Hageo es libro está dentro de los “profetas menores” y uno de los tres libros
proféticos que corresponden al periodo post exílico (el tiempo que los judíos
regresaron de Babilonia después de 70 años), fue escrito cerca del año 520 a.C.
tiene como propósito animar a los judíos que volvieron de la cautividad luego
del exilio en Babilonia para que, pese a todos los problemas, obstáculos la
oposición de los enemigos y su propia apatía terminaran la construcción del
llamado “segundo templo”.
Los ancianos que habían visto el primer templo y fueron testigos de la gloria de
ese templo de los tiempos del inicio de la monarquía, veían con pena y
frustración que este templo no tenia el esplendor y la belleza del templo de
Salomón, Dios pese a ello les dio esta palabra y esta contundente respuesta por
medio del profeta; “La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera,
ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los
ejércitos” Hageo 2:9.
El libro se abre con una fuerte queja y amonestación de Dios contra su pueblo
pues habían pasado mas de dos años del retorno a tierra santa y los judíos aun
no reconstruían el templo, ya que los enemigos de la obra, en especial los
samaritanos se opusieron a la restauración de las murallas, de la ciudad y
especialmente del templo, les hicieron gran alboroto y los judíos se desanimaron
y se resignaron, “estará de Dios que así sea”, y descuidaron el templo que aun
estaba en ruinas y buscaron sus propios intereses, construyendo sus casas y
preocupados de su estabilidad económica.
Esta actitud molestó a Dios y lo llevó a inspirar al profeta para amonestarlo por
tan grande descuido. Ellos tenían sus casas artesonadas y terminadas, estaban
establecidos en la tierra santa, pero mostraban un gran desinterés y apatía en el
precioso trabajo en la reconstrucción del templo de Dios.
Aplicación
Al igual que en los tiempos de Hageo hoy sucede con los creyentes de la
actualidad. El templo no solo era un símbolo de la obra de Dios sino de la
relación de Judá con Dios, (Hoy hay gente con dinero en sus bolsillos, lindas
casas, lujosos autos, buenos sueldos. Pero muertos espirituales, apartados de
Dios, apagados, mundanos y esclavos de sus concupiscencias. El templo era
símbolo de la relación con Dios, sin embargo, todavía permanecía sin terminar.
Cuanta gente por sus propios intereses (familia, trabajo, hogar y estudio etc.)
hoy han dejado de orar, de pedir la dirección a Dios, ya no ayunan, no apoyan
la obra, no están en los cultos. Mire hermano Mientras más arduamente el
pueblo trabajaba para sí mismo, menos tenía, porque ignoraba su vida espiritual.
El problema de Judá era que tenía confundidas sus prioridades. Como Judá,
nuestras prioridades relacionadas con el trabajo, la familia y la obra de Dios
están a menudo confundidas. Los trabajos, las casas y las actividades de
recreación pueden tener un lugar importante en nuestra lista y no Dios. ¿Qué es
lo más importante para usted? ¿En qué lugar está Dios en su lista? Los
creyentes modernos se obsesionan en tener su casa propia, adornada, ampliada,
sus buenos carros, su buen trabajo, un vestir bien, tener a los hijos en buenos
colegios y universidades, salir de vacaciones, descansar con la familia y tener
bienes materiales, pero la pregunta de Dios es ¿Y nuestros deberes con la casa
de Dios donde quedan? ¿cuánta preocupación tenemos por el lugar donde
nos congregamos? ¿Y nuestra relación con Dios?
Palabras finales
Es muy cierto que Dios hoy no habita en templo hechos por manos humanas
(Hechos 17:24), y que nosotros somos el templo del Espíritu Santo (1ª.
Corintios 6:19), todos los cristianos del nuevo testamento lo sabemos bien,
pero existe un lugar físico, de suma importancia, y es el lugar donde nos
congregamos (Salmo 133:1-3, Hechos 5:12), y si amamos a Dios de todo
corazón y a los hermanos en la fe, debemos también amar, cuidar y embellecer
el lugar donde nos reunimos para adorar a Dios y escuchar su santa palabra
predicada, pero lo más importante es embellecer el templo del Espíritu Santo
con oración, ayuno congregándonos es decir teniendo una relación con el
Amén.