KEMP
EL ANTIGUO EGIPTO
04-028-084 - Antigua I (Campagno) - 20 copias
Traducción castellana de
M ÓNICA TUSELL
CRÍTICA
GRIJALBO M ONDADORí
1 de 20 BARCELONA
Capítulo III
LA MENTALIDAD BUROCRÁTICA
Todos los logros m ateriales de los estados de la antigüedad —las pirám i
des, las riquezas ostentosas, los palacios, los tem plos, las conquistas— de
pendían de una habilidad concreta: la adm inistración de los recursos. A u n
que su objetivo principal era m anipular el entorno económico en favor de la
elite, m ientras lo cumplía los beneficios se difundían de paso sobre un sector
considerable de la población. Fundam entalm ente, ello se lograba m ediante
un sistema tributario p o r el cual se concentraban unos recursos que. luego, se
redistribuían a m odo de raciones entre una parte, probablem ente bastante
grande, de la población que trabajaba tem poralm ente o con carácter fijo para
el Estado. E n Egipto, el m aterial que ilustra m ejor la prim era parte de este
clásico ciclo de los recursos en los prim eros estados —el sistema tributario—
es el del Im perio Nuevo, que verem os en los capítulos V y VI. El presente
capítulo tra ta m ás acerca de la burocracia como fuerza determ inante dentro
de la sociedad y de las consecuencias de la distribución a gran escala de los
recursos sobre las relaciones entre el E stado y la población.
U n sistem a burocrático avanzado saca a la luz y fom enta enérgicam ente
una faceta concreta de los hum anos: Ia profunda satisfacción que se siente al
p rogram a*pautas de trabajo para calcular, inspeccionar, com probar y, en de
finitiva, contro lar al máximo las actividades de los demás. Es una m anera p a
siva y ordenada de ejercer el p oder en contraste con la coerción directa. Se
sirve de una habilidad concreta, tan peculiar e im portante para una sociedad
como el genio de sus artistas y arquitectos o el arrojo de sus soldados. A un
miem bro de este grupo le denom inam os «escriba». Es una traducción co
rrecta de la palabra egipcia que, sencillam ente, quiere decir «un hom bre que
escribe». E n las sociedades m odernas, con un alto índice de alfabetización, se
tiende a denigrar los em pleos de funcionario subalterno u oficinista. Pero
4 d<
nombre del el altar de Re embalados
supervisor por medio de entregas enviadas a la residencia lugar de traído del palacio en el templo solar
pan ida, pan padj, pan
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de la entrada bebida jarras de | jarras de procedencia hetja, pan pesen, envíos de pan pat artículos de valor
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i 20
144 EL ANTIGUO EG IPTO
esto es un lujo que no se pueden perm itir las sociedades m enos desarrolla
das. En un m undo de analfabetos, el hom bre que escribe tiene la llave del
poder que le otorga la adm inistración. E n Egipto, los escribas no sólo esta
ban entre la elite; lo sabían y lo declaraban con toda franqueza. «Sé un es
criba —reza el consejo— , te libra del trabajo agotador, te protege de cual
quier tipo de tarea ingrata.» «Sé un escriba. Tus m iem bros tendrán una
apariencia im pecable, tus m anos serán suaves. Irás ataviado con ropas blan
cas, se te h o n rará y los cortesanos te saludarán .»1 Y muchos de los altos p er
sonajes de la corte incluían el título de «escriba» entre los otros m uchos de
su currículum vitae. El lector de este capítulo habrá de refrenar cualquier
sentim iento de desdén ante las palabras «burocracia» o «escriba». En el m un
do egipcio, am bas correspondían a un conjunto de valores muy distintos.
U n a m e n t a l id a d m e t ó d ic a
Se ha conservado un gran núm ero de docum entos adm inistrativos del an
tiguo Egipto, que rem ontan la historia de la burocracia al tercer m ilenio a.C.
Com enzarem os con un grupo de textos antiguos que ponen de manifiesto,
con gran intensidad, el interés burocrático del escriba por el sistem a y los de
talles. Se trata del archivo de papiros procedentes del tem plo de la pirám ide
del faraón N eferirkare, de la dinastía V, en A busir .2 La m ayoría pertenecen
al reinado del faraón Izezi; p o r tanto, al m enos unos cincuenta años después
del fallecim iento del prim ero (en c. 2427 a.C.).
A comienzos de la dinastía IV, se había perfeccionado el trazado estándar
de las tum bas reales. Él sepulcro estaba en el interior o debajo de la pirám i
de. E l culto que se le ofrendaba al faraón..pLaia. su bienestar eterno se llevaba
a cabo en un tem plo funerario situado en la cara este de la pirám ide. U na
calzada le unía con otro tem plo aparte, situado en el terreno del valle: el tem
plo del valle. U n a parte im portante del culto era la presentación de ofrendas
de com ida y bebida. Para esta y otras cerem onias hacían falta sacerdotes y
tam bién se necesitaba personal que custodiase el tem plo y lo que contenía.
A todos se les pagaba en especie, con productos, que incluían una ración bá
sica de pan, cerveza y grano, adem ás de artículos adicionales tales como car
ne y ropas. La recepción de los ingresos y la distribución de las raciones p u
sieron e n jn a rc h a un p equeño ciclo adm inistrativo. A unque el palacio del
faraón reinante podría sum inistrar aquellos ingresos, se obtuvo una fuente de
aprovisionam iento m ucho más segura con el establecim iento de una funda
ción piadosa a perpetuidad. Fundam entalm ente, ésta estaba com puesta por
propiedades agrícolas*.cuyos productos iban destinados a costear el personal
que m antenía el culto y la organización en las pirám ides.
La hoja de papiro que aparece en la figura 39 (p. 143) es una lista de los
ingresos diarios, escrita en un estilo antiguo de hierático que todavía conser-
í 20
LA M ENTALIDAD BUROCRÁTICA 145
vaba m uchos de los trazos de los signos jeroglíficos originales. P odem os re
conocer instantáneam ente una clara ordenación en forma de tabla, con las
rayas trazadas en tinta roja y negra. Cada línea horizontal está reservada a
uno de los treinta días del m es y contiene principalm ente entradas numéricas
dispuestas en colum nas verticales. Cada colum na lleva un epígrafe conciso,
escrito en dos o tres líneas, que informa de las instituciones proveedoras,
el tipo de alim entos y, en las tres colum nas de la derecha, el estado de la
partida.
F igura 40. F rag m en to d e una relación d e las propiedades agrícolas que p roporcionaban in
gresos ai-tem plo de la pirám ide del faraón Snefru, dinastía IV, en D ahshur. C ada finca está p er
sonificada p o r una m ujer q u e lleva una bandeja con ofrendas en alim entos. E l nom bre de cada
p rop ied ad ap arece escrito encim a y enfrente de cada una de las figuras, están agrupadas por no
m os (distritos adm inistrativos). D elante de la segunda figura, com enzando p o r la izquierda, apa
rece e l título de «nom o de Oryx», el área de Beni H asan. T om ado de A. Fakhry, The M onu-
m ents o f Sneferu al D ahshur, vol. II, El C airo, 1963, fig. 16; dibujado de nuevo por B. G arfi.
Í O .-K F M P 6d(
146 EL ANTIG U O EGIPTO
20
LA M ENTALIDAD BUROCRÁTICA 147
7 de 20
LA M EN TA LID A D BUROCRÁTICA 149
18 cm
F igura 41. H oja de inventario de los m ateriales, p rocedente del m ism o lugar que la figura 39,
p. 143. T o m ad o de P. P o sener-K riéger y J. L. de Cenival, Hieratic Papyri in the British M useum.
5th Series. The A b u Sir Papyri. Londres, 1968, lám ina XX.
8 de
150 EL ANTIG U O EGIPTO
unos cuantos ejem plos sencillam ente p ara d ar una ligera idea acerca de este
tipo de actividad, que ocupaba a un gran núm ero de los que dirigían el anti
guo Estado egipcio. A ntes de nada, habría que señalar un rasgo de las m ate
máticas de los antiguos egipcios que supone un enorm e obstáculo a los
lectores m odernos: con la sola excepción de -2- , nunca se escribía una frac
ción cuyo num erador fuera m ayor que uno. A sí pues, -2- lo escribían
+ 4 ; --- era 4- + 4 “ + : etc. A unque para nosotros sea engo
rroso, pues no estam os familiarizados con él, los escribas egipcios m anejaban
este sistema con soltura y con excelentes resultados prácticos. A dem ás, en
caso de duda, podían consultar los m anuales de aritmética. Estos presentan
con frecuencia problem as bastante com plejos, pero reflejan la m entalidad
básica de los egipcios de que había que resolver cada problem a como si fue
ra un caso específico y único, en vez de aplicar unos principios m atem áticos
generales. Los escribas expertos debieron desarrollar un alto grado de intui
ción m atem ática, pero no se les ocurrió la idea de buscarlo como un fin en sí,
es decir, crear las m atem áticas.
20
LA M ENTALIDAD BUROCRÁTICA 151
el resultado es 79 jL + l
1Uo 3 24
i 20
LA M ENTALIDAD BU RO CRÁ TICA 153
F igura 42. La elaboración del pan y la cerveza: el m odelo d e panadería y cervecería proce
den te de la tum ba de M eket-re e n T ebas, dinastía XI, tom ado de H. E. W inlock, M odels o í
D aily L ife, N ueva Y ork, 1955, figs. 22, 2 3 , 64 y 65. L os dos recipientes que se m uestran en d e
talle p rovienen de la ciudad en el tem plo funerario de A m enem het III en D ahshur, según D. A r
nold, « K eram ikbearbeitung in D ahschur 1976-1981», Mitteilungen des Deutschen Archaologis-
chen Instituís, A bteilu n g Kairo, 38 (1 9 8 2 ), p. 29, fig. 5, p. 31, fig. 7.
10 d
154 EL A N TIG U O EGIPTO
eran mujeres) se situaba detrás del extrem o más alto y se inclinaba sobre la
muela, utilizando otra piedra más pequeña para triturar el grano. El produc
to de la molienda no sería una harina de textura uniforme, sino una mezcla de
harina y cascabillo triturado que había que cribar. Además, los análisis rea
lizados en panes antiguos han puesto de m anifiesto la presencia de m uchí
sima arenisca, y los experim entos m odernos en que se ha reproducido la
técnica antigua dem uestran que era imposible evitar que quedase esta are
nilla .’0
Justo al lado de la puerta de entrada a la habitación del m odelo que sirve
de cervecería, se ve una tinaja alta de cerám ica. D entro, hundido hasta el p e
cho, hay un hom bre que se aguanta en los bordes m ientras va am asando la
masa con los pies. Luego, con la masa se hacían pequeños pasteles y, en esta
etapa, se podían añadir dátiles. Tal vez, la bandeja cuadrada y plana que se
halla junto a la tina para am asar tenía esta función. Se dejaba ferm entar los
pastelillos de masa, pero es evidente que no se cocían allí porque no hay nin
gún horno en esta parte del edificio. D espués, se colocaban los pastelillos fer
m entados sobre una bandeja circular que, probablem ente, era un tamiz de
malla fina, quizás hecha con lino. Se depositaba la bandeja sobre otra tinaja
de cerám ica y se vertía agua encima. M ientras se escurría a través del tamiz,
alguien agitaría los pastelillos de m asa para que se rom piesen y mezclasen
con el agua. D ejada reposar, la mezcla ferm entaría. El acto final era verter el
líquido ferm entado en las vasijas de cerám ica destinadas a la cerveza y tapo
narlas con barro. Se m uestran algunas tapadas de esta forma. Por lo que se
refiere al rep erto rio cerám ico del Im perio M edio, estas vasijas de cerveza de
bieron ser un tipo muy conocido y lo podem os apreciar en el detalle de la fi
gura 42.
La habitación de al lado era la panadería y estaba dividida en dos por m e
dio de un tabique de m edia altura. La partición refleja dos m aneras distintas
de hornear el pan: una para obten er hogazas planas y la otra para barras ci
lindricas cocidas en m oldes de cerám ica. Sobre el suelo del com partim iento
interior hay dos m orteros y, en el exterior, dos molinillos de m ano y otro
m ortero. En cada com partim iento hay tam bién dos grandes am asaderas que,
en el cuarto interior, se encuentran ju n to a dos mesas bajas sobre las cuales
se están preparando las hogazas de pan. Pero no todo el pan se hacía a mano.
Una práctica habitual era la de cocer una parte en moldes de cerámica. Los
del Im perio M edio eran muy característicos: tubos largos y estrechos hechos
a mano, de tex tu ra áspera por fuera pero en su interior muy pulidos (figura
42, detalle ).11 A parecen en grandes cantidades en los yacimientos del Im pe
rio M edio, y la práctica siguió en el Im perio Nuevo. Los m oldes de cerámica
eran de un solo uso y, probablem ente, servían para fabricar un pan de mayor
calidad que, al m enos durante el Im perio Nuevo, se horneaba cerca de los
santuarios y los tem plos. Ju n to a la entrada que comunica am bos com parti
mientos, hay una cesta cuadrada llena de hogazas de pan con esta form a y
e 20
156 EL A N TIG U O EGIPTO
que, cabe suponer, se hicieron con la masa de las tinajas que están al lado.
C ada cuarto tenía adem ás dos hornos, aunque en cada uno con un diseño dis
tinto. E n el del fondo, son cilindricos y tienen una abertura en la base para
introducir el fuelle. E n cambio, los otros dos son rectangulares. Los datos
procedentes de las excavaciones dem uestran que estos últimos se utilizaban
concretam ente para el pan cocido en molde o si no para la cocción de los
mismos moldes.
Las pinturas de la tum ba de Intef-iker (un visir de principios de la dinas
tía X II ),13 sirven de com plem ento a los m odelos de M eket-re (figura 43), Al
extrem o derecho de la hilera superior, se están m anejando una m ano y un
m ortero; justo a su izquierda, una m ujer está m oliendo con un molinillo
de m ano, ayudada p o r otra que, sentad a en cuclillas, tam iza el producto
para quitar los com ponentes más bastos (una tarea necesaria que se om ite en
los m odelos de M eket-re). E n el extrem o izquierdo, otra pareja de mujeres
llenan los m oldes de cerám ica con la m asa que sacan de las tinajas, m ientras
que su com pañera de la izquierda está, p o r lo visto, acabando de hacer uno
de estos m oldes a m ano. E n el centro de la composición, un hom bre atiende
un horno rectangular dentro del cual están cociéndose los moldes de cerá
mica p ara el pan. La elaboración de la cerveza está representada en la esce
na de abajo (nuevam ente, sin la presencia de un horno): a la derecha, un
hom bre está p reparando los rollos de m asa y una inscripción que le acom pa
ña nos inform a de que en esta etap a se añadían dátiles. D etrás suyo, otro
hom bre agita y presiona los rollos de m asa ferm entados contra un tamiz o
una malla p ara que caigan en una gran vasija. El niño que sostiene el cuen
co le está diciendo, en la inscripción que hay al lado: «D am e algo de cerve
za, que estoy ham briento». El acto final consiste en llenar y sellar las jarras
de cerám ica p ara la cerveza colocadas sobre anaqueles de m adera (a la iz
quierda).
La elaboración del pan y la cerveza incluía elem entos que im posibilita
ban el control directo de las cantidades m ientras iban pasando de una fase a
otra. Se agregaba agua, la m asa aum entaba de volumen, adem ás se añadían
otros productos com o los dátiles, a la vez que se perdía una proporción de
restos no com estibles durante la m olienda y el tamizado. Las hogazas podían
ser de m uchas form as distintas. Los escribas optaron por tra tar toda la ope
ración como una especie de «caja negra»: era posible calcular lo que entraba
(granos de cereal o harina ya m olida), así como lo que salía al final en canti
dades de hogazas y vasijas de cerveza. Sin preocuparse por lo que ocurría en
el proceso, la relación entre la en trad a y la salida era muy sencilla: el núm e
ro de hogazas y de jarros de cerveza que se obtenían con una cantidad de
term inada de grano o harina. Los egipcios llam aban a esta escala de valores
pefsu, que podem os traducir como «el valor de cocción», y supuso un paso
hacia la abstracción m atem ática. La escala pefsu se fijaba según el núm ero de
hogazas y de jarras de cerveza que se podían obtener con 1 hekat de grano .14
LA M EN TA LID A D BUROCRÁTICA 157
C uanto más alto era su valor, más pequeñas eran las hogazas o más ligera la
cerveza (o tal vez las jarras eran más pequeñas). El pefsu perm itía al escriba
calcular las equivalencias entre las hogazas y las jarras de tam año y consis
tencia diferentes. «155 hogazas con una escala de cocción 20, ¿a cuántas ho
gazas con un valor de 30 equivalen? E xpresa las 155 hogazas con valor de
cocción 20 según la harina, o sea, 1 -\- + ■ — hekat. M ultiplícalo por 30 y la so
lución es 232 \ ,»15
Se han conservado num erosas listas de racionam iento y suelen hacer caso
omiso de los valores en pefsu ,lfi A sum en un tam año estándar para las jarras
de cerveza y se reúnen los diferentes tipos de pan en concepto de hogazas
«mezcladas». Ello supone una estandarización, un paso lógico en el m odo de
pensar teniendo en cuenta la m agnitud y la om nipresencia de las operacio
nes, en las que todos los implicados, hasta los que fabricasen las vasijas de
cerveza, se inclinarían de form a natural, p o r la costum bre, a producir formas
tipificadas. T enem os incluso la oportunidad de com probarlo por nosotros
mismos. A unque se han conservado poquísim as hogazas auténticas, tenem os
sustitutos. Los más corrientes son los m oldes de cerámica donde se cocía el
pan; se han encontrado por m illares en las excavaciones. Fueron evolucio
nando con el transcurso del tiem po. D urante el Im perio A ntiguo, producían
hogazas de pan con forma de cono achaparrado, po r lo general con una base
de entre 16 y 20 cm de ancho. E n el Im perio M edio, los conos se habían
transform ado en unos cilindros largos y estrechos (véase en detalle en la fi
gura 42, p. 153). Pero, por extraño que parezca, a pesar de que se han des
cubierto tantos moldes, nunca se ha hecho un estudio desde el punto de vis
ta de com parar las hogazas que producían con las prácticas contables y las
necesidades dietéticas de la antigüedad. Las fotografías tom adas de algunos
de los hallazgos más cuantiosos dan la im presión de que, dentro de un m is
m o grupo, existía una capacidad exacta estandarizada, que se podría haber
m antenido si, tal como se ha sugerido, se hubiesen hecho m oldes reutilizables
(tal vez de m ad era ).17 Sin em bargo, los ejem plos de yacim ientos y épocas dis
tintos varían considerablem ente. No hay ningún indicio que haga creer que
siguiesen un estándar prescrito de m odo oficial. Probablem ente, el escriba
realizaba los cálculos del pefsu de una m anera periódica p ara com probar h o r
nadas enteras. D e todos m odos, aquí no se term ina la historia. No todas
las raciones de pan se repartían en hogazas hechas con molde. Los soldados
de una de las fortalezas nubias del Im perio M edio (U ronarti) poseían tarjas
de m adera con la forma de sus raciones de pan y con las cantidades de trigo
y cebada o el núm ero de hogazas que les correspondían inscritas en jeroglí
fico (figura 44 ).18Algunas representan hogazas de pan de m olde (de cebada),
m ientras que otras son hogazas redondas y aplanadas hechas a m ano (de tri
go). Por lo visto, estas tarjas servían para que el receptor (un soldado) p u
diera com probar el valor de sus raciones, calculado en parte por la asignación
de grano implícita en ellas más que por el núm ero real de hogazas percibi-
12 d
158 EL A N TIG U O EGIPTO
das. P udieron ser la base de una obligación exigida al escriba para que com
probase el valor pefsu de una hornada de hogazas mezcladas que se entrega
ban com o raciones.
Nos es m ás difícil com probar la capacidad de una jarra de cerveza. Sabe
mos cuál era la form a más común en el Im perio M edio y, si bien la mayoría
de las cerám icas de las excavaciones están dem asiado fragm entadas para in
ten tar calcular su capacidad, se han descubierto tam bién algunas enteras. Sin
em bargo, al igual que sucede con los moldes de pan, parece que a nadie se le
ha ocurrido calcular la capacidad real teniendo presente esta cuestión de la
estandarización. D e todos modos, p o r los dibujos actuales de unas vasijas de
este tipo halladas en distintas tum bas pertenecientes a una misma necrópo
e 20
LA M ENTALIDAD BUROCRÁTICA 159
lis, parece com o si reflejasen una diversidad de tamaños y a duras penas se
guían un estándar.
El hecho de que, según parece, la estandarización no era un objetivo con s
ciente, es típico de la falta de interés de los antiguos por la idea de eficien
cia. Los escribas y los alfareros (así com o los panaderos) vivían en mundos
aparte. La diferencia de posición social im pedía al escriba salirse de los lím i
tes de su propio oficio, los trámites y la contabilidad, y sus procedim ientos
nacían de la aceptación de que una parte crucial de la operación se hallaba
virtualm ente fuera de su control.
Las listas de racionam iento auténticas dem uestran que el salario o la ra
ción habitual se calculaba en términos de las cantidades de hogazas de pan y
jarras de cerveza, y a veces aparecían algunos extras com o pasteles o vino.'''
El salario base estándar consistía en diez hogazas y una m edida de cerveza,
que podía oscilar entre un tercio de una jarra a una e incluso dos jarras en
teras. Se creía que esta ración base era la adecuada para un trabajador co
rriente. Las listas de racionam iento muestran también que, a m edida que se
asciende en el escalafón del funcionariado, las distribuciones aumentaban
m ultiplicando la ración base. A veces se expresaba contando a los que tenían
una categoría superior com o si fueran más de una persona: quizá cinco, diez
o incluso veinte hombres. El papiro m atem ático Rhind ayudaba al escriba a
enfrentarse con las consecuencias.
M étodo para distribuir 100 hogazas e n tre 10 hom bres, si el patró n , el jefe de la
tripulación y el p ortero [reciben] el doble.
El procedim iento es: calculas las personas que reciben provisiones: de este
m odo, son 13.
2 1 9
Divides las 100 hogazas en tre los 13. E llo hace 7 + — + 39 (esto es, 7 ~¡j ).
E ntonces dices: [esto] es lo que consum e cada uno de los 7 hom bres, [m ien
tras que] el patrón, el jefe de la tripulación y el portero perciben el doble.2"
D e esta manera, 10 hom bres que tienen porciones diferentes se han conver
tido en 13 «receptores» ficticios con la m ism a ración. Cada una de las racio
nes de los 7 hombres que cuentan com o «uno solo» es de 7 -jj ; las porciones
de los que cuentan com o «dos», los tres oficiales, suman el doble de aquella
cantidad, o sea, 15 - A .
D e todas maneras, el papiro m atem ático Rhind tam bién proveía casos
con un reparto más com plicado, en donde la jerarquización entre los rangos
no se expresaba con sim ples m últiplos de la misma ración base. «100 hogazas
para 5 hom bres, y parte de las raciones de los tres superiores va a los dos
subordinados. ¿Q ué diferencia hay entre las porciones?» Para responderlo
(problem a 40 del papiro Rhind), el autor facilitaba unas tablas aritméticas
13 d
160 EL A N TIG U O EGIPTO
que ponen d e m anifiesto que lo que en verdad él quería saber era la progre
sión aritm ética de las porciones para los 5 hom bres, cada una 4- más p e
queña que la siguiente. Se ha hallado la respuesta correcta: 38 3 - , 29 — , 20,
10 j y 1 — .L a diferencia entre cada una es de 9 .
Los docum entos acerca del rep arto de las raciones plantean un problem a
que nos inform a de que no sólo estam os tratando con una cuestión terrenal
y pragm ática de alim entar a las personas, sino con un sistema económico con
unas miras m ás ambiciosas y que tenía un m ayor contenido conceptual o abs
tracto de lo que a prim era vista podría parecer.
Si la ración m ínim a diaria consistía en diez hogazas de pan, a un funcio
nario de categoría superior se le podrían haber abonado algo más de 500 en
un solo día. Ni el apetito más colosal hubiese podido acabarlas. ¿Se trataba
de una cantidad adicional para alim entar a las personas a su cargo? Algunos
textos m encionan aparte los pagos al personal, así es que podem os descar
tarlo. En cualquier caso, algunas de las listas sobre el reparto de raciones a ta
ñen a las expediciones enviadas a las minas y las canteras en parajes desérti
cos e inhóspitos, com o el Sinaí o el W adi H am m am at. No eran los lugares
apropiados p ara llevarse consigo a la familia o los parientes, ni para darse la
gran vida. Y luego hem os de tener presente las fracciones. El papiro m ate
m ático R hind no es el único que tom a en consideración las difíciles fraccio
nes de las hogazas y las jarras de cerveza. Lo mismo ocurre en las listas re a
les, e igual de im presionante es el sistem a de contabilidad de un tem plo de
provincias del Im perio M edio, el consagrado al dios U puaut en A siut .21 A
una parte del personal se le pagaba según el núm ero de «días del tem plo»
que les habían sido asignados. Un texto nos lo explica:
En cu an to a un día del tem plo, corresponde a 4g parte del año. A hora bien,
dividirás todo lo que en tre en el tem plo — pan, cerveza y carn e— , a m odo de
proporción diaria. E s decir, va a se r parte del pan, de la cerveza y de todo
lo que en tre en este tem plo para [cualquiera de] estos días que te he asignado.
C ada m iem bro del personal tenía derecho a dos días del tem plo, excepto el
sum o sacerdote al que le correspondían cuatro. P or tanto, tenían derecho a
percibir la — p arte (o la ¿ en el caso del sum o sacerdote) de cada hogaza
y jarra de cerveza que el tem plo recibía en concepto de ingresos. U na parte
de éstos eran en carne. E l archivo de otro tem plo (en K ahun) trata con frac
ciones ¡de reses !22
E l sentido com ún nos dice que no estam os ante un sistem a en el que se
distribuyesen migajas de pan y trocitos de carne en porciones pesadas con
precisión, ni que acum ulase pilas de víveres imposibles de acabar en torno a
los altos funcionarios. El sistema debía com binar el reparto de raciones rea
les e imaginarias; en realidad, las segundas servían de crédito y la acum ula
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LA M EN TA LID A D BUROCRÁTICA 16L
l l . - K I 'M P 14 d
162 EL ANTIGUO EGIPTO
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LA M ENTALIDAD BUROCRÁTICA 163
en diez días, 12 i,
y en 40 días. 50 hekat,
y4 x + 4 “ ro <1 =: hekat).
L a d ire c c ió n d e l a m a n o de o b r a
15 d
164 EL A N TIG U O EGIPTO
Por m edio del reclutam iento forzoso, el Estado tendía tem poralm ente
sus redes sobre una fuerza de trabajo más num erosa de la que ya disponía
de forma regular a través de la reserva de aquellos a quienes tenía em plea
dos con dedicación parcial o exclusiva. Por su parte, el Estado pagaba las ra
ciones, por lo que a los afectados no se les robaba el trabajo a cam bio de
nada. Pero los com etidos eran característicam ente arduos: un ejército oca
sional para servir en el extranjero u oleadas de actividad en las canteras o
la construcción. H abía quien intentaba escaparse y, entonces, el Estado
mostraba su vertiente punitiva. Un docum ento clave de finales del Imperio
M edio, un registro de la cárcel, nos perm ite vislumbrar fugazm ente la suer
te que corrían aquellos que decidían no cooperar .27 U na anotación típica
dice:
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LA M ENTALIDAD BU R O CR Á TICA 165
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CLAVES GIZEH
límites de la cantera
A - tumba de la reina Khentkaus B- templo del valle de Micerino C - muro limítrofe de piedra
F i g u r a 45. L a arqueología de las obras públicas a gran escala: la m eseta de las pirám ides de
G izeh, en d o n d e están señaladas las canteras y los restos de la construcción, así com o el c o n to r
no h ipotético de las ram pas de construcción, parcialm ente en «espiral», de la p rim era y la se
gunda pirám ide, según M. L eh ner, «A contextual approach to the G iza pyram ids». A rcliiv fi'ir
O rientforschung, 32 (1985), pp. 136-158. C on respecto a los talleres de K efrén, véase la figura 46.
p. 171: en cu a n to al tem plo del valle de M icerino, véase la figura 51, p. 186; y p ara la ciudad de 17 d
K hentkaus, véase la figura 50, p. 184.
168 EL A NTIGU O EGIPTO
niente de las canteras de Turah, al o tro lado del río, y com plem entado en el
caso de las pirám ides de Kefrén y M icerino con granito de Asuán. Los tem
plos que acom pañaban las pirám ides tam bién requerían piedra traída de
fuera e, igualm ente, debió haber una considerable dem anda de m adera que,
entre otros usos, era colocada sobre las ram pas para proporcionar una su
perficie deslizante a los trineos. El transporte de los m ateriales pesados has
ta el sitio debió hacerse por barco, a través de uno o más canales, por lo
cual hacía falta una zona de descarga. El em plazam iento natural para ello se
encuentra al sur, donde la inclinación de la m eseta forma una depresión. Si
aquí se encontraba la zona para recibir las partidas de m aterial de construc
ción, y desde donde se llevaba a los lugares correspondientes, tam bién se
tendría que h aber tom ado en consideración cuando se realizó el tendido de
las ram pas de construcción. La dirección de las obras, a base de dotes de
coordinación y anticipación, era el punto culm inante en la organización de
la construcción de la pirám ide, y no nos sorprende saber que la labor era en
com endada a los funcionarios de m ayor categoría del país, los más allegados
al faraón, hasta tal punto que, en la dinastía IV, solía tratarse del hijo del
m onarca .11
E sta imagen de las posibilidades y las limitaciones en las tareas de direc
ción tiene dos orígenes. U no es la observación directa. Gracias a las excava
ciones actuales se conoce la ubicación de varias de las canteras y algunos in
dicios apuntan a la existencia de una antigua depresión en el extrem o sur del
yacim iento. E l otro es resultado de ponerse en el lugar de los constructores
y buscar una solución rentable dentro del contexto que nos facilita la arqueo
logía. Tan sólo de esta m anera podem os deducir cómo estuvieron colocadas
las ram pas, construcciones m onum entales por derecho propio, pues se reti
raban tan p ro n to concluía la edificación de la pirám ide y no ha quedado el
m enor rastro de ellas. La necesidad de actuar previsoram ente y acotar zonas
de actividad p ara im pedir que se extendieran dem asiado lejos pueden ser al
gunos de los motivos de la presencia de una alineación de toscas m urallas de
piedras, ju n to a las pirám ides de K efrén y Micerino, que delim itan grandes
áreas d entro de la m eseta de Gizeh. D ichas estructuras fueron conservadas y,
con algunos añadidos, habrían continuado delim itando el terreno que p ro
piam ente pertenecía a cada pirám ide.
Com o ya hem os dicho, las ram pas de construcción eran de por sí proyec
tos de gran m agnitud. Cada una podría haber equivalido a dos tercios del vo
lum en de la pirám ide correspondiente. Al acabar la jornada, las retiraban.
¿D e qué estaban hechas? Algunas fuentes tardías m uestran que las ram pas
podían estar construidas con com partim ientos de ladrillos de adobe rellenos
de arena. Pero en G izeh no hay restos de pilas inmensas de ladrillos de ado
be. En cambio, algunas partes de la m eseta, en especial las canteras y el área
baja hacia el sur, quedaron sepultadas bajo cantidades ingentes de rocalla y
polvo, las suficientes para dar razón de las rampas. Ello pone de manifiesto
>0
LA M ENTALIDAD BU R OCRÁTICA 169
Más allá del m uro oeste del períbolo se encontraban los grandes b arraco
nes de los trabajadores. H asta la fecha, se pensaba que eran sim plem ente hile
ras de cascotes de piedra o los escom bros apilados por los trab ajad o res de ia
cantera y, aunque Vyse se abrió cam ino a través de una p arte, él sencillam en
te dice que «se observó que los m ontículos estaban hechos de piedra y arena,
y se desconoce su o rig e n » ,... P ero al exam inarlos más detenidam ente, pude re
conocer los bordes recortados d e unos m uros y, tan pronto em pezam os a lim
piarlos, se vieron los restos de la parte superior de los mism os, con las juntas
tapadas po r la arena del desierto.
E stas galerías están construidas con bloques irregulares de caliza (pareci
dos a los del m uro oeste del períbolo), fijados con barro y revocados con barro
apelm azado o una mezcla de b arro y limo [Petrie debe q u e re r decir yeso]: el
suelo de las galerías tam bién es de barro apelm azado. La longitud variaba ge
neralm ente en torno a los 44 m; su anchura era de unos 3 m y las entradas te
nían unos 2 m. E n total hay 91 galerías; ello supone un com plejo de casi 3 km
de longitud, de 4,5 m de ancho y de casi 3,5 m de altura. T al cantidad de d e
pendencias sólo parecen im putables a los barracones de los o b rero s.11
18 d
170 EL A N TIG U O EGIPTO
Petrie incluso calculó que debían albergar a cerca de unos 4.000 hombres.
En aquella época, trabajaba a una escala muy reducida y es muy poco
probable que sus excavaciones incluyesen algo más de una o dos catas de
prueba. Sin em bargo, desde entonces todo el m undo ha aceptado esta inter
pretación, aunque no explique la ausencia de una acum ulación de desechos
de carácter dom éstico que una ocupación tan densa habría dejado. A dem ás,
la planta general recuerda los bloques de alm acenes que los egipcios edifica
ban en lugares religiosos y que, en consecuencia, sería una hipótesis alterna
tiva. Sin nuevas excavaciones, no estam os en situación de hacer valoraciones
sobre este edificio.
N o se debía alojar a toda ia m ano de obra en barracones independien
tes y construidos especialm ente para la ocasión. Puede que algunas cuadri
llas sim plem ente acamparan o vivieran en el lugar de construcción. En los
años 1971 y 1972, se excavó una parte de dicha área al sureste de la pirá
mide de M icerino (figura 46).11 C onsiste en un conjunto de estructuras ed i
ficadas a am bos lados de un muro de cascajo que presenta unos cam bios
bruscos de dirección. Se desconoce la extensión total del yacim iento porque
debajo del desierto, tanto al este com o al oeste, no se ha excavado. A l igual
que la muralla de circunvalación, todos los edificios estaban construidos con
piedra sin labrar y argamasa. A l norte, hay un grupo integrado por tres de
ellos. El edificio central (H 13) tenía un vestíbulo de 15 por 5,5 m etros, con
soportes cuadrados que podrían haber sido las bases de las colum nas. En el
suelo de la habitación de al lado y de los otros dos edificios del sector nor
te, H12 y H 14, había num erosos h oyos circulares. Junto a la pared este del
muro principal hay tres unidades, H 5, H6 y H7, a las que por falta de un tér
m ino m ejor se las ha llam ado «casas», aunque no se sabe a ciencia cierta
el abanico real de actividades desplegadas dentro y alrededor de ellas. D e
todas maneras, hem os de señalar que, en el edificio H5, la habitación cen
tra! ubicada al norte contenía una tarima baja, del tipo que generalm ente in
dica la presencia de un dormitorio. Pero, a diferencia de ejem plos más tar
díos, esta tarima caía hacia un extrem o, pasando de m edir 20 cm en una
banda a tener 5 cm en la otra. Ocurre lo m ism o en otras del yacim iento. En
el sector oeste, en el extrem o sur de la excavación, se abrió una gran área
que sacó a la luz varias construcciones diferentes. Junto al flanco oeste del
muro principal, se apiñaban una hilera de casas muy pequeñas. El edificio
H1 tenía una tarima en un hueco de la cámara central, situada al sur. Los
edificios H 2 y H3 contenían hornos, uno de ellos probablem ente para cocer
cerámica. En el lado norte del área abierta, había un tramo de un muro que
parapetaba una hilera de otros doce hornos de cerámica. Su presencia indi
ca el aprovisionam iento local de al m enos una parte de la fuerte demanda
de vasijas de cerámica, por las que las sociedades antiguas siem pre mostra
ron gran inclinación. En el sur, aparece un edificio aislado, H8, probable
m ente una vivienda o un local administrativo. D o s de las habitaciones si-
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LA M EN TA LID A D BUROCRÁTICA 171
G IZ EH
F i g u r a 46. P arte del cam p am ento de trab ajo ubicado cerca de l a pirám ide de M icerino en G i
zeh. si bien p ro b ab lem en te fue destinado a la construcción de la pirám ide de K efrén. véase la fi
gura 45, p. 167. T om ado de A bdel-A ziz Saleh, «E xcavations around M ycerinus pyram id com-
plex», M itteilungen des D eutschen A rchaologischen Instituís, A bteilung K airo, 30 (1974), p, 132,
fig. 1, y p. 142, fig. 2.
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172 EL ANTIG U O EGIPTO
tuadas al norte poseen huecos, cada uno con una tarima, A poca distancia,
hay dos edificios más pequeños, H9 y H 10. El prim ero tenía dos hornos. So
bre esta superficie abierta aparecieron desparram ados un gran núm ero de
bloques toscos de alabastro junto con la base inacabada de una columna,
asimismo de alabastro. Ello sirve para identificar el yacim iento como cam
pam ento de los obreros que trabajaban en la pirámide. El mismo espacio
abierto tenía un grupo de estructuras que desafían toda explicación. Son
cuatro trincheras, anchas y poco profundas, en cuyo interior había hileras de
pedestales rectangulares colocados muy juntos y construidos de piedra y ar
gamasa. Los pedestales m edían de 95 a 110 cm de largo por 57 a 65 cm de
ancho y, en total, su núm ero se eleva a setenta y dos. Fuera cual fuese su fi
nalidad, parece que tuvieron una duración breve, pues los edificios H9 y
H10 se construyeron justo encima.
Esta excavación aporta otro dato a la imagen de Gizeh com o un lugar de
construcción gigantesco. La razón de que el cam pam ento obrero se halle tan
bien conservado se debe, sencillam ente, a que quedó sepultado bajo un ver
tedero inm enso de la rocalla que se detecta en diferentes partes de la m ese
ta de Gizeh. El hecho de que estos cascotes aparezcan en el cam pam ento
sólo después de su abandono es com prensible si los consideram os los restos
de una ram pa de la pirám ide, retirada una vez concluida la obra y vertida en
el lugar más cercano.
N o todos los vertederos antiguos de Gizeh son acumulaciones de casco
tes de piedra caliza y, desde el punto de vista arqueológico, estériles. E n el
escarpe rocoso que hay al sur y al este del cam pam ento obrero de M iceri
no, existe un gran entrante colm atado hasta arriba. A unque a prim era vista
parece un depósito natural, los sondeos arqueológicos han sugerido otra
cosa. P etrie fue el prim ero en advertir que no se trataba de una parte natu
ral del desierto: «Toda la superficie está cubierta, hasta varios pies de p ro
fundidad, de cascotes de piedra de la cantera».35 Luego, entre 1971 y 1975,
una expedición austríaca practicó sondeos en todo el borde oriental, donde
se convierte en la ladera oeste del saliente prom ontorio rocoso que queda
al sur del tem plo del valle de M icerino.36 Se descubrió un im portante depó
sito estratificado con restos de carácter dom éstico del Im perio A ntiguo, en
tre los que había cerám icas y otros artefactos, aunque ninguna estructura.
Estos dos sondeos y el registro del cam pam ento de trabajo de Micerino
apuntan la posibilidad de que todo el límite sur de la m eseta de Gizeh, que
constituye su parte más baja, sea un gigantesco relleno de escombros, en
parte form ado por los desechos de las ram pas y, en parte, por los restos
apilonados de las edificaciones y los cam pam entos de trabajo. Ello supon
dría que la m ayoría de los obreros acam paban en las proxim idades y, por
tanto, cerca de los finales de las ram pas de construcción y el muelle de des
carga, donde, cabe esperar, se habría concentrado la m ayor parte de los tra
bajos.
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