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COLEGIO NACIONAL ARTURO UMBERTO ILLIA

MÓDULO DE LITERATURA I

CUARTO AÑO

PROFESORAS:

Analía Carrizo y María Cecilia D´Angelo

CURSOS: 4to 1era y 4to 2da

AÑO: 2018

1
Índice

Programa………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….....3
Fechas de examen y bibliografía……………………………………………………………………………………………………………………….…..4
¿Qué es la Literatura?.............................................................................................................................................5
Edad Media………………………………………………………………………………………………………………………………………………………....14
Guía de análisis ……………………………………………………………………………………………………………….……………………………….….16
“Coplas a la muerte de su padre”…………………………………………………………………………………………………………………………..16
Actividades…………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..19
Recursos literarios………………………………………………………………………………………………………………………………………….......22
Antología romancero……………………………………………………………………………………………………….....................................24
Trabajo práctico……………………………………………………………………………………………………………………………………………........30
El contacto cultural. Transculturación y aculturación…………………............................................................................31
Algunas características de las crónicas de viajes......................................................................................................35
Relatos de Ulrico Schmidel………………………………………………………………………………………………………………………………..….35
Los hijos de la Malinche ……………………………………………………………………………………………………..………………………………..38
La nueva narrativa latinoamericana ………………………………………………………………………………..……………………………..…...43
“EL hambre”, de Mujica Lainez………………………………………………………………………………………..………………………………….45
“Chac Mool” de Carlos Fuentes.............................................................................................................................51
¿Qué es el realismo mágico?…………………................................................................................................................62
El Boom latinoamericano.......................................................................................................................................64
Humanismo y Renacimiento...................................................................................................................................70
El relato picaresco…………………...............................................................................................................................73
El lazarillo de Tormes.............................................................................................................................................75
Guía de análisis I....................................................................................................................................................85
Guía de análisis II………………………………………………………………………………………………………………………………..…………..……90
Renacimiento y Barroco- El Barroco. …………………...................................................................................................91
La poesía barroca …………………................................................................................................................................92
Selección de poemas………………………………………………………………………………………………………………….………………………..94
El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel Cervantes Saavedra……………………………………………….……99
Para leer a Don Quijote………………….....................................................................................................................106
Fragmentos de Don Quijote…………………...............................................................................................................112
Pautas para las exposiciones orales de Don Quijote…………………............................................................................124

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Programa de Literatura de cuarto año 2018

Unidad I: América y España, la invención de un mundo nuevo

Concepto de Literatura. ¿Qué es la Literatura? ¿Por qué leer a los clásicos?


Contexto histórico cultural: ¿Qué es América? Los cronistas de Indias.
Selección de cronistas. Características de los diarios las crónicas de viajes. El registro de los hechos:
Observación y experiencia. El narrador: un testigo de vista. El narrador y el punto de vista. El
momento de la escritura: el tiempo de la enunciación.
Edad Media. Características. Etapas de la Edad Media. Coplas a la muerte de su padre, de Jorge
Manrique.
El romancero. Recursos literarios. Texto y contexto. Análisis del romancero.
Héroes medievales. El Cid – Arturo- Los Nibelungos. (2005). Buenos Aires. Editorial Cántaro.
Narrativa del siglo XX en Latinoamérica. El contacto cultural en la crónica de indias y en la nueva
narrativa latinoamericana. La solución fantástica como respuesta al contacto cultural. Literatura
comparada: Cuentos relacionados con la temática (textos de: M. Mujica Láinez y Carlos Fuentes). La
reescritura de la historia.
El realismo mágico. Características. Relación entre mito y realidad.
Tiempo: Primer cuatrimestre.

Unidad II: Entre el amor, la burla y el desencanto. Renacimiento y Barroco.

Contexto histórico cultural. ¿Cómo se han caído los imperios? El Renacimiento. Los cambios
sociales. La vida política y la religión. Renacimiento y Humanismo. El siglo de oro español.
La picaresca, antesala del realismo, las claves del género. La historia del antihéroe.
Selección de tratados de El Lazarillo de Tormes.
El Barroco. Góngora y Quevedo. Poesía satírica y burlesca.
Tiempo: segundo cuatrimestre.

Unidad III: Cervantes: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha:

La cultura en la España de Cervantes. La representación del hombre.


Características del Quijote. ¿Por qué seguimos leyendo el Quijote? El Quijote, parodia de la
caballeresca. La génesis de la novela moderna. Don Quijote: la locura creadora.
Selección de capítulos del Quijote.
Tiempo: segundo cuatrimestre.

3
Fecha de examen escrito – primer cuatrimestre: martes 18 de junio.

Recuperatorio: martes 2 de julio.

Fecha de examen escrito – segundo cuatrimestre: martes 2 de octubre.

Exposiciones orales: martes 23 y 30 de octubre; martes 6 de noviembre

Recuperatorio: martes 13 de noviembre.

Bibliografía

Soporte impreso:
 Aguilar, Gonzalo et al.: (2000) Lengua y Literatura II. Buenos Aires: Estrada Polimodal.
 Editorial Cántaro. Héroes medievales (2005). Buenos Aires.
 Fuentes, Carlos: (2000) Los días enmascarados. Méjico D. F.: Ediciones Era.
 Lescano M. y Lombardo S.: (2005) Para pensar y usar la Lengua y disfrutar la Literatura: Polimodal 1.
Buenos Aires: Littera.
 Literatura 2, (2001). Buenos Aires. Puerto de Palos.
 Mujica Laínez, M.: (2004) Misteriosa Buenos Aires. Buenos Aires: Sudamericana.

Páginas web:

 Luis de Miranda de Villafañe : Romance elegíaco, recuperado de


http://www.academiadelfolklore.com/system/productos.php?id_prod=415&id_cat=160
 Mejorleer.com; disponible en:
http://mejorleer.com/caracteristicas-de-la-edad-media/
 Nueva narrativa latinoamericana, recuperada de:
http://www.willamette.edu/~mblanco/ggm/
 Cultura colectiva.com, disponible en>
(http://culturacolectiva.com/viaje-al-rio-de-la-plata-por-ulrico-schmidl/)

4
¿Qué es la Literatura?

1) Definir los siguientes términos:


a) Literatura
b) Obras literarias clásicas.
c) Rememora y comenta si hubo un texto ficcional que te haya sensibilizado. ¿Crees que
es literario? ¿Es un clásico? ¿Por qué? Extensión mínima: doscientas palabras.

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¿Qué es un libro clásico?

"Clásico no es un libro que necesariamente posee tales o cuales méritos; es un libro que
las generaciones de los hombres urgidas por diversas razones, leen con precioso fervor y
con una misteriosa lealtad."

Algunas reflexiones acerca de los “clásicos”, según Italo Calvino 1

1. Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: «Estoy releyendo...» y nunca
«Estoy leyendo...».

2. Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y
amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de
leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos.

3. Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen
por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose
con el inconsciente colectivo o individual.

4. Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera.

5. Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura.

6. Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.

7. Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que
han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas
que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres).
Esto vale tanto para los clásicos antiguos como para los modernos.

8. Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que
la obra se sacude continuamente de encima. El clásico no nos enseña necesariamente algo
que no sabíamos; a veces descubrimos en él algo que siempre habíamos sabido (o creído
saber) pero no sabíamos que él había sido el primero en decirlo (o se relaciona con él de
una manera especial). Y ésta es también una sorpresa que da mucha satisfacción, como la
da siempre el descubrimiento de un origen, de una relación, de una pertenencia. De todo
esto podríamos hacer derivar una definición del tipo siguiente:

9. Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos,
inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad. Naturalmente, esto ocurre cuando un
clásico funciona como tal, esto es, cuando establece una relación personal con quien lo lee.

1
Extraído de Calvino, Italo (1993) Por qué leer los clásicos. Barcelona. Tusquets.

6
Si no salta la chispa, no hay nada que hacer: no se leen los clásicos por deber o por respeto,
sino sólo por amor. Salvo en la escuela: la escuela debe hacerte conocer bien o mal cierto
número de clásicos entre los cuales (o con referencia a los cuales) podrás reconocer después
«tus» clásicos. La escuela está obligada a darte instrumentos para efectuar una elección;
pero las elecciones que cuentan son las que ocurren fuera o después de cualquier escuela.
Sólo en las lecturas desinteresadas puede suceder que te tropieces con el libro que llegará
a ser tu libro.

10. Llámase clásico a un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza
de los antiguos talismanes.

11. Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti
mismo en relación y quizás en contraste con él.

12. Un clásico es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero
los otros y después lee aquel, reconoce enseguida su lugar en la genealogía.

13. Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a la categoría de ruido de fondo, pero al
mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo.

14. Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más
incompatible se impone.

Leer los clásicos es mejor que no leer los clásicos. Y si alguien objeta que no vale la pena
tanto esfuerzo, citaré a Cioran (que no es un clásico, al menos de momento, sino un
pensador contemporáneo que sólo ahora se empieza a traducir en Italia): «Mientras le
preparaban la cicuta, Sócrates aprendía un aria para flauta. “¿De qué te va a servir?”, le
preguntaron. “Para saberla antes de morir”».

7
LA LITERATURA Y LOS TEXTOS

Hacia una definición de la literatura


El escritor y filósofo francés Jean Paul Sartre una vez respondió a las críticas que su
producción recibía del siguiente modo: «… los críticos me condenan en nombre de la
literatura, sin decir jamás qué entienden por eso, la mejor respuesta que cabe darles es
examinar el arte de escribir, sin prejuicios. ¿Qué es escribir? ¿Por qué se escribe? ¿Para
quién? En realidad, parece que nadie ha formulado nunca estas preguntas».

Literatura y ficción
Para comenzar, podemos postular que toda la literatura es ficción, lo cual nos permitiría
diferenciar aquellos textos que presentan un hecho real de otros en los cuales ese hecho
solo es producto de la imaginación. Pero también es cierto que existen obras basadas en
hechos reales que son consideradas literarias, tal es el caso del Diario de Ana Frank, en el
que una niña judía narra sus experiencias durante la ocupación nazi en Ámsterdam, en el
contexto de la Segunda Guerra Mundial. A este argumento podríamos oponer el siguiente:
el autor, en este caso Ana Frank, solo tomó hechos sucedidos en la realidad y los elaboró
de acuerdo con su visión del mundo, sus ideas, sus pensamientos. El Diario de Ana Frank es
literatura y, por lo tanto, la discusión no se cierra aquí: además del carácter ficcional de una
obra literaria, hay otros elementos que debemos tener en cuenta para definir qué es o no
es literatura. Terry Eagleton, crítico inglés contemporáneo, afirma que una obra literaria se
define por un uso especial del lenguaje. De acuerdo con esta teoría, la literatura consiste en
una forma de escribir que se aleja del modo en que se habla o se escribe en la vida diaria.
Así, la literatura se distinguiría por un uso estético del lenguaje. El acto de comunicación
está centrado en el mensaje mismo; el lenguaje ordinario y sus códigos tienen una
organización especial; y su fin no es meramente utilitario, sino que intenta provocar un goce
estético. La obra busca ser percibida o apreciada como belleza, del mismo modo que nos
sucede cuando admiramos una obra pictórica o nos deleitamos con los acordes de una
melodía.

8
El rol de los receptores
Por otro parte, Eagleton plantea que el concepto de literatura es una convención: no radica
en un concepto válido universalmente; en cambio, es arbitrario y no está determinado solo
por este uso específico del lenguaje, sino también por la relación que el receptor tiene con
la obra.
Así, lo literario lleva implícitas las diferentes formas en que las personas nos relacionamos
con lo escrito. Aquí no solo los lectores cobrarían un papel relevante para decidir qué se lee
como literatura y qué no, sino que, además la crítica literaria, los medios de comunicación,
las editoriales, las universidades y las escuelas tendrían un rol decisivo para definir qué es
la literatura. Estas instituciones conformarían aquello que se denomina canon literario.

El concepto de canon literario


El término canon, de origen griego, remite al concepto de norma y subraya la existencia
de un modelo al momento de considerar las obras literarias. En términos amplios, el canon
literario es el total de obras escritas y orales que aún hoy subsiste. Sin embargo, ese canon
potencial limita la posibilidad de acceder a ciertas obras: algunos textos entran en él; otros
quedan afuera. De este modo, podemos afirmar que todo canon es solo una parte de una
ilusoria totalidad literaria.
Se considera que la primera vez que se usó esa calificación para textos escritos se refería
al ámbito religioso. En el siglo IV, se definió qué obras pertenecían al canon bíblico cristiano.
Una selección similar se da con los textos literarios. Si hablamos del canon oficial, aquel que
representa a toda una sociedad, debemos decir que las instituciones que lo originan son de
ámbitos distintos, como el político, el educativo, el periodístico, el académico, etcétera. No
sucede lo mismo, por ejemplo, con el canon crítico. Allí interviene el campo intelectual;
mientras que, en el canon accesible, actúan tanto el mercado de comercialización como las
bibliotecas.
Suele hablarse, además, de un canon clásico, una lista selecta de lo que con frecuencia se
llaman las obras clásicas, esas que se siguen leyendo con interés desde hace siglos, aunque
en apariencia nos parezcan muy antiguas. Esa lista, por lo general, se mantiene sin grandes

9
variaciones generación tras generación, ya que el grupo de obras que la conforma goza de
sólido prestigio social y se considera un elemento fundamental de la educación. Son
ejemplos de clásicos las tragedias de Sófocles, el Cantar del Mío Cid o Don Quijote de la
Mancha, de Cervantes.
Cuestionario
1. ¿Qué conceptos de literatura puedes reconocer? ¿A cuál de ellos adherís? ¿Por qué?
2. ¿Qué relación podés establecer entre literatura y ficción?
3. ¿Por qué es importante el papel del lector? ¿Qué rol juega en cuanto a la producción
de la obra?
4. Nombra tres obras literarias que deberían estar en el canon que elige un docente de
escuela secundaria. Justifica tu respuesta.

La cuestión de los géneros literarios


La noción de género literario hace referencia a un conjunto de textos que comparten
ciertas características. Estos géneros agrupan las obras de la literatura de todos los tiempos
en relación con sus rasgos formales, sus objetivos y sus temáticas. El primer autor en pensar
esta división en géneros para la literatura fue Aristóteles, el filósofo griego del siglo IV a. C.
Este autor planteó una división en su Poética, que luego se modificaría hasta llegar a la
clasificación tradicional. La teoría literaria usualmente reconoce tres géneros en sentido
amplio:
• Narrativo: se caracteriza por la presencia de un narrador que relata acciones llevadas a
cabo por personajes en un tiempo y en un espacio. Suele escribirse en prosa. Corresponden
a este género los mitos, los cuentos y las novelas.
• Lírico: muestra una perspectiva subjetiva; gira en torno a un yo que expresa sus
sentimientos, sensaciones y pensamientos. Se presenta, por lo general, en verso.
Pertenecen a este género los romances y los sonetos.
• Dramático: representa las acciones en un escenario por medio de actores que encarnan
personajes en un tiempo y en un espacio. Se presenta en forma de diálogo, monólogo o
soliloquio. Se incluyen en este género la tragedia y la comedia.

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Esta clasificación no es la única y puede ayudarnos en términos amplios, ya que propone
rasgos generales como la extensión de sus partes, la presencia de ciertos elementos y
demás. Sin embargo, para distinguir subgrupos, necesitamos otro concepto. Podemos
completar la clasificación, entonces, con el concepto de géneros discursivos.

Relaciones intertextuales: texto espejo y texto imagen


Gérard Genette utiliza el concepto de transtextualidad para definir el modo en que se
relaciona, manifiesta o veladamente, un texto con otros. Si bien el autor reconoce cinco
tipos de transtextualidad, aquí nos detendremos en una de ellas: la intertextualidad.
La intertextualidad es la relación de copresencia entre dos o más textos; esto significa que
un texto, nombrado como hipotexto, tiene elementos presentes en otro, al que se
denomina hipertexto. La intertextualidad es una relación creativa, que genera un nuevo
texto a partir del diálogo con textos anteriores.
Así, en "El cuentista", de Saki (hipotexto), podemos reconocer elementos propios de varios
cuentos infantiles (hipertextos): el lobo que devora a la niña, presente en "Caperucita roja";
la existencia de un príncipe, como en "Cenicienta", "Blancanieves" o "La bella durmiente",
etcétera.
Estos relatos infantiles aparecen bajo la máscara de un nuevo texto y, tal como afirma
Genette, «toda máscara es también un espejo (ya la inversa)», es decir, un texto se
enmascara en otro, pero también se mira en él. Por lo tanto, en este manual, utilizaremos
los conceptos texto espejo y texto imagen para referirnos al hipertexto y al hipotexto. Así,
capítulo tras capítulo, tejeremos relaciones entre textos de tiempos, países y autores
diversos. La intertextualidad de cada capítulo tendrá su particularidad: en algunos, será el
género o un tema; en otros, un elemento narrativo o un vínculo con un tercer texto. En todo
caso, tenemos que prestar atención para encontrar las relaciones entre cada texto espejo y
su texto imagen.
A continuación, encontrarás fragmentos de cada uno de los géneros clásicos. Escribe de
qué género se trata y enuncia por lo menos tres elementos que te hayan permitido
reconocerlos.
 Reconoce y ejemplifica casos de intertextualidad.

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Texto 1:

Acto tercero
Escena primera
Roma. - El Capitolio. - El senado en sesión.
En la calle contigua al Capitolio, muchedumbre de gente; entre ellos, Artemidoro y el Adivino
Trompetería. Entran César, Bruto, Casio, Casca, Decio, Metelo, Trebonio, Cina, Antonio, Lépido, Popilio,
Publio y otros
César. (Al Adivino.) - ¡Ya han llegado los idus de marzo!
Adivino. -Sí, César; pero no han pasado aún.
Artemidoro. - ¡Salve, César! Lee este escrito.
Decio. - Trebonio desea que echéis una ojeada, en un momento libre, sobre esta humilde petición suya.
Artemidoro - ¡Oh César! Lee primero la mía, que toca más de cerca al César. ¡Léela, gran César!
César - Lo que no atañe más que a nuestra persona será examinado lo último.
Artemidoro - ¡No la difieras, César! ¡Léela en seguida!
César - Pero, ¡qué! ¿está loco ese mozo?
Publio - ¡Deja paso, tunante!
Casio - ¿Qué es eso? ¿Insistís en vuestras peticiones en la calle? Venid al Capitolio.

Shakespeare, William (1960) Julio César, Obras Completas, Madrid.

Texto 2

El catorce de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la fábrica de tejidos Tarbuch y Loewenthal, halló en el
fondo del zaguán una carta, fechada en el Brasil, por la que supo que su padre había muerto. La engañaron, a
primera vista, el sello y el sobre; luego, la inquietó la letra desconocida. Nueve o diez líneas borroneadas
querían colmar la hoja; Emma leyó que el señor Maier había ingerido por error una fuerte dosis de veronal y
había fallecido el tres del corriente en el hospital de Bagé. Un compañero de pensión de su padre firmaba la
noticia, un tal Fein o Fain, de Río Grande, que no podía saber que se dirigía a la hija del muerto.
Borges, Jorge Luis (1993) "Emma Zunz", en El Aleph, Madrid, Alianza/Emecé.

Texto 3

Como aquella nube blanca


de León Felipe
Ayer estaba mi amor
como aquella nube blanca
que va tan sola en el cielo
y tan alta,
como aquella
que ahora pasa
junto a la luna
de plata.

Nube
blanca,
que vas tan sola en el cielo
y tan alta,

12
junto a la luna
de plata,
vendrás a parar
mañana,
igual que mi amor,
en agua,
en agua del mar
amarga.

Mi amor tiene el ritornelo


del agua, que, sin cesar,
en nubes sube hasta el cielo
y en lluvia baja hasta el mar.

El agua, aquel ritornelo,


de mi amor, que, sin cesar,
en sueños sube hasta el cielo
y en llanto baja hasta el mar.

Edad Media
La siguiente síntesis sobre la Edad Media tiene como propósito conceptualizar
globalmente cuál es la época en la que aparecen las “Coplas a la muerte de su padre” de
Jorge Manrique y de qué momento histórico reciente surgen los conquistadores de
América, también llamados Cronistas de las Indias.
Se denomina Edad Media al período que comienza, aproximadamente durante el siglo V
(con la caída del Imperio Romano de Occidente y finaliza, aproximadamente, a fines del
siglo XV con el descubrimiento de América, entre otros eventos trascendentales.
Algunos puntos claves:
Ausencia de estado.
Economía predominantemente agrícola.
Feudo como unidad productiva básica.
La servidumbre como relación de trabajo.
Alto nivel de jerarquización social.
Religión teocéntrica.
Literatura de tipo oral.
Analfabetismo.

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En este período de la historia, había una ausencia de estado; es decir, todas las
cualidades y funciones que comúnmente se le atribuyen a un estado, la poseían individuos
concretos quienes eran llamados “señores feudales”.
La economía de la Edad Media era fundamentalmente de carácter agrícola. El feudo era
la unidad productiva básica. Este era un espacio territorial que tenía un señor y que a su vez
otorgaba a un vasallo a través de un “contrato” de vasallaje, para que lo explotara. El vasallo
recibía el feudo como parte de pago por sus obligaciones militares o políticas (un ejemplo
de vasallo es el conocido personaje Mío Cid). En los feudos trabajaban los campesinos de la
Edad Media. La principal relación de trabajo en aquella época era la servidumbre. Todos
estos campesinos estaban “atados” a la tierra. Es decir, no podían migrar ni dejar de trabajar
para sus señores, estaban vinculados mediante una relación asimétrica de trabajo. Y
también obligados a pagar en especies o trabajos particulares el uso y ocupación de la tierra.
Otra de las particularidades de la Edad Media es que fue un período en el cual el conflicto
era constante entre los señores. Es por eso que comúnmente se lo asocia con fortalezas,
castillos y grandes murallas. Así como con espadas, caballeros y batallas.
En términos religiosos se impone el teocentrismo, es decir, Dios es el centro del universo
para esta sociedad. El cristianismo dominó las mentes y las “almas” de la gran mayoría de
la población de la Edad Media. Toda la interpretación de la realidad giraba sobre lo que
decían las “sagradas” escrituras, incluso eran la principal inspiración artística. Aquellos que
valientemente se enfrentaron a esta opresión sufrieron las consecuencias, entre ellos
podemos nombrar a los “herejes” y las “brujas”.
La literatura es predominantemente oral, ya que la mayoría de la población era
analfabeta.
La escritura y la lectura, en la Edad Media, eran habilidades casi exclusivas de los monjes.
Las bibliotecas se reunían principalmente en los monasterios y los libros incluidos en ellas
eran solo los considerados importantes, debido a la dificultosa y lenta copia de los
manuscritos, si a este se añade que la lengua de cultura era el latín, no es de extrañar que
los orígenes de las literaturas romances estén marcados por un modo de transición oral.
Los poemas, acompañados de música, se iban transmitiendo de pueblo en pueblo y eran

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difundidos por los juglares, esto implicaría las variedades presentes en las narraciones
épicas, la abundancia de obras anónimas y la pérdida de un gran número de creaciones
literarias.
Durante el último período (la Baja Edad Media) aparece un mundo de contrastes: el
espíritu alegre del Arcipreste de Hita (en El libro del buen amor) se opone a la severidad del
Canciller de López de Ayala (Historia de los reyes de Castilla); junto al hedonismo
materialista (búsqueda del placer) de la Celestina se presenta la resignación cristiana de
Jorge Manrique.

Etapas de la Edad Media


1. Temprana Edad Media (s. V al VIII d.C.): comienza con la caída del Imperio Romano de
Occidente y las invasiones de los germanos y visigodos.
Tras la caída del Imperio Romano de Occidente el Imperio Bizantino se convirtió en el
principal centro de poder.
Debido a la crisis agraria, el caos moral, las epidemias, invasiones y la degradación
humana, ésta etapa es también llamada “edad oscura”.
La religión central es la del Dios revelado en Cristo, aunque en el siglo VII nace en Arabia
una nueva religión “el islam”. Esta doctrina cuyo libro sagrado es el Corán, alcanzó gran
influencia en la vida de los árabes, quienes más adelante emprendieron una campaña de
expansión para difundir las ideas del islam y proclamar como único dios a Alá y último
profeta a Mahoma.
Los musulmanes y su nueva religión llegaron a España en el año 711 d.C. llevando además
una nueva forma de organización social, que tenía a los denominados Califas por máximas
autoridades, y extendieron su imperio a grandes proporciones.
2. Alta Edad Media (s. IX al XI d.C.): esta etapa está marcada por las relaciones feudales
entre los señores y sus vasallos, la sociedad se dividía entre los “privilegiados” (el rey, los
nobles, y el clero) en quienes se concentraba todo el poder, y los “no privilegiados”
formados por los vasallos y campesinos que eran la clase más baja.

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Fue una época con un concepto teocéntrico del mundo, debido a la gran influencia del
cristianismo. La iglesia tenía gran poder ya que dominaba los aspectos de educación y
política.
Unos pocos eran los dueños de casi todas las tierras de Europa y de sus habitantes,
quienes las trabajaban a cambio de un impuesto.
Entre las comunidades de campesinos también había personas que se dedicaban a la
artesanía, trabajando diversos materiales como la madera, los metales, el barro y el cuero,
que fueron utilizados tanto para la vida cotidiana como para la agricultura, lo que promovió
el aumento de la población, y la superación de la crisis agraria de la temprana edad media.
3. Baja Edad Media: se inicia desde el siglo XII al XV, es una época de grandes cambios,
políticos, económicos, culturales y artísticos, desarrollando a las ciudades como centros de
estas actividades.
A comienzos de esta etapa se organizaron las cruzadas, para defensa de los santos
lugares en Palestina (aunque finalmente quedaron en poder de los musulmanes). Estas
cruzadas eran expediciones religiosas y militares.
Al crecimiento económico de los primeros siglos, le sigue una dura crisis, las malas
cosechas y los aumentos de los precios afectaron a los sectores más pobres de la población.
La situación agravó cuando la peste asoló Europa provocando el descenso de la población
hasta en un cincuenta por ciento. La sociedad feudal comenzó su debilitamiento, los
campesinos se levantaron, revelándose provocando grandes enfrentamientos y
comenzaron a emigrar a las ciudades, para desarrollar diferentes actividades, por lo que las
ciudades se vieron con más mano de obra. Estos cambios dieron lugar a una nueva clase
social, la burguesía.
El descubrimiento de América marcó el fin de la Edad Media.
Guía de análisis
1) Define los siguientes términos, propios de la Edad Media:
a) feudo
b) señor feudal
c) vasallo

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d) teocentrismo
2) Enuncia las principales características de cada una de las etapas de la Edad Media.
3) ¿A qué se debe que gran parte de la literatura se transmitiera en forma oral durante la
Edad Media?

Coplas a la muerte de su padre - Jorge Manrique –selección -


I
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor,
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

III
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

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V
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que, cuando morimos,
descansamos.

VIII
Decidme: la hermosura,
y gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.

XVII
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados y vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,

18
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?

XXIII
Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes
y varones
como vimos tan potentes,
di, Muerte, ¿do los escondes
y traspones?
Y las sus claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza las aterras
y deshaces.

Actividades:
A) Análisis de la obra
1) En la copla I se llama al alma para que despierte y vuelva en sí: ¿con qué finalidad?
Explica con tus propias palabras, es decir, parafrasea la sentencia con la que finaliza la
estrofa.
2) Explica la imagen empleada en la copla III. ¿Qué niveles sociales se presentan
contrapuestos? ¿Qué tópico, muy frecuente en la Edad Media, aparece?
3) ¿A qué se refiere con los ríos “caudales”, “medianos” y “chicos”? ¿Qué característica
esencial se otorga a la Muerte?
4) Explica el significado de los primeros seis versos de la estrofa V. ¿A qué otro lugar,
además del mundo se alude? ¿Qué se recomienda?
5) ¿Qué se considera poco valioso en la copla VIII? Explica por qué.

19
6) Determina de qué modo (en cuáles versos/ estrofas) se manifiesta el tópico de ubi sunt.
7) ¿Cuál es la pregunta que se le formula a la Muerte en la estrofa XXIII? ¿Se logra
responder? ¿Por qué?
B) Producción escrita: “A manera de…”
 Imitando las características generales de Manrique (uso de versos, estrofas, figuras
literarias –metáforas, analogías, personificaciones, comparaciones, imágenes sensoriales- y
presencia de tópicos) escribe un poema que tome como temática central una de estas
opciones: a) la vida; b) el amor; c) la risa.

Las Coplas a la muerte de su padre, también citadas como Las coplas de Jorge Manrique,
son una elegía2 que, como su título lo indican, fueron escritas por motivo de la muerte del
padre del autor. Constituyen una de las obras capitales de la literatura española.
Esta obra pertenece al género poético de la elegía funeral medival. Es una reflexión sobre
la vida, la fama, la fortuna y la muerte con resignación cristiana. Se inspira en los
precedentes clásicos y medievales del género y en el Eclesiastés, pero también contiene
alusiones a la entonces historia reciente de Castilla e incluso a sucesos en los que pudo estar
presente el propio escritor.
Las Coplas… tratan el tema de la muerte de un modo gradual: comienzan con la idea
general de la muerte, continúan con la alusión concreta de muertes ilustres y más tarde, se
centran en la muerte del padre del autor y finalmente aparece la idea de la muerte como la
gran igualadora entre todos los seres humanos: ricos, pobres, desdichados y felices; todos
los ríos “van a dar en la mar, que es el morir”. El poeta, sin romper la unidad de tono, filosofa
sobre la inestabilidad de la fortuna, la fugacidad del tiempo, las ilusiones humanas y el
poder igualatorio de la muerte a lo largo de cuarenta estrofas llamadas coplas de pie
quebrado de doce versos octosílabos el primero, segundo, cuarto y quinto, y tetrasílabos
tercero y sexto.

2
La elegía es un subgénero de la poesía lírica que designa a todo poema de lamento. La actitud elegíaca consiste
en lamentar cualquier cosa que se pierde: la ilusión, la vida, el tiempo, un ser querido, un sentimiento, etcétera.
La elegía funeral (también llamada endecha o planto, en la Edad Media) adopta la forma de un poema de duelo
por la muerte de un personaje público o un ser querido, y no ha de confundirse con el epitafio que es la
inscripción lapidaria que se grababa en los monumentos funerarios.

20
Temas que aparecen en la obra:
El paso inexorable del tiempo (tópico3 del tempus fugit).
La vida como camino (tópico del homo viator).
La vida como un río (tópico del vita flumen).
La muerte que iguala a todos los hombres, sean ricos o pobres.
La vanidad de las cosas mundanas (cuestión de la vanitas vanitatis).
El tópico del Ubi sunt? (¿Dónde están?) para evidenciar la fugacidad de la vida.
La descripción de don Rodrigo Manrique y el elogio de sus virtudes como excelente
caballero y héroe de la cruzada contra los moros.
Los tres tipos de vida: terrenal, de la fama y eterna.

3
El término tópico significa ‘lugar común, idea o expresión muy repetida’

21
RECURSO LITERARIO Definición Ejemplo
Tropo que consiste en “La juventud es la primavera
trasladar el sentido recto de de la vida”.
las voces a otro figurado, en Se vincula el elemento A:
virtud de una comparación juventud, con el elemento B:
METÁFORA tácita. primavera. Ambos están
Se relaciona un elemento A presentes, por lo que es un
con un elemento B. Si están ejemplo de metáfora impura.
los dos presentes la metáfora “La primavera de la vida”.
es impura; si falta el elemento Alude a la juventud, es una
A pero se puede inferir, la metáfora pura, ya que falta el
metáfora es pura. elemento A, pero se lo puede
deducir.
Metáfora continuada o serie La venda y las alas de Cupido
de metáforas que se refieren a son una alegoría (el amor da
ALEGORÍA un solo pensamiento levedad, el amor es ciego).
principal. Remite a conceptos
complejos o ideas abstractas.

Repetición de un sonido o de Infame turba de nocturnas


ALITERACIÓN varios próximos o iguales. aves. (Góngora)

Temprano levantó la muerte


ANÁFORA Una misma palabra aparece el vuelo, /
como inicio de verso o estrofa, temprano madrugó la
repetidamente. madrugada, /
temprano estás rodando por
el suelo. (Miguel Hernández).

Se contraponen dos ideas, Mis dulces quince, amargos


ANTÍTESIS expresiones o palabras en desencantos.
opuestas.

Supresión de algún elemento Juan ha leído el mismo libro


ELPISIS lingüístico sin contradecir las que Pedro [ha leído].
reglas gramaticales.

Manifestación suave o
decorosa de ideas cuya recta y Intelectualmente débil.
EUFEMISMO franca expresión sería dura o Tránsito lento.
malsonante. Es decir, a lo
“feo” o desagradable se lo
intenta nombrar de una forma
más bella.

Aumento o disminución Vi entrar señora tan blanca,


excesiva, exagerada de una muy más que la nieve fría.
HIPÉRBOLE realidad. (“Romance del enamorado y
la Muerte”. Anónimo).

22
Representación de uno de Verdes colinas
los sentidos mediante el Mudo horizonte.
IMÁGENES SENSORIALES lenguaje. En el caso en que se
unan dos o más imágenes, la Sinestesia: verde chillón
figura retórica se denomina
sinestesia.

OXÍMORON Aparición de dos o más Vivo sin vivir en mí. (Santa


términos contradictorios Teresa de Ávila).
entre sí.

Figura que consiste en Apenas la blanca aurora


expresar por medio de un había dado lugar a que el
PERÍFRASIS rodeo de palabras, algo que luciente Febo con el ardor de
hubiera podido decirse con sus calientes rayos, las
menos o con una sola; pero no líquidas perlas de sus cabellos
tan bella, enérgica o enjugase...
hábilmente. (perífrasis de la salida del Sol,
en Don Quijote de la Mancha
de Cervantes)

PARALELISMO Repetición de la misma Los suspiros son aire y van al


estructura sintáctica o aire.
semántica. Las lágrimas son agua y van
al mar. (Bécquer).

Figura que consiste en sonreía la rosa mañana...


PERSONIFICACIÓN atribuir a las cosas inanimadas (Antonio Machado);
o abstractas, acciones y La iglesia gruñe a lo lejos...
cualidades propias de seres (Federico García Lorca).
animados, o a los seres
irracionales las del hombre.

23
Antología del Romancero
Romance del Conde niño

Conde Niño, por amores


es niño y pasó a la mar;
va a dar agua a su caballo
la mañana de San Juan.
Mientras el caballo bebe
él canta dulce cantar;
todas las aves del cielo
se paraban a escuchar;
caminante que camina
olvida su caminar,
navegante que navega
la nave vuelve hacia allá.

La reina estaba labrando,


la hija durmiendo está:
-Levantaos, Albaniña,
de vuestro dulce folgar,
sentiréis cantar hermoso
la sirenita del mar.
-No es la sirenita, madre,
la de tan bello cantar,
si no es el Conde Niño
que por mí quiere finar.
¡Quién le pudiese valer
en su tan triste penar!
-Si por tus amores pena,
¡oh, malhaya su cantar!,
y porque nunca los goce
yo le mandaré matar.
-Si le manda matar, madre
juntos nos han de enterrar.

Él murió a la media noche,


ella a los gallos cantar;
a ella como hija de reyes
la entierran en el altar,
a él como hijo de conde
unos pasos más atrás.
De ella nació un rosal blanco,
de él nació un espino albar;
crece el uno, crece el otro,
los dos se van a juntar;
las ramitas que se alcanzan
fuertes abrazos se dan,
y las que no se alcanzaban
no dejan de suspirar.

La reina, llena de envidia,

24
ambos los mandó cortar;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar;
della naciera una garza,
dél un fuerte gavilán
juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan a la par.

Romance del enamorado y la muerte

Un sueño soñaba anoche,


soñito del alma mía,
soñaba con mis amores
que en mis brazos la tenía.
Vi entrar señora tan blanca
muy más que la nieve fría.
- ¿Por dónde has entrado amor?
¿Cómo has entrado mi vida?
Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías.
- No soy el amor, amante:
la Muerte que Dios te envía.
- ¡Ay, Muerte tan rigurosa,
déjame vivir un día!
- Un día no puede ser,
una hora tienes de vida.
Muy de prisa se calzaba,
más de prisa se vestía;
ya se va para la calle,
en donde su amor vivía.
- ¡Ábreme la puerta, blanca,
ábreme la puerta niña!
- ¿Cómo te podré yo abrir
si la ocasión no es venida?
Mi padre no fue al palacio,
mi madre no está dormida.
- Si no me abres esta noche,
ya no me abrirás querida;
la Muerte me está buscando,
junto a ti vida sería.
- Vete bajo la ventana
donde ladraba y cosía,
te echaré cordón de seda
para que subas arriba,
y si el cordón no alcanzare
mis trenzas añadiría.
La fina seda se rompe;
la Muerte que allí venía:
- Vamos, el enamorado,
que la hora ya está cumplida.

25
Romance de la doncella guerrera

Pregonadas son las guerras de Francia para Aragón,


¡Cómo las haré yo, triste, viejo y cano, pecador!
¡No reventaras, condesa, por medio del corazón,
que me diste siete hijas, y entre ellas ningún varón!
Allí habló la más chiquita, en razones la mayor:
-No maldigáis a mi madre, que a la guerra me iré yo;
me daréis las vuestras armas, vuestro caballo trotón.
-Conocerante en los pechos, que asoman bajo el jubón.
-Yo los apretaré, padre, al par de mi corazón.
-Tienes las manos muy blancas, hija no son de varón.
-Yo les quitaré los guantes para que las queme el sol.
-Conocerante en los ojos, que otros más lindos no son.
-Yo los revolveré, padre, como si fuera un traidor.
Al despedirse de todos, se le olvida lo mejor:
-¿Cómo me he de llamar, padre? -Don Martín el de Aragón.
-Y para entrar en las cortes, padre ¿cómo diré yo?
-Bésoos la mano, buen rey, las cortes las guarde Dios.
Dos años anduvo en guerra y nadie la conoció
si no fue el hijo del rey que en sus ojos se prendó.
-Herido vengo, mi madre, de amores me muero yo;
los ojos de Don Martín son de mujer, de hombre no.
-Convídalo tú, mi hijo, a las tiendas a feriar,
si Don Martín es mujer, las galas ha de mirar.
Don Martín como discreto, a mirar las armas va:
-¡Qué rico puñal es éste, para con moros pelear!
-Herido vengo, mi madre, amores me han de matar,
los ojos de Don Martín roban el alma al mirar.
-Llevarásla tú, hijo mío, a la huerta a solazar;
si Don Martín es mujer, a los almendros irá.
Don Martín deja las flores, un vara va a cortar:
-¡Oh, qué varita de fresno para el caballo arrear!
-Hijo, arrójale al regazo tus anillas al jugar:
si Don Martín es varón, las rodillas juntará;
pero si las separase, por mujer se mostrará.
Don Martín muy avisado hubiéralas de juntar.
-Herido vengo, mi madre, amores me han de matar;
los ojos de Don Martín nunca los puedo olvidar.
-Convídalo tú, mi hijo, en los baños a nadar.
Todos se están desnudando; Don Martín muy triste está:
-Cartas me fueron venidas, cartas de grande pesar,
que se halla el Conde mi padre enfermo para finar.
Licencia le pido al rey para irle a visitar.
-Don Martín, esa licencia no te la quiero estorbar.
Ensilla el caballo blanco, de un salto en él va a montar;
por unas vegas arriba corre como un gavilán:
-Adiós, adiós, el buen rey, y tu palacio real;
que dos años te sirvió una doncella leal!
Óyela el hijo del rey, trás ella va a cabalgar.
-Corre, corre, hijo del rey que no me habrás de alcanzar
hasta en casa de mi padre si quieres irme a buscar.
Campanitas de mi iglesia, ya os oigo repicar;

26
puentecito, puentecito del río de mi lugar,
una vez te pasé virgen, virgen te vuelvo a pasar.
Abra las puertas, mi padre, ábralas de par en par.
Madre, sáqueme la rueca que traigo ganas de hilar,
que las armas y el caballo bien los supe manejar.
Tras ella el hijo del rey a la puerta fue a llamar.

Levantóse la casada...

Levantóse la casada
una mañana al jardín,
dicen que a gozar del fresco:
« ¡Más le valiera dormir! »
Esperando a su galán
a sueño breve y sutil,
le ha dado amor mala noche.
«¡Más le valiera dormir! »
Sobre la madeja bella
que al amor revuelve en sí
sale arrojando una roca.
«¡Más le valiera dormir!»
Gorguera saca de negro,
turquesado el faldellín,
y a medio vestir la ropa.
«¡Más le valiera dormir!»
A la salida del huerto
torcido se le ha un chapín,
de que quedó lastimada.
«¡Más le valiera dormir!»
Pasando más adelante
al coger un alhelí
le picó el dedo una abeja.
«¡Más le valiera dormir!»
Con tanto azar no descansa;
sale enamorada al fin
buscando a aquel que bien ama.
«¡Más le valiera dormir!»
Aquí mira, aquí se para;
nada halla aquí ni allí,
hasta ver lo que no quiso.
«¡Más le valiera dormir!»
A su amante halla muerto,
y al marido junto a sí,
que remató entrambas vidas.
«¡Más le valiera dormir!»

La bella mal maridada

-La bella mal maridada,


de las lindas que yo vi,
véote tan triste enojada;
la verdad dila tú a mí.

27
Si has de tomar amores
por otro, no dejes a mí,
que a tu marido, señora,
con otras dueñas lo vi,
besando y retozando:
mucho mal dice de ti;
juraba y perjuraba
que te había de ferir. -
Allí habló la señora,
allí habló, y dijo así:
-Sácame tú, el caballero,
tú sacásesme de aquí;
por las tierras donde fueres
bien te sabría yo servir:
yo te haría bien la cama
en que hayamos de dormir,
yo te guisaré la cena
como a caballero gentil,
de gallinas y capones
y otras cosas más de mil;
que a éste mi marido
ya no le puedo sufrir,
que me da muy mala vida
cual vos bien podéis oir. -
Ellos en aquesto estando
su marido hélo aquí:
-¿Qué hacéis mala traidora?
¡Hoy habedes de morir!
-¿Y por qué, señor, por qué?
Que nunca os lo merecí.
Nunca besé a hombre,
mas hombre besó a mí;
las penas que él merecía,
señor, daldas vos amí;
con riendas de tu caballo,
señor, azotes amí;
con cordones de oro y sirgo
viva ahorques a mí.
En la huerta de los naranjos
viva entierres a mí,
en sepoltura de oro
y labrada de marfil;
y pongas encima un mote,
señor, que diga así:
«Aquí está la flor de las flores,
por amores murió aquí;
cualquier que muere de amores
mándese enterrar aquí.
que así hice yo, mezquina,
que por amar me perdí.-»

28
Romance de Doña Alda

En Paris está doña Alda,


la esposa de don Roldán,
trescientas damas con ella
para bien la acompañar;
todas visten un vestido,
todas calzan un calzar,
todas comen una mesa,
todas comían de un pan.
Las ciento hilaban el oro,
las ciento tejen cendal,
ciento tañen instrumentos,
para a doña Alda alegrar.
Al son de los instrumentos
doña Alda adormido se ha;
ensoñado había un sueño,
un sueño de gran pesar.
Despertó despavorida
con un dolor sin igual,
los gritos daba tan grandes
se oían en la ciudad.
-¿Qué es aquesto, mi señora,
qué es lo que os hizo mal?
-Un sueño soñé, doncellas,
que me ha dado gran pesar:
que me veía en un monte,
en un desierto lugar,
y de so los montes altos
un azor vide volar;
tras dél viene una aguililla
que lo ahincaba muy mal.
El azor con grande cuita
metióse so mi brial;
el águila con gran ira
de allí lo iba a sacar;
con las uñas lo despluma,
con el pico lo deshace.-
Allí habló su camarera,
bien oiréis lo que dirá:

-Aqueste sueño, señora,


bien os lo entiendo soltar:
el azor es vuestro esposo,
que de España viene ya;
el águila sodes vos,
con la cual ha de casar,
y aquel monte era la iglesia
donde os han de velar.
-Si es así mi camarera,
bien te lo entiendo pagar.-

Otro día de mañana

29
cartas de lejos le traen;
tintas venían de fuera,
de dentro escritas con sangre,
que su Roldán era muerto
en la caza de Roncesvalles.
Cuando tal oyó doña Alda
muerta en el suelo se cae.

Romance del prisionero

Que por mayo era por mayo,


cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuando es de día
ni cuando las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.

Profesora: ……………………………………………….. Curso y división: ………………………………………

Trabajo Práctico N°……. Tema: El Romancero.


Fecha de entrega:
Integrantes:(cuatro)…………………………………………………………………………………………………………
………………………………………………..............................................................................................
Actividades:
1) Averiguar el contexto histórico en que aparece el romance (S XV, transición entre la
Edad Media y el Renacimiento).
2)Determinar las características de la especie romance (metro/rima/tipos /temas)
3)Leer los romances de la antología otorgada por la cátedra. Elegir uno de los romances y
realizar las siguientes actividades:
a) Analizar metro y rima.
b) Resumir el contenido.
c) Analizar la caracterización del personaje femenino.
d) Señalar la utilización de recursos expresivos y explicar su significado contextual.
e) Comparar el romance elegido con otro de la antología.
Establecer similitudes y diferencias.
f) Comparar el romance elegido con los datos del contexto histórico (punto 1).
g) ¿En qué aspectos se evidencia dicho contexto? Extraer citas textuales y justificar.

30
EL VIAJE
En el comienzo siempre hay un viaje. Porque se viaja, se cuentas historias. Hay quienes
dicen, incluso, que solo se viaja para contar. La cultura de América, empieza con el deseo
de viajar. Viajar es salirse de uno mismo; como se dice, estar “sacado” llegar a un lugar
diferente, lo otro. América se constituye como lo otro respecto de Europa y Europa es lo
otro en el imaginario americano. ¿Qué se hace con ese otro que se encuentra? Se arman
teorías, se intenta describir lo que se conoce respecto de lo ya conocido. O, por el contrario,
lo nuevo modifica la realidad conocida. Hay un espacio americano que se resiste,
culturalmente, a ser aprehendido. Hay un tiempo americano que oprime como una
pesadilla el paisaje y los cuerpos, la memoria y el sueño. Y hay ciudades. América es la
historia de un viaje y de la construcción de ciudades utópicas. La historia política de
América, incluso, tiene que ver con la interpretación de los espacios: la selva, el río, el
desierto, la ciudad y la montaña, han sido agentes políticos durante dos siglos. Pero, además
está el otro, el amo de América, y su mirada, muchas veces delirante, puesta sobre América
Latina, también puede entenderse como la obsesión por el espacio americano: una
obsesión territorial y una obsesión, seguramente, bélica.
Lo cierto es que América existe porque se viaja. Viajar, estar “sacado”. Lo mismo, en fin,
que la literatura. La literatura americana, como ninguna otra, es una literatura del viaje.
Desde los textos del descubrimiento y los viajeros hasta el presente, siempre, hay un viaje:
un punto de fuga.

El contacto cultural – la transculturación y la aculturación en las crónicas de


Indias y en la nueva narrativa latinoamericana

Se denomina “cultura” al conjunto de conocimientos, el grado de desarrollo científico e


industrial, el estado social, las ideas, el arte y las relaciones humanas, entre otras cosas, de
un país o una época. Así es posible referirse tanto a la cultura clásica y a la cultura moderna
como a una cultura indígena y a la oriental, para dar solo algunos ejemplos.
Ahora bien: ¿qué sucede cuando dos culturas diferentes, alejadas en el espacio, se ponen
en contacto por algún hecho en particular? ¿es posible que una de ellas permanezca
inalterable frente al encuentro con la que le es extraña?
El impacto que una cultura provoca en otra depende, precisamente, de las diferencias que
haya entre ellas y del tipo de contacto que establezcan.
En la Conquista de América se produjo un proceso denominado transculturación. El
diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, define a este término como:
"Recepción por un pueblo o grupo social de formas de cultura procedentes de otro, que
31
sustituyen de un modo más o menos completo a las propias". Por lo que se podría decir que
la transculturación es un proceso gradual por el cual una cultura adopta rasgos de otra,
hasta culminar en una aculturación, esto es, el resultado del proceso de transculturación,
en el que surge una “cultura” diferente como producto de destrucción, supervivencia,
dominación, resistencia, soporte, modificación y adaptación de la cultura nativa y la cultura
colonizadora. Es ingenuo pensar que este proceso ocurra sin conflictos; de hecho, se
observa que la mayoría de las transculturaciones son muy conflictivas, en especial para la
cultura "receptora".
Para la cultura occidental, y en particular para Latinoamérica, el contacto cultural más
fuerte y de mayores consecuencias aún en la actualidad ha sido producido por la conquista
y la colonización del territorio americano que realizaron los españoles y portugueses desde
finales del siglo XV, cuando comenzaron el proceso de sometimiento y exterminio de los
indios que habitaban las tierras denominadas “nuevo mundo” por los europeos.

Los primeros testimonios del contacto cultural se difundieron a través de los relatos que
los conquistadores europeos de los siglos XV y XVI realizaron de la experiencia en la tierra
indígena. La aproximación inesperada entre dos geografías completamente extrañas entre
sí fue el núcleo de las llamadas “Crónicas de Indias”
Tanto Carlos V como otros gobernantes europeos ordenaron la escritura de las crónicas
sobre la conquista del Nuevo Mundo. Entonces se encomendaron libros de crónicas y de
viajes, tareas que ocuparon Marco Polo, Colón, Hernán Cortés entre muchos otros. Era
menester, para los vencedores, guardar por escrito el recuerdo de sus días victoriosos.
En América, por entonces, el soldado alemán Ulrico Schmidl acompañó junto a dos mil hombres
más al adelantado Pedro de Mendoza en lo que sería la primera fundación de Buenos Aires (1536).
La misión era poblar y conquistar el territorio argentino con el fin de neutralizar los avances
portugeses desde Brasil.
El destino permitió a Schmidl sobrevivir las mil y una peripecias que debió afrontar durante
veinte años, yendo desde Buenos Aires, hasta Lima, Perú; luchando contra malones y siendo
él el primer cronista del Río de la Plata. Al regresar a su país, en 1567, publicó todas sus
vivencias en Viaje al Río de la Plata. En los 55 capítulos, el libro refleja el espíritu guerrero
del autor. Armados de admirable coraje, él y sus hombres -primero a las órdenes de Pedro
de Mendoza, luego de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca y Domingo Martínez de Irala- formaron
parte de centenares de campamentos a lo largo y ancho de las Indias. Dueño de una prosa
vivaz y amena, este valeroso soldado describió en sus páginas las heroicas batallas contra
diferentes tribus indígenas, como los belicosos “carios” cuyo jefe Tabaré –inmortalizado
siglos después en un largo poema del uruguayo Juan Zorrilla de San Martín- causando en lo
los soldados de infantería un importante número de bajas.

32
Viaje al Río de la Plata es testimonio de una sucesión –por momentos da la ilusión de ser
infinita- de infortunios que el autor afrontó con estoicismo. Los padecimientos incluyen:
antropofagia “también ocurrió entonces que un español se comió a su propio hermano que
había muerto” (Cap. IX), naufragios, amotinamientos, ataques de animales salvajes -víboras
constrictoras, tigres-, fiebres y enfermedades a causa de la mala alimentación –en ocasiones
ingerían raíces- además de las amenazas y ataques constantes producidos por los indios ya
mencionados. Las entonces chozas precarias que representaban la ciudad de Buenos Aires
-construida a base de barro, madera y paja- eran destruidas por los asaltos aborígenes.

33
Más allá de la penuria y escasez de recursos, debían además combatir al mayor mal: la
fiebre por las riquezas. Son numerosos los pasajes del libro que hacen referencia a capitanes
que optan por negar las órdenes impartidas sin reconocer al rey como máxima autoridad.
Estas disputas culminaban en luchas fraticidas que en ocasiones causaban la decapitación
de los capitanes (Cap. XLIX).
Son amenas las páginas en las que el infatigable Schmidl comenta con deliberada
minuciosidad cada felonía. La Buenos Aires del siglo XVI era una peligrosa emboscada, y al
enemigo se lo confundía con frecuencia. La traición era moneda corriente. Quien busque
un volumen rico y profundo en personajes, no lo hallará en Viaje al Río de la Plata, pues es
una obra esencialmente episódica. Su trama al ser lineal se reduce únicamente a la sucesión
de acontecimientos narrados cronológicamente. Por lo tanto, el verdadero protagonista del
libro es su argumento: la conquista de Indias. No hay mayores artificios más que los
descriptos con agilidad en cada uno de sus breves capítulos. El fuerte de Schmidl es la
acción, por eso culmina la historia inmediatamente al regresar de su laberíntica expedición
por selvas, mares y ríos de América. Detrás deja una pesadilla que el lector traduce con
inefable nostalgia.

34
Algunas características de la crónica de viajes
La necesidad de traducir los elementos de una cultura extraña a la propia deja fuertes
marcas en la crónica de Indias:
 Nuevos modos de mirar y de nombrar.
 Uso frecuente de comparaciones.
 Exageración en las descripciones.
 Necesidad personal de testimoniar los hechos.
Las crónicas de Indias actualmente son leídas de distintas maneras:
 Como fuentes de la época de la conquista y la colonización, que sirven para recabar
información histórica.
 Como literatura, es decir, como textos que pueden leerse por su valor estético.
 Como fragmentos de la cultura europea en los que se ponen de manifiesto las
primeras estrategias de la colonización.

Relatos de la conquista del río de la Plata y Paraguay


Ulrico Schmidel (fragmentos)

”Desembarcamos en el Río de la Plata el día de los Santos Reyes Magos en 1535. Allí encontramos un pueblo
de indios llamados Charrúas, que eran como dos mil hombres adultos; no tenían para comer sino carne y
pescado...” (Cap. VI).

“... Allí, sobre esa tierra, hemos encontrado unos indios que se llaman Querandís, unos tres mil hombres con
sus mujeres e hijos; y nos trajeron pescados y carne para que comiéramos. (...) Estos Querandís no tienen
paradero propio en el país, sino que vagan por la comarca, al igual que hacen los gitanos en nuestro país.
Cuando estos indios Querandís van tierra adentro, durante el verano, sucede que muchas veces encuentran
seco el país en treinta leguas a la redonda y no encuentran agua alguna para beber; y cuando cogen a flechazos
un venado u otro animal salvaje, juntan la sangre y se la beben. También en algunos casos buscan una raíz
que llama cardo, y entonces la comen por la sed. Cuando los dichos Querandís están por morirse de sed y no
encuentran agua en el lugar, sólo entonces beben esa sangre. Si acaso alguien piensa que la beben
diariamente, se equivoca: esto no lo hacen y así lo dejo dicho en forma clara a los susodichos Querandís nos
trajeron alimentos diariamente a nuestro campamento, durante catorce días, y compartieron con nosotros
su escasez en pescado y carne, y solamente un día dejaron de venir. “(Cap. VII).

“...el capitán don Pedro Mendoza envió a su hermano carnal don Jorge Mendoza con trescientos
lansquenetes y treinta jinetes bien pertrechados; yo estuve en ese asunto. Dispuso y mandó nuestro capitán
general don Pedro Mendoza que su hermano don Diego Mendoza, juntamente con nosotros, matara,
destruyera y cautivara a los nombrados Querandís, ocupando el lugar donde estos estaban. Cuando allí
llegamos, los indios eran unos cuatro mil, pues habían convocado a sus amigos. Y cuando quisimos atacarlos,
se defendieron de tal manera que nos dieron bastante que hacer; mataron a nuestro capitán don Diego
Mendoza y a seis caballeros; también mataron a flechazos alrededor de veinte soldados de infantería. Pero
del lado de los indios murieron como mil hombres, más bien más que menos. Los indios se defendieron muy

35
valientemente contra nosotros, como bien lo experimentamos en propia carne. Dichos Querandís usan, como
armas, arcos y flechas; éstas son como medias lanzas, que en la punta delantera tienen un filo de pedernal.
También usan una bola de piedra, sujeta a un largo cordel, como las plomadas que usamos en Alemania.
Arrojan esta bola alrededor de las patas de un caballo o de un venado, de tal modo que éste debe caer; con
esa bola he visto dar muerte a nuestro referido capitán y a los hidalgos: lo he visto con mis propios ojos. A los
de a pie los mataron con los aludidos dardos. “

“Nuestro capitán Juan Ayolas mandó convocar los cuatrocientos hombres de la tropa y los embarcó en los
buques, y viajó aguas arriba por el río Paraná. También viajó con nosotros nuestro supremo capitán general
don Pedro Mendoza; y estuvimos en viaje durante dos meses, pues hay ochenta y cuatro leguas desde donde
habíamos dejado los cuatro buques hasta el lugar donde habitan los Timbús. Estos llevan en ambos lados de
la nariz una estrellita, hecha de una piedra blanca y azul, y son gente de cuerpo grande y fornido. Las mujeres
son horribles y, tanto jóvenes como viejas, tienen la parte baja de la cara llena de rasguños azules. La fuerza
de los indios es mucha, como sabréis por mí más adelante, y no comen otra cosa que carne y pescado: en toda
su vida no han comido otra comida. Se calcula que esta nación tiene como quince mil hombres, más bien más
que menos; tienen canoas, iguales a esas que allá en Alemania se llaman barquitos, y usan los pescadores.
Estas canoas se hacen con un árbol y tienen un ancho de tres pies en el fondo y un largo de ochenta pies.
Pueden viajar en ellas cualquiera sea el tiempo hasta diez y seis hombres y todos deben remar; tienen remos
como los que usan los pescadores en Alemania, salvo que no son reforzados con hierro en la punta de abajo.

“De ahí navegamos hasta llegar a una nación que se llama Quiloazas, que son alrededor de cuarenta mil
hombres de guerra y comen pescado y carne; llevan también dos estrellitas en la nariz como los dichos Timbús
y Corondás; las tres naciones hablan una misma lengua. Desde los antes nombrados Corondás hasta los
Quiloazas hay treinta leguas de camino y éstos viven en una laguna que tiene unas seis leguas de largo y unas
cuatro de ancho. Con ellos quedamos cuatro días: también participamos su escasez, haciendo nosotros lo
mismo. Estos indios habitan en la orilla izquierda del Paraná. De allí navegamos durante diez y seis días sin
que encontráramos ni viéramos gente alguna. En esto vinimos a dar a un pequeño río, que corre hacia el
interior del país, donde encontramos reunida mucha gente que se llaman Mocoretá; éstos no tienen para
comer.”

“Estos indios son alrededor de diez y ocho mil guerreros; también tienen muchísimas canoas. Los Mocoretás
nos recibieron muy bien a su manera y nos dieron la carne y pescado que precisábamos durante los cuatro
días que con ellos nos quedamos. Habitan en la otra orilla del Paraná, o sea en la orilla derecha, y hablan otra
lengua; pero también llevan dos estrellitas en la nariz y son gente de cuerpo bien formado; las mujeres son
feas como las antes mencionadas. Desde los Quiloazas hasta los Mocoretás hay sesenta y cuatro leguas de
camino. Mientras estábamos con esos Mocoretás, casualmente encontramos en tierra una gran serpiente,
larga como de veinticinco pies, gruesa como un hombre y salpicada de negro y amarillo, a la que matarnos de
un tiro de arcabuz. Cuando los indios la vieron se maravillaron mucho, pues nunca habían visto una serpiente
de tal tamaño; y esta serpiente hacía mucho mal a los indios, pues cuando se bañaban estaba ésta en el río y
enrollaba su cola alrededor del indio y lo llevaba bajo el agua y lo comía, sin que la pudieran ver, de modo que
los indios no sabían cómo podía suceder que la serpiente se comiera a los indios. Yo mismo he medido la tal
serpiente a lo largo y a lo ancho, de manera que bien sé lo que digo. Los Mocoretás tomaron ese animal, lo
cortaron a pedazos, que llevaron a sus casas y se lo comieron asado y cocido.” (Cap. XVII)

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“De allí partimos de nuevo y navegamos por el río Paraná durante cuatro jornadas, y hasta que llegamos a
una nación que se llama Chaná-Salvajes; son bajos y gruesos y no tienen más comida que carne, pescado y
miel. Las mujeres llevan sus vergüenzas al aire: todos, hombres y mujeres, andan completamente desnudos,
tal como Dios Todopoderoso los ha puesto en el mundo. La carne que comen es de venados, puercos salvajes
y avestruces; también de unos conejos que son iguales a una rata grande, salvo que no tienen cola.
Permanecimos con ellos solamente una noche, pues no tenían nada que comer: hacía cinco días que habían
venido al río Paraná para pescar y guerrear con los Mocoretá. Es una gente igual a los salteadores que hay en
Alemania: roban y asaltan y luego vuelven a su guarida. Después que dejamos a los Mocoretás, anduvimos
durante cuatro días, o sea unas diez y seis leguas, antes de encontrar a los Chaná-Salvajes, que habitualmente
viven tierra adentro, a veinte leguas del río, para que los Mocoretás no los asalten. Estos Chaná-Salvajes son
unos dos mil guerreros. De allí navegamos hasta encontrar una nación que se llama Mapenis y son
muchísimos, aunque no viven agrupados; pero en dos días pueden reunirse en el río y la tierra. Se calcula que
son cien mil hombres y tienen una tierra como de cuarenta leguas a la redonda. También tienen más canoas
que cualquier nación...”
(Cap. XVIII)

 Cuestionario
1. Punto de vista: narrador (conquistador). Ejemplificar.
2. Puntos de análisis posible: ¿Por qué puede leerse como un texto histórico o un texto
literario?
3. ¿Qué características de las crónicas de viajes se reconocen? Justificar con ejemplos.
4. Analizar el tiempo de la historia y el tiempo del relato.

El registro de los hechos: observación y experiencia

En la advertencia inicial que hace Ulrico Schmidel se observan algunas características de


su texto:

 Es un texto autobiográfico: son las memorias de una parte de su vida.


 Es un relato de viajes: narra una travesía, un desplazamiento entre dos regiones
geográficas lejanas y describe lo que en ella observa.
 Es una crónica: registra la sucesión temporal de los hechos narrados.

El narrador: un testigo de vista


 Narrado en primera persona: “testigo de vista”. Alguien que relata sus propias
experiencias como viajero.

Tiempo de la enunciación: el narrador deja registro en el preciso momento que enuncia o


manifiesta, a través de la escritura, aquello que recuerda.
 Analiza el registro de los hechos en las crónicas de U. Schmidel

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“Los hijos de la Malinche” de Octavio Paz

La extrañeza que provoca nuestro hermetismo ha creado la leyenda del mexicano, ser insondable. Nuestro
recelo provoca el ajeno. Si nuestra cortesía atrae, nuestra reserva hiela. Y las inesperadas violencias que nos
desgarran, el esplendor convulso o solemne de nuestras fiestas, el culto a la muerte, acaban por desconcertar
al extranjero. La sensación que causamos no es diversa a la que producen los orientales. También ellos, chinos,
indostanos o árabes, son herméticos e indescifrables. También ellos arrastran en andrajos un pasado todavía
vivo. Hay un misterio mexicano como hay un misterio amarillo y uno negro. El contenido concreto de esas

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representaciones depende de cada espectador. Pero todos coinciden en hacerse de nosotros una imagen
ambigua, cuando no contradictoria: no somos gente segura y nuestras respuestas como nuestros silencios son
imprevisibles, inesperados. Traición y lealtad, crimen y amor, se agazapan en el fondo de nuestra mirada.
Atraemos y repelemos.
No es difícil comprender los orígenes de esta actitud. Para un europeo, México es un país al margen de la
Historia universal. Y todo lo que se encuentra alejado del centro de la sociedad aparece como extraño e
impenetrable. Los campesinos, remotos, ligeramente arcaicos en el vestir y el hablar, parcos, amantes de
expresarse en formas y fórmulas tradicionales, ejercen siempre una fascinación sobre el hombre urbano. En
todas partes representan el elemento más antiguo y secreto de la sociedad. Para todos, excepto para ellos
mismos, encarnan lo oculto, lo escondido y que no se entrega sino difícilmente, tesoro enterrado, espiga que
madura en las entrañas terrestres, vieja sabiduría escondida entre los pliegues de la tierra.
En nuestro lenguaje diario hay un grupo de palabras prohibidas, secretas, sin contenido claro, y a cuya mágica
ambigüedad confiamos la expresión de las más brutales o sutiles de nuestras emociones y reacciones. Palabras
malditas, que solo pronunciamos en voz alta cuando no somos dueños de nosotros mismos. Confusamente
reflejan nuestra intimidad: las explosiones de nuestra vitalidad las iluminan y las depresiones de nuestro
ánimo las oscurecen. Lenguaje sagrado, como el de los niños, la poesía y las sectas. Cada letra y cada sílaba
están animadas de una vida doble, al mismo tiempo luminosa y oscura que nos revela y oculta. Palabras que
no dicen nada y dicen todo. Los adolescentes, cuando quieren presumir de hombres las pronuncian con voz
ronca. Las repiten las señoras, ya para significar su libertad de espíritu, ya para mostrar la verdad de sus
sentimientos. Pues estas palabras son definitivas, categóricas, a pesar de su ambigüedad y de la facilidad con
que varía su significado. Son las malas palabras, único lenguaje vivo en un mundo de vocablos anémicos. La
poesía al alcance de todos.
Cada país tiene la suya. En la nuestra, en sus breves y desgarradas, agresivas, chispeantes sílabas, parecidas
a la momentánea luz que arroja el cuchillo cuando se le descarga contra un cuerpo opaco y duro, se condensan
todos nuestros apetitos, nuestras iras, nuestros entusiasmos y los anhelos que pelean en nuestro fondo,
inexpresados. Esa palabra es nuestro santo y seña. Por ella y en ella nos reconocemos entre extraños y a ella
acudimos cada vez que aflora a nuestros labios la condición de nuestro ser. Conocerla, usarla, arrojándola al
aire como un juguete vistoso o haciéndola vibrar como un arma afilada, es una manera de afirmar nuestra
mexicanidad. Toda la angustiosa tensión que nos habita se expresa en una frase que nos viene a la boca
cuando la cólera, la alegría o el entusiasmo nos llevan a exaltar nuestra condición de mexicanos: ¡Viva México,
hijos de la Chingada! Verdadero grito de guerra. Cargado de una electricidad particular, esta frase es un reto
y una afirmación. Un disparo, dirigido contra un enemigo imaginario, y una explosión en el aire. Nuevamente,
con cierta patética y plástica fatalidad, se presenta la imagen del cohete que sube al cielo, se dispersa en
chispas y cae oscuramente. O la del aullido en que terminan nuestras canciones, y que posee la misma
ambigua resonancia: alegría rencorosa, desgarrada afirmación que se abre el pecho y se consume a sí misma.

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Con ese grito, que es de rigor gritar cada 15 de septiembre, aniversario de la Independencia, nos afirmamos
y afirmamos a nuestra patria, frente, contra y a pesar de los demás. ¿Y quiénes son los demás? Los demás son
los “hijos de la chingada”: los extranjeros, los malos mexicanos, nuestros enemigos, nuestros rivales. En todo
caso, los ‘otros”. Esto es, todos aquellos que no son lo que nosotros somos. Y esos otros no se definen sino en
cuanto hijos de una madre tan indeterminada y vaga como ellos mismos.
¿Quién es la Chingada? Ante todo, es la Madre. No una Madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La
Chingada es una de las representaciones mexicanas de la Maternidad, como la Llorona o la “sufrida madre
mexicana” que festejamos el diez de mayo. La Chingada es la madre que ha sufrido, metafórica o realmente,
la acción corrosiva e infamante implícita en el verbo que le da nombre. Vale la pena detenerse en el significado
de esta voz.
¿Qué es la Chingada? La Chingada es la Madre abierta, violada o burlada por la fuerza. El “hijo de la Chingada”
es el engendro de la violación, del rapto o de la burla. Si se compara esta expresión con la española, “hijo de
puta”, se advierte inmediatamente la diferencia. Para el español la deshonra consiste en ser hijo de una mujer
que voluntariamente se entrega, una prostituta: para el mexicano, ser fruto de una violación.
El catolicismo mexicano se concentra en el culto a la Virgen de Guadalupe. En primer término: se trata de
una Virgen india; enseguida: el lugar de su aparición (ante el indio Juan Diego) es una colina que fue antes
santuario dedicado a Tonantzin, nuestra madre”, diosa de la fertilidad entre los aztecas. Como es sabido, la
Conquista coincide con el apogeo del culto a dos divinidades masculinas: Quetzalcóatl, el dios del
autosacrificio (crea el mundo, según el mito, arrojándose a la hoguera en Teotihuacán) y Uitzilopochtli, el
joven dios guerrero que sacrifica. La derrota de estos dioses pues eso fue la Conquista para el mundo indio:
el fin de un ciclo cósmico y la instauración de un nuevo reinado divino- produjo entre los fieles una suerte de
regreso hacia las antiguas divinidades femeninas. Este fenómeno de vuelta a la entraña materna, bien
conocido de los psicólogos, es sin duda una de las causas determinantes de la rápida popularidad del culto a
la Virgen. Ahora bien, las deidades indias eran diosas de fecundidad, ligadas a los ritmos cósmicos, los procesos
de vegetación y los ritos agrarios. La Virgen católica es también una Madre (Guadalupe-Tonantzin la llaman
aún algunos peregrinos indios) pero su atributo principal no es velar por la fertilidad de la tierra sino ser el
refugio de los desamparados. La situación ha cambiado: no se trata ya de asegurar las cosechas sino de
encontrar un regazo. La Virgen es el consuelo de los pobres, el escudo de los débiles, el amparo de los
oprimidos. En suma, es la Madre de los huérfanos. Todos los hombres nacimos desheredados y nuestra
condición verdadera es la orfandad, pero esto es particularmente cierto para los indios y los pobres de México.
El culto a la Virgen no solo refleja la condición general de los hombres sino una situación histórica concreta,
tanto en lo espiritual como en lo material. Y hay más: Madre universal, la Virgen es también la intermediaria,
la mensajera entre el hombre desheredado y el poder desconocido, sin rostro: el extraño.
Por contraposición a Guadalupe, que es Madre virgen, la Chingada es la madre violada. Ni en ella ni en la
Virgen se encuentran rastros de los atributos negros de la Gran Diosa: lascivia de Amaterasu y Afrodita,

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crueldad de Artemisa y Astarté, magia funesta de Circe, amor por la sangre de Kali. Se trata de figuras pasivas.
Guadalupe es la receptividad pura y los beneficios que produce son del mismo orden: consuela, serena,
aquieta, enjuga las lágrimas, calma las pasiones. La Chingada es aún más pasiva. Su pasividad es abyecta: no
ofrece resistencia a la violencia, es un montón inerte de sangre, huesos y polvo. Su mancha es constitucional
y reside, según se ha dicho más arriba, en su sexo. Esta pasividad abierta al exterior la lleva a perder su
identidad: es la Chingada. Pierde su nombre, no es nadie ya, se confunde con la nada, es la Nada. Y sin
embargo, es la atroz encarnación de la condición femenina.
Si la Chingada es una representación de la Madre violada, no me parece forzado asociarla a la Conquista,
que fue también una violación, no solamente en el sentido histórico, sino en la carne misma de las indias. El
símbolo de la entrega es doña Malinche, la amante de Cortés. Es verdad que ella se da voluntariamente al
Conquistador, pero éste, apenas deja de serle útil la olvida. Doña Marina se ha convertido en una figura que
representa a las indias, fascinadas, violadas o seducidas por los españoles. Y del mismo modo que el niño no
perdona a su madre que lo abandone para ir en busca de su padre, el pueblo mexicano no perdona su traición
a la Malinche. Ella encarna lo abierto, lo chingado, frente a nuestros indios, estoicos, impasibles y cerrados.
Cuauhtémoc y doña Marina son, así, dos símbolos antagónicos y complementarios. Y si no es sorprendente el
culto que todos profesamos al joven emperador -único héroe a la altura del arte- imagen del hijo sacrificado,
tampoco es extraña la maldición que pesa contra la Malinche. De allí el éxito del adjetivo despectivo
“malinchista”, recientemente puesto en circulación por los periódicos para denunciar a todos los contagiados
por tendencias extranjerizantes. Los malinchistas son los partidarios de que México se abra al exterior: los
verdaderos hijos de la Malinche, que es la Chingada en persona. De nuevo aparece lo cerrado por oposición a
lo abierto.
Nuestro grito es una expresión de la voluntad mexicana de vivir cerrados al exterior, sí, pero sobre todo
cerrados frente al pasado. En ese grito condenamos nuestro origen y renegamos de nuestro hibridismo. La
extraña permanencia de Cortés y de la Malinche en la imaginación y en la sensibilidad de los mexicanos
actuales revela que son algo más que figuras históricas: son símbolos de un conflicto secreto, que aún no
hemos resuelto. Al repudiar a la Malinche, Eva mexicana, según la representa José Clemente Orozco en su
mural de la Escuela Nacional Preparatoria- el mexicano rompe sus ligas con el pasado, reniega de su origen- y
se adentra solo en la vida histórica.
El mexicano condena en bloque toda su tradición, que es un conjunto de gestos, actitudes y tendencias en
el que ya es difícil distinguir lo español de lo indio. Por eso la tesis hispanista, que nos hace descender de
Cortés con exclusión de la Malinche, es el patrimonio de unos cuantos extravagantes que ni siquiera son
blancos puros. Y otro tanto se puede decir de la propaganda indigenista, que también está sostenida por
criollos y mestizos maniáticos, sin que jamás los indios le hayan prestado atención. El mexicano no quiere ser
ni indio, ni español. Tampoco quiere descender de ellos. Los niega. Y no se afirma en tanto que mestizo, sino
como abstracción: es un hombre. Se vuelve hijo de la nada. Él empieza en sí mismo.

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Esta actitud no se manifiesta nada más en nuestra vida diaria sino en el curso de nuestra historia, que en
ciertos momentos ha sido encarnizada voluntad de desarraigo. Es pasmoso que un país con un pasado tan
vivo, profundamente tradicional, atado a sus raíces, rico en antigüedad legendaria si pobre en historia
moderna, solo se conciba como negación de su origen.
Nuestro grito popular nos desnuda y revela cuál es esa llaga que alternativamente mostrarnos o
escondemos, pero no nos indica cuáles fueron las causas de esa separación y negación de la Madre, ni cuándo
se realizó la ruptura.
(…)
El mexicano y la mexicanidad se definen como ruptura y negación. Y, asimismo, como búsqueda, como
voluntad por trascender ese estado de exilio. En suma, como viva conciencia de la soledad, histórica y
personal. La historia, que no nos podía decir nada sobre la naturaleza de nuestros sentimientos y de nuestros
conflictos, sí nos puede mostrar ahora cómo se realizó la ruptura y cuáles han sido nuestras tentativas para
trascender la soledad.
En: El laberinto de la soledad. (México, FCE, 1959.)

“Hernán Cortés y la Malinche “, de José Clemente Orozco

Guía de lectura:

1. ¿Cómo se describe a los mexicanos en el texto?


2. ¿En qué sentido la soledad y la “chingada” serían temas típicamente americanos?
3. ¿Cuál es la noción política de la conquista que puede inferirse?
4. Redacta un texto que vincule el cuadro de Orozco con el texto de Octavio Paz.

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La nueva narrativa latinoamericana

Los cronistas de Indias describieron el mundo nuevo desde su perspectiva particular, que
se vinculaba con el poder y la conquista. Dentro de las distintas vertientes que tiene la nueva
narrativa latinoamericana del siglo XX, una de ellas se ocupa de revisar la historia y reescribir
nuevas perspectivas que se oponen, a la vez que se complementan, con las de los cronistas
de Indias; por ello es necesario analizarla a la luz de este contacto cultural.
La narrativa latinoamericana del siglo XX se inicia con la llegada del vanguardismo europeo.
Inicialmente en los relatos predominan el Realismo y el Modernismo -corrientes propias de
los últimos años del siglo XIX- denominándose también, estos movimientos, en América:
Regionalismo o Criollismo. Aparece, dentro de estas formas narrativas latinoamericanas, la
influencia de las corrientes vanguardistas.
Contexto histórico
 Crisis en el sistema oligárquico vigente en América latina.
 Acelerado proceso de modernización de las urbes.
 El capitalismo norteamericano tiene poder hegemónico en Latinoamérica.
 En 1929 estalla la gran crisis del capitalismo mundial, con graves repercusiones en
América latina.
 Surgen los movimientos populistas.
 Las clases medias asumen la representación de los sectores populares.

El contacto cultural en la nueva narrativa latinoamericana

A mediados de la década de 1950, la narrativa latinoamericana comenzó a tener un auge


desconocido hasta entonces. Las novelas y libros de autores latinoamericanos, como el
colombiano Gabriel García Márquez, el peruano Mario Vargas Llosa, el cubano Alejo
Carpentier, el argentino Julio Cortázar y los mexicanos Carlos Fuentes y Juan Rulfo, entre
los más conocidos, se convirtieron en best sellers y comenzaron a ser traducidos a otros
idiomas.
Complementariamente a sus producciones narrativas, casi todos estos escritores
escribieron ensayos en los que llevaron a cabo una tarea de reflexión acerca de la identidad
latinoamericana y las posibilidades de una literatura con características propias, e
independiente de los modelos culturales europeos. ¿Cómo hacer ficción a partir de una
realidad tan compleja como la latinoamericana?, –se preguntaban los escritores- ¿Cómo
narran las consecuencias históricas del contacto cultural entre indios y españoles? ¿De qué
modo actualizar el pasado indígena en la cultura latinoamericana contemporánea? En
definitiva: ¿cómo narrar a través de la ficción lo específicamente latinoamericano? Las
propuestas y soluciones a estas preguntas fueron diversas, pero en todos los casos se trató
de resaltar la identidad cultural de América Latina mediante procedimientos narrativos
originales y una búsqueda formal novedosa.

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Como se ha señalado, los escritores latinoamericanos de mediados del s XX, se
preocuparon por el aspecto temático, al elegir temas vinculados a la originalidad de la
cultura latinoamericana y, en el aspecto formal, intentaron renovar las técnicas de la
narración en sus distintos niveles.

Características de la nueva narrativa:

Temáticas preferidas Técnicas narrativas


* El contacto cultural y la transculturación para dar * Renovación de la figura del narrador: es
cuenta de las pervivencias del pasado indígena, así frecuente el uso de más de un punto de vista para
como la presencia de la mezcla y el mestizaje entre contar la historia (por ejemplo, una misma historia
indios y europeos. contada por distintos narradores, alternancia de un
narrador en tercera persona y otro en primera,
etcétera.)
*La realidad política, presentada de manera * Ruptura de la cronología: se altera el orden
indirecta o como una metáfora. cronológico, que solo puede reconstruirse al final
del relato. Se superponen tiempos
correspondientes a distintas épocas mezclándose
* La historia nacional y latinoamericana como así el pasado lejano con el reciente.
clave para comprender el presente y su * Renovación del lenguaje: se usan expresiones
problemática social. coloquiales tanto en la voz del narrador, como en los
diálogos entre personajes.
* Combinación de distintos géneros discursivos:
en un mismo relato pueden aparecer géneros
diversos como cartas, crónicas periodísticas,
diálogos, diarios personales, fragmentos de otros
textos, etcétera.

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Mujica Láinez y la historia

El escritor Manuel Mujica Láinez (conocido como "Manucho") perteneció a una familia
aristocrática porteña. Su sentido de la estética (él mismo decía ser un cultor y admirador de
los objetos artísticos, un observador de la belleza y su historia) lo llevó a ser funcionario en
el Museo de Arte Decorativo de la Ciudad de Buenos Aires y a desplegar en su escritura un
lenguaje fino y poético para describir con detalle cada sensación, cada sentido, cada
percepción. Su narrativa se caracteriza por una estructura lineal y el sutil manejo del punto
de vista omnisciente, y por su dimensión poética, aun cuando se tratara de narrar lo feo, lo
morboso o lo aberrante.

El hambre
Manuel Mujica Lainez

Alrededor de la empalizada desigual que corona la meseta frente al río, las hogueras de los indios
chisporrotean día y noche. En la negrura sin estrellas meten más miedo todavía. Los españoles, apostados
cautelosamente entre los troncos, ven al fulgor de las hogueras destrenzadas por la locura del viento, las
sombras bailoteantes de los salvajes. De tanto en tanto, un soplo de aire helado, al colarse en las casucas
de barro y paja, trae con él los alaridos y los cantos de guerra. Y en seguida recomienza la lluvia de flechas
incendiarias cuyos cometas iluminan el paisaje desnudo. En las treguas, los gemidos del Adelantado, que no
abandona el lecho, añaden pavor a los conquistadores. Hubieran querido sacarle de allí; hubieran querido
arrastrarle en su silla de manos, blandiendo la espada como un demente, hasta los navíos que cabecean
más allá de la playa de toscas, desplegar las velas y escapar de esta tierra maldita; pero no lo permite el
cerco de los indios. Y cuando no son los gritos de los sitiadores ni los lamentos de Mendoza, ahí está el
angustiado implorar de los que roe el hambre, y cuya queja crece a modo de una marea, debajo de las otras
voces, del golpear de las ráfagas, del tiroteo espaciado de los arcabuces, del crujir y derrumbarse de las
construcciones ardientes.
Así han transcurrido varios días; muchos días. No los cuentan ya. Hoy no queda mendrugo que llevarse a la
boca. Todo ha sido arrebatado, arrancado, triturado: las flacas raciones primero, luego la harina podrida, las
ratas, las sabandijas inmundas, las botas hervidas cuyo cuero chuparon desesperadamente. Ahora jefes y
soldados yacen doquier, junto a los fuegos débiles o arrimados a las estacas defensoras. Es difícil distinguir
a los vivos de los muertos.
Don Pedro se niega a ver sus ojos hinchados y sus labios como higos secos, pero en el interior de su choza
miserable y rica le acosa el fantasma de esas caras sin torsos, que reptan sobre el lujo burlón de los
muebles traídos de Guadix, se adhieren al gran tapiz con los emblemas de la Orden de Santiago, aparecen
en las mesas, cerca del Erasmo y el Virgilio inútiles, entre la revuelta vajilla que, limpia de viandas, muestra
en su tersura el “Ave María” heráldico del fundador.
El enfermo se retuerce como endemoniado. Su diestra, en la que se enrosca el rosario de madera, se aferra
a las borlas del lecho. Tira de ellas enfurecido, como si quisiera arrastrar el pabellón de damasco y
sepultarse bajo sus bordadas alegorías. Pero hasta allí le hubieran alcanzado los quejidos de la tropa. Hasta
allí se hubiera deslizado la voz espectral de Osorio, el que hizo asesinar en la playa del Janeiro, y la de su
hermano don Diego, ultimado por los querandíes el día de Corpus Christi, y las otras voces, más distantes,
de los que condujo al saqueo de Roma, cuando el Papa tuvo que refugiarse con sus cardenales en el castillo

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de Sant Angelo. Y si no hubiera llegado aquel plañir atroz de bocas sin lenguas, nunca hubiera logrado eludir
la persecución de la carne corrupta, cuyo olor invade el aposento y es más fuerte que el de las medicinas.
¡Ay!, no necesita asomarse a la ventana para recordar que allá afuera, en el centro mismo del real, oscilan
los cadáveres de los tres españoles que mandó a la horca por haber hurtado un caballo y habérselo comido.
Les imagina, despedazados, pues sabe que otros compañeros les devoraron los muslos.
¿Cuándo regresará Ayolas, Virgen del Buen Aire? ¿Cuándo regresarán los que fueron al Brasil en pos de
víveres? ¿Cuándo terminará este martirio y partirán hacia la comarca del metal y de las perlas? Se muerde
los labios, pero de ellos brota el rugido que aterroriza. Y su mirada turbia vuelve hacia los platos donde el
pintado escudo del Marqués de Santillana finge a su extravío una fruta roja y verde.

Baitos, el ballestero, también imagina. Acurrucado en un rincón de su tienda, sobre el suelo duro, piensa
que el Adelantado y sus capitanes se regalan con maravillosos festines, mientras él perece con las entrañas
arañadas por el hambre. Su odio contra los jefes se torna entonces más frenético. Esa rabia le mantiene, le
alimenta, le impide echarse a morir. Es un odio que nada justifica, pero que en su vida sin fervores obra
como un estímulo violento. En Morón de la Frontera detestaba al señorío. Si vino a América fue porque
creyó que aquí se harían ricos los caballeros y los villanos, y no existirían diferencias. ¡Cómo se equivocó!
España no envió a las Indias armada con tanta hidalguía como la que fondeó en el Río de la Plata. Todos se
las daban de duques. En los puentes y en las cámaras departían como si estuvieran en palacios. Baitos les
ha espiado con los ojos pequeños, entrecerrándolos bajo las cejas pobladas. El único que para él algo valía,
pues se acercaba a veces a la soldadesca, era Juan Osorio, y ya se sabe lo que pasó: le asesinaron en el
Janeiro. Le asesinaron los señores por temor y por envidia. ¡Ah, cuánto, cuánto les odia, con sus ceremonias
y sus aires! ¡Como si no nacieran todos de idéntica manera! Y más ira le causan cuando pretenden endulzar
el tono y hablar a los marineros como si fueran sus iguales. ¡Mentira, mentiras! Tentado está de alegrarse
por el desastre de la fundación que tan recio golpe ha asestado a las ambiciones de esos falsos príncipes.
¡Sí! ¿Y por qué no alegrarse?
El hambre le nubla el cerebro y le hace desvariar. Ahora culpa a los jefes de la situación. ¡El hambre!, ¡el
hambre!, ¡ay!; ¡clavar los dientes en un trozo de carne! Pero no lo hay... no lo hay... Hoy mismo, con su
hermano Francisco, sosteniéndose el uno al otro, registraron el campamento. No queda nada que robar. Su
hermano ha ofrecido vanamente, a cambio de un armadillo, de una culebra, de un cuero, de un bocado, la
única alhaja que posee: ese anillo de plata que le entregó su madre al zarpar de San Lúcar y en el que hay
labrada una cruz. Pero así hubiera ofrecido una montaña de oro, no lo hubiera logrado, porque no lo hay,
porque no lo hay. No hay más que ceñirse el vientre que punzan los dolores y doblarse en dos y tiritar en un
rincón de la tienda.
El viento esparce el hedor de los ahorcados. Baitos abre los ojos y se pasa la lengua sobre los labios
deformes. ¡Los ahorcados! Esta noche le toca a su hermano montar guardia junto al patíbulo. Allí estará
ahora, con la ballesta. ¿Por qué no arrastrarse hasta él? Entre los dos podrán descender uno de los cuerpos
y entonces...
Toma su ancho cuchillo de caza y sale tambaleándose.

Es una noche muy fría del mes de junio. La luna macilenta hace palidecer las chozas, las tiendas y los fuegos
escasos. Dijérase que por unas horas habrá paz con los indios, famélicos también, pues ha amenguado el
ataque. Baitos busca su camino a ciegas entre las matas, hacia las horcas. Por aquí debe de ser. Sí, allí están,
allí están, como tres péndulos grotescos, los tres cuerpos mutilados. Cuelgan, sin brazos, sin piernas... Unos
pasos más y los alcanzará. Su hermano andará cerca. Unos pasos más...
Pero de repente surgen de la noche cuatro sombras. Se aproximan a una de las hogueras y el ballestero
siente que se aviva su cólera, atizada por las presencias inoportunas. Ahora les ve. Son cuatro hidalgos,

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cuatro jefes: don Francisco de Mendoza, el adolescente que fuera mayordomo de don Fernando, Rey de los
Romanos; don Diego Barba, muy joven, caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén; Carlos Dubrin,
hermano de leche de nuestro señor Carlos V; y Bernardo Centurión, el genovés, antiguo cuatralbo de las
galeras del Príncipe Andrea Doria.
Baitos se disimula detrás de una barrica. Le irrita observar que ni aun en estos momentos en que la muerte
asedia a todos han perdido nada de su empaque y de su orgullo. Por lo menos lo cree él así. Y tomándose
de la cuba para no caer, pues ya no le restan casi fuerzas, comprueba que el caballero de San Juan luce
todavía su roja cota de armas, con la cruz blanca de ocho puntas abierta como una flor en el lado izquierdo,
y que el italiano lleva sobre la armadura la enorme capa de pieles de nutria que le envanece tanto.A este
Bernardo Centurión le execra más que a ningún otro. Ya en San Lúcar de Barrameda, cuando embarcaron,
le cobró una aversión que ha crecido durante el viaje. Los cuentos de los soldados que a él se refieren
fomentaron su animosidad. Sabe que ha sido capitán de cuatro galeras del Príncipe Doria y que ha luchado
a sus órdenes en Nápoles y en Grecia. Los esclavos turcos bramaban bajo su látigo, encadenados a los
remos. Sabe también que el gran almirante le dio ese manto de pieles el mismo día en que el Emperador le
hizo a él la gracia del Toisón. ¿Y qué? ¿Acaso se explica tanto engreimiento? De verle, cuando venía a bordo
de la nao, hubieran podido pensar que era el propio Andrea Doria quien venía a América. Tiene un modo de
volver la cabeza morena, casi africana, y de hacer relampaguear los aros de oro sobre el cuello de pieles,
que a Baitos le obliga a apretar los dientes y los puños. ¡Cuatralbo, cuatralbo de la armada del Príncipe
Andrea Doria! ¿Y qué? ¿Será él menos hombre, por ventura? También dispone de dos brazos y de dos
piernas y de cuanto es menester...
Conversan los señores en la claridad de la fogata. Brillan sus palmas y sus sortijas cuando las mueven con la
sobriedad del ademán cortesano; brilla la cruz de Malta; brilla el encaje del mayordomo del Rey de los
Romanos, sobre el desgarrado jubón; y el manto de nutrias se abre, suntuoso, cuando su dueño afirma las
manos en las caderas. El genovés dobla la cabeza crespa con altanería y le tiemblan los aros redondos.
Detrás, los tres cadáveres giran en los dedos del viento.
El hambre y el odio ahogan al ballestero. Quiere gritar mas no lo consigue y cae silenciosamente
desvanecido sobre la hierba rala.

Cuando recobró el sentido, se había ocultado la luna y el fuego parpadeaba apenas, pronto a apagarse.
Había callado el viento y se oían, remotos, los aullidos de la indiada. Se incorporó pesadamente y miró hacia
las horcas. Casi no divisaba a los ajusticiados. Lo veía todo como arropado por una bruma leve. Alguien se
movió, muy cerca. Retuvo la respiración, y el manto de nutrias del capitán de Doria se recortó, magnífico, a
la luz roja de las brasas. Los otros ya no estaban allí. Nadie: ni el mayordomo del Rey, ni Carlos Dubrin, ni el
caballero de San Juan. Nadie. Escudriñó en la oscuridad. Nadie: ni su hermano, ni tan siquiera el señor don
Rodrigo de Cepeda, que a esa hora solía andar de ronda, con su libro de oraciones.
Bernardo Centurión se interpone entre él y los cadáveres: sólo Bernardo Centurión, pues los centinelas
están lejos. Y a pocos metros se balancean los cuerpos desflecados. El hambre le tortura en forma tal que
comprende que si no la apacigua en seguida enloquecerá. Se muerde un brazo hasta que siente, sobre la
lengua, la tibieza de la sangre. Se devoraría a sí mismo, si pudiera. Se troncharía ese brazo. Y los tres
cuerpos lívidos penden, con su espantosa tentación... Si el genovés se fuera de una vez por todas... de una
vez por todas... ¿Y por qué no, en verdad, en su más terrible verdad, de una vez por todas? ¿Por qué no
aprovechar la ocasión que se le brinda y suprimirle para siempre? Ninguno lo sabrá. Un salto y el cuchillo de
caza se hundirá en la espalda del italiano. Pero ¿podrá él, exhausto, saltar así? En Morón de la Frontera
hubiera estado seguro de su destreza, de su agilidad...
No, no fue un salto; fue un abalanzarse de acorralado cazador. Tuvo que levantar la empuñadura
afirmándose con las dos manos para clavar la hoja. ¡Y cómo desapareció en la suavidad de las nutrias!

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¡Cómo se le fue hacia adentro, camino del corazón, en la carne de ese animal que está cazando y que ha
logrado por fin! La bestia cae con un sordo gruñido, estremecida de convulsiones, y él cae encima y siente,
sobre la cara, en la frente, en la nariz, en los pómulos, la caricia de la piel. Dos, tres veces arranca el
cuchillo. En su delirio no sabe ya si ha muerto al cuatralbo del Príncipe Doria o a uno de los tigres que
merodean en torno del campamento. Hasta que cesa todo estertor. Busca bajo el manto y al topar con un
brazo del hombre que acaba de apuñalar, lo cercena con la faca e hinca en él los dientes que aguza el
hambre. No piensa en el horror de lo que está haciendo, sino en morder, en saciarse. Sólo entonces la
pincelada bermeja de las brasas le muestra más allá, mucho más allá, tumbado junto a la empalizada, al
corsario italiano. Tiene una flecha plantada entre los ojos de vidrio. Los dientes de Baitos tropiezan con el
anillo de plata de su madre, el anillo con una labrada cruz, y ve el rostro torcido de su hermano, entre esas
pieles que Francisco le quitó al cuatralbo después de su muerte, para abrigarse. El ballestero lanza un grito
inhumano. Como un borracho se encarama en la estacada de troncos de sauce y ceibo, y se echa a correr
barranca abajo, hacia las hogueras de los indios. Los ojos se le salen de las órbitas, como si la mano trunca
de su hermano le fuera apretando la garganta más y más.

Manuel Mujica Lainez


Misteriosa Buenos Aires (1950)

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La ficción histórica

Una parte de su producción narrativa recreó escenas de los ámbitos y costumbres de las
clases altas porteñas (a las que conocía de cerca). Otra se orientó hacia la ficción histórica.
Su pasión por el pasado lo llevó a documentarse durante años, a la manera de un
arqueólogo literario, sobre la historia en la Edad Media, el Renacimiento, la historia de
España y -uno de sus temas favoritos- la historia argentina. En particular, Mujica Láinez
ficcionalizó la construcción histórica de la Ciudad de Buenos Aires en un volumen de cuentos
llamado Misteriosa Buenos Aires (1951). El libro contiene cuarenta y dos cuentos fechados,
cuyos sucesos ocurren en Buenos Aires y se vinculan con sus habitantes, sus costumbres y
sus leyendas. Se inicia con "El hambre", en 1536, que narra la hambruna padecida por la
expedición de Pedro de Mendoza, pasa por el virreinato, la época de Rosas y la organización
nacional, para terminar en 1904 con la historia de una dama arruinada. Sus relatos
evidencian su culto por el pasado: «... Soy un hombre cuya obra está construida sobre la
base del pasado (...), nuestro pasado es hermoso, es un pasado romántico».

El hambre en el Río de la Plata


En el cuento de Mujica, el hambre desencadena acciones y pasiones. Por hambre, Baitos,
el ballestero, mata a su hermano queriendo matar a Bernardo Centurión. ¿Cómo se logra
ese clima tenebroso en que Baitos se convierte en un fratricida? A través de dos elementos:
El punto de inflexión: se trata del desmayo por hambre. Mientras dura su
desvanecimiento, la luna termina de ocultarse y el fuego casi no parpadea; un ataque de
flechas indígenas termina con la vida de Bernardo Centurión, el cuatralbo del príncipe
Andrea Doria, a quien Baitos odia por su arrogancia y su soberbia.
El equívoco fatal: Francisco, su hermano, le quita la capa de pieles de nutria al cadáver de
Centurión muerto de un flechazo por los indios y se la coloca para protegerse del frío en su
guardia nocturna. La realidad ha cambiado, pero Baitos no lo sabe. Cuando Baitos vuelve
en sí, todo parece igual; y se abalanza, como si fuera un cazador, sobre Centurión: «En su
delirio no sabe ya si ha muerto al cuatralbo del príncipe Doria o a uno de los tigres que
merodean en torno del campamento».

Las Crónicas de Indias: un género de conquista


Las Crónicas de Indias, narraciones histórico-literarias escritas por los colonizadores
españoles acerca del proceso de "descubrimiento" y conquista del territorio americano.
Uno de los primeros cronistas del Río de la Plata fue Ulrico Schmidel (1510-1580), soldado
y viajero de origen alemán, quien participó de la expedición de Pedro de Mendoza (1487-
1537), vivió las penurias de la primera fundación de Buenos Aires, viajó por las selvas del
Paraguay y el Chaco, y a su regreso a Europa publicó Viaje al Río de la Plata en alemán, en
1567. De esta crónica, tomó Mujica Láinez la materia histórica para su ficción literaria: “ ..
Además, la gente no tenía qué comer y se moría de hambre y padecía gran escasez, al
extremo que los caballos no podrán utilizarse. Fue la pena y el desastre del hambre que no
bastaron ni ratas ni ratones (...) hasta los zapatos y cueros, todo tuvo que ser comido. (...)
También ocurrió entonces que un español se comió a su propio hermano que había
muerto». (Schmidel, Ulrico. Viaje al Río de la Plata).

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Hambre e igualdad

Mujica Láinez trabaja la temática del hambre ligada a los conflictos sociales. Si bien el
hambre es, literalmente, falta de alimento, en esta obra adquiere una dimensión simbólica
en vínculo con la necesidad de una sociedad más igualitaria y en rechazo de las diferencias
sociales.
En "El hambre" de Mujica Láinez, leemos: «El hambre y el odio ahogan al ballestero». En
tierras americanas, se reproduce la concentración del poder español, y Baitos detesta las
pieles y los oros que lo representan, y que, finalmente, lo llevan al fratricidio.

 Cuestionario

1-Relee las crónicas y el cuento El hambre.


2-¿Por qué se podría relacionar el cuento El hambre con las crónicas?
3- Comenta como es la situación que viven los conquistadores según el texto. Extrae citas
textuales que lo justifiquen.
4- ¿Qué contraste se observa entre los indios y los conquistadores?
5- Dentro de los conquistadores hay dos grupos opuestos. Caracterízalos.
6-¿Qué venían a buscar los conquistadores a estas tierras? ¿Lograron su objetivo en esta
primera conquista?
7- ¿Quién y cómo es el protagonista en cada texto?
8- ¿Dónde transcurren las historias? Cita algunos fragmentos que describan los espacios.
9- ¿Se da la narración en forma cronológica? ¿Qué elementos le permiten determinar con
precisión el tiempo en el que se desarrollan los acontecimientos? Cita algún pasaje en el
cuál se note el transcurrir del tiempo.
10- ¿Qué tipo de narrador hay en cada texto?
11- Busca ejemplos de los siguientes recursos literarios: imágenes visuales, auditivas y
olfativas, adjetivación original.

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Un cuento de la nueva narrativa latinoamericana:
Chac Mool de Carlos Fuentes

En su primer libro de cuentos, escrito en 1954, el mejicano Carlos Fuentes incluyó “Chac
Mool”, relato en el que ya puede verse el interés del autor por la temática del contacto
cultural y la transculturación. Desde el título, “Chac Mool”, anticipa algunos aspectos de la
historia, siempre y cuando se conozca el origen de ese término y se tenga alguna
información acerca de la cultura a la que pertenece.

¿Qué es un Chac mool?

La imagen muestra un tipo de escultura propia de la cultura tolteca y maya-tolteca, que representa a una
figura humana reclinada, que sujeta con las manos un recipiente sobre su vientre, el cual servía para colocar
ofrendas rituales.
El término fue acuñado por A. Le Plongeon, quien observó este tipo de esculturas en Yucatán. Chac Mool o,
como otros lo conocen, ´el mensajero de los dioses´. Casi todos los estudiosos concuerdan en que su uso debió
ser como piedra de sacrificios, en la que se depositaban corazones humanos y otros objetos, en honor de los
dioses. Se llama Chac Mool en honor al dios de la lluvia del panteón azteca.
En 1952 cuando una de las esculturas del CHac Mool fue embarcada para Europa, para formar parte de una
exposición de arte mexicano, se desencadenaron tormentas en altamar y lluvias por todo el continente.
El escritor mexicano Carlos Fuentes escribió una de sus narraciones más famosas, tomando el objeto
indígena como motivo de su historia.

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Chac Mool / Carlos Fuentes

Hace poco tiempo, Filiberto murió ahogado en Acapulco. Sucedió en Semana Santa.
Aunque había sido despedido de su empleo en la Secretaría, Filiberto no pudo resistir la
tentación burocrática de ir, como todos los años, a la pensión alemana, comer el
choucrout endulzado por los sudores de la cocina tropical, bailar el Sábado de Gloria en
La Quebrada y sentirse “gente conocida” en el oscuro anonimato vespertino de la Playa
de Hornos. Claro, sabíamos que en su juventud había nadado bien; pero ahora, a los
cuarenta, y tan desmejorado como se le veía, ¡intentar salvar, a la medianoche, el largo
trecho entre Caleta y la isla de la Roqueta! Frau Müller no permitió que se le velara, a
pesar de ser un cliente tan antiguo, en la pensión; por el contrario, esa noche organizó
un baile en la terracita sofocada, mientras Filiberto esperaba, muy pálido dentro de su
caja, a que saliera el camión matutino de la terminal, y pasó acompañado de huacales y
fardos la primera noche de su nueva vida. Cuando llegué, muy temprano, a vigilar el
embarque del féretro, Filiberto estaba bajo un túmulo de cocos: el chofer dijo que lo
acomodáramos rápidamente en el toldo y lo cubriéramos con lonas, para que no se
espantaran los pasajeros, y a ver si no le habíamos echado la sal al viaje.
Salimos de Acapulco a la hora de la brisa tempranera. Hasta Tierra Colorada nacieron el
calor y la luz. Mientras desayunaba huevos y chorizo abrí el cartapacio de Filiberto,
recogido el día anterior, junto con sus otras pertenencias, en la pensión de los Müller.
Doscientos pesos. Un periódico derogado de la ciudad de México. Cachos de lotería. El
pasaje de ida -¿sólo de ida? Y el cuaderno barato, de hojas cuadriculadas y tapas de papel
mármol.
Me aventuré a leerlo, a pesar de las curvas, el hedor a vómitos y cierto sentimiento
natural de respeto por la vida privada de mi difunto amigo. Recordaría -sí, empezaba con
eso- nuestra cotidiana labor en la oficina; quizá sabría, al fin, por qué fue declinado,
olvidando sus deberes, por qué dictaba oficios sin sentido, ni número, ni “Sufragio
Efectivo No Reelección”. Por qué, en fin, fue corrido, olvidaba la pensión, sin respetar los
escalafones.

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“Hoy fui a arreglar lo de mi pensión. El Licenciado, amabilísimo. Salí tan contento que
decidí gastar cinco pesos en un café. Es el mismo al que íbamos de jóvenes y al que ahora
nunca concurro, porque me recuerda que a los veinte años podía darme más lujos que a
los cuarenta. Entonces todos estábamos en un mismo plano, hubiéramos rechazado con
energía cualquier opinión peyorativa hacia los compañeros; de hecho, librábamos la
batalla por aquellos a quienes en la casa discutían por su baja extracción o falta de
elegancia. Yo sabía que muchos de ellos (quizá los más humildes) llegarían muy alto y
aquí, en la Escuela, se iban a forjar las amistades duraderas en cuya compañía
cursaríamos el mar bravío. No, no fue así. No hubo reglas. Muchos de los humildes se
quedaron allí, muchos llegaron más arriba de lo que pudimos pronosticar en aquellas
fogosas, amables tertulias. Otros, que parecíamos prometerlo todo, nos quedamos a la
mitad del camino, destripados en un examen extracurricular, aislados por una zanja
invisible de los que triunfaron y de los que nada alcanzaron. En fin, hoy volví a sentarme
en las sillas modernizadas -también hay, como barricada de una invasión, una fuente de
sodas- y pretendí leer expedientes. Vi a muchos antiguos compañeros, cambiados,
amnésicos, retocados de luz neón, prósperos. Con el café que casi no reconocía, con la
ciudad misma, habían ido cincelándose a ritmo distinto del mío. No, ya no me reconocían;
o no me querían reconocer. A lo sumo -uno o dos- una mano gorda y rápida sobre el
hombro. Adiós viejo, qué tal. Entre ellos y yo mediaban los dieciocho agujeros del Country
Club. Me disfracé detrás de los expedientes. Desfilaron en mi memoria los años de las
grandes ilusiones, de los pronósticos felices y, también todas las omisiones que
impidieron su realización. Sentí la angustia de no poder meter los dedos en el pasado y
pegar los trozos de algún rompecabezas abandonado; pero el arcón de los juguetes se va
olvidando y, al cabo, ¿quién sabrá dónde fueron a dar los soldados de plomo, los cascos,
las espadas de madera? Los disfraces tan queridos, no fueron más que eso. Y, sin
embargo, había habido constancia, disciplina, apego al deber. ¿No era suficiente, o
sobraba? En ocasiones me asaltaba el recuerdo de Rilke. La gran recompensa de la
aventura de juventud debe ser la muerte; jóvenes, debemos partir con todos nuestros

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secretos. Hoy, no tendría que volver la mirada a las ciudades de sal. ¿Cinco pesos? Dos
de propina.”
“Pepe, aparte de su pasión por el derecho mercantil, gusta de teorizar. Me vio salir de
Catedral, y juntos nos encaminamos a Palacio. Él es descreído, pero no le basta; en media
cuadra tuvo que fabricar una teoría. Que, si yo no fuera mexicano, no adoraría a Cristo y
-No, mira, parece evidente. Llegan los españoles y te proponen adorar a un Dios muerto
hecho un coágulo, con el costado herido, clavado en una cruz. Sacrificado. Ofrendado.
¿Qué cosa más natural que aceptar un sentimiento tan cercano a todo tu ceremonial, a
toda tu vida?... figúrate, en cambio, que México hubiera sido conquistado por budistas o
por mahometanos. No es concebible que nuestros indios veneraran a un individuo que
murió de indigestión. Pero un Dios al que no le basta que se sacrifiquen por él, sino que
incluso va a que le arranquen el corazón, ¡caramba, jaque mate a Huitzilopochtli! El
cristianismo, en su sentido cálido, sangriento, de sacrificio y liturgia, se vuelve una
prolongación natural y novedosa de la religión indígena. Los aspectos caridad, amor y la
otra mejilla, en cambio, son rechazados. Y todo en México es eso: hay que matar a los
hombres para poder creer en ellos.
“Pepe conocía mi afición, desde joven, por ciertas formas de arte indígena mexicana. Yo
colecciono estatuillas, ídolos, cacharros. Mis fines de semana los paso en Tlaxcala o en
Teotihuacán. Acaso por esto le guste relacionar todas las teorías que elabora para mi
consumo con estos temas. Por cierto, que busco una réplica razonable del Chac Mool
desde hace tiempo, y hoy Pepe me informa de un lugar en la Lagunilla donde venden uno
de piedra y parece que barato. Voy a ir el domingo.
“Un guasón pintó de rojo el agua del garrafón en la oficina, con la consiguiente
perturbación de las labores. He debido consignarlo al Director, a quien sólo le dio mucha
risa. El culpable se ha valido de esta circunstancia para hacer sarcasmos a mis costillas el
día entero, todos en torno al agua. Ch...”
“Hoy domingo, aproveché para ir a la Lagunilla. Encontré el Chac Mool en la tienducha
que me señaló Pepe. Es una pieza preciosa, de tamaño natural, y aunque el marchante

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asegura su originalidad, lo dudo. La piedra es corriente, pero ello no aminora la elegancia
de la postura o lo macizo del bloque. El desleal vendedor le ha embarrado salsa de tomate
en la barriga al ídolo para convencer a los turistas de la sangrienta autenticidad de la
escultura.
“El traslado a la casa me costó más que la
adquisición. Pero ya está aquí, por el momento
en el sótano mientras reorganizo mi cuarto de
trofeos a fin de darle cabida. Estas figuras
necesitan sol vertical y fogoso; ese fue su
elemento y condición. Pierde mucho mi Chac
Mool en la oscuridad del sótano; allí, es un
simple bulto agónico, y su mueca parece reprocharme que le niegue la luz. El comerciante
tenía un foco que iluminaba verticalmente en la escultura, recortando todas sus aristas y
dándole una expresión más amable. Habrá que seguir su ejemplo.”
“Amanecí con la tubería descompuesta. Incauto, dejé correr el agua de la cocina y se
desbordó, corrió por el piso y llego hasta el sótano, sin que me percatara. El Chac Mool
resiste la humedad, pero mis maletas sufrieron. Todo esto, en día de labores, me obligó
a llegar tarde a la oficina.”
“Vinieron, por fin, a arreglar la tubería. Las maletas, torcidas. Y el Chac Mool, con lama
en la base.”
“Desperté a la una: había escuchado un quejido terrible. Pensé en ladrones. Pura
imaginación.”
“Los lamentos nocturnos han seguido. No sé a qué atribuirlo, pero estoy nervioso. Para
colmo de males, la tubería volvió a descomponerse, y las lluvias se han colado, inundando
el sótano.”
“El plomero no viene; estoy desesperado. Del Departamento del Distrito Federal, más
vale no hablar. Es la primera vez que el agua de las lluvias no obedece a las coladeras y
viene a dar a mi sótano. Los quejidos han cesado: vaya una cosa por otra.”

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“Secaron el sótano, y el Chac Mool está cubierto de lama. Le da un aspecto grotesco,
porque toda la masa de la escultura parece padecer de una erisipela verde, salvo los ojos,
que han permanecido de piedra. Voy a aprovechar el domingo para raspar el musgo. Pepe
me ha recomendado cambiarme a una casa de apartamentos, y tomar el piso más alto,
para evitar estas tragedias acuáticas. Pero yo no puedo dejar este caserón, ciertamente
es muy grande para mí solo, un poco lúgubre en su arquitectura porfiriana. Pero es la
única herencia y recuerdo de mis padres. No sé qué me daría ver una fuente de sodas con
sinfonola en el sótano y una tienda de decoración en la planta baja.”
“Fui a raspar el musgo del Chac Mool con una espátula. Parecía ser ya parte de la piedra;
fue labor de más de una hora, y sólo a las seis de la tarde pude terminar. No se distinguía
muy bien la penumbra; al finalizar el trabajo, seguí con la mano los contornos de la piedra.
Cada vez que lo repasaba, el bloque parecía reblandecerse. No quise creerlo: era ya casi
una pasta. Este mercader de la Lagunilla me ha timado. Su escultura precolombina es
puro yeso, y la humedad acabará por arruinarla. Le he echado encima unos trapos;
mañana la pasaré a la pieza de arriba, antes de que sufra un deterioro total.”
“Los trapos han caído al suelo, increíble. Volví a palpar el Chac Mool. Se ha endurecido
pero no vuelve a la consistencia de la piedra. No quiero escribirlo: hay en el torso algo de
la textura de la carne, al apretar los brazos los siento de goma, siento que algo circula por
esa figura recostada... Volví a bajar en la noche. No cabe duda: el Chac Mool tiene vello
en los brazos.”
“Esto nunca me había sucedido. Tergiversé los asuntos en la oficina, giré una orden de
pago que no estaba autorizada, y el Director tuvo que llamarme la atención. Quizá me
mostré hasta descortés con los compañeros. Tendré que ver a un médico, saber si es mi
imaginación o delirio o qué, y deshacerme de ese maldito Chac Mool.”
Hasta aquí la escritura de Filiberto era la antigua, la que tantas veces vi en formas y
memoranda, ancha y ovalada. La entrada del 25 de agosto, sin embargo, parecía escrita
por otra persona. A veces como niño, separando trabajosamente cada letra; otras,
nerviosa, hasta diluirse en lo ininteligible. Hay tres días vacíos, y el relato continúa: “Todo

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es tan natural; y luego se cree en lo real... pero esto lo es, más que lo creído por mí. Si es
real un garrafón, y más, porque nos damos mejor cuenta de su existencia, o estar, si un
bromista pinta el agua de rojo... Real bocanada de cigarro efímera, real imagen
monstruosa en un espejo de circo, reales, ¿no lo son todos los muertos, presentes y
olvidados?... si un hombre atravesara el paraíso en un sueño, y le dieran una flor como
prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano...
¿entonces, qué?... Realidad: cierto día la quebraron en mil pedazos, la cabeza fue a dar
allá, la cola aquí y nosotros no conocemos más que uno de los trozos desprendidos de su
gran cuerpo. Océano libre y ficticio, sólo real cuando se le aprisiona en el rumor de un
caracol marino. Hasta hace tres días, mi realidad lo era al grado de haberse borrado hoy;
era movimiento reflejo, rutina, memoria, cartapacio. Y luego, como la tierra que un día
tiembla para que recordemos su poder, o como la muerte que un día llegará,
recriminando mi olvido de toda la vida, se presenta otra realidad: sabíamos que estaba
allí, mostrenca; ahora nos sacude para hacerse viva y presente. Pensé, nuevamente, que
era pura imaginación: el Chac Mool, blando y elegante, había cambiado de color en una
noche; amarillo, casi dorado, parecía indicarme que era un dios, por ahora laxo, con las
rodillas menos tensas que antes, con la sonrisa más benévola. Y ayer, por fin, un despertar
sobresaltado, con esa seguridad espantosa de que hay dos respiraciones en la noche, de
que en la oscuridad laten más pulsos que el propio. Sí, se escuchaban pasos en la escalera.
Pesadilla. Vuelta a dormir... No sé cuánto tiempo pretendí dormir. Cuando volvía a abrir
los ojos, aún no amanecía. El cuarto olía a horror, a incienso y sangre. Con la mirada negra,
recorrí la recámara, hasta detenerme en dos orificios de luz parpadeante, en dos flámulas
crueles y amarillas.
“Casi sin aliento, encendí la luz.
“Allí estaba Chac Mool, erguido, sonriente, ocre, con su barriga encarnada. Me
paralizaron los dos ojillos casi bizcos, muy pegados al caballete de la nariz triangular. Los
dientes inferiores mordían el labio superior, inmóviles; sólo el brillo del casuelón

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cuadrado sobre la cabeza anormalmente voluminosa, delataba vida. Chac Mool avanzó
hacia mi cama; entonces empezó a llover.”
Recuerdo que a fines de agosto, Filiberto fue despedido de la Secretaría, con una
recriminación pública del Director y rumores de locura y hasta de robo. Esto no lo creí. Sí
pude ver unos oficios descabellados, preguntándole al Oficial Mayor si el agua podía
olerse, ofreciendo sus servicios al Secretario de Recursos Hidráulicos para hacer llover en
el desierto. No supe qué explicación darme a mí mismo; pensé que las lluvias
excepcionalmente fuertes, de ese verano, habían enervado a mi amigo. O que alguna
depresión moral debía producir la vida en aquel caserón antiguo, con la mitad de los
cuartos bajo llave y empolvados, sin criados ni vida de familia. Los apuntes siguientes son
de fines de septiembre:
“Chac Mool puede ser simpático cuando quiere, ‘...un gluglú de agua embelesada’...
Sabe historias fantásticas sobre los monzones, las lluvias ecuatoriales y el castigo de los
desiertos; cada planta arranca de su paternidad mítica: el sauce es su hija descarriada, los
lotos, sus niños mimados; su suegra, el cacto. Lo que no puedo tolerar es el olor,
extrahumano, que emana de esa carne que no lo es, de las sandalias flamantes de vejez.
Con risa estridente, Chac Mool revela cómo fue descubierto por Le Plongeon y puesto
físicamente en contacto de hombres de otros símbolos. Su espíritu ha vivido en el cántaro
y en la tempestad, naturalmente; otra cosa es su piedra, y haberla arrancado del
escondite maya en el que yacía es artificial y cruel. Creo que Chac Mool nunca lo
perdonará. Él sabe de la inminencia del hecho estético.
“He debido proporcionarle sapolio para que se lave el vientre que el mercader, al creerlo
azteca, le untó de salsa ketchup. No pareció gustarle mi pregunta sobre su parentesco
con Tlaloc1, y cuando se enoja, sus dientes, de por sí repulsivos, se afilan y brillan. Los
primeros días, bajó a dormir al sótano; desde ayer, lo hace en mi cama.”
“Hoy empezó la temporada seca. Ayer, desde la sala donde ahora duermo, comencé a
oír los mismos lamentos roncos del principio, seguidos de ruidos terribles. Subí; entreabrí
la puerta de la recámara: Chac Mool estaba rompiendo las lámparas, los muebles; al

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verme, saltó hacia la puerta con las manos arañadas, y apenas pude cerrar e irme a
esconder al baño. Luego bajó, jadeante, y pidió agua; todo el día tiene corriendo los
grifos, no queda un centímetro seco en la casa. Tengo que dormir muy abrigado, y le he
pedido que no empape más la sala2.”
“El Chac inundó hoy la sala. Exasperado, le dije que lo iba a devolver al mercado de la
Lagunilla. Tan terrible como su risilla -horrorosamente distinta a cualquier risa de hombre
o de animal- fue la bofetada que me dio, con ese brazo cargado de pesados brazaletes.
Debo reconocerlo: soy su prisionero. Mi idea original era bien distinta: yo dominaría a
Chac Mool, como se domina a un juguete; era, acaso, una prolongación de mi seguridad
infantil; pero la niñez -¿quién lo dijo?- es fruto comido por los años, y yo no me he dado
cuenta... Ha tomado mi ropa y se pone la bata cuando empieza a brotarle musgo verde.
El Chac Mool está acostumbrado a que se le obedezca, desde siempre y para siempre; yo,
que nunca he debido mandar, sólo puedo doblegarme ante él. Mientras no llueva -¿y su
poder mágico?- vivirá colérico e irritable.”
“Hoy decidí que en las noches Chac Mool sale de la casa. Siempre, al oscurecer, canta
una tonada chirriona y antigua, más vieja que el canto mismo. Luego cesa. Toqué varias
veces a su puerta, y como no me contestó, me atreví a entrar. No había vuelto a ver la
recámara desde el día en que la estatua trató de atacarme: está en ruinas, y allí se
concentra ese olor a incienso y sangre que ha permeado la casa. Pero detrás de la puerta,
hay huesos: huesos de perros, de ratones y gatos. Esto es lo que roba en la noche el Chac
Mool para sustentarse. Esto explica los ladridos espantosos de todas las madrugadas.”
“Febrero, seco. Chac Mool vigila cada paso mío; me ha obligado a telefonear a una fonda
para que diariamente me traigan un portaviandas. Pero el dinero sustraído de la oficina
ya se va a acabar. Sucedió lo inevitable: desde el día primero, cortaron el agua y la luz por
falta de pago. Pero Chac Mool ha descubierto una fuente pública a dos cuadras de aquí;
todos los días hago diez o doce viajes por agua, y él me observa desde la azotea. Dice que
si intento huir me fulminará: también es Dios del Rayo. Lo que él no sabe es que estoy al
tanto de sus correrías nocturnas... Como no hay luz, debo acostarme a las ocho. Ya

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debería estar acostumbrado al Chac Mool, pero hace poco, en la oscuridad, me topé con
él en la escalera, sentí sus brazos helados, las escamas de su piel renovada y quise gritar.”
“Si no llueve pronto, el Chac Mool va a convertirse otra vez en piedra. He notado sus
dificultades recientes para moverse; a veces se reclina durante horas, paralizado, contra
la pared y parece ser, de nuevo, un ídolo inerme, por más dios de la tempestad y el trueno
que se le considere. Pero estos reposos sólo le dan nuevas fuerzas para vejarme,
arañarme como si pudiese arrancar algún líquido de mi carne. Ya no tienen lugar aquellos
intermedios amables durante los cuales relataba viejos cuentos; creo notar en él una
especie de resentimiento concentrado. Ha habido otros indicios que me han puesto a
pensar: los vinos de mi bodega se están acabando; Chac Mool acaricia la seda de la bata;
quiere que traiga una criada a la casa, me ha hecho enseñarle a usar jabón y lociones.
Incluso hay algo viejo en su cara que antes parecía eterna. Aquí puede estar mi salvación:
si el Chac cae en tentaciones, si se humaniza, posiblemente todos sus siglos de vida se
acumulen en un instante y caiga fulminado por el poder aplazado del tiempo. Pero
también me pongo a pensar en algo terrible: el Chac no querrá que yo asista a su
derrumbe, no querrá un testigo..., es posible que desee matarme.”
“Hoy aprovecharé la excursión nocturna de Chac para huir. Me iré a Acapulco; veremos
qué puede hacerse para conseguir trabajo y esperar la muerte de Chac Mool; sí, se
avecina; está canoso, abotagado. Yo necesito asolearme, nadar y recuperar fuerzas. Me
quedan cuatrocientos pesos. Iré a la Pensión Müller, que es barata y cómoda. Que se
adueñe de todo Chac Mool: a ver cuánto dura sin mis baldes de agua.”
Aquí termina el diario de Filiberto. No quise pensar más en su relato; dormí hasta
Cuernavaca. De ahí a México pretendí dar coherencia al escrito, relacionarlo con exceso
de trabajo, con algún motivo sicológico. Cuando, a las nueve de la noche, llegamos a la
terminal, aún no podía explicarme la locura de mi amigo. Contraté una camioneta para
llevar el féretro a casa de Filiberto, y después de allí ordenar el entierro.
Antes de que pudiera introducir la llave en la cerradura, la puerta se abrió. Apareció un
indio amarillo, en bata de casa, con bufanda. Su aspecto no podía ser más repulsivo;

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despedía un olor a loción barata, quería cubrir las arrugas con la cara polveada; tenía la
boca embarrada de lápiz labial mal aplicado, y el pelo daba la impresión de estar teñido.
-Perdone... no sabía que Filiberto hubiera...
-No importa; lo sé todo. Dígale a los hombres que lleven el cadáver al sótano.

1. Deidad azteca de la lluvia.


2. Filiberto no explica en qué lengua se entendía con el Chac Mool.

“Chac Mool” de Carlos Fuentes — Guía de Lectura

1. El narrador resume lo que sucedió a Filiberto en sus últimos días. ¿Cómo murió Filiberto
y cómo describe el narrador a Filiberto antes de su muerte?
2. ¿Qué posesión de Filiberto encuentra el narrador para leer en formato de entradas?
3. ¿Qué colecciona Filiberto? ¿Piensa Filiberto que la estatua es auténtico? Usa una cita
para apoyar tu respuesta.
4. ¿Qué relación parece haber entre el Chac Mool y el agua?
5. ¿Cómo está cambia el Chac Mool?
6. ¿Qué evidencia hay que Filiberto está volviéndose loco debido a la estatua?
7. ¿Por qué se convierte Filiberto en esclavo de Chac Mool?
8. ¿Hay, en el cuento evidencias de que Filiberto va a ahogarse?
9. ¿Piensa él narrador que Filiberto se volvió loco? ¿Piensas tú que Filiberto se volvió loco?
Justifica tu respuesta.
10. Identifica la ironía del fin del cuento.
11. Describe a cada uno de los protagonistas con tres adjetivos:
El narrador
Filiberto
Chac Mool

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Lo real maravilloso

Este concepto es desarrollado por primera vez por Alejo Carpentier en el prólogo de su
novela El reino de este mundo. En América, el surrealismo resulta cotidiano, corriente y
habitual. De manera que los hechos irreales, es decir, lo real maravilloso que se refleja en
la narrativa latinoamericana no es algo fantástico ni copia deformada de lo real; lo real
maravilloso está constituido por elementos fantásticos ligados a una base folclórica y/o
mitológica de la cultura indígena y milenaria de cada uno de los pueblos de la cultura
latinoamericana.
Representantes:
Juan Rulfo (mexicano) Pedro Páramo.
Alejo Carpentier (cubano) El siglo de las luces.
José María Argüedas (peruano) Los ríos profundos.
Augusto Roa Bastos (paraguayo) Yo, el supremo
Gabriel García Márquez (colombiano) Cien años de soledad
Carlos Fuentes (mexicano) Chac Mool
¿Qué es el realismo mágico?
La respuesta a este interrogante parece difícil. Lo primero que llama la atención es que en
la construcción “realismo mágico” se combinan dos términos que se contradicen, se
rechazan.
“Realismo” supone un modo de apropiación de la realidad por parte de la literatura que
se relaciona con lo verosímil o creíble; sin embargo, esto es inmediatamente puesto en
cuestión al incluirse el término “mágico”, significado que alude a la aparición de seres,
objetos o situaciones contrarios a las leyes naturales o lógicas de nuestro mundo.
Nos encontramos frente a una figura del lenguaje llamada oxímoron. Por ejemplo, los
enunciados “fuego helado”, “silencio atronador”, o “veneno sanador” son oxímoron: en
todas, el adjetivo invierte el sentido del sustantivo.
¿Cómo es posible una literatura realista acerca de lo mágico o que se considere realista y
mágica al mismo tiempo?

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La cuestión fundamental es cómo se establece este cruce, qué posición ocupa cada uno de
los términos dentro de él y qué consecuencias tiene el encuentro de estos dos niveles
opuestos. La realidad “objetiva” que impone condiciones y límites, y lo real imaginario, que
puede trascenderlos, se combinan en el realismo mágico para poetizar el mundo.
Lo real-imaginario que propone esta literatura es tan auténtico como lo real-objetivo: ya
no hay límite, y asistimos a la dualidad normalizada: lo real-histórico y su contracara, el
mundo inagotable de los sueños, conviven en el universo textual sin perturbar a nadie,
ambos se describen como pertenecientes al ámbito de la “normalidad”.

Una visión de nuestro mundo


Existe otra cualidad central: el realismo mágico es una literatura absolutamente
latinoamericana. ¿Por qué esta forma literaria nació en nuestro continente, y en el siglo XX?
Como ya se ha señalado, en el realismo mágico los dos planos, el real y el imaginario,
aparecen completamente unidos, como partes inseparables del universo narrativo. Junto a
la realidad objetiva latinoamericana, que aparece como opresiva, coexiste una realidad de
otro tipo, que manifiesta las posibilidades latentes detrás de lo real. Por esta cualidad, el
realismo mágico tiene un componente utópico: la ilusión de transformar la realidad,
suplantarla o abolirla.
El realismo mágico es, entonces, una forma particular de percibir y expresar
estéticamente la realidad, creada por un grupo de artistas latinoamericanos, que
incorpora, frente a los acontecimientos y percepciones objetivas, el mundo de lo onírico, el
de la magia, el de los mitos y las leyendas, lo profético y adivinatorio, el milagro, lo
fantástico, lo maravilloso; es decir, las múltiples esferas de la imaginación.

Actividades
1. Definí con tus propias palabras el oxímoron “realismo mágico”.
2. A partir de la siguiente afirmación de García Márquez, ejemplifica el contenido de la cita
usando conflictos, situaciones y personajes de “Chac Mool”
“En Cien años de soledad yo soy un escritor realista, porque creo que en América Latina
todo es posible, todo es real”

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3. Discutan en pequeños grupos, y luego redacten sus conclusiones –justificando su
postura-, el siguiente interrogante: ¿es más verdadero lo que ocurre objetivamente o lo
que la sensibilidad colectiva crea y acepta?

El boom Latinoamericano
Si bien puede reconocerse su origen a fines de la década del veinte, el realismo mágico
tiene su esplendor en América Latina en los años sesenta del siglo XX. Esta década marcó
un hito en la historia de la narrativa latinoamericana. Durante este período se escribieron
algunas de las novelas más importantes en la lengua española, como El siglo de las luces, de
Alejo Carpentier, y La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes (1962); Rayuela, de Julio
Cortázar y La ciudad y los perros, de Vargas Llosa (1963); Juntacadáveres, de Onetti, y Tres
tristes tigres, de Cabrera Infante (1964); Paradiso, de Lezama Lima (1966), y finalmente, en
1967, Cien años de soledad. Este notable fenómeno fue denominado el boom
latinoamericano, y fue un acontecimiento cultural. Un grupo de escritores consiguió darle
a la literatura de nuestro continente una visibilidad y un lugar que nunca antes había tenido:
se convirtieron en best sellers, comenzaron a ser traducidos a otros idiomas y a ser
considerados por la crítica y la teoría literaria internacional.
En líneas generales, este grupo de artistas se propuso la misión de describir las
características que convirtieron a América en un territorio único. En palabras de uno de
ellos, el mexicano Carlos Fuentes: “contribuir con la tarea interminable de darle un nombre
a América”.
Las preguntas de las que parten son:
 ¿cuáles son las características peculiares de nuestro continente?, y
 ¿existe una identidad compartida por los múltiples pueblos que lo habitan?
La respuesta es positiva, y esa identidad parece surgir como resultado de los procesos de
conquista y colonización que vivió nuestro continente. El contraste de cosmovisiones, el
choque cultural entre los conquistados y los conquistadores, conformó nuestra peculiar
identidad. Podríamos decir que toda la historia latinoamericana, en esta visión, es la lucha

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entre estas dos concepciones del mundo, radicalmente opuestas: la del conquistador y la
del conquistado.
El pasado épico (el de la resistencia indígena, que opera como sustancia mítica) y el
presente de los conquistadores y sus herederos coexisten y se integran en los relatos
literarios, para así poder dar cuenta de nuestra identidad.

Actividades
1. ¿Por qué puede decirse que el realismo mágico es un fenómeno propio de América
Latina?
2. ¿En qué otro continente podría haberse dado? ¿Por qué?
3. Observa la obra de Diego Rivera, pintor y muralista mexicano, que rescató el pasado
precolombino en sus trabajos y mostró las costumbres de su pueblo.
a) Averigua acerca de:
* Las características de las ofrendas que el pueblo mexicano prepara durante el Día de los
muertos.
* El origen y la función de esta celebración.
b) ¿Qué concepción del mundo, particular de Latinoamérica, se refleja en esta ceremonia
colectiva?
c) ¿Cómo podrías vincular la obra de Rivera con el trabajo de los escritores del boom
latinoamericano?

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La ofrenda. Día de los muertos. (1924). Diego Rivera.

Las características de lo real en Latinoamérica


El mundo real y mágico que ofrece esta forma literaria tiene su origen en:
* La naturaleza latinoamericana que, con sus selvas, ríos, montes, montañas y desiertos,
se presenta como excesiva, exuberante e indómita, como una fuerza misteriosa
omnipresente.
* La historia latinoamericana con sus hechos inexplicables, absurdos, “irreales”:
dictaduras, desigualdades…
* El imaginario colectivo latinoamericano (la idiosincrasia del pueblo latinoamericano)
que, como producto de la mezcla entre las culturas indígenas y la española, sumado a las

66
migraciones africanas y del sur de Europa, acepta el “milagro”, el “portento”, como moneda
corriente y parte de lo real.
Los escenarios latinoamericanos, en su mayoría, exhiben los niveles más duros de la
pobreza y marginalidad social.
Lo maravilloso aparece como parte constitutiva de la realidad cotidiana de estos pueblos:
la creencia de sus habitantes en lo sobrenatural es muy fuerte. Esta creencia parece definir
su cultura y su historia.
“Realismo” alude, entonces, a la tradición europea. Y “realismo mágico” designa lo propio
de la historia latinoamericana, cargada de mitologías.
“Chac Mool”, por ejemplo, se propone reflejar esta naturaleza extraordinaria,
precisamente como un modo de reflejar de manera certera, nuestras realidades. Podemos
decir que el concepto de realismo se amplía para incorporar lo mágico como propio de esas
realidades, como un principio explicativo tan o más profundo que el racional.
Asimismo, la construcción de una nueva literatura, asociada a una nueva conciencia, es
complemento de las luchas políticas que recorren el continente y se desplazan al mundo
entero en la década del sesenta, en las que la imaginación aparece como herramienta usada
en pos de la liberación.

Actividades
1. Analiza cómo se manifiesta en “Chac Mool”:
a) La naturaleza latinoamericana.
b) La historia latinoamericana.
c) El imaginario colectivo latinoamericano.
2. Lee el siguiente enunciado de Gabriel García Márquez y explica qué característica
destaca del imaginario colectivo latinoamericano:
A cada paso nos encontramos con cosas que a los lectores de otras culturas les parecen
fantásticas y que para nosotros son la realidad de todos los días. Pero yo creo que se trata
no solo de nuestra realidad, sino también de nuestra mentalidad, de nuestra propia
cultura.”

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La narrativa del realismo mágico
La narrativa del realismo mágico se ha caracterizado por el empleo de técnicas narrativas
novedosas, de alguna manera, “revolucionarias”, ya que suponen una ruptura con la
narración unívoca (una sola voz dominando la narración) y con el orden coherente y la
causalidad lógica de las novelas realistas del siglo pasado. Algunas de estas características
son:

Se rompe la idea de un tiempo lineal que vertebra * En “Chac Mool” el tiempo es cíclico
el relato *Existe una superposición de tiempos: el tiempo
histórico se encuentra con otros tiempos que fluyen
paralelamente: el tiempo mítico, el de los sueños, el
de la imaginación…
* Se ha dicho que la temporalidad del realismo
mágico es similar a la temporalidad que
experimentamos cuando soñamos: presente,
pasado y futuro coexisten en el mismo espacio.
Se rompe con la causalidad tradicional En la lógica de Cien años de soledad, por ejemplo,
lo “esperable y cotidiano” se vuelve lo inesperado y
extraño, y a la inversa. Así, avances tecnológicos
como el cinematógrafo generan temor, confusión y
perturban a los habitantes de Macondo. Objetos
ordinarios y comunes (como el hielo) son vistos con
ojos maravillados; en cambio los elementos mágicos
que traen unos gitanos (jarabe para la invisibilidad o
alfombras que vuelan) son recibidos con alegría,
pero con naturalidad.

Lo verosímil en el realismo mágico


Cada texto literario supone un pacto de lectura que se establece entre un escritor y una
comunidad de lectores, quienes suspenden momentáneamente su incredulidad y aceptan
el mundo que se les presenta como verdadero, de acuerdo con determinadas reglas. Cada
lector, al abrir un libro, “sabe” lo que puede esperar, y está dispuesto a creer en ello. Por
eso, podemos decir que cada género (y, dentro del género, cada texto) construye su propio
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verosímil. Así, en la ciencia ficción será coherente (y creíble) la aparición de seres
extraterrestres; en la literatura maravillosa, los gnomos, duendes y hadas; en la novela
gótica, los vampiros.
¿Cuál es el verosímil que propone el realismo mágico? Será verosímil, en esta literatura,
una realidad transfigurada por la magia, que se integra a lo cotidiano sin perturbar la
unidad interna del relato, como parte consustancial de ese mundo. Lo cotidiano se envuelve
en lo mítico, y lo histórico y lo legendario confluyen en el mismo espacio.

Actividades
1. Selecciona uno de los cuentos leídos y establece una relación con alguna de las
siguientes frases:
a) La vida del hombre es un misterio en medio de datos realistas.
b) El mayor misterio es lo real.
c) Lo real es invisible a los ojos.
d) La realidad supera a la ficción.
2. Busca ejemplos de las rupturas temporales y causales, explicadas en el cuadro, en los
cuentos abordados.
3. Explica en una frase en qué consiste la verosimilitud en los relatos del realismo mágico.
Ejemplifica.

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HUMANISMO Y RENACIMIENTO

El siglo XV representa un cambio profundo respecto a la centuria anterior y, sin embargo,


no es todavía el Renacimiento. Es un momento de corrientes nuevas y valores antiguos. Es
este siglo el que dará el vuelco definitivo hacia la nueva mentalidad que supone el
Renacimiento.

HUMANISMO Y RENACIMIENTO
Hacia el 1400, pero con antecedentes en el siglo XIII, se desarrolla el Humanismo, un
movimiento cultural que tiene como característica filosófica: la afirmación y el valor de la
dignidad humana, el derecho a la libre indagación, sin intervención de la autoridad religiosa,
y la acentuación de la problemática del libre albedrío.
Desde la perspectiva científica se intensifica el desarrollo de la experiencia sobre la
naturaleza y una actitud más pragmática.
En literatura, se incentiva el estudio de la cultura grecolatina, se renueva el interés por los
autores de la antigüedad clásica, y el estudio del latín y el griego, lenguas cuyos modelos se
imponen para una valorización de las lenguas romances nacionales como el español y el
italiano.

RENACIMIENTO
Surge una nueva concepción artística. Esta nueva manera de "crear" es el resultado de un
espíritu racionalista que tiene horror por todo lo que escapa al cálculo y al dominio del
hombre. Para la generación renacentista, la belleza no puede ser irracional, sino el resultado
del equilibrio lógico de las partes en el todo; el reflejo de una armonía superior –
neoplatonismo. La base del arte del Renacimiento es empírica, se basa en la observación
metódica de la realidad, y racional, ya que su modelo de mundo es matemático.
Las manifestaciones artísticas del Renacimiento pleno (1500-1530) no serán el reflejo del
arte del pueblo, ni del arte de la burguesía adinerada, como lo fue en el "Quattrocento"

70
(1400), sino el más claro exponente de las aspiraciones de una élite empapada de cultura
grecolatina.
Desde el punto de vista intelectual, el arte del Renacimiento adhiere al humanismo y al
neoplatonismo y desde lo formal tiene un estilo cortesano.
El ideal del artista responde a una visión de la realidad clásica.

SIGLO DE ORO
Siglo de oro (literatura), término que implica una época de esplendor literario, político y
militar. Los escritores del siglo XVI y de comienzos del XVII fueron conscientes muchas veces
de estar viviendo una época de esplendor en todos los ámbitos, pero sólo ocasionalmente
se sirvieron de la expresión “siglo de oro” para referirse a ella.
El ejemplo más notable lo ofrece de forma tardía, aunque con un sentido político,
Bartolomé de Góngora en El corregimiento sagaz (1656): “Dejando yo ahora los varones
heroicos en todo género de aquel siglo del prudente Rey don Phelipe, baste decir que en él
floreció el mismo Rey en quien hago epílogo del talento más escogido (en su modo) de
aquella edad a mi parecer Siglo de Oro”. El término “Edad de oro”, mucho más frecuente,
sobre todo hasta Miguel de Cervantes, sirvió en este momento una vez más para recrear,
con nostalgia, el mito de una era de felicidad y paz, a la que habían seguido otras de plata,
cobre y hierro, que recorría la cultura occidental desde Hesíodo.
PARA UBICARNOS HISTÓRICAMENTE
En los siglos XV y XVI, la cultura y la sociedad europeas experimentan unas
transformaciones decisivas: Se modifica radicalmente las condiciones de la cultura
«escolástica», se restauran las lenguas clásicas (el latín y el griego), se vuelven a leer textos
de la Antigüedad considerados paganos y se hace una reforma de la teología y de la religión
cristianas, con la obra de Erasmo y de Lutero.
El Renacimiento se inicia con la unificación de España por los Reyes Católicos y abarca los
reinados de Carlos I y Felipe II. Se pueden distinguir, dos etapas:

1. Reinado de Carlos I: Se reciben nuevas ideas y se imita el Renacimiento italiano.

71
2. Reinado de Felipe II. El Renacimiento español se cierra en sí mismo y se acentúan los
aspectos religiosos de la Contrarreforma.

Un problema importante que no debemos ignorar es la heterogeneidad de la población


española, que data del año 711 (S. VIII), cuando parte de la península fue conquistada por
los musulmanes. Es en el año 1492 en el que éstos son expulsados del último reducto en
Granada. Convivían 3 religiones: la judía, la musulmana y la cristiana. Es así como la
Inquisición pasa a ser un órgano dependiente del Estado y no sólo de la Iglesia, y es quien
termina expulsando a los antes tolerados. Todo ello para resolver la cuestión de la
heterogeneidad y la diferencia.
Por otra parte, durante el Humanismo se pone mayor empeño en reformar las costumbres
sobre todo entre las órdenes religiosas. La reforma tenía que ser fruto de una buena
educación y en ese sentido, en 1498 se fundó la universidad de Alcalá de Henares, que
superó en prestigio e influencia a todas las demás universidades excepto a la de Salamanca,
su mayor rival. La orientación de esta reforma coincidía con las ideas de Erasmo.
Dentro del idealismo y el humanismo del Renacimiento se da la controversia de la
colonización de España en América. El principal opositor fue el fraile dominico Bartolomé
de las Casas (1474-1566), quien tenía como principios básicos: que la guerra es irracional y
contraria a la civilización; que no debe emplearse fuerza alguna contra los nativos, pues
incluso la conversión forzosa al cristianismo es reprochable; que la irracionalidad y la
libertad del hombre exige que la religión y todo lo demás solo se enseñe mediante una
suave y amable persuasión. Sin embargo, no fueron estas las ideas que triunfaron para
colonizar América.
Extraído de: Picardo, Osvaldo: Literatura I-Para alumnos de 4to Año del Colegio Nacional Dr. Arturo
U. Illia Universidad Nacional de Mar del Plata. Año 2012.
………………………………………………………………………………………………….

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El relato picaresco

En 1554 aparece un librito anónimo, La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y


adversidades, que representa la primera novela moderna española. Su éxito fue inmediato,
pero en 1559 queda oficialmente prohibida su lectura por la Inquisición.
Con un arte realista logra denunciar la hipocresía de ese “nuevo mundo” que se muestra
con una “careta” detrás de la cual se esconden todas las miserias humanas: violencia,
avaricia, falsedad, orgullo, mentira, deshonra.
Este libro, además, marca la iniciación de un nuevo género que se conoce como novela
picaresca, cuyas características son:
1. el personaje central es un pícaro, un niño o joven perteneciente a una clase social baja
que, por lo general, ha perdido a sus padres. Además, no posee un oficio y encuentra
ocupación en servir a un amo. Es un marginal, un vagabundo, acosado por el hambre y el
maltrato, que debe recurrir a ardides y engaños para sobrevivir;
2. la obra tiene un aspecto autobiográfico. La novela picaresca está narrada en primera
persona. Es el mismo pícaro quien cuenta sus andanzas, con un lenguaje popular.
3. el ambiente en el que se desarrolla muestra los aspectos más bajos de la sociedad: el
hambre, el delito, la corrupción la mendicidad;
4. la estructura de la novela es lineal y abierta. Es una sucesión de núcleos narrativos
entre los cuales se podría agregar otros, o suprimir alguno, sin que se pierda el sentido
argumental; y
5. su carácter es realista y su tono burlesco y/o satírico. La descripción de los amos y las
desventuras que el personaje vive con ellos son motivo para desarrollar una aguda crítica a
las clases sociales más altas, dirigida a la soberbia de la nobleza, a los ideales caballerescos
y, en especial, a algunos representantes de la Iglesia cuyo comportamiento contradice el
espíritu del cristianismo.
El protagonista ve a la sociedad con amargura y escepticismo, pero la describe usando un
tono jocoso, festivo e informal; a pesar de su percepción y las “desventuras” que atraviesa.

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6. Puede clasificarse, asimismo, como una novela de aprendizaje, puesto que narra la
evolución del protagonista desde la infancia hasta la edad adulta.

La vida del Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades


La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades consta de un prólogo y siete
tratados. El relato comienza con el nacimiento del protagonista en Salamanca, a orillas del
río Tormes, y refiere cómo, siendo aún niño, su madre, sola y de muy escasos recursos, lo
entrega a un ciego para que le sirva de guía. Aquí se inicia el camino de sus adversidades,
ya que este ciego es un hombre astuto y avaro que, de manera cruel, va enseñando a Lázaro
a sobrevivir.
Cansado de sus malos tratos, el jovencito lo abandona y pasa a servir a un clérigo, su
segundo amo, que resulta ser tanto o más mezquino que su amo anterior. El hambre lo hace
agudizar su astucia y aprende a robar para comer. Su tercer amo es un escudero. Este es un
hidalgo venido a menos, cuyo orgullo le hace aparentar lo que no es. Le da un buen trato,
pero es tan pobre que Lázaro tiene que salir a buscar alimento para él y para su amo.
El escudero, acosado por las deudas y por la falta de dinero para afrontarlas, huye y lo
abandona. A partir de allí, Lázaro pasa por varios nuevos amos y deja de ser un niño: los
golpes y el hambre lo han hecho prontamente adulto. Al final de la novela, ha obtenido un
lugar dentro de la sociedad, pero no tiene honor, ya que su mujer lo engaña. Él, de todas
formas, prefiere ignorar esta traición con tal de no perder la posición que tanto le ha
costado conseguir.

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TRATADO PRIMERO
Cuenta Lázaro su vida y cuyo hijo fue

Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tome González y de Antonia
Pérez4, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el
sobrenombre, y fue desta manera5. Mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña6, que
está ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada
de mí, tomole el parto y pariome allí: de manera que con verdad puedo decir nacido en el río. Pues siendo yo niño de ocho
años, achacaron a mi padre ciertas sangrías7 mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, por lo que fue preso,
y confeso y no negó y padeció persecución por justicia. Espero en Dios que está en la Gloria, pues el Evangelio los llama
bienaventurados. En este tiempo se hizo cierta armada8 contra moros, entre los cuales fue mi padre, que a la sazón estaba
desterrado por el desastre ya dicho, con cargo de acemilero de un caballero que allá fue, y con su señor, como leal criado,
feneció su vida.
Mi viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese, determinó arrimarse a los buenos por ser uno dellos9, y vinose a
vivir a la ciudad, y alquiló una casilla, y metiose a guisar de comer a ciertos estudiantes, y lavaba la ropa a ciertos mozos
de caballos del Comendador de la Magdalena10, de manera que fue frecuentando las caballerizas. Ella y un hombre
moreno11 de aquellos que las bestias curaban, vinieron en conocimiento. Este algunas veces se venía a nuestra casa, y se
iba a la mañana; otras veces de día llegaba a la puerta, en achaque de comprar huevos, y entrábase en casa. Yo al principio
de su entrada, pesábame con él12 y habíale miedo, viendo el color y mal gesto que tenía; mas de que vi que con su venida
mejoraba el comer, fuile queriendo bien, porque siempre traía pan, pedazos de carne, y en el invierno leños, a que nos
calentábamos. De manera que, continuando con la posada y conversación, mi madre vino a darme un negrito muy bonito,
el cual yo brincaba y ayudaba a calentar. Y acuerdome que, estando el negro de mi padre trebejando 13 con el mozuelo,
como el niño veía a mi madre y a mí blancos, y a él no, huía del con miedo para mi madre, y señalando con el dedo decía:
"¡Madre, coco!".Respondió él riendo: "¡Hideputa!"

4
El humilde origen del protagonista se pone de manifiesto, entre otras cosas, por los nombres de sus
progenitores, propios de rústicos.
5
El autor parodia, quizá, el nombre de Amadís de Gaula, héroe máximo de la novela de caballerías; lo mismo
sucede con el sobrenombre de Tormes que Lázaro adopta y que recuerda el de Doncel del Mar, dado a Amadís
por el rey Gandales, que lo rescató de las aguas del mar.
6
Molino harinero de agua situado dentro del cauce de un río.
7
Las sangrías, en sentido figurativo significan cortes en las bolsas de trigo. Las califica de “mal hechas”, puesto
que fue descubierto su delito.
8
Ejército.
9
“por ser uno dellos”, es un fragmento de un conocido refrán: “Allégate a los buenos y serás uno dellos” Lo
registra el Marqués de Santillana en los Refranes que dicen las viejas tras el fuego (últimos años del SXV).
10
Los mozos son los criados que tienen a su cargo el cuidado de los caballos del comendador, este es el caballero
que administra los bienes de una orden militar.
11
Eufemismo por “negro”.
12
Sufría con su presencia.
13
Trebejando: Jugueteando, retozando. Trebejo: juguete.

75
Yo, aunque bien muchacho, noté aquella palabra de mi hermanico, y dije entre mí:
"¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mesmos!"
Quiso nuestra fortuna que la conversación del Zaide14, que así se llamaba, llegó a oídos del mayordomo, y hecha pesquisa,
hallose que la mitad por medio de la cebada, que para las bestias le daban, hurtaba, y salvados, leña, almohazas15, mandiles,
y las mantas y sábanas de los caballos hacía perdidas16, y cuando otra cosa no tenía, las bestias desherraba, y con todo esto
acudía a mi madre para criar a mi hermanico. No nos maravillemos de un clérigo ni fraile, porque el uno hurta de los pobres
y el otro de casa para sus devotas y para ayuda de otro tanto, cuando a un pobre esclavo el amor le animaba a esto. Y
probósele cuanto digo y aún más, porque a mí con amenazas me preguntaban, y como niño respondía, y descubría cuánto
sabía con miedo, hasta ciertas herraduras que por mandado de mi madre a un herrero vendí. Al triste de mi padrastro
azotaron y pringaron17, y a mi madre pusieron pena por justicia, sobre el acostumbrado centenario18, que en casa del
sobredicho Comendador no entrase, ni al lastimado Zaide en la suya acogiese.
Por no echar la soga tras el caldero19, la triste se esforzó y cumplió la sentencia; y por evitar peligro y quitarse de malas
lenguas, se fue a servir a los que al presente vivían en el mesón de la Solana20; y allí, padeciendo mil importunidades, se
acabó de criar mi hermanico hasta que supo andar, y a mí hasta ser buen mozuelo, que iba a los huéspedes por vino y
candelas y por lo demás que me mandaban. En este tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual, pareciéndole que yo
sería para adestralle21, me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole como era hijo de un buen hombre, el
cual por ensalzar la fe había muerto en la de los Gelves 22, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre,
y que le rogaba me tratase bien y mirase por él, pues era huérfano. Él le respondió que así lo haría, y que me recibía no por
mozo sino por hijo. Y así le comencé a servir y adestrar a mi nuevo y viejo amo23.
Como estuvimos en Salamanca algunos días, pareciéndole a mi amo que no era la ganancia a su contento, determinó irse
de allí; y cuando nos hubimos de partir, yo fui a ver a mi madre, y ambos llorando, me dio su bendición y dijo:
-Hijo, ya sé que no te veré más. Procura ser bueno, y Dios te guíe. Criado te he y con buen amo te he puesto. Válete por
ti.
E así me fui para mi amo, que esperándome estaba. Salimos de Salamanca, y llegando a la puente24, está a la entrada della
un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandome que llegase cerca del animal, y allí puesto, me dijo:
-Lázaro, llega el oído a este toro, y oirás gran ruido dentro dél.

14
Zaide: palabra arábiga que significa “señor”. Era forma corriente de nombrar a los moros.
15
Almohaza: especie de cepillo metálico usado para limpiar las caballerías.
16
Simulaba que se perdían, es decir, se las robaba.
17
Pringar: echar grasa hirviente, caliente y derretida sobre las heridas que producían los azotes. Era un castigo
frecuente para con los esclavos.
18
“acostumbrado centenario”: se refiere a la cantidad de azotes dados (cien).
19
Por no perderlo todo.
20
El mesón de la Solana está ubicado en donde actualmente se encuentra el ayuntamiento de Salamanca.
21
Adestrar: guiar a alguno de la diestra o porque es ciego o porque camina por un lugar oscuro.
22
La batalla de los Gelves tuvo lugar en 1510.
23
“nuevo y viejo amo”: juego de oposiciones: el ciego es viejo en edad, pero nuevo, reciente, como amo.
Obsérvese en adelante la rica adjetivación con que se procura caracterizar a este personaje.
24
“Puente” era un sustantivo femenino en la época clásica. El Diccionario de Autoridades (1726 – 1739) lo da
aun como de género ambiguo.

76
Yo simplemente llegué, creyendo ser ansí; y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y
diome una gran calabazada25 en el diablo del toro26, que más de tres días me duró el dolor de la cornada, y dijome:
-Necio, aprende que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo", y rió mucho la burla.

Pareciome que en aquel instante desperté de la simpleza en que como niño dormido estaba. Dije entre mí:
"Verdad dice este, que me cumple avivar el ojo y avisar27, pues solo soy, y pensar como me sepa valer."
Comenzamos nuestro camino, y en muy pocos días me mostró jerigonza, y como me viese de buen ingenio, holgábase
mucho, y decía:
"Yo oro ni plata no te lo puedo dar, mas avisos para vivir muchos te mostrare."
Y fue ansí, que después de Dios este me dio la vida, y siendo ciego me alumbró y adestró en la carrera de vivir.
Huelgo de contar a vuestra merced estas niñerías para mostrar cuánta virtud sea saber los hombres subir siendo bajos, y
dejarse bajar siendo altos cuánto vicio.

25
“calabazada”: el golpe que se da con la cabeza en la de otro, o contra otra cosa.
26
Lo de “diablo” es una especie de maldición.
27
“avisar”: estar sobre aviso.

77
Pues tornando al bueno de mi ciego y contando sus cosas, vuestra merced sepa que desde que Dios crió el mundo, ninguno
formó más astuto ni sagaz. En su oficio era un águila28; ciento y tantas oraciones sabia de coro29: un tono bajo, reposado y
muy sonable que hacía resonar la iglesia donde rezaba, un rostro humilde y devoto que con muy buen continente 30 ponía
cuando rezaba, sin hacer gestos ni visajes con boca ni ojos, como otros suelen hacer. Allende desto 31, tenía otras mil formas
y maneras para sacar el dinero. Decía saber oraciones para muchos y diversos efectos: para mujeres que no parían, para las
que estaban de parto, para las que eran malcasadas, que sus maridos las quisiesen bien; echaba pronósticos a las preñadas,
si traía hijo o hija. Pues en caso de medicina, decía que Galeno32 no supo la mitad que él para muela, desmayos, males de
madre.
Finalmente, nadie le decía padecer alguna pasión, que luego no le decía: "Haced esto, haréis estotro, coged tal yerba,
tomad tal raíz33." Con esto andábase todo el mundo tras él, especialmente mujeres, que cuanto les decían creían. Destas
sacaba él grandes provechos con las artes que digo, y ganaba más en un mes que cien ciegos en un año.
Mas también quiero que sepa vuestra merced que, con todo lo que adquiría y tenía, jamás tan avariento ni mezquino
hombre no vi, tanto que me mataba a mí de hambre, y así no me demediaba34 de lo necesario. Digo verdad: si con mi
sotileza y buenas mañas no me supiera remediar, muchas veces me finara de hambre; mas con todo su saber y aviso le
contaminaba de tal suerte que siempre, o las más veces, me cabía lo más y mejor. Para esto le hacía burlas endiabladas, de
las cuales contaré algunas, aunque no todas a mi salvo35.
Él traía el pan y todas las otras cosas en un fardel de lienzo que por la boca se cerraba con una argolla de hierro y su
candado y su llave, y al meter de todas las cosas y sacallas, era con tan gran vigilancia y tanto por contadero36, que no
bastaba hombre en todo el mundo hacerle menos una migaja; mas yo tomaba aquella laceria 37 que él me daba, la cual en
menos de dos bocados era despachada.
Después que cerraba el candado y se descuidaba pensando que yo estaba entendiendo en otras cosas, por un poco de
costura, que muchas veces del un lado del fardel descosía y tornaba a coser, sangraba el avariento fardel38, sacando no por
tasa pan, mas buenos pedazos, torreznos y longaniza; y ansí buscaba conveniente tiempo para rehacer, no la chaza, sino la
endiablada falta que el mal ciego me faltaba. Todo lo que podía sisar y hurtar, traía en medias blancas; y cuando le
mandaban rezar y le daban blancas39, como él carecía de vista, no había el que se la daba amagado con ella, cuando yo la

28
“era un águila”: era una expresión proverbial utilizada para decir que uno es de agudo ingenio y fácil
aprendizaje para hacer cualquier cosa.
29
“de coro”: de memoria.
30
Con una buena actitud y compostura del cuerpo.
31
Además de esto.
32
Galeno: Famoso médico del siglo II d. C. nacido en Pérgamo. Su influencia durante la Edad Media es solo
comparable a la de Aristóteles, y se prolonga más acá del Renacimiento.
33
El ciego era, además, curandero.
34
Es decir, “no me daba ni la mitad de lo necesario”. Comienza aquí el tema del hambre, que caracteriza los
tres primeros tratados
35
“a mi salvo”: sin daño mío.
36
“Salir o entrar por contadero”: era una locución con la que se expresaba que el lugar de paso (en este caso la
boca del fardel) era tan estrecho que las cosas solo podían pasar de a una.
37
Laceria: miseria.
38
“sangraba el avariento fardel”: Lázaro sigue el procedimiento del padre con los costales de harina. Obsérvese
la animización del fardel, al que se atribuye la avaricia del amo.
39
Blanca: moneda de vellón –aleación de plata y cobre- de valor variable en las distintas épocas.

78
tenía lanzada en la boca y la media aparejada, que por presto que él echaba la mano, ya iba de mi cambio aniquilada en la
mitad del justo precio. Quejábaseme el mal ciego, porque al tiento luego conocía y sentía que no era blanca entera, y decía:
-¿Que diablo es esto, que después que conmigo estas no me dan sino medias blancas, y de antes una blanca y un maravedí
hartas veces me pagaban? En ti debe estar esta desdicha.
También él abreviaba el rezar y la mitad de la oración no acababa, porque me tenía mandado que en yéndose el que la
mandaba rezar, le tirase por el cabo del capuz40. Yo así lo hacía. Luego él tornaba a dar voces, diciendo: "¿Mandan rezar
tal y tal oración?", como suelen decir. Usaba poner cabe si un jarrillo de vino cuando comíamos, y yo muy de presto le asía
y daba un par de besos41 callados y tornábale a su lugar. Mas turome42 poco, que en los tragos conocía la falta, y por
reservar su vino a salvo nunca después desamparaba el jarro, antes lo tenía por el asa asido; mas no había piedra imán que
así trajese así como yo con una paja larga de centeno, que para aquel menester tenía hecha, la cual metiéndola en la boca
del jarro, chupando el vino lo dejaba a buenas noches43. Mas como fuese el traidor44 tan astuto, pienso que me sintió, y
dende en adelante mudó propósito, y asentaba su jarro entre las piernas, y atapábale con la mano, y ansí bebía seguro.
Yo, como estaba hecho al vino45, moría por él, y viendo que aquel remedio de la paja no me aprovechaba ni valía, acordé46
en el suelo del jarro hacerle una fuentecilla y agujero sotil, y delicadamente con una muy delgada tortilla de cera taparlo,
y al tiempo de comer, fingiendo haber frío, entrábame entre las piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecilla lumbre
que teníamos, y al calor della luego derretida la cera, por ser muy poca, comenzaba la fuentecilla a destillarme en la boca,
la cual yo de tal manera ponía que maldita la gota se perdía. Cuando el pobreto iba a beber, no hallaba nada:
Espantábase, maldecía, daba al diablo el jarro y el vino, no sabiendo qué podía ser.
-No diréis, tío, que os lo bebo yo -decía-, pues no le quitáis de la mano.
Tantas vueltas y tiento dio al jarro, que halló la fuente y cayó en la burla; mas así lo disimuló como si no lo hubiera
sentido, y luego otro día, teniendo yo rezumando mi jarro como solía, no pensando en el daño que me estaba aparejado ni
que el mal ciego me sentía, senteme como solía, estando recibiendo aquellos dulces tragos, mi cara puesta hacia el cielo,
un poco cerrados los ojos por mejor gustar el sabroso licor, sintió el desesperado ciego que agora tenía tiempo de tomar de
mí venganza y con toda su fuerza, alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro47, le dejó caer sobre mi boca,
ayudándose, como digo, con todo su poder, de manera que el pobre Lázaro48, que de nada desto se guardaba, antes, como
otras veces, estaba descuidado y gozoso, verdaderamente me pareció que el cielo, con todo lo que en él hay, me había caído

40
Capuz: vestidura larga, a modo de capa, cerrada por delante, que se ponía sobre la ropa.
41
“daba un par de besos”: probar el vino del jarro, tomando un sorbo a hurtadillas (es decir, disimuladamente,
sin que nadie lo note).
42
“turome poco”: Me duró poco.
43
Lázaro dejaba el jarro vacío y al ciego “a buenas noches”, o sea, sin una gota. Este cuento del mozo que toma
el vino del amo con la paja es folklórico.
44
Traidor: sin la connotación actual. Entiéndase como “pillo” o “astuto”.
45
“estar hecho”: acostumbrado a.
46
Acordé: Determiné, resolví.
47
“dulce y amargo jarro”: nótese la utilización de los adjetivos antónimos, como en el caso de “viejo y nuevo
amo”; pero aquí la finalidad es estilística: el jarro es dulce por el vino que contenía y amargo por el dolor que
de él recibirá el niño.
48
“el pobre Lázaro”: la objetivación del personaje es un recurso que procura alejar al protagonista de la dura
realidad que lo amenaza. El discurso pasa así a la tercera persona, para caer abruptamente en la primera en el
momento en que el jarrazo lo vuelve a la realidad.

79
encima. Fue tal el golpecillo49, que me desatinó y sacó de sentido50, y el jarrazo tan grande, que los pedazos dél se me
metieron por la cara, rompiéndomela por muchas partes, y me quebró los dientes, sin los cuales hasta hoy día me quedé.
Desde aquella hora quise mal al mal ciego, y aunque me quería y regalaba y me curaba, bien vi que se había holgado del
cruel castigo. Lavome con vino las roturas que con los pedazos del jarro me había hecho, y sonriéndose decía: -¿Qué te
parece, Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud.
Y otros donaires que a mi gusto no lo eran.
Ya que51 estuve medio bueno de mi negra trepa52 y cardenales, considerando que a pocos golpes tales el cruel ciego
ahorraría de mí53, quise yo ahorrar dél; mas no lo hice tan presto por hacello más a mi salvo y provecho. Y aunque yo
quisiera asentar mi corazón y perdonalle el jarrazo, no daba lugar el maltratamiento que el mal ciego dende allí adelante
me hacía, que sin causa ni razón me hería, dándome coscorrones y repelándome54. Y si alguno le decía por qué me trataba
tan mal, luego contaba el cuento del jarro, diciendo:
-¿Pensareis que este mi mozo es algún inocente? Pues oíd si el demonio ensayara otra tal hazaña.
Santiguándose los que lo oían, decían:
-¡Mira, quién pensara de un muchacho tan pequeño tal ruindad!
Y reían mucho el artificio55, y decíanle:
-Castigaldo, castigaldo, que de Dios lo habréis56.
Y él con aquello nunca otra cosa hacía.
Y en esto yo siempre le llevaba por los peores caminos, y adrede, por le hacer mal y daño: si había piedras, por ellas, si
lodo, por lo más alto; que aunque yo no iba por lo más enjuto, holgábame a mí de quebrar un ojo por quebrar dos al que
ninguno tenía. Con esto siempre con el cabo alto del tiento57 me atentaba el colodrillo, el cual siempre traía lleno de
tolondrones y pelado de sus manos; y aunque yo juraba no lo hacer con malicia, sino por no hallar mejor camino, no me
aprovechaba ni me creía más: tal era el sentido y el grandísimo entendimiento del traidor.
Y porque vea vuestra merced a cuánto se extendía el ingenio deste astuto ciego, contaré un caso de muchos que con él
me acaecieron, en el cual me parece dio bien a entender su gran astucia. Cuando salimos de Salamanca, su motivo fue venir
a tierra de Toledo, porque decía ser la gente más rica, aunque no muy limosnera. Arrimábase a este refrán: "Más da el duro
que el desnudo." E venimos a este camino por los mejores lugares. Donde hallaba buena acogida y ganancia, deteníamonos;
donde no, a tercero día hacíamos San Juan58.

49
Golpecillo: dicho irónicamente, como se ve por las consecuencias. Se busca un efecto estilístico al oponerlo
al aumentativo “jarrazo”, que sigue casi inmediatamente.
50
“me desatinó y sacó de sentido”: me atontó y desmayó.
51
“ya que”: cuando.
52
“negra trepa”: funesto y violento castigo.
53
“ahorraría de mí”: se libraría de mí.
54
Repelar: sacar o arrancar el pelo.
55
Se refiere a la habilidad de Lázaro para robar el vino.
56
“que de Dios lo habréis”: que Dios os recompensará. El castigo físico era considerado, desde el punto de vista
pedagógico, un método eficaz de enseñanza.
57
Tiento: “palo que usan los ciegos para que les sirva como de guía”. (Diccionario de Autoridades).
58
“hacíamos San Juan”: mudarse, marcharse.

80
Acaeció que llegando a un lugar que llaman Almorox59, al tiempo que cogían las uvas, un vendimiador le dio un racimo
dellas en limosna, y como suelen ir los cestos maltratados y también porque la uva en aquel tiempo está muy madura,
desgranábasele el racimo en la mano; para echarlo en el fardel tornábase mosto, y lo que a él se llegaba.
Acordó de hacer un banquete, ansí por no lo poder llevar como por contentarme, que aquel día me había dado muchos
rodillazos y golpes. Sentámonos en un valladar y dijo:
-Agora quiero yo usar contigo de una liberalidad60, y es que ambos comamos este racimo de uvas, y que hayas dél tanta
parte como yo.Partillo hemos desta manera: tú picaras una vez y yo otra; con tal que me prometas no tomar cada vez más
de una uva, yo haré lo mesmo hasta que lo acabemos, y desta suerte no habrá engaño.
Hecho ansí el concierto61, comenzamos; mas luego al segundo lance; el traidor mudó de propósito y comenzó a tomar de
dos en dos, considerando que yo debería hacer lo mismo. Como vi que él quebraba la postura, no me contenté ir a la par
con él, mas aun pasaba adelante: dos a dos, y tres a tres, y como podía las comía.
Acabado el racimo, estuvo un poco con el escobajo62 en la mano y meneando la cabeza dijo:
-Lázaro, engañado me has: juraré yo a Dios que has tú comido las uvas tres a tres.
-No comí -dije yo-; mas, ¿por qué sospecháis eso?
Respondió el sagacísimo ciego:
- ¿Sabes en qué veo que las comiste tres a tres? En que comía yo dos a dos y callabas.
Reíme en mí y, aunque muchacho, noté mucho la discreta consideración del ciego.
Mas, por no ser prolijo, dejo de contar muchas cosas, así graciosas como de notar, que con este mi primer amo me
acaecieron, y quiero decir el despidiente63 y con él acabar.
Estábamos en Escalona, villa del duque della, en un mesón, y diome un pedazo de longaniza que la asase. Ya que la
longaniza había pringado y comídose las pringadas, sacó un maravedí de la bolsa y mandó que fuese por el de vino a la
taberna. Pusome el demonio el aparejo64 delante los ojos, el cual, como suelen decir, hace al ladrón, y fue que había cabe
el fuego un nabo pequeño, larguillo y ruinoso, y tal que, por no ser para la olla, debió ser echado allí. Y como al presente
nadie estuviese sino él y yo solos, como me vi con apetito goloso, habiéndome puesto dentro el sabroso olor de la longaniza,
del cual solamente sabía que había de gozar, no mirando qué me podría suceder, pospuesto todo el temor por cumplir con
el deseo, en tanto que el ciego sacaba de la bolsa el dinero, saqué la longaniza y muy presto metí el sobredicho nabo en el
asador, el cual mi amo, dándome el dinero para el vino, tomó y comenzó a dar vueltas al fuego, queriendo asar al que de
ser cocido por sus deméritos había escapado.
Yo fui por el vino, con el cual no tardé en despachar la longaniza, y cuando vine hallé al pecador del ciego que tenía entre
dos rebanadas apretado el nabo, al cual aun no había conocido por no lo haber tentado con la mano. Como tomase las
rebanadas y mordiese en ellas pensando también llevar parte de la longaniza, hallose en frío con el frío nabo. Alterose y
dijo:

59
Villa de la provincia de Toledo.
60
Liberalidad: generosidad.
61
Concierto: acuerdo.
62
Escobajo: el gajo del racimo de uvas, después de desgranado y que las han comido.
63
Despidiente: lo que despide, es decir, lo último.
64
Aparejo: lo necesario para hacer alguna cosa. Ocasión.

81
- ¿Qué es esto, Lazarillo?
-¡Lacerado65 de mí! -dije yo-. ¿Si queréis a mí echar algo? ¿Yo no vengo de traer el vino? Alguno estaba ahí, y por burlar
haría esto.
-No, no -dijo él-, que yo no he dejado el asador de la mano; no es posible
Yo torné a jurar y perjurar66 que estaba libre de aquel trueco y cambio; mas poco me aprovechó, pues a las astucias del
maldito ciego nada se le escondía. Levantose y asiome por la cabeza, y llegose a olerme; y como debió sentir el huelgo, a
uso de buen podenco67, por mejor satisfacerse de la verdad, y con la gran agonía que llevaba, asiendome con las manos,
abríame la boca más de su derecho68 y desatentadamente metía la nariz, la cual él tenía luenga y afilada, y a aquella sazón
con el enojo se habían aumentado un palmo, con el pico de la cual me llegó a la gulilla69. Y con esto y con el gran miedo
que tenía, y con la brevedad del tiempo, la negra70 longaniza aun no había hecho asiento en el estómago, y lo más principal,
con el destiento de la cumplidísima nariz medio cuasi ahogándome, todas estas cosas se juntaron y fueron causa que el
hecho y golosina se manifestase y lo suyo fuese devuelto a su dueño71: de manera que antes que el mal ciego sacase de mi
boca su trompa, tal alteración sintió mi estómago que le dio con el hurto en ella, de suerte que su nariz y la negra mal
mascada longaniza a un tiempo salieron de mi boca.

65
Lazarillo. Lacerado. Juego de palabras por semejanza fonética. Paranomasia.
66
Perjurar: jurar en falso. Aquí tiende a reforzar el verbo jurar que le precede; aunque sus acepciones son
contrarias.
67
Podenco: perro de caza, notable por su olfato. Lázaro compara al ciego con un podenco, porque reconoce el
hurto de la longaniza por el aliento (huelgo) del niño.
68
Más de lo que naturalmente puede abrirse.
69
Gulilla: diminutivo de gula o gola. “El tragadero por donde se envía la comida y bebida al estómago”.
(Diccionario de Autoridades).
70
Negra: maldita.
71
Obsérvese la limpieza con que alude al vómito. “El hurto y la golosina”: el hurto y la longaniza. El deseo de
eludir lo malsonante y la pulcritud expresiva son signos del espíritu renacentista del Lazarillo. El párrafo
siguiente, que pareciera contradecir esta afirmación, es el único pasaje de la obra que linda con lo desagradable.
El barroco, con signo contrario, llevará al plano literario lenguaje y temas repugnantes. Recuérdese la poesía
satírica de Quevedo y Góngora.

82
¡Oh, gran Dios!, ¡quién estuviera aquella hora sepultado, que muerto ya lo estaba! Fue tal el coraje 72 del perverso ciego
que, si al ruido no acudieran, pienso no me dejara con la vida. Sacáronme de entre sus manos, dejándoselas llenas de
aquellos pocos cabellos que tenía, arañada la cara y rascuñado el pescuezo y la garganta; y esto bien lo merecía, pues por
su maldad me venían tantas persecuciones.
Contaba el mal ciego a todos cuantos allí se allegaban mis desastres, y dábales cuenta una y otra vez, así de la del jarro
como de la del racimo, y agora de lo presente. Era la risa de todos tan grande que toda la gente que por la calle pasaba
entraba a ver la fiesta; mas con tanta gracia y donaire recontaba el ciego mis hazañas que, aunque yo estaba tan maltratado
y llorando, me parecía que hacía sin justicia73 en no se las reír.
Y en cuanto esto pasaba, a la memoria me vino una cobardía y flojedad que hice, porque74 me maldecía, y fue no dejalle
sin narices, pues tan buen tiempo tuve para ello que la mitad del camino estaba andado; que con solo apretar los dientes se
me quedaran en casa, y con ser de aquel malvado, por ventura lo retuviera mejor mi estómago que retuvo la longaniza, y
no pareciendo ellas pudiera negar la demanda. Pluguiera a Dios que lo hubiera hecho, que eso fuera así que así. Hiciéronnos
amigos la mesonera y los que allí estaban, y con el vino que para beber le había traído, laváronme la cara y la garganta,
sobre lo cual discantaba el mal ciego donaires, diciendo:
-Por verdad, más vino me gasta este mozo en lavatorios al cabo del año que yo bebo en dos. A lo menos, Lázaro, eres en
más cargo al vino75 que a tu padre, porque él una vez te engendró, mas el vino mil te ha dado la vida.
Y luego contaba cuántas veces me había descalabrado y harpado76 la cara, y con vino luego sanaba.
-Yo te digo -dijo- que si un hombre en el mundo ha de ser bienaventurado con vino, que serás tú.

72
Coraje: ira, cólera, enojo.
73
Provocaba una injusticia si no reía de sus anécdotas.
74
Porque: por lo cual.
75
Le debés más al vino que a tu padre.
76
Harpado: arañado, rasguñado.

83
Y reían mucho los que me lavaban con esto, aunque yo renegaba. Mas el pronóstico del ciego no salió mentiroso, y
después acá muchas veces me acuerdo de aquel hombre, que sin duda debía tener espíritu de profecía, y me pesa de los
sinsabores que le hice, aunque bien se lo pagué77, considerando lo que aquel día me dijo salirme tan verdadero como
adelante vuestra merced oirá.
Visto esto y las malas burlas que el ciego burlaba de mí, determiné de todo en todo dejalle, y como lo traía pensado y lo
tenía en voluntad, con este postrer juego que me hizo afirmelo más. Y fue ansí, que luego otro día78 salimos por la villa a
pedir limosna, y había llovido mucho la noche antes; y porque el día también llovía, y andaba rezando debajo de unos
portales que en aquel pueblo había, donde no nos mojamos; mas como la noche se venía y el llover no cesaba, díjome el
ciego:
-Lázaro, esta agua es muy porfiada, y cuanto la noche más cierra, más recia. Acojámonos a la posada con tiempo.
Para ir allá, habíamos de pasar un arroyo que con la mucha agua iba grande. Yo le dije:
-Tío, el arroyo va muy ancho; mas si queréis, yo veo por dónde travesemos mas aína79 sin nos mojar, porque se estrecha
allí mucho, y saltando pasaremos a pie enjuto80.
Pareciole buen consejo y dijo:
-Discreto eres; por esto te quiero bien. Llévame a ese lugar donde el arroyo se ensangosta81, que agora es invierno y sabe
mal el agua, y más llevar los pies mojados.
Yo, que vi el aparejo82 a mi deseo, saquele debajo de los portales, y llevelo derecho de un pilar o poste de piedra que en
la plaza estaba, sobre la cual y sobre otros cargaban saledizos de aquellas casas, y dígole:
-Tío, este es el paso más angosto que en el arroyo hay.
Como llovía recio, y el triste se mojaba, y con la priesa que llevábamos de salir del agua que encima de nos caía, y lo más
principal, porque Dios le cegó aquella hora el entendimiento (fue por darme dél venganza), creyose de mí y dijo:
-Ponme bien derecho, y salta tú el arroyo.
Yo le puse bien derecho enfrente del pilar, y doy un salto y póngome detrás del poste como quien espera tope de toro, y
dijele:
-¡Sus!83 Salta todo lo que podáis, porque deis deste cabo del agua.
Aun apenas lo había acabado de decir cuando se abalanza el pobre ciego como cabrón, y de toda su fuerza arremete,
tomando un paso atrás de la corrida para hacer mayor salto, y da con la cabeza en el poste, que sonó tan recio como si diera
con una gran calabaza, e cayó luego para atrás, medio muerto y hendida la cabeza.
"¿Cómo, y olistes la longaniza y no el poste? ¡Olé! ¡Olé!84 -le dije yo.

77
“aunque bien se los pagué”: aunque fue justo que me vengara de él. Alude a lo que se relata a continuación.
78
Al otro día.
79
Presto (rápido).
80
“a pie enjuto”: sin mojarse.
81
“se ensangosta”: se estrecha.
82
“aparejo”: la ocasión.
83
“¡Sus!: interjección “para alentar, provocar o mover a otro a ejecutar alguna cosa con prontitud.
84
¡Olé!, ¡olé! Oled, oled. Como antes, saltá.

84
Y dejele en poder de mucha gente que lo había ido a socorrer, y tomé la puerta de la villa en los pies 85 de un trote, y antes
que la noche viniese di conmigo en Torrijos86. No supe más lo que Dios dél hizo, ni curé87 de lo saber.

Recuperado de: http://www.arrakis.es/~roland/circulo_literario/lazar00.htm

Guía de análisis I
1. Describe las características del ciego con quien trabaja Lázaro.
2. Lee y explica qué significan estas palabras del niño: “Pareciome que en aquel instante
desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba. Dije entre mí: ‘verdad dice
éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer´”.
3. Subraya y transcribe adjetivos o expresiones que manifiesten la pobreza en la que viven los
personajes.

85
Tomé el camino que conduce a la puerta de la villa.
86
Torrijos: población a unos 28 km de Toledo, al sur de Escalona.
87
“ni curé”: ni me preocupé.

85
4. El texto refleja, ficcionalmente, la realidad social del momento en el que fue producido.
Compara esta construcción verosímil de la realidad con las escenas protagonizadas por los
chicos de la calle que viven en las ciudades actuales, ¿qué semejanzas y qué diferencias hay?
5. ¿Qué opinas acerca de la venganza de Lázaro al final del primer tratado? Justifica.

El caso de Lazarillo

La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades es una obra anónima. En


una época en la que los autores ya acostumbraban a firmar sus obras, no se puede saber con
certeza el porqué de ese anonimato; aunque muchos críticos explican que puede deberse al
temor del autor a la Inquisición, debido a la fuerte crítica dirigida en el texto a algunas clases
sociales y, especialmente, a la Iglesia.
La obra se presenta como una carta del narrador a una persona importante, a la que
llama Vuestra Merced ¿Por qué escribe esta carta? En el prólogo lo explica el mismo
protagonista: “Y pues Vuestra Merced escribe (pide) se le escriba y relate el caso muy por
extenso, pareciome no tomalle por el medio, sino por el principio, porque se tenga entera
noticia de mi persona”. No se especifica cuál es el caso que Vuestra Merced desea que se
aclare; tal vez se trate de la confusa relación que existe entre Lázaro, su mujer y el Arcipreste,
protector de la pareja, y que es motivo de habladurías en la ciudad, como se dice en el último
tratado.

La historia de un antihéroe
¿Cuál es la historia de Lázaro? La de un individuo que lucha por saciar el hambre, salir
de la marginalidad, encontrar un lugar en la sociedad. Y, en esa lucha el personaje va
pasando por distintas pruebas –coincidentes con diferentes amos- hasta llegar a conseguir el
bien deseado. Dicho así, Lázaro parecería cumplir con el periplo de un héroe; sin embargo,
su figura es la de un antihéroe, opuesto al héroe épico y al caballero andante.
Como sucede con muchos héroes, pero como un rasgo gracioso, su nombre está
acompañado por su lugar de origen, Lázaro de Tormes; pero hay una ironía en el término: no
nace en un lugar encumbrado, sino en un humilde molino junto al río. No son sus padres

86
honorables señores, ni reyes ni nobles: su padre es un molinero y su madre, una lavandera
que, al quedar viuda, se une a un negro que tiene que robar para mantener a su familia. Si el
caballero andante vivía en ambientes cortesanos y servía a un famoso señor, Lázaro vive en
la miseria y sirve a un mendigo ciego sin fama ni fortuna. No lo mueven los grandes
ideales; no hay princesas que liberar ni enemigo usurpador de reinos contra quien batallar: lo
mueve solo un deseo: lograr el alimento de cada día, a veces, conseguir un vaso de vino.
Finalmente, no es una doncella ni una princesa la mujer con quien se casa: es una criada de
pasado –y presente- bastante dudoso.
El caballero medieval llevaba muchos años de duro entrenamiento para fortalecer su físico
y su espíritu a fin de sobrellevar la ruda vida del guerrero. Generalmente, siendo casi un niño,
quedaba a las órdenes de un ayo que le enseñaba todo lo que debía saber antes de ser armado
caballero. Lázaro también es separado de su madre siendo aún pequeño, pero su primero y
único maestro va a ser el ciego, quien le dice: “Yo oro ni plata no te lo puedo dar; mas avisos
para vivir muchos te mostraré” y Lázaro reconoce: “[…] después de Dios, éste (el ciego)
me dio la vida, y siendo ciego me alumbró y adestró en la carrera de vivir”.

La aparición de este protagonista marginal en la literatura muestra que, en un ambiente de


miseria y hambre, no hay lugar para la existencia de personajes virtuosos.
Acaso, ¿no asusta un poco la actualidad de esta novela?

TRATADO CUATRO
Cómo Lázaro se asentó con un fraile de la Merced y de lo que le acaeció con él
Hube de buscar el cuarto [amo] y este fue un fraile de la Merced, que las mujercillas que digo me encaminaron, al cual
ellas le llamaban pariente. Gran enemigo del coro y de comer en el convento, perdido por andar fuera *, amicísimo de
negocios seglares y visitar; tanto, que pienso que rompía él más zapatos que todo el convento. Éste me dio los primeros
zapatos que rompí en mi vida; más no me duraron ocho días. Ni yo pude con su trote durar más. Y por esto y por otras
cosillas que no digo** salí de él.

87
* “perdido por”: aficionadísimo a.
** “por otras cositas que no digo”: la insinuación, una de las características del estilo de la obra, oculta aquí una idea
maliciosa.

TRATADO SÉPTIMO
Cómo Lázaro se asentó con un alguacil y de lo que le acaeció con él

Despedido88 del capellán, asenté por hombre de justicia con un alguacil, mas muy poco viví con él, por parecerme oficio
peligroso; mayormente, que una noche nos corrieron a mí y a mi amo a pedradas y a palos unos retraídos89, y a mi amo,
que esperó, trataron mal, mas a mí no me alcanzaron. Con esto renegué del trato.
Y pensando en qué modo de vivir haría mi asiento por tener descanso y ganar algo para la vejez, quiso Dios alumbrarme
y ponerme en camino y manera provechosa; y con favor que tuve de amigos y señores, todos mis trabajos y fatigas hasta
entonces pasados fueron pagados con alcanzar lo que procuré, que fue un oficio real90, viendo que no hay nadie que medre
sino los que le tienen; en el cual el día de hoy vivo y resido a servicio de Dios y de vuestra merced. Y es que tengo cargo
de pregonar los vinos que en esta ciudad se venden, y en almonedas91 y cosas perdidas, acompañar los que padecen
persecuciones por justicia y declarar a voces sus delitos: pregonero, hablando en buen romance92 93, en el cual oficio un día
que ahorcábamos un apañador en Toledo y llevaba una buena soga de esparto, conocí y caí en la cuenta de la sentencia que
aquel mi ciego amo había dicho en Escalona, y me arrepentí del mal pago que le di por lo mucho que me enseñó, que,
después de Dios, él me dio industria para llegar al estado que ahora estoy.
Hame sucedido tan bien, yo le he usado tan fácilmente, que casi todas las cosas al oficio tocantes pasan por mi mano:
tanto que en toda la ciudad el que ha de echar vino a vender o algo, si Lázaro de Tormes no entiende en ello, hacen cuenta
de no sacar provecho.

88
“Despedido”: pedir permiso para irse
89
“retraídos”: los que habiendo cometido algún delito, se refugiaban en las iglesias y, acogiéndose al fuero
eclesiástico, eludían la acción de la justicia civil.
90
“oficio real”: empleo público.
91
almoneda: venta pública de bienes muebles con licitación y puja.
92
Lázaro es pregonero de vinos, de objetos que salen a remate, de cosas perdidas y de los delitos de los
condenados. Estos, en efecto, eran paseados sobre un asno por determinadas calles, y un pregonero los
precedía enumerando a voces las causas de la condena.
93
“hablando en buen romance”: con toda claridad.

88
En este tiempo, viendo mi habilidad y buen vivir, teniendo noticia de mi persona el señor arcipreste de San Salvador 94,
mi señor, y servidor y amigo de vuestra merced, porque le pregonaba sus vinos, procuró casarme con una criada suya; y
visto por mí que de tal persona no podía venir sino bien y favor, acordé de lo hacer.
Y así me casé con ella, y hasta agora no estoy arrepentido; porque, allende95 de ser buena hija96 y diligente, servicial,
tengo en mi señor arcipreste todo favor y ayuda. Y siempre en el año le da en veces al pie97 de una carga de trigo, por las
Pascuas su carne, y cuándo98 el par de los bodigos, las calzas viejas que deja; e hízonos alquilar una casilla par de la suya.
Los domingos y fiestas casi todas las comíamos en su casa.
Mas malas lenguas, que nunca faltaron ni faltarán, no nos dejan vivir, diciendo no sé qué, y sí sé qué, de que ven a mi
mujer irle a hacer la cama99 y guisalle de comer. Y mejor les ayude Dios que ellos dicen la verdad.100
Porque, allende de no ser ella mujer que se pague destas burlas, mi señor me ha prometido lo que pienso cumplirá. Que
él me habló un día muy largo delante della, y me dijo:
-Lázaro de Tormes, quien ha de mirar a dichos de malas lenguas, nunca medrará. Digo esto porque no me maravillaría
alguno, viendo entrar en mi casa a tu mujer y salir della. Ella entra muy a tu honra y suya, y esto te lo prometo. Por tanto,
no mires a lo que pueden decir, sino a lo que te toca, digo a tu provecho.

94
Un arcipreste es un párroco que supervisa varias parroquias, además de la suya. San Salvador: parroquia de
Toledo.
95
además.
96
“buena hija”: buena muchacha.
97
“al pie”: casi cerca
98
“cuándo”: y de cuando en cuando.
99
Notar el tono malicioso e irónico.
100
Es decir, que la ayuda de Dios sea para ellos mayor que la “verdad” que dicen. Es una manera de afirmar
que mienten.

89
-Señor -le dije-, yo determiné de arrimarme a los buenos. Verdad es que algunos de mis amigos me han dicho algo deso,
y aun, por más de tres veces me han certificado que, antes que conmigo casase, había parido tres veces, hablando con
reverencia de vuestra merced., porque esta ella delante.
Entonces mi mujer echó juramentos sobre sí, que yo pensé la casa se hundiera con nosotros, y después tomose a llorar y
a echar maldiciones sobre quien conmigo la había casado, en tal manera que quisiera ser muerto antes que se me hobiera
soltado aquella palabra de la boca. Mas yo de un cabo y mi señor de otro, tanto le dijimos y otorgamos101 que cesó su llanto,
con juramento que le hice de nunca más en mi vida mentalle nada de aquello, y que yo holgaba y había por bien de que
ella entrase y saliese, de noche y de día, pues estaba bien seguro de su bondad. Y así quedamos todos tres bien conformes.
Hasta el día de hoy, nunca nadie nos oyó sobre el caso; antes, cuando alguno siento que quiere decir algo della, le atajo
y le digo:
-Mirá: si sois amigo, no me digáis cosa con que me pese, que no tengo por mi amigo al que me hace pesar; mayormente
si me quieren meter mal con mi mujer, que es la cosa del mundo que yo mas quiero, y la amo más que a mí. Y me hace
Dios con ella mil mercedes y más bien que yo merezco; que yo juraré sobre la hostia consagrada que es tan buena mujer
como vive dentro de las puertas de Toledo102. Quien otra cosa me dijere, yo me mataré con él103.
Desta manera no me dicen nada, y yo tengo paz en mi casa.
Esto fue el mesmo año que nuestro victorioso Emperador en esta insigne ciudad de Toledo entró y tuvo en ella cortes104,
y se hicieron grandes regocijos, como vuestra merced habrá oído.
Pues en este tiempo estaba en mi prosperidad y en la cumbre de toda buena fortuna.

Guía de análisis II
1. Explica por qué el protagonista es un antihéroe.
2. Los siguientes son algunos de los rasgos del héroe épico; busca en los tratados
leídos, las características opuestas a estos rasgos. Justifica con citas textuales:
a) El héroe no se complace con el padecimiento de su enemigo.
b) El honor es el máximo valor, por él se daría la vida.
c) La mujer amada es la figura que lo inspira para luchar por sus ideales.
d) El héroe lucha por el bien común. Al obtener el bien deseado, lo dona a su señor o
a su comunidad.

101
“otorgar”: consentir condescender.
102
“...dentro de las puertas de Toledo”: el elogio es irónico. Anteriormente, en el tratado III, se ha criticado a
las mujeres de Toledo.
103
“me mataré con él”: combatir, luchar con alguien.
104
Se llaman cortes a las juntas generales integradas por representantes de los distintos reinos. Este dato
histórico ha sido utilizado por la crítica para fijar la fecha de composición del Lazarillo.

90
3. En el tratado séptimo se ve a Lázaro convertido en un hombre, ¿qué cambios se
observan en él? Contrástalo con el niño del tratado primero.
4. ¿Hay un ascenso social y un descenso moral al final de la historia? Fundamenta tu
respuesta.

El Barroco
El rasgo que suele definir, forma más acertada, al movimiento Barroco es:

91
 La lucha de contrarios. La oposición de elementos genera una tensión en la obra que la
aleja totalmente de la armonía y del equilibrio renacentista. No es casual que el juego de
opuestos constituya un rasgo casi definitorio, pues refleja las inquietudes existenciales por
las que atravesaba el hombre del siglo XVII.
 Los contrastes más utilizados en las obras barrocas son:
-vida-muerte/ilusión-desengaño/luz-sombra (en términos pictóricos), verdad-
mentira/eternidad-temporalidad.
 En el Quijote, por ejemplo, la antítesis se presenta ya desde la famosa pareja de los
protagonistas. Allí se destacan, también otras composiciones:
valentía-cobardía/espiritualidad-materialidad. Asimismo, es el carácter vacilante de
estos personajes los que le confiere una mayor humanidad.
 El Barroco es también arte de lo artificial, pues coloca las ideas del arte por encima de la
naturaleza que trata de embellecer, contrariamente a la simple imitación renacentista. Este
efecto se logra por medio de la estilización, gracias al uso de recursos, como el hipérbaton,
las metáforas, el color y la abundancia de figuras mitológicas.
 No obstante, así como, por un lado, se embellece la naturaleza, por otro, el arte representa
también lo feo y lo grotesco (introducidos ya con el manierismo), aspectos relacionados
con la visión realista de la vida en la que conviven lo bello y lo monstruoso.
Así, por ejemplo, el pintor Diego Velázquez incluyó, en Las meninas, a una sirvienta enana
junto a la princesa; y Cervantes ubicó, en el Quijote, personajes femeninos muy bonitos
junto a otros que sobresalen por su vulgaridad y tosquedad.

La poesía barroca
El interés principal de la poesía barroca es maravillar al lector, causarle asombro y sorpresa
es tan importante como deleitarlo. Entre las maneras de lograr ese objetivo, ocupa un lugar
importante la distorsión de los postulados y las formas de la tradición poética anterior (la
renacentista), mediante la introducción de rasgos novedosos que transmiten los nuevos
valores o preocupaciones del hombre barroco, o mediante la parodia de los modelos
anteriores.
La complejidad en la forma y expresión caracteriza esta poesía. Muchas veces se alude a
lo que se quiere nombrar a través de complicados juegos verbales y significados figurados.

92
A pesar de que hay diferencias en los estilos de los poetas barrocos, la base del artificio
literario barroco es la búsqueda de relaciones ingeniosas entre realidades distantes. Este
recurso se denomina “agudeza conceptista”, Francisco de Quevedo fue su máximo
representante.

Góngora y Quevedo
Estos dos autores consideraban que la lectura de la poesía debía implicar un cierto
esfuerzo y trabajo. Tenían una idea elitista, es decir, según estos escritores, la poesía no era
para todos, sino solo para quienes realmente estuvieran capacitados para entenderla. En
sus poemas se observa una verdadera voluntad de crear una lengua poética que se aleje de
lo canónico o tradicional y que sea sustancialmente diferente al lenguaje común.
Las innovaciones iniciadas por Góngora a partir de 1613 con sus poemas La fábula de
Polifemo y Galatea, y las Soledades produjeron, en la época, un gran revuelo por el uso de
palabras procedentes del latín (cultismos), la sintaxis extraña que copiaba la latina y las
metáforas de metáforas (collar de metáforas). Quevedo, gran enemigo de Góngora y de sus
seguidores, criticó junto con otros poetas la oscuridad y complejidad “insustancial” de esa
poesía. Si bien ambos poetas estimaban la dificultad, Góngora la llevaba hasta el extremo
en la expresión (hasta hacerla oscura) y Quevedo, en cambio, prefería ser ingenioso y no
oscuro.
La circulación y los temas de la poesía
En la época barroca los poemas solían circular en copias manuscritas que se pasaban de
mano en mano. No era común que los poetas publicaran sus obras en volúmenes propios.
Uno de los pocos que lo hizo fue Lope de Vega, quien, gracias al éxito de su teatro, contaba
con medios económicos para costear sus ediciones. De los otros grandes poetas del
Barroco, solo se tuvieron ediciones más o menos completas de sus poesías, una vez que,
después de muertos, algún familiar, amigo o discípulo puso en orden sus textos y los envió
a la imprenta. Desde luego, esta forma de circulación provocó muchos problemas de
atribución, pues no siempre se sabía con certeza quién era el verdadero autor de los versos
que tantos recitaban, cantaban o, incluso, modificaban.

93
En cuanto a los temas, además del amor y la reelaboración de mitos clásicos (que
continuaron en parte la tradición renacentista, pero con profundas modificaciones) en la
lírica del Barroco, se destaca una serie de asuntos originales. Uno de ellos es el tema del
tiempo que pasa inexorablemente. Como describió desengañado Góngora, la vida del
hombre pasa y el tiempo permanece: “tú eres tiempo el que te quedas/ y yo soy el que me
voy”. De esta temática deriva una obsesión barroca por los relojes y por todos los
indicadores del paso del tiempo. Otros temas destacados son los de la caducidad de la
belleza corporal, que se degrada y termina siendo polvo y el de la apariencia opuesta a la
realidad o esencia; la mentira opuesta a la verdad; lo natural, a lo construido por el hombre;
y todos los juegos entre la verdad y la ilusión que el artificio permite y provoca.

Guía de lectura
1. ¿Cuál es el interés principal de la poesía barroca?
2. Explica el significado de la expresión “agudeza conceptista”
3. ¿Qué comparten Góngora y Quevedo? ¿Qué los distancia?
4. ¿Cuáles son los temas principales de la poesía barroca?
5. ¿Estás de acuerdo con la idea elitista de la poesía? Justifica.

Tarea para la próxima clase


A) Busca información sobre Góngora y Quevedo y las nociones de culteranismo y
conceptismo.
B) Busca y transcribe una definición de “soneto” que incluya las características formales del
mismo (rima, métrica, versos).

Selección de poemas
Amor constante más allá de la muerte
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansiosa lisonjera,
mas no, de esotra parte, en la ribera,

94
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.105
Alma a quien todo un dios106,
venas que humor107 a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

Desnuda a la mujer de la mayor parte ajena que la compone


Si no duerme su cara con Filena,
ni con sus dientes come, y su vestido
las tres partes le hurta a su marido,
y la cuarta el afeite108 le cercena;
si entera con él come y con él cena;
mas debajo del lecho mal cumplido,
todo su bulto esconde, reducido
a chapinazco y moño por almena109,
¿por qué te espantas, Fabio, que, abrazado
a su mujer, la busque y la pregone,
si, desnuda, se halla descasado?110
Si cuentas por mujer lo que compone
a la mujer, no acuestes a tu lado
la mujer, sino el fardo que se pone.
Francisco de Quevedo y Villegas

Mientras por competir con tu cabello


Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido, el Sol relumbra en vano,
mientras con menosprecio en medio el llano

105
Con ley severa se alude a la creencia de que las almas perdían la memoria de lo vivido, al pasar a los Campos Elíseos (el Paraíso en la
mitología grecolatina)
106
Se refiere a Cupido o Eros, el dios del amor.
107
Se llama humor a los distintos fluidos que determinaban la contextura de una persona.
108
Se llamaba “afeites” a los cosméticos.
109
Chapinazco es una palabra inventada por la unión de “chapín”, zapato con plataforma usado por las mujeres de la época, y zanco.
Moño por almena es un juego de palabras: el moño con el que se arregla el pelo es tan alto (para aparentar mayor estatura), que parece la
almena de un castillo.
110
Descasado es un neologismo resultante de anteponer el prefijo “des” al adjetivo “casado” para equipararse a “desnudo.”

95
mira tu blanca frente el lilio bello;
mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;
goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente
no solo en plata o vïola troncada111
se vuelva, mas tú y en ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Romance de Hero y Leandro


(…)
“Hero somos y Leandro,
no menos ilustres,
de amores y firmezas
al mundo ejemplos comunes.
El Amor, como dos huevos,
quebrantó nuestras saludes;
él fue pasado por agua,
yo estrellada mi fin tuve.”
(…)
Luis de Góngora y Argote

Quevedo: trascendencia y sátira


* “Amor constante más allá de la muerte”. Este poema alude al tema mitológico de las
almas que deben beber del río del olvido (Leteo) para llegar a los Elíseos (el Paraíso
grecolatino) El alma del “yo poético” se rebela ante las leyes impuestas. Por eso el “yo lírico”
afirma: “perder el respeto a la ley severa”, pues descubre en su alma algo incorruptible y
eterno, el fuego que la ha constituido. De esta forma, el amor aparece como el elemento
infinito que trasciende al hombre, por más que su cuerpo sea finito y muera.
* “Desnuda a la mujer…”. Este es un ejemplo de los numerosos poemas satíricos de
Quevedo. El poema satírico se diferencia del burlesco en que tiene por finalidad la crítica

111
Vïola troncada: violeta cortada. La diéresis es una licencia poética que permite la ruptura del diptongo.

96
de costumbres de la sociedad en la que se vive y no se dirige a una persona en particular,
sino que hace una generalización (aunque se le dé el nombre de Filena al arquetipo de la
mujer demasiado arreglada). En este texto, se trata la oposición entre la realidad y el
artificio, entre la verdad y la ilusión, por medio de la crítica a las mujeres que usaban muchos
afeites (maquillaje, cosméticos). La sátira es siempre exagerada, y aquí se llega al extremo
de sostener que la mujer emplea tantos elementos artificiales que, cuando se los quita, no
queda nada de ella.

Góngora: desengaño y burla


* “Mientras por competir con tu cabello”. Góngora retoma aquí el tema del carpe diem, la
invocación a aprovechar el tiempo en que se es joven, que proviene de los clásicos y que
tuvo mucho éxito en el Renacimiento; pero distorsiona los modelos anteriores porque, a la
insistencia optimista de aprovechar el día, se le une y contrapone el desengaño y el
pesimismo barroco cuando se le recuerda, a esa mujer a la que se dirige el poema, que no
solo su cuerpo va a envejecer, sino que indefectiblemente morirá y se transformará en
nada. “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”.
* “Romance de Hero y Leandro”. Este es el final de un romance en el que Góngora parodia
una historia mitológica. Hero y Leonardo eran dos jóvenes enamorados que vivían
separados por un estrecho de mar (que Góngora llama ‘charco de los atunes´). Todas las
noches Leandro cruzaba el mar guiándose por una antorcha que encendía Hero en lo alto
de su torre, pero, una noche, la tormenta apagó la antorcha, y Leandro murió ahogado.
Cuando Hero vio el cuerpo sin vida de su amante, se suicidó tras arrojarse de la torre. En
este fragmento, el poeta, además de tratarlos de necios y de ejemplo burdo de amor,
ridiculiza el fin de los personajes, pues hace un juego conceptista entre sus muertes y dos
formas de comer el huevo: “estrellado”, es decir, frito, y pasado por agua.

Guía de lectura
1. ¿A qué temática propia del Barroco responde el soneto “Amor constante más allá de la
muerte”? Transcribe al menos dos recursos poéticos utilizados en el texto.

97
2. ¿A quién se dirigen las críticas en el poema “Desnuda a la mujer de la mayor parte”?
3. ¿Con qué metáforas describe Góngora a la mujer en “Mientras por competir con tu
cabello”? ¿Cómo se establecen las correspondencias entre los elementos naturales y las
partes del cuerpo?
4. ¿En qué sentido Góngora altera la tradición anterior en su poema sobre el carpe diem?
5. ¿Cómo es el tratamiento de la mitología en el “Romance de Hero y Leandro”? ¿Por qué?

Tarea para la próxima clase (por grupos de cinco estudiantes)


A) Seleccionarán un soneto de Góngora y otro de Quevedo. Los traerán transcriptos o
impresos a clase, teniendo en cuenta que deberán exponerlos oralmente en un análisis
formal, interpretativo e intertextual –explicación de las referencias culturales/literarias-.

98
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
Miguel de Cervantes Saavedra

Una introducción al Quijote

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha transita entre el ideal caballeresco que
defiende su protagonista y la realidad que se impone. La novela de Cervantes ofrece un
cuadro vivo de la sociedad del siglo XVII. Esta “pintura” del autor no es ingenua, tiene un
propósito que se aclara en el prólogo de la primera parte: “…esta vuestra escritura no mira a
más que a deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de
caballería…”. Así, Cervantes ha escrito una obra literaria para referirse, con ánimos

99
combativos, a otras obras literarias, esto es, para desprestigiar los libros de caballerías por
su falta de verdad, su inverosimilitud, contraria a los ideales barrocos.

La crítica a los libros de caballería

En la época de Cervantes, los libros de caballería reflejaban, anacrónicamente, la perviviencia


de un mundo heroico, con leyes, vestimentas, divisiones jerárquicas y costumbres de la Edad
Media. Se trataba de una literatura de evasión: se huía de los conflictos por los que
atravesaba el hombre del siglo XVII.
Las novelas de caballería alcanzaron su apogeo durante el siglo XV, con la difusión de la
imprenta; el mareo del éxito, llevó a varios autores a producir obras de pésima calidad,
repletas de aventuras disparatadas. Por eso, en contra de estas obras –y luego de dos siglos-
aparece don Quijote, una obra literaria, paródica, moralizante, entre otras virtudes. Cervantes
creó un texto del mismo estilo que el de los libros de caballería pero transformado por el
recurso de la parodia (la imitación en tono burlesco). Así, en el Quijote se parodia al mismo
protagonista, su caballo, su armadura, su amada, el escudero, el ritual de armarse caballero,
las aventuras, el supuesto autor y el estilo. Sería erróneo, de todos modos, simplificar esta
novela como una gran parodia, pues la comicidad, que prevalece en un principio, se va
desdibujando a medida que el personaje se ennoblece y que sus ideales adquieren solidez.
La crítica de Cervantes a los libros de caballería se realiza desde la misma construcción del
texto. Este se compone de una yuxtaposición de episodios, cada uno de los cuales se desvía
hacia otro nuevo. Las numerosas aventuras son presentadas en diversos planos, que otorgan
a la composición una profundidad semejante a la de un cuadro barroco.
1. En un primer plano, Cervantes introduce a un autor ficticio del Quijote, un historiador árabe llamado
Cide Hamete Benengeli. Así, parodia otro recurso muy usado en los libros de caballerías en los que se
presentaba a un misterioso autor, que había hallado un manuscrito de la obra en un lugar lejano y en
circunstancias maravillosas.
2. En otro plano, aparece el traductor del texto árabe, cuya traducción, a su vez, recoge Cervantes, quien
se presenta asimismo sólo como recopilador de esta obra. Dentro de ella, están las numerosas aventuras
del hidalgo manchego (quien, paradójicamente, desea ser un personaje de novelas de caballerías)

100
La primera parte del Quijote
La primera parte del Quijote fue escrita en 1605. La acción principal de la obra se conforma
en primer lugar, por las malogradas aventuras de don Quijote y en segundo orden, a partir
del séptimo capítulo, por las de la famosa pareja del caballero con su rústico escudero, Sancho
Panza. Unidas al eje principal, se encuentran las historias secundarias en dos niveles:
1. Aquellas cuyos personajes participan, de alguna manera, de nivel de realidad de la historia principal,
la de don Quijote, y que son: a) las cuatro historias amorosas (la de Cardenio y Luscinda; Fernando y
Dorotea; el Capitán Cautivo y Zoraida; y doña Clara y don Luis), unidas por la relación que mantienen
entre sí los personajes, que se convierten en narradores de sus propias historias, y b) los relatos
pastoriles, cuyo principal exponente es la desgraciada historia de Marcela y Grisóstomo;
2. La historia del “Curioso impertinente”, presentada como una ficción dentro de la ficción del Quijote,
ya que se trata de una novela hallada en la venta donde se encuentran todos los personajes. Los
personajes de la historia del “Curioso impertinente” no se relacionan con los de la historia principal,
puesto que están presentados como una creación literaria que, de omitirse, no alteraría el relato central.

La segunda aparte del Quijote

El plan narrativo que Cervantes trazó para la segunda parte de su novela, que escribió en
1615, cambió por varios motivos. Por un lado, pasaron diez años desde la aparición de la
primera parte y, en consecuencia, se observa una mayor maduración narrativa, influida por
las críticas, favorables y no tanto, acerca de la obra anterior. Por otra parte, la aparición de
un Quijote apócrifo –de otro autor, Avellaneda, presentado como una continuación de la
primera parte de la novela cervantina- modificó el plan textual que Cervantes había
prefigurado en su anterior creación.
Las historias que se intercalan aquí, a diferencia de la primera parte, de 1605, son más
breves y están más relacionadas con la acción principal de los personajes que intervienen
en ellas, lo que indica una mayor maduración de estos. Como en la parte anterior, esta es una
supuesta creación de Cide Hamete, pero con la diferencia de que los protagonistas, en este
caso, saben que se encuentran dentro de una historia famosa, lo que realza el realismo de
las nuevas aventuras.

101
La estructura de este segundo Quijote tiene otra característica destacable. En un momento,
durante la estadía en el palacio de los duques, las historias de Sancho y de don Quijote se
bifurcan, ambos personajes se separan. Por un lado, Sancho debe encargarse del gobierno
de la ínsula de Barataria. De este modo, cumple un sueño que constituyó el principal motivo
de la relación con su amo. Por otro lado, don Quijote permanece junto a los duques,
asumiendo la defensa de la hija de la dueña Rodríguez. Luego, de un modo simbólico, la
historia del caballero y de su fiel escudero vuelve a unirlos para reemprender el camino de
sus aventuras.

Guía de análisis I
1. Explica cuál es el objetivo que se propone Cervantes al escribir el Quijote. ¿Por qué lo hace? ¿Cómo logra
tal propósito?
2. ¿En qué medida es esta una obra barroca? Describa los recursos que permiten dicha caracterización.
3. Determina las diferencias existentes entre la primera y la segunda parte de la novela.

Para analizar el Quijote


Don Quijote: la locura creadora
Un héroe, principalmente un caballero, se construye como tal mediante su valiente acción
contra el mal. Pero, además, ya se encuentra condicionado por su historia natural y por sus
circunstancias para convertirse en héroe. De una u otra manera, el destino lo arroja a ello:
héroe se nace.
El héroe cervantino, por el contrario, se construye a partir de la imitación de los
numerosos valientes que luchan en las páginas de los libros de caballerías. Se crea por
medio de la literatura, emulando sus aventuras. Sin embargo, lo que posibilita la creación del
héroe –pues no tiene posición social, económica ni edad para serlo- es el haber enloquecido
con la intrincada lectura de estos famosos libros. La locura del hidalgo moviliza la acción,
ya que:

* permite la exteriorización de las fantasías que atraviesan su mente y el actuar de acuerdo


con ellas,

102
* hace que los personajes salgan de su oscura condición (un pobre viejo y un cuidador de
puercos) y se transformen en seres mejores, más humanos, y
* provoca un efecto dominó, pues arrastra a todos los personajes a representar continuamente
una comedia en torno al héroe y para él, como hace el ventero cuando le sigue la corriente y
lo arma caballero.

Héroe, pero no caballero


Cervantes escamotea cantidad de datos biográficos acerca de su héroe: no se sabe con
exactitud de dónde es, ni cuál es su nombre preciso. Este indeterminismo le confiere al
personaje gran libertad, pues lo hace únicamente hijo de sus circunstancias. Así, él mismo
se autobautiza; por eso varía su nombre cuando los acontecimientos lo requieren y se
convierte en el Caballero de la Triste Figura por su aspecto, en el de los Leones por su
temeridad y en el pastor Quijotiz por su fracaso. El caballero, las armaduras y el amor de una
bella dama, también son requisitos necesarios para su entidad como héroe; sin embargo, las
características de estos, tan en disonancia con las de los libros imitados, conforman uno de
los elementos paródicos que resaltan.
Provisto de todo, don Quijote emprende su primera salida, pero se da cuenta de que no ha
sido armado caballero. Por un lado, el armarse caballero es condición esencial para tener
aventuras, es decir, para convertirse en héroe. Por otro, la parodia del acto solemne,
constituida en la farsa del ventero y de las dos mozas (personas vulgares que el héroe, en su
locura, transforma en nobles), anulan toda caballería posible. Además, conforme a la ley,
jamás podría haber recibido la orden de caballería quien era loco, pobre y quien había sido
víctima del escarnio. Por lo tanto, todas las acciones del hidalgo se sustentan en esta
confusión o inicial y las invalida como hazañas de caballero andante. De todos modos,
caballero o no, la locura del hidalgo le permite tener cantidad de aventuras que integran
el periplo heroico. Estas aventuras presentan distintas características, en efecto, conforme el
personaje va desarrollándose espiritualmente, deja de actuar por simple impulso imitativos y
se afirma más en sus ideales.

103
La humanización del personaje
El Quijote no es solo una parodia del género caballeresco. De haber sido tan solo esto, no
había trascendido. La importancia de la obra reside en el hecho de que don Quijote vive y
muere por un ideal de justicia y de amor que lo llevan a resucitar la caballería andante.
El personaje es, por lo tanto, un loco, pero con un alto ideal para respetar; es, en boca del
escudero, “un hombre bueno que nunca ha hecho daño a nadie”. Con este contraste del que
se complace el Barroco, se vuelve grande en sus propósitos de esfuerzo y de lealtad, pero
falla al pretender llevarlos a cabo, porque las circunstancias inadecuadas no se lo permiten.
Así, la locura del héroe se convierte en noble locura, lo que lo transforma en un personaje
“amargo tragicómico”. Su heroicidad consiste, justamente, en el enorme esfuerzo de
mantener su ideal bajo el peso de la vulgar e incomprensible realidad.

Dualidad barroca
Los personajes de la obra conllevan la unión de los contrarios, lo que los hace vacilar al
fluctuar entre una característica de su personalidad y su opuesta. Esta oposición provoca una
tensión dramática en sus conciencias. Dicho rasgo se manifiesta principalmente en el héroe,
que es loco (en cuanto a su falta de adecuación entre la realidad y la ficción caballeresca) y
cuerdo (cuando no se trata de caballerías). Por otra parte, su misma locura, lo lleva a
desarrollar una grandeza idealista. Es, además, necio y al mismo tiempo, sabio.
La dualidad del protagonista se acrecienta en el tránsito de la primera a la segunda parte. En
el Quijote de 1605, el personaje no duda de lo que perciben sus sentidos y es autosuficiente.
En cambio, en el de 1615, no está de acuerdo con lo que ven sus ojos y empieza a desconfiar
de sí mismo, cuestionando el sentido de su accionar. Esta constante búsqueda de la verdad le
revela su fracaso, representado en un duelo que pierde frente al caballero de la Blanca Luna.
La recuperación de su cordura, ante la derrota de su ideal (encarnado en el amor hacia
Dulcinea), lo conduce a la muerte.
La dualidad también se presenta en el vínculo entre don Quijote y Sancho. La inevitable
tensión que allí se observa solo describe lo variable que pueden ser las relaciones
humanas. Don Quijote quiere a su escudero, pero marca las diferencias que existen entre
ambos y también lo corrige y se enoja debido a los errores lingüísticos de Sancho y a su
seguidilla insensata de refranes. Sancho, por su parte, ama a su señor, pero está junto a él

104
porque lo mueve la ambición de gobernar la isla que Quijote le ha prometido; incluso, en
muchas ocasiones quiere dejarlo solo y regresar a su casa.
El contraste también se realza bastante en las descripciones muy delineadas de ambos
personajes: don Quijote es valiente, mientras Sancho no oculta su cobardía; si el héroe vela
las armas –es decir, permanece despierto a la noche para cuidarlas-, el escudero ronca; si el
caballero ayuna, Sancho come con avidez. No obstante, y a pesar de las diferencias, el saldo
es positivo, ya que nace entre ellos una profunda y bella amistad.

Guía de análisis II
1. ¿Qué incidencia tiene la lectura de los libros de caballería en el Quijote?
2. ¿Por qué se afirma que don Quijote es un héroe, pero no un caballero? Justifica.
3. Describe cómo se conforma el periplo de este héroe.
4. ¿Cuál es el motivo de la trascendencia del personaje y de la obra?
5. ¿De qué manera se manifiestan, en los personajes, las características propias del Barroco?
Fundamenta.

105
Para leer a Don Quijote por Sebastián Noejovich

Siempre que se trata de especificar las diferencias formales entre el género cuento y novela
se dice que el primero se construye a partir de un argumento, al que los personajes deben ser
funcionales. Por eso mismo, se ha dicho, lo que uno suele recordar de los buenos cuentos es,
sobre todo, “la historia”. La novela, en cambio, se construye sobre la base de un buen
personaje; sin este, suele decirse, cualquier novela está condenada al fracaso, por más
atractivo que sea su argumento. El Quijote consigue, sobre la base de un argumento por
demás interesante y lleno de sorpresa, cumplir sobradamente este precepto y ofrecernos una
buena cantidad de personajes inolvidables. Sobre la originalidad de sus dos protagonistas
dice Riquer: “Don Quijote y Sancho son personajes literarios que carecen de tradición
precedente. Nacieron con Cervantes, quien los creó con su imaginación y sin recogerlos de
anteriores prototipos ni inspirarse en modelos literarios ni folklóricos ya conocidos”. Acá va
entonces un repaso de los personajes más importantes de esta historia.

El Quijote: Se trata de un hidalgo empobrecido que vive con su sobrina, de algo menos de
veinte años, y su ama, por encima de los cuarenta. Físicamente estamos frente a un
cincuentón de complexión recia: seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo
de la caza.
Su mayor placer lo constituye la lectura de los libros de caballería. Estos han dejado de ser
para él una simple afición y presa ya del fanatismo toma un día la determinación de
convertirse en caballero andante y salir a “defacer entuertos”. Cambia entonces su nombre,
Quijano, por el de Quijote, y se agrega luego el “don”, que todavía en esa época correspondía
solo a personas de determinada categoría. Así logra en forma inmediata, aunque solo sea
fonéticamente, emparentarse con toda una tradición de héroes literarios.

Sancho Panza: acompañará al Quijote como escudero desde su segunda salida, seducido por
la promesa algo vaga pero llena de resonancias para él, del gobierno de una “ínsula”.
Antes de entrar a servir al Quijote, Sancho Panza se ganaba la vida como jornalero y
compartía techo con su mujer, Teresa Panza y con una hija, Mari Sancha, a las que abandona
para seguir a su señor, y sobre cuya “honradez” no parece tener muchas esperanzas.

106
Refiriéndose a la hija dirá: “Ni ella es puta ni lo fue su madre, ni lo será ninguna de las dos,
Dios queriendo, mientras yo viviere (capítulo XIII de la Segunda Parte).
Charlatán redomado, ignorante y por momentos algo pícaro. Destaca, asimismo, por su
codicia frente al idealismo de su señor y se revela capaza de vender su alma al diablo por un
buen plato de comida, como ocurre en el capítulo XX de la Segunda Parte, durante el
banquete que ofrece Camacho el Rico a los invitados a su casamiento con la bella Quiteria.
Con todo, algo es innegable: Sancho quiere verdaderamente al Quijote. En el capítulo XIII
de la Segunda Parte abre su corazón frente a otro escudero (que en realidad es un impostor)
para decir de su señor:
…digo que no tiene nada de bellaco; antes tiene un alma como un cántaro: no
sabe hacer mal a nadie, sino bien a todos, ni tiene malicia alguna: un niño le hará
entender que es de noche en la mitad del día, y por esta sencillez le quiero como
a las telas de mi corazón, y no me amaño a dejarle, por más disparates que haga.

De la misma manera, más adelante (capítulo XXXIII) lo encontramos dicéndole a la duquesa,


quien no se explica cómo puede alguien más o menos sensato transformarse en escudero de
aquel loco:
…Pero esta fue mi suerte y esta mi malandanza; no puedo más; seguirle tengo:
somos de un mismo lugar, he comido su pan, quiérole bien, es agradecido, diome
su pollinos y, sobre todo, yo soy fiel; y así, es imposible que nos pueda apartar
otro suceso que el de la pala y el azadón.

Esta profunda empatía entre el escudero y su señor explica que cuando Sancho, sobre el final
de la Primera Parte, cree mortalmente herido al Quijote, se largue a llorar como un niño.
Otro rasgo distintivo del escudero es su gran ingenuidad y simpleza. Dan cuenta sobrada de
estas toda la secuencia relacionada con el engaño preparado sobre el final de la Primera Parte
por el cura y el barbero para llevar de regreso al Quijote a su pueblo. Entonces Dorotea,
protagonista de una de las tantas historias intercaladas, se hace pasar por la “reina
Micomicona” para pedir a Quijote que la vengue por un agravio recibido. Sancho,
naturalmente, cree la historia, y ya se está viendo gobernador de alguna ínsula cuando
Dorotea revela su verdadera identidad. El asunto es que luego la convencen a Dorotea de
seguir con el engaño y contra toda previsión, Sancho vuelve a creer en lo que le dicen.
Iniciándose ya la Segunda Parte, el cura y el barbero quedan perplejos nuevamente frente a
la simplicidad de este hombre que, pese a tantos desengaños, sigue aun reclamando a su amo
la prometida ínsula. El término “ínsula” es un latinismo que significa “isla”. Sancho no sabrá
107
nunca qué es exactamente y por eso en la Segunda Parte, le harán creer que cierta aldea
aragonesa, situada tierra adentro, es una “ínsula”.

El cura y el barbero: Hay poca información sobre ellos. Sabemos que andan,
sospechosamente, siempre juntos. Pese a la falta de datos, estos personajes resultan
fundamentales en la novela.
En cuanto al cura -el personaje más desarrollado de los dos- se sabe que es amigo de
Cervantes (por eso salva su novela, la Galatea, del fuego –capítulo VI de la Primera Parte-)
y que se ha graduado en la Universidad de Sigüenza, que por entonces tenía muy poco
prestigio.
En la Primera Parte, el cura y el barbero representan la voz de la razón frente a la locura de
Quijote. Lo “rescatan” después de su segunda salida. Para sacarlo de su penitencia en Sierra
Morena, el cura se disfraza de mujer con la idea de presentarse frente al Quijote como una
mujer deshonrada que solicita su ayuda para vengar la afrenta. Solo después de haber
cambiado sus hábitos por los de aquella inventada dama, cae en la cuenta de que tal
vestimenta es indigna “de su estado” y pide al barbero que lo reemplace en la mascarada.
Otro episodio que evidencia una cierta malicia en este personaje, se encuentra en el inicio de
la Segunda Parte, cuando él y el barbero interesados (según se nos dice) por la evolución de
la enfermedad del Quijote, lo visitan en su lecho. Ha pasado solo un mes desde que este
regresara molido a palos de su anterior salida y sin embargo no parece ya bajo los influjos de
aquella locura de la caballería. Es capaz, para asombro de todos, de conversar de una manera
más sensata y sorprende a todos con la lucidez de sus intervenciones; hasta que el cura, que
lo sigue llamando “Don Quijote” (es decir, el mismo nombre que él se daba en sus desvaríos)
lo pone a prueba, inventando la noticia de un inminente ataque de los turcos, y consigue así
devolverlo a la locura, esto es, a la creencia de que es un caballero andante. Finalmente, será
con el visto bueno del cura y el barbero que el Quijote y Sancho emprenderán su tercera y
última salida.

El bachiller Sansón Carrasco: “Era el bachiller –leemos comenzando el capítulo III de la


Segunda Parte- aunque se llamaba Sansón, no muy grande de cuerpo, aunque muy gran
socarrón; de color macilenta pero de muy buen entendimiento; tendría hasta veinticuatro

108
años, carirredondo, de nariz chata y de boca grande, señales todas de ser de condición
maliciosa y amigo de donaires y de burlas”.
Este personaje ha leído la Primera Parte de esta historia, que tuvo tiempo de imprimirse y
difundirse, según los tiempos de la ficción, en el lapso de un mes (recordemos que este es el
período que, según el narrador, ha pasado desde el regreso de la segunda salida, cuando el
cura y el barbero visitan al Quijote en su casa y este es asaltado nuevamente por sus fantasías
caballerescas). Sansón Carrasco, entonces, conociendo la historia de Don Quijote por haberla
leído en una novela, se burla de él de una forma más cruel y elaborada.
Es cómplice del cura y del barbero en la decisión de dejar partir al Quijote en su tercera
salida, sobre lo que se construye toda la Segunda Parte de la novela.
Después de que Sancho y Quijote viven una serie de aventuras, reaparece disfrazado de un
tal “Caballero del Bosque” para desafiarlo a una lucha por la que, si resulta vencido, deberá
cumplir su voluntad, sea esta cual fuere (esta era, como veremos más adelante, obligarlo a
abandonar la orden de caballería y volver a su pueblo). En esta oportunidad, quien pierde es
Sansón Carrasco. Al final de la novela (capítulo LXIV de la Segunda Parte), vuelve
disfrazado del “Caballero de la Blanca Luna” y vence por fin a nuestro héroe. La derrota de
Don Quijote frente a este misterioso caballero representa el amargo final de sus aventuras,
por lo que bien le cuadra a Sansón Carrasco aquel reproche que en el capítulo siguiente le
hace un eventual testigo de la pelea, cuando él ya, fuera de la vista del vencido, se
desenmascara y da a conocer la voluntad que lo ha guiado:
¡Oh, señor, Dios os perdone el agravio que habéis hecho a todo el mundo en
querer volver cuerdo al más gracioso loco que hay en él! ¿No véis, señor, que no
podrá llegar el provecho que cause la cordura de Don Quijote a lo que llega el
gusto que da con sus desvaríos? (…) y si no fuese contra caridad, diría que nunca
sane Don Quijote, porque con su salud, no solamente perdemos sus gracias, sino
las de Sancho Panza, su escudero, que cualquiera dellas puede volver a alegrar a
la misma melancolía.

Los duques: los episodios en donde intervienen ocupan un total de treinta capítulos, esto es,
unas doscientas páginas de la Segunda Parte, casi una cuarta parte de la novela.
Se cruzan con Don Quijote durante una jornada de caza (capítulo XXX de la Segunda Parte)
y no tardan en reconocerlo; ya que ellos, al igual que el bachiller, han leído también la
Primera Parte de la novela. Los duques deciden burlarse de Don Quijote (casi todos en esta
novela lo hacen), por lo tanto, conviven con nuestro protagonista unos días (lo invitan a su

109
castillo y lo reciben con todos los honores de un verdadero caballero). Por esto, como bien
señala Vladimir Nabkov, la novela alcanza niveles de crueldad inéditos. Entre las bromas
que hacen los duques a amo y escudero destacan la que conciben a partir de la historia de la
“Cueva de Montesinos” (donde el Quijote dice haber visto tantas cosas maravillosas), con
las que arman una auténtica puesta en escena en la que intervienen gran parte de sus criados
y, sin duda, la del “gobierno” de Sancho, para la que ponen a actuar a un pueblo entero. Esta
broma trae aparejado el alejamiento parcial de amo y escudero, circunstancia que ambos
viven con indecible tristeza y melancolía.

El narrador, un personaje más:


Se trata de una voz tan presente en la historia que sin duda podríamos considerarla, sin más,
como parte misma del reparto. Es un narrador que no duda, desde el comienzo, en mostrarse
como responsable en gran parte de lo tratado. En el capítulo II de la Segunda Parte leemos:
Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la de Puerto Lapice;
otros dicen que la primera aventura que la de los molinos de viento; pero lo que yo he
podido averiguar en este caso, y lo que he hallado escrito en los anales de la Mancha, es
que él anduvo, todo aquel día (…)

Ya frente a nosotros como narrador, sus intervenciones las realiza, en muchas ocasiones, para
organizar explícitamente lo narrado. Leemos: “Y será bien dejalle envuelto entre sus suspiros
y versos, por contar lo que le avino a Sancho Panza en su mandamdería (capítulo XXVI de
la Primera Parte). En el capítulo XLIV, también de la Primera Parte, se está desarrollando un
episodio que tiene al Quijote como protagonista hasta que el narrador se presenta para desviar
el curso de su relato hacia otro personaje: “Pero dejémoslo aquí, que no faltará quién le
socorra (…) y volvámonos atrás cincuenta pasos, a ver qué fue lo que don Luis respondió al
oidor”. De la misma manera, este narrador da muestras de su impudor cuando aparece para
corregirse (“Olvidávaseme decir cómo el tal maese Pedro traía cubierto el ojo izquierdo”,
capítulo XXV de la Segunda Parte).
Así como explicita el acto narrativo y se identifica como parte responsable de lo expuesto,
también este narrador apela frecuentemente a nosotros como lectores: “Y eran –si no lo has,
¡oh lector!, por pesadumbre o enojeseis mazos de Batán, que con sus alternativos golpes
aquel estruendo formaban” (capítulo XX de la Primera Parte).

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Es entonces el narrador en el Quijote una entidad claramente autárquica, con peso propio, y
dueña, además, de una perspectiva por lo común diferenciada del protagonista. Con esto
queremos decir que, por mucha simpatía que le tenga, siempre verá el narrador (y con él
nosotros) que el Quijote está loco. Claro que, por momentos, parece ceder a la perspectiva
de su personaje y empieza a ver el mundo desde los ojos o la sensibilidad de él. Por ejemplo,
en el capítulo XII de la Segunda Parte se nos cuenta de aquel Caballero del Bosque que
desafía a duelo al Quijote. Allí, nosotros, como lectores, no sabemos ni más ni menos de lo
que él sabe y solo cuando promediando el capítulo se abandona su perspectiva, nos enteramos
de que aquel extraño caballero no es otro que el bachiller Sansón Carrasco disfrazado.
El narrador del Quijote es, además, un narrador proteico: en los ocho primeros capítulos de
la Primera Parte, por ejemplo, finge ser el revisor de una crónica anónima “obra de un sabio
encantador”, como lo llama don Quijote. Era este, aclarémoslo, un recurso al que con
frecuencia apelaban las novelas de caballerías como recurso para lograr verosimilitud.
Llegando al capítulo IX, después de explicar que la crónica que él revisaba se había
interrumpido imprevistamente, este narrador pasó a ocupar el papel de un contrariado
compilador que ha tenido que ponerse a investigar por su propia cuenta. Dice que la suerte
lo ayudó y que en el mercado de Toledo tropezó con un manuscrito en árabe compuesto de
varios cartapacios de un autor identificado con el nombre de Cide Hamete Benengeli. Hizo
entonces traducir por otro morisco el texto al castellano para saber cómo seguía la historia.
Este recurso, el de responsabilizar de todo lo narrado a un “morisco” le sirve a Cervantes,
para destacar la valentía de su personaje, ya que si todo eso es capaz de contar un enemigo
cuánto más excepcionales debieron ser los hechos. Luego, relativiza también con esto la
verdad de lo expuesto, debido a la fama de mentirosos que se les adjudicaba a los moros en
la época.

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CAPÍTULO PRIMERO

Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo D. Quijote de la


Mancha
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo
de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero,
salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura
los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de
velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de
lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte,
y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro
hidalgo con los cincuenta años, era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro; gran madrugador y
amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada o Quesada (que en esto hay alguna
diferencia en los autores que deste caso escriben), aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que
se llama Quijana; pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración de él no se salga un
punto de la verdad.
Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año) se
daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza,
y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas
hanegas de tierra de sembradura, para comprar libros de caballerías en que leer; y así llevó a su casa todos
cuantos pudo haber dellos; y de todos ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso
Feliciano de Silva: porque la claridad de su prosa, y aquellas intrincadas razones suyas, le parecían de perlas;
y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafío, donde en muchas partes hallaba
escrito: la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me
quejo de la vuestra fermosura, y también cuando leía: los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente
con las estrellas se fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza.
Con estas y semejantes razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas, y
desentrañarles el sentido, que no se lo sacara, ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para sólo
ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianis daba y recibía, porque se imaginaba que por grandes
maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales;
pero con todo alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y
muchas veces le vino deseo de tomar la pluma, y darle fin al pie de la letra como allí se promete; y sin duda
alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran.
Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar (que era hombre docto graduado en Sigüenza),
sobre cuál había sido mejor caballero, Palmerín de Inglaterra o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás, barbero

112
del mismo pueblo, decía que ninguno llegaba al caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar, era
don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo; que no era
caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga.
En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y
los días de turbio en turbio, y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino
a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos, como de
pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles, y asentósele
de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía,
que para él no había otra historia más cierta en el mundo. (….)
En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo,
y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra, como para el servicio de su
república, hacerse caballero andante, e irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras,
y a ejercitarse en todo aquello que él había leído, que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo
todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros, donde acabándolos, cobrase eterno nombre y
fama. Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su brazo por lo menos del imperio de Trapisonda: y
así con estos tan agradables pensamientos, llevado del estraño gusto que en ellos sentía, se dio priesa a poner
en efecto lo que deseaba. Y lo primero que hizo, fue limpiar unas armas, que habían sido de sus bisabuelos,
que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón.
Limpiólas y aderezólas lo mejor que pudo; pero vio que tenían una gran falta, y era que no tenía celada de
encaje, sino morrión simple; mas a esto suplió su industria, porque de cartones hizo un modo de media
celada, que encajada con el morrión, hacía una apariencia de celada entera. Es verdad que para probar si era
fuerte, y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada, y le dio dos golpes, y con el primero y en un
punto deshizo lo que había hecho en una semana: y no dejó de parecerle mal la facilidad con que la había
hecho pedazos, y por asegurarse de este peligro, lo tornó a hacer de nuevo, poniéndole unas barras de hierro
por de dentro de tal manera, que él quedó satisfecho de su fortaleza; y, sin querer hacer nueva experiencia
de ella, la diputó y tuvo por celada finísima de encaje.
Fue luego a ver a su rocín, y aunque tenía más cuartos que un real, y más tachas que el caballo de Gonela,
que tantum pellis, et ossa fuit, le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro, ni Babieca el del Cid con él se
igualaban. Cuatro días se le pasaron en imaginar qué nombre le podría: porque, según se decía él a sí mismo,
no era razón que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido; y así
procuraba acomodársele, de manera que declarase quien había sido, antes que fuese de caballero andante, y
lo que era entones: pues estaba muy puesto en razón, que mudando su señor estado, mudase él también el
nombre; y le cobrase famoso y de estruendo, como convenía a la nueva orden y al nuevo ejercicio que ya
profesaba: y así después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su
memoria e imaginación, al fin le vino a llamar ROCINANTE, nombre a su parecer alto, sonoro y significativo de

113
lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines
del mundo.
Puesto nombre y tan a su gusto a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento, duró otros
ocho días, y al cabo se vino a llamar DON QUIJOTE, de donde como queda dicho, tomaron ocasión los autores
de esta tan verdadera historia, que sin duda se debía llamar Quijada, y no Quesada como otros quisieron decir.
Pero acordándose que el valeroso Amadís, no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que
añadió el nombre de su reino y patria, por hacerla famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen
caballero, añadir al suyo el nombre de la suya, y llamarse DON QUIJOTE DE LA MANCHA, con que a su parecer
declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della.
Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín, y confirmándose a sí mismo,
se dio a entender que no le faltaba otra cosa, sino buscar una dama de quien enamorarse, porque el caballero
andante sin amores, era árbol sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin alma. Decíase él: -Si yo por malos de mis
pecados, o por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a
los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o finalmente, le venzo
y le rindo, ¿no será bien tener a quién enviarle presentado, y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce
señora, y diga con voz humilde y rendida: ”Yo señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula
Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero D. Quijote de la
Mancha, el cual me mandó que me presentase ante la vuestra merced, para que la vuestra grandeza disponga
de mí a su talante?”
¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero, cuando hubo hecho este discurso, y más cuando halló a quién
dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de
muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque según se entiende, ella jamás lo supo
ni se dio cata de ello. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a esta le pareció ser bien darle título de señora de sus
pensamientos; y buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de
princesa y gran señora, vino a llamarla DULCINEA DEL TOBOSO, porque era natural del Toboso, nombre a su
parecer músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto.

114
CAPÍTULO TERCERO

Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo Don Quijote en armarse


caballero

Y así, fatigado de este pensamiento, abrevió su venteril y limitada cena, la cual acabada llamó al ventero, y
encerrándose con él en la caballeriza, se hincó de rodillas ante él, diciéndole, no me levantaré jamás de donde
estoy, valeroso caballero, fasta que la vuestra cortesía, me otorgue un don que pedirle quiero, el cual
redundará en alabanza vuestra y en pro del género humano.
El ventero que vio a su huésped a sus pies, y oyó semejantes razones, estaba confuso mirándole, sin saber
qué hacerse ni decirle, y porfiaba con él que se levantase; y jamás quiso, hasta que le hubo de decir que él le
otorgaba el don que le pedía
-. No esperaba yo menos de la gran magnificencia vuestra, señor mío, respondió D. Quijote; y así os digo que
el don que os he pedido, y de vuestra liberalidad me ha sido otorgado, es que mañana, en aquel día, me habéis
de armar caballero, y esta noche en la capilla de este vuestro castillo velaré las armas; y mañana, como tengo
dicho, se cumplirá lo que tanto deseo, para poder, como se debe, ir por todas las cuatro partes del mundo
buscando las aventuras en pro de los menesterosos, como está a cargo de la caballería y de los caballeros
andantes, como yo soy, cuyo deseo a semejantes fazañas es inclinado.
El ventero, que como está dicho, era un poco socarrón, y ya tenía algunos barruntos de la falta de juicio de
su huésped, acabó de creerlo cuando acabó de oír semejantes razones, y por tener que reír aquella noche,
determinó seguirle el humor; así le dijo que andaba muy acertado en lo que deseaba y pedía, y que tal
presupuesto era propio y natural de los caballeros tan principales como él parecía, y como su gallarda
presencia mostraba, y que él ansimismo, en los años de su mocedad se había dado a aquel honroso ejercicio,
andando por diversas partes del mundo buscando sus aventuras (…)
Díjole también que en aquel su castillo no había capilla alguna donde poder velar las armas, porque estaba
derribada para hacerla de nuevo; pero en caso de necesidad él sabía que se podían velar donde quiera, y que

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aquella noche las podría velar en un patio del castillo; que a la mañana, siendo Dios servido, se harían las
debidas ceremonias de manera que él quedase armado caballero, y tan caballero que no pudiese ser más en
el mundo.
Preguntóle si traía dineros: respondió Don Quijote que no traía blanca, porque él nunca había leído en las
historias de los caballeros andantes que ninguno los hubiese traído. A esto dijo el ventero que se engañaba:
que puesto caso que en las historias no se escribía, por haberles parecido a los autores de ellas que no era
menester escribir una cosa tan clara y tan necesaria de traerse, como eran dineros y camisas limpias, no por
eso se había de creer que no los trajeron; y así tuviese por cierto y averiguado que todos los caballeros
andantes (de que tantos libros están llenos y atestados) llevaban bien erradas las bolsas por lo que pudiese
sucederles, y que asimismo llevaban camisas y una arqueta pequeña llena de ungüentos para curar las heridas
que recibían, porque no todas veces en los campos y desiertos, donde se combatían y salían heridos, había
quien los curase, si ya no era que tenían algún sabio encantador por amigo que luego los socorría, trayendo
por el aire, en alguna nube, alguna doncella o enano con alguna redoma de agua de tal virtud, que en gustando
alguna gota de ella, luego al punto quedaban sanos de sus llagas y heridas, como si mal alguno no hubiesen
tenido(…);
Prometióle don Quijote de hacer lo que se le aconsejaba con toda puntualidad; y así se dio luego orden como
velase las armas en un corral grande, que a un lado de la venta estaba, y recogiéndolas Don Quijote todas, las
puso sobre una pila que junto a un pozo estaba, y embrazando su adarga, asió de su lanza, y con gentil
continente se comenzó a pasear delante de la pila; y cuando comenzó el paseo, comenzaba a cerrar la noche.
Contó el ventero a todos cuantos estaban en la venta la locura de su huésped, la vela de las armas y la
armazón de caballería que esperaba. Admirándose de tan extraño género de locura, fuéronselo a mirar desde
lejos, y vieron que, con sosegado ademán, unas veces se paseaba; otras, arrimado a su lanza, ponía los ojos
en las armas sin quitarlos por un buen espacio de ellas. Acabó de cerrar la noche; pero con tanta claridad de
la luna, que podía competir con el que se le prestaba, de manera que cuanto el novel caballero hacía era bien
visto de todos.
Antojósele en esto a uno de los arrieros que estaban en la venta ir a dar agua a su recua, y fue menester
quitar las armas de Don Quijote, que estaban sobre la pila, el cual, viéndole llegar, en voz alta le dijo:
- ¡Oh tú, quienquiera que seas, atrevido caballero, que llegas a tocar las armas del más valeroso andante que
jamás se ciñó espada, mira lo que haces, y no las toques, si no quieres dejar la vida en pago de tu atrevimiento!
No se curó el arriero de estas razones (y fuera mejor que se curara, porque fuera curarse en salud); antes,
trabando de las correas, las arrojó gran trecho de sí, lo cual visto por Don Quijote, alzó los ojos al cielo, y
puesto el pensamiento (a lo que pareció) en su señora Dulcinea, dijo:
-Acorredme, señora mía, en esta primera afrenta que a este vuestro avasallado pecho se le ofrece; no me
desfallezca en este primero trance vuestro favor y amparo.

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Y diciendo estas y otras semejantes razones, soltando la adarga, alzó la lanza a dos manos y dio con ella tan
gran golpe al arriero en la cabeza, que le derribó en el suelo tan maltrecho, que, si secundara con otro, no
tuviera necesidad de maestro que le curara. Hecho esto, recogió sus armas, y tornó a pasearse con el mismo
reposo que primero. Desde allí a poco, sin saberse lo que había pasado (porque aún estaba aturdido el arriero),
llegó otro con la misma intención de dar agua a sus mulos; y llegando a quitar las armas para desembarazar
la pila, sin hablar Don Quijote palabra, y sin pedir favor a nadie, soltó otra vez la adarga, y alzó otra vez la
lanza, y sin hacerla pedazos hizo más de tres la cabeza del segundo arriero, porque se la abrió por cuatro. Al
ruido acudió toda la gente de la venta, y entre ellos el ventero. Viendo esto Don Quijote, embrazó su adarga,
y puesta mano a su espada, dijo:
- ¡Oh, señora de la fermosura, esfuerzo y vigor del debilitado corazón mío, ahora es tiempo que vuelvas los
ojos de tu grandeza a este tu cautivo caballero, que tamaña aventura está atendiendo!
Con esto cobró a su parecer tanto ánimo, que si le acometieran todos los arrieros del mundo, no volviera el
pie atrás. Los compañeros de los heridos que tales los vieron, comenzaron desde lejos a llover piedras sobre
Don Quijote, el cual lo mejor que podía se reparaba con su adarga y no se osaba apartar de la pila por no
desamparar las armas. El ventero daba voces que le dejasen, porque ya les había dicho como era loco, y que
por loco se libraría, aunque los matase a todos. También Don Quijote las daba mayores, llamándolos de
alevosos y traidores, y que el señor del castillo era un follón y mal nacido caballero, pues de tal manera
consentía que se tratasen los andantes caballeros, y que si él hubiera recibido la orden de caballería, que él le
diera a entender su alevosía:
-Pero de vosotros, soez y baja canalla, no hago caso alguno: tirad, llegad, venid y ofendedme en cuanto
pudiéredes, que vosotros veréis el pago que lleváis de vuestra sandez y demasía.
Decía esto con tanto brío y denuedo, que infundió un terrible temor en los que le acometían; y así por esto
como por las persuasiones del ventero, le dejaron de tirar, y él dejó retirar a los heridos, y tornó a la vela de
sus armas con la misma quietud y sosiego que primero.
No le parecieron bien al ventero las burlas de su huésped, y determinó abreviar y darle la negra orden de
caballería luego, antes que otra desgracia sucediese; y así, llegándose a él se disculpó de la insolencia que
aquella gente baja con él había usado, sin que él supiese cosa alguna; pero que bien castigado quedaban de
su atrevimiento. Díjole, como ya le había dicho, que en aquel castillo no había capilla, y para lo que restaba
de hacer tampoco era necesaria; que todo el toque de quedar armado caballero consistía en la pescozada y
en el espaldarazo, según él tenía noticia del ceremonial de la orden, y que aquello en mitad de un campo se
podía hacer; y que ya había cumplido con lo que tocaba al velar de las armas, que con solas dos horas de vela
se cumplía, cuanto más que él había estado más de cuatro. Todo se lo creyó Don Quijote, y dijo que él estaba
allí pronto para obedecerle, y que concluyese con la mayor brevedad que pudiese; porque si fuese otra vez
acometido, y se viese armado caballero, no pensaba dejar persona viva en el castillo, excepto aquellas que él
le mandase, a quien por su respeto dejaría.

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Advertido y medroso de esto el castellano, trajo luego un libro donde asentaba la paja y cebada que daba a
los arrieros, y con un cabo de vela que le traía un muchacho, y con las dos ya dichas doncellas, se vino a donde
Don Quijote estaba, al cual mandó hincar de rodillas, y leyendo en su manual como que decía alguna devota
oración, en mitad de la leyenda alzó la mano, y dióle sobre el cuello un buen golpe, y tras él con su misma
espada un gentil espaldarazo, siempre murmurando entre dientes como que rezaba. Hecho esto, mandó a
una de aquellas damas que le ciñese la espada, la cual lo hizo con mucha desenvoltura y discreción, porque
no fue menester poca para no reventar de risa a cada punto de las ceremonias; pero las proezas que ya habían
visto del novel caballero les tenía la risa a raya. Al ceñirle la espada dijo la buena señora:
-Dios haga a vuestra merced muy venturoso caballero, y le dé ventura en lides. Don Quijote le preguntó
cómo se llamaba, porque él supiese de allí adelante a quién quedaba obligado por la merced recibida, porque
pensaba darle alguna parte de la honra que alcanzase por el valor de su brazo. Ella respondió con mucha
humildad que se llamaba la Tolosa, y que era hija de un remendón, natural de Toledo, que vivía a las tendillas
de Sancho Bienaya, y que donde quiera que ella estuviese le serviría y le tendría por señor. Don Quijote le
replicó que por su amor le hiciese merced, que de allí en adelante se pusiese don, y se llamase doña Tolosa.
Ella se lo prometió; y la otra le calzó la espuela, con la cual le pasó casi el mismo coloquio que con la de la
espada. Preguntóle su nombre, y dijo que se llamaba la Molinera, y que era hija de un honrado molinero de
Antequera; a la cual también rogó Don Quijote que se pusiese don, y se llamase doña Molinera, ofreciéndole
nuevos servicios y mercedes.
Hechas, pues, de galope y aprisa las hasta allí nunca vistas ceremonias, no vio la hora Don Quijote de verse
a caballo y salir buscando las aventuras; y ensillando luego a Rocinante, subió en él, y abrazando a su huésped,
le dijo cosas tan extrañas, agradeciéndole la merced de haberle armado caballero, que no es posible acertar
a referirlas. El ventero, por verle ya fuera de la venta, con no menos retóricas, aunque con más breves
palabras, respondió a las suyas, y sin pedirle la costa de la posada, le dejó ir a la buena hora.

CAPÍTULO OCTAVO

Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los
molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación
En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como Don Quijote
los vio, dijo a su escudero:
-La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho
Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, y
quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer: que esta es buena guerra, y es
gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
- ¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza.
-Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.

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-Mire vuestra merced, respondió Sancho, que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de
viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la piedra del
molino.
- Bien parece- respondió Don Quijote- que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si
tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual
batalla.
Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le
daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y no gigantes aquellos que iba a acometer.
Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver,
aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas:
-Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.
Levantóse en esto un poco de viento y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por Don
Quijote, dijo:
- Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.
Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance
le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante, y
embistió con el primer molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con
tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy
maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle a todo el correr de su asno, y cuando llegó, halló
que no se podía menear, tal fue el golpe que dio con él Rocinante.
- ¡Válame Dios!- dijo Sancho-¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino
molinos de viento, y no los podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza?
-Calla, amigo Sancho- respondió Don Quijote-; que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a
continua mudanza, cuanto más que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón, que me robó el
aposento y los libros, ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la
enemistad que me tiene; mas al cabo al cabo han de poder poco sus malas artes contra la voluntad de mi
espada.
- Dios lo haga como puede-respondió Sancho Panza. Y ayudándole a levantar, tornó a subir sobre Rocinante,
que medio despaldado estaba; y hablando en la pasada aventura, siguieron el camino del puerto Lápice,
porque allí decía Don Quijote que no era posible dejar de hallarse muchas y diversas aventuras, por ser lugar
muy pasajero; sino que iba muy pesaroso por haberle faltado la lanza y diciéndoselo a su escudero, dijo:
-Yo me acuerdo haber leído que un caballero español, llamado Diego Pérez de Vargas, habiéndosele en una
batalla roto la espada, desgajó de una encina un pesado ramo o tronco, y con él hizo tales cosas aquel día, y
machacó tantos moros, que le quedó por sobrenombre Machuca, y así él, como sus descendientes, se
llamaron desde aquel día en adelante Vargas y Machuca. Hete dicho esto, porque de la primera encina o roble

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que se me depare, pienso desgajar otro tronco tal y bueno como aquel, que me imagino y pienso hacer con
él tales hazañas, que tú te tengas por bien afortunado de haber merecido venir a verlas, y a ser testigo de
cosas que apenas podrán ser creídas.
-A la mano de Dios- dijo Sancho-, yo lo creo todo así como vuestra merced lo dice; pero enderécese un poco,
que parece que va de medio lado, y debe de ser del molimiento de la caída.
Así es la verdad- respondió Don Quijote-; y si no me quejo del dolor, es porque no es dado a los caballeros
andantes quejarse de herida alguna, aunque se le salgan las tripas por ella.
- Si eso es así, no tengo yo que replicar- respondió Sancho; pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra
merced se quejara cuando alguna cosa le doliera. De mí sé decir, que me he de quejar del más pequeño dolor
que tenga, si ya no se entiende también con los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse.
No se dejó de reír Don Quijote de la simplicidad de su escudero; y así le declaró que podía muy bien quejarse,
como y cuando quisiese, sin gana o con ella, que hasta entonces no había leído cosa en contrario en la orden
de caballería. Díjole Sancho que mirase que era hora de comer. Respondióle su amo que por entonces no le
hacía menester; que comiese él cuando se le antojase. Con esta licencia se acomodó Sancho lo mejor que
pudo sobre su jumento, y sacando de las alforjas lo que en ellas había puesto, iba caminando y comiendo
detrás de su amo muy despacio, y de cuando en cuando empinaba la bota con tanto gusto, que le pudiera
envidiar el más regalado bodegonero de Málaga. Y en tanto que él iba de aquella manera menudeando tragos,
no se le acordaba de ninguna promesa que su amo le hubiese hecho, ni tenía por ningún trabajo, sino por
mucho descanso, andar buscando las aventuras por peligrosas que fuesen. En resolución, aquella noche la
pasaron entre unos árboles, y del uno de ellos desgajó Don Quijote un ramo seco, que casi le podía servir de
lanza, y puso en él el hierro que quitó de la que se le había quebrado. Toda aquella noche no durmió Don
Quijote, pensando en su señora Dulcinea, por acomodarse a lo que había leído en sus libros, cuando los
caballeros pasaban sin dormir muchas noches en las florestas y despoblados, entretenidos en las memorias
de sus señoras.
No la pasó así Sancho Panza, que como tenía el estómago lleno, y no de agua de chicoria, de un sueño se la
llevó toda, y no fueran parte para despertarle, si su amo no le llamara, los rayos del sol que le daban en el
rostro, ni el canto de las aves, que muchas y muy regocijadamente la venida del nuevo día saludaban. Al
levantarse dio un tiento a la bota, y hallóla algo más flaca que la noche antes, y afligiósele el corazón por
parecerle que no llevaban camino de remediar tan presto su falta. No quiso desayunarse Don Quijote porque
como está dicho, dio en sustentarse de sabrosas memorias.
Tornaron a su comenzado camino del puerto Lápice, y a hora de las tres del día le descubrieron. Aquí, dijo
en viéndole Don Quijote, podemos, hermano Sancho Panza, meter las manos hasta los codos en esto que
llaman aventuras, mas advierte que, aunque me veas en los mayores peligros del mundo, no has de poner
mano a tu espada para defenderme, si ya no vieres que los que me ofenden es canalla y gente baja, que en
tal caso bien puedes ayudarme; pero si fueren caballeros, en ninguna manera te es lícito ni concedido por las

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leyes de caballería que me ayudes, hasta que seas armado caballero. Por cierto, señor, respondió Sancho, que
vuestra merced será muy bien obedecido en esto, y más que yo de mío me soy pacífico y enemigo de meterme
en ruidos y pendencias; bien es verdad que en lo que tocare a defender mi persona no tendré mucha cuenta
con esas leyes, pues las divinas y humanas permiten que cada uno se defienda de quien quisiere agraviarle.
No digo yo menos, respondió Don Quijote; pero en esto de ayudarme contra caballeros, has de tener a raya
tus naturales ímpetus. Digo que sí lo haré, respondió Sancho, y que guardaré ese precepto tan bien como el
día del domingo. Estando en estas razones, asomaron por el camino dos frailes de la orden de San Benito,
caballeros sobre dos dromedarios, que no eran más pequeñas dos mulas en que venían. Traían sus anteojos
de camino y sus quitasoles. Detrás de ellos venía un coche con cuatro o cinco de a caballo que les
acompañaban, y dos mozos de mulas a pie. Venía en el coche, como después se supo, una señora vizcaína que
ia a Sevilla, donde estaba su marido que pasaba a las Indias con muy honroso cargo. No venían los frailes con
ella, aunque iban el mismo camino; mas apenas los divisó Don Quijote, cuando dijo a su escudero: o yo me
engaño, o esta ha de ser la más famosa aventura que se haya visto, porque aquellos bultos negros que allí
parecen, deben ser, y son sin duda, algunos encantadores que llevan hurtada alguna princesa en aquel coche,
y es menester deshacer este tuerto a todo mi poderío. Peor será esto que los molinos de viento, dijo Sancho.
Mire señor, que aquellos son frailes de San Benito, y el coche debe de ser de alguna gente pasajera: mire que
digo que mire bien lo que hace, no sea el diablo que le engañe. Ya te he dicho, Sancho, respondió Don Quijote,
que sabes poco de achaques de aventuras: lo que yo digo es verdad, y ahora lo verás. Y diciendo esto se
adelantó, y se puso en la mitad del camino por donde los frailes venían, y en llegando tan cerca que a él le
pareció que le podían oír lo que dijese, en alta voz dijo: gente endiablada y descomunal, dejad luego al punto
las altas princesas que en ese coche lleváis forzadas, si no, aparejáos a recibir presta muerte por justo castigo
de vuestras malas obras.
Detuvieron los frailes las riendas, y quedaron admirados, así de la figura de Don Quijote, como de sus
razones; a las cuales respondieron: señor caballero, nosotros no somos endiablados ni descomunales, sino
dos religiosos de San Benito, que vamos a nuestro camino, y no sabemos si en este coche vienen o no ningunas
forzadas princesas. Para conmigo no hay palabras blandas, que ya yo os conozco, fementida canalla, dijo Don
Quijote. Y sin esperar más respuesta, picó a Rocinante, y la lanza baja arremetió contra el primer fraile con
tanta furia y denuedo, que si el fraile no se dejara caer de la mula, él le hiciera venir al suelo mal de su grado,
y aun mal ferido si no cayera muerto. El segundo religioso, que vio del modo que trataban a su compañero,
puso piernas al castillo de su buena mula, y comenzó a correr por aquella campaña más ligero que el mismo
viento. Sancho Panza que vio en el suelo al fraile, apeándose ligeramente de su asno, arremetió a él y le
comenzó a quitar los hábitos. Llegaron en esto dos mozos de los frailes, y preguntáronle que por qué le
desnudaba. Respondióles Sancho que aquello le tocaba a él legítimamente, como despojos de la batalla que
su señor Don Quijote había ganado. Los mozos, que no sabían de burla, ni entendían aquello de despojos ni
batallas, viendo que ya Don Quijote estaba desviado de allí, hablando con las que en el coche venían,

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arremetieron con Sancho, y dieron con él en el suelo; y sin dejarle pelo en las barbas le molieron a coces y le
dejaron tendido en el suelo sin aliento ni sentido: y sin detenerse un punto, tornó a subir el fraile, todo
temeroso y acobardado y sin color en el rostro y cuando se vio a caballo picó tras su compañero, que un buen
espacio de allí le estaba aguardando, y esperando en qué paraba aquel sobresalto; y sin querer aguardar el
fin de todo aquel comenzado suceso, siguieron su camino haciéndose más cruces que si llevaran el diablo a
las espaldas. Don Quijote estaba, como se ha dicho, hablando con la señora del coche, diciéndole: la vuestra
fermosura, señora mía, puede facer de su persona lo que más le viniera en talante, porque ya la soberbia de
vuestros robadores yace por el suelo derribada por este mi fuerte brazo; y porque no penéis por saber el
nombre de vuestro libertador, sabed que yo me llamo Don Quijote de la Mancha, caballero andante y
aventurero, y cautivo de la sin par y hermosa doña Dulcinea del Toboso; y en pago del beneficio que de mí
habéis recibido o quiero otra cosa sino que volváis al Toboso, y que de mi parte os presentéis ante esta señora,
y le digáis lo que por vuestra libertad he fecho. Todo esto que Don Quijote decía, escuchaba un escudero de
los que el coche acompañaban, que era vizcaíno; el cual, viendo que no quería dejar pasar el coche adelante,
sino que decía que luego había de dar la vuelta al Toboso, se fue para Don Quijote, y asiéndole de la lanza le
dijo en mala lengua castellana, y peor vizcaína, de esta manera: anda, caballero, que mal andes; por el Dios
que crióme, que si no dejas coche, así te matas como estás ahí vizcaíno. Entendióle muy bien Don Quijote, y
con mucho sosiego le respondió: si fueras caballero, como no lo eres, ya yo hubiera castigado tu sandez y
atrevimiento, cautiva criatura. A lo cual replicó el vizcaíno: ¿yo no caballero? juro a Dios tan mientes como
cristiano; si lanza arrojas y espada sacas, el agua cuán presto verás que el gato llevas; vizcaíno por tierra,
hidalgo por mar, hidalgo por el diablo; y mientes, que mira si otra dices cosa. Ahora lo veredes, dijo Agraves,
respondió Don Quijote; y arrojando la lanza en el suelo, sacó su espada y embrazó su rodela, y arremetió al
vizcaíno con determinación de quitarle la vida.
El vizcaíno, que así le vio venir, aunque quisiera apearse de la mula, que por ser de las malas de alquiler, no
había que fiar en ella, no pudo hacer otra cosa sino sacar su espada; pero avínole bien que se halló junto al
coche, de donde pudo tomar una almohada que le sirvió de escudo, y luego fueron el uno para el otro, como
si fueran dos mortales enemigos. La demás gente quisiera ponerlos en paz; mas no pudo, porque decía el
vizcaíno en sus mal trabadas razones, que si no le dejaban acabar su batalla, que él mismo había de matar a
su ama y a toda la gente que se lo estorbase. La señora del coche, admirada y temerosa de lo que veía, hizo
al cochero que se desviase de allí algún poco, y desde lejos se puso a mirar la rigurosa contienda, en el discurso
de la cual dio el vizcaíno una gran cuchillada a Don Quijote encima de un hombro por encima de la rodela, que
a dársela sin defensa, le abriera hasta la cintura. Don Quijote, que sintió la pesadumbre de aquel desaforado
golpe, dio una gran voz, diciendo: ¡oh señora de mi alma, Dulcinea, flor de la fermosura, ¡socorred a este
vuestro caballero, que por satisfacer a la vuestra mucha bondad, en este riguroso trance se halla! El decir esto,
y el apretar la espada, y el cubrirse bien de su rodela, y el arremeter al vizcaíno, todo fue en un tiempo,
llevando determinación de aventurarlo todo a la de un solo golpe. El vizcaíno, que así le vio venir contra él,

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bien entendió por su denuedo su coraje, y determinó hacer lo mismo que Don Quijote: y así le aguardó bien
cubierto de su almohada, sin poder rodear la mula a una ni a otra parte, que ya de puro cansada, y no hecha
a semejantes niñerías, no podía dar un paso. Venía, pues, como se ha dicho, Don Quijote contra el cauto
vizcaíno con la espada en alto, con determinación de abrirle por medio, y el vizcaíno le aguardaba asimismo,
levantada la espada y aforrado con su almohada, y todos los circunstantes estaban temerosos y colgados de
lo que había de suceder de aquellos tamaños golpes con que se amenazaban, y la señora del coche y las demás
criadas suyas estaban haciendo mil votos y ofrecimientos a todas las imágenes y casas de devoción de España,
porque Dios librase a su escudero y a ellas de aquel tan grande peligro en que se hallaban. Pero está el daño
de todo esto, que en este punto y término deja el autor de esta historia esta batalla, disculpándose que no
halló más escrito destas hazañas de Don Quijote, de las que deja referidas. Bien es verdad que el segundo
autor de esta obra no quiso creer que tan curiosa historia estuviese entregada a las leyes del olvido, ni que
hubiesen sido tan poco curiosos los ingenios de la Mancha que no tuviesen en sus archivos o en sus escritorios
algunos papeles que de este famoso caballero tratasen; y así, con esta imaginación, no se desesperó de hallar
el fin de esta apacible historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del modo que se contará en el
siguiente capítulo.

 ACTIVIDADES:

1. Señalen en el texto las expresiones cómicas y los comentarios irónicos o


burlescos del narrador. ¿Con qué finalidad utiliza estas expresiones o
comentarios?
2. Enuncien las características de Don Quijote e ilústrenla con citas textuales.
3. ¿Qué función cumple en la ficción la locura del personaje?
4. ¿Qué aspectos del caballero andante se parodian?
5. A partir de sus actitudes y sus diálogos, comparen a Don Quijote con Sancho.
¿Qué relación se establece entre ambos?
6. Observen el episodio de los molinos de viento. ¿Por qué les parece que se ha
convertido en una suerte de metáfora en la que se resumen las aventuras del
héroe?
7. ¿Qué papel cumple la lectura de libros de caballerías en el Quijote?
8. Expliquen cómo se logra que Don Quijote sea un héroe, pero no un caballero.

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9. Mencionen los aspectos en los que cambia Don Quijote. Por ejemplo, el punto
de vista que aparece en sus aventuras.
10. ¿De qué manera se manifiestan, en los personajes, las características propias del
Barroco?

Pautas de la exposición oral - Don Quijote de la Mancha

 Tiempo de exposición: entre 20 y 25 minutos (tres o cuatro minutos por estudiante). Al superarse el
tiempo otorgado, se interrumpirá al alumno/a. La calificación tendrá en cuenta lo expuesto hasta ese
preciso instante.

 Recursos: Se puede utilizar presentaciones en Power point, afiches o fotografías ilustrativas.


Será posible, asimismo, representar o proyectar una filmación –realizada por ustedes- de algún
fragmento representativo de la novela.

 Cada uno de los integrantes del grupo conocerá los datos de la totalidad de la exposición, puesto
que, si se ausentara alguno/a/s, el examen se efectuará de todas formas y los integrantes presentes
reemplazarán a quienes no estén.

 Los estudiantes ausentes sin causa debidamente justificada, rendirán los capítulos y teoría en la
instancia ‘recuperatorio´ (martes 13 de noviembre).

 Importante: Tras la presentación oral, el grupo formulará tres preguntas que se relacionen con las
temáticas expuestas; la profesora seleccionará al azar alumnos para que las responda

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