2 LA CIENCIA
El hombre tiene la capacidad de aprender el mundo en que está inmerso mediante la razón.
Ejercitando esta facultad, obtiene ideas o representaciones conceptuales en el mundo que
vive. Estas ideas en fin, al informarle sobre la realidad que le rodea, son la base de su
actuación, por tanto, de su vida en el mundo.
Por último, la ciencia utiliza el método de investigación científico, que es lo que la tipifica
como procedimiento o forma de actuación en la forma de conocimientos que la integran.
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Es también es el fundamento más firme y seguro de la actuación del hombre para el
conocimiento, utilización y dominio del mundo que nos rodea.
Los objetivos fundamentales de la ciencia en relación con su capo de actuación (la realidad de
este mundo), son cuatro: analizar, explicar, prever, o predecir y actuar. El primer objetivo de la
ciencia es sabe cuál es la realidad que elementos la forman y cuáles son sus rasgos. Después de
conocer como es la realidad, su segundo objetivo es explicar, llegar a establecer cómo se
relacionan sus distintas partes y por qué es como es la realidad.
Estos son los objetivos básicos principales de la ciencia. Su consecución la capacita para
alcanzar los otros dos objetivos indicados, que por ellos son derivados o aplicados: la
predicción y la actuación. Por una parte, si la ciencia logra saber cómo es un sector de la
realidad y los factores que la explican, entonces estará en condiciones de prever los
acontecimientos que tendrán lugar en dicho sector de la realidad. Por otra parte, el mismo
conocimiento del cómo y por qué de un sector de la realidad, faculta también para actuar, da
poder para transformar esa realidad e influir en ella en mayor o menor grado.
La ciencia, de hecho, en nuestros días, ha concedido un poder inmenso al hombre. Este poder
es peligroso, ya que puede ser utilizado para el bien o para el mal. De aquí que B. Russell diga
(1969, 219) que “para que la civilización científica sea una buena civilización es necesario que
el aumento de conocimiento vaya acompañado de sabiduría. Entiendo por sabiduría, dice, una
concepción justa de los fines de la vida. Esto es algo que la ciencia por sí misma no proporciona
“, y en lo que, sin duda, nuestra civilización es defectuosa.
Pero los hombre no solo buscan con la ciencia el puro conocimiento de lo que las cosas son, su
realidad, sino que también, juntamente con ello y como su consecuencia, pretenden dominar
esa realidad y hacer que sea útil para el servicio del hombre. Aquí, sin duda esta su fin
intermedio. Juan Pablo II (Disc. 10.11.1979) dice también que la ciencia es necesaria “a la
Humanidad para satisfacer las exigencias justas de la vida y vencer los diferentes males que la
amenazan”. Al cumplimiento de este fin intermedio se orientan los otros dos objetivos de la
ciencia antes señalados: predecir y actuar.
En cuanto a su fin último, la ciencia no se debe quedar en la verdad de las cosas, sino que debe
tender la sabiduría y todo lo que esta representa de justicia y servicio al hombre completo, es
decir, teniendo en cuenta su destino sobrenatural, y de modo especial a dios mismo. Decía juan
pablo II (Disc. 8.5.1983): “en una palabra nuestra ciencia debe expandirse en sabiduría, es
decir, convertirse en crecimiento del hombre y del hombre entero; abrid ampliamente vuestras
mentes y vuestros corazones a los imperativos del mundo de hoy, que aspira la justicia y a la
dignidad fundadas sobre la verdad. Y vosotros mismos estad disponibles para la búsqueda de
todo lo verdadero, convencidos de que las realidades del espíritu forman parte de lo real y de
la verdad integral”.
ESTA noción estricta de ciencia plantea la cuestión de si la filosofía y la teología quedan fuera
totalmente del campo científico.
Esta duda se funda respecto a la filosofía, porque si bien esta se ocupa de problemas últimos
referentes a las realidades de este mundo (de su esencia, causas, origen y fin último), se trata
de temas tan abstractos que trascienden lo real y no son susceptibles del contraste empírico
propio de la ciencia estricta. ….
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Respecto a la teología, la cuestión es distinta, según se le considere como doctrina rebelada o
más propiamente como comprensión racional de la fe.
Es obvio que la revelación, es en cuanto conocimiento de las cosas divinas revelado por Dios,
cae fuera del campo de la ciencia por su origen divino y no humano y por su justificación, que
es el mismo Dios que, por definición, todo lo sabe y no puede engañarse ni engañarnos.
Por todo ello es indudable que existe una distinción entre las ciencias empíricas y la filosofía y
la teología basada en que las teorías e hipótesis de dichas ciencias son contrastables y
refutables empíricamente, pero no las de la filósofa y la teología.
Sin embargo, del mismo modo que no se discute hoy el carácter científico de la ciencia formal:
la lógica y las matemáticas, a pesar de que se ocupan no de realidades físicas observables sino
de realidades ideales: los números y los conceptos: juicios y razonamientos y de que tampoco
viene vigencia en ellas la prueba empírica de las ciencias reales, sino q esta prueba la
encuentran en sí mismas, en la corrección formal de sus operaciones, es decir, en la
consistencia de las mismas con las reglas matemáticas y lógicas, tampoco se debe discutir el de
la filosofía y la teología positiva.
Ambas se ocupan de problemas que tiene una manifestación empírica según se ha indicado y
aunque estos problemas no sean contrastables ni refutables empíricamente en ultimo termino,
sin embargo, como subraya K. R. Popper (1983, p. 245) “si consideramos una teoría como una
solución propuesta a un conjunto de problemas, entonces la teoría se presta inmediatamente a
la discusión critica, aunque no sea empírica ni refutable. Pues en tal caso podemos plantear
cuestiones tales como: ¿resuelve el problema?, ¿lo resuelve mejor que otras teorías?, ¿ha
desplazado simplemente el problema?, ¿es simple la solución?, ¿es fecunda?, ¿contradice a
otras teorías filosóficas que son necesarias para resolver otros problemas?”.
Por ejemplo, tanto la misma existencia de Dios como su inexistencia no son contrastables ni
refutables empíricamente; sin embargo si se puede discutir racionalmente ambos supuestos y
discernir cual de ellas es más razonable. A este respecto, H. Kung en su obra La existencia de
Dios (Ed. Guadarrama) demuestra que el mundo y el hombre encuentran su explicación última
en la existencia de Dios, sin la cual su única justificación es la no explicación o el absurdo.