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había de pintar con los mismos colores en la biblioteca de Jiquilpan, el coterráneo


de Azuela, José Clemente Orozco 14 .
Insistiendo en los rasgos épicos del estilo de Los de abajo, igual que en La Jlíada,
abundan los símiles. De acuerdo con el carácter rural del libro, la mayoría de ellos se
basan en animales, pájaros, insectos y fenómenos de la naturaleza. Aunque casi to-
dos son relativamente sencillos, la repetición de algunos de ellos constituye otro re-
. fuerzo estructural del carácter épico de la novela. Los cinco símiles a base de perros
(pp. 6, 16, 75, 91, 126), además de su valor intrínseco, sirven para evocar constante-
mente la escena inicial de la muerte de «Palomo» y para presagiar la muerte de los
revolucionarios. De la misma manera, el símil final del pórtico de vieja catedral CÚSPIDES INACCESIBLES
(p. 140) se prepara con la sierra de gala para las nupcias (p. 138), «Una verdad
como un templo» (p. 42) y «los demás federales permanecían inmóviles, como bajo- Mónica Mansour
rrelieves de las peñas» (p. 11).
Las frecuentes alusiones a las peñas (pp. 11, 46), a los crestones (p. 18), a los pi-
cachos (p. 37), a las cimas (p. 34), a los cerros (pp. 131, 138) también desempeñan Los de abajo de Mariano Azuela ha sido calificada como una novela de la Revolución
una doble función. Como motivos recurrentes, refuerzan la estructura, pero tam- y también como una revolución en la novela 1• Ambos calificativos pueden conside-
bién, junto con frases como «la oscuridad impenetrable de la noche» (p. 4) y «los rarse adecuados: el texto es una especie de testimonio crítico de algunos aspectos
horizontes dilatados, la inmensidad del cielo» (p. 48), le dan a la novela un tono del proceso revolucionario mexicano y, a la vez, representa una innovación de la es-
grandioso propio de una epopeya. No cabe duda que a veces los hombres quedan tructura y el lenguaje respecto de la novelística anterior.
empequeñecidos frente a la grandiosidad de la naturaleza, pero a lo largo y sobre Los de abajo es una novela extraña y distinta para su época. Tiene personajes
todo, gracias a las varias subidas de Demetrio, el efecto final es de identificación con cuyas experiencias son relatadas en general cronológicamente por ellos mismos o
lo grandioso. por un narrador, quien de paso expresa sus opiniones y juicios; tiene un desarrollo
Si bien es cierto que autores más jóvenes que Azuela como Gabriel García Már- -también básicamente cronológico- de tiempos que abarcan cerca de dos años y su
quez y Carlos Fuentes, para citar a sólo dos, piensan en términos de una epopeya no correspondiente desarrollo de los espacios que recorren y ocupan los personajes.
solamente nacional sino también universal -Cien años de soledady La muerte de Arte- Sin embargo, esta novela no tiene propiamente un argumento, de acuerdo con el
mio Cruz-, esto no significa que el valor de una buena novela telúrica quede más li- concepto tradicional de un texto narrativo. La transformación de los personajes no
mitado. La mexicanidad de Los de abajo es obvia, pero la lucha de un grupo de hom- ocurre como consecuencia de uno o más hechos específicos, ni dirigen hacia una
bres relativamente primitivos para asegurar su posición en la vida no difiere básica- meta conocida (por ellos mismos, por el narrador o por el lector). Precisamente el
mente de las búsquedas de un Horacio Oliveira de Julio Cortázar. Cada novela no hilo conductor del texto es el desconocimiento de esa meta. En otras palabras, los
debe juzgarse a priori por su tema ni por su tipo de estilo, sino por su calidad gene- personajes pelean una batalla tras otra, arriesgando la vida, pero no saben por qué
ral. En el caso de Los de abajo, se trata de una obra excelente cuya estructura y cuyo sus enemigos lo son ni qué ocurrirá si se logra el triunfo. Los de abajo, pues, es una
estilo concuerdan muy bien con el ambiente caótico de la Revolución, pero de ahí a novela sobre la Revolución mexicana porque narra una parte del proceso revolucio-
afirmar que el libro no es más que una serie de cuadros súeltos, que no es una novela nario, y al mismo tiempo es un cuestionamiento de ese proceso en tanto que «revo-
bien estructurada y que no sigue un plan premeditado son equivocaciones que ya lución» o cambio de circunstancias.
no se deben repetir. Igual que La Ilzáda y el Poema del Mzó Cid, Los de abajo es una Es notable que Azuela manifieste su escepticismo tan pronto, como si la derrota
epopeya nacional. de Villa hubiese representado el caos explícito que vendría después entre los distin-
tos dirigentes, todos supuestamente revolucionarios, y que marcaría la historia del
país hasta nuestros días. En una conferencia explicativa de su novela, el mismo
Azuela se apropia de una expresión del personaje Alberto Solís para definir la lucha
revolucionaria 2 :
14
En su Breve historia de la novela mexicana, Rojas Garcidueñas compara toda la novela "ª esos gru-
pos o series de murales enérgicos ... en los frescos de Diego Rivera y de José Clemente Orozco ... » (p. 97). 1 Sobre los distintos juicios críticos respecto de Los de abajo, cf. J. Ruffinelli, «La recepción crítica de
Para un estudio más detallado de estas correspondencias, véase Enrique Pupo-Wall<.er, «Los de abajo y la Los de abajo•, aquí mismo, y Víctor Díaz Arciniega, «Mariano Azuela y Los de abajo: entre "ser" y "represen-
pintura de Orozco: un caso de correspondencias estéticas», Cuadernos Americanos, 154 (dic. de 1967), .tar"• en Investigación humanística, 3, otoño 1987, Universidad Autónoma Metropolitana, México, pp. 117-
pp. 236-254, aunque no señala el predominio tanto en la novela como en los frescos de Jiquilpan de lo 141.
rojo, lo blanco y lo negro. 2 Cf. M. Azuela, «Los de abajo», conferencia dictada en El Colegio Nacional, en el Dossier del presente
volumen.

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revolución es el huracán, y el hombre que se entrega a ella no es ya el hombre, es la dad lo que es la Revolución; sólo sabe que los federales (de Huerta) apoyan al caci-
miserable hoja seca arrebatada por el vendaval... (l-XVIII) 3 .
que.
Durante la primera batalla, aunque triunfa la gente de Demetrio, resultan dos
imagen del revolucionario que no puede ser controlado por sus muertos y Demetrio queda herido. Esto lleva al grupo a una ranchería en donde to-
participantes se mantiene hasta el final del libro, cuando Demetrio echa una piedra dos los habitantes que se presentan en primer plano son mujeres. Allí son bien reci-
al barranco y dice: ccMira esa piedra cómo ya no se para... » (3-VI). · bidos, puesto que la gente de la ranchería odia a los federales por ladrones y abusi-
Por otra parte, es interesante señalar que, si bien Azuela ya había escrito otras vos y depositan todas sus esperanzas en los revolucionarios.
y Los de como un texto del mismo género, en la primera Es también en ese momento (1-V) cuando aparece un nuevo personaje, esencial
edicion habia anadido el subtitulo de ccCuadros y escenas de la revolución actual». como punto de comparación y contraste, a unirse. a Demetrio Macías: Luis Cervan-
Eso tiene que ver con que la novela fue publicada originalmente en forma de fas- tes. Este es un «Curro», un muchacho que ha estudiado medicina y ha practicado pe-
cículos, por lo que, aparte de la estructura unitaria de la novela, cada capítulo consta riodismo, un personaje urbano de clase media que anteriormente había sido anti-
de una pequeña narración con principio y final y es un cccuadro» o una ccescena» 4 . rrevolucionario: Este personaje al principio es el modelo del conocimiento teórico
Pero para la edición de 1920, el autor corrige la primera versión, teniendo en cuenta de la Revolución, que se contrapone constantemente a la práctica de los campesinos
el género de novela, y elimina partes o agrega capítulos hasta conformar la estruc- que luchan. Su lenguaje -como luego veremos- es absolutamente distinto, pero
tura (tan matemática) de tres partes de veintiuno, catorce y siete capítulos, también lo son sus ideas y sus actitudes frente a las circunstancias.
respectivamente. A partir de la aparición de Luis Cervantes, y hasta el final de la novela, se plantea
En este trabajo analizaremos los elementos de la novela, con el fin de deslindar lo que será el hilo conductor del texto: el grado de conciencia de la causa de la Revo-
l?s distintos tipos de innovaciones literarias que introduce y los recursos que ana- lución, el motivo y la meta de las batallas y muertes. Cervantes habla de abstraccio-
liza. A partir de ello, intentaremos dilucidar en la medida de lo posible la polémica nes, mientras que el resto de los personajes lo escuchan con admiración y total des-
que el texto ha suscitado desde su primera edición, respecto de su postura ideoló- concierto. Por ejemplo:
gica: Los de abajo les un texto reaccionario o revolucionado? :_Correligionario, mi jefe ..., es decir, que persigo los mismos ideales y defiendo la
misma causa que ustedes defienden.
Demetrio sonrió:
-¿Pos cuál causa defendemos nosotros? ... (1-V).
Trama
-La revolución beneficia al pobre, al ignorante, al que toda su vida ha sido esclavo,
a los infelices que ni siquiera saben que si lo son es porque el rico convierte en oro las
Demetrio Macías es el centro de la novela, personaje principal a quien se unen
lágrimas, el sudor y la sangre de los pobres ...
los demás -hombres y mujeres-, dirigentes en la lucha y en la toma de decisiones y -iBah!..., ¿y eso es como a modo de qué? ... ( ... )
el punto central de la atención del narrador, así como del lector. La novela -temáti- -Yo he querido pelear por la causa santa de los desventurados ... (1-VII).
circular- comienza con la separación de Demetrio de su mujer y su hijo ha-
cia el barranco, donde se une con sus amigos para la primera batalla del libro. Los -(... ) Somos elementos de un gran movimiento social que tiene que concluir por el
dos capítulos de la novela repiten, con algunas variantes que luego veremos, engrandecimiento de nuestra patria. Somos instrumentos del destino para la reivindi-
estas mismas escenas para describir la última batalla de Demetrio Macías casi dos cación de los sagrados derechos del pueblo. No peleamos por derrocar a un asesino
años después. miserable, sino contra la tiranía misma. Eso es lo que se llama luchar por principios, te-
Demetrio tiene un enemigo fuerte, el cacique de la zona, don Mónico. Demetrio ner ideales (1-XIII).
le ha escupido en público y don Mónico se quiere vengar por medio de los soldados Luis Cervantes brindó «por el triunfo de nuestra causa, que es el triunfo sublime de
federales, acusándolo de maderista. Así, pues, las circunstancias convierten a Deme- la Justicia; porque pronto veamos realizados los ideales de redención de este nuestro
trio en enemigo de los federales. Aquí empieza la novela; los antecedentes se narran pueblo sufrido y noble, y sean ahora los mismos hombres que han regado con su pro-
en un relato insertado después (1-XIII). De tal manera, Demetrio no sabe en reali- pia sangre la tierra los que cosechan los frutos que legítimamente les· pertenecen»
(1-XVlll).
3
. Las citas de de a edición; para mayor facilidad, las referencias de las -( ...) nosotros peleamos en defensa de los sagrados derechos del pueblo, pisotea-
se dan :orno sigue: el arab.igo designa la «parte» y el romano el «capítulo» (N. del C.].
Extranamente, los fasc1culos publicados en El Paso del Norte no coinciden con la subdivisión en dos por el vil cacique ... (2-Vl).
capítulos Ymuchas se cortan a la mitad de una frase o de una palabra. Sobre la génesis de la novela,
cf. M. Azuela, op. czt., S. Robe, «La génesis de Los de abajo», aquí mismo. Pero ni con todas esas abstracciones y discursos sobre «el pueblo» y sus «sagra-
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d.os de.rechos» entienden los revolucionarios el funcionamiento de la lucha revolu- nio de 1914- con la condecoración de Demetrio como general, debido a su partici-
c10nana. Demetrio mismo dice: «La verdad, yo no entiendo estas políticas ... » pación en la toma de Zacatecas desde el cerro de la Bufa. Aparentemente están otra
(2-XIII), .aun cuando ya es general y debe tomar decisiones frente a las nuevas cir- vez en Fresnillo. Entre los capítulos I y II no se especifica continuidad, pero no hay
cunstancias: más de unos días de distancia. Los capítulos II, III y IV son continuos y después se
da otra elipsis temporal; del V al Vill también hay continuidad con una pequeña re-
-Bien, ly de parte de quién se va a poner? trovisión (jlashbaclr) de un día en el VII. No se sabe cuánto tiempo hay entre las dos
Demetrio, muy perplejo, se llevó las manos a los cabellos y se rascó breves instan- partes del capítulo VIII, ni entre el VIII y el IX, ni entre X y XI. Al final de la segunda
tes.
parte también hay una elipsis temporal mientras Demetrio y sus amigos más cerca-
-Mire, a mí no me haga preguntas, que no soy escuelante ... La aguilita que traigo en
el sombrero me la ... Bueno, pos ya sabe que no más me dice: «Demetrio, haces
nos están en Aguas calientes (la Convención de Aguascalientes se llevó a cabo el 1O
esto y esto ... 1y se acabo el cuento!» (2-XIV). de octubre de 1914).
La tercera parte de la novela comienza poco después de mayo de 1915 y abarca
Durante la primera parte, los enemigos son claramente los federales. Pero unos días: el camino de la sierra, pasando por J uchipila, hasta Limón y nuevamente
triunfai;i los revolucionarios, los enemigos son los orozquistas 5, los carran- al barranco del principio. Esta tercera parte, al contrario del resto de la novela tiene
cistas, los «catrmes». Y el enemigo cercano y permanente son los caciques. pocas indicaciones temporales (que habían sido en general respecto de la hora del
día), con excepción de la fecha de la carta de Cervantes a Venancio, y los cálculos re-
trospectivos: hace un año de la toma de Zacatecas, hace casi dos años que se ausentó
Tiempo y espacio Demetrio de su casa.
El desarrollo temporal de la novela es cronol6gico, y las pocas retrovisiones -los
La novela Los de ab<Jo transcurre a lo largo de casi dos años. La primera parte na- antecedentes de los personajes relatados a Cervantes o entre sí (yo robé, yo maté)-
alrededor de un ano; la segunda. alrededor de cuatro meses; la tercera. unos no tienen mayor interés estructural en este aspecto.
dias. Mucho más interesante es la recurrencia que desemboca en la circularidad de la
La primera parte abarca desde alrededor de mediados de 1913 hasta la toma de novela. En el capítulo Xill de la primera parte, Demetrio cuenta a Cervantes las cir-
Zacatecas en junio de 1914. Pero el tiempo no está distribuido equitativamente en- cunstancias que lo hicieron convertirse en revolucionario y nos remite así al inicio
l?s veintiún capítulos. La estructura temporal de la novela se adecúa al subtítulo de la novela. Pero en su relato menciona la tienda de Primitivo López, que vuelve a
ongmal «Cuadros y escenas de la revolución actual», así como la distribución en el aparecer cuando Demetrio regresa con su gente a Moyahua para vengarse del caci-
espacio gráfico. Cada capítul? narra un día o un pedazo de día con un episodio com- que don Mónico (2-VIII). Otro regreso se da en el capítulo 2-VII, cuando Demetrio
pleto,. con muy pocas excepc10nes (como 1-X). Algunas veces hay una continuidad acepta la oferta de Cervantes de regresar a la ranchería -escenario de los capítulos
de un capítulo al siguiente, pero las elipsis temporales y los cam- IV a XV de la primera parte- para traerle a Camila, cuando poco antes (2-V) Deme-
b10s de espac10 suelen aprovechar las divisiones del espacio gráfico. Así, por ejem- trio había estado pensando en su mujer y su hijo, de quienes se separó en Limón.
plo, dos un día y medio, el ill dura unas horas que se Esto último sucede en el capítulo 2-X.
contmuan hasta el IV, los sigmentes once y medio abarcan aproximadamente tres Algunas acciones de los personajes, en las que De111etrio no puede hacer justicia,
semanas y otros dos capítulos y medio abarcan dos días. Sin embargo, en el capítulo se nos comunican después de que ocurren a través de diálogos entre los personajes;
XII Anastasio le ?ic.e a Cervantes que lleva ya ocho meses en la lucha. En el capítulo por ejemplo, el desenlace de un incidente del capítulo 2-IX está en el 2-XI y del 2-XI
XV se. da una elipsis temporal y en el XVIII, cuando Demetrio y su gente llegan a en el 2-XII, pero nosotros nos enteramos al mismo tiempo que Demetrio.
nos enteramos que ha? transcurrido dos meses a partir del capítulo V La recurrencia espacial en la novela es constante, dado que los personajes se
(segun le.comumca a Sohs ). Entre el capítulo XVIII y el XIX de la primera mueven en un área relativamente reducida: parte de Zacatecas y parte de Jalisco.
parte hay otra elipsis temporal en Fresnillo, para llegar a junio de 1914 y hasta la Hay elipsis de espacios que coinciden con las elipsis temporales como, por ejemplo,
toma de Zacatecas (el 23 de junio). entre los capítulos XVII y XVIII de la primera parte, cuando nos enteramos por boca
La segunda parte comienza días después -podemos suponer que todavía en ju- del jefe zacatecano, Pánfilo N atera: «iYa tengo noticia de la cuereada que han dado a
los federales desde Tepic hasta Durango!>> El lector no acompaña a Demetrio por es-
5
. En realidad, Pascual Orozco y su gente se levantan oficialmente el 25 de marzo de 1912 contra Ma-
tos estados. Los espacios principales que se recorren son: Limón, Moyahua, la ran-
dero, porque que no había respetado el Plan de San Luis como se había comprometido a ha- chería donde vive Camila, Fresnillo, la sierra, el cañón de Juchipila y la planicie. A
cer; pero Or?zco e: vencido principios de junio de 1912 en Bachimba y se rinde oficialmente en todos estos lugares regresan Demetrio y su gente. Es interesante también la doble
agosto del mismo ano, de exiliarse. El d7sfasamiento de fechas en Los de abajo (capítulos VIII y IX de
la segunda parte, que se ubican ya en 1914) tiene una posible explicación: debido a un acuerdo entre Za-
mención de la Penitenciaría de Escobedo (1-I y 2-I), dado que allí se conocen algu-
pata Y Orozco, en el norte a los zapatistas con frecuencia se les llamaba orozquistas. nos de los personajes: en el primer caso se refiere a la coincidencia de Demetrio y un
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soldado federal en ese lugar y en el segundo a Anastasia y el güero Margarita, am-


bos revolucionarios. penúltimo capítulo de la novela, cuando la esposa de Demetrio le pide a éste que ya
no se vaya, porque ccel corazón me avisa que ahora te va a suceder algo»; y, en efecto,
Pero la recurrencia espacial más importante se da en los últimos dos capítulos de
la novela respecto de los primeros tres. El penúltimo capítulo recrea el primero: De- Demetrio se va y muere. . . . , .
Por otra parte, Azuela utiliza mucho el recurso de los (segun la termmo-
metrio está con su mujer y su hijo y se separa de ella para irse a luchar al barranco.
logía de Barthes ); es decir, que va presentando datos en d1stmtos quepa-
En el último capítulo, Demetrio recuerda su primera batalla estando en el mismo lu-
recerían no ser importantes, para después desembocar en una c.onclus10n que ya es
gar, la misma sierra. Sin embargo, hay una enorme diferencia espacial: en el princi-
inevitable. Ejemplos sencillos son el recuerdo y de Camila por parte de De-
pio de la novela, Demetrio y sus hombres están en lo alto de la sierra y ganan la bata-
metrio que concluye en la unión de ambos persona1es, o el entr.e Pancra-
lla contra los federales que están en el fondo del barranco, mientras que al final
cio y el Manteca a raíz de un juego de baraja (1-XII) que en el mu-
muere en su última batalla -después de la muerte de sus más queridos compañe-
tuo de ellos por la misma razón (3-I). Todos los persona1es, la y
ros- con los enemigos en la cumbre de esa misma sierra. El juego de la oposición
gestos que menciona Azuela 6 , están construidos de manera, con md1c10s dis-
entre arriba y abajo se presenta reiteradamente a lo largo de la novela. En aquella
primera batalla, Demetrio repite dos veces la misma orden: «A los de abajo ... A los de persos a lo largo del texto. Sin embargo, hay que sobre.sale este sen-
tido: Luis Cervantes. Aparentemente, al prmc1p10 Cervantes es un cc1deahsta», «con-
abajo» (1-III); en la batalla en que triunfan contra los federales (1-XVII), los revolu-
vencido» de los principios y causas de la lucha revolucionaria; al final de la novela,
cionarios deben pelear desde lo alto y escalan un muro de la capilla, donde Deme-
trio lleva la delantera y piensa «obra de Dios»; para lograr la defensa del cerro de la Cervantes parece haberse transformado y resulta ser un oportunista y
Pero si atendemos a los indicios con más detenimiento, vemos que el persona1e
Bufa, la única manera es escalarlo para atacar desde arriba y, a pesar de la dificultad
que esto implica, Demetrio ordena: «Arriba, muchachos!...» (1-XXI); y en la última siempre ha sido igual, con su misma ambición, codicia y .
Independientemente de su relación con los otros persona1es, Cervantes es califi-
batalla, dadas las mismas circunstancias, Demetrio ordena: cciA quitarles las alturas!»
(3-VII), pero ya es demasiado tarde. Por su parte, Luis Cervantes, que entiende de cado en varias ocasiones como ccpico largo» y «parlanchín». Por. º.tra el
política, se refiere a los dirigentes políticos ambiciosos y «bribones» como celos de primer diálogo en que aparece (1-V) se los rebeldes d1c1endo: «6que clase
arriba» (1-XIII). Y no hay que olvidar que la casa de Demetrio está en el fondo del de brutos son ustedes?», y cuando se enfrenta al 1efe, tratando de ganar su buena vo-
cañón: luntad, con ironía se anticipa su miedo:

-Y 0 he procurado hacerme entender, convencerlos de que soy un verdadero co-


Cuando después de muchas horas de ascenso volvió los ojos, en el fondo del cañón,
rreligionario... . .
cerca del río, se levantaban grandes llamaradas. Su casa ardía ... (1-1).
-¿Corre ... qué? -inquirió Demetrio, tendiendo una orep.

La circularidad de la novela se subraya con el juego conceptual que da título a la


En el siguiente capítulo, cuando Cervantes ha logrado ser aceptado por la tropa,
obra: celos de abajo» son primero los federales y al final Demetrio y sus hombres;
Azuela deja entrever otro indicio importante:
pero a lo largo de la novela, está presente otro barranco que es la escala socioeconó-
mica de este país: los de abajo son los pobres que son los campesinos, los <<indíge- y Luis Cervantes, que compartía ya con la tropa aquel odio solapado, implacable Y
nas» y los soldados -sean revolucionarios o federales-, los que dan la vida y, sin mortal a las clases, oficiales y a todos los superiores, sintió que de sus. ojos la
embargo, son como cela hoja seca arrebatada por el vendaval» o como la piedra que última telaraña y vio claro el resultado final de la lucha (1-VI, subrayado m10 ).
ccya no se para» hasta llegar al fondo (una metáfora refleja el arriba y la otra el abajo) .
La novela está escrita con gran variedad de tiempos verbales: el discurso directo
Más adelante (1-VII), Cervantes recrimina a sus y '.,¿yo qué
suele estar en tiempo presente, salvo en los recuerdos y en las predicciones, y el in-
me gano con que la revolución triunfe o no?». La adulac1?n servil, la cod1c1a y la co-
directo suele estar en pretérito o copretérito (aunque de pronto aparecen oraciones
bardía de Cervantes se manifiestan, pues, cada vez que el aparece en el texto, pero
en presente y algunas faltas de concordancia, que se pasaron en la corrección de la
edición de 1920). cada vez de manera menos disimulada. Dos momentos culminantes de la
ción de este personaje se dan al final de la parte en el con
Hay otros dos aspectos importantes en lo que se refiere a la construcción tempo-
Solís (1-XXI), en el registro de la casa en Fresnillo en la de 1oyas y
ral de la novela. En primer lugar, dos premoniciones que determinan las acciones
dinero enMoyahua (2-VI) yen su intento de negoc10 con la Codormz (2-Xl) en que
futuras del relato: una mañana, después de un sueño intranquilo, Demetrio piensa
este último se da cuenta de la ccmanifiesta codicia» de Cervantes, hasta desembocar
cea mí me va a suceder algo» (2-X). En ese mismo capítulo, Demetrio tiene un pro-
blema con Camila debido a un chisme de la Pintada; pero esa premonición tan gene-
ral puede aplicarse a todo el resto del relato, ya que todo lo importante se da en el 6 Cf. M. Azuela, op. cit.
7
Esto no estaba en la primera versión.
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en l;i carta envi;ida a yenancio desde Texas (3-I), en que destaca la avaricia y el mientos del güero Margarito con los personajes a quienes maltrata (el preso de 2-X,
ego1smo, ademas del mtento de abusar de su compañero. el mesero de 2-I, el sastre de 2-XIII, por ejemplo).
Veremos después otro tipo de indicios que utiliza Azuela, pero en lo que se re- Pero el recurso que Azuela utiliza con mayor abundancia y con mayor número
fiere al de la novela, el caso del personaje Cervantes es un ejemplo de variantes es la transcripción fonética de distintas formas de pronunciación, com-
de de acciones futuras, sobre todo respecto del desenlace de la binada con diversas selecciones léxicas y expresiones populares o lexías. Intere-
de los person.a1es. Todos ellos, .de principio a fin, tienen los mismos rasgos que sante, pues, en la novela es cómo el autor crea - o reproduce a su manera- toda la es-
los a realizar todas sus acc10nes, así como a utilizar estilos particulares de cala social mediante distintas formas de oralidad. Páncracio y Camila -cada uno a su
lenguaje, que se yuxtaponen a lo largo de toda la novela. modo- destacan porque sus parlamentos son los más «incorrectos», con un vocabu-
lario bastante limitado, reproducción fonética de apócopes y otras incorrecciones
(elipsis de consonantes, cambio de vocales, etc.) y palabras deformadas. La Codor-
Lenguaje niz, el Manteca y el Meco hablan muy poco, pero cuando lo hacen están más o menos
dentro del nivel de habla de Pancracio y tienen un conocimiento bastante amplio de
insultos y groserías (que no se reproducen explícitamente en el texto), mientras que
recurso de Los de abajo es la gran variedad de usos del len- las mujeres de la ranchería donde vive Camila también utilizan el lenguaje de modo
que se dan s1multaneamente en un mismo texto. No sólo ha creado Azuela dis- semejante8 . Estos dos grupos se distinguen sobre todo en el léxico, dado que las
tmtos grados de lengua escrita y lengua oral, sino que los ha utilizado con funciones mujeres hablan de tareas domésticas y con vocablos de uso más rural. Los hombres
narrativ.as específicas. En esta, novela, el tipo de lenguaje caracteriza a los personajes también son de origen campesino, pero los temas que tratan son distintos y, además,
Ylos en un punto especifico de la escala socioeconómica, así como en un lugar dejan traslucir su contacto con contextos ajenos a su origen. Anastasio y el güero
geografico, distinguiendo entre lo rural y lo urbano. Además, hay Margarito son de un origen parecido al de Pancracio, pero hablan de manera más
otra voz -tal vez la mas mteresante al r;lacionarse.con las voces de los personajes- correcta: tienen también un vocabulario muy escueto, pero aparentamente pronun-
que es del narrador y presenta no solo su propio punto de vista, sino los de los cian con menos deformaciones o localismos. Los parlamentos de Anastasio se carac-
persona1es presentes y otros, como luego veremos. Por otra parte, se añaden otros terizan por la repetición constante de una frase muletilla -«lvoy que no me lo
usos del lenguaje: las canciones y una epístola (en que se narran sucesos ante- cree?,,-, a tal grado que la Codorniz lo remeda burlonamente en varias ocasiones.
riores a la fecha de esa carta, pero eludidos en el relato en sí). En un nivel ligeramente superior se encuentran la Pintada, Demetrio y su es-
La novela es combinación de lenguaje directo e indirecto. Los diálogos posa, cuyos parlamentos no transcriben casi ninguna deformación fonética, así
pero tamb1en encontramos lenguaje directo en las ocasiones en que el na- como tampoco ninguna cultura. Llama la atención cómo Camila transforma su ma-
rrador cita t.e xtualmente y entre c?millas los pensamientos de los personajes, expre- nera de hablar automáticamente al juntarse con Demetrio (a partir de 2-VII) y se
sados en primera persona. A traves del lenguaje directo, como es natural, nos ente- acerca al nivel de oralidad de éste: utiliza menos deformaciones, ya no cambia voca-
ramos de los puntos de vi.sta ! juici?s valorativos de los personajes. les y ya no elimina consonantes iniciales y casi ninguna intermedia, sólo las fmales
luego, e.l lengua1e ?irecto mtenta siempre ser una reproducción del len- como Demetrio. Así, entra a este nivel de oralidad. Podría decirse que los personajes
?ua1e oral, coloqmal. La oralidad, en general, se caracteriza por la presencia de un en este nivel representan el punto medio de la coloquialidad, se encuentran en el
mterlocutor y, por lo tanto, el uso de deícticos: la persona y las referencias espacio- grado cero de la oralidad de esta novela. Cabe señalar, sin embargo, que el narrador
temporales dependen directamente del hablante y del momento de enunciación. afirma que cuando la Pintada se enoja (2-XII) insulta a quienes la rodean «Con tal
Por otra parte, suele haber elipsis y otros tipos de implícitos, debido a la simultanei- energzá y novedad, que la tropa oyó injurias e insolencias que no había sospechado
dad de context? de los interlocutores, así como la presencia de otros ti- siquiera,, (subrayado mío). Este rico repertorio léxico de la Pintada no se explicita
pos de ademas del verbal, como podrían ser gestos, movimientos del en el texto, pero ubica bien a la personaje en su oficio de prostituta.
cuerpo Y somdos expresivos (risa, sonrisa, quejidos, entre otros). Azuela utiliza to- Venancio es el personaje bisagra en lo que se refiere al discurso oral del texto.
das estas característi.cas, transcritas a la lengua escrita: la novela. Así, pues, si bien se Venancio ha leído algunos libros y tiene el deseo y la esperanza de hacer estudios
ayuda con las del narrador para describir gestos y tonos, también utiliza universitarios. Por lo tanto, su modo de hablar es un español más «correcto,,, con un
con abundancia distintas de puntuación, en especial los puntos suspensivos, léxico más amplio y, de pronto, incluso una cita aproximada de alguna lectura. El si-
Y on?matopeya.s Cplm, crac, paf, bah, pst). Otro recurso de oralidad es, en algunas guiente nivel de discurso está representado por personajes «cultos» y urbanos: Luis
ocas10nes, la elipsis de respuestas, sean verbales o gestuales, de tal manera qu'e un
hablante da ?echo la contestación de su interlocutor y prosigue su mismo parla-
s En la ranchería, las mujeres hablan más o menos dentro de un mismo nivel, con excepción de María
mento en reacc1on a esta respuesta, después de los puntos suspensivos que corres- Antonia y Camila que, por lejos, es la que peor habla. En la primera versión, las •incorrecciones» y su
ponden a la pausa necesaria. Ejemplos de esto se dan sobre todo en los enfrenta- transcripción fonética están mucho menos marcadas que en la segunda (a partir de 1920).
306 MÓNICA MANSOUR CÚSPIDES INACCESIBLES 307

Cervantes, Alberto Solís, el poeta Val derrama, así como N atera y el capitán huertista En otra ocasión en que Camila se encuentra con Cervantes, el narrador describe
(1-XVI). Cada uno de éstos tiene un estilo particular, adecuado a su caracterización lo siguiente:
y a su contexto. Cervantes, Valderrama y el capitán huertista se distinguen por su
Camila sintió entonces la lengua hecha un trapo y nada pudo pronunciar; su rostro se
uso excesivo de retórica: demagógica, poética e hiperbólica, respectivamente; mien- encendió como un madroño, alzó los hombros y encogió la cabeza hasta tocarse el des-
tras que Solís utiliza algunas metáforas y busca símbolos dentro de un contexto re- nudo pecho. Después, sin moverse y fijando, con obstinación de idiota, sus ojos en la he-
ferencial correcto. Todos estos personajes, aun con sus variantes, participan en el rida, pronunció con debilísima voz: ( ... ) (1-XI; subrayado mío) ·
lenguaje directo, aparentemente oral, pero reproducen los usos de la lengua escrita.
La escala de usos de la lengua oral tiene funciones determinantes en la caracteri- Compárese la descripción que el narrador hace de Camila desde el punto de
zación de los personajes, y apoya la escala que abarca la distancia entre los extremos vista de Cervantes y la que hace de Cervantes desde el punto de vista de Camila:
de ignorancia y cultura. Esto implica, desde luego, una correspondencia directa Una vez más Camila contempló con embeleso el fresco y radioso rostro de Luis Cer-
-creada por Azuela- con la conciencia de la lucha revolucionaria que, como ya dije, vantes, aquellos ojos glaucos de tierna expresión, sus carrillos frescos y rosados como
es el hilo conductor de la novela que sustituye lo que tradicionalmente sería el hilo los de un muñeco de porcelana, la tersura de su piel blanca y delicada que asomaba
narrativo. Al concluir la novela, no cabe ninguna duda, por ejemplo, de que Deme- abajo del cuello, y más arriba de las mangas de una tosca camiseta de lana; el rubio
trio es bueno y Cervantes es malo; pero eso no quita que Cervantes sí sabe de qué se: tierno de sus cabellos, rizados ligeramente (1-XI) .
trata la revolución, y por eso saca provecho de ella, y Demetrio no tiene la menor
En descripciones como las anteriormente mencionadas, queda muy clara la in-
idea al respecto, ni al principio ni al final.
tención del autor: empapar todo un incidente con un mismo punto de vista para re-
El discurso indirecto, la voz del narrador, es el más interesante en Los de abajo. El
dondear la caracterización de cada personaje. Incluso hay intervenciones del narra-
narrador se ocupa de describir la mayoría de las acciones, los personajes y a veces
dor en este sentido, en que asume expresiones populares y formas del lenguaje con-
sus pensamientos, el paisaje y los lugares que recorren los personajes, y también es
sideradas «incorrectas»· al seguir la acción de un personaje ignorante o rural (como
el encargado de hacer las acotaciones y describir los gestos que acompañan a los
«todosrieron a echar las tripas » o «durante tres días no resultó la muchacha en parte
diálogos. El discurso del narrador en esta novela presenta, en pocas ocasiones, jui-
alguna» o «asilenciáronse») .
. cios de valor explícitos respecto de lo que describe, y constantemente crea juicios
En otras partes el narrador utiliza palabras rebuscadas, científicas, arcaicas o
implícitos mediante el uso de la retórica. Pero también es .interesante el hecho de
«poéticas», que a veces tienen una función irónica (como el fragmento en que des-
que el narrador presenta puntos de vista distintos, de acuerdo con el personaje al
cribe al capitán huertista o cuando la Codorniz afirma algo «axiomáticamente»),
que se refiere. En otras palabras, el narrador-que es omnisciente sólo dentro de los
pero otras sólo reflejan y subrayan el contraste entre el lenguaje «culto» y el «popu-
límites del contexto de la tropa de Demetrio- asume, según el momento, los puntos
lar» o entre los usos oral y escrito de la lengua. El narrador en varias ocasiones habla
de vista de algunos personajes o bien el suyo propio. Un ejemplo claro es la descrip-
de sus personajes jóvenes como: mozo, mozalbt;te, mozuela y hasta mancebo; los
ción de Camila. Cuando primero aparece, le ofrece agua a Demetrio, y el narrador
caballos pueden ser nombrados por su color, pero también pueden ser desde un
dice:
«brioso y noble corcel» o un «mísero rocín» hasta «escuetos jamelgos» quijotescos.
[Demetrio] Alzó los ojos : la muchacha era de rostro muy vulgar, pero en su voz había En sus descripciones, el narrador menciona de pronto «hojas lanceoladas», «ojos de
mucha dulzura (1-IV). cinabrio», «párpados coriáceos», un rostro «granitificado» y un «zafir» en el que se
pierde el azul. Entre los objetos destruidos por los rebeldes aparecen los ccbibelots»,
Más adelante, el narrador asume nuevamente el punto de vista de Demetrio: vocablo francés que se incluye eh una lista de términos castellanos muy usuales; y
en los parlamentos de Cervantes y Val derrama aparecen frases en latín (estos perso-
Distinta oyó la voz femenina y melodiosa que en sueños había escuchado ya, y se volvió
a la puerta.
najes, como sabemos, son «Cultos» y hablan de acuerdo con sus conocimientos).
Era de día: los rayos del sol dardeaban entre los popotes del jacal. La misma moza Los recursos más usados en el discurso del narrador cuando describe paisajes,
que la víspera le había ofrecido un apastito de agua deliciosamente fría (sus sueños de pueblos, casas, costumbres, alimentos y personajes son la selección léxica, la adjeti-
toda la noche), ahora, igual de dulce y cariñosa, entraba con una olla de leche despa- vación abundante y los tropos: la metáfora y, sobre todo, el símil. Estos recursos re-
rramándose de espuma (1-VII). tóricos son los que determinan, a lo largo de la novela, la ideología del autor, tanto
en lo que se refiere a lo ético (político, socioeconómico, moral) como a lo estético.
En el siguiente capítulo, Camila se acerca a observar a Luis Cervantes, y el narra- Las descripciones del paisaje son notables en esta novela. Se distinguen del
dor cuenta: resto del discurso en todos los aspectos. Continen la mayor parte de las metáforas y
abundante mención de colores: negro, blanco y rojo -como hace notar Menton 9-y
Luis Cervantes plegó las cejas y miró con.aire hostil aquella especie de mono enchomi-
tado, de tez broncínea, dientes de marfil, pies anchos y chatos (1-VIII). 9
Cf. S. Menton, «Texturas épicas de Los de ahajo», aquí mismo.
308 . MÓNICA MANSOUR CÚSPIDES INACCESIBLES 309

también mucho gris, azul y morado, que crean siempre una visión panorámica, a dis- con dientes muy blancos y ojos brillantes, y son muy
tancia, y establecen el tono o ambiente general del episodio (sólo un ejemplo: cclas valientes, impulsivos e ignorantes. Dentro de estas descripciones caben los inteli-
nubes crepusculares como gigantescos cuajarones de sangre», 1-X). En muchos de gentes y los tontos, los sensibles y los duros, los buenos y los malos. Fuera de las
estos casos -cuando el narrador describe el paisaje- los personajes reaccionan a él «clases», de oficiales y de los «curros» o «Catrines» urbanos de clase media o alta, to-
subconscientemente: no saben por qué les da tristeza o alegría. Pero Azuela tam- dos los soldados tienen básicamente las mismas características físicas con variantes
bién utiliza estas descripciones para establecer contrastes -a modo de anticipación sólo la edad o en .la de la mirada. es fundamental para de-
o indicio- con las acciones que se ll evaran ' a cab o mme
. d.iatamente despues
' 10. N o termmar los rasgos mdividuales de los persona1es, asi como sus estados de ánimo.
obstante, la naturaleza siempre parece ser grandiosa en comparación con los perso- La presencia constante de la «raza indígena» y los aztecas, como un punto de re-
. najes, que son como juguetes en miniatura, sean los «buenos» o los ccmalos». La na- idealizado, se da en el paisaje, como ya se ha dicho, y en los personajes mas-
turaleza es imponente, como «cabezas africanas» o como «empenachada testa de al- culinos que pertenecen a cclos de abajo». Es interesante notar que el mestizo como
tivo rey azteca», entre otros. Las descripciones del paisaje por una a:quetipo no en momento, aunque Anastasio por su barba y Marga-
parte, el papel fundamental de lo en novela y, por la cons- nto por lo «guero» podnan serlo. Los personajes suelen tener el rostro inmutable
tante de los personajes: «caminar, cammar siempre, no estacionarse pmas» (3-VII) pétreo y la piel morena, a veces hasta reluciente; se les equipara con la piedra, con ei
para apoderarse de la tierra. bronce y con el hierro por impenetrables (o, a veces, insensibles para Azuela), mo-
Cuando el autor nos acerca más a los contextos de los personajes, encontramos renos y fuertes. Citaré algunos ejemplos de los muchos retratos de este tipo:
tres tipos de actitudes: la folklórica y ajena, la despectiva o la condescendiente. Un
ejemplo sintético está en el repertorio léxico que Azuela utiliza para hablar de las ca- En la lejanía, de entre un cónico hacinamiento de cañas y paja podrida, salieron, unos
sas en pueblos y rancherías (no las del cacique que y ca- tras otros, unos hombres de pechos y piernas desnudos, oscuros y repulidos como vie-
jos bronces (1-11). ·
suca, casita, choza, solar, jacal, jacalito, jacalucho, ranchito.' puebhto, pueblecillo, :a-
serío risueño, callejoncito, vericuetos pintorescos. Es evidente que los En su caballo zaino, Demetrio se sentía rejuvenecido; sus ojos recuperaban su brillo
que viven.en esos lugares o sitios parecidos utilizarían algunos de estos metálico peculiar, y en sus mejillas cobrizas de indígena de pura raza corría de nuevo la
pero nunca los despectivos, ni mucho menos considerarían su contexto como pmto- sangre roja y caliente (1-XV) .
resco.
van a tomar la puertecilla de la escalera y allí caen acribillados a tiros por Deme-
trio; otros se ec.han a los pies de aquella veintena de espectros de cabeza y pechos oscu-
Personajes ros como de hierro, de largos calzones blancos desgarrados, que les bajan hasta los
guaraches (1-XVII). ·
Esas actitudes distintas -que provocan la enorme ambigüedad ideológica de la
Los hombres, de rostro de bronce y dientes de marfil, ojos flameantes, blandían los ri-
novela- se subrayan aún más en las descripciones de los personajes. De éstas hay
fles o los cruzaban sobre las cabezas de las monturas (2-IX) .
varios tipos. En primer lugar, están las descripciones circunstanciales de los perso-
najes, que tienen un sentido muy claro: al principio los personajes son pobres, pero ( ...) ellos, los hermanos pacíficos, desde sus escondites, impasibles los unos con la im-
en general están limpios y llenos de ánimo parte); con el de pasibilidad pétrea de los ídolos aztecas, más humanos los otros, con una sórdida son-
los «avances» (robos y saqueos) y los triunfos, estan algo suc10s pero con me1ores risa en sus labios untados y ayunos de barba, veían cómo aquellos hombres feroces,
ropas que, en algunos casos -notablemente en la Pintada-, llegan a lo grotesco Y. lo un mes antes hicieran retemblar de espanto sus míseros y apartados solares, ahora
ridículo (segunda parte); al final de la segunda parte y en la tercera, los sahan de sus chozas ( ... ) (3-1).
están «mugrientos», así como todos los lugares por los pasan, y rop.as estan
rasgadas y estropeadas, reflejando la decadencia del conflicto revolucionario. Estas . No citaré aquí las descripciones que se refieren a la degradación de los persona-
descripciones, pues, concuerdan con la estructura general de la novela y la ¡es soldados, en que cada vez están más «mugrientos» después de haber estado
intención del juicio respecto de los objetivos y los resultados de la revoluc1?n. «ebrios de sol, de aire y de vida». Esta transformación se va dando paralelamente
A lo largo de la novela, por otra parte, los personajes -que son un repertorio de con la mayor confusión de los resultados de la revolución y la mayor ambición tanto
arquetipos- se describen como indígenas, entendiéndose por esto los pobres Yde- de «los de arriba» (ausentes) como de cclos de abajo».
rrotados, pero dignos como aztecas. Los hombres suelen traer el pecho desnudo o parece mucho más importante examinar otro tipo de descripción de los per-
sona1es que contrasta sorprendentemente con el enaltecimiento de la «raza indí-
10 En distintas ocasiones en la novela, Azuela usa los mismos adjetivos para describir a los Y gena». Me refiero particularmente a un fenómeno que algunos críticos ya han seña-
al paisaje. Parecería que, mediante este recurso, el autor integra a los personajes rurales al pa1sa1e. lado en relación con Los de abajo y con otras novelas del mismo autor: la animaliza-
3 10 MÓNICA MANSOUR CÚSPIDES INACCESIBLES 3 11

ción. Se ha afirmado muy cómoda y diplomáticamente que este fenómeno tiene la rañados, manchadas las ropas de tierra y de sangre, y en aquel hacinamiento de cadáve-
función de subrayar el ambiente rural de la novela. En efecto, la alegría, la ligereza, res calientes, mujeres haraposas iban y venían como famélicos coyotes esculcando y
la rapidez, la fuerza, el miedo, permiten equiparar a los seres humanos con potros, despojando (1-XXI).
cervatillos, venados, toros o ardillas y gallinas; las aglomeraciones recuerdan abejas
Como perros hambrientos que han olfateado su presa, la turba penetra, atropellando a
en la boca de una colmena, las balas pueden zumbar como mosquitos. Azuela tam-
las señoras, que pretenden defender la entrada con sus propios cuerpos (2-V).
bién aprovecha algunas expresiones usuales en México como: los ratones que seco-
men la lengua de alguien que no habla, una persona pegajosa y molesta como una
( .. .) aquellos hombres feroces, que un mes antes hicieran retemblar de espanto sus
chinche, amoscarse por achicarse, denominar ratas a los enemigos o expresiones re- míseros y apartados solares, ahora salían de sus chozas, donde las hornillas estaban
lacionadas con los gallos, entre otras. Pero en esta novela, la mayoría de los persona- apagadas y las tinajas secas, abatidos, con la cabeza caída y humillados como perros a
jes tienen otras características animales en muchas de sus acciones: la Pintada, que quienes se arroja de su propia casa a puntapiés (3-1).
es chismosa y mala, resulta ser sierpe y alacrán, los hombres no se acuclillan para es-
cuchar una historia sino que están atejonados (en la primera versión están «acochi- Los personajes principales, pues, son bestias brutas e inconscientes o son pe-
nados») y cuando se acuestan al sol están alagartados, las mujeres no tienen caderas rros, animales insignificantes, fieles sí, pero dependientes y fácilmente humillables.
sino cuadriles y los hombres tienen mirada de ave de rapiña y ojos de cule- Da la casualidad que todos los símiles o las metáforas que se crean con estos anima-
bra, así como a veces braman o berrean. Y no podía faltar, respecto de Villa, su fasci- les se refieren a los pobres, sean soldados o no. Cervantes, Solís, Valderrama, Na-
nación de boa y un juego utilizando el águila y la serpiente, símbolos de la funda- tera, nunca participan de este tipo de figuras retóricas.
ción de México por los aztecas. Los personajes femeninos no quedan mejor parados. La Pintada y María Anto-
Sin embargo, la intención de ambiente rural se diluye -a mi parecer-' con otros nia son prostitutas, una más cara y ambiciosa que la otra. La esposa de Demetrio es
símiles que aparecen con mucha frecuencia y no son ni benévolos, ni rurales, sino un personaje secundario, pero recibe una descripción positiva, aunque machista:
simplemente despectivos. En varias ocasiones, diversos personajes, sobre todo Pan- «aquellas líneas dulces y de infinita mansedumbre para el marido, de indomables
cracio, se describen como fieras o bestiales; Anastasio, el dulce e ingenuo, se carac- energías y altivez para el extraño» (2-X). Camila es dulce y buena, pero tonta, igno-
teriza por su «amoralidad de c;:hacal»; Demetrio al principio trepa por los riscos rante y débil; muere pronto. Las demás mujeres son jovencitas prostitutas sifi.líticas
«como hormiga arriera», pero después él y todos sus hombres escalan el muro de la o bien perros o coyotes - como ya vimos- o bien mujeres dedicadas a cocinar y chis-
iglesia «cual monos». Azuela tiene una extraña preferencia por equiparar a sus per- mear. La noviecita rubia de Cervantes (2-III) recibe una descripción casi angelical: .
sonajes con perros, lo cual realmente sorprende bastante en yuxtaposición con los «( ... )abría sus grandes ojos azules con azoro. // Tendría apenas catorce años; su piel
ídolos aztecas y la raza de bronce supuestamente altiva, digna y valiente. He aquí era fresca y suave como un pétalo de rosa; sus cabellos rubios, y la expresión de sús
unos ejemplos: · ojos con algo de maligna curiosidad y mucho de vago temor infantil», aunque sus
( ... )estos condenados del gobierno, que nos han declarado guerra a muerte a todos los actividades son parecidas a las de todas las demás jovencitas del relato. Compárese
pobres(...) y que, por fin, donde dan con uno, allí lo acaban como si fuera perro del mal la descripción de esta niña rubia con las de Camila a ojos de Cervantes y la de Cer-
(1-IV). vantes a ojos de Camila (supra) . Por su parte, la noviecita de la Codorniz, otra chi-
quilla que aparece en el mismo capítulo, no merece n;iás que pocas palabras que re-
Pancracio, Anastasio Montañés y la se echaron a los pies de la camilla como saltan su ignorancia y la sífilis. Las «adelitas», las soldaderas, no pasan de ser perros
perros fieles, pendientes de la voluntad del jefe (1-IV) 11 . callejeros y su participación en las batallas no se toma en cuenta.
La Pintada es la mujer que merece más atención en la novela. Su personaje tam-
Se arrebatan las palabras de la boca, y mientras ellos refieren con mucho calor sus
aventuras, mujeres de tez aceitunada, ojos blanquecinos y dientes de marfil, con revól-
bién es arquetípico: mala en todos los aspectos y en relación con todos. Es vulgar,
veres a la cintura, cananas apretadas de tiros cruzadas sobre el pecho, grandes sombre- intrigante, envidiosa, infiel, autoritaria, traicionera y violenta y, desde luego, la-
ros de palma a la cabeza, van y vienen como perros callejeros entre grupos (2-1). drona y abusiva, además de que tiene sífilis; acaba siendo también asesina. La Pin-
tada parecería ser el sujeto del parlamento de Anastasio, que se repite dos veces de
Demetrio, sin comprender, levantó los ojos hacia ella; se miraron cara a cara como dos manera muy parecida (1-VII y 1-XIX). Cito el segundo:
perros desconocidos que se olfateaban con desconfianza (2-1).
-Mire, compadre Demetrio, ¿a que no me lo cree? Yo tengo mucha experiencia en
La vertiente, de seiscientos metros, estaba cubierta de muertos, con los cabellos enma- eso de las viejas ... iLas mujeres!... Pa un rato ... iY mi' qué rato!... iPalas lepras y rasguños
con que me han marcao el pellejo! iMal ajo paellas! Son el enemigo malo. De veras,
11 En la primera versión, Camila también aparece como perro fiel de Demetrio en la parte que corres- compadre, lvoy que no me lo cree? ... Por eso verá que ni ... Pero yo tengo mucha expe-
ponde a 2-X de la versión corregida. riencia en eso.
3 12
MÓNICA MANSOUR 3 13
CÚSPIDES INACCESIBLES

Dernetrio es el único que respeta a las mujeres, porque la actitud de Anastasio es . darse antes o después de la batalla en ese mismo lu-
compartida por todos los demás, especialmente el güero Margarita que se caracte- gente de Demetno, que lharaca» cuando los personajes se emborrachan
riza por maltratar a todos, hombres y mujeres. Por su parte, Cervantes no tiene rela- g ar o llegar a ser una ccmfernal ª. A . . se menciona el ruido fuerte de la
ción Íntima con ninguna mujer que aparezca explícita o implícitamente en la novela, h f cuencia). simismo, .
(que sucede con mue a re 1 11
. , d e o b'1etos ro hados a estre ars e contra las rocas, de los av10nes que son
aunque destaca su traición a Camila (2-VII) y su profundo desprecio hacia ella. destrucc10n
d esta del pueblo. ., ·
novedad o e una orqu ., 1 cto de cantar- la cancion a veces se cita
'd · rt teeslacanc10nye a ' · ·
Folklore som o impo an 2 - I 3-ID otras sólo se menciona :orno. una acuvi-
exphcitarnente (1-1, 1-XV, 'l ) y t . tes La mención del silenc10 se refiere
dad de los hombres cuando a egres con la única excepción del epi-
Los de abajo es un texto que muchas veces describe al país desde un punto de ª los quejidos de dolor, al sufnmiebnto y a
dio en que Luis Cervantes se ro a una cap a
con diamantes (ccrodar silencioso») y
vista distante, y da a conocer un repertorio parcial del folklore nacional. No es ex-
so .. compañeros por el saqueo. .
traño que12
haya tenido tanto éxito en otros países que tenían poco conocimiento de luego critica a sus . , bl la novela es el canto de aves, cigarras y
México • Si bien la novela «recrea» formas de habla rural'y describe paisajes pinto- Sin embargo, el somdo mas nota e . ero que coinciden con episodios
rescos y grandiosos en contraste con la miseria de los habitantes, también describe grillos, que llenan también se oye en la novela_r
comidas típicas (sobre todo tortillas o gorditas, frijoles y chile) y costumbres diver- importantes dentro e re a o. lid d la llegada de extraños o como anuncio
sas. Sobresalen entre estas últimas la curación de Dernetrio con el palomo partido . · mo en la rea a , con · d
.func10na siempre, co , A , la novela abre con un ladrido e perro
en dos (1-IX) y la curación del mal de ojo que supuestamente le echaron a Camila de un acontecimiento fuera de lo.coml un. si, . la llegada de los federales a casa
. 1 rt del amma pero anuncia . .
(1-XV), corno supersticiones que se oponen a las constantes expresiones que in- que termma con a mue e 1' ho más leve y representa el silenc10.
cluyen invocaciones a santos y vírgenes del culto católico y que justifican las activi- de Demetrio. El canto de la natura es cuando Demetrio se va de su casa,
dades del merolico en Aguascalientes (2-XIV). También destaca la descripción de Las rimeras instancias de estos som os ,se ª? . . .
. p
primero en e1 I:ion do del cañón y despues arriba en la sierra.
la pelea de gallos en un «pueblecillo» (3-ID) -que en la primera versión era Juchi-
pila-, aunque ésta tiene una función narrativa más notoria, dado que ccla lucha fue
. . das· los pajarillos piaban escondidos
brevísima y de una ferocidad casi humana». Simultáneamente a esta pelea, Valde- El río se arrastraba cantando en ll 'aban de misterio la soledad de la
en los pitahayas, y las chicharras monorntm1cas en
rrama canta la canción de ccEl enterrador» que conmueve a Demetrio hasta las lágri-
mas, poco antes del desenlace y su muerte. montaña (1-II).

Pero transcurrió una hora sm. que se oyera mas


' que el canto de las cigarras en el hierba-
Voz, ruido, silencio zal y el croar de las ranas en los baches (1-111).

Otra vez aparece el ritmo y el canto cuando Demetrio está herido:


El sonido y el silencio son fundamentales en Los de abajo. Son estos elementos
los que determinan con más precisión el ambiente de las distintas escenas y el es-
tado de ánimo de los personajes. Al mediodía, cuando la calina sofocaba y se ob nu b I'laba la dvista
d'lcon el canto
herido incesante
(1-IV).
, e1 quep"d 0 aco mpasado y monocor e e
de las cigarras se 01a
En primer lugar, desde luego; dado el tema de la novela, está el ruido de la gue-
rra : disparos y granadas. Demetrio afirma claramente: «¿Qué cree que uno anda aquí y este tipo de sonido también aparece varias veces en relación con la tristeza, la
por su propio gusto? ... Cierto, ¿a qué negarlo?, a uno le cuadra el ruido; pero no sólo desolación y el llanto:
es eso ... » (1-XII). Ese ruido, cuando aparece, aturde, ensordece; por ejemplo:
Una estruendosa carga de fusilería los ensordeció (1-XVI). .'
y en la tristeza y desolac10n del pue l
bl
ºa . ntras cantan las mujeres en el templo, los
m1e . l
pajarillos no cesan de piar en.las arbo e as, me can o
t de las currucas deja de oírse en
( ... ) un estallido lo dejó con los oídos zumbando (1-XVI).
las ramas secas de los naran1os (3-V).
( .. .) otras veinte bombas reventaban con fragor( ... ) (1-XVII).
El atronar de la fusilería aminoró y fue alejándose (1-XXI). . de C ami.1a, provocadas por Luis Cervantes, la
La desilusión, la tristeza y la rabia
hacen llorar:
El ruido de las armas se combina a veces con el de los gritos de alegría de la

1
2
Cf. ]. Ruffinelli, op. cit., aquí mismo. y las ranas cantaban la implaca?le hora.
Meciéndose en una rama seca, una torcaz lloro tam ien - .
3 14
MÓNICA MANSOUR
CÚSPIDES INACCESIBLES 315
. Igualmente, «Demetrio derrama lágrimas de rabia y d d 1 d '
tima batalla queda solo y venci"d o: e o or» cuan o en su ul- tercera parte funciona como desenlace: los personajes importantes que aún quedan
o mueren o se han enriquecido e ido, las batallas y los balazos continúan. A
El humo de la fusilería no acaba de extin · L · lo largo de la novela, los de arriba siempre están arriba y los de abajo siempre están
turbable y las palomas su canto imper- abajo, aunque cambien de nombre: los poderosos toman el poder, los curros siguen
ramonean apaciblemente las vacas (3 -VII). nadas de las rocas; siendo catrines -más blancos de piel- y los indios morenos siguen siendo indios:
Pero se me figura que nos está sucediendo lo que a aquel peón de Tepatitlán. ¿se
No cabe duda de la efectividad de este recurso. Azuela maneja el len ua ·e d t
1 acuerda, compadre? No paraba de rezongar de su patrón, pero no paraba de trabajar
modo que, en. la novela, el canto de los animales y los sonidos de la re:ui- tampoco. Y así estamos nosotros: a reniega y reniega y a mátenos y mátenos ... Pero eso
tan ser me1or manera de representar y describir el silencio no hay que decirlo, compadre...
La z:sma ? mayor importancia que el silencio tiene en es¡a novela la voz hu- -¿Por qué, compadre Demetrio? ...
. astasio como un trombón», Venancio tiene una «meliflua voz» -Pos yo no sé ... Porque no ... ¿ya me entiende? Lo que ha de hacer es dármele ánimo
o «ronco y golpeado,,, el Meco «canta en a la gente (3-IV).
», el guero Marganto una «voz ríspida y gutural», el merolico «clamaba
en sonsonete y con acento algo que parecía un rezo», Valderrama «monolo- Este diálogo remite a un incidente anterior (2-X) y representa la explotación
gaba extravagante» y la mu1er en el tren tiene una voz «aguda chillona l - ·d junto con la humillación y la ignorancia. Pero también, el primer parlamento equi-
Po: otra parte, el narrador hace acotaciones respecto del tono 'que lam era». para a esa explotación del trabajo de los de abajo la inevitabilidad de la revolución:
sus pagamentos: el capitán huertista ordena enfático 0 dice con la piedra que no se para. .
a ' ervantes perora o habla en tono declamatorio Pancracio habla en El eje implícito de la novela es Villa, en tanto que leyenda como triunfador en
tono despe?tivlo y la Codorniz de pronto dice algo axiomátic;mente. Pero las dos principios y batallas (cf. 1-XX): el milagro que algunos soldados piden a la Madre
voces prmcipa es -en cuanto tales- son la de Demetrio y la de Camil D · Santísima de Guadalupe es poder juntarse con Villa (1-VI). Cuando Villa es derro-
puede rugir fi h bl a. emetno tado, el entusiasmo de los personajes se viene abajo y también nos enteramos de
c?mo una iera, a ar con voz apagada, tener un melancólico acento
pero la que aparece en el es su «Voz imperiosa». Camila, por su parte que los soldados revolucionarios ya no son queridos, sino temidos por la población
civil (como antes ocurría con los federales, y por las mismas razones) :
es
Se reanudó la marcha, y la desazón se tradujo en un silencio lúgubre. La otra catástrofe
Pero una voz compadre b · .venía realizándose callada, pero indefectible. Villa derrotado era un dios caído. Y los
(1-XIX). , ' que me sona a en las ore1as como organillo de plata ... dioses caídos ni son dioses ni son nada (3-II).

Este hecho es fundamental. Si no fuera por esa voz e ·1 h ' Hemos señalado desde el principio la circularidad de la novela, pero las varian-
tes son claras. Nadie sabe nunca para quién trabaja, pero hasta el final de la segunda
la novela y la Pintada habría perdido mu dea:1
e escn e. parte hay alguien confiable de quien recibir órdenes. Al fmal, después de la derrota
de Villa, los personajes saben aún menos quién es el enemigo y la ignorancia pasa
En todo el. de .Los de abajo está ambientado en gran medida sobre
por la confusión hasta llegar al caos. Parecería que, para Azuela, el gran enemigo es
sofidos de d1.stmtos tipos, incluyendo también aquí los distintos niveles
precisamente la ignorancia, ya que los soldados «ignorantes » mueren y los oportu-
e ª. a ora con sus diferentes formas de transcripción fonética 1· unto con lo ya
d escrito. ' nistas cccultos» logran sus objetivos.
He dejado un personaje para este momento, por su función dentro de la estruc-
tura de la novela: Alberto Solís. Este hombre -cuya forma de hablar es absoluta-
mente neutral, en lo que se refiere a recursos de oralidad- aparece muy poco, pero
Estructura general
muere exactamente a la mitad de la novela, en el último capítulo de la primera parte.
Es, en muchos sentidos, la bisagra de la novela, que convierte la segunda y tercera
. e.orno hemos visto, la subdivisión matemática de la novela en tres partes de partes del texto en espejo invertido de la primera.
vemtrnno catorce y s· t ' l ·
del tem a: '1 a evo l uc10n
. , iedelcapitu os, respectivamente, es una representación directa
e proces l · · L .
Solís aparece por primera vez en el capítulo XVIII de la primera parte como co-
trucción l . o revo uc10nano. a primera parte recrea la cons- nocido de Cervantes. Allí se revela claramente el carácter de este último, periodista
dencia y e
y f de la lucha revolucionaria; la segunda representa la deca-
por la ambición que provoca el triunfo, tanto en los de arriba
como en os eª ªJO: es el poder, el robo y la muerte como juego y competencia; la
antimaderista que de pronto cambia de bando y se une a los revolucionarios que es-
tán vengando la traición a Madero. Cervantes explica su transformación: «La verdad
de la verdad, me han convencido». Solís, desde luego, se queda con la duda, y noso-
3 16 MÓNICA MANSOUR CÚSPIDES INACCESIBLES 3 17

tros, los lectores, nos remitimos de inmediato a la primera aparición de Cervantes en usar la palabra «turba» en el capítulo Vy en esa misma segunda parte, en los capítu-
la novela y entre los revolucionarios, cuando dice: «Seguramente que me equivoqué los primero y último, el narrador opina -después de una colección de anécdotas-
con ustedes ...» (1-VII); poco después, pone en una balanza los elementos de la si- que los temas de «yo maté» y «yo robé» son inagotables. La anticipación de Solís
tuación política y dice: «No, lo que es ahora no me he equivocado» (1-VIII). Esta es también se ajusta a la realidad de la novela cuando prevé que quienes luchan por de-
la explicación real de su supuesto convencimiento. Solís no le cree mucho a Cervan- rrocar a Huerta tendrán que continuar arriesgando la vida -y perdiéndola, como en
tes, pero en su opinión respecto de la revolución y al explicar su desilusión anticipa la tercera parte- en vano.
hechos posteriores de la novela: Momentos antes de morir por una bala, Solís cree «haber descubierto un
símbolo de la revolución en aquellas nubes de humo y en aquellas nubes de polvo
Entusiasmo, esperanzas, ideales, alegrías ..., inada! Luego no le queda más: o se con-
que fraternalmente ascendían, se abrazaban, se confundían y se borraban en la
vierte usted en un bandido igual a ellos, o desaparece de la escena, escondiéndose tras
las murallas de un egoísmo impenetrable y feroz (1-XVIII). nada». Entre los elementos más presentes en las descripciones del paisaje en la voz
del narrador -aunque aquí no las hayamos analizado con detenimiento- están,
De esta alternativa, a Cervantes le sucede primero la primera opción y luego la además de la sierra, las nubes y el polvo provocado por la sequedad del norte del
segunda. A continuación, Solís hace una descripción de la lucha revolucionaria que país. El símbolo de la revolución, según Solís, será la escenografía predominante en
parecería ser, a la vez, una descripción de esta misma novela en que él está inscrito: la segunda parte de la novela hasta el último momento, la muerte de Demetrio:
-lHechos? ... Insignificancias, naderías: gestos inadvertidos para los más; la vida La sierra está de gala; sobre sus cúspides inaccesibles cae la niebla albísima como un
instantánea de una línea que se contrae, de unos ojos que brillan, de unos labios que se crespón de nieve sobre la cabeza de una novia (3-VII) .
pliegan; el significado fugaz de una frase que se pierde. Pero hechos, gestos y expresio-
nes que, agrupados en su lógica y natural expresión, constituyen e integran una mueca Las cúspides serán siempre inaccesibles para los de abajo, en esta novela, y se
pavorosa y grotesca a la vez de una raza ... iDe una raza irredenta!. .. (1-XVIII). cubren de niebla como si fueran los ideales de la revolución. Todas las opiniones,
metáforas y símbolos de Solís resultan ser predicciones respecto de la novela
Los de abajo es precisamente una colección de gestos, expresiones, frases, etc., misma.
que se conjugan en un texto que es una novela sobre la lucha revolucionaria consi- Con Alberto Solís como personaje bisagra termina la primera parte y primera
derada como una mueca pavorosa y grotesca.No es extraño que, poco después, pero mitad del libro. La segunda parte abre con una sorprendente oposición, no sólo en-
ya en la segunda parte, el paisaje cobre los mismos rasgos: tre el champaña y el tequila, sino entre el manejo del lenguaje en la primera y se-
Vanse destacando las cordilleras como monstruos alagartados, de angulosa vertebra- gunda partes:
dura; cerros que parecen testas de colosales ídolos aztecas, caras de gigantes, muecas Al champaña que ebulle en burbujas donde se descompone la luz de los candiles, De-
pavorosas y grotescas, que ora hacen sonreír, ora dejan un vago terror, algo como pre- metrio Macías prefiere el límpido tequila de Jalisco (2-1).
sentimiento de misterio (2-V, subrayado mío).
El léxico es nuevo, el tipo de metáforas también, incluyendo el calificativo del te-
Después de sonreír frente a la cobardía de Cervantes, Solís habla de la valentía
quila. Los personajes han cambiado no sólo de escenografía, sino también de cos-
de Demetrio y concluye que la revolución es hermosa «aun en su misma barbarie» tumbres. Demetrio se entera de que será ascendido a general y lo celebra con cham-
(en la primera versión, esto lo decía Cervantes). Pero en el siguiente parlamento
paña, pero en el banquete que se realiza en honor al hecho ya consumado abundan
largo, Solís nuevamente anticipa los hechos de la segunda y tercera partes de la no- las botellas de tequila (2-III), así como el ruido, la mugre, la brutalidad y la ignoran-
vela: cia. Esta situación tiene también su antecedente: por influencia de Cervantes -«que
-Lástima que lo que falta no sea igual. Hay que esperar un poco. A que no haya sabe leer y escribir»- Demetrio decide que «desde hoy vamos a hacerlo ya de otro
combatientes, a que no se oigan más disparos que los de las turbas entregadas a las de- modo» (1-XIV), refiriéndose a cómo conseguir más gente y más armas. Las nuevas
licias del saqueo; a que resplandezca diáfana, como una gota de agua, l¡i psicología de prácticas se explican en la segunda parte (V) cuando Demetrio y sus hombres llegan
nuestra raza, condensada en dos palabras: irobar, matar!... iQué chasco, amigo mío, si a Moyahua:
los que venimos a ofrecer todo nuestro entusiasmo, nuestra misma vida por derribar a
un miserable asesino, resultásemos los obreros de un enorme pedestal donde pudie- Comenzó a oírse el abrir forzado de las puertas. Los soldados, diseminados ya por el
ran levantarse cien o doscientos mil monstruos de la misma especie!... iPueblo sin idea- pueblo, recogían armas y monturas por todo el vecindario.
les, pueblo de tiranos!... iLástima de sangre! (1-XXI).
La práctica de reclutar gente tomando las cárceles se revela después cuando el
Lo que falta de la novela es lo que Solís dice que será la continuación de la revo- narrador describe -no con mucha simpatía- el ambiente del tren en que Demetrio y
lución. El saqueo comienza en el capítulo 11 de la segunda parte, el autor vuelve a su estado mayor viajan a Aguascalientes:
3 18 MÓNICA MA NS OUR 3 19
CÚSPIDES INACCESIBLES

Las peripecias del juego pronto lo absorben todo y caldean el ambiente más y más; se No obstante, cabe detenerse en algunas de las explicac.iones autor :;specto
respira el cuartel, la cárcel, el lupanar y hasta la zahurda (2-XIV).
de sus personajes. Según dice, todos provienen de que conocio perso-
nalmente, ya sea que los recree como individuos o que combme formar a
Desde el principio se nos había dejado saber que los amigos de Demetrio y el
uno de sus protagonistas. Aclara también, por ejemplo, que la mclus10n de Y_ alde-
mismo héroe tenían este tipo de antecedentes. La segunda parte termina con este 1 rrama., el poeta loco, al final de la versión corregida de la novela es un homena1e a su
ambiente, yuxtapuesto a la ingenuidad e ignorancia de Demetrio, que es bueno y va-
liente pero no entiende nada de la política nacional aunque dé su vida por ella. amigo el poeta Becerra. . .,
D:metrio sobre todo, pero también algunos otros persona1es, son la vers10n me-
La tercera y última parte comienza también con un fuerte contraste estilístico xicana del ccbuen salvaje» rousseauniano, mientras que en el otro extremo
(una carta) y una gran distancia temporal (más de siete meses). Esta parte deter-
cuentra Luis Cervantes, celogrero» y oportunista. El de la partlClpa
mina la circularidad de la novela, al retomar los primeros capítulos en escenografía y
de muchos puntos de vista, dado que es bastante omms.ciente, y emite
personajes. Pero también determina el sentido vano de la revolución al provocar la
tivos respecto del alcohoi, la brutalidad y la inconsciencia, robar y matar, o nd1-
muerte o el alejamiento de todos los personajes importantes que quedan, así como
culiza el miedo y la avaricia de los caciques; tampoco acepta a los oportumstas que
la inevitabilidad de la lucha: la hoja seca de Solís, la piedra de Demetrio que rueda
son por una parte, los «curros» y, por la otra, los cecabecillas» que buscan el mayor
hasta tocar fondo. Tan inevitable es, que Demetrio ya muerto, cecon los ojos fijos
poder a cualquier precio. El juicio más importante del desarrollado a lo
para siempre, sigue apuntando con el cañón de su fusil ...», y así la novela termina
largo de la novela, es la crítica de que lo.s de siempre se quedan
-sin terminar- en puntos suspensivos. Los cerros, a lo largo del texto, habían sido
arriba y los de abajo siempre estan abaJO, con o sm. revolucion. ,
monstruos, cabezas africanas, ídolos aztecas; pero ahora Demetrio, el arquetipo del
Azuela explícitamente se identifica con el persona1e de Afbert? que: por su
«indígena de pura raza», muere ceal pie de una resquebrajadura enorme y suntuosa
propia experiencia, está en favor de la revolución en teona, e ideales,
como pórtico de vieja catedral». La catedral, y la cultura que implica, se impone al fi-
pero es muy pesimista respecto de que esto pueda a la por ello, ex-
nal del relato sobre los símbolos de la cultura azteca.
plica la transformación casi automática de a (como los
Respecto de la primera versión de la novela (ediciones de 1915 y 1916) no hay
llamaban los antirrevolucionarios) pero no la 1ust1fica. La ambiguedad, de esta pos-
muchos cambios en lo que se refiere a la estructura general. Las correcciones de
tura de Solís, en efecto, es la de Azuela, tanto en el texto como fuera de el: el autor se
Azuela son fundamentalmente estilísticas, mejoran la calidad literaria del texto y re- enorgulleció de que la novela fuese aclamada tanto por la extrema derecha como
fuerzan la estructura básica. La oralidad queda má.s marcada, los personajes mucho . 14
por 1os comumstas . .
mejor delineados y el uso del lenguaje, tanto en lo referencial como en lo retórico, se
pule y se refina. Pero Azuela, aunque en su conferencia hable tan mal de Cervai_ites, .mucho
en común con él. Biográficamente, hay una coincidencia en el de medico Y su
El autor modifica la distribución en capítulos y a veces también el orden de algu-
unión a las tropas revolucionarias. Azuela, como Cervantes, tambien era culto, ur-
nos episodios, aunque el relato permanece idéntico. Los fragmentos eliminados o
bano y no era «indígena de pura raza» ; y 1915 El Pero no
añadidos tienen que ver ya sea con descripciones del contexto o bien con la cons-
son sólo éstas las coincidencias: el autor tiene una idea teonca muy de la re-
trucción de algunos personajes (el caso de Cervantes es muy notorio). Pero lo que
volución, como la manifiesta Cervantes al principio de la novela.
hemos esbozado como la función de las tres partes y los símbolos o equivalencias
importantes permanecen sin variaciones. muestra, a través de su lenguaje, un desprecio patente a celos de abaJO», los mdios Y
sobre todo las indias (que, desde luego, no eran tales sin.o en esa parte del
país y en esa época) : la animalización (sobre todo la eqmvalencia con perros) de
Ideología del texto personajes, la condescendencia ante algunas de las costumbres rurales o supersti-
ciones y el folklorismo así lo demuestran, sin lugar a dudas. Por
cabe duda de que Azuela siente un profundo respeto por la valentia y la digmdad de
En sus explicaciones posteriores de Los de ahajo13, Azuela detalla las fuentes que
la mayoría de sus personajes revolucionarios, con excepción de los muy brutales.
dieron pie para la creación del texto. Los hechos históricos cereales» son el trasfondo
Los de ahajo es, pues, una novela de revolu.ción, dado que rec:ea de manera
de la novela y corren paralelos a ella. Dice el autor que todo comenzó con apuntes de
muy verosímil un aspecto de la Revolucion mexicana durante los anos de 1913 a
lo que él mismo estaba viviendo, a modo de crónica. Así, pues, también hay elemen-
1915. A la vez, representa una revolución en la novela, sobre todo en lo s.e re-
tos autobiográficos. Naturalmente, como he tratado de señalar a través de este so-
fiere a la creación y yuxtaposición de diversos niveles del ?abla oral con distmtos
mero análisis, el manejo del lenguaje y la estructuración del texto le imponen por
completo el carácter de novela, ficción, literatura. manejos de la lengua escrita. La diversidad de puntos de vista y el papel del nar.r,a-
dor dentro de la estructura de la novela, así como la agilidad de su lectura tamb1en
13
Cf. M. Azuela, op. cit. 14 !bid.
320 MÓNICA MANSOUR

son elementos que han hecho destacar esta obra más allá de su época de escritura.
Las ambigüedades ideológicas manifestadas por el texto, algunas muy a propó- V. DOSSIER
sito y otras tal vez más subconscientes, han dado pie para la interminable polémica
respecto del carácter revolucionario o reaccionario de la novela. Esto es, natural-
mente, una cualidad del texto y una ventaja en lo que se refiere a su validez temporal
para los lectores. La polémica podrá continuar sin límite para todos aquellos que in-
sistan en encontrar una sola verdad en algo que, ppr naturaleza, consta necesaria-
mente de muchas verdades, como es la literatura y también la vida.

ELABORACIÓN DE LA OBRA
Como escribí Los de abajo
Los de abajo
lo que nos dice Azuela de Los de abajo

RECEPCIÓN CRÍTICA
Los de abajo
Enrique Pérez Arce

Los de abajo
Juan Jesús Valadez
CÓMO ESCRIBÍ LOS DE ABAJO

Mariano Azuela

Con el nombre de «Cuadros y escenas de la Revolución» he ordenado muchos apuntes reco-


gidos al margen de los acontecimientos político-sociales desde la revolución maderista hasta
la fecha. De tal serie forman parte los episodios de mi relato Los de abajo, escrito en plena lucha
entre las dos grandes facciones en que la ambición dividió a los revolucionarios, a raíz de su
triunfo sobre Victoriano Huerta. Satisface entonces uno de mis mayores anhelos, convivir con
los genuinos revolucionarios, los de abajo, ya que hasta entonces mis observaciones se habían
limitado al tedioso mundo de la pequeña burguesía. Formando parte, como médico, de las
fuerzas revolucionarias de Julián Medina, compartí con aquellos rancheros de Jalisco y Zaca-
tecas -ojos de niño y corazones abiertos- muchas de sus alegrías, muchos de sus anhelos y
.muchas de sus amarguras. Ahora han desaparecido casi todos ellos y quiero dedicar estos ren-
glones a esa casta indómita, generosa e incomprendida que, si sabía sonreír para matar, sabía
también sonreír para morir. ·
En Guadalajara nos llamaban convencionistas; pero un día amanecimos en Lagos y nos di-
jeron que ya éramos villistas. Así como se le cambia la etiqueta a una botella. Bien documen-
tado empecé mis apuntes. Dos capítulos en Lagos, otros dos en Tepatitlán. El general Medina
no se sentía seguramente muy a gusto cerca de Francisco Villa y le prometió recuperar Guada-
lajara con el puñado de sus hombres. Villa le dio armas y parque, y Medina consiguió su ob-
jeto: atravesar rápidamente el corazón de Jalisco e internarse en las barrancas de Tequila y
Hostotipaquillo. Pero en el combate de Guadalajara cayó gravemente herido Manuel Caloca.
Un muchacho de quince años que se había ganado su grado de coronel como los machos. En
angarillas lo condujimos desde Tepatitlán, atravesando la sierra por los cañones de Juchipila,
hasta Aguascalientes. Zona infestada de carrancistas, paisaje espléndido, desfiladeros donde
se camina llevando las bestias de las riendas, a pie; hambre, sed y zozobra. La novela se hacía
sola. A al terminar una jornada, había que seguir más adelante por vericuetos inextrica-
bles. Tres rudas semanas de travesía. De ochenta llegamos catorce a Aguas. Aquéllos eran
hombres: donde uno decía «aquí me corto», ahí se quedaba. Con su libertad, como había lle-
gado. Dejé a Caloca en el hospital militar de Chihuahua y me dediqué a dar forma a mis apun-
tes. Cuando los entregué a El Paso del Norte, de El Paso, Texas, me ofrecieron diez dólares se-
manarios durante el tiempo que durara su publicación en el folletín. Jamás en mi vida he sa-
boreado dinero como aquél.

* Texto d-el programa dé la versión teatral de Los de abajo en ocasión del estreno en el Teatro Hi-
dalgo, México, marzo de 1929. Incluido en Obras completas, tomo ill, pp. 1267-8.

323
DOSSIER
DOSSIER 325
LOS DE ABAJO•
qu e la de incorporarnos con el primer grupo rebelde que se acercara. Pero en mi Estado sólo
a mi.novela Los de abajo una de las satisfaccio , Julián Medina se levantó en armas, muy lejos, en Hostotipaquillo, al sur de Jalisco.
m1 vida de escritor. El célebre novelista f , H mbas grandes de que he disfrutado en Los primeros revolucionarios que entraron a Lagos fueron de las fuerzas de Francisco Vi-
· . rances enn ar use c d .
ta d uc1r Ypublicar en la revista M. J d p , , . . ' onnota o comumsta, la hizo lla, después d!! la toma de Zacatecas, cuando la revolución había triunfado prácticamente.
. onue, e ans, que el dirigía L A · ' "' ,
monarqmstas y de la extrema derecha d F . . , .' a ccwn rrancesa, organo de los Pude creer, con razón, que ya podría seguir trabajando con tranquilidad en mi profesión y.en
. . . e rancia, acog10 m1 novel ¡ .
muy s1gmficat1vo para un escritor independient . a con e º?10. Este hecho es el cultivo de mis aficiones literarias, alejado en absoluto de toda actuación civil o militar, que
En el año de 1927 Manuel M 1 A e y _no necesita comentanos.
. ., ' ªP es rce, secretano del Gobie d y . . , por el momento habían dejado de interesarme. Jamás me imaginé que la ruptura inmediata y
autonzac1on para reeditar Los de aba•;o F bl' d d ' . rno e eracruz, solicito mi violenta de dos facciones poderosas que se disputaban el poder habría de arrebatarme en la
, .., · ue pu 1ca a y 1stnb "d ¡ ¡
ordenes expresas de ese gobernador, que había sido d 1 U! a entre a c ase proletaria, tormenta hacia una situación más grave aún. La entrada y salida de las facciones contrarias
epoca de Madero, cuando no se fue revolucionario e os levantados en armas desde la nos colocab.an de nuevo ·a merced de nuestros enemigos locales, que encontraban la oportu-
quecerse por medio del pillaje. Sin exce ción lo o cual.puesto o para enri- nidad más sencilla para sus venganzas, denunciándonos con los jefes, generalmente palurdos,
novela con elogios y no hubo uno qu: h b s de ese tiempo acogieron mi ignorantes, irresponsables y fáciles de engañar. El delito no fue ya ser maderista, sino carran-
Villista derrotado llegue' a El p T u iera o Jeta o la verdad de mi obra.
. ' aso, exas y en el d ' · b · cista o villista. Entonces los sucesos me arrastraron y a poco me encontré metido en la lucha
tiano Carranza, El Paso del No bl' , , . iano su venc1onado por don Venus- armada.
r e, se pu ico por primera vez mi librito ·
Para colmo de satisfacciones algunos oz u 'll 1 . Durante la usurpación del gobierno por Victoriano Huerta sostuve.activa corresponden-
ron en entredicho y me colgaro; la a· g dq ec1 y de la revolución me pusie-
. e queta e reacc1onar10 cuand d li . . cia con José Becerra, ardiente correligionario, que siendo Agente del Ministerio Público en
fl uyente hizo un arreglo teatral de . 1 , o una ama na1uda e m- Tequila, tuvo oportunidad de incorporarse con los rebeldes acaudilládos por Julián Medina,
Cinco lustros des , d 1 . m1 a para su representación en el teatro Hidalgo.
pues e os sucesos, objeto de mi b · . . - cuando éste se apoderó de la población. Por Becerra, Medina se enteró de nuestra íntima
canos, interesados en conocer el p d
roceso e 1a revol · '
° rita,ª1gunos publicistas norteameri-
, d 1 amistad y de la labor que habíamos hecho en Lagos, así como de la correspondencia epistolar
especialmente de Jos que tomam d' ucwn ª traves e os novelistas del país y que mantuvimos posteriormente.
. os parte Irecta en el c fl" t
testigos, me pidieron una relación relativ 1 . . ?n ic o, ora como actores, ora como Sucedió después que cuando Medina pasó por Lagos, pasada la Convención de Aguasca-
por algún tiem o a em render e aa a creadora de mi novela. Me rehusé
lientes, por conducto de su secretario particular el mayor don Francisco M. Delgado, me invitó
quizás hasta de m:ntira por el a incurrir en el pecado de vanlaaa y
con toda formalidad a colaborar con él en el gobierno del Estado de Jalisco, que conforme al
de esos peligros, me puse a r:dacta; e::: por mis muchos años me siento bastante alejado Plan de Guadalupe debía regentar; pero que, por la voluntad de don Venustiano Carranza,
todo, que la historia anónima que mañan o as y relcuerdos, tomando en consideración, sobre ocupaba el puesto de gobernador el general Manuel M. Diéguez, uno de sus más allegados.
cional que estamos experimentando a de este gran movimiento na- Pretextando mis obligaciones de familia, sin más elementos que mi trabajo, me excusé
o menos auténticos suministrados p, 1 mdefecub[emente sobre los datos más agradecido por la distinción. El tiro me salió por la culata. Pancho Delgado me respondió ama-
h aya sido· or os que mmos actores o t ·
nuestro aporte en la transcormac: , . , esugos, por modesto que blemente que no sería necesario moverme de la población, que se me podría encomendar, por
,
1
' 10nsocia1 delpa1s Lah · t · ¡ · ,
Y pondra aparte los desperdicios· pero d d · is ona se ecc1onara el grano ejemplo, el reparto de las tierras de los acaudalados de mi cantón. Tan simpático ofrecimiento
puesto, por tanto, todo mi esmer; en to a :on el material que le dejemos. He me dejó encantado y, a fin de cuentas, tuve que optar por ofrecerle mis servicios, pero en la
posible, naturalmente no en calidad de con la mayor fidelidad misma capital del Estado.
captar más que hombres, cosas y.sucesos, la que procuró En los últimos días de octubre de 1914 me incorporé al Estado Mayor de J ulián Medina,
nes más o menos arbitrarias. cacwn e os mismos, para creacio- en lrapuato, donde esperaba el grueso de sus fuerzas, que acababan de salir de la ciudad de
Los de abajo, como el subtítulo primitivo lo indicab . México, con las de Lucio Blanco, desconociendo el gobierno provisional de don Venustiano
la revolución constitucionalista de'b'l d a, es sene de cuadros y escenas de Carranza y reconociendo el de la Convención. El general Medina me recibió con demostra-
. , 1 mente ata os por un hilo 1 p d , .
este hbro se hizo solo y que mi· 1 b . ., nove esca. o na decir que ciones de estimación y cordialidad y en seguida me extendió el nombramiento de jefe del ser-
. a or cons1st10 en colecciona t' . .
dos, s1 mi imaginación no me hubies d d d r ipos, gestos, pa1sa1es y sucedi- vicio médico, con el grado de teniente coronel.
colorido mayor que me fue dable. e ayu a o a or .enarlos y presentarlos con los relieves y el J ulián Medina me dio la impresión de ser un revolucionario por convicción y de sanas ten-
Mi participación en la revuelta maderista 1 , . . . dencias. Permanecí en lrapuato un mes aproximadamente y a diario tuve ocasión de platicar
estrictamente política, pero con ello fue en e reg1men que le sucedió fue con él. Gustaba mucho de narrar sus aventuras y anunciar sus propósitos; escuchaba con aten-
me tuviera vigilado estrechamente co dente] para que, al derrocamiento de Madero, se ción lo que se le decía y procuraba formarse un concepto cabal de los que lo trataban, aunque
· .
1uc10nanas , mo a to os os que compr b . sin conseguirlo muchas veces. Era el tipo genuino del ranchero de Jalisco, valiente, ingenuo,
y en estado de ten · , o amos nuestras ideas revo-
. ' s10n constante Los que n d· . generoso y fanfarrón. No obstante su total incultura, poseía el don de mando, y muchos jefes
tiempo de nuestros terrones sujetos a un .. . o pu irnos o no supimos escapar a
' esp10na1e exasperante, no teníamos más perspectiva superiores a él por otros conceptos, con gusto lo obedecían, reconociéndole tácitamente sus
• Texto de la conferencia dictada por Azuela en el C 1 . . facultades de conductor de masas. El grado de general no se lo confirió ningún superior jerár-
de m¡ novela Los de abajo» en Universidad de en .1945. Apareció con el título quico, sino los bravos que con él se levantaron en armas en la propia prisión de Hostotipaqui-
c m o en Obras completas, tomo III, pp. 1077-1089. 'vo . ' . 2, noviembre de 1946, pp. 1-4. In- llo, donde se les tenía presos por actividades subversivas.
Joven todavía, cerca de los treinta años, alto, robusto, de faz bermeja, párpados un poco
326 DOS SIEH
DOSSIBH 327
caídos, labios gruesos, sin pelo de barba, de ademán lento, pero expresivo y seguro, vestía
Puse, pues, mi máximo esfuerzo en rendir lo mejor posible mis servicios, mant_eniéndome
ajustado pantalón y chaqueta de gamuza de venado, sombrero galoneado de lana, sin corbata;
al margen de los chismes y de las intrigas, lo que me costó trabajo, dada m1 manera de
la camisa abierta en su gran cuello de toro, se le hacía buches en la cintura sobre la cartuchera
apretada de tiros. No obstante su rusticidad agreste, desemp.eñó con discreción y cordura el · ser y la circunstancia de estar recién incorporado a tal med10. . ,
En. diciembre llegamos a Guadalajara y en seguida el me de_s,1gno para_ el
alto puesto que se le confirió, sin dejar de ser decidor, alegre, optimista y comunicativo.
puesto de Director de Instrucción Pública del Estado. fue m1, actuac1on;
Por esos días yo no tenía la menor idea de la novela que sobre la revolución iba a escribir.
dos por los carrancistas, de derrota en derrota, un buen d1a me encontre en los Estados
Desde que se inició el movimiento con Madero, sentí un gran deseo de convivir con auténticos
dos con un lío de papeles, debajo de mi camisa de manta. Dos terceras partes de Los de
revolucionario_s -no de discursos, sino de rifles- como material humano inestimable
estaban redactadas y el resto lo escribí en la misma imprenta de El Paso del Norte, donde m1 no-
componer un hbro, de suerte que esa sola circunstancia me bastaba para sentir placer y satis-
facción en mi forzada aventura. Al revés de lo que generalmente me ocurre, el nombre de lo vela comenzó a publicarse en el folletín. . _
Una noche de noviembre de 1915 se la leí a un grupo de amigos y campaneros, desterra-
que habría de escribir fue lo primero que se me vino al pensamiento. En Guadalajara bauticé
al protagonista de mi proyectada novela con el nombre de Demetrio Macías. Me desentendí dos todos, en uno de los cuartos del hotel donde estábamos Entre ellos ,se encontra-
ban los licenciados Enrique Pérez Arce, Abelardo Medina, Enrique Luna_Roman y a_lgunos
de Julián Medina, para forjar y manejar con amplia libertad el tipo que se me ocurrió.
otros profesionistas. Cuando llegué al pasaje de Demetrio en camilla por
Manuel Caloca, el más joven de una familia de revolucionarios de Teúl, del Estado de Za-
los cañones de J uchipila, Manuel Caloca, que se encontraba tamb1en entre mis oyentes, se.
catecas, muchacho de menos de veinte años, alto, flaco, olivado, tipo un tanto mongoloide,
conoció al instante en su canción favorita: «En la medianía del cuerpo/ una daga me metlo I
alegre e intrépido, de valor temerario en la pelea, sucedió a Julián Medina en la construcción
de mi personaje. Se había batido con valentía y él mismo se concedió el grado de coronel, que sin saber por qué / ni por qué sé yq ... » · .
Por lo demás, la mayor parte de los sucesos referidos en la novela no fueron pres.en.ciados
Meqina le confirmó al recibirlo e incorpo"rarlo con su gente a sus fuerzas. En un combate en
por mí, sino construidos o reconstruidos con retazos de visiones de gentes y acontec'.m1entos.
.San Pedro Tlaquepaque fue herido gravemente. Con ochenta hombres lo conduje de Tepatit-
Los que la llaman relato no saben de la misa la media, si con ese título intentan decir que es-
' lán a Cuquío; seguimos por los cañones de Juchipila tocando el rancho de Limón y la misma
cribí como el que hace crónica o reportazgo.
población de Juchipila; pasamos luego por Calvillo y en Aguascalientes sólo nos detuvimos
las horas estrictas. Lo operé en esa capital de Estado, en el sanatorio de sus parientes los doc- Es lugar común hablar de novelas de clave. Se pu,eden pero
tores Ávilas, y la misma tarde tomamos el ferrocarril rumbo al Narte, oyendo ya el cañoneo de una novela de clave ni es viable como novela y nos hana monr de fast1d10. El novelista se_gura-
los carrancistas que unas cuantas horas más tarde tomarían la plaza. Lo dejé en el hospital mi- mente toma los elementos para sus construcciones del mundo que _lo o de.los libros.
litar de Chihuahua y no volvimos a vernos sino en El Paso, Texas, después de la toma de esta Pero tal obra rio se limita a la acumulación y ordenación de los matenales mertes, a la or-
última capital por el general Treviño. ganización de un cuerpo nuevo y dotado de vida de una de_ De
En calidad de médico de tropa tuve ocasiones sobradas para observar desapasionada- suerte, que los mejores personajes de una novela seran aquellos le1os del n;1º
mente el mundo de la revolución. Muy pronto la primitiva y favorable impresión que tenía de delo. Recuerdo que, en correspondencia con el don Jose Y
sus hombres se fue desvaneciendo en un cuadro de sombrío desencanto y pesar. El espíritu después de mi regreso de los Estados Unidos, a propos1to de Los de aba;o escrib1
de amor y sacrificio que alentara con tanto fervor como poca esperanza en el triunfo a los pri- «Si yo me hubiera encontrado entre los revolucionarios un tipo de la talla de Demetr10 Macias,
meros revolucionarios, había desaparecido. Las manifestaciones exteriores que me dieron los lo habría seguido hasta la muerte.» .
actuales dueños de la situación, lo que ante mis ojos se presentó, fue un mundillo de amista- Del mismo error se deriva otro: «El autor se ensaña con sus persona1es». Lo que es tan ab-
des fingidas, envidias, adulación, espionaje, intrigas, chismes y perfidia. Nadie pensaba ya surdo como si se dijera -guardando la infinita distancia-: «Dios se ensaña con. sus criaturas».
sino en la mejor tajada del pastel ala vista. Naturalmente no había bicho que no se sintiera con Entre las gentes que me sirvieron para forjar mi novela recuerdo con fideh.dad.'
méritos y derechos suficientes para aspirar a lo máximo. Quién alegaba su tiempo de servicios, los mencionados para Demetrio Macías, los siguientes: Luis Cei:vantes es un 1magmar10
quién sus gloriosos hechos de armas; uno se lamentaba de haber abandonado a su familia en construido con otro tipo imaginario y retazos tomados de la realidad. Los
la miseria, otro un trabajo que lo estaba enriqueciendo y los menos hacían valer su amistad o les del coronel Francisco M. Delgado, secretario particular del gobernador Medma, por envi-
parentesco con los más altos jefes. La fraternidad que unió a los primeros luchadores había dia unos, por viejos rencores otros, le formaron una atmósfera muy densa leyenda
entrado en los dominios de la historia y de la leyenda. Había división entre los jefes, los subal- primente. Se le inventaron defectos que no tenía y comeno, se le
sotto voce dándole fama de lo que no fue. Delgado se hab1a d1stmgmdo por su mte-
ternos no se creían menos que aquéllos, las suspicacias fundadas o infundadas mantenían en
alerta a todo el mundo. ligencia y cultura, y en campaña por su valor. Julián Medina, al designa:!?
Mi situación fue entonces la de Salís en mi novela.· «lPor qué -le pregunta el seudorrevo- puesto que desempeñó con decoro, tuvo un acierto. Pero esto le suscito especial-
lucionario y logrero Luis Cervantes- si está desencantado de la revolución, sigue en ella?» mente entre sus compañeros, que se sentían con iguales o mayores merec1_nuent.os. No fue,
«Porque la revolución -responde Salís- es el huracán, y el hombre que se entrega a ella no. es pues, el auténtico Delgado, sino el creado por la maledicencia, el que me d10 el tipo que me
ya el hombre, sino la miserable hoja seca arrebatada por el vendaval.n hacía falta, el curro de mi novela. ·
Pedro Montes era un mocetón de treinta años, recio de carnes, de cejas y barba pobladas,
Con todo, por más que la jornada haya sido larga y penosa, nunca me he arrepentido de
buenos ojos, ranchero fanfarrón y valiente y uno de los más simpáticos compañeros de. Me-
haberla hecho, porque en ella encontré las enseñanzas más provechosas que me ha dado la
dina. Ingenuo y sencillo, presumía de rico por ser dueño de una !unta de y de va_l1ente
vida y un conocimiento de los hombres que jamás habría adquirido corrio médico civil.
por las balas que llevaba en su cuerpo, atrapadas en riñas de fena, bodorrio Ytabern¡¡. El Yun
328 DOSSIBR 329
DOSSIER

tal jefes del Estado Mayor, compañeros consentidos de Medina, en quienes un cuentecito publicado con ese nombre y es el Val derrama de Los de abajo. Aparte de las pá-
puso siempre su mayor confianza. Sonriendo, demostraba su indomable valentía. Cuando se ginas en que lo presenté con disfraces diversos, con su propio nombre me ocupé de él en una
le presentaba la ocasión de tomar venganza de algún enemigo personal, lo sacrificaba sin ren- carta literaria dirigida al licenciado Antonio Moreno Oviedo, publicada en México al D{a, Yfi-
cor, como el aplasta a la que lo ha molestado. Un fusilamiento era motivo de gran al- nalmente en un artículo necrológico dedicado a su memoria en una revista de Guadalajara, a
boroto y se disputaba la com1s10n de llevarlo a cabo. A los que tenía que despachar al otro principios de 1942. No cabría en un volumen el anecdotario de este poeta, que más en
mundo los trataba con cariño fraternal, y más tarde, si sabían morir serenos, mostrando su . obra literaria lo fue en su propia vida. Los que lo conocieron saben que cuanto he dicho de el
desprecio a la vida, los admiraba con palabras y ademanes de fervor vehemente. Yo pienso sólo es un vago reflejo de lo que fue este tipo perfecto de bohemio. Su fogosa imaginación, su
que, más que todo, eso significaba para él un aprendizaje a morir con dignidad. Y, en efecto, palabra cálida, siempre llena de interés y contenido, sus frases agudas y candentes, envueltas
murió fusilado poco antes de la rendición de Medina en el sur. de Jalisco. De este sujeto tomé como en un buqué de flores, su enorme habilidad de psicólogo para penetrar en el punto dé-
muchos i:asgos para mi personajeAnastasio Montañés. Dos veces viví en Ciudad Juárez. Solía bil de cualquier persona, cuando apenas acababa de conocerla, lo hacían un animador estu-
desayunarme en "Delmónico», restaurante muy bien atendido. En la última ocasión fue pendo. Interesaba tanto en la antesala de un ministro, como en el interior de una cantina, lo
cuando el hambre hacía ya estragos en todos los sitios· ocupados por las fuerzas armadas. El mismo en un camino real que en una congregación pía. Necesitó desde siempre el estímulo
general Villa pagaba en oro la alimentación de sus jefes principales en dicho restaurante, y na- del alcohol para vivificar su pensamiento, que sin él rastreaba el suelo. Dio el mentís más so-
turalmente se les daba absoluta preferencia a los militares. Allí conocí a un mesero profunda- lemne y regocijante a los sabios de la medicina y de la higiene bebiendo desde la pubertad
mente antipático: chaparro, carirtedondo, mofletudo y encendido, sus ojos inyectados a ver- hasta los ochenta años, conservando la lucidez de su inteligencia privilegiada y chispazos de
ter sangre. Era sumamente activo, presumía tutearse con los cabecillas más famosos y a los ci- una imaginación ·siempre despierta. Como sombra, este Valderrama pasa al final de Los de
viles n?s trataba con desdén y aun con insolencia. De ese tipo odioso nació el güero Margarito, abajo.
que fm completando con otros que conocí también de cerca, tales como un coronel Galván, No podía faltar en mi novela el pitecántropo, ese tipo que abundó tanto en los días de la re-
ebrio consuetudinario, cuya diversión favorita consistía en disparar su pistola en buscapiés a volución y que, bien vestido, bien comido y bien bebido, nos sigue dando tanta guerra to-
los a restaurantes, cabarés, cantinas y centros de disipación. De paso davía. Un milagro de acierto le había dado el nombre de Bárbaro en la pila baustimal. Y lo era
m1 tierra hizo bailar los enanos a un zapatero chaparrito y muy acicalado que gustaba ves- de los pies a la cabeza. Fue el soldado más odioso y repulsivo de cuantos conocí entre la gente
tir de charro. Otro fue un coronel agregado a la tropa de Medina, después de la toma de Gua- ·de Medina. De 25 años, alto, fuerte, de mirada inexpresiva, gran quijada de antropoide, cabe-
dalajara por Era un hombrazo casi apoplético, de pelo y barba rojizos, extre- llos lacios untados al cráneo, su aspecto en conjunto era bestial. Le llamaban Barbarito, lo
1rasc1ble. se enojaba se arrancaba las barbas, haciéndose sangre. En las temían y lo adulaban por ser uno de los brazos fuertes de Medina y gozar de toda su con-
de Teq_uila fue ,herido por ba,la explosiva en una rodilla, quiso levantarse, y fianza. Era temible, además, por ser rencoroso, vengativo y cruel. Carecía en absoluto de sen-
como no pudiera, saco su revolver y se pego un tiro en la cabeza. tido moral y-caso no común entre los rancheros de Jalisco- desempeñaba las comisiones ru-
El médico de las fuerzas de Medina, a raíz de su levantamiento en Hostotipaquillo, fue 1,m fianescas que se le encomendaban. Cuando Villa se remontó a la sierra de Sonora, después del
curandero qu_e lo acompañó desde entonces en toda la campaña. Ejercía en di.stintos pueblos reconocimiento de la facción carrancista por los Estados Unidos, Medina seguía levantando
del sur de Jalisco y se pagaba mucho de su saber. De mediana edad, menudito y acicalado, se en el sur de Jalisco, más atenido al espiritismo que a sus pantalones, y se servía de Barbarito
expresaba con rebuscamiento y gustaba de lucir el uniforme muy limpio y planchado. Le com- como medium Y el medium supo ser tan prevenido que un buen día escapó con los fondos que
placía escuchar la conversación de personas de prestigio social, político o militar. No faltaba se le habían confiado, pero los espíritus no le revelaron que antes de gastar el dinero, habría
nunca en las paradas, siempre a un lado del general. Rara avis, era hombre correcto en todo de ser aprehendido y fusilado por los carrancistas. Este Barbarito lleva el nombre de Pancra-
sentido. Entró en mi novela con el nombre de Venancio. cio en mi novela.
En nuestra penosa peregrinación por los cañones de Juchipila, conduciendo en camilla al "La Codorniz,,, "El Manteca», "El Meco» y otros personajes secundarios, entraron en ella
coronel Manuel Caloca, nos detuvimos unas cuantas horas en un pueblo donde estaba de con los mismos rasgos y apodos con que les conocí. Soldados anónimos, carne de cañón, po-
guarnición el cor?nel Maximiano Hernández, joven muy serio, delgado y trigueño, de agrada- bre gente que no fue dueña ni siquiera del nombre con que la bautizaron. Su paso por el
ble aspecto. Tema de compañera a una chica prieta, muy pintada de la boca, ojos y carrillos. mundo fue como el de las hojas secas arrebatadas por el ventarrón.
Vestía falda corta de colo: vivo y abrillantado, sombrero galoneado y una blusa cruzada por Camila y las demás mujeres fueron. de mi mera invención y como las necesité para la cons-
de tiros. Sentada sobre una mesa de pino, las piernas colgando, lucía trucción del libro.
unas horribles medias de algodón azul con ligas solferinas abajo de la rodilla. Tenía fama de La mayor parte de los sucesos narrados los compuse con el material que recogí en conver-
lúbrica Yse contaba que había provocado muchos lances sangrientos. Era la única mujer entre saciones con revolucionarios de distintas clases y matices, sobre todo de las pláticas entre
aquellos soldados. En Los de abajo lleva el nombre de "La Pintada». ellos mismos, de interés insuperable por su autenticidad y significado. Los instintivos se de-
Pocos li?ros míos de primera época no se refieren de algún modo al tipo más pinto- jan adivinar con gran facilidad, hasta en los pensamientos más íntimos que quisieran ocultar.
resco, de mas sabor y colorido, que hube encontrado en mi vida: el poeta laguense José Bece- Mi cosecha la levanté en los cuarteles, hospitales, restaurantes, fandangos, caminos carrete-
rra. Por la amistad íntima que cultivé con él, por su vida aventurera y por sus maneras extrava- ros, veredas, ferrocarriles yen todas partes. Muchos sucesos están referidos en forma absolu-
g.a,ntes: fue el hombre que material humano me dio, no sólo para mis novelas de la revolu- tamente distinta de como los presencié. En unas cuantas líneas apenas me refiero a muchos
c10n, smo para muchas anteriores y posteriores a ella. Mucho de .él hay en el licenciado Resén- como éste: En Tepatitlán, a una jornada de Guadalajara, me quedé con dos asistentes a espe-
dez de Los.fracasados:, mucho también en el Rodríguez de Los caciques; se llama José María en rar y atender en el hospital a los heridos que se me enviarían de El Puente, donde se esperaba
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un encuentro con los carrancistas posesionados de la capital. Recibí un recado muy atento de Todo esto está construido en la novela en forma muy diferente.
un vecino, rogándome pasara a su t:asa y le hiciera una visita médica. Era un sacerdote, paisano Con mis apuntes en el seno llegé a Chihuahua y allí comencé a darles forma. Leí la primera
y amigo de juventud, que sólo quería noticiarme que por buenos conductos estaba informado parte a mi amigo el licenciado Enrique Luna Román, que a pocos días se trasladó a El Paso.
que se acercaba una partida de carrancistas por el rumbo de San Juan de los Lagos. Había terminado ya la segunda parte, cuando me escribió, que tenía editor
-'l'odo el mundo sabe aquí que eres médico de Medina y corres mucho peligro aquí, solo para mi libro. Como mis recursos se estaban agotando, salí de J uárez a El Paso con diez dóla-
con tus ayudantes. Tengo un sitio muy seguro donde puedes ocultarte. res en la bolsa. Visitamos a varios agentes de casas editoras y me pedían el original para en-
Emocionado le di las gracias, sin aceptar su gentil ofrecimiento porque esperaba de un viarlo. Pero como yo tenía urgencia inmediata de dinero, tuve que aceptar la proposición de El
momento a otro a los heridos de El Puente. Paso del Norte: mil ejemplares de sobretiro y tres dólares a la semana a cuenta, mientras se
-El rancho está a muy corta distancia de aquí. hacía la impresión. Al mes de haberlo repartido en puestos de libros y revistas, se habían ven-
Me ofreció con toda formalidad darme aviso inmediatamente que llegara gente de Me- dido cinco ejemplares. Entretanto los carrancistas, sin combatir, tomaron Ciudad Juárez.
dina, instándome a que me pusiera a salvo de un peligro inútil. Acepté entonces, y después de Aproveché la confusión de las primeras horas para pasarme a territorio mexicano, le compré
enviar a mis asistentes disfrazados de arrieros con unos verdaderos arrieros que salían a otro un pase de ferrocarril a un soldado y con José G. Montes de Oca regresé a Guadalajara. El con-
día a Encarnación de Díaz, a la medianoche salí con un guía al ranchito donde debía permane- ductor del tren objetó el pase. ce Ustedes no son soldados-dijo-, son peones que van ala pizca
cer a la expectativa. Era una pobre casa de adobe con tres tepozanes en el patio, sobre una lla- de algodón a la Laguna». Su aguda penetración nos salvó, porque compadecido de nuestra
nura inmensa, donde ni arbustos se levantaban. El guía me hizo entrar y una vieja greñuda y pobreza nos dejó seguir adelante, sin volver a pedirnos el boleto. Ocho días duró el viaje con
sucia que estaba moliendo en su metate me acogió cariñosamente al oír el nombre del padre desveladas, hambres, trabajos y multitud de peripecias.
que me recomendaba. Poco después llegó el patrón: un sujeto de camisa, calzón blanco y gua- Nunca he sabido el fin de los mil ejemplares que de mi novela le dejé al señor Gamiochipi,
raches. Dijo que traía el cólico y apretándose el estómago pidió un tecito caliente. La vieja sa- dueño de El Paso del Norte, pero lo que sé muy bien .es que le sigo debiendo sus doce dólares.
lió al campo a cortar unas yerbas y él me aseguró que no dilataban en llegar los Ramírez, de El éxito que esta novela alcanzó después de diez años de publicada se debe al entusiasmo
Cerro Gordo, con quienes me recomendaba el padrecito. Volvió la mujer con unos cogollos, desinteresado de tres excelentes amigos míos que se propusieron darla a conocer. Ya a fines
qué sé yo que yerba, los amansó entre sus dedos costrudos, luego hizo un menjurje revolvién- del año de 1924 el poeta Rafael López, en una entrevista de prensa, había señalado Los de
dolos con nejayote en una cazuela tiznada y se lo dio a beber. El amo dijo a poco que el dolor se abajo como el esfuerzo más serio realizado en ese género literario, de diez años a aquella fe-
le había asilenciado, pero a mí me dio no más de mero apurón. cha. Pero no fue sino en 1925 cuando el público reparó en ella, con motivo de una ruidosa po-
Al mediodía llegaron los Ramírez, de Cerro Gordo, en magníficos cuacos, armados hasta lémica periodística en la que Francisco Monterde llamó fuertemente la atención sobre mi ci-
los dientes. El amo les dio el recado de mi protector y en el acto me estrecharon la mano a tado libro.
punto de dislocarme los huesos, asegurándome con muchas fanfarronadas que ellos no obe- Gregorio Ortega publicó varios artículos al respecto y obtuvo que El Universal Ilustrado lo
decían más ley que la de Dios, que en sus guaridas no entraban villistas ni carrancistas y que reeditara. Poco después, este mismo amigo mío hizo un viaje a Europa y se llevó muchos ejem-
todas esas gentes de la revolución les venían guangas. Me disculpé de no acompañarlos en se- plares de la obra, la dio a conocer a muchos distinguidos escritores españoles y gestionó una
guida porque esperaba un recado urgente de mi amigo el padre Varela, y que a otro día me iría nueva edición en Madrid con un éxito que yo no me había imaginado nunca. Otro excelente
con ellos. La verdad es que estaba arrepentido de esta aventura y meditando una salida. Por amigo mío, José María González de Mendoza, con la atingencia y minuciosidad que lo carac-
fortuna esa misma noche volvió mi guía de Tepatitlán con el aviso de la llegada del coronel terizan, corrigió la mala traducción que un escritor catalán había hecho para Monde, de París, e
Manuel Caloca, gravemente herido, acompañado de ochenta hombres. No esperé más y le di intervino decididamente en la edición realizada por la casa Fourcade, de Francia.
gracias a Dios, que nos ayuda hasta cuando no se lo hemos pedido; ensillé mi caballo y regre- Hago mención de estos hechos sólo para aprovechar esta ocasión de rendir públicamente
samos a la población. En el trayecto, mi guía, un mozalbete flaco, descolorido y de aspecto fú- un tributo de agradecimiento a esos tres desinteresados y generosos amigos míos, sin cuya in-
nebre, me dio una gran sorpresa: tervención tal vez mis libros fueran hoy tan desconocidos como en los ya lejanos días en que
-Y o sé que usted despachó ya a sus asistentes, y si usted quisiera llevarme, puede ser que por primera vez los publiqué.
le sirviera de algo. Cuando, a mi regreso del Norte, después de la derrota y dispersión del villismo, me veía
Muy compungido agregó que era payaso de circo, pero que en su profesión le iba muy mal, obligado a referir algunas de mis aventuras revolucionarias, instintivamente caía en el equí-
porque hasta los cirqueros andaban de revolucionarios y él se mantenía haciendo mandados voco o en la ironía, escapando por esas veredas a las jeremiadas o lamentaciones del fraca-
por lo que buenamente querían darle. sado. Por pudor muchas veces tenemos que ocultar nuestras penas íntimas y cuando somos
Con Caloca en angarillas, una partida de .carrancistas nos sorprendió en el fondo del ca- compelidos a les ponemos un que regularmente es el de la
ñón, pero como toda la gente del coronel era de serranos y caballistas magníficos, con facili- Esta es la razon de que las novelas que escnb1 en aquellos meses de amargura nacieran,
dad se apoderaron de las alturas y pronto pusieron en fuga al enemigo. Yo, entretanto, al am- crecieran y se acabaran, impregnadas de cierta mordacidad punzante. Mi derrota fue doble,
paro de un covachón abierto en la peña viva, tomaba apuntes para la escena final de la novela había perdido también económicamente; mis ahorros de diez años consecutivos de trabajo se
apenas comenzada. esfumaron y, sin ideales, en pleno desencanto tuve que enfrentarme y cumplir con un deber
Esa misma tarde, en el rancho de Santa Rosa, el payaso me dijo con aflicción que siempre inmediato e inaplazable: la manutención de mi familia.
no le convenía el trabajo, porque maldita la que le había hecho la balacera. En su lugar El que se embarca en una aventura se atiene a sus consecuencias, a menos de ser un ilus.o o
ocupé a un sacristán que se nos había agregado en Tepatitlán. un idiota. Yo había sufrido hambres, miseria y otras penas, pero todo como incidentes natura-
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les de la vida de lucha y azar en . .
huella. Hasta recuerdo con lac;ue quise meterme; accidentes tan leves que casi no dejaron Uno de los cuadros más pintorescos y dolorosamente cómicos que todo el mundo pudo
che helada corno bendición de a cinco y aquellas pintas de le- observar en aquellos días en que las facciones revolucionarias entraban y s·alían de los pue-
J alisco y Zacatecas comiendo carne' dn aso, dexas'. despues de m1 travesía por la sierra de blos, dejando en un estado de inquietud y angustia a sus habitantes, fue el de las caravanas de
' e vaca asa a y sm sal bebiend · f · ' (¡ burócratas con sus familiares en pos de las tropas. Cada cual se arrimaba a la facción de quien
tosta d o, y endulzada con cocimiento d . d ,' o m us10n e garbanzo
huahua y las comidas de los chinos despues de las dietas tremendas de Chi- esperaba el triunfo, pretendiendo hacer méritos, unos para conservar el puesto y otros para
, o servian e aperitivo por I' d
rante con más hambre de la que Ilevab El p d . , que sa ia uno e1restau- ganar uno más alto. Había muchos que por contagio seguían la bola y ni éstos ni aquéllos vaci-
. . a. aso per ura en rn 1memor' ,
comilonas. Me río de los que cuentan sus ¡. d f . . . ia como un para1so de laban en llevar consigo a sus familiares con mujeres, niños, ancianos y enfermos. Los que
cientos y aun miles de dólares que yo J.ª
, El p •
? an es su, desterrados con muchos
mas me atrev1 a sonar siquiera Con d · d ' 1
nunca habíamos vivido de las nóminas del gobierno sentíamos invencible repugnancia por
gue a aso y con, cincuenta
. centavo s h ac1a
' m1. gasto d'iano. . . iez o ares 11 e- aquel espectáculo que nos parecía de abyección y miseria.
Pero no, no fue esa m1tragedia, sino 1 1 , , Como director de Instrucción Pública, en Guadalajara tuve sobradas ocasiones de cono-
lia llegó a México donde la esperaba deadquela canzo su chmax el mismo día en que mi fami- cer muy de cerca a la burocracia, en su sección más turbulenta: después conviví con el gremio
, s e a gunos meses antes Mi es h h ..
mayor de doce años. Fue el glorioso día en que 1 b. . . . y oc o IJOS, el en sus mismos alojamientos, en los mismos trenes y en toda especie de parajes. Pude obser-
don Venustiano Carranza salvó por enésima ve e ,10. y mm1stro de hacienda de varlos hasta la saciedad en sus pequeñas intrigas, en sus minúsculas ambiciones y a no pocos
diendo en la indigencia a miIIares de ente za ex1co, anu ando su papel-moneda y hun- en una voracidad asquerosa. Ahora que han pasado muchos años y releo algunas páginas de
las manos. Pude comprender con s t1nos pedazos de papel en Las moscas, comprendo que fui despiadado y cruel en la pintura de ese gremio. Porque si para
d men iana c andad como es tan f' ·1 1 · d· ·
uos tarados de la voluntad o sin eila se priven d l .d . . , ac1 os m iv1- todo el mundo los revolucionarios constituían una amenaza constante, para los desdichados
cuenta a la vez de la enorme ini . a Vl a en una s1tuac10n semejante. y me di burócratas significaban algo de vida o muerte. Al vaivén de las facciones que entraban y salían
los momentos amargos y carácter tesoro insustituible en de las ciudades, entraban y salían los empleados; ocurriendo muchas.veces que pobres viejos
salud y optimismo, a pesar de mi derrota. Me Pero yo tema cuarenta años, probos y competentes fueran sustituidos por amigos, parientes o recomendados, gente ignara
bro: querer es poder. y resultó que el gol e brutal o l;m.a lo habia espulgado en un li- en general, sólo por el gusto y satisfacción de los jefes en hacer gala y dar pruebas de su poder.
mis energías desfallecientes. p economico, lejos de anonadarme, levantó Aquellos desventurados andaban, por tanto, de cabeza; iban, venían y se revolvían sobre
Nos habíamos alojado en un departamento de una . el mismo sitio, presumiendo o adivinando adónde habría de quedar la torta. iLas moscas!
Comonfort, a un costado del jardín de S . Tl 1 1 casa en la última calle de Los juzgábamos como gente convenenciera, versátil e indigna de piedad, sin pensar que
pidiéndole la consulta en su botica E anuag.o a te oleo. Hable con el boticario del rumbo su agitación obedecía a una causa iy qué causa!: comer, vivir. Porque antes de tener ideas es
alcohol, boquiflojo, pendenciero
. d
b
ra unh;u]eto chaparro'. ?ordo, de ojos abotagados por el
• orrac m Y santo Muno en la cráp 1 · b absolutamente indispensable tener estómago y nutrirse. El empleado fuera de su sillón de
cien o su memoria y conservo el recuerdo de a uel , u a y yo endi- trabajo perece, o su vida se encamina a la aventura o se reduce a la miseria. Con frecuencia se
A cuanto enfermo acudía a su botica e b q oro engastado en Vll cascajo. convierte en harapo social, que es aigo peor que la muerte misma. Pero en aqueUos días en que
día me faltó casa, comida ni ropa para los n, usNca de le daba mi dirección. Ni un solo nuestros pensamientos y nuestras preocupaciones más íntimas distaban un abismo de las es-
e h d m10s. uestra v1v1enda en aqu 1 d 'fi · d f
iac a a era un refrigerador adonde 'amás lle aba l , e e 1 1c10 . e astuosa trictas necesidades fisiológicas, pasaba inadvertido ante nuestros ojos absortos el significado
meda y me sentaba en una de las blncas g e dsol. y o salia a quemarme la piel a la aJa-
con un cua erno de apuntes l' · d' trágico de aquellas turbas tan injustamente tratadas y aun vejadas muchas veces. El sacrificio a
constantemente del que entrara en mi ca C d Y un ap1z, pen 1ente que se veían sometidas era mayor que el de los mismos soldados: como ellos iban exponiendo
de conservación refundió profundament sa. luan b o renuevo estos recuerdos, que el instinto
su salud y su vida, sin disfrutar jamás de los gajes y honores; sufriendo las mismas penalidades
perficie- adquieren una vida tan inte e en a su . consbciencia -al ascender de nuevo a la su-
D d' nsa como sr aca aran de ocurrir y recogiendo las migajas que les dejaban. ·
. uros ias aquellos, para los que vivíamos atenidos a n .. ·-La vaciada en ese carro -decía el coronel Medina, hermano del gobernador, señalando
tiempo en que el carrancismo victorioso hab' 11 d 1 buestras propias fuerzas . Fue en jaulas de reses, sin barrer siquiera, a la doliente caravana.
rapaces y militares corrompidos inventaron r:l ev;. ·pue lo a la extrema miseria. Políticos
En su jerga se denomina vaciada a los caballos viejos o enfermos y a las acémilas que van
de enriquecimiento diario para hort ia o ico, que hasta nuestros días es fuente
necesidad y de los medios de y de los artículos primera con la impedimenta.
La urgencia de cuidar y defender el hueso los ha dotado de una agilidad de maromeros en
vimos cómo rateros de la víspera se d ' es .e mas aJto en el mercado. Todos
pietarios de suntuosas residencias, d:at1gmente.en.dueños ?e pro-
la cuerda floja. Me viene a la memoria un recuerdo a propósito. Tenía pocos días de haberme
encargado del ramo de enseñanza cuando se me presentó una comisión de maestros de es-
como el fruto de la miseria y del hambre d l 1 aslnbegoc1ac10nes mas prosperas, y todo
e as c ases a orantes iQué d - h b , cuela para ofrecerme un banquete. Yo los conocía tanto como ellos a mí (en la antesala pre-
parecerme entonces que cuando en m· l 'b _ , · e extrano a na de
is 1 ros sena1e aqueilas lacras guntaron por mi nombre para hacerme la invitación). No acostumbrado ni de lejos a los pro-
rro candente de «reaccionario»! Los rateros los . 'se marcara con el hie-
mejor que esa palabra hueca. y asesmos no han podido encontrar defensa tocolos de la burocracia, ello me pareció no sólo ridículo sino injurioso. Les respondí en un
tono del que ahora me arrepiento sinceramente: ccAcepto con gusto su invitación y se las agra-
Mi incipiente clientela me dejaba largas horas l'b dezco, pero les suplico que difieran para más tarde el banquete.» ccEl día que usted señale, se-
de dos nuevos libros: tres pequeñas no 1 . I res y yo me entregaba a la composición
· J ve as que mtegraron un volumen L D ñor director.» ccPues al día siguiente de haber dejado de ser el señor director.»
quzere ser uiputado y De cómo al.fin lloróf¡ p, bli L : as moscas, omitilo
familia decente. uan ª º· ª otra novela fue Las tribulaciones de una Más tarde, con una visión menos injusta y con mayor comprensión de los hombres y de los
acontecimientos, me di cuenta de mi grave error. Sí, porque vi la diferencia enorme entre ellos
334 DOSSIER 335
DOSSIER

y los verdaderos logreros de la revolución, la forma cínica y escandalosa de éstos para medrar
mi carácter ni con mi manera de vivir. Entonces mis inclinaciones por la novela·adquirieron
con ella. Con todos los defectos que se le puedan achacar al empleado, tiene una exculpante un objetivo concreto: retratar gentes y al_Ilbientes, co_rno en _mis horas libres
que lo salva: lucha en competencia desigual y despiadada como el qµe más, y sólo lucha por en un mundo de reconstrucciones forjado a mi antojo. Des pues, imprimir el libro no era pro-
conservar su trabajo que es su pan y el pan de sus hijos.
blema alguno. Me costaba lo mismo comprarme algunos buenos traj.es o un par de
Las moscas no alcanza ni cien páginas en el tamaño regular de una novela. Para completar
Ahota todo era distinto: no me podía permitir lujo de ningua especie y la de
el volumen tuve que agregarle otros dos pequeños trabajos. Uno lo titulé Domitilo quiere ser los míos me obligaba a buscar resultados pecuniarios de todos mis A?n me1or
diputado. Me fue sugerido al observar la facilidad prodigiosa con que los que habían sido jura- ojos para dejar a un lado las candorosidades propias del escritor novel, sm de. nm-
dos enemigos de la revolución se colaban en sus filas, cuando ya no entrañaba peligro alguno guna especie. Recuerdo uno de los que más desencantos nos dan. Raro es aquel que no mcu- .
para sus sagradas personas, cuando podían sacar gran partido de ella con sólo cambiar de cha- rre en la tontería de enviar sus primeros libros a los próceres de la pluma o los pone a la venta
queta. Su falta de pudor, su inaudito descaro en esos días, no fue más que el preludio de lo que en las librerías. Y más raro será el que no haya encontrado alguno de sus ejemplares, con l.a
todos hemos visto después: constituido de una manera firme el gobierno emanado de la revo- más respetuosa y galante en puesto libros. viejos. Los que ;an a las li-
lución, han sido ellos los que han sabido aprovecharse de las mejores sinecuras y los que se brerías sirven de alimento a la polilla, cuando tienen algun espacio en la bodega, sm haber al-
han enriquecido por los procedimientos más inmorales. canzado un solo día de gloria en los flamantes aparadores. Doy un caso concreto. Cinco años
Completé el volumen con una narración :-homenaje póstumo a Leocadio Parra, uno de los estuvo en una de las mejores librerías de esta capital mi_novela de aba!º· .por un ca-
generales de las fuerzas de J ulián Medina-, que me atrajo por su valor sin fanfarronería, por pricho de la suerte comenzó a ocuparse la prensa de ella, se cmco e1ernplares.
su generosidad sin reservas y por su perenne contento. Lo conocí en Guadalajara: ranchero, Hoy que comprendo mejor las cosas quisiera encontrar a cmco valientes para darles un
como sus compañeros, era el tipo antagónico del militar: sólo sabía obedecer en la pelea y en abrazo por haber comprado un libro de un autor desconocido.
la pelea siempre fue número uno. Por esa cualidad disfrutaba de mayor prestigio que el del Seguía escribiendo, pues, Las tribulaciones de unafamilia decente, olvidándome temporal-
mismo Medina. Viniendo de Méxi.co con el grueso de las tropas comandadas por Lucio mente del porvenir de mi libro, y ced.iendo a mi afición de llenar mis horas libres. Nada hay
Blanco, a raíz del desconocimiento de la Jefatura de don Venustiano Carranza por la Conven-
para hacer tolerables los tiempos malos un buen sueño, y es casi soñar.
ción de Aguascalientes, cometió, en estado de ebriedad, alguna grave falta y su acto de insu- Me sobraba material para mis novelas. Si algo me sorprend10 sobremanera en aquel
bordinación le valió un sumario consejo de guerra. La palabra cálida del poeta jalisciencie tiempo, fue que habiendo tanto que contar y siendo numerosos.los escritores que
José Becerra, su compadre y amigo íntimo, lo salvó en esa ocasión de ser pasado por las armas. parte activa en la revolución, tan pocos libros se hubieran publicado. Los acontec1rn1entos
Mucho tiempo después, cuando derrotado e} villismo en el N arte y reconocido el carrancismo
eran de una riqueza fabulosa y la real dificultad sólo consistía en elegir un buen tem.a. Escogí
oficialmente por los Estados Unidos, el general Medina se rindió en el sur de Jalisco, fueron uno demasiado humano en que lo trágico y lo cómico se integraban en una totalidad.
invitados los jefes principales a sumarse a las filas carrancistas. Leocadio Parra incurrió en el Me acordé de aquellos días críticos en que los federales, que poco antes habían pasado
fatal error de aceptar la propuesta y pocos meses después el carrancismo tuvo una buena rumbo al Norte, muy ufanos, orgullosos y echando baladronadas, satisfechos e insolentes, ha-
oportunidad para suprimirlo con otros dos de sus compañeros. En una charla de cantina se les blando con desprecio del enemigo que iban a aniquilar, regresaban mudos, cabizbajos y en-
escaparon algunas frases inconvenientes para sus nuevos jefes, se les acusó de sedición, se les cogidos corno perros apaleados; en pequeñas partidas dispersas. el mundo adivinó
formó un rápido consejo de guerra y fueron fusilados.
desastre huertista que la prensa se empeñaba en ocultar. El pueblo realizaba una proeza
Antes de publicarlo en mi nuevo libro, este relato que intitulé De cómo al.fin lloróJuan Pa- rniendo su regocijo y el pánico desencajaba los rostros de los acaudalados. Comenzo a
blo, por necesidades de dinero, había sido ya impreso en una revista hispana de los Estados proyectarse entonces con sombríos colores el huracán desencadenado desde Norte
Unidos. · ·
huestes vencedoras de Chihuahua, Durango y Zacatecas. Un rumor de despojos y asesmatos
Sería torpe negar que en esos tres breves trabajos puse toda mi pasión, amargura y resenti- sobrecogió de terror a la plutocracia. El caciquismo insolentado con su poder, harto de ven-
miento de derrotado. No sólo me afligía mi dura situación económica, sino la derrota total de ganzas, se había enajenado en absoluto la voluntad de las clases laborantes. La pugna
mi quijotismo: la explotación de la clase humilde seguía como antes y sólo los capataces patrón y sirviente, casi extinta después de una larga etapa de paz, en que por m?tuas conces10-
habían cambiado.
nes y aliviada en mucha parte por un trato humanitario y hasta cordial entre unos y otros, he-
Los sacrificios con que logré editar este nuevo libro me sirvieron de experiencia cruel: el cho muy común en muchas comarcas de nuestro país, había renacido pujante y ;igoroso y el
escritor que se mete a editor sin las dotes de buen comerciante, atenido a su propia obra, va resentimiento acumulado por tantos años de humillaciones y sordamente contemdo en un es-
derecho al fracaso. Parecería que al poner final a un libro, todo estaría hecho; en realidad, para tado de resistencia meramente pasiva, restallaba implacable. La gente rica, con su fino olfato,
el autor poco o nada conocido, es entonces cuando comienza la verdadera lucha. Los editores presintió los tremendos excesos a donde el pueblo podría llegar, al sentirse.libre de sus atadu-
lo reciben fríamente, lo tratan con desdén o con abierta hostilidad, como quien se prepara a ras. Temiendo la revancha, comenzó la emigración a ciudades donde nadie o muy pocos los
repeler un sablazo. Viene después -si se tuvo la buena suerte de verse editado- el silencio as- conocieran. Y dieron el espectáculo de gran comicidad para la plebe los que pocos días antes,
fixiante de la crítica que no se digna a ocuparse de un desconocido, y si de casualidad le consa- insolentes y seguros, pregonaban su victoria, de salir ahora como ratas aturdidas, agregados a
gra uno o dos renglones, es con el clissé consabido para todas las obras que no se leen. los últimos trenes militares.
Antes de la revolución había escrito mis librillos por mero pasatiempo. En los pueblos cor- Sobrada razón tenían: los nuevos revolucionarios no eran.de la misma calidad de los nu-
tos generalmente las horas de recreo se reducen a la tertulia en el billar, en la cantina o se ma-
merosos levantados a raíz del triunfo de Madero, mansas manadas de peones con disfraz de
tan soporosamente en una iglesia. El chismillo rastrero es su alimento. Ello no cuadraba ni con
revolucionarios, presentados por sus mismos amos, conducidos por ellos, Y corno siempre tra-
336 DOSSIER DOSSIER 337

bajando al servicio de ajenos intereses. Estos de ahora eran rancheros también, pero levanta- de Las tribulaciones de unafamilia decente. Estudié en esta novela ese medio lleno de sugeren-
dos en armas por su propia v.o luntad, acaudillados por jefes de su misma categoría; que tam- cias, previo el aprendizaje en mi propia carne de que el dolor es la fuente más fecunda de
poco sabían leer ni escribir y se expresaban lo mismo que ellos, inspirándoles plena confianza. nuestras nobles actividades en la vida y de qu e nada nos da más ricas enseñanzas que él.
Nota grotesca en aquella confusión de gentes enloquecidas por el terror, que abandona- Terna inagotable y tan viejo corno el mundo. El sufrimiento modelador de caracteres, es-
ban el terruño, resultaba la de algunos modestísimos vecinos de clase media, revueltos con los .calón por donde se llega a la visión más generosa de los hombres y de la vida. iCuántos de mi
acaudalados sin que nadie les diera vela en el entierro. Megalómanos que se sentían tan peca- generación debernos la tranquilidad de nuestros últimos días a las enseñanzas aprendidas en
dores seguramente como los ricos y se lanzaban con ellos a correr su mismo peligro. Como no aquellas duras luchas! Yo creo que el error más craso de algunos viejos revolucionarios ha
aj.ustaban para el pasaje, salían en burro o a pie, por los caminos, cargando quimiles, pericos, consistido en asesinar lo mejor que había en ellos, en olvidar su humilde origen, sus hábitos
gallinas, metates y cuanto formaba su capital. Ellos mismos se encargaron de castigar su vani- morigerados por la pobreza y muchas veces por la miseria y dejarse seducir por el miraje del
dad, poniéndose el sambenito que provocaba las carcajadas de los curiosos. poder y del dinero. Los que propalan corno doctrina de salvación para nuestro pueblo la crea-
Esta emigración que ni los directamente afectados tomaban muy en serio, porque creye- ción de necesidades que él no tiene, hacen más daño que todas las revoluciones juntas. No son
ron siempre que sería pasajera y breve, resultó el primer eslabón de una cadena de penalida- tipos de esa especie los llamados a resolver los gravísimos problemas de la hora. Seguramente
des sin fin. Si los primeros embates de las turbas indisciplinadas no tocaron los bienes ni las nuestros males automáticamente desaparecerían sin llanto, ni sangre, si los hombres nos con-
personas de los que tuvieron el valor y la serenidad de mantenerse quietos en sus casas, se tentáramos con una vida sencilla, sin complicaciones ni despilfarros. Siempre h e creído,
apoderaron, en cambio, de las propiedades abandonadas, haciendo destrozos de ellas. Para desde que tuve razón, que mientras haya un ser humano que esté desnudo o tenga hambre, el
aquellos emigrados voluntarios se acabó de ennegrecer el cielo al interrumpirse las comuni- hombre que despilfarra es un ladrón. El efecto del sufrimiento es cruel y desgarrador a me-
caciones, luego de la ruptura de la poderosa y triunfante División del Norte con las huestes nudo, pero jamás irreparable si alumbra una brizna de energía para alimentar y revivir fuerzas
fieles a don Venustiano Carranza. Después de la Convención de Aguascalientes, rotas las hos- adormecidas o insospechadas. Quizás no renazca un hombre nuevo, pero el que sabe aprove-
tilidades, la lucha se reanudó en la forma más sangrienta y enconada que ha desolado el país. char esa enseñanza cuando menos alcanzará toda su plenitud.
Vías férreas, carreteras y demás medios de comunicación fueron ocupados por las facciones En tal estado de ánimo me puse a escribir esa novela que, aunque fundada en aconteci-
en pugna, con lo que los ausentes comenzaron a sentir los estragos de la penuria. Abandona- mientos extremadamente dolorosos, acabaría desbordante de esperanzas y optimismos. Si
ron las residencias de lujo, los hoteles de categoría, y, descendiendo de escalón en escalón, vi- puse pasión en sus páginas, nunca mentira ni dolo, como fue siempre mi lema. De todo se me
nieron a habitar tugurios tan humildes que sus mismos dependientes habrían desdeñado. puede acusar, menos de haber deformado la verdad. Mis testigos son la prensa diaria, de
Ellos, enriquecidos, con el trabajo de los pobres, supieron ahora lo que era la verdadera po- donde es .fácil desentrañarla. Dar un trasunto del medio y del momento que he estado vi-
breza. Con todo, una esperanza los seguía alumbrando en aquella larga tormenta: en sus con- viendo ha sido uno de los propósitos fundamentales de la mayor parte de mis novelas : que en
versaciones, en sus cartas, los nombres de Félix Díaz, de Victoriano Huerta y de Pascual unos dos centenares de páginas se encuentre lo que sólo se obtendría anegándose en un mar
Orozco seguían siendo bandera. Candorosamente creían que si la administración maderista, dé papel impreso, desde la hoja suelta anónima hasta el folleto o libro bien documentado. Fiel
integrada por gente de orden, moralidad y decencia -ahora tenían que arrancarse del fondo trasunto del estado de ánimo y de la amargura de aquellos días es la página que leo en seguida.
de su alma esta confesión- había sido derrumbada con tanta facilidad, mucho más lo sería la Pero mi encono es contra los hombres y no contra la idea, los que todo lo co-
nueva que no era administración, sino un infierno desencadenado de ambiciosos. Por consi- rrompen. Los excesos de la gente de la revolución no justifican los del porfirismo. En boca del
guiente los alentaba la firmísima convicción de que la división de los revolucic;marios acabaría protagonista de la novela pongo estas palabras que son mis pensamientos:
por devorarlos. Con esa esperanza murieron los más y todavía viven algunos cuantos ilusos,
soñando en que sus nietos recuperarían lo que la revolución les arrebató. Terminado este libro se me planteó en seguida el problema de su publicación, tomando
Pero si la derrota de 1913, cuyos efectos no acaban de realizarse hasta la fecha, fue funesta muy en cuenta mi fracaso como editor de mis propias obras. Sin amistades ni relaciones en la
para la gran mayoría de la plutocracia, por su apocamiento, por su s.ervilisrno con los vencedo- capital, me acordé del director de un di aro de provincia muy acreditado, que antes de la revo-
res, por su irnpreparación para el trabajo y su total impotencia para la lucha, hubo muchos que lución había sido mi amigo. Vicente Villasana en sus años de mocedad fue un modesto em-
en la revolución encontraron su contextura de hombres. Con visión exacta de los aconteci- pleado de los telégrafos federales; cultivaba con gran entusiasmo la literatura, fundó en Lagos
mientos y sus consecuencias, con capacidad para renovarse reconstruyendo su propia per- una pequeña revista, Alma joven, y por afinidad de aficiones nos hicimos amigos. La revolu-
sona, entraron bravamente en la brega y si uno que otro sucumbió en la lucha, los más no sólo dón reveló en él un hábil periodista y un magnífico financiero. En su importante diario El
salieron ilesos de ella, sino engrandecidos por su feliz descubrimiento. Pocos son los que no Mundo de Tampico, él había reproducido Los de abajo muy poco tiempo después de su apari-
tuvieron ocasión de ver acaudalados personajes del porfirismo, más tarde arruinados, desem- ción en El Paso del Norte de El Paso, Texas. Le escribí, confiado, enviándole el original de Las
peñando las faenas más humildes, ascendiendo grada por grada hasta llegar a puestos muy tribulaciones de unafamilia decente. Pasaron cerca de dos años sin que yo hubiera recibido res-
decorosos, ganados por sus·puros puños, convertidos en hombres útiles a sus familias, a la so- puesta ni la devolución de mi trabajo. Pero ya entonces mi situación económica había cam-
ciedad y al país; haciendo el contraste más brusco ·con una turba de ganapanes, advenedizos biado, ejercía mi profesión y podía vivir con desahogo. Un día me sorprendió la llegada de un
que repentinamente se convertían en magnates, dueños de las fuentes del poder y del dinero, enorme cajón conteniendo quinientos ejemplares de sobretiro de mi novela, que había sido
por los medios más viles, con la marca en el rostro de esa voracidad insaciable que es su propio publicada en el foll etín de E/Mundo, sin más explicación del caso. Aunque no di mayor impor-
castigo. . tancia al suceso, acabé de afirmar mi convicción de que en México, salvo contadísimas
Tipo de aqueÜos ricos convertidos y regenerados por el trabajo, es Procopio, protagonista ciones, nadie puede vivir exclusivamente de su pluma. Desde entonces me producen gran hi-
338 DOSSIBR DOSSIBR 339

laridad .candorosos que enfáticamente cuentan que sus libros lo; han hecho ganar LOS DE ABAJO*
de pesos. La prensa no le concedió una sola línea a mi libro, como era de presu-
mirse. Reeditada por Botas, ha sido la de más .venta después de Los de abajo y Mala yerba. Enrique Pérez Arce
Con esta obrita quedó cerrado el ciclo de mis novelas de la revolución. Las que posterior-
mente he escrito casi siempre han pretendido reflejar el estado social posterior al movimiento De puntillas, sin que nadie lo sienta, el doctor Azuela llega a la ventana lírica del arte, deja ahí
renovador, pero ya con espíritu diferente, por cuanto me sentí totalmente curado de mi resen- furtivamente un puñado de rosas frescas, y luego torna a su viejo retiro silencioso.
Como de las nieves alpinas brotan flores de encanto, así del olvido (injusto olvido por
timiento y de la _e n que me dejó aquel desastre. Fui revoluc:ionario y no
cierto) en que labora Mariano Azuela, surgen libros perfumados y bellos que compendian el
me arrepiento. M1 rebeldia es congemta y por consiguiente incurable. Me halaga en extremo
esta frase de Franz Werfel: «El que se declara satisfecho porque su partido llega al poder, y se armonioso espíritu de la Patria.
contenta con arrastrarse bajamente ante los principios abstractos de su partido o de su clase, Gráfica, como Marza Luisa; intencionada como Los fracasados; pintoresca y sútil como
es un arribista interesado, pero no un revolucionario.,, Mala yerba, producciones pretéricas de su brillante péñola, aparece su última novela Los de
abajo, que es la cristalización de las escenas más típicas de la actual Revolución Mexicana.
. , Cuando a raíz del triunfo. de la Revolución señalé con absoluta claridad y energía la apari-
c10n de una nueva clase de ricos, los falderillos que recogen las migajas de la mesa me ladra- Todo aquel que conozca de cerca los hombres (los de abajo) y las cosas de la guerra social que
ron, señalándome como reaccionario. Mi culpa, si culpa puede llamarse, consiste en haber conmueve a nuestro país, podrá identificarlos en los capítulos de esta interesante obrita, llena
:. de color y de vida nacionales. El soldado, el general, la muchacha raptada, el saqueo, el asalto,
bid o ver entre los primeros lo que ah'ora todo el mundo está mirando y de haberlo dicho con
mi franqueza habitual, como consta en mis novelas de ·entonces. el cañón de la sierra, el villorrio tomado a sangre y fuego, todas aquellas almas rústicas, todos
Se me acusa de no haber entendido la revolución; vi los árboles, pero no vi el bosque. En esos episodios sangrientos, todos estos lugares comunes, estan descritos con galanura litera-
efecto, nunca pude glorificar pillos ni enaltecer bellaquerías. Yo envidio y admiro a los que sí ria y maravillosa observación.
vieron el bosque y no los árboles, porque esta visión es muy ventajosa económicamente. Riscos de la montaña, donde los pinares gimen como apocalípticos violones pulsados por
Y es el momento .oportuno para dejar bi:::n sentado un hecho: si tuve que sufrir directa- el viento!
mente el golpe de la revolución, fue como lo sufrimos la gran mayoría de los mexicanos. Re- Llanuras interminables y resecas, sobre las cuales mueren los hombres de insolación y los
sentimiento personal no tuve ni he tenido con nadie. He podido escribir cuanto he querido caballos de sed. Aquí rostros febriles, pañuelos blancos y húmedos que defienden las cabezas
sin que ninguno de los gobiernos de la revolución me haya molestado jamás. Hace veinticinco del sol, ánforas que se vacían desesperadamente, bestias que se cansan y bocas que blasfeman!
años ocupo un puesto como médico de la Beneficencia Pública, hoy Asistencia Social, sin que Allá, el vivac en torno de una gran hoguera, donde el ocote. chisporrotea, las «gordas" se ca-
se me haya hecho el menor extrañamiento; por más agresivos que hayan·sido mis escritos. Le- lientan y la tropa charla animosamente al calor de las viejas y la lumbre!
jos de eso, hoy disfruto del honor más grande que se me ha conferido en mi vida de escritor: Y, lamido por las aguas límpidas y azules del arroyo, al que bajan las mujeres con sus cán-
soy miembro fundador del Colegio Nacional, cuyo lema me otorga las garantías para seguir taros olorosos, el pueblo de casas de adobe; capilla descuartizada, vecindario medroso y
opinando sin coacción: «Libertad por el Saber». huertos en flor, entre cuyas fragancias se madura «ella,,, la ranchera bonita de diecisiete años,
la muchacha sabrosa de sangre cálida y diabólicas redondeces, trenzas sembradas de flores y
pestañas chinas, pechos incitantes y ojos muy negros, que junto al coma! se enamora del sar-
gento bisoño, quien en una noche de placer y de luna, se la roba en su caballo zaino y va a ten-
LO QUE NOS DICE AZUELA DE LOS DE ABAJO*
der el tálamo debajo del huanacastle del camino, a cuya sombra los besos y el mezcal hacen su
fiesta, hasta que las dianas despiertan al campamento y el lucero del alba, como luminosa es-
La sociología en pantuflas, bata, radiador, etc., nos hacía reír. En la sierra no es fácil acordarse
fera de cristal lanzada por un malabarista caótico, va elevándose en el cielo rosado por los pri-
de que los sabios de gabinete poseen ricos juegos de lentes y tiempo sobrado para ajustar y
meros rayos de la aurora.
afocar; de que son ellos los únicos que, con una buena digestión y un mejor dormir, pueden
darse el lujo de la grandeza de alma y perspicacia mental necesarias para apartar del campo mi- Y en el fondo de todos los paisajes, como queriendo iluminar los corazones, la lucecita
croscópico la maraña de crímenes, lágrimas, sangre, dolor y desolación, y contemplar en toda azul de ensueño patriótico, del ideal político, de la justificación de estas santas rebeldías del
su pureza el mármol de la Revolución emergiendo triunfal del cieno donde lo hundieron los pueblo esclavizado, de estas benditas cóleras de la raza encarnecida y triste que un día de ad-
matricidas. Los que asistimos al final de la lucha -hermanos de espíritu arrojados unos contra monición y de protesta, dejó el yugo del negrero y cogió el fusil revolucionario para irse al
otros en carnicería y desorientación vesánica-, los que la vivimos, apurando todo el veneno combate y buscar una revancha y un desquite!
que en ella virtieron los de arriba en sus ansias por apoderarse del botín, no. La imagen de la Que plumas doctorales hagan la crítica literaria del libro. Acaso muchas páginas sean sus-
Revolución, para muchos millares de revolucionarios, tenía que salir roja de dolor, negra de ceptibles de pulimento. Acaso algunos de los protagonistas sean, psicológicamente falsos. Tal
odio. Salíamos con Jos jirones del alma que nos dejaron los asesinos. ¿y cómo habríamos de vez la obra en general padezca deficiencias que deban corregirse. Pero quien glosa estas
curar nuestro gran desencanto, ya viejos y mutilados del espíritu? Fuimos muchos millares y líneas es incompetente para hacer tal estudio y se reduce a dejar estampada aquí su impresión
para estos millares Los de abajo, novela de la Revolución, será obra de verdad, puesto que ésa
fue nuestra verdad.
• Ésta, la segunda reseña de Los de abajo, apareció en El Paso del Norte, el 21 de diciembre de 1915. La
• Texto aparecido en El Universal Ilustrado, tomo X, N. 0 540, México, 16 de septiembre de 1927. reprodujo Stanley L. Robe en Azuela and rhe Mexican Underdogs (1979).
340 DOSSIER DOSSIER 341

y como de todas maneras juzga que el esfuerzo es noble y bien logrado, y superior a todos los volucionarias militan hombres de reconocido talento. .
semejantes que han atestado los escaparates de folletos sin alma y sin arte, reciba un cordial y Recomiendo, pues, a mis buenos amigos y correligionarios la de t'.1°
entusiasta aplauso el inteligente y modesto autor. d cción que además de contener profundas enseñanzas filosoficas y soc10log1cas, pro-
al que la lee, ratos de verdadero solaz y d; expansión, haciendo asomar más de una
vez a sus labios, la risa inocente, franca y espontanea. .
Va a ar ello mi más expresiva y sincera felicitación al ameno autor de ccLos de
cuya cierra con el final que he citado, verdaderamente digno de un canto homenco.
LOS DE ABAJO•

luan ]eJ'li.r Valadez

El señor Doctor Mariano Azuela me ha hecho el honor de distinguirme, confiriéndome, con


atenta dedicatoria, un ejemplar de su galana novela revolucionaria, la cual lleva el mismo
nombre del epígrafe con que encabezo estas líneas.
La obra del señor Azuela es sencillamente magistral.
Escrito en estilo conciso, sencillo y claro, y en el lenguaje castizo de celos de abajo>>, ella es
la interpretación genuina del alma popular.
Por ella pasan, como por una película frantástica, todas las peripecias de las guerrillas for-
madas por nuestros hombres del pueblo, los más perseguidos, los más explotados y escarneci-
dos por las pasadas y brutales tiranías, que por fin han logrado sacudir aquellos, a costa de
tantos y tan cruentos sacrificios.
Ella nos trae en sus páginas aromas de la nativa tierruca lejana, con sus bosques seculares y
sus riachuelos murmuradores; con sus praderas olientes a tomillo silvestre, y sus campos
exornados con el oro de las espigas; con sus montañas nativas de empenachados airones y de
intrincadas bifurcaciones, tras de cuyos riscos abruptos se parapeta el rebelde que, por medio
de un certero disparo, hace rodar junto a la linfa del arroyuelo al infeliz ccpelón,,, como les
llama nuestro vulgo a los pobres ex-federales.
En ella campean descripciones y pasajes tan atrevidos y sugestivos como el siguiente:

« ... El humo de la fusilería no acaba de extinguirse.


Las cigarras entonan su canto impertubable y misterioso; las palomas cantan con dulzura
en las rinconadas de las rocas; ramonean apaciblemente las vacas.
La sierra está de gala; sobre sus cúspides inaccesibles cae la nieve albísiina como un cres-
pón de nieve sobre la cabeza de una novia.
Y al pie de una resquebrajadura enorme y suntuosa, como pórtico de vieja catedral, Deme-
trio Macias, con los ojos fijos para siempre, sigue apuntando con el cañón de su fusil...,,
Ya quien me precedió opinando acerca del libro del Doctor Azuela, hizo muy acertadas y
justas apreciaciones; por eso yo, como el primero, dejo a plumas mejor cortadas el juicio
crítico de la obra, que quizá no carezca de ciertos defectillos, pero sí aseguro que ellos serán
de muy poca monta.
De todos modos, la labor de mi estimado amigo Azuela, es laudable y merecedora de todo
encomio, porque él no ha sabido encerrarse en ese indiferentismo criminal de los que injusti-
ficadamente se titulan ccneutrales,,, ante los dolores de los que sufren por reconquistar sus
perdidas libertades.
Esto pone de manifiesto una vez más, que no estamos solos, y que también en las filas re-

• Ésta, la segunda reseña de Los de abajo, apareció en El Paso del Norte, el 21 de diciembre de 1915. La
reprodujo Stanley L. Robe en Azuela and the Mexican Underdogs (1979).
VI. BIBLIOGRAFÍA

Establecida por
Jorge Ruffinelli

L
BIBLIOGRAFIA

l. Los de abajo. Ediciones más importantes

1915 [Octubre a diciembre] El Paso del Norte (Diario de El Paso, Texas, Estados Unidos).
Con el subtítulo: «Cuadros y escenas de la revolución actual».
1916 Imprenta «El Paso del Norte», Texas, 143 pp. Con el subtítulo: «Cuadros de la revolu-
ción mexicana».
191 7 Periódico El Mundo, Tampico, Tamaulipas.
1917 Ed. «El Mundo», Tampico, Tamaulipas, 144 pp. Con el subtítulo: «Cuadros y escenas de
la revolución mexicana».
1920 Tipografía Razaster, México, 126 pp. Subtítulo: «Cuadros y escenas de la revolución
mexicana».
1925 Publicaciones Literarias Exclusivas de El Universal Ilustrado. Subtítulo: «Cuadros y es-
cenas de la revolución mexicana».
1927 Biblioteca Popular. Ediciones del Gobierno de Veracruz, Jalapa, 173 pp.
1927 Editorial Biblos, Madrid, 204 pp. Subtítulo: «Novela mejicana».
1930 Madrid, Espasa-Calpe, 229 pp. Ilustraciones de Benet. Subtítulo: «Novela de la revolu-
ción mexicana».
1930 Santiago de Chile, Editorial Zig-Zag, 127 pp.
1938 Editorial Pedro Robredo, México, 258 pp. «Novela de la revolución meXicana».
1939 Edited with Introduction, Notes and Vocabulary by John E. Englekirk and Lawrence
B. Kiddle. New York, F. S. Crofts and Co. «Novela de la revolución mexicana».
1941 México, Ediciones Botas, 260 pp. «Novela de la revolución mexicana».
1958 Obras completas, Fondo de Cultura Económica, vol. I, 1958, pp. 320-418. «Novela de la
revolución mexicana».
1960 Colección Popular, Fondo de Cultura Económica, México.
1983 Colección Tezontle, Fondo de Cultura Económica, México, 264 pp. Ilustraciones de
José Clemente Orozco y Apéndice documental. Omite subtítulo.
1985 Ediciones Cátedra, Madrid, 1985, Edición de Marta Portal, 216 pp. Omite subtítulo.

11. Traducciones de Los de abajo

1928 L 'Ouragan, Trad. y prefacio de Joaquín Maurín, en Le Monde, núms. 24 a 41, París, 17 de
noviembre de 1928 a 16 de marzo de 1929.
1929 The Underdogs, Trad. de Enrique Munguía Jr., ilustraciones de José Clemente Orozco,
prefacio de Carleton Beals. New York, Brentano's.

345
346 J ORGE RUFFINELLI BLBLIOCRAFÍA 347

1930 The Underdogs, Trad. de Enrique Munguía Jr., prefacio de Carleton Beals. London, Jo- ALEGRÍA, Fernando, Historia de la novela hispanoamericana. México, De Andrea, 1974, 4.ª ed.
nathan Cape. ampliada, pp. 140-146. . .
1930 Ceux d'en bas, Trad. de Joaquín Maurín, prefacio de Valéry Larbaud. París, J. O. Four- -, Nueva historia de fa novela hispanoamericana. Hanover, Ed1c1ones del Norte,
cade. 132-137. .
1930 Die Rotte, Trad. y prólogo de Hans Dietrich Disselhoff. Giessen, Kindt und Bucher Ver- ALER, Luis, «Mariano Azuela y Los de abajo», El Imparcial (Guatemala), 12 de noviembre de
lag. 1931.
1932 [Traducción de Los de abajo al japonés], Trad. de Tamiji Kitagawa, en Mexico Shimpo ALVAREZ, Carlos, «Mariano Azuela: versión teatral de Los de abajo», Papeles ,de SonArmadans,
[Diario de México}, 3 de septiembre de 1932 a 1 de marzo de 1933. núm. 247, 1976, pp. 13-28.
1933 Oni sa Dna, Trad. de Zoran Ninihi, en Obzor, núms. 145 a 174, Zagreb, Yugoslavia, 26 ARANGO, L., Manuel Antonio, «Correlación simbólica en la estructu.ra con el, tono
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VALENZUELA RODARTE, Alberto, Historia de la literatura en México. México, Jus, 1961,
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VALLE, Rafael Heliodoro, «Don Mariano Azuela en su casa de cristal», Revista de Revistas, 16 de
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VÁZQUEZ AMARAL, José," The Underdogs: a novel of the Mexican revolution», en The contempo-
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VILLASEÑOR, Ramiro, «Biografía y bibliografía de Mariano Azuela», Letras de México, vol. 1, 16
de abril de 193 7.
VILLAURRUTIA, Xavier, «Sobre la novela, el relato y el novelista Mariano Azuela», La Voz
Nueva, l, 46, febrero-marzo, 1931. Cf. Obras. México, Fondo de Cultura Económica, 1953,
pp. 799-801.
Esta segunda edición de
LOS DE ABAJO ,

de Mariano Azuela,
se terminó de imprimir
el día 27 de abril de 1996
en Marco Gráfico S. L.,
Pol. lnd. de Leganés,
Madrid.
DIRECTIVO DE LA COLECCIÓN ARCHIVOS

DIRECTOR DE LA COLECCIÓN

Amos Segala (CNRS - U.R.A. 2007 - Poitiers)

ASISTENTES DEL DIRECTOR

Fernando Colla, Sylvie Josserancl, Mónica Tiffenberg

ASESOR EDITORIAL

Ricardo Navarro

ASESORES DE LA DIRECCIÓN

Fernando Ainsa, Claude Fell, Javier Fernánclez,


Rafael Gómez López Egea, Samuel Gordon , Élida Lois ,
Geralcl Martín, Charles Minguet, Julio Ortega,
Tele Porto Ancona Lopez, Silviano Santiago ,
Giuseppe Tavani, Paul Verclevoye

COMITÉ ESPAÑOL DE APOYO ACADÉMICO

Coordinado-res: Teodosio Fernández Rodríguez,


Antonio Lorente Medina, Carmen Ruiz Barrionuevo

COORDINACIÓN ACADÉMICA CNRS

U.R.A. 2007 - Alain Sicard (Director), Jean-Pierre Clément,


Fernando Colla, Ria Lemaire, Fernando Moreno,
Maryse Renaud, Amos Segala
ESQUEMA TIPO

I. INTRODUCCIÓN
·Liminar
· Introducción del Coordinador
· Nota filológica y estudio genético

II. EL TEXTO
·La Obra
• Variantes y notas
• Glosario. Índices onomástico y toponúnico

III. CRONOLOGÍA

IV. HISTORIA DEL TEXTO


• Génesis y circunstancia (Producción de la obra)
·Destinos

V. LECTURAS DEL TEXTO


·Temáticas
· Intra-textuales
·Estructuras, formas y lenguajes

VI. DOSSIER DE LA OBRA


• Recepción crítica
• Manuscritos
• Correspondencias
• Documentos fotográficos e iconográficos

VII. BIBLIOGRAFÍA

VIII. ÍNDICES
TÍTULOS PUBLICADOS

1 3
Miguel Ángel Asturias José Lezama Lima
PARÍS: 1924-1933 PARADISO
PERIODISMO Y CREACIÓN LITERARIA Cintio Vitier, coordinador
Amos Segala, coordinador
EQUIPO: Ciro Biancni Ross (Cuba); Raquel Carrió
EQUIPO: Manuel José Arce (Gualemala); Marie Mendía (Cuba); Roberto Friol (Cuba); Julio
Bonnet (Francia); Jea n Cassou Ortega (Perú); Benito Pelegrín (Francia); Manuel
(Francia); Marc Cheymol (Francia); Claucle Pereira (Cuba); ]osé Prats Sariol (Cuba); Severo
Couffon (Francia) ; Aline Janquart (Francia); Sarduy (Cuba); Justo C. Ulloa (Cuba-Estados
Gerald Martin (Gran Bretaiia) ; Paulette Patout Unidos); Leonor Ulloa (Cuba-Estados Unidos) ;
(Francia); Georges Pillement (Francia); Amos Cintio Vitier (Cuba); María Zambrano (Espai'ia).
Segala (Italia); Arturo Taracena (Guatemala) ; !LUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Mariano Rodríguez,
Paul Verclevoye (Francia). pintor cubano
lLUSTilACIÓN DE CUBIERTA: Rucly Cotton, pintor
guatemalteco

4
César Vallejo
2 OBRA POÉTICA
Ricardo Güiraldes Américo Ferrari, coordinador
DON SEGUNDO SOMBRA EQUIPO: Américo Ferrari (Perú); ]ean Franco
Paul Verclevoye, coordinador (Gran Bretaiia); Rafael Gutiérrez Girardot
(Colombia); Giovanni Meo Zilio (Italia); Julio
EQUIPO: Alberto Blasi (Argentina) ; Nilda Díaz Ortega (Perú) ; ]osé Miguel Oviedo (Perú);
(Argentina-Francia); NoéJitrick (Argentina); Alain Sicard (Francia); ]osé Ángel Valente
Gwen Kirkpatrick (Estados Unidos); Élida Lois (Espaiia).
(Argentina); Francine Masiello (Estados !LUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Alberto Guzmán, escultor
Unidos); Hugo Rodríguez-Alcalá (Paraguay); y pintor peruano
Elena M. Rojas (Argentina); Eduardo Romano
(Argentina); Ernesto Sábato (Argentina); Beatriz
Sarlo (Argentina); Patricia Owen Steiner
(Estados Unidos) ; Paul Verdevoye (Francia).
!LUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Juan Carlos Langlois,
pintor argentino
5
Mariano Azuela
LOS DE ABAJO
Jorge Ruffinelli, coordinador
EQUIPO: Carlos Fuentes (111éxico); Luis Le;ú
(Estados Unidos); Mónica Mansour (Argentina-
México); Seymour Menton (Estados Unidos);
Starúey L. Robe (Estados Unidos) ; Jorge
Ruffinelli (Uruguay-Mé.xico).
ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Juan Soriano, pintor
mexicano
6 9 12 15
Mário de Andrade Teresa de la Parra José Gorostiza José Revueltas
MACUNAÍMA LAS MEMORIAS DE MAMÁ POESÍA Y POÉTICA LOS DÍAS TERRENALES
Tele Porto Ancona Lopez, coordenadora BLANCA Edelmira Ramírez, coordinadora Evodio Escalante, coordinador
EQuwo: Raúl Antelo (Argentina); Alfredo Bosi Velia Bosch, coordinadora EQUIPO: Alí Chumacera (México); Samuel Gordon EQUIPO: Philippe Cheron (Francia); Evodio
(Brasil); Haroldo de Campos (Brasil); Ettore (Israel-Uruguay); Mónica Mansour (México); Escalante (México); Théophile Koui (Costa de ·
EQUIPO: José Balza (Venezuela); Velia Bosch Humberto Martínez (México); Elías Nandino
Finazzi-Agro (Italia); Maria Augusta Fonseca Matfil); Edith Negrín (México); Florence Olivier
(Venezuela); lsabelle Marie Domenger de (México); Silvia Pappe (Suiza); Eclelmira Ramírez
(Brasil); Sárka Grauová (República Cinca) ; Tele (Francia); Marta Portal (Espaiia); Anclrea
Jiménez (Francia); lvárJ Drenikoff (Venezuela) ; (México); Guillermo Sheridan (México) ; Anthony
Porto Ancona Lopez (Brasil) ; Diléa Zanotto Manfio Revuleltas (México); Leopoldo Zea (México).
(Brasil); Héctor Olea (México); Darcilene de Sena
Gladys García Riera (Venezuela); Elizabeth Stanton (Estados Unidos). ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Jazzamoart, pintor
Rezende (Brasil); Darcy Ribeiro (Brasil); Pierre Garrels (Estados Unidos); José Carlos González ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Francisco Toledo, pintor mexicano
Rivas Tatiana Maria Longo dos Santos Bobeo (Espaiia); Juan Liscano (Venezuela); Sylvia mexicano
Molloy (A1-gentina) ; Nélida Norris (Estados
(Brasil); Silviano Santiago (Brasil); Eneida Maria
Unidos); Nelson Osario (Cbile) ; Paulette Patout
de Souza (Brasil); Gilda de Mello e Souza (Brasil).
(Francia); Doris Sommer (Estados Unidos).
!LUSTRA<;:Ao DA CAPA: Vera Café, artista plástica
brasileira !LUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Antonio Eduardo 16
Monsanto, pintor venezolano 13 Julio Cortázar
Clarice Lispector
RAYUELA
A PAIXÁO SEGUNDO G.H. Julio Ortega y Saúl Yurkiévich,
7 Benedito Nunes, coordenador coordinadores
10
José Asunción Silva EQUIPE: Benjamín Abdala Júnior (Brasil); Oiga EQUIPO: Jaime Alazraki (A1-gentina); Gladis
OBRA COMPLETA Enrique Amorim Borelli (Brasil); Samira Youssef Campedelli Anchieri (A1-gentina); Ana María Barrenechea
Héctor H. Orjuela , coordinador LA CARRETA (Brasil) ; Antonio Canclido (Brasil); Glória Maria (A1-gentina); Alicia Borinsky (Argentina); Sara
Cordovani (Brasil); Nádia Battella Gotlib Castro-Klarén (Estados Unidos); Haroldo de
Fernando Ainsa, coordinador (Brasil); Valéria Franco Jacintho (Brasil); Joao
EQUIPO: GermárJ Arciniegas (Colombia) ; Eduardo Campos (Brasil); Milagros Ezquerro (Espaiia);
Camacho Guizado (Colombia); Ricardo Cano EQUIPO: Fernando Ainsa (Uruguay); Kenrick E. A. Cabra! de Melo Neto (Brasil); Benedito Nunes Graciela Montaldo (A1-gentina); Julio Ortega
Gaviria (Colombia); Maria Mercedes Carranza Mose (Trinidad y Tobago); Wilfredo Penco (Brasil); Oiga de Sá (Brasil); Affonso Romano ele (Perú), Flor María Rodríguez-Arenas (Colombia);
(Colombia); Juan Gustavo Coba Borda (Uruguay); Huguette Pottier Navarro (Francia); Sant'Anna (Brasil); Norma Tasca (Brasil). Saúl Yurkiévich (A1-gentina).
(Colombia); Gabriel García Márquez (Colombia); Mercedes Ramírez de Rossiello (Uruguay) ; !LUSTRAc;:,\o DA CAPA: Emmanuel Nassar, pintor ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Antonio Seguí, pintor
Bernardo Gicovate (Colombia); Rafael Gutiérrez Walter Rela (Uruguay); Ana Maria Rodríguez brasileiro argentino
Girardot (Colombia); Gustavo Mejía (Colombia); Villamil (Uruguay)
Álvaro Mutis (Colombia); Héctor H. Orjuela !LUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Eugenio Darnet, pintor
(Colombia) ; Alfredo Roggiano (A1-gentina); Mark uruguayo
l. Smith-Soto (Estados Unidos).
ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Luis Caballero, pintor 14 17
colombiano Juan Rulfo
José María Arguedas
EL ZORRO DE ARRIBA Y EL TODA LA OBRA
11
ZORRO DE ABAJO Claude Fell, coordinador
Alcides Arguedas
8 Eve-Marie Fell, coordinadora EQUIPO: José Carlos González Bobeo (Espai'ía); José
RAZA DE BRONCE Pascual Buxó (México) ; Evodio Escalante (México);
Jorge Icaza WUATAWUARA EQUIPO: Sybila Arredondo de Arguedas (Cbile- Milagros Ezquerro (Espai'ía) ; Claude Fell (Franda);
Perú); Rubén Bareiro Saguier (Paraguay);
EL CHULLA ROMERO Y FLORES Antonio Lorente Medina, coordinador Antonio Cornejo Polar (Perú); Eve-Marie Fell
Samuel Gordon (Israel-Uruguay); Yvette Jiménez
ele Báez (Puerto Rico); Norn1a Klalm (Estados
Ricardo Descalzi y Renaud Richard, (Francia); Roland Forgues (Francia) ; Edmundo
EQUIPO: Juan Albarracín Millán (Bolivia); Carlos Unidos); Sergio López Mena (Mé:xico); Mónica
coordinadores Gómez Mango (Uruguay-Francia); Martin Mansour (México); Gerald Marti.n (Gran Bretafía);
Castañón Barrientos (Bolivia); Teodosio
Lienhard (Suiza); ]osé Luis Rouillón (Perú) ; Walter Mignolo (Argentina); Aurora Ocampo
EQUU'O: Ricardo Descalzi (Ecuado1"); Gustavo Fernández Rodríguez (Espaiia) ; Antonio Lorente
William Rowe (Gran Bretaiia). (M.é:xico); Florence Olivier (Francia); José Emilio
Alfredo Jácome (Ecuad01"); Antonio Lorente Medina (Espaii.a); Julio Rodríguez-Luis (Cuba-
ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Gerardo Chávez, pintor Pacheco (México); Hugo Rodríguez-Alcalá
Medina (Espaiia); Renaud Richard (Francia); Estados Unidos) .
peruano (Paraguay); Jorge Ruffinelli (Uruguay).
Theodore Alan Sackett (Estados Unidos). !LUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Gil Imana, pintor
boliviano ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: José Chávez Morado,
!LUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Oswaldo Guayasamín,
pintor mexicano
pintor ecuatoriano
18 Franc;:oise Perus (Francia); Janine Potelet Rodríguez-Arenas (Colombia) ; Roy L. Tanner Abelardo Castillo (Argentina); Milagros Ezquerro
(Francia); Maya Scharer (Suiza); Efraín (Estados Unidos); Fernando Unzueta (Bolivia). (España); Guillermo García (Argentina) ; Jorge
Lúcio Cardoso Subero (Venezuela) . ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Joaquín Roca Rey, pintor L1.fforgue (Argentina); Carlos Dámaso Martínez
CRÓNICA DA CASA !LUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Alejandro Obregón, peruano (Argentina) ; Dario Puccini (Italia); Jorge B.
pintor colombiano
ASSASSINADA Rivera (Argentina); Eduardo Romano
(Argentina); Beatriz Sarlo (Argentina).
Mario Carelli, coordenador ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: José Gamarra, pintor
EQUIPE: Consuelo Albergaria (Brasil); Teresa de uruguayo
Almeida (Brasil); Guy Besanc;:on (Fran(:a); 24
Alfredo Bosi (Brasil); Sonia Brayner (Brasil);
21
Miguel Ángel Asturias
Mario Carelli (Brasil-Fran(:a); Octávio de Faria Miguel Ángel Asturias
(Brasil) ; Júlio Castañon Guimaraes (Brasil); José EL ÁRBOL DE LA CRUZ
HOMBRES DE MAÍZ 27
Geraldo Nogueira Moutinho (Brasil); Eduardo Aline Janq uart y Amos Segala,
Portella (Brasil). Gerald Martin, coordinador coordinadores
ILUSTRA<;:Ao DA CAPA: do mesmo autor Lúcio
Domingo Faustino Sarmiento
EQUIPO: Arturo Arias (Guatemala); Gordon
Cardo so
Brotherston (Gran Breta1ia); Luis Cardoza y
EQUIPO: Cristian Boix (Francia); Claude Imberty VIAJES
(Francia); Ali.ne Janquart (Francia); Amos Segala
Aragón (Guatemala) ; Ariel Dorfman (Chile); Javier Fernánclez, coordinador
(Italia); Alain Sicard (Francia), Daniel Sicard
Dante Llano (Guatemala); Martin Lienhard (Francia). EQUIPO: Rubén Benítez (Argentina); Vanni
(Suiza); Gerald Martin (Gran Bretaña);
!LUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Rudy Cotton, pintor Blengino (Italia); Javier Femández (Argentina) ;
Giovanni Meo Zilio (Italia); Dorita Nouhaud guatemalteco
19 (Francia); René Prieto (Estados Unidos).
Oiga Fernández Latour de Botas (Argentina);
William H. Katra (Estados Unidos); Marcello
ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Rudy Cotton, pintor
Ezequiel Martínez Estrada Montserrat (Argentina); Jaime Pellicer
guatemalteco
(Argentina); Dardo Pérez Guill10u (A rgentina) ;
RADIOGRAFÍA DE LA
Leo Pollman (Alemania) ; Elena M. Rojas
PAMPA (Argentina); Juan José Saer (Argentina); Paul
Leo Pollmann, coordinador
25 Verdevoye (Francia); Félix Weinberg
Macedonio Fernández (Argentina).
EQUIPO: Rodolfo A. Borello (Argentina); Dinko 22 ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Eduardo Lozano , pintor
Cvitanovic (Argentina); Peter G. Earle (Estados MUSEO DE LA NOVELA DE argentino
Unidos); Roberto Fuertes Manjón (Espaiia);
Agustin Yáñez LAETERNA
Miguel Alberto Guérin (Argentina); Leo AL FILO DEL AGUA Ana María Camblong y Adolfo ele Obieta,
Pollmann (Alemania); Elena M. Rojas Arturo Azuela, coordinador coordinadores
(Argentina); León Siga! (Argentina); David Viñas
(Argentina); Gregorio Weinberg (Argentina); EQUIPO: Arturo Azuela (México); Adolfo Caicedo
Liliana Irene Weinberg de Magis (Argentina). Palacios (México); Ignacio Díaz Ruiz (México);
EQUIPO: Maria Teresa Alcoba (Argentina); Alicia 28
Borinski (Argentina); Ana María Camblong
!LUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Marcela Gómez, pintora y Antonio Gómez Robledo (México); Sun Hee (Argentina); ]o Anne Engelbert (Estados Fernando Pessoa
escultora argentina Byun (Corea); Pura López Colomé (México); Unidos); Waltraut Flammersfeld (Alemania); MENSAGEM
José Luis Martínez (México); Carlos Monsiváis Mario Goloboff (Argentina); Adolfo de Obieta
(México); Franc;:oise Perus (Francia). POEMAS ESOTÉRICOS
(Argentina); Ricardo Piglia (Argentina); Nélida
!LUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Águeda Lozano, pintora Salvador (Argentina). José Augusto Seabra, coorclenaclor
mexicana ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Fernando Cánovas, pintor
EQUIPE: Onésimo Teotónio Almeida (Portugal);
20 argentino
José Édil de Lima Alves (Brasil); José Blanco
Rómulo Gallegos (Portugal); Y K. Centeno (Portugal); Dalila
Pereira da Costa (Portugal); Maria Aliete Gall10z
CANAIMA (Portugal); Teresa Rita Lopes (Portugal);
Charles Minguet, coordinador 23 Eduardo Lourenc;:o (Portugal); Maria Helena da

EQUIPO: John S. Brushwood (Estados Un.idos);


Ricardo Palma 26 Rocha Pereira (Portugal); José Caro Proenc;:a
(Portugal); António Quadros (Portugal);
Pilar Almoina de Carrera (Venezuela); Rafael TRADICIONES PERUANAS Horacio Quiroga An1érico da Costa Ramalho (Portugal) ; Clara
Castillo Zapata (Venezuela); ]osé Balza Julio Ortega y Flor María Roclríguez- TODOS LOS CUENTOS Rocha (Portugal); Adrien Roig (Franra); José
(Venezuela); Gustavo Luis Carrera (Venezuela); Arenas, coordinadores Napoleón Baccino Ponce ele León y Jorge Augusto Seabra (Portugal); Luís Filipe B.
Franc;:ois Delprat (Francia); Pedro Díaz Seijas
Tebdeira (Portugal).
(Venezuela); Roberto González Echevarría EQUIPO: Alfredo Bryce-Echenique (Perú) ; Merlin Lafforgue, coordinadores
ILUSTRA<;:AO DA CAPA: A.ntónio Costa Pinheiro,
(Cuba); Gustavo Guerrero (Venezuela) ; Juan D. Compton (Estados Unid os); Anibal González
EQUIPO: Napoleón Baccino Ponce de León pintor portugues
Liscano (Venezuela); Charles Minguet (Francia); (Puerto Rico); Julio Ortega (Perú); Flor María
(Urnguay); Martha L. Canfield (Uruguay);
PRÓXIMOS TÍTULOS

LEOPOLDO MARECHAL JOÁO GUIMARÁES ROSA OLIVERIO GIRONDO


Adá.n Buenosayres Grande Sertiío: Veredas Obras completas
Coordinador: Jorge Lafforgue Coordenadora: Walnice Nogueira Coordinador: Raúl Antelo
Galvao

CARLOS PELLICER JOSE CARLOS MARIÁTEGUI


Poesía MANUEL BANDEIRA Ensayos
Coordinador: Samuel Gordon Libertinagem - Estrela da Manbií (1923-1930)
Coordenadora: Giulia Lanciani Coordinador: Antonio Melis

RAFAEL ARÉVALO MARTÍNEZ


El bombre que parecía un JOSE HERNÁNDEZ ALFONSO REYES
caballo Martín Fierro Textos sobre México
Coordinador: Dante Liana Coordinadores: Élida Lois y Coordinadores: Adolfo Castañón
Ángel Núñez y Carlos Enríquez Verdura

PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA


Ensayos OSWALD DE ANDRADE JOSÉ EUSTASIO RIVERA
Coordinadores: José Luis Abellán Poesía, fiq;iío, textos críticos Obra completa
y Ana María Barrenechea Coordenador: Jorge Schwartz Coordinadores: Hernán Lozano y
Fran1;:oise Perus

JULIO HERRERA Y REISSIG LIMA BARRETO


Obra poética Triste fim de Polica1po FLORENCIO SÁNCHEZ
Coordinadora: Ángeles Estévez Quaresma Teatro completo
Rodríguez Coordenador: Antonio Houaiss Coordinador: Jorge Ruffinelli

HAROLDO CONTI ROSARIO CASTELLANOS JOSÉ VASCONCELOS


Sudeste - Ligados Balún-Caná.n Ulises Criollo
Coordinador: Eduardo Romano Coordinadores: Sa muel Gordon Coordinador: Claude Fell
y Elena Poniatowska

ROBERTO ARLT
Los siete locos - Los lanzallamas RUBÉNDARIO
Coordinador: Mario Goloboff Azul - Prosas profanas - Cantos
de vida y esperanza
Coordinador: Benard Sesé
FUERA DE SERIE/ FORA DE SÉRIE

Lexico argentino - español -francés/


Lexique argentin - espagnol -fran<;ais
Paul Verclevoye, coordinador científico
Héctor Fernando Colla, coordinador técn ico

EQ UIPO: Aubes (Francia); Esperanza F. ele Barril (Argent ina);


]osé Castro Escudero (Espaila); Héctor Fernando Colla (A rgentina); Delprat (Francia);
Nilcla Díaz (Argentina); Yvonne Dony (Bélgica); Lola F. ele Fraga (Argen tina);
Daniele Maurice (Francia); Elena Mélega (A rgentina); Alfrecl Melon (Francia);
Raymoncl Mockel (Francia); Teresa Daputa Mozejko (A rgentina); lela Reutemann (Argentina);
Jean-Paul Vicia! (Fm.ncia); Laura Zanacla (Argentina); Paul Verclevoye (Francia).

Historia de la literatura hispanoamericana


Tomo !: Literaturas precolombinas; Tomo II: Literatura de la colonia; Tomo lll: Literatura de la
independencia; Tomo IV: Literatura modernista; Tomo V: Literatura. del siglo xx.

Giuseppe Bellini, coorclinaclor

COLABOHADORES: Ramón Luis Aceveclo (Puerto Rico); ]osé Alcina Franch (EspaHa);
]osé Juan Arrom (Cuba); Juan Bautista Avalle Arce (Espaiia); Rubén Barei.ro Saguier (Paraguay);
Horacio Jorge Becco (A rgentina); Giuseppe Bellini (Italia); John Brushwoocl (Estados Unidos);
Emilio Carilla (A rgentina); Fernando Colla (A rgentina); Eugenio Chang-Roclriguez (Perú);
Franck Dausters (Estados Unidos); Alfredo Jiménez Núñez (Espaiia); Miguel León-Portilla (México);
Dante Liana (Gua temala); Geralcl Martin (Gran Bretai'ia); Alma-Novella Marani (Argentina);
Franco Meregalli (Italia); Luis Monguió (Perú); Erm..inio G. Neglia (Canadá);
Beatriz Pastor ele Bocl (Estados Unidos); Georgina Sabat ele Rivers (Estados Unidos);
Luis Sainz ele Mecli-ano Arce (Espa1ia); Jorge Schwartz (Brasil-Argentina); Amos Segala (Italia);
Carlos Solórzano (Guatemala); Leopolclo Zea (México).

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