desarrollo.
La fase de negociación transcurre en un marco internacional. La negociación consiste en la
presentación de propuestas y contrapropuestas por la parte de los representantes, que son
debatidas por las delegaciones, que las aceptan, rechazan o procuran enmendar.
Las negociaciones se desarrollan generalmente:
1º. En conversaciones directas entre los representantes de los Estados, interviniendo generalmente
los servicios técnico-administrativos o diplomáticos en la preparación del texto.
2º. En una Conferencia diplomática convocada al efecto por un Estado, que invita a los demás
Estados interesados, o por una Organización internacional.
b) El fin de la negociación propiamente dicha: la adopción y autenticación del texto.
La fase de la negociación culmina con la adopción y la autenticación del texto, actos que acreditan
que el texto adoptado es el convenido, pero que no lo convierten en obligatorio para los Estados.
El Convenio de Viena distingue dos procedimientos de adopción del texto:
1º. Normalmente, “se efectuará por el consentimiento de todos los Estados participantes en su
elaboración”.
2º. En el caso especial de adopción del texto por una Conferencia Internacional, ésta <<se
efectuará por mayoría de dos tercios (2/3) de los Estados presentes y votantes, a menos que los
Estados decidan por igual mayoría una regla diferente>>.
La autenticación del texto es un acto jurídico que da fe de la veracidad del texto adoptado, el
cual <<quedará establecido como auténtico y definitivo>>.
El art. 10 del Convenio de Viena reglamenta las formas de autenticar en orden sucesivo y e
excluyéndose unas de otras:
1º. La que se prescriba en el texto del Tratado;
2º. Las que convengan los Estados que hayan participado en la elaboración,
3º. Mediante la firma, la firma ad referendum o la rúbrica de los representantes puesta en el texto
del Tratado o en el Acta final de la Conferencia en la que figure el texto.
Con la autenticación termina la elaboración material del texto del tratado, pero los Estados
negociadores no están todavía obligados por el tratado. La vinculación jurídica sólo se producirá
con la manifestación del consentimiento. No obstante, ello no significa que la autenticación no
produzca ya ciertos efectos jurídicos derivados del principio de la buena fe.
Así, en primer lugar durante el lapso de tiempo que media entre la firma del Tratado o el canje de
los instrumentos que le constituyen a reserva de ratificación, aceptación o adhesión, y la
manifestación de su intención de ser o no parte en el Tratado, los Estados están obligados por el
art. 18 de la Convención de Viena a abstenerse de actos que puedan frustrar el objeto y el fin del
Tratado.
En segundo lugar, el Estado que ha autentificado no sólo pasa a tener obligaciones, sino también
derechos en relación con el Tratado. Así, deberán serle comunicadas las informaciones relativas
a la vida del tratado efectuadas por el depositario, y podrá hacer objeciones a las reservas
formuladas por otros Estados.
En tercer lugar, no sólo los Estados signatarios, sino también el mismo acuerdo pueda llegar a
tener un estatuto especial ante el Derecho Internacional.
En cuarto lugar, determinadas cláusulas finales del tratado empezarán a aplicarse desde la
adopción del texto. Se trata de las disposiciones relativas a “la autenticación de su texto, la
constancia del consentimiento de los Estados en obligarse por el tratado, la manera o la fecha de
su entrada en vigor, las reservas, las funciones del depositario y otras cuestiones que se susciten
necesariamente antes de la entrada en vigor del tratado”.
Por último, la autenticación del texto de un tratado multilateral por un número muy significativo
de Estados puede llegar a tener un efecto político y jurídico que vaya mucho más allá de la simple
autenticación, pudiendo incidir en la formación de normas consuetudinarias. Un claro ejemplo de
esta situación se dio con la cristalización de normas consuetudinarias tras la adopción del
Convenio de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar de 1982 antes de su entrada en vigor en
1994.
3.3. Manifestación del consentimiento pleno.
La fase de la manifestación del consentimiento es capital, porque sin la prestación del
consentimiento por parte del sujeto internacional negociador del Tratado no le obliga.
El consentimiento puede manifestarse de forma plena, sobre el conjunto del Tratado, o
incompleta, con reservas. A su vez el consentimiento pleno puede manifestarse de varias formas:
a) La ratificación es una forma solemne que históricamente fue la usual.
b) Otras formas de manifestación del consentimiento. Según el art. 11 del Convenio de
Viena son: la firma, el canje de instrumentos que constituyen un tratado, la aceptación, la
aprobación, la adhesión, o cualquier otra forma que se hubiere convenido.
3.4. Manifestación del consentimiento con reservas.
a) Concepto y fundamento de las reservas.
El hecho de que el elemento primordial en los Tratados sea el consentimiento de las partes da
origen a la posibilidad de que dicho consentimiento se manifieste de forma parcial, excluyendo o
modificando alguna de las cláusulas o bien interpretando o puntualizando el sentido de cualquiera
de las mismas sobre las que se manifieste el alcance del consentimiento.
Esto se hace a través de la institución de las reservas. La reserva es una declaración de voluntad
de un Estado que va a ser Parte en un Tratado, formulada en el momento de su firma, de su
ratificación o de su adhesión, con el propósito de no aceptar íntegramente el régimen general del
Tratado, excluyendo de su aceptación determinadas cláusulas o interpretándolas para precisar su
alcance respecto del Estado autor de tales declaraciones y que, una vez aceptada expresa o
tácitamente por todos los demás contratantes o algunos de ellos, forma parte integrante del
Tratado mismo.
Su razón de ser práctica es el deseo de que participen en los Tratados multilaterales el mayor
número de Estados posibles, aunque sea formulando reservas. En los tratados bilaterales, cuando
una de las partes estima que alguna de las cláusulas no debería ser aplicada, lo que debe hacer es
renegociar el Tratado.
Ha sido controvertida la eventual diferenciación de las reservas respecto de las llamadas
declaraciones interpretativas, por las que los Estados que las formulan declaran que <<aceptan
determinadas condiciones solamente dentro de ciertos límites o con ciertas modalidades,
atribuyéndolas un sentido determinado y no otro>>. Esta segunda clase de reservas no fue
admitida por la generalidad de la doctrina, llegándose a considerarlas <<reservas impropias>>.
Según el artículo 2.d del Convenio de Viena <<se entiende por reserva una declaración unilateral,
cualquiera que sea su enunciado o denominación, hecha por un Estado al firmar, ratificar,
aceptar o aprobar un Tratado o al adherirse a él, con objeto de excluir o modificar los efectos
jurídicos de ciertas disposiciones del Tratado en su aplicación a ese Estado>>.
La C.D.I. parece diferenciar teóricamente entre reservas y declaraciones interpretativas, pero
termina reconociendo que en el caso de que el Estado condicione su consentimiento en obligarse
por el Tratado a una interpretación específica del Tratado o de alguna de sus disposiciones (lo que
la C.D.I. llama “declaración interpretativa condicional”) el régimen de esa declaración es el
mismo que el de las reservas. Al fin y al cabo, <<la esencia de la reserva consiste en plantear una
condición: el Estado se obliga únicamente a condición de que no se le apliquen determinados
efectos jurídicos del Tratado, con independencia de que ello se haga mediante la exclusión, o la
modificación o la interpretación de una norma>>.
Sin embargo, lo que sí excluye la C.D.I. del ámbito de las reservas son determinadas declaraciones
unilaterales: aquellas que tienen por objeto asumir compromisos unilaterales, aquellas que tienen
por objeto agregar nuevos elementos al tratado, las declaraciones de no reconocimiento, las
declaraciones de política general, las declaraciones relativas a la aplicación del tratado en el
ámbito interno, las declaraciones hechas en virtud de una cláusula facultativa y las declaraciones
por las que se opta entre distintas disposiciones de un tratado.
b) Clases.
Las reservas pueden ser clasificadas:
A) Por el alcance de sus efectos jurídicos: Reservas que afectan a determinadas
disposiciones de un Tratado, y reservas que afectan al Tratado en su conjunto con respecto a
ciertos aspectos específicos, en su aplicación al sujeto que las fórmulas (denominada reserva
transversal). La práctica de las reservas transversales es muy corriente y suelen excluir o limitar
la aplicación del Tratado en su conjunto a: a) ciertas categorías de personas; b) determinados
objetos; c) ciertas situaciones; d) determinados territorios; e) algunas circunstancias determinadas
(estado de guerra, por ejemplo).
B) Por su objeto: reservas de exclusión de cláusulas, si los Estados que las formulan tratan
de evitar todos o alguno de los efectos jurídicos que se derivan de la cláusula o cláusulas objeto
de la reserva; reservas de modificación de cláusulas, si el sujeto que la fórmula pretende cumplir
una obligación prevista en el Tratado de una manera diferente pero equivalente a la impuesta por
el Tratado; reservas interpretativas de cláusulas, si el sujeto que la fórmula condiciona su
consentimiento a una determinada interpretación de la cláusula objeto de la reserva.
C) Por el momento en que se formulen. Las reservas formuladas durante la negociación no
fueron admitidas por el Convenio de Viena. Las formuladas en el momento de la firma de un
Tratado que hayan de ser objeto de ratificación, aceptación o aprobación, deben de ser
confirmadas formalmente por el Estado autor de la reserva al manifestar su consentimiento. Las
reservas pueden formularse también en el momento de la aprobación, la ratificación, la aceptación
y la adhesión al Tratado, así como en el momento en que se realiza una notificación de sucesión
en un Tratado.
D) Según el régimen establecido en el Tratado en cuestión las reservas pueden ser: a)
permitidas por él; b) prohibidas expresa o tácitamente por él, y c) compatibles o incompatibles
con el objeto y fin del Tratado.
Por otra parte cuando un tratado prohíbe las reservas, las declaraciones unilaterales formuladas
se entenderá que no constituyen una reserva salvo que ésta “tenga por objeto excluir o modificar
los efectos jurídicos de ciertas disposiciones del tratado, o del tratado en su conjunto con respecto
a ciertos aspectos específicos.
c) Funcionamiento.
Dentro del funcionamiento de las reservas podemos distinguir varios momentos:
1º. El de su formulación: La regla general es que el Estado puede realizar reservas al Tratado en
el momento de la firma, la ratificación, la aceptación, la aprobación o la adhesión al mismo, salvo
que:
 Las reservas estén prohibidas por el Tratado;
 El Tratado disponga qué reservas pueden hacerse y la reserva propuesta no figure entre ellas,
y
 La reserva propuesta sea incompatible con el objeto y fin de la convención.
La formulación conjunta de una reserva o una declaración interpretativa por varios Estados u
Organizaciones internacionales no afectan al carácter unilateral de esa reserva o declaración.
2º. El de la aceptación de la reserva por los otros Estados Partes.
La aceptación puede hacerse de forma tácita o expresa.
a) Tácitamente una reserva es aceptada por los demás Estados contratantes:
 Cuando está expresamente autorizada por el tratado, a menos que en el mismo se disponga
que sea exigida la aceptación de los demás Estados contratantes.
 Cuando formulada una reserva por un Estado, otro u otros Estados no han formulado ninguna
objeción a la misma dentro de los doce meses siguientes a la fecha en que hayan recibido la
notificación de la reserva o en la fecha en que haya manifestado su consentimiento en
obligarse por el Tratado, si ésta última es posterior.
b) Se requiere la aceptación expresa en los siguientes supuestos:
 Cuando del número reducido de Estados negociadores del Tratado y de su objeto y fin, se
desprende que la integridad del mismo es una condición esencial del consentimiento de cada
uno de ellos en obligarse por el Tratado.
 Se requiere también esta aceptación respecto de las reservas formuladas a los instrumentos
constitutivos de las Organizaciones internacionales por el Órgano competente de éstas, salvo
que en el Tratado se disponga otra cosa.
 En los demás casos no previstos anteriormente no se requiere la aceptación de todos los demás
Estados.
3º. La retirada de las reservas y de las objeciones. Reglas:
a) La regla general; tanto las reservas como las objeciones a las mismas pueden ser retiradas
en cualquier momento.
b) Las reglas específicas al respecto son:
 Que no se aplica la regla general cuando el tratado dispusiera lo contrario;
 Para que la retirada de una reserva produzca efectos respecto a otro Estado contratante es
preciso que éste reciba notificación de la retirada, y
 La retirada de una objeción a una reserva sólo surtirá efectos cuando su notificación sea
recibida por el Estado autor de la reserva.
4º. La Convención de Viena articula también las siguientes reglas de procedimiento relativas a
las reservas y su aceptación expresa y a las objeciones:
a) Tanto en la formulación como en la retirada de reservas y objeciones, así como en el caso
de aceptación expresa de las reservas, deberá usarse la forma escrita.
b) Las reservas a la firma seguida de ratificación, aceptación, etc., habrán de ser
confirmadas al prestar el consentimiento definitivo,
c) La aceptación expresa a una reserva o la objeción hechas en momento anteriores a la
confirmación no tendrán que ser reconfirmadas por los Estados reservantes u objetantes.

d) Efectos.
1º. Efectos entre los Estados que no han formulado reservas. Estas no producen ningún efecto
jurídico entre ellos y no modificará las relaciones entre los mismos.
2º. Respecto a los efectos entre el Estado reservante y los que no han formulado reservas hay
que distinguir:
 Si la reserva ha sido aceptada por todas las partes, el Estado reservante es parte en el Tratado
y sus obligaciones quedan modificadas respecto a los otros Estados no reservantes, así como
las obligaciones de estos últimos respecto de aquél quedan también modificadas en la misma
medida.
 Si la reserva ha sido aceptada sólo por algún Estado contratante, el Estado reservante será
parte en el Tratado en relación con el Estado o Estados que las hayan aceptado.
 Si el Estado objetante manifiesta inequívocamente que la reserva impide para él la entrada en
vigor del Tratado, éste no entrará en vigor entre el Estado objetante y reservante. En caso
contrario, cuando el Estado objetante no <<manifieste inequívocamente>> su intención de
que el Tratado no entre en vigor, éste surtirá sus efectos entre los Estados objetante y
reservante, si bien quedando excluida la aplicación entre ambos Estados de la cláusula o
cláusulas afectadas por la reserva.
3.5. Desde la manifestación del consentimiento a la entrada en vigor.
a) La entrada en vigor.
Se entiende por entrada en vigor de un Tratado el momento en que comienza su vigencia. En
los Tratados bilaterales, la entrada en vigor suele coincidir con la prestación del consentimiento.
En las grandes Convenciones multilaterales, la entrada en vigor suele hacerse depender de la
recepción de un determinado número de ratificaciones o adhesiones (manifestaciones del
consentimiento) y del transcurso de un plazo tras la citada recepción.
Según el principio de la irretroactividad, <<Las disposiciones de un Tratado no obligarán a una
parte respecto de ningún acto o hecho que haya tenido lugar con anterioridad a la fecha de la
entrada en vigor del Tratado para esa Parte, ni de ninguna situación que en esa fecha haya dejado
de existir, salvo que una intención diferente se desprenda del Tratado o conste de otro modo>>
(art. 28 Convención de Viena).
Excepciones al principio de irretroactividad:
 Cuando las Partes en el Tratado así lo hayan convenido.
 Cuando la retroactividad se deduzca del propio Tratado, o conste de otro modo.
Aunque por regla general los Tratados comienzan a surtir efecto a partir de su entrada en vigor,
ello no es siempre así. Para fijar el comienzo de la obligatoriedad y de la aplicabilidad, la
Convención de Viena combinó el criterio del momento de otorgamiento del consentimiento con
el de la voluntad de las partes:
1º. Respecto de los Estados que hayan manifestado el consentimiento antes de la entrada en vigor.
Según el artículo 24.1 y 2 de la Convención, el Tratado entrará en vigor de la manera y en la fecha
que en el mismo se disponga o cuando lo acuerden los Estados negociadores o, a falta disposición
o acuerdo expreso, cuando haya constancia de consentimiento de todos los Estados negociadores.
Esta regla sufre tres excepciones:
 Una excepción genérica que refleja el principio de la buena fe, según el cual los Estados se
comprometen a abstenerse de actos que puedan frustrar el objeto y el fin del Tratado durante
el período que media entre la prestación del consentimiento y la entrada en vigor del tratado
(si ésta se demora indebidamente).
 Una excepción específica de alcance parcial, según la cual las disposiciones relativas a la
propia autenticación, a la constancia del consentimiento, a la manera y fecha de entrada en
vigor, a las reservas, a las funciones del depositario y aquellas otras cuestiones que se susciten
necesariamente antes de su entrada en vigor, se aplicarán desde el momento de la adopción
del texto del Tratado, esto es, antes de la su entrada en vigor.
 Y una excepción específica de alcance total, según la cual el conjunto del Tratado se aplicará
provisionalmente antes de su entrada en vigor siempre que así se prevea en el propio Tratado
o los Estados negociadores así lo convinieren.
2º. Respecto de los Estados que hayan manifestado consentimiento después de la entrada en vigor.
El tratado entrará en vigor para cada estado en particular a partir del momento en que manifiesten
su consentimiento, salvo que el Tratado disponga otra cosa.
b) Una facilidad para las Partes de los tratados multilaterales: EL DEPÓSITO. La
Convención de Viena reglamenta lo siguientes:
a) Determina quiénes pueden ser depositarios, cuya designación se hará por los Estados
negociadores en el propio Tratado o de cualquier otro modo. La función del depositario podrá
recaer en uno o en varios Estados, en una Organización internacional o en el funcionario
administrativo principal de tal Organización.
b) Las características de sus funciones están presididas por las notas de internacionalidad e
imparcialidad.
c) Dentro de sus funciones podemos distinguir:
 Las funciones de archivero y notariales,
 Las funciones de recepción, información y transmisión.
d) La institución del depositario nace a fin de facilitar la solución de una serie de necesidades
propias de los tratados multilaterales.
El nacimiento del depósito de los Tratados va ligado al nacimiento de los Tratados multilaterales,
con el fin de facilitar y agilizar el desempeño de tales funciones, se fue imponiendo la práctica
consistente en designar un solo depositario para que custodie el ejemplar original del Tratado y
centralice la recepción de documentos de ratificación, adhesión, reservas, etc.
e) Obligación de las Partes de todos los Tratados es su transmisión a la Secretaría de
la O.N.U. y de ésta su registro y publicación.
Con el fin de terminar con la práctica de los tratados que se mantenían secretos por los gobiernos
que los habían concertado, el Pacto de la Sociedad de Naciones imponía a la Secretaría de ésta la
obligación de registrarlos y publicarlos. Planteamiento poco acertado, toda vez que la
Secretaría difícilmente podría tener conocimiento de tales tratados si los Estados partes en los
mismos se los ocultaban. Por tal motivo, la Carta de la ONU y el Convenio de Viena imponen tal
obligación a los Estados Partes en El Tratado.
La sanción por el incumplimiento de la citada obligación estipulaba que un Tratado <<no será
obligatorio>> hasta que fuera registrado. La Carta de la ONU estableció que la sanción consistiría
en que el tratado no publicado no sería invocado ante los órganos de la ONU.
Una vez que las Partes de un Tratado han cumplido su obligación de transmitirlo a la Secretaría
de la ONU, ésta tiene el deber de proceder a su registro y publicación.

4. ÓRGANOS COMPETENTES PARA LA CONCLUSIÓN DE LOS TRATADOS SEGÚN


EL DERECHO INTERNACIONAL
Los sujetos internacionales tienen que obrar a través de personas individuales, que actúan en su
condición de órganos ya sean del Estado o de una Organización internacional.
Las facultades concretas que corresponden a cada órgano en particular para actuar en el campo
de las relaciones internacionales son una cuestión que corresponde al Derecho interno de cada
uno de los Estados.
El problema que interesa al Derecho Internacional es saber a quién se considera, desde el punto
de vista internacional, capacitado para obligar a su Estado por medio de los Tratados.
La reglamentación internacional es la siguiente:
A) La regla general, tanto para la adopción y autenticación del texto como para la
manifestación del consentimiento, considera que representan al Estado:
 Los que estén provistos de plenos poderes, o
 Cuando de la práctica o de otras circunstancias se deduzca que los Estados han considerado
a la personas como su representante sin necesidad de plenos poderes.
B) Las reglas específicas prevén que, en virtud de sus funciones y sin tener que presentar
plenos poderes, se consideran facultados:
 Al Jefe del Estado, al del Gobierno y al Ministro de Asuntos Exteriores para todos los actos
relativos a la celebración de un Tratado;
 A los Jefes de Misión diplomática para la adopción del texto de los Tratados con el Estado
ante el que se encuentra acreditados, y
 A los representantes ante una Conferencia internacional o ante una Organización
internacional, para la adopción del texto de un Tratado en tal Conferencia, Organización u
Órgano.
C) Cabe que lo ejecutado por una persona no autorizada pueda surtir efectos si
posteriormente fuera confirmado por el Estado en cuya representación se había considerado
autorizado a actuar.

LOS TRATADOS INTERNACIONALES (III). EL TRATADO DESDE SU ENTRADA EN


VIGOR HASTA SU TERMINACIÓN.
1. EFECTOS DE LOS TRATADOS.
1.1. EFECTO GENERAL: LA OBLIGATORIEDAD Y SU FUNDAMENTO
Los acuerdos internacionales son una fuente del Derecho Internacional mediante la cual se crean
derechos y obligaciones que debido a su origen se conocen como Derecho convencional y que
constituyen el efecto jurídico general del Tratado.
El fundamento y la razón de la obligatoriedad entre las Partes se encuentra en el principio pacta
sunt servanda4, reconocido repetidamente por la jurisprudencia internacional y consagrado sin
oposición como regla general sobre los efectos generales del Tratado entre las Partes por la
inmensa mayoría de la Comunidad Internacional de Estados en su conjunto y satisface una
necesidad de seguridad jurídica.
El art. 26 del Convenio de Viena consagró a la norma pacta sunt servanda como regla general:
<<todo tratado en vigor obliga a las Partes y debe de ser cumplido por ellas de buena fe>>.

4 pacta sunt Servando. Los pactos deben ser cumplidos.


El art. 27 añadió una regla específica según la cual <<una Parte no podrá invocar las
disposiciones de su Derecho interno como justificación del incumplimiento de un Tratado>>. Esta
regla recoge el principio de la primacía en la aplicación del Derecho Internacional sobre el
Derecho interno, ampliamente afirmado de forma reiterada por la jurisprudencia internacional.

1.2. EFECTOS ESPECÍFICOS


a) En el tiempo.
El momento inicial suele coincidir con la entrada en vigor, en virtud del principio de
irretroactividad, el término final, es decir, aquel en que deja de ser aplicable y, consiguientemente,
deja de surtir sus efectos, salvo excepciones, suele estar previsto en el propio Tratado. Lo normal
es que se estipule un plazo determinado.
b) En el espacio.
El principio general en esta materia es el de la obligatoriedad en <<la totalidad del territorio>>
de cada una de las Partes, entendiéndose por tal el territorio terrestre, las aguas interiores, el mar
territorial y el espacio aéreo. Esta regla general puede sufrir excepciones:
Por una parte existen casos en que un Tratado no se aplica a determinadas partes del territorio
estatal, a dependencias insulares, a colonias dependientes, etc.
Por el contrario, el Tratado puede tener una aplicación fuera del territorio de los Estados Partes,
ya sea porque contiene estipulaciones respecto a terceros Estados, ya sea porque se pretende
regular un espacio que se encuentra fuera de la jurisdicción de los Estados (alta mar, espacio
ultraterrestre, etc.).
c) Respecto de otros Tratados.
Otro problema que se suscita está en determinar, primero, la compatibilidad e incompatibilidad
entre un Tratado anterior y otro posterior sobre la misma materia y, segundo, en qué medida los
efectos del primero pueden quedar limitados por el segundo.
En el artículo 30 de la Convención de Viena se exponen cuatro supuestos:
1º. El supuesto excepcional del art. 103 de la Carta de las Naciones Unidas: <<En caso de
conflicto entre las obligaciones contraídas por los Miembros de las Naciones Unidas en virtud de
la presente Carta, y sus obligaciones contraídas en virtud de cualquier otro Convenio
internacional, prevalecerán las obligaciones impuestas por esta Carta>>. Esto es consecuencia de
la naturaleza propia de la O.N.U. cuyo fin primordial es el de <<mantenimiento de la paz y
seguridad internacionales>>, a cuyo logro quedan subordinados la Organización y sus Miembros.
2º. Otro supuesto muy similar es el contemplado en el número 2 del artículo 30: <<Cuando un
Tratado especifique que está subordinado a un Tratado anterior o posterior o que no debe ser
considerado incompatible con ese otro Tratado, prevalecerán las disposiciones de este último>>.
3º. Un tercer supuesto es el de dos Tratados sucesivos sobre la misma materia entre las mismas
Partes si el segundo no prevé que su conclusión determinará la terminación o suspensión del
primero. En este caso se aplicarán las normas del Tratado anterior sólo en la medida en que sean
compatibles con el Tratado posterior. Se trata de una aplicación parcial del principio lex posterior
derogat priori.
4º. El cuarto supuesto se plantea cuando las Partes en los dos Tratados no son las mismas. Dice
el artículo 30.4 de la Convención de Viena que:
1) En las relaciones entre los Estados que sean Partes en ambos tratados, se aplica a la regla
que rige en el supuesto anterior.
2) Las relaciones entre un Estado Parte en ambos tratados y otro que sólo sea Parte en uno
de ellos se regirán por el tratado en el que los dos Estados sean Partes.
d) Entre las partes y respecto de Estados terceros.
Otro problema que se suscita es el de los efectos de los Tratados ratione personae: Cuáles son los
sujetos internacionales respecto de los que surten sus efectos los Tratados, es decir, sí sólo tienen
eficacia respecto a las partes en el mismo o crean derechos u obligaciones para Estados terceros
al Tratado:
1º. Los Tratados producen plenos efectos entre las Partes. Sólo las Partes pueden limitar estos
efectos mediante una estipulación en el propio Tratado o por medio de las reservas
2º. Por su parte, la regla general dice que <<un Tratado no crear obligaciones ni derechos para un
tercer Estado sin su consentimiento>>. Esta regla general admite las siguientes excepciones:
a) Tratados que establecen obligaciones para terceros Estados: en principio, no es posible
crear obligaciones para terceros Estados, salvo que se den determinadas condiciones. El Convenio
de Viena exige dos condiciones:
1ª. Que las partes en el Tratado tengan la intención de crear una obligación para el tercer Estado.
2ª. Que el Tercer Estado acepte de forma expresa y por escrito la obligación. Esta manifestación
expresa y por escrito puede revestir muy diversas formas. Para revocar o modificar la obligación
así asumida se requiere el consentimiento de todas las Partes en el Tratado y del Tercer Estado,
salvo acuerdo en contrario.
b) Tratados que creen derechos en favor de terceros Estados, siempre que se cumplan
determinados requisitos.
El artículo 36 del Convenio de Viena establece las siguientes condiciones a las estipulaciones a
favor de terceros:
1ª. Que exista la disposición en el Tratado. Se entiende que en su forma expresa.
2ª. Que los Estados Partes hayan tenido intención de conferir un derecho a un tercer Estado, a un
grupo o a todos los Estados;
3ª. Que el tercer o terceros Estados asientan al beneficio concedido. Su asentimiento no tiene que
ser necesariamente expreso.
4ª. Que el Tercer Estado cumpla las condiciones que para el ejercicio del derecho se estipulen en
el Tratado, o que posteriormente se establezcan sobre la base del mismo.
Para revocar los derechos originados en un Tratado a favor de terceros, se requiere en el
consentimiento del tercer Estado, sí consta que el tal derecho se creó con la intención de que no
fuera revocable o modificable. A sensu contrario, hay que suponer que si no se previó la
irrevocabilidad o la no modificabilidad en el Tratado, podrá ser objeto de revocación o
modificación por las partes sin necesidad de consentimiento por el Tercer Estado.
c) Los Tratados como origen de una costumbre: un efecto especial de los Tratados es la
posibilidad de que a través de ellos se creen costumbres internacionales.
d) Referencia a la cláusula de Nación más favorecida. Dicha cláusula es <<una institución
mediante la cual el Estado que la otorga se obliga a extender al Estado beneficiario de la misma
todas las ventajas que concedió o concederá en el futuro a un tercer Estado, llamado el Estado
más favorecido, en los mismos términos en que este último, y sin que sea preciso ningún nuevo
acuerdo para ello>>.
La cláusula tiene un contenido variable y relativo, ya que el beneficio concedido depende de los
que se hayan concedido o concedan al Estado más favorecido, y depende también de que se
mantengan o no o de que varíen o no los beneficios otorgados.

2. INTERPRETACIÓN DE LOS TRATADOS.


2.1. RAZÓN DE SER.
La interpretación es necesaria si los términos y las cláusulas empleados en un negocio jurídico o
en una norma no son claros, y tiene por objeto determinar el verdadero sentido y alcance de tales
términos. La interpretación de los Tratados se llevara a cabo continuamente por la doctrina
científica y en la aplicación del Derecho Internacional; tanto por los Tribunales internos, cuanto
especialmente en la práctica de las Cancillerías; su importancia es crucial en caso de diferencias
internacionales cuya solución dependa de la aplicación de un Acuerdo.
2.2. CLASES DE INTERPRETACIÓN.
a) Por el órgano o personas que la realizan:
 Interpretación auténtica, llevada a cabo por las Partes en el Tratado mismo o en un acto
posterior.
 Interpretación doctrinal, llevada a cabo por juristas.
 Interpretación judicial, realizada por órganos judiciales internacionales y por los Tribunales
internos.
 Interpretación diplomática, realizada por los Ministerios de Asuntos Exteriores de los
Estados interesados.
b) Por el método empleado:
 Literal o gramatical, si lo que se intenta es determinar el sentido haciendo un simple análisis
de las palabras.
 Teleológica, si se atiende a los fines perseguidos por las normas del Tratado.
 Histórica, si se tiene en cuenta el momento histórico en que el Tratado se celebró y el
significado que los términos tenían en aquel momento.
 Sistemática, se tiene en cuenta no sólo la norma a interpretar, sino todas las demás normas
ligadas a ella.
c) Por los resultados:
 Extensiva, que conduce a la ampliación de las obligaciones dimanantes del Tratado.
 Restrictiva, cuando esta sea lo menos onerosa posible dentro de la letra de la cláusula
interpretada.
2.3. LAS REGLAS DE INTERPRETACIÓN DE LOS TRATADOS.
a) Regla general de interpretación.
Según ha reiterado en diversas ocasiones el Tribunal Internacional de Justicia <<según el Derecho
Internacional consuetudinario (…), un tratado debe ser interpretado de buena fe conforme al
sentido ordinario a atribuir a sus términos en su contexto y a la luz de su objeto y su fin. La
interpretación debe estar fundada ante todo en el texto del tratado mismo>>.
Cualquier interpretación de las disposiciones de un Tratado debe realizarse conforme a la regla
general de interpretación codificada en el art. 31.1 de la Convención de Viena según el cual:
<<Un Tratado deberá ser interpretado de buena fe conforme al sentido corriente que haya de
atribuirse a los términos del Tratado en el contexto de éstos y teniendo en cuenta el objeto y fin>>.
Esta regla de interpretación contiene tres principios:
1º. El principio de la buena fe: Básico en el Derecho Internacional y en particular en el Derecho
de Tratados. La buena fe <<representa algo más que una máxima de buen sentido, pues hay un
nivel de evidencia que los Estados no pueden sobrepasar sin faltar al principio de la buena fe
aparte de que éste apunta al fundamento mismo de las obligaciones en Derecho Internacional. Es
uno de los principios básicos del Derecho Internacional y se basa en el de pacta sunt servanda. El
carácter esencial del principio de la buena fe en la interpretación de los Tratados ha sido afirmado
reiteradamente por la jurisprudencia internacional.
2º. El principio de la primacía del texto: <<las palabras deben ser interpretadas según el sentido
que tengan normalmente en su contexto, al menos que la interpretación así dada conduzca a
resultados irrazonables o absurdos.
La determinación del sentido de los términos empleados debe realizarse teniendo en cuenta no
sólo el texto estricto del tratado sino su contexto. Para comprender el sentido de los términos del
Tratado es necesario leer éste en su conjunto, no pudiendo interpretarse su significado sobre la
base de algunas frases extraídas de su medio y que separadas pueden ser interpretadas de diversas
maneras. Dicho contexto está formado por:
 El texto del tratado en sentido íntegro, con su parte dispositiva, su preámbulo y sus
anexos.
 Los Acuerdos que se refieran al Tratado; el Protocolo de firma y los Acuerdos
complementarios al Tratado.
3º. El principio que requiere tener en cuenta el objeto y el fin del Tratado para su interpretación:
El objeto y el fin de un Tratado son los elementos esenciales que han sido tenidos en cuenta por
la voluntad de las Partes en el sentido de que éstas rehusarían admitir todas las libertades que
pondrían en peligro este objeto y este fin que ellas libremente han escogido como su bien común.
En la aplicación de esta regla general de interpretación formada por los tres principios señalados
el intérprete debe tener en cuenta:
<<Los acuerdos posteriores entre las Partes acerca de la interpretación del Tratado o de la
aplicación de sus disposiciones>> y <<toda práctica ulteriormente seguida en la aplicación del
Tratado por la que conste el Acuerdo de las Partes acerca de la interpretación del Tratado>>.
Las normas pertinentes de Derecho Internacional aplicables a las relaciones entre las partes, dado
que el Tratado no es un elemento aislado, sino una pieza integrante del sistema normativo.
b) Medios complementarios de interpretación.
El intérprete del Tratado, a fin de confirmar el sentido de la interpretación resultante de la
aplicación del art. 31 o para determinar el sentido cuando esta aplicación deje ambiguo u oscuro
el sentido o conduzca a un resultado absurdo o irrazonable, podrá recurrir a medios de
interpretación complementarios. Entre esos medios complementarios, el art. 32 cita a dos:
-Primero, los trabajos preparatorios, que permiten en muchos casos determinar la intención de las
partes en un Tratado con cierta aproximación y que son citados con gran frecuencia en los litigios
internacionales.
-Segundo, las circunstancias de celebración del Tratado.
La jurisprudencia ha acudido a estos dos medios complementarios citados con frecuencia, tanto
para buscar la interpretación correcta como para confirmar la interpretación obtenida en virtud de
la aplicación de la regla general.
No obstante, el carácter complementario de estos medios lleva consigo una consecuencia
importante: en caso de llegar a resultados contradictorios según apliquemos la regla general, o
nos fijemos en los trabajos preparatorios, debe primar la interpretación obtenida por la aplicación
de la regla general si ésta es precisa y clara y su resultado es razonable.
c) Reglas específicas para la interpretación de los Tratados autenticados en varias lenguas.
Es frecuente que los Tratados estén redactados y autenticados en varias lenguas. En este caso,
conforme al art. 33.1 de la Convención, el texto hará igualmente fe en cada idioma al menos que
el Tratado disponga o las partes ha convengan que en este caso de discrepancia prevalecerá uno
de los textos.
d) Otras reglas de interpretación no recogidas en la Convención.
a) Según, la máxima del <<efecto útil>> la interpretación de una cláusula de un Tratado
debe hacer posible que la misma cumpla la función práctica o realice la misión política para la
que fue concedida, alcanzando su objeto y su fin. El intérprete debe suponer que los autores del
Tratado han elaborado la disposición para que se aplique, de forma que, entre las varias
interpretaciones posibles, debe escoger aquella que permita su aplicación específica, sería
contrario a las reglas de interpretación considerar que una disposición, insertada en un
compromiso, sea una disposición sin sentido y sin efecto.
b) La <<interpretación restrictiva>> es otra regla que tradicionalmente ha sido empleada por
la jurisprudencia internacional en los casos de limitaciones de soberanía, en los que <<en caso de
duda, una limitación de soberanía debe ser interpretada restrictivamente>>.
c) La “interpretación a la luz del sistema jurídico en vigor en el momento de la
interpretación”. Esta regla hace referencia al momento histórico en el que el intérprete debe
situarse para hacer la interpretación. Las nociones y conceptos evolucionan con el tiempo y el
sentido y alcance de un término en el momento de celebrarse el Tratado puede ser muy distinto
del sentido y alcance del mismo término unos años después.

3. ENMIENDA Y MODIFICACIÓN DE LOS TRATADOS.


3.1. LA ENMIENDA DE LOS TRATADOS.
La regla general; contenida en el art. 39, prevé la posibilidad de enmiendas de todos los Tratados,
con la única condición de que sea por acuerdo entre las partes. El procedimiento para llevarlo a
cabo, salvo que se estipule otra cosa, será el mismo que el empleado para la celebración de los
Tratados y su entrada en vigor.
Las reglas específicas sobre la enmienda de los Tratados multilaterales son las siguientes:
1º. Atenerse a lo que disponga el Tratado sujeto a enmienda.
2º. A falta de estipulación expresa, se notificará la propuesta de enmienda a todos los Estados
contratantes, quienes podrán participar:
 En la decisión sobre las medidas que haya que adoptar.
 En las negociaciones y en la celebración de cualquier acuerdo de enmienda.
3º. Todo Estado facultado para llegar a ser parte en el Tratado original podrá serlo del Tratado
enmendado.
4º. En cuanto a la obligatoriedad del Acuerdo anterior o no enmendado, y del nuevo Acuerdo se
distingue entre:
 Aquellos Estados que sean partes en el Acuerdo no enmendado, o principal, pero que no den
su consentimiento en obligarse en el nuevo Acuerdo, seguirán rigiéndose en sus relaciones
mutuas por el Acuerdo primitivo. Aquellos Estados que sean partes en el Acuerdo no
enmendado, o principal y además den su consentimiento en obligarse por el nuevo Acuerdo,
se regirán en sus relaciones mutuas por el Acuerdo en su forma enmendada y en sus relaciones
con los que no hayan dado su consentimiento por el Acuerdo en su forma original.
 Aquellos estados que llegue a ser Partes en el Acuerdo después de la entrada en vigor de la
enmienda se regirán por el Acuerdo en su forma enmendada, salvo en sus relaciones con los
Estados que no hayan aceptado la enmienda, con los que se regirán por el Acuerdo en su
forma original.
3.2. LA MODIFICACIÓN DE LOS TRATADOS.
Dos o más Estados Partes en un Tratado multilateral podrá modificarlo concluyendo y otro que
reglamente sus relaciones mutuas. Estará sometido a las rigurosas condiciones siguientes: 1º. Que
esté prevista en el propio Tratado, o 2º. Sin estar prevista por él, que:
 No afecte a la los derechos u obligaciones de las demás Partes.
 No sea incompatible con el objeto y el fin del Tratado, y
 Que las partes interesadas notifiquen a las demás partes la intención de celebrar el Acuerdo y
la modificación del Tratado que en tal acuerdo se disponga.

4. NULIDAD, SUSPENSIÓN DE LA APLICACIÓN Y TERMINACIÓN DE LOS


TRATADOS.
4.1. CUESTIONES COMUNES A TODOS LOS SUPUESTOS.
En el Convenio de Viena, se han puesto una serie de limitaciones para paliar o disminuir los
efectos de la nulidad, la anulabilidad, la terminación y suspensión de los Tratados. Las referidas
limitaciones son:
1ª. Que la validez de un Tratado o el consentimiento prestado al mismo sólo puedan fundarse
sobre la base de la Convención de Viena.
2ª. Que la terminación, denuncia, retirada o suspensión de un Tratado sólo pueda hacerse en
aplicación de las normas del propio tratado o de la Convención de Viena sobre el Derecho de los
Tratados.
3ª. Que la nulidad, terminación, retirada o suspensión no menoscaben el deber del Estado de
cumplir las obligaciones a que esté sometido por normas de Derecho Internacional distintas a las
del Tratado en cuestión.
4ª. El derecho a denunciar, retirarse o suspender un Tratado no podrá ejercitarse sobre
obligaciones parciales, sino sobre la totalidad del mismo. Con ello se intenta evitar que los Estados
se desliguen de las cláusulas onerosas y se beneficien de las que les sean favorables.
5ª. Las causas de anulabilidad no podrán alegarse más que sobre el Tratado concreto en su
conjunto y no sobre determinadas cláusulas salvo que las cláusulas sean separables del resto del
Tratado en lo que respecta a su aplicación.
6ª. Se pierde el derecho a alegar la causa de anulabilidad, terminación, retirada o suspensión
cuando, conocidos los hechos por el Estado, éste ha convenido su continuación o se comporte de
tal manera que es pueda deducirse su aquiescencia a la validez, continuación en vigor o aplicación
del Tratado.
4.2. CAUSAS DE NULIDAD LA DE LOS TRATADOS.
En el régimen de la Convención de Viena, se puede distinguir entre causas de nulidad absoluta,
en las que no cabe la confirmación o convalidación del Tratado nulo, y causas de nulidad relativa
o anulabilidad, respecto de las que sí es posible esta eventualidad:
a) La nulidad absoluta se da en los siguientes casos:
1º. Cuando el consentimiento en obligarse ha sido conseguido por coacción sobre el representante
del Estado mediante actos o amenazas.
2º. Cuando la celebración del Tratado se ha conseguido por la amenaza o el uso de la fuerza,
dirigida contra el Estado mismo. Como reconoce el art. 52 del Convenio de Viena sobre el derecho
de tratados, un acuerdo cuya conclusión se haya obtenido por la amenaza o el empleo de la fuerza
es nulo en Derecho Internacional contemporáneo.
3º. Cuando el Tratado en el momento de su celebración esté en oposición a una norma
imperativa, ius cogens, de Derecho Internacional.
b) La nulidad relativa o anulabilidad. Supone la existencia de una causa de nulidad del
Tratado pero respecto del se que cabe la posibilidad que se vea convalidado por un acuerdo
expreso entre las partes o por un comportamiento tal que equivalga a una aquiescencia.

Las causas de nulidad relativa son las siguientes:


1º. La manifestación del consentimiento en violación manifiesta de una norma de importancia
fundamental del Derecho interno relativa a la competencia para celebrar Tratados.
2º. Cuando el representante del Estado tenía una restricción específica y notificada a los demás
en sus poderes para manifestar el consentimiento del Estado.
3º. En caso de error sobre una situación que sea base esencial en el consentimiento, siempre que
el Estado que lo alega no contribuyera con su conducta al error o las circunstancias fueran tan
evidentes que estuviera advertido de él. En todo caso el error debe venir referido a un hecho o
situación, no pudiéndose alegar el error de derecho, ni el error en la redacción del texto.
4º. En los casos de dolo, entendiéndose por tal el que se deriva de una conducta fraudulenta de
otro Estado negociador.
5º. En los casos de corrupción del representante de un Estado, efectuada directa o
indirectamente por otro Estado negociador.

4.3. LA SUSPENSIÓN DE LOS TRATADOS.


La suspensión, por su naturaleza, es de orden temporal. El Tratado durante un cierto tiempo deja
de producir efectos jurídicos, pero permanece en vigor. Es incorrecto hablar de una extinción
temporal, pues el Tratado permanece válido, y lo que ocurre es una suspensión temporal de alguno
o de todos sus efectos y entre todas o algunas de las partes.
La suspensión se puede presentar sola o como una alternativa a la terminación. Supuestos:
a) En los casos en que la suspensión se presenta como una alternativa junto a la
terminación son los siguientes:
1º. Cuando haya habido una violación grave por una de las partes. En estos casos se puede pedir
la suspensión total o parcial.
2º. Por la imposibilidad temporal de cumplimiento.
3º. En los casos de haber sobrevenido un cambio fundamental de circunstancias.
b) Supuestos de suspensión simple:
1º. Cuando el Tratado así lo prevea.
2º. Cuando todas las partes lo consientan, previa consulta con los demás Estados contratantes.
3º. Por medio de un acuerdo entre dos o más Partes, siempre que este previsto en el Tratado o no
este prohibido en él.
4º. Como consecuencia de un acuerdo posterior sobre la misma materia. Es necesario que se
desprenda así del Tratado posterior o conste de otro modo.
5º. La guerra puede suspender la aplicación de los Tratados, en las condiciones señaladas para el
cambio fundamental en las circunstancias o la imposibilidad temporal de cumplimiento.
6º. El estado de necesidad, en las condiciones señaladas para la imposibilidad temporal de
cumplimiento.

4.4. LA TERMINACIÓN DE LOS TRATADOS: SUS CAUSAS.


El origen de la extinción de los Tratados está generalmente en situaciones sobrevenidas cuando
el Tratado conserva aún su validez o en decisiones de las Partes, posteriores a su entrada en vigor.
<<No habiendo convenido otra cosa las partes, en el Tratado no podrá terminar más que por los
motivos enumerados limitativamente en la Convención de Viena>>
a) Circunstancias contempladas en la Convención de Viena como causas de terminación:
1º. Conforme a las disposiciones del propio Tratado.
2º Por consentimiento de todas las Partes, después de consultar a los demás Estados contratantes.
3º. Por denuncia, siempre que conste la intención de las Partes en autorizarla o se deduzca de la
naturaleza del se Tratado. Normalmente todo Tratado incorpora una cláusula de denuncia
unilateral que incluye las siguientes condiciones, basadas en el principio de buena fe y en el
respeto al resto de Partes en el Tratado:
-notificación expresa al depositario o, en su ausencia, al resto de Partes en el Tratado, -preaviso
de un cierto plazo temporal, y -explicación de los motivos de la denuncia.
Según el T.I.J., cuando el derecho a denunciar un Tratado está implícito en la propia naturaleza
de dicho Tratado (es decir, cuando no se prevé expresamente), el ejercicio de tal derecho se
condiciona a un preaviso que no debe ser inferior a 12 meses.
4º. Por abrogación tácita. Estaremos ante este supuesto cuando todas las Partes celebren
posteriormente otro Tratado sobre la misma materia y conste o se deduzca la intención de las
Partes de regirse por el Tratado posterior. También en los casos en que los Tratados sean
incompatibles o no aplicables simultáneamente.
5º. Como consecuencia de una violación grave del Tratado, se faculta, a la otra parte en los
Tratados bilaterales y a las otras partes unánimemente en los multilaterales, para darlo por
terminado. Se considera violación grave tanto un rechazo del Tratado no admitido por la
Convención de Viena como la violación de una disposición esencial para el objeto y fin del tratado
en concreto. En caso de violación de un Tratado, las cláusulas contenidas en el mismo relativas a
la solución de controversias siguen en vigor entre las partes en la diferencia.
6º. Por imposibilidad de subsiguiente cumplimiento, como consecuencia de la desaparición o
destrucción definitiva de un objeto indispensable para dicho fin.
7º. Por un cambio fundamental de las circunstancias existentes en el momento de la perduración
del Tratado no previsto por las Partes y siempre que:
 La existencia de dichas circunstancias constituya una base esencial del consentimiento.
 Que dicho cambio tenga por efecto modificar radicalmente las obligaciones que aun deben
cumplirse.
 Que el Tratado no establezca una frontera.
 El cambio de circunstancias no resulte de una violación o de la Parte que lo alega (conocida
como cláusula o doctrina rebus sic stantibus).
8º. La aparición de una nueva forma imperativa de D.I. General (de ius cogens) hará que todo
Tratado existente que se oponga a la misma se convierta en nulo y se dé por terminado.
b) Circunstancias excluidas en la Convención de Viena como causas de terminación:
1º. La reducción del número de Partes hasta un número inferior al necesario para la entrada en
vigor.
2º. La ruptura de las relaciones diplomáticas o consulares.
c) Circunstancias no contempladas en la Convención de Viena como causas de
terminación:
1º. La llegada al término final cuando el Tratado haya sido estipulado para una duración
determinada.
2º. La guerra. La guerra no es considerada hoy como causa de extinción de los Tratados,
habiéndose extendido la práctica de insertar en los Tratados de paz disposiciones para regular la
suerte de los Tratados estipulados por los beligerantes antes del inicio de la guerra, bien para
abrogarlos, pero no por la guerra, sino sólo por efecto del Tratado de paz, o bien para ponerlos de
nuevo en vigor, lo que significa que tan solo se había suspendido en su aplicación.
3º. El estado de necesidad. Estas ha sido también una causa invocada en diversas ocasiones.
Estamos ante una posible causa de suspensión, pero no ante una causa de terminación de los
Tratados.
4º. En los casos de extinción del sujeto internacional, los Tratados quedarán afectados y en su
mayor parte extinguidos. Baste señalar que, junto con otras causas de seguridad nacional, la
desaparición de la antigua Unión Soviética fue una de las cusas alegadas por EEUU para
denunciar unilateralmente, en diciembre de 2001, el Tratado de misiles antibalísticos (ABM)
firmado en 1972, piedra angular de la disuasión nuclear durante la guerra fría.

4.5. LA RETIRADA DE LAS PARTES EN LOS TRATADOS.


La retirada de las Partes en un Tratado supone, en general, la extinción de las obligaciones
dimanantes del mismo para la Parte que se retira. La retirada puede darse en los siguientes hechos:
1º. Cuando lo prevea el Tratado.
2º. Con el consentimiento de todas las Partes.
3º. Cuando conste que las Partes admitieron esta posibilidad.
4º. Cuando el derecho a retirarse se pueda deducir de la naturaleza del Tratado.
5º. Por imposibilidad de cumplimiento del Tratado.
6º. Por un cambio fundamental de las circunstancias en las condiciones previstas en el art. 62 de
la Convención de Viena.

LA FORMACIÓN DEL DERECHO INTERNACIONAL POR LAS ORGANIZACIONES


INTERNACIONALES.
1. IDEAS GENERALES.
Una de las características más sobresalientes de la vida internacional contemporánea es la
existencia y proliferación de Organizaciones internacionales cuyas actividades cubren los más
variados campos de las relaciones humanas. Esta presencia cada vez más intensa esta
repercutiendo en los procedimientos de formación del Derecho internacional
A pesar de la importancia del fenómeno descrito, el artículo 38 del Estatuto del Tribunal
Internacional de Justicia al enunciar las fuentes del Derecho internacional, no recoge los actos de
las Organizaciones Internacionales entre las mismas. Sin embargo, una lectura actual del artículo
38 a la luz de las nuevas funciones del Derecho Internacional permite incorporar los actos
jurídicos de las Organizaciones Internacionales a las fuentes del Ordenamiento jurídico
internacional.
El orden jurídico particular de una Organización Internacional está constituido por un derecho
originario y un derecho derivado. El derecho originario está formado por el instrumento
constitutivo de la Organización Internacional, generalmente un tratado, con sus protocolos y
anexos y las normas convencionales que, eventualmente, lo han venido a completar y modificar.
Su importancia es manifiesta pues constituye el eje en torno al cual se proyecta y ordena el poder
normativo de la Organización Internacional cara a sus Estados miembros. Esta actividad
normativa desarrollada por los órganos de la Organizaciones Internacionales constituye el
derecho derivado que se caracteriza por ser un derecho secundario, homogéneo, unilateral,
autoritario, escrito, controlado y variablemente autónomo.
A través de este derecho derivado la Organización Internacional puede contribuir directa o
indirectamente a la creación de normas internacionales.
2. LOS ACTOS JURÍDICOS DE LAS ORGANIZACIONES INTERNACIONALES
COMO FUENTE AUTÓNOMA DEL DERECHO INTERNACIONAL.
Las Organizaciones Internacionales son sujetos de Derecho internacional derivado, creados
generalmente por Estados, dotados de una estructura institucional permanente e independiente en
cuyo seno, van a elaborar una voluntad jurídica distinta de la de sus Estados miembros, destinada
a realizar las competencias que les han sido atribuidas. Está voluntad puede manifestarse, en el
ámbito internacional, a través de actos unilaterales o por medio de la concertación de tratados con
otros sujetos internacionales.
De la lectura de los instrumentos constitutivos de las Organizaciones Internacionales se puede
deducir si éstas tienen o no capacidad para crear unilateralmente normas jurídicas, de manera que,
cualquiera que sea el órgano que adopte el acto jurídico, éste se imputa a la Organización como
sujeto internacional y no a sus Estados miembros.
Si la respuesta a esta lectura es positiva, no encontraremos con: recomendaciones, dictámenes,
resoluciones, directivas, declaraciones, decisiones, etc... Para salvar el escollo de esta imprecisión
terminológica, con carácter general se utiliza el término resolución como expresión genérica
referida a todo acto emanado de un órgano colectivo de una Organización Internacional; el de
decisión para referirse a los actos obligatorios, y recomendación para aquellos que, en principio,
no crean derecho.
De la actividad normativa de las Organizaciones Internacionales cabe distinguir:
 Actos que van a desplegar sus efectos en el interior de su orden jurídico, creando normas
autorreguladoras que lo completen y adapten y,
 Actos que se orientan hacia el exterior de la Organización estableciendo normas que van a
afectar a otros sujetos internacionales.
a) Competencia normativa interna.
Las <<reglas de la Organización internacional>> atribuyen, de manera expresa o implícita, a la
Organización un poder normativo interno destinado a regular su propio funcionamiento y
administración y a adaptarlo a la evolución de sus actividades y del entorno internacional en la
que esta se desenvuelve.
Los destinatarios de estas normas son, en principio, la propia Organización y los sujetos de su
Derecho interno, esto es, las instituciones de la misma, los Estados miembros en tanto elementos
integradores de la Organización Internacional, determinados particulares, como sus agentes y
funcionarios, y, en algunas ocasiones, también, las personas físicas y jurídicas.
A través de estas normas la Organización Internacional establece la competencia, composición y
funciones de sus órganos; los procedimientos a seguir en sus relaciones recíprocas e indica que
órganos son competentes para representarla en el plano internacional, los derechos y las
obligaciones de sus funcionarios, su régimen financiero, o fija las condiciones de utilización de
sus locales en la ciudad donde esté radicada su sede.
Dentro de este grupo de normas, algunas presentan un alcance individual o personal y tiene por
objeto atribuir a una persona, Estado u otra Organización Internacional un estatuto jurídico
determinado o investirlo de alguna función. Otras resoluciones van a tener un alcance general:
reglamentos internos, financieros, estatutos de los órganos subsidiarios que se crean.
Excepcionalmente, algunas Organizaciones Internacionales reciben el poder de modificar ellas
mismas, con efecto obligatorio para sus Estados miembros, las normas de base de su
funcionamiento, en cuyo caso nos encontramos ante decisiones <<ad intra>> susceptibles de crear
normas jurídicas generales. Suelen tener asimismo, un carácter mixto (efectos internos y externos)
las resoluciones financieras de las Organizaciones Internacionales, puesto que éstas van a
establecer por un lado los gastos que la Organización puede efectuar y van a fijar las cuotas que
los Estados miembros deben aportar o los gastos que deben financiar.
La actividad normativa interna de una Organización Internacional puede manifestarse por medio,
bien, de actos que no son, en principio, jurídicamente vinculantes, o bien, a través de actos
jurídicos obligatorios.
Dentro de la categoría de actos jurídicos obligatorios, podemos citar:
 Resoluciones relativas al funcionamiento de los órganos de la Organización Internacional.
 Las resoluciones de las Organizaciones Internacionales relativas a la creación de órganos
secundarios.
 Los reglamentos relativos a la función pública internacional y financieros.
b) Competencia normativa externa.
Existe en ciertas Organizaciones Internacionales un poder normativo que trasciende el ámbito
interno de la Organización y afecta a otros sujetos internacionales. Estos actos adoptan, a veces,
la forma de decisiones obligatorias y, otras veces, las de recomendaciones carentes, en principio,
de efectos jurídicamente vinculantes. El primer supuesto se suele dar con mayor frecuencia en las
Organizaciones regionales de integración y en las Organizaciones internacionales de carácter
técnico, mientras que el segundo es propio de las organizaciones internacionales políticas de
alcance tanto universal como regional.
1) Las recomendaciones.
Actos de naturaleza recomendatoria conteniendo una invitación, dirigida a uno o varios
destinatarios, para que adopten un comportamiento determinado, sea éste una acción o una
abstención. Como tal invitación, no llevan, en principio aparejado la obligatoriedad de su
cumplimiento.
La regla general es la de la no obligatoriedad de las recomendaciones. Una recomendación no
se convierte en obligatoria sino después de una aceptación expresa o tácita.
Además de este supuesto principal, existen casos particulares; así, se observa como algunos
tratados constitutivos de Organizaciones Internacionales imponen a sus Estados miembros
determinadas obligaciones respecto de las recomendaciones que les son dirigidas. Estas
recomendaciones se diferencian de las decisiones obligatorias en que los Estados miembros no
están obligados a ejecutar su contenido, puesto que las obligaciones que establecen son de orden
procedimental más que relativas al fondo del asunto.
Una situación distinta es aquella en la que los destinatarios se comprometen a cumplir la
recomendación. En este supuesto la recomendación adquiere un carácter obligatorio.
2) Las decisiones.
El poder normativo externo de las Organizaciones adquiere una naturaleza legislativa o
cuasilegislativa con las decisiones.
Estos actos jurídicos obligatorios no tienen siempre el mismo alcance. Así, existen decisiones
individuales que conciernen a un determinado destinatario o grupo de destinatarios bien
definidos.
Existen, también, decisiones que tienen un alcance general diferenciándose entre sí por la
naturaleza de las obligaciones que impone. De este modo, cabe referirse a ciertas decisiones que
establecen una obligación de resultado, dejando a sus destinatarios la elección de la forma y de
los medios para lograrlo.
Finalmente, algunas Organizaciones, las menos, disfrutan de la competencia para adoptar actos
jurídicos unilaterales de carácter general que imponen obligaciones tanto de resultado como de
comportamiento, por ejemplo, los reglamentos de la Comunidad Europea, son actos de alcance
general, obligatorios en todos sus elementos y directamente aplicables en cada Estado miembro.
En el caso de la U.E., ejemplo de O.I. de integración, se habla de proceso legislativo, por lo que
se refiere a la adopción de estas normas de Derecho derivado. En el proyecto de Constitución
europea se abandona la terminología clásica de la O.I. a favor del uso de las expresiones propias
del Derecho de los Estados, distinguiendo entre actos legislativos, las lo que llama ley europea
(actual reglamento) y ley marco europea (actual directiva) y actos no legislativos, la decisión, las
recomendaciones y los dictámenes.
Junto a estas O.I. de integración, existen otras Organizaciones que disfrutan también de la
posibilidad de adoptar decisiones de alcance general y obligatorias en todos sus elementos. Es el
caso de las Organizaciones de carácter técnico, como la O.M.S, que puede establecer reglamentos
sanitarios obligatorios y aplicables a sus estados miembros, la O.M.M.
Mención particular merece las decisiones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, tanto
por el carácter universal de esta Organización como por el alcance jurídico de tales actos. La
Carta de las N.U. dice que los Miembros de las N.U. convienen en aceptar y cumplir las decisiones
del Consejo de Seguridad… Y el T.I.J. a afirmado que la s decisiones del Consejo de Seguridad
son de carácter obligatorio y general para todos los Estados miembros de las N.U.

3. LA INCIDENCIA INDIRECTA DE LOS ACTOS JURÍDICOS DE LAS


ORGANIZACIONES INTERNACIONALES EN LA FORMACIÓN DEL DERECHO
INTERNACIONAL.
En la Sociedad internacional despliegan actualmente sus actividades más de trescientas
Organizaciones. Algunas de ellas tienen una vocación universal otras meramente regional,
algunas también persiguen objetivos generales otras exclusivamente particulares, pero todas ellas
contribuyen a centralizar e institucionalizar esta Sociedad.
La mayor parte de estas resoluciones no constituyen fuente autónoma del Derecho internacional,
puesto que, no producen efectos jurídicos obligatorios al contener simples recomendaciones de
seguir una conducta determinada o una mera invitación o exhortación en este sentido.
Ahora bien, lo cierto es que estas resoluciones, en especial las procedentes de Organizaciones
universales, pueden llegar también a constituir un elemento importante en otros procesos de
formación del Derecho internacional.
A) LA PARTICIPACIÓN DE LAS O.I. EN LA CELEBRACIÓN DE TRATADOS
INTERNACIONALES.
Las Organizaciones pueden contribuir esencialmente de dos maneras a la formación de normas
convencionales: en primer lugar, directamente a través de procedimientos institucionalizados y
centralizados que conducen a la negociación y adopción en su seno de un convenio multilateral;
y, en segundo lugar, indirectamente mediante la preparación y convocatoria de una conferencia
internacional destinada a la elaboración de un convenio multilateral.
i Elaboración de un convenio multilateral.
El primer método se hace posible cuando las reglas de la Organización Internacional prevén la
posibilidad de que algún órgano de la Organización adopte un convenio internacional cuyo texto
ha sido previamente preparado en el seno de la Organización. Una vez aprobado el tratado va a
quedar abierto a la firma y ratificación o adhesión de los Estados, lo que significa que el citado
tratado no va a obligar hasta que entre en vigor internacionalmente y sólo respecto de los Estados
que lleguen a ser parte del mismo.
Algunas organizaciones no sólo disfrutan de la competencia para adoptar estos convenios sino
que también pueden imponer a los Estados miembros determinados comportamientos respecto a
los mismos destinados a facilitar su cumplimiento. En muchos casos, la actuación de la
Organización no se limita a la adopción del proyecto de convenio multilateral, sino que se
prolonga en el tiempo con el objetivo fundamental de que éste sea ratificado por el mayor número
posible de sus Estados miembros.
ii La convocatoria de Conferencias internacionales.
Las Organizaciones Internacionales pueden intervenir, además, indirectamente en la elaboración
de normas convencionales mediante la convocatoria de una Conferencia internacional, sobre todo
de aquellas que tienen como objetivo la elaboración de un convenio multilateral de contenido
normativo.
La obra de las Organizaciones Internacionales, especialmente de las Naciones Unidas, en esta
materia es de tal trascendencia que sin su aportación no se podría comprender hoy en día el
fenómeno de la codificación y desarrollo progresivo del Derecho Internacional.
En las dos últimas décadas no cesan de convocarse, a impulsos de la Asamblea General,
Conferencias internacionales para tratar de temas clave en la evolución de la Sociedad
internacional, como: medio ambiente y desarrollo (Río de Janeiro, 1992), derechos humanos
(Viena, 1993), población y desarrollo (El Cairo, 1994), cambio climático (Kioto, 1997)…
b LA PARTICIPACIÓN DE LAS O.I. EN LA FORMACIÓN DE LA COSTUMBRE.
Las resoluciones de las Organizaciones Internacionales, especialmente las de la Asamblea
General de las Naciones Unidas, desempeñan un papel relevante en el proceso consuetudinario,
puesto que pueden llegar a declarar un derecho consuetudinario preexistente, cristalizar una
costumbre en proceso de formación o, generar una nueva práctica.
La Asamblea General, a pesar de no constituir ni el parlamento universal ni el legislativo mundial,
constituye el centro más idóneo en el que los diferentes Estados pueden manifestar sus puntos de
vista sobre una norma jurídica existente o en vías de formación, o para suministrar la base y el
punto de partida para un desarrollo progresivo del Derecho Internacional.
Las resoluciones de la Asamblea General y muy especialmente aquellas calificadas como
declaraciones, esto es, aquellos textos en los que la Asamblea General <<formula solemnemente
normas generales de conducta para que sean observadas por los miembros de la comunidad
internacional durante un período de tiempo indeterminado>>, van a influir de manera decisiva en
la formación de las normas consuetudinarias, en tanto se presentan en muchos casos como una
fase relevante no sólo para la determinación o cristalización de las mismas, sino también para la
generación o constitución de un nuevo derecho consuetudinario.
De este modo, va a ser posible verificar la existencia, no sólo de resoluciones probatorias de
normas consuetudinarias preexistentes, sin también de resoluciones que contribuirán a cristalizar
una regla consuetudinaria <<in statu nascendi5>>; supuestos éstos en los que la resolución va a
expresar una opinio iuris y no una simple recomendación. En estos casos, asistimos a una
inversión del proceso lógico de aparición de la costumbre (en que previamente se inicia una
práctica y sólo a posteriori surge una convicción jurídica en cuanto a su obligatoriedad), al parecer
antes o coetáneamente el elemento espiritual y luego impulsar la práctica.
Existen también resoluciones que poseen una naturaleza prospectiva o incitadora, cargadas en
muchos casos, de un alto contenido programático que, aun no dotadas de valor jurídico
obligatorio, pretenden impulsar el desarrollo de la práctica estatal con el fin de configurar una
futura norma consuetudinaria.
Ocurre, sin embargo, que con frecuencia en una misma Resolución se van a incluir considerandos
declarativos y programáticos, lo que conduce a que ciertos Estados se abstengan de votar o voten
en contra. Tal circunstancia va a exigir el que se proceda para cada resolución en concreto a un
examen detenido e individualizado.
Las resoluciones y declaraciones de la Asamblea General se constituyen en adecuados
catalizadores de la opinio iuris, facilitando la formación de normas consuetudinarias y
adaptándolas a las relaciones internacionales contemporáneas.

LA SUBJETIVIDAD INTERNACIONAL
1) LA SUBJETIVIDAD INTERNACIONAL. INTRODUCCIÓN GENERAL.
a) Cuestiones generales sobre la subjetividad internacional.
Conviene no confundir la situación de sujeto de las relaciones internacionales que conlleva la
calidad de actor o protagonista de las relaciones en el plano sociológico, y la situación de sujeto
del Derecho Internacional que significa ser titular de derechos y obligaciones según las reglas

5 En estado de nacimiento, de formación.


del orden jurídico internacional. Esta distinción entre los dos planos, sociológico y jurídico, sirve
para poner en evidencia el hecho de que algunas entidades que actúan en la escena internacional,
carecen por lo general de subjetividad internacional al no depender en cuanto a su estatuto
jurídico del Derecho Internacional, sino del Derecho de uno o varios Estados.
Un análisis de la evolución del Derecho Internacional nos muestra una progresiva tendencia al
ensanchamiento del círculo de sus sujetos. Y es que, desde una concepción dinámica del Derecho
Internacional, es preciso admitir que éste no conoce límites en cuanto a sus sujetos, pues las
propias necesidades de la comunidad jurídica internacional en un momento dado pueden
aconsejar, e incluso exigir, el investir de personalidad jurídica a determinadas entidades.
El resultado es que hoy en día se puede hablar de una pluralidad de sujetos del Derecho
Internacional en cuanto poseedoras de un cierto grado de subjetividad internacional. La tesis que
considera a los Estados como los únicos sujetos del Derecho Internacional no a parece hasta una
fecha relativamente tardía, presuponiendo, por una parte, una clara elaboración del concepto de
soberanía, y por otra, una desvinculación respecto de la noción del ius gentium. La reducción
radical de los sujetos del Derecho Internacional al Estado vino en el plano doctrinal de la mano
del positivismo. No obstante, incluso esa posición reduccionista se ha visto forzada a admitir
ciertas excepciones.
b) La condición de sujeto del Derecho Internacional.
Si se entiende por sujeto de Derecho aquel que es destinatario de las normas jurídicas, aquel a
quien estas normas atribuyen derechos y obligaciones, sujeto del Derecho Internacional lo es el
titular de derechos y obligaciones conferidos por normas jurídicas internacionales. Ahora bien,
no basta con ser beneficiario de un derecho o estar afectado por una obligación, sino que se
requiere una aptitud para hacer valer el derecho ante instancias internacionales o para ser
responsable en el plano internacional en caso de violación de la obligación.
Así pues, la capacidad internacional no es la misma en todos los casos. Los Estados en su calidad
de sujetos originarios del Derecho Internacional poseen una capacidad plena, mientras que
otras entidades sólo disponen de una capacidad restringida, que incluye aquellas posibilidades
de actuación que les han sido atribuidas en virtud del acto de su creación. En este sentido el
Tribunal Internacional de Justicia ha podido decir que, <<mientras que un Estado posee la
totalidad de derechos y deberes internacionales, los derechos y deberes de una entidad como la
Organización han de depender de los propósitos y funciones de ésta, tal como son enunciados
o están implícitos en sus textos constitutivos y desarrollados en la práctica>>.
La distinta naturaleza de los sujetos del Derecho Internacional y los diversos grados de su
capacidad internacional permiten hacer diferenciaciones entre ellos. Así, y en lo que se refiere a
los Estados, el elemento de igualdad soberana los distingue de todos los demás sujetos de este
orden jurídico, el elemento de la organización los distingue de ciertos sujetos no organizados (la
nación, el individuo) y el elemento territorial los distingue de las organizaciones internacionales.
c) La cuestión de la atribución de la subjetividad internacional.
Aunque algunos autores han defendido la existencia en Derecho Internacional de una norma
atributiva de subjetividad internacional, esto es, de una norma que con carácter general fije los
elementos de dicha subjetividad, la doctrina mayoritaria considera que, teniendo en cuenta la
peculiar estructura social internacional y su relativa falta de organización a escala global, el orden
jurídico internacional carece de criterios que puedan imponerse uniformemente en orden a la
atribución de la cualidad de sujeto del mismo.
Pese que se ha sostenido que las organizaciones internacionales no deben ser consideradas en
principio como sujetos de Derecho Internacional general, sino de un Derecho Internacional
particular (el de la esfera de sus Estados miembros y de aquellos que les han prestado su
reconocimiento), ello no puede sostenerse respecto de las organizaciones de ámbito universal o
casi universal.
Finalmente, el otorgamiento de la subjetividad internacional lleva aparejadas una serie de
consecuencias, en la medida en que quien esté en posesión del estatuto de sujeto del Derecho
Internacional se convierte en destinatario de sus normas y queda sujeto a las obligaciones que
éstas le imponga, a la vez que queda revestido de una amplia esfera de libertad que, no obstante,
encuentra sus limitaciones en esas propias normas, dirigidas a respetar la existencia y la libertad
de los demás sujetos.
2) EL ESTADO COMO SUJETO DEL DERECHO INTERNACIONAL.
1.2. El Estado en el sentido del Derecho Internacional.
En cuanto entidad soberana, el Estado reúne en su plenitud todas las características que se derivan
de ser sujeto del Derecho Internacional: es un sujeto pleno de este orden jurídico. La naturaleza
del poder estatal consiste, por un lado, en un poder autónomo o supremo en la conducción de sus
relaciones con sus propios sujetos (aspecto interno), y, por otro lado, en un poder de determinar
libremente su conducta con respecto a los otros Estados (aspecto externo).
<<El Estado, como persona de Derecho Internacional, debe reunir las condiciones siguientes:
1) población permanente;
2) territorio determinado;
3) gobierno;
4) capacidad de entrar en relaciones con otros Estados>>.
La población es el conjunto de personas que de modo permanente habitan en el territorio del
Estado y están en general unidas a éste por el vínculo de la nacionalidad.
El hecho de que la población se identifique en principio con el conjunto de personas que ostentan
la nacionalidad del Estado, esto es, con los nacionales, no es óbice para que el propio Estado
ejerza alguna de sus competencias sobre los no nacionales que residan en él de modo ocasional o
continuado. Y por otra parte, el hecho de que las competencias personales del Estado se ejerzan
normalmente sobre una base territorial, esto no impide que a veces tengan algún alcance
extraterritorial.
El territorio es el espacio físico dentro del cual la organización estatal ejercita en plenitud la
propia potestad del gobierno.
El territorio abarca un conjunto de espacios (superficie terrestre, ciertos espacios marítimos
próximos a ella, el espacio aéreo suprayacente) en los cuales el Estado despliega con el máximo
de intensidad sus poderes soberanos. El territorio estatal está delimitado por las fronteras, pero no
es imprescindible que éstas aparezcan fijadas con absoluta precisión.
En virtud de su soberanía territorial, el Estado tiene el derecho exclusivo de ejercer las actividades
estatales. Este derecho, que conlleva una triple vertiente, jurídica, política y económica, se ve
respaldado por el principio que prohíbe atentar contra la integridad territorial del Estado.
Existen territorios que, sin pertenecer a la soberanía de un Estado, están administrados por éste.
Tal es el caso de los territorios bajo dominación colonial que tienen una condición jurídica distinta
y separada de la del territorio del Estado que los administra, conservando dicha condición hasta
que el pueblo del territorio en cuestión haya ejercido su derecho a la libre determinación.
El gobierno, en sentido lato, es la expresión de la organización política del Estado. Se manifiesta
en concreto, a través de los órganos encargados de llevar a cabo la actividad social del Estado,
tanto en el interior como en el exterior, a través de la creación de normas jurídicas que se
impongan a la población y a la propia organización gubernamental en general dentro del territorio
del Estado y, a través de la existencia de un poder político autónomo respecto de los otros poderes
que ejercen su actividad en la sociedad.
Las orientaciones políticas internas de un Estado pertenecen a la competencia exclusiva del
mismo, siempre que, bien entendido, no violen una obligación de Derecho Internacional.
2.2. El estado soberano ante el Derecho Internacional: la independencia.
El estado soberano se caracteriza por no depender de ningún otro orden jurídico estatal ni de
ningún otro sujeto del Derecho Internacional, dependiendo sólo del Derecho Internacional.
La soberanía, <<se nos muestra como un principio constitucional del Derecho internacional,
símbolo del hecho de que este último opera sobre la base de coordinación entre los Estados y no
de subordinación entre los mismos, y su ausencia consiste en el derecho a ejercer las funciones
de Estado en un plano de independencia e igualdad respecto de otros Estados>>. En lo que se
refiere a la proyección de la soberanía sobre las personas, el ejercicio de las competencias del
Estado debe respetar las reglas de Derecho Internacional relativas a los derechos humanos.
Una expresión concreta de la soberanía es la igualdad soberana de los Estados, como uno de los
principios rectores de la Organización mundial. Todos los Estados <<tienen iguales derechos e
iguales deberes y son por igual miembros de la comunidad internacional, pese a las diferencias
de orden económico, social, político o de otra índole>>. Trátese, pues, una igualdad jurídica que
garantiza el respeto a la integridad territorial y la independencia política de cada Estado y, en
particular, de su derecho a elegir y a llevar adelante en plena libertad su sistema político y
socioeconómico.
Las realidades socioeconómicas ponen en evidencia las grandes diferencias de nivel de desarrollo
existentes entre los diversos Estados, lo que ha llevado a los más desfavorecidos a articular en el
seno de los distintos foros económicos internacionales estrategias dirigidas a obtener un estatuto
jurídico especial en el ámbito de las relaciones comerciales internacionales.
Así pues, la vigencia del principio formal de la igualdad soberana en los Estados en el sentido de
una igualdad de todos los Estados ante el Derecho Internacional, no excluye que éste, por una
parte, dé traducción jurídica a ciertas desigualdades de hecho que puedan dar lugar a diferencias
en cuanto al contenido de los derechos y obligaciones de los distintos Estados en función de sus
respectivas situaciones, y por otra parte, se haga eco de esas desigualdades para intentar superarlas
en un plano de justicia distributiva.
Otro principio derivado de la noción de soberanía es el principio de no intervención en los
asuntos internos de otros Estados. Este principio pertenece sin duda al Derecho Internacional
consuetudinario. Aparece recogido en la Resolución 2526, en la cual se define en el sentido de
que <<ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho a intervenir directa o indirectamente, ya
sea cual fuere el motivo, en los asuntos internos o externos de cualquier otro>>, por lo cual <<no
solo la intervención armada, sino también cualesquiera otras formas de injerencia o de amenaza
atentatoria de la personalidad del Estado, o de los elementos políticos, económicos y culturales
que los constituyen, son violaciones del Derecho Internacional>>, quedando prohibido, en
concreto, el recurso a medidas económicas, políticas o de cualquier otra índole para coaccionar a
otro Estado, y el uso de la fuerza para privar a los pueblos de su identidad nacional.
Por lo demás, la prohibición de la intervención no opera sólo frente a los Estados, sino también
frente a las Organizaciones Internacionales.
Desde una concepción competencialista del Derecho Internacional, Rousseau ha desarrollado una
teoría general de la independencia, que descubre en ésta, desde una perspectiva jurídico-
internacional, los elementos de la exclusividad, la autonomía y la plenitud de la competencia
estatal. La exclusividad significa que, en principio, en un territorio determinado sólo se ejerce una
competencia estatal, para lo cual la autoridad que gobierna en dicho territorio excluye la
intervención de cualquier otra autoridad, monopolizando todos los poderes. La autonomía de la
competencia, por su parte, supone la libertad de decisión en la esfera de competencia propia, lo
que expresa que el Estado actúa según su propio criterio, sin necesidad de seguir las directrices o
indicaciones que pretenda imponerle otro Estado. La plenitud de la competencia, en fin, sirve para
distinguir la competencia del Estado, de las competencias de otras colectividades públicas.

3. EL RECONOCIMIENTO DEL ESTADO


3.1. Rasgos conceptuales.
La aparición de un Estado en la escena internacional se sitúa en el terreno de la sociología y de la
historia. Puede producirse ex novo, sin que otros Estados se vean afectados (la creación de un
Estado sobre un territorio no ocupado), o bien a partir de Estados preexistentes, ya sea a resultas
de su modificación (caso de la secesión de una parte del conjunto estatal o de la integración de
varios Estados en uno solo) o de su extinción (caso de la desintegración del estado originario y la
consiguiente creación de varios Estados nuevos).
Una vez que un Estado creado reúne de hecho los elementos que lo caracterizan como tal, puede
decirse que existe como sujeto pleno del Derecho Internacional. Desde entonces los otros Estados
están en condiciones de verificar su existencia real, prestándole su reconocimiento.
En este sentido parece más cierta la caracterización del reconocimiento como acto declarativo
(el Estado existe de iure desde que concurren en él los elementos básicos de la estatalidad,
limitándose el reconocimiento a verificar tal circunstancia) que como acto constitutivo o
atributivo (el reconocimiento crea el Estado).
El Instituto de Derecho Internacional, asigna al reconocimiento del Estado un valor declarativo,
definiéndolo como <<el acto libre por el cual uno o varios Estados constatan la existencia sobre
un territorio determinado de una sociedad humana políticamente organizada, independiente de
cualquier otro Estado existente, capaz de observar las prescripciones del Derecho
Internacional>>.
No obstante, aunque el reconocimiento posee un indudable valor declarativo en relación con la
existencia del Estado, pues no hace sino constarla, la capacidad de acción del nuevo Estado en el
plano internacional es muy restringida antes de su reconocimiento formal, siendo éste
indispensable para el pleno ejercicio de sus competencias exteriores o para el pleno despliegue
de los efectos de sus actos jurídicos en ele territorio de otro Estado.
El reconocimiento es, por otra parte, un verdadero acto jurídico y no un puro gesto político. Así,
aún dando por supuesto su índole jurídica de base, al ser el reconocimiento un acto voluntario o
discrecional, sólo el autor del reconocimiento queda vinculado por él.
No hay, por otra parte, un deber jurídico-internacional de reconocer, si bien pueden observarse en
la práctica orientaciones en apoyo de la concepción del reconocimiento obligado. Esa inexistencia
de una obligación de reconocer se traduce a veces en situaciones de negativa de reconocimiento
a pesar de la efectividad del nuevo Estado. En otros casos se ha dado un reconocimiento tardío,
actitud detectable en supuestos de secesión de territorios o de emancipación de colonias, en los
que el Estado matriz se resiste a su propio desmembramiento. Cabe también la práctica, tachada
de arbitraria, del reconocimiento prematuro, otorgado cuando aún no se da la existencia efectiva
del Estado. El reconocimiento prematuro, que en principio, supone una intervención en los
asuntos internos del Estado, ha obedecido con frecuencia en la práctica al intento político de
consolidar situaciones ficticias o establecidas en violación del Derecho Internacional.
Un aspecto a tener en cuenta a la hora de valorar desde un punto de vista jurídico el
reconocimiento otorgado por terceros es el de la situación concreta de una entidad territorial a la
luz del principio de autodeterminación de los pueblos. Así, la práctica internacional nos muestra
como, mientras que en un caso como el de los <<bantustanes>> creados en su día por la República
de Sudáfrica en contravención de dicho principio con el objeto de segregar a la población negra
bajo una apariencia de independencia, y reconocimos como <<Estados>> por esa sola República,
la reacción de las Naciones Unidas había sido de condena y de negación de validez jurídica a los
correspondientes actos unilaterales del gobierno sudamericano, en toros casos, se ha admitido
prematuramente la estatalidad de un pueblo, a falta, todavía de la concurrencia de los elementos
de la misma.
3.2. La doctrina del no reconocimiento.
En la doctrina y en la práctica internacionales se ha buscado, a falta de un deber
jurídicointernacional de reconocer, preconizar un deber jurídico-internacional de no reconocer
(doctrina del no reconocimiento en tanto sanción), en aquellos casos, en que la situación se
establece en contradicción con una regla jurídica como:
1º. La que prohíbe el uso ilícito de la fuerza.
2º. La que expresa el principio de no intervención sazonado con la prohibición de poner en peligro
la integridad territorial y la independencia política de un Estado.
3º. La que proclama el derecho y autodeterminación de los pueblos.
Pese a lo loable de ese esfuerzo por consagrar en el Derecho Internacional positivo una obligación
general de no reconocimiento en los supuestos señalados, lo cierto es que diversos factores
políticos dificultan la viabilidad de tal pretensión, por lo cual se ha podido decir que aparte de los
casos de violación de la regla de ius cogens que prohíbe el recurso de la fuerza, <<es tal vez aún
muy pronto para afirmar que el Derecho positivo consagra en lo sucesivo una obligación general
de no reconocimiento por ilegalidad>>.
3.3. Las formas y el proceso del reconocimiento.
En cuanto a las formas que puede revestir el reconocimiento, cabe distinguir entre un
reconocimiento individual y un reconocimiento colectivo, y entre un reconocimiento expreso y
un reconocimiento tácito o implícito.
La forma más frecuente es la del reconocimiento individual expreso, que habitualmente se hace
mediante un acto unilateral, aunque a veces puede efectuarse a través de un tratado bilateral con
el Estado.
La cuestión de si la admisión de un nuevo Estado en una organización internacional implica
reconocimiento por los distintos Estados miembros de la organización, es una cuestión
controvertida que, no obstante, tiende a resolverse en un sentido negativo a partir de la
consideración del reconocimiento como un acto libre y discrecional y, como tal, no obligatorio.
Desde el punto de vista del modus operandi, se ha distinguido entre un reconocimiento de facto
o provisional y un reconocimiento de iure o definitivo, irrevocable por tanto, precediendo aquél
a éste cuando el nuevo Estado no puede considerarse aun como plenamente consolidado.

4) LAS MODIFICACIONES POLÍTICAS DE LOS ESTADOS: EL RECONOCIMIENTO


DE GOBIERNOS.
a) Las modificaciones políticas internas y el principio de la continuidad del Estado.
Las alteraciones que puedan producirse en la organización política interna de un Estado no afectan
en principio a la condición internacional de éste, salvo en el caso de la desaparición de todo
gobierno, que conllevaría la extinción del Estado a falta de uno de sus elementos básicos. Ello
quiere decir, que con base en el principio de la seguridad jurídica que debe residir las relaciones
internacionales, cualesquiera cambios sobrevenidos en el régimen político de un Estado dejan
inalteradas sus obligaciones internacionales frente a terceros.
Ello no significa, no obstante, que los cambios internos en un Estado carezcan de toda relevancia
en el plano jurídico internacional. El Derecho Internacional es en principio neutro frente a los
eventos políticos internos: <<Las orientaciones políticas internas de un Estado pertenecen a la
competencia exclusiva del mismo, siempre que no violen una obligación de Derecho
Internacional>>.
Pero, con todo, esos cambios internos pueden influir en el sentido de que un nuevo gobierno
surgido en un Estado por vías de hecho (golpe de Estado) en contradicción con el orden
constitucional establecido puede verse en dificultades para ejercer en plenitud sus funciones en el
plano internacional si no se ve respaldado por el reconocimiento de los gobiernos de otros
Estados, reconocimiento que le permitirá desarrollar relaciones diplomáticas plenas.
b) Rasgos conceptuales del reconocimiento de gobiernos.
Mediante el reconocimiento de gobiernos se declara la voluntad de mantener relaciones con un
gobierno que ha venido a sustituir a otro de forma irregular, esto es, contrariando la legalidad
constitucional vigente. En este sentido se ha podido conceptuar el reconocimiento de gobiernos,
frente al de Estados, como <<un acto por el cual se da la conformidad para continuar las
relaciones habituales de intercambio con el nuevo régimen (…)>>. Sin el reconocimiento de un
gobierno así surgido podrán darse ciertos tipos de relaciones entre dos Estados, pero en ningún
caso plenas.
Por su parte, el Instituto de Derecho Internacional ha expresado que <<el reconocimiento del
nuevo gobierno de un Estado ya reconocido es el acto libre por el que uno o varios Estados
verifican que una persona o un grupo de personas están en condiciones de obligar al Estado que
pretender representar y expresan su voluntad de mantener relaciones con ellas>>.
Se trata, pues, de un acto de elección política, y como tal, discrecional, ningún sujeto de Derecho
Internacional puede obligar a otro a entablar relaciones con él.
Teniendo en cuenta la relevancia del principio de efectividad y la seguridad jurídica que debe
presidir las relaciones internacionales, es posible sostener que todo gobierno efectivo y estable,
esto es, capaz de ejercer de forma continua las funciones políticas del Estado, es un gobierno en
el sentido del Derecho Internacional, siendo irrelevante desde este punto de vista su origen
irregular en la perspectiva del Derecho interno.
Por otra parte, y pese a sus diferencias, existe una indudable relación entre el reconocimiento de
gobiernos y el reconocimiento de Estados, en el doble sentido de que el reconocimiento de un
nuevo Estado implica, necesariamente, el del gobierno que en ese momento ocupa el poder y de
que, una vez realizado, el reconocimiento del Estado persiste a pesar de los cambios de gobierno
c) Las doctrinas sobre el reconocimiento de gobiernos y su aplicación en la práctica.
La doctrina de efectividad se orienta hacia la configuración de un deber de reconocer a todo
gobierno que ejerza un poder efectivo en el territorio estatal.
Según la doctrina de la legalidad o de Tobar <<la manera más eficaz de poner término a los
cambios violentos de gobierno inspirados en la ambición consiste en que los Estados se nieguen
a reconocer a los gobiernos transitorios, nacidos de las revoluciones, hasta que demuestren que
gozan del apoyo de sus países>>, apoyo que debería reflejarse en el asentimiento de una Asamblea
representativa.
Entre las doctrinas que se inspiran en el criterio de la efectividad, destaca la doctrina Estrada
que rechaza la aplicación arbitraria que había venido haciéndose del criterio de la legalidad, lo
que daría lugar a <<situaciones en que la capacidad legal o el asenso nacional del gobierno o
autoridades parece supeditarse a la opinión de los extraños>>.
Esta doctrina, más que inclinarse hacia la configuración de un deber de reconocimiento de los
gobiernos surgidos por vía de hecho que se caractericen por su efectividad, se orienta a sustituir
el reconocimiento expreso por el tácito al referirse a la posibilidad de mantener (o retirar) a los
agentes diplomáticos acreditados, lo que no deja de ser un signo externo de la intención de
reconocer (o no reconocer) al nuevo gobierno
La práctica española en materia de reconocimiento de gobiernos ha venido inspirándose en
general en la doctrina Estrada, sobre todo en las relaciones con los países iberoamericanos. La
adhesión de España a esta doctrina ha podido ser valorada como <<políticamente comprensible,
ya que con ella se trata de justificar la continuidad de las relaciones con la República de Cuba sin
proceder a ningún juicio de valor sobre el régimen político de la isla, y los mismo respecto a los
restantes países latinoamericanos, afectados por frecuentes golpes de Estado>>.
En relación con todo lo hasta aquí expuesto, conviene hacer una serie de consideraciones:
1º. Teniendo en cuenta el carácter discrecional del reconocimiento y su frecuente vinculación a
factores políticos, no puede decirse que exista en el Derecho Internacional general una regla que,
con base en el principio de efectividad, obligue a reconocer a los gobiernos de facto cuando
efectivamente ejerzan un control sobre el territorio de la población.
2º. Si se admite que todo gobierno efectivo y estable es un gobierno en sentido del Derecho
Internacional, y que del hecho de haber nacido por vías no constitucionales no se derivan límites
jurídicos a su competencia internacional, la aplicación de criterios políticos que supongan una
valoración de la <<calidad>> del nuevo gobierno desde un determinado punto de vista ideológico
puede, a su vez, llegar a suponer una violación del expresado principio de no intervención.
3º. Aún no existiendo en el Derecho Internacional una regla que establezca la obligación de no
reconocer o dejar de reconocer a gobiernos <<ilegales>>, en ciertos casos, podría llegar a
establecerse por vía convencional una obligación de romper relaciones diplomáticas o no
reconocer como legítimo a un gobierno que viole obligaciones internacionales básicas.
4º. Teniendo en cuenta los principios de efectividad y de no intervención, no parece posible
mantener indefinidamente el reconocimiento de un <<gobierno en el exilio>> (aquel que
reivindica su autoridad sobre un Estado en el que ejercer el poder efectivo otras autoridades), pues
tal actitud puede pasar a convertirse en una ficción cuando las expectativas de retorno al poder se
disipan con la consolidación de la nueva situación.
Finalmente, el reconocimiento <<puede ser, ya definitivo y pleno (de iure), ya provisional o
limitado a determinadas relaciones jurídicas (de facto)>>.

4.4. Formas de reconocimiento de gobiernos.


Cabe distinguir entre un reconocimiento expreso, que suele realizarse a través de un acto
unilateral o a veces de una declaración conjunta, y un reconocimiento implícito, deducido de
ciertos hechos como el intercambio de agentes diplomáticos o el mantenimiento de los que
estaban en sus puestos.
Por lo que respecta a la distinción entre un reconocimiento individual y un reconocimiento
colectivo, en relación con este último, procede advertir que la participación de un gobierno en
conferencias internacionales o su admisión en organizaciones internacionales no implica
necesariamente su reconocimiento por parte de los Estados participantes en la conferencia o
integrantes en la organización.

LAS COMPETENCIAS TERRITORIALES DEL ESTADO.


A) LAS COMPETENCIAS TERRITORIALES DEL ESTADO.
El Estado ejerce sus competencias, en primer término, sobre una base física que conocemos por
territorio. La importancia del territorio, en tanto representa uno de los elementos esenciales para
la existencia del Estado, determina que las competencias territoriales (su contenido y ejercicio)
resulte especialmente relevantes para la vida del Estado y, por tanto, para el propio juego de las
relaciones internacionales.
B) Concepto y naturaleza jurídica del territorio.
El territorio se nos presenta como la base física o espacial en la que ejerce su autoridad, y por
tanto sus poderes y competencias, un Estado determinado.
La cuestión de determinar la naturaleza jurídica del territorio, ha suscitado un debate doctrinal,
que en la actualidad ha perdido ya todo interés e importancia.
El territorio estatal comprende no sólo el territorio terrestre propiamente dicho, las aguas que en
él se encuentran (ríos, lagos, lagunas...) y el subsuelo correspondiente, sino también ciertos
espacios marítimos adyacentes a sus costas (aguas interiores y mar territorial, además de las aguas
archipelágicas en el supuesto de un Estado archipelágico) en los que se incluyen, igualmente, el
suelo y subsuelo correspondiente, así como el espacio aéreo suprayacente al territorio terrestre y
los espacios marítimos referidos.
El territorio español, según dispone nuestro Derecho interno, se extiende a las aguas interiores y
al mar territorial, así como al espacio aéreo situado sobre el territorio terrestre y estos espacios
marítimos.
Las competencias del Estado pueden tener también una base y alcance extraterritorial. Así, el
Estado ejerce su jurisdicción exclusiva sobre los buques y aeronaves que ostenten su pabellón, y
cuando navegan o sobrevuelan por la alta mar.
Basándose en principios como el de <<protección del Estado>> o el de <<universalidad>>, los
Estados dictan normas con un alcance extraterritorial para proteger algunos de los intereses
fundamentales, sancionando ciertos delitos, con independencia de la nacionalidad de su autor y
del lugar de su comisión.
El Estado ejerce además ciertas competencias especializadas sobre otros espacios marítimos que
no pertenecen estrictamente a su territorio; se trata, fundamentalmente, de los espacios
correspondientes a la zona económica exclusiva y la plataforma continental, en los cuales al
Estado ribereño corresponden sólo ciertos derechos soberanos, y no la soberanía, a efectos
fundamentalmente económicos.
C) Los modos de adquisición de la competencia territorial.
-Modos originarios son aquellos que se utilizan cuando el territorio sobre el que se establece la
competencia no está sometido a la de otro Estado, tratándose, por tanto, de un territorio sin dueño,
de una terra nullius (ocupación, accesión).
-Modos de derivativos son aquellos en que se actúa sobre un territorio que está sometido a la
competencia de otro Estado en el momento en que se establece sobre él la competencia de un
nuevo estado (cesión, conquista).
A) La ocupación es el modo más importante dentro de los llamados originarios. Se entiende
por tal la adquisición de un territorio nullius basada sobre la toma de posesión efectiva del mismo
y acompañada de la intención de adquirir sobre él la competencia territorial.
Aunque la ocupación ha perdido en la actualidad toda relevancia práctica, su estudio sigue
teniendo interés en la medida en que para la resolución de litigios de carácter territorial,
especialmente de delimitación de fronteras, que se producen en los tiempos presentes habrá que
valorar el derecho en vigor en el momento en el que se consolidó el título histórico.
Para que la ocupación tenga consecuencias internacionales es necesario además, que se den dos
requisitos o elementos: el elemento psicológico o animus occupandi y el elemento material de
la efectividad de la ocupación.
El animus ocupando se expresa a través de la propia práctica seguida por los órganos del Estado
ocupante, traduciéndose el requisito de la efectividad de la ocupación en el ejercicio de la
autoridad del Estado sobre el territorio ocupado: autoridad que habrá de ser manifestada de
manera continuada, de forma notoria y a través de actos de administración preferentemente
individualizados.
B) La accesión consiste en el título para extender la competencia a aquellas formaciones
terrestres que hayan acrecido al propio territorio del Estado, bien por causas naturales, bien por
la propia actividad del hombre.
C) La cesión es un modo derivativo de adquisición de territorios y está basado en un acuerdo
entre dos o más Estados para llevar a cabo una transferencia territorial, mediante la renuncia por
parte del Estado cedente en favor de la adquisición de esa parte del territorio por otro Estado. La
cesión no se perfecciona jurídicamente hasta la ocupación efectiva del territorio y el consiguiente
ejercicio de las competencias por el Estado beneficiario de la cesión.
D) Un modo muy discutido es la prescripción adquisitiva. Se aplica a aquellos casos en que
un Estado se ha posesionado de un territorio que, en principio, pertenece a la soberanía de otro
Estado, ejerciendo durante un cierto tiempo, y sin que se produzcan actos de protesta por parte de
aquel otro Estado, una ocupación efectiva que consolidaría su título.
Un amplio sector doctrinal, no considera la prescripción como un medio autónomo de adquisición.
E) La conquista, suponía, conforme al Derecho internacional clásico, la transferencia al
vencedor de parte del territorio del Estado vencido al terminar una guerra.
Para que la conquista se considerase como un título válido por el Derecho internacional era
necesario que, básicamente concurriesen los siguientes requisitos:
1. Que hubiese terminado el conflicto armado;
2. Que se produjese una ocupación efectiva;
3. Que se diese en el Estado vencedor animus possedendi, no siendo necesaria la existencia
de un animus transferendi por parte del Estado vencido.
Hoy en día, la conquista es una figura condenada por el Derecho Internacional contemporáneo,
en base al principio de prohibición de amenaza o uso de la fuerza.
F) Finalmente, hay que advertir que el principio de efectividad, aunque desempeña un papel
destacado en los distintos modos de adquisición de la competencia territorial, pierde sin embargo,
toda significación y relevancia en los casos de territorios que han estado sujetos a dominación
colonial.
En estos supuestos rige el principio del uti possidetis iuris, el cual supone que la delimitación
fronteriza de los Estados nacidos de la descolonización se produce conservando como límites
territoriales los derivados tanto de los propios Tratados internacionales fronterizos concluidos por
las potencias coloniales, como de las antiguas divisiones administrativas fijadas por una potencia
colonial sobre un determinado territorio, y otorgando el título jurídico de la época colonial
preeminencia sobre la posesión efectiva como base de la soberanía.

1) CONTENIDO Y LÍMITES DE LAS COMPETENCIAS TERRITORIALES.


a) Caracteres generales de las competencias territoriales.
Las competencias que, en virtud de la soberanía, corresponde al Estado sobre su territorio se
caracterizan, en cuanto a su contenido y ejercicio, por las notas fundamentales de plenitud y
exclusividad.
i) La plenitud de las competencias significa que el Estado puede ejercer con absoluta
discrecionalidad el conjunto de funciones propiamente estatales, de naturaleza, básicamente
legislativa, ejecutiva y judicial.
ii) La exclusividad de las competencias territoriales, implica que los Estados ejercen sus
competencias, dentro de un determinado ámbito territorial, con exclusión, en principio, de los
demás Estados.
b) Obligaciones y límites relacionados con el ejercicio de las competencias territoriales.
El derecho que, por su soberanía e independencia, tiene todo Estado a ejercer con plenitud y
exclusividad sus competencias territoriales conlleva una serie de obligaciones y límites impuestos
por normas del Derecho internacional, de carácter consuetudinario o convencional, para
salvaguardar los derechos de los demás Estados y los intereses de la comunidad internacional en
su conjunto.
1) La soberanía territorial genera ciertas obligaciones con el objeto de garantizar los derechos
de los demás Estados sobre sus respectivos territorios. Conforme al propio principio de igualdad
soberana de los Estados <<cada Estado tiene el deber de respetar la personalidad de los demás
Estados>>, siendo inviolables la integridad territorial y la independencia política del Estado.
La obligación de respetar la personalidad de los demás Estados, conforme al principio de igualdad
soberana, se vincula estrechamente al principio de no intervención en los asuntos internos de
los Estados, en virtud del cual se proclama que <<ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho
a intervenir directa o indirectamente, y sea cual fuere el motivo, en los asuntos internos o externos
de ningún otro>>; considerándose, por tanto, como violaciones del Derecho Internacional <<no
solamente la intervención armada, sino también cualquier otra forma de injerencia o de amenaza
atentatoria de la personalidad del Estado, o de los elementos políticos, económicos y culturales
que lo constituyen>>.
La obligación para los Estados de respetar en su territorio los derechos que el ordenamiento
jurídico internacional reconoce a todos los demás Estados, se presenta como la expresión de las
limitaciones a que se sujeta el ejercicio de las competencias territoriales.
Estas limitaciones a las competencias territoriales de los Estados inciden en muy diversos
ámbitos.
2) Los Estados tienen la obligación de evitar causar perjuicios en el territorio de otros Estados, o
a sus nacionales, y aun a la Comunidad internacional en su conjunto, por las actividades realizadas
desde su propio territorio. Se trata de que el ejercicio de las competencias territoriales por el
Estado no sea abusiva o arbitraria, lo que implica una utilización <<razonable>> y <<útil>> de
la soberanía territorial.
La obligación para todos los Estados de respetar en su territorio los derechos que el ordenamiento
jurídico internacional reconoce a todos los demás Estados es la expresión más evidente de las
limitaciones del ejercicio de las competencias territoriales. Estas limitaciones a las competencias
territoriales inciden en diversos ámbitos, como por ejemplo los derechos de navegación que
corresponden a los buques de todos los Estados por los espacios marítimos sujetos a la soberanía
del Estado ribereño (derecho de paso inocente reconocido a los buques de todos los Estados por
el mar territorial; derecho de paso en tránsito reconocido a todos los buques y aeronaves por el
mar territorial de un Estado que conforme un estrecho principal; derecho de paso por las vías
marítimas archipelágicas y el mar territorial de un Estado archipelágico).
Al respecto y como regla de buena vecindad, sobresale el principio sic utere tuo ut alienun non
laedas, conforme al cual un Estado está obligado a impedir en su territorio el ejercicio de
actividades que puedan causar perjuicios en un Estado vecino; habiendo adquirido, sobre todo,
este principio su fuerza en materia medioambiental y de administración de recursos naturales.
3) Las modificaciones del contenido de la competencia territorial.
Con independencia de las obligaciones y límites que, con carácter general, se imponen al Estado
en el ejercicio de sus competencias territoriales, la práctica internacional nos ofrece ciertos
supuestos particulares de modificaciones del contenido de la competencia territorial, en virtud de
los cuales un Estado consiente, a través de la formalización de acuerdos bilaterales o
multilaterales restringidos, importantes limitaciones a sus competencias soberanas en favor de
otro u otros Estados, con un carácter transitorio o provisional, y sin que ello conlleve en ningún
caso una pérdida de soberanía para el Estado territorial.
1º. Los supuestos de cesiones de uso, de administración y en arriendo son expresiones de un
contexto histórico, dominado por las situaciones coloniales y la posición de hegemonía y dominio
de las grandes potencias; en estas cesiones se escondían auténticas declaraciones de soberanía en
favor del Estado cesionario, y por tanto, verdaderas anexiones disimuladas.
2º. La figura del protectorado nos acerca también a un supuesto de inspiración colonial. Como
tal constituye hoy una institución que ha desaparecido, en tanto que incompatible con la
concepción moderna de independencia. Conforme a un régimen de protectorado, el Estado
protector asumió fundamentalmente la representación internacional del protegido, pudiendo
llegar a ser también muy amplia su participación en las competencias internas del protectorado.
3º. El condominio se nos presenta en la actualidad como una institución también en desuso. Se
trata de un régimen en virtud del cual dos o más Estados deciden ejercer sus competencias
soberanas sobre el mismo territorio de manera compartida.
Esta técnica se ha empleado tradicionalmente por los Estados como medio de resolver o congelar
las situaciones de conflicto territorial existentes entre ellos, pudiendo tener éstas un origen
colonial o bien un carácter fronterizo.
4º. Los supuestos de territorios bajo administración internacional han sido tradicionalmente
muy limitados. Se trata de regímenes transitorios por los que se coloca un determinado territorio
bajo un sistema de administración internacional, ejercida por una Organización Internacional o
un grupo de Estados, bien por tratarse de un territorio reivindicado por varios Estados, bien por
las especiales características de su población y aun por razón del lugar geográfico susceptible de
engendrar una tensión internacional.
Sobresale fundamentalmente en este ámbito el establecimiento, con motivo de la grave situación
humanitaria vivida en Kosovo, de la Misión de la Administración Provisional de las Naciones
Unidas en Kosovo (UNMIK), a la que se le atribuyeron todos los poderes legislativos y
ejecutivos, incluso la administración del poder judicial, con el fin de procurar la recuperación y
desarrollo económico de Kosovo, establecer una economía visible y autosostenible, consolidación
del Estado de Derecho, promover el establecimiento de una autonomía, etc.
También es el caso de Timor Oriental cuando el Consejo de Seguridad de las N.U. decidía
establecer la Administración de Transición de las Naciones Unidas para Timor Oriental
(UNTAET). Con el fin de preparar el proceso de transición hacia la independencia de Timor
Oriental, a la UNTAET se le atribuyó la administración de este territorio y ayudar al
establecimiento de las condiciones necesarias para el desarrollo sostenible: proporcionar
seguridad y mantener el orden público; establecer una administración eficaz y apoyar el fomento
de la capacidad para el autogobierno. En Mayo de 2002 Timor Oriental pasó a ser un Estado
independiente y aun habiendo terminado su mandato, las N.U. seguirán manteniendo su presencia
para asistir a las estructura administrativas básicas mediante la misión sucesora, Misión de Apoyo
de las Naciones Unidas en Timor Oriental (UNMISET).
5º. Merecen también atención los supuestos de utilización de bases militares en territorio
extranjero, en virtud de los cuales un Estado autoriza a otro el uso en su propio territorio de bases
militares, y por tanto el estacionamiento, con fines de seguridad y defensa en el contexto de una
cooperación militar, de fuerzas armadas de ese Estado, sin que ello suponga ningún tipo de cesión
territorial. Estos supuestos, por su propia naturaleza, pueden ser incluidos en la categoría de
cesiones de administración o en arriendo, aunque con la diferencia básica de que no tienen lugar
en aquel contexto de corte colonialista y hegemónico en el que se practicaron aquellas cesiones.
El uso de bases militares en territorio extranjero suele estipularse a través de tratados
multilaterales o bilaterales entre las partes, lo que pone de relieve el valor del consentimiento del
Estado territorial.
Con ocasión de la entrada de España en la OTAN, se celebró un nuevo Tratado de Amistad,
Defensa y Cooperación, el cual vino a corregir, en buena parte, las asimetrías que caracterizaron
el régimen convencional anterior.
Este Convenio, basado en objetivos de cooperación para la defensa tanto en el ámbito bilateral
como en el marco del Tratado del Atlántico Norte, establece la obligación para España de no sólo
conceder a los Estados Unidos el uso de instalaciones de apoyo en las Bases de Morón y Rota,
sino también a otorgar autorizaciones de uso en el territorio, mar territorial y espacio aéreo
españoles, precisando que cualquier uso que vaya más allá de los objetivos fijados en el Convenio
exigirá la autorización previa de España.
Finalmente, en un tema tan crucial como el que se refiere al estatuto de las fuerzas armadas, se
dispone que el Estatuto de los miembros de la fuerza, el elemento civil y las personas dependientes
que los acompañen de cada una de las Partes, cuando se encuentren en el territorio de la otra Parte
en relación con sus deberes oficiales, quedaran regulado por las disposiciones del Convenio sobre
el Estatuto de las Fuerzas Armadas de la OTAN, y de los Capítulos IV y V del Convenio.
Concretamente el ejercicio de la jurisdicción sobre el personal de las fuerzas se basa, en cuanto
al orden penal, en un régimen en que, en última instancia, va a resultar más favorable a las
autoridades militares del Estado de origen, disponiéndose que para los casos en el derecho a
ejercer jurisdicción sea concurrente, <<las Autoridades españolas competentes darán rápida y
benévola consideración a las peticiones sobre renuncia de jurisdicción criminal formuladas por
las Autoridades de los EEUU>>.
El Convenio dispone la creación de un Comité Bilateral de Defensa de Alto Nivel, como órgano
para las consultas políticas entre los dos países en el ámbito de la defensa y para fomentar el
desarrollo del Convenio, y de un Comité Permanente para asegurar la necesaria coordinación
entre las Partes en el desarrollo del Convenio.

LA RESPONSABILIDAD INTERNACIONAL. EL HECHO INTERNACIONALMENTE


ILÍCITO.
1. IDEAS GENERALES.
Los comportamientos de los sujetos del D.I. pueden ser valorados desde el punto de vista de su
conformidad o contrariedad con dicho ordenamiento jurídico: en este último caso, se habla de los
hechos ilícitos, generadores de ciertas consecuencias jurídicas negativas para el propio sujeto a
quien le son atribuibles, de entre las cuales la más característica es la responsabilidad
internacional.
Tradicionalmente, las relaciones jurídicas resultantes de la comisión de hechos internacionales
ilícitos (relaciones de responsabilidad) se configuraban como relaciones de Estado a Estado, o
relación interestatal de naturaleza bilateral.
El hecho de un Estado generador de responsabilidad internacional pueda representar tanto una
lesión directa de los derechos de otro Estado como un perjuicio causado a un particular extranjero.
Pero este último supuesto no convierte en el plano jurídico-internacional a la relación resultante
en una relación de particular lesionado al Estado responsable, sino que, a través de la institución
de la protección diplomática, suscita una relación de Estado a Estado.
DESARROLLOS Y TENDENCIAS EN RELACIÓN CON EL HECHO
INTERNACIONALMENTE ILÍCITO Y SUS CONSECUENCIAS.
Nuevas orientaciones.
Las premisas sobre las que se ha venido asentando tradicionalmente la reglamentación jurídica
del hecho internacionalmente ilícito y de sus consecuencias, serían las siguientes:
Derecho Internacional Clásico:
1. El origen de la responsabilidad internacional lo constituye el hecho internacionalmente
ilícito como hecho que contraría o infringe el D.I.
2. La relación nueva surgida con ocasión de la comisión de un hecho internacionalmente
ilícito es una relación de Estado a Estado (interestatal), no se conciben otros sujetos en la relación
de responsabilidad.
3. Dicha relación es una relación bilateral, directa, entre el Estado titular de un derecho
subjetivo lesionado por el hecho ilícito y el Estado al que se atribuye esté hecho.
4. Las consecuencias del hecho ilícito internacional se traducen en una obligación de reparar
a cargo del Estado al que el hecho es atribuible.
Los cambios sobrevenidos en la estructura y el funcionamiento de la sociedad internacional, han
provocado la revisión de las pautas tradicionales relativas a esta materia. En tal sentido cabría
señalar ciertas nuevas tendencias en materias de responsabilidad internacional:
Nuevas tendencias:
1. La admisión, junto a una responsabilidad por hecho ilícito, de una responsabilidad
objetiva o por riesgo derivada de la realización de actividades en principio no prohibidas pero
potencialmente generadoras de daños a terceros.
2. La irrupción de nuevos sujetos, activos o pasivos, de responsabilidad internacional, como
las O.I. o, hasta cierto punto, el individuo.
3. La aceptación de la existencia de obligaciones para con la comunidad internacional en su
conjunto (obligaciones erga omnes) cuyo cumplimiento podría ser exigido por cualquier Estado;
y, en conexión con tales obligaciones y con la idea del ius cogens internacional, la constatación
de la existencia de ciertos comportamientos ilícitos que, por atacar intereses fundamentales de
aquella comunidad, adquieren especial gravedad.
4. El reconocimiento de distintos regímenes de responsabilidad en función de la distinta
naturaleza de la obligación internacional violada y por ende de la distinta entidad del hecho ilícito.
5. Las reivindicaciones de los países en desarrollo relativas al nuevo orden económico
internacional y la tendencia a elaborar normas en este terreno.
2. El proceso codificador.
El interés de la materia de la responsabilidad internacional se manifiesta en los sucesivos intentos
de codificación, de carácter de tanto privado como oficial, llevados a cabo hasta el presente. La
mayor parte de los proyectos elaborados incidían en el ámbito concreto de la responsabilidad de
los Estados en razón de los daños causados a extranjeros en su territorio.
La Comisión de Derecho Internacional llegó a aprobar el proyecto de artículos sobre “la
responsabilidad del Estado por hechos internacionalmente ilícitos” en agosto de 2001.
El proyecto de artículos consta de cuatro partes;
- La 1ª parte, trata de las condiciones que debe darse para que un hecho del Estado dé lugar
a la responsabilidad internacional de éste.
- La 2ª parte, se refiere a las consecuencias jurídicas para el Estado responsable del hecho
internacionalmente ilícito, principalmente la cesación y la reparación.
- La 3ª parte, se refiere a la ejecución de la responsabilidad.
- La 4ª parte, contiene ciertas reglas aplicables a todos los artículos del proyecto.
La C.D.I. decidió no estudiar la cuestión de al solución de controversias.
Paralelamente al estudio por la C.D.I. de la responsabilidad de los Estados originada en hechos
internacionalmente ilícitos, la propia Comisión ha emprendido el examen de la
convencionalmente llamada responsabilidad “objetiva” o por riesgo. Sin embargo, tras constatar
que los dos grandes elementos de este tema, la prevención y la responsabilidad internacional,
constituían cuestiones distintas aunque relacionadas entre sí y que convenía abordarlas por
separado, en 1997 decidió proseguir su labor sobre aquél examinando en primer lugar los aspectos
relativos a la prevención. Así con la aprobación en 2001 del texto definitivo de un proyecto de
preámbulo y de una serie de diecinueve proyectos de artículo sobre “Prevención del daño
transfronterizo resultante de actividades peligrosas”, la C.D.I. daba por concluida su labor en
torno a la primera parte del tema y reanudaba en 2002 el examen de la cuestión relativa a la
responsabilidad internacional bajo e subtítulo “Responsabilidad internacional en caso de pérdida
causada por daño transfronterizo resultante de actividades peligrosas”.

3. CONCEPTO DE HECHO INTERNACIONALMENTE ILÍCITO.


El origen de la responsabilidad internacional lo constituye el hecho internacionalmente ilícito.
La palabra hecho expresa la idea de conductas (consista ésta en un comportamiento activo o
pasivo); el adjetivo ilícito evoca la idea de contravención del Derecho.
Definición: El hecho internacionalmente ilícito es un hecho atribuible a un sujeto
jurídicointernacional que, constituyendo una violación o infracción del D.I. lesiona derechos de
otro sujeto u otros sujetos de dicho ordenamiento, o incluso derecho e intereses de los que sería
titular la propia comunidad internacional, dando lugar, entre otras consecuencias posibles, a la
responsabilidad del sujeto autor del hecho.
Son dos, pues, los planos en que se expresaría de la ilicitud: uno, el relativo al derecho objetivo
que resulta violado; otro, el relativo al derecho subjetivo que es lesionado como consecuencia del
incumplimiento de la obligación (de hacer o de no hacer) impuesta al sujeto por la norma.
En lo que respecta de a la relación resultante del hecho ilícito hay varias opiniones:
1. Unos autores estiman que se trata de una relación bilateral entre el Estado autor del hecho
y el Estado lesionado, con la reparación como única consecuencia posible.
2. Otros autores ven en la sanción que el Estado lesionado está autorizado a aplicar al Estado
culpable la consecuencia propia del hecho ilícito.
3. Y otros sostienen la posibilidad de existencia, no de una relación única, sino de dos tipos
de relaciones basadas respectivamente;
a) En el derecho a exigir una reparación, y
b) En la facultad de aplicar una sanción.

Lo que parece fuera de duda es la tendencia a excluir el recurso a acciones coercitivas (sobre todo
unilaterales) frente a hechos ilícitos de menor gravedad, así como a reconocer un cierto orden de
prioridades entre la petición de la reparación y la aplicación de la sanción.
En lo que respecta a los sujetos activos o pasivos del hecho internacionalmente ilícito, existe la
tendencia a ampliar su esfera (Estados, O.I. y otros entes), así como a dejar de concebir la relación
de responsabilidad como estrictamente bilateral.
En lo que respecta a la pauta para poder reputar de internacionalmente ilícito un hecho de un
sujeto internacional, "El hecho de un Estado sólo podrá calificarse de internacionalmente ilícito
según el Derecho Internacional, independientemente de la calificación que tenga, o no, el mismo
hecho como lícito por el Derecho interno.”

CONSECUENCIAS DEL HECHO INTERNACIONALMENTE ILÍCITO


La consecuencia jurídica más característica y más normal del hecho internacionalmente ilícito es
la responsabilidad internacional del sujeto a quien el hecho es atribuible.
En principio, es posible distinguir en D.I. entre la responsabilidad del sujeto y la nulidad del acto
contrario a Derecho; y es posible también referirse a la imposibilidad de hacer valer el derecho
frente a terceros (inoponibilidad) como una consecuencia distinta de las dos anteriores.
La responsabilidad internacional es la consecuencia más normal del hecho internacionalmente
ilícito, y suele concretarse en el deber de reparar.
Aun siendo consciente del papel central que la responsabilidad tiene entre las consecuencias del
hecho internacionalmente ilícito, la C.D.I., no ha querido pasar por alto la posibilidad de otras
consecuencias distintas. La Comisión se refiere, entre aquellas consecuencias distintas de la
responsabilidad, a la nulidad de un tratado y a la prohibición de invocar la cláusula rebus sic
stantibus como causa para dar por terminado un tratado o retirarse de él cuando el cambio
fundamental en las circunstancias resulte de la violación del tratado o de cualquier otra obligación
internacional por la parte que lo alega.

4. ELEMENTOS DEL HECHO INTERNACIONALMENTE ILÍCITO.


La doctrina suele señalar, como elementos del hecho internacionalmente ilícito;
 La existencia de una conducta (acción u omisión) con relevancia en el plano jurídico-
internacional.
 El hecho de que con esa conducta se viole una obligación establecida por una regla de
D.I. en vigor, - La posibilidad de atribuir dicha conducta a un sujeto del D.I.
 Haberse producido un perjuicio o daño como consecuencia de la acción u omisión.

Muchos autores subsumen dichos elementos en dos básicos:


 Uno de carácter subjetivo, consistente en la posibilidad de atribuir el hecho o
comportamiento a un sujeto determinado,
 Otro de carácter objetivo, consistente en que mediante tal hecho o comportamiento se
viole una regla de D.I. de la que derive una obligación de acción o de abstención a cargo del sujeto
en cuestión.
La C.D.I. evitando el uso de los términos “subjetivo” y “objetivo”, distingue en su proyecto de
artículos los dos elementos de la atribución y la violación:
“Hay hecho internacionalmente ilícito del Estado cuando un comportamiento con sistema en una
acción u omisión:
1 es atribuible al Estado según el Derecho internacional, y
2 constituye una violación de una obligación internacional del Estado.”
A) Elemento de la atribución.
El elemento de la atribución (antes subjetivo) hace referencia a la existencia de una conducta
activa (acción) o pasiva (omisión), y a la posibilidad de atribuir esa conducta, en función de ciertas
circunstancias, a un determinado sujeto de el D.I.
En relación con el Estado como sujeto del D.I., se refiere, en concreto, a la posibilidad de atribuir
un comportamiento, no a la persona o al conjunto de personas que lo ha tenido materialmente,
sino al propio Estado como sujeto de que D.I.
El comportamiento atribuible al sujeto puede consistir, como hemos visto, bien en una acción o
en una omisión. Las conductas pasivas pueden ser varias; no sancionar una ley exigida por un
tratado, no proteger los locales de una misión diplomática extrajera frente a actos vandálicos,…)
El hecho de atribuir a un Estado una conducta reputada de ilícita según el D.I. difiere en su
significación de la operación de imputar un acto a un sujeto jurídico en el sentido del Derecho
Penal interno.
Dado que tal comportamiento se expresa materialmente en un hecho de uno o varios órganos o
agentes del Estado, el problema de la culpa en D.I. se presenta más bien en relación con esos
propios órganos o agentes en tanto que autores materiales del hecho; en otras palabras, "el
problema consistirá siempre en determinar si el comportamiento del órgano únicamente puede
ser imputado al Estado cuando ha incurrido en el supuesto ilícito de modo culposo (intencionada
o negligentemente) o si, por el contrario, la simple violación objetiva del D.I. por un órgano del
Estado hace incurrir a éste en responsabilidad".
Lo relevante no es la actitud psicológica de los individuos que actúan como órganos del Estado,
sino la conducta objetiva del Estado per se, e incluso en el caso de omisiones ilícitas, más que de
culpa se trataría de la violación objetiva de la obligación de usar la debida diligencia a cargo del
Estado. Lo cual no significa que la culpa del autor material del hecho internacionalmente ilícito
no pudiera tenerse en cuenta para atenuar o agravar la violación de una obligación internacional
y de incidir sobre la reparación debida por el Estado.
B) Elemento de la violación.
Este elemento del hecho internacionalmente ilícito consiste en que el comportamiento atribuible
al Estado constituya una violación de una obligación internacional a su cargo. Para un sector de
la doctrina, a este componente habría que agregar otro: la producción de un daño.
a) La violación de la obligación.
1. Obligación-norma-derecho subjetivo;
Al apreciar la ilicitud de un hecho desde el punto de vista del D.I., la jurisprudencia internacional
suele hablar de "violación de una obligación contraída" por el Estado o de "violación de una
obligación impuesta por una norma jurídica internacional", un sector doctrinal prefiere hablar de
violación o infracción de una norma de D.I.
En la C.D.I. ha prevalecido la expresión “violación de una obligación internacional”.
Habrá violación de la misma por parte de un Estado cuando un acto de éste "no está en
conformidad con lo que de él exige esa obligación". Lo que constituye la esencia de la ilicitud es
el contraste entre el comportamiento adoptado en la realidad y el que jurídicamente se debiera
haber tenido.
2. Carácter internacional de la obligación;
La obligación cuya violación constituye el hecho internacionalmente ilícito es una obligación
internacional, impuesta por una norma de D.I., esto impide calificar de internacionalmente ilícito
un acto que suponga una contravención de obligaciones contenidas en contratos celebrados entre
Estados y personas extranjeras o incluso entre dos Estados y regidos por el Derecho interno de un
Estado.
3. Origen de la obligación;
Al efecto de calificar de ilícito un determinado hecho, es indiferente cuál sea el origen de la
obligación violada; tan ilícito es un acto contrario a una obligación de origen consuetudinario
como uno que contradiga un compromiso basado en un tratado o en una fuente de otro tipo.
La doctrina reconoce que el distinto origen de las obligaciones internacionales no afecta a la
calificación como ilícito del hecho contrario a cualquiera de ellas, ni da lugar en principio a
distintos regímenes de responsabilidad, o sea, a la elección entre tal o cual tipo de reparación.
4. Vigencia de la obligación;
Para poder calificar de ilícito un hecho desde el punto de vista del D.I., es preciso que la obligación
que dicho hecho contraría esté en vigor al tiempo de la realización de éste respecto del sujeto
responsable. “Un hecho del Estado no constituye una violación de una obligación internacional a
menos que el Estado se halle vinculado por dicha obligación en el momento en que se produce el
hecho.”
5. Contenido de la obligación;
El distinto contenido u objeto de la obligación es irrelevante al efecto de calificar de
internacionalmente ilícito un determinado hecho; si bien no dejará de repercutir en ciertos casos,
a la hora de establecer distintos tipos de hechos ilícitos y, por ende, distintos regímenes de
responsabilidad, y en este sentido la C.D.I., distinguiendo entre la violación de obligaciones de
carácter bilateral o de obligaciones para con algunos Estados y la violación de obligaciones para
la comunidad internacional en su conjunto, señala que “cuestiones relativas a la gravedad de la
violación y al carácter imperativo de la obligación violada pueden influir en las consecuencias
que se deriven para el Estado responsable y, en algunos casos, también para otros Estados”.
b) El daño.
La C.D.I., en su proyecto sobre la responsabilidad de los Estados, prefirió no hacer alusión al
daño o perjuicio (en el sentido de daño causado a un Estado en el plano del D.I.) como elemento
independiente o autónomo del hecho internacionalmente ilícito. Aun aceptando que el daño puede
ser un factor decisivo a la hora de medir el alcance de al responsabilidad y que en ciertos casos
no basta el simple comportamiento para que haya violación de una obligación internacional sino
que se requiere un acontecimiento exterior de carácter perjudicial, la C.D.I. ha estimado que <<"el
daño" inherente a todo hecho internacionalmente ilícito es el que al mismo tiempo es inherente a
toda violación de una obligación internacional>>, considerando, así, comprendido el factor daño
en el elemento objetivo del acto internacionalmente y lícito.
Según la propia C.D.I., la exigencia de que concurran elementos adicionales como el daño
depende del contenido de la obligación primaria.

c) La cuestión del abuso de derecho


La C.D.I. considera que el supuesto del ejercicio abusivo de un derecho está englobado en el
elemento objetivo del hecho internacionalmente ilícito, representado aquí por la violación de la
obligación derivada de una norma que tendría por efecto limitar el ejercicio por el Estado de sus
derechos o competencias prohibiendo su ejercicio abusivo.

5. EL FACTOR TEMPORAL.
El factor temporal tiene relevancia en dos planos: el de la condición de la vigencia de la obligación
internacional respecto del estado, y el de la determinación del momento y la duración de la
violación de la obligación internacional en los distintos tipos de hechos ilícitos internacionales.
A) Condición de estar en vigor la obligación.
La regla básica es que la obligación esté vigente para el Estado en el tiempo en que éste realiza el
acto. Si la obligación ha dejado de estar a cargo del Estado antes de que éste realice un acto en
contradicción con ella, no cabe hablar de hecho internacionalmente ilícito.
Parece lógico, que en caso de que entre el momento en que se ha realizado el acto y el momento
en que viene a suscitarse una controversia en relación con dicho acto la obligación haya dejado
de existir, se declare la responsabilidad del estado autor en función de la coetaneidad del acto y
de la obligación, independientemente de que éste haya desaparecido a la hora de llevar el asunto
al órgano encargado de resolver la controversia.
 En el supuesto de los actos estatales continuos; (aquellos que se prolongan en el tiempo
con carácter de permanencia) habrá violación de la obligación en lo que se refiere al período
durante el cual, hallándose la obligación en vigor respecto del Estado, se desarrolle el acto.
 En el supuesto de los actos llamados compuestos; (integrados por una serie de acciones u
omisiones relativas a casos distintos), habrá violación de la obligación si el acto puede
considerarse constituido por las acciones u omisiones que hayan tenido lugar dentro del periodo
durante el cual la obligación se halle en vigor respecto del estado.
 En el supuesto de los actos complejos; (que entrañan una idea de sucesión de
comportamientos de uno o varios órganos estatales en relación con un mismo caso), habrá
violación de la obligación si el acto en cuestión se inicia por una acción u omisión que haya tenido
lugar dentro del período durante el cual la obligación se halle en vigor respecto de ese Estado,
aunque tal acto se complete después de ese periodo.
B) Momento y duración de la violación de la obligación.
La importancia y consideración de éste dependerá del tipo de hecho al que nos enfrentamos:
hechos instantáneos, hechos que no son de tracto único (continuos complejos y compuestos).
 En cuanto los hechos instantáneos; la violación de la obligación se produce en el
momento en que el hecho se produce, sin que su perpetración se extienda más allá de dicho
momento, aún si los efectos del hecho se prolongarán en el tiempo.
 En lo que respecta a los hechos que no son de tracto único (continuos, compuestos y
complejos), es obvio que su mayor o menor prolongación en el tiempo suele suponer en el plano
cualitativo una mayor o menor gravedad del hecho en sí desde el punto de vista de la lesión del
derecho subjetivo, y, por tanto, es susceptible de repercutir en el grado de responsabilidad
internacional y en concreto en la extensión de la reparación.
La averiguación del momento y la duración de la violación puede ser esencial para determinar la
existencia de una jurisdicción internacional obligatoria.
El los artículos 14 y 15 del proyecto de artículos de la C.D.I. se establecen, en relación con los
hechos estatales que se prolongan en el tiempo las siguientes reglas:
 En los hechos continuos, la violación de la obligación se extiende durante todo el período
en el cual ese acontecimiento continúa y sigue contrariando la obligación.
 En los hechos que constituyen una violación de una obligación de prevenir un
acontecimiento determinado, la violación, que tiene lugar cuando se produce el acontecimiento,
se extiende durante todo el período en el cual ese acontecimiento continúa y se mantiene su falta
de conformidad con la obligación.
 En los hechos integrados por una serie de acciones u omisiones definidas en su conjunto
como ilícitas, la violación de la obligación, que tiene lugar cuando se produce la acción u omisión
que, tomada con las demás acciones u omisiones, es suficiente para constituir el hecho ilícito, se
extiende durante todo el período que comienza con la primera de las acciones u omisiones de la
serie y se prolonga mientras esas acciones u omisiones se repiten y se mantiene su falta de
conformidad con la obligación.

6. PARTICIPACIÓN DE UN ESTADO EN EL COMPORTAMIENTO ILÍCITO DE


OTRO ESTADO.
Un comportamiento internacionalmente ilícito resulta a veces de la colaboración de varios
Estados y no de un solo Estado que actúa aisladamente.
En el proyecto de artículos de la C.D.I. se contemplan tres situaciones.
1ª. Se da en aquellos casos en que un Estado presta ayuda o asistencia a otro Estado en la comisión
por este último de un hecho internacionalmente ilícito. Como ejemplos financiar la actividad
contraria al D.I., el proporcionar medios de cerrar una vía navegable internacional, el facilitar el
secuestro de personas en territorio extranjero. Es preciso que la ayuda o asistencia se preste para
facilitar la comisión del hecho, que el órgano del Estado que presta la ayuda conozca las
circunstancias en virtud de las cuales la conducta del Estado que recibe dicha ayuda debe reputarse
ilícita, y que el hecho cometido debe ser tal que hubiera sido ilícito si fuese cometido por el propio
Estado que presta la ayuda o asistencia.
2ª. El segundo supuesto, se produce cuando se considera responsable por un hecho
internacionalmente ilícito a un Estado que dirige y controla a otro Estado en la comisión por este
último de dicho hecho. A diferencia del supuesto de la prestación de ayuda o asistencia, en el que
la responsabilidad se da tan sólo en la medida de la ayuda, el Estado que dirige y controla el hecho
en su totalidad es responsable por el hecho en sí mismo.
3ª. Una situación extrema se produce en el caso en que un Estado coacciona deliberadamente a
otro para que cometa un hecho que constituye o que, de no darse la coacción, constituiría un hecho
internacionalmente ilícito del Estado coaccionado. En este supuesto, la ilicitud del hecho que haya
cometido este último Estado puede quedar excluida si se debe a fuerza mayor. El Estado que
coacciona es el principal responsable del comportamiento ilícito, y el Estado coaccionado es
puramente un instrumento.

LA RESPONSABILIDAD INTERNACIONAL (II).


1. LA RELACIÓN JURÍDICA NUEVA SURGIDA DEL HECHO
INTERNACIONALMENTE ILÍCITO.
La responsabilidad es una de las consecuencias del hecho internacionalmente ilícito. En cuanto
tal, supone la existencia de una relación nueva entre el sujeto al que se atribuye la violación de
una obligación jurídico-internacional y el sujeto o sujetos (un Estado, varios Estados, una
organización internacional) cuyo derecho subjetivo resulta lesionado a raíz de dicha violación.
Partiendo de la distinción adoptada por la C.D.I. entre normas primarias (las que imponen a los
Estados determinadas obligaciones) y normas secundarias (las que determinan las consecuencias
jurídicas del incumplimiento de las obligaciones establecidas en las normas primarias), el tema
de la responsabilidad internacional por acto ilícito caería obviamente en el ámbito de las normas
secundarias.
Por otro lado, esa relación nueva en que consiste la responsabilidad internacional supone la
concurrencia de dos situaciones jurídicas subjetivas:
- Una activa, representada por el derecho subjetivo lesionado;
- Otra pasiva representada por las nuevas obligaciones del sujeto responsable derivadas de
la violación de la obligación impuesta por la norma primaria y que suele concretarse en el deber
de reparar (sin excluir otras posibles expresiones de la responsabilidad).
En todo caso, en lo que concierne al contenido de la responsabilidad, las consecuencias jurídicas
que se producen en el contexto de esa relación nueva entre el Estado autor del hecho y otros
Estados, no afectan a la continuidad del deber del Estado responsable de cumplir la obligación
violada por él.
En lo que se refiere a los modos de hacer efectiva la responsabilidad, la C.D.I. establece en su
proyecto de artículos una distinción entre el Estado lesionado y cualquier otro Estado que, sin ser
Estado lesionado, actúe en interés colectivo de un grupo de Estados o, en el caso de obligaciones
erga omnes, de la comunidad internacional en su conjunto.

2. LA RESPONSABILIDAD INTERNACIONAL DEL ESTADO.


Teniendo en cuenta que el Estado actúa a través de individuos o conjuntos de individuos, el
problema de la atribución al Estado de un hecho internacionalmente ilícito se conecta
directamente con el problema de la consideración o no como órgano del Estado respecto de las
personas que cometan el acto y de las condiciones en que tales personas actúan.
De ahí que hayamos de referirnos a la responsabilidad internacional del Estado por hechos de sus
órganos, para ver a continuación si el estado es directamente responsable en el plano internacional
por hechos de los particulares u otros.
2.1. Por hechos de sus órganos.
Por regla general se atribuyen al Estado los hechos de sus órganos o agentes en tanto que
integrantes de la organización estatal.
Entendemos por órganos o agentes del Estado, aquellos que tengan tal condición según el
Derecho interno.
No cabe considerar hechos del Estado los realizados por personas a título puramente privado o
sin apariencia alguna de actuación oficial.
La conducta por la cual cabe declarar al Estado internacionalmente responsable puede consistir,
bien en un hecho instantáneo, bien en una cadena de hechos constitutivos de un proceso en el cual
suelen intervenir varios órganos del Estado.
Es atribuible al Estado todo hecho de un órgano suyo "cualquiera que sea su posición (superior o
subordinada), en el marco de la organización del Estado".
A la hora de atribuir responsabilidad, es indiferente la pertenencia del órgano a cualquiera de los
poderes clásicos (legislativo, ejecutivo, judicial) o el carácter internacional o interno de las
funciones del órgano.
Además de responder por los hechos de sus órganos, el Estado responderá también:
A) Por la conducta de entidades públicas territoriales u otras entidades que estén facultadas
por el Derecho interno del Estado para ejercer atribuciones del poder público. El principio de la
responsabilidad internacional del Estado por hechos de dichas entidades ha sido reconocido por
la jurisprudencia internacional en relación, por ejemplo, con hechos de un municipio o de una
región. Con respecto a la eventual responsabilidad internacional del Estado federal por hechos de
sus Estados miembros, y dándola por supuesta en un plano general, la cuestión de si se trata de
una responsabilidad directa (por hechos propios) o indirecta (por hechos de otros sujetos) del
Estado federal dependerá en cada caso de la propia estructura política federal (posesión o no de
personalidad jurídica independiente por parte de la entidad federada, capacidad o no de la misma
para cometer por su propia cuenta ciertas obligaciones internacionales,…).
B) Por la conducta de órganos puestos a disposición del Estado por otro Estado o por una
organización internacional (funcionarios encargados de la gestión de un servicio público, órgano
judicial, unidades de policía...).
En este caso es responsable de los hechos del órgano en cuestión el Estado a cuya disposición, en
cuyo provecho o bajo cuya autoridad se pone, y no el Estado o la organización internacional que
presta el órgano o agente.
A sensu contrario, la responsabilidad del Estado queda en principio descartada en los casos de
actuación en su territorio de órganos de otro Estado o de una organización internacional que
actúen en calidad de tales, salvo que dicho Estado hubiera de responder por los hechos de sus
propios órganos al mostrar estos una pasividad con ocasión de hechos perjudiciales para terceros
Estados.
C) Por la conducta de órganos propios que actúen excediéndose en su competencia (hechos o
actos no autorizados por el Estado) con arreglo al Derecho interno o contraviniendo las
instrucciones concernientes a su actividad, supuesto diferente de cuando los agentes u órganos
actúan a título privado.
Ello es así basándose en la idea de seguridad que debe presidir las relaciones internacionales y,
que de seguirse el criterio contrario, se daría al Estado una escapatoria para sustraerse a su propia
responsabilidad.
2.2. Por hechos de los particulares.
Salvo en el supuesto de personas o grupos de personas que actúen de hecho bajo la dirección o el
control del Estado o ejerzan de hecho atribuciones del poder público en defecto de las autoridades
oficiales, los comportamientos de los particulares no se considerarán como hechos del Estado. Lo
que no significa que el Estado no puede resultar responsable por su pasividad o falta de diligencia
en la prevención o represión de tales comportamientos: en cuyo caso, el Estado no estaría
asumiendo como suyos los hechos de los particulares, sino respondiendo internacionalmente por
sus propios hechos en cuanto constitutivos de la violación de una obligación internacional de
vigilancia y protección.
Respecto a la obligación de prevención a cargo del Estado en estos casos, habrá que tener en
cuenta diversas circunstancias, como la mayor o menor previsibilidad de disturbios o revueltas,
la especial vulnerabilidad de locales oficiales extranjeros, el carácter público de las personas,…
2.3. Por hechos realizados por movimientos insurreccionales.
La regla general es que a efectos de responsabilidad internacional no puede atribuirse al Estado
territorial los hechos cometidos por los movimientos insurreccionales (grupos insurgentes,
rebeldes, movimientos de liberación nacional, frentes revolucionarios,…), cualquiera que sea el
motivo de su lucha.
No obstante, el Estado no quedaría exento de responsabilidad por los hechos de sus propios
órganos consistentes en dejar de cumplir las obligaciones de vigilancia, prevención y represión a
su cargo en relación con la actuación de los rebeldes; siendo en estos casos la omisión del deber
de represión ex post (castigo, una vez sofocada la rebelión) la que con más frecuencia se aducirá
al efecto de exigir responsabilidad al Estado, ya que son excepcionales los casos en que el Estado
haya podido prevenir o reprimir eficazmente durante la contienda los hechos dañosos.
Se considerará, en cambio, atribuible al Estado todo hecho de un movimiento insurreccional que
resulte triunfante, esto es, que se convierta en el nuevo gobierno de un Estado o cuya acción de
lugar a la creación de un nuevo Estado en una parte del territorio de un Estado preexistente o en
un territorio bajo su administración.

3. LA REPARACIÓN.
La consecuencia jurídica característica del acto internacionalmente ilícito es la responsabilidad
internacional del sujeto a quien el acto es atribuible. Esta responsabilidad suele concretarse,
principalmente, en la reparación.
3.1. La reparación lato sensu y sus distintos aspectos.
La consecuencia normal del hecho internacionalmente ilícito es la responsabilidad internacional
de su autor. Esta consecuencia se conecta con el derecho subjetivo lesionado y hace entrar en
juego la noción del daño o perjuicio para uno o varios sujetos de Derecho. Este daño causado a
un sujeto de Derecho con la comisión del hecho ilícito es el que, en general, da lugar a la
obligación de reparar.
Esta obligación de reparar en sentido lato, cubre dos aspectos distintos en D.I.
El hecho internacionalmente ilícito causa un daño o perjuicio que es preciso reparar, pero puede,
además, estar en el origen de una situación ilícita que persiste o se prolonga en el tiempo, en cuyo
caso lo que está en juego es una vuelta a la legalidad.
En D.I. y bajo el título de reparación lato sensu se engloban tanto la compensación del perjuicio
(reparación stricto sensu: resarcimiento, satisfacción) como la cesación de la situación ilícita o
vuelta a la legalidad (tiene obligación de poner fin al hecho ilícito).
3.2. La reparación del perjuicio.
El Estado responsable está obligado no sólo a hacer cesar el hecho ilícito (y, si las circunstancias
lo exigen, a ofrecer garantías de no repetición), sino también a reparar íntegramente el perjuicio
causado por ese hecho, entendiendo que el perjuicio “comprende todo daño, tanto material como
moral, causado” por el mismo.
El daño que en la realidad hace de resorte de la responsabilidad internacional y de la obligación
de reparar, puede consistir o bien en una lesión directa de los derechos de otro Estado, o bien en
un perjuicio ocasionado a un particular extranjero.
Pero, desde el punto de vista jurídico internacional, sólo el daño sufrido por el Estado es relevante.
Ello sin perjuicio de cualquier derecho que la responsabilidad internacional de un Estado pueda
generar directamente en beneficio de una persona o de una entidad distinta de un Estado.
El daño del Estado consiste, pues, ya en la lesión inmediata de un derecho o interés
exclusivamente suyo, ya en un perjuicio causado a un nacional suyo cuya causa viene a asumir el
propio Estado, puede representar o no un perjuicio patrimonial, del mismo modo que en su caso
puede representarlo o no para el propio particular.
Si lo que está en juego es un perjuicio patrimonial irrogado a un nacional del Estado, el monto de
la reparación (que no dejaría de tener la naturaleza de una reparación de Estado a Estado) se
calculará de acuerdo con los daños sufridos por el particular.
Si se trata de un perjuicio de carácter no patrimonial (ofensa al pabellón del Estado, hecho de
autoridad realizado en territorio del Estado,…), surgirá un tipo de responsabilidad especial, que
podrá traducirse en la llamada “satisfacción”.
3.3. La obligación de reparar: sus modalidades.
La obligación de reparar que corre a carga del Estado responsable es una consecuencia directa de
la comisión de un hecho internacionalmente ilícito “y no depende, como tal, de una demanda o
protesta por cualquier Estado, aun si la forma que debe adoptar la reparación en las circunstancias
del caso puede depender de la respuesta del Estado o Estados lesionados”. La obligación de
reparar, al igual que la de hacer cesar el hecho ilícito, puede darse con respecto a otro Estado, a
varios Estados o a la comunidad internacional en su conjunto, según sean, la naturaleza y el
contenido de la obligación.
El Estado responsable no puede invocar las disposiciones de su Derecho interno o su propia
práctica institucional para no cumplir con su obligación de reparar.
La obligación de reparar alude a los diversos medios con que cuenta el Estado para liberarse de
la responsabilidad derivada del hecho internacionalmente ilícito, y que podrían resumirse en tres
modalidades;
1. La satisfacción,
2. La restitución,
3. La indemnización o resarcimiento.

Por lo que respecta a la satisfacción, es una forma particularmente adecuada para enjugar los
daños "morales" ocasionados al Estado (ofensa al honor o la dignidad), aunque puede concurrir
con otras formas de compensación en relación con violaciones de diversa especie.
En la noción de satisfacción se incluye la presentación de excusas, el castigo de los culpables, el
pago de una suma simbólica, e incluso la verificación, por una instancia imparcial internacional,
del carácter ilícito del hecho, etc…
La satisfacción puede darse a través de varias prestaciones a la vez (disculpas, castigo de los
funcionarios responsables,…).
En cuanto a la restitución, es en principio la forma más perfecta de reparación en la medida en
que apunta a restablecer el status quo ante, borrando todas las consecuencias del hecho ilícito.
En los casos en que no se pueda restituir, bien por imposibilidad material (asesinato de una
persona), bien por una imposibilidad jurídica (obstáculos constitucionales o legislativos) o bien
por otras diversas causas, en tales supuestos opera el mecanismo de la compensación o reparación
por equivalencia, situado ya fuera del ámbito estricto de la restitución.
La indemnización tiende a cubrir cuantitativamente, además de lo debido por equivalencia, el
resarcimiento de los "daños sufridos que no hayan sido reparados por la restitución”.
La reparación debe regirse por la regla de la proporcionalidad: que se ajuste en lo posible a la
entidad del daño, esto es que no sea inferior ni superior a este.
El Estado responsable quedará liberado de la obligación de restituir cuando ello suponga “una
carga totalmente desproporcionada con relación al beneficio que derivaría de la restitución en vez
de la indemnización”.
La reparación debe cubrir en lo posible todo el perjuicio causado y debe incluir en ellas la
indemnización del lucro cesante, el pago de intereses y resarcimiento de daños extrapatrimoniales.
No se han solido conceder, en cambio, reparaciones de tipo punitivo (penas pecuniarias,…), ni se
ha admitido el resarcimiento de daños directos (aquellos cuya conexión causal con el hecho
generador de la responsabilidad es remota o poco clara).
Una violación grave de una obligación contraída en virtud de una norma imperativa de Derecho
internacional general (crimen internacional), además de las consecuencias derivadas de todo
hecho internacionalmente ilícito, conlleva unas consecuencias particulares: el que el derecho de
un Estado de obtener una restitución o satisfacción no está sujeta a las limitaciones previstas para
los hechos ilícitos en general, el deber de no reconocer la legalidad de la situación creada, de no
prestar ayuda o asistencia para mantener esa situación y de cooperar con otros Estados en la
aplicación de medidas para eliminar las consecuencias del crimen.

4. CAUSAS DE EXONERACIÓN Y MODIFICACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD


INTERNACIONAL.
La exoneración de la responsabilidad internacional resulta del hecho de que, en ciertas
circunstancias excepcionales, el comportamiento del Estado (o de otro sujeto de D.I.) se ve exento
de la tacha de ilicitud, y en este sentido la C.D.I. ha podido expresar que "toda circunstancia que
excluya la ilicitud de un hecho tienen necesariamente el efecto de excluir igualmente la
responsabilidad”. Así, un hecho de un Estado que esté en contradicción con una obligación
internacional contraída por él respecto de otro Estado, pero que haya sido realizado en aplicación
de una medida legítima según el D.I. contra ese otro Estado a consecuencia de un hecho
internacionalmente ilícito de este último, pierde, en razón al carácter de contramedida, la tacha de
ilicitud resultando exonerado de responsabilidad.
Como causas de exclusión de la ilicitud y, por tanto, de exoneración de la responsabilidad
internacional, la C.D.I. recoge en su proyecto de artículos, aparte de las contramedidas legítimas
según el D.I., diversas causas como;
1. El consentimiento del Estado perjudicado,
2. La fuerza mayor y el caso fortuito,
3. El peligro extremo,
4. El estado de necesidad
5. La legítima defensa.
En cuanto al consentimiento del Estado perjudicado, es condición básica que el mismo no esté
viciado por la coacción, el error o el dolo; y por otro lado no podrá servir de causa de exoneración
de responsabilidad si la obligación violada dimana se de una norma de ius cogens internacional.
Si el consentimiento interviniese a posteriori de la realización del hecho, equivaldría a una
renuncia del Estado a su derecho a la reparación. Pero el consentimiento del Estado que excluye
la responsabilidad en relación con este Estado, deja sin resolver la posible responsabilidad del
Estado autor respecto a un tercer Estado.
La fuerza mayor y el caso fortuito ha sido expresamente reconocida por el C.D.I. como posible
causa de exoneración de responsabilidad internacional; La fuerza mayor se puede dar, por
ejemplo, cuando sin autorización del Estado territorial, penetre un buque de guerra extranjero en
aguas sujetas a su jurisdicción, buscando refugio en situaciones de peligro inminente. La fuerza
mayor es una fuerza irresistible o un acontecimiento imprevisto, ajenos al control del Estado, que
hacen materialmente imposible cumplir con la obligación, si bien la causa de fuerza mayor no
entrará en juego en caso de que la situación de fuerza mayor se deba al comportamiento del Estado
que la invoca.
Por lo que respecta a la circunstancia del peligro extremo, la ilicitud de un hecho de un Estado,
"quedará excluida si el autor de ese hecho no tiene otro modo, en una situación de peligro extremo
de salvar su vida o la de personas confiadas a su cuidado", salvo que la situación de peligro
extremo se deba en todo o en parte al comportamiento del Estado que la invoca o que sea probable
que el hecho cree un peligro comparable o mayor.
En cuanto a las causas representadas por el estado de necesidad y la legítima defensa, se han
invocado con frecuencia para justificar el recurso a la fuerza por sus gobiernos.
La excepción de la legítima defensa debe aceptarse con los condicionamientos estrictos (respuesta
a una agresión actual, carácter provisional, subordinación al control del C.S. de las N.U.,…) con
que aparece configurada en la Carta de las N.U.
El estado de necesidad lo ha reconocido el T.I.J. como causa de exclusión de la ilicitud y ha
destacado su carácter de excepcional, estimando las condiciones para su ejercicio:
 que el hecho sea el único modo de salvaguardar un interés esencial del Estado contra un
peligro grave e inminente,
 que ese hecho no afecte gravemente a un interés esencial del Estado respecto del cual
la obligación existe, y
 que el Estado autor del hecho no haya contribuido a que sobrevenga el estado de
necesidad.
Ninguna de las circunstancias que quedan expuestas en este epígrafe excluirá la ilicitud de
cualquier hecho de un Estado que sea contrario a una obligación que dimana de una norma
imperativa de Derecho internacional general.
Finalmente, y aparte de las causas de exclusión de la ilicitud y, por ende, de exoneración de
responsabilidad expuestas, existen diversas circunstancias que son susceptibles de intervenir en
cada caso para modificar la responsabilidad, bien en sentido atenuante, bien en sentido
agravatorio (ejem; crimen internacional).

EL DERECHO A INVOCAR LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO AUTOR DEL


HECHO ILÍCITO.
Frente al hecho internacionalmente ilícito del que es autor un Estado, otros Estado pueden ejercer
su derecho a invocar la responsabilidad internacional de es Estado. “Invocar la responsabilidad”
es la adopción de medidas de carácter oficial como, por ejemplo, la presentación de una
reclamación (no de una simple protesta) contra otro Estado o la iniciación de procedimientos ante
un órgano internacional de solución de controversias.
Es el Estado lesionado, como Estado cuyo derecho individual ha sido menoscabado por el hecho
internacionalmente ilícito o que ha quedado afectado por ese hecho, quien tiene derecho a invocar
la responsabilidad del Estado e incluso a recurrir a contramedidas contra él con el objeto de
inducirlo a cumplir las obligaciones que le incumban. La situación de un Estado lesionado debe
distinguirse de la de cualquier otro Estado que pueda tener derecho a invocar la responsabilidad,
por ejemplo, a invocar la responsabilidad en relación con un interés general compartido.
Hay tres supuestos en los que un Estado puede considerarse lesionado:
 Si la violación existe respecto a ese Estado individualmente.
 Si la violación de una obligación colectiva le afecta especialmente; como sería el caso de
una contaminación de la alta mar en violación de la Convención de las N.U. sobre el Dcho. del
Mar que tuviera consecuencias para ciertos Estados ribereños partes en la Convención.
 Si el cumplimiento de la obligación por el Estado responsable es una condición necesaria
para su cumplimiento por todos los demás Estados respecto de los cuales la obligación existe, de
modo que la violación de ésta es de tal índole que se considera que afecta per se a todos esos
Estados; caso éste de las llamadas obligaciones “integrales” o “interindependientes” establecidas
en los tratados sobre desarme, sobre zonas libres de armas nucleares o cualquier otro en que el
cumplimiento por cada una de las partes está condicionado por el cumplimiento de las demás.
Además del Estado lesionado, otros Estados (incluso todos los Estados en el supuesto de violación
erga omnes) pueden tener interés jurídico en invocar la responsabilidad del Estado autor del hecho
ilícito. Este supuesto se basa en la idea de que en los casos de violación de obligaciones específicas
que protegen los intereses colectivos de un grupo de Estados o los intereses de la comunidad
internacional en su conjunto, pueden invocar la responsabilidad Estados que no son Estados
lesionados.
LAS CONTRAMEDIDAS.
Cuando cumplen ciertos requisitos, las contramedidas que un Estado puede tomar contra otro que
ha cometido un hecho internacionalmente ilícito como una de las causas de exclusión de la ilicitud
del hecho que constituye la reacción legítima frente al ilícito ajeno y, por tanto, de exclusión de
la responsabilidad del Estado que reacciona. Tanto los gobiernos como los tribunales
internacionales en sus decisiones reconocen que las contramedidas están justificadas en
determinadas circunstancias y bajo determinadas condiciones.
A esas circunstancias y condiciones se refiere el proyecto de artículos de la C.D.I., que ha señalado
que las contramedidas;
 deben ser adoptadas como respuesta a un hecho internacionalmente ilícito y debe dirigirse
contra el Estado responsable del mismo, tras la petición al Estado responsable de que cese ese
hecho o lo repare
 deben ser proporcionadas a los daños sufridos, teniendo en cuenta los derechos en juego.
 deben ser reversibles, en la medida en que su objeto es incitar al Estado autor del hecho
ilícito a cumplir sus obligaciones internacionales.

EL RÉGIMEN PARTICULAR DE LA RESPONSABILIDAD POR ACTOS NO


PROHIBIDOS POR EL DERECHO INTERNACIONAL.
Se suele hablar de responsabilidad objetiva para designar aquel tipo de responsabilidad que resulta
de la realización de actividades en principio no prohibidas aunque potencialmente generadoras de
daños en razón de los excepcionales riesgos que comporta (responsabilidad por riesgo).
En cuanto al ámbito de la responsabilidad internacional, hay que distinguir dos planos: - El
común de la responsabilidad por hecho ilícito, y
- El excepcional de la responsabilidad sin hecho ilícito o por riesgo.
Las reglas y principios de D.I. relativos a este nuevo tipo de responsabilidad (por riesgo) surgida
a raíz de los avances tecnológicos distan de estar bien establecidas y requieren desarrollos más
precisos. Tales reglas suelen, además, contenerse en convenios particulares y adolecen por tanto
de un alcance restringido.
Unas veces estas reglas se limitan a estipular una cooperación en el campo de la prevención de
eventos dañosos, otras veces abordan específicamente la cuestión de la reparación de los daños.
Según el proyecto de artículos de la C.D.I. este tipo de responsabilidad, por riesgo, se aplica a las
actividades no prohibidas por el D.I. que se realicen en territorio de un Estado o bajo la
jurisdicción o control de dicho Estado y que entrañen un riesgo de causar, por sus consecuencias
físicas, un daño transfronterizo sensible (art.1)
Se destaca la idea de prevención;
 el Estado de origen adoptará todas las medidas necesarias para prevenir o minimizar el
riesgo.
 la realización de las actividades previstas en el art. 1 o su continuación requiere la
autorización previa del Estado de origen.
 regla de diligencia debida, que establece el deber de adoptar todas las medidas necesarias
para prevenir o minimizar el riesgo.

Además, en caso de existencia de un riesgo de causar daño transfronterizo, el Estado de origen


tiene la obligación de informar antes del inicio de la actividad a los Estados que puedan resultar
afectados pro ella y no podrá autorizar la actividad de que se trate antes de recibir, en plazo no
superior a 6 meses, la respuesta del Estado que pueda resultar afectado. En estos casos, los Estados
interesados deben celebrar consultas para alcanzar soluciones aceptables y basadas en un
equilibrio de intereses, sin perjuicio de que, a falta de acuerdo, el Estado de origen prosiga la
actividad bajo su responsabilidad.
Para distinguir las obligaciones por actos no prohibidos de las que se derivan de actos ilícitos;
mientras que todo acto ilícito entrañaría una obligación de reparar, un acto no prohibido sólo
entrañaría tal obligación si causase un perjuicio.

LA RESPONSABILIDAD INTERNACIONAL (III): LA RESPONSABILIDAD


INTERNACIONAL DE SUJETOS DISTINTOS DE LOS ESTADOS.
1) IDEAS GENERALES.
Un signo característico de la evolución del Derecho de la responsabilidad internacional es la
tendencia a reconocer, junto a los Estados, otros sujetos, activos y pasivos, de responsabilidad, y
ello en la medida de su reconocimiento como sujetos de D.I.
El ámbito objetivo de la responsabilidad internacional de esos otros sujetos vendrá determinado
por el D.I. particular y, en concreto, por los diversos textos convencionales alusivos a su capacidad
(jurídica y de obrar) en términos de D.I.
Conviene, no perder de vista la distinción entre responsabilidad interna (o en el plano del Derecho
interno) y responsabilidad internacional. Una organización internacional, por ejemplo, puede ser
responsable en uno u otro plano, según que la reclamación se haga al amparo del Derecho de un
determinado Estado o al amparo del D.I.

2) LA RESPONSABILIDAD INTERNACIONAL DEL INDIVIDUO.


Sólo a través del Estado pueden las reglas del D.I. llegar a afectar al individuo. El individuo, por
tanto, no es sujeto normal de las relaciones regidas por dicho orden jurídico, aunque
excepcionalmente pueda serlo en la medida que las reglas del D.I. le atribuyen derechos y
obligaciones internacionales y la posibilidad de hacer valer esos derechos.
a) Presupuesto.
No existe, en principio, obstáculo para considerar al individuo como sujeto de una conducta que
represente en sí misma un hecho internacional ilícito.
Sólo en determinados supuestos de un hecho ilícito internacional de gran gravedad, el individuo
puede responder internacionalmente de tal hecho (excepción), pero normalmente no será
responsable por ello en el plano internacional.
b) Crímenes de guerra y contra la paz y la humanidad.
A punto de concluir la 2ª Guerra Mundial, y para enjuiciar a los responsables de los que, de modo
genérico, se llamaron crímenes de guerra, se concertó en Londres entre los gobiernos de los
Estados Unidos, Francia, Inglaterra y la URSS, un Estatuto que incorporaba una Carta del
Tribunal Militar Internacional encargado de juzgar aquellos delitos.
Un sistema análogo se siguió en relación con los principales criminales de guerra nipones, al
crearse un Tribunal Militar Internacional del Extremo Oriente, de acuerdo con los mismos
principios que sirvieron de guía al Tribunal que dictara su fallo en Nüremberg.
Se ha planteado la cuestión de si, respecto de las categorías constituidas por los crímenes contra
la humanidad y contra la paz, la Carta y el fallo del Tribunal de Nüremberg, no supondrían una
aplicación ex post facto de reglas de D.I. de dudosa validez por no estar claramente establecida la
responsabilidad individual en el momento de realizar los actos imputados (nullum crime sine
lege).
Con posterioridad a los juicios de Nüremberg, ciertos principios que les sirvieron de soporte
fueron confirmados por la A.G. de las N.U.
La propia A.G. encargó a la C.D.I. la formulación de los principios de Nüremberg (cosa que la
C.D.I.
hizo en 1950) y la preparación de un proyecto de Código internacional de delitos contra la paz
y la seguridad de la humanidad.
En 1991 la C.D.I, aprobó en primera lectura el proyecto de Código, dividiéndola en dos partes, la
primera dedicada a la definición de los crímenes contra la paz y la seguridad de la humanidad y
a los principios generales aplicables, y la segunda consagrada a recoger, tipificados, los crímenes
en cuestión.
En 1996 la C.D.I. aprobó el texto definitivo del proyecto de Código restringiendo la relación de
supuestos que integran el ámbito de aplicación de dicho proyecto a:
- La agresión,
- El genocidio,
- Los crímenes contra la humanidad
- Los crímenes de guerra,

Con el añadido de los crímenes contra el personal de las Naciones Unidas y el personal asociado.
Por otra parte, y ante las atrocidades cometidas en ciertos conflictos recientes, se ha llegado a
tomar en el seno de las N.U. la iniciativa de crear Tribunales Penales Internacionales ad hoc
encargados de juzgar conductas individuales que constituyan violaciones graves y flagrantes de
principios y reglas internacionales de carácter taxativo.
Así en 1993 se decide crear con carácter excepcional y no permanente, el Tribunal Internacional
para el enjuiciamiento de los presuntos responsables de violaciones graves del D.I. humanitario
cometidas en el territorio de la ex Yugoslavia.
Con posterioridad el C.S., en 1994, procedió a crear un segundo tribunal ad hoc, el Tribunal
Internacional para Ruanda. En el año 2000 se concluyó un acuerdo con Sierra Leona para la
creación del Tribunal Especial con el fin de enjuiciar la responsabilidad por las infracciones
graves de Derecho Internacional humanitario.
En el mismo sentido en el 2003, Camboya y las N.U. llegaron a un acuerdo para la creación de
un Tribunal Nacional con participación de magistrados y fiscales internacionales para enjuiciar a
los dirigentes jemeres rojos por las violaciones de los derechos humanos cometidas entre 1975 y
1979.
El Estatuto de la Corte Penal Internacional consagra el principio de la responsabilidad penal
individual por la comisión de crímenes de la competencia de la Corte, complementado con otros
principios como el de improcedencia del cargo oficial y el de responsabilidad de los jefes y otros
superiores.
Dejando aparte estos supuestos excepcionales de la creación de órganos y procedimientos
internacionales ante los cuales se puede hacer exigible la responsabilidad del individuo en el plano
del D.I., lo normal es que sea el Derecho interno, a través de órganos y procedimientos estatales,
el que se encargue de dilucidar las consecuencias de la comisión por el individuo de delitos
internacionales como los considerados en el presente epígrafe.
En el Derecho español, el Título 24 del Código Penal de 1995 incluye los delitos contra la
comunidad internacional, y un Capítulo sobre los delitos contra las personas y bienes protegidos
en caso de conflicto armado, novedad legislativa que consagra la tipificación interna de los actos
considerados en el plano internacional, convencional y consuetudinario, como infracciones graves
de las normas del Derecho Internacional humanitario.
En cuanto a la colaboración con la justicia internacional, hay que citar la L.O. 15/94, para la
cooperación con el T. I. para enjuiciar a los responsables de crímenes contra la humanidad de la
ex Yugoslavia y la L.O. 4/98 para la cooperación con el Tribunal Internacional para Ruanda.
2.3. El genocidio.
Según la Convención para la prevención y la sanción del delito de genocidio, aprobada por la a
A.G en 1948, se refiere a un tipo de hechos delictivos que, por atentar contra reglas jurídico-
humanitarias que tutelan intereses individuales y colectivos esenciales, constituyen la más grave
expresión de los crímenes contra la humanidad.
El genocidio, ya sea cometido en tiempo de paz o en tiempo de guerra es un "delito de D.I”.
Por genocidio se entiende cualquier acto de los mencionados a continuación con el propósito de
destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, y son:
1. Matanzas de miembros del grupo.
2. Producción de graves daños corporales o mentales a miembros del grupo.
3. Sumisión deliberada del grupo a condiciones de vida calculadas para producir su
destrucción física total o parcial.
4. Imposición de medidas encaminadas a evitar los nacimientos dentro del grupo.
5. Transferencia forzada de niños de un grupo a otro.

En cuanto a las categorías grupales amparadas por el precepto, se ha excluido a los grupos
políticos y culturales.
La Convención, apenas contiene previsiones relativas a la prevención del genocidio, y en cuanto
a la incriminación internacional, se limita a referirse vagamente a una posible "Corte Penal
Internacional que sea competente respecto de aquellas partes contratantes que hayan reconocido
su jurisdicción", lo que equivale a dejar la represión en manos de los tribunales nacionales.
En el Derecho español, el Código Penal de 1995 aporta en su artículo 607 una tipificación del
genocidio en general ajustada a la de la Convención de 1948.
2.4. El terrorismo internacional.
Cabe entender por delito de terrorismo, cualquier acto o amenaza de violencia cometidas por un
individuo o grupo contra personas, organizaciones, lugares, sistemas de transporte y
comunicación internacionalmente protegidos, con la intención de causar daño o muerte y el objeto
de forzar a un Estado a tomar determinadas medidas u otorgar determinadas concesiones.
Ha habido varios intentos de codificación en el ámbito universal y regional, y podemos señalar
como logros parciales la adopción de obligaciones convencionales en un doble ámbito;
En el ámbito regional, hay que señalar:

 El Convenio para prevenir y sancionar los actos de terrorismo, firmado en Washington


en 1971, y
 El Convenio Europeo para la Represión del Terrorismo, firmado en 1977, en el marco del
Consejo de Europa.
En el ámbito universal hay que señalar:

 El Convenio de Nueva York, para la prevención y el castigo de delitos contra personas


internacionalmente protegidas;
 El Convenio de Tokio, sobre actos cometidos a bordo de aeronaves, 1963;
 El Convenio de La Haya, para la represión del apoderamiento ilícito de aeronaves, 1970;
 El Convenio de Montreal, para represión de actos ilícitos dirigidos contra la seguridad de
la aviación civil, 1979;
 El Convenio de Nueva York, contra la toma de rehenes, 1979.
 El Convenio de Roma, para la represión de actos ilícitos contra la seguridad de la
navegación marítima, 1988.

En todos estos convenios se prevé que los Estados incluyan el terrorismo como delito en sus
legislaciones, lo penen y se comprometan a juzgar a los autores o cómplices o a conceder la
extradición, y se establece una obligación de cooperar en un plano legislativo y jurisdiccional.
En este mismo sentido debe entenderse la acción que han emprendido varios órganos de las N.U.
tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.

3. LA RESPONSABILIDAD INTERNACIONAL Y LAS ORGANIZACIONES


INTERNACIONALES.
Presupuesta la personalidad jurídico-internacional de una organización internacional, resulta
evidente su condición de titular de derechos y deberes internacionales, así como su capacidad
para hacer valer aquellos y para cumplir o, por el contrario, quebrantar éstos. En este caso se habla
de hecho ilícito de la organización, cuyas consecuencias pueden ser varias, aunque se reducen en
esencia a la nulidad y a la responsabilidad.
1. En cuanto a la nulidad, puede plantearse en relación, sobre todo, con los actos normativos
de las organizaciones internacionales (una resolución de un órgano de la organización, por
ejemplo), aunque también puede plantearse en relación con los llamados actos operacionales (una
acción de asistencia técnica a un Estado, una operación de las N.U. para el mantenimiento de la
paz) en la medida de la dependencia de éstos respecto de una acción normativa de base.
2. En cuanto a la responsabilidad, puede contraerla una organización internacional en
diversos supuestos por hechos atribuibles a la misma. La responsabilidad puede ser de Derecho
interno o de D. Internacional siendo ésta la que aquí nos interesa.
Varios son los supuestos en que una organización internacional puede incurrir en responsabilidad
internacional:
a) Un caso típico es el quebrantamiento por la organización de un tratado concluido con
un Estado o con otra organización.
b) Otro supuestos de responsabilidad internacional es aquel en que, con ocasión de
actividades operacionales (programas de asistencia, intervención de Fuerzas de las N.U. en zonas
conflictivas), pueden atribuirse a una organización hechos dañosos cometidos por sus órganos o
agentes y susceptibles de ser invocados como generadores de responsabilidad en el plano
internacional.
c) La responsabilidad de las O.I. puede suscitarse asimismo en el campo de la
responsabilidad por riesgo, en aquellos casos en que una organización técnica o especializada
realice actividades que puedan caer bajo tal supuesto (experiencias nucleares llevadas a cabo bajo
de la dirección de la agencia de la O.C.D.E para la energía nuclear,…).
d) Un supuesto particular de responsabilidad de las O.I. es aquel que puede surgir en el
contexto de
las relaciones jurídicas entre la Organización y sus funcionarios y agentes; relaciones que si bien
podrían englobarse dentro del Derecho interno de un órgano internacional, no dejan de ser
relaciones regidas en la casi totalidad de sus aspectos por las reglas de D.I.
e) En acuerdos de sede u otros llamados a regir las actividades de una O. I. en el territorio
de un Estado se incluyen a veces cláusulas relativas a la exclusión de responsabilidad
internacional del Estado territorial por actos propios de la organización.
Por el contrario, cuando se trate de actos de órganos puestos a disposición del Estado por una
organización y que actúen en el territorio de éste bajo su control y ejerciendo prerrogativas del
poder público estatal, no cabrá hablar de “actos de la organización”, sino de actos del Estado.
f) Una O.I. como las N.U. Puede devenir responsable por los actos de administración
internacional de
territorios puestos por distintas circunstancias bajo su directa gestión.

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