Mayo es un mes marcado por la historia, una tradición de lucha
que arrancó un primero de mayo de l886 allá en Chicago, cuando un grupo de trabajadores organizó una movilización popular en reclamo de la jornada de ocho horas en una época en donde lo “natural” era trabajar entre 12 y 16 horas por día. La mayor democracia del mundo respondió brutalmente, y fraguando un atentado, encarceló a un grupo de militantes, 4 de los cuales fueron ahorcados, uno prefirió suicidarse, dos fueron condenados a prisión perpetua y otro a l5 años de cárcel. “Si creen que ahorcándonos podéis acabar con el movimiento obrero...el movimiento obrero del cual los millones de oprimidos, los millones que laboran en la miseria y la necesidad esperan su salvación, si ésta es su opinión, entonces ahórcanos..!!Aquí pisoteáis una chispa, pero allí y allá, detrás de ustedes, frente a ustedes, y por todas partes, las llamas surgirán. Es un fuego subterráneo. No lo podrán apagar!” Estas fueron las palabras que pronunció Albert Spies antes de ser ejecutado en la horca. Pasaron 120 años de aquellos crímenes de Chicago y pasó mucho agua y mucha sangre bajo el puente. En nuestro país cada primero de mayo nuestros trabajadores tomaron las calles desafiando al poder, recordándole que existían y que no se resignarían a ceder sus derechos. El poder se sintió afectado y pretendió y en ocasiones lo logró, arrasar con las históricas conquistas del movimiento obrero. Persecuciones salvajes, secuestros, torturas y desapariciones durante los gobiernos golpistas; amenazas de despidos, rebajas salariales, precarización laboral y complicidad de algunos dirigentes sindicales, son en estos últimos años las armas del poder para mantener y aumentar su tasa de ganancia a costa del sudor ajeno. Esta fecha nos llama a conmemorar lo trascendente para nuestra identidad como trabajador@s, destacando que a la historia la hacemos entre tod@s, que los hechos históricos no han surgido de la nada sino de acciones de personas y de organizaciones, de ideales y de utopías