Introducción
Como plantea Holmes (2001), este acercamiento era requerido desde hace
ya mucho tiempo. La teoría del apego, con sus fuertes bases teóricas,
nunca ha sido una “escuela”, y no ha sentido la necesidad de atenerse a
la palabra de Bowlby. Al mismo tiempo, la teoría del apego provee un
poder heurístico que puede facilitar la investigación psicoanalítica
para comprobar sus hipótesis y enriquecer la práctica clínica, por
ejemplo, el trabajo que se ha realizado en la continuidad de patrones de
apego, el efecto de las relaciones tempranas en las subsecuentes
relaciones interpersonales, provee una fuerte evidencia a las nociones
psicoanalíticas clásicas del importante rol de las experiencias
tempranas. La teoría del apego también ha enriquecido el entendimiento
psicoanalítico del mundo representacional. Las primeras concepciones
psicoanalíticas sobre representaciones mentales frecuentemente tenían
una cualidad estática, enfocándose, primordialmente, en representaciones
mentales de individuos significativos; la concepción de la teoría del
apego se ha vuelto más dinámica al enfocarse tanto en los aspectos
relacionales de lo que representa, como en la naturaleza evolutiva de
estas representaciones (Blatt & Levy, 2003). Otra buena razón para
adentrarse en la teoría del apego, como lo menciona Hopkins (1990), es
el aumento de la relevancia de sus investigaciones para la prevención en
salud mental.
Comparar las aportaciones de la teoría del apego con todos las escuelas
psicoanalíticas escapa a las posibilidades de este trabajo, pero si el
lector está interesado en ello recomiendo los escritos de: Fonagy
(2001), Eagle (1995), y Holmes (1993).
Marrone (2001. p.36) al retomar los aspectos en que difieren destaca que:
Vinculado a este punto, Osofsky (1995) plantea que mientras que la idea
psicoanalítica clásica de que el desarrollo está primariamente orientado
alrededor de las pulsiones, endógenamente generadas y dirigidas hacia la
gratificación, el planteamiento de la teoría del apego es bastante
diferente, ya que bajo esta línea lo que se propone es que el desarrollo
está basado en las relaciones, en las interacciones con el cuidador
primario (centrado en los afectos compartidos) que eventualmente
conducirán a la interiorización de la relación.
Con relación a las diferencias entre sus ideas y las de Freud, Bowlby
(1969) plantea que pese a que Freud en su búsqueda de encontrar
explicaciones siempre se refirió a la infancia, casi nunca basó su
propia información en la observación directa; como resultado de ello la
mayoría de los conceptos psicoanalíticos sobre la primera infancia se
han obtenido por medio de un procedimiento de reconstrucción histórica
basada en la información obtenida por adultos. Ante esto Bowlby hará un
cambio de perspectiva radical, el punto de partida ya no será los
síntomas que están causando perturbaciones, sino el acontecimiento o
experiencia considerado potencialmente patológico para el desarrollo de
la personalidad, el trabajo es entonces prospectivo y ya no retrospectivo.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que fue el mismo Freud quien
también habló de las limitaciones del método retrospectivo, por ejemplo,
en su trabajo /Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad
femenina/ (1920b)en el apartado IV plantea que “Durante todo el tiempo
en que perseguimos el desarrollo desde su resultado final hacia atrás,
se nos depara un entramado sin lagunas, y consideramos nuestra
intelección acabadamente satisfactoria, y quizás exhaustiva. Pero si
emprendemos el camino inverso, si partimos de las premisas descubiertas
por el análisis y procuramos perseguirlas hasta el resultado, se nos
disipa por completo la impresión de un encadenamiento necesario, que no
pudiera determinarse de ningún otro modo.... De este modo, la causación
en el sentido del análisis puede reconocerse con certeza en todos los
casos, pero su previsión en el sentido de la síntesis es imposible” (p.160).
Bowlby plantea que concuerda con los puntos de vista: tópico, genético y
adaptativo, pero no con el dinámico y el económico por lo que prescindió
de cualquier concepto relacionado con estos postulados. En este sentido,
como lo señala Marrone (2001) la intención de Bowlby fue postular un
nuevo concepto de conducta pulsional dentro del cual la necesidad de
formar y mantener las relaciones de apego era primaria y diferenciada de
la necesidad sexual o de alimentación; y de adoptar una teoría de
sistemas de control o cibernético que permitiera entender la
organización psíquica. Para sostener sus argumentos sugirió un cambio
innovador y necesario a los desarrollos en biología, la teoría de la
evolución, la etología, la cibernética, y los sistemas de información.
La angustia señal estaría al servicio del sostén del vínculo, al dar una
aviso de alarma ante el peligro de pérdida. Si bien es cierto que Freud
mantiene en esta obra el esquema basado en los principios económicos
(las situaciones de peligro para el bebé son las magnitudes de
excitación que él no podría dominar, peligro que luego se desplaza a la
pérdida de objeto) el desencadenamiento de la señal no queda
necesariamente subordinado a factores económicos, ya que puede funcionar
como símbolo mnémico, anticipatorio de una situación que se teme y se
trata de evitar (Juri, 2001).
Bowlby encuentra afinidades con Freud en este texto, por el valor que se
le da a la ansiedad de separación, lo que armoniza con la importancia
que ésta posee en sus teorías sobre el apego. La ansiedad de separación
sería para Bowlby una disposición básica, no secundaria, adquirida en el
curso de la evolución y compartida con otras especies, que tiene como
finalidad sostener un lazo protector. La disposición hacia esta ansiedad
vuelve comprensible el poderoso efecto de ciertas experiencias de la
infancia que la desencadenan: separación, abandono, rechazo y amenazas
parentales (Juri, 2001).
Como señala Holmes (1996), se podría plantear que mientras que la teoría
kleiniana se centra en el mundo intrapsíquico de un solo individuo, la
teoría del apego está dirigida principalmente al nivel de interacción
entre dos personas, y la teoría de Freud, con el Complejo de Edipo, a
cómo la introducción de “un tercero” afecta a estos dos niveles anteriores.
Klein consideraba que había una alternancia entre las dos posiciones
durante toda la vida, pero que en cada individuo podía predominar una
sobre la otra. Un punto clave que caracteriza la posición esquizo
paranoide es la escisión, el atribuirle todo lo bueno y todo el amor a
un objeto idealizado y todo el dolor, estrés y lo malo al objeto
persecutorio. La escisión operacionalizada como una discrepancia entre
la memoria semántica y la episódica, constituye un marcador importante
de inseguridad en la EAA, especialmente, dentro de la categoría Inseguro
Desentendido.
Los teóricos post kleinianos integrarán, aún más, los factores externos
con los internos (Meltzer, 1974; Rosenfeld, 1965). La capacidad del niño
para enfrentar el dolor y las ansiedades en la posición depresiva,
viéndose a sí mismo como sujeto envidioso y destructivo, dependerá tanto
del mundo externo, como de factores constitucionales. La fuerza del yo
es incrementada con la identificación del niño con la representación del
objeto bueno internalizado. Este yo fuerte es capaz de regular las ideas
destructivas, reduciendo la necesidad de proyectar el odio. El yo débil
permanece a merced de las defensas paranoides, no hay una culpa genuina
ni una verdadera capacidad de reparación. En este punto, la teoría
kleiniana se podría apoyar en constructos de la teoría del apego
respecto a la regulación de emociones y fragmentación, el desarrollo
incoherente del self o sobre la insensibilidad parental. Los modelos,
sin embargo, difieren en que mientras el pensamiento kleiniano atribuye
al infante intencionalidad, la teoría del apego evita adultomorfizar al
infante y describe este proceso de manera más parsimoniosa en términos
de mecanismos psicológicos (Fonagy, 2001).
Conclusiones
A pesar de las diferencias entres las diversas escuelas psicoanalíticas
es necesario poder poner a dialogar estas teorías con el fin de
enriquecer nuestro trabajo clínico, teórico y de investigación, sin
tratar, como menciona Gutiérrez (1999)de “crear una especie de
macrosistema común de ideas, que contemple todo del objeto de estudio e
incorpore todas las percepciones diversas. Aunque sí de aceptar las
inevitables deficiencias teóricas propias y de abrirse al interés por lo
otro, por lo diferente.”Por supuesto, el poder abrirse el interés por
conocer los aportes de otras escuelas, el sentir curiosidad por sus
propuestas teóricas y metodológicas, sólo puede darse si se acepta que
el enfoque propio no puede explicarlo todo. De este modo, es necesario
poder abrirse a escuchar las diferencias y similitudes de nuestras
propuestas, lo cual puede incluir, por ejemplo, aprender a evaluar qué
conceptos se sobreponen con diversos nombres y cuáles términos, a pesar
de sonar similares, implican diferentes concepciones teóricas.
De igual forma, siempre se debe tener en mente que las curas son
personalizadas, por lo que las teorías o conceptos que le pueden servir
a un terapeuta o a un paciente dependerán de muchos factores que no se
pueden repetir como recetas de cocina dado que, como el mismo Bowlby
(1988)plantea, la psicoterapia no es sólo una ciencia sino también un
arte.
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*Bibliografía*
Fonagy, P., Steele, M., Steele, H., Leigh, T., Kennedy, R., Mattoon, G.,
et al. (1995). Attachment, the reflective self, and borderline states:
The predictive specificity of the Adult Attachment Interview and
pathological emotional development. In S. Goldberg, E. Muir & J. Kerr
(Eds.), /Attachment Theory: Social, Developmental and Clinical
Perspectives/ (pp. 233-279). Hillsdale, NJ: The Analytic Press.
Holmes, J. (2001). /The Search for the Secure Base. Attachment Theory
and Psychotherapy/. Sussex: Routledge.
Juri, L. (2001). Juanito ¿Edipo o Apego? In /La Teoría del Apego. //Un
enfoque actual/. Madrid: Psimática.
Rappaport, D., & Gill, M. (1959). The points of view and assumptions of
metapsychology. /International Journal of Psychoanalysis, 40/, 153-162.