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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACIÓN CIVIL

Magistrado Ponente
WILLIAM NAMÉN VARGAS

Bogotá, D. C., veinticuatro (24) de junio de dos mil nueve (2009).

(Discutida y aprobada en Sala de diecisiete (17) de marzo de dos mil nueve (2009)

Referencia: Exp. 11001-3103-020-1999-01098-01

Se decide el recurso de casación interpuesto por la


Compañía Suramericana de Seguros S.A. frente a la sentencia de
29 de junio de 2007, proferida por la Sala Civil-Familia del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Bucaramanga (en descongestión),
en el proceso ordinario de la Compañía Agrícola de Seguros S.A.
contra Transportes San Marcos Ltda.

ANTECEDENTES

1. La demanda genitora de este asunto, solicitó


declarar la existencia de un contrato de seguro de transporte entre
Expocafé Ltda. y la aseguradora, la expedición del certificado
amparando los despachos y contratos de transporte terrestres
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celebrados con la demandada e incumplidos por ésta al no


entregar la mercancía, el pago del importe de la indemnización del
siniestro cubierto a la Compañía Suramericana de Seguros S.A.
en carácter de subrogataria, con su corrección monetaria según
los índices del Banco de la República

2. La causa petendi, en síntesis, se sustentó así:

a) Expocafé amparó los envíos de café excelso en


recorridos desde cualquier lugar del país hasta los puertos
nacionales en condiciones FOB, por un valor total de
$2.425.360.000,00.

b) El asegurado remitió mil sacos de café en cuatro


lotes de doscientos cincuenta, en el trayecto Picaleña-Ibagué-
Buenaventura con destino final Holanda y Japón, mercancía
transportada por la demandada en dos camiones con quinientos
bultos cada uno, los cuales salieron en caravana el 17 de julio de
1997 con un tercer camión escoltados por una motocicleta y un
coche de la empresa de vigilancia contratada por la exportadora.

c) Durante el recorrido se descompuso uno de los


carros y su reparación fue lenta, ocasionando retraso y la
disgregación del grupo.

d) Al día siguiente, dos conductores presentaron


denuncia por el hurto de los camiones y de la carga, ilícito
determinante de la responsabilidad de la demandada, por el
retardo en el inicio del viaje, la falta de revisión oportuna, la

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selección de tractocamiones y conductores, además por no acatar


las recomendaciones de los escoltas.

e) El 13 de enero de 1998, previa comprobación de


los requisitos legales y contractuales, la demandante pagó
$216.000.000 por el siniestro cuyo costo ascendió a
$320.000.000.

3. Transportes San Marcos Ltda. se opuso a las


pretensiones, formuló las denominadas excepciones de
“inoperancia de la subrogación e inexistencia de la obligación de
pagar (…)”, “fuerza mayor, caso fortuito y causa extraña” y
prescripción.

4. Agotadas las etapas procesales, el Juzgado del


conocimiento dictó sentencia desestimatoria de las pretensiones
de la demanda, siendo confirmada por el ad quem.

LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL

1. Luego de memorar el acontecer procesal, refiere


la normatividad y doctrina relacionada con los presupuestos de la
subrogación del asegurador, las obligaciones del transportador,
las consecuencias de su incumplimiento y su exoneración,
precisando el concepto de fuerza mayor o caso fortuito al tenor
del artículo 1º de la Ley 95 de 1890.

2. Sentadas las premisas precedentes, mencionó


las pruebas aportadas por las partes, acreditando la existencia del

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seguro de transporte (póliza), el certificado de amparo (360114),


el contrato de transporte (guía de tránsito, planillas y órdenes de
carga), la ocurrencia del siniestro (diligencias realizadas) y el pago
de la aseguradora por el hurto (facturas, liquidación, solicitud y
orden de pago).

3. Sobre las circunstancias de la ocurrencia del


siniestro, deduce de la apreciación conjunta de las pruebas y
“especialmente de los testimonios de Mario Alberto Henao Duque,
Dairo Ortiz Alzate y Salomón Pulido”, el desplazamiento vehicular
en horas de la tarde del 18 de julio de 1997, el asalto y reducción
a impotencia de los dos escoltas que viajaban en la camioneta
Luv, cuando seguían de cerca a los tractocamiones, quedando los
conductores a merced de los piratas terrestres, quienes se
apoderaron del cargamento en una vía principal de doble calzada
y en una hora dentro del límite establecido en la póliza, resaltando
que no obstante las medidas de seguridad adoptadas por la
dueña de la carga y la transportadora, quedó en evidencia el
acaecimiento de un hecho imprevisto e imposible de resistir, por
cuanto ante la presencia de varios asaltantes movilizados en
motocicletas y fuertemente armados, nada pudieron hacer los
guardas ni menos los conductores, aconteciendo la fuerza mayor
alegada por la demandada, máxime que las alegaciones de la
actora “fundadas en irregularidades derivadas del adelantamiento
del vehículo que llevaba menos carga, como de la lentitud de las
tractomulas atracadas, propiciadas por fallas mecánicas y la
actitud de los conductores” no fueron en realidad la causa de los
hechos, no sólo por ausencia de prueba, sino porque las demoras
se dieron por situaciones corrientes en este tipo de viajes, como lo
afirmó la demandada en su interrogatorio, pasando a reiterar la

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imposibilidad de imputar a la transportadora el incumplimiento del


contrato, “a quien se le deberá exonerar (…) dada la causa
extraña o fuerza mayor que impidió cumplir lo pactado”, al
concurrir a plenitud sus elementos integradores, esto es, “a) que
no sea imputable al obligado, b) que entre el hecho constitutivo de
la fuerza mayor y la inobservancia de la obligación o de la carga
exista un nexo causal, c) que el hecho sea irresistible, d) que el
hecho sea imprevisto”.

4. Por último, el juzgador de segundo grado,


compartió los razonamientos del a quo para declarar no probadas
las demás excepciones de mérito y denegar las pretensiones.

LA DEMANDA DE CASACIÓN

Dos cargos formula la impugnante por la primera


causal de casación prevista en el artículo 368 del Código de
Procedimiento Civil, los cuales se deciden en el orden propuesto.

CARGO PRIMERO

1. Acusa la violación indirecta por aplicación


indebida del inciso 1º del artículo 992 del Código de Comercio y
del artículo 1º de la Ley 95 de 1890 e inaplicación de los artículos
982, 1030, 1031, 1072, 1077, 1080, 1096, 1118 y 1120 del Código
de Comercio, a consecuencia de errores de hecho en la
apreciación de las pruebas

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2. Comienza la censura enunciado las pruebas


erróneamente apreciadas por el ad quem, por no percatar que el
fraccionamiento de la caravana, constituye una culpa incompatible
con la causa extraña, clarísima a la vista del juez, pasando a
resumir los pilares de la sentencia, las exigencias para el éxito
del ataque por la vía indirecta y a precisar que no ataca “la
imprevisibilidad del atraco ni la irresistibilidad”, sino
exclusivamente el elemento “ausencia de culpa relevante del
deudor, o ausencia de culpa con incidencia causal”, de donde en
lo tocante con la demostración del error, advierte que la culpa
relevante no conlleva a predicar la negligencia in totto, pero que
una sola culpa, si es clara y relevante, impide la configuración de
la causa extraña.

3. Continúa, extractando las declaraciones de Dairo


Ortiz Álzate, Salomón Pulido, Mario Alberto Henao Duque (jefe de
escoltas) y Jorge Alberto Ortiz (descargos); el primero, relató el
retraso al salir, las varias llamadas de un conductor desde
teléfonos fijos, la avería de un vehículo y la “llanta pinchada que
fue montada en Boquerón”, haciendo ver todos los deponentes
que los camiones debían ir en caravana, pero el conductor del
camión más nuevo y liviano la desintegró al adelantarse y con ello
fragmentó los recursos dispuestos para la seguridad, porque el
vigía que acompañaba al desertor llevaba un revolver 38 largo
con 12 tiros; del testimonio rendido por Nelson Marín Lozano,
funcionario de Expocafé, destaca la importancia del
desplazamiento unido de los camiones, medida desatendida por
el transportador y acerca de la cual no se pronunció el Tribunal;

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del interrogatorio del representante legal de la demandada,


encuentra la explicación de la incidencia causal de la separación
de los carros en la ocurrencia del siniestro, al confesar que la
permanencia del automotor con menos carga en la caravana
habría dificultado la acción de los delincuentes, “porque no he
conocido el primer caso en que se hayan hurtado tres vehículos
en el mismo momento y en el mismo hecho”; de las denuncias
formuladas por los conductores Rodolfo Moreno y Hernando
Durán, deriva la intención del tercer chofer de adelantarse a los
demás y que tal situación fue cosa de los escoltas, según lo
manifestó el segundo, concluyendo que los tres vehículos debían
andar juntos, lo que no ocurrió porque uno de ellos avanzó con el
escolta de la moto, lo cual denota la culpa grave y manifiesta del
transportador, con incidencia en el atraco, siendo evidente el error
del fallador; la separación de los carros es un tema pacífico en el
proceso, sin existir prueba de la autonomía de los chóferes para
desplazarse fuera del convoy ni tampoco de la inevitabilidad del
adelantamiento.

4. Finaliza el cargo, con el alcance de las normas


violadas, la incidencia de los errores en el fallo y su
trascendencia.

CONSIDERACIONES

1. El Tribunal, como quedó compendiado, encontró


configurada la causa extraña invocada por la demandada para
exonerarse de responsabilidad por la inejecución obligatoria de las
prestaciones derivadas del contrato de transporte, considerando el
hecho acaecido imprevisible, irresistible y sin culpa del

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transportador, en tanto el desplazamiento de los vehículos se hizo


dentro del límite de las horas acordadas, los camiones iban
escoltados y se desplazaban por una vía principal de doble
calzada, de donde coligió la actitud cuidadosa de la
transportadora, medidas a la postre superadas por los varios
asaltantes motorizados y armados, sin que el avance del tercer
camión, la lentitud de los dos restantes, las fallas mecánicas y la
actitud de los conductores fueran la causa del hecho, no sólo
“porque no hay prueba al respecto sino porque las citadas
demoras ocurrieron por circunstancias que bien pueden
presentarse en este tipo de viajes”.

Por su parte, la médula del cargo, no refiere a la


resistibilidad o previsibilidad del suceso, sino en “que el
transportador si incurrió en culpa”, por el fraccionamiento de la
caravana, el mayor riesgo creado, la culpa gravísima incompatible
con la causa extraña, cuya claridad, relevancia e incidencia
causal, impide la configuración de la fuerza mayor predicada en la
sentencia combatida, situación demostrada con los testimonios y
descargos de los escoltas, la declaración del empleado de
Expocafé, las denuncias de los conductores y el interrogatorio de
la demandada, medios de los que derivó la desintegración
intencionada de la caravana y con ello la fragmentación de los
recursos destinados a la seguridad del convoy, facilitando la
ocurrencia del siniestro.

De este modo, para la aseguradora la disgregación


vehicular, comportó una culpa grave con incidencia en el hurto de
los camiones y su mercadería, sin desconocer por ello que el
transportador pudo haber sido “diligente y cuidadoso en ciertos

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momentos o actividades”; en cambio, según el juzgador, ello no


implicó la gravedad invocada por la actora, pues aunque advertido
anduvo de lo dicho en los testimonios, interrogatorio, descargos y
denuncias, citados por la censura, acerca “del adelantamiento del
vehículo que llevaba menos carga”, sin embargo no la revistió de
la trascendencia atribuida por la censora, al hallar suficientes las
previsiones observadas en la circulación de la carga, como la
clase y especificación de la ruta, “a una hora que correspondía al
límite establecida por las condiciones de la póliza de seguro”, con
unos custodios “que seguían a las tractomulas asaltadas”,
circunstancias a partir de las cuales predica la diligencia del
transportador al tomar las medidas necesarias para la protección
de los bienes transportados.

2. Para dilucidar estos cuestionamientos, es


pertinente memorar, así sea sucintamente, que el transporte
mercantil, es un contrato por cuya inteligencia una parte
denominada transportador, transportista o porteador, se obliga
para con otra llamada remitente o cargador, a cambio de un
precio, flete o porte, a conducir de un lugar a otro, por
determinado medio y en el plazo estipulados, personas o cosas y
a entregar éstas al destinatario (artículo 981 del Código de
Comercio).

Por definición legal, el transporte es contrato de


prestaciones correlativas para las partes (cas.civ. sentencia de 24
de octubre de 2000, S-194-2000[5387]; sentencia mayo 8 de
2001, S-079-2001[6669]; sentencia de 25 de marzo de 2003, S-
033-2003[7017]; sentencia de 30 de noviembre de 2004, S-210-
2004[0324]) y, por su virtud, en particular, el transportador

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adquiere esentialia negotia, una prestación de resultado


calificado, rectius, garantía, donde no sólo asume un resultado
sino que lo garantiza (cas. civ. 21 mayo 1968 CXXIV, p. 174).,
consistente en la conducción de las personas sanas y salvas
desde el lugar de origen hasta su destino o en recibir trasladar y
entregar las cosas en el estado recibido, contrayendo la
responsabilidad por los riesgos de lesión, pérdida, destrucción o
deterioro, en razón de su actividad “que ha de ejercer con estricto
apego a los estándares de diligencia, cuidado y previsión
exigibles a un operador mercantil profesional - artículo 20,
numeral 11, Código de Comercio-” y “reclama del deudor el
despliegue de todos aquellos comportamientos que sean idóneos
y necesarios para garantizar la efectiva consecución de la
finalidad concertada” (cas.civ. noviembre 8 de 2005, exp. 7724
[SC-274-2005]), la evitación o agravación de los daños.

A este respecto, la disciplina de la relación


obligacional del transporte de conformidad con su naturaleza y
función económica-social, comporta para el transportador la
asunción de todos los riesgos y peligros dimanados, acentuando
su responsabilidad por todos los daños potenciales, la pérdida
total o parcial de la cosa transportada, su avería o retardo en la
entrega a partir del instante en que debió recibirlas o las recibió y
su entrega al sujeto designado al efecto o a su destinatario en el
lugar estipulado y en la forma legal o, transcurrido el término de
ley sin presentarse el interesado a retirarla o recibirla, lo cual, se
explica también por su deber de custodia (custodiam praestare) y,
por tanto, de vigilancia y cuidado (artículos 992 y 1030 Código de
Comercio)

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Empero, con arreglo al artículo 992 del Código de


Comercio, “[e]l transportador sólo podrá exonerarse, total o
parcialmente, de su responsabilidad por la inejecución o por la
ejecución defectuosa o tardía de sus obligaciones, si prueba que
la causa del daño le fue extraña o que en su caso, se debió a
vicio propio o inherente de la cosa transportada, y además que
adoptó todas las medidas razonables que hubiere tomado un
transportador según las exigencias de la profesión para evitar el
perjuicio o su agravación”.

En lo concerniente a este singular aspecto, el


ordenamiento jurídico considerando la intensidad de la
responsabilidad que gravita sobre el transportador, sólo permite la
exoneración de su responsabilidad mediante la prueba plena de
una causa extraña o, de un vicio propio o inherente a la cosa
transportada y, en uno u otro caso, de la adopción de todas las
medidas razonables e idóneas conforme a la profesión para la
evitación o agravación del daño, desde luego que, tales hechos,
en cuanto no imputables conducen a la ruptura del nexo causal y,
por elemental sustracción lógica, a la ausencia de autoría.

Naturalmente, en la noción de causa extraña, a más


de la intervención exclusiva de la víctima o de un tercero, se
comprende el caso fortuito y la fuerza mayor.

A dicho propósito, concebida la “fuerza mayor o caso


fortuito” (casus, casus fortuitus, casus fortuitum, casus maior, vis
maior, vis divina, vis magna, vis cui resisti non potest, vis
naturalis, fatum, fatalitas, sors, fors, subitus eventus, inopinatus

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eventus, damnum fatale, detrimentum fatale, damnum


providential, fuerza de Dios, D. 19, 2, 25, 6; nociones aunque
“distintas” [Cas. Civ. de 7 de marzo de 1939, XLVII, 707],
simétricas en sus efectos [cas.civ. de 26 de mayo de 1936, XLIII,
581 y 3 de agosto de 1949, G.J, No. 2075, 585]), cuanto
“...imprevisto a que no es posible resistir, como un naufragio, un
terremoto, el apresamiento de enemigos, los actos de autoridad
ejercidos por un funcionario público, etc." (art. 1º, Ley 95 de 1890),
es menester para su estructuración ex lege la imprevisibilidad e
irresistibilidad del acontecer (cas. civ. sentencias de 31 de agosto
de 1942, LIV, 377, 26 de julio de 1995, exp. 4785, 19 de julio de
1996 expediente 4469, 9 de octubre de 1998, exp. 4895).

La imprevisibilidad del acontecimiento, concierne a la


imposibilidad de prever, contemplar o anticipar ex ante las
circunstancias singulares, concretas o específicas de su ocurrencia
o verificación de acuerdo con las reglas de experiencia, el cotidiano,
normal o corriente diario vivir, su frecuencia, probabilidad e
insularidad in casu dentro del marco fáctico de circunstancias del
suceso, analizando in concreto y en cada situación los referentes
de su “normalidad y frecuencia”, “probabilidad de realización” y
talante “...intempestivo, excepcional o sorpresivo” (cas.civ.
sentencias de 5 de julio de 1935, 13 de noviembre de 1962, 31 de
mayo 1965, CXI-CXII, 126; 26 de enero de 1982, 2 de diciembre
de 1987, 20 de noviembre de 1989, 7 de octubre de 1993, 23 de
junio de 2000, [SC-078-2000], exp. 5475 y 29 de abril de 2005, [SC-
071-2005], exp. 0829-92 ).

La irresistibilidad, atañe a la imposibilidad objetiva


absoluta de evitar el suceso y sus consecuencias (cas. civ.

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sentencia de 26 de noviembre de 1999, exp. 5220), “de


sobreponerse al hecho para eludir sus efectos” (cas.civ. sentencia
de 31 de mayo de 1965, CXI y CXII, 126) por “inevitable, fatal,
imposible de superar en sus consecuencias” (cas.civ. sentencia de
26 de enero de 1982, CLXV, 21), contenerlas, conjurarlas,
controlarlas o superarlas en virtud de su magnitud, “que situada
cualquier persona en las circunstancias que enfrenta el deudor,
invariablemente se vería sometido a esos efectos perturbadores,
pues la incidencia de estos no está determinada, propiamente, por
las condiciones especiales –o personales- del individuo llamado a
afrontarlos, más concretamente por la actitud que éste pueda
asumir respecto de ellos, sino por la naturaleza misma del hecho, al
que se le son consustanciales o inherentes unas específicas
secuelas” (cas.civ. sentencia de 26 de julio de 2005,[SC-190-2005],
exp. 050013103011-1998 6569-02) o lo que es igual, entiéndase
como “aquel estado predicable del sujeto respectivo que entraña la
imposibilidad objetiva de evitar ciertos efectos o consecuencias
derivados de la materialización de hechos exógenos -y por ello a él
ajenos, así como extraños en el plano jurídico- que le impiden
efectuar determinada actuación, lato sensu. En tal virtud, este
presupuesto legal se encontrará configurado cuando, de cara al
suceso pertinente, la persona no pueda -o pudo- evitar, ni eludir sus
efectos (criterio de la evitación)”. (cas.civ. sentencia de 23 de junio
de 2000, [SC-078-2000], exp. 5475).

Más recientemente, la Sala, después de historiar la


jurisprudencia, ha concluido “que, para que un hecho pueda
considerarse como fuerza mayor o caso fortuito, a más de ser
imprevisible e irresistible, “debe obedecer a una causa
extraordinaria, ajena al agente, a su persona o a su industria”

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(Cas. Civ., sentencia de 3 de marzo de 2004, expediente No. C-


7623; se subraya). Como lo dejó definido la Corte en las
sentencias al inicio de estas consideraciones memoradas, la
referida causa de exoneración de la responsabilidad “no puede
concurrir con la culpa del demandado que haya tenido un rol
preponderante en la causación del daño (cfme: sent. 009 de 27
de febrero de 1998)” y debe consistir en “…, un acontecimiento
extraordinario que se desata desde el exterior sobre la industria,
acontecimiento imprevisible y que no hubiera sido posible evitar
aún aplicando la mayor diligencia sin poner en peligro toda la
industria y la marcha económica de la empresa y que el industrial
no tenía porqué tener en cuenta ni tomar en consideración…” (se
subraya). De suyo que, como también allí mismo se destacó, “un
hecho sólo puede ser calificado como fuerza mayor o caso
fortuito, es lo ordinario, si tiene su origen en una actividad
exógena a la que despliega el agente a quien se imputa un daño,
por lo que no puede considerarse como tal, en forma apodíctica,
el acontecimiento que tiene su manantial en la conducta que
aquel ejecuta o de la que es responsable” (Cas. Civ. Sentencia
del 29 de abril de 2005, Expediente No. 0829-92; se subraya). Y
es que, ciertamente, en la comprensión técnica del concepto de
caso fortuito o fuerza mayor, no puede desconocerse el requisito
anteriormente mencionado –exterioridad o ajenidad-, aun cuando
en ocasiones no se lo mencione expresamente, tal vez por
considerarlo obvio, pues dicho elemento estructural de la figura se
desprende de la misma consideración del concepto de factor
extraño, que por definición implica que una causa enteramente
ajena a la originada por el presunto responsable interrumpe el
proceso ya iniciado, e “impide que desarrolle su propia eficacia
causal, sustituyéndola por la suya propia”. Referencias

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especificas a este requisito del caso fortuito o fuerza mayor por


parte de la jurisprudencia de la Corte pueden encontrarse, entre
otras, en sentencias como las dictadas el 7 de junio de 1951
(LXIX, 684); el 27 de marzo de 1980 (no publicada oficialmente);
el 26 de noviembre de 1999; el 23 de junio de 2000, expediente
No. 5475; el 16 de junio de 2003; el 3 de marzo de 2004,
expediente C-7623; y el 29 de abril de 2005, expediente 0829-92”
(cas.civ. sentencia de 27 de febrero de 2009, exp. 73319-3103-
002-2001-00013-01).

Justamente por la naturaleza extraordinaria del hecho


imprevisible e irresistible, su calificación por el juzgador como
hipótesis de vis maior, presupone una actividad exógena, extraña
o ajena a la de la persona a quien se imputa el daño o a su
conducta, o sea, “no puede concurrir con la culpa del demandado
que haya tenido un rol preponderante en la causación del daño
(cfme: sent. 009 de 27 de febrero de 1998)” (cas.civ. sentencia de
29 de abril de 2005, [SC-071-2005], exp. 0829-92), pues su
estructura nocional refiere a las cosas que sin dolo ni culpa
inciden en el suceso (quæ sine dolo et culpa eius accidunt ) y a
las que aún previstas no pueden resistirse (quæ fortuitis casibus
accidunt, quum prævideri non potuerant), lo cual exige la ausencia
de culpa (quæ sine culpa accidunt) y, también, como precisó la
Corte, es menester la exterioridad o ajenidad del acontecimiento,
en cuanto extraño o por fuera de control del círculo del riesgo
inherente a la esfera, actividad o conducta concreta del sujeto,
apreciándose en cada caso particular por el juzgador de manera
relacional, y no apriorística ni mecánica, según el específico
marco de circunstancias y las probanzas (cas. civ. sentencia de
27 de febrero de 2009 exp. 73319-3103-002-2001-00013-01).

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Por consiguiente, la falta de diligencia o cuidado, la


negligencia, desidia, imprudencia e inobservancia de los patrones
o estándares objetivos de comportamiento exigibles según la
situación, posición, profesión, actividad u oficio del sujeto,
comporta un escollo insalvable para estructurar la fuerza mayor
cuando, por supuesto, su incidencia causal sea determinante del
evento dañoso, porque en esta hipótesis, el hecho obedece a la
conducta de parte y no a un acontecer con las características
estructurales de la vis mayor.

En sentido análogo, según se puntualizó en


precedencia, tratándose del transporte, para que la fuerza mayor
como causa extraña exonere de responsabilidad al transportador,
es menester la adopción de las medidas razonables para evitar el
daño o su agravación, es decir, por los riesgos inherentes a su
actividad y su función económica social, el ordenamiento jurídico
es reiterativo del deber de diligencia que le asiste acorde con los
estándares o parámetros de su profesión y la posición de garante
derivada, o, en otras palabras, “no le basta simplemente con poner
toda su diligencia y cuidado en la conducción de las personas o las
cosas, pues con arreglo a dicha preceptiva menester es que la
realice en perfectas condiciones, de forma tal que solamente podría
eximirse de ello demostrando la concurrencia de alguno de los
acontecimientos que dependen de lo que se ha denominado una
"causa extraña", vale decir, aquellos en que, como sucede con el
caso fortuito o la fuerza mayor, entre el hecho y el daño se ha roto
el nexo causal, indispensable para la configuración de la
responsabilidad, lo cual implica naturalmente que se adoptaron
"todas las medidas razonables" de un acarreador profesional para

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evitar el daño o su agravación” (cas.civ. sentencia de 1 de junio de


2005, SC-111-2005, exp. 050013103014199900666-01).

En efecto, la Corte, de vieja data, tiene definido que


“la exoneración de responsabilidad descansa fundamentalmente
sobre la plena demostración de una causa extraña o, en su caso,
de un vicio propio o inherente de la cosa transportada, como
circunstancias genéricas idóneas para romper o desvirtuar el
nexo de causalidad que, en principio, conecta el daño con la
actividad económica del agente, evidenciando, por lo mismo, que
aquél ha tenido un origen o procedencia totalmente ajena a ésta,
al punto que, bajo ninguna óptica, pueda imputársele al
transportador. Por razones obvias, para que el evento eximente
pueda ser considerado como tal, es menester que su ocurrencia
no sea atribuible, por acción u omisión, al agente, pues de ser así
el suceso no sería propiamente “extraño”, sino que estaría situado
dentro de la órbita de acción que compromete la responsabilidad
del profesional. Evidentemente, como de antiguo lo ha
pregonado la doctrina jurisprudencial, ningún hecho podría ser
catalogado de fuerza mayor o caso fortuito, como tampoco
encuadrarse dentro del género de la “causa extraña”, si ha
mediado alguna especie de culpa o descuido de la persona que
en su favor lo alega, por ejemplo, si se expuso imprudentemente
a él, o no se preparó debidamente para evitarlo o encararlo -
pudiendo hacerlo -, o si confió infundadamente en que podía
sortearlo o superarlo, pues, es claro, semejantes actitudes
determinan que el agente, de algún modo, asuma el hecho o, por
lo menos, comparta su suerte, sin que le sea posible desligarse
de los efectos nocivos que él llegue a producir. (cfr. G.J. t. LXIX,
pag. 555; CLXV, 12; CLXXX, 229; entre otras). Precisamente, en

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la regulación del contrato de transporte las características del


fenómeno liberatorio imponen, como se vio, la acreditación de
una causa extraña o de un vicio propio o inherente de la cosa
transportada, dejándose también en claro, como es natural, que
tales circunstancias sólo adquirirán relevancia y efectividad si se
presentan dentro de un contexto de actuación presidido
permanentemente por la diligencia, cautela y buen juicio del
operador, exigencia reflejada en que éste haya adoptado “todas
las medidas razonables que hubiere tomado un transportador
según las exigencias de la profesión para evitar el perjuicio o su
agravación” (se subraya), como claramente lo enseña la norma
en estudio, pues sólo así se estará realmente en presencia de un
factor exógeno capaz de mantener al transportista al margen del
incumplimiento o infracción contractual, obrando, por ende, como
su excusa o justificación.” (cas.civ. noviembre 8 de 2005, exp.
7724 [SC-274-2005]).

Es oportuno resaltar acá y así reiterar, el deber del


transportador como profesional de una actividad generadora de
riesgos y peligros, respecto de su identificación y medición en
cada hipótesis particular, al igual que el de adoptar las medidas
idóneas para evitarlos o conjurarlos según su estado,
conocimiento, experiencia y el desarrollo científico o tecnológico,
circunstancias todas que “en caso de controversia, estarán
sometidas, por obvias razones, a la ponderación del juzgador,
conforme a los dictados del sentido común y la sana crítica”
(cas.civ. noviembre 8 de 2005, exp. 7724 [SC-274-2005]).

Desde luego, los antecitados aspectos y, en particular


la configuración de la causa extraña, están sometidos a la

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apreciación discreta del juzgador en su autonomía valorativa de


los elementos de convicción en la situación fáctica concreta y en
cada caso, pues, “la calificación de un hecho como fuerza mayor
o caso fortuito, debe efectuarse en cada situación específica,
ponderando las circunstancias (de tiempo, modo y lugar) que
rodearon el acontecimiento” (cas.civ. sentencia de 23 de junio de
2000, [SC-078-2000]),“es indispensable, en cada caso o
acontecimiento, analizar y ponderar todas las circunstancias que
rodearon el hecho" (cas.civ. sentencias del 20 de noviembre de
1.989 y del 9 de octubre de 1.998, expediente 4895), sin ser viable
admitir o excluir a priori un determinado hecho o situación en
cuanto tal, ni aplicarlo extensiva o analógicamente, sino que todo
ello está circunscrito al marco fáctico de circunstancias singular, a
las pruebas y su razonable valoración axiológica por el juez.

3. Puestas de este modo las cosas, es necesario,


examinar las probanzas respecto de las particulares condiciones
de ocurrencia del siniestro, en pos de determinar la presencia o
ausencia de la equivocación probatoria enrostrada al sentenciador
con las características del error de hecho, a cuyo propósito,
observa la Sala:

a) Durán Varón en su denuncia (folios 25 a 28 del


cuaderno 1º), narra que “nos vinimos en caravana (…) después
que pasamos el peaje de Betania se nos apareó un Toyota, nos
sacaron una ametralladora y nos dijeron que nos aorillaramos
(sic), iban 4 tipos dentro de la Toyota, cuando me colocaron la
metra (…) y al otro carro, de una vez al otro carro salió con
nosotros de allí, o sea yo y el conductor de la otra tractomula (…)
yo venía adelante, la otra tractomula venía por allí a una cuadra

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(…)”, afirmaciones respaldadas por el otro conductor, Rodolfo


Moreno Rubio (folios 30 a 33) al manifestar que “un carro Toyota
color azul, hizo aorillar (sic) al compañero que venía delante de
mí, yo al ver que la tractomula estaba estacionada, me estacioné
detrás (…), pensé que eran los escoltas, porque él en Cajamarca
me comentó que unas cintas que traían las carpas eran para
identificar las tractomulas que iban escoltando los muchachos
(…), porque en el trayecto del camino había más compañeros
cuidando (…), al ver eso pensé que eran compañeros escoltas
que le decían algo a mi compañero, pero en el momento en que
estaba sentado dentro de la tractomula, se me subió una persona
por el lado derecho (…) y me apuntó con una subametralladora
(…) yo llevaba una distancia de la otra tractomula de una cuadra
y media o dos cuadras (…)”

b) El escolta Jorge Alberto Ortiz González, en sus


descargos (folios 35 a 37) relató que procuró “ir al frente de ellos
pero como se me quedaban me tocaba esperarlos debido a que
ellos retenían la velocidad, cuando llegamos a Tuluá pasaron
tanto las dos mulas como la camioneta iguales, al llegar a la doble
calzada los dejé ir adelante, al sentir algo sospechoso como a los
dos o tres kilómetros, Dairo y yo llegamos a la conclusión de que
algo estaba mal, quisimos avanzar pero en ese momento fuimos
interceptados por dos tipos en una moto que me apuntaron a la
cabeza diciéndome que me detuviera o que si me iba a hacer
matar, yo quise reaccionar pero cuando vi por los retrovisores
venían dos motos más lo que me obligó a parar, uno de los tipos
se me subió (…) y me desarmó (…)”, y el otro vigilante Dairo Ortiz
Alzate, expresó en sus descargos (folios 38 a 41) que el tercer
conductor “(…) se adelantó con el escolta en moto (Salomón)

WNV. Exp. No. 11001-3103-020-1999-01098-01 20


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porque de la empresa le dieron orden que siguiera porque iban a


cerrar el túnel (…) nos paramos a esperarlos y se nos quedaron
nos devolvimos a mirar que sucedía todo estaba bien no habían
personas sospechosas (…), los dejamos adelantar para volver a
arrancar y en ese momento nos arrimamos a los carros para ver
que no hubiera nada sospechoso, nosotros estábamos muy
nerviosos pero a las vez nos tranquilizamos al ver bastantes
vehículos cargados con la misma carga (…) que llevaban los
vehículos por nosotros escoltados, tomamos la determinación de
adelantarnos hasta el retén pero nos fue imposible al haber
mucho tráfico de carros particulares, cuando ya nos dieron la vía
nos interceptaron seis individuos a unos 3 kilómetros de San
Pedro, que se movilizaban en motos fuertemente armados y uno
se nos acercó y nos dijo que nos orillaramos (sic) nos apuntaban
con subametralladoras (…) uno de los parrilleros se nos subió a la
cabina donde estábamos y nos dijo que si no nos resistíamos ni
nada que todo salía bien (….)”, aseveraciones que reitera en su
testimonio (folios 49 a 62 del segundo cuaderno), en el que
además reconoce que la orden de ir en caravana desacatada fue
por uno de los camiones que siguió con el escolta en moto, que
no pudieron reaccionar al ser interceptados en “dos motos con
dos personas cada una, después aparecieron más y no nos
dimos cuenta de donde salieron (…)”.

c) Mario Alberto Henao Duque, director operativo


de la empresa de vigilancia (folios 40 a 48 del 2º cuaderno),
reconoció en su testimonio dirigir entonces “las operaciones de la
cuidada tanto de los escoltas como de la carga para saber en qué
sitio estaban, cómo estaban, dónde iban (…) al notar que los
escoltas no me contestaban por celular, se informó a las

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autoridades del Valle, policía de carreteras (…)”, los camiones


debían ir en caravana, destinaron para el viaje tres personas, una
moto, una camionera y dos armas “eran 38 largo” y respecto a las
medidas de seguridad “se utilizan más las comunicaciones que el
armamento durante el viaje, ya que se está reportando
constantemente dónde van, cómo van y nosotros como empresa
de vigilancia somos preventivos y sólo tenemos permiso de
accionar armas cuando la vida de uno de los funcionarios esté en
peligro, nosotros hemos salvado cargamentos avisando a las
autoridades a tiempo ya que ellos son las personas indicadas
para disparar y matar. Los escoltas disparan ya teniendo el
conductor de las mulas en peligro o un cargamento, pero aquí nos
neutralizaron antes del hurto de las mulas”.

d) Salomón Pulido Fajardo, el tercero de los


guardas, en su testimonio (folios 63 a 68), narra las dificultades
del viaje, que escoltó al tractocamión más nuevo y liviano, se
adelantaban y esperaban a los otros, fue autorizado para seguir
con una de las tractomulas, mantuvo comunicación frecuente con
el jefe de operaciones, quien igualmente le permitió apartarse del
grupo, refiere la actitud negligente de los otros chóferes al
marchar muy despacio, que llevaba un resolver 38 largo con 6
tiros y 6 de reserva; por su parte el representante legal de la
demandada en su interrogatorio (folios 8 a 13 del cuaderno 3),
menciona que las fallas de los vehículos fueron leves y de común
ocurrencia, difíciles de prevenir, que a los vehículos se les
inspeccionó, que los conductores fueron intimidados con armas
de fuego y como los vehículos iban en caravana “la otra
tractomula muy cerca al ver que su compañero de viaje había
parado él procedió a hacer los mismo y se estacionó detrás de la

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tractomula (…). Los escoltas aducen que también habían sido


interceptados instantes atrás y fueron reducidos a la impotencia
(…)”, que la responsabilidad de llevar los carros unidos era de los
escoltas, quienes no recibían órdenes ni de los conductores ni de
la transportadora, aceptando que de ir unidos “habría dificultada
más la acción de los delincuentes (…)”.

e) El funcionario de Expocafé, Nelson Marín


Lozano, en su declaración (folios 14 a 16), alude a las
instrucciones dadas a la empresa de vigilancia para el
acompañamiento de la carga de café, entidad que prestaba un
buen servicio “pues estaban siempre pendientes e informaban
sobre las situaciones normales o anormales que sucedían
durante el escoltaje (sic) del café”, que el personal seleccionado
es retirado de las fuerzas militares o de la policía “por lo que les
garantizaba una buena y segura prestación del servicio”, que
cuando son más de dos camiones “siempre tienen que ir en
caravana”, que no hacen ningún requerimiento sobre el tipo de
armas de los escoltas y que la empresa prestaba “un servicio muy
bueno”.

Las pruebas anteriores base del ataque, en efecto,


como aduce el impugnante, muestran que uno de los tres
vehículos se apartó de la caravana, llevándose al escolta de la
moto, quien a la postre tenía una de las dos armas destinadas
para la seguridad del convoy, menguando los elementos
destinados a la protección de la carga.

No obstante, igualmente dejan ver la consumación del


ilícito no en el vehículo que se alejó de la caravana, sino en los

WNV. Exp. No. 11001-3103-020-1999-01098-01 23


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dos que marchaban juntos, circunstancia que incluso y contrario a


lo previsto, facilitó el hurto del segundo camión, porque su
conductor voluntariamente se detuvo cuando su compañero se
estacionó al ser asaltado.

Análogamente, estos relatos denotan lo envolvente del


ataque, pues frente a los recursos destinados para la protección
de la carga (una camioneta, una moto, dos revólveres y tres
escoltas), los asaltantes los superaban ampliamente en número y
elementos (tres motos, ocho personas, una camioneta,
ametralladoras y/o subametralladoras), permitiendo inferir por la
contundencia de la agresión que la presencia de un vigilante
armado y motorizado, no sería un elemento con la fuerza
suficiente para evitarla o repelerla.

Además, los tractocamiones no transitaban por un


camino despoblado, sino por una vía principal de doble calzada,
acompañados por “bastantes vehículos cargados con la misma
carga”, confluencia vehicular que incluso impedía el
adelantamiento de los centinelas, sin que deba perderse de vista,
que para la compañía de vigilancia, la seguridad no estaba en las
armas, sino en la comunicación continua durante el trayecto, la
que siempre se cumplió, hechos que igualmente le restan entidad
a la desunión de la caravana y a la ausencia del revolver que
llevaba el escolta del tercer camión, el que autorizado fue para
abandonar el grupo ante la inminencia del cierre del túnel, para
señalar la negligencia de la transportadora puesto que las
medidas de cuidado acordadas se observaron, siendo de resaltar
que la empresa exportadora, dueña del cargamento y contratante
de la vigilancia, no exigía “ningún tipo de armas” y constancia dejó

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del buen desempeño en el cumplimiento de la empresa y de su


idoneidad en la selección del personal.

4. Los eventos mencionados, hacen ver de modo


incontestable que el Tribunal no anduvo descarriado al restarle
peso al “adelantamiento del vehículo que llevaba menos carga”,
para colegir del mismo la culpa de la demandada, porque aunque
ciertamente se distrajeron componentes destinados para el
resguardo de los carros, no existe un elemento probatorio
contundente que infirme la razonable conclusión del ad quem,
respecto de la ausencia de culpa del transportador en los sucesos
relatados, impeditivos del cumplimiento de lo pactado en el
transporte del café.

Por el contrario, las probanzas apoyan acotación


semejante, empezando por las sirven de respaldo al reproche de
la recurrente, como acaba de verse; además, si la vigilancia de la
carga era tan imprescindible como ahora se reclama, tal condición
no aparece enlistada en las garantías requeridas al asegurado al
suscribir la póliza (folios 2 al 13 del primer cuaderno), en tanto que
no enuncia vehículos acompañantes con escoltas armados,
previsión ésta que fue de la mera liberalidad de Expocafé y cuya
ausencia no puede por tanto constituirse en el eje articulador para
predicar la culpa de la transportadora y su incidencia en la
ocurrencia del ilícito.

Efectivamente, fueron pactadas como garantías para


la expedición del contrato de seguro las de: “a) observar todas las
normas establecidas en los decretos (…), b) dejar en su poder, en
despachos por carretera una relación de los despachos por

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carretera, una relación de los despachos con la siguiente


información: número de guía y planilla, número de lote o lotes con
indicación de la cantidad de sacos, descripción del vehículo:
placas, color, modelo, marca, etc., c) únicamente se transportara
en vehículos de propiedad de empresas de transporte terrestre
que estén inscritas y autorizadas en el INTRA, d) despachar en
vehículos afiliados o propios de la empresa transportadora
seleccionada, en caso de que el vehículo no esté afiliado a ella,
solicitar copia de la autorización de la empresa a la cual lo está.
Los vehículos utilizados no podrán ser de un modelo inferior a
1981, f) los vehículos cargados de café sólo transitaran por vías
públicas autorizadas para la movilización de café de exportación y
dentro de las 6:00 AM y las 18:00 horas y en días distintos a
domingos o feriados. El tránsito fuera de este horario dejará sin
efecto el contrato de seguro, g) los vehículos que transportes café
de exportación de propiedad de expocafé deberán transitar por
las vías públicas autorizadas para la movilización de este tipo de
café en caravanas con otros vehículos, en el evento en que por
fuerza mayor o caso fortuito se vean en la imperiosa necesidad
de retirarse de la caravana, tomarán todas las medidas de
seguridad tendientes a preservar la carga, con el fin de dar
continuidad al amparo (…)”, obrando en el proceso constancia de
la relación de los despachos con los datos reclamados (folios 19 a
21), los vehículos no eran de un modelo inferior a 1981 (folios 19
y 20), transitaban por vías públicas autorizadas, en el horario
solar, durante un día laboral y se desplazaban en caravana,
reseñas que le permitieron al juzgador derivar la ausencia de
culpa de la demandada.

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De igual manera, es de resaltar que aunque la actora


al contestar la reclamación de la asegurada beneficiaria por la
ocurrencia del siniestro, la objetó alegando la misma situación
expuesta en el cargo, al decir que “analizando los hechos
descritos, en especial lo atinente a que se disolvió la caravana por
circunstancias diferentes a la fuerza mayor o caso fortuito y sin
tomarse las medidas de seguridad tendientes a preservar la
integridad de la carga (…)” (folios 204 a 207 del cuaderno No. 1),
es de entender que al cubrir la pérdida (folios 48 a 53), convino
con las explicaciones de Expocafé expresando al respecto que
“1. El vehículo que se retiró de la caravana no sufrió afectación
alguna. 2. El vehículo que se retiró debió hacerlo por la
configuración de la fuerza mayor motivada en el cierre del túnel
referido en su informe, hecho fuera del alcance y control del
asegurado, resaltando que dicho retiro fue previamente
autorizado y con la adopción de las medidas pertinentes. 3.
Resulta inaceptable el argumento de la objeción sobre esta
garantía, toda vez que los vehículos afectados con el siniestro
fueron justamente los que quedaron en caravana y remitiéndonos
al contexto de la cláusula, se aprecia que se adoptaron todas las
medidas tendientes a preservar la carga, donde los dos vehículos
quedaron en caravana se les destinó los dos escoltas con
acompañamiento vehicular y al vehículo retirado se le destinó el
escolta en moto, siendo objeto del ilícito la caravana en comento
(…)” (folios 186 a 188), razones que aceptó en ese momento,
pero que ahora al parecer no comparte, sin explicar el porqué del
cambió de criterio en la ponderación de la situación.

En fin, la disputa reducida queda a establecer si en la


interpretación dada a las pruebas en lo que respecta a la

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separación de la caravana con su consiguiente fractura en los


dispositivos de defensa de la mercancía y su incidencia en la
ocurrencia del hecho punible, debe prevalecer la planteada por la
impugnante, o la que esgrimió el juzgador y eso es lo que en
cualquier caso impide tachar al Tribunal y emplazarlo a un
escenario como el de casación, pues nada de lo que se dice en el
cargo, descarta el entendimiento del ad quem; en últimas lo que
hay acá es un juzgador autónomo en su quehacer probatorio.

Ante un panorama como el descrito, se impone


concluir la razonabilidad del fallador en sus análisis y
ponderaciones, de donde los reparos no son bastantes para
menguarlas ante un cuadro de cosas como el advertido.

Y cuando eso sucede, bien se sabe, no hay lugar al


quiebre del fallo, porque el error que en la contemplación de
pruebas se abre paso es únicamente el “que desafía en forma
estridente el contenido de la evidencia que aquellas irradian, ya
que solamente así el parecer del sentenciador, que, en el
entretanto viene amparado por la presunción de acierto y de
legalidad, puede tornarse permeable” (casación civil de 13 de
diciembre de 2001, expediente 6775).

Total, ya se dijo, en el juzgamiento de este caso hay


interpretaciones contrapuestas, y simplemente el sentenciador,
dentro del ejercicio legítimo que le atañe, explanó la suya, que
obviamente no recibe de muy buen grado la demandante, lo que
no basta para sindicárselo de contraevidente.

El cargo, merced a lo dicho, no prospera.

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SEGUNDO CARGO

1. Acusa la providencia por ser directamente


violatoria de las normas mencionadas en el anterior cargo por los
motivos allí descritos.

2. Parte por transcribir apartes del fallo para hacer


ver que para el Tribunal la culpa que impide configurar la fuerza
mayor, es aquella causante del hecho imprevisible e irresistible
invocado, por lo que las irregularidades de la operación de
transporte (adelantamiento), no impiden la configuración de la
fuerza mayor, porque esas alteraciones no fueron en este caso la
causa del atraco, hecho imprevisible e irresistible.

3. Respecto a la interpretación errónea del artículo


1º de la Ley 95 de 1890, sobre la fuerza mayor, expone la
recurrente el alcance de los elementos estructurales: la
imprevisibilidad, la irresistibilidad y la ausencia de culpa, para
concluir que el carácter relativo de sus componentes “es lo que
explica que la fuerza mayor no responda a una clasificación
preestablecida de acontecimientos, sino que, por el contrario, es
el resultado del análisis ‘severo’ de las circunstancias de cada
caso”, siendo una especie del género de la causa extraña porque
rompe en forma absoluta el nexo causal entre deudor e
incumplimiento, ubicándose, según lo dice la Corte, en el campo
de la causalidad y no de la culpa, ahora la culpa que impide la
fuerza mayor pueda darse en cualquier momento, antes o durante
el hecho, lo que permite afirmar que “la culpa que se opone a la

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fuerza mayor es la culpa relevante o con incidencia causal”, sin


que de ninguna manera tenga que ser “‘la causa de’, o causa
exclusiva o causa eficiente del hecho que impide el cumplimiento”,
si cualquier culpa anterior o concomitante impide su configuración,
entonces las posibilidades son numerosas, sin que pueda
plantearse que cada una sea la causa o causa exclusiva o
eficiente del hecho que impide el cumplimiento.

El ad quem, reitera la casacionista, desestimó la


demanda porque ciertas irregularidades (adelantamiento), no
fueron la causa del hecho que impidió el cumplimiento de la
obligación (atraco), al darle al artículo citado un alcance del que
carece, al plantear un grado de conexión no contemplada en la
norma entre la culpa del deudor y el hecho impeditivo.

4. En lo atinente a la violación de las demás


normas, reprocha al sentenciador por las que no debió aplicar
(inciso 1º del artículo 992 del Código de Comercio) por las que
dejó de aplicar (artículos 982, 1030, 1031, 1072, 1077, 1080,
1096, 1118 y 1120 ejusdem), para concluir con la incidencia de la
violación en el fallo y su trascendencia.

CONSIDERACIONES

1. La acusación plantea un debate de apreciación


normativa acerca del alcance dado al artículo 1º de la Ley 95 de
1890, analizando los elementos estructurales de la fuerza mayor,
sus alcances y relatividad, concluyendo que “la fuerza mayor no
responde a una clasificación preestablecida de acontecimientos,
sino que por el contrario, es el resultado del análisis severo de las

WNV. Exp. No. 11001-3103-020-1999-01098-01 30


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circunstancias de cada caso” y censura al juzgador por


desestimar la demanda al considerar que “ciertas irregularidades
(adelantamiento), no fueron la causa del hecho que impidió el
cumplimiento de la obligación (atraco)”, de donde dice, aunque la
desintegración del convoy no fue la causa exclusiva o eficiente del
hurto, si fue una causa relievante con incidencia en el hecho
imprevisible e irresistible, cuestionamiento que, implica de suyo
acudir a revisar tales eventos en aras de establecer su conexión
con el resultado dañino para concluir la incidencia que pudieron o
no tener en la pérdida de la carga y los vehículos.

Por tanto, el cargo se soporta en la evaluación de la


disgregación de los tractocamiones por el Tribunal, insistiendo en
que tal situación comporta una culpa concomitante al hecho con
incidencia en su ocurrencia, es decir, no obstante anunciar un
reproche a la sentencia recta directa, desemboca en falencias
valorativas de las circunstancias ocurridas, lo que, conduce al
fracaso del ataque, porque para la recurrente la situación
mencionada fue determinante en la ocurrencia del atraco,
planteamiento que exige replantear el análisis probatorio, cuando
“la violación directa se da independientemente de todo yerro en la
estimación de los hechos, o sea, sin consideración de la
convicción que haya tenido en cuenta el sentenciador en su
juicio…" (CCXXXI, sentencia 24 de octubre de 1994).

2. Con prescindencia de lo anterior, delanteramente


se advierte que examinada la evaluación del juzgador en torno a
la entidad de la culpa impeditiva de la fuerza mayor, no consideró
ni exigió de manera excluyente una única culpa, pues por parte
alguna de la providencia se encuentra esa consideración.

WNV. Exp. No. 11001-3103-020-1999-01098-01 31


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A contrario sensu, de las “irregularidades derivadas


del adelantamiento del vehículo que llevaba menos carga, como
de la lentitud de las dos tractomulas atracadas, propiciadas por
fallas mecánicas y la actitud de los conductores” dijo que “no
fueron en realidad la causa de los hechos delictivos ocurridos”,
destacando frente a este abanico de posibilidades, las previsiones
tomadas tanto por el transportador como por el dueño de la carga,
para hacer ver que tales causas carecían de la contundencia
necesaria para derribar la fuerza mayor excepcionada, es decir,
no les atribuyó la relievancia e incidencia causal reclamada por la
impugnante.

Por lo anterior, el cargo no prospera.

DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de


Justicia, Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre
de la República y por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia
proferida por la Sala Civil - Familia del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Bucaramanga (en descongestión), el 29 de
junio de 2007, en el proceso ordinario instaurado por la Compañía
Agrícola de Seguros S.A. contra Transportes San Marcos Ltda.

Se condena en costas a la parte recurrente.


Liquídense.

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Cópiese, notifíquese, publíquese, y oportunamente,


devuélvase al Tribunal de origen.

WILLIAM NAMÉN VARGAS

JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR

RUTH MARINA DÍAZ RUEDA

PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA

ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ

CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE

EDGARDO VILLAMIL PORTILLA

WNV. Exp. No. 11001-3103-020-1999-01098-01 33


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