Algunas almas son perezosas, otras son activas. Algunas almas tienen ya un entreno de
trabajo, otras no están tan entrenadas ni saben por dónde comenzar su proceso
iluminativo. Algunas tienen ya muchos registros de luz, es decir, tienen ya una conciencia
de lucidez, de claridad, de amor, de pureza, de confianza… otras tienen aún muy poca
información lumínica y son almas con menos conciencia, menos experiencia de amor y
con más densidad. En realidad, son almas que sufren pues están muy lejos de su espíritu
o se sienten 'separados' del campo unificado; entonces viven su vida, toman decisiones,
sienten y actúan… desde esa desconexión con la fuente.
Por eso nuestro Espíritu genuino trasciende los códigos culturales, los sufrimientos
psicoemocionales, y los dolores o necesidades del cuerpo. Tan solo desde nuestra
esencia espiritual podemos curar el cuerpo, tan solo desde ella podemos adquirir el
equilibrio psicológico necesario para el proceso perfectivo, y tan solo desde este espíritu
esencial podemos dirigir e iluminar nuestra alma y tener una conciencia plena, tranquila y
expansiva.
De hecho, parece ser que el alma nunca desaparece; después de la muerte, el alma, más
o menos iluminada después de la experiencia vital o encarnación, tiene cierto camino a
seguir, un proceso no dual del universo, pero no un camino en estos planos conocidos,
como el que ya hizo en vida. Tal vez el alma viva en otras dimensiones, o quizá esté a la
espera de la oportunidad de volver a encarnar, o sea, de tomar un cuerpo de carne, para
seguir su proceso perfectivo o iluminativo.
El hecho de que nuestro espíritu tenga 'hoy' un cuerpo físico, un cuerpo psicoemocional y
un alma, es una verdadera suerte. Los budistas explican en sus enseñanzas que, estar
vivo, es una oportunidad muy rara, muy poco frecuente, un verdadero privilegio. Existen
millones y millones de almas que conviven con nosotros, aunque sean seres incorpóreos
que no podemos ver con nuestro sistema óptico (especialmente diseñado para no ver
otras dimensiones o realidades existentes). Estas almas… no tienen la suerte de estar
vivas, de tener unos vehículos de expresión. Ese fenómeno explica también el parasitismo
energético, pero eso es un material didáctico para otro contexto del libro.
. El caso es que, esos entes incorpóreos o sin vehículos de expresión, no pueden tener
experiencias en la dualidad, ni retos para crecer, desarrollarse, reconocerse, amplificarse
como seres. Su luz interna, está como estática. No cambia, pues no puede cambiar si no
tiene una experiencia vital y egoica; siempre está en el mismo punto… hasta que tiene la
oportunidad de vivir. Pero los seres humanos, a los que va dirigido este libro, sí tenemos
la oportunidad de vivir y de evolucionar como entes.
Cada experiencia que registramos, sea del tipo que sea, adquirimos luz y sabiduría y eso
nos expande como fuerzas activas. Así, somos seres cada vez más creadores de
realidades, más autónomos como entidades, más maestros de nosotros mismos. Eso es
algo que posiblemente deberíamos agradecer a diario, el simple hecho de estar vivos y
tener así la oportunidad de crecer, expandirnos o reconocernos como pequeños dioses
creadores. El simple hecho de saber o tener conciencia de todo ello, ya es algo
importante para poder 'aprovechar' cualquier enfermedad o anomalía, puesto que se trata
siempre de una oportunidad experimental y de desarrollo.
© Marta Povo, junio 2007