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Dolor y Sufrimiento

Paula Maturana
Índice

1. Qúe es la ACT
2. El sufrimiento humano es universal
3. Dolor y sufrimiento
4. Por qué el lenguaje genera sufrimiento
5. La fuerza de la evitación
6. Dejarlo estar
7. El budismo

-Felicidad

-Sufrimiento
8. Victor Frankl y el sentido del sufrimiento
9. Reflexión personal
Introducción
Este libro trata sobre cómo pasar del sufrimiento al compromiso con la vida. Más que
esperar a salir triunfadores en la lucha interna con nosotros mismos para poder empezar
de una vez nuestra vida, este libro trata sobre cómo vivir a partir de ahora y vivir
totalmente con el pasado, con los recuerdos, con los miedos y con la tristeza.

¿Qué es ACT y de qué trata?


Las siglas ACT significan Terapia de Aceptación y Compromiso. ACT se fundamenta en la
Teoría del Marco Relacional (RFT): un programa de investigación básica sobre el
funcionamiento de la mente humana. Esta investigación sugiere que muchas de las
herramientas que utilizamos para solucionar nuestros problemas, en realidad, nos tienden
trampas que aumentan nuestro sufrimiento.
Por lo general, la gente busca libros de autoayuda para resolver problemas específicos:
depresión, ansiedad, adicciones, traumas, estrés, insatisfacción laboral, etc. La
superación de tales problemas no solo es la finalidad última, sino también un final al que
solo se puede llegar por medio de determinados caminos muy concretos.
Por ejemplo: la superación del estrés aparentemente, debería implicar, en primer lugar, la
eliminación de los sentimientos estresantes; la superación de un trastorno de ansiedad,
del mismo modo, debería suponer el aprender a relajarse o neutralizar y suprimir los
ataques y los pensamientos negativos, etc. En este libro, fines y medios están claramente
separados y tú vas a poder constatar que a muchas de las vías que el sentido común
considera las más adecuadas para una vida mejor, la teoría psicológica actual las
considera peligrosas e innecesarias.

Lo primero que hay tener en cuenta sobre la ACT son estos conceptos:
• El dolor psíquico es normal. Es importante y todo el mundo lo experimenta.
• No puedes librarte a voluntad del dolor psíquico; lo que sí puedes, es hacer algo para
evitar aumentarlo artificialmente.
• Dolor y sufrimiento son dos estados diferentes.
• No tienes que identificarte con tu sufrimiento.
• Aceptar el dolor es un paso hacia la liberación del sufrimiento.
• Tú puedes vivir una vida valiosa a partir de este mismo momento pero, para ello,
tendrás que aprender cómo salir de tu mente para entrar en tu vida.
Y esto, es lo que voy a tratar aquí para que puedas ponerlo en práctica en tu vida y
puedas vivir más plenamente.

1. EL SUFRIMIENTO HUMANO ES UNIVERSAL

Antes de empezar he de hacer tres peticiones para que seas persistente y te puedas
comprometer activamente con lo que voy a enseñarte.
1. Mantenerte firme y que pruebes seriamente los métodos que vamos a poner en
práctica. Puede que te sea útil, pero no lo sabrás a menos que aprendas a utilizar los
conceptos y métodos antes de pretender evaluar su impacto real sobre tu vida.
2. No dejar de ser honesto contigo mismo.
3. Tu propia intención. Si ves que tu experiencia real da posibilidad de utilizarlos para
cambiar tu vida para mejor, ¿estarías dispuesto a seguir adelante en esa dirección?

Bien, después de esto, empecemos pues con el tema.

A menudo, la mayoría de la gente que nos cruzamos a diario parece tenerlo todo. Parecen
felices. Seguramente has tenido la experiencia de ir caminando por la calle en un
momento en el que tenías un día especialmente malo mientras ibas mirando a tu
alrededor y pensabas: ¿Por qué no puedo ser tan feliz como el resto de la gente? No
sufren como yo. ¿Por qué no puedo ser como los demás? Nos esforzamos en mostrar
caras radiantes, simulando que todo va bien y que nuestra vida es inmejorable y no es
cierto.
La capacidad del lenguaje sitúa a los seres humanos en una posición especial respecto a
otras criaturas de la tierra. Durante los últimos veinticinco años, los investigadores han
tratado de encontrar un comportamiento semejante en otras especias animales pero sólo
con éxito muy relativo y discutible (Hayes, Barnes-Holmes y Roche 2001). Por ejemplo, si
tú le das una patada a un perro, éste aullará y saldrá corriendo. Si lo pateas regularmente,
cualquier indicio de tu llegada acabará por producir un comportamiento de miedo y
evitación en el perro mediante el proceso que se conoce como “condicionamiento”. Pero
mientras tú te encuentres fuera de su campo visual, el perro difícilmente sentirá o
mostrará una ansiedad significativa. Con las personas es diferente. Con sólo dieciséis
meses, los cachorros humanos aprenden que si un objeto tiene un nombre, ese nombre
representa al mismo objeto. Las relaciones que los hablantes humanos aprenden en una
dirección, derivan luego en dos direcciones, es decir, el simple hecho de decir una palabra
evoca al objeto que es nombrado. Imagínate el efecto que tendría si el objeto nombrado
fuera algo temible: cualquier cosa que le recordara a esa persona, tendría la capacidad de
sentir miedo. En el caso del perro, para sentir miedo no sería la patada, sino pensar en la
patada que le iban a dar. Esta es exactamente la situación el la que todos los seres
humanos nos encontramos debido al lenguaje.

Ejercicio 1: tómate un minuto ahora y piensa el la cosa más vergonzosa que hayas
hecho.
¿Qué has sentido? Probablemente habrá empezado a percibir un sentimiento de
vergüenza mientras evocabas alguna escena de tu pasado y tu comportamiento en ella.
Debido a que las relaciones que los “humanos verbales” aprenden en un sentido, luego
las desvían en dos, esos mismos humanos tienen la capacidad de tratar cualquier cosas
como símbolo de cualquier otra. La etimología de “símbolo” significa “considerar como
igual”. Consiguen provocarte una reacción.
Algunos métodos para evitar el dolor resultan patológicos en sí mismos. Por ejemplo, la
utilización de drogas legales puede reducir el dolor temporalmente pero el dolor regresará
con más fuerza que antes y conseguirá provocar aún más daño. La negación reducirá el
dolor pero pronto causarán más dolor aún que el que han evitado. Más adelante explicaré
este tema más detenidamente con el dolor de ausencia y el dolor de presencia.

Dolor y Sufrimiento
Dolor y sufrimiento sos dos cosas muy distintas.

La palabra sufrimiento viene del latín ferre que significa “soportar o llevar”. El prefijo “suf”
es una versión del “sub” y, en esta forma, significa “desde abajo, arriba y lejos”. El
sufrimiento implica, aparte de tener algo que llevar, moverse, continuar. Conlleva la idea
de que hay un peso que no estás dispuesto a llevar o que eres incapaz de llevar porque
es demasiado desagradable, está fuera de tu alcance, etc.
El dolor psíquico hace daño, por definición. Muchas veces el dolor te aparta de vivir la
clase de vida que querrías vivir. Una persona con trastorno de pánico, por ejemplo, no
querría volver a experimentar ese sentimiento de miedo extremo tan desagradable. El
pánico que le provoca está obstruyendo el camino mismo del vivir. Y poco a poco,
empieza a vivir su vida adaptándola a su problema y el resultado es que la vida se va
volviendo más y más limitada y cada vez menos flexible.

Existen dos tipos de dolor: dolor de presencia y dolor de ausencia.


- Dolor de presencia: temas que están presentes y que tú preferirías que
desaparecieran.
- Dolor de ausencia: las actividades en las que te implicarías si las cosas fueran
de distinta manera. Es decir, la lucha con el dolor producido por el hecho de que tu propio
dolor te impide vivir la clase de vida que a ti te gustaría llevar.

Mira esta frase para ver si se podría aplicar a tu caso: Cuanto más vives tu vida tratando
de evitar el dolor de presencia, sólo consigues un dolor mayor, especialmente bajo la
forma de dolor de ausencia.

Por qué el lenguaje genera sufrimiento


El tema esencial es este: los seres humanos sufren, en parte porque somos criaturas
verbales. El problema es el siguiente: las habilidades verbales (capaces de generar
sufrimiento) resultan demasiado útiles y esenciales para el funcionamiento humano como
para dejar estar operativas en ningún momento. Esto significa que el sufrimiento forma
parte inevitable de la condición humana; al menos, hasta que aprendamos a manejar
mejor esas habilidades que el propio lenguaje nos ha brindado.
En situaciones normales de resolución de problemas, cuando algo no nos gusta, nos
imaginamos la manera de cómo librarnos de ello y, a continuación, emprendemos las
acciones precisas para hacerlo. Si no nos gusta ver suciedad en el suelo, echamos mano
de la aspiradora; si no nos gustan las goteras del tejado, lo arreglamos. Podríamos decir
que “si una cosa no te gusta, imagina cómo librarte de ella y, luego, líbrate de ella”. Pero
cuando aplicamos esa estrategia a nuestro sufrimiento interno, normalmente nos sale el
tiro por la culata.
El psicólogo Harvard Dan Wegner encontró que la frecuencia de un pensamiento en el
que intentamos no pensar disminuye un breve período de tiempo pero pronto reaparece
con mayor frecuencia que antes. El intento de supresión de pensamientos sólo consigue
volver peor la situación.

Ejercicio 2: Pongamos a prueba esta teoría.


1. Crea una imagen clara, en tu mente, de un radiante Jeep amarillo. ¿Cuántas veces
has pensado en los últimos días en un Jeep amarillo?
2. Ahora, vamos a estar durante 2 minutos intentando, con todas tus fuerzas, no tener ni
un solo pensamiento relacionado con un brillante Jeep amarillo. ¿Cuántas veces has
tenido un pensamiento, aunque haya sido fugaz, de Jeep amarillo, intentando no
haber pensado en ello?
3. Ahora vamos a repetirlo, pero esta vez puedes pensar en cualquier cosa, incluso en el
Jeep amarillo. ¿Cuántas veces has pensado en el Jeep amarillo?

Si eres como la mayoría de la gente, el número de veces que habrás pensado en un Jeep
amarillo ha debido ir aumentando con el paso del tiempo. En estudios controlados,
cuando se les habla a los participantes del Jeep amarillo pero no se les dan instrucciones
para que eliminen los pensamientos que les vengan sobre él, el número de pensamientos
relacionados con el vehículo no aumenta. Así, cuando suprimimos nuestros
pensamientos, no sólo debemos pensar en otra cosa diferente sino que, además,
tenemos que evitar pensar porqué lo estamos haciendo. Intentando no pensar en algo,
estaremos pensando precisamente en lo que no queríamos pensar. Y por esta razón, los
pensamientos que nos preocupan tienden a aumentar.
Este ejercicio sirve para demostrar que intentar librarse de los pensamientos que no nos
gustan es inútil.

Lo que has estado haciendo hasta ahora


Las técnicas de afrontamiento que has desarrollado para solucionar o contrarrestar el
sufrimiento contra el que estás luchando pertenecen a la misma clase de
comportamientos de solución de problemas basados en el lenguaje que se han descrito
en el ejercicio que hemos hecho anteriormente.
¿Qué tipo de acciones has intentado para suprimir o reducir, disminuir, controlar o
contraatacar tus pensamientos, sentimientos y sensaciones corporales dolorosos? Piensa
en todos los rituales que pones en marcha con el fin de evitar tu sufrimiento. Tus
estrategias de afrontamiento podrían incluir técnicas meramente psicológicas, como la
detención del pensamiento o la racionalización, o puede que te dediques a actividades
físicas, como el ejercicio obsesivo, limpiar, el hábito de fumar o hasta puede que incurras
en autolesiones intencionadas, como producir cortes, para aliviar tu tensión.
Ahora vamos a hacer otro ejercicio para valorar cuánto alivio conseguimos con nuestras
estrategias de afrontamiento a corto y largo plazo, y si estás funcionan de verdad.

Ejercicio 3: Registro de estrategias

REGISTRO DE ESTRATEGIAS
Pensamientos/ Estrategia de Eficacia a corto plazo Eficacia a largo plazo
sentimientos dolorosos afrontamiento (1 al 5) (1 al 5)

Al revisar tu registro, puede que hayas encontrado que tus puntuaciones en la columna de
eficacia a corto plazo son relativamente altas mientras que tus puntuaciones en la
columna de eficacia a largo plazo son relativamente bajas. Los efectos a corto plazo son
más gratificantes que los efectos a largo plazo y las estrategias de solución de problemas
funcionan. Las tácticas de afrontamiento que has desarrollado para combatir tu ira,
ansiedad o depresión probablemente consigan hacer desaparecer tales sentimientos
durante un breve período. Pero, ¿cuál es su efecto a largo plazo? ¿Hasta que punto
llegan a cambiar a la larga?

Los seres humanos experimentan un tipo de dolor esencial porque la vida, entraña
dificultades tales como enfermedades, necesidades y pérdidas; pero el lenguaje amplifica
tales dificultades tales como generar patrones más amplios de sufrimiento humano.

Hay otra razón importante para darse cuenta de cómo los intentos de librarse de
pensamientos o sentimientos, a menudo, salen al revés cuando se aplican las habilidades
verbales a los procesos internos: y es que no hacemos otra cosa que recordarnos
contenidos negativos. La ansiedad es una respuesta normal por una mala actuación.
Nosotros podemos anticipar esas consecuencias trayéndolas al momento presente, en
cualquier momento, por medio de nuestras relaciones verbales. Por ejemplo, la gente con
trastorno de pánico, tiende a pensar que va a perder la cabeza o el control o que se va a
morir debido a la ansiedad que sienten. Estos mismos pensamientos generan mayor
ansiedad, en parte, porque se relacionan, en el presente, con un futuro imaginario en el
que podrías posible que tuvieran lugar todos esos terribles resultados que uno se está
imaginando. Las consecuencias negativas y el acontecimiento presente llegan a
establecer una relación mutua de forma arbitraria.

El tanque del tiburón y el polígrafo


Imagina que estás sentado al borde de un tanque repleto de tiburones mientras te
encuentras conectado al polígrafo más sensible del mundo. Tu tarea es de lo más
sencillo: tienes que evitar cualquier signo de ansiedad. Si sientes ansiedad, el asiento en
el que estás colocado bascular e irás a parar al tanque de tiburones.

¿Qué crees que va a ocurrir? Es muy probable que termines sintiendo ansiedad. Esto es,
exactamente, lo que ocurre durante un ataque de pánico: primero, experimentas una
punzada de ansiedad; a continuación, empiezas a imaginarte los horrores que te van a
suceder; reaccionas ante tus pensamientos y, en cuestión de segundos, ¡bum! Te has
caído al tanque de los tiburones.
Con esto podemos sacar que si algo no lo quieres, lo tendrás.
Cada vez que intentamos escapar de un pensamiento , sentimiento o sensación corporal
dolorosos, lo que ocurre es que se vuelven más importantes y tienden a producirse con
mayor intensidad o frecuencia.

2. LA FUERZA DE LA EVITACIÓN

De momento, deberías tener ya claro que las conductas que has desarrollado para evitar
tu dolor no han sido especialmente eficaces a la larga. El problema está en que resulta
endemoniadamente difícil conseguir darse cuenta de que las conductas que llevan a la
evitación de la experiencia no pueden ser eficaces. Hay, como mínimo, cinco razones por
las que resulta tan difícil constatar esta realidad:
1. El control funciona tan estupendamente bien en otras áreas de tu vida que te supones
que también va a funcionar de la misma manera con tus sentimientos y pensamientos.
Ejemplo: si me despierto 15 min antes de la cama no llegaré tarde a clase.
2. Te han enseñado que deberías ser capaz de controlar tus pensamientos y
sentimientos. Por ejemplo, cuando eras pequeño, puede que te hayan dicho: “deja de
llorar o vas a tener una razón para hacerlo”.
3. Cuando eras muy pequeño, probablemente, las personas mayores que te rodeaban,
parecían que sí que eran capaces de controlar sus emociones y pensamientos y
asumiste este mensaje: “Deberías ser capaz de controlar tu miedo o sentimientos de
tristeza porque los demás sí que son capaces de tener ese tipo de control”. Esto no
significa que al final hubieras aprendido a controlarlo sino que aprendiste a mantener
oculto lo que sentías de verdad para que tus emociones no molestaran a los demás.
4. Mientras ibas creciendo, recibías un flujo continuo de mensajes acerca de que la
buena salud y la felicidad dependen de que no se experimenten vivencias negativas.
Un claro ejemplo son los anuncios publicitarios.
5. Si tienes algún sentimiento negativo y tratas de enmascararlo, todo cuanto hagas para
compensar ese sentimiento negativo sobre ti mismo, puede empezar a recordarte que,
“en el fondo, hay algo que no marcha bien”. Si lo que intentas es utilizar tus éxitos
para tapar tus pensamientos negativos, puede que te hagas sentir como un impostor.
Se conoce como el “síndrome del impostor” porque aunque te den un comentario
positivo y te permita sentirte bien durante un instante, sabes, que realmente hay algo
más debajo de tu apariencia de calma.

La trampa china del dedo


La situación se parece a las trampas chinas. Consiste en un tubo de paja trenzada del
grosor del dedo índice. Cuando colocas ambos índices dentro, uno en cada extremo, y
tiras hacia fuera, la paja se encoge y se tensa. Cuanto más fuerte tires, más estrecho se
vuelve el tubo y con mayor fuerza te atrapa los dedos. En cambio, si empujabas hacia
dentro, tu dedo, que aún sigue dentro, tiene bastante espacio para moverse y seguir
adelante.
Ahora, imagínate que la vida es como una trampa china. No es cuestión de librarse del
tubo, es cuestión de cuánto puede moverse uno para llevar a cabo su vida. Cuanto más
se lucha, más limitados quedarán los movimientos. Pero si uno deja de luchar, conseguirá
mayor libertad para hacer nuevas elecciones.
Entonces, ¿qué se supone que hay que hacer?

Primero, date un respiro. Seguramente te hayas centrado en estrategias de evitación.


Has hecho, exactamente, lo que toda la gente lógica y razonable te ha enseñado a hacer:
centrarse en uno mismo. Es un juego con trampa, pero tú no sabías que tenía trampa y,
desde luego, no ha sido culpa tuya por lo que no ha funcionado.
Hay que tener en cuenta lo siguiente:
- Puedo enfrentarme a la posibilidad de que mis estrategias de evitación no vayan a
funcionar jamás.
- Puedo sentir compasión de mí mismo por lo que duramente he intentado controlar mi
sufrimiento.
- Puedo dejar de culparme a mí mismo por no haber conseguido que funcionaran mis
estrategias de evitación.

Segundo, desarrolla la “respons-habilidad” de aceptar. Existe una pequeña pero muy


importante diferencia entre aceptar “responsablemente” y aceptar “respons-hábilmente”.
Aceptar una responsabilidad, muchas veces conlleva la implicación de culpa. Culpar es
lo que hacemos cuando intentamos motivar a la gente para que cambie de
comportamiento o que haga las cosas de un modo adecuado. Pero, ¿aceptar la idea de
que “soy un fracaso” puede, realmente, motivar a alguien a cambiar?
La “habilidad” de responder significa reconocer la posibilidad de que eres capaz de dar
una respuesta. Esta habilidad no tiene nada que ver con la culpabilización. Sobre todo, tu
dolor no es culpa tuya: el dolor acompaña automáticamente al sistema verbal que todo ser
humano desarrolla. Incluso en situaciones extremas (como una violación) cuando otra
persona se ha portado mal contigo obrando a propósito, de manera deliberada, a ti aún te
queda la habilidad de responder al dolor que eso te pueda causar.
Es como si tuvieras dos diales de radio que controlan tu sufrimiento. Uno está rotulando
como “dolor”. Y tú ya has estado intentando con todas tus fuerzas hacer que ese dial
descendiera hasta el nivel más bajo de la escala pero tus esfuerzos no parecen haber
dado fruto. El otro dial está situado en la parte de atrás del aparato y tú ni siquiera sabías
que estaba allí. Su posición controla el nivel de tu lucha con el dolor y la cantidad de
esfuerzo que estás desarrollando para controlar tu dolor.
Tener la habilidad de responder significa reconocer que, de hecho, siempre es posible dar
una respuesta: que tienes la capacidad de responder.
En tercer lugar, empieza a considerar la posibilidad de que exista una alternativa
real a tu lucha. No es fácil porque “controlar” es lo que la mente humana esta
programada a hacer.

En cuarto lugar, hazle sitio a la idea de que la alternativa al control puede que
resulte ligeramente frustrante. Abandonar el control no requiere demasiado esfuerzo.
Pero abandonar el control (cuando el control no nos pertenece) es engañoso. Es confuso.
Puede resultar frustrante. No es algo que la “máquina de las palabras” que es tu mente
esté habituada a hacer.
La alternativa que aquí se ofrece a tus inútiles esfuerzos por lograr el control de
pensamientos y sentimientos te va a suponer diligencia, honestidad, escepticismo,
confusión y compasión por ti mismo. No es un camino fácil de seguir. Tu aliado más
importante a la hora de emprender el nuevo camino va a ser tu propio dolor. Sólo cuando
empieces a considerar todo el tiempo y energía que has estado gastando inútilmente en
intentar controlar tu sufrimiento y evitar las vivencias negativas y, por otro lado, sopeses
los penosos resultados obtenidos, descubrirás que el esfuerzo de hacer algo radicalmente
distinto bien puede merecer la pena.

3. DEJARLO ESTAR

Antes de continuar, vamos a hacer otro ejercicio. Aspira una bocanada de aire y luego
contén la respiración todo el tiempo que puedas. Cuando hayas terminado, anota durante
cuánto tiempo has sido capaz de estar sin respirar. Luego te explicaremos por qué te he
pedido que hicieras esto.

Bien, por ahora hemos considerado que nuestro sufrimiento presente y los esfuerzos para
controlarlos. Hemos descrito una trampa congénita, una trampa inherente al pensamiento
humano que se debe a la propia forma de funcionamiento del lenguaje, en especial
cuando pensamiento y lenguaje se aplican a las vivencias privadas. Hemos denominado a
esa trampa “evitación experiencial”. Hemos tratado de aclarar si la evitación experiencial
forma parte de los propósitos de nuestras estrategias de afrontamiento y hemos
examinado la posibilidad de que la evitación experiencial sea, en realidad inútil. Hemos
examinado cinco de las razones por las que esta inútil estrategia es la respuesta más
normal y “lógica” que la gente suele dar a su dolor psíquico.
Desde el principio, hemos venido señalando una alternativa a la evitación experiencial. La
hemos descrito de distintas maneras como “disposición”, “aceptación” o “dejarlo estar”.
Voy a explicar por qué es tan importante la aceptación para que tengas una idea de lo que
significa “aceptar” y lo vamos a hacer brindándote la oportunidad de experimentarlo de
una manera muy sencilla.
Antes de que puedas aplicar activamente la aceptación en tu vida diaria de un modo
eficaz, vas a necesitar entender bien cómo trabaja tu mente, de qué manera tu mente
influye en tu comportamiento y cómo puedes romper esa cadena de acontecimientos.

La aceptación también conocida como estar dispuesto es una habilidad de la que


seguramente habrás oído hablar o que incluso habrás podido experimentar en alguna
ocasión. Es algo que tú puedes aprender a hacer.
Si eres como la mayoría de la gente, habrás empezado a pensar que, tal vez, podrías
estar dispuesto a soportar vivencias internas de carácter negativo si eso significara que
tales vivencias negativas pudieran empezar a disminuir o, incluso, llegar a desaparecer.
Por ejemplo, imagina que estamos hablando de ansiedad. Tú odias esa forma de sentirte
ansioso. Acabas de leer una frase que pretende ser una regla para enfrentarte con tu
problema y que dice: “si no estás dispuesto a tenerlo, lo tendrás”. ¿Qué significado puede
tener eso para tu ansiedad? Lo que viene a continuación es el tipo de especulación que
nuestra “máquina mental de las palabras” mejor sabe hacer:
“Hmmmm. Entonces, si no estoy dispuesto a estar ansioso, estaré ansioso. Supongo que
eso quiere decir que si estuviera más dispuesto a estar ansioso, podría llegar a no estar
ansioso. Odio estar ansioso, así que creo que puedo intentarlo. Voy a tratar de estar más
dispuesto a soportar mi ansiedad para no estar tan ansioso”…
Actuando de esta forma, la trampa del pensamiento se cierra de golpe atrapándote dentro
porque si tú estás dispuesto a estar ansioso sólo para conseguir sentirte menos ansioso,
entonces no estás realmente dispuesto a sentirte ansioso y, así, incluso llegarás a estar
más ansioso.
Si la única razón para permitirte experimentar hoy ansiedad es la esperanza de que el
hecho de experimentarla hoy te va a librar de tener que sentirla en el futuro, entonces no
quieres sentir ansiedad y vas a intentar hacer toda clase de piruetas mentales para no
sentirla. Pero eso no es lo mismo que “estar dispuesto” a experimentar tu ansiedad.
Por eso las propuestas que podrían ayudarte con la raíz de tu sufrimiento iban a ser
difíciles de aprender; no en el sentido de que requieran mucho esfuerzo sino porque
tienen truco.
Aceptación y disposición
Aceptar viene de la raíz “capere” que significa “tomar”. Aceptación es el acto de recibir o
“tomar aquello que se nos ofrece”. A veces “aceptar” adquiere el significado de “tolerar” o
“resignarse” como, por ejemplo, ¡Ah, caramba! Supongo que tendré que aceptarlo, y eso
es, precisamente lo que no significa aquí. “Aceptar” lo entendemos como “tomarlo
completamente, en el momento que se da, sin defendernos”.
Utilizamos el término “estar dispuesto” como sinónimo de “aceptar”. “Dispuesto a” es una
de las palabras más antiguas del idioma inglés. Procede de una antigua raíz que significa
“escoger”. Aceptación y disposición son lo opuesto a control forzado.
En nuestro contexto, “disposición” y “aceptación” significan responder activamente a los
sentimientos, sintiéndolos. Responder a las sensaciones corporales, adoptar una postura
gentil, cariñosa, hacia ti mismo, tu historia y tus programaciones de modo que te resulte
más fácil ser consciente de tus propias vivencias.
El objetivo no es llegar a sentirse mejor. El objetivo es abrirse a la vitalidad del momento y
moverse con mayor eficacia hacia aquello que uno valora. Es experimentar los
sentimientos que surjan de una manera más integral, incluso los malos sentimientos, de
manera que puedas llegar a vivir tu vida más plenamente en vez de intentar sentirte
mejor. Implica aprender a sentir mejor. Es meter más los dedos en la trampa china para
tener mayor espacio para vivir en ella en lugar de esforzarse en vano luchando contra la
propia experiencia, para intentar liberar las manos de la trampa. Significa abrir espacio
suficiente para respirar.
Cuando adoptas el punto de vista de la disposición y la aceptación, abres todas las
contras y ventanas de tu casa y dejas que la vida fluya dentro; dejas que el aire fresco y la
luz entren donde antes estaba oscuro y cerrado. Significa ser capaz de caminar a través
de los pantanos de tu complicada historia cuando las ciénagas se interpone directamente
en el camino que te lleva en la dirección que te importa.
“Estar dispuesto” significa que te das cuenta de que tú eres el cielo, no las nubes, el
océano, no las olas. Significa que comprendes que no eres lo bastante amplio como para
contener todas tus vivencias, de la misma forma que el cielo es capaz de contener cada
nube y el océano cada ola.
Así que, si te encuentras con que tu mente se muestra de acuerdo o se resiste,
simplemente dale las gracias por el pensamiento. Incluso aunque tu mente no pueda
aprender a estar dispuesto y aceptar, tú sí que puedes hacerlo.
¿Por qué “estar dispuesto”?
Estamos intentando enseñar un conjunto de habilidades que tienen una aplicabilidad muy
amplia y que deberían darle más fuerza a tu labor en terapia o a tus esfuerzos personales
para cambiar tu vida. Ahí van unas declaraciones respecto a estar dispuesto y mira si a ti
te parecen verdaderas:
- ¿Por qué estar dispuesto?
- Porque cuando estoy luchando contra mis vivencia dolorosas la lucha parece que las
hace aún más dolorosas.
- Porque cuando me aparto del dolor que encuentro en la búsqueda de lo que más
valoro, también me estoy apartando de la riqueza de la vida y de todas las acciones
valiosas que me aporta.
- Porque cuando intento cerrarme a las partes dolorosas de mi pasado, también me
cierro a las cosas útiles que he aprendido de mi pasado.
- Porque experimento una pérdida de vitalidad cuando no estoy dispuesto.
- Porque mi experiencia me dice que “no estar dispuesto” no funciona.
- Porque sentir dolor es un proceso humano normal y sería inhumano y
desconsiderado querer aplicarme parámetros distintos.
- Porque “vivir mi propia experiencia” (vivir al momento), parece más gratificante
potencialmente que “vivir en mi mente”.
- Porque sé muy bien cómo funciona mi dolor cuando “no estoy dispuesto” y ya estoy
harto de eso.
- Porque ya he sufrido bastante.

Ejercicio 4: ¿Por qué “estar dispuesto”?


Ahora te toca a ti. Escribe dos o tres respuestas tuyas que te surjan de la mente. Si notas
alguna resistencia, simplemente adviértela y, con cariño, permítete sentir esa resistencia.

- ¿Por qué “estar dispuesto”? Porque

Brown Rick Brown y sus colaboradores han demostrado que la gente que no puede hacer
sitio a sus pensamientos de estrés tiene muchas dificultades de autocontrol.
Por ejemplo, estuvieron trabajando con un grupo de fumadores crónicos,
intentando eliminar su adicción a la nicotina, utilizando para ello libros de autoayuda.
Sin embargo, antes de que los sujetos empezaran a dejarlo en serio, Brown diseñó tres
tareas previas para ellos. Tenían que contener la respiración todo el tiempo que pudieran;
resolver unos problemas de matemáticas cada vez más rápido, hasta que se rindieran y
respirar dióxido de carbono, hasta que indicaran que querían dejar de respirar el CO2. La
mayoría de los que resultaron buenos en las tres tareas consiguieron dejar de fumar. Muy
pocos de los que tuvieron resultados bajos en las tres tareas consiguieron cortar su
adicción. En otras palabras, si no eres capaz de experimentar tus propios sentimientos de
tensión, no podrás ocuparte adecuadamente de tu salud.

Ejercicio final: Estar dispuesto a perder el aliento.


Estás a punto de averiguar hasta qué punto el recurso de la aceptación puede aumentar
tu capacidad de permanencia junto a tus emociones desagradables. Vas a comprobar
durante cuánto tiempo puedes contener la respiración otra vez pero, en esta ocasión,
mientras retienes el aliento, sigue las instrucciones que vienen a continuación.
- Cuando estés haciendo el ejercicio y notes que la necesidad de respirar se hace más
fuerte, quiero que hagas lo siguiente: advierte, exactamente, dónde empieza y dónde
termina esa necesidad de respirar, en qué lugar de tu cuerpo. Localiza con exactitud
dónde estás experimentando esa necesidad de respirar.
- Comprueba si puedes permitirle a ese sentimiento que se mantenga justo ahí y, al
mismo tiempo, seguir aguantando la respiración. Simplemente siente esa sensación y
no respires… considéralo como una magnífica oportunidad de experimentar algo que
raramente experimentas.
- Detecta cualquier pensamiento que te surja y, amablemente, dale las gracias a tu
mente por ese pensamiento sin dejarte controlar por él. Vigila los pensamientos
solapados que te pueden llevar rápidamente a respirar antes de que tú decidas a
hacerlo.
- Advierte otras emociones que puedan surgir además del deseo de respirar. Mira si
puedes hacerles sitio también a esas emociones.
- Vigila todo tu cuerpo y advierte que, además de la necesidad de respirar, tu cuerpo
contiene otras sensaciones y continúa en funcionamiento.
- Mantén el compromiso de contener la respiración todo el tiempo que puedas. Cuando
el deseo de respirar se haga más fuerte, imagina que eres tú quien está creando
continuamente ese deseo. Cierra los ojos y mira si puedes reproducir ese deseo en tu
imaginación, al margen de tu cuerpo. Transforma cada punzada del pecho, cada
preocupación, cada impulso de respirar, de considerarlo desagradable que ha venido a
visitarte a algo que tú estás generando intencionadamente; sólo por experimentar cómo
se siente.
- Antes de empezar a contener la respiración, anota una o dos acciones diferentes que
podrías llevar a cabo durante el ejercicio y que puedan a ayudarte a ser consciente de
todos tus sentimientos, pensamientos, sensaciones e impulsos mientras te mantienes
en tu propósito de contener la respiración. Anota sólo estrategias de aceptación, no
estrategias de control de la experiencia ni de supresión.

Describe tu experiencia durante el ejercicio. ¿Cuánto tiempo has mantenido la


respiración?

Si te comprometes con una acción concreta, utiliza las estrategias de toma de conciencia
y distanciamiento en el momento en que tu mente empiece a plantearte problemas para
seguir por tu camino y sigue adelante, aceptando lo que te ofrezca la mente.
La estrategia que te he pedido que utilizaras para ayudarte a retener la respiración
durante más tiempo es un ejemplo del tipo de técnicas que ofrece este libro. Esto es una
clara evidencia de que la información expuesta aquí con vosotros puede resultarte útil.
El Budismo

¿Qué es el budismo?
El budismo surgió hace más de 2.500 años en la India, donde nació su fundador,
Siddharta Gautama, el Buda, quien alcanzó lo que se conoce como "un estado de ver
perfectamente la naturaleza de las cosas". A este estado se le denomina iluminación.
El budismo es una de las religiones que mayor influencia han tenido en la historia de la
humanidad. Sin embargo, una de las características que más distingue al budismo es que
no maneja el concepto de un dios creador.
El Buda se refería a lo que hoy se denomina budismo como Budadharma, es decir, "la
enseñanza (o el sendero) que conduce a la iluminación".
El factor decisivo en la transformación personal es la mente.
Prácticas budistas, tales como la meditación, son medios para transformarse uno mismo y
así desarrollar cualidades como la sensibilidad, la claridad y la sabiduría.
En las enseñanzas budistas hay principios sencillos y, al mismo tiempo, radicales, tales
como que nada es fijo ni permanente, que todas las acciones tienen consecuencias y,
principalmente, que el cambio es inherente en todo y que es posible llevar a cabo este
cambio de forma consciente.

"La felicidad es un estado mental que nos permite apreciar cualquier cosa”.

Todo el mundo, sin excepción, aspira a ser feliz. Y sin embargo, por lo visto, nos
perdemos en el camino. Las preocupaciones, la tristeza, la ansiedad, el miedo y las
enfermedades psicosomáticas llenan nuestra vida y son como un toque de atención que
nos avisa de que algo estamos haciendo mal.  El budismo nos dice que la fuente de la
felicidad ya está dentro de cada uno de nosotros y que sólo hay que abrirle la puerta y
dejarla deslumbrarnos.

Se supone que todos los objetivos, planes y proyectos que nos marcamos en la vida los
hacemos porque creemos que nos permitirán vivir bien y ser felices. Estudiamos para
tener una cierta preparación que nos permita obtener un trabajo en el futuro que nos
guste, o que nos aporte un buen salario. Buscamos una pareja, nos rodeamos de
amistades, creamos una familia, etc. No hay cosa que no hagamos porque nos ayudará a
estar mejor, a corto, medio o largo plazo. Las prioridades cambian según las personas,
pero el objetivo es el mismo: vivir la vida que más nos gusta vivir pero pocas personas se
atreverán a admitir que lo son de manera permanente. A lo sumo, reconocemos
esporádicos momentos fugaces de felicidad. Y en muchos casos, escucharemos que la
felicidad permanente simplemente no existe.
Y sin embargo, existen tradiciones milenarias que lo ven de otra manera, entre ellas el
budismo, que plantea la idea de que todos los seres tienen un deseo innato de acercarse
a la felicidad y evitar el sufrimiento, y si no conseguimos nuestro objetivo es simplemente
porque "desconocemos las causas de la felicidad, así como las causas del sufrimiento".
En otras palabras, la infelicidad es una mera consecuencia de la ignorancia.

La felicidad según el budismo

Tenemos la tendencia a considerar que la felicidad proviene de las circunstancias


externas -explica Ivan Ribas, director del Centro Budista Mahakaruna de Barcelona-.
Convencidos de que les necesitamos para ser felices. Por otra parte, el budismo opina
que cualquier cosa que es causa de felicidad no puede ser causa de sufrimiento: es
incompatible. Y sin embargo, cuántos dolores de cabeza nos da buscar un trabajo, y luego
el trabajo en sí mismo; mantener el coche que nos hizo tan feliz. En todo eso
encontramos momentos de gran felicidad, pero también muchos problemas y mucho
dolor.
El budismo considera que nada de todo ello, en sí mismo, puede ser causa última de
felicidad, desde el momento en que también es causa de sufrimiento.
 
Sufrir o disfrutar, simples estados mentales
El budismo insiste en la reflexión sobre qué es la felicidad y qué es el sufrimiento, y en
última instancia llega a la conclusión de que ambos son "estados mentales". "Las
circunstancias externas en sí mismas no son la causa de nuestra felicidad o nuestro
sufrimiento, desde el momento que una misma circunstancia puede ser origen de dolor
para una persona y de placer, o simplemente indiferencia, para otra” -explica Ribas-. Los
problemas, las dificultades, no son más que sensaciones desagradables que sólo parten
de la mente, de nuestra interpretación, de nuestros engaños. La felicidad, por otra parte,
sólo puede surgir de la paz interior, y sin paz interior ninguna situación externa puede
hacernos felices".
Tiene efectos diferentes según nos pilla con una relativa paz interior o una mente alterada.
En un estado mental de nerviosismo cualquier pequeña contrariedad nos parece
desproporcionada. Y sin embargo, cuando nos encontramos en calma todo se relativiza y
somos más eficaces en la resolución del problema, porque no perdemos de vista nuestras
prioridades: estar bien. En un estado de calma o paz mental, casi siempre nuestras
acciones y respuestas protegen esa paz mental y la mantienen.
Y sin embargo, no siempre lo hacemos así, sino que, por el contrario, nos permitimos
reacciones que nos duelen más, hacen daño a los seres que queremos y boicotean hasta
hacer muy difícil nuestro objetivo de estar bien.
 
"Esto es así porque necesitamos práctica y entrenamiento -explica Ribas-. Al igual que un
atleta tiene que entrenarse, y nos preparamos y estudiamos para desarrollar una
profesión, el budismo considera que la paz interna se favorece paulatinamente con la
práctica de la meditación, que nos ayuda a la comprensión de la mente, que es donde
residen todos nuestros estados, engañosos o no".
Según el budismo, la raíz de todos nuestros males reside en los engaños. "Los engaños
son percepciones distorsionadas de nosotros mismos, de los demás y del mundo que nos
rodea, como un espejo defectuoso que no refleja la realidad", explica Ivan. Por ejemplo,
cuando nos enfadamos, sólo vemos los aspectos negativos de la persona o situación que
supuestamente "nos produce" el enfado. 
El concepto del karma es muy importante en el budismo. "Todas nuestras acciones
mentales dejan impresiones en nuestra mente. No produce los mismos efectos una mente
de amor que una mente de odio, por eso es tan importante observar nuestros
pensamientos y nuestras emociones, y no perder de vista nuestros objetivos de sabiduría
y de paz. De esta manera iremos eliminando nuestros hábitos mentales insanos y
nuestras reacciones contraproducentes y reafirmaremos otras más positivas y eficaces
para la estabilidad de nuestra paz mental".
 
Amor y paciencia ante las dificultades
Según Iván Ribas, las dificultades externas pueden formar parte de nuestro entrenamiento
mental, junto con la meditación. "Cuando todo va bien tenemos tendencia a acomodarnos,
aunque a veces nos creamos que hemos sabido alcanzar una cierta sabiduría y paz
interior. Pero si de repente empiezan a surgir problemas y tienen la capacidad de
alterarnos es que en el fondo mantenemos nuestros engaños. Así que estas dificultades
en nuestra vida nos hacen tomar conciencia de ello y pueden ayudarnos a fortalecer
nuestra mente. Hasta que llega un momento en que ya no hay entrenamiento,
simplemente hay una paz interior que ninguna circunstancia externa puede romper. Es lo
que en budismo se conoce como el nirvana. Un estado mental que está dentro de todas
las personas y que aparecerá sólo cuando derribemos el castillo de naipes -los engaños-
que ha construido nuestra ignorancia".
 
Mientras tanto, el humor es un gran recurso que nos ayuda a relativizar y desdramatizar
las situaciones que nos angustian. "Buda enfatizaba en que no deberíamos tomarnos la
vida tan en serio -comenta Ribas-. Nuestra manera de ver el mundo tiene bastante
similitud con lo que nos ocurre en los sueños: percibimos algo con una mente a la
defensiva y dejamos que nos altere en el resto de nuestra vida". ¿Es mejor reírnos de
nuestro sufrimiento, de nuestras percepciones? En cierto modo. "Así nos ayudamos a
mantener una actitud de contentamiento mientras nos mejoramos, y al no tomarnos tan en
serio nuestros problemas creamos un espacio en el que podemos trabajar para mejor". En
todo caso, lo importante es "observar nuestros engaños y ver cómo nos dañan; cuando
comprendemos esto, paulatinamente irá surgiendo menos confusión en nuestra mente".
"Tratarnos con cariño y paciencia, y con el tiempo los motivos de sufrimiento serán cada
vez menos y el dolor mucho menos intenso. Y la paz interior más estable”, insiste Iván.

"Según la calidad de mi mente, así será la calidad del mundo que percibo. Si mejoro la
calidad de mi mente, mejorará la calidad de mis percepciones y experiencias. Y el mundo
me parecerá más perfecto tal como es".

 
Shantideva, antiguo maestro budista indio, decía: "si algo tiene solución, ¿por qué ser
desdichados? Y si no la tiene, tampoco hay razón para serlo”. Lo que es inevitable no
debe lamentarse, lo sucedido no puede cambiarse, de modo que es inútil perder tiempo
pensando que podría haber sido de otro modo. Los males inevitables hay que soportarlos
y reservar nuestra energía para ahorrar los males evitables.
También decía que en momentos de mucho enfado es mejor quedarnos como un trozo de
madera que actuar movidos por una actitud destructiva. En ese momento nos podemos
aislar, relajar nuestro cuerpo y con él calmar la mente.

El budismo subraya en la necesidad de aceptar las circunstancias adversas y el dolor. Es


decir, aceptar que el dolor es parte de la vida. A esta aceptación del dolor el budismo la
llamó desapego. Esto no es la aceptación pasiva de la resignación sino la aceptación
valiente de lo que ocurre.
Aristóteles divide los problemas en dos: los que están en nuestro poder y los que no lo
están. Respecto a estos últimos, se trata de entrenarnos para sufrir lo menos posible. La
aceptación valiente del dolor, de los problemas, de las angustias es una parte necesaria
de la vida. Aunque gran cantidad de cosas no dependen de nosotros, existe algo que sí
está en nuestro poder: el modo de reaccionar frente a lo que nos sucede, incluso cuando
debemos optar entre dos alternativas que no hemos elegido.

También nos es difícil aceptar los cambios. Sabemos que todo cambia, pero deseamos
que las cosas sean sólidas, estables, seguras. Sufrimos porque nos aferramos a ellas
cuando, en realidad, deberíamos soltarlas y renunciar a controlarlas. Respecto de
nuestros sentimientos, por ejemplo: tendemos a crisparnos cuando tenemos sensaciones
dolorosas o desagradables, en consecuencia no les permitimos ser completamente.
Creamos, entonces, un bloqueo que no nos permite ver con claridad y comprender lo que
sucede. De hecho, actuamos para modificar nuestras emociones en lugar de observarlas
con atención. Si en lugar de bloquearlas, de luchar en contra de ellas, las aceptamos,
tienden a calmarse, ya que se libera la energía utilizada para negarlas.

Aceptar es en primer lugar advertir y admitir nuestras dificultades. Es tomar conciencia de


que lo que nos sucede es parte de nuestra historia y también necesaria en ella. Aceptar
es también des-responsabilizar a los otros por nuestras dificultades, y responsabilizarnos
para poder efectuar los posibles cambios. Aceptar es un camino para el descubrimiento
de nosotros mismos. Algunas personas se rechazan a sí mismas en un nivel tan profundo
que no podrán comenzar ninguna labor de crecimiento espiritual hasta abordar este
problema.

Aceptar es más que reconocer o admitir simplemente. Es experimentar, estar en


presencia de, contemplar la realidad de algo, integrar en mi conciencia. No puedo vencer
un miedo cuya realidad niego. No puedo cambiar unos rasgos que insisto en no poseer.
No puedo perdonarme una acción que no reconozco haber cometido. La aceptación de
nosotros mismos es la condición previa para el cambio y el crecimiento, y también para la
aceptación de los otros.

No hay que confundir la aceptación con la resignación, es decir, con el hecho de


conformarse con una cosa irremediable, generalmente después de haber luchado
inútilmente con ella. La resignación es la renuncia a la satisfacción de un deseo que, sin
embargo, subsiste. Acepta la realidad, pero reniega: no adhiere a ella.

Resignarse tiene que ver también con un acto de sumisión, de ceder para no causar
problemas, para evitar discusiones, sobre todo cuando se trata de las relaciones
vinculares. La resignación siempre incluye enfado, que puede transformarse en deseos de
venganza. En cambio, en la aceptación de la frustración de un deseo, o de alguna
característica personal del otro, se pone en marcha un mecanismo de reconocimiento de
que la realidad "es".

La aceptación de nosotros mismos es nuestra disposición a hacernos cargo de lo que


somos, con nuestros pensamientos, emociones y deseos.
El sentido del sufrimiento en Victor Frankl


El Hombre Doliente.
Durante la II Guerra Mundial, Victor Frankl estuvo recluido por su condición de judío en los
campos de concentración nazis de Auschwitz y Türkheim, y tuvo que soportar con toda la
crudeza su infrahumana brutalidad. Pero paradójicamente, fue en estas horribles
situaciones límites donde adquirió plena conciencia del sentido y dignidad de la vida
humana y del valor del sufrimiento, aportándonos, con ello, una gran dosis de optimismo y
esperanza respecto a que la vida humana vale la pena ser vivida. Es por ello, que el
psiquiatra vienés posee la suficiente autoridad moral para hablarnos en diversas partes de
sus obras de la difícil cuestión del sufrimiento, tanto físico, psíquico o moral, como
ineludible realidad humana. No obstante, en la mentalidad de amplios sectores de la
sociedad occidental se concibe como un hecho absolutamente incomprensible, motivo por
el cual se pretende rechazarlo por todos los medios al desconocer e ignorar su
enriquecedor significado y la fecundidad de su sentido. Frankl considera que cualquier
tipo de sufrimiento y de sacrificio que la vida nos depara, será aceptado con fortaleza por
el ser humano, si sabe que detrás de él hay un sentido que puede iluminar su significado:

El interés principal del hombre, es el de encontrar un



sentido a la vida, razón por la cual el hombre está dispuesto

incluso a sufrir a condición de que este sufrimiento tenga

un sentido (1)

Frente al clásico homo sapiens, Frankl tiene la audaz osadía de oponerle al homo patiens,
al “hombre doliente”. El “atreverse a saber”, que es tan propio de la naturaleza humana,
se debe completar con el “atreverse a sufrir”, que tiene como virtualidad justificativa el
convertir el sufrimiento en acción trascendente, puesto que el sufrimiento aceptado con
sentido positivo, nos lleva más allá de nosotros mismos, haciéndonos más aptos para vivir
valores humanos de un rango superior a las acciones del homo faber, que se siente
esclavizado por el afán y la fiebre de la producción puramente material, la única que
valora y estima:

¡Atrévete a sufrir!(2) El “homo patiens” transforma el sufrimiento
en acción; sabe que al tender hacia el sufrimiento ya lo trasciende,
y es que no sólo cumplimos y realizamos valores produciendo,
sino también viviendo y sufriendo.(3)


Frankl sostiene que el sufrimiento alberga muchas posibilidades de sentido, y una de
ellas, es que comprendemos mejor el sentido de nuestra dignidad antropológica y en
consecuencia de nuestra trayectoria humana para conducirnos a una sólida y verdadera
felicidad. Esta era la profunda intuición de Dostoyevski, al narrar el pasaje en el que el
monje ortodoxo Zossima, en su silenciosa y humilde celda del monasterio, ofrece una
serie de consejos a Aliosha, el menor de los hermanos Karamazov, para confiarle con
ternura al final de los mismos:

“He aquí mi testamento: Busca tu felicidad en las lágrimas”(4).

Una vez muerto el iluminado y profético monje, se le aparece en sueños a Aliosha,


diciéndole con solemnidad:

“Sufrirás mucho, pero encontrarás tu felicidad en los mismos sufrimientos”(5)

A ello se refiere Frankl, en uno de sus recientes escritos:

En realidad, ni el sufrimiento ni la culpa ni la muerte



-toda esta triada trágica- puede privar a la vida de su

auténtico sentido(6).


Aceptación del Sufrimiento



La libre y positiva aceptación del sufrimiento, no significa para Frankl, que el sujeto
doliente se sumerja en sus sufrimientos por una especie de torcida atracción, rechazando
sin más, cualquier posibilidad de ser amortiguado o evitado, como respondiendo a las
exigencias de una personalidad masoquista y desquiciada:

El mérito de aceptar libremente el sufrimiento no se debe



interpretar el asumir voluntariamente un dolor o sufrimiento

que se podría evitar.(7)

Para Frankl, lo esencial en la forma de su disposición es “el cómo” se sobrelleva el


sufrimiento para poder vislumbrarle un sentido con significado, ya que de lo contrario, se
interpretará como un acontecimiento absurdo y sinsentido, destructivo de la persona,
como una odiosa causa de tristeza y desesperación y ahí está su fracaso. Al rebelarse
frente al sufrimiento, no sacan de ello ningún provecho existencial, y se produce la
paradoja de que su obsesión para escapar del mismo a toda costa, aún agudiza más la
mordedura estéril de sus propios sufrimientos:

El como se sobrelleva un sufrimiento ineludible, encierra



ya un sentido del sufrimiento.(8)
El sufrimiento que parece

no tener sentido, lleva a la desesperación.(9)

Cuando el sufrimiento que se aposenta en nuestra existencia se concibe como algo
inexplicable y pavoroso, como un mal absoluto sin posible justificación, causante de
traumas y trastornos psíquicos, se intenta enmascarlo por todos los medios. Pero estas
ocultadoras pretensiones que silencian la realidad del sufrimiento en sus propias vidas y
en la de los demás, para establecer falsas y quiméricas ilusiones de una supuesta vida sin
padecimiento, al no verse cumplidas, hacen insoportable su asunción, desaprovechando
con ello, la oportunidad para hacernos más humanos y más sensibles con el dolor ajeno:
El sufrimiento necesario es un sufrimiento que tiene sentido,

eximirle al ser humano de él, sería inhumano.(10)

Efectivamente, rechazar sistemáticamente el sufrimiento y el sacrificio que
inevitablemente la realidad nos demanda, se puede conseguir al precio de aceptar una
vida falseada en sus cimientos, que al precio de deshumanizarse paulatinamente,
engendra personalidades afectivamente débiles e inestables. Pero estos planteamientos
vivenciales propios de una feliz inconsciencia, narcotizan la sensibilidad para apreciar la
realidad de un mundo generador de tantos sufrimientos en todos los órdenes. El conde de
Gloucester ante el sufrimiento que le produce la inminente locura del Rey Lear, afirma que
también él, desearía sumergirse en la feliz irracionalidad inconsciente de la locura para
ahuyentar el sufrimiento:

“Más me valiera estar loco; entonces olvidaría mis sufrimientos. Una imaginación
extraviada nos quita la conciencia de nuestros males”(11).


3.- El Médico ante el “ser sufriente”


En última instancia para Frankl, el conocimiento de la realidad trascendental de la
persona, la valoración de su íntima realidad espiritual, es la que nos permite introducirnos
en la interioridad de sus sufrimientos, delicada morada en la que se hace inteligible la
razón última del sufrimiento y se ilumina su sentido:

El plano de lo espiritual es el único en que es imaginable:



un sentido del sufrimiento.(15)

Gregorio Marañón, el afamado psiquiatra y escritor, indicaba, algunos años antes que
Frankl, de que el olvido de la procedencia divina de nuestras existencias es lo que hace
infecundo al sufrimiento:

“El hombre actual, en su mayoría, ha prescindido de Dios… y por ello ha perdido


una aptitud maravillosa de convertir el sufrimiento en fuente de paz y progreso
interior”.(16)
Es indudable que el sufrimiento, cuando adquiere un sentido superior y se acepta como
un hecho normal y positivo de nuestras existencias, se constituye en una fuente
inagotable de enriquecimiento y progreso en todos los órdenes. Así ocurre en el campo de
la docencia, asumiendo el sacrificio que demanda el incremento de la cultura (no hay
cultura sin dolor, afirmaba Unamuno), también en el campo del arte y la literatura en el
que el sufrimiento físico o moral han sido frecuentemente una fuente de inspiración
creativa, en el campo profesional para afrontar con la debida competencia las duras
exigencias que demanda el mercado, en el campo ético, para incrementar y desarrollar
las virtudes, etc. Frankl, recordando sus años de prisionero en los campos de
concentración nazis, afirmará con rotundidad, que si el sufrimiento, la muerte, la
enfermedad, no tuvieran un sentido más allá de nosotros mismos, la vida no merecería
ser vivida:

¿Tiene todo este sufrimiento, estas muertes en torno mío,



algún sentido? Porque si no, definitivamente, la supervivencia

no tiene sentido, pues la vida cuyo significado depende de

una causalidad -ya se sobreviva o se escape a ella- en último

término no merece ser vivida.(17)

Biografía
(1) VICTOR FRANKL, El Hombre en busca de Sentido: Conceptos básicos de
Logoterapia, Ed Herder, Barcelona 1979, p 158

(2) Idem, Logoterapia y Análisis Existencial, De Herder, Barcelona 1990, p 158

(3) Idem, p 156

(4) F. DOSTOYEVSKI: Los Hermanos Karamazov, Ed Ferma, Bcn 1969, p 47

(5) Idem, p 548

(6) V. FRANKL, Logoterapia y Análisis Existencial, p 156

(7) Idem, La Voluntad de Sentido, Ed Herder, Barcelona 1983, p 23

(8) Idem, La Idea Psicológica del Hombre, Ed Rialp, Madrid 1965, p 68

(9) Idem, La Voluntad de Sentido, p 15

(10) Idem, El Hombre Doliente, De Herder, Barcelona 1984, p 129

(11) W. SHAKESPEARE, El Rey Lear,Espasa Calpe, Madrid 1969, p 119

(12) V. FRANKL, La Voluntad de Sentido, p 83

(13) Idem, p 19

(14) Idem, Logoterapia y Análisis Existencial, p 64

(15) Idem, La Idea Psicológica del Hombre, p 68

(16) G. MARAÑÓN, Raíz y Decoro de España, Espasa Calpe, Madrid 1964, p
49

(17) V. FRANKL, (nota 1) p 167
Reflexión personal

Aquella noche aprendí que no debo resistirme a mi dolor psíquico. Es mejor


expresarlo, exteriorizarlo y hablar con tu sufrimiento si hace falta.
Tener una conversación real para explicarte por qué te pasan esas
cosas y no poder controlarlas.

A mí me de pequeña no me enseñaron cómo lidiar con mi dolor, sino a


ocultarlo a los demás porque es incómodo ver eso. Incluso tuve que
negármelo a mí misma. Aprendí a callármelo como todo el mundo. Y
cada vez se iba convirtiendo en una masa más grande y pegajosa
de la que no podía no prestarle atención porque empezaba a oler y
dejar marca en el suelo cada vez que andaba. 

Cuando quise darme la vuelta y mirarlo a la cara me derrumbó. Me
hizo añicos. Como costaba levantarme del suelo después de ese
golpe en la cara tan fuerte que me dejó inconsciente… Pero di el
paso y entendí que no hay que dejarse llevar por lo que te dicen,
que tienes que experimentarlo por ti misma porque si no nunca
aprenderás lo que está bien o lo que está mal. Está bien que tus
amigos, familiares, profesores te aconsejen, pero tú eres el que
decide si quieres o no ver la realidad.

El sufrimiento es bueno, es sano. El sufrimiento forma parte de nuestras


vidas y creo que nos hace fuertes, a tomar perspectiva y nos
conduce aunque parezca un poco ambiguo a la felicidad que todos y
cada uno de nosotros queremos tener.

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