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Octubre 2008

CONCULTURA
Consejo Nacional para la Cultura y el Arte
Primera Edición, 2008 Fotografías
Tiraje 2000 Ejemplares Concultura
San Salvador, El Salvador, C.A.

Diseño y Diagramación
Tecnologías de Información
(Joel Zaldaña
306 Claudia de Campos
C755e Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, (CONCULTURA) Angela Merino)
El Salvador La cultura: una puesta nacional / Consejo Nacional
para la Cultura y el Arte, (CONCULTURA) ; fot. Concultura;
diseño y diagramación Tecnologías de Información (Joel Zaldaña,
Claudia de Campos, Angela Merino). – 1ª ed. – San Salvador, El
Salv. : Consejo Nacional para La Cultura y el Arte, (CONCULTURA),
2008.
58 p. : il., fot. col. ; 28 cm.

ISBN 978-99923-79-68-4

1. Cultura – El Salvador. 2. Identidad cultural. 3. Desarrollo


social–El Salvador. I. Título.

BINA/jmb

© CONCULTURA, 2008

Editor
Consejo Nacional para la Cultura y el Arte,
San Salvador, 2008

CONCULTURA
Alameda Juan Pablo II y calle
Guadalupe, Plan Maestro,
Edificio A-5.
San Salvador, El Salvador
Tel: (503) 2281-0044, 0100
Presentación
Entre 2005 y 2007, El Salvador desarrolló un proceso histórico que se llamó Diálogo Nacional por
la Cultura. Por primera vez, con la intención de medir y analizar información extraída de la realidad
cultural salvadoreña, el país tuvo la oportunidad de hablar ampliamente sobre sus raíces, su
identidad, su complejidad simbólica y sus potencialidades como nación rica en expresiones
artísticas y culturales. De aquel ejercicio inédito, el documento que hoy sometemos al escrutinio
público es un resultado, una propuesta, una hoja de ruta para la vigorosa integración de la cultura
en los planes de desarrollo de El Salvador.

Se ha querido reconocer, en primer lugar, que la dinámica cultural salvadoreña exige la articulación
de una verdadera apuesta nacional, en la que todos los sectores de la sociedad tengan su espacio y
su responsabilidad. Ello implica avanzar en la comprensión de la cultura como una estrategia que
aporta valores sustanciales a la vida personal y a las actividades en común de los salvadoreños. En
segundo lugar, se concluye aquí que el Estado no debe pretender sustituir a los agentes culturales,
sino facilitar y apoyar sus acciones.

Es evidente, por otra parte, que la planificación cultural que convierte al individuo y a la
sociedad en protagonistas de las grandes decisiones también renuncia a la imposición de
conceptos o programas, y adopta la herramienta de la consulta permanente. En ese sentido, los
caminos que propone el presente documento deberán ser analizados y actualizados de manera
periódica, atendiendo a las necesidades y desafíos que surjan de una realidad cultural que se
caracteriza por el dinamismo.

Es necesario enfatizar que los planes culturales que escapan al vaivén de los recambios gerenciales
tienen mayores posibilidades de éxito. El título de esta propuesta busca ser, desde una
perspectiva no limitada al accionar gubernamental, una invitación al concurso de todos, pero
también a la búsqueda de consensos que trasciendan los periodos administrativos institucionales
y conviertan a la cultura en un eje transversal del desarrollo.

El valor histórico de El Salvador. La cultura: una apuesta nacional está definido por el nivel
de participación ciudadana que lo hizo posible, por la calidad científica en que se sustenta y por
los altos propósitos que lo animan. Su valor hacia el futuro, sin embargo, estará marcado por el
compromiso de cada vez más salvadoreños en la construcción de una nación cohesionada,
integradora, plural, respetuosa de sus raíces culturales, abierta al mundo y defensora de la
creatividad individual. Esa es la perspectiva y la interrogante que deseamos poner en manos de
quienes darán forma y sentido a este esfuerzo.

Consejo Nacional para la Cultura y el Arte


San Salvador. Octubre de 2008
Indice
Página

Introducción ............................................................................................................................................ 1
Objetivo ..................................................................................................................................................... 5
Propósitos ................................................................................................................................................. 6
Campos de Acción .................................................................................................................................. 7
Campo 1: ................................................................................................................................................... 9
I. Producción y Memoria .............................................................................................................. 11
Desafíos .............................................................................................................................................. 12
Objetivos ............................................................................................................................................ 16
Estrategias ......................................................................................................................................... 16
Matriz 1: Producción y Memoria .................................................................................................. 18
Campo 2: ................................................................................................................................................... 19
II. Descentralización y transnacionalización ........................................................................... 21
Desafíos .............................................................................................................................................. 22
Objetivos ............................................................................................................................................ 27
Estrategias ......................................................................................................................................... 27
Matriz 2: Descentralización y transnacionalización ................................................................ 29
Campos 3: ................................................................................................................................................. 31
III. Participación y acceso a la cultura ........................................................................................ 33
Desafíos .............................................................................................................................................. 34
Objetivos ............................................................................................................................................ 39
Estrategias ......................................................................................................................................... 39
Matriz 3: Participación y acceso a la cultura ............................................................................. 40
Campos 4: ................................................................................................................................................. 41
IV. Institucionalidad cultural ......................................................................................................... 43
Desafíos .............................................................................................................................................. 43
Objetivos ............................................................................................................................................ 47
Estrategias ......................................................................................................................................... 48
Matriz 4: Institucionalidad cultural.............................................................................................. 49
Referencias Bibliográficas ..................................................................................................................... 51
Introducción

Este documento es una propuesta que se entrega a la sociedad salvadoreña para que tome
decisiones sobre los caminos que seguirá la cultura en el país. Para que reflexione sobre los
desafíos que se presentan en la convivencia cotidiana, en la autoestima nacional, en el quehacer
creativo y productivo. Para que discuta sobre los usos del tiempo libre, la noción de país, el goce
de las expresiones culturales. Para que amplíe las formas de entender la cultura salvadoreña y de
entender a los demás. Para que enriquezca la calidad de vida de todos los salvadoreños, dentro y
fuera del territorio nacional. Para que el país entero apueste por la cultura.

El punto de partida es que la sociedad, por excelencia, es el agente que gestiona, produce y
consume cultura, y lo hace al ritmo de la oferta y la demanda. La libertad creativa y la libertad
de elegir la propia identidad son principios fundamentales del quehacer cultural. Al Estado le
corresponde, desde la legislación y el aparato cultural público, propiciar las condiciones para hacer
prevalecer esas libertades, asegurando la equitativa asignación de recursos y oportunidades para
enriquecer –desde lo cultural– las vidas de todos. En otras palabras, el papel estatal respecto de la
cultura no consiste tanto en producirla ni mucho menos en dictar cómo debe ser, sino en allanar
el camino para facilitar su pleno desarrollo y en subsanar las deficiencias en el acceso a los bienes
y servicios culturales.

Este documento no es ni debe entenderse como un plan del Consejo Nacional para la
Cultura y el Arte (Concultura). Si bien es cierto que esta entidad resulta ser la facilitadora de
algunos de los objetivos y las estrategias que orientan las acciones aquí propuestas, muchos
otros exceden las capacidades y atribuciones de Concultura y recaen, más bien, en los
trabajadores de la cultura, la empresa privada, las ONG culturales, los gobiernos municipales
y otra variedad de actores.

Este texto es, más bien, un plan de carácter nacional que, en primer lugar, intenta recoger
inquietudes, valoraciones y deseos de los salvadoreños; y en segundo lugar, invita al sector
cultural, a la sociedad en general y al aparato público a poner en valor el fenómeno cultural, a
anticipar lo que se quiere hacer, y a ser más eficientes y más coordinados en las actuaciones. Hay
que añadir que este texto pretende ofrecer un trazado preliminar e inacabado que convoque a
todos los ciudadanos a dejar su marca sobre el mismo. Así, requiere de las lecturas y las
intervenciones de todos para ser debatido, completado, apropiado y, sobre todo, convertido en
proyectos que lleguen a ejecutarse.

Fruto de consulta. El Salvador. La cultura: una apuesta nacional es producto del amplio proceso
de consulta ciudadana que, entre 2005 y 2007, se realizó en el país impulsado por Concultura para
recoger opiniones, valoraciones y percepciones sobre distintos elementos relacionados con el
1
quehacer y el sector culturales. Dicho proceso, denominado Diálogo Nacional por la Cultura, se
ejecutó en cuatro fases, precedidas por talleres de discusión teórica (Concultura, 2007b, 9 y
ss.).

La primera fase consistió en la realización de siete mesas de trabajo que reunieron a 68


expertos para discutir sobre las relaciones entre la cultura salvadoreña con las migraciones, la
economía, la educación, el patrimonio, la infraestructura, la identidad y el sector público. En
la segunda fase se integraron diez mesas de discusión con 96 ciudadanos procedentes de las
zonas oriental, occidental y central. En estos grupos se reflexionó sobre temas como el significado
de ser salvadoreño, vida cotidiana, definiciones de cultura, valores y otros.

La tercera fase del Diálogo Nacional por la Cultura convocó a 1,402 personas en cinco foros: cuatro
de las distintas zonas del territorio nacional y uno de salvadoreños en el exterior. Los participantes
en los foros respondieron a las preguntas de qué puedo hacer por mi cultura y cuál debe ser el papel
de las instituciones y los distintos sectores respecto de la cultura. La cuarta y última fase
consistió en una encuesta nacional, realizada en los catorce departamentos del país, entre 1,202
personas. Esta consulta indagó sobre el consumo cultural de la gente, la vida en familia, la
enseñanza y práctica de valores, el uso del tiempo libre y el reconocimiento del aparato
cultural público y privado, entre otros temas.

Este documento constituye un paso más allá del Diálogo Nacional por la Cultura: se fundamenta
en el diagnóstico ofrecido por dicho proceso de consulta para lanzar propuestas que respondan a
los desafíos planteados.

Cultura y planificación. La cultura se entiende en este texto no sólo como aquellas manifestaciones
o prácticas “consagradas” por su bondad para el espíritu, tales como las bellas artes o la lectura,
sino también como esas propuestas que han ido surgiendo entre distintos grupos sociales, que
dan sentido a sus vidas y que no han sido suficientemente reconocidas. En este sentido, la cultura
se entiende como una faceta cambiante y dinámica de la vida en común que se nutre de diversidad
de fuentes.

La producción de bienes y servicios culturales es, además, una actividad que genera riqueza material
y da empleos a muchos trabajadores. Su potencial como ámbito de inversión y desarrollo económicos
se fundamenta en la creatividad como valor que necesita espacios y recursos para cultivarse y formarse.
La cultura es un componente central de la llamada “economía creativa”, rama productiva emergente
por la que muchas ciudades y países alrededor del mundo están apostando para crecer. El sector
cultural es heterogéneo en su conformación, ya que incluye desde enormes industrias que producen
millones de bienes hasta talleres artísticos y artesanales donde se ocupan pocas personas.

2
La cultura ha dejado, desde hace años, de verse como elemento decorativo o accesorio de las
sociedades. Ha cobrado relevancia social y política como ámbito de formación de identidades y de
prácticas que cohesionan a los grupos sociales. Asimismo, ha adquirido protagonismo como sector
que, aunado al turismo o el comercio, puede mover las economías locales o nacionales de manera
más dinámica que otras ramas productivas. La mayor visibilidad de la cultura en estos sentidos ha
hecho que muchas comunidades, ciudades y países se preocupen y ocupen de planificarla: esto es,
que fijen objetivos y estrategias implicando a distintos actores sociales para ordenar actuaciones,
iniciativas y recursos en la vida cultural.

Estructura del documento. Después de enunciar el objetivo y los propósitos, esta propuesta
desarrolla cuatro campos de acción, a saber: producción y memoria, descentralización y
transnacionalización, participación y acceso a la cultura, e institucionalidad cultural.

El campo de producción y memoria vincula las actividades creativas –base del quehacer cultural
– con los distintos bagajes culturales, o memorias, que conviven en la nación. Los salvadoreños
necesitamos sacarle mayor partido a la creatividad adquiriendo las técnicas adecuadas para la
expresión cultural y estética. Debemos, además, actualizar las memorias que nutren y dan
sentido a los distintos sectores que conforman la salvadoreñidad.

En segundo lugar, el campo de descentralización y transnacionalización se refiere a la penetración


geográfica de la cultura salvadoreña. La producción, la distribución y el consumo de muchas
manifestaciones culturales tienen alcances meramente locales: ya sea en la zona metropolitana,
porque es la que concentra la infraestructura cultural; en ciudades o municipios, porque son
expresiones propias no siempre conocidas o consumidas en otros sitios del territorio nacional;
entre las comunidades de salvadoreños en el exterior en distintas ciudades y barrios alrededor del
mundo.

El tercer campo de acción, participación y acceso a la cultura, hace énfasis en extender el goce de
las expresiones culturales a todos los sectores de la población salvadoreña, en particular a los
niños y los jóvenes. Asimismo, destaca la importancia de estimular la participación para formar
ciudadanos más activos, preocupados por los asuntos públicos y el bien común. Aquí
adquieren relevancia la formación de públicos, la ampliación de la oferta cultural, la
consideración de la familia como núcleo que consume y reproduce cultura, y el impulso
de la lectura como esparcimiento y herramienta de conocimiento.

El último campo de acción es el de institucionalidad cultural, entendida en sentido amplio como el


accionar de todas las entidades de carácter privado y público que participan de la gestión,
producción y difusión de la cultura en el país. Se propone aquí un cambio de paradigma que deje
de ver la cultura como elemento accesorio del desarrollo económico y social del país, condenada
3
a vivir de aportes estatales y donaciones privadas, para considerarla como un sector
productivo -- que puede aportar de manera sustantiva a la riqueza nacional así como a la
generación de empleos — y como un recurso valioso para la prevención de la violencia
social y la resolución de conflictos.

En cuanto a la organización interna, cada campo de acción está estructurado en cinco secciones.
En la primera, que tiene carácter conceptual, se explican los términos más relevantes. En la
segunda, de naturaleza descriptiva, se esbozan los desafíos identificados para el respectivo
campo a partir de un diagnóstico que escapa a las pretensiones de ser abarcador.

La tercera sección, la más breve de todas, traza los objetivos para cada campo de acción. En la
cuarta se formulan estrategias generales que responden a los objetivos y que pretenden orientar
líneas de acción para ser retomadas por los actores involucrados y convertirse, en el futuro, en
proyectos y programas específicos. La quinta parte consiste en una matriz que presenta de
un vistazo los distintos elementos –desafíos, objetivos y estrategias– de cada campo de acción.

4
Objetivo

Enriquecer la calidad de la vida personal y la vida en común de todos los


salvadoreños y salvadoreñas contribuyendo a la construcción de una
sociedad cohesionada, integradora, plural, abierta al mundo, respetuosa de
sus raíces culturales y de la creatividad individual, y con mayor autoestima.

5
Propósitos

El Salvador. La cultura: una apuesta nacional persigue tres propósitos principales en sus campos de

acción, a saber:

1. Estimular la creación cultural y democratizar su circulación y goce en los ámbitos locales,

municipales, nacionales y transnacionales

2. Ampliar la contribución de la cultura al bienestar de la población y al desarrollo nacional

3. Situar la pluralidad cultural como elemento indispensable de la cohesión social

El primer propósito se refiere a expandir la producción, la circulación y el consumo de bienes y

servicios culturales a todos los espacios donde vive la población salvadoreña, los cuales

traspasan las fronteras patrias. Crear y gozar de las expresiones culturales es reconocido aquí como

factor del desarrollo integral de las personas que, junto a los servicios educativos y de salud,

debe llegar a todos los rincones del territorio nacional. Asimismo, las acciones y expresiones

culturales deben trascender las fronteras para vincular con su país de origen a las comunidades

de salvadoreños en el exterior.

El segundo propósito apela a valorar la importancia del sector cultural en la economía nacional; en

otras palabras, a la puesta en valor de la economía creativa como rama productiva emergente

que, además de generar bienestar físico y espiritual a las personas, es productora de riqueza y

de empleos. El ámbito cultural –con sus industrias, bienes y servicios– enriquece la calidad de vida
de las personas y las comunidades contribuyendo a la seguridad ciudadana, al tiempo que ofrece

formas creativas de hacer negocios y obtener ganancias.

El tercer propósito hace alusión a que la salvadoreñidad adquiere múltiples y variadas maneras de

ser y expresarse que merecen ser respetadas y reconocidas en las personas de quienes las

sustentan. La valoración de las distintas identidades contribuye a cerrar las brechas que separan a

las personas, esto es, ayuda a construir sociedades más cohesionadas, donde todos se ven,

reconocen y respetan entre sí.

6
Campos de Acción

El documento ha definido cuatro campos de acción como marcos amplios para


delinear los desafíos, plantear objetivos y proponer algunas estrategias que la
sociedad y el Estado salvadoreños deberían emprender desde el ámbito de la cultura
para mejorar la calidad de su convivencia, alcanzar mayor cohesión y consolidar la
democracia. Estos campos son, a la misma vez, espacios abiertos y maleables para
recibir de todos los salvadoreños, ya habiten dentro o fuera del territorio nacional,
las propuestas que se adopten en el futuro. Los campos de acción que se presentan a
continuación son: producción y memoria, descentralización y transnacionalización,
participación y acceso a la cultura, e institucionalidad cultural.

7
I. Producción y memoria

La producción creativa es la base del quehacer cultural. Se despliega en variedad de


expresiones, técnicas, géneros y disciplinas que usan distintos tipos de procesos,
medios, superficies y espacios para cobrar forma. En nuestro mundo de hoy, además
del acto de creación artística, expresiva o experimental, es preponderante la
producción masiva de mensajes y bienes culturales para su amplia difusión y
comercialización en las llamadas industrias culturales. En este sentido, la creación y
producción culturales abarcan una amplia gama de ocupaciones y profesiones que
trabajan con tecnologías tradicionales y modernas para generar, desde una obra única
y exclusiva, hasta millones de copias de un bien cultural.

La creación es, por definición, una actividad libre y autónoma en sí misma; sin embargo,
para adquirir pleno sentido, la obra creativa debe ser comunicada, puesta a disposición
de un público que reaccione ante ella. La circulación y el consumo de los productos
culturales son, en este sentido, alicientes para desplegar procesos creativos.

La producción, por otra parte, está vinculada con la memoria o, mejor dicho, con las
memorias que condensan el ser cultural de una comunidad, un pueblo, una nación.
Esto porque los actos creativos no parten de la nada: siempre están en diálogo con
tradiciones, expresiones y memorias diversas. Además, la memoria no es un archivo
inmutable que alberga recuerdos, sino la materia viva que se recrea y se transforma en
las reinterpretaciones de los productores culturales. Producir es, entre otras cosas, dar
vida a las memorias.

El juego dinámico entre producción y memoria da forma a los patrimonios culturales


de nuestra nación. Las expresiones creativas adquieren valor patrimonial en la
medida que los individuos y los grupos humanos reconocen en ellas símbolos de
sus modos de ser y pertenecer, esto es, en tanto sirven como referentes para entenderse
a ellos mismos y dar sentido a sus vidas.

Los patrimonios culturales, a diferencia de lo que podría pensarse, no están constituidos


únicamente por antigüedades, ni tampoco hablan solo sobre el pasado.

Las riquezas patrimoniales van enriqueciéndose y acrecentándose en el tiempo con


diferentes bienes, tanto de naturaleza material como inmaterial. Entre los primeros
figuran edificios, sitios arqueológicos, piezas de cerámica, pinturas, grabados, sellos
postales, documentos y figuras religiosas, entre otros. Entre los segundos se tienen
tradiciones populares, lenguas, fiestas, procesos artesanales, gastronomía, bailes y
costumbres (Ley Especial de Protección al Patrimonio Cultural de El Salvador y su
11
Reglamento, 2005; Concultura, 2001, octubre 9).

La Ley Especial de Protección al Patrimonio Cultural de El Salvador, de 1993,


establece que el Estado debe velar por la protección y conservación de los bienes
culturales patrimoniales del país, ya sean de propiedad pública o privada. Además,
siempre que sea posible, debe ponerlos a disposición del público, para su goce y
valoración, en espacios adecuados.

Fuente: Ley Especial de Protección al Patrimonio Cultural de El Salvador y su


Reglamento, 2005.

Construir una nación integradora y plural implica el reconocimiento, de parte del


Estado y la sociedad, del derecho de todos y cada uno de los individuos y grupos
humanos a expresar, actualizar y preservar sus memorias, a valorar y conservar sus
patrimonios culturales, a producir desde distintas estéticas y cosmovisiones. Es
obligación del Estado, en este sentido, abrir espacios para la aceptación de
multiplicidad de patrimonios culturales en El Salvador.

Desafíos

La autoestima nacional necesita fortalecerse. Los salvadoreños y las salvadoreñas


reclaman motivos para sentirse orgullosos de su país y de su nacionalidad. El Diálogo
Nacional por la Cultura, en su amplia consulta con distintos sectores de la sociedad,
identificó un sentimiento de pérdida de tradiciones y de valores, que se traduce en una
demanda de “rescate” de la propia identidad frente a la “invasión de las culturas
extranjeras” (Concultura, 2007b, p. 19). Asimismo, otros estudios señalan que en el país
es dominante la percepción de una cultura imitativa que se valora como inferior frente
a culturas más creativas (PNUD, 2003, p, 250) e incluso se habla de un debilitamiento
del sentido de pertenencia a una matriz cultural y a una misma identidad nacional
(PNUD, 2005, p. 373).

Identificar motivos para sentirnos orgullosos de la salvadoreñidad es tarea que nadie


emprenderá por nosotros y, más aún, es responsabilidad de todos. La cultura, en este
sentido, desempeña un papel crucial para elevar la autoestima nacional, y ofrecer
razones y afectos para sentir satisfacción de ser salvadoreños. Activar la producción
y la memoria es clave para construirse y reinventarse como nación plural y, al mismo
tiempo, singular en el mundo de hoy.

El temor a las influencias extranjeras, atribuido sobre todo a la preeminencia de la


televisión y los medios de comunicación en las vidas de los salvadoreños, no puede
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detenerse ni superarse mediante la censura que algunos participantes en el Diálogo
Nacional solicitaron al Estado (Concultura, 2007b, 68-69). Una imposición como esa,
además de ser contraria a la libertad de expresión establecida en la Constitución de la
República, iría contra el flujo corriente de las comunicaciones que caracteriza a nuestra
época.

La percepción de lo extranjero como amenazante irá cediendo en la medida que las


fuerzas creativas y productivas pongan a disposición expresiones culturales en que los
salvadoreños y las salvadoreñas sepamos reconocernos desde nuestra diversidad. Si
bien la imitación es elemento propio de la creación, en el país cobra una fuerza
abrumadora por el elevado consumo de bienes importados en todos los ámbitos de la
vida. Los bienes culturales no escapan de esta tendencia. Elevar la autoestima nacional
pasa por la producción de símbolos, imágenes, relatos y expresiones de todo tipo
donde nos sintamos representados. Pasa, pues, por ser más creativos y más productores.

Una comprensión más amplia del concepto de “cultura”. El impulso de la


producción de expresiones culturales diversas, con la consiguiente actualización
de las memorias colectivas, reclama de todos mayor apertura y ampliación de lo que
se entiende por “cultura”. Para la mitad de la población nacional, la cultura está
asociada con lo patrimonial, entendido en el sentido de “lo propio” por oposición a “lo
extranjero”: las tradiciones, las costumbres, la historia patria, la comida típica, las fiestas
patronales, las bellas artes, las artesanías y los monumentos serían parte del repertorio
que distingue a los salvadoreños de los otros pueblos del mundo (Concultura, 2007b,
pp. 16-17).

Mientras el 49% de los salvadoreños y las salvadoreñas se inclinan por una


noción patrimonialista de “cultura”, un 18% vincula la cultura con las artes y
la belleza, y otro 18%, con la educación y la convivencia ciudadana, según los
Resultados consolidados del Diálogo Nacional por la Cultura. Del 15% restante, un
8% sostiene otras nociones de cultura no clasificadas y un 7% dice carecer
de una noción de cultura. La ciencia y las nuevas tecnologías, si bien forman
parte del repertorio cultural de muchas personas en el país, son dos grandes
ausentes de las concepciones de cultura que dominan entre la población nacional.

Fuente: Concultura, 2007b.

Hoy en día, sin embargo, esa noción de cultura ha sido criticada por dejar fuera
manifestaciones que dan sentido a la vida de muchos ciudadanos. La adscripción
estrictamente “nacional” de la cultura está cediendo ante los embates de la
globalización que hacen que muchos individuos alrededor del mundo compartan y

13
consuman los mismos bienes culturales, si bien estos adquieren distintos significados
en cada contexto social y existencia particular. Un concepto incluyente de cultura va
más allá de lo patrimonial y lo artístico, e incorpora diversidad de lenguajes que hacen
más rica, placentera y valiosa la vida de todas las personas.

En sus políticas culturales, la sucesión de gobiernos en El Salvador ha tendido, en sus


discursos oficiales, a impulsar ciertas expresiones de la cultura, favoreciendo lo
artístico tradicional y lo patrimonial-monumental, fenómeno compartido históricamente
con otras naciones de Latinoamérica y del mundo. Comprometerse a ampliar el apoyo,
ejecución, estímulo y gestión de lo cultural es una tarea en marcha que ha entendido
que la cultura y la identidad no son estáticas en sus formas ni en sus contenidos.
El desarrollo de diversidad de culturas en el suelo patrio es parte de la riqueza de la
nación salvadoreña, sin que ello implique perder o arriesgar los valores tradicionales
que confeccionan la vida en común de una amplia mayoría de ciudadanos.

Formación y atención a los creadores. Ser más creativos y ser más productores
implica redoblar los esfuerzos de formación en distintos lenguajes expresivos desde el
sector público y el sector privado. Es bien sabido que el desarrollo de las habilidades
creativas inicia a muy temprana edad en las aulas, donde se pone en contacto al niño y
a la niña con distintos materiales y técnicas para expresarse. En una educación que
busque ser integral, ese aprendizaje es tan importante como la incorporación de
ciencia y tecnología, el saber humanístico, el pensamiento matemático, el conocimiento
de una segunda lengua y la formación en valores. De ahí que resulta clave el
fortalecimiento de la educación artística y creativa en el sistema escolar, desde
parvularia hasta bachillerato.

Los salvadoreños y las salvadoreñas mayores de 18 años, sin embargo, dijeron sentirse
insatisfechos con el aprendizaje creativo recibido en sus años de educación formal: dos
de cada cinco hubiesen querido aprender pintura o arte en la escuela, y uno de cada
cinco hubiese querido recibir lecciones de baile, según el Diálogo Nacional por la
Cultura (Concultura, 2007b, p. 55). Por otra parte, la misma consulta recogió
propuestas de dar mayor impulso a la formación de productores culturales abriendo
“talleres artesanales, artísticos o vocacionales para que los jóvenes ocupen su tiempo
libre, aprendan un oficio y luego puedan generar un ingreso con esa actividad “
(Concultura, 2007b, p. 24).
La red de Casas de la Cultura –diseminada en 173 municipios, barrios, cantones y
colonias dentro del territorio nacional– ofreció 415 cursos de formación artística en
2007, sirviendo a 8,744 usuarios.
Fuente: Dirección Nacional de Espacios de Desarrollo Cultural, Concultura, 2008.

14
Por otra parte, las posibilidades de profesionalizarse como artista o creador en El
Salvador son bastante limitadas. En Bellas Artes, por ejemplo, solo se puede obtener un
título universitario, a nivel de licenciatura, en la rama de Artes Plásticas en la
Universidad de El Salvador (UES, 2008). En el Centro Nacional de Artes, CENAR,
administrado por Concultura, se puede estudiar música, teatro y artes plásticas a nivel
profesional, pero sin obtener un título con paridad en el sistema educativo (Concultura,
2008b). Para dedicarse a la danza, la Escuela Nacional de Danza Morena Celarié es la
opción que ofrece el sistema público adscrito a Concultura. En el sector privado, varias
universidades cuentan con carreras relacionadas con la creación y crítica cultural como
son las de Diseño (en distintas variantes), Letras, Comunicaciones, Publicidad, y Cine y
Televisión, por ejemplo. Además, hay iniciativas de artistas y creadores que, en
academias y centros, ofrecen sus servicios de formación escolar, vocacional, terapéutica
y profesional en distintas ramas del arte y la creación.

El Centro Nacional de Artes, CENAR, ofrece cursos regulares en las ramas de


artes visuales, música y teatro. Además, cuenta con programas de diplomado
para bachilleres, con tres años de duración. En 2006, la población estudiantil
total fue de 602 (382 en artes visuales, 209 en música y 11 en teatro); en 2007,
fue de 667 (407 en artes visuales, 250 en música y 10 en teatro).

Fuente: Dirección Nacional de Artes, Concultura, 2008.

Al déficit de formación creativa y artística se unen las inquietudes de muchos


creadores y productores culturales que, al ser trabajadores independientes, obvian los
mecanismos institucionales para afiliarse a redes de protección social en caso de
enfermedad, accidente, vejez o muerte. Asimismo, muchos de estos trabajadores carecen
de registro fiscal que les permita entablar relaciones comerciales con instituciones
públicas o privadas formalmente establecidas. En el país también existen diversas
asociaciones de artistas o trabajadores culturales que podrían ser un canal idóneo
para dar solución a estas deficiencias.

Una forma de estimular talentos creativos en el país ha sido la realización de


certámenes y la convocatoria de premios en distintas ramas tradicionales y no
tradicionales del quehacer cultural. El Estado, las municipalidades, las universidades, el
sector privado, las ONG y la cooperación internacional han apelado a mecanismos
de reconocimiento de las aptitudes técnicas y artísticas de creadores de distintas
edades, sobre todo de jóvenes. Este tipo de iniciativas, sin embargo, debe ir de la
mano con la formación creativa y artística, por una parte, y con la habilitación de
espacios, por otra, donde circulen y se consuman los productos culturales.

15
Entre los múltiples certámenes y premios que tienen lugar en el país para reconocer
talentos creativos destacan los Juegos Florales y el Certamen Palmarés Philip Morris
El Salvador. Muchos profesionales de la literatura y las artes plásticas han sido
laureados en estas convocatorias nacionales. Los Juegos Florales, por una
parte, son premios de literatura organizados anualmente desde las cabeceras
departamentales de El Salvador, a través de la red de Casas de la Cultura, para
galardonar a escritores salvadoreños en géneros tales como poesía y cuento.
Fueron instituidos por decreto legislativo en 1968. Por otra parte, el Palmarés
es un certamen anual de pintura realizado desde 1986 por la Tabacalera Phi-
llip Morris para premiar a jóvenes entre los 18 y 30 años.

Fuentes: Disposiciones legales, 2008; XXIII Palmarés, 2008.

Objetivos

A. Estimular la producción cultural en todas sus manifestaciones, en


condiciones de libertad, propiciando la formación creativa.

B. Favorecer la investigación, reflexión, apropiación y actualización


creativas de las variadas memorias y patrimonios culturales que
forman la salvadoreñidad.

Estrategias

1. Libertad creativa. La libertad de expresión de todos los ciudadanos, establecida


en el artículo 6 de la Constitución de la República (CSJ, 2006), como punto de
partida de la creación estética, artística y cultural sin restricciones ideológicas.
Reconocimiento y promoción de formas no tradicionales o inéditas de creación
y producción cultural.

2. Formación creativa. Fomento de la apropiación de lenguajes artísticos


para la expresión de las propias necesidades, experiencias y aspiraciones
en distintos niveles formativos: pre-escolar, escolar, vocacional, universitario
y profesional. Apoyo y búsqueda de alianzas entre los sectores público y
privado para capacitar docentes y ampliar la oferta educativa en este campo
desde las instituciones educativas públicas y privadas, Casas de la Cultura,
centros culturales u otros espacios. Prioridad a la atención de niños y jóvenes
con escaso acceso a este tipo de formación, y personas con capacidades especiales.

16
3. Profesionalización de los trabajadores de la cultura. Ampliación de
la oferta de estudios superiores, desde los sectores público y privado, en las
diversas disciplinas del arte, la creación, la cultura y las industrias culturales.

4. Actualización técnica. Fortalecimiento permanente de técnicas y oficios de los


creadores de bienes culturales a través de seminarios, cursos, diplomados,
etc. Búsqueda de alianzas entre instituciones educativas y culturales públicas y
privadas para ofrecer estos servicios a los trabajadores de la cultura.

5. Mejoramiento de la condición social de los trabajadores de la cultura.


Investigación de las condiciones socio-económicas y laborales del sector.
Censo nacional de los trabajadores de la cultura: artistas, creadores, gestores,
productores, técnicos, etc. Diálogo intersectorial e interinstitucional para
diseñar mecanismos de afiliación a sistemas de seguridad social y de legalización
fiscal.

6. Apropiación de las memorias. Fomento a iniciativas que busquen investigar


y documentar las múltiples memorias del país y facilitar su acceso a toda la
población. Promoción del aprovechamiento de las nuevas tecnologías para el
registro, digitalización y diseminación de las memorias colectivas y las
producciones culturales. Apoyo a centros de documentación como espacios
privilegiados de conservación y acceso a las memorias y los patrimonios culturales.

7. Preservación de los patrimonios culturales. Búsqueda de alianzas entre


sectores público y privado y cooperación internacional para la salvaguarda
de los patrimonios culturales. Permanente actualización e inclusión de patrimonios
culturales, materiales o inmateriales.

8. Promoción de la producción cultural. Estímulo de iniciativas individuales


y colectivas, públicas y privadas, empresariales y sin fines de lucro,
artesanales e industriales, que produzcan bienes y servicios culturales a partir
de las múltiples memorias y tradiciones de la salvadoreñidad. Aprovechamiento
de las nuevas tecnologías para la producción cultural. Facilitar alianzas entre
sectores para echar a andar producciones de las industrias culturales. Propiciar la
discusión de marcos legales que fomenten las industrias culturales nacionales.

17
Matriz 1: Producción y memoria

Desafíos Objetivos Estratégias

La autoestima nacional 1. Libertad creativa


necesita fortalecerse. A. Estimular la producción 2. Formación creativa
cultural en todas sus 3. Profesionalización de
manifestaciones, en los trabajadores de la
condiciones de libertad, cultura
Una comprensión más propiciando la formación 4. Actualización técnica
amplia del concepto creativa 5. Mejoramiento de la
de “cultura“ condición social de
los trabajadores de
la cultura
B. Favorecer la apropiación y 6. Apropiación de las
Formación y atención actualización creativas de memorias
a los creadores las variadas memorias y 7. Preservación de los
patrimonios culturales que patrimonios culturales
forman la salvadoreñidad 8. Promoción de la
producción cultural

18
19
II. Descentralización y transnacionalización

La construcción de una sociedad plural demanda, por una parte, el reconocimiento de


la diversidad regional de una nación y, por otra, exige el fortalecimiento de sus distintas
localidades como actores del entramado cultural. Se trata de una dinámica cuyo
resultado es no tener un único centro –la capital o la zona metropolitana– sino
multiplicidad de centros –unos más pequeños, otros más grandes– desde donde se
gestione, se produzca y, por supuesto, se consuma cultura.

Teóricamente, se entiende por descentralización la transferencia de responsabilidades


de planificación, administración, y obtención y asignación de recursos desde el gobierno
central a instancias locales, ya sean gubernamentales, no gubernamentales o del sector
privado (FAO, 2008). También implica la apropiación de esas responsabilidades y la
toma de iniciativas desde los espacios locales: los departamentos, los municipios, los
cantones y los barrios.

La descentralización supone una nueva concepción de nación desde el punto de vista


cultural, contraria a la visión homogeneizadora con que nacieron las repúblicas
hispanoamericanas en el siglo XIX (Austin Millán, 2008). El concepto de transnacionalización,
de más reciente cuño, también conlleva una concepción opuesta a la de construir una
única o dominante identidad cultural nacional.

Por transnacionalización se entiende el reconocimiento y el aprovechamiento de la


expansión de una nación más allá de sus fronteras patrias, es decir, la ruptura de la
noción exclusivamente territorial del Estado nacional (Levitt y Glick Schiller, 2004, 79).
El Salvador es un país transnacional, esto es, un país cuya población no está confinada
dentro de los límites fronterizos; por el contrario, se reconoce que hay amplias
comunidades de salvadoreños que residen fuera del territorio nacional, en otros
países, y que siguen manteniendo vínculos con su país y con su localidad de origen.

Descentralización y transnacionalización son parte integral de la democratización de la


cultura o de la puesta en valor de la pluralidad cultural de una nación. Ambas
favorecen la diversificación de los productos culturales ya que lo peculiar de cada
territorio condiciona, e incluso determina, qué tipo de bienes se crean ahí (Rausell
Köster, 2007, 25). De esta manera se enriquece el mapa de la oferta cultural salvadoreña.
Asimismo, los esfuerzos decididos por descentralizar y transnacionalizar vuelven más
numerosos los contingentes poblacionales que demandan, consumen y gozan de los
bienes y servicios culturales producidos en cualquier punto, ya fuera, ya dentro, del
territorio nacional.
21
Desafíos

Disparidades territoriales de la gestión y la infraestructura culturales. Tener


presentaciones artísticas en los municipios, contar con acceso a Internet y bibliotecas
actualizadas en las Casas de la Cultura, reconocer y estimular a los valores artísticos en
las comunidades y que haya mayor difusión de las actividades culturales en las
localidades fueron algunas de las peticiones surgidas en foros regionales realizados en
el marco del Diálogo Nacional por la Cultura en el año 2006. La palabra “descentralización”
quedó anotada en esas reuniones como reclamo de la ciudadanía hacia las autoridades
gubernamentales de la cultura, aunque, en la mayoría de los casos, el término se invoca
con un tinte asistencialista: es decir, entendido como mera transferencia de recursos y
no de responsabilidades. Los participantes de los foros, procedentes de distintas
localidades de todo el territorio nacional, se manifestaron sedientos por ser actores
de la vida cultural del país, por tener la cultura a la mano. Esto implicaría, de su parte,
asumir responsabilidades de gestión para la producción de cultura, así como para su
difusión, consumo y puesta en valor en la localidad.

El desarrollo cultural en los ámbitos locales, como ha señalado un estudio reciente de


FUSADES (2008), enfrenta una dificultad básica: el enorme desequilibrio en la
distribución de la infraestructura cultural y de espacios públicos en el territorio. Por
infraestructura cultural se entiende el conjunto de espacios físicos, su equipamiento
y recursos materiales, donde se ofrecen servicios y acceso a bienes culturales, ya sean
espectáculos artísticos, turismo cultural, lugares para lectura y otros; también incluye
los recintos donde laboran los trabajadores de la cultura (CONACULTA, 2007, 61). En el
país, “en cuanto a espacios escénicos y salas de exhibición disponibles, se debe añadir
que la oferta de infraestructura adecuada tiende a concentrarse en los principales
centros urbanos, sobre todo en el AMSS (Área Metropolitana de San Salvador)”
(FUSADES, 2008, 169). Espacios públicos como parques y plazas, y espacios privados
como cafés, restaurantes y talleres o tiendas de artesanías suplen, en alguna medida,
las carencias de infraestructura cultural en algunas localidades. Sin embargo, el
desbalance entre centro –ciudades– y regiones periféricas –pueblos y cantones–
es notorio. Más aún en aquellas localidades donde no llega el turismo, motor de la
iniciativa privada por el quehacer cultural.

Sacar el mejor partido de la infraestructura cultural y los espacios públicos existentes,


mejorarlos y multiplicarlos, es responsabilidad no de un solo actor ni de una sola
entidad. Es cierto que todos los ciudadanos, vivan donde vivan, tienen derecho a
disfrutar de la cultura; pero también la cultura –su producción, circulación y consumo– es
responsabilidad de todos. Descentralizar no solo significa llevar actividades y presentaciones

22
culturales desde la capital u otras ciudades hacia los municipios. Si bien esta práctica
es muy común en el país, el desafío es que cada municipio se convierta en generador
y gestor de cultura. Cada localidad debería llevar la iniciativa de usar sus espacios de
producción y consumo para vivificar el sector cultural y mejorar la calidad de la
convivencia de sus habitantes. Como reza el artículo 4 del Código Municipal, compete
a los municipios “la promoción de la educación, la cultura, el deporte, la recreación, las
ciencias y las artes” (Código Municipal, 2008). Los gobiernos municipales, junto con los
ciudadanos con inquietudes culturales, el sector privado y las ONG, son instancias
privilegiadas para la gestión cultural de alta pertinencia local: ellos están cerca de la
gente y pueden conocer sus aspiraciones y necesidades.

Un esfuerzo gubernamental por ver y entender la cultura desde los distintos


espacios que configuran el país fue el Diálogo Nacional por la Cultura,
realizado entre 2006 y 2007. Este espacio permitió que miles de salvadoreños
compartieran reflexiones en torno a la cultura y sus potencialidades. Entre
otras cosas, quedó evidenciado que descentralización y transnacionalización
son, muchas veces, movimientos motivados desde las comunidades locales
y transnacionales que reclaman sus propias cuotas de poder y de visibilidad
en la cartografía cultural salvadoreña. Toca ahora reflexionar en torno a las
responsabilidades que esa genuina exigencia comporta.

Fuente: Concultura, 2007b, 12.

Otro elemento que demuestra las disparidades territoriales, como quedó reflejado en
el Diálogo Nacional por la Cultura, es el generalizado desconocimiento de entidades,
públicas y privadas, relacionadas con el quehacer cultural. Más de la mitad de los
salvadoreños, que habitan en los catorce departamentos del país, no conocen ninguna
entidad cultural, ni siquiera la gubernamental Concultura. Se desconoce lo ajeno, lo
lejano, lo no familiar. Resulta sintomático que, de las 17 asociaciones y organizaciones
incluidas en la boleta de la encuesta corrida dentro del Diálogo, 16 tienen su ubicación
administrativa en el Área Metropolitana de San Salvador; la salvedad es la red de Casas
de la Cultura (Concultura, 2007b, apéndice D.2).

En cuanto al conocimiento –o desconocimiento– de las entidades culturales, las Casas


de la Cultura también son un excepción: una cuarta parte de salvadoreños las conocen.
Su diseminación en distintas municipalidades y barrios las vuelven cercanas a la gente.
Sin embargo, a estas se les demanda una mejor gestión cultural para ejecutar o
coordinar –con la empresa privada, las alcaldías y las ONG– proyectos de interés para
las comunidades (Concultura, 2007b, 30; FUSADES, 2008, 168). La red de Casas de la
Cultura es un claro, pero insuficiente, esfuerzo de descentralización de la infraestructura
23
y la gestión cultural.

Las disparidades locales señaladas, en términos de infraestructura y de gestión, no son


exclusivas del sector cultural. Se trata, por el contrario, de un desequilibrio nacional de
profundas dimensiones que impacta todos los aspectos de la vida de los salvadoreños.
El acceso a empleo, a servicios educativos y de salud, a servicios básicos y a recursos
financieros se concentra claramente en la región Metropolitana, convirtiendo al resto
del territorio nacional, en términos generales, en periferia (PNUD, 2008, 167 y ss.). Es,
pues, un factor estructural del país, y superarlo implica articular un largo y paciente
proceso de cambios en todas las áreas del desarrollo.

Demandas culturales desde el exterior. Los salvadoreños en el exterior son percibidos


como “salvadoreños” o nacionales por la mayoría de la población que permanece dentro
de las fronteras del país (Concultura, 2007b, 39). Este reconocimiento de la gente se
explica con razones como la nostalgia, la preservación de costumbres y tradiciones, así
como con el hecho de que se mantiene la nacionalidad. Hay que decir, sin embargo,
que entre la población que vive en el territorio nacional existe cierto recelo hacia los
migrantes: son percibidos, junto a los medios de comunicación, como “influencias foráneas”
y “contaminantes” de la cultura, sobre todo la de los jóvenes que adoptan nuevas
prácticas en perjuicio de las tradiciones (Concultura, 2007b, 18).

Por su parte, las comunidades de salvadoreños que viven en el exterior reclaman


reconocimiento y atención cultural desde el territorio nacional, según dijeron en el
foro abierto para ellos dentro del Diálogo Nacional de la Cultura. Se sienten salvadoreños y
como tales quieren ser vistos y considerados. Les preocupan, sobre todo, las nuevas
generaciones que han nacido fuera de las fronteras patrias y que van perdiendo la
“identidad salvadoreña” al ir adaptándose a otras vertientes culturales de los lugares
donde residen. Piden materiales bilingües en historia y cultura nacionales para esas
generaciones. Además, demandan promoción de actividades culturales, mayor
vinculación de los consulados con las comunidades y promover la gastronomía nacional,
entre otras cosas.

Ese reconocimiento en doble sentido –del país hacia el exterior y viceversa – hizo que
en 2004 el Ministerio de Relaciones Exteriores creara un Viceministerio para los
Salvadoreños en el Exterior “para integrar a los salvadoreños en el mundo con El
Salvador” (Ministerio de Relaciones Exteriores, sin fecha). Este constituye el más
claro esfuerzo gubernamental por abonar a la construcción de un país transnacional. La
mencionada dependencia estatal, además de ocuparse de negocios, estabilidad
migratoria y servicios consulares, entre otros, tiene una Dirección de Asuntos Culturales

24
y ha lanzado un Plan Cultural 2005-2009. Dentro de este plan se han fortalecido los
consulados como entidades gestoras y difusoras de cultura. La realización de festiva-
les, exhibiciones artísticas, ferias, concursos de distinta índole, celebraciones patrias y
la puesta a disposición de juegos, materiales educativos, libros en general en las sedes
consulares son algunas de las acciones contempladas en el plan (Viceministerio, sin
fecha).

Hay que decir, además, que las comunidades de migrantes están transformando el
mapa cultural salvadoreño. Ellos se han convertido en un grupo importante de turistas
que llegan de fuera del país, catalogados en la categoría de turismo étnico (MITUR, sin
fecha). En el 2006, constituyeron el 24% de los turistas que visitaron El Salvador,
según datos de la Corporación Salvadoreña de Turismo (CORSATUR, sin fecha, 35).
Varias localidades en el territorio nacional –en las playas, montañas, lagos y pueblos–
han observado un desarrollo creciente en los últimos años gracias, en buena medida, al
turismo étnico. La oferta artesanal, gastronómica y de espectáculos, así como el uso de
espacios públicos y la habilitación de espacios privados, se ha incrementado de
manera notable en lugares con valor turístico.

Otro cambio cultural que ha cobrado fuerza en años recientes es la integración de los
migrantes, muchas veces como figuras de poder económico y social, en las fiestas
patronales que año con año celebra cada municipio en el país (Concultura, 2007b, 88).
Son muchos los residentes en el extranjero que vuelven a su localidad de origen para
los días de la fiesta patronal, aprovechando la ocasión para ver a sus familiares y
mostrar el éxito que han tenido en su nuevo lugar de residencia (Marroquín Parducci,
2007, 23).

La construcción de El Salvador como país transnacional requiere de un proceso de


redescubrimiento, esto es, conocer cómo se vive ahora en sus 262 municipios (PNUD,
2007, 77). Otro desafío es integrar las identidades de los migrantes en una nueva
salvadoreñidad, promoviendo “la conciencia de un destino en común” (PNUD, 2007,
83).

Formas de descentralización. Si bien partimos de la noción de que la sociedad es la


productora de cultura por excelencia y el mercado se vuelve su principal distribuidor,
también reconoce que el Estado debe asegurar las condiciones para una mejor y más
equitativa producción y circulación de los bienes y servicios culturales entre todos los
salvadoreños y salvadoreñas. Esto implica, muchas veces, atenuar las deficiencias del
mercado en el sector cultural. Concultura contrarresta el déficit de la oferta cultural a
través de, primero, la realización de actividades culturales y, segundo, la transferencia
25
de recursos económicos del Estado a actores de la sociedad civil. Ambos campos de
acción deben ser revisados y contrastados con las necesidades y la cambiante situación
de la oferta y la demanda cultural de la población salvadoreña dentro y fuera de las
fronteras patrias.

Por una parte, Concultura tiene bajo su administración una serie de espacios culturales
–la red de Casas de la Cultura, la Sala Nacional de Exposiciones, la Biblioteca Nacional,
algunos museos y parques arqueológicos, por ejemplo– así como entidades productoras
de cultura –la Orquesta Sinfónica Nacional, la recién creada Compañía Nacional de
Danza, la Dirección de Publicaciones e Impresos y el Centro Nacional de Artes, entre
otras. Así, entre sus atribuciones, Concultura organiza y realiza cada año, en distintos
puntos del país, actividades culturales de diverso tipo.

La oferta de actividades culturales emanada directamente de Concultura en


todo el territorio nacional se ha venido incrementando con los años. Entre
1992 y 1999, el promedio anual era inferior a las 3,000 actividades; entre 1999
y 2004, la oferta subió de manera considerable a un promedio anual de 4,522
actividades realizadas. De 2004 a junio de 2008, el promedio anual de actividades
realizadas por Concultura alcanzó las 6,420.

Entre estas actividades se cuentan todas las realizadas en las redes de Casas
de la Cultura y de Bibliotecas Públicas, así como presentaciones de danza y
teatro, conciertos sinfónicos, exposiciones de artes visuales, encuentros de
escritores, conferencias, actividades de apoyo al fomento artesanal y a las
comunidades indígenas.

Fuentes: Concultura, 2004, 2005, 2006, 2007a y 2008a.

Por otra parte, la entidad gubernamental ha tenido, desde 1995, un programa de


transferencias de fondos a ONG culturales como parte de sus políticas de descentralización.
Este programa busca sumar otros actores al esfuerzo gubernamental por cubrir las
deficiencias del mercado en el sector cultural. Así, esos fondos que se transfieren cada
año a entidades culturales se destinan a la realización de proyectos, programas y
eventos de distinta naturaleza, pero siempre referidos al amplio campo de la producción
y difusión cultural o al mantenimiento del patrimonio monumental.

26
Las transferencias monetarias a entidades se han mantenido, desde el año
1999 hasta el 2008, en un promedio del 11% del presupuesto de Concultura,
que oscila entre los 11 y 12 millones de dólares anuales. Entre 1995 y 1999,
cuando inició el programa de transferencias, estas alcanzaban apenas la mitad
del promedio actual: el 5.4% del presupuesto ejecutado por la institución.

Se han transferido recursos a distintas ONG culturales que tienen a su cargo la


administración de museos, el fomento de la investigación histórica o lingüística,
compañías de teatro, ópera o ballet, entidades dedicadas a la arqueología, así
como también al mantenimiento de infraestructura cultural o religiosa. Las
transferencias han favorecido a distintas poblaciones del país.

Fuentes: Concultura, 2004, 2005, 2006, 2007a y 2008a.

La empresa privada no cultural también desempeña un papel activo en la promoción y


generación de proyectos culturales. Bajo las denominaciones de responsabilidad
social empresarial, patrocinio cultural o mecenazgo, el sector privado se ha ido in-
volucrando cada vez más en la realización de actividades culturales, el estímulo a
la producción cultural e incluso en el establecimiento y mantenimiento de
infraestructura cultural. Este tipo de participación merece ser fomentada en el
país.

Objetivos

A. Fomentar las iniciativas de creación, difusión y consumo culturales desde


las localidades, con el involucramiento de distintos actores – gobierno
central, municipal, sector privado, ciudadanía y ONG.

B. Propiciar, a través de la cultura, el estrechamiento de vínculos entre las


comunidades de salvadoreños en el exterior y la población que habita en
el territorio nacional.

Estrategias

1. Cultura en el desarrollo municipal. Promoción de la cultura como elemento


fundamental de los planes de desarrollo de los gobiernos municipales.
Investigación y mapeo constante de la infraestructura e institucionalidad
culturales, de carácter público y privado, existente en los municipios. Apoyo de
los gobiernos municipales a iniciativas del sector cultural. Sensibilización
sobre la relevancia de la cultura – producción, difusión y consumo– para el
27
mejoramiento de la calidad de la convivencia en los municipios, sobre
todo en aquellos marcados por la inseguridad y la violencia.

2. Oferta cultural en las localidades. Fomento de la realización de eventos


itinerantes en espacios alternativos de distintas poblaciones del país, en
particular en aquellas menos atendidas por la oferta cultural. Programación
cultural local de amplia difusión. Promoción del aumento de la cobertura de
Internet, de computadoras y de pantallas de cine en las localidades. Fomento
de micro, pequeñas y medianas empresas culturales en distintos puntos del
país. Aprovechamiento de las rutas turísticas para el desarrollo del sector cultural.

3. Alianzas culturales intersectoriales. Búsqueda de alianzas entre municipalidades,


ONG y empresa privada para el mejoramiento de la infraestructura cultural
y los espacios públicos, así como para la realización de proyectos culturales
en municipios y localidades tradicionalmente no atendidos por la oferta
cultural. Promoción del mecenazgo, el patrocinio cultural y la responsabilidad
social de la empresa privada en municipios y localidades poco atendidos por la
oferta cultural tradicional.

4. Atención a la demanda cultural. Investigación de las necesidades, aspiraciones


y vacíos culturales en todos los municipios del país, así como entre los
salvadoreños en el exterior, para orientar la asignación de recursos públicos
y privados dedicados a la cultura. Integración de las poblaciones de los
los municipios, así como de las comunidades de migrantes, en la formulación
de políticas culturales y en la revisión periódica de los programas y políticas que
genere este documento. Investigación del sector cultural –producción, difusión
y públicos– para revisar tanto la oferta cultural de Concultura como la asignación
de las transferencias económicas.

5. Conocer el país transnacional. Fomento de iniciativas que tengan como


propósito el conocimiento de las comunidades salvadoreñas en el exterior, de
la mano del Viceministerio para los Salvadoreños en el Exterior. Realización
de un censo de trabajadores culturales salvadoreños residentes en el exterior.
Mapeo de las prácticas culturales de los municipios más influidos por migrantes
en el país.

6. Intercambios y actividades transnacionales. Estimular intercambios con


productores culturales y artistas salvadoreños en el exterior. Reconocimiento y
difusión en el país de festivales y fiestas públicas que invoquen la salvadoreñidad

28
en el exterior. Fomento de los textos bilingües (español/inglés) en los sitios web
y otras publicaciones salvadoreñas. Fomento de programas de exportación de
productos culturales (gastronómicos, editoriales, artesanales, etc.) hacia las
ciudades o regiones del exterior donde habiten comunidades salvadoreñas.

Matriz 2: Descentralización y transnacionalización

Desafíos Objetivos Estratégias

A. Fomentar las iniciativas 1. Cultura en los municipios


Disparidades territoriales de creación, difusión
de la gestión y la y consumo culturales 2. Oferta cultural en las
infraestructura culturales desde las localidades, localidades
con el involucramiento
de distintos actores 3. Alianzas culturales
Demandas culturales intersectoriales
desde el exterior
B. Propiciar, a través de la 4. Atención a la demanda
cultura, el estrechamiento cultural
Formas de de vínculos entre las
descentralización comunidades de 5. Conocer el país
salvadoreños en el transnacional
exterior y la población
que habita en el territorio 6. Intercambios y actividades
nacional transnacionales

29
III. Participación y acceso a la cultura

Participar significa formar parte de algo. La participación implica manifestar los


propios intereses como persona y como miembro de una comunidad cultural, influir
en el manejo del bien común, aportar de manera creativa para alcanzar sueños y
anhelos, identificar nuevos proyectos y generar nuevos imaginarios. La participación
tiene una dimensión política que es el ser ciudadanos activos en la búsqueda del
bien común a través del diálogo y la acción conjunta. Supone tener las capacidades
individuales y contar con los espacios adecuados para expresarse en la colectividad.
En el ámbito cultural propiamente dicho, una de las demandas de la participación es
el involucramiento ciudadano en la planeación cultural que emana del Estado.

El acceso a bienes y servicios culturales para el disfrute personal lleva el ejercicio de la


ciudadanía más allá de dos pilares básicos de la inserción en la sociedad: la educación
y el trabajo. El goce de las manifestaciones culturales se monta sobre esos dos pilares
en la medida que la educación ofrece unas habilidades básicas para apreciar cultura,
y el trabajo, por su parte, provee los recursos económicos para tener acceso a los
bienes y servicios culturales. La cultura es un tercer pilar en el desarrollo personal y
social que contribuye al mejoramiento de la calidad de vida, la convivencia ciudadana
y la cohesión social.

Participación y acceso a la cultura son dos facetas del fortalecimiento de la ciudadanía


en democracia que forman parte de una nueva generación de derechos humanos.
Pero estos derechos también generan deberes y responsabilidades: hacer escuchar
la propia voz, convertirse en verdaderos actores en el espacio público, ser creativos
en la solución de problemas sociales. Se trata de convertir el ámbito cultural en un
nuevo escenario al servicio del diálogo ciudadano, para elevar sus miras y enriquecer
sus propósitos.

El Estado, por su parte, tiene un rol fundamental en propiciar que la participación


pública de los distintos grupos y sectores sociales se convierta en un creciente
valor agregado de la convivencia ciudadana. Asimismo, es competencia del Estado
buscar correctivos a las deficiencias en la distribución de los bienes y servicios
culturales: amplios sectores de la población carecen de acceso a una oferta cultural
extensa y variada por falta de recursos económicos y de formación.

33
Desafíos

Desigualdad en el acceso a bienes y servicios culturales. Ver televisión, escuchar


radio y leer periódicos son, en ese orden de importancia, las prácticas cotidianas de
consumo cultural más frecuentes entre los salvadoreños (Concultura, 2007b, 65).
Esos hábitos mayoritarios confinan, en buena medida, la recepción de contenidos
culturales al espacio doméstico o laboral, al tiempo que la restringen a la oferta
de los medios de comunicación. Este tipo de consumo cultural marcado por la
oferta de los medios está asociado con las dificultades de acceso a otros bienes y
servicios culturales, la falta de formación para el disfrute de otras manifestaciones
culturales, la inseguridad que se percibe en las calles y, con frecuencia, a condiciones
socioeconómicas limitantes.

Las desigualdades sociales y económicas afectan, en el país y en toda América Latina,


el acceso a los circuitos formales de producción y de circulación de la cultura, en
particular la asociada con las artes y las industrias culturales, orientadas por lo general
a mercados urbanos con cierto poder adquisitivo y tiempo libre (UNESCO, 2008, 3).
Se tiene así que, según los Resultados consolidados del Diálogo Nacional por la
Cultura (Concultura, 2007b, 82-83), el 85% de los salvadoreños no va al cine, el 88%
no asiste a actividades “culturales” y el 91% no asiste a conciertos. Estas diferencias
de consumo cultural están claramente marcadas por el nivel socioeconómico de las
personas: quienes más frecuentan los cines, los centros culturales o los conciertos
son personas del sector socioeconómico alto.

A esas prácticas culturales minoritarias se añade la brecha digital, la separación entre


las personas que emplean las nuevas tecnologías de la información y la comunicación
(TIC) como parte de su vida diaria y quienes no tienen acceso a ellas o dominio de
las mismas (Picardo, 2008). Entre los múltiples usos de las nuevas TIC, algunos son
específicamente culturales: lectura, juegos, entretenimiento, apreciación artística,
etc. Según el Censo de población 2007 (MINEC y DIGESTYC, 2008, 90), el 10.9% de
los hogares del país tiene computadora personal, dato que contrasta con el 78% que
cuenta con aparato de televisión, considerada esta como una TIC de tipo antiguo
(FUSADES, 2008, 161). El acceso a Internet en los hogares es extremadamente bajo: en
promedio, el 3.6% cuenta con ese servicio; pero si se desagrega por área geográfica
se tiene que en las zonas rurales desciende a 0.3% mientras en las urbanas asciende a
5.4% de los hogares. Si bien hay que tomar en cuenta que muchas personas acceden
a Internet desde sus puestos de trabajo, escuelas o cibercafés, estos datos apuntan a
que la enorme mayoría de la población está excluida del acceso a las nuevas TIC y sus
oportunidades de desarrollo.

34
De la oferta cultural generada por Concultura, el público atendido ha pasado de las
713,028 personas, como promedio anual entre 1992 y 1994, a 1,687,290 personas,
promedio anual entre 2004 y 2008 (ver gráfico 1). Para estos cálculos se consideraron
únicamente los públicos que asistieron a actividades artísticas (danza, teatro,
conciertos, artes visuales, etc.), los visitantes a los parques arqueológicos y museos
manejados por la institución estatal y los usuarios de la Red de Casas de la Cultura.
El mayor crecimiento de los públicos atendidos se observa en el cambio de década,
es decir, en el periodo 1999-2004. Esto se debe, sobre todo, al volumen de usuarios
de las Casas de la Cultura, que alcanzó 1,250,000 personas y ha sido el mayor en
los cuatro periodos considerados. Entre 2004 y 2008 se ha duplicado el número
de visitantes a parques arqueológicos y museos, respecto del periodo anterior. Los
públicos de actividades artísticas han pasado de 200,642 personas, promedio anual
entre 1999 y 2004, a 469,598, promedio anual entre 2004 y 2008.
Fuentes: Concultura, 2004, 2005, 2006, 2007a y 2008a.

Una práctica cultural que se realiza en el espacio público –las calles y las iglesias– y
que muestra una tendencia contraria a las anteriores es la participación en las fiestas
patronales, tradicionales y titulares. La mitad de la población nacional asiste a estos
eventos que se realizan en cada municipio del país (Concultura, 2007b, 86). La mayoría de
los participantes en estas festividades pertenecen a sectores económicos bajo y medio,
si bien hay una fracción considerable de personas de nivel alto en estas actividades.
Hay que decir, no obstante, que se trata de eventos extraordinarios que se realizan un
número limitado de veces al año y que no suplen el consumo cultural cotidiano o de
tiempo libre al que deberían tener acceso todos los salvadoreños.
Gráfico 1
Públicos atentidos por Concultura

1,800,000

1,600,000

1,400,000
Número de Personas

1,200,000 Usuarios de Casas de la


Cultura
1,000,000
Visitantes parques
800,000 arqueológicos y museos
Público actividades
600,000 artísticas
400,000

200,000

0
1992-94 1994-99 1999 - 2004-08
2004
Promedio anual

35
Consumos culturales tan diferenciados llevarían a pensar que en el país habría una
fractura en dos tipos de ciudadanos: quienes tienen mayor acceso a la cultura por
poseer la educación, habilidades, recursos financieros y tiempo para producirla y
consumirla; y quienes tienen menos recursos –conocimiento, tiempo y dinero– y
están limitados a la oferta cultural de los medios de comunicación (Rausell Köster,
2007, 32-33). Sin embargo, esta es una simplificación que no toma en cuenta que la
sensibilización hacia el goce de la cultura no está determinada, necesariamente, por
las características socioeconómicas de los individuos o las familias.

Consumo cultural de la familia, la infancia y la juventud. La familia es el grupo primario
en el que más se comparte el tiempo libre tanto dentro como fuera del hogar: “es el
espacio de reproducción cultural por excelencia en El Salvador” (Concultura, 2007b,
41-42, 94). Salir de vacaciones, ir de paseo o ver televisión son acciones que se
conjugan en familia. Según datos de la encuesta realizada dentro del Diálogo Nacional
por la Cultura, tres de cada diez salvadoreños mayores de 15 años visitan en familia
lugares como museos, exhibiciones artísticas y muestras de danza. Ver televisión en
familia es una actividad hogareña de consumo cultural frecuente para la mitad de los
salvadoreños, de acuerdo con la misma encuesta (Concultura, 2007b, 96).

La relevancia de la familia como unidad de consumo cultural debe ser potenciada para
llegar a la niñez y la juventud. Hay que tener en cuenta que en el país –y en América
Latina en general– a niños y jóvenes se les ofrece cada vez más un repertorio cultural
homogeneizado, con contenidos determinados desde las industrias culturales y los
medios de comunicación. Además, la educación formal no contribuye de manera
decisiva a acercarlos a otras expresiones de la cultura. La exposición a manifestaciones
culturales variadas en distintos escenarios, más allá del hogar pero dentro de la esfera
familiar, mejoraría no solo el uso de su tiempo libre, sino también su sensibilidad estética,
su sentido de pertenencia y la calidad de su convivencia en los espacios públicos.

Los jóvenes son quienes más asisten a actividades culturales de tipo artístico, al
cine y a conciertos internacionales. Según la encuesta realizada para el Diálogo
Nacional por la Cultura, un 17% de jóvenes asiste a actividades artísticas (danza,
pintura, música, etc.) frente al 12% de adultos entre 35 y 44 años, y 9.9% de personas
entre 25 y 34 años.
Cuando se trata de ir al cine, un 17% de jóvenes dice asistir a este tipo de
entretenimiento. En los demás rangos etarios los porcentajes de asistencia decrecen
a medida que avanza la edad: va al cine el 13.6% de los salvadoreños entre 25 y 34
años, el 12% de los que tienen entre 35 y 44, y el 5% de los mayores de 45 años.

36
Algo similar ocurre con la participación en conciertos internacionales: el 15% de
los jóvenes dice ir a este tipo de espectáculos, mientras que el 8.5% de los adultos
entre 25 y 34 y el 6.4% de personas entre 35 y 44 años van a estos eventos.
Fuente: Resultados de la Encuesta Nacional, Diálogo por la Cultura, El Salvador,
2006.

El acceso a la cultura para los jóvenes puede desempeñar un papel clave –junto a
las oportunidades de educación y empleo– para construir una sociedad más segura.
La población cuya edad oscila entre 15 y 24 años es la que más padece la falta de
empleo digno y la más expuesta a la violencia, sobre todo en los sectores de menores
ingresos (PNUD, 2008, 252). El tiempo libre y las energías creativas de la juventud
merecen ser expuestas a una oferta cultural enriquecida, así como a mayores
oportunidades para la producción de cultura en espacios locales, en particular en
zonas poco favorecidas en términos de infraestructura y vida cultural. Así, una de las
soluciones para reenfocar las actividades de los jóvenes desde el Consejo Nacional
de Seguridad Pública ha consistido en la mayor inversión en infraestructura cultural
y espacios públicos (FUSADES, 2008, 166). La continuidad y ampliación de estos
esfuerzos, incluyendo a más sectores, contribuiría a superar la escasez de opciones
que los jóvenes encuentran para expresarse.

La niñez, por su parte, es reconocida como la etapa por excelencia para la creación
de hábitos y patrones de consumo. La formación de públicos culturales en la infancia
depende, en gran medida, de que los niños estén expuestos a manifestaciones culturales
como espectadores y consumidores. Es bien sabido que la sensibilización de los niños
en el disfrute del hecho cultural ocurre básicamente en el hogar y la escuela. En este
sentido, es responsabilidad de los padres y de la familia llevar a los hijos menores a
eventos culturales de distinta naturaleza y orientarlos sobre su disfrute. Los profesores
y el sistema educativo formal son los otros responsables. El Ministerio de Educación
ha establecido programas complementarios de educación artística en el marco del
Plan 2021 para “desarrollar habilidades artísticas y creativas que contribuyan al goce y
a la producción estéticos” (Najarro Espinosa, 2006, 1). El esfuerzo, sin embargo, sigue
siendo insuficiente, por lo que existe la necesidad de revisar las estrategias actuales de
formación de públicos infantiles e involucrar a más actores en esta tarea.

Lectura y participación. La lectura y la escritura, el libro y la Internet, son herramientas


básicas de vida en este mundo alfabetizado. El aprovechamiento de muchas
oportunidades de desarrollo personal y social depende del dominio y del disfrute de la
letra escrita. Convertir a la sociedad salvadoreña en una sociedad lectora es condición
fundamental para fortalecer la democracia, propiciar la participación ciudadana,
37
apreciar las expresiones y los patrimonios culturales; en suma, para crecer como
país. Leer y escribir son estrategias indispensables para ampliar los repertorios
de interpretación de la realidad y para formar ciudadanos capaces de identificar,
con creatividad y discernimiento, las oportunidades de solución de los problemas
contemporáneos.

De toda la población salvadoreña mayor de 5 años de edad, el 18.9% es analfabeta


según datos del Censo 2007. Esto significa que casi la quinta parte de los salvadoreños
–niños, jóvenes y adultos– no sabe leer ni escribir. El analfabetismo decrece cuando
se considera solo a los jóvenes: solo el 6.4% de las personas entre 15 y 24 años de
edad no sabe leer ni escribir. Y, por el contrario, aumenta un poco alcanzando el
21.5% entre los niños de 5 a 14 años.
Fuente: MINEC y DIGESTYC, 2008.

Los niños y los jóvenes deben ser destinatarios privilegiados de iniciativas, proyectos
y programas que, desde los sectores público y privado, se realicen para convertir a El
Salvador en un país de lectores. El acceso a libros, revistas y computadoras conectadas
a Internet dista de ser equitativo en el país. Pero no basta con llenar estantes de libros:
volver atractivas la lectura y la escritura para estos públicos demanda la articulación
de los materiales escritos con los audiovisuales y con las nuevas tecnologías. El
espacio de la biblioteca –sea pública o privada– debe remozarse y actualizarse
para transformarse en punto de encuentro de los usuarios con el conocimiento y el
entretenimiento en diversidad de soportes y expresiones. Este es un desafío para la
red de quince Bibliotecas Públicas diseminadas en el territorio nacional y la Biblioteca
Nacional, en San Salvador, administradas por Concultura.

Un esfuerzo por ampliar y profundizar el hábito de la lectura es el Plan Nacional de


Fomento de la Lectura, que contempla acciones coordinadas de varias entidades
para difundir la literatura salvadoreña entre distintos públicos, así como técnicas
para fomentar la lectura individual y en familia (Comisión Nacional de la Lectura,
2008). Este plan es diseñado por la Comisión Nacional de Lectura, coordinada por
Concultura, que integra al Ministerio de Educación, la Fundación Empresarial para el
Desarrollo Educativo (FEPADE), la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y la
Cámara Salvadoreña del Libro.

38
Objetivos

A. Extender el goce de las manifestaciones culturales a todos los salvadoreños


mediante la formación de públicos y la ampliación del acceso a la cultura.

B. Promover la participación de todos los ciudadanos, desde sus especificidades


culturales, en el espacio público, involucrando a la familia, la escuela y la
sociedad en general.

Estrategias
1. Acercar la oferta cultural a la gente. Estimular la diversificación y ampliación
de la oferta cultural, en particular para los sectores menos favorecidos: los niños,
los jóvenes y las personas con capacidades especiales. Estimular la participación
ciudadana en espacios públicos y culturales, como en las Casas de la Cultura y la
red de Bibliotecas Públicas. Promover el enriquecimiento de la oferta cultural con
productos de otros países de la región y del mundo. Aprovechando la influencia de
los medios de comunicación, ampliar la difusión de la oferta cultural en las distintas
poblaciones del país.

2. La familia, consumidora de cultura. Aprovechar la importancia de la familia como


ámbito clave para estimular el consumo de bienes y servicios culturales. Desarrollar
estrategias de comunicación que motiven a los padres y madres de familia a asistir
a actividades culturales en compañía de sus hijos. Diseñar programas novedosos
que acerquen a la familia a las distintas expresiones artísticas.

3. Información actualizada sobre la oferta y la demanda. Realizar un registro de


los espacios públicos y de la infraestructura cultural en funcionamiento en todo
el país detallando su estado. Planear la promoción y difusión culturales a partir de
información pertinente y actualizada sobre perfiles, hábitos culturales, preferencias
y necesidades de los públicos.

4. Formación de públicos. Diseño de estrategias y mecanismos de atracción y


formación de públicos, en particular entre niños y jóvenes. Educación de la
sensibilidad y la apreciación creativa de manifestaciones artísticas y culturales.
Sensibilizar a la niñez, con apoyo de la escuela, en la apreciación de las diversas
manifestaciones culturales.

5. Tiempo y espacio para leer. Crear estrategias de formación de lectores. Promover


el acceso al libro y a materiales escritos por medios digitales. Vincular la
39
educación formal con el fomento de la lectura. Promoción de la modernización
de las bibliotecas públicas y privadas para que incluyan materiales audiovisuales
y digitales.

6. Ciudadanos participativos. Generar las condiciones para que todos los


ciudadanos participen en la formulación de políticas culturales. Situar lo cultural
como elemento relevante de los planes de desarrollo, sectoriales y de otras
índoles. Llevar la discusión de los programas culturales, públicos o privados, a los
espacios con mayor potencial de influencia: la familia, la comunidad educativa y
la sociedad organizada.

Matriz 3: Participación y acceso a la cultura

Desafíos Objetivos Estrategias


1. Acercar la oferta cultural a
A. Extender el goce de
la gente
las manifestaciones
Desigualdad en el
culturales a todos los 2. La familia, consumidora
acceso a bienes y
salvadoreños mediante de cultura
servicios culturales
la formación de públicos 3. Información actualizada
y la ampliación del sobre la oferta y la demanda
Consumo cultural de la
acceso a la cultura 4. Formación de públicos
familia, la infancia y la
juventud
B. Promover la
5. Tiempo y espacio para
participación de todos
Lectura y participación leer
los ciudadanos, desde
sus especificidades 6. Ciudadanos participativos
culturales, en el espacio
público

40
IV. Institucionalidad cultural

Las instituciones son los organismos que desempeñan funciones de interés público.
La institucionalidad cultural se refiere, en este sentido, al aparato público y privado
de organizaciones y entidades dedicadas a la producción, gestión y promoción de la
cultura, y que forman parte del sector cultural de la sociedad. A esta definición vale la
pena añadir otra, procedente del campo de la economía, que entiende las instituciones
como las reglas del juego que definen cómo se comportan las personas y los grupos
en una sociedad: las restricciones que estructuran la interacción social (North, 1991,
97). En este segundo concepto caben las distintas normas, tanto formales –marcos
legales– como informales –códigos de conducta social y convenciones. Desde esta
perspectiva, la institucionalidad cultural incluye leyes y reglamentos así como reglas
no escritas de interacción dentro del sector cultural.

Es importante subrayar que el sector cultural está configurado por instituciones


de diversa naturaleza: públicas y privadas, comerciales y no comerciales, industrias
y pequeños talleres, entre otras. Así, no hay que entender, cuando se habla de
institucionalidad cultural, que se hace referencia únicamente a la entidad estatal que
tiene a su cargo proponer y ejecutar las políticas culturales del Estado.

Interesa introducir también aquí el concepto emergente de “economía creativa” por


su potencial de cambio sobre la manera como se ve y opera la institucionalidad
cultural. Se trata, en términos generales, de una articulación beneficiosa entre cultura
(creatividad e imaginación), tecnología y desarrollo económico (Naciones Unidas,
2008, 62). El centro del concepto es que los bienes creativos –entre ellos, los bienes y
servicios culturales– tienen potencial para generar empleo y crecimiento económico
al tiempo que promueven la inclusión social, la convivencia ciudadana y el desarrollo
humano.

Desafíos

Concultura, facilitadora de la cultura. El aparato cultural del Estado está conformado,


en primer lugar, por el Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (Concultura) y, en
segundo, por otras dependencias gubernamentales con incidencia en lo cultural,
tales como: el Ministerio de Educación, encargado de la formación integral de niños y
jóvenes; el Ministerio de Gobernación, a través de la Dirección de Espectáculos
43
Públicos, Radio y Televisión, que evalúa y supervisa los espectáculos y transmisiones
de cine, radio y televisión; el Ministerio de Relaciones Exteriores, con el Viceministerio
para los Salvadoreños en el Exterior, del cual se habló antes; y el Ministerio de Turismo,
cuya apuesta estratégica por el turismo de convenciones y reuniones requiere
necesariamente de la articulación con la oferta cultural del país. Además hay que
mencionar a las municipalidades, entre cuyas funciones está la promoción de la
cultura en el ámbito local. Este apartado, sin embargo, se centrará en los desafíos de
Concultura.

Las principales instituciones estatales encargadas del turismo y la cultura en el


país están legalmente integradas y coordinadas desde sus cúpulas, lo cual ase-
gura el mutuo conocimiento del trabajo que se realiza y la colaboración en el
mismo. Así, el ministro de Turismo es miembro permanente del Consejo Técnico
Consultivo de Concultura. Y, por su parte, en la Junta Directiva de la Corporación
Salvadoreña de Turismo (Corsatur) tiene asegurada una plaza un representante de
Concultura.
Fuente: Diario Oficial, 2005; Ley de la Corporación Salvadoreña de Turismo, 2005.

Cuando Concultura nació, en 1991, lo hizo en calidad de organismo “rector y


facilitador” de la cultura en el país, sin embargo, la orientación rectora ha quedado
atrás y la institución se ha perfilado como facilitadora, gestora y también productora
de cultura (Concultura, 2008b; PNUD, 2003, 254). Sus funciones comprenden la
promoción de las artes, la preservación del patrimonio cultural, la difusión de las
manifestaciones artísticas y culturales, y la creación y mantenimiento de espacios
de desarrollo cultural. Para el cumplimiento de sus actividades, Concultura trabaja
con el resto del aparato estatal, además de con múltiples organizaciones del sector
privado, con el cuerpo diplomático y organismos internacionales.

Si bien Concultura funciona con autonomía, bajo la dirección de un presidente, cinco


directores y un consejo técnico consultivo, la entidad es legalmente una unidad
desconcentrada del Ministerio de Educación (Diario Oficial, 2005). El presupuesto
gubernamental con que ha operado entre 2005 y 2007 ha oscilado entre los
11.8 y 12.01 millones de dólares anuales, lo cual representa el 0.06% o 0.07% del
producto interno bruto. Una décima parte de ese presupuesto, como se ha dicho
antes, se transfiere a ONG culturales como parte de la política de descentralización
de Concultura. Además de esto, la institución gestiona convenios de cooperación
externa, tanto locales como internacionales, para ejecutar proyectos específicos.

Entre los cambios proyectados por la entidad se destaca el convertirla en una


44
institución descentralizada o un ministerio, para operar en un nivel superior de
organización. Asimismo, desde ese nuevo estatus, gestionar aumentos graduales
en los recursos destinados a sus operaciones. Además, se contemplan actualmente
transformaciones tales como: con el respaldo del Ministerio de Educación, la conversión
del CENAR en un Instituto Superior en Artes, acreditándolo para ofrecer títulos a sus
graduados; la modernización de la Dirección de Publicaciones e Impresos (DPI), con la
actualización de su marco legal; la articulación de la Red de Museos de El Salvador, la cual
incluiría museos públicos y privados; la actualización de la Ley Especial de Protección
al Patrimonio Cultural de El Salvador, así como su reglamento; el fortalecimiento del
proceso de descentralización de las funciones técnico-administrativas de Concultura;
la redefinición de la Red de Bibliotecas Públicas, entre otros.

Algunos vacíos que se han señalado a Concultura son la ausencia de políticas definidas
en torno a las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC), así como la
poca atención dedicada al cine y el video (PNUD, 2003, 255 y 256).

Uno de los desafíos que tiene frente a sí Concultura es acentuar y fortalecer su rol
facilitador más que su capacidad productora de cultura. Esto implica promover un
cambio de paradigma y también de las reglas del juego –las instituciones, en el segundo
sentido del concepto– dentro del sector cultural y el mercado de bienes y servicios
culturales. Se debería apuntar, pues, hacia la independencia y autosostenibilidad
de las actividades culturales y artísticas, de tal forma que no tengan que acoplar
su desarrollo a las disponibilidades gubernamentales; por el contrario, debería
fomentarse la creatividad y el empeño en salir adelante como empresas privadas,
afrontando y aprovechando todos los retos que ofrezca el mercado, jugando con el
comportamiento de la oferta y de la demanda. De esto se hablará más adelante.

La sociedad produce y gestiona cultura. La sociedad, y no el Estado, es la productora


y gestora de cultura por excelencia. El sector cultural, en este sentido, está integrado
por individuos, grupos informales, sociedades, empresas de todo tamaño, fundaciones,
organizaciones sin fines de lucro, ONG, asociaciones, etc. Así, en el país se tienen
trabajadores culturales independientes o agrupados, entre los que se cuentan artistas
visuales, músicos, teatreros, escritores, bailarines, etc. que desarrollan sus propios
proyectos y trabajan con fines de lucro o incluso sin lucrarse. Luego vendrían las empresas
o industrias culturales –ya sean mipymes o grandes empresas, según el número de
empleados y el volumen de facturación anual– dedicadas a la producción, gestión o
distribución de bienes y servicios culturales, con ánimo de lucro. Aquí entran empresas
editoriales, talleres de artesanías, compañías de publicidad o diseño, disqueras, salas
de cine o espectáculos, etc. Entre el sector privado cultural con mayor influencia entre

45
la población, tal como señaló el Diálogo Nacional por la Cultura (Concultura, 2007b,
65), se cuentan los medios de comunicación social, en particular la televisión.

También hay que incluir en el sector cultural a la empresa privada, generalmente la


gran empresa, que favorece y promociona la cultura como parte de su responsabilidad
social o de prácticas de mecenazgo o patrocinio. Nos referimos aquí, por ejemplo, a
instituciones financieras o grandes corporaciones cuyas ramas de negocios no son
propiamente la cultura, pero que producen publicaciones o patrocinan proyectos
culturales. Además, en el país hay corporaciones de utilidad pública que captan
fondos de donantes privados y públicos –algunas forman parte del programa de
transferencias de Concultura– y se dedican estrictamente a la producción y promoción
cultural. En esta categoría entran museos como el Museo de los Niños Tin Marín, el
Museo de Arte (MARTE) y el Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI); organizaciones
como la la Asociación Pro-Arte de El Salvador, la Fundación María Escalón de Núñez
o la Asociación Arte Dramático, entre muchas otras.

Cultura y economía. Aprovechar el potencial económico y de desarrollo de la cultura


es uno de los grandes desafíos de la institucionalidad cultural en el país, entendida
en el sentido amplio, esto es, con participación de los sectores público y privado.
La economía creativa es uno de los sectores más dinámicos del comercio mundial,
sobre todo en los países más avanzados (Naciones Unidas, 2008, 63). El ámbito
cultural genera empleos, promueve la educación, incrementa el turismo, mejora los
ingresos nacionales, reduce la delincuencia y produce ganancias (Yúdice, 2002, 26).
Además, fortalece las identidades y el sentido de pertenencia a una sociedad, y eleva
la autoestima de las personas y los grupos sociales.

El Salvador exportó, en 2004, 37 millones de dólares en bienes creativos e importó


207 millones de dólares, de acuerdo con el reciente reporte de Naciones Unidas
sobre la economía creativa en el mundo. Este desbalance se traduce en 5.6 veces
más importaciones que exportaciones. Al comparar con los otros países de la región
centroamericana, se tiene que Honduras exporta dos veces más que El Salvador;
Guatemala, 2.8 veces más y Costa Rica, 3.5 veces más. Por el contrario, Nicaragua
exporta cinco veces menos que El Salvador y Panamá, siete veces menos.
Entre los bienes creativos considerados en el reporte de Naciones Unidas están los
productos de diseño (modas, muebles, juguetes, joyas, etc.), artesanías (alfombras,
textiles, cestería, papel hecho a mano, velas, etc.), artes visuales (fotografía, pintura,
escultura, antigüedades, etc.), publicaciones (periódicos y revistas, libros y otros),
música, videojuegos y audiovisuales.
Fuente: United Nations, 2008, 240-241.

46
La promoción de la economía creativa en el país demanda una reubicación de lo
cultural, poniendo en valor al sector y a sus productos. La cultura debe ir avanzando
en el camino de convertirse en un sector productivo rentable. Para sacar partido de la
reserva de creatividad y el talento de los salvadoreños es necesario buscar el diálogo
y el acuerdo multisectorial: involucrar a todos los sectores –más allá del propio sector
cultural– en la apuesta por los bienes y servicios creativos para los mercados nacional
e internacional. Así, por ejemplo, los sectores cultural y turístico son un par que
trabaja en conjunto.

También se requiere de modificar la óptica de que muchos bienes y servicios creativos


son muy baratos o gratuitos, lo cual implica una subvaloración del trabajo creativo
y, por ende, de la autoestima de los trabajadores de la cultura. Asimismo, se debe
cambiar la concepción asistencialista, que coloca al Estado y a la gran empresa como
patrocinadores por excelencia de lo cultural, por una visión más emprendedora y
autosostenible del sector cultural.

Lo anterior no obsta para seguir manteniendo una política de transferencias o


subsidios a ONG culturales por parte del Estado, ni para fomentar, en la empresa
privada, políticas de mecenazgo, patrocinio y responsabilidad social. Pero esto debe
ser la excepción y no la regla. Por otro lado, está claro que la producción y distribución
de bienes y servicios culturales no puede dejarse plenamente en manos de la oferta y
la demanda, como se ha dicho antes en este documento.

Elemento clave para dar el giro hacia la economía creativa es contar con datos e
indicadores del aporte del sector cultural a la economía en términos de porcentaje del
PIB, exportaciones e importaciones, así como generación de empleos. Establecer una
“cuenta satélite de cultura” que, a partir del sistema de Cuentas Nacionales del Banco
Central de Reserva, ofrezca información detallada sobre la producción cultural, es
indispensable para tomar decisiones informadas sobre políticas públicas. Asimismo,
es fundamental la creación de observatorios culturales que mantengan un análisis
permanente de indicadores e información del sector. Los observatorios pueden bien
ser de iniciativa pública o privada.

Objetivos

A. Revisar y adecuar la estructura, organización y rol de las instituciones del


Estado relacionadas con el fomento y la difusión de la cultura y el arte.

B. Apostar por convertir la creatividad y el talento de los salvadoreños en un

47
motor de desarrollo, bienestar y crecimiento económico, fomentando distintas formas
de asociatividad y participación, así como la economía creativa.

Estrategias

1. Reforma del aparato cultural público. Elevar los alcances del Consejo Nacional
para la Cultura y el Arte a través de una organización más independiente, como
una institución descentralizada o ministerio. Fortalecimiento de los procesos de
descentralización de funciones de Concultura. Identificar las áreas prioritarias
–que no sean de interés del sector privado– para la inversión del Estado en cultura.
Revisión permanente del marco legal relacionado con la cultura. Darle mayor
prioridad presupuestaria al aparato cultural público en función del reconocimiento
social del aporte de la cultura a la economía. Discutir los mecanismos necesarios
para la creación de un fondo que permita financiar la institucionalidad cultural
estatal, más allá del Presupuesto General de la Nación.

2. Desarrollo de instituciones culturales. Fomento del patrocinio, mecenazgo y


responsabilidad social de las empresas privadas en proyectos y programas de
naturaleza cultural. Promoción de la asociatividad entre creadores y trabajadores
de la cultura para dar fuerza y sostenibilidad a sus proyectos e iniciativas.

3. Gestión cultural. Promover las capacidades de autogestión que necesita toda


sociedad dispuesta a generar beneficios (también económicos) a partir de la
cultura. Alianzas con universidades y centros de formación en general para la
educación en gestión cultural.

4. Fomento de empresas culturales. Incubadora de micro y pequeñas empresas


culturales. Búsqueda de alianzas entre el sector financiero y el privado para
incentivar la creación y el crecimiento de las mipymes culturales. Promover las
exportaciones de bienes y servicios culturales más allá de los lugares donde
residen comunidades salvadoreñas.

5. Turismo y cultura. Búsqueda de alianzas y asesoría técnica para fomentar la


creatividad y el emprendedurismo cultural en comunidades con potencial turístico.
Desarrollo de iniciativas y empresas culturales como elemento enriquecedor de
las rutas turísticas aprovechando el crecimiento del sector turismo. Promoción y
divulgación de lo turístico vinculado con lo cultural.

6. Indicadores culturales. Establecimiento de una cuenta satélite de cultura para


contar con estadísticas anuales sobre el sector. Fomento de los observatorios
48
culturales, ya sean de iniciativa pública o privada. Censo de las organizaciones,
asociaciones, grupos y trabajadores independientes que configuran el sector cultural
del país.

Matriz 4: Institucionalidad cultural

Desafíos Objetivos Estrategias


A. Revisar y adecuar la
estructura, organización
y rol de las instituciones 1. Reforma del aparato
Concultura, facilitadora del Estado relacionadas cultural público
de la cultura con el fomento y difusión
de la cultura y el arte

B. Apostar por convertir la 2. Desarrollo de instituciones


La sociedad produce y culturales
creatividad y el talento
gestiona cultura
de los salvadoreños
3. Gestión cultural
en un motor de
desarrollo, bienestar y 4. Fomento de empresas
Cultura y economía
crecimiento económico, culturales
fomentando distintas
formas de asociatividad 5. Turismo y cultura
y participación, así como
6. Indicadores culturales
la economía creativa

49
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EL SALVADOR CENTROAMÉRICA ISBN 978-99923-70-83-4

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