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1.

Los acuerdos de paz son oportunidades históricas para que los países aborden y reorienten
sus esfuerzos y políticas para resolver sus problemas reales. Lo que hace el conflicto,
además de crear dolor e inestabilidad social y política, es que pospone la solución de los
verdaderos problemas que por años se acumulan y crecen: pobreza, desigualdad,
corrupción, atraso en la infraestructura.
2. Respeto a todas las diferencias de raza, genero, religión, educación, posición
socioeconómica, ideologías, todas. Sin ello, la paz no es más que un discurso vacío.
3. Cada acto que hacemos cada día puede contribuir silenciosamente a la paz o al conflicto.
Siempre es una decisión personal y es la actitud con la cual asumimos el momento histórico
que vive Colombia.

4. La paz que queremos construir es para todos los habitantes de Colombia y no solo
para los guerrilleros. Si la paz no significa algo concreto para cada colombiano, se
convierte en un proceso sin respaldo popular mayoritario. Así, el posconflicto, o
como prefiero llamarlo, la ‘construcción de una paz sostenible’, no se puede limitar
al cumplimiento de unos eventuales acuerdos suscritos entre el Gobierno y la
guerrilla. Ello, por supuesto, hay que hacerlo, pero es apenas una parte del
posconflicto y quizás no sea la más ambiciosa.

5. 7. Hay que trabajar desde ya por la construcción de una paz sostenible sin esperar
los resultados de los diálogos de La Habana. De hecho, cuando se revisan las cifras
de Colombia de los últimos cinco años, cualquiera puede concluir que en lo
económico ya estamos viviendo un proceso de posconflicto.

6. En el plan de posconflicto que se aplique, importa más el cómo se haga que lo que se haga.
La participación de la gente y de las comunidades organizadas en las decisiones de los
proyectos, iniciativas y políticas que finalmente se impulsen es determinante. Este es un
camino para empoderar a la gente en los temas de paz. Así, la agenda del posconflicto o de
la construcción de paz sostenible hay que construirla desde abajo hacia arriba.
7. En las elecciones regionales y locales de este año se elegirán a los alcaldes y gobernadores
del posconflicto. Ojalá las campañas políticas se ocupen prioritariamente de estos temas de
la paz y la reconciliación. Estos gobernantes serán, a partir de enero del 2016, la primera
línea del posconflicto en Colombia. Lo que hagan o dejen de hacer por la paz hará toda la
diferencia para sus regiones y para el futuro inmediato del país. No solo se trata de silenciar
los fusiles y acabar la violencia, sino de construir las bases para una nueva Colombia.
8. 0. Más allá de los temas sociales y económicos del posconflicto, y de las reformas políticas
y constitucionales que serán necesarias aplicar como parte de los acuerdos de paz, hay dos
temas que están en el centro del asunto de la paz: corrupción y protestas sociales.
9. Si la guerrilla se transforma en partido político, que es uno de los objetivos centrales del
actual proceso, el pulso entre Gobierno y oposición, o mejor, entre el establecimiento
político y la oposición, no solo se jugará en las elecciones, sino también y quizás con mayor
fuerza en las calles, carreteras y campos de Colombia, en forma de protesta legal y
ciudadana. ¿Estamos preparados para ello? Será el tema de las noticias cada día.
10.
también la falta de medidas durante la etapa posterior al conflicto ha dado lugar a nuevas
confrontaciones, como bien lo ha mostrado Eduardo Pizarro en su excelente análisis
sobre el origen de las FARC y su conexión a las deficiencias del proceso de paz con las
guerrillas liberales. Como estos ejemplos muestran, la etapa post conflicto es muy
importante, no sólo porque las decisiones que se tomen en este momento determinarán
elecciones posteriores, sino por el hecho de que la ausencia de solución a las causas de
la confrontación puede generar nuevos conflictos y determinar la aparición de nuevos
actores, como lo muestra el caso de las AUC que están próximas a desmovilizarse y cuyo
origen esta, entre otras, en la falta de solución del Estado colombiano a la cuestión
guerrillera.
La ausencia de una paz duradera debería suscitar un análisis a fondo de los diversos
procesos de paz que se han dado en el país, comenzando desde el proceso de
construcción de Nación en el siglo XIX hasta los procesos más recientes
Colombia lleva muchísimos años en guerra y posee una experiencia sin igual en procesos
de paz frustrados. Desde las guerras de independencia, pasando por la guerra de los Mil
Días y La Violencia, hasta el actual proceso de paz, son muchas las ocasiones en las que
en Colombia se ha intentado dar terminación al conflicto y dar paso a una situación de
post conflicto en la cual nuevos brotes de violencia aparezcan como innecesarios.

Todo proceso de paz entre rivales ideológicos es largo y exige paciencia de parte de los
negociadores. El caso de la negociación con la AUC es diferente en tanto las distancias
ideológicas no son muy grandes. Sin embargo, para la etapa post conflicto el gobierno
colombiano debe prestar atención a las causas del fenómeno paramilitar. Estas causas no
han desaparecido y a menos que el Estado asegure el control de esos territorios y la
protección a la población civil no se ven razones para que esta negociación sea
verdaderamente exitosa.
El proceso de paz no acaba el 3 de noviembre, todo lo contrario, ese día comienza su
más importante reto, esto es, hacer que de él hagan parte los enemigos ideológicos del
gobierno colombiano.

la etapa post conflicto es muy importante, no sólo porque las decisiones que se tomen en
este momento determinarán elecciones posteriores, sino por el hecho de que la ausencia
de solución a las causas de la confrontación puede generar nuevos conflictos y
determinar la aparición de nuevos actores, como lo muestra el caso de las AUC que están
próximas a desmovilizarse y cuyo origen esta, entre otras, en la falta de solución del
Estado colombiano a la cuestión guerrillera.
El manejo del período postconflicto que siguió a La Violencia se limitó a desarrollar una
política de borrón y cuenta nueva, dejando de lado las necesidades de las víctimas de las
atrocidades cometidas por los dos bandos.
Las políticas de perdón y olvido se dan cuando los derechos humanos de las víctimas son
ignorados. Sin embargo, hoy en día la centralidad del discurso de los derechos humanos,
su importancia para el sostenimiento de la democracia, y las conexiones entre desarrollo
económico, Estado de Derecho y derechos humanos, hacen absolutamente imposible que
se lleve a cabo un proceso de paz sin que los responsables por las graves violaciones
sean juzgados
El gobierno colombiano tampoco se puede dar el lujo de establecer un precedente en el
que las graves violaciones cometidas por las FARC y por el ELN sean perdonadas sin
más, pues ello conduciría a una paz precaria y podría ser la fuente de nuevas violencias.
e haberse dado prevalencia a la justicia y no sólo a la paz, los colombianos y las
colombianas sabrían quiénes son los responsables de las muertes de los magistrados,
por qué miembros del Ejército destruyeron completamente la escena del delito, dónde
están los desaparecidos del Palacio de Justicia, cuál democracia fue salvada los días 5 y
6 de noviembre de 1985 y, sobre todo, por qué el Presidente de la República decidió
sacrificar la vida de más de cien personas cuando todo aconsejaba esperar y negociar y
cuando el mismo presidente de la Corte Suprema de Justicia le imploraba que cesara el
fuego. Esa política de perdón y olvido dejó muchas heridas abiertas y fue fuente de
nuevas violencias, como la muerte del abogado Eduardo Umaña en el año 1998.
En suma, la pérdida de centralidad del Estado en las políticas relativas a los derechos
humanos y el poder de las IGI en esta materia hacen necesario que el gobierno
colombiano estudie alternativas serias para juzgar a aquellos desmovilizados que son
responsables de graves violaciones a los derechos humanos y al derecho humanitario.

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