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LA RAZON
EN LA HISTORIA

G. \ /. F. Hegel

lntroducción: Antonio Truyol

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msEM¡NAHtOSY
EDICICNES,S.A.
=V
su confianza en el rumbo del despliegue del Espíritu
del mr-mdo, cuyos avatares se resuelven en formas
de racionalidad creciente. La filosofía hegeliana en
su conjunto es en el fondo una teología seculafizada g
de la historia, justificación última del Espíritu, teo- *
dicea. .*
ra
a
Anrowro Tnuvor. F

Mayo, 1972.
I Prirner esbozo
(1822 y 1 B2B)

tr
TIPOS DE HISTORIOGRAFIA

16
t,
I

[Curso empezado el] 31-X-1822;


It
.|
[repetido el] 30-X-1828.
l

Señores:

I trl objeto de nuestro curso es la historia filosófica.


i{r
Lo que vamos a recorrer es la historia general de
la humanidad, con el propósito, flo de obtener de
clla reflexiones generales para ilustrarlas mediante
ejemplos extraídos del curso de los acontecimientos,
sino de presentar eI contenido mismo de la historia
rrniversal.
No puedo para ello apoyarme en ningún texto;
pero en mi Filosofía del Derecho, $$ 341-360 (8), he
dado de manera más precisa el concepto de tal
historia universal e indicado los principios o períodos
que forman el armazón de su estudio. Allí podréis
encontrar, en su forma abstracta, los momentos
fundamentales que en ella distingo.
Voy a consagrar esta Introducción a Ia iclea general
de la historia Íilosófica. Para ello, me propongo
describir, examinar y comparar los otros modos de
tratar la historia.
Distingo tres maneras de escribirla:
a ) la historia original;
13 )
la historia reflexiva;
y ) la historia filosófica.

(*) Véase Apéndice. Página 323.

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t)¡, r'r;t.rrhistoria original excluyo los mitos, las
Inrrllr:iorrtxi, los cantos populares y los poemas en
[La historia original]" t,r!t¡r.t.Írl, Ix)rque todos ellos son modos confusos de
(.or¡rrq¡<x.¿ción, prOpiOS de pUeblOS CUya COnCienCia
o¿) En cuanto a la historia original, cabe dar de pr.r,¡t:¡lc(:r: asimiSmO COnfUSa. MáS tafde VOlVeré SObre
ella una imagen precisa citando nombres como los trr r:rrcsl,i<in de Saber cUáles SOn laS relaCiOnes entre
de Herodoto o Tucídid,es. Se trata de historiadores iln ¡rrrt:lllo y su conciencia de Ia historia. Ni los
que han descrito, sobre tod'o, las acciones, aconteci- ¡rrrr,lrlos cle conciencia confusa ni su confusa historia
mientos y situaciones por ellos vividos, que estuvieron i,rrr,tl,rrr convertirse en objeto de la historia fiIosófica,
personalmente atentos a su espíritu, que hicieron {.r¡v() tin es conocer la ldea en la historia, aprehender
pasar al reino de la representación espiritual 1o que ,.1 ,,r;¡rir.itu de los pueblos que han tOmado cOnciencia
era acontecimiento exterior y hecho bruto, y que ,1,, sir principio y saben lo que son y Io que hacen'
transformaron el mero suceso en algo espiritual, en M¡is aclelante veremos cuál es la relación entre la
una representación de su sentido interno y externo. lrl:;lorirr (historin) y la crónica (res gestae)' La
No de otra manera procede el poeta cuando da a vr.r.rlrrrlcra historia obietiva de un pueblo empieza
la materia de sus impresiones la forma de Ia repre- r:rr¡rrr(lo se hace alavez historia escrita. Una civiliza-
sentación sensible. Cierto que en la obra de esos r.irjrr (por ejemplo, la de la India, tres veces milenaria)
historiadores hallamos como ingredientes informes ,¡,,,r ,i,, ha tlegado a escribir su propia historia es
y relatos ajenos, pero sólo en cuanto materia prima I rrnrlritin incapaz de evolucionar culturaJmente.

contingente y subordinada. También el poeta es 'l':rlcs historiadores originales transforman, pues'


tributario de su cultura, de su lengua'y de los cono- Io:; :rr:ontecimientos, los actos y las situaciones de
cimientos recibidos, pero su obra le pertenece por l¡r ¡r<:l,tralidad en una obra de y para !a representación.
entero. De manera análoga, el historiador integra en I )r. r:llo resulta que; a) el contenido de esas historias
un conjunto lo perteneciente al pasado, 10 desper- r,:i rrcr:csariamente limitado: su materia esencial la
digado en el recuerdo subjetivo y contingente y r:or-rsl,ituye lo que está vivo en la propia experiencia
mantenido sólo en la fluidez de la memoria, y lo rftrl lristoriador y en los intereses actuales de los
deposita en el templo de Mnemosina para conferirle Irr¡lnllrcs, lo vivo y actual en su medio.
duración inmortal. Tales historiadores trasplantan l,ll ¿rutor describe aquello en lo que de un modo
los hechos del pasado a un mejor suelo, superior rr ol,ro ha participado, o aI menos 1o que ha vivido:
al mund.o de la cad.ucidad en el que se desarrollaron, r.t)( x:1s poco extensas, figuras individuales de hombres
y los elevan al reino de los espíritus inmortales, v tkr hcchos. Lo que elabora es su propia experiencia
d.onde, como en los Campos Elíseos de los antiguos, vil,:rl, y cn la composición de su cuadro utiliza rasgos
los héroes realizan eternamente aquello que los rri:;l:rtlos, Do reflexivos, para ofrecer a Ia posteridad
inmortalizó. rrrr:r irnligcn tan precisa como !a que él mismo tenía
¡r¡rl,r: los ojos o Ia que le ofrecían los relatos igual-
* rnr.rrl,t: intuitivos de otros.
Damos entre corchetes los epígrafes añadidos para faci-
litar la lectura y que no figuran en el original. l¡) ()tro l'asgo característico de esos historiado-
2t
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r

res es la unidad de espíritu, la comunidad de cultura dividuos y a los pueblos decir por sí mismos 1o que
existente entre el escritor y las acciones que refiere, tluieren y cómo saben que 1o quieren. No se trata de
los acontecimientos de que su obra se compone. darnos una interpretación personal de las motivacio-
Esto le dispensa de la reflexión, porque, aI vivir nes y los sentimientos de aquéI1os, o de traducirlos al
dentro del espíritu del acontecimiento, no necesita lenguaje de la propia conciencia. Las palabras que el
trascend.erlo, como exige la comprensión reflexiva. historiador pone en boca de individuos y pueblos no
Semejante comunidad de espíritu existe incluso cuan- son postizas, fabricadas por é1. Acaso sea él quien ha
do la sociedad se halla marcadamente dividida en elaborado esos discursos, pero su contenido y su sen-
estamentos y la cultura y las máximas morales de- tido fueron los mismos en boca de aquellos a quienes
penden de aquél en que el individuo está encuadrado. hace hablar. Así, leemos en Tucídides los discursos
En este caso, el historiador debe pertenecer al de de Pericles, el político más profundamente calthsado,
los estadistas y los jefes militares cuyos fines, in- más auténtico, más noble; y los d.e otros oradores,
tenciones y actos han dado forma al mundo político embajadores, etc. Lo que en ellos exlpresan esos hom-
que describe. En la medida en que el espíritu de ese bres son tanto las máximas de su pueblo como las
mundo político se encuentra formado y elaborado, propias, tanto la conciencia de las situaciones polí-
el jefe político o militar convertido en su historiador ticas como Ia de la naturaleza ética e intelectual y
es también consciente de sí. Un aspecto esencial de su los principios directivos de los objetivos y acciones
vida y de su acción ha sido precisamente la con- de quienes los pronuncian. El historiador no ha te-
ciencia que ha tenido de sus fines y de sus intereses, nido que reflexionar por cuenta propia; 1o que hace
así como de sus principios; y un aspecto de su ac- aparecer a través de los discursos de los oradores no
ción, Ia manera en que se ha erplicado ante los es una conciencia ajena, prestada por é1, sino la civi-
demás para influi,r en su juicio y poner en movimien- lización y la conciencia propias de quienes hablan.
to su voluntad. Si queremos conocer la historia sustancial y apre-
Los discursos son actos entre hombres, e incluso hender el espÍritu de las naciones, si queremos par-
actos muy esenciales y efi.caces. Cierto que a menudo ticipar en su vida, hemos de estudiar a fondo a esos
oímos a quienes han visto mal recibida su oración historiadores originales y prestarles una atención que
justificarse dici,endo: aNo eran más que palabras.n nunca resultará excesiva. Y si lo que desearnos no es
Si es así, si sólo se trata de palabras, hay que decla- convertirnos €n historiadores de oficio, sino disfru-
rarlos inocentes; porque, en efecto, la charlatanería tar de Ia historia, casi podemos limitarnos a su lec-
goza del privilegio de la inocencia. Pero los discursos tura t.
en un pueblo, de pueblo a pueblo, de los pueblos o Por Io demás, tales historiadores no son tan nume-
los príncipes, son ocúos, y como tales constituyen un losos corno cabría esperar. Ya he nombrado a
objeto esencial de la historia, y en particular de la Herodoto, el padre de la historia, es decir, el primero
historia antigua. y, en el sentido que ahora nos ocupa, el más grande
Lo importante no son en tal caso las reflexiones
personales mediante las que el autor interpreta y pre-
senta esa conciencia; antes bien, debe dejar a los in- ' Al margen: Distinguir las Biblias de los diversos pueblos.
Cada pueblo tiene su libro fundamental: la Bibüa, Ifomero, etc.
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han de regir eI método interpretativo y de exposición Los autores de este género tratan de escribir la
de los hechos históricos. Entre nosotros, alemanes, l-ristoria de un modo tan vivo, que eI lector se imagine
la reflexión la inteligencia- están muy diversi- escuchar el relato de los acontecimientos a los propios
-y historiador se construye su propia
ficadas: cada contemporáneos y testigos oculares. Pero la tentativa
metodologfa. Ingleses y franceses suelen saber cómo resulta siempre más o menos desgraciada. La obra
debe escribirse la historia; todos sus historiadores cleloe poseer trna cierta unidad de tono, pero su autor
se hallan impregnados de las representaciones de es un individuo perteneciente a una determinada
una cultura común, mientras que entre nosotros cada cultura, mientras las épocas de que trata son nece-
cual se las ingenia para moverse en torno a su propia sariamente diversas, como Io son los autores de que
particularidad. De ello se sigue que ingleses y fran- se sirve; y el espíritu al que el historiador hace
ceses tienen excelentes historiadores, mientras que hablar es muy diferente del de aquellas épocas. De
entre nosotros, si consideramos la crítica de los este modo ocurre que lo que el historiad.or presenta
libros de historia tal como se ha desarrollado en como espíritu de la época corre el riesgo de ser
Ios últimos diez o veinte años, podremos comprobar su propio espíritu erigido en dueño y señor o. Así,
que el autor de cada juicio empieza por exponer su Tito Livio hace hablar a los antiguos reyes de FLoma,
propia teoría sobre la manera como debe escribirse a los cónsules y a los generales como sólo podía
la historia, para pasar después a oponerla a la del hacerlo un hábil abogado de su tiempo, y tales
Iibro criticado. Estamos siempre a la búsqueda de ctriscursos ofrecen el más violento contraste con las
un modo de escribir la historia. viejas leyendas auténticas, como Ia fábula de Menenio
a) En general se pretende una visión de conjunto Agripa sobre el estómago y los miembros. El mismo
de la historia de un pueblo, de un país o incluso historiador nos da descripciones minuciosas y com-
del mundo. Los libros de este género son necesaria- pletas de combates y otros acontecimientos como
mente compilaciones basadas en los historiadores ori- si los hubiese presenciado, pero empleando un tono
ginales del pasado, los relatos existentes y algunas in- y dando pruebas de una precisión en la percepción
formaciones particulares. Tales obras no tienen ya cle los detalles que hubieran sido imposibles en las
carácter de testimonio; su fuente no es la intuición épocas de que habla. Además, los rasgos caracterís-
ni el lenguaje de la intuición. Esta primera forrna de ticos de sus descripciones pueden aplicarse a batallas
historia reflexiva es continuación de la anterior en de todos los tiempos, y su nitidez contrasta con la
cuanto no se propone sino presentar la totalidad de imprecisi,ón y \a inconsecuencia que rein¿ur en otros
la historin de un país o del mundo. Lo decisivo es aquÍ ,rrasajes referentes a hechos de importancia capital.
saber si la historia debe o no entrar en detalles'. Para valorar la diferencia entre un compilador de
r¡se tipo y un historiador original, basta comparar
tr l{ota de un alumno (curso de 1B2B): Los diversos com- ltt Histaria de Polibio con la manera en que Tito
pendios de historia natural, la Historia rorno,Tlct, de Tito Livio,
la de Diodoro de Sicilia, etc., la Historia de Suiza, de Johannes
u Alusión aI verso de Goethe: nl,o que llamais espíritu de la
von Miiller (1?52-1809), son compilaciones de ese género. Cuando
están bien hechas, constituyen un instrumento de trabajo (rt)oca no es más que el espíritu de los señores de la época.u
indispensable; pero no hay una medida exacta para su valor. r l;ousto, T.)

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Livio la utiliza, extracta y abrevia. Al querer retratar r:iclircl cle simpatía que posee el perro, aunque podamos
fielmente las épocas que d.escribe, Johannes von (:omprender a un perro, adivinar su modo de ser,
Müller' nos ha dado una narración torpe, falsamente .sus apegos, sus maneras.
solemne y pedantesca. Relatos de este tipo se encuen- Para conseguir, si no la comprensión simpática,
tran en el viejo Tschudy ", pero presentados de un :rl menos la reconstitución intuitiva y viviente del
modo mucho más agradable, espontáneo y natural pasado, se ha probado otro método: el que da la
que aquella manera seudoarcaica, artificial y afectada. sensación de vida mediante la intuición, a través de
una imágen precisa y detallada de las circunstancias,
del medio, de las mentalidades, etc.
[Adición marginal en el manuscrito:]
Los historiadores no son más capaces que nosotros
de revivir totalmente el pasado y de presentarlo de [Sigue el texto principal:]
manera plenamente intuitiva y viviente. Como cada ToCa historia de este género, que pretende abarcar
cual, el historiador pertenece a su época, a sus liLrgos pcríodos, o incluso el conjunto de Ia historia
necesidades y a sus intereses, y honra 1o que venera. universal, debe necesariamente renunciar a la repre-
Consideremos, a manera de ejemplo, una época cual- sentación individual de la realidad. Ha de resumirse
quiera: aunque la vida griega presenta multitud de cn abstracciones, no sólo porque le es preciso omitir
aspectos importantes que nos acomodan, resulta numerosos hechos y acontecimientos, sino también
imposible simpatizar con los griegos y sentir comCI porque el pensamiento, el entendimiento, es el más
ellos, incluso sobre cosas de importancia capital. Nos poderoso abreviador. Cuando decimos, por ejemplo,
interesa Atenas, por ejemplo, en grado sumo, como se libró una batalla, se obtuvo una victoria, se puso
patria nobilísima de un pueblo civilizado; también sitio a..., estamos ante representaciones generales
participamos en las hazañas de sus ciudadanos, en que reducen vastos conjuntos a una simple deter-
los peligros que corrieron; y, no obstante, nos es minación destinada a la representación. Cuando se
imposible simpatizar con ellos cuando los vemos rrarra el sitio de Platea, al comienzo de la glrerua
prosternarse ante Zeus y Minerva y atol'nrentarse del Peloponeso, con la huida de parie cte sus hal:i-
con el problema de los sacrificios el dÍa de la batalia lantes, la toma de la ciudad y la matanza de quienes
de Plate&', o cuando nos enfrentamos con la exis- on élla habían perrnanecido, o también la desgra-
tencia de la esclavitud. El inconveniente *cuestión r:iada expedición de los atenienses a Sicilia, no se
de tono, de ambiente- es que no tenemos la capa- hace sino abreviar lo que Tucídides expone con
5 Johannes von Müller (1752-1809), Die GeschicÍ¿te der rnúltiples detalles y el más vivo interés. Pero, ya
Schweizerischen Eidgenossenschalt [Historia de la Confede- Io hemos dicho, toda visión de conjunto debe nece-
ración suizal, Leipzig, 178&1808, 5 vols. Más adeiante se reflere sariamente apoyarse en este tipo d.e representaciones
Hegel a su Historia general (Tubinga, 1810). lcflexivas, y esa visión de conjunto no es menos
6 Aegidius Tschudi (1505-1572), cronista suizo ampliamente
rrccesaria. Naturalmente, tal tipo de relato resulta
utilizado por Johannes von Müller.
7 Batalla contra los persas, en 480. Cf. Ilerodoto, IX, 23.
lirds vez más árido. Nos hartamos de ver cómo
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H <:onduce a una segunda manera de contemplar la
Tito Livio cuenta un centenar de batallas contra lristoria. Se trata de la historia pragmdti,ca, que, en
los volscos contentándose a veces con decir: aEn s rcalidad, carece de nomlore particular, pues su f¡rr
aquel año tuvo lugar una guerra victoriosa contra cs el común a toda historia: dar una imágen des-
los volscos.l Semejante manera de escribir la historia
:rrrollada del pasado y de su vida. La historia no
carece de vida; su forma y eI carácter abstracto de
nos presenta una totalidad viva en la que podríamos
sus representaciones empobrecen el contenido.
l,<lmar parte, sino un mundo reconstruido mediante
Por reacción contra tales procedimientos general- l¿r reflexión, y cuyo espíritu, preocupaciones y civili
mente admitidos, algunos historiadores han intentado
r,nción pertenecen al pasado. Ante él experimentamos
recobrar una cierta vivacidad intuitiva describiendo inmediatamente la necesidad de algo actual, pero
de manera exacta y vívida los rasgos particulares scmejante actualidad no existe en la historia; es el
del pasado e integrándolos, sin reconstitución arbi-
traria, en un cuadro flel y minucioso (Ranke)'. Pero lrunto de vista del entendimiento, la actividad subje-
l,iva, el trabajo del espíritu quien la hace nacer. Los
Ia masa abigarrada de detalles, de intereses mezqui- l'rechos tienen una apariencia gris; pero el fin
nos, de hazañas de soldados y de asuntos privados -el
ICstado, Ia patria-, la manera en que los entendemos,
sin influencia alguna en los intereses políticos no su conexión interna, lo Universal que en ellos reside,
puede ser reducida a unidad e impide reconocer etr
oso es algo permanente, válido en el presente, en el
fin universal. Presentar una serie de rasgos indivi-
duales en las novelas de Walter Scott- y ¡xrsado y para siempre. Cada Estado es un fin para
-como
relacionarlos morosamente en las correspon-
sÍ; debe conservarse en el mundo exterior, y su
dencias y las crónicas- es -como
un procedimiento que rlcsarrollo y su evolución internos constituyen la
nos desvía hacia multitud de casos particulares y scrie necesaria de grados por los que son utilizadas
contingentes, acaso históricamente exactos, pero que, kr racionalidad, la justicia y la consolidación de la
lejos de ilurninar, oscurecen el interés principal. En libertad. Existe un sistema de instituciones: a) la
realidad, se debería dejar a Walter Scott ei cuidaclo t:onstitueión es el propio sistema en cuanto tal; b/ su
de taies reconstituciones pintorescas de las naderías r:ontenido es aquello por 1o que los intereses verda-
y las peculiaridades incÍividuales del pasado. pero rl<-.ros son llevados a la conciencia y traducidos en
l;r, realidad. Cada progreso no es una sirnple conse-
todo etrlo se desvanece cuando se pretende trazar ei
cuadro de los grandes intereses que agitan a los r:rrencia exterior, una necesidaC de la conexión, sino
Estados. Aquí los rasgos deben ser característicos, una necesidad residente en la cosa, misrna, en el
representativos del espíritu del tiempo; y acciones t'oncepta, eü€ es la verdadera cosa. Un Estado
y situaciones políticas han de ser descritas de un nroclerno, la historia del Imperio Romano Germánico,
modo id.óneo, en forma que ponga de relieve su cicrtas personalidades relevantes, grandes aconteci-
I r¡ricntos como la Revolución Francesa, necesidades
interés universal.
b) Este primer tipo de historia reflexiva nos
I

l
irrrportantes... pueden constituir el objeto y el fin
rlr: un historiador, pero son a la vez el fin del pueblo,
8
I

r.l fin de la propia época, y se erigen en punto de


El gran historiador Leopoldo von l?,anke (1795-1886) estaloa
llf'crcncia.
entonces en los comienzos de su earrera.

30 31
-I

ü I
ü

Por abstractas que parezcatr, estas reflexiones prag-


t
?(: llste es el momento de recordar las reflexiones
r.
rrrorales que suelen introducirse en la historia: del
máticas se refieren a la actualidad, y el relato que r:onocimiento de ésta se cree poder sacar una ense-
hace revivir el pasado es a la vez una llamada a la
nrurza moral, y es frecuente emprender el trabajo
vida presente. Del espíritu del escritor depende que I lristórico sólo en vista de tal beneflcio. pero, si bien
tales reflexiones resulten verdaderamente interesantes ii
y animadas. cs cierto que los buenos ejemplos elevar¡ el alma,
t:n especial Ia de la juventud, y conviene utilizarlos
La peor forma de historia pragmática es la menuda
l)rrra la educación moral de los niños, los destinos
I

psicología que se detiene en los móviles de los


personajes históricos y cree hallarlos no en el t rkr los pueblos y de los Estados, sus intereses, condi-
ciones y complicaciones constituyen una esfera muy
concepto, sino en las inclinaciones y pasiones de ol,ra que la de la moral. (Los métodos morales son
esos personajes. Para ella, la cosa misma carece de
poder, de eficacia. Viene después la compilación :rlgo muy sencillo, y para tal enseñanza la historia
lríblica es más que suficiente. En cambio, las abstrac-
moralizante, que, saltando de una época a otra, sazona
<:iones moralizantes de los historiadores no sirven
sus habladurías con reflexiones sacadas de la edifi-
cación cristiana y de la elocuencia parenética. ¡rrrra nada.)
Se recomienda a los reyes, a los polÍticos y a los
'F [Una segunda especie de historia refl,exiva es,
¡lrr;blos instruirse ante todo mediante la experiencia
rlt: la historia. Pero Io que la experiencia y la historia
pues, ia pragmática. Cuando tenemos que vérnoslas
rros enseñan es que pueblos y gobiernos nunca
con el pasado, que ocuparnos de un mundo lejano, el :r¡rrendieron nada de la historia, que jamás han
espíritu alcanza, como recompensa de su esfuerzo, ,l¡rado con arreglo a las máximas que de ella hubierarr
una cierta apertura sobre la realidad actual. Los
acontecimientos son diversos, pero su conexión, lo ¡rodid.o sacarse. Cada época, cada pueblo, se hallan
or.t condiciones tan particulares, constituyen una
universal, su fondo interno, es uno y el mismo. Esto sit,uación tan especial, que sólo en función de esa
es lo que elimina el pasad.o como tal y actualiza el r;ituación única deben decidir; y los grandes carac-
acontecimiento. Las condiciones generales, el encade-
l,cres son precisamente aquél1os que, en cada ocasión,
namiento de las circunstancias, no están ya soterra- lrirn d.ado con la solución apropiada. En el tumulto
dos, como antes, en los hechos particulares, indivi-
duales, sino que pasan también a ser un hecho: no
< kr los acontecimientos del mund.o, una máxima
ricneral sirve de tan poco como el recuerdo de tas
es ya lo particular, sino lo universal, lo que ahora
:;iltraciones análogas que hayan podido prod.ucirse
aparece en la superficie. Sería vano querer elevar
r,rr cl pasado, porque un pálido recuerd,o carece de
hechos puramente individuales a tal universalidad; l'uerza en medio de la tempestad que sopla sobre el
p€ro el ingenio del historiador se mÍde por su capa-
cidad para desarrollar plenamente la conjunción de ¡rrt:sente, no tiene el menor poder sobre el mundo
los hechos. liln'e y vivo de la actualidad. (El elemento que con-
loun& la historia es de naturaleza muy diferente a
l;rs reflexiones sacadas de esa misma historia. Ningún
'r Los corchetes encieman los fragmentos tomados por oyen- ( :r:;o se parece exactamente a otro. Su
tes de Hegel. semejanza

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fortuita no autoriza a creer que lo que ha estado r¡rrt: toclo se halla descrito loajo todos sus aspectos,
bien en un caso podría estarlo igualmente en otro. Licnen sin duda algún valor, pero apenas propor-
Cada pueblo vive su propia situación y para saber lio¡l¿rn más que materiales. Los alernanes nos conten-
1o que es justo en un momento dado no hace ninguna . l:nnos con ello; pero los franceses saben crear con
falta empezar por dirigirse a Ia historia.) A este rrr¡1c'nio una realidad actual y referir el pasado a las
respecto, nada tan insulso como la continua referencia r'oI lcliciones presentes.
a los ejemplos griegos y romanos, a la manera de t: ) La tercera manera de ia historia reflexiva es
los franceses durante la Revolución. Nada hay tan l:r rnanera crítica. Hemos de hablar de elta porque
düerente como la naturaleza de aquellos pueblos y r,on arreglo a sus normas se trata hoy ta historia
la de nuestra época. Johannes von Miiller, en su r,rr Alemania. No se cla la historia misma, sino una
Historia uniuersal, como en su Historia su'i,aa, tenía l¡istoria de la historia, una crítica de las fuentes y
esas mismas intenciones morales y quería ofrecer
nnÍr encuesta sobre su verdad y su credibilidad. Así
a prfncipes, gobiernos y pueblos, y en particular al r,:;l,ii escrita la Histori,a romancr,, de Niebuhr'. Lo
pueblo suizo, tales enseñanzas. Reunió en un reper-
r¡rrc esta empresa tiene y debe tener d-e extraordinario
torio especial máximas y reflexiones y con frecuencia
rr.side no en Ia cosa misma, sino en la ingéniosid.ad.
da, en su correspondencia, el número exacto de las ('on que el autor explota las fuentes. (No hay circuns-
que ha fabricado durante la semana. Esas sentencias
las fue sembrando en sus relatos, pero sólo en l:r'cia de la que no obtenga deducciones en favor de
contados casos logran insertarse en el contexto de l;r <;redibilidad.) Los franceses han dado al género
un modo vivo. Sus reflexiones son muy superficiales, ilumerosos trabajos sólidos y sensatos, pero no han
r ¡rurrid.o presentar este método
1o hacen aburrido y no cuentan seguramente entre crítico como histórico,
lo mejor de su pluma. (Las reflexiones deben ser lirnitándose a formular sus juicios en forma de
r liscrtaciones críticas. Entre nosotros,
concretas.) Para que las reflexiones sean verdaderas esta pretendida
e interesa"ntes, hay que tener sólidamente afianzada :rlt,¡r crítica ha puesto mano en la fiIología en general,
ta intuición de las situaciones, una intuición libre :r:;i como en las obras d.e historia. Aband.onánd.o el
y amplia, así como un sentido profundo de la Idea lr,r'reno de Ia historia, su estudio razonable, se ha
tal como ésta se presenta en la historia. El espí,ritu rl¡ulo libre curso a las representaciones y las combi-
de las leyes, de Montesquieu, obra a la vez sólida y rr¡rr:iones más arbitrarias. Esta alta crltica t¡a acabado
profunda, es un buen ejemplo. ¡ror dejar el campo libre a quimeras fruto d.e una
De ello resulta que toda historia reflexiva puede v¡rna imaginación y desprovistas de todo valor histó-
ser reemplazada por otra. Al ser los materiales se trata de otra manera de proyectar el presente
'ir:o.ol pasado,
accesibles a cualquier escritor, todos pueden fácil- r,¡r sustituyendo los datos históricos por
mente considerarse aptos para ordenarlos y elabo- . i.r't,as invenciones subjetivas cuya popularidad actual
rarlos, haciendo en ellos valer su espíritu como si :;rilo se explica por su temeridad y porque explotan
fuera el de las diversas épocas. Al multiplicarse hasta
la saciedad las historias de ese género, se ha melto " ttrrrthold Georg Niebuhr, Rómiscltp Geschichte, Berlfir, lg11-
a la historiografía descriptiva. Tales obras, en las ilt:t:1, :l vols.

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35
minucias miserables y parecen contradecir Io que Esas diferentes esferas se hallar¡ en estrecho
de decisivo hay en la historia. r:ontacto con eI conjunto de la historia de un pueblo.
d) La última especie de historia reflexiva es la lll problema reside en saber si la conexión con el
historia especiaL A primera vista se presenta como r:onjunto está bien indicada o se busca en vano en
algo fragmentario y parcial, en la med.id.a en que lirs apariencias exteriores. En este ultimo caso, las
destaca un sector particular ejemplo la historia tormas de que tratan esas historias especiales apare-
del arte, del derecho, de la -por
retigión- rompiend.o (:en como particularidades totalmente contingentes
lazos que lo unen a los demás aspectos de la vitatidad de los pueblos. Pero cuando la historia reflexiva se
y de la riqueza de un pueblo. Aunque proceda eleva a puntos de vista generales, hay que subrayar
abstract¿rmentc, esla .t<¡rma de historia, precisamente que si éstos son realmente auténticos, no constituyen
por situarse en un prrnto de vista general, constituye ya tan sólo un hilo conductor externo, un orden
una transición hacia la historia filosóflca. t cxterior, sino el alma misma que gobierna los acon-
Nuestra concepción de la vida de los pueblos com- l;ecimientos y las acciones.
porta más puntos de vista que la de los antiguos
y debe tomar en consideración un número mayor
de fenómenos: las historias del arte, de la religión, ¡ I La historia filosófica]
de la ciencia, de la constitución, del derecho, de la I
I
propiedad, de la navegación, etc., son disciplinas que
corresponden a esos puntos de vista generales. En T ) EI tercer género de historia, la historia fiiosófi-
ca, se relaciona directamente con esta última especie
nuestros días, esta manera de tratar la historia es de historiografía reflexiva. Su punto de vista es igual-
particularmente apreciada y ha cobrado gran auge. mente general, pero no se pliega a una esfera parti-
Las historias del derecho y "de la constitución son cular ni se deja separar abstractamente de los demás
creación de nuestro tiempo. La historia de la consti- puntos de vista. El punto de vista general de la
tución se halla íntimamente ligada a la historia historia filosófica no es abstractamente general, sino
general, por lo que sólo tiene sentido e inteligibilidad concreto y eminentemente actual, porque es el Espí-
en la medida en que se abre a la totalidad del Estado. ritu que mora eternamente consigo mismo e ignora
Da excelentes resultados cuando está sólidamente cl pasado. Semejante a Mercurio, conductor de las
basada y centrada en lo que realmente interesa; pero Irlmas, la Idea es en verdad Io que gufa a los pueblos
no debe perderse en lo inesencial y en las apariencias, y al mundo, y es el Esplritu, su voluntad razonable
como sucede con la Historin del Derecho romano, de y necesaria, quien ha guiado y continúa guiando los
Ifugo'.. A este respecto, la Historia d,el Derecho acontecimientos del mundo. Aprender a conocer al
alemdn, de Eichhorn ", es mucho más rica en conte- Espíritu en su papel de guía: tal es el fin que aquí
nido. nos proponemos.]
r0 Gustav Hug<l (1764.1844) vertió al alemán el ensayo
de #
Gibbon sobre el Derecho romano (Gotinga, l?Bg).
rr Karl Friedrich Eichhorn (1281-1854) es autor de una Histo_ tr
t1

ria del Estado A dcl Dcrecl¿o ulernanes, Gotinga, 1B0B-1BZB. !.

36 37
Segundo esbozo
(I 830)

HISTORIA FILOSOFICA
{

[Curso empezado ei] B-XI-1830.

Señores:

El objeto de estos cursos es la filosofía de la


historia universal.
No necesito decir lo que es historia, historia uni-
versal. Nos basta con la idea que de ella solemos
hacernos, y con la que estamos más o menos de
¿rcuerdo. Pero decir que existe una lilosolía de la
historia universal y que es ella el objeto de nuestro
t:studio, querer considerar lilosólicamente la historia,
sí es algo que puede chocarnos ya desde el título de
.stas lecciones y que parece exigir una explicación o,
rnás bien, una justificación.
Sin embargo, la fitosofía de Ia historia no es sino
lr¡, consideración pensante de ella, y nada nos es tan
imposible como renunciar al pensamiento. porque el
Irombre es un set pensante; en esto se d.istingue del
¡rnimal. Todo lo que es humano, sensación, saber y
t:onocimientos, instinto y voluntad.
*'

l
(llle es humano y no animal- contiene -en la medid.a en
un pensa-
*t rrriento, y ese pensamiento aparece también implicado
i!'
i:l r:¡rda vez que nos ocupamos de ta historia. Esta re-
,"1
i
li:r'encia a la participación universal del pensamiento
.' todo cuanto es humano, y por tanto en la historia,
4l
puede parecer insuficiente, d.ad.a nuestra creencia de lrrl como éste es en filosofía, pues en ella el concepto
que el pensamiento está subordinado al ser y a lo real, r,xtrae esencialmente de sí mismo la materia y el
de que lo tiene por fund.amento y guía. En contra- lontenid,o. A este respecto, y a pesar de los lazos
posición, se atribuye a la filosofía id.eas que le son r1üe establece, Ia historia pragmática mantiene la
propias y que la especulación habría engendrado por rlistinción que hace que el acontecimiento y la auto-
si misma, sin referencia alguna a la realidad. La filo- nomía del pensamiento se opongan entre sí.
sofía, se piensa, aborda la historia con sus ideas; la No obstante, la misma situación se presenta (con
trata como a materia inerte v, €[ vez d.e respetarla independencia de toda ñlosofía) dentro del conoci-
en su ser, la dispone según sus ideas y constru,ge una rrriento histórico cuando se le examina desd.e un
historia a priori. ¡runto de vista su¡rerior. De un lado, vemos en la
Iristoria elementos y condiciones naturales que se
[La historia se refiere a algo que ha pasado. A su lrallan muy alejados del concepto, así como multiples
enfoque parece oponerse el concepto, que se deter- nranifestaciones del arbitrio humano y de la necesidad.
mina esencialmente por sí mismo. Cabe, sin d.uda, cxterior. A todo ello oponemos, por otra parte, el
reurir los hechos de manera que dé la impresión ¡lensamiento de una necesidad superior, de una
de que la historia se desarrolla inmediatamente ante .justicia y de un amor eternos: el fin absoluto que
nosotros. Es cierto, también, que se trata de estable- cs verdad en sí y para sí. Este contraste descansa
cer el encadenamiento de los hechos y descubrir el sobre los elementos abstractos que se presentan en
elemento que llamamos pragmdtico, y por consi- la oposición del Ser natural, sobre la libertad y la
guiente las causas y las razones d.e loJ aconteci- necesidad del concepto. Es ésta una oposición que
mientos. A este fin, cabe pensar, el concepto es nos interesa de diversas maneras y que llama igual-
necesario, sin que el pensamiento conceptual entre rnente nuestra atención en la idea de la historia
por ello en una relación de oposición consigo mismo. rrniversal. Nuestro objetivo es mostrar cómo esta
No obstante, en una consid,eración de este género oposición se halla en sí y para sÍ resuelta en la
lo fundamental son siempre los hechos, y la activid.ad historia universal.l
del concepto se reduce al contenido formal y general
de esos hechos, a la formulación de principios, reglas La única tarea de la historia es la pura comprensión
y máximas. Sólo cuand,o se trata de exfraer d.e la cle 1o que ha sido y Io que es, de acontecimientos y
historia tales deducciones se reconoce la necesidad rrcciones. La historia es verd.adera en la medida en
del pensamiento lógico, pero la justificación d.e esas que se atiene únicamente al dato (pero el dato no
deducciones debe provenir de la e:qreriencia. Lo que cxiste inmediatamente y exige múltiples investigacio-
la filosofía entiende por concepto es algo muy Afe- nes implicadoras del pensamiento) y en la medida
rente: aquf la aprehensión conceptual es la actividad. cn que el acontecimiento constituye su único fin.
del concepto mismo y no la colaboración de una Este fin parece hallarse en contradicción con el
mnteria y una lorma heterogéneas. una fraternización enfoque filosófico. En esta Introducción trataré de
de la forma y de la materia como la que se prod.uce Irclarar tal contradicción y el entredicho en que la
en Ia historia pragmática no satisface al concepto filosofía incurre a causa de las ideas que lleva a
42
43
la historia y de las que se sin¡e para tratarla. Ante I
todo, la cuestión es definir el cardcter general de
la lilosolía de Ia historia unhsersaZ y hacer resaltar las CONCEPTO GENERAL DE LA FILOSOFIA
consecuencias inmediatas que de él resultan" La rela- DE LA HISTORIA
ción entre el pensamiento y el hecho histórico queda-
rá así situada a su verdadera luz. Por tal razón, y
también para no alargar desmesuradamente esta
Introducción nos espera la historia, con
-porque
toda su riquezd-, no habré de refutar y rectificar
el sinnúmero de falsas ideas y reflexiones que corren
o se hallan en trance perpetuo de invención acerca
de los puntos de vista, principios y opiniones refe-
rentes al fin y al interés de la consideración de la
historia, así como a su relación con el concepto y lLa idea de Ia Razónl
con la filosofía. Podemos pasarlas por alto o reeor-
d.arlas alusivamente tan sólo. En lo que se refiere al concepto provisional d.e Ia
lrlosofía de la historia, una cosa querría subrayar:
cl prirner reproche que a la filosofía se dirige es
r.l de abordar la historia con ideas y considerarla
rscgúr esas ideas. Pero la única idea que la filosofía
:rporta es ia muy simple de la Raeón;lla idea de que
Iir Razón gobierna el mundo y que, por consiguiente,
t,¿rmbién Ia historia universal se ha desarrollado de
rrn modo racional..Esta convicción, esta idea, es una
¡rresunción en cuanto a Ia historia como tal, pero
rio 1o es para la filosofía. En ella se dernuestra pot
el conocimiento especulativo que la Razón
¡-rodemos atenernos a este término sin insistir-aquíen la
relación con Dios su sustancia, la potencia infi-
-es de toda vida natural o espi-
nita, la mnterin infi.nita
ritual, y también 7a lorma infinita, la realización d.e
su propio contenido. Es la sustancia, es decir, aquello
por lo que y en lo que toda realidad halla su ser
y su consisüencia. Es la potencin infinita: no es
impotente hasta el punto de no ser más que un
ideal, un simple deber ser, que no existiría en la
realidad, sino que se hallaría no se sabe d.ónd.e, por

44 45
:,rr ¡rropio fin, V en Ia existencia se realiza y desarrolla
ejemplo en Ia cabeza de algunos hombres. Es el r,rr:; potencialidades. El pensamiento d.ebe tomar con-
contmido infinito, todo cuanto es es€nciat y verda- .ir:'cia de esta finalidad de ta Razón. El enfoque
dero, y contiene su propia materia, que da a elaborar de
l:t lilosofía puede parecer paradójico. Si nos dejamos
a su propia actividad. Porque no necesita, como el ¡u'r'irstrar por los malos hábitos
acto finito, de materiales externos y medios dados d.e la opinión, pode_
rrros juzgarlo accidental y arbitrario. pero quien no
para proporcionar a su actividad alimentos y objetos; lronc al pensamiento por única verdad y bien supremo
se nutre de sí misma. Es para sí misma Ia materia r'Írrcc€ del derecho a hacer juicios sobre el modo de
por ella trabajada. Es su propia premisa, y su fin ,'onsideración propio de la filosofía.l
es el fin absoluto. De igual modo, ella misma tealtza
su flnalidad y la hace pasar del interior al exterior A aquellos de ustedes que arin no conocen La
no sólo en eI universo natural, sino también en el lilosofía, les pediría que escuchasen esta exposición
espiritual, en la historia universal. La Idea es lo r;oltre Ia historia universal con fe en la Razón, con
verdadero, lo eterno, la potencia absoluta. Se mani- r,l deseo de conocerla; ,porque no es el d.eseo d.e
fiesta en el mundo, y nada en él se manifiesta que ¡rr:umular saberes, sino el de comprensión racional,
no sea ella, su majestad y su magnificencia: eso es r.l de conocimiento, lo que constituye la necesidad
lo que la filosofla demuestra y lo que aquí suponernos :;rrbjetiva que impulsa al estudio de las ciencias. En
demostrado. rcalid.ad., no debo anticiparme a esa fe. Lo que he
rlicho y diré provisÍonalmente no debe ser consid.e-
[La reflexión filosófica no tiene otro fin que el de urdo siquiera con relación a nuestra ciencia-
eliminar el azar. La contingencia es lo mismo que Ia como-ni una presunción, sino como una visión de
necesidad exterior: una necesidad reducible a causas r:onjunto, como el resultado del estudio que debemos
que no son a su vez sino circunstancias externas. cmprend.er, resultado para mi ya conocido porque
Debemos buscar en la historia un fin universal, Ia (x)nozco ese conjunto. Del estudio de la historia
meta final del mundo, no un fin particular del espíritu rrniversal resulta, pues, y debe resultar que todo en
subjetivo o del sentimiento humano. Debemos apre- .lla ha ocurrid.o racionalmente, que ha sido la marcha
henderlo con la razórt, porque la razón no puede racional y necesaria del Espíritu universal, espíritu
hallar interés en ninguna particular meta finita, sino (lue constituye Ia sustancia de la historia, que es
tan sólo en el fin absoluto. Este fin es un contenido siempre uno e idéntico a sí mismo y que únicamente
que d.a testimonio de sí mismo; todo cuanto puede .xplicita su ser en la vida del universo (el Espíritu
merecer el interés del hombre halla en é1 su funda- ruriversal es el espíritu en general). Esto, como ya
mento. Lo racional es lo que existe en sí y para sí, hemos dicho, debe desprenderse del estudio de Ia
aquello de donde proviene todo cuanto tiene un Iristoria. Pero debemos tomar la historia tal como
valor. Se da en diferentes formas; pero su naturaleza, os; proceder de un modo histórico, empíricamente.
que consiste en ser fin, se manifiesta y se explicita
Flntre otras cosas, no hemos de dejarnos extraviar
con el máximo de claridad en esas figuras multifor- por los historiadores profesionales. Existen, al menos
mes a las que llamamos pueblos.
La Razón descansa en sí misma y lleva en cn Alemania, historiadores que gozan de una gran

46 47
autoridad en 1o que se denomina el estudio de las ¡r'r;Otros a la tazón. Los objetos son estímulos de
fuentes, y que hacen precisamente 1o que reprochan l;r rtflexión. Estamos en el mundo según la manera
a los filósofos, es decir, fantásticas construcciones .n clue lo vemos. Quien aborde el mund.o con un
a pri,ori. Así, es fábula muy extendida la de la exis- r,:;lrrclo de espíritu subjetivo, lo hallará iguat a sí
tencia de un pueblo primordial antiquísimo, ins- ¡rrismo. Pero el inmenso contenid.o de Ia historia
truido directamente por Dios, dotado de una inteli- rrrrivcrsal es y debe ser racional. En el mundo reina
gencia y una sabidurÍa perfectas, conocedor a fondo un¡r todopoderosa voluntad divina, que no es tan
de todas las leyes de la naturaleza y de todas las rlrrlril como para no poder determinar su contenido.
verdades espirituales', o también Ia de la existencia Nrrcstro fin es conocer esa sustancialidad, y para
de pueblos-sacerdotes'. También se habla citar .orrocerla es preciso tomar conciencia de la Razón,
un ejemplo más especial- de una supuesta -por
epopeya No hay que ver con los ojos naturales ni pensar
romarur de la que los historiadores latinos halorÍan ron el entend.imiento finito; hay que mirar con los
, r.ios del concepto, de la tazón, que penetra
extraldo la historia más antigua, etc. Dejemos tales la su-
apriorismos a nuestros espirituales historiadores pro- ¡rr.r'ficie de las cosas y traspasa la apariencia abiga-
fesionales, para quienes nada tienen de insólitos.'; rnrda de los acontecimientos. Se nos dice que al
La primera condición que se nos plantea puede ¡rroced.er así abordamos la historia de un mod.o
enunciarse como la exigencia de cornprender lielmente :r¡rriorístico, V por tanto en sí y para sí malo. para
la historia. Pero lidelidad y co?nprensión son gene- l;r filosofía tales reproches carecen d.e importancia.
ralidades ambiguas. Ni siquiera el historiador ordi- l'.ii pretendemos conocer la sustancia de las cosas,
nario, medio, que pretende ser enteramente receptivo, lr.rnos de abordarlas con la tazón. cierto que debe-
sumiso al dato, es pasivo en su pensamiento: aporta ¡ilOs evitar las reflexiones unilaterales, porque defor-
sus categorías y ve los hechos a través de ellas. nurn la historia y provienen de falsas opiniones
La verdad no reside en la superficie sensible: en :;ubjetivas; pero Ia filosofía no tiene nada que ver
todas las cosas, V eil particular en 1o que se pretende r:on todo ello. En su certidumbre de que la Razón
científico, \a razón no debe dormir y hay que usar ¡lrbierna el mundo, está convencida de que cuanto
de la reflexión. Quien contempla el mundo racional- r;rrcede en la historia corresponde al concepto. No
mente, lo halla racional: hay en esto una determina- l)()ne Ia verdad patas arriba como está hoy de moda
ción mutua. .'tre los filólogos, cuya pretend.ida ingeniosidad no
lrrce otra cosa que invadir la historia con o, prioris.
[Se dice que la finalidad del mundo ha d€ ser l,ln la medida en que presupone la ldea, la fiIosofía
la observación sensible. Hay en esta
obtenida de la lrabaja sin duda con a, prioris, pero está segura de
proposición una parte de verdad; pero para reconocer rrllos, porque tal es la convicción de la Razón.
1o universal, la racionalidad, debemos llevar con El punto de vista de la historia filosófica no es
r¡lrtenido abstractamente de la muttitud de los demás
1 Alusión a las tesis románticas de Schelling y de Schlegel ¡rrrntos de vista generales, ni puede ser comprendido
(ct. infra, capltulo III, sección 2, aEl comienzo de la historiar). si se hace abstracción de ellos. su principio espiritual
z Alusión a las tesis de Niebuhr sobre el gobierno sacerdotal
en Roma. Cf. también K. O. Müller, Los dori.os, 2 vols., 1824.
.s la totalidad de todos los puntos de vista. considera

4B 49
el principio espiritual concreto de ios pueblos y su t,lrr el enunciado de un fin entran en cuenta diversas
historia; no se ocupa de situaciones particulares, sino
del pensamiento universal que opera a través del 'rnsiderá,ciones; frente al fln principal existen otros
:;ct:undarios. Pero si queremos establecer un paralelo
todo y lo constituye. Este universal no pertenece ,'nt,r'e los hechos históricos y los fines del Espíritu,
al mundo de las apariencias contingentes; la masa lrr:rnos de renunciar a todo a lo que es en
de las particularidades debe ser aprehendida aquí :,r interesante- y atenernos a-incluso
lo esencial. EI contenido
como una unidad. El objeto de la historia filosófica r¡rrc de este modo se ofrece a la razón no se deja
es eI objeto más concreto, el que contiene en sí la al mismo denominador que tro obtenido hasta
totalidad de los diversos aspectos de la existencia: '.ciucir
lrrtonces. Se trata de fines que interesan esencial-
el individuo de que ella habla es el Espíritu universal. ¡rrcnte al espíritu y al sentimiento, y cuyo relato
Es este objeto concreto, en su figura concreta y en lx¿sta a sumergirnos en Ia tristeza, la admiración o
su evolución necesaria, el que la filosofía se da como l:r alegría.]
objeto al tratar de la historia. Para la filosofía, el
hecho primero no es el destino, la energía, las pa-
siones de los pueblos V, conjuntamente, el tropel lLas categorías de la conciencia histórica]
informe de los acontecimientos. El hecho primero
es para la filosofía el espíritu mismo de los aconte- No hemos de detenernos aquí en los diferentes
cimientos, eI espíritu que los ha producido, porque y juzgat lo que es o
rnodos de pensar, consicierar
él es el llermes, el conductor de los pueblos. Lo rro importante categorías que surgen
ante
universal a que apunta Ia historia filosófica no debe nosotros- o 1o-primeras
que nos parece serlo en Ia inmensa
ser entendido como un aspecto muy importante urateria que ante nosotros se despliega.
de la vida histórica, junto al cual podrían hallarse
otras determinaciones. Ese universal es lo infinita- [Pero sí hay que recordar brevemente las categorías
mente concreto, eüe contiene todo y está presente lrirjo las que el espectáculo de la historia suele
en todas partes, porque el espíritu está eternamente ¡rresentarse al pensamiento. La primera de ellas
consigo; 1o inflnitamente concreto, para quien el rcsulta de la visión del cambio perpetuo a que se
pasado no existe, pues permanece siempre inalterable hallan sometidos individuos, pueblos y Estados, que
en su fuerza y en su potencia. cxisten un momento, llaman nuestra atención y
Ante todo, la historia ha de ser considerada con rlcsaparecen. Es ésta la categoría del cambio.
el intelecto en general: hay que comprender las A la vista tenemos un inmenso cuadro compuesto
causas y los efectos. Para comprender lo esencial en rlc acontecimientos y acciones, de figuras infinita-
ta historia universal, debe. empezarse por eliminar r¡rcnte variadas, de pueblos, Estad.os e individuos
1o no esencial, y al entendimiento correspond.e poner (trre se suceden sin tregua. Todo cuanto puede
d.e relieve lo importante y significativo. Con arreglo :r.¡rasionar al alma humana, el sentimiento de lo bueno,
a los fines que persigue en su consideración de la Io bello y lo grande, se halla aquí puesto en juego.
historia, el entendimiento distingue lo esencial de lo l'rlr todas partes se apela a fines, se persiguen fines
inesencial. Pero esos flnes pueden ser muy variados. (llle aceptamos y cuyo cumplimiento desea.mos, en
50
51
los que esperamos y tememos. En esos acontecimien- rrrdividual. Conocido es también el símbolo dei Fénix,
tos, en esos incidentes, sentimos la acción y el nrpresentativo de la vida natural que eternamente
sufrimiento de los hombres. Todo nos es familiar rlispone su propia pira y en ella se consume de tal
y en todo tomamos partido. Tan pronto nos atrae la :;rrerte que una vida nueva, rejuvenecida y fresca,
belleza, o la libertad, o incluso la riqueza, como nos :irlrge eternamente de sus cenizas. pero aquÍ se trata
seduce la energía gracias a la cual incluso el vicio :;tilo de una imagen oriental que más conviene a
alcanza a imponerse. Vemos cómo se alza penosa- l¡r vida del cuerpo que a la del espíritu. El Occidente
mente la compacta masa de una obra de interés :rlrorta una idea distinta. El Espíritu reaparece no
general para después, roída por una infinidad de stilo rejuvenecido, sino también más fuerte y más
circunstancias, desaparecer en el polvo. Aquí, un rliáfano. Cierto que se alza contra sí mismo, consume
inmenso despliegue de fuerzas da sólo mezquinos l:r forma que se había dado y se eleva a una forma
resultados, mientras allá causas insignificantes pro- rrueva; pero, al rechazat así la envoltura de su
ducen resultados ingentes. El conjunto es un abiga- cxistencia carnal, Do se limita a adoptar otra. Un
rrado tumulto que nos arrastra y en el que, apenas cspíritu más puro surge de las cenizas de la forma
algo desaparece, otro algo viene a ocupar su sitio. ¡¿nterior. Es ésta la segunda categoría del Espíritu.
El espectáculo del cambio tiene una cara negativa St rejuueneci,mi.múo no supone una simple vuelta a
que provoca nuestra tristeza. Es deprimente saber lrr forma anterior, sino una purificación y una trans-
que tanto esplendor, tanta hermosa vitalidad tuvo I'ormación de sí mismo. En la medida en que resuelve
que perecer, y que avanzamos entre ruinas. Lo más rius problemas, se crea otros nuevos y multiplica la
noble y lo más bello nos fue arrebatado por la rnasa de la materia sobre la que trabaja. El Espíritu
historia; lo arruinaron las pasiones humanas. Todo se expansiona así en la historia en una inagotable
parece vocado a la desaparición, nada permanece. rrrultiplicidad de formas, en las que goza de sí mismo.
Es ésta una melancolía que todo viajero ha tenido I)cro su trabajo intensifica su actividad y lo lleva
ocasión de experimentar. ¿Quién ha visto las ruinas :r, consumirse de nuevo. Cada creación en la que se
de Cartago o de Palmira, de Persépolis o de Roma rcgocijaba pasa a oponérsele como nueva materia
sin reflexionar sobre la caducidad de los imperios r¡ue exige ser trabajada. De este modo, su obra se
y de los hombres, sin sentir dolor por aquella pode- r:onvierte en material que por su esfuerzo ha de
rosa y rica vida pasada? No se trata, como ante la l,ransformar en una obra nueva. Así es como el
tumba de los seres queridos, de un dolor que llora l,lspíritu afirma sus fuerzas en todas direcciones.
Ias pérdidas personales y la caducidad de los fines ( lonocemos éstas por la multiplicidad de las produc-
particulares, sino del dolor desinteresado por la ruina r:lones y las creaciones del Espíritu, quien, en el goce
de una vida humana brillante y civilizada. rlc su actividad, Do ha de habérselas sino consigo
Pero la categoría del cambio tiene también otro rnismo.
aspecto: de la muerte renace una nueva vida.i Es Cierto eüe, ligado a las condiciones naturales
ésta una idea de los orientales, qrfizá" la mayor de nrteriores y exteriores, no sólo encuentra en ellas
las suyas, el supremo pensamiento de su metafísica. :rlrsiáculos y resistencias, sino que a menudo ve
La meüempsícosis la expresa en cuanto a la existencia Ir':rcasar sus esfuerzos. Decae entonces en su misión

52 53
como ser espiritual cuyo fin es su actividad y no su rrulndo. Esta Razón no es aquí la inteligencia en tanto
obra, pero no por ello deja de mostrar que ha sido ,¡rc razón consciente de sí, ni un espíritu en cuanto
eapaz de esa actividad. lrrl, dos cosas que debemos cuidadosamente distin-
Tras estas consideraciones turbadoras, uno se pre- ,irrir. El movimiento del sistema solar tiene lugar con
gunta cuál es el fin de todas esas realidades indivi ;rrreglo a leyes invariables, y estas leyes constituyen
duales. No se agotan en sus fines particulares; todo :,rr razón; pero ni el sol ni los planetas que, siguiendo
debe contribuir a una obra. En la base de este csas leyes, giran a su alrededor, son conscientes de
inmenso sacrificio del Espíritu debe hallarse un fin r,llas. Es eI hombre quien abstrae esas leyes de la
ultimo. La cuestión es saber si, bajo el tumulto rcalidad y las conoce. Esta idea de que la Razón
reinante en la superficie, no se lleva a cabo una cxiste en la naturaleza, de que ésta se halla regida
obra silenciosa y secreta en la que se conservará ¡ror leyes universales invariables, no tiene nada de
toda la fuerza de los fenómenos. Lo que nos preocupa r:hocante si no tenemos en cuenta que en Anaxágoras
es la gran variedad, el contraste de ese contenido. :;c limita a la naturaleza. Es algo a 1o que estamos
Vemos cómo cosas opuestas son veneradas como rrr:ostumbrados y que apenas merece nuestra aten-
sagrad.as y pretenden representar el interés de la r:ión. He mencionado este hecho histórico para r€cor-
época y de los pueblos. Nace así la necesidad de rlrrles que Ia historia nos enseña cómo cosas de
hallar en la ldea la justificación de tal decadencia. cste género, que hoy parecen triviales, no fueron
Esta consideración nos lleva a la tercera categoría, :;iempre evid.entes, y que pensamientos semejantes
a Ia búsqueda de un fin en sí y para sí último. Se lran hecho época en la historia del espíritu humano.
trata de la categoría misma de la Razón, que existe Aristóteles dice de Anaxágoras, padre de esa idea,
en la conciencia como fe en la omnipotencia de la (tue surgió como un hombre lúcido perdido entre
P.azón sobre el mundo. La prueba nos la proporcio- llorrachos 3.
nará precisamente el estudio de la historia, porque La idea de Anaxágoras fue adoptada por Sócrates
ésta no es sino Ia imagen y el acto de la razón.f y por los demás filósofos con excepción de Epicuro,
Me limitaré aquí a recordar dos de las formas <1uien lo atribuía todo al azar; y no tardó en conver-
loajo las que se ha expresado la convicción general lirse en el pensamiento dominante, más tarde veremos
de que la Razón ha reinado y reina en el mundo cn qué religión y en que pueblos. He aquí lo que
al igual que en la historia, porque ellas nos ofrecerán I'latón hace decir a Sócrates (Fedón, 97-B) a propó-
la ocasión de tocar más de cerca el punto más difícil sito del descubrimiento de Anaxágoras de que el
y de indicar lo que ha de seguir. ¡rcnsamiento el pensamiento consciente, sino el
-no
¡rensamiento indeterminado: la Razón a la vez cons-
r:iente e inconsciente- gobierna el mundo: aMe
[La idea antigua de la Razón] rcgocijaba y esperaba haber hallado un maestro que
nre explicaría la naturaleza según la Razón y me
La primera se reflere a un hecho histórico: fue r¡rostraría en cada ser particular el fin particular
el griego Anaxágoras el primero en decir que el nou,s,
la inteligencia en general, o la Razón, gobierna el Aristóteles, LlÍetafísica, 984 10, 15.

54 55
que le es propio, y en el conjunto de los seres el rit'reza de la ciencia fitosófica no
excluyese
fin universal, el Bien que les es común. por nacla :r suposieiones previas, podría yo apelar el a
recurso
del mundo hubiera yo renunciado a esa esperanza. vuestra
f'e en la forma rerigiosa d,e ese plincipio,
Pero crral fue mi decepción cuando, aI teer los escritos
y eilo tanto
rnás cuanto que ra ciencia de que áquí
de Anaxágoras, comprobé que en vez de la Razón trataremos
nos suministrará.la prueba, si ño ¿e Ia uerd,ad,,
no menciona sino causas exteriores como el aire, el rnenos de la eractitud de ese principio, y al
se encargará
éter, el agua, etc.u rle mostrar en concreto que así puráti las
óosas. a
vemos que la insuficiencia que sócrates reprochaba ose principio correspond.e la aerd,ad, de que
a Anaxágoras no se refiere al principio miJmo, sino l'rovidencia, la providencia divina, presiáL ióu una
a la no aplicación de ese principio a la naturaleza urorr-
l,ecimientos der mundo. ¡En erecio] ra práuioerrciu
concreta. Dicho de otro modo, la naturaleza no era rlivina es Ia sabiduría qra, con un poder
aprehendida según ese principio, que permanecÍa reariza sus fines, es decir, realiza et fin
infinito,
último, racionat
:como algo absúracÍo\a naturaleza no era compren- .v absoiuto der mundo; y ra Razón es er pénlamiento
dida como el desarroló de la liazón, como un orden rnismo determin¿índose con toda iibertád:
producido por la Razón en tanto que causa primera. er. nozts.
Pero, con todo, entre esta ley religiosa y
'Quiero, desde ahora, llamar Ia aüención nuestro
de ustedes ¡rrincipio se manifiesta ra misma diferencia,"e inciuso
sobre esta distinción entre una definición, un prin- la misma oposición, eüe la que existe entre
cipio, una verdad que se limita a permanecer en ia de Anaxágoras y ra exigencia d.e sócrates.
la tesis
abstracción o a progresar hacia una determinación Cuu fe es,
r.n efecto-, tan generar e indeterminada
más precisa, y una expricitación concreta. se trata rle Anaxágoras: es le en Ia proaid,enc¿a ia tesis
"o*o
ál general,
de una distinción decisiva a la que con frecuencia v no llega a precisarse y a apricarse aI conjünto de
volveremos, sobre todo at fin de nuestra historia los acontecimientos der mundo. En vez d.e una tar
universal, cuando hablemos de la actualidad política. aplicación, nos contentamos con explicar la historia
por causas tales como las pasiones, la fuerza
de las
Írrmas, la presencia o la ausencia de grandes
hombres;
[La idea cristiana de la providencia] (jausas tan naturales y contingentes
como las que
,Sócrates deproraba en Anaxágoras. permanecemos
He recordado esa primera aparición de Ia idea en
la abstracción y reducimos la idea de la provioencia
de que la Razón gobierna el mund.o, y he mencionad.o rr una generaridad que nos negamos a determinar.
sus insuficiencias, porque esa idea ha hallado su Ahora bien, el elemento d.eterminado q.ru -ü
aplicación completa bajo otra forma, que nos es hace
r¡brar de esta o de aqueila manera es to qüe ilamamos
conocida y de la que estamos convencidos: es la ¡ilan providencial. (El plan es el fin y tós ptanes son
forma de la verdad religiosa, según la cual el mundo I,s medios.) pero, d.ecimos, ese plan Oene precisa-
no se halla entregado a! azar o a causas exteriores rrrent€ permanecer oculto a nueitros ojos
y accidentales, sino que está regid,o por una proui- ¡rresuntuoso querer conocerlo. La ignorancia áe ana-
i, sería
dencia. Decía antes que no quería recurrir a vuestra :<iigoras en cuanto a ra manera en que ra
fe en el principio de Ia Razón. si Ia particular natu- interigencia
:;. ma,flifiesta en ra realid.ad, era naturar: ni é1 ni
ros
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demás griegos pudieron llevar más lejos el pensa- l)ios. Dado que esta cuestión ha dejado de serlo,
miento y la conciencia del pensamiento. No podia lnblaré más bien de la doctrina de la imposibilidad.
aplicar su principio universal a lo concreto para rle conocer a Dios, doctrina que se ha convertido
conocerlo por medio de ese principio. Cuando Sócra- cn prejuicio a pesar de que la Sagrada Escritura
tes dio el primer paso para aprehender, aunque de rros da como deber supremo no sólo el de amar
mod.o subjetivo y unilateral, la unión de lo concreto y rr Dios, sino también el de conocerlo. Se niega así
lo universal, Anaxágoras no fue hostil a semejante Io que también allí se dice de que el espíritu conduce
apticación de su principio. Por el contrario, la fe se rt la verdad, lo conoce todo y penetra incluso en lo
opone al conocimiento del plan providencial y a lrrofundo de la divinidad.
cualquier aplicación de la idea de Providencia a los
grand.es asuntos d.el mundo. Sólo consiente en ello tl,a fe ingenua puede renunciar a un examen más
cuand.o s€ trata de pequeñas cuestiones privadas, :r fond.o y atenerse a la idea general clel gobierno
hasta el punto de que las almas piadosas se creen rlivino dei mundo. Los que asÍ piensan no han d.e
autorizadas a reconocer no sólo los dones de Dios, sufrir reproche por ello, a cond.ición de que no se
sino también los efectos de su Providencia, en ciertos opongan a cualquier otro enfoque. pero esa idea
casos que otros podrían tener por simple fruto del puede también ser considerada de una manera ten-
azar. Cuando un individuo que se hallaba en la rlenciosa, y su proposición general comportar, por
mayor miseria recibe de pronto una ayuda inesperada, su misma generalidad, un sentido negativo que impli-
no debemos afirmar que yerra si da gracias a Dios r:aría que Dios se encuentra a una distancia inacce-
y piensa en El; pero se trata de un fin limitado, sible, más allá de las cosas y del conocimiento
cuyo contenido se reduce a los fines particulares de lumanos. Se obtiene así la libertad de sustraerse a
un ind,ividuo particular. En cambio, en la historia l:rs exigencias de la verdad y de la Razón y se
universal nos enfrentamos con individualidades que consigue plena holgura para abandonarse a las propias
son pueblos, con totalidades que son Estados. Aquí opiniones. En este sentido, la representación de Dios
el pequeño comercio con la Providencia no es ya se reduce a una palabra vacía. Si situamos a Dios
d.e recibo. Aún menos podemos atenernos a Ia fe rnás allá de nuestra conciencia racional, nos halla-
purarnente abstracta y vaga que afirma la existencia remos libres del cuidado de conocer su naturaleza
de una Providencia en general, pero se niega a preci' r,' de reconocer la presencia de la Razón en la historia.
sarla y concretarla. Por el contrario, debemos prestar Se abre así vía libre al juego de las hipótesis arbi-
la más seria atención a lo concreto, porque, en los trarias. La piadosa humildad sabe bien lo que gana
hechos concretos, lo que a nuestros ojos se ofrece con tales renuneias.]
son con frecuencia los caminos mismos de la Provi-
dencia, sus medios y sus manifestaciones históricas; Nuestra proposición ala Razón gobierna y ha
nuestra única tarea será referirlos a su principio. r¡obernado al mundot pued.e, pues, enunciarse en
AI hablar del conocimiento del plan providencial, lorma religiosa y significar que la divina providencia
hice alusión a una cuestión de importancia capital r lomina el mundo. Hubiera podido abstenerme
d.e
en nuestra época: la de la posibilidad de conocer a ;iludir a eilo para evitar el mencionar la cuestión de
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la posibitidad de conocer a Dios. Si no lo he hecho, cn los destinos de los pueblos y de los imperios,
es en parte para mostrar que ambos temas se hallart :t' no debemos consid.erar a Dios demasiado débil
íntimamente ligados y en parte para defender a la r)ara emplear su sabidurÍa en las cosas grand.es..
filosofía, que, sospechosa de mala conciencia respecto si al decir que la sabidurÍa divina no se ejerce en
a las verdades religiosas, se supone que las evita y lodas partes se cree dar prueba de frumitdád, esta
teme mencionarlas. Muy al contrario, en nuestros humildad se refiere no a la sabiduría d.e Dios, sino
días se ha llegado a una situación en que la filosofía rr la materia en que se ejerce. Además, la naturaleza
debe defender el elemento religioso contra una cierta ocupa un rango inferior con respecto a la historia.
forma de teología. La naturaleza es la e>ristencia inconsciente de la rd.ea
ciivina; sólo en el dominio del Espíritu se manifiesta
[A menudo se oye decir que es presuntuoso querer la rdea en su propio eremento y se hace conocible.
conocer el plan de la Providencia. Es ésta una Armados de este concepto de Ia razón, pod.emos
cons€cuencia de la opinión, hoy convertida en axioma, :rbordar sin temor cualquier materia.
de que es imposible conocer a Dios. Cuando la propia La afirmación de que no debemos querer conocer
teología lo duda, hay que refugiarse en Ia filosofía a Dios exige un desarrollo más amplio que el que
si se aspira a ese conocimiento. Se piensa que Ia ¡rodemos darle aquí. pero, en la medida eñ que esta
razón da prueba de jactancia cuando se propone t:uestión está íntimamente ligad.a a nuestro próble*a,
conocer algo. Yo diría más bien que Ia verdadera r:onviene exponer los puntos de vista generales que
humildad consiste en querer conocer y honrar a :r ella se refieren. si Dios no es conoci.ble, el único
Dios en todas las cosas, y en primer lugar en La clorninio en que eI hombre podría todavía hallar
historia. La tradición nos dice que hay que reconocer interés sería el mundo profano, Iimitado y finito.
a Dios en la naturaleza. En efecto, hnbo un tiernpo cierto que el hombre debe necesariamente eniregarse
en que fue moda admirar la sabiduría divina en los :r lo finito; p€ro existe una necesidad más alta, que
animales y en las plantas. Aparentamos conocer a consiste en poder disponer de uq domingo de la
Dios cuando quedamos prendados de admiración ante vida en el que nos elevamos por encimá de los
ciertos productos de la naturaleza o ciertos destinos lrabajos de Ia semana para consagrarnos a ra verd"ad
humanos. Pero si se adrnite que la Providencia se y llevarla a la conciencia.
revela en tales objetos y materias, ¿por qué no Si Dios no ha d.e ser una simple palabra vacía,
también en la historia universal? ¿Acaso porque Ia riebemos reconocer que es bueno y que se comunica
materia parece demasiado amplia? Suele creerse qire con nosotros. En la más antigua poesía griega, los
ta Providencia sóIo es efrcaz en las cosas pequeñas, rlioses aparecen como seres envidiosos qué oáiatt y
a la manera del rico que distribuye sus Limosnas a :Lbaten todo lo que es grande. pero ya Aristóteres
los pobres mientras los tiene bajo su poder. Pero había dicho que los poetas mienten. Dios no puede
es falso creer que la materia de la historia universal 5er envidioso. Decir de Dios que no quiere comtrni-
sea dernasiado vasta para la Providencia.. La sabiduría
divina es la misma en las grandes que en las pequeñas { Hegel se inspira directamente en
San Agustín, De ciaitate
cosas, es igual en las plantas y en los insectos que /)r:i, Iibro V, cap, 2.

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l;r verdád, el contenido espiritual son localizados en
carse a nosotros equivale a atribuirie envidia; pero, .l sentimiento, se les atribuye una forma animal, y
comunicándose a nosotros, Dios nada pierde, 1o r's;lir será entónces incapaz de un contenido espiritual.
mismo que una luz no disminuye en nada cuando t,il sentimiento es la inferior entre las formas en
sirve para enc,ender otra.
Se sostiene que si Dios se comunica es, únicamente,
r¡rrc puede revelarse un contenido cualquiera. En la
rncdida en que un contenido permanece inmerso en
por una parte a Ia naturaleza, y por otra al cotazón,
r.l sentimiento, se halla velado y totalmente indeter-
ál sentimiento del hombre: Dios es para nosotros, rrrinado. Cuanto existe en el sentimiento es entera-
se nos hace accesible, en la conciencia inmediata,
rrrcnte subjetivo y sólo de nranera subjetiva puede
la intuición y eI sentimiento. Ahora bien: intuición r¡rirnifestarse. Si alguien dice: tal es mi sentir, otro
y sentimiento tienen en común el referirse a una licne el mismo derecho a responderle: pero no el
óonciencia que no ha llegado a la reflexión. Debemos
objetar, pues, que el hombre es un ser pensante y rrrío; con lo que nos situamos fuera del terreno
qtó t. distingue del animal por el pensamiento' EI cornún. El sentimiento sólo conserva sus derechos en
:r:;rrntos estrictamente particulares; pero querer de-
hombre se comporta como ser pensante incluso lcnder una causa aflrmando que se trata del sentir
cuand,o no tiene conciencia de ello. Cuando Dios
r:omún de los hombres es empresa que contradice
se revela al hombre, 1o hace como a un ser esencial'
cl punto de vista del sentimiento mismo, porque ese
mente pensante; si se revelase esencialmente a su
sentimiento, pond,ría al hombre a la altura del animai, ¡rrrnto de vista es el de la subjetividad particular.
( irr:rndo un contenido es expresad.o como sentimiento,
desprovisto de toda capacid.ad de reflexión. Pero a r':rda cual se ve red.ucido a su punto de vista subje-
los animales no les atribuimos vida religiosa. De trvo. El que obra según su sentimiento autoriza por
hecho, si el hombre es el único que tiene reiigión es r,llo mismo a otro a ponerle de vuelta y media, pero
porque
-nf no es un animal, sino alguien que piensa' ('()ltserva el derecho de pagarle en la misma moneda:
ñombre se distingue del animal por el pensa- Ios dos, desde su punto de vista, tienen perfecto
miento. Esta trivialid'ad está hoy olvidada' r lcrecho a zaherirse. Si alguien die,e que su religión
Dios es en sí y para sí el Ser eterno, y lo que es r,sl,ii en su sentimiento, otro puede igualmente decla-
en sÍ y para si universal es objeto del pensamiento, r':rr que en el suyo no ha encontrado traza de Dios.
no dei s-entimiento. Evidentemente, cuanto es espiri' Arrrbos tendr¡ín razón. Pero si de esta suerte se
tual, cuanto constituye eI contenido de la conciencia, rlrluce el contenido divino revelación de Dios,
y ante tod.o la religión y la eticidad, debe también ma- l;r relación del hombre con-la
nifestarse en el sentimiento. Pero el sentimiento no
Dios, la existencia de
l)i()s para el hombre- a sólo el sentimiento, se le
es la fuente de la que el hombre saca ese contenido; Irrrrita al punto de vista de la subjetividad particular,
el sentimiento es tan sólo un modo de aparición lcl albedrío, del capricho. De hecho, se vuelve la
de ese contenid.o y representa la peor de sus formas,
r

aquella que eI hombre posee en común con eI arrimal. '.:;t)lrlda a la verdad existente en sí y para sí. Si Ia
rrrrica vía de aproximación es el sentimiento, si no
tó¿o lo que es sustancia debe también manifestarse lxiste ningún conocimiento de Dios y de su contenido,
bajo la forma de sentimiento, pero existen otras :,olo mi capricho subsiste; reina la finitud y se con-
foimas superiores y más dignas. Cuando la eticidad,
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vierte en valor supremo. No sé nada de Dios, luego r,,ligión cristiana se convierte en algo superfluo,
puedo no tomar en serio las restricciones que mi ',rr¡rerado.En la religión cristiana se sabe lo que
relación con Dios debe implicar. r": Dios. Sin duda su contenido se ofrece también al
La verdad es en sí universal, esencial, sustancial, 'r,nl,imiento; y, precisamente porque el sentimiento es
y Io es sólo en y para er pensamiento. pero el espíritu rrrr sentido espiritual, ese contenido es accesible a la
que llamamos Dios- es la Verdad verdadera- rr'¡rresentación; no sólo a la representación sensible,
-Io sustancial,
mente esencialmente individual y subje- ',rrro también a la representación pensante, al órgano
tiva. Es el pensamiento, y er pensamiento es óreadór; ¡rropiamente dicho por el que Dios se relaciona con el
como tal lo hallamos en la historia universal. Todo lrorrlLrre. La religión cristiana es la que ha puesto de
lo demás llamamos verd.adero_ es una r¡r:rrrifiesto a los hombres la naturalezay la esencia d.e
-cuanto
forma particular de esa verdad eterna, que de erta l)ios. En tanto que cristianos, sabemos lo que es Dios;
irradia y sólo en eila encuentra reposo. si nada se l)rr¡rj lfo es ya un desconocid.o. Si seguimos diciendo
sabe de esa verd.ad, se ignora también lo que es r¡rrc lo es, no somos cristianos. La religión cristiana exi-
verdadero, justo y moral. ¡ir' <ie nosotros la humiidad de que ya hemos hablado,
En tales condiciones, ¿cuár es er pran de ra provi- lrrrrrrildad que consiste en conocer a Dios no por
dencia en la historia universal? ¿]Ja llegado el rrosotros mismos, sino por la sabiduría y el conoci-
momento de conocerlo?l Me limitaré por áhora a rnicnto divinos. Los cristianos son iniciados en los
algunas generalidad.es. rrristerios de Dios; por eso nos ha sido dada la
Dios se ha revelad.o en Ia rerigión cristiana, es d.ecir, rl;rve de la historia universal. Se nos ha dado un
se ha dado a conocer al hombre y no es ya algo ''r('r'to conocimiento de la Providencia y de su plan.
oculto, secreto. Esta posibilidad de conocer a Dios llrrir de las principales doctrinas del cristianismo es
nos impone el deber de hacerlo; y la evolución del l;r cle que la Providencia ha dirigido y dirige el
espíritu pensante, cuya base, cuyo punto de partida rrrunclo, y 1o que ocurre en el mundo tiene su lugar
ha sido esa revelación de la esencia d.ivina, de-be des- rlr.l,crminado en eI gobierno divino, le es conforme.
embocar en la aprehensión también mediante el pen- l,ir;t,ir doctrina se opone a la idea del azar y a la
samiento de lo que primero fue dad.o al sentimiento y ,',rrrcepción que reduce la Providencia a un fin limi
a la representación. ¿se hallan maduros los tiempos lrrrlo, por ejemplo el de la conservación del pueblo
para un conocimiento tal? Ello implicaría que lo que irrrlío. Su objeto es el fin último, en sí y para sí
constituye Ia meta úttima d.el universo ha hecho por :rl¡solutarrrente universal. La religión no va más allá
fin, y de manera universalmente válida y conscieñte, rlr. csta, representación general y con su generalidad
su aparición en Ia realidad. ',,' r:ontenta. Pero esta fe general es el punto del
r¡rrr: ilemos de partir para llegar a la filosofía, y en
[La grandeza de la religión cristiana consiste en ¡rrrrl,icular a la filosofía de la historia. Es la fe en
que, con ella, ese tiempo ha llegado: esto es lo que rtuo la historia es el producto de la tazón eterna
hace época de un modo absoruto en ra historia v lrt razón ha determinado sus grandes revoluciones.
universal. Lo revelado es la natutaleza misma de Añadiré que ha llegado de un modo absoluto el
Dios. Si decimos que no sabemos nada de Dios, la tr('rnpo en que esta convicción, esta certidumbre, no

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podrá ya perfiranecer acantonada en la soLa repre- ri, tlr) que sólo apunta a la necesidad y que no hace
sentación, sino que deberá transformarse en objeto :,nro asistir al desarrollo espontáneo del contenido.
del pensamiento, recibir una forma elaborada 5r 'l':rmloién cabrfa decir que el conocimiento no puede
convertirse en un conocimiento, en una ciencia deter- t):rsar por presuntuoso, ya que sólo el conocimiento
minada. La fe no se interesa en el desarrollo del rlr: lo particular le hace distinto de lo que llamamos
contenido, en la inteligencia de la necesidad; esto lr'. Pero esta respuesta es falsa, porque la naturaleza
es cosa del conocimiento. El hecho de que el Espíritu r krl ser espiritual no consiste en ser una abstracción,

se halle en movimiento significa que ese tiempo :;irro url ser vivo, un individuo universal, subjetivo,
debe llegar; la cima del Espíritu, el pensamiento, rlcterminándose en sí y para sí. La naturaleza de
eI concepto, exige lo que le es debido; su esencia l)ios sólo es verdaderamente conocida cuando se
supremarnente universal y esencial es la naturaleza ('onocen sus d.eterminaciones. AsÍ es como eI cristia-
del Espíritu propiamente dicha. rrismo habla de Dios: 1o reconoce como EspÍritu,
La distinción entre fe y saber se ha convertido en v cl Espíritu no es una abstracción, sino el proceso
una oposición trivial. Se cree como algo firmemente (tue pone en sí mismo diferencias absolutas, preci-
establecido que se trata de dos cosas diferentes y :::rmente aquellas que la religión cristiana ha hecho
que, por tanto, no se sabe nada de Dios. Os volverán ('ollocer a los hombres.
la espalda si decís que queréis conocer a Dios y Dios no quiere almas estrechas y cabezas vacías,
exponer ese conocimiento. Pero, en su deternrinación :;ino que exige ser conocido; quiere por hijos a
esencial, tal distinción es algo vacÍo. Lo que yo creo :rr¡uetrlos cuyo espÍritu, pobre en sí, es rico por el
1o conozco igualmente y de ello estoy seguro. En ,'onocimiento de Dios, y que refieren todo valor a
la religión, se cree en Dios y en las doctrinas que .slo solo conocimiento. La historia es el despliegue
explicitan su naturaleza de un modo más preciso; r lc la naturaleza de Dios en un particular elemento

pero todo eso se sabe también y de ello se está rkrterminadc; por eso exige ser objeto de un cono-
seguro. Saber es tener algo como objeto de la propia rirniento también determinado.l
conciencia y estar seguro de ello; y lo mismo ocurre
en la fe. Pero el conocimiento ve también las razones,
la necesidad del contenido que se ha hecho objeto de I ta teodiceal
la conciencia, y que puede ser también el contenido
de la fe; y ello con independencia de la autoridad de la tla llegado la hora de comprender esa rica produc-
Iglesia y del sentimiento, que será siempre algo inme- cirin de la Razón creadora que es la historia universal.
diato. Por otra parte, el conocimiento desarrolla ese l,o que nuestro conocimiento trata de adquirir es
contenido según sus precisas determinaciones. Estas lrr noción de que el fin de la eterna sabiduría se ha
determinaciones deben ser pensadas, para que sean rcrrlizado tanto en el terreno de la naturaleza como
correctamente conocidas y se mantengan en su unidad lrr el del espíritu, real y activo en el mundo. Nuestra
concreta en el interior del concepto. Se habla de la rrrr:clitación será, pues, una teodicea, la justificación
presunción del conocimiento, pero también se hace rkr Dios que Leiloniz ha"bía intentado metafísicamente
notar que no hay por qué escandalizarse de ello, ,r r;u manera y con unas categorías aún indetermi-
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