Anda di halaman 1dari 128

RESUMEN

REFLEXIONES SOBRE EL TRATAMIENTO DE LAS VÍCTIMAS EN LA CORTE


PENAL INTERNACIONAL

A través de la historia la víctima ha sido olvidada, dejada en un rincón, clamando

una mínima atención, emitiendo gritos de auxilio y de desesperanza, y el hombre

común ha venido guardando silencio, ha sido indiferente ante la victimación,

impidiendo de esta forma que se escuche el impacto de la barbarie y ahogando la

voz de las víctimas que la reclaman.

Por esta razón se creó la Corte Penal Internacional, Tribunal que de ahora en

adelante tendrá la labor de juzgar los delitos más atroces, el cual atribuyó un lugar

importante a las víctimas, consciente de que la justicia internacional sólo podrá

cumplir su misión si éstas conformaran parte integral de la voluntad de restaurar

un orden quebrantado por crímenes de una terrible gravedad pues conforme al

origen de sus disposiciones, sólo asumiendo nuestra responsabilidad frente a los

vencidos, atendiendo el estruendo que produce su sufrimiento, siempre inútil,

denunciando el olvido en que se encuentran y tomando medidas conducentes

involucrarlos en la vida cotidiana, es posible pensar en transitar con éxito el

sendero hacia la reconciliación y la paz.

Luego de un detallado estudio sobre el concepto de vícitma, su evolución dentro

del sistema penal, su acogida y suficiencias y falencias que tiene la Corte Penal

Internacional en el tema de protección e importancia de las víctimas dentro de su


proceso, se puede llegar a la conclusión que con la aparición de la normatividad

en Roma para la creación de este nuevo e innovador Tribunal, se avanzó en

materia procesal penal, pues se buscó alcanzar un mayor nivel de justicia al tratar

de hacer un balance entre los derechos del acusado y de las víctimas al igual que

se originó una oportunidad histórica para que la comunidad internacional garantice

a las víctimas de las más graves violaciones a los derechos humanos, justicia y

reparación.
REFLEXIONES SOBRE EL TRATAMIENTO DE LAS VÍCTIMAS EN LA CORTE

PENAL INTERNACIONAL

DIANA MARCELA LUQUE GORDILLO

MARÍA PAULA MUÑOZ ROMERO

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS.

BOGOTÁ

2003
CONTENIDO

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO I. La víctima y el sistema penal. 1

1.1. Definición de víctima. 1

1.2. Concepción filosófico jurídica y fundamento

del sistema penal. 8

1.3. Inicios y desarrollo del sistema penal. 11

1.3.1. Las víctimas en el proceso penal. 16

1.3.2. Evolución histórica de la posición de la

víctima en el proceso penal. 24

1.4. Antecedentes del tratamiento a las víctimas a

nivel internacional. 29

1.5. Normas internacionales pertinentes. 41

CAPÍTULO II. Redescubrimiento de la víctima en el

ámbito internacional. 43

2.1. Importancia de la víctima y justificación de su

Inclusión en el proceso penal. 43

2.2. El modelo de la justicia recreativa. 49

2.3. Tratamiento necesario para las víctimas. 52

2.3.1. Acceso de la víctima al sistema penal. 53

2.3.2. Asistencia a las víctimas. 55

2.3.3. Resarcimiento e indemnización. 61


CAPÍTULO III. Corte Penal Internacional. 73

3.1. Análisis sobre su tratamiento a las víctimas. 73

3.2. Suficiencias o falencias. 82

CONCLUSIÓN.

BIBLIOGRAFÍA.
INTRODUCCIÓN

En el presente siglo, se ha desarrollado la noción de universalidad de los derechos

fundamentales de las personas como premisa que compromete a la comunidad

internacional en su conjunto. A su vez, como ha sido constantemente expresado

por personalidades mundiales pertenecientes a las Naciones Unidas, se ha venido

reconociendo una serie de violaciones a estos derechos como infracciones que

tiene un carácter particularmente grave y una trascendencia más allá de las

víctimas directas de aquellas. Es en esta perspectiva que nace el concepto de

crimen contra la humanidad.

La evolución del derecho internacional en relación con los crímenes de guerra y

los crímenes de lesa humanidad ha sido consecuente con la gravedad y

dimensión de los mismos y generado, a lo largo de las últimas décadas, la

preocupación y consecuente búsqueda de mecanismos diversos para combatir la

impunidad que con frecuencia ha cobijado a estas prácticas.

Así mismo se ha buscado implementar una nueva metodología en donde la

protección de dichos derechos sea equitativa para todas las partes envueltas en el

conflicto humano, principalmente víctimas y victimarios.

A través de la historia la víctima ha sido olvidada, dejada en un rincón clamando

una mínima atención, emitiendo gritos de auxilio y de desesperanza, y el hombre


común ha venido guardando silencio, ha sido indiferente ante la victimación,

impidiendo de esta forma que se escuche el impacto de la barbarie y ahogando la

voz de las víctimas que la reclaman.

Por esta razón, surgió la idea de crear un Tribunal Internacional en donde se

tomara en cuenta dicha súplica de atención, dicho clamor de paz y reconciliación,

logrando de esta manera la implementación de un Estatuto con una filosofía

innovadora, en donde se creyó y se implementó la teoría que si se conoce la

verdad sobre el pasado, una persona enferma por el terror y las mentiras puede

empezar a curarse. Una filosofía en donde mediante la explicación del origen de

los regímenes represivos y la asignación de la responsabilidad moral por sus

actos, la esperanza de que un relato completo de los crímenes del pasado abriría

una vía para la reconciliación, no se quedaría solo en esperanza sino que llevaría

a la consecución de los fines tan altamente esperados por la humanidad.

Los creadores de la Corte Penal Internacional, Tribunal que de ahora en adelante

tendrá la labor de juzgar los delitos más atroces, produjeron una innovación

radical. Atribuyeron un lugar importante a las víctimas, conscientes de que la

justicia internacional sólo podrá cumplir su misión si éstas conformaran parte

integral de la voluntad de restaurar un orden quebrantado por crímenes de una

terrible gravedad, pues conforme al origen de sus disposiciones, sólo asumiendo

nuestra responsabilidad frente a los vencidos, atendiendo el estruendo que

produce su sufrimiento, siempre inútil, denunciando el olvido en que se encuentran


y tomando medidas conducentes involucrarlos en la vida cotidiana, es posible

pensar en transitar con éxito el sendero hacia la reconciliación y la paz.


CAPÍTULO I

LA VÍCTIMA Y EL SISTEMA PENAL

1. DEFINICIÓN DE VÍCTIMA

Una primera aproximación a esta definición nos la da Laurent Hinckers para quien

“Las víctimas para los abogados son clientes. Para la policía son quejosos. En el

hospital son pacientes. Para las compañías de seguros, un asegurado y casi

siempre para los vecinos un animal raro cuando no es un simple caso”1.

Esta es una definición en extremo realista que presenta la concepción

generalizada de lo que ha sido la víctima, quien ha sido tomada como un simple

objeto del delito, padeciendo el olvido e incluso el desprecio del sistema penal, o

en el mejor de los casos, inspirando únicamente compasión.

Sin embargo, es necesario hablar de una humanización del proceso penal se ve

como indispensable el que haya un acercamiento de la administración de justicia a

las víctimas de tal manera que a ellas les sea permitido la participación en el

proceso y en la ejecución de la sentencia para que se cumpla, al menos

parcialmente, con sus expectativas y necesidades. La víctima no puede seguir

siendo vista como un objeto, debe darse un nuevo concepto partiendo de las

1
Citado por PÉSANTEZ MUÑOZ, Washington, en “La protección de las víctimas” en
Diario La hora, Quito, Ecuador.
diferentes nociones que, a partir del desarrollo de la victimología, las normas

internacionales y la doctrina han esbozado.

A nivel etimológico, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, define a la

víctima como “aquella persona que padece un daño por culpa ajena o causa

fortuita”. En esta noción de uso común, hay un contenido jurídico que no puede

dejar de analizarse. En los textos legales encontramos que la persona que

padece un daño es llamada indistintamente “ofendido”, “perjudicado”, o “víctima”,

pero estos tres conceptos no pueden confundirse porque como lo explica

Landrove Díaz, “lo normal, y en orden a los sujetos afectados por el delito, es

distinguir entre sujeto pasivo – titular del bien jurídico lesionado o puesto en

peligro por la infracción – y perjudicado por el hecho criminal, que puede o no

coincidir con el sujeto pasivo”2.

Así, “ofendido” sería el sujeto que sufre directamente la lesión del bien jurídico

protegido por el ordenamiento, mientras que “perjudicado” sería aquella persona

que sufre en su esfera estrictamente patrimonial o moral, las consecuencias del

ilícito penal cometido, es decir, quienes no sufren el delito en su esfera física

(parientes de la víctima, o inclusive terceros)3.

Pero la definición de víctima que debe servir de base a la humanización del

proceso penal, necesita entender que la consideración de la persona humana

2
LANDROVE DIAZ, Gerardo, Victimología, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1990. pp. 88.
como un individuo de carne y hueso, individual o integrante de una colectividad,

sujeto de derechos y responsable frente a si mismo y a sus semejantes, es el eje

alrededor del cual debe girar todo intento de reelaboración de los conceptos

jurídicos fundamentales4. Esto para superar el concepto abstracto de la víctima

que limita en esta categoría al titular del bien jurídico protegido, ya que un criterio

más amplio nos indica que además del sujeto pasivo del delito, hay otras personas

naturales o jurídicas, que pueden haber sufrido daños como consecuencia de la

infracción, quienes deben tener los mismos derechos de quienes han sufrido la

agresión directa.

Al hablar de víctima el concepto no debe entenderse como si se tratara de un

sujeto individualizado o claramente identificado, pues es frecuente que en el

momento de cometerse la acción delictiva, el perjuicio de ésta trascienda hacia la

sociedad en su conjunto tal como sucede en los delitos contra el medio ambiente o

en los llamados delitos masa, en los que sus repercusiones dañosas se producen

en una pluralidad indeterminada de personas, que no necesariamente se

manifiestan al momento del hecho sino que por el contrario van apareciendo a lo

largo del tiempo5.

3
Cfr. SOLÉ RIERA, Jaime, La tutela de la víctima en el proceso penal, José María
Bosch, Barcelona, 1997, pp. 21.
4
Cfr. MESSUTTI, Ana, El tiempo como pena y otros escritos. Ed. Pontificia Universidad
Javeriana, Colección Criminología y Victimología N. 2, Santafé de Bogotá, 1998,
pp.115.
5
Cfr. RAMOS MENDEZ, La tutela de la víctima en el proceso penal, en Justicia, 1995,
III, pp. 27 y ss.
Para una mejor percepción de lo que puede suceder en estos casos, es preciso

tener claros tres elementos básicos en el concepto de víctima:

a. Sujeto pasivo de la infracción: Persona o personas sobre la cual recae la

acción del delincuente.

b. Perjudicados directos: Quienes, sin ser los titulares del bien jurídico

protegido, reciben directamente los efectos del delito. (Como por ejemplo

los parientes de la persona asesinada.)

c. Perjudicados indirectos: Quienes, sin ser titulares del bien jurídico ni

perjudicados directos, deben soportar las consecuencias indirectas del

delito, tales como las personas que convivían o contribuían al sustento o

bienestar del muerto en todos los órdenes, familiares o dependientes

inmediatos del sujeto pasivo que sufran daños al intervenir para asistir a la

víctima en peligro o para prevenir la victimización6.

En el ámbito internacional se ha reconocido que la definición de víctima debe

fundamentarse en el derecho internacional moderno, además de reconocer a las

víctimas de daños culturales y ambientales e incorporar un concepto más amplio

de relaciones familiares. Inclusive, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos

(TEDH), en su función de intérprete del Convenio Europeo de Derechos Humanos

(CEDH) de 1950, ha señalado que “por víctima, el artículo 25 del CEDH, designa

la persona directamente afectada por la medida, acto u omisión que impugna”; así

mismo, el TEDH ha desgajado del concepto de víctima el de perjuicio, de tal


manera que un individuo puede considerarse víctima a la luz del Convenio sin

necesidad de entrar a analizar el posible daño o perjuicio sufrido, incluso, “es

posible que exista violación sin que se produzca daño”7.

De acuerdo con la Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia

para las víctimas de Delitos y de Abuso del Poder (declaración sobre las víctimas),

la noción de víctima necesita ser profundizada al aplicarse a un sistema penal

concreto. Este punto también ha sido reconocido por el ETD, para quien el

concepto de víctima dista mucho de ser un concepto cerrado fijado de manera a

priori, por el contrario, establece que tendrá mayor o menor amplitud según los

casos y deberá ser definido en concreto en cada uno de ellos8.

Siendo esto así se tiene que existen diversos problemas que necesitan

profundizarse y sobre los cuales surgen variadas preguntas tales como ¿Cómo

debe manejarse una situación en donde la víctima sea una población entera

dentro de la cual deben realizarse trabajos de asistencia y reparación de los

daños? Igualmente y debido a la complejidad de los crímenes es posible que se

presente otra clase de conflicto en donde la situación se vuelve complicada de

6
Cfr. SAMPEDRO ARRUBLA, Julio Reflexión victimológica sobre la humanización del
proceso penal, en Universitas N. 100, Ed. Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá
2000, pp. 353.
7
Cfr. CATALÁ BAS, Consideraciones sobre el derecho al respeto de la correspondencia
en la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en revista General de
Derecho, No. 606, Marzo, 1995, pp. 1978 y ss.
8
Cfr. H. CATALÁ I BAS, Alexandre, Consideraciones sobre el derecho al respeto de la
correspondencia en la Jurisprudencia del TEDH, en Revista General de Derecho N. 606,
Valencia 1995, pp 1978 y ss. Cita las sentencias del TEDH del caso De Jong, Baljet y
Van del Brink, de 22 de mayo de 1984, y Jhonston y otros de 18 de Diciembre de
1986.
manejar, tal es el caso en donde se tenga a los criminales como víctimas o

testigos víctimas, ¿Cómo abordar tales casos? Muchas veces no se esclarece si

determinada persona es realmente una víctima hasta la sentencia final ¿Cómo

enfrentar esa situación sin perturbar la defensa del acusado?; y por último, ¿Es

necesario que además del trato diferenciado para mujeres y niños, haya

diferenciación de las víctimas según los crímenes9?

La redefinición del concepto de víctima significa comprender que en todo delito

hay diferentes niveles de afectación, los cuales deben ser determinados para

entender los intereses de cada perjudicado, los cuales inclusive pueden resultar

contradictorios. Una vez logrado esta comprensión, se vuelve indispensable

encontrar instrumentos que permitan cumplir las expectativas de todas las

categorías de víctimas aún cuando sus intereses no sean los mismos.

Finalmente, siguiendo el concepto del Congreso de las Naciones Unidas para la

prevención de la criminalidad y el tratamiento a los autores del delito, en donde se

establecen ciertos principios relativos al tratamiento de las víctimas, se esboza

como definición de las mismas el siguiente: “Las personas que individual o

colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales,

sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de los derechos

fundamentales, como consecuencia de acciones u omisiones que violen la

9
Cfr. TARCISO DEL MASO, Jardim Movimiento Nacional de Direitos Humanos, Informe
Monitor de la CPI, Brasil, Julio de 1999.
legislación penal vigente en los Estados Miembros, incluida la que proscribe el

abuso del poder.”

Los demás principios de la mencionada Declaración, continúan desarrollando el

concepto. Así, el principio segundo establece que “podrá considerarse víctima a

una persona, con arreglo a la presente Declaración, independientemente de que

se identifique, aprehenda, enjuicie o condene al perpetrador e independientemente

de la relación familiar entre el perpetrador y la víctima.” Este principio aclara

también que el concepto de víctima “incluye además, en su caso, a los familiares o

personas a cargo que tengan relación inmediata con la víctima directa y a las

personas que hayan sufrido daños al intervenir para asistir a la víctima en peligro o

para prevenir la victimización.”

Finalmente puede verse que la Declaración sobre las Víctimas es de gran

importancia en el tema que nos ocupa puesto que los redactores del Estatuto de

Roma pretendían que ésta ocupara un lugar especial en la interpretación del

Estatuto, encontrándose su influencia en la definición que de víctima nos ofrece la

regla 85 del Reglamento de Procedimiento y Prueba:

“Para los fines del Estatuto y de las Reglas de Procedimiento y Pruebas:

a. Por “víctimas” se entenderá las personas naturales que hayan sufrido un

daño como consecuencia de la comisión de algún crimen de la

competencia de la Corte.
b. Por “víctimas” se podrá entender también las organizaciones o instituciones

que hayan sufrido daños directos a alguno de sus bienes que esté

dedicado al culto religioso, la instrucción, las artes, las ciencias o la

beneficencia o a sus monumentos, hospitales u otros lugares u objetos que

tengan fines humanitarios.”

Concluyendo puede entenderse que el Estatuto de Roma recoge lo expresado por

las diferentes autoridades en el tema, pues reconoce a la víctima individual o

colectiva, y otorga un concepto general que abarca a toda persona que haya

sufrido un daño sin especificar si éste debe ser directo o indirecto, entendiéndose

incluidos los tres elementos del concepto de víctima anteriormente enunciados.

1.2. CONCEPCIÓN FILOSÓFICO JURÍDICA Y FUNDAMENTO DEL SISTEMA

PENAL

El crimen es una conducta que ha acompañado la historia del hombre. El delito es

un fenómeno psicológico, social y político, además de jurídico. En la escuela

positiva italiana se expusieron las ideas de Lombroso quien consideró que el

delincuente y el ser humano objeto de investigación, forman parte indisoluble del

plano penal10.

10
Cfr. NEUMAN, Elías, Victimología: el rol de la víctima en los delitos convencionales y
no convencionales, Buenos Aires: Universidad, 1984 pp. 21
Sin embargo, para estudiar el tratamiento del delito, es necesario analizar con

anterioridad el sistema penal y los conceptos más básicos para su construcción,

siendo éstos el de acción y el de norma.

La concepción cartesiana de la mente como sustancia, condujo a que en el

Derecho Penal se construyera una doctrina según la cual “la acción venía siendo

concebida como un hecho compuesto, esto es como la reunión de un hecho físico

(el movimiento corporal) y otro mental (la volición); de este modo, resultaba

factible establecer una diferencia ontológica entre las acciones y los demás

hechos, basada en la aportación de la mente”11.

Esta doctrina ha sido adoptada modernamente entendiéndose no como algo que

los hombres hacen, sino como el significado de lo que hacen. “La determinación

de si se está ante una acción –así como la del tipo de acción ante el que se está –

ya no se efectúa con parámetros sicofísicos, mediante el recurso a la experiencia

externa e interna, sino que tiene lugar en términos de reglas, o sea, en términos

normativos.” De esta forma las acciones serán interpretaciones que, según los

distintos tipos de reglas sociales, podrán darse al comportamiento humano12.

Esto porque se acepta que las conductas jurídico penalmente prohibidas son de

carácter contingente. Es decir que cada sociedad tiene sus propios tipos de

11
MARTINEZ BUJAN PÉREZ, Carlos, La ‘Concepción significativa de la acción’ de T.S
Vives y su correspondencia sistemática con las concepciones teleológico-funcionales
del delito, en Revista electrónica de ciencia penal y criminología, Coruña, 25 de
Noviembre de 1999.
valoración sobre el comportamiento del hombre, que además como producto

histórico que son, van evolucionando en cantidad y calidad a través del tiempo.

Por ello, se dan casos de conductas admitidas socialmente que, aunque sitúan a

determinadas personas en una situación en la que sufren un perjuicio, no son

merecedoras de sanción puesto que su valoración es social y no jurídica13.

De aquí se parte al segundo concepto importante del sistema penal que se explica

con la teoría de las normas. Según Vives, las normas jurídicas poseen una doble

esencia, pues son decisiones del poder y son también determinaciones de la

razón, es decir, el hecho de que las normas sean concebidas como directivas de

conducta (mandatos), no las despoja del segundo elemento de racionalidad

práctica llamado pretensión de validez (legitimidad), la cual no es necesariamente

una pretensión de verdad puesto que el delito no es un objeto real y, por ende, la

estructura del sistema no puede basarse en estructura objetiva alguna14.

Esta pretensión de validez se enmarca dentro de los valores que la norma

canaliza, los cuales tienen requerimientos de libertad, eficacia, utilidad, seguridad,

etc., pudiendo estos resumirse en la idea central de justicia que el ordenamiento

jurídico pretende instaurar15. En este sentido, debería abandonarse la idea del

12
Cfr. VIVES ANTON, T., Fundamentos del sistema penal, Tirant lo Blanch, Valencia, 1996, pp. 197-204.
13
Cfr. DE LA CUESTA AGUADO, Paz M., Victimología y victimología femenina: las
carencias del sistema, en Victimología femenina: asignaturas pendientes para una
nueva ciencia, ed. Universidad de Cádiz, Cádiz, 1994.

14 “Todos esos valores que se cobijan en el más amplio concepto de justicia…agrega


VIVES, Fundamentos…, pp. 482…entran en juego a la hora de proceder a la exigencia de
responsabilidades jurídico-penales”. Y conviene precisar que con esta afirmación VIVES
paradigma funcionalista que explica la función de la norma a partir de la teoría de

la penal, de tal suerte que la pena es precisamente el modo a través del cual la

norma penal opera como medio de control social; de este modo, la elaboración de

la teoría del delito aparece presidida por los fines de la pena y, en particular, por la

idea de la prevención general15.

Teniendo esto en cuenta y siguiendo los fines de protección a la víctima, se ve

necesario que la concepción funcionalista de la norma debe ser abandonada, pues

es con este concepto con el que precisamente se presenta el despojo de los

derechos de las víctimas por parte del Estado, actuando éste como monopolizador

de la infracción de la pena y la prevención del delito. Mientras que, si se acoge el

concepto del valor de la justicia como el fin último que pretende alcanzar la norma,

se entenderá que ésta no se logra con la simple imposición de la sanción al

infractor, sino que por el contrario, si se comprende la composición resarcitoria de

la justicia, necesariamente la víctima debe entrar a jugar un papel preponderante

para que se de la consecución de este fin.

1.3. INICIOS Y DESARROLLO DEL SISTEMA PENAL

La evolución del proceso y de la acción penal puede dividirse en cuatro etapas

históricas que sintetizan su desarrollo en la humanidad hasta la codificación

está indicando que todos los valores citados habrán de tomarse en consideración a la hora
de elaborar las diversas categorías del sistema penal (o sea, a la hora de articular las
diversas "pretensiones de validez de la norma penal").
15
Cfr. VIVES, Fundamentos…Ob. Cit., pp. 482
moderna dominada por los Códigos de Procedimiento Penal de Francia, Austria y

Alemania.

En primer lugar se tiene que el proceso penal se inicia en Grecia, en donde el

Consejo de Ancianos y la Asamblea del pueblo llevaban a cabo juicios orales de

carácter público en donde sancionaban a quienes ejecutaban actos que atentaban

contra los usos y costumbres. “El ofendido, o cualquier ciudadano presentaba y

sostenía acusación ante el Arconte, el cual, cuando no se trataba de delitos

privados y, según el caso, convocaba al tribunal del Aerópago, al de los Ephetas y

al de los Heliastas.” El acusado se defendía a sí mismo, aunque en ciertas

ocasiones le auxiliaban algunas personas16.

Luego, el proceso penal romano introdujo nuevos elementos, algunos de los

cuales integran el proceso penal actual. En Roma se adoptaron conceptos

griegos para establecer, en primer lugar, un proceso penal privado en donde el

Estado era una especie de árbitro que resolvía el caso basándose en lo que las

partes exponían. Sin embargo, este tipo de proceso no tuvo una larga vida y

pronto se pasó al proceso penal público en donde el Estado sólo intervenía ante

los delitos que representaban una amenaza para el orden y la integridad política,

correspondiéndole a éste la primera forma del proceso, la cognitio, en la cual el

Estado ordenaba las investigaciones pertinentes para conocer la verdad de los

16
Cfr. RIVES SEVA, Antonio Pablo, Historia, antecedentes de la teoría de la acción
penal y del proceso penal, en Noticias Jurídicas, Barcelona, Febrero de 2001.
hechos, y el procesado sólo tenía injerencia hasta después de que se había

pronunciado el fallo, para solicitar al pueblo la anulación de la sentencia.

En el último siglo de la República surgió una nueva forma llamada acccusatio, en

la que la averiguación y el ejercicio de la acción fue encomendada a un accusator,

ciudadano representante de la sociedad, cuyas funciones no eran propiamente

oficiales. La declaración del derecho era competencia de los comicios, de las

questiones y de un magistrado.

Durante la monarquía, surgió el procedimiento inquisitivo y con él los elementos de

tortura que se aplicaban al acusado y aún a los testigos. En éste juzgaban

principalmente los pretores, procónsules y prefectos.

En la época imperial, la administración de justicia estaba a cargo del Senado y los

emperadores, pero existían tribunales penales que se encargaban de la

información preliminar, la dirección de los debates judiciales y la ejecución del

fallo. Los interesados abandonaron la acusación privada en manos del Estado y

los magistrados, quienes entonces la llevaban a cabo mediante un proceso

extraordinario.

En el derecho canónico instaurado en España, la situación se manejó de manera

un tanto similar. La Iglesia construyó un tipo especial de proceso con base en

algunos elementos del proceso romano y otras características propias del proceso

inquisitivo, cuyos principios básicos (inquisitio ex officio, independencia del juez


para la investigación de la verdad, entre otros) fueron construidos y desarrollados

por ella misma. En este sistema se usaba la tortura para obtener la confesión del

acusado, quien carecía de defensa ante el juzgador en quien se reunían las

funciones de acusación, defensa y decisión. En éste eran los comisarios los

encargados de practicar las pesquisas para hacer saber al tribunal del Santo

Oficio la conducta de los particulares, en relación a las imposiciones de la propia

Iglesia. Los actos y funciones procesales fueron atribuidos a los inquisidores.

Tomando en cuenta los caracteres romanos y canónicos, nace y se desenvuelve

en Italia el proceso penal común en el siglo XII, debido principalmente a la labor de

los jurisconsultos boloñeses. Este proceso reunía en mayor medida los elementos

del proceso inquisitivo en cuanto que se desarrollaba con sus formas (secreto y

por escrito) durante el sumario, y el juez tenía absoluta libertad para la valoración

de las pruebas, aunque en algunos casos excepcionales regía el sistema de tarifa

legal.

A finales del siglo XVIII surge la filosofía racionalista con aspiraciones a una

reforma del proceso penal que reconociera la libertad del individuo y los derechos

humanos. Este movimiento de reforma quedó plasmado en las leyes procesales

promulgadas durante la Revolución Francesa (1789-1791), y años más tarde, en

el proceso reformado alemán (1848).

Como segunda medida, encontramos que, unida a la evolución del proceso penal

está el desarrollo de la acción penal, concebida en Roma como “el derecho a


perseguir en juicio aquello que se nos debe”. Esta evolución se presenta en tres

etapas básicas: la acusación privada, la acusación popular y la acusación estatal.

En la antigüedad correspondía a la persona que sufría el daño ejercitar la acción

penal. En esta época regía la Ley del Talión que establecía que el ofendido podía

aplicar a su agresor el mismo daño que éste le había causado a aquél. El hombre

defendía por sí mismo sus derechos a través de la venganza privada.

Hubo periodos en los que se prescindió de la Ley del Talión, puesto que surgían

casos en los que ésta era de difícil aplicación, como en los delitos cometidos

contra la honestidad. Sin embargo, en Roma se volvió a restablecer ya con un

sentido más jurídico: “si alguno rompe un miembro a otro y no se arregla con él,

hágase con él otro tanto”. De esta forma, la fórmula quedaba subordinada al

previo arreglo de las partes.

Posteriormente se aceptó la composición como una pena pecuniaria que el

ofendido estaba obligado a aceptar como indemnización por parte del agresor.

Años más tarde, surgió en Roma la acusación popular, dejando en manos de

cualquier ciudadano, además del ofendido, el ejercicio de la acción en cuanto se

generó la concepción que los delitos engendraban un mal en toda la comunidad, y

por tanto, cualquiera podía solicitar a la autoridad la represión del ilícito. Así, un

tercero ajeno a la víctima del delito perseguía al responsable y procuraba su

castigo.
Por último surgió la acusación estatal cuando el Estado decidió confiscar de

manos de la víctima el control del ilícito, y los ciudadanos aceptaron dejar en sus

manos el monopolio de la represión del agresor.

1.3.1. LAS VÍCTIMAS EN EL PROCESO PENAL

Como lo ha expuesto en repetidas ocasiones la doctrina nacional y extranjera, la

construcción del sistema de garantías del proceso penal se ha hecho pensando

básicamente en el imputado, olvidando a las víctimas del delito quienes

verdaderamente son sus principales protagonistas.

Aunque hay que admitir que la ley procesal brinda diferentes posibilidades de

ejercicio de la acusación (oficial, particular, privada, popular) que permiten al

perjudicado una variedad de oportunidades para incorporarse al proceso penal,

esta misma ley considera a la parte perjudicada por el delito como parte

contingente, no necesaria del proceso penal. Para que el proceso penal siga su

curso no es imprescindible que la víctima sea parte efectiva del mismo17.

Constitucionalmente, en nuestro país como en muchos otros de los que recibimos

su influencia para la construcción de nuestro sistema penal, está consagrado

como principio fundamental la presunción de inocencia como garantía básica para

17
Cfr. SOLÉ RIERA, Jaume La tutela de la víctima en el proceso penal, ed. José María
Bosch, Barcelona, 1997, pp. 30
el presunto imputado, aún cuando surjan situaciones sospechosas que revelen

una apariencia contraria a la inocencia. No obstante lo anterior, no se ofrecen

iguales garantías proteccionistas al perjudicado, por el contrario, en muchas

ocasiones queda abandonado a su propia suerte.

Sucede con frecuencia que de las pocas ocasiones en las que los delincuentes

son apresados, les basta con declararse insolventes para que las posibilidades de

la víctima de verse indemnizada en su derecho desaparezcan. En este sentido

cabe preguntarse ¿Por qué el perjudicado por el delito no es tratado de igual

manera que el presunto culpable, autor del ilícito penal? ¿Acaso al Estado no le

corresponde precisamente proteger a quien sufre las consecuencias de su propia

falta de seguridad y defensa? Si el Estado ha asumido de forma exclusiva la

defensa del ciudadano, cuando esa defensa se quiebra y se produce el ilícito

penal que genera un perjuicio a la víctima, el Estado aparece como responsable

del mismo por lo cual debería sufragar sus consecuencias18.

Esta situación de marginación de la víctima se origina gracias al despojo por parte

del sistema penal a la víctima, pues se ha reflejado que se sustituyó a la persona

de carne y hueso por una víctima simbólica y abstracta llamada comunidad. Así

mismo, la víctima real quedó relegada a un plano inferior y hoy en día se ve

únicamente como un objeto de prueba, exento de derechos y en total estado de

indefensión, pues la intervención que ella tiene dentro del proceso como tal, se

reduce a la rendición de un testimonio en el cual el sistema considera que con su


declaración de los hechos y su respuesta a las preguntas que en esta etapa les

son realizadas, es participación más que suficiente, luego de la cual, la víctima del

ilícito penal debe retirarse para que sea el poder judicial el que determine tanto la

suerte del imputado como el resarcimiento de los perjuicios a ella causados.

Es así como el Estado puede verse como limitante de las expectativas de las

víctimas en la mediada en que asume el control del delito que antes poseía

aquella, correspondiéndole en exclusiva la reacción violenta del interés de la

víctima, hasta el punto que a ésta se le prohibe hacerse justicia por su propia

mano, dejando el monopolio del castigo por la lesión de sus intereses en cabeza

del Estado. Este concepto ha sido interpretado por Gutierrez Alviz19 como de

“neutralización procesal”, dadas las escasas oportunidades de tutela y

participación efectiva que el proceso penal ofrece a la víctima del delito.

Históricamente, en general los juicios penales en los diferentes sistemas de

derecho han estado más orientados a reivindicar el interés de la sociedad por

prevenir y castigar los delitos, que a una preocupación por las víctimas en si, sus

derechos y la necesidad de reparación que puedan sentir20, logrando que la

víctima sienta no sólo el abandono del Estado cuando necesita de un apoyo y

atención especial, sino que además el establecimiento se convierte también en

18
Cfr. SOLÉ RIERA, Jaime, La tutela…Ob. Cit., pp. 30.
19
Cfr. GUTIERREZ ALVIZ Y CONRADI, Faustino, Nuevas perspectivas sobre la situación
jurídico penal y procesal de la víctima, en Poder Judicial, N.18, pp.80.
20
Cfr. Caucus de Mujeres. Recomendaciones sobre reglas de procedimiento y prueba.
Sesión Noviembre – Diciembre de 1999 del Comité Preparatorio. Puede consultarse en
la página de Internet http://www.iccwomen.org/zsp/reports
victimario añadiendo un elemento negativo a la dramática situación que de por si

debe afrontar el perjudicado por el delito cuando se analiza el conjunto de

perjuicios adicionales que sufre la víctima en el tratamiento que recibe del Estado

en el procedimiento penal.

Si bien es cierto que la ocurrencia de un delito afecta a toda la comunidad, debe

verse que dentro de ella, quien fue víctima de ese delito sufre mucho más que el

resto, y por tanto, el Estado y la ley debieran otorgar un trato diferenciado a quien

sufre en forma diferencial sus defectos. Pero por el contrario, el sistema penal

prioriza su atención en el imputado y en la pena, dejando en un lugar mucho más

apartado, la búsqueda oficiosa de la reparación del daño. Aún más, el

procedimiento que se desencadena de esta actividad del Estado causa a la

víctima nuevos agravios que podrían evitarse.

En primer lugar, está la falta de información que la víctima tiene de la forma de

hacer efectivos sus derechos y la ignorancia respecto del proceso penal del que

debiera hacer parte activa. El hecho de que la víctima del delito “no reciba la

atención jurídica correspondiente, que sea completamente mediatizado en su

problema y que, más aún, en muchos casos, reciba un tratamiento que le significa

ahondar la afectación personal sufrida con el delito, implica que los operadores del

sistema penal procesal le determinan sus características de desamparo e

inseguridad, con lo cual se reafirma su etiqueta de víctima”21.

21
Cfr. BUSTOS RAMIREZ, Juan y LARRAURI, Elena, Victimología: presente y futuro, Ed.
Temis, Bogotá 1993, pp. 44.
Este fenómeno se conoce como la “revictimización” o “victimización secundaria”

pues el que sufre por el delito vuelve a sufrir con el trámite legal que se pone en

marcha para investigarlo y juzgarlo. Desde el punto de vista psicológico es

evidente que el sentimiento de miedo, inseguridad o indefensión que a la víctima

crea el autor del delito con su acto, se reactiva o revive durante toda la tramitación

del proceso. “Invocándose la carga pública que significa atestiguar, y siendo

víctima, que normalmente conoce detalles del hecho investigado, un sujeto de

prueba muy valioso, se le exige que preste su relato una y otra vez ante la policía

o ante el tribunal, que reconozca personas u objetos, que participe en careos, todo

en aras de descubrir “la verdad” y poder sancionar al culpable. Ello, motivado en

reconocidos y elogiables objetivos, muchas veces hace olvidar que la víctima

vuelve a sufrir mucho por esa circunstancia, dado que su actuación implica revivir

la angustiosa experiencia padecida”22.

Además, desde una perspectiva económica y sociolaboral, a estos perjuicios se

suma la pérdida de tiempo que implica esa atención al llamado de la justicia, horas

y días de trabajo empleados en asistir a todo tipo de actuaciones procesales,

tiempo que muchas veces excede el realmente necesario.

Así las cosas, podemos entender el estado actual de la posición de la víctima en el

proceso penal, imaginando el supuesto fáctico que se presenta ante la comisión

22
NOILLET, Héctor, La víctima, la mediación y el sistema penal. Puede consultarse en
la página de Internet www.monografías.com/trabajos6/vime/vime.shtml
de un delito. “Los protagonistas en el drama criminal son despojados del conflicto

y el proceso penal pasa a ser un escenario en el que sólo tiene cabida el victimario

y el Estado.”23, olvidando que la víctima, a quien el ordenamiento jurídico le

prohíbe la justicia por la propia mano, quiere – justa y razonablemente – la

condena de su agresor y el resarcimiento del daño sufrido.

En esta medida, interviene la Fiscalía en la causa como representante del

monopolio del Estado, pero la actuación procesal que ésta despliega no satisface

las expectativas del agraviado quien se limita a hacer ciertas peticiones sobre

pruebas, argumentos, estrategias procesales, etc., que son rechazados o

ignorados. Al Estado le es indiferente el consentimiento de la víctima a favor o en

contra de la persecución penal (a tal punto que no importa si ésta quiere desistir

de la denuncia), pero sí le exige el despliegue de gravosas cargas públicas tales

como testimoniar, enfrentarse a reconocimientos y careos, etc., en cumplimiento

de los cuales la víctima se enfrenta a la pérdida de su propio tiempo (que podría

emplear en el cuidado de sus hijos menores por ejemplo) y no pocas veces, a

malos tratos cada vez que deben participar en actos procesales.

Enfrentar varias veces al doloroso recuerdo de lo vivido, dejar de trabajar, asumir

situaciones de riesgo, etc., son conductas exigidas a la víctima sin importar su

voluntad al respecto, simplemente se invoca que ello es necesario para

“administrar justicia”. Pero a esa víctima no se le atiende en sus deseos y

23
SAMPEDRO ARRUBLA, Julio, La mediación penal: instrumentos para la humanización
del proceso, en Universitas N. 101, Ed. Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 2001.
peticiones, por más razonables y justificados que sean. Es más, no son siquiera

informados sobre el desarrollo del proceso como tal, pues no son considerados

como parte dentro del mismo debido a que no son vistos como asumiendo un

papel procesal concreto.

En este orden de ideas, encontramos que una de las situaciones que merecen

más atención es la medida en que las víctimas deban colaborar con los tribunales

de justicia, pues por obvias razones, ellas pueden hacer grandes aportes al

proceso penal, sin que esto se presente como una nueva victimización.

Siguiendo este argumento podría cuestionarse entonces si la víctima está

totalmente desprotegida en el proceso penal. ¿Quién tiene las atribuciones de

parte o el deber de defender los intereses de las víctimas? En la gran mayoría de

los sistemas penales puede decirse que esta tarea la desempeña el Fiscal, pero

éste es más un representante del Estado y su designación se produce sin ninguna

participación del ofendido, por lo que resulta difícil sostener esa posición.

Afortunadamente, puede decirse que a pesar de las disparidades en muchos

sistemas normativos de Europa continental y en América Latina, con la aparición

de la victimología, se ha dado una tendencia clara orientada a restituir a la víctima

una función de primer orden en el proceso penal.

Actualmente, en estos sistemas se reconoce la inclusión de la víctima en el

proceso mediante su constitución como parte civil. Cuando ella somete


formalmente sus pretensiones ante el Ministerio Público, el juez de instrucción o el

juez de fondo, actuando con calidad, capacidad e interés, se presenta la única vía

reconocida para procurar el castigo o sanción de quien pretenden les ha dañado24.

No obstante esto, según importantes juristas, ello en definitiva no es suficiente

pues “la fundamentación valorativa de la pena no debe centrarse principalmente

en la acción y el desvalor del delito, ni en la conducta y resocialización individual

del delincuente. Debe prestar principal atención, ante todo, a la victimación y su

reparación, a los perjuicios que sufren las víctimas. Esto difiere radicalmente del

contenido y las metas del sistema penal y de la criminología tradicional. Nos

interesa lo que lesiona de manera insoportable la esfera de la libertad individual

más que lo que afecte en general al bien jurídico de toda la sociedad en abstracto.

Nos preocupa estructurar un proceso penal y una sanción a la medida de las

personas vulnerables y heridas. Por eso buscamos correcciones de rumbo que se

dirijan a reclamar una mayor implicación de las víctimas y a destacar siempre la

importancia de la indemnización de daños y perjuicios en cada ser humano”25.

24
OLIVARES GRULLÓN, Felix D. La víctima en el proceso penal: ¿Simple excusa o
protagonista? En Gaceta Judicial, año 3 N. 68, del 21 de octubre al 4 de Noviembre de
1999, Santo Domingo, República Dominicana.
25
BERISTAIN S.J., Antonio, Algo mejor que la desacralización de la pena kantiana
(protagonismo de las víctimas), en Universitas N. 102, Ed. Pontificia Universidad
Javeriana, Bogotá, Diciembre de 2001, pp. 13.
1.3.2. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA POSICIÓN DE LA VÍCTIMA EN EL

PROCESO PENAL

Dentro de esta historia del proceso penal, se ha visto que, aparte de la llamada

“Edad de oro de las víctimas”26, éstas han sido las grandes ausentes del proceso

penal de todos los tiempos.

Como se mencionó en el capítulo anterior, en un primer momento el Estado

encomendó la persecución penal exclusivamente al ofendido y las acciones

procesales emergentes de los delitos eran sólo privadas. En esta esfera surgieron

mecanismos como la autotutela en manos de la víctima o su familia y la

composición, que era el mecanismo por el cual se evitaba la venganza privada

mediante el pago de una reparación a la víctima, demostrando el fuerte

predominio del ofendido como actor del proceso en el derecho germánico. Así

mismo, si la víctima no lograba un acuerdo con el victimario, podía reclamar

judicialmente, por ella o por su familia, una reparación judicial del conflicto, y con

ello comenzaba el proceso judicial de neto corte acusatorio27, que solamente

concluía cuando se lograba la satisfacción del afectado.

Sin embargo, se consideró que por falta de capacidad, o por miedo, y muchas

veces por desidia, entre otras razones, la víctima permanecía inactiva ante

26
HERRERA, Myriam, La hora de la víctima. Compendio de victimología, Editoriales de
Derecho Reunidas S.A. (Edersa), Madrid, 1996, pp.36
27
Cfr. MAIER, Julio Derecho Procesal Penal, t. I, Ed. De Puerto, Buenos Aires, 1999,
pp.265.
ofensas que afectaban igualmente intereses sociales o estatales, y con la llegada

de la codificación luego de la edad media, la persecución del delito salió de la

esfera privada.

Comenzó entonces una fuerte pugna entre el Estado moderno y los particulares

en la aprehensión del control social. En efecto, con la Inquisición, surgió la

persecución penal pública como un instrumento estatal de control social directo de

sus súbditos, quienes eran castigados, no en virtud de haber generado un

conflicto, sino por infringir un mandato del poder estatal. Por lo tanto, no

importaba el daño que causaba la infracción ni quién fuera el afectado, lo que se

tomaba en cuenta era que con dicha conducta se estaba desobedeciendo un

mandato obligatorio para todos28.

Con esta concepción se cambió el fundamento de la persecución penal, pues se

abandonó el concepto de daño provocado a un individuo como tal, y se adoptó

uno nuevo en donde se creó la noción de infracción entendida como la acción de

ocasionar una lesión frente a Dios o frente a la persona del rey29.

Durante el sistema inquisitivo aparece la figura del procurador del rey, que es de

donde se origina el Ministerio Público, el cual tenía la tarea de la persecución

penal en nombre del rey. Igualmente, aparece un nuevo fin y un nuevo objeto en

28
Cfr. MAIER, Julio, Derecho….Ob. Cit., pp. 296.
29
Cfr. BOVINO, Alberto, La participación de la víctima en el procedimiento penal, en
Problemas del derecho procesal contemporáneo, Ed. Del Puerto, Buenos Aires, 1998,
pp. 91.
el proceso penal siendo éste la averiguación de la verdad, a la que se llega por

medio de la indagación. Con esto el imputado se transforma en un verdadero

objeto de la persecución penal justificado por la necesidad de llegar a la verdad de

los hechos, donde la víctima se ve redefinida pues queda por fuera de la escena

participando en el proceso a lo sumo como testigo o como instrumento para que

legitime, con su presencia, el castigo estatal30.

El Ministerio Público fue insertado legalmente en el sistema de tal manera que

frente a un delito de acción pública debía accionar necesariamente y una vez

puesta en marcha la misma no se podía disponer de ella. Esta modalidad de

acción de este órgano, imperante aún en muchos sistemas penales, significó

finalmente la confiscación del conflicto a la víctima, por parte del Estado, cuyas

decisiones sobre las consecuencias penales del hecho que sufriera eran

absolutamente irrelevantes31.

Con la ilustración surgió un proceso reformador que introdujo nuevos elementos al

proceso penal y a la relación del sistema con el imputado, no obstante esto, no se

lograron mejoras sustanciales a la posición de la víctima en el proceso penal,

debido a que se mantuvo vigente la ideología autoritaria de control social y el

concepto de infracción pero en relación a un daño social.

30
BOVINO, Alberto, La participación….Ob. Cit., pp. 91.
31
Cfr. FOUCAULT, Michael, La verdad y las formas jurídicas, Ed. Gedisa, Barcelona
2001, pp. 76.
En años posteriores a la reforma de la Ilustración, se consolidó la idea de que en

el delito existían elementos que tenían una mayor importancia que el daño

concreto ocasionado a la víctima, lo cual justificaba la persecución penal por el

Estado, lo que dio como consecuencia que se desarrollara el concepto de bien

jurídico, el cual, en palabras de Maier “...servía a la consecución de la anonimidad

para la víctima, en tanto la objetivaba, y así el derecho penal se podía dedicar a su

protección, a la protección de aquello que estaba más allá del daño real provocado

a una persona y próximo a la desobediencia, al control de los comportamientos

que hacían peligrar la paz jurídica dentro de un determinado sistema de

organización social. El conflicto se reducía a la relación Estado – súbdito; en la

traducción procesal, persecución estatal – imputado”32.

En síntesis, la víctima ha adoptado diferentes posiciones dentro del proceso penal

pero generalmente se ha presentado mayoritariamente su ausencia y abandono.

En el derecho contemporáneo, en un principio, cuando se vio el delito como

“interacción entre el autor y la víctima en el espectro social”33, se empieza a hablar

de la importancia de la víctima en el proceso34, pero en el siglo XX se

abandonaron estas ideas para dar paso al proceso de neutralización de la víctima,

con base en las cuales se construyó y desarrolló el sistema penal de la época.

32
Cfr. MAIER, Julio, La víctima y el sistema penal, ed. De Puerto, Buenos Aires, 1992,
pp. 187
33
Cfr. VON HENTIG, Hans, The criminal and his victim, Ed. Archon Books, Hamdem,
Conn., New York, 1979.
Finalmente, la tendencia se ha ido revirtiendo llevando a la revalorización del rol

de la víctima con el reconocimiento de una mayor participación en el proceso

penal mediante su ingreso a él como querellante conjunto, adhesivo, subsidiario,

exclusivo o particular35. En esta orientación se destaca el rescate del rol de la

víctima al reconocérsele efectivamente como legítima interesada en el resultado

del proceso debido a que precisamente ostenta un derecho que emergido de la

propia conformación del ilícito36.

A partir del reconocimiento de instrumentos legales internacionales y la

jurisprudencia integrada, se ha consolidado la idea de “reconocer que se han

violado derechos humanos fundamentales a quienes han sufrido las

consecuencias de un delito y por tal motivo merecen amparo legal”37. Esto hace

que las corrientes procesales modernas hayan venido incorporando ciertos

derechos a las víctimas, tales como los acuerdos reparatorios, aún con la

presencia de numerosas críticas de la dogmática penal que hablan de una

supuesta privatización de los conflictos.

34
Cfr. REYNAGA, Juan Carlos, La posición jurídica de la víctima en las últimas reformas
del derecho y en el proceso penal argentino, en Derecho Penal 5, Ed. Juris, 1997, pp.
110.
35
Cfr. BAILONE, Matías, El Derecho Penal en América Latina. Puede consultarse en la
página de Internet www.derechopenal.8m.com
36
Cfr. FERRER, Carlos, El querellante particular en el Código Procesal Penal de
Córdoba, en Revista de Derecho Penal Integrado, año II, N. 2, 2001, pp. 53
37
Cfr. BAILONE, Matías, El Derecho…, Ob.cit. www.derechopenal.8m.com
1.4. ANTECEDENTES DEL TRATAMIENTO A LAS VÍCTIMAS A NIVEL

INTERNACIONAL. TESTIMONIOS

La jurisdicción penal internacional es un sueño de la humanidad desde tiempo

atrás. Uno de los primeros antecedentes se presentó en el tratado de Versalles de

1919 en el artículo 227, donde se produjo el enjuiciamiento del emperador de

Alemania, Guillermo II, por un Tribunal Internacional para responder a la

acusación de “ofensa suprema contra la moral internacional y la autoridad sagrada

de los tratados”. Pero, tras rehusarse los Países Bajos a entregar al acusado, el

juicio nunca tuvo lugar y Guillermo II murió en el exilio neerlandés, en 1941.

Así entonces puede decirse que el sueño se vio de alguna manera cumplido con el

establecimiento del Tribunal ad hoc de la TPIY de Yugoslavia en 1993, y el

Tribunal ad hoc de la TPIR de Ruanda en 1995, los cuales constituyen los únicos

ejemplos precedentes al Estatuto de Roma en lo que atañe a la jurisdicción penal

instituida por la comunidad internacional en su conjunto, ya que se crearon para

juzgar las violaciones al Derecho Internacional Humanitario cometidas tras la

desaparición de la ex Yugoslavia y en Ruanda, Tribunales estos constituidos de

manera completamente distinta a lo visto anteriormente, en donde los juicios que

se llevaban a cabo eran impuestos por los vencedores a los vencidos dentro un

conflicto internacional.

Sin embargo, ante la gravedad de los hechos y la urgencia manifiesta de juzgar a

los culpables, el procedimiento para el establecimiento de estos dos tribunales


puede calificarse como ambiguo puesto que se optó por la vía de decisiones

unilaterales dimanadas del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Así

entonces se vio que la elaboración y concertación de un tratado o de un acuerdo,

siguiendo la vía tradicional, habría requerido mucho tiempo yendo en contravía

con el funcionamiento inmediato que se requería de los tribunales. De esta

manera, hoy la suerte de las dos jurisdicciones depende de las decisiones del

Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en el que las cinco grandes

potencias tienen derecho a veto.

Los estatutos de los Tribunales fueron elaborados por el Servicio Jurídico de las

Naciones Unidas, sin mayores modificaciones del Consejo de Seguridad por lo

cual se tuvo como resultado textos incompletos que dificultan el papel del

intérprete y de los propios magistrados, aunque a éstos últimos se les dotó de

libertado para adoptar la que en su concepto, sea la interpretación más adecuada

en cuanto a eficacia y utilidad, en virtud al papel preponderante que tienen en la

elaboración de las normas por las que se rige su actividad.

Ahora, el establecimiento de dos jurisdicciones con numerosos nexos

institucionales lleva a preguntarse si no hubiera sido mejor establecer una

jurisdicción penal única atendiendo el afán de economía y eficacia. Sin embargo,

los testimonios que se analizarán posteriormente, indican que para las víctimas es

importante sentir el tribunal como propio, y esto se logra en mayor medida con la

jurisdicción de los dos tribunales en sedes más cercanas a las comunidades más

afectadas.
Así mismo, es importante entender las normas que estos Tribunales establecen en

cuanto a la protección de las víctimas o testigos, en cuanto que, más adelante los

testimonios de las víctimas implicadas en las investigaciones llevadas a cabo por

los tribunales, permitirán esclarecer si estas normas son suficientes para cumplir el

propósito que su título enuncia.

El artículo 22 del Estatuto del Tribunal Penal Internacional para Yugoslavia y 22

del Estatuto del Tribunal Penal Internacional para Ruanda, incluyen la posibilidad

de dar protección a la identidad de la víctima mediante diversas modalidades allí

especificadas. Esto gracias a que la jurisprudencia de los Tribunales puso de

relieve la importancia de un proceso equitativo no sólo frente al acusado, sino

también frente a la víctima o al testigo, calidades que muchas veces concurren en

la misma persona, haciéndola vulnerable y merecedora de ayuda y protección

especial en tanto que estas personas corren grave peligro y numerosos riesgos

cuando abandonan el Tribunal y regresan a su país.

Para poder realizar un análisis más específico y claro sobre el tratamiento actual a

las víctimas, es importante estudiar entonces los casos que hasta el momento se

han venido presentando a nivel internacional, con el fin de posteriormente llegar a

concluir cuál es su verdadera efectividad. Para esto se tendrán en cuenta


testimonios recogidos en una investigación llamada “Antecedentes: Víctimas y

Testigos en la Corte Penal Internacional”38.

El primer interrogatorio de testigos ante el TPIR tuvo lugar el 17 de Enero de 1997,

en el marco del caso Akayesu. De las experiencias de dos mujeres que

participaron como testigos siendo a la vez víctimas, pueden sacarse valiosas

conclusiones con respecto a las medidas necesarias para garantizar la

participación de la víctima en el proceso, sin que ello signifique el sometimiento a

nuevos sufrimientos, más si se tiene en cuenta que en este Tribunal se juzgaron

delitos considerados como violaciones muy serias del Derecho Internacional

Humanitario, los cuales necesariamente tuvieron que causar grandes perjuicios a

las personas afectadas por ellos.

Estas mujeres rwandeses deseaban mantenerse en el anonimato, y por lo tanto,

en el seminario realizado por el Caucus de Mujeres en donde ellas relataron sus

testimonios39, fueron designadas como Testigo A y Testigo B, y relataron aspectos

de su vida que permiten delimitar su perfil, en cuanto lo concerniente al caso.

La testigo A relató que el 10 de abril de 1994, la milicia (Interhawme) se presentó

en su casa, sacó a su marido al exterior y lo asesinó. Cuatro días después la

milicia volvió a la casa para violarla, hecho que se repitió diariamente durante tres

38
Cfr. COMISIÓN ANDINA DE JURISTAS, Antecedentes: Víctimas y Testigos en la Corte
Penal Internacional. Se puede consultar en la página de Internet
www.cajpe.org.pe/rij/bases/temario/ni%C3%B1o/dpn.htm
meses en los que la testigo no pudo abandonar su dormitorio. Había hombres

constantemente en su casa, violándola. Mientras un grupo estaba con ella en el

dormitorio, otro grupo esperaba en el salón para sustituirlo. La suegra y los hijos

de la testigo A permanecieron en la misma casa durante todo ese tiempo.

Cuando terminó el genocidio y la milicia se fue de la casa, la testigo A estaba en

tan mal estado que no recuperó totalmente la conciencia sino hasta después de

varias semanas. Cuando por fin fue capaz de ir al médico, en Octubre de 1994,

éste le dijo que tenía una infección como consecuencia de las violaciones

repetidas. Es claro que a causa de las atrocidades sufridas, la testigo conservaba

las secuelas físicas y psicológicas de estos actos hasta el día en que estaba

rindiendo su relato. Su estomago seguía muy hinchado y contó que muchas

veces pierde el contacto con su entorno ya que en su mente ve a los milicianos

entrando en su dormitorio y desvistiéndose una y otra vez.

La testigo A declaró también que para ella es muy importante que los autores sean

condenados. Pero además señaló que no sólo son culpables los hombres que

estuvieron en su casa sino que son aún más importantes las personas que tenían

buena posición social y que fueron los que planearon y dieron las órdenes para el

genocidio. En esta medida pensaba cooperar con el Tribunal aunque manifestó

que sentía que el TPIR, con sede en Arusha, le resultaba ajeno, y por lo tanto así

sentiría cualquier justicia que este Tribunal administrara.

39
El primer panel llamado “Las testigas hablan” se celebró el 27 de Julio de 1999.
Revista Internacional de la Cruz Roja No. 144, pp. 645-653.
El relato de la testigo B se centra más en el tratamiento recibido dentro del TPIR.

Manifestó que tiene una carrera profesional y es madre de varios hijos propios y

de otros que se quedaron huérfanos durante las masacres. Varios miembros de su

familia fueron asesinados durante el genocidio.

Los investigadores del TPIR la buscaron en 1995 como testigo potencial para

declarar contra un acusado de genocidio. Sin embargo, la primera vez que se

pusieron en contacto con ella no se identificaron como investigadores sino que se

presentaron como clientes potenciales exigiendo ser recibidos antes que otros

clientes y ocupando gran cantidad de tiempo intentando tomar una declaración.

En dos ocasiones más, los investigadores la buscaron y cada vez le aseguraron

protección en caso de testificar y sobre todo – y esto era lo que más preocupaba a

la testigo puesto que conocía al acusado – que el acusado no iba a saber que

estaba declarando contra él.

Luego la testigo no volvió a ser contactada hasta 1997 cuando le pidieron que

fuera al tribunal en Arusha a declarar. La llevaron a Arusha en un avión de las

Naciones Unidas que hacía evidente ante los demás que estaba involucrada de

alguna manera con el Tribunal. Esto hizo que se sintiera muy vulnerable durante

su viaje porque el hecho de estar involucrada con el Tribunal en un entorno como

el de Ruanda pone en grave peligro a cualquier persona que piensa testificar

debido al riesgo por las posibles represalias que puedan sufrir. Ella tenía la

sensación de que los autos en los que era transportada también llamaban la
atención. En ningún momento, y a pesar de los interrogatorios que ella hacía a los

responsables de seguridad que la acompañaban, le informaron en que etapa se

encontraba el proceso que había logrado avanzar al punto que el acusado iba a

ser juzgado.

Escuchó comentarios despectivos por parte de algunos soldados destacados en el

aeropuerto. Cuando un miembro del personal cogió su pasaporte, le dijeron que

no se preocupara del mismo cuando preguntó por qué se lo habían llevado.

Según su relato, cuando llegó al Tribunal, la testigo B vio a dos señores limpiando

la sede del tribunal que sabía que eran hutus y esto la inquietó40. Sin embargo,

cuando manifestó esta preocupación al personal no recibió ninguna respuesta

sobre el asunto.

40
Debe entenderse el conflicto en Ruanda para contextualizar un poco la situación de
las testigos. En este país los odios entre hutus y tutsis vienen de mucho tiempo atrás.
En el siglo XV los tutsis conquistaron la región que integra la Ruanda actual, e
impusieron una sociedad feudal en la que a los hutus se les reservó el lugar de siervos
sometidos a la nobleza tutsi. Dado su status de casta privilegiada no es de extrañar
que los tutsis mantuvieran buenas relaciones con los poderes coloniales, ni que luego
de la Segunda Guerra Mundial fueran los hutus los que encabezaran las luchas
independentistas. En ese contexto hubo fuertes enfrentamientos interétnicos, y en
1960 el rey tutsi huyó del país seguido de 200.000 miembros de su colectividad; dos
años después Ruanda nacía como país independiente, ahora políticamente dominado
por los hutus. Más allá de los intentos tutsis por recuperar el control, que fueron
sangrientamente reprimidos, las guerras intestinas de los sesenta y comienzos de los
setenta enfrentaron a hutus del norte con hutus del sur. Luego se dio el genocidio de
1990-1994, durante el cual entre medio millón y un millón de tutsis fueron asesinados
por los hutus. Sin embargo la guerrilla tutsi se rehizo y llegó a capturar la capital del
país, empujando al ejército, de composición hutu, y a civiles hutus a refugiarse en el
Congo. (Roberto LÓPEZ BELLOSO, Ruanda: los expedientes del genocidio, artículo
publicado en el semanario Brecha, de Montevideo, 15 de septiembre de 2000).
Fue instalada en un piso franco donde estaba situado el Tribunal junto con un

hombre que era testigo del Fiscal, de donde no podía marcharse ni hacer nada

durante cuatro días. Además declaró que las instalaciones y la comida dejaban

mucho que desear. Trató de mantenerse ocupada en el piso limpiando o

cocinando pero le dijeron que no podía hacerlo. Al no poder tener la mente

ocupada y tener que pensar en su declaración, comenzó a revivir los

acontecimientos de hacía unos años y empezó a sentirse mal física y

psicológicamente. Solicitó asistencia psiquiátrica y le comunicaron que no era

posible proporcionársela. Relató que su depresión empeoró y que, incluso cuando

llegó a su casa, le llevó un tiempo retomar su vida normal.

Al recorrer las instalaciones del Tribunal y la Sala de Juicio y observar donde

estarían ubicadas todas las partes, y en donde presentaría su declaración, la

testigo supo que no mantendría el anonimato frente al acusado y cuando preguntó

cómo se iba a ocultar su identidad le dijeron que no se ocultaría, hecho que la

sorprendió y asustó muchísimo.

Afortunadamente para ella, el día en que iba a testificar, el juicio se pospuso y ella

fue devuelta a su casa, en donde decidió no seguir cooperando con el Tribunal.

El Tribunal la volvió a buscar cuando se reanudó el juicio, pero la testigo declaró

que no participaría puesto que no confiaba en los métodos y planes para su

protección y manifestó que no había quedado satisfecha en lo más mínimo con el


tratamiento que recibió durante su estadía, y que su decisión se mantendría firme

a pesar de las amenazas de ser acusada de obstrucción de la justicia.

La testigo también declaró que los investigadores le habían garantizado que se le

reembolsaría el tiempo que pasó en Arusha, con lo cual pensaba que sería

compensado el paso de ese tiempo sin recibir ingresos y podría pagar a la

persona que la sustituiría para atender a las necesidades más urgentes de sus

clientes, pero después se encontró con que la indemnización por su tiempo no era

lo que si quiera similar a lo que se le había dicho.

En las declaraciones de las dos testigos se encontraron puntos comunes en

cuanto a sus sentimientos frente a lo que les ocurrió en el Tribunal. Las testigos

insistieron en que se sintieron tratadas despectivamente y fueron obligadas a

desplazarse en diferentes direcciones sin ninguna explicación. La única vez que

tuvieron traductores fue durante las sesiones del juicio; en las demás ocasiones ni

siquiera pudieron pedir un vaso de agua, debido a que nadie en su entorno

hablaba su idioma; por lo mismo tampoco se les proporcionó un informe antes de

ser devueltas a sus pueblos. Así mismo, manifestaron su frustración de no tener a

nadie con quien compartir por lo que habían pasado.

Igualmente las testigos hicieron notar la preocupación por su seguridad debido a la

gran cantidad de tiempo que tardó el Tribunal en juzgar a los imputados y a la falta
de medidas para proteger su identidad, pues al volver a sus respectivos pueblos

todos sus habitantes sabían en donde habían estado41.

Las experiencias concretas que se dieron a conocer gracias a las declaraciones

de estas testigos, llevan a conclusiones claras sobre las falencias de los

Tribunales ad hoc en cuanto a protección de víctimas y testigos, lo cual es útil para

determinar ciertos elementos indispensables que hubieran facilitado su

participación y satisfecho sus expectativas, lo que a su vez llevaría a que los

Tribunales cumplieran mejor sus objetivos de poner fin a la impunidad declarando

responsables a los autores de crímenes atroces.

“Wendy Lobwein, funcionaria de apoyo a la Dependencia de Víctimas y Testigos

del TPI, dedujo que las víctimas y testigos se presentaban a testificar

fundamentalmente por cuatro razones, que a su vez, sirven de complemento a los

objetivos del Tribunal:

• Hablar en nombre de los muertos,

• Buscar justicia en el presente,

• Ayudar a que se conozca la verdad en el mundo,

• Con la esperanza de que esta clase de crímenes se pueda evitar en

el futuro42”.

41
Cfr. COMISIÓN ANDINA DE JURISTAS, Antecedentes: Víctimas…. Ob. Cit.
www.cajpe.org.pe/rij/bases/temario/ni%C3%B1o/dpn.htm
Visto esto se tiene que el hecho de la dificultad de establecer una sede del

Tribunal en cada comunidad afectada, hace que éstos órganos tengan que hacer

un esfuerzo mayor para lograr la participación de las víctimas mediante el

establecimiento de más y mejores órganos de asistencia, teniendo en cuenta las

necesidades de educación y orientación, y dando mayores facultades a las

víctimas.

Otro aspecto importante es la necesidad de mantener a las víctimas informadas de

los procedimientos que se están llevando a cabo en las diferentes fases, y así

mismo, orientarlos acerca del paso que se seguirá en el proceso, en el que ellas

deberán considerarse parte teniendo en cuenta sus significativos aportes para el

avance del mismo.

Por otro lado, entre las conclusiones de los paneles, se estableció la necesidad de

una participación activa de la víctima y de la dotación de un representante legal

que proteja sus intereses que muchas veces pueden estar en conflicto con los

intereses del Fiscal. Este funcionario actuaría también en los casos en que los

diversos órganos y funcionarios de los Tribunales lleven a las víctimas a

situaciones que las vuelvan a traumatizar.

Los Tribunales ad hoc visibilizaron el miedo de las víctimas al denunciar y revelar

sus historias gracias a la falta de protección de su bienestar físico y psicológico, al

42
Cfr. LOBWEN, Wendy, Statement by Wendy Lobwein, support officer at Victims and
Witnesses Unit, ICTY. Puede consultarse en la página de Internet
igual que su temor a convertirse en víctimas de un proceso legal no sensible a las

desigualdades de género, etnia o raza. Siendo esto así, se ve esencial que se dé

una formación al personal de los futuros y actuales Tribunales para sensibilizarlo y

recordarle que las víctimas son seres humanos y que es indispensable tener en

cuenta sus necesidades y deseos.

Así mismo, se debe formar un organismo interdisciplinario con personas

especializadas en traumas al igual que psicólogos clínicos que presten apoyo a las

víctimas durante sus declaraciones.

Igualmente, la participación de las víctimas también debe motivarse mediante el

reconocimiento de compensaciones por el tiempo empleado en el proceso, lo que

puede significar para ellas el abandono de su hogar y sus funciones, y por lo tanto,

la falta de ingresos durante ese tiempo y la necesidad de conseguir suplentes que

de alguna manera aminoren los efectos de su ausencia. Esta reparación debe

tener un enfoque integral que tenga en cuenta cualquier tipo de labor que la

víctima haya tenido que abandonar para cooperar en el proceso y los perjuicios

que esto conlleva.

Todos estos componentes deben ser considerados en el futuro tratamiento de las

víctimas en la Corte Penal Internacional, en donde es fundamental recordar que la

verdadera justicia va más allá de declarar la culpabilidad de los autores de los

www.iccwomen.org/resources/vwicc/statement7.htm
delitos. Su real función debe comprender también aspectos que ayuden a las

víctimas en su proceso de curación y recuperación.

1.5. NORMAS INTERNACIONALES PERTINENTES.

En este punto nos limitaremos a enunciar las reglas del ámbito internacional en

donde se establecen los principios que sirvieron de fundamento para la creación

del Estatuto de Roma, y por lo tanto deben tenerse en cuenta para su

interpretación.

El primero y más importante, es la Declaración de la ONU sobre los principios

fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso del poder

emanado en el marco del séptimo Congreso de las Naciones Unidas sobre

Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, celebrado en Milán Italia del

26 de Agosto al 6 de Septiembre de 1985, en virtud de la cual se prevén medidas

en los planos internacionales y regionales con la finalidad de establecer un mayor

acceso de los particulares desde todo punto de vista ante casos de abuso del

poder.

Esta declaración será aplicable a todas las personas sin ninguna distinción de

etnia, raza o clase social; además expresa que a las víctimas se les respetarán

sus derechos fundamentales, teniendo como primordial el de la Dignidad. Así

mismo, tendrán acceso a la justicia y pronta reparación de los daños que se les
hubiere podido causar, como también se les prestará toda la asistencia que

necesiten para así evitar demoras innecesarias43.

La Declaración recomienda medidas que han de tomarse en los planos

internacional y regional buscando mejorar el acceso a la justicia y el trato justo, el

resarcimiento, la indemnización y la asistencia social a las víctimas de delitos,

esbozando las principales medidas que han de tomarse para prevenir la

victimización ligada a los abusos de poder y proporcionando remedios a las

víctimas de esos abusos44.

Al igual que esta Declaración, existen otros pronunciamientos de alta influencia y

que marcan directrices para el tratamiento del tema que nos atañe, siendo los de

mayor importancia los siguientes:

- Directrices de la ONU sobre la función de los Fiscales

- Principios y directrices básicos sobre el derecho de las víctimas de

violaciones graves a los Derechos Humanos y al Derecho Internacional

Humanitario a obtener reparación (Principios de Van Boven)

43
Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las víctimas de
delitos y del abuso del poder. Adoptada por la Asamblea General en su Resolución
40/34 de 29 de noviembre de 1985. Puede consultarse en la página de Internet
www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/h_comp49_sp.htm
44
Cfr. PALACIO, Marisol, Contribuciones de la Victimología al Sistema Penal, Ediciones
Jurídicas Gustavo Ibáñez, Bogotá, 2001.
- Informe final revisado acerca de la impunidad de los autores de violaciones

de los Derechos Humanos (derechos civiles y políticos) preparado por el

señor L. Joinet (Principios de Joinet).

- Declaración de las Naciones Unidas sobre el derecho y deber de los

individuos, los grupos y las instituciones de promover y proteger los

Derechos Humanos y las libertades fundamentales universalmente

reconocidos.

CAPÍTULO II

REDESCUBRIMIENTO DE LA VÍCTIMA EN EL ÁMBITO INTERNACIONAL

2.1. IMPORTANCIA DE LA VÍCTIMA Y JUSTIFICACIÓN DE SU INCLUSIÓN EN

EL PROCESO PENAL.

El derecho penal moderno debe dar a las víctimas el protagonismo que éstas

merecen dentro de todo el esquema del delito y entender a cabalidad que sin su

presencia es imposible una verdadera comprensión integral del mismo.

Ahondando en los fundamentos éticos y filosóficos que todos desearíamos ver

cumplidos con el funcionamiento de las leyes que conforman el sistema penal, la

justificación de dar a las víctimas un espacio importante en el proceso penal se


puede ver en criterios axiológicos de dignidad, paz social y reconciliación que

converjan a la realización de la justicia.

Este “espacio importante” no puede reducirse al reconocimiento de las víctimas

como sujetos pasivos del delito, que trae como consecuencia, como lo reconoce la

declaración de las Naciones Unidas sobre los principios fundamentales de justicia

para las víctimas de delitos y abuso del poder, la reparación del daño sufrido,

prestación de asistencia material, médica, psicológica y social adecuada, garantía

de su seguridad, reconocimiento de indemnizaciones, etc. Estas disposiciones,

aunque adecuadas y necesarias, no cumplen integralmente las expectativas de las

víctimas; sus necesidades en cuanto víctima no son sólo, ni tan siquiera

principalmente, necesidades de recibir compensaciones económicas y de

asistencia, sino más bien, necesidades también de dar. Para satisfacer su

generosidad, ellas, las víctimas, desean se les informe de su papel, y que éste

sea activo en la marcha de las actuaciones procesales; que se les reconozca

como sujetos, no como meros objetos que se reparan. Algunas (aunque no

muchas) veces esas víctimas desean – más allá de recibir lo suyo – colaborar al

bien común, en general y en particular, procurando la reconciliación del

delincuente con todas sus víctimas45.

45
Cfr. KAISER, G., Victim-Related Research at the Max-Planck Institute. Point of
Departure, en Victims and Criminal Justice. Victimological Research. Stocktaking and
prospects, pp. 4 y 11. Puede ser consultado en la página de Internet
www.iuscrim.mpg.de/forsch/straf/lit/e_bib5.html.
Las víctimas necesitan y merecen un papel activo en el proceso penal pues éste

no puede limitarse a los hechos, olvidando a quien los cometió y quien los sufrió.

Los procedimientos penales y la justicia no deben constituirse en el obstáculo para

la solución de los problemas que afectan a las personas ni el lugar en donde se

inicien, en vez de concluir, los conflictos derivados de los injustos penales. El

proceso penal debe procurar ser el escenario donde en igualdad de armas y

conforme a un juego limpio, las partes principales, acusación, víctima e imputado,

puedan dirimir sus diferencias como verdaderos protagonistas y no como simples

excusas para el despliegue del poder punitivo estatal.

Además, del protagonismo que se otorgue a la víctima del delito dependerá la

recuperación de su punto de vista y sobre todo de su memoria histórica, la cual

ayudará a revelar la verdad de lo ocurrido y a adoptar una adecuada concepción

del debido proceso, que lleven a su vez al éxito del proceso penal.

Ahora, si nos vamos hasta el fin último del derecho, y especialmente de la rama

jurisdiccional del Estado, esto es, la administración de justicia, podemos decir que

el interés de la justicia y el interés de la víctima son complementarios. Esto si

tenemos en cuenta que el interés de la víctima de comprobar que los crímenes se

investigan eficazmente es el mismo interés de comprobar que se ha hecho

justicia.

Esto es así en la medida en que comprendamos a cabalidad un criterio de justicia

integral. En el sistema penal administrado por la rama judicial se entiende el


concepto de justicia como la solución de los conflictos, el juzgamiento de actos

criminales y la determinación de la sanción concreta correspondiente, pero esto no

satisface las metas últimas. Con esta concepción se logra que se compense el

daño económico causado por el delito y poco más; pero con ello no se sana ni se

fortalece a la persona víctima del delito y al delincuente. Así, es necesario acoger

un sentido más amplio, en donde la justicia se entienda como la tutela efectiva de

los derechos e intereses legítimos de las personas, la virtud y el arte de dar a cada

uno lo suyo46.

Sin embargo, el concepto no puede agotarse ahí. Las metas últimas del proceso

penal deben ir más allá de la realización de la justicia material y el descubrimiento

de “la verdad”. Deben conducir a la construcción de métodos legales respetuosos

para lograr una cooperación entre las partes opuestas e implicadas más que una

confrontación, un consenso, más que una averiguación de toda la verdad47. “Así,

se busca el “milagro” no sólo de el (sic) acuerdo y la conciliación, sino incluso, de

la reconciliación y de la repersonalización”48.

En este punto entra, como consecuencia fundamental del delito y del

reconocimiento de la dignidad de las personas que hacen parte del mismo como

víctimas o victimarios, la necesidad de la cooperación para la reconciliación que

lleven en últimas, a una convivencia futura en paz. Si no se entiende esto como

46
Cfr. BERISTAIN IPINA, S.J., Antonio, Criminología y victimología: Alternativas
recreadoras del Delito, Grupo Editorial Leyer, Bogotá, 1998, pp. 185.
47
Cfr. BERISTAIN IPIÑA, S.J., Antonio, Criminología…Ob, Cit., pp. 193.
48
Cfr. BERISTAIN IPIÑA, S.J., Antonio, Criminología…Ob, Cit., pp. 193.
consecuencia necesaria del delito, la perjudicada en última instancia por la

comisión del mismo – la sociedad – se verá más perjudicada aún, en la medida en

que albergue en su seno personas resentidas que no han logrado encontrar la

satisfacción total de sus necesidades, y por lo tanto continúen en su búsqueda,

que sin la orientación y asistencia adecuadas, pueden llevar a una venganza

posterior, no sólo contra el agresor directo, sino también contra quienes en el

momento en que estuvo en sus manos, no prestaron a la víctima la atención y

asistencia apropiadas.

En esta reconciliación, debe formarse una relación triangular entre quienes ya son

sujetos del proceso penal – victimario y Estado – pero en cuya base esté la

víctima porque el Estado no puede ni debe ocupar su lugar, que es lo que

fundamenta al derecho penal como un instrumento de poder. “Esta naciente

justicia retributiva mantiene el talante básico primitivo de enemistad de las víctimas

(y de todos) contra el delincuente. El proceso no elimina esta relación entre

adversarios, solo la ritualiza”49.

Se hace urgente entonces, la implantación de mecanismos que permitan al

delincuente interactuar con la comunidad y con las víctimas de su acción para

lograr una verdadera resocialización “porque para el reincidente, como para sus

víctimas, como para la sociedad a la que pertenecen, cada reincidencia cuesta

49
Cfr. BERISTAIN S.J., Antonio, Criminología…Ob. Cit., pp. 214.
más cara que todos los esfuerzos para impedirla”50. Además, dentro de la

dogmática penal se debe a las víctimas, por estricta justicia y no sólo por caridad,

una completa atención recreadora, una reconciliación entre la víctima y el

victimario, quien aprenderá a captar mejor el daño que causó su delito si se acerca

a las víctimas, para que tome conciencia y se responsabilice vivencialmente de su

posibilidad y obligación de reparar, conciliar y reconciliar51.

Es así como lo reconoce Ralf Sontag52: “el autor del delito y la víctima del mismo

están vinculados entre sí quiéranlo o no lo quieran, pues el hecho delictivo cambia

la vida…” Un sistema de control social que separe a ambos o incluso los aboque

a una nueva enemistad no puede facilitar una reconciliación.

Estos mecanismos se podrán implantar si se comprende y acoge el modelo de

justicia recreadora propuesto por Beristain que supera los modelos de justicia

retributiva y restaurativa, porque comprende a las víctimas de todos los delitos

aunque en grado mayor o menor, como dueñas de una “fuerza dinámica capaz de

regeneración o recreación que supera a la mera restitución, reparación del daño e

50
Cfr. SCHÜLLER, H. – SPRINGORUM, Los problemas de los establecimientos
socioterapeúticos, Revista de Ciencia Criminal y de Derecho Penal Comparado, Num. 2,
1980, pp. 405.
51
Ralf Sontag, en Alemania, mató a una maestra; lo condenaron a cadena perpetua.
A los pocos años de estar en la cárcel quiso conocer a los familiares de la maestra,
pero no lo logró. Sin embargo, el 5 de Julio de 1989 se celebró en la Universidad de
Münster un seminario en donde Sontag pudo dialogar muy positivamente con la señora
Gabriele Kleb-Braun, hija de otra maestra asesinada con quien mantenía una relación
epistolar. Estos son fragmentos de una carta escrita por Sontag el 4 de Julio de 1988.
Cfr. BERISTAIN, S.J., Antonio, Criminología…Ob. Cit., pp. 232.
52
BERISTAIN, S.J., Antonio, Criminología…Ob. Cit., pp. 231.
indemnización de perjuicios materiales y morales”53 que lleven en última instancia

al perdón, que es más fácil de conseguir de las víctimas que de los jueces, porque

el acercamiento de éstas al agresor puede llevar a su comprensión, aunque

sociológicamente permanezca todo el daño producido.

La fuerza creadora de las víctimas debe reconocerse en cualquier clase de delito,

aún en aquellos que se consideran sin víctima como por ejemplo, en los

homicidios de personas que no tenían familiares. Pero aún en estos casos,

siempre puede haber unas víctimas simbólicas o sustitutorias que cumplan su

misión repersonalizadora54.

2.2. EL MODELO DE LA JUSTICIA RECREATIVA.

Si se reconoce entonces que las víctimas pueden ser un valioso ingrediente

adicional a los existentes para el éxito del proceso penal en la consecución de sus

metas últimas, el modelo de justicia recreativa propuesto por Beristain, puede

ofrecer las bases para construir un proceso que aproveche la fuerza recreadora de

las víctimas.

A continuación, presentamos una relación sucinta del mencionado modelo, según

lo expuesto por el autor en su libro “Criminología y Victimología”, con algunos

aportes personales, que explican, desde nuestro punto de vista, la necesidad de

53
Cfr. BERISTAIN, Antonio Criminología…Ob.Cit., pp. 231.
54
Cfr. BERISTAIN, Antonio Criminología…Ob.Cit., pp. 231
adoptar este paradigma, entendiendo también cómo éste supera al paradigma

vindicativo.

Desde la concepción misma del delito, se amplía su esfera para incluir a la víctima

y a la sociedad, pasando a ser la infracción de la norma penal del Estado a

concebirse como “el comportamiento (del delincuente y también de sus

circunstantes) que causa daño a personas concretas y/o a la sociedad”.

La concepción de sanción en el sistema vindicativo es la consecuencia lógica de

los sentimientos de reproche y culpabilidad frente a lo que el delincuente hizo, lo

que lleva a colocarlo en una situación de adversario, enemigo merecedor de un

castigo que además pretende la prevención general y especial. Por el contrario,

más que en la reacción de la pena, la justicia recreativa se centra en la

comprensión que lleva al perdón, entender que el delito es la cabeza del iceberg

de una situación injusta, a la que le delincuente añade el último tramo por su acto

emanado de su propia voluntad, y en la creación de una nueva relación entre

victimario y víctima, dando protagonismo a esta última para que, a través del

encuentro y el diálogo, proyecte una recreación social de la realidad perturbada

por el delito. De esta manera se aprovecha la cicatriz dejada por el delito para

realizar una construcción positiva que mire a la pacífica convivencia futura, más

que al resentimiento del pasado por lo que el agresor hizo.

En este modelo, a la víctima y a la sociedad –y no sólo al delincuente- se le

reconocen sus necesidades y derechos, pero también sus deberes y posibles


responsabilidades e incluso sus eventuales culpabilidades en el reconocimiento

del daño causado por la acción de todos. De esta manera, más que la solución de

un conflicto concreto, se busca el compromiso de todos y cada uno para recrear la

convivencia futura. La comunidad no es marginada a ocupar el simple papel de

espectador mientras el Estado se encarga de “solucionar” un conflicto con la

imposición de una sentencia, sino que se involucra a fondo su responsabilidad

para así pasar a hacer parte también de la solución que será la cocreación del

futuro, basado en el arrepentimiento y el perdón, e incluso la reconciliación que

supera los límites de lo jurídico.

Para el paradigma vindicativo el estigma del delito es imborrable; el paradigma

recreativo reconoce, que como todo lo humano, el estigma del delito es temporal,

y la recreación futura positiva ocupa su lugar cuando él desaparezca en el tiempo.

Por último, se entiende que la justicia emana del pueblo y no está únicamente en

manos de profesionales gubernamentales, aun cuando se acepta y reconoce que

éstos son sus colaboradores. No obstante lo anterior no hay que olvidar que si

bien el delito afecta valores generales, no puede jamás desconocerse que siempre

hay afectados concretos que la realización penal no puede ignorar.

Aunque el modelo aparece un tanto utópico y de difícil realización práctica,

considerando que sus bases parecen emanar del cristianismo y de los principios

del derecho natural que han estado en la mente de la humanidad durante tanto

tiempo sin que ello signifique su aplicación, sí nos entrega los fundamentos sobre
los cuales debería construirse un nuevo sistema penal que lleve a un cambio de

mentalidad y nos involucre a todos reconociendo nuestras necesidades, deseos y

derechos, pero también nuestros deberes y responsabilidades en la construcción

de una convivencia pacífica en una sociedad que comprende y respeta una justicia

emanada de sí misma.

2.3. TRATAMIENTO NECESARIO PARA LAS VÍCTIMAS.

Siguiendo los fundamentos del modelo anteriormente explicado y con base en los

elementos analizados que se vislumbran de los testimonios de la víctimas de los

Tribunales ad hoc, se encuentran ciertos instrumentos aplicables en la práctica

jurídica que pueden llevar a un éxito mayor del proceso penal que pueda

satisfacer de mejor manera las expectativas de las víctimas directas del delito en

la búsqueda de aminorar los perjuicios que éste causa en toda la sociedad.

Como primera medida debe abandonarse la concepción que en la actualidad se

tiene de la víctima, debe dejar de asociársele a un material probatorio que puede

ser utilizado por el Estado para lograr su propósito sancionatorio. Por el contrario,

el sistema penal en donde se encuentre incluida la víctima deberá orientarse a la

intervención en el problema social que se encuentra inserto en la realidad del

delito.

Si de manejar una clase de proceso como este se trata, es indispensable

promulgar unos principios de justicia para las víctimas, los cuales envuelvan sus
derechos en conjunto estableciendo la forma de acceso de éstas a la justicia

penal, la asistencia que tanto el Estado como la sociedad debe brindar a las

mismas y por último lo que debe tomarse como resarcimiento o indemnización.

2.3.1. ACCESO DE LA VÍCTIMA AL SISTEMA PENAL.

Para lograr una efectiva inclusión de la víctima dentro del proceso es necesario

olvidar la idea de que la única forma en que ella puede contribuir al mismo es a

manera de denunciante y rindiendo testimonio; debe adquirir el carácter de sujeto

procesal al igual que el imputado como también debe ser informado de la totalidad

de actuaciones que se lleven a cabo en éste con el fin de dar cabal cumplimiento

al principio de publicidad y transparencia del proceso, con el ingrediente adicional

que al estar completamente enterado de lo que ocurre en el proceso que se inició

gracias a su sufrimiento por el hecho cometido y juzgado en el mismo, la víctima

como parte interviniente podrá aportar tanto hechos fácticos como planteamiento

de alternativas que lleven a una mejor resolución del conflicto.

Sin embargo, aún cuando se busque obtener una mayor participación de la víctima

dentro del proceso esto deberá manejarse como una opción a favor de las mismas

y no como una obligación, pues si a todas ellas se les forzara a comparecer para

colaborar, en muchos casos se ocasionaría un daño mayor al tener que revivir con

relatos la ocurrencia del hecho delictuoso, por lo cual deberá también tenerse en

cuenta su voluntad para acudir al mismo para así no incurrir en lo que se


denomina “victimización secundaria” que se presenta cuando la actuación de las

instancias de control social al intervenir en el caso, multiplican o agravan el

impacto del delito55. “Es evidente que en muchas ocasiones el abandono social de

la víctima a su suerte tras el delito, la misma intervención en el proceso, las

presiones a que se ve sometida, la necesidad de revivir el delito a través del juicio

oral y los riesgos que genera su participación en el mismo, producen efectos tan

dolorosos como los que directamente se derivan del delito”56.

En la inclusión de la víctima dentro del proceso penal debe tomarse en

consideración la posibilidad que dicha participación no se limite exclusivamente al

juicio, pues en definitiva lo que se busca es resarcir de la mejor manera posible

cualquier clase de daño causado, por lo cual debe permitírsele a las personas

afectadas, la posibilidad de adoptar mecanismos alternativos de solución de

controversias, tales como el arbitraje, mediación, conciliación y demás métodos

que faciliten la conciliación y reparación de las mismas, pues, sin perjuicio de la

protección que se busque dar a la víctima, debe tenerse presente que no pueden

desconocerse los derechos del imputado ni mucho menos el debido proceso. Así

mismo, es posible que una solución lograda de común acuerdo beneficie aún más

al ofendido pues ello puede garantizarle la consecución de un resultado que

realmente desee y lo deje satisfecho, mientras que el simple hecho de que el

55
Cfr. CUBERO PÉREZ, Fernando, La tutela efectiva de los derechos de la víctima en el
proceso penal costarricense. Puede consultarse en la página de Internet
www.cienciaspenales.org/REVISTA%2015/cubero15.htm
56
Exposición de motivos, Ley 35 de 1995 (España). Ayudas y asistencia a las víctimas
de delitos violentos y contra la libertad sexual. Puede consultarse en la página de
Internet noticias.juridicas.com/base_datos/Penal/l35-1995.html
imputado sea enviado a prisión a pagar una condena impuesta por el Estado no

siempre deja en la víctima un síntoma de plena satisfacción.

2.3.2. ASISTENCIA A LAS VÍCTIMAS.

Al hablar de asistencia a las víctimas hay que mirar dicho aspecto desde la órbita

del Estado, pues es a éste a quien corresponde la tarea en mención.

Prestar asistencia a las víctimas no debe confundirse con otorgarles un

resarcimiento ni una indemnización, todo lo contrario, debe manejarse un proceso

en donde se les preste una ayuda para superar de alguna forma el daño que les

fue causado por la comisión del hecho delictivo.

La asistencia que en estos casos debe prestarse a las víctimas no se limita a un

solo elemento de satisfacción sino que el Estado debe buscar cubrir en todos los

aspectos posibles la prestación de ayuda y asistencia que considere necesaria.

El primer aspecto por el cual debe preocuparse el ente Estatal es la salud tanto

física como mental de la víctima. Bien se sabe que los hechos delictivos, y

especialmente, los que constituyen elemento de sanción por la Corte Penal

Internacional, producen unas secuelas en la persona sobre la cual se causan.

Dichas secuelas pueden ser físicas cuando se trata de un hecho delictivo que

necesariamente produce una lesión o una disminución de una función de la

persona o está encaminado a ello. Así mismo existe la secuela psicológica, la


cual, a diferencia de la física, no tiene como resultado una disminución corporal de

la persona sino que por el contrario logra que la víctima padezca una afección

mental debido al acaecimiento de hechos altamente dolorosos o de fuerte

impacto, los cuales pueden causar daños permanentes en la psiquis de quien los

sufre, ocasionándole una disminución y variación en su forma de vida, pues dicha

secuela o trauma tiene como consecuencia el surgimiento de un temor a

diferentes circunstancias o personas según el acontecimiento específico que se

haya vivido.

Una vez visto esto se entiende que para poder dar una asistencia completa a la

víctima es necesario que interactúen diferentes profesionales, pues una adecuada

participación de la misma dentro del proceso que se adelanta, no bastará para

lograr los resultados buscados; habrá que incluir un tratamiento apropiado tanto

médico como psicológico o en ciertos casos psiquiátrico, lo cual se sale del

alcance jurídico y por lo tanto es un aspecto que no se estudiará ni analizará en

este trabajo.

En cuanto a la parte procedimental y legal es imprescindible contar con

determinados aspectos que permitan la obtención de datos indispensables para el

proceso, teniendo en cuenta que no se puede dejar a un lado los intereses

personalísimos del individuo que los proporciona, en este caso, la víctima del

hecho delictivo.
Para lograr esto, es necesario crear un proceso o por lo menos unos pasos para

conseguirlo, los cuales deben iniciar en el otorgar a la víctima la suficiente y

adecuada información sobre la existencia de medios y elementos

gubernamentales existentes para que ellas puedan obtener la atención médica y

psicológica que por voluntad propia crean necesaria para continuar con el normal

desarrollo de su vida en sociedad y procurar su fácil acceso a los mismos. Así

mismo, será necesario una amplia capacitación, y no únicamente del personal

médico sino que también es indispensable capacitar al cuerpo policial, judicial y

personal social que se hará cargo de la víctima durante el proceso para que logren

otorgar un tratamiento personalizado a cada víctima, el cual garantice una ayuda

rápida y apropiada que tome en consideración las necesidades especiales que se

requiera en razón de los daños sufridos.

El proceso de asistencia a la víctima deberá contener en principio dos formas o

apartes distintos, siendo el primero de ellos un acogimiento inmediato y efectivo

con el cual se pretenda escuchar a la víctima en su narración de los hechos, para

con base en esto prestar una ayuda eficaz en la forma de la elaboración de la

denuncia y al mismo tiempo buscarle alojamiento y brindarle la mínima atención

médica y psicológica que se fije como parámetro de necesidad de las mismas.

El segundo aparte debe llevarse a cabo dentro del proceso penal como tal, en

donde se le brinde a la víctima tanto asistencia personal como asesoría legal en

cuanto al desarrollo del proceso mismo. Dentro de esta etapa debe procurarse

garantizar de manera absoluta todo el conjunto de derechos a las víctimas que


ayudarán a la obtención de un proceso con mayor transparencia y mejores

resultados, en donde la víctima sienta un ambiente que le brinde mayor seguridad

para poder expresar la totalidad de hechos y sentimientos para que así el juez o

tribunal pueda obtener una apreciación mas clara e imparcial sobre la realidad de

los acontecimientos.

Dentro del conjunto de estos derechos podrían nombrarse algunos que

conllevarían a la obtención de los propósitos buscados con mayor rapidez, pues

con la implementación de los mismos se presenta un mejor acercamiento entre

víctima y justicia penal. Dichos derechos serían los siguientes:

Como medida general deberá facilitarse la adecuación de los procedimientos

judiciales y administrativos a las necesidades de las víctimas, lo cual podría

llevarse a cabo de la siguiente manera, teniendo en cuenta lo establecido en la

“Declaración de la Naciones Unidas sobre los principios fundamentales para las

víctimas de delitos y del abuso del poder.”:

a) Informando a las víctimas de su papel y del alcance, el desarrollo cronológico y

la marcha de las actuaciones, así como la decisión de sus causas, especialmente

cuando se trate de delitos graves y cuando hayan solicitado esa información;

b) Permitiendo que las opiniones y preocupaciones de las víctimas sean

presentadas y examinadas en etapas apropiadas de las actuaciones siempre que


estén en juego sus intereses, sin perjuicio del acusado y de acuerdo con el

sistema nacional de justicia penal pertinente;

c) Prestando asistencia apropiada a las víctimas durante todo el proceso judicial;

esto incluye asesoría legal, asesoría psicológica, adecuado tratamiento

personalizado por parte del personal que los atenderá, interrogará y custodiará, y

una protección integral de su seguridad una vez ponderado el riesgo o peligro que

su intervención en el proceso les pueda ocasionar.

d) Adoptando medidas para minimizar las molestias causadas a las víctimas,

proteger su intimidad, en caso necesario, y garantizar su seguridad, así como la

de sus familiares y la de los testigos en su favor, contra todo acto de intimidación y

represalia;

e) Evitando demoras innecesarias en la resolución de las causas y en la ejecución

de los mandamientos o decretos que concedan indemnizaciones a las víctimas57.

f) Implementando mecanismos que permitan a la víctima ser oída, si lo solicitare,

por el Tribunal que se encuentre en conocimiento del proceso, antes de dar un

pronunciamiento temporal o definitivo, u otra resolución que pusiere término a la

causa; existiendo de esta manera contacto directo con el juez.


g) Dar prelación en la atención según la clase de víctima de la que se trate

haciendo distinción única y exclusivamente en razón de la edad, personas con

enajenación mental y mujeres en caso de delitos sexuales.

h) Limitar la prestación del auxilio a las víctimas que voluntariamente lo soliciten y

evitar prestarla de manera forzosa a las que no lo deseen, exceptuando a aquellas

que manifiesten no desearla basadas en hostigamientos, amenazas u otras

causas similares.

i) Por último, habrá que permitirle a la víctima que solicite las diligencias que

estime convenientes con el fin de esclarecer los hechos. Esta medida deberá

conllevar la asistencia de un abogado asesor, medida tendiente a no prolongar

innecesariamente el proceso.

Si se lograse la efectiva garantía de todos los derechos y procedimientos

anteriormente anotados, aún cuando no pueda garantizarse la certeza absoluta y

efectiva obtención de la totalidad de datos y narración de hechos, si puede

asegurarse que se habrá otorgado un tratamiento mas adecuado a la víctima

logrando de esta manera una disminución en el daño causado a la misma, pues la

asistencia brindada buscará disminuir los efectos producidos por el hecho delictivo

y permitirá a la víctima liberarse de sentimientos de odio que opacarían su

testimonio y actitud frente al imputado.

57
Cfr. Declaración de la Naciones Unidas sobre los principios fundamentales para las
víctimas de delitos y del abuso del poder. Puede ser consultado en la página de
2.3.3. RESARCIMIENTO E INDEMNIZACIÓN.

Como último escalón hacia la tutela efectiva del derecho de la víctima se presenta

el resarcimiento hacia la misma y su derecho de indemnización, pues conforme se

encuentra establecido en la “Declaración de las Naciones Unidas sobre los

principios fundamentales de justicia para las víctimas del delito y del abuso del

poder”, los delincuentes o terceros responsables del hecho delictivo deberán

resarcir equitativamente a las víctimas del delito, a sus familiares o personas a su

cargo. No obstante lo anterior, jamás podrá entenderse el concepto de

indemnización visto como una compensación material, como un elemento

sustitutivo del dolor padecido por las víctimas, pues aunque dicho resarcimiento

económico compense el daño material causado, no puede retrotraer los efectos

internos y las pérdidas afectivas que dichas víctimas pudieron haber sufrido.

El resarcimiento debe envolver dos etapas: la primera es la que se encuentra a

cargo de la persona que cometió el delito; la segunda se encuentra a cargo del

Estado en caso de que la indemnización primaria no resulte procedente o

suficiente, pues debido a su función de protector de su población y en virtud a los

principios de solidaridad y equidad social, es a éste a quien corresponde asumir

dicha obligación.

Internet www.un.org.
Resarcimiento primario.

El resarcimiento que deberán cubrir los responsables del hecho delictuoso

comprende principalmente la devolución de los bienes o el pago por los daños o

pérdidas sufridos, el reembolso de los gastos realizados como consecuencia de la

victimización, la prestación de servicios y la rehabilitación de derechos. En caso

que el delito hubiese ocasionado daños al medio ambiente, el resarcimiento

deberá comprender, en la medida de lo posible, la rehabilitación del medio

ambiente, la reconstrucción de la infraestructura averiada, la reposición de las

instalaciones comunitarias que se hubiesen visto afectadas y en caso de haberse

causado un desplazamiento de una comunidad, deberán cubrirse los gastos de

reubicación de la misma.

Siendo esto así, lo primero entonces que se deberá establecer son las personas

específicas hacia las cuales irá destinada dicha indemnización para

posteriormente poder realizar, por medio de una persona especializada en el caso

(peritos) una tasación de los perjuicios que se pudieron haber causado y de esta

manera poder fijar cuál sería el monto que el causante deberá cubrir.

Resarcimiento a cargo del Estado.

Si bien es cierto que el Estado tiene una función protectora frente a sus nacionales

y que debe garantizar los principios de solidaridad y equidad social, no puede

siempre hacerse responsable de la totalidad de daños causados por terceras


personas frente a los miembros de su población. Por lo cual, aunque debe

responder parcialmente en cuanto a la indemnización merecida por las víctimas,

esta obligación es subsidiaria y deberá regirse bajo unos parámetros que pueden

tomarse como ejemplo de aquellos establecidos por el Convenio 116 del Consejo

de Europa.

Conforme a lo anterior, se tiene entonces como primera medida que el Estado

deberá asumir la obligación de indemnizar única y exclusivamente cuando no

existan otras fuentes que se puedan hacer cargo de tal obligación y la que ha sido

proporcionada por el delincuente no ha sido suficiente ya habiendo utilizado toda

su capacidad financiera para ello.

En este caso, tal como se fija en el resarcimiento primario, debe determinarse en

forma clara y taxativa quienes serían los beneficiarios de la indemnización, siendo

que en caso de familiares o personas cercanas al ofendido directo, su legitimación

para reclamar se determinará no por el lazo de parentesco, sino por la efectiva

demostración de su real dependencia del ofendido directo.

Como tercera medida, deberán identificarse taxativamente las prestaciones

indemnizatorias que se podrían brindar a la víctima y establecer los plazos

correspondientes de prescripción para el reclamo del derecho indemnizatorio.

Dichas prestaciones deberán limitarse a lo estrictamente necesario en atención a

las víctimas, como podrían ser los gastos médicos, gastos de funeral, ayudas
económicas básicas y en general lo que se denomina daño emergente y las

necesidades básicas del lucro cesante.

Una vez establecidos dichos parámetros cabe preguntarse cuál será la fuente de

donde provendrán dichos dineros que cubrirán las indemnizaciones estipuladas,

pues si bien el Estado debe responder por estos montos, no siempre se tiene una

disponibilidad presupuestal para hacerlo, por lo cual, la primera medida que

deberá adoptarse con esta finalidad sería establecer un rubro dentro del plan de

presupuesto, en el cual se contemplen los gastos de indemnización de las

víctimas de delitos.

Una vez adoptada esta disposición, deberán buscarse medidas alternativas para

prever el cubrimiento de dichos gastos en caso que el rubro estipulado en el

presupuesto general no sea suficiente para la totalidad de dinero demandado,

pues, aunque en la planeación del mismo se puede establecer una cifra tentativa

de víctimas, por hechos excepcionales dichas cifras pueden aumentar

produciendo una escasez de recursos para este fin. Teniendo esto en cuenta, una

posible solución a dicho inconveniente sería la creación de un fondo para la

víctima de los delitos, el cual podría reunir recursos tanto de donaciones de

nacionales como de organizaciones internacionales, que mediante el uso de

mecanismos de rentabilidad del dinero, podría administrar dichos recursos y así

brindar un apoyo efectivo al Estado.


Otro aspecto que necesariamente debe tomarse en cuenta al momento de

implementar dichas medidas, es la situación económica y social de cada uno de

los Estados, pues no puede tomarse una misma política en un Estado altamente

desarrollado que en un Estado en subdesarrollo, por lo cual, en aquellos Estados

en donde los recursos deban destinarse prioritariamente a sus necesidades

básicas primarias, la legislación que se desarrolle en cuanto a indemnización de

víctimas no podrá ser tan garantista, pues resultaría demasiado oneroso y

desviaría las principales políticas estatales para lograr una evolución del país, por

lo cual habrá que establecer unas limitaciones aún más drásticas que las

establecidas como principios generales y limitarlas como ejemplo al otorgamiento

de dichos reconocimientos únicamente a las víctimas de determinados delitos

tales como los violentos y de agresión sexual.

Sin embargo, en el plano internacional, lo que tendríamos que tener en cuenta es

un presupuesto ampliado por todos los países que hagan parte del organismo

multilateral creado para el fin específico de la protección a las víctimas. De este

modo no sólo se amplía el campo de acción, sino también el presupuesto para

atender las necesidades de las víctimas mundiales, sin tener en cuenta su

nacionalidad, sino el hecho de que el Estado al que pertenecen pertenezca a su

vez al organismo en mención.


Teniendo en cuenta los puntos anteriores, una tutela efectiva e integral del

derecho a la reparación deberá incluir58:

1. Restitución: orientada a reestablecer a las víctimas al estado en que se

encontraban anteriormente a la comisión del crimen. Esto basado en el Principio

12 de Van Boven que establece: “la restitución requiere, inter alia, la restauración

de la libertad, vida familiar, ciudadanía, regreso al lugar de residencia y

restauración del empleo o de la propiedad”.

2. Compensación: debe ser otorgada por cualquier perjuicio económicamente

valorable resultante de la violación de derechos humanos o del derecho

internacional humanitario. Aquí se podría incluir:

a. Daño físico o mental, incluyendo dolor, sufrimiento, angustia, depresión,

etc.;

b. Las oportunidades perdidas como educación y trabajo, teniendo en cuenta

el tiempo empleado;

c. Daños materiales y pérdida de ganancias incluyendo ganancias

potenciales;

d. Daño a la reputación o dignidad;

58
Cfr. Amnesty International, The International Criminal Court: Ensuring an effective
role for victims – Memorandum for the Paris Seminar, Abril, 1999. Puede ser
consultado en la página de Internet:
www.iccnow.org/documents/prepcom/papersonprepcomissues/AIEnsureEffectiveRoleJu
ly99.pdf
e. Costos requeridos para asistencia legal o de expertos, medicinas y

servicios médicos;

3. Rehabilitación: el principio 14 de Van Boven establece que en este rubro deben

incluirse los cuidados médicos y psicológicos y servicios legales y sociales.

4. Satisfacción: incluye:

a. Cesación de violaciones continuas;

b. Verificación de los hechos y revelación completa y pública de la verdad,

incluyendo el derecho imprescriptible de conocer la verdad sobre las

circunstancias en donde las violaciones tuvieron lugar, y en el evento de

muerte o desaparecimiento, el destino de la víctima59;

c. Una declaración oficial o una decisión judicial restaurando la dignidad,

reputación y derechos legales de las víctimas y/o las personas cercanas a

ellas (familiares);

d. Disculpa, incluyendo reconocimiento público de los hechos y aceptando las

responsabilidades;

e. Sanciones judiciales o administrativas contra las personas responsables de

la violación;

f. Conmemoraciones y pago de tributos a las víctimas; e

59
Según lo establece el principio 3 de Joinet, además, “en los casos de
desaparecimiento forzado, cuando el destino de la persona desaparecida se conozca,
los familiares de esa persona tienen el derecho imprescriptible de ser informados, y en
el evento de defunción el cuerpo de la persona debe ser regresado a la familia tan
pronto como sea identificado, bien sea que los perpetradores hayan sido identificados,
procesados, juzgados o no”. Puede consultarse en la página de Internet:
g. Inclusión de entrenamiento en derechos humanos y derecho internacional

humanitario.

5. Garantía de no repetición: incluye la prevención de violaciones mediante la

toma de medidas tales como:

a. Aseguramiento de control civil efectivo a las fuerzas militares y de

seguridad;

b. Restricción de la jurisdicción de tribunales militares a ofensas militares

específicas cometidas por miembros de las fuerzas armadas;

c. Refuerzo de la independencia de la rama judicial;

d. Protección a los defensores de los derechos humanos; y

e. Entrenamiento y refuerzo en derechos humanos a todos los sectores de la

sociedad, particularmente a las fuerzas armadas60;

f. Disolución de grupos paraestatales de defensa;

g. Reconocimiento de la inviolabilidad del habeas corpus;

h. Remover de las oficinas de los oficiales superiores al personal implicado

en violaciones serias contra los derechos humanos.

La base para establecer los puntos anteriores está en los principios concernientes

a los diferentes tipos de reparaciones bajo el derecho internacional:

www.iccnow.org/documents/prepcom/papersonprepcomissues/AIEnsureEffectiveRoleJu
ly99.pdf
60
Amnesty International, The International… Principio 15 de van Boven. Puede ser
consultado en la página de Internet
www.iccnow.org/documents/prepcom/papersonprepcomissues/AIEnsureEffectiveRoleJu
ly99.pdf
• El derecho a ser informado sobre los derechos de reparación. El principio 8 de

Van Boven requiere que cada Estado haga saber, mediante mecanismos

públicos y privados, los métodos existentes de reparación. El principio 6 de la

Declaración de las Naciones Unidas contiene una provisión similar. En

particular, el artículo 15 de la misma Declaración establece que las víctimas

deben ser informadas de la disponibilidad de servicios sociales y de salud y

otros tipos de asistencia relevante y permitirles así de la mejor manera el

acceso a ellos.

• Pronta compensación. El principio 7 de Van Boven establece que los Estados

tienen el deber de adoptar medidas especiales, cuando aquellas se consideren

necesarias, para permitir de esta forma una reparación expedita y totalmente

efectiva”. Y el Principio 11 requiere que las decisiones de reparación sean

implementadas “en una manera pronta y diligente”.

• Asistencia durante los procesos de reparación. El Principio 6 de la Declaración

de las Naciones Unidas llama a las autoridades para “proveer asistencia

adecuada a las víctimas durante el proceso legal”.

• Reparaciones justas y adecuadas. El Artículo 14 de la Convención de las

Naciones Unidas contra Tortura requiere que los Estados “aseguren en sus

sistemas legales que cada víctima de tortura tenga un derecho intransigible a

una compensación justa y adecuada”. La obligación de los Estados partes


bajo la Convención de las Naciones Unidas contra la tortura es proveer

compensaciones ampliadas a víctimas de otros tratamientos crueles,

inhumanos o degradantes. El Principio 8 de la Declaración de las Naciones

Unidas para las Víctimas de Delitos y de Abuso del Poder, establece que “las

víctimas, sus familiares y sus dependientes deben tener el derecho a una

restitución justa, incluyendo el retorno de la propiedad o pago por los daños o

pérdidas sufridas, reembolso de expensas ocurridas como resultado de la

victimización, la provisión de servicios, y la restauración de derechos”.

• Reparaciones por parte del Estado cuando la persona responsable es incapaz

de hacerlo. El Principio 12 de la misma Declaración establece que cuando la

reparación no es compensable completamente por el ofensor u otras fuentes,

los Estados deben procurar compensación financiera a las víctimas que tienen

significantes daños físicos o mentales como resultado de crímenes graves, y a

sus familiares, en particular dependientes de personas que han muerto o se

incapacitaron física o mentalmente como resultado de dicha victimización.

• Asistencia necesaria como parte del derecho de rehabilitación. Según el

Principio 14 de La Declaración de las Víctimas, estas deben recibir además, la

asistencia material, médica, psicológica y social necesaria a través de medios

gubernamentales, de comunidades voluntarias y otras.

Estas son las medidas generales de reparación que deben garantizarse para

cualquier víctima de alguno de los delitos tratados por la Corte. Sin embargo para

el caso específico de las víctimas de los delitos sexuales, debe tenerse en cuenta

que éstas requieren atención especial, y es deber de la Corte diferenciar sus


traumas y proveerlas de cuidados particulares considerando que además de lo

anteriormente explicado, las víctimas de delitos sexuales necesitarían de medidas

más especializadas, que conforme a lo estipulado en el Convenio 116 del Consejo

de Europa61, podrían decirse que son:

· Respeto y comprensión a su vulnerabilidad y desorientación post-delictiva.

· Acompañamiento y asesoría en la presentación de la denuncia. Esta debe ser

receptada con extremo respeto y cuidado, evaluando las necesidades de la

víctima de carácter urgente tales como emergencias médicas.

· La víctima debe ser informada sobre la importancia, para el proceso penal, de los

estudios y revisiones médicas ginecológicas que se le realicen.

· La información del por qué debe dejar sus ropas para estudios periciales.

· Información sobre enfermedades venéreas y embarazos que pueden resultar

como consecuencia del hecho delictivo.

· La víctima tiene derecho a estar informada acerca del progreso de su denuncia al

igual que sobre cómo trabaja el sistema judicial en su región y el por qué es

necesario que la víctima realice múltiples declaraciones que obedecen a las

etapas del proceso penal.

· Necesidad de la compañía de familiares, conocidos y profesionales en las

distintas etapas del proceso penal.

· Salas de espera diferentes para el o los imputados, testigos y víctima.

· Protección de injurias provocadas por los participantes en el proceso penal,

vinculadas a la situación traumática vivenciada.

61
Puede ser consultado en la página de Internet www.poder-judicial.go.cr/salatercera/
revista/REVISTA%2015/cubero15.htm
· Por razones culturales y sociales se requiere un extremo cuidado en los estudios

y pericias en víctimas del sexo masculino.

· Al concluir el proceso penal es esencial informar de la decisión tomada por el

Tribunal a la víctima y/o familiares.

· La víctima sufre consecuencias físicas, emocionales y sociales, generalmente

graves, provocadas por el delito, por lo cual debe tenerse extremo cuidado y

brindar asesoría psicológica permanente mientras supera algún trauma adquirido

con el hecho delictivo.

· Los nuevos comportamientos que realiza la víctima como auto-encierro,

vergüenza, miedo, perturbaciones psíquicas, depresiones, aislamiento,

sensaciones de suciedad, intento de suicidio, están vinculadas a la índole de la

agresión sexual. Así entonces hay que tener cuidado extremo con dichos

comportamientos para poder lograr un reestablecimiento de su orden como

persona.

· Necesita de orientación sobre los distintos tratamientos victimológicos que

realizan instituciones gubernamentales y no gubernamentales.

En todo caso, sabemos que nunca serán suficientes las medidas que se adopten

para satisfacer plenamente los hechos causados, en cuanto que, por ejemplo, la

muerte de un ser querido sólo podría resarcirse por completo en la medida en que

el tiempo pudiera volver atrás y evitar la ocurrencia de tal hecho; pero como ello es

simplemente imposible, según las leyes físicas de la naturaleza, debe intentarse

llegar hasta donde la nos sea posible y conforme a la naturaleza nos sea permitido

en la reparación de los hechos que sin duda alguna, causan tanto daño.
CAPÍTULO III

CORTE PENAL INTERNACIONAL

3.1 ANÁLISIS SOBRE SU TRATAMIENTO A LAS VÍCTIMAS

El Estatuto de Roma entró en vigencia el 1 de Julio de 2002, tras la ratificación

simultánea de 10 países el 11 de Abril de 2002 para un total de 66 países,

volviéndose así la jurisdicción de la Corte Penal Internacional efectiva desde ese

momento.

La creación de la primera Corte Penal Internacional supone una oportunidad para

las víctimas de participar más activamente en el proceso de la justicia y de

desempeñar un papel de mayor relevancia en un proceso que les pertenece de

pleno derecho también a ellas.

El Estatuto de Roma tiene en cuenta a las víctimas desde el mismo preámbulo, en

el cual establece que su base está en la necesidad de garantizar justicia a las

mismas, puesto que, como se recuerda en él: “En este siglo, millones de niños,

mujeres y hombres han sido víctimas de atrocidades que desafían la imaginación

y conmueven profundamente la conciencia de la humanidad”.

Además, el Estatuto reconoce por fin, que los intereses de la justicia y los

intereses de las víctimas son complementarios, cuando entiende que éstas podrán
encontrar sus necesidades satisfechas cuando vean que efectivamente se

investigan los crímenes y se hace justicia. Para este punto, el Estatuto desarrolla

sus artículos en lo que a víctimas concierne basándose en tres principios:

participación de las víctimas en las actuaciones judiciales, protección a las

víctimas y los testigos, y el derecho a una reparación.

Si bien es cierto que el Estatuto da un paso gigante en la importancia que se da a

las víctimas dentro del proceso, no se limita única y exclusivamente a eso, por lo

cual, se entiende analizar punto por punto cada uno de los artículos que trata el

tema.

El artículo principal en cuanto al tema de la protección de víctimas y testigos en el

Estatuto de Roma y el cual reconoce la participación de estas partes en las

actuaciones que se surtan ante la Corte Penal Internacional es el artículo 68 en el

cual se adoptan las siguientes disposiciones:

1. Acepta la necesidad de la adopción de medidas que en verdad protejan la

seguridad, el bienestar físico y psicológico y la vida privada de las víctimas y los

testigos, teniendo en cuenta factores importantes como edad, género, salud e

índole del crimen. En este último punto se prevé que deberán tenerse medidas

especiales cuando el crimen entrañe violencia sexual o sea por razones de

género, o violencia contra niños. Así mismo pone en cabeza del Fiscal el deber de

adoptar estas medidas en el curso de la investigación y del enjuiciamiento de tales

crímenes.
Sin embargo, también se tiene en cuenta el equilibrio con los derechos del

acusado, estableciendo que las medidas que se adopten deben ser compatibles

con el desarrollo de un juicio justo e imparcial.

2. Se prevé la protección de la identidad de las víctimas y testigos frente a la

prensa y el público mediante la celebración de parte del juicio a puerta cerrada o,

permitiendo la presentación de pruebas por medios electrónicos u otros medios

especiales que faciliten la recolección de la prueba sin prejuicio de los derechos

de las víctimas. Establece entonces que la Corte debe tener en cuenta la opinión

de la víctima o el testigo para tomar esta decisión que constituye una excepción al

principio de carácter público de las audiencias.

3. El Estatuto reconoce la contribución que pueden hacer las víctimas al proceso

penal y la importancia que éste tiene para ellas; no las trata como simples objetos

pasivos necesitados de protección o como medios instrumentales del

enjuiciamiento. En consecuencia, se dispone que la Corte deberá permitir que se

presenten y tengan en consideración las opiniones y observaciones de las mismas

en las fases pertinentes de las actuaciones.

Además, se acoge la idea de proporcionar a las víctimas de un representante legal

que presente opiniones y observaciones en las fases del juicio que la Corte

considere convenientes, cuando estas vean afectados sus intereses personales,

de conformidad con las Reglas de Procedimiento y Prueba. Para esto, el artículo


82 en su numeral 4, autoriza al representante legal de las víctimas, para apelar la

decisión por la cual se concede reparación, entre otras.

4. Con la creación de la Dependencia de Víctimas y Testigos se da la atención

que estas partes necesitan en el proceso, en cuanto que dentro de sus funciones

se encuentra el asesoramiento al Fiscal y a la Corte acerca de las medidas

adecuadas de protección y asistencia.

5. Al Fiscal le es permitido reservarse la información completa y por lo tanto

presentar únicamente un resumen de las pruebas y demás información y

documentación a su cargo en la etapa previa al juicio, si considera que su

divulgación completa entraña un peligro grave para la seguridad de algún testigo o

de su familia.

Así mismo, el artículo 19 en su numeral 3 faculta a las víctimas, entre otros, para

presentar observaciones a la Corte sobre cuestiones de competencia de la Corte o

admisibilidad de una causa, permitiéndole de esta forma a los perjudicados

directos, expresar su punto de vista y opinión respecto a las decisiones que sobre

la admisibilidad del caso presentado se haya tomado.

En cuanto a medidas específicas se trata, en materia de protección a las víctimas

y adecuado tratamiento a las mismas, el Estatuto, en su artículo 43, crea la

Dependencia de Víctimas y Testigos dentro de la Secretaría como un órgano

especial de la Corte con funciones específicas de asesoría al Fiscal y a la Corte


misma acerca de las medidas adecuadas de protección, los dispositivos de

seguridad, el asesoramiento y la asistencia a las víctimas y testigos que participen

en los procesos que se adelanten ante la Corte. Esta Dependencia tal como lo

establece el artículo, dispondrá de personal especializado en la materia, con

formación necesaria para tratar, asesorar y asistir a las víctimas de los traumas

generados por el delito, incluidos los relacionados con violencia sexual y con

abusos contra niños, sus familiares, testigos, y otras personas que puedan

encontrarse en peligro en razón del testimonio.

El Estatuto buscó no dejar en el tintero tema alguno en cuanto al tratamiento mas

adecuado que se pueda dar a las víctimas, por lo cual en su artículo 75, otorgó a

la Corte la capacidad para conceder reparación a las víctimas o a sus

causahabientes, incluyendo así elementos de indemnización, restitución,

rehabilitación, satisfacción, garantías de no repetición y cualquier otra forma de

reparación que se pudiese considerar adecuada en cada caso, basándose en

principios de reparación establecidos por la misma Corte.

Este mismo artículo en sus numerales 2, 3 y 4 le da competencia a la Corte para

ordenar al condenado el pago de una indemnización en concepto de reparación

directamente a las víctimas o través de un Fondo Fiduciario de la Corte creado por

este mismo Estatuto en su artículo 79, el cual en consonancia con el principio 13

de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Principios Fundamentales de

Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso del Poder, exhorta al

“establecimiento, el reforzamiento y la ampliación de fondos nacionales para


indemnizar a las víctimas”, pues como se encuentra plasmado en el numeral 1 del

mismo, con este Fondo se busca entonces más que el simple ofrecimiento de

reparaciones, el “beneficio” mas grande posible que se le pueda dar a las víctimas

incluyendo de esta forma la reparación a sus familiares.

Si bien es cierto que se trata de cubrir los perjuicios con la facultad de la Corte de

ordenar los pagos correspondientes, no obstante esto, antes de dictar una orden

en este sentido, deberá tener en cuenta las observaciones del condenado, las

víctimas y las personas o los Estados interesados. Así mismo, con el fin de

garantizar que no se oculten ni se transfieran haberes con objeto de no pagar

indemnizaciones, la Corte podrá adoptar medidas para impedir al acusado hacer

uso de ellos durante la celebración del juicio y poder decomisarlos,

particularmente en beneficio de las víctimas, en caso de que el acusado sea

declarado culpable, otorgándole a esta medida una similitud con lo que en un

proceso civil se tiene como una de las clases de medidas cautelares.

Aún cuando en esta regulación se establecen nuevas y modernas medidas a favor

de las víctimas en donde se busca abarcar campos que anteriormente no se

habían cubierto, el Estatuto no desconoce en ningún momento el derecho nacional

que igualmente cobija a estas personas perjudicadas, por lo cual, en el numeral 6

de este mismo artículo, les son reconocidos ante todo, los derechos de las

víctimas consagrados en el derecho interno o internacional que se haya regulado

en su país de origen.
Cuando de protección a las víctimas se trata, no solo deben garantizárseles

medidas y actos acordes a sus necesidades, también es esencial que las

personas que vayan a dictar dichas medidas sean las mas apropiadas para

hacerlo y que de la misma manera puedan llevar a cabo su trabajo de una manera

imparcial y tendiente a la mejor aplicación de justicia posible, por lo cual, el

Estatuto de Roma, en sus artículos 36 y 44 establece que a la hora de llevar a

cabo la selección de jueces, Fiscales y todo el personal que hará parte de la

Dependencia de Víctimas y Testigos, se deberá tener en cuenta la experiencia

jurídica de los aspirantes en el tratamiento de los delitos, especialmente en

aquellos de violencia contra las mujeres y los niños.

Así mismo, y para cumplir la finalidad anteriormente descrita, en el numeral 9 del

artículo 42 se prevé que además de la experiencia propia con la que deberán

contar los Fiscales, la Corte establece el deber de éstos de nombrar asesores

jurídicos especializados en determinados temas, incluidas la violencia sexual y por

razones de género.

Pero para lograr un juicio justo e imparcial no solo deben fijarse parámetros para

escoger a las personas a cargo del proceso mismo, también deberá regularse y

dar instrucciones sobre cómo debe llevar a cabo su labor, es por esto que en el

artículo 15 se encuentra que entre las maneras de iniciar investigaciones por parte

del Fiscal, se incluye la posibilidad de que este funcionario se pueda basar en

información de cualquier fuente, incluidas las propias víctimas, las cuales pueden

hacer observaciones cuando la Sala de Actuaciones Preliminares esté decidiendo


si autorizar o no una investigación teniendo la obligación correlativa de informarlas

sobre la decisión que el Fiscal o la Sala de Actuaciones Preliminares tomen sobre

iniciar o no la investigación.

Otro de los deberes del Fiscal, establecido en el artículo 54, numeral 1, literal b) se

manifiesta en cuanto a su obligación de permanentemente respetar los intereses y

las circunstancias personales de las víctimas y los testigos como edad, género y

salud, en el curso de la investigación o juzgamiento del crimen, y tener en cuenta

la naturaleza de los crímenes, en particular, los de violencia sexual, violencia por

razones de género y violencia contra los niños.

Pero las obligaciones no corren única y exclusivamente en cabeza del Fiscal, por

ejemplo, en el artículo 57 numeral 3, literal c), no solo se autoriza a la Sala de

Cuestiones Preliminares sino que se le impone como deber, el asegurar, cuando

sea necesario, la protección de las víctimas y testigos, y el respeto de su vida

privada, solicitando la cooperación de los Estados parte en la adopción de

medidas cautelares con fundamento en el beneficio en última instancia de las

víctimas.

El articulo 64, numeral 2, por su parte establece expresamente que La Sala de

Primera Instancia, al igual que todos los órganos de la Corte Penal Internacional

debe tener en cuenta la protección de las víctimas y testigos, y, el numeral 6,

literal e) del mismo, ordena a la Sala de Primera Instancia que al desempeñar sus
funciones antes o durante el juicio, adopte medidas para la protección tanto del

acusado, como de los testigos y las víctimas.

El numeral 4 del artículo 65, añade una obligación más, pues establece que la

Sala de Primera Instancia deberá prestar especial atención a los intereses de las

víctimas y en alguna forma los asimila a los intereses de la justicia al establecerlos

en la misma instancia, y dispone que los debe tener en cuenta para solicitar una

presentación más completa de los hechos de la causa, ya sea pidiendo al Fiscal la

presentación de pruebas adicionales, u ordenando que prosiga el juicio en su

procedimiento ordinario establecido por el Estatuto.

Por último, el numeral 4 del artículo 87 y numeral 1, literal j) del artículo 93 reiteran

que la Corte deberá adoptar todas las medidas necesarias para proteger la

seguridad y el bienestar físico y psicológico de las víctimas, los posibles testigos y

sus familiares, con respecto a las solicitudes de cooperación a los Estados.

Además de todo lo anterior, de por sí importante, el Estatuto amplía las

consideraciones sobre las violaciones graves a las convenciones de Génova,

incluyendo como tales la violación, la esclavitud sexual, la prostitución forzada, el

embarazo forzado, la esterilización forzada o cualquier otra forma de violencia

sexual, ampliando de esta forma, el amparo internacional de las víctimas de estos

delitos.
3.2. SUFICIENCIAS O FALENCIAS

La Corte Penal Internacional es el primer Tribunal Internacional con jurisdicción

sobre crímenes de gravedad, o llamados también “crímenes internacionales”, tales

como los crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad, genocidio, y los

crímenes de agresión, brindando una oportunidad histórica para que la

comunidad internacional garantice a las víctimas de las más graves violaciones a

los derechos humanos y al derecho internacional humanitario, justicia y

reparación, y creando un nuevo paradigma de justicia dentro del derecho

internacional, que para muchas naciones simboliza la construcción de la paz, más

allá de la sanción por la guerra62. Una Corte que efectivamente funcione

cumpliendo con estas características puede ser la clave para terminar con la

impunidad.

El objetivo de la justicia internacional así entendida, no debe restringirse a la

sanción de crímenes que por su gravedad, no pueden ser objeto de castigo ni

perdón, sino que por el contrario debe utilizar el ritual del proceso para ir más allá,

al individualizar las responsabilidades de los crímenes, a fin de disipar la sospecha

de la culpabilidad colectiva y combatir a la vez el revisionismo y la impunidad,

fuentes de nuevos odios y violencias.

62
Cfr. HAZAN, Pierre, Corte Penal internacional, Guía Práctica para uso de las víctimas.
Puede consultarse en la página de Internet www.
web.amnesty.org/library/index/ENGIOR400061999#PIP.
Para que este fin llegue a cumplirse, es necesario tener en cuenta ciertos

aspectos esenciales para lograr que la víctima y toda la sociedad se puedan ver

sanadas del acto cometido en su contra. En primer lugar, y antes de hablar de las

medidas específicas de protección y reparación, debe darse el reconocimiento de

que el acto cometido es un crimen. Este aspecto aún cuando pueda parecer obvio,

es importante para que las víctimas de los delitos reconocidos como tales sepan

que la sociedad en general repudia el acto que ha ofendido su integridad, y que

éste no es tomado como un producto natural de la guerra que por sus mismas

circunstancias debe aceptarse sin más consideraciones. Este aspecto se logró en

el Estatuto de Roma pues es el más completo documento legal que trata las

distintas formas de delitos sexuales y al ampliar el catálogo de los delitos

considerados como crímenes de guerra, amplía también el espectro de víctimas

bajo su protección.

En el espíritu del Estatuto de Roma se encuentra así mismo contemplado el

segundo aspecto importante siendo éste el reconocimiento de la importancia del

otro lo cual lleva a diseñar un proceso en el que no se permite quedar impasible

ante el terror y la muerte, la implementación de un proceso que se responsabilice

de las víctimas, denuncie la barbarie y se resista a la razón totalizadora63, aspecto

que incumbe a la sociedad civil como sobreviviente de una tragedia, y elemento

visto como el mantenimiento de la memoria colectiva sobre aquellas atrocidades

acontecidas con la idea de que ello no se repita en un futuro.


Este es un paso fundamental para en la construcción de una filosofía de paz que

recupere el punto de vista del otro, la memoria de las viudas, los huérfanos, los

torturados y atienda a su llamada, responsabilizándonos a todos en la

recuperación de la memoria histórica de las víctimas para reconocer su dignidad y

crear bases para lograr una convivencia pacífica64.

Las experiencias de las testigos en el caso de los Tribunales ad hoc recogidas en

el primer capítulo de este trabajo, permiten una aproximación a otros elementos

que podrían ser necesarios para dar un tratamiento adecuado a las víctimas

dentro del proceso penal. Sin especular que esta pueda ser la última palabra al

respecto, teniendo en cuenta que las necesidades de las víctimas van en

aumento, nos permitimos esbozar ciertas consideraciones sobre lo que a nuestro

parecer, y basándonos en diversos estudios de respetados autores que han

analizado el tema65 y que serán proyectados a lo largo de este capítulo, son los

elementos tratados en el Estatuto de Roma para la protección de víctimas y

testigos.

El Estatuto acierta al reivindicar roles muy activos para las víctimas en todas las

audiencias, dándoles, por fin, un papel central en el dispositivo de la justicia

63
Cfr. SAMPEDRO ARRUBLA, Julio, La memoria de las víctimas: un instrumento de la
superación del terrorismo, en Universitas No. 102, Ed. Pontificia Universidad Javeriana,
Bogotá, 2001, pp. 20.
64
Cfr. SAMPEDRO ARRUBLA, Julio, La memoria… Ob.cit., pp.20.
65
Cfr. HAZAN, Pierre, Corte Penal internacional…, Ob. Cit., Puede consultarse en la
página de Internet www. web.amnesty.org/library/index/ENGIOR400061999#PIP.
internacional. Esta participación comprende diversos aspectos que reflejan, en los

derechos a ellas otorgados, una intervención que puede acercarse al nivel

deseable de participación, como son el derecho a la información, el derecho a la

asistencia, y un amplio derecho a la reparación.

Derecho a la información

Como lo establece el Principio 13 de la Declaración de las Naciones Unidas, una

persona sólo puede ejercer efectivamente sus derechos cuando ha sido informada

sobre ellos y sobre el procedimiento para ejercerlos. Esto reitera la importancia

del derecho de las víctimas a la información sobre los resultados del acto procesal

en el que han participado, y en general sobre todos los aspectos del proceso que

tengan que ver de alguna u otra manera con sus necesidades; sobre sus

derechos, sobre las facultades que pueden ejercer en el proceso y sobre el estado

de la causa.

La información correcta a las víctimas sobre lo que supone testificar significará

una descripción realista sobre todos los detalles que este procedimiento envuelve;

así entonces se tiene que es preciso informarles previamente lo que les va a pasar

en el Tribunal para así permitirles estar preparadas. Para que esto se cumpla a

cabalidad, la Corte establece que la víctima tendrá un representante legal

proporcionado por la Secretaría que le será de gran ayuda en los casos en que el

interés de la víctima y del Fiscal se encuentren en conflicto. Igualmente, a las

víctimas también se les debe dejar en claro que se les está dando un
reconocimiento profundo de que al haber sido tratadas ofensivamente o haber sido

testigos de ese trato vejatorio, se está enjuiciando a los acusados y que

dependerá de la Fiscalía demostrar los hechos.

Aún cuando el Fiscal tiene una obligación clara de mantener informadas a las

víctimas, debe permitírsele que pueda determinar la cuestión en cada caso,

balanceando la necesidad de satisfacer esta carga con otras consideraciones tales

como la necesidad de confidencialidad en las investigaciones.

El Procedimiento establecido por el Estatuto de Roma en cuanto a la apertura de

una instrucción, impone una carga en el Fiscal en donde se establece que cuando

éste decida llevar a realización este paso y solicitar autorización a la Sala de

Cuestiones Preliminares, es su obligación advertir de ello a las víctimas, ya sea

individual o colectivamente, cuando se trate de varias personas. Debe entonces

buscar el medio más idóneo de notificación debido a que se reconoce la

importancia de esta información como un derecho fundamental de la víctima, y por

lo tanto se establece la posibilidad de que puedan ser notificadas por conducto de

las organizaciones de víctimas o en su defecto, por su abogado. Como

consecuencia de esa información, las víctimas podrán enviar representaciones

escritas a la Sala de Cuestiones Preliminares para sostener su punto de vista e

impulsarla a dar su autorización para abrir la investigación. La Sala a su vez podrá


entonces solicitarles mayor información, lo mismo que al Fiscal, para lo cual podrá

celebrar una audiencia con el fin de obtenerla66.

Después de un examen minucioso de estos factores, la Sala de Cuestiones

Preliminares autorizará o rechazará la iniciación de la investigación, lo cual deberá

hacerse por medio de una decisión motivada con argumentos sólidos, que

comunique a las víctimas que le han expuesto su punto de vista las razones para

la misma (regla 50 de Procedimiento y Prueba). En caso de rechazo de la

autorización, el Fiscal está habilitado para hacer una nueva petición “basada en

nuevos hechos o pruebas relacionados con la misma situación”. En consecuencia,

las víctimas tienen el mayor interés en comunicar al Fiscal todos los nuevos

elementos de hecho y prueba con respecto al mismo caso, porque nada impide a

éste examinarlos (artículo 15-6 del Estatuto de Roma).

Derecho a la asistencia

Un derecho de gran importancia que acude a las víctimas en todos los momentos

del proceso incluidas las etapas previas y posteriores al mismo, es el de

asistencia. El Estatuto establece que las víctimas contarán con medidas de

protección y apoyo psicológico y/o médico y que el personal con el que van a

tratar está adecuadamente capacitado en traumas, violencia de género, delitos

sexuales, etc., para evitar así que el proceso penal las obligue a revivir el trauma

66
Cfr. HAZAN, Pierre, Corte Penal… Ob. Cit., Puede consultarse en la página de
Internet www. web.amnesty.org/library/index/ENGIOR400061999#PIP.
causado. De igual manera, los interpretes y traductores deberán comprometerse a

respetar las necesidades y dignidad de las personas traumatizadas.

Con ese fin, la Corte asigna en el Secretario un papel capital: el de ayudar,

aconsejar y proteger a las víctimas. Para cumplir su misión, se exige en el

Estatuto que este funcionario cuente con una “elevada moralidad” por cuanto

desempeña un rol crucial para las víctimas y los testigos. Esta exigencia, que se

plantea por primera vez en un Tribunal Internacional, podría ser cuestionada por el

subjetivismo que envuelve, pero a su vez ayuda a ampliar los criterios de

escogencia del personal de la Corte y reconoce que las víctimas necesitan algo

más que la preparación profesional de las personas que van a colaborarles.

Entre las funciones de asistencia que debe prestar el Secretario, está la ayuda que

debe brindar a las víctimas a organizarse para hacerse representar ante la Corte,

independientemente de la Regla 90-1 de las Reglas de Procedimiento y Prueba

que da libertad a las víctimas para elegir su representante legal. Pero, sea cual

fuere la forma de elección de este representante, el Secretario deberá facilitar su

trabajo en todo momento, poniendo a su disposición todos los elementos que éste

requiera para cumplir su labor.

El Secretario a su vez, tendrá una dependencia de apoyo denominada

Dependencia de Víctimas y Testigos, la cual se ocupará de la seguridad y

protección de las víctimas y testigos o de cualquier otra persona que se encuentre

en peligro por razón de su colaboración a la Corte. En desarrollo de esta tarea,


esta Dependencia debe advertir al Fiscal y a la Corte sobre los peligros que están

corriendo las personas que se encuentran bajo su protección y que han aceptado

prestar su testimonio. Conscientes de la dificultad que supone para las víctimas y

testigos presentar declaraciones ante la Corte, se incluye en esta Dependencia

personal especializado en traumas, en particular para los menores y las personas

víctimas de delitos sexuales, y se acepta que se incorporen otro tipo de

especialistas en las diversas áreas (médicas, sociales, psicológicas, legales, etc.)

para garantizar no sólo que los hechos relacionados con este tipo de violencia

sean investigados, sino además que las víctimas sean tratadas de acuerdo a su

condición, situación y necesidad.

Pero además, independientemente de esta Dependencia y aún dentro de la órbita

de la Secretaría, fue creado un organismo autónomo especializado en la ayuda a

las víctimas para participar en el juicio y presentar sus demandas de reparación: la

Unidad de Participación de las Víctimas y las Reparaciones.

Derecho a la reparación

Así mismo, se establece que la responsabilidad del Secretario hacia las víctimas y

los testigos no termina con el final del proceso, sino que este funcionario debe

disponer y llevar a la práctica medidas a corto y largo plazo para garantizar que

también se cumpla el derecho a la reparación, reconociéndose la importancia vital

que este derecho representa en el proceso de curación de las víctimas, incluyendo


aquí a toda la sociedad y a los propios autores de los delitos, para evitar

violaciones de la misma índole o aún peores en un futuro.

Este punto puede considerarse como un progreso de la Corte Penal Internacional

frente a los Tribunales antecesores, el TPIY y TPIR, los cuales sólo establecían la

restitución de los bienes a sus propietarios legítimos, pero no manejaron el

concepto integral de reparación de que trata el Estatuto de Roma.

El Estatuto brinda una amplia facultad a la Corte, teniendo como fundamento su

responsabilidad en la protección de víctimas y testigos mediante la adopción de

medidas que garanticen su seguridad, medidas que podrá llevar a cabo en

cualquier momento que lo considere necesario, ya sea en momentos previos,

durante, o posteriores al juicio, pero especialmente en la fase de la decisión de la

Sala de Cuestiones Preliminares de autorizar una investigación y en cuanto a la

decisión con respecto a las reparaciones. De esta manera, se le otorga en el

artículo 75-2 del Estatuto la facultad para ordenar las formas de reparación que su

creatividad le admita implementar.

Este artículo es inclusivo, no excluyente, por lo cual le permite a la Corte ordenar

otras formas de reparación contra un convicto, sin que esto desvirtúe los derechos

del acusado también reconocidos con equidad y teniendo en cuenta el debido

proceso, como principio fundamental universalmente reconocido, lo cual puede

considerarse una avance en materia de derecho procesal penal, pues la norma


hace justicia al intentar equilibrar los derechos del acusado y los de las víctimas.

(Parte III del Estatuto).

La Corte además, tiene la potestad para determinar la magnitud de los daños,

pérdidas o perjuicios causados a las víctimas por sí misma y sin haberse

planteado una solicitud específica, como también tiene la de ordenar el pago de

las reparaciones a las víctimas lo cual puede quedar a cargo del condenado. Se

prevé así mismo, en consonancia con el principio 13 de la Declaración de las

Naciones Unidas sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las víctimas

de Delitos y del Abuso del Poder que llama al “establecimiento, reforzamiento y la

ampliación de fondos nacionales para indemnizar a las víctimas”, un fondo

fiduciario cuyos recursos sirvan para soportar el pago de indemnizaciones

encaminadas a reparar a las víctimas y a sus familias (artículo 79 del Estatuto).

Según el artículo 79-2 del Estatuto, los recursos de este Fondo pueden provenir

de “multas, así como por el producto de los bienes confiscados”, y se

complementará con aportes voluntarios. El Fondo debe ser capaz de recibir

recursos de la mayor variedad de fuentes como sea posible, pero será esencial

desarrollar un criterio para asegurar que los recursos del Fondo no afecten la

imparcialidad de la Corte en ninguna manera.

Teniendo en consideración que la Corte pretende una reparación integral, surge la

duda sobre la suficiencia de los recursos para satisfacer todas las necesidades de

las víctimas, cuando las personas condenadas sean insolventes o posean


recursos insuficientes, lo cual, como es factible de presumir, sucederá en la

mayoría de los casos. Es precisamente por esta razón por la que surge el órgano

del Fondo Fiduciario, pues aunque se busque una reparación mas completa, en

casos de víctimas numerosas tales recursos se verán siempre como insuficientes

para cubrir todas las necesidades que estas puedan llegar a demandar.

Siendo esto así, debe considerarse que bajo el precepto que obliga a la Corte a

dar una “publicidad adecuada de las actuaciones de reparación” conforme a lo

dispuesto en la regla 96 de Procedimiento y Prueba, para que la mayor cantidad

posible de víctimas implicadas esté en condiciones de hacer valer su demanda,

cuando éstas sean muy numerosas, la Corte deberá otorgar una reparación

colectiva cubriendo de esta manera un mayor campo de lo solicitado. Este aspecto

puede tornarse complejo en la práctica, teniendo en cuenta que la Corte Penal

Internacional juzgará crímenes internacionales de gran seriedad, los cuales

pueden implicar una cantidad considerable de perjudicados con motivos fundados

para solicitar reparaciones, con la obligación de que todas las víctimas y sus

familiares sean tratadas con criterios de igualdad y equidad, considerando claro

está, las circunstancias específicas de cada caso.

Considerando esto así, surge entonces una gran duda, si los fondos para

atenderlas a todas no son suficientes, cuáles serían los criterios que deberían

tenerse en cuenta para saber qué necesidades deben dejar de satisfacerse, o a

cuáles de las víctimas van a dejar de atenderse. Esta preocupación se torna

relevante porque en caso de insolvencia de los criminales juzgados por la Corte


Penal Internacional, las víctimas no pueden actuar en contra de ninguna de las

partes en el ámbito mismo de este Tribunal, sólo se esperará que los aportes

voluntarios al Fondo Fiduciario para las víctimas cubran la insolvencia de los

criminales, dejando abierta la posibilidad de la ausencia de reparación de variados

campos afectados.

En torno al tema de la reparación, aún siguen en discusión varios procedimientos

que no han podido ser esclarecidos, uno de ellos se refiere a la prioridad que debe

dársele a los recursos del Fondo Fiduciario, pues como lo cuestiona Pierre Hazan

en su guía práctica para las víctimas, “¿la suma forzosamente limitada de dinero a

disposición del Fondo se utilizará, con carácter prioritario, para pagar los

mandatos de reparación individual fijados por los magistrados? ¿O, al contrario, el

Fondo satisfará ante todo los proyectos grupales, como la construcción de un

monumento, o las reparaciones colectivas? Aún no se ha decidido nada”67.

Se sabe que a la luz del Estatuto, la Corte sólo podrá enjuiciar a individuos, y no a

Estados y empresas, lo que no obsta para que los Estados estén obligados a

aceptar ejecutar las decisiones de la Corte en materia de reparaciones. Aún más,

en ciertos casos, los Estados estarán igualmente obligados, según los términos

fijados por el derecho internacional o su legislación interna, a atender la

indemnización de las víctimas, cuando el condenado no se encuentre en

67
Cfr. HAZAN, Pierre, Corte Penal… Ob. Cit., Puede consultarse en la página de
Internet www. web.amnesty.org/library/index/ENGIOR400061999#PIP.
condiciones de hacerlo o cuando el Estado también sea responsable del crimen

cometido.

La Corte también prevé medidas para proveer a las víctimas en los casos más

desesperados. Es así como el Estatuto les permite actuar por iniciativa propia,

cuando considera que las mismas se ven en la imposibilidad práctica de solicitar

reparaciones, sea porque no pueden tener acceso a la justicia, sea porque se

encuentran en un estado de indigencia que no les permite organizarse y hacer

valer sus derechos. Si llegase entonces a presentarse esta situación y la Corte

decidiera por propia iniciativa fijar reparaciones, deberá notificar a las víctimas, así

como a toda persona o Estado interesados. Los magistrados de la Corte Penal

Internacional deberás así fijar el monto de las reparaciones, eventualmente sobre

la base de un peritaje y no sin antes haber escuchado a todas las partes.

Para complementar las disposiciones mencionadas, a la Corte le fueron otorgadas

facultades para solicitar la adopción de medidas cautelares tales como el

congelamiento de cuentas bancarias, medidas que podrá tomar hasta el final del

proceso con el fin de asegurarse que el acusado no oculte ni transfiera sus bienes

evitando así pagar las reparaciones. Esta confiscación de los bienes permitirá

indemnizar a las víctimas en caso de condena del acusado, y es en este punto en

donde la colaboración de los Estados resulta indispensable.


Protección de la Víctima

Para una víctima, la comparecencia ante la justicia internacional es una prueba

difícil, no sólo psicológicamente en cuanto que significa aceptar evocar actos

traumáticos de los cuales ha sido víctima directa o testigo, y que pueden perturbar

su equilibrio psíquico, sino también físicamente, pues puede llegar a significar

arriesgar la propia vida.

La Corte Penal Internacional es responsable de la seguridad, el bienestar físico y

psicológico, la dignidad y el respeto de la vida privada de las víctimas, los testigos

y sus allegados siendo esto de lo cual depende su credibilidad y legitimidad. Para

cumplir esta tarea dispone de organismos tales como la Secretaría y la

Dependencia para la Protección de Víctimas y Testigos, cuyas funciones han sido

explicadas en apartes anteriores de este trabajo, y de disposiciones específicas

que pueden aplicarse para proteger la salud y la vida de víctimas o testigos

amenazados.

El artículo 68 del Estatuto contempla las medidas para proteger la seguridad, el

bienestar físico y psicológico, y la dignidad y privacidad de las víctimas y testigos,

particularmente en los casos de violencia sexual o de género. Así por ejemplo, a

las víctimas de violencias sexuales y a los niños les es permitido hablar a puerta

cerrada a través del método de videoconferencias, evitando también la parte

procedimental del contra-interrogatorio, pues éste no se considerará necesario

para que su testimonio sea valedero. Pueden igualmente no estar presentes en la


Sala de Audiencias y testimoniar por intermedio de un circuito cerrado de video.

Por último, y ante la decisión de la Sala de ordenar una medida especial, pueden

prestar testimonio ante la Corte en presencia de una persona de confianza, sea

"un abogado, un representante, un psicólogo o un familiar" (regla 88-2 de las

Reglas de Procedimiento y Prueba).

Esto último, referente a las declaraciones a puerta cerrada lleva a un conflicto

nuevo, el cual se incrementa al momento de contraponer los derechos igualmente

importantes de acusado y víctima, los cuales se presentan en los casos de las

declaraciones anónimas, pues se le ha otorgado la facultad a la Corte de que,

cuando lo considere conveniente para la seguridad de las víctimas y testigos, lleve

a cabo audiencias de juicio a puerta cerrada, y aún a los mismos testigos se les ha

permitido presentar una petición de protección ante la Sala, incluido un pedido de

anonimato. Para estos casos, la regla 87 de Procedimiento y Prueba, previó un

conjunto de medios que garantizan el anonimato y respetan a la vez los derechos

del acusado. Las condiciones y modalidades prácticas para testimoniar de manera

anónima deberán ser entonces evaluadas previamente por la Corte para así evitar

la vulneración grave de derechos de alguna de las partes.

Cuando está amenazada la seguridad de un testigo o de su familia, el Fiscal

puede reservar también, como ya fue mencionado anteriormente, ciertas pruebas

y revelarlas únicamente de manera resumida, al igual que reservarse la identidad

de ciertos testigos del expediente público. Sin embargo, cabe reiterar que esas
medidas deberán ser compatibles con los derechos del acusado a un proceso

justo.

Las medidas de protección también incluyen la presentación de pruebas por

medios electrónicos u otros medios idóneos, o bien la reserva que puede hacer el

Fiscal para divulgar o presentar pruebas o información en caso de existir un grave

peligro para la seguridad de un testigo o su familia. Así mismo, la Corte está

facultada para permitir que en las fases del proceso que considere convenientes,

se tomen en cuenta las opiniones y observaciones de las víctimas en caso de

verse afectados sus intereses personales.

Como complemento de lo anterior, la Corte también tuvo un avance al codificar,

por primera vez en la historia del derecho, la investigación y el procesamiento de

crímenes de género contra las mujeres, y crímenes contra los niños, incluyéndolos

así dentro de su esfera de protección. De esta manera, en el parágrafo 22 del

artículo 8 del Estatuto se consagran las violencias sexuales como crímenes de

lesa humanidad, al igual que las violencias sexuales son consagradas como

crímenes de guerra, diferenciando estas dos consideraciones en el carácter

generalizado o sistemático de dichas prácticas.

Así mismo y teniendo en cuenta que los delitos de mayor cuidado no son

solamente los que envuelven a las mujeres y siguiendo la recomendación de la

UNICEF, que “insiste en la necesidad de combatir las atrocidades contra los niños

[...] incluida la violación como arma de guerra, estableciendo una Corte Penal
Internacional permanente y dotada de toda la competencia necesaria”68, se

reconoce que en efecto los niños pueden ser víctimas de crímenes de guerra,

crímenes de lesa humanidad o actos de genocidio, y por primera vez en el

derecho penal internacional, "reclutar o alistar a niños menores de quince años en

las fuerzas armadas nacionales o utilizarlos para participar activamente en las

hostilidades" (artículo 8-2-b-xxvi del Estatuto), durante un conflicto interno o

internacional, se considera como un crimen de guerra.

Se trata de una de las disposiciones más innovadoras del Estatuto. La gran

controversia consistió en determinar la edad límite del reclutamiento. Las ONG

insistieron en que ese límite debía fijarse a los dieciocho años, pero frente a la

reticencia de muchos Estados, incluido Estados Unidos, el umbral se estableció a

los quince años.

Con la adición de estos parámetros dentro de la regulación internacional de

avanzó un gran paso otorgando de esta forma una inclusión mas a fondo de un

nuevo foco de atención a las labores de la Corte.

68
Discurso de Carol Bellany, directora ejecutiva del Fondo de las Naciones Unidas para
la Infancia, pronunciado durante la sesión inaugural del Llamado de La Haya por la
Paz, 12 de Mayo de 1999. Puede consultarse en la página de Internet
www.earthaction.org/es/archive/98-10-wt/hague.html
La Víctima en el Proceso ante la Corte Penal Internacional

La Corte no trata a las víctimas como a objetos pasivos necesitados de protección

ni como simples instrumentos del enjuiciamiento. Por el contrario, el Estatuto

reconoce la contribución que pueden hacer al proceso penal y la importancia que

a su vez éste tiene para ellas. Al dar así a las víctimas voz y participación en el

proceso, este organismo reconoció la enormidad y el costo personal de la

contribución de las víctimas a la justicia e incorporó un respeto institucional hacia

sus intereses.

En consecuencia, el artículo 68-3 del Estatuto reconoce a la Corte la posibilidad de

determinar el aporte que las víctimas pueden hacer al procedimiento penal

disponiendo que la Corte debe permitir que se presenten y consideren las

opiniones y observaciones de las víctimas en las fases pertinentes de las

actuaciones. Indiscutiblemente, la forma en que esos puntos de vista deben ser

efectivamente presentados de manera que no representen un perjuicio o

inconsistencia con los derechos del acusado en un juicio justo e imparcial puede

variar, dependiendo en cada caso de la complejidad de las materias, el número de

victimas y el número de acusados. La Corte deberá analizar entonces cada caso

particular pues resulta imposible anticipar en el Estatuto todas las variaciones

posibles.

De esta forma, a las víctimas se les da el carácter de partes activas dentro del

procedimiento, no sólo en cuanto a la búsqueda de la reparación del daño, sino


también en la aspiración a una condena justa a los culpables del perjuicio sufrido.

Pero también puede presentarse el caso en que la víctima no esté interesada en

tal participación, aquí lo que entonces se procurará será permitirle estar enterado

de las actuaciones que se han desencadenado a raíz del hecho sufrido, ya que en

caso de una condena que ordene la reparación de los perjuicios, resulta

obligatorio notificar a todas las víctimas que tengan derechos potenciales a hacer

una justa reclamación.

Adicionalmente a la posibilidad de poder presentar sus opiniones y observaciones

en las fases pertinentes, el Estatuto permite que las víctimas realicen dichas

intervenciones de modo específico en lugares diversos a la sede del Tribunal en

La Haya. La finalidad de esta disposición tiene diversos matices y consecuencias

importantes en muchos frentes. En primer lugar, es trascendental que las

personas y los pueblos interesados puedan sentir la justicia como propia, lo cual

se logra cuando se ejerce lo más cerca posible de los lugares en donde se

cometieron los hechos que van a ser juzgados. En segundo lugar, dado que el

Fiscal es el responsable de investigar crímenes en todo el mundo, debe

considerarse la dificultad que entraña para las víctimas, los testigos, y sus

familiares y dependientes, y otras fuentes importantes de información como las

ONG, desplazarse hasta La Haya, abandonando sus responsabilidades y afectos

durante el tiempo que la Corte necesite su colaboración, por lo cual se estableció

la posibilidad de trasladar la Corte al lugar de los hechos, decisión que en la

práctica dependerá de los magistrados, pero para ello deberán tener en


consideración que los recursos son limitados y que su decisión necesariamente

tendrá un impacto económico.

Si bien es cierto que la figura de parte civil consagrada en algunas legislaciones

nacionales no se establece como tal en el Estatuto de Roma, si se le brinda a la

víctima como otra forma de intervención, facultades similares como la de impulsar

al Fiscal a iniciar una investigación con una simple exposición de su caso que

incluya los elementos de prueba que tenga en su poder. Sin embargo, el derecho

de presentar pruebas de la comisión de crímenes al Fiscal de la CPI no significa

que las víctimas puedan recurrir directamente a la Corte, pues conforme a lo

establecido en el Estatuto, sólo el Fiscal puede, en principio, iniciar una

investigación.

En ciertas condiciones, sin embargo, la Sala de Cuestiones Preliminares puede

imponer al Fiscal la apertura de una investigación, sobre todo a petición de las

víctimas, cuando el funcionario se ha negado a hacerlo por considerar que esa

medida no serviría “los intereses de la justicia”. Para tomar esa decisión, el Fiscal

debe tener en cuenta la gravedad del crimen al igual que los intereses de las

víctimas.

Su decisión será finalmente notificada a las víctimas (regla 92 de Procedimiento y

Prueba), quienes podrán en consecuencia hacer observaciones a la Sala de

Cuestiones Preliminares para que ésta imponga al Fiscal la apertura de una

investigación. No obstante lo anterior, esta regla no tiene los alcances de los


estándares internacionales que permiten a la víctima y organizaciones no

gubernamentales, instituir procesos, bajo ciertas circunstancias especiales,

cuando el Fiscal no lo hace. Es cierto que en algunos casos las víctimas pueden

presentar un recurso de queja por su negativa, pero no se deja en claro que

sucede si el Fiscal no responde. En este punto es conveniente precisar que el

Estatuto si habilitó a la Sala de Cuestiones Preliminares con enormes facultades

de control sobre las acciones del Fiscal, sobre todo en lo concerniente al tema de

la apertura de las investigaciones cubriendo así, de manera integral, la protección

a las víctimas en este asunto.

Además, la víctima puede declarar ante la Corte, participar en las actuaciones

desde el inicio de la investigación, como también su o sus representantes legales

tienen acceso a los documentos del expediente, pueden solicitar investigaciones

complementarias, intervenir en los debates presentando observaciones sobre la

cuestión de la admisibilidad de la causa y la competencia de la Corte e interrogar

directamente o a través del juez presidente al acusado.

De esta forma, se reconoce que las víctimas se encuentran en una situación

privilegiada en cuanto al acceso de la realidad de la información sobre los hechos

que constituyen los crímenes y a manifestar su posición frente a sus presuntos

autores. El Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU calcula que el

noventa por ciento de las informaciones sobre las violaciones masivas de los

derechos humanos proceden de las ONG, que están en contacto directo con las
víctimas69. El acceso del Fiscal a esta información privilegiada se reglamenta en el

artículo 15 el cual permite a la víctima presentar sus denuncias junto con los

elementos de prueba que las sustenten ante el Fiscal para que éste, decida si

constituyen material suficiente para abrir una investigación, o si el Fiscal decide no

esperar a que esta información llegue, puede buscarla y recogerla de

organizaciones gubernamentales y no gubernamentales. En consecuencia, tanto

en la finalidad como en las modalidades de puesta en práctica de la justicia

internacional, puede verse que se reconoce una convergencia de intereses entre

el Fiscal y las víctimas.

El hecho de que las víctimas y testigos puedan hacerse oír por el Fiscal no

significa que la denuncia sea de por si admisible ni que la Corte sea competente.

Estos elementos deberán ser estudiados por la Sala de Cuestiones Preliminares,

y, para abrir una instrucción, el Fiscal tendrá la obligación de obtener su acuerdo,

advirtiendo de ello a las víctimas de manera individual o colectiva o por conducto

de su representante, con el fin de que éstas puedan enviar observaciones por

escrito a la Sala para argumentar y sostener sus puntos de vista y promover el

otorgamiento de su autorización.

La misión de esta Sala consiste entonces en supervisar al Fiscal y asegurarse de

que no inicie investigaciones sin razones justificadas ni se exceda en su mandato.

En virtud de esta función, puede pedir a las personas que proporcionaron la

69
Puede consultarse en la página de Internet www.
web.amnesty.org/library/index/ENGIOR400061999#PIP.
información o al mismo Fiscal, mayores detalles o ampliación de lo presentado,

para que con base en ello, pueda expedir la decisión argumentada que

establecerá si se inicia o no la investigación. Decisión esta que deberá ser

igualmente comunicada a las víctimas que expusieron ante ella sus puntos de

vista, puesto que en el evento de rechazo de la autorización, el Fiscal se

encontraría facultado para hacer una nueva petición “basada en nuevos hechos o

pruebas relacionados con la misma situación”, de manera tal que las víctimas

conservarán el interés en comunicar al Fiscal todos los nuevos elementos de

hecho y prueba con respecto al mismo caso, pues nada impide a éste examinarlos

(artículo 15-6 del Estatuto).

En caso de que el Fiscal decida no abrir investigación, conforme a lo estableado

en el numeral 3, literal b) del artículo 53 del Estatuto, tiene el deber de comunicar

dicha decisión a las víctimas, asegurándose de exponer sus razones claramente,

e informarles sobre la posibilidad existente de proveer futura información. En el

mismo sentido, si decide iniciarla, la notificación a las víctimas debe calcularse de

tal manera que alcance el mayor número de ellas, para que tengan la posibilidad

de actuar en el proceso, bien sea a través de comunicados de prensa, o a través

de sus representantes, salvo circunstancias excepcionales que puedan poner en

peligro la investigación o a los individuos.

El abogado de las víctimas o su representante legal puede a su vez plantear

observaciones a la Corte en las condiciones fijadas por la decisión de la Sala en

cuestión. Así, puede solicitar investigaciones complementarias, impugnar la


manera de realizar la investigación, emitir una opinión sobre la competencia de la

Corte y la admisibilidad de la denuncia, etc. Esta clase de intervenciones serán

elementos adicionales que los magistrados de la Sala de Cuestiones Preliminares

deberán tomar en cuenta para formarse su opinión, para luego ser considerados

por la Sala de Primera Instancia. El representante legal también puede hablar para

dar a conocer las preocupaciones de la víctima durante los debates y hacer valer

su punto de vista ante la Corte sobre todas las cuestiones cruciales, se trate del

pronunciamiento de la sentencia, la asignación de una reparación o el

procedimiento ulterior al proceso, en especial la apelación, las audiencias con

vistas a decidir una reducción de la pena, el reexamen de la causa y la puesta en

libertad del acusado.

A fin de permitir a las víctimas y sus representantes solicitar su participación en las

actuaciones, el Secretario deberá informarles “a tiempo” la “fecha de las

audiencias y su eventual aplazamiento, así como la fecha en la cual se

comunicarán las decisiones” (regla 92-5). En general, la notificación deberá

hacerse por escrito pero se prevé que ante la imposibilidad de hacerlo de este

modo, se realice “en cualquier otra forma apropiada” (regla 92-7). En este punto

será también un factor fundamental la cooperación de los Estados y la asistencia

de organizaciones intergubernamentales.

También se permite a la víctima rendir declaraciones ante la Corte siguiendo el

procedimiento fijado por la regla 89 para cuando la víctima desee exponer sus

preocupaciones y puntos de vista en una audiencia. Sin embrago, esta regla


establece que la víctima interesada en esto deberá, presentar una solicitud por

escrito al Secretario para que éste la remita a la Sala competente, la cual fijará a

su vez los mecanismos de participación de la víctima en el proceso. Así entonces,

la Sala puede permitir a la víctima hacer “declaraciones al principio y al final de las

audiencias ante la Corte” conforme lo establece la regla 89-1 de Procedimiento y

Prueba. Y, ante el evento de que la Sala decida rechazar la petición de las

víctimas, nada impide a éstas presentar una nueva solicitud en una etapa posterior

del juicio (regla 89-2).

Un tema que constituye un gran avance de la Corte Penal Internacional frente a

los tribunales ad hoc, es el referente a la representación. Por esto, para

constituirse en interlocutor privilegiado ante la Corte se creó el Colegio de

Abogados Penal Internacional cuya función es admitir y recoger a los más

adecuados defensores y representantes legales de las víctimas. Dentro de las

normas que regulan este aspecto, se prefirió utilizar para denominarlos, el término

de “letrado” sobre el de “abogado”, pues la posibilidad de intervenir ante las

jurisdicciones internacionales no está reservada en estricto sentido a los

abogados, sino que por el contrario también se permite el acceso a otras personas

competentes en derecho penal o derecho internacional.

La participación de las víctimas en el proceso va más allá de la terminación del

mismo, por lo cual y como ya fue mencionado reiteradamente, se requiere que les

sea notificado su derecho a participar en la apelación, audiencias de reducción de

la sentencia y revisiones de la condena.


Limitaciones de la Corte Penal Internacional 70

1. Depende de la cooperación voluntaria de los Estados.

Como el Tratado de Roma no creó ninguna fuerza policial coercitiva, corresponde

a los Estados llevar a la práctica las decisiones de la Corte relativas a las

investigaciones, los enjuiciamientos y la ejecución de las penas, por lo cual la

efectividad de la CPI se basa, en su mayoría, en la capacidad y voluntad de

cooperación de los Estados parte, pues en efecto, no ha sido establecido

mecanismo obligatorio alguno. El artículo 87 del Estatuto, relativo a las peticiones

de cooperación, dispone que si un Estado no satisface una solicitud de

cooperación de la Corte, ésta puede remitirla a la Asamblea de los Estados Partes

o al Consejo de Seguridad (en los casos en que éste le haya dado intervención).

La Asamblea, empero, no tiene ninguna facultad de coerción para obligar a los

Estados renuentes a cooperar.

En caso de que la Corte llegare a necesitar la cooperación de un Estado que no

forme parte del Estatuto, éste podría firmar un convenio ad hoc, con el fin de

establecer las modalidades y reglas de su colaboración. Sin embargo, la Corte

70
Puede consultarse en la página de Internet www.
web.amnesty.org/library/index/ENGIOR400061999#PIP.
está totalmente desprovista de recursos para cooperar con un Estado no

signatario del Estatuto si no existe un convenio en ese sentido71.

Por lo tanto, los Estados partes deben revisar sus legislaciones y adecuarlas en el

contexto de la cooperación para asegurar que las autoridades cumplirán sin

retardo con los requerimientos de la misma, pues debido a la necesidad de

celeridad de ciertos casos, la pronta respuesta del Estado solicitado resulta

fundamental para la consecución de los fines buscados. Un ejemplo ilustrativo de

esto se presentaría en el caso de la necesidad de mover fondos electrónicamente

de una cuenta a otra alrededor del mundo, e donde un retardo de solo algunas

horas por las autoridades del Estado en el cumplimiento de un requerimiento de

asistencia de la Corte en identificar, perseguir, congelar o incautar activos cuando

se ha convocado una garantía de arresto, podría dificultar o imposibilitar el

implemento de una reparación.

Si bien es cierto que los Estados tienen alguna discrecionalidad para dar efecto a

las multas impuestas por la Corte “de acuerdo con el procedimiento de su derecho

nacional”, de todas formas deben dar todos los efectos a estas determinaciones

de la Corte sin tener en cuenta los procedimientos nacionales que usen para ello.

71
HAZAN, Pierre, Corte Penal… Ob. Cit., Puede consultarse en la página de Internet
www. web.amnesty.org/library/index/ENGIOR400061999#PIP.
2. Irretroactividad de la competencia

La Corte Penal Internacional conforme a lo dispuesto en sus artículos 11-2 y 12-3,

no podrá enjuiciar a los presuntos autores de crímenes cometidos antes del 1º de

julio de 2002, fecha de la entrada en vigor del Estatuto de Roma. Del mismo

modo, la Corte sólo ejercerá su competencia sobre un Estado para los crímenes

cometidos después de la fecha de su adhesión al Estatuto, a menos que dicho

Estado declare reconocer esa competencia con respecto a un crimen cometido

con anterioridad a su incorporación.

La Corte sólo es competente a partir del 1º de julio de 2002 y desde el momento

en que los Estados ratifican el Estatuto. Sin embargo, existe una discrepancia en

la forma que se manejaría un caso en donde una conducta criminal haya dado

inicio antes de aquella fecha pero proseguido después. Entre los juristas, a pesar

de las arduas discusiones entabladas en Roma, aún son posibles dos

interpretaciones del Estatuto en este aspecto, y hasta el día de hoy la cuestión

continúa sin definirse.

La interpretación más amplia afirma que la Corte Penal Internacional debe ser

competente si se trata de delitos cometidos antes de la entrada en vigor del

Estatuto, con la condición de que hayan seguido produciéndose después. La

interpretación restrictiva considera, en cambio, que el principio de no retroactividad

es absoluto, aún en caso de persistencia del delito. En definitiva, en caso de llegar


a presentarse esta situación de conflicto, corresponderá a los magistrados,

resolverla de acuerdo con su propia lectura del Estatuto.

3. Siete años de garantía de impunidad para los crímenes de guerra.

En vísperas de la clausura de la conferencia de Roma, Francia propuso incluir en

el Estatuto una disposición que posteriormente fue convertida en el artículo 124

del Estatuto, que permitiera a un Estado rechazar la competencia de la Corte para

los crímenes de guerra durante un período de siete años después de la

ratificación.

El artículo 124 en efecto establece: “[…] un Estado, al hacerse parte en el

Estatuto, podrá declarar que, durante un período de siete años contados a partir

de la fecha en que el Estatuto entre en vigor a su respecto, no aceptará la

competencia de la Corte sobre la categoría de crímenes a que se hace referencia

en el artículo 8 cuando se denuncie la comisión de uno de esos crímenes por sus

nacionales o en su territorio. La declaración formulada de conformidad con el

presente artículo podrá ser retirada en cualquier momento […]”.

Esta provisión destinada a tranquilizar a los militares, fue la causante de una

reacción muy agresiva por parte de las ONG. La Federación Internacional de Ligas

de los Derechos del Hombre (FIDH) percibió en ella “un permiso legal de matar

durante siete años”, y otros observadores denunciaron que esto contemplaba “una

justicia internacional a la carta”.


El artículo 124 fue una de las exigencias del Ministerio de Defensa francés y del

Elíseo. El presidente Jacques Chirac expresó con claridad su punto de vista en un

mensaje del 15 de febrero de 1999, dirigido a la Coalición Francesa para la Corte

Penal Internacional: “La definición de los crímenes de guerra puede abarcar actos

aislados. En consecuencia, denuncias sin fundamento y teñidas de segundas

intenciones podrían plantearse más fácilmente contra los efectivos de países que,

como el nuestro, actúan en teatros exteriores, sobre todo en el marco de

operativos para el mantenimiento de la paz.”

Las ONG impugnaron y continúan haciéndolo, la racionabilidad jurídica de este

enfoque. Destacan que el artículo 8 reserva la competencia de la Corte a los

crímenes de guerra cometidos, sobre todo, en gran escala y hacen énfasis en el

aspecto que la Corte sólo es competente si los Estados mismos no reprimen esos

crímenes de guerra. Así mismo declaran que la Sala de Cuestiones Preliminares

tiene por tarea, “desde la etapa de la instrucción, el control de los actos del Fiscal.

Debe dar necesariamente su acuerdo a la apertura de un proceso iniciado por el

Fiscal (artículos 18, 53 y 57 del Estatuto)”. En consecuencia, según las ONG el

riesgo de enjuiciamientos teñidos de segundas intenciones políticas es nulo, pues

para evitarlo se toman todas las precauciones posibles.

El futuro del artículo 124 será decidido en la conferencia de revisión del Estatuto

prevista para el año 2009, en donde los Estados podrán derogar esta disposición

o, por el contrario, prorrogarla e incluso darle un carácter permanente, con el


riesgo de mutilar gravemente el ejercicio de la justicia internacional. No obstante

esto, se presenta un dato tranquilizador el cual es que hasta este momento, sólo

Francia y Colombia se reservaron el derecho de hacer uso de esa provisión del

Estatuto.

4. El dilema: ¿paz o justicia?

Se presenta una ardua discusión respecto a los fines que presenta el Estatuto de

Roma, surgiendo entonces el cuestionamiento de si la paz y la justicia son

conciliables, y, en caso de no serlo, cuál de las dos debe prevalecer.

En su artículo 16, el Estatuto de la Corte Penal Internacional establece que la

búsqueda de la paz podría primar temporariamente sobre el ejercicio de la justicia.

Corresponde al Consejo de Seguridad de la ONU evaluar la situación. En relación

con esto y si lo juzga útil, todas las investigaciones y enjuiciamientos podrán

suspenderse durante un año. El Consejo estará igualmente habilitado para

prolongar este período de suspensión de la justicia.

El artículo 16 establece lo siguiente:

“En caso de que el Consejo de Seguridad, de conformidad con una resolución

aprobada con arreglo a lo dispuesto en el capítulo VII de la Carta de las Naciones

Unidas, pida a la Corte que suspenda por un plazo que no podrá exceder de doce

meses la investigación o el enjuiciamiento que haya iniciado, la Corte procederá a


esa suspensión; la petición podrá ser renovada por el Consejo de Seguridad en

las mismas condiciones.”

Los Estatutos de los Tribunales para la ex Yugoslavia y Ruanda no contemplaron

esta medida. Los tres Fiscales que se sucedieron a su frente sostuvieron varias

veces la idea de que “no puede haber verdadera paz sin justicia”. Ambos puntos

de vista son perecederos de discusión.

Richard Goldstone, primer Fiscal del Tribunal para la ex Yugoslavia, argumentó en

su momento lo siguiente: “Hay épocas y circunstancias en las cuales la relación

entre la paz y la justicia es tan profunda y los vínculos entre ambas son tan

indisolubles, que una paz negociada sin responder a la exigencia de justicia no

vale más que el papel en que está escrita. En muchos casos, esa paz superficial y

falaz equivale, en verdad, a preparar el retorno solapado de la guerra, que

resurgirá furtivamente, con un rostro aún más brutal y un salvajismo aún más

inimaginable. Una paz concertada por criminales ladinos con el fin de servir sus

propios objetivos, cuando en realidad desprecian todas las prescripciones y todas

las normas básicas del derecho internacional, no puede ser ni real ni duradera.”

En contraposición a esto se presenta el argumento de muchas otras

organizaciones que ponen al descubierto el dilema al cuestionar: ¿de qué vale el

ejercicio de la justicia internacional si se acepta desde el inicio su paralización, en

nombre de una paz firmada con criminales de guerra y que con toda seguridad

será frágil? Pero al mismo tiempo surge el interrogante, ¿de qué vale el ejercicio
de la justicia internacional si en nombre de la pureza de sus principios, es incapaz

de ponerse entre paréntesis para poner fin a un baño de sangre?

Las ONG denunciaron con vigor el artículo 16, que consagra la primacía de lo

político sobre lo judicial. Algunos no dejaron de poner de relieve la contradicción

de la comunidad internacional que, por un lado, postula que la represión de los

crímenes abominables constituye un factor de paz, y por otro afirma que en ciertas

circunstancias esa misma represión puede ser nociva para la búsqueda de la paz.

En definitiva y ya como quedó plasmado en el artículo 16, le es ordenado al Fiscal

suspender las investigaciones si llegare a presentarse la necesidad. Esta

disposición se tiene como peligrosa, pues la experiencia muestra que el tiempo es

aliado de los verdugos, quienes pueden aprovechar esa postergación para destruir

o borrar las pruebas de sus crímenes.


CONCLUSIÓN

Una vez analizado el tratamiento que dentro del proceso penal le fue dado a las

víctimas de los delitos a través de la historia y una vez establecido cual sería el

procedimiento mas adecuado para abarcar todas las necesidades esenciales

tendientes a la adopción de una actitud adecuada hacia ellas, puede llegar a

concluirse que las disposiciones adoptadas por el Estatuto de Roma en lo que a

víctimas se refiere, buscaron cubrir en casi su totalidad todos los temas referentes

al tratamiento, protección y resarcimiento a las mismas.

La medida más importante y que anteriormente se había dejado de lado fue el

haberle dado a las víctimas voz y participación en el proceso, con lo cual este

organismo reconoció la enormidad y el costo personal de la contribución de las

víctimas a la justicia e incorporó un respeto institucional hacia sus intereses.

Se puede considerar entonces que con la aparición de la normatividad en Roma

para la creación de este nuevo e innovador Tribunal, se avanzó en materia

procesal penal, pues se buscó alcanzar un mayor nivel de justicia al tratar de

hacer un balance entre los derechos del acusado y de las víctimas.

La Corte Penal Internacional teniendo entonces jurisdicción sobre crímenes de

guerra, crímenes de lesa humanidad, genocidio y, posiblemente agresión, ofrece

una oportunidad histórica para que la comunidad internacional garantice a las


víctimas de las más graves violaciones a los derechos humanos y al derecho

humanitario, justicia y reparación.

Teniendo esto en cuenta y una vez analizada la totalidad de la normatividad

establecida en el Estatuto de Roma, es viable concluir que la humanidad con la

implementación de este nuevo código internacional, dio un paso gigante en cuanto

al tema del tratamiento a la víctima se trata, pues no solo le otorgó un papel activo

dentro del proceso penal sino que buscó darle un cubrimiento total y efectivo a sus

necesidades como afectada de una conducta delictiva, cubrimiento que ningún

otro Tribunal ni legislación alguna había adoptado para las mismas.

No obstante esto y aún cuando se considere la reglamentación mas completa

existente actualmente con mayor protección y enfoque a estas importantes

personas, en el momento en que los procedimientos de la Corte Penal

Internacional se empiecen a implementar en la práctica, es muy posible que

salgan al descubierto determinados aspectos que en la teoría no se vieron como

posibles falencias, por lo cual, deberá tenerse prevista la posibilidad de modificar

ciertas determinaciones plasmadas dentro del Estatuto mismo que en un momento

dado puedan llegar a ir en contravención con estas nuevas y descubiertas

necesidades, para lo cual, resultará también necesario e indispensable que no

solo se tomen medidas en cuanto al Estatuto sino que, además, sean

principalmente los Estados partes los que tengan una disposición continua y

permanente a adoptar modificaciones de su legislación interna con el fin de

cooperar en lo que les sea pertinente, con la comunidad y el derecho


internacional, pues lo que en definitiva se debe llegar a alcanzar y es la meta de la

comunidad internacional es sanar las heridas y transformar las vivencias,

especialmente el odio y el rencor, para superarlas mediante la verdad, la justicia y

el perdón. Regresar al pasado para reconocerlo y desde allí construir el futuro,

futuro que se buscará sea con la paz como elemento preponderante en nuestras

vidas.72

72
Cfr. SAMPEDRO ARRUBLA, Julio, La memoria de las víctimas: Un instrumento de la
superación del terrorismo, en Universitas N. 102, Ed. Pontificia Universidad Javeriana,
Bogotá 2001, pp. 24.
BIBLIOGRAFÍA

- BERISTAIN IPIÑA, Antonio S.J., Algo mejor que la desacralización de la


pena kantiana (protagonismo de las víctimas), en Universitas N. 102, Ed.
Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Diciembre de 2001.

- BERISTAIN IPIÑA, Antonio S.J., Criminología y victimología: Alternativas


recreadoras del Delito, Grupo Editorial Leyer, Bogotá, 1998.

- BOVINO, Alberto, La participación de la víctima en el procedimiento penal,


en Problemas del derecho procesal contemporáneo, Ed. Del Puerto,
Buenos Aires, 1998.

- BUSTOS RAMIREZ Juan/ LARRAURI Elena, Victimología: presente y


futuro, Ed. Temis, Bogotá 1993.

- CATALÁ I BAS, Alexandre H., Consideraciones sobre el derecho al respeto


de la correspondencia en la Jurisprudencia del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos, en Revista General de Derecho N. 606, Valencia,
Marzo, 1995.

- DE LA CUESTA AGUADO, Paz M., Victimología y victimología femenina:


las carencias del sistema, en Victimología femenina: asignaturas
pendientes para una nueva ciencia, ed. Universidad de Cádiz, Cádiz, 1994.

- FERRER, Carlos, El querellante particular en el Código Procesal Penal de


Córdoba, en Revista de Derecho Penal Integrado, año II, N. 2, 2001.

- FOUCAULT, Michael, La verdad y las formas jurídicas, Ed. Gedisa,


Barcelona, 2001.

- GUTIERREZ ALVIZ Y CONRADI, Faustino, Nuevas perspectivas sobre la


situación jurídico penal y procesal de la víctima, en Poder Judicial, N.18.
Barcelona, 1976.

- HERRERA, Myriam, La hora de la víctima. Compendio de victimología,


Editoriales de Derecho Reunidas S.A. (Edersa), Madrid, 1996.

- KAISER, Victim-Related Research at the Max-Planck Institute. Point of


Departure, en Victims and Criminal Justice. Victimological Research.
Stocktaking and prospects. www.iuscrim.mpg.de/forsch/straf/lit/e_bib5.html.

- LANDROVE DIAZ, Gerardo, Victimología. Ed. Tirant lo Blanch, Valencia,


1990.
- LÓPEZ BELLOSO, Roberto, Ruanda: los expedientes del genocidio,
artículo publicado en el semanario Brecha, de Montevideo, 15 de
septiembre de 2000.

- MAIER, Julio, Derecho Procesal Penal, t. I, Ed. De Puerto, Buenos Aires,


1999.

- MAIER, Julio, La víctima y el sistema penal, ed. De Puerto, Buenos Aires,


1992.

- MARTINEZ BUJAN PÉREZ, Carlos, La ‘Concepción significativa de la


acción’ de T.S Vives y su correspondencia sistemática con las
concepciones teleológico-funcionales del delito, en Revista electrónica de
ciencia penal y criminología, Coruña, 25 de Noviembre de 1999.

- MESSUTTI, Ana, El tiempo como pena y otros escritos. Ed. Pontificia


Universidad Javeriana, Colección Criminología y Victimología N. 2, Bogotá.
1998.

- NEUMAN, Elías, Victimología: el rol de la víctima en los delitos


convencionales y no convencionales, Buenos Aires: Universidad, 1984.

- OLIVARES GRULLÓN, Felix D., La víctima en el proceso penal: ¿Simple


excusa o protagonista? En Gaceta Judicial, año 3 N. 68, del 21 de octubre
al 4 de Noviembre de 1999, Santo Domingo, República Dominicana.

- PALACIO, Marisol, Contribuciones de la Victimología al Sistema Penal,


Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez, Bogotá, 2001.

- RAMOS MENDEZ, La tutela de la víctima en el proceso penal, en Justicia,


Madrid, 1995.

- REYNAGA, Juan Carlos, La posición jurídica de la víctima en las últimas


reformas del derecho y en el proceso penal argentino, en Derecho Penal 5,
Ed. Juris, Argentina, 1997.

- RIVES SEVA, Antonio Pablo, Historia, antecedentes de la teoría de la


acción penal y del proceso penal, en Noticias Jurídicas, Barcelona, Febrero
de 2001.

- SAMPEDRO ARRUBLA, Julio, La mediación penal: instrumentos para la


humanización del proceso, en Universitas N. 101, Pontificia Universidad
Javeriana, Bogotá, 2001.
- SAMPEDRO ARRUBLA, Julio, La memoria de las víctimas: un instrumento
de la superación del terrorismo, en Universitas No. 102, Pontificia
Universidad Javeriana, Bogotá, 2001.

- SAMPEDRO ARRUBLA, Julio, Reflexión victimológica sobre la


humanización del proceso penal, en Universitas N. 100, Pontificia
Universidad Javeriana, Bogotá 2000.

- SOLÉ RIERA, Jaume, La tutela de la víctima en el proceso penal, Ed. José


María Bosch, Barcelona, 1997.

- VIVES ANTON, T., Fundamentos del sistema penal, Ed. Tirant lo Blanch,
Valencia, 1996.

- VON HENTIG, Hans, The criminal and his victim, Ed. Archon Books,
Hamdem, Conn., New York, 1979.

- www. web.amnesty.org/library/index/ENGIOR400061999#PIP.

- www.cajpe.org.pe/rij/bases/temario/ni%C3%B1o/dpn.htm

- www.cienciaspenales.org/REVISTA%2015/cubero15.htm

- www.derechopenal.8m.com

- www.iccwomen.org/resources/vwicc/statement7.htm

- www.monografías.com/trabajos6/vime/vime.shtml

- www.un.org.

Anda mungkin juga menyukai