Fuente: Entrevista a Víctor Baca Oneto en Canal N. Video en
Youtube. Lo primero que debemos hacer es saber a qué nos referimos cuando hablamos de contratos con el Estado, porque a veces creemos que es lo mismo una Concesión que un contrato de obra pública u otro tipo de negocio que celebra el Estado peruano y, evidentemente, existen reglas diferentes, se aplican normas diferentes. El punto de partida es diferenciar entre aquellos contratos en los cuales el Estado es el que asume el riesgo de la prestación, el riesgo de la ejecución de la obra o del servicio, de aquellos contratos en los cuales el Estado transfiere parte del riesgo. Es decir, hay contratos en los cuales el Estado le paga a alguien para que construya una obra, o le paga a alguien para que ejecute un servicio o le entregue un bien. Esos contratos están regulados en la legislación sobre Contratos de gestión patrimonial, que actualmente se regula en la Ley N° XXXXXX, Ley de Contrataciones del Estado y su Reglamento. Luego tenemos otros contratos en los cuales el Estado pide la colaboración de un privado para que el privado asuma parte del riesgo para la construcción generalmente de una infraestructura pública: estos son los Contratos de concesión que están regulados todavía en una norma antigua (Texto Único Ordenado de los años 90) y en el Decreto Legislativo 1012, Ley de Asociaciones Público- Privada. En ambos sectores ha habido recientes cambios legislativos. En XXXXX del año 2015 se aprobó la Nueva Ley de Contrataciones del Estado, y esa Ley regula los Contratos de Gestión patrimonial, en donde el Estado le encarga a alguien una obra, le encarga a alguien que le venda un bien o que le preste un servicio. En este caso el riesgo es del Estado. El Estado va a pagarle al tercero si el tercero cumple con su tarea. Si el tercero cumple con ejecutar la obra el Estado le pagará. Entonces, este tercero sabe que va a obtener la retribución pactada inicialmente en el contrato. En los otros contratos, llamados Contratos de concesión o de APPs, generalmente el tercero recibe parte de su contraprestación de los privados, de modo que su contraprestación básicamente depende del nivel de frecuentación y de la calidad del servicio. En un contrato de concesión tenemos un privado que gestiona, que administra una infraestructura pública, por ejemplo una carretera, y ¿cómo se cobra en este caso el privado? No se cobra íntegramente con lo que el Estado le paga por hacer la obra, sino que le cobra al Estado parte de la obra y luego cobra con el ingreso que obtiene de los peajes por la gestión y el mantenimiento de la obra. Entonces, en una Concesión o en una APP, el privado asume parte del riesgo, o debería asumir parte del riesgo. De modo que si nadie usa la carretera o hay pocos peajes, podría haber un riesgo mayor que asume el privado; mientras que en un contrato de obra, para hacer una carretera, por ejemplo, el Estado le encarga a la empresa X que construya la carretera, Luego la empresa entregará la carretera construida, y el Estado se encargará de administrar el peaje. En una concesión o en una APP, que puede ser para un hospital, para una cárcel, tenemos un supuesto en donde el privado gestiona la infraestructura y obtiene algún tipo de contraprestación ya sea de los usuarios, -eventualmente del Estado-, pero sometida a algún tipo de alia, algún tipo de riesgo. Es decir, al privado no le van a pagar lo mismo pase lo que pase, sino que su remuneración dependerá del nivel de frecuentación, del nivel de consumo, del nivel de servicio, de distintos factores que suelen tomarse en cuenta en este tipo de contratos. ¿Por qué el riesgo total lo asume el Estado? Si el Estado decide construir un hospital, procede a contratar y el contratado debe construir el hospital. Se pacta el precio, se paga y finalmente se entrega el hospital construido. Si no se entrega, el Estado tendría la posibilidad de no pagar, o algo por el estilo. Evidentemente el Estado tiene la posibilidad de no pagar. Cuando se dice que el riesgo lo asume el Estado, significa que el riesgo del uso después de la construcción es completamente del Estado. Por ejemplo, una carretera concesionada, generalmente se tratará de una carretera que tenga algún tipo de frecuentación, porque ningún privado va a meterse en una concesión de una carretera en donde no va a pasar nadie. En cambio, el Estado sí puede o sí debe -en su caso- construir una carretera en la cual no pasa nadie. Una obra pública es muy útil en determinados supuestos. De esta manera, una carretera de penetración en la sierra tendría que ser una obra pública, y seguramente no estaría llamada a ser construida bajo un régimen de Concesión. En cambio, la carretera longitudinal de la sierra sí está concesionada porque allí sí hay interés de los privados en construirla, dado que luego se cobrarán en parte con el uso que le darán, fundamentalmente con el régimen de peajes. ¿Qué podemos decir de los cambios normativos? Debemos ser conscientes de que cualquier cambio en la forma en la que el Estado contrata, es también un cambio en la forma en la que el Estado gasta. Hay que tomar en cuenta que, según cifras que están en la exposición de motivos de la Nueva Ley de Contrataciones del Estado, el 10% del PBI se gasta en Contratos del Estado. Por tanto, cualquier nueva norma sobre cómo el Estado contrata significa variar las reglas que ya conocen los funcionarios sobre cómo gastar, y probablemente pueda generar problemas en la ejecución del gasto, pero en realidad esto es algo que a nadie le interesa. Como dato, cabe precisar que la Nueva Ley de Contratos del Estado es más bien lacónica. Esta Ley ha querido dejar mucho en manos del Reglamento para que haya mayor flexibilidad en los procedimientos. La nueva Ley establece procedimientos simplificados más rápidos de contratación una vez que se sepan utilizar. Entonces, en el mediano plazo la nueva Ley puede ser útil, puede ser beneficiosa, tiene problemas como todas las normas que se pueden criticar, pero efectivamente es una norma que ha querido introducir procedimientos simplificados, en ocasiones quizá demasiado, de modo que, cuando esté plenamente operativa va a facilitarles la ejecución del gasto público. El problema es: qué sucede en los x meses, tres, cuatro, cinco, seis meses en que esta Ley está plenamente operativa pero nadie la conoce. Ha habido un cambio también en la Ley APP, que era el Decreto Legislativo 1012 y ahora es el 1224. No hay demasiada diferencia entre ellos. La legislación de APPs peruana no era muy antigua y había sido constantemente reformada. Es más, la última modificación del Reglamento de la Ley era muy reciente. Entonces, pese a esto se acaba de cambiar la Ley de APPs con un dato adicional: que esta Ley, a diferencia de la anterior, también deroga y sustituye el régimen de concesiones vigentes del año 90. Teníamos en el Perú dos regímenes en paralelo, dos regímenes que convivían: el de concesiones los años 90, en la época del Gobierno del presidente Fujimori y después, el régimen de APPs, que no lo había derogado, sino que establecía un régimen paralelo que complementaba mucho los temas anteriores. La nueva Ley pretende unificar ambos y establecer una regulación uniforme para todos los contratos de Asociación Público Privada, uno de cuyos ejemplos es la Concesión. Entonces, esta nueva Ley, seguramente no es mala y los cambios que introducen no son tan grandes o tan sustanciales como eventualmente podrían haber sido, pero lo cierto es que es una nueva Ley, y nuevamente estamos en lo mismo: un cambio normativo que tomará su tiempo para su implementación. Luego, los cambios normativos no son tan buenos siempre. Porque es bueno que las normas sigan su curso, vayan adquiriendo vida propia, y vayan generando jurisprudencia, que uno sepa cómo aplicarlas. Los cambios normativos generan el problema de reaprender los cambios. Y luego también con los cambios es necesario construir, no solamente las categorías abstractas, teóricas, sino volver a construir la jurisprudencia, la aplicación concreta de la Ley. Sin embargo, desde la Historia de las Constituciones en nuestro país, es evidente que el problema del cambio normativo ha sido una tendencia que ha evitado que las normas jurídicas terminen de madurar. Sin embargo, el siglo XX hemos tenido menos Constituciones que el siglo XIX, y esperemos que el XXI sea para mejor. Entonces, ese tema se ha ido corrigiendo. El tema de la Ley propia sigue siendo un viejo anhelo político. Pero, ¿cuáles son los problemas con las contrataciones?, porque a veces da la impresión de que el Estado siempre pierde ante los privados en algunos tipos de contratos. Y hablamos, por ejemplo, de estas famosas ADENDAS. En este sentido, surge una pregunta, ¿qué tanto ayuda la norma a poder limitar actos de corrupción? Sí, aquí hay que distinguir nuevamente en los Contratos del Estado, es decir, los Contratos de Gestión patrimonial, de obras, bienes y servicios, que es una legislación que casi consustancialmente está pensada en evitar la corrupción. Y esto no solamente pasa en el Perú. En todos los países en donde se regulan estos contratos se hace con la idea de establecer mecanismos concurrenciales, competitivos, que permitan que el Estado contrate con la mejor oferta y limitar mucho la discrecionalidad del funcionario para elegir a quien contrata. Entonces, la nueva Ley establece procedimientos para contratar. Es una norma que regula como el Estado contrata y también regula y limita los adicionales de obra, las ampliaciones de obra, estableciendo supuestos en los cuales esto procede, y estableciendo además la intervención de la Contraloría General de la República para ciertos casos: cuando supera unos umbrales determinados en la modificación del contrato. Entonces, la legislación de contratos de gestión patrimonial, en el Perú y en todo el mundo, está pensada en cómo hacemos para que el funcionario contrate mejor y evite caer en la tentación. Y esto no es un tema peruano. En los años 90 en España se dio el tema con el Gobierno de Felipe Gonzáles en la Ley de Contrataciones del Estado. La Ley de los noventa española es una Ley que surge en el contexto de los casos de corrupción ¿y qué se dijo? Hay corrupción en contratos, entonces ¡nueva Ley! Por lo tanto, que exista una nueva Ley para evitar nuevos casos de corrupción no es un fenómeno netamente peruano. Pero, ante la corrupción, ¿es la salida promulgar una nueva Ley? En ocasiones sí, porque cuando la antigua ley es muy flexible, la nueva ley podría establecer más limitaciones. Entonces, esta legislación, la Nueva Ley de Contrataciones del Estado pretende evitar supuestos en donde el funcionario pueda caer en la tentación de contratar con quién no debe o modificar el contrato cuando no debe. Probablemente la nueva Ley puede generar problemas porque introduce más supuestos de exoneraciones de contrataciones directas sin seguir procedimientos, por lo que algunas de ellas pueden resultar cuestionables. También establece más tipos de procedimientos, con mayor flexibilidad para que el funcionario pueda contratar en procedimientos más rápidos. Esto está bien, pero hay que ver cómo funciona. O sea, las leyes no son buenas ni malas, sino que la maldad o bondad de una Ley dependerá de cómo se aplica. Ahora, las normas sobre concesiones no suelen estar tan desarrolladas respecto de los procedimientos de selección, sino que suelen regular más bien la ejecución del contrato y suelen regular aspectos vinculados con la distribución de riesgos. En nuestra Ley de APPS es el privado que propone a la Administración una iniciativa para una eventual colaboración con el Estado. Entonces, estas leyes de Concesiones y de APPs suelen ser más cortas, suelen ser normas más breves y carecen de esta regulación tan detallada que sí tiene la norma de Contrataciones con el Estado.