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Tarea es un concepto formulado por Enrique Pichon-Rivière en 1956 y retrabajado

a partir de esa fecha y hasta 1964, período en el cual incorpora otras dos ideas
fundamentales: pre-tarea y proyecto.

Según definió Pichon-Rivière: “La tarea es la marcha del grupo hacia su objetivo,
es un hacerse y un hacer dialéctico hacia una finalidad, es una praxis y una
trayectoria” (1970b. pág. 189).

La tarea constituye “lo esencial del proceso grupal...” (Pichon-Rivière, 1970a. p.


21) y permite definir el eje de su técnica que no se centra en los individuos ni en
los grupos sino en “la relación entre un grupo y sus miembros con una tarea
determinada”. (Pichon-Rivière, 1970a. Pag. 22).

Pichon-Rivière (1969b, p. 143) planteó la tarea como una dimensión ineludible:


“Todo grupo se plantea explícita o implícitamente una tarea, la que constituye su
objetivo o finalidad”.

No sólo los grupos están o no en tarea, también los sujetos. Pichon-Rivière (1964)
explicitó esta cuestión, con claridad, en “La noción de tarea en psiquiatría”. Tarea
es por lo tanto, una actividad individual o colectiva que se dirige desde ciertas
necesidades hacia ciertos objetivos.
Los objetivos a los que se dirige la tarea son siempre específicos y están en parte
fijados previamente por el encuadre (grupal y/o institucional). Sin embargo, cabe
aclarar, que los objetivos no son nunca del todo especificables, por lo menos antes
de que el proceso grupal o personal despliegue sus perspectivas y tome cierta
consistencia.

Hay tareas prescriptas y objetivos específicos a los que se dirigen los sujetos
individuales o colectivos. Pero los sujetos encuentran, a medida que se implican
en sus tareas, sentidos inadvertidos y en un sentido inadvertibles. Los significados
personales y grupales emergen y se revelan solo a través de la inmersión en la
tarea. Es necesario conocer la realidad concreta para transformarla pero también,
como es sabido, es necesario transformar lo real para crear las condiciones que
dan lugar al conocimiento.

La complejidad estructural de la tarea.

Dijimos que tarea es multidimensional o, dicho en otros términos, tiene una gran
complejidad estructural. Pero su complejidad estructural (espacial) es también
complejidad temporal. El término tarea describe una actividad o trayecto que es
lineal (dimensión temporal) pero contiene a la vez una multiplicidad de tiempos:
avances y retrocesos, desarrollos desiguales y momentos caóticos y devenires
multidireccionales propios de un movimiento esencialmente dialéctico y crítico.
Cabe aclarar, porque hay quienes erróneamente lo afirman, que la tarea nunca es
el mero cumplimiento de una actividad prescripta. Si se reduce a ello la tarea, se la
vacía de contenido y se la desnaturaliza.

Existe en toda tarea una incertidumbre (imprescindible) que debe ser respetada al
riesgo caer en una actividad vacía y sin sentido. Esa incertidumbre permite, tanto
como la capacidad de centrarse en la tarea, mantener abierta la esperanza
presente en toda situación de tarea. Cada giro de la espiral dialéctica parece que
va a pasar por el mismo lugar que antes, pero pasa al lado; se desplaza, siempre
un poco más allá o un poco más acá. (Grieco, A. 2012). La tarea se da o no se da
en cada aquí-ahora-con otros y es esencialmente, un proceso creativo, singular e
irrepetible.

En la tarea se presentan obstáculos sistemáticos. Esto quiere decir que son


obstáculos que en circunstancias similares, tienen un alto grado de probabilidad
de presentarse. Pero además de ser sistemáticos (y por lo tanto, desde un punto
de vista, ser “lógicos”) pueden ser especialmente intensos, persistentes y
estereotipados.

Esos obstáculos se relacionan a lo que veníamos afirmando: la complejidad


estructural de la tarea, cuestión que no es ninguna novedad aunque fue mejor
comprendida en las décadas recientes, a partir de los fracasos de las excesivas
certidumbres que predominaban en décadas anteriores. A las dificultades que
provienen de la complejidad de la tarea, esto es, por ejemplo de la coexistencia
del pensar, sentir y hacer, de pasado, presente y futuro, se agrega el carácter
singular, único e irrepetible de cada momento de la tarea (a veces se dice algo así
como que la vida debería tener un ensayo general, pero que, justamente, ese es el
problema, no lo tiene). Los obstáculos no sólo provienen de la complejidad
estructural y temporal de la tarea (su espesura). Otro factor fundamental son los
miedos al cambio, las ansiedades paranoides y depresivas que intervienen en los
procesos colectivos y personales.

Los miedos al cambio.

Las dificultades provienen no sólo de las complejidades cognitivas y estructurales


de la tarea sino de su dimensión afectiva.

Pichon-Rivière diferenció dos tipos de obstáculos: los epistemológicos y los


epistemofílicos. Los epistemológicos refieren a disposición o carencia de
estructuras cognitivas y conceptuales necesarias para abordar una tarea. Los
epistemofílicos se basan en la operación de las ansiedades básicas (miedo a la
pérdida y al ataque) que configuran la resistencia al cambio.

Un tercer tipo de obstáculos, llamados epistemoprácticos, fueron incorporados


hace unos años (Fabris, 2004) y refieren a las disposición o no de experiencias
personales y/o profesionales, tanto históricas como actuales (contextuales), que
puedan dar lugar a la comprensión de la situación en la que se está implicado.

Los obstáculos están estrechamente relacionados a determinado tipo de fantasías


inconscientes que intervienen en todos los procesos humanos. Señala con
respecto a este punto Pichon-Rivière (1969b):

“La tarea, la estructura grupal y el contexto en el que se relacionan tarea y grupo


constituyen una ecuación de la que surgen fantasías inconscientes, que siguen el
modelo primario del acontecer del grupo interno. Entre estas fantasías algunas
pueden funcionar como obstáculo en el abordaje del objeto de conocimiento y ser
distorsionantes en la lectura de la realidad, mientras que otras actúan como
incentivo del trabajo grupal.

El enfrentamiento de ambos tipos de fantasías inconscientes proyectadas en el


grupo producirán las situaciones de conflicto características de la tarea grupal.

El esclarecimiento de dichas fantasías inconscientes, así como la resolución


dialéctica del dilema que dio origen al conflicto, constituyen la tarea latente del
grupo, inaugurándose entonces la posibilidad de la creación”. (p. 143)
Abundando sobre estas relaciones escribió Pichon-Rivière:

Bajo esta tarea explícita subyace otra implícita, que apunta a la ruptura, a través
del esclarecimiento, de las pautas estereotipadas que dificultan el aprendizaje y la
comunicación significando un obstáculo frente a toda situación de progreso o
cambio. (1969, p. 153.).

Algo más sobre la complejidad de la tarea.

Como se viene diciendo tarea es un trayecto dialéctico y multidimensional en el


cual están implicados sujetos individuales y colectivos que intervienen en un
devenir (pensar, sentir y actuar) que se dirige, si todo marcha bien, desde ciertas
necesidades prioritarias hacia ciertos objetivos específicos (aunque no
necesariamente especificables al inicio del proceso, como ya dijimos).

Como se habrá advertido a esta altura del artículo, la tarea no es cualquier tipo de
actividad ni una actividad cualquiera. El concepto tarea tipifica, no sólo una
trayectoria, sino un modo, un tipo, una calidad específica de trayectoria. Tarea es
una actividad y praxis compleja y multidimensional que supone el tránsito y
resolución positiva de contradicciones sucesivas (que se van presentando en
distintos momentos del proceso) tanto como simultáneas (que se presentan al
mismo tiempo en un momento específico del proceso).

Se analice un sujeto o un grupo, u otro tipo de colectivo social más amplio, como
podría ser una institución o una comunidad, es necesario tener en cuenta, por lo
menos, las siguientes dimensiones que intervienen en la tarea: los procesos de
comunicación y el ruido y malentendido; las dimensiones del aprendizaje y del
obstáculo; los procesos vinculares y grupales de afiliación y pertenencia (versus
serialidad); las alternativas de la cooperación y el saboteo; la tele positiva y
negativa; la dinámica de roles grupales; las ideologías en sus versiones
manifiestas e implícitas; los contextos institucionales y sociales intervinientes
(explícitos e implícitos); los avatares de la incertidumbre y la ambivalencia; las
necesidades y motivaciones en juego; los secretos grupales y los grados de
conciencia posible; los miedos (ansiedades paranoides y depresivas) y los
proyectos de cambio.

Todas estas dimensiones de la grupalidad se evalúan no sólo con relación a sí


mismas, sino con relación a la tarea, esto es, con referencia a las pautas de
acercamiento, enfrentamiento y resolución de necesidades y objetivos que en ella
se despliegan. Cabe aclarar que si nuestro foco del análisis fuese la praxis de un
sujeto individual, sería necesario agregar algunas otras dimensiones que no
podemos tratar en esta ocasión.
La vivencia de estar en tarea.

Cuando los participantes de un grupo están en tarea, siente que están


transformando un objeto-proceso y vivencian que son también transformados por
ese objeto-proceso sobre el que operan, así como por la propia actividad que,
individual y colectivamente, despliegan. Vivencian que cuando “trabajan”, a la vez
“se trabajan” y que, valga la expresión, “son trabajados” por la propia actividad y
las transformaciones que sufre el objeto-proceso del que se ocupan. Este tipo de
relación transformadora y creativa entre sujetos y objetos es lo que se denomina
estar en tarea, desplegar una tarea. ¿Quiere decir esto que la definición de “estar
en tarea” depende únicamente de la vivencia de los participantes? No es eso lo
que decimos. Pero entonces, ¿cuándo puede saberse si se estuvo o no en tarea?
La respuesta es sencilla: después. (Aunque cabe considerar que la presunción de
“estar en tarea” mientras se está participando de un proceso, no es poca cosa).

Tarea como momento y como proceso.

La tarea es el momento de encuentro fecundo en el que sujetos y objetos logran


interpenetrarse y transformarse. Pero es también las idas y vueltas de un proceso
crítico y constructivo. Refiere a la intensidad de ese encuentro –en el que surge la
melodía o la idea nueva que esclarece o al menos brinda una pista- tanto como al
laborioso – y a veces frustrante- proceso de aproximación gradual a un objeto
muchas veces huidizo.

Tarea es momento de encuentro a la vez que proceso constructivo. El instante en


la música o en el teatro tanto como el momento de la operación en la técnica de
grupo operativo (Pichon-Rivière (1964, p. 34). Es momento pero también es
proceso y praxis a través de la cual los sujetos se objetivan, satisfaciendo sus
necesidades afectivas y de realización personal y social. En la tarea, y por la
tarea, los sujetos se hacen progresivamente cargo de un objeto-proceso
problemático. Descubren y redescubren, reiteradas veces, ese objeto-proceso que
está a su vez en metamorfosis constante, creándose.

Los sujetos registran significados (afectos, ideas, percepciones, vivencias, etc.)


sobre los que operan activamente, resolviendo pautas obstaculizantes: logran
desprenderse, a fuerza de insistencia y creatividad, de las estereotipias que
obstinadamente intentan frenar las situaciones de tarea.

¿Qué es la pretarea?
La pretarea es un modo (estereotipado) de actividad individual o grupal que se
caracteriza por el uso cuasi meramente defensivo de las técnicas del yo. Estas
técnicas funcionan, durante la pretarea, casi exclusivamente al servicio de la
resistencia al cambio. Los sujetos evitan, a través de estas técnicas defensivas, el
enfrentamiento y abordaje del objeto de la tarea, eludiendo de ese modo la
elaboración de las ansiedades.

Sin embargo, un grado de coexistencia de tarea y pretarea, de despliegue del


abordaje del objeto, al mismo tiempo que la resistencia a abordarlo, es lo más
frecuente. La pretarea coexiste con la tarea, por lo que es necesario, en cada
aquí-ahora-con otros, determinar las “cantidades” o “montos” de pretarea,
diagnosticando al mismo tiempo, las vicisitudes y tendencias hacia un polo y el
otro, hacia la tarea y hacia la pretarea. Dice Pichon-Rivière (1965. Pág. 129):

“La pretarea, con sus técnicas disociativas, es un momento habitual en el


desarrollo del trabajo grupal. Pero si se estanca, si el estereotipo adquiere una
rigidez creciente, la productividad del grupo es nula”.

Desde el punto de vista de los sujetos, en esta situación resistencial, actúa un


núcleo depresivo que, a través de consonancias y resonancias, tiene
consecuencias en la propia dinámica grupal:
“Ese núcleo depresivo está vinculado a la situación de nacimiento y desarrollo, y
es responsable de la pauta estereotipada de conducta como resultante de una
situación de estancamiento en el proceso de aprendizaje de la realidad y de
deterioro de la comunicación, viciando el abordaje del objeto de conocimiento y
situación de tarea”. (Pichon-Rivière, 1969. p. 155).

Debería quedar claro a esta altura, que la pretarea, concepto formulado por
Pichon-Rivière en 1964, casi diez años después de postular el término tarea como
concepto, no supone una “preparación” para la tarea. Pretarea es una instancia
lógica y no cronológica.

Aunque es cierto también que presupone algún tipo de antes (“pre” - tarea). Pero
se trata de un “antes” sólo en el sentido de que mientras predomina la pretarea, no
se hace posible abordar el objeto de la tarea. La pretarea describe un momento de
resistencia al abordaje del objeto de conocimiento y de resistencia, y también de
resistencia al esclarecimiento de las implicancias subjetivas y objetivas de los
sujetos. La pretarea, en tanto instancia lógica -y no cronológica-, puede darse –o
no darse- en cualquier momento del proceso grupal, en el inicio, el desarrollo o el
cierre.

Si los sujetos o grupos logran vencer los miedos y obstáculos que provienen de la
resistencia al cambio (ansiedades paranoides y depresivas que configuran el
miedo al cambio) y se produce una situación en la cual predomina la comunicación
por sobre el ruido, el aprendizaje por sobre el obstáculo, la pertenencia por sobre
la serialidad, la capacidad de cooperar por sobre el saboteo y la competencia, se
da, entonces, la pertinencia, definida como capacidad de centrarse en una tarea.

“Hemos llamado pertinencia a otra categoría, que consiste en el centrarse del


grupo en la tarea prescripta, y en el esclarecimiento de la misma. La calidad de
esta pertinencia se evalúa de acuerdo con el monto de la pretarea, la creatividad y
la productividad del grupo y sus aperturas hacia un proyecto”. (Pichon-Rivière,
1969. p. 154).

A modo de cierre.

Los conceptos tarea-pretarea-proyecto están en el centro de la teoría de Pichon-


Rivière. Se trata de conceptos que permiten realizar el diagnóstico de una
situación personal y grupal desde una perspectiva psicológico social.

El desafío práctico de cada sujeto individual o colectivo es poder desplegar la


tarea, resolver los obstáculos y lograr los objetivos (iniciales y/o sus
reconfiguraciones emergentes). No se trata únicamente del análisis de las
contradicciones que operan en el texto y contexto de la tarea sino, más aún, poder
crear las condiciones que dan lugar a su desarrollo. La tarea es un hacer
multidimensional que supone trabajar y trabajarse, trasformar y ser transformado.

En las trayectorias que describen las vicisitudes de la tarea, la pretarea y el


proyecto, los sujetos se pierden y encuentran; se arraigan, vislumbran, concretan,
actualizan y proyectan.

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