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DEFINIENDO CONCIENCIA, ALMA Y ESPÍRITU

A lo largo de mi existencia he comprobado que existe una confusión semántica muy


importante sobre esos tres conceptos, en especial viendo cómo se emplea la
palabra alma como sinónimo de espíritu. El alma tan solo es una fuerza
intermediaria entre el plano eterno y el plano temporal o dual (psicología y cuerpo).
Y es precisamente 'mediante' el alma como se expresa nuestro Espíritu.
Antes hemos dicho que en realidad nuestro espíritu es grupal, es una gota de agua
de un gran océano llamado humanidad. La peculiaridad de nuestra gota de agua es
indiscutible; una contiene más sal, o menos yodo, es más transparente o más turbia
o mezclada de otros substancias, tiene más concentración de información o menos,
etc. y cada uno es completamente peculiar y único, aunque pertenezcamos a un
mismo océano; es decir, nuestra esencia espiritual está indiferenciada de la esencia
espiritual del vecino, porque cada espíritu es una pequeña parte de 'lo mismo', a
veces llamado dios, o campo unificado.
Lo que realmente es 'muy diferente' es nuestra alma o conciencia.
Nuestra alma contiene muchos registros, muchos datos de todas las experiencias
vividas, muchas cargas energéticas, unas más densas y otras más ligeras o
luminosas, de todas las vivencias, de todos los paisajes explorados, de todas las
emociones y creencias registradas y almacenadas. De hecho nuestra conciencia es
una biblioteca de luz, un almacén de cargas energéticas diversas, un substrato de
registros, informaciones y experiencias… que en su conjunto llamamos 'alma'.
La conciencia o registro del alma podría decirse que es nuestro cuerpo átmico,
nuestro cuerpo de luz. Por eso hay almas muy luminosas, y almas muy oscuras,
almas que han adquirido y transformado muchas experiencias, y otras almas que
no han sabido aún transformar en luz todo lo que han experimentado en el plano de
la dualidad (donde existe el polo positivo y el polo negativo… como todo lo dual)
durante sus procesos perfectivos. Esa acumulación de registros, no todo el mundo
la realiza de la misma manera.
Podríamos poner un ejemplo simple y hacer un paralelismo con nuestra cotidianidad
material. Todos tenemos casas, objetos, paisajes, pero no todos armonizamos y
embellecemos la casa de igual manera. Hay gente que, aunque tiene naturaleza a
su alrededor, nunca pone ninguna planta o flor en su casa; ni siquiera sus cuadros
hacen referencia a la fuerza natural. Aunque tenga grandes ventanas por las que
puede entrar la luz, prefiere bajar las persianas, mantener la casa a oscuras (a
veces con el pretexto obsesivo de 'no estropear' los muebles, o sea, para que sus
propiedades duren más tiempo…) y encender la electricidad, la falsa luz solar, para
la convivencia y el descanso, que es en realidad la finalidad de un hogar. Aunque
tengan muchos utensilios y productos de limpieza, aunque tengan la oportunidad de
ventilar, prefieren cerrar todo y poner aire acondicionado, o usar ambientadores
perfumados, o limpiar con toallitas olorosas, en lugar de desinfectar a fondo cada
objeto sucio y limpiarlo de verdad. A veces es simplemente el hecho de priorizar lo
cómodo, lo fácil, lo rápido… ante lo natural, lo energético, lo saludable, lo puro.

Algunas almas son perezosas, otras son activas. Algunas almas tienen ya un entreno de
trabajo, otras no están tan entrenadas ni saben por dónde comenzar su proceso
iluminativo. Algunas tienen ya muchos registros de luz, es decir, tienen ya una conciencia
de lucidez, de claridad, de amor, de pureza, de confianza… otras tienen aún muy poca
información lumínica y son almas con menos conciencia, menos experiencia de amor y
con más densidad. En realidad, son almas que sufren pues están muy lejos de su espíritu
o se sienten 'separados' del campo unificado; entonces viven su vida, toman decisiones,
sienten y actúan… desde esa desconexión con la fuente.

El sustrato de nuestras experiencias es la conciencia. Así podríamos definirla. Y el alma


es la cantidad de lucidez ganada con esas experiencias registradas. El espíritu es la
esencia genuina de la cual partimos, nuestro espíritu creador de experiencias. Nuestro
ego y el cuerpo son los medios que emplea el alma para almacenar experiencias. Por
tanto, es el alma la administradora de las experiencias que necesita el espíritu para
reconocerse a sí mismo y activar o ampliar su capacidad activa, lumínica o creadora.

Por eso nuestro Espíritu genuino trasciende los códigos culturales, los sufrimientos
psicoemocionales, y los dolores o necesidades del cuerpo. Tan solo desde nuestra
esencia espiritual podemos curar el cuerpo, tan solo desde ella podemos adquirir el
equilibrio psicológico necesario para el proceso perfectivo, y tan solo desde este espíritu
esencial podemos dirigir e iluminar nuestra alma y tener una conciencia plena, tranquila y
expansiva.
De hecho, parece ser que el alma nunca desaparece; después de la muerte, el alma, más
o menos iluminada después de la experiencia vital o encarnación, tiene cierto camino a
seguir, un proceso no dual del universo, pero no un camino en estos planos conocidos,
como el que ya hizo en vida. Tal vez el alma viva en otras dimensiones, o quizá esté a la
espera de la oportunidad de volver a encarnar, o sea, de tomar un cuerpo de carne, para
seguir su proceso perfectivo o iluminativo.

El hecho de que nuestro espíritu tenga 'hoy' un cuerpo físico, un cuerpo psicoemocional y
un alma, es una verdadera suerte. Los budistas explican en sus enseñanzas que, estar
vivo, es una oportunidad muy rara, muy poco frecuente, un verdadero privilegio. Existen
millones y millones de almas que conviven con nosotros, aunque sean seres incorpóreos
que no podemos ver con nuestro sistema óptico (especialmente diseñado para no ver
otras dimensiones o realidades existentes). Estas almas… no tienen la suerte de estar
vivas, de tener unos vehículos de expresión. Ese fenómeno explica también el parasitismo
energético, pero eso es un material didáctico para otro contexto del libro.
. El caso es que, esos entes incorpóreos o sin vehículos de expresión, no pueden tener
experiencias en la dualidad, ni retos para crecer, desarrollarse, reconocerse, amplificarse
como seres. Su luz interna, está como estática. No cambia, pues no puede cambiar si no
tiene una experiencia vital y egoica; siempre está en el mismo punto… hasta que tiene la
oportunidad de vivir. Pero los seres humanos, a los que va dirigido este libro, sí tenemos
la oportunidad de vivir y de evolucionar como entes.
Cada experiencia que registramos, sea del tipo que sea, adquirimos luz y sabiduría y eso
nos expande como fuerzas activas. Así, somos seres cada vez más creadores de
realidades, más autónomos como entidades, más maestros de nosotros mismos. Eso es
algo que posiblemente deberíamos agradecer a diario, el simple hecho de estar vivos y
tener así la oportunidad de crecer, expandirnos o reconocernos como pequeños dioses
creadores. El simple hecho de saber o tener conciencia de todo ello, ya es algo
importante para poder 'aprovechar' cualquier enfermedad o anomalía, puesto que se trata
siempre de una oportunidad experimental y de desarrollo.
© Marta Povo, junio 2007

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