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CLINICAL FORMS OF FEMALE HOMOSEXUALITY

FORMAS CLÍNICAS DA HOMOSSEXUALIDADE FEMININA

LUJAN IUALE
Lic. en Psicología y Magister en Psicoanálisis (UBA). Docente universitaria (UBA, UCES) Investigadora
UBACyT. Directora del Proyecto: Formas Clínicas de la Homosexualidad Femenina: Histeria,
Perversión y Femineidad (UCES).Autora de Detrás del espejo. Perturbaciones y usos del cuerpo en el
autismo (2011) y de diversas publicaciones científicas. Co-autora de Posiciones perversas en la
infancia (2012) y Sentir de otro modo. Amor, deseo y goce en la homosexualidad femenina (2014).
mlujaniuale@gmail.com
LUCIANO LUTEREAU
Lic. en Psicología, Lic. en Filosofía y Magister en Psicoanálisis (UBA). Docente universitario e
Investigador (UBA, UCES). Autor, entre otros libros, de Lacan y el Barroco, Hacia una estética de la
mirada (2009), La forma especular. Fundamentos fenomenológicos de lo imaginario en Lacan (2012),
Los usos del juego. Estética y clínica (2013) y de diversas publicaciones científicas. Co-autor de
Posiciones perversas en la infancia (2012) y Sentir de otro modo. Amor, deseo y goce en la
homosexualidad femenina (2014).
llutereau@gmail.com
SANTIAGO THOMPSON
Lic. en Psicología y Magister en Psicoanálisis (UBA). Docente universitario (UBA). Investigador
UBACyT. Co-director del Proyecto: Formas Clínicas de la Homosexualidad Femenina: Histeria,
Perversión y Femineidad (UCES). Autor de La sugestión analítica. Construcción de un concepto
freudiano (2011) y de diversas publicaciones científicas. Co-autor de Posiciones perversas en la
infancia (2012) y Sentir de otro modo. Amor, deseo y goce en la homosexualidad femenina (2014).
santiagothompson@gmail.com

Fecha de recepción 12/2013 Fecha de aceptación 3/2014

Resumen
Nos proponemos realizar un abordaje de la llamada “homosexualidad femenina” considerándola no
como un campo homogéneo que respondería a una determinada posición sexuada, sino un término
bajo el cual se pueden hallar modos diversos de asumir la sexuación que exceden a la elección de
objeto. En sentido, distinguimos tres respuestas posibles: la primera, en relación a una modalidad
histérica; la segunda, asociada a la recusación perversa, y una tercera respuesta que apunta a indagar
cómo se presenta lo femenino en la homosexualidad femenina. Las tres modalidades se declinan en
función de su relación al falo: con el falo en la histeria, en desafío al falo en la perversión, y más allá
del falo en la posición propiamente femenina.

Palabras Clave
Homosexualidad femenina – posición subjetiva – sexuación.

Abstract
We pose an approach of the so called “female homosexuality” by considering it not as a homogeneous
field that would respond to a certain sexuated position, but as a term under which we could find several
ways to assume the sexuation, that exceed the election of the object. Thus, we distinguish three
possible responses: the first one, in relation to a hysterical modality. The second one, associated to the
perverse rejection. And the third response aims to investigate how the feminine develops in female
homosexuality. All three modalities are inclined towards their relation to the phallus: with the phallus in
the hysteria, challenging the phallus in the perversion, and beyond the phallus in a female position.
Key words
Female homosexuality – subjective position – sexuation
Resumo
O propósito é realizar uma abordagem da chamada “homossexualidade feminina”, sem considerá-la
como um campo homogêneo que responde a uma determinada posição sexuada, mais como um
termino sob o qual se podem encontrar diversos modos de assumir a sexuação que excedem à eleição
do objeto. Nesta via, se podem distinguir três respostas possíveis: a primeira em relação a uma
modalidade histérica, a segunda associada à recusa perversa e a terceira resposta aponta a indagar
como se presenta o feminino na homossexualidade feminina. As três modalidades declinam-se em
virtude de sua relação com o falo: com o falo na histeria, desafiando ao falo na perversão, e além do
falo na posição propriamente feminina.

Palavras-chave
Homossexualidade feminina- posição subjetiva- sexuação

Introducción
La homosexualidad femenina ha sido un interrogante persistente en el campo psicoanalítico.
Sin embargo, las preguntas que ha despertado han sido poco desarrolladas o demasiado sesgadas. Ya
Freud en “Tres ensayos de teoría sexual” (1905) hacía alusión a “las invertidas”, aseverando que en
ellas las metas sexuales podían ser varias, dando cuenta así de la pluralidad en cuanto a los modos de
satisfacción; y agregaba que “las invertidas activas” solían tener rasgos somáticos y psíquicos viriles.
La elección de objeto estaba sesgada por una particularidad: buscaban objetos con rasgos femeninos.
Por otro lado, señalaba que podía tratarse de una inversión absoluta u ocasional y distinguía diferentes
posiciones subjetivas respecto del mismo fenómeno:
“Los invertidos muestran, además, una conducta diversa en su juicio acerca de la
particularidad de su pulsión sexual. Algunos toman la inversión como algo natural, tal como el normal
considera la orientación de su libido, y defienden con energía su igualdad de derechos respecto de los
normales; otros se sublevan contra el hecho de su inversión y la sienten como una compulsión
patológica” (Freud, 1905, 124-125).

A esta primera aseveración es preciso sumar una segunda: la que distingue posición sexuada de
elección de objeto. En 1920 lo expresa del siguiente modo:

“La bibliografía sobre la homosexualidad no suele distinguir con nitidez suficiente el problema de la
elección de objeto, por un lado, y el del carácter y la actitud sexuales, por el otro, como si la decisión
sobre uno de esos puntos se enlazara necesariamente con la decisión sobre el otro. Pero la
experiencia muestra lo contrario: un hombre con cualidades predominantemente viriles, y que exhiba
también el tipo masculino de vida amorosa, puede, con todo eso, ser un invertido con relación al
objeto, amar sólo a hombres, no a mujeres. Un hombre en cuyo carácter prevalezcan de manera
llamativa las cualidades femeninas, y aun que se porte en el amor como una mujer, en virtud de esa
actitud femenina debería estar destinado al varón como objeto de amor; no obstante, muy a pesar de
eso, puede ser heterosexual y no mostrar hacia el objeto una inversión mayor que una persona normal
media. Lo mismo vale para las mujeres; tampoco en ellas carácter sexual y elección de objeto
coinciden en una relación fija. Por tanto, el misterio de la homosexualidad en modo alguno es tan
simple como se propende a imaginarlo en el uso popular: Un alma femenina, forzada por eso a amar al
varón, instalada para desdicha en un cuerpo masculino; o un alma viril, atraída irresistiblemente por la
mujer, desterrada para su desgracia a un cuerpo femenino.” (Freud, 1920, 162-163).

Nos interesa resaltar aquí el modo en que Freud pone el énfasis en “problematizar” más que en reducir
la cuestión a una entidad única basada en un simple binarismo, complejizando el problema.
Esta misma lógica parece presentarse cuando comenzamos a escuchar en la clínica o en diversos
testimonios mujeres que se presentan como homosexuales. Si bien el término pareciera englobar un
grupo homogéneo, rápidamente es posible recoger una serie de diferencias respecto del modo en el
cual asumen la sexuación, la elección de objeto, la relación al deseo y el goce, así como también el
modo en que conciben el lazo amoroso.
Es a partir de esta encrucijada clínica que comenzamos a pensar la homosexualidad femenina como
una diáspora que reúne bajo ese nombre, posiciones muy diferentes.
Si la sexuación implica la relación peculiar del ser hablante con el Otro sexo, no podemos dejar de
interrogar las particularidades que ésta cobra en un fenómeno tan vasto como la homosexualidad
femenina.
Consideramos que una investigación minuciosa de este tema puede ser de interés no sólo para el
psicoanálisis sino también para los estudios de género, y puede abrir también a intersecciones con
otros campos del saber (estudios sobre nuevas formas de lazo social, neo-parentalidades, etc.) que
conforman temas importantes de discusión en la sociedad actual.
Planteo del problema
Freud entiende la homosexualidad femenina en el marco del complejo de Edipo y en torno a la figura
pregnante del padre. Un ejemplo paradigmático de esta interpretación es el caso de la joven
homosexual, en el cual sitúa el viraje que acontece desde el deseo de recibir un hijo del padre al
cortejo amoroso de la dama.
Por su parte, Lacan dedica tres clases del Seminario 4 a tratar las particularidades de este caso,
pivoteando todo el tiempo entre dos referencias: Dora y la joven homosexual. En ambas pone en el
horizonte una elección de objeto homosexual: en Dora ese lugar lo encarna la señora K.; en la joven
homosexual, la dama de dudosa reputación. Sin embargo, la posición sexuada es diferente en una y
en otra. Lacan no deja pasar la oportunidad para poner el énfasis sobre dos versiones del padre: por
un lado, la del padre impotente de la histérica y, por el otro, la del padre portador de falo y potente de la
joven homosexual, a la cual deja del lado de la “perversión” (entre comillas –dice Lacan– por
sostenerse en una degradación del padre, a quien corre de su función simbólica para dejarlo reducido
al padre imaginario).
Por otro lado, está claro que la relación con la mujer no es la misma. Dora alaba el cuerpo blanco de la
señora K. y no tiene más que palabras amorosas hacia ella en tanto encarna un enigma: ¿qué es ser
una mujer? Y se encuentra dividida entre la identificación viril y lo femenino por excelencia hacia lo cual
se dirige. La histérica está del lado macho de las fórmulas de la sexuación pero para dirigirse al otro
campo, lugar donde se aloja la dimensión de la causa y la ausencia de significante.
En la joven homosexual no hay una pregunta por lo femenino, sino que se dirige a la dama para
demostrarle al padre algo que ella sabe. Tiene la cifra respecto de cómo es posible amar a quien no lo
tiene, parapetándose en una identificación con el padre que le permite detentar el falo como absoluto.
Lacan ubica así que en la vertiente del amor poco importa la satisfacción: incluso cuanto más
inaccesible, más reduplica su apuesta. En este sentido, se afirma que de lo que se trata es del amor
cortés donde la joven en posición viril exalta a la dama, la cual por cierto estaba bastante denigrada en
tanto era una mujer mundana. Es un amor que “apunta muy precisamente a la no satisfacción” (Lacan
1956-57,111). Desde la servidumbre se vuelve devota de la dama, sosteniendo así un amor ideal. De
hecho, en el Seminario 10 la llamará “la caballera de Lesbos” (Lacan 1962-63,123) y sostendrá que
ama como un hombre.
Si en Dora el deseo se estructura en torno al deseo del padre y, desde allí, se dirige a la Sra. K en
tanto enigma de la femineidad; en la joven homosexual lo que se desea “está más allá de la mujer
amada” (Lacan, 1956-57, 112). Lo que se busca es precisamente lo que falta, “es el objeto central de
toda economía libidinal –el falo” (Lacan, 1956-57, 112). Lacan va incluso más lejos al afirmar que en
este caso de lo que se trata es de “la promoción del falo, en cuanto tal, al lugar del a” (Lacan, 1962-63,
126).
Asimismo, en “Ideas directivas para un Congreso sobre homosexualidad femenina”, Lacan dedica un
apartado a la homosexualidad femenina y el amor ideal. Trae una comparación entre la perversión en
el hombre y en la mujer, señalando la ausencia de fetichismo en esta última. Sin embargo, no deja de
enlazar dicha posición perversa con una relación peculiar al falo, que en la joven homosexual veíamos
jugarse en torno al niño real. Por esta vía, Lacan vuelve al amor cortés como aquel que se “jacta de ser
el que da lo que no tiene”. De este modo, formula una crítica a Jones –quien señalaba que la
homosexual elige su objeto incestuoso por encima de su sexo–. Para Lacan no hay un rechazo al
propio sexo, lo que no es aceptado “es que ese objeto solo asuma su sexo a costa de la castración”
(Lacan, 1960, 714). Así afirma, entonces, que en todos los casos de homosexualidad femenina, incluso
en aquellos inconscientes, “es a la femineidad a donde se dirige el interés supremo” (Lacan, 1960,
714). De esta manera, comienza a organizar un cuadro donde el amor se presenta bajo la forma del
amor cortés y el goce se especifica en tanto el sujeto se dedica al “goce de su compañera”. Se destaca
en este artículo, además, la presencia del hombre como “testigo invisible”. Por último, en este apartado
rompe la soldadura con el falo al plantear a la sexualidad femenina como un “goce envuelto en su
propia contigüidad” y que se realiza “a porfía del deseo que la castración libera en el hombre dándole
su significante en el falo” (Lacan, 1960, 714). Deslizamiento curioso entre la homosexualidad femenina
y la sexualidad femenina que habremos de interrogar en esta investigación.
Demos un paso más. El Seminario 20 introduce una lectura novedosa de la sexuación, la cual vuelve a
poner en el centro la función del padre, pero ahora en tanto deseante.
La sexuación implica posicionarse del lado macho o del lado femenino, derivando el ser hablante
posiciones diferentes respecto de lo que se vuelve el Otro sexo respecto del falo; es decir aquello que
es “hetero” por excelencia. De un lado, las cosas se ordenan alrededor del todo como lo que hace
conjunto; del otro rige el no-todo, lo que no hace conjunto. Lacan recurre a los místicos y a las mujeres
para dar cuenta de la presencia de un goce más allá del falo, en conexión directa no ya con el falo
como inscripción de la falta, sino con lo que falta como inscripción. Así hombres y mujeres pueden
tener posiciones diversas: una mujer puede posicionarse virilmente (tal es el caso de la histérica y de
la homosexualidad femenina como perversión); y un hombre, en cambio, puede estar en una posición
femenina (como es el caso de Juan de la Cruz).
Es a partir de aquí que surge un nuevo interrogante. Si la homosexualidad femenina está interesada en
lo femenino y allí a donde se dirige: ¿no es posible pensar un modo de lazo amoroso entre mujeres
que no sea a porfía del hombre, ni desmintiendo la castración? ¿Podemos afirmar un tercer modo de
posicionarse en la homosexualidad femenina donde no se intente provocar un cortocircuito en la
apertura que se abre entre la causa y el significante de la falta en el Otro?
Si seguimos a Lacan en El Atolondradicho (1972) está claro que allí deconstruye la noción de
homosexualidad como aquella elección de objeto sostenida en lo igual, en la medida en que señala
que las mujeres que aman a otras mujeres son en verdad heterosexuales. Dice:
“Llamamos heterosexual, por definición, a lo que ama a las mujeres, cualquiera sea su propio sexo.”
(Lacan 1972, 491).

Estado del arte:


Dividiremos la sistematización del estado del arte en cuatro grandes apartados: aportes
postfreudianos, aportes de autores lacanianos, estudios de género y, por último, publicaciones
recientes.
1.Los posfreudianos y la homosexualidad femenina: conflicto pre edípico e intensidad de la
pulsión oral.
M. Klein (Fleischer, 2009) sitúa la cuestión de la sexualidad femenina en relación con el
operador teórico del complejo de castración. Luego de la separación del pecho materno, dicho objeto
se sustituye por el pene paterno. Este pasaje, en la niña, al mismo tiempo que implica un paso a la
heterosexualidad, supone también una contribución a las tendencias homosexuales en tanto que se
desea un pene propio. Esto suscita la envidia que, para Klein, tiene un carácter erótico expresado en lo
sádico-oral (voracidad) y en lo sádico-anal de los impulsos destructivos. A su vez, el odio dirigido a la
madre genera temor a la retaliación. En este punto, la identificación al padre puede tener como fin
reparar los daños infligidos a la madre.
Por otra parte, Karen Horney (Fleischer, 2008) retoma la cuestión de la envidia del pene, que se
asienta sobre desventajas reales, sostiene que es esta femineidad herida lo que da origen al complejo
de castración. Para esta autora –como para Klein– hay un temprano conocimiento de la vagina, lo cual
permite situar dos sexos de entrada y, por lo tanto, lo masculino y lo femenino cobran cierto carácter
innato. De este modo, heterosexualidad y maternidad son instintivas, y la homosexualidad es una
formación secundaria respecto de las frustraciones del desarrollo de la maternidad.
Entre los autores post-freudianos que han realizado un abordaje más directo y específico respecto de
la homosexualidad femenina, se encuentran los desarrollos de H. Deutsch (1930/1945). Para esta
autora, a diferencia de las anteriormente mencionadas, la mujer debe descubrir la vagina en su propia
persona, debe hacer un pasaje de lo fálico (clítoris) a lo vaginal. Así, el descubrimiento del órgano
femenino queda ligado a un fundamento más biológico, al igual que el masoquismo (Deutsch, 1930),
en tanto las mujeres están más adaptadas al dolor puesto que padecen el parto. Es huyendo
defensivamente de un masoquismo excesivo como la mujer se desviará de su femineidad. Deutsch
sostiene que la homosexualidad femenina es producto de fijaciones pre-edípicas, en el momento en
que la madre tiene mayor protagonismo erótico y narcisista. Es el miedo a la pérdida de la madre lo
que suscita el odio y la culpa en la niña, y frente a las ansiedades que esto despierta se establece la
homosexualidad por identificación al padre. Es decir, utiliza la identificación masculina para reparar el
odio a su madre y se pone al servicio de ella y abandona, de este modo, la rivalidad. La autora toma
once casos que ella misma ha analizado y menciona que hay casos en que la perversión había sido
más manifiesta que en otros.
Planteado de este modo, para H. Deutsch el masoquismo –mientras define una variante perversa en el
hombre– constituye la “esencia” de la femineidad. Por cuanto la homosexualidad femenina es definida
por la intensidad de la pulsión, quedando claramente establecida como una cuestión de grado.
Por último, cabe mencionar los desarrollos de E. Jones (1927), quien también se basa en algunos
casos clínicos para pensar la cuestión de la homosexualidad femenina, ubicándola como la salida del
complejo de Edipo por renuncia a su libido de sujeto, es decir, al propio sexo. El autor sitúa, a partir de
una combinación de un erotismo oral y un sadismo particularmente intensos, dos formas de
homosexualidad según predomine uno u otro factor. Si predomina el erotismo oral, hay un marcado
desinterés por los hombres, pero que goza lo mismo de la femineidad por identificación con una mujer
femenina, a la que se gratifica gracias a un sustituto del pene, esto es, la lengua. El predominio del
sadismo intenso conlleva un interés por los hombres en tanto se desea obtener reconocimiento por los
propios atributos masculinos.
Bergler y otros, publican en 1969 un compilado de textos que intentan dar respuesta a la
homosexualidad femenina. El artículo de Bergler toma cinco casos de homosexualidad sumamente
interesantes. Reúne los casos y afirma que se trataba de “lesbianas activas que habían tenido en su
infancia una experiencia traumática importante. Todas atribuían a estos sucesos traumáticos externos
la causa de su homosexualidad” (Bergler, 1969, 27, cursiva en el original). Bergler sitúa la relativa
importancia que tienen tanto la fantasía como la realidad en la causación de tal tipo de elección y
apunta a cernir “el mecanismo inconsciente decisivo”(Bergler, 1969, 27, cursiva en el original). El autor
pone en la base de la homosexualidad femenina “el impulso instintivo oral y una personalidad de tipo
libidinoso narcisistico” (Bergler, 1969, 59) como requisitos indispensables, junto a la no resuelta
relación pre edípica con la madre. Habla de la homosexualidad como una “perversión”. Sin embargo,
es preciso explorar a fondo los casos dado que las presentaciones no son homogéneas.
Concebida de acuerdo con estas referencias, podría decirse que, en términos generales, la
homosexualidad femenina –para los postfreudianos– es descrita en función de la envidia asociada al
sentimiento de culpa, y en función de ello pensada como desvío o como intensidad de la fijación
pulsional. Esta concepción no delimita un factor cualitativo, sino más bien cuantitativo de aquello que
define a la perversión. En este sentido, la elección de objeto puede tener lugar en las diversas
estructuras clínicas, sin circunscribir la especificidad la perversión como estructura (Cf. Babiszenko-
Lutereau, 2011).
2.La homosexualidad femenina en los autores lacanianos.
Si bien son escasos los textos dedicados a este tema dentro del campo lacaniano, hemos
podido reunir algunas referencias que consideramos pertinentes para la investigación en curso.
Serge André, en su libro La impostura perversa distingue, partir de dos casos clínicos, dos formas de
presentación de la homosexualidad femenina: una ligada a la histeria y la otra a la perversión. Sitúa
como elemento común a ambas presentaciones el hecho de que la homosexualidad femenina implica
siempre la presencia de un potencial tercero masculino a quien le plantea su enigma y su desafío: ¿se
puede amar en verdad a una mujer si se es hombre?
En el primer caso, ubicado del lado del histeria, la homosexualidad se articula con un rechazo a ser
tomada como un puro objeto sexual por los hombres. El encuentro con otra mujer es su modo de
sostener la pregunta sobre la femineidad: ¿qué es ser una mujer? A través de la otra mujer se dirige al
hombre; y su división subjetiva tiene como causa la pregunta por lo que es una mujer y lo que quiere.
Procura así mostrarle al hombre que quiere ser reconocida y amada en su femineidad. Le repugna ser
deseada en la medida en que el deseo del hombre la sitúa en una posición de objeto fantasmático.
Rechaza, entonces, ser tomada como objeto sexual de un fantasma masculino. Su homosexualidad se
sostiene en el hecho de que la función eminente de representarla ante un hombre le corresponde a
otra mujer. Se identifica con la otra mujer, en quien busca el enigma de la femineidad y no el objeto de
su deseo.
La función del amor está aquí en primer plano, como un más allá del deseo que ninguna satisfacción
podría consumir ni reducir. A nivel del goce, la otra mujer encarna una figura ideal a través de la cual la
histérica puede gozar de sí misma por procuración.
En el segundo caso, ligado a una posición perversa, la relación con mujeres es una forma de decir que
se puede prescindir del hombre sin perder nada en lo que al goce se refiere. Supone una identificación
sexual con el hombre (incluso, podríamos decir, con el hombre que no existe). Mientras en el primer
caso hay un rechazo del fantasma masculino, aquí se lo monta por su cuenta. Lo que la lleva a
interesarse en la otra mujer es el goce que puede experimentar y hace experimentar. Quiere sostener
que ella está, en suma, mejor situada que un hombre, signado por la detumescencia, para
experimentar el goce masculino con otra mujer. Se trata de demostrar que está provista, en el plano
sexual, de algo mejor que el pene, y en consecuencia más potente que el macho.
Mientras en la histérica lo que prevalece es una demanda de amor, en la perversión lo que domina la
escena es un imperativo de goce. Para la histérica homosexual, el amor es su condición de consentir
al deseo. Mientras en la perversa la demanda está asociada con un imperativo que aplasta todo
reconocimiento del deseo, su atracción por otra mujer está determinada por el deseo de demostrar su
potencia. Concluye el autor que, entonces, la homosexualidad no puede ser considerada una
estructura, ni siquiera una unidad clínica.
Por otro lado, W. Granoff y F. Perrier, en El problema de la perversión en la mujer (1960) dedican un
capítulo a la mujer homosexual. Entienden allí que la homosexualidad femenina, circunscripta aquí en
una posición perversa, se relaciona con un no poder soportar la frustración relativa al amor por la
madre, que es reencontrada en la partenaire. El padre funcionaría como soporte de una identificación
masculina; sus insignias se utilizarían, en la otra mujer, para reencontrar a la madre por la vía del
amor, a la cual la homosexual se propone como objeto que llena la falta, preferible ante el hombre. Así,
finalmente, la relación con el padre es de desafío, trasunta una pretensión de superioridad respecto del
hombre en materia de amor. El amor por alguien, no por lo que tiene, sino por lo que no tiene, es decir,
el pene simbólico que está en el padre, construye un personaje comprometido con la representación
de la falta de su primer objeto de amor, que ella vuelve a encontrar en su compañera.
Puesto que el hombre no puede dar lo que no ha perdido, y que sólo puede perder aquello a lo cual no
ha renunciado, pues no ha pagado la deuda de la castración, ella -que nunca lo ha tenido- lo dará
mejor que nadie. Así, la presencia del tercero masculino desafiado se hace sentir tanto en el cuidado
que ella aporta a su compañera, dejando en ciertos casos sistemáticamente de lado la búsqueda de su
placer como agente de la relación sexual, como en la asociación más trivial o en el sueño, donde surge
de modo recurrente ya sea el tercero masculino, ya sea un objeto cualquiera que lo signifique.
Allouch articula amor y goce al señalar que en el caso de la joven homosexual, hay un claro rechazo al
goce, en el sentido de un retiro del cuerpo del encuentro con el partenaire; y se pregunta si ese “¿…
rechazo radical equivalía al síntoma?”(Allouch, 2004, 75) Ante la posibilidad del contacto se
presentifica el asco. Cabe preguntarse entonces ¿qué goce es el que se rechaza? Incluso aclara que
allí donde puso el cuerpo, el amor no estaba presente. Afirma además que el amor cobra la forma de
“la perrería” (Allouch, 2004,120). Amar a alguien implicaría, para la joven homosexual, convertirse en
su perro (Allouch, 2004,82)
C. Soler pone el acento en la complejidad de la sexuación, al retomar la distinción freudiana entre
identidad sexuada y elección de objeto, para hacer jugar los términos “homo” y “heterosexaul” a la luz
de la enseñanza de Lacan. La autora destaca que al existir una sola libido el “inconsciente es
homosexual” y agrega que “tal es la maldición que deja el Otro del Sexo forcluído” (Soler 2003, 170).
En este sentido afirma que “por ser el inconsciente homosexual no es lo que decide la elección homo o
hetero. La decisión vuelve, en cada caso, a las contingencias de las respuestas del goce en el
acercamiento erótico” (Soler 2003, 176).
Para Soler la homosexualidad femenina se sostiene en una ética que “le deja lugar al Otro del sexo,
sin eliminar por otra parte un lazo secreto al hombre” (Soler 2004, 176); posición interesante por abrir
otra huella en el camino: no sólo histeria y perversión, sino también otra posición diferente que, sin
rechazar lo que queda del lado macho, aloja la diferencia. No se trata ya de psicopatología sino de
respuestas sexuadas.
En esta misma línea I. Vegh destina un capítulo del libro El abanico de los goces, a la interrogación del
goce femenino. No desarrollaremos aquí la complejidad del texto, simplemente nos interesa ubicar un
punto de encuentro. También este autor retoma la lógica de la sexuación, ubicando que del lado
macho queda lo homo, lo igual, mientras que del otro lado se abre la posibilidad de un goce más allá
del falo. Se pregunta, entonces: ¿en el orgasmo femenino de qué se goza? El gusto universal por el
misterio del goce lésbico es muestra de la pregunta que el órgano ya no vela: ¿de qué gozan? (Cf.
Vegh, 2010, 121).
A partir de la lectura realizada hemos podido circunscribir que la homosexualidad femenina se propone
como una categoría ambigua para la clínica psicoanalítica. Puede ser conceptualizada como: a) un
rasgo perverso-fenoménico en diversas estructuras –siendo que la elección de objeto no indica el tipo
clínico–; o bien, b) como una modalidad de presentación en la vía mostrativa del acting out (entrevisto,
habitualmente, como “perversión transitoria”) –con las dificultades que este hecho plantea para la
consideración diagnóstica–; estas dos alternativas parecen exceptuar una tercera vía que no ha sido
planteada exhaustivamente en la bibliografía reciente de orientación lacaniana: c) los vínculos de la
homosexualidad femenina con la perversión. Asimismo consideramos que habría otra vía poco
explorada: d) la del vínculo entre la homosexualidad en las mujeres y su relación con lo femenino, lo
hetero, lo Otro por excelencia.
3.Estudios de género
S. de Beauvoir, en su ya clásico El segundo sexo (1949), dedica un capítulo a “La Lesbiana”,
donde subraya que “la mujer es un existente a quien se le pide que se haga objeto; en tanto que
sujeto, posee una sensualidad agresiva que no se sacia sobre el cuerpo masculino: de ahí nacen los
conflictos que su erotismo debe superar” (Beauvoir, 1949, 153). De este modo, la homosexualidad de
la mujer es una tentativa, entre otras, para “conciliar su autonomía con la pasividad de su carne”
(Beauvoir 1949, 153). Luego, de Beauvoir agrega que en su sustrato natural toda mujer es
homosexual. El rechazo del varón y su gusto por el cuerpo femenino propio del lesbianismo es
extensible al temor a la penetración, la dominación masculina y cierta repulsión al cuerpo del hombre
de toda adolescente, mientras que el cuerpo femenino es para ella, como para el hombre, un objeto de
deseo.
Desde los estudios de género, Judith Butler trabaja sobre la sujeción a la normativización fálica en el
lesbianismo. Observa que la sexualidad lesbiana está tan construida como cualquier otra forma de
sexualidad dentro de los regímenes sexuales contemporáneos. Por lo tanto, ubica que el falo como
ordenador tiene su lugar en la homosexualidad femenina, pero constituye un sitio ambivalente de
identificación y de deseo que es significativamente diferente del escenario de la heterosexualidad
normativa.
Presenta, entonces, “el falo lesbiano”. Entiende que la idea del falo como ordenador en el lesbianismo
choca con dos cuestionamientos: significa la persistencia del “espíritu heterosexual” y, por lo tanto, la
deshonra de la especificad lesbiana, y significa el carácter insuperable de la heterosexualidad,
constituyendo al lesbianismo como un esfuerzo vano y/o patético por limitar lo auténtico. Por lo que
entra en el discurso sexual lesbiano como una “confesión” transgresora.
Si para Lacan el falo sólo opera velado, Butler se pregunta qué sería lo que está velado y, por lo tanto,
se expone en el intercambio sexual lesbiano en relación con la cuestión del falo. Concluye que se trata
del deseo repudiado, el deseo abyecto, excluido, por la lógica heterosexista y que se repudia
defensivamente mediante el intento de circunscribir una morfología específicamente femenina del
lesbianismo. En cierto sentido, lo develado o expuesto es un deseo que se produce mediante la
prohibición.
El “falo lesbiano” significa un deseo que nunca se libra plenamente de las demandas normativas que
condicionan su posibilidad y que sin embargo busca subvertir. A partir de allí introduce la posibilidad de
una resignificación lesbiana del falo, una relación con el falo que consistiría en una identificación que
inmediatamente se reniega.
4.Trabajos recientes
Un elemento destacable en el relevo bibliográfico inicial, es la escasa cantidad de trabajos recientes de
raigambre lacaniana dedicados a la homosexualidad femenina. Mientras que la femineidad en sí ocupa
variados estudios y disquisiciones teóricas, la homosexualidad femenina parece ser eludida en el
marco de tales estudios.
Tomemos como ejemplo de lo dicho el libro Sexualidad Femenina de 1994, Féminas y la
revista Colofón N° 30, de 2010, titulada “Femineidades”. Se trata de tres publicaciones de la Escuela
de Orientación Lacaniana, que consisten en compilaciones de artículos de diversos autores argentinos
y europeos, que abordan diversas temáticas ligadas a la femineidad.
La revista Colofón N° 30 cuenta con veintiun artículos de diversos autores, ninguno de los cuales toma
como tema principal ni secundario la homosexualidad femenina. Sugestivamente, en su primer párrafo,
las palabras de presentación de la edición, afirman, tomando de modo literal una afirmación de Lacan
citada supra que “se trata del sexo siempre Otro que hace que, estructuralmente, no haya
homosexualidad posible para una mujer” (Miller, J., Testa, Jesús, p. 5).
El libro Féminas data del año 2000, consta de ocho artículos en los que se corrobora la misma
ausencia respecto del abordaje del lesbianismo. En 1994, la misma comunidad analítica
editó Sexualidad femenina con quince artículos de diversos autores y la misma omisión respecto de la
temática. En total, cuarenta y cuatro artículos dedicados a la femineidad, que en su diversidad de
enfoques recortan a la homosexualidad femenina como una ausencia central. Tal grado de
escotomización parece convertir a la homosexualidad femenina un verdadero continente negro dentro
del continente negro que era para Freud la femineidad.
Una revisión de las Memorias de las Jornadas de Investigación de la Facultad de Psicología de los
últimos años nos lleva, si nos remitimos al campo del psicoanálisis, a la misma verificación: la ausencia
de un solo trabajo dedicado a la homosexualidad femenina como problema teórico.
Recientemente, Luciano Lutereau se ha ocupado en dos ocasiones de la homosexualidad femenina.
En “La homosexualidad femenina en el psicoanálisis de J. McDougall” en coautoría con Débora
Babiszenko (Babiszenko,D-Lutereau,L) destacan la originalidad de la aproximación a la cuestión de la
homosexualidad femenina por parte de la psicoanalista francesa. A través de un balance de las
formulaciones de J. McDougall acerca de la homosexualidad femenina, procuran circunscribir la
especificidad de la homosexualidad femenina dentro de una presentación perversa, esto es, qué la
distinguiría de una estructura no-perversa, por un lado; y, por otro lado, qué la distingue de las demás
perversiones. Tal recorrido ubica en McDougall los antecedentes de dos elementos que son propios
del segundo momento de la teorización lacaniana de las perversiones: la referencia a la satisfacción
del partenaire y el saber acerca de la castración.
En el año 2011, en el marco de la Revista Universitaria del Psicoanálisis se realiza una lectura
detallada del artículo freudiano “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”
escrutando los indicios de una perversión estructural. Entiende que puede precisarse una lectura del
artículo sobre la joven homosexual como un caso de estructura perversa, y no sólo como una posición
transitoria o una actuación más o menos prolongada. El hilo conductor de la puesta a prueba de esta
hipótesis se articula con los indicios de la relación del sujeto con el deseo y el goce.
Ambos artículos son los precedentes directos de nuestro trabajo de investigación, que a partir de la
articulación entre lesbianismo y perversión sugerida en ambos trabajos, procura ampliar la perspectiva,
incluyendo a las posiciones lésbicas femenina e histérica.
Marco conceptual:
El marco referencial desde el cual realizaremos la investigación es el psicoanálisis lacaniano.
Definiremos, a continuación, algunos de los términos aquí utilizados con el fin de circunscribir el modo
en que abordaremos el tema.
Homosexualidad femenina. Constituye un término problemático en la medida en que encierra una
aparente homogeneidad: mujeres que eligen como objeto sexual a otra mujer. Sin embargo es el
propósito de esta investigación dar un paso más allá de la elección de objeto e interrogar los modos de
asunción de la posición sexuada; atendiendo a los modos de respuesta al encuentro con la castración,
al modo de entender o vivir el lazo amoroso, la relación al deseo y al propio goce. Entendemos que
bajo el nombre de homosexualidad femenina es preciso distinguir posiciones diversas que hacen a la
heterogeneidad de las presentaciones clínicas. Por otro lado, siguiendo a Lacan en “El
Atolondradicho”, nos permitiremos escribir a la homosexualidad femenina con una tachadura, en la
medida en que las mujeres que se interesan por otras mujeres, no son consideradas por Lacan
homosexuales, sino heterosexuales porque eligen lo diferente respecto de lo fálico. En este sentido
será preciso interrogar qué es lo femenino y de qué modo se juega en la “homosexualidad”.
Posición: En la clase del 16/6/65 correspondiente al Seminario 12, Lacan señala el interés que le había
suscitado trabajar las “posiciones subjetivas del ser” (Lacan, 1965, 160) y aclara que “hay un cierto
número de posiciones subjetivas verdaderamente concretas, a las cuales debemos atender”. Delimita
la noción de posición, a nuestro criterio mucho más rica que la de estructura, a partir de tres
coordenadas precisas: la posición del ser del sujeto; la del ser del saber y la del ser sexuado. El ser
hablante estará afectado entonces por el significante pero también tendrá un cuerpo, de modo tal que,
el efecto sujeto, la relación al saber y el modo en que asume o se tramita la sexuación, configurarán la
posición subjetiva. Finalmente añade a estas tres coordenadas, como cuarto elemento: el objeto a.
En esta investigación tomaremos en consideración tres posiciones que nos permitan hacer una lectura
diferencial dentro de la llamada homosexualidad femenina:
1)La posición histérica: se ordena en torno al amor al padre, y fundamentalmente en torno a la
carencia del padre. Ama en tanto al Otro le falta, su amor es proporcional a la impotencia del padre.
Identificada al hombre y desde una posición viril, la otra mujer se constituye en referencia para formular
la pregunta por la femineidad: ¿Qué es una mujer? Su deseo se ordena alrededor del deseo del Otro,
por eso uno se extravía si se pregunta ¿qué desea la histérica? Tal deseo se aúna a la insatisfacción,
que será retomada en el Seminario 17 por Lacan bajo la forma del goce de la privación. Lacan afirma:
la histérica goza de privarse. En este sentido abre la pregunta y pone a producir saber al Otro, dejando
a resguardo lo que tiene que ver con la verdad.
2)La posición perversa: implica una relación diferente respecto del padre. Sostiene al padre como
potente y el amor es relevado por el desafío al padre. Identificada al varón, se dirige a la mujer para
demostrar que sabe cómo hacerla gozar, más allá de lo que cualquier hombre podría en tanto no está
marcada por la detumescencia del pene. Allí no se trata de deseo sino de imperativo de goce donde la
escena perversa se monta teniendo como destinataria la mirada del hombre como tercero excluido.
3)La posición femenina: va más allá del padre, en la medida en que valiéndose de él, logra prescindir
de éste. Está en relación al falo pero no queda subsumida a la coerción que éste impone en cuanto al
modo de gozar. Requiere posicionarse del lado femenino de las fórmulas de la sexuación para
sostener el lugar de la causa, manteniendo abierta la hiancia entre el falo y el significante de la falta en
el Otro. No implica una relación de desafío respecto del hombre, sino que está sostenida en un lazo
amoroso que no se soporta en el narcisismo, sino en un ética de lo hetero.
El Otro sexo. Lacan diferencia el Otro sexo del fálico. Constituye lo ajeno, lo diferente, lo hetero.
Implica una lógica del no- todo que está en relación estrecha con el significante de la falta en el Otro.
Puede tomarse como ordenador las fórmulas de la sexuación que Lacan desarrolla en el Seminario 20,
donde distingue dos lugares a partir de los cuales es posible asumir la sexuación, independientemente
de la determinación biológica y de la elección de objeto.
mor, deseo y goce. Los tres términos aquí propuestos funcionarán como operadores de lectura de los
materiales clínicos. Lacan en el Seminario 16, los utiliza para dar cuenta de la constitución subjetiva.
Señala que en el encuentro con el Otro, que no es todavía el Otro simbólico, sino el Otro como Otro
cuerpo, es vital considerar el modo en que le fueron ofrecidos al niño “el saber, el goce y el objeto a”
(Lacan 1968-69, 302) Este último introduce tácitamente no solo la dimensión del deseo sino también la
del amor. Aquí el amor no es el amor narcisista de los primeros seminarios, sino que está atravesado
por la falta pero no como pérdida que hay que penar, sino que empieza a esbozarse como un modo de
lazo con el Otro que vivifica el cuerpo. En el texto “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”,
Lacan señala que “sólo el amor hace condescender el goce al deseo” (Lacan, 1960). El amor es
entonces un modo posible de tratamiento del goce. Este último se constituye a partir del encuentro del
viviente con el Otro, encuentro que deja trazas a ser borradas. Esas huellas son efecto de la voz y la
mirada, y son la apoyatura a partir de la cual deviene el objeto a, y la identificación a los primeros S1
que determinan la constitución subjetiva. El goce es la impronta entonces de la voz y la mirada del Otro
en tanto queda reducido a esos objetos, y es en un segundo momento que podrá devenir el Otro de lo
simbólico, Otro fantasmático. En este sentido el goce no es autista, es relacionable, porque hay más
de un cuerpo en juego (Lacan, 1971-72, 221) El deseo será el efecto de esa hiancia irreparable entre
la necesidad y la demanda, entre lo que se pide y lo que se obtiene.
Objetivos
1. Objetivos generales
A partir de este vasto recorrido nos formulamos, entonces, la siguiente pregunta clínica:
¿cuáles son las diferentes posiciones desde las cuales abordarían al Otro sexo las llamadas
homosexuales femeninas?
Objetivo general: delimitar dentro de la llamada homosexualidad femenina, al menos, tres posiciones
diferentes en cuanto al modo de abordar al Otro sexo que permitan dar cuenta de la complejidad del
campo y producir un aporte que no se reduzca a una mera clasificación psicopatológica.

2. Objetivos específicos
1)Rastrear en la bibliografía psicoanalítica los modos en que es abordada la homosexualidad
femenina.
2)Sistematizar los aportes producidos por Freud, Lacan, la escuela inglesa y otros autores lacanianos.
3)Revisar una serie de casos o testimonios publicados que puedan contribuir al esclarecimiento de
nuestra hipótesis.
Hipótesis
Consideramos que la homosexualidad femenina puede abordar al Otro sexo desde tres
posiciones diferentes:
1)Una inscrita del lado de la histeria. La histérica, entonces, sostenida en el lado macho de las
fórmulas de la sexuación, aborda a otra mujer bajo la premisa del saber. Su posición está comandada
por la pregunta: ¿qué es ser una mujer?
2)La segunda, a través de la perversión: se dirige a la mujer para demostrar que sabe cómo
hacerla gozar, más allá de lo que cualquier hombre podría en tanto no está marcada por la
detumescencia del pene. Allí no se trata de deseo sino de imperativo de goce donde la escena
perversa se monta teniendo como destinataria a la mirada del hombre como tercero excluido.
3)La tercera es la que podríamos llamar estrictamente femenina: mujeres que posicionadas del
lado femenino de las fórmulas de la sexuación se vuelven causa de deseo para otras, sosteniendo la
hiancia entre el falo y el significante de la falta en el Otro. No sería a porfía del hombre, sino sostenidas
en un lazo amoroso que no se soporta en el narcisismo, sino en un ética de lo hetero.
Metodología
Esta investigación se propone de tipo exploratoria, dado que el tema a investigar ha sido poco
trabajado. No consideramos que sea preciso partir de una división tajante entre lo empírico y lo
conceptual, por el contrario, adherimos a la idea de que la teoría sin clínica se vuelve especulación o
dogma, y que la clínica sin teoría se torna en un empirismo sin fundamento (Rubistein, 2003, 14)
Partimos de admitir diversos modos de entender la investigación en psicoanálisis que inciden en el
modo en que se construye el objeto de estudio. Hay en nuestro campo un problema epistemológico
que nos atraviesa: No hay “un” psicoanálisis, hay “varios” Es por ello que consideramos significativo el
aporte que hiciera Carlo Ginzburg, al proponer ubicar al psicoanálisis dentro de lo que él llama
“paradigma indiciario”. Este surge como respuesta al paradigma positivista. Nos interesa destacar que
este paradigma indiciario se interesa por la regla, pero no pierde eso que el autor llama “rigor elástico”
(Ginzburg, 1986,163) el cual permite hacer lugar a lo diferente, a lo irrepetible, en definitiva, al
hallazgo. Se soporta en una lectura particular, dirigida por pequeños indicios, los restos de lo
observable a partir de lo cual puede construirse una realidad más compleja. Conjeturamos porque
podemos leer signos, y esas conjeturas habrá que ponerlas a prueba en la clínica misma (Iuale, L,
2008). En este sentido, la construcción del caso sigue la misma lógica: se trata de la construcción que
hace el analista en tanto está incluido por la transferencia en el dispositivo mismo. Adriana Rubistein se
pregunta cómo construir el caso y cómo utilizarlo en el marco de la investigación, sin renunciar a los
principios mismos del psicoanálisis (Rubistein, 2012, 35). Plantea que la construcción del caso no
puede eludir la posición del analista y del deseo que allí se pone en juego. Así la formalización recoge
la experiencia sin subsumirla totalmente. El caso no es el paciente, sino el relato que un analista
realiza a los fines de formalizar una experiencia. Rubistein retoma el espinoso problema de la
legitimación, y para ello vuelve a Freud quien “no procede nunca con protocolos pseudocientíficos e
insiste reiteradamente en que la investigación psicoanalítica no puede prescindir de sus conceptos y
de su método” (Rubistein 2012, 39) La construcción del caso obedece entonces a diferentes modos
que puede cobrar el relato, según los objetivos con los cuales se lo construye (supervisión,
investigación, etc.) Por otro lado Freud no se limitó a considerar casos únicamente a aquellos que
derivaban de su clínica, sino que, por ejemplo, el historial de Schreber le permite presentar un caso a
partir de las Memorias. El trabajo freudiano, como sugiere Bernardi, puede ser considerado en tal
sentido como una investigación clínica, a la cual adscribimos. La clínica es articulación y tensión entre
la práctica y la teoría.
A los fines de situar nuestro trabajo en relación con las categorías en las que se distingue el trabajo de
investigación, lo situaremos dentro del marco de una investigación clínico-conceptual, en el sentido
antes expresado. Ello en función de que nuestro abordaje del caso no acude al uso de distintas
metodologías para estudiar un mismo fenómeno, (grabaciones, Cámara Gesell, entrevistas con fines
de investigación), ni siquiera de transcripciones literales de entrevistas analíticas, sino por una
elaboración escrita de la experiencia por parte del analista a la que denominamos “caso clínico”. El
caso es entonces no una fuente que responde a un objeto, sino el objeto en sí. El nuestro es por lo
tanto un trabajo exploratorio sobre elaboraciones clínicas que no dejan de ser, en última instancia, una
producción específica; la producción de casos clínicos. En tal producción consiste nuestra casuística.
A partir de lo desarrollado anteriormente propondremos, en cuanto a la casuística:
Orientados por la forma en que Freud utilizaba los materiales, no nos limitaremos a los casos
construidos a partir de tratamientos psicoanalíticos. Trabajaremos con casos propios y publicados, así
como también con testimonios publicados de mujeres que se reconocen como homosexuales.
Queremos dejar en claro que no tomaremos estos materiales como una “muestra” para probar tal o
cual supuesto, sino que haremos un uso particular: simplemente ofertar al lector la posibilidad de
encontrar lo diverso, lo que no hace conjunto cerrado. No vamos en este sentido en pos de obtener
ninguna regla a partir de los casos, sino a poner en juego la singularidad de cada uno y extraer
algunas consecuencias. La vigencia de los historiales freudianos demuestra que un caso puede
contener elementos estructurales que eventualmente nos permitan elevarlo al estatuto de paradigma.
En cuanto al material bibliográfico:
Realizaremos una lectura minuciosa de los autores antes nombrados, intentando delimitar el modo en
que han delimitado la homosexualidad femenina. Interrogaremos los textos formulándonos algunas de
las siguientes preguntas:
a) ¿Consideran a la homosexualidad femenina una categoría clínica?
b) ¿La ubican como tal en términos psicopatológicos?
c) ¿Recurren a operadores conceptuales tales como amor, deseo y goce para dar cuenta de la
homosexualidad femenina o toman otros?
d)¿Encontramos recurrencias en el modo en que los autores proponen leer la homosexualidad
femenina, o hay más bien una heterogeneidad de discursos?
f) ¿Hay una teoría en Freud y en Lacan específicamente, referida al tema o son más bien algunas
líneas de trabajo a desarrollar?

Recorrido posible.
1.La pregunta por lo femenino: Freud-postfreudianos- Lacan.
2.Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina: el complejo de Edipo como
ordenador de la lectura.
3.La joven homosexual: la transferencia como concepto articulador.
4.La homosexualidad femenina en los posfreudianos: la hipótesis de la defensa.
5.El abordaje lacaniano de la homosexualidad femenina.
6.Entonces, la homosexualidad femenina: ¿una categoría?
7.Homosexualidad femenina e histeria.
8.La pregunta por la perversión en la mujer.
9.La homosexualidad femenina frente a la lógica del no –todo. Lo hetero en la homosexualidad
femenina.
Buenos Aires, Diciembre de 2013
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