Bogotá, D. C., veinticuatro (24) de junio de dos mil nueve (2009).
(Discutida y aprobada en Sala de diecisiete (17) de marzo de dos mil nueve (2009)
Referencia: Exp. 11001-3103-020-1999-01098-01
Se decide el recurso de casación interpuesto por la
Compañía Suramericana de Seguros S.A. frente a la sentencia de 29 de junio de 2007, proferida por la Sala Civil-Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bucaramanga (en descongestión), en el proceso ordinario de la Compañía Agrícola de Seguros S.A. contra Transportes San Marcos Ltda.
ANTECEDENTES
1. La demanda genitora de este asunto, solicitó
declarar la existencia de un contrato de seguro de transporte entre Expocafé Ltda. y la aseguradora, la expedición del certificado amparando los despachos y contratos de transporte terrestres República de Colombia
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celebrados con la demandada e incumplidos por ésta al no
entregar la mercancía, el pago del importe de la indemnización del siniestro cubierto a la Compañía Suramericana de Seguros S.A. en carácter de subrogataria, con su corrección monetaria según los índices del Banco de la República
2. La causa petendi, en síntesis, se sustentó así:
a) Expocafé amparó los envíos de café excelso en
recorridos desde cualquier lugar del país hasta los puertos nacionales en condiciones FOB, por un valor total de $2.425.360.000,00.
b) El asegurado remitió mil sacos de café en cuatro
lotes de doscientos cincuenta, en el trayecto Picaleña-Ibagué- Buenaventura con destino final Holanda y Japón, mercancía transportada por la demandada en dos camiones con quinientos bultos cada uno, los cuales salieron en caravana el 17 de julio de 1997 con un tercer camión escoltados por una motocicleta y un coche de la empresa de vigilancia contratada por la exportadora.
c) Durante el recorrido se descompuso uno de los
carros y su reparación fue lenta, ocasionando retraso y la disgregación del grupo.
d) Al día siguiente, dos conductores presentaron
denuncia por el hurto de los camiones y de la carga, ilícito determinante de la responsabilidad de la demandada, por el retardo en el inicio del viaje, la falta de revisión oportuna, la
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selección de tractocamiones y conductores, además por no acatar
las recomendaciones de los escoltas.
e) El 13 de enero de 1998, previa comprobación de
los requisitos legales y contractuales, la demandante pagó $216.000.000 por el siniestro cuyo costo ascendió a $320.000.000.
3. Transportes San Marcos Ltda. se opuso a las
pretensiones, formuló las denominadas excepciones de “inoperancia de la subrogación e inexistencia de la obligación de pagar (…)”, “fuerza mayor, caso fortuito y causa extraña” y prescripción.
4. Agotadas las etapas procesales, el Juzgado del
conocimiento dictó sentencia desestimatoria de las pretensiones de la demanda, siendo confirmada por el ad quem.
LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL
1. Luego de memorar el acontecer procesal, refiere
la normatividad y doctrina relacionada con los presupuestos de la subrogación del asegurador, las obligaciones del transportador, las consecuencias de su incumplimiento y su exoneración, precisando el concepto de fuerza mayor o caso fortuito al tenor del artículo 1º de la Ley 95 de 1890.
2. Sentadas las premisas precedentes, mencionó
las pruebas aportadas por las partes, acreditando la existencia del
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seguro de transporte (póliza), el certificado de amparo (360114),
el contrato de transporte (guía de tránsito, planillas y órdenes de carga), la ocurrencia del siniestro (diligencias realizadas) y el pago de la aseguradora por el hurto (facturas, liquidación, solicitud y orden de pago).
3. Sobre las circunstancias de la ocurrencia del
siniestro, deduce de la apreciación conjunta de las pruebas y “especialmente de los testimonios de Mario Alberto Henao Duque, Dairo Ortiz Alzate y Salomón Pulido”, el desplazamiento vehicular en horas de la tarde del 18 de julio de 1997, el asalto y reducción a impotencia de los dos escoltas que viajaban en la camioneta Luv, cuando seguían de cerca a los tractocamiones, quedando los conductores a merced de los piratas terrestres, quienes se apoderaron del cargamento en una vía principal de doble calzada y en una hora dentro del límite establecido en la póliza, resaltando que no obstante las medidas de seguridad adoptadas por la dueña de la carga y la transportadora, quedó en evidencia el acaecimiento de un hecho imprevisto e imposible de resistir, por cuanto ante la presencia de varios asaltantes movilizados en motocicletas y fuertemente armados, nada pudieron hacer los guardas ni menos los conductores, aconteciendo la fuerza mayor alegada por la demandada, máxime que las alegaciones de la actora “fundadas en irregularidades derivadas del adelantamiento del vehículo que llevaba menos carga, como de la lentitud de las tractomulas atracadas, propiciadas por fallas mecánicas y la actitud de los conductores” no fueron en realidad la causa de los hechos, no sólo por ausencia de prueba, sino porque las demoras se dieron por situaciones corrientes en este tipo de viajes, como lo afirmó la demandada en su interrogatorio, pasando a reiterar la
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imposibilidad de imputar a la transportadora el incumplimiento del
contrato, “a quien se le deberá exonerar (…) dada la causa extraña o fuerza mayor que impidió cumplir lo pactado”, al concurrir a plenitud sus elementos integradores, esto es, “a) que no sea imputable al obligado, b) que entre el hecho constitutivo de la fuerza mayor y la inobservancia de la obligación o de la carga exista un nexo causal, c) que el hecho sea irresistible, d) que el hecho sea imprevisto”.
4. Por último, el juzgador de segundo grado,
compartió los razonamientos del a quo para declarar no probadas las demás excepciones de mérito y denegar las pretensiones.
LA DEMANDA DE CASACIÓN
Dos cargos formula la impugnante por la primera
causal de casación prevista en el artículo 368 del Código de Procedimiento Civil, los cuales se deciden en el orden propuesto.
CARGO PRIMERO
1. Acusa la violación indirecta por aplicación
indebida del inciso 1º del artículo 992 del Código de Comercio y del artículo 1º de la Ley 95 de 1890 e inaplicación de los artículos 982, 1030, 1031, 1072, 1077, 1080, 1096, 1118 y 1120 del Código de Comercio, a consecuencia de errores de hecho en la apreciación de las pruebas
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2. Comienza la censura enunciado las pruebas
erróneamente apreciadas por el ad quem, por no percatar que el fraccionamiento de la caravana, constituye una culpa incompatible con la causa extraña, clarísima a la vista del juez, pasando a resumir los pilares de la sentencia, las exigencias para el éxito del ataque por la vía indirecta y a precisar que no ataca “la imprevisibilidad del atraco ni la irresistibilidad”, sino exclusivamente el elemento “ausencia de culpa relevante del deudor, o ausencia de culpa con incidencia causal”, de donde en lo tocante con la demostración del error, advierte que la culpa relevante no conlleva a predicar la negligencia in totto, pero que una sola culpa, si es clara y relevante, impide la configuración de la causa extraña.
3. Continúa, extractando las declaraciones de Dairo
Ortiz Álzate, Salomón Pulido, Mario Alberto Henao Duque (jefe de escoltas) y Jorge Alberto Ortiz (descargos); el primero, relató el retraso al salir, las varias llamadas de un conductor desde teléfonos fijos, la avería de un vehículo y la “llanta pinchada que fue montada en Boquerón”, haciendo ver todos los deponentes que los camiones debían ir en caravana, pero el conductor del camión más nuevo y liviano la desintegró al adelantarse y con ello fragmentó los recursos dispuestos para la seguridad, porque el vigía que acompañaba al desertor llevaba un revolver 38 largo con 12 tiros; del testimonio rendido por Nelson Marín Lozano, funcionario de Expocafé, destaca la importancia del desplazamiento unido de los camiones, medida desatendida por el transportador y acerca de la cual no se pronunció el Tribunal;
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del interrogatorio del representante legal de la demandada,
encuentra la explicación de la incidencia causal de la separación de los carros en la ocurrencia del siniestro, al confesar que la permanencia del automotor con menos carga en la caravana habría dificultado la acción de los delincuentes, “porque no he conocido el primer caso en que se hayan hurtado tres vehículos en el mismo momento y en el mismo hecho”; de las denuncias formuladas por los conductores Rodolfo Moreno y Hernando Durán, deriva la intención del tercer chofer de adelantarse a los demás y que tal situación fue cosa de los escoltas, según lo manifestó el segundo, concluyendo que los tres vehículos debían andar juntos, lo que no ocurrió porque uno de ellos avanzó con el escolta de la moto, lo cual denota la culpa grave y manifiesta del transportador, con incidencia en el atraco, siendo evidente el error del fallador; la separación de los carros es un tema pacífico en el proceso, sin existir prueba de la autonomía de los chóferes para desplazarse fuera del convoy ni tampoco de la inevitabilidad del adelantamiento.
4. Finaliza el cargo, con el alcance de las normas
violadas, la incidencia de los errores en el fallo y su trascendencia.
CONSIDERACIONES
1. El Tribunal, como quedó compendiado, encontró
configurada la causa extraña invocada por la demandada para exonerarse de responsabilidad por la inejecución obligatoria de las prestaciones derivadas del contrato de transporte, considerando el hecho acaecido imprevisible, irresistible y sin culpa del
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transportador, en tanto el desplazamiento de los vehículos se hizo
dentro del límite de las horas acordadas, los camiones iban escoltados y se desplazaban por una vía principal de doble calzada, de donde coligió la actitud cuidadosa de la transportadora, medidas a la postre superadas por los varios asaltantes motorizados y armados, sin que el avance del tercer camión, la lentitud de los dos restantes, las fallas mecánicas y la actitud de los conductores fueran la causa del hecho, no sólo “porque no hay prueba al respecto sino porque las citadas demoras ocurrieron por circunstancias que bien pueden presentarse en este tipo de viajes”.
Por su parte, la médula del cargo, no refiere a la
resistibilidad o previsibilidad del suceso, sino en “que el transportador si incurrió en culpa”, por el fraccionamiento de la caravana, el mayor riesgo creado, la culpa gravísima incompatible con la causa extraña, cuya claridad, relevancia e incidencia causal, impide la configuración de la fuerza mayor predicada en la sentencia combatida, situación demostrada con los testimonios y descargos de los escoltas, la declaración del empleado de Expocafé, las denuncias de los conductores y el interrogatorio de la demandada, medios de los que derivó la desintegración intencionada de la caravana y con ello la fragmentación de los recursos destinados a la seguridad del convoy, facilitando la ocurrencia del siniestro.
De este modo, para la aseguradora la disgregación
vehicular, comportó una culpa grave con incidencia en el hurto de los camiones y su mercadería, sin desconocer por ello que el transportador pudo haber sido “diligente y cuidadoso en ciertos
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momentos o actividades”; en cambio, según el juzgador, ello no
implicó la gravedad invocada por la actora, pues aunque advertido anduvo de lo dicho en los testimonios, interrogatorio, descargos y denuncias, citados por la censura, acerca “del adelantamiento del vehículo que llevaba menos carga”, sin embargo no la revistió de la trascendencia atribuida por la censora, al hallar suficientes las previsiones observadas en la circulación de la carga, como la clase y especificación de la ruta, “a una hora que correspondía al límite establecida por las condiciones de la póliza de seguro”, con unos custodios “que seguían a las tractomulas asaltadas”, circunstancias a partir de las cuales predica la diligencia del transportador al tomar las medidas necesarias para la protección de los bienes transportados.
2. Para dilucidar estos cuestionamientos, es
pertinente memorar, así sea sucintamente, que el transporte mercantil, es un contrato por cuya inteligencia una parte denominada transportador, transportista o porteador, se obliga para con otra llamada remitente o cargador, a cambio de un precio, flete o porte, a conducir de un lugar a otro, por determinado medio y en el plazo estipulados, personas o cosas y a entregar éstas al destinatario (artículo 981 del Código de Comercio).
Por definición legal, el transporte es contrato de
prestaciones correlativas para las partes (cas.civ. sentencia de 24 de octubre de 2000, S-194-2000[5387]; sentencia mayo 8 de 2001, S-079-2001[6669]; sentencia de 25 de marzo de 2003, S- 033-2003[7017]; sentencia de 30 de noviembre de 2004, S-210- 2004[0324]) y, por su virtud, en particular, el transportador
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adquiere esentialia negotia, una prestación de resultado
calificado, rectius, garantía, donde no sólo asume un resultado sino que lo garantiza (cas. civ. 21 mayo 1968 CXXIV, p. 174)., consistente en la conducción de las personas sanas y salvas desde el lugar de origen hasta su destino o en recibir trasladar y entregar las cosas en el estado recibido, contrayendo la responsabilidad por los riesgos de lesión, pérdida, destrucción o deterioro, en razón de su actividad “que ha de ejercer con estricto apego a los estándares de diligencia, cuidado y previsión exigibles a un operador mercantil profesional - artículo 20, numeral 11, Código de Comercio-” y “reclama del deudor el despliegue de todos aquellos comportamientos que sean idóneos y necesarios para garantizar la efectiva consecución de la finalidad concertada” (cas.civ. noviembre 8 de 2005, exp. 7724 [SC-274-2005]), la evitación o agravación de los daños.
A este respecto, la disciplina de la relación
obligacional del transporte de conformidad con su naturaleza y función económica-social, comporta para el transportador la asunción de todos los riesgos y peligros dimanados, acentuando su responsabilidad por todos los daños potenciales, la pérdida total o parcial de la cosa transportada, su avería o retardo en la entrega a partir del instante en que debió recibirlas o las recibió y su entrega al sujeto designado al efecto o a su destinatario en el lugar estipulado y en la forma legal o, transcurrido el término de ley sin presentarse el interesado a retirarla o recibirla, lo cual, se explica también por su deber de custodia (custodiam praestare) y, por tanto, de vigilancia y cuidado (artículos 992 y 1030 Código de Comercio)
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Empero, con arreglo al artículo 992 del Código de
Comercio, “[e]l transportador sólo podrá exonerarse, total o parcialmente, de su responsabilidad por la inejecución o por la ejecución defectuosa o tardía de sus obligaciones, si prueba que la causa del daño le fue extraña o que en su caso, se debió a vicio propio o inherente de la cosa transportada, y además que adoptó todas las medidas razonables que hubiere tomado un transportador según las exigencias de la profesión para evitar el perjuicio o su agravación”.
En lo concerniente a este singular aspecto, el
ordenamiento jurídico considerando la intensidad de la responsabilidad que gravita sobre el transportador, sólo permite la exoneración de su responsabilidad mediante la prueba plena de una causa extraña o, de un vicio propio o inherente a la cosa transportada y, en uno u otro caso, de la adopción de todas las medidas razonables e idóneas conforme a la profesión para la evitación o agravación del daño, desde luego que, tales hechos, en cuanto no imputables conducen a la ruptura del nexo causal y, por elemental sustracción lógica, a la ausencia de autoría.
Naturalmente, en la noción de causa extraña, a más
de la intervención exclusiva de la víctima o de un tercero, se comprende el caso fortuito y la fuerza mayor.
A dicho propósito, concebida la “fuerza mayor o caso
fortuito” (casus, casus fortuitus, casus fortuitum, casus maior, vis maior, vis divina, vis magna, vis cui resisti non potest, vis naturalis, fatum, fatalitas, sors, fors, subitus eventus, inopinatus
providential, fuerza de Dios, D. 19, 2, 25, 6; nociones aunque “distintas” [Cas. Civ. de 7 de marzo de 1939, XLVII, 707], simétricas en sus efectos [cas.civ. de 26 de mayo de 1936, XLIII, 581 y 3 de agosto de 1949, G.J, No. 2075, 585]), cuanto “...imprevisto a que no es posible resistir, como un naufragio, un terremoto, el apresamiento de enemigos, los actos de autoridad ejercidos por un funcionario público, etc." (art. 1º, Ley 95 de 1890), es menester para su estructuración ex lege la imprevisibilidad e irresistibilidad del acontecer (cas. civ. sentencias de 31 de agosto de 1942, LIV, 377, 26 de julio de 1995, exp. 4785, 19 de julio de 1996 expediente 4469, 9 de octubre de 1998, exp. 4895).
La imprevisibilidad del acontecimiento, concierne a la
imposibilidad de prever, contemplar o anticipar ex ante las circunstancias singulares, concretas o específicas de su ocurrencia o verificación de acuerdo con las reglas de experiencia, el cotidiano, normal o corriente diario vivir, su frecuencia, probabilidad e insularidad in casu dentro del marco fáctico de circunstancias del suceso, analizando in concreto y en cada situación los referentes de su “normalidad y frecuencia”, “probabilidad de realización” y talante “...intempestivo, excepcional o sorpresivo” (cas.civ. sentencias de 5 de julio de 1935, 13 de noviembre de 1962, 31 de mayo 1965, CXI-CXII, 126; 26 de enero de 1982, 2 de diciembre de 1987, 20 de noviembre de 1989, 7 de octubre de 1993, 23 de junio de 2000, [SC-078-2000], exp. 5475 y 29 de abril de 2005, [SC- 071-2005], exp. 0829-92 ).
La irresistibilidad, atañe a la imposibilidad objetiva
absoluta de evitar el suceso y sus consecuencias (cas. civ.
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sentencia de 26 de noviembre de 1999, exp. 5220), “de
sobreponerse al hecho para eludir sus efectos” (cas.civ. sentencia de 31 de mayo de 1965, CXI y CXII, 126) por “inevitable, fatal, imposible de superar en sus consecuencias” (cas.civ. sentencia de 26 de enero de 1982, CLXV, 21), contenerlas, conjurarlas, controlarlas o superarlas en virtud de su magnitud, “que situada cualquier persona en las circunstancias que enfrenta el deudor, invariablemente se vería sometido a esos efectos perturbadores, pues la incidencia de estos no está determinada, propiamente, por las condiciones especiales –o personales- del individuo llamado a afrontarlos, más concretamente por la actitud que éste pueda asumir respecto de ellos, sino por la naturaleza misma del hecho, al que se le son consustanciales o inherentes unas específicas secuelas” (cas.civ. sentencia de 26 de julio de 2005,[SC-190-2005], exp. 050013103011-1998 6569-02) o lo que es igual, entiéndase como “aquel estado predicable del sujeto respectivo que entraña la imposibilidad objetiva de evitar ciertos efectos o consecuencias derivados de la materialización de hechos exógenos -y por ello a él ajenos, así como extraños en el plano jurídico- que le impiden efectuar determinada actuación, lato sensu. En tal virtud, este presupuesto legal se encontrará configurado cuando, de cara al suceso pertinente, la persona no pueda -o pudo- evitar, ni eludir sus efectos (criterio de la evitación)”. (cas.civ. sentencia de 23 de junio de 2000, [SC-078-2000], exp. 5475).
Más recientemente, la Sala, después de historiar la
jurisprudencia, ha concluido “que, para que un hecho pueda considerarse como fuerza mayor o caso fortuito, a más de ser imprevisible e irresistible, “debe obedecer a una causa extraordinaria, ajena al agente, a su persona o a su industria”
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(Cas. Civ., sentencia de 3 de marzo de 2004, expediente No. C-
7623; se subraya). Como lo dejó definido la Corte en las sentencias al inicio de estas consideraciones memoradas, la referida causa de exoneración de la responsabilidad “no puede concurrir con la culpa del demandado que haya tenido un rol preponderante en la causación del daño (cfme: sent. 009 de 27 de febrero de 1998)” y debe consistir en “…, un acontecimiento extraordinario que se desata desde el exterior sobre la industria, acontecimiento imprevisible y que no hubiera sido posible evitar aún aplicando la mayor diligencia sin poner en peligro toda la industria y la marcha económica de la empresa y que el industrial no tenía porqué tener en cuenta ni tomar en consideración…” (se subraya). De suyo que, como también allí mismo se destacó, “un hecho sólo puede ser calificado como fuerza mayor o caso fortuito, es lo ordinario, si tiene su origen en una actividad exógena a la que despliega el agente a quien se imputa un daño, por lo que no puede considerarse como tal, en forma apodíctica, el acontecimiento que tiene su manantial en la conducta que aquel ejecuta o de la que es responsable” (Cas. Civ. Sentencia del 29 de abril de 2005, Expediente No. 0829-92; se subraya). Y es que, ciertamente, en la comprensión técnica del concepto de caso fortuito o fuerza mayor, no puede desconocerse el requisito anteriormente mencionado –exterioridad o ajenidad-, aun cuando en ocasiones no se lo mencione expresamente, tal vez por considerarlo obvio, pues dicho elemento estructural de la figura se desprende de la misma consideración del concepto de factor extraño, que por definición implica que una causa enteramente ajena a la originada por el presunto responsable interrumpe el proceso ya iniciado, e “impide que desarrolle su propia eficacia causal, sustituyéndola por la suya propia”. Referencias
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especificas a este requisito del caso fortuito o fuerza mayor por
parte de la jurisprudencia de la Corte pueden encontrarse, entre otras, en sentencias como las dictadas el 7 de junio de 1951 (LXIX, 684); el 27 de marzo de 1980 (no publicada oficialmente); el 26 de noviembre de 1999; el 23 de junio de 2000, expediente No. 5475; el 16 de junio de 2003; el 3 de marzo de 2004, expediente C-7623; y el 29 de abril de 2005, expediente 0829-92” (cas.civ. sentencia de 27 de febrero de 2009, exp. 73319-3103- 002-2001-00013-01).
Justamente por la naturaleza extraordinaria del hecho
imprevisible e irresistible, su calificación por el juzgador como hipótesis de vis maior, presupone una actividad exógena, extraña o ajena a la de la persona a quien se imputa el daño o a su conducta, o sea, “no puede concurrir con la culpa del demandado que haya tenido un rol preponderante en la causación del daño (cfme: sent. 009 de 27 de febrero de 1998)” (cas.civ. sentencia de 29 de abril de 2005, [SC-071-2005], exp. 0829-92), pues su estructura nocional refiere a las cosas que sin dolo ni culpa inciden en el suceso (quæ sine dolo et culpa eius accidunt ) y a las que aún previstas no pueden resistirse (quæ fortuitis casibus accidunt, quum prævideri non potuerant), lo cual exige la ausencia de culpa (quæ sine culpa accidunt) y, también, como precisó la Corte, es menester la exterioridad o ajenidad del acontecimiento, en cuanto extraño o por fuera de control del círculo del riesgo inherente a la esfera, actividad o conducta concreta del sujeto, apreciándose en cada caso particular por el juzgador de manera relacional, y no apriorística ni mecánica, según el específico marco de circunstancias y las probanzas (cas. civ. sentencia de 27 de febrero de 2009 exp. 73319-3103-002-2001-00013-01).
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Por consiguiente, la falta de diligencia o cuidado, la
negligencia, desidia, imprudencia e inobservancia de los patrones o estándares objetivos de comportamiento exigibles según la situación, posición, profesión, actividad u oficio del sujeto, comporta un escollo insalvable para estructurar la fuerza mayor cuando, por supuesto, su incidencia causal sea determinante del evento dañoso, porque en esta hipótesis, el hecho obedece a la conducta de parte y no a un acontecer con las características estructurales de la vis mayor.
En sentido análogo, según se puntualizó en
precedencia, tratándose del transporte, para que la fuerza mayor como causa extraña exonere de responsabilidad al transportador, es menester la adopción de las medidas razonables para evitar el daño o su agravación, es decir, por los riesgos inherentes a su actividad y su función económica social, el ordenamiento jurídico es reiterativo del deber de diligencia que le asiste acorde con los estándares o parámetros de su profesión y la posición de garante derivada, o, en otras palabras, “no le basta simplemente con poner toda su diligencia y cuidado en la conducción de las personas o las cosas, pues con arreglo a dicha preceptiva menester es que la realice en perfectas condiciones, de forma tal que solamente podría eximirse de ello demostrando la concurrencia de alguno de los acontecimientos que dependen de lo que se ha denominado una "causa extraña", vale decir, aquellos en que, como sucede con el caso fortuito o la fuerza mayor, entre el hecho y el daño se ha roto el nexo causal, indispensable para la configuración de la responsabilidad, lo cual implica naturalmente que se adoptaron "todas las medidas razonables" de un acarreador profesional para
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evitar el daño o su agravación” (cas.civ. sentencia de 1 de junio de
En efecto, la Corte, de vieja data, tiene definido que
“la exoneración de responsabilidad descansa fundamentalmente sobre la plena demostración de una causa extraña o, en su caso, de un vicio propio o inherente de la cosa transportada, como circunstancias genéricas idóneas para romper o desvirtuar el nexo de causalidad que, en principio, conecta el daño con la actividad económica del agente, evidenciando, por lo mismo, que aquél ha tenido un origen o procedencia totalmente ajena a ésta, al punto que, bajo ninguna óptica, pueda imputársele al transportador. Por razones obvias, para que el evento eximente pueda ser considerado como tal, es menester que su ocurrencia no sea atribuible, por acción u omisión, al agente, pues de ser así el suceso no sería propiamente “extraño”, sino que estaría situado dentro de la órbita de acción que compromete la responsabilidad del profesional. Evidentemente, como de antiguo lo ha pregonado la doctrina jurisprudencial, ningún hecho podría ser catalogado de fuerza mayor o caso fortuito, como tampoco encuadrarse dentro del género de la “causa extraña”, si ha mediado alguna especie de culpa o descuido de la persona que en su favor lo alega, por ejemplo, si se expuso imprudentemente a él, o no se preparó debidamente para evitarlo o encararlo - pudiendo hacerlo -, o si confió infundadamente en que podía sortearlo o superarlo, pues, es claro, semejantes actitudes determinan que el agente, de algún modo, asuma el hecho o, por lo menos, comparta su suerte, sin que le sea posible desligarse de los efectos nocivos que él llegue a producir. (cfr. G.J. t. LXIX, pag. 555; CLXV, 12; CLXXX, 229; entre otras). Precisamente, en
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la regulación del contrato de transporte las características del
fenómeno liberatorio imponen, como se vio, la acreditación de una causa extraña o de un vicio propio o inherente de la cosa transportada, dejándose también en claro, como es natural, que tales circunstancias sólo adquirirán relevancia y efectividad si se presentan dentro de un contexto de actuación presidido permanentemente por la diligencia, cautela y buen juicio del operador, exigencia reflejada en que éste haya adoptado “todas las medidas razonables que hubiere tomado un transportador según las exigencias de la profesión para evitar el perjuicio o su agravación” (se subraya), como claramente lo enseña la norma en estudio, pues sólo así se estará realmente en presencia de un factor exógeno capaz de mantener al transportista al margen del incumplimiento o infracción contractual, obrando, por ende, como su excusa o justificación.” (cas.civ. noviembre 8 de 2005, exp. 7724 [SC-274-2005]).
Es oportuno resaltar acá y así reiterar, el deber del
transportador como profesional de una actividad generadora de riesgos y peligros, respecto de su identificación y medición en cada hipótesis particular, al igual que el de adoptar las medidas idóneas para evitarlos o conjurarlos según su estado, conocimiento, experiencia y el desarrollo científico o tecnológico, circunstancias todas que “en caso de controversia, estarán sometidas, por obvias razones, a la ponderación del juzgador, conforme a los dictados del sentido común y la sana crítica” (cas.civ. noviembre 8 de 2005, exp. 7724 [SC-274-2005]).
Desde luego, los antecitados aspectos y, en particular
la configuración de la causa extraña, están sometidos a la
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apreciación discreta del juzgador en su autonomía valorativa de
los elementos de convicción en la situación fáctica concreta y en cada caso, pues, “la calificación de un hecho como fuerza mayor o caso fortuito, debe efectuarse en cada situación específica, ponderando las circunstancias (de tiempo, modo y lugar) que rodearon el acontecimiento” (cas.civ. sentencia de 23 de junio de 2000, [SC-078-2000]),“es indispensable, en cada caso o acontecimiento, analizar y ponderar todas las circunstancias que rodearon el hecho" (cas.civ. sentencias del 20 de noviembre de 1.989 y del 9 de octubre de 1.998, expediente 4895), sin ser viable admitir o excluir a priori un determinado hecho o situación en cuanto tal, ni aplicarlo extensiva o analógicamente, sino que todo ello está circunscrito al marco fáctico de circunstancias singular, a las pruebas y su razonable valoración axiológica por el juez.
3. Puestas de este modo las cosas, es necesario,
examinar las probanzas respecto de las particulares condiciones de ocurrencia del siniestro, en pos de determinar la presencia o ausencia de la equivocación probatoria enrostrada al sentenciador con las características del error de hecho, a cuyo propósito, observa la Sala:
a) Durán Varón en su denuncia (folios 25 a 28 del
cuaderno 1º), narra que “nos vinimos en caravana (…) después que pasamos el peaje de Betania se nos apareó un Toyota, nos sacaron una ametralladora y nos dijeron que nos aorillaramos (sic), iban 4 tipos dentro de la Toyota, cuando me colocaron la metra (…) y al otro carro, de una vez al otro carro salió con nosotros de allí, o sea yo y el conductor de la otra tractomula (…) yo venía adelante, la otra tractomula venía por allí a una cuadra
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(…)”, afirmaciones respaldadas por el otro conductor, Rodolfo
Moreno Rubio (folios 30 a 33) al manifestar que “un carro Toyota color azul, hizo aorillar (sic) al compañero que venía delante de mí, yo al ver que la tractomula estaba estacionada, me estacioné detrás (…), pensé que eran los escoltas, porque él en Cajamarca me comentó que unas cintas que traían las carpas eran para identificar las tractomulas que iban escoltando los muchachos (…), porque en el trayecto del camino había más compañeros cuidando (…), al ver eso pensé que eran compañeros escoltas que le decían algo a mi compañero, pero en el momento en que estaba sentado dentro de la tractomula, se me subió una persona por el lado derecho (…) y me apuntó con una subametralladora (…) yo llevaba una distancia de la otra tractomula de una cuadra y media o dos cuadras (…)”
b) El escolta Jorge Alberto Ortiz González, en sus
descargos (folios 35 a 37) relató que procuró “ir al frente de ellos pero como se me quedaban me tocaba esperarlos debido a que ellos retenían la velocidad, cuando llegamos a Tuluá pasaron tanto las dos mulas como la camioneta iguales, al llegar a la doble calzada los dejé ir adelante, al sentir algo sospechoso como a los dos o tres kilómetros, Dairo y yo llegamos a la conclusión de que algo estaba mal, quisimos avanzar pero en ese momento fuimos interceptados por dos tipos en una moto que me apuntaron a la cabeza diciéndome que me detuviera o que si me iba a hacer matar, yo quise reaccionar pero cuando vi por los retrovisores venían dos motos más lo que me obligó a parar, uno de los tipos se me subió (…) y me desarmó (…)”, y el otro vigilante Dairo Ortiz Alzate, expresó en sus descargos (folios 38 a 41) que el tercer conductor “(…) se adelantó con el escolta en moto (Salomón)
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porque de la empresa le dieron orden que siguiera porque iban a
cerrar el túnel (…) nos paramos a esperarlos y se nos quedaron nos devolvimos a mirar que sucedía todo estaba bien no habían personas sospechosas (…), los dejamos adelantar para volver a arrancar y en ese momento nos arrimamos a los carros para ver que no hubiera nada sospechoso, nosotros estábamos muy nerviosos pero a las vez nos tranquilizamos al ver bastantes vehículos cargados con la misma carga (…) que llevaban los vehículos por nosotros escoltados, tomamos la determinación de adelantarnos hasta el retén pero nos fue imposible al haber mucho tráfico de carros particulares, cuando ya nos dieron la vía nos interceptaron seis individuos a unos 3 kilómetros de San Pedro, que se movilizaban en motos fuertemente armados y uno se nos acercó y nos dijo que nos orillaramos (sic) nos apuntaban con subametralladoras (…) uno de los parrilleros se nos subió a la cabina donde estábamos y nos dijo que si no nos resistíamos ni nada que todo salía bien (….)”, aseveraciones que reitera en su testimonio (folios 49 a 62 del segundo cuaderno), en el que además reconoce que la orden de ir en caravana desacatada fue por uno de los camiones que siguió con el escolta en moto, que no pudieron reaccionar al ser interceptados en “dos motos con dos personas cada una, después aparecieron más y no nos dimos cuenta de donde salieron (…)”.
c) Mario Alberto Henao Duque, director operativo
de la empresa de vigilancia (folios 40 a 48 del 2º cuaderno), reconoció en su testimonio dirigir entonces “las operaciones de la cuidada tanto de los escoltas como de la carga para saber en qué sitio estaban, cómo estaban, dónde iban (…) al notar que los escoltas no me contestaban por celular, se informó a las
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autoridades del Valle, policía de carreteras (…)”, los camiones
debían ir en caravana, destinaron para el viaje tres personas, una moto, una camionera y dos armas “eran 38 largo” y respecto a las medidas de seguridad “se utilizan más las comunicaciones que el armamento durante el viaje, ya que se está reportando constantemente dónde van, cómo van y nosotros como empresa de vigilancia somos preventivos y sólo tenemos permiso de accionar armas cuando la vida de uno de los funcionarios esté en peligro, nosotros hemos salvado cargamentos avisando a las autoridades a tiempo ya que ellos son las personas indicadas para disparar y matar. Los escoltas disparan ya teniendo el conductor de las mulas en peligro o un cargamento, pero aquí nos neutralizaron antes del hurto de las mulas”.
d) Salomón Pulido Fajardo, el tercero de los
guardas, en su testimonio (folios 63 a 68), narra las dificultades del viaje, que escoltó al tractocamión más nuevo y liviano, se adelantaban y esperaban a los otros, fue autorizado para seguir con una de las tractomulas, mantuvo comunicación frecuente con el jefe de operaciones, quien igualmente le permitió apartarse del grupo, refiere la actitud negligente de los otros chóferes al marchar muy despacio, que llevaba un resolver 38 largo con 6 tiros y 6 de reserva; por su parte el representante legal de la demandada en su interrogatorio (folios 8 a 13 del cuaderno 3), menciona que las fallas de los vehículos fueron leves y de común ocurrencia, difíciles de prevenir, que a los vehículos se les inspeccionó, que los conductores fueron intimidados con armas de fuego y como los vehículos iban en caravana “la otra tractomula muy cerca al ver que su compañero de viaje había parado él procedió a hacer los mismo y se estacionó detrás de la
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tractomula (…). Los escoltas aducen que también habían sido
interceptados instantes atrás y fueron reducidos a la impotencia (…)”, que la responsabilidad de llevar los carros unidos era de los escoltas, quienes no recibían órdenes ni de los conductores ni de la transportadora, aceptando que de ir unidos “habría dificultada más la acción de los delincuentes (…)”.
e) El funcionario de Expocafé, Nelson Marín
Lozano, en su declaración (folios 14 a 16), alude a las instrucciones dadas a la empresa de vigilancia para el acompañamiento de la carga de café, entidad que prestaba un buen servicio “pues estaban siempre pendientes e informaban sobre las situaciones normales o anormales que sucedían durante el escoltaje (sic) del café”, que el personal seleccionado es retirado de las fuerzas militares o de la policía “por lo que les garantizaba una buena y segura prestación del servicio”, que cuando son más de dos camiones “siempre tienen que ir en caravana”, que no hacen ningún requerimiento sobre el tipo de armas de los escoltas y que la empresa prestaba “un servicio muy bueno”.
Las pruebas anteriores base del ataque, en efecto,
como aduce el impugnante, muestran que uno de los tres vehículos se apartó de la caravana, llevándose al escolta de la moto, quien a la postre tenía una de las dos armas destinadas para la seguridad del convoy, menguando los elementos destinados a la protección de la carga.
No obstante, igualmente dejan ver la consumación del
ilícito no en el vehículo que se alejó de la caravana, sino en los
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dos que marchaban juntos, circunstancia que incluso y contrario a
lo previsto, facilitó el hurto del segundo camión, porque su conductor voluntariamente se detuvo cuando su compañero se estacionó al ser asaltado.
Análogamente, estos relatos denotan lo envolvente del
ataque, pues frente a los recursos destinados para la protección de la carga (una camioneta, una moto, dos revólveres y tres escoltas), los asaltantes los superaban ampliamente en número y elementos (tres motos, ocho personas, una camioneta, ametralladoras y/o subametralladoras), permitiendo inferir por la contundencia de la agresión que la presencia de un vigilante armado y motorizado, no sería un elemento con la fuerza suficiente para evitarla o repelerla.
Además, los tractocamiones no transitaban por un
camino despoblado, sino por una vía principal de doble calzada, acompañados por “bastantes vehículos cargados con la misma carga”, confluencia vehicular que incluso impedía el adelantamiento de los centinelas, sin que deba perderse de vista, que para la compañía de vigilancia, la seguridad no estaba en las armas, sino en la comunicación continua durante el trayecto, la que siempre se cumplió, hechos que igualmente le restan entidad a la desunión de la caravana y a la ausencia del revolver que llevaba el escolta del tercer camión, el que autorizado fue para abandonar el grupo ante la inminencia del cierre del túnel, para señalar la negligencia de la transportadora puesto que las medidas de cuidado acordadas se observaron, siendo de resaltar que la empresa exportadora, dueña del cargamento y contratante de la vigilancia, no exigía “ningún tipo de armas” y constancia dejó
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del buen desempeño en el cumplimiento de la empresa y de su
idoneidad en la selección del personal.
4. Los eventos mencionados, hacen ver de modo
incontestable que el Tribunal no anduvo descarriado al restarle peso al “adelantamiento del vehículo que llevaba menos carga”, para colegir del mismo la culpa de la demandada, porque aunque ciertamente se distrajeron componentes destinados para el resguardo de los carros, no existe un elemento probatorio contundente que infirme la razonable conclusión del ad quem, respecto de la ausencia de culpa del transportador en los sucesos relatados, impeditivos del cumplimiento de lo pactado en el transporte del café.
Por el contrario, las probanzas apoyan acotación
semejante, empezando por las sirven de respaldo al reproche de la recurrente, como acaba de verse; además, si la vigilancia de la carga era tan imprescindible como ahora se reclama, tal condición no aparece enlistada en las garantías requeridas al asegurado al suscribir la póliza (folios 2 al 13 del primer cuaderno), en tanto que no enuncia vehículos acompañantes con escoltas armados, previsión ésta que fue de la mera liberalidad de Expocafé y cuya ausencia no puede por tanto constituirse en el eje articulador para predicar la culpa de la transportadora y su incidencia en la ocurrencia del ilícito.
Efectivamente, fueron pactadas como garantías para
la expedición del contrato de seguro las de: “a) observar todas las normas establecidas en los decretos (…), b) dejar en su poder, en despachos por carretera una relación de los despachos por
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carretera, una relación de los despachos con la siguiente
información: número de guía y planilla, número de lote o lotes con indicación de la cantidad de sacos, descripción del vehículo: placas, color, modelo, marca, etc., c) únicamente se transportara en vehículos de propiedad de empresas de transporte terrestre que estén inscritas y autorizadas en el INTRA, d) despachar en vehículos afiliados o propios de la empresa transportadora seleccionada, en caso de que el vehículo no esté afiliado a ella, solicitar copia de la autorización de la empresa a la cual lo está. Los vehículos utilizados no podrán ser de un modelo inferior a 1981, f) los vehículos cargados de café sólo transitaran por vías públicas autorizadas para la movilización de café de exportación y dentro de las 6:00 AM y las 18:00 horas y en días distintos a domingos o feriados. El tránsito fuera de este horario dejará sin efecto el contrato de seguro, g) los vehículos que transportes café de exportación de propiedad de expocafé deberán transitar por las vías públicas autorizadas para la movilización de este tipo de café en caravanas con otros vehículos, en el evento en que por fuerza mayor o caso fortuito se vean en la imperiosa necesidad de retirarse de la caravana, tomarán todas las medidas de seguridad tendientes a preservar la carga, con el fin de dar continuidad al amparo (…)”, obrando en el proceso constancia de la relación de los despachos con los datos reclamados (folios 19 a 21), los vehículos no eran de un modelo inferior a 1981 (folios 19 y 20), transitaban por vías públicas autorizadas, en el horario solar, durante un día laboral y se desplazaban en caravana, reseñas que le permitieron al juzgador derivar la ausencia de culpa de la demandada.
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De igual manera, es de resaltar que aunque la actora
al contestar la reclamación de la asegurada beneficiaria por la ocurrencia del siniestro, la objetó alegando la misma situación expuesta en el cargo, al decir que “analizando los hechos descritos, en especial lo atinente a que se disolvió la caravana por circunstancias diferentes a la fuerza mayor o caso fortuito y sin tomarse las medidas de seguridad tendientes a preservar la integridad de la carga (…)” (folios 204 a 207 del cuaderno No. 1), es de entender que al cubrir la pérdida (folios 48 a 53), convino con las explicaciones de Expocafé expresando al respecto que “1. El vehículo que se retiró de la caravana no sufrió afectación alguna. 2. El vehículo que se retiró debió hacerlo por la configuración de la fuerza mayor motivada en el cierre del túnel referido en su informe, hecho fuera del alcance y control del asegurado, resaltando que dicho retiro fue previamente autorizado y con la adopción de las medidas pertinentes. 3. Resulta inaceptable el argumento de la objeción sobre esta garantía, toda vez que los vehículos afectados con el siniestro fueron justamente los que quedaron en caravana y remitiéndonos al contexto de la cláusula, se aprecia que se adoptaron todas las medidas tendientes a preservar la carga, donde los dos vehículos quedaron en caravana se les destinó los dos escoltas con acompañamiento vehicular y al vehículo retirado se le destinó el escolta en moto, siendo objeto del ilícito la caravana en comento (…)” (folios 186 a 188), razones que aceptó en ese momento, pero que ahora al parecer no comparte, sin explicar el porqué del cambió de criterio en la ponderación de la situación.
En fin, la disputa reducida queda a establecer si en la
interpretación dada a las pruebas en lo que respecta a la
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separación de la caravana con su consiguiente fractura en los
dispositivos de defensa de la mercancía y su incidencia en la ocurrencia del hecho punible, debe prevalecer la planteada por la impugnante, o la que esgrimió el juzgador y eso es lo que en cualquier caso impide tachar al Tribunal y emplazarlo a un escenario como el de casación, pues nada de lo que se dice en el cargo, descarta el entendimiento del ad quem; en últimas lo que hay acá es un juzgador autónomo en su quehacer probatorio.
Ante un panorama como el descrito, se impone
concluir la razonabilidad del fallador en sus análisis y ponderaciones, de donde los reparos no son bastantes para menguarlas ante un cuadro de cosas como el advertido.
Y cuando eso sucede, bien se sabe, no hay lugar al
quiebre del fallo, porque el error que en la contemplación de pruebas se abre paso es únicamente el “que desafía en forma estridente el contenido de la evidencia que aquellas irradian, ya que solamente así el parecer del sentenciador, que, en el entretanto viene amparado por la presunción de acierto y de legalidad, puede tornarse permeable” (casación civil de 13 de diciembre de 2001, expediente 6775).
Total, ya se dijo, en el juzgamiento de este caso hay
interpretaciones contrapuestas, y simplemente el sentenciador, dentro del ejercicio legítimo que le atañe, explanó la suya, que obviamente no recibe de muy buen grado la demandante, lo que no basta para sindicárselo de contraevidente.
El cargo, merced a lo dicho, no prospera.
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SEGUNDO CARGO
1. Acusa la providencia por ser directamente
violatoria de las normas mencionadas en el anterior cargo por los motivos allí descritos.
2. Parte por transcribir apartes del fallo para hacer
ver que para el Tribunal la culpa que impide configurar la fuerza mayor, es aquella causante del hecho imprevisible e irresistible invocado, por lo que las irregularidades de la operación de transporte (adelantamiento), no impiden la configuración de la fuerza mayor, porque esas alteraciones no fueron en este caso la causa del atraco, hecho imprevisible e irresistible.
3. Respecto a la interpretación errónea del artículo
1º de la Ley 95 de 1890, sobre la fuerza mayor, expone la recurrente el alcance de los elementos estructurales: la imprevisibilidad, la irresistibilidad y la ausencia de culpa, para concluir que el carácter relativo de sus componentes “es lo que explica que la fuerza mayor no responda a una clasificación preestablecida de acontecimientos, sino que, por el contrario, es el resultado del análisis ‘severo’ de las circunstancias de cada caso”, siendo una especie del género de la causa extraña porque rompe en forma absoluta el nexo causal entre deudor e incumplimiento, ubicándose, según lo dice la Corte, en el campo de la causalidad y no de la culpa, ahora la culpa que impide la fuerza mayor pueda darse en cualquier momento, antes o durante el hecho, lo que permite afirmar que “la culpa que se opone a la
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fuerza mayor es la culpa relevante o con incidencia causal”, sin
que de ninguna manera tenga que ser “‘la causa de’, o causa exclusiva o causa eficiente del hecho que impide el cumplimiento”, si cualquier culpa anterior o concomitante impide su configuración, entonces las posibilidades son numerosas, sin que pueda plantearse que cada una sea la causa o causa exclusiva o eficiente del hecho que impide el cumplimiento.
El ad quem, reitera la casacionista, desestimó la
demanda porque ciertas irregularidades (adelantamiento), no fueron la causa del hecho que impidió el cumplimiento de la obligación (atraco), al darle al artículo citado un alcance del que carece, al plantear un grado de conexión no contemplada en la norma entre la culpa del deudor y el hecho impeditivo.
4. En lo atinente a la violación de las demás
normas, reprocha al sentenciador por las que no debió aplicar (inciso 1º del artículo 992 del Código de Comercio) por las que dejó de aplicar (artículos 982, 1030, 1031, 1072, 1077, 1080, 1096, 1118 y 1120 ejusdem), para concluir con la incidencia de la violación en el fallo y su trascendencia.
CONSIDERACIONES
1. La acusación plantea un debate de apreciación
normativa acerca del alcance dado al artículo 1º de la Ley 95 de 1890, analizando los elementos estructurales de la fuerza mayor, sus alcances y relatividad, concluyendo que “la fuerza mayor no responde a una clasificación preestablecida de acontecimientos, sino que por el contrario, es el resultado del análisis severo de las
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circunstancias de cada caso” y censura al juzgador por
desestimar la demanda al considerar que “ciertas irregularidades (adelantamiento), no fueron la causa del hecho que impidió el cumplimiento de la obligación (atraco)”, de donde dice, aunque la desintegración del convoy no fue la causa exclusiva o eficiente del hurto, si fue una causa relievante con incidencia en el hecho imprevisible e irresistible, cuestionamiento que, implica de suyo acudir a revisar tales eventos en aras de establecer su conexión con el resultado dañino para concluir la incidencia que pudieron o no tener en la pérdida de la carga y los vehículos.
Por tanto, el cargo se soporta en la evaluación de la
disgregación de los tractocamiones por el Tribunal, insistiendo en que tal situación comporta una culpa concomitante al hecho con incidencia en su ocurrencia, es decir, no obstante anunciar un reproche a la sentencia recta directa, desemboca en falencias valorativas de las circunstancias ocurridas, lo que, conduce al fracaso del ataque, porque para la recurrente la situación mencionada fue determinante en la ocurrencia del atraco, planteamiento que exige replantear el análisis probatorio, cuando “la violación directa se da independientemente de todo yerro en la estimación de los hechos, o sea, sin consideración de la convicción que haya tenido en cuenta el sentenciador en su juicio…" (CCXXXI, sentencia 24 de octubre de 1994).
2. Con prescindencia de lo anterior, delanteramente
se advierte que examinada la evaluación del juzgador en torno a la entidad de la culpa impeditiva de la fuerza mayor, no consideró ni exigió de manera excluyente una única culpa, pues por parte alguna de la providencia se encuentra esa consideración.
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A contrario sensu, de las “irregularidades derivadas
del adelantamiento del vehículo que llevaba menos carga, como de la lentitud de las dos tractomulas atracadas, propiciadas por fallas mecánicas y la actitud de los conductores” dijo que “no fueron en realidad la causa de los hechos delictivos ocurridos”, destacando frente a este abanico de posibilidades, las previsiones tomadas tanto por el transportador como por el dueño de la carga, para hacer ver que tales causas carecían de la contundencia necesaria para derribar la fuerza mayor excepcionada, es decir, no les atribuyó la relievancia e incidencia causal reclamada por la impugnante.
Por lo anterior, el cargo no prospera.
DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia proferida por la Sala Civil - Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bucaramanga (en descongestión), el 29 de junio de 2007, en el proceso ordinario instaurado por la Compañía Agrícola de Seguros S.A. contra Transportes San Marcos Ltda.
Se condena en costas a la parte recurrente.
Liquídense.
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Cópiese, notifíquese, publíquese, y oportunamente,