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De la representación del salteño y sus tradiciones a la construcción de los primeros

discursos del turismo (1910-1945)

Por Mónica Flores Klarik

Introducción:

La construcción de la imagen de Salta y sus representaciones ha sido producto


de un largo proceso histórico en el que se vincularon numerosos agentes1. A partir de su
constitución como provincia, empezaron a circular una serie de discursos que fueron
estableciendo taxonomías y clasificaciones respecto a Salta como territorio y los
salteños como grupo social específico2. Desde los escritos de viajeros que dejaban
plasmadas sus impresiones e imágenes de la ciudad y de la provincia en general,
pasando por los inventarios administrativos de la burocracia estatal, hasta la
historiografía, la literatura y otros escritos periodísticos, se empezaron a trazar algunas
líneas representacionales de Salta que perdurarían aunque modificándose en los escritos
específicos del turismo.
En este artículo, intentamos hacer un análisis de la construcción de la imagen
salteña a partir de distintos relatos sobre Salta contextualizados a principios de siglo
XX. Se trata de narraciones producidas por salteños vinculados a las letras y están
enmarcados en distintas perspectivas que muestran la tensión tradición-modernidad . En
especial, se busca comparar la relación entre estos imaginarios y la imagen turística de
Salta que empieza a pensarse desde Buenos Aires hacia la década del 30’ y a
consolidarse localmente hacia la década del 40’.
Se busca entender, a partir de este análisis, cuál es el contexto histórico de
producción de estas imágenes que se construyen para representar a Salta en contrapunto
con la Nación; intentando a su vez comprender, cuales son las relaciones y la posición

1
A lo largo de todo el trabajo, vamos a utilizar el concepto de representación en el sentido que le asignan
Durkheim y Mauss (1971), a la noción de representaciones colectivas, en tanto conjunto de
clasificaciones que ordenan el mundo de las cosas, a partir de las relaciones sociales que contraen los
hombres entre sí. También lo que postula Bourdieu (1985) sobre representación social, como “visión
espontánea del mundo social” que depende de las perspectivas o de los distintos puntos de vista que los
agentes construyen en función de su posición diferenciada dentro del espacio social.
2
El discurso, para Foucault (1987; 1991), se consituye en una práctica formante de objetos que produce
efectos de verdad y está incierto en redes de poder. Lo enunciado tiene que estar legitimado por un
conjunto de leyes que son las que establecen “lo que se puede decir” en determinados momentos
históricos. Las categorías discursivas materializadas en textos escritos contribuyen a establecer
clasificaciones y representaciones sobre los objetos, reificando y neutralizando, en las prácticas sociales,
estados de cosas, posiciones de poder, y relaciones de dominación.
social que ocupan los grupos que imponen aquellos principios de visión y clasificación
sobre Salta y los salteños, dentro del espacio nacional y local.
Los tres relatos que presentamos en la primera parte de este trabajo, reflejan la
forma en que se representó a Salta a principios de siglo XX desde la mirada de los
salteños en interpelación con Buenos Aires. Ninguno de estos relatos está enmarcado
aún en una tarea de promoción turística, pero consideramos necesario analizarlos a
modo introductorio, porque ellos nos acercan a la comprensión de una época de grandes
cambios -contexto en el que emergen los discursos del turismo-. Momento en el cual se
pueden captar las tensiones, las disputas, las diferencias sociales que hacen a la pugna
de los sectores allegados al poder político en la construcción de Nación y los valores en
que habría de proyectarse. Donde las voces autorizadas que representan a Salta ante los
grupos de poder establecidos en la metrópoli porteña3 -sede de la concentración y
ejercicio del poder simbólico (Bourdieu: 1994; 108)- lucharían por hacer reconocer sus
valores en el imaginario nacional4 .
Dentro de estos relatos, vemos que a principios de siglo XX existen dos formas
representacionales construidas en torno a Salta y lo salteño. En la primera de estas
formas analizamos una crónica del periódico La Nación, escrita por un periodista
salteño hacia 1910. Se trata de una perspectiva modernizante, asociada a los valores que
se difundían desde el Estado -centralizado en Buenos Aires- en miras a consolidar una
noción de Nación5. En ella, Salta se concebiría como una provincia en la que existen
aún costumbres tradicionales de raíces “hispánicas” e “indígenas”, algunas de las cuales
(principalmente la “hispánica”) se complementan con el esquema del progreso
propiciado por el Estado, y otras (como la “indígena”) que se contradicen,
obstaculizando los proyectos modernizadores.

3
Siguiendo a Bourdieu (1985: 67-71), la noción de “voz autorizada” se refiere a la palabra, que tiene una
eficacia performativa -en un sentido casi “mágico”-, de personas que están investidas de poder. El
portavoz, de un grupo es reconocido socialmente como “poseedor del ‘skeptron’, conocido y reconocido
como habilitado y hábil para producir esta particular clase de discurso, sacerdote, profesor, poeta, etc.”
4
Tomamos como referente el concepto de imaginario de Bazkco (1991), quien asocia el ámbito de lo
imaginario-simbólico, con el ejercicio del poder político. Desde la perspectiva de este autor, la noción de
imaginario se asocia al ámbito de las ideas, de los deseos, de los valores y de los modos de acción.
El campo de lo imaginario se constituye sobre la experiencia pasada pero sobre la base de las aspiraciones
respecto al futuro, incluye una dosis de utopía. De este campo, se proyectan la invención de los
emblemas como intentos de materializar el poder y los principios de su legitimidad.

5
Vamos a referirnos cuando hablamos de Estado, a la noción de Estado- Nación, en el sentido que le
asigna Weber (1977: 1056). El término se refiere a la comunidad humana que dentro de un territorio
particular, posee el monopolio de la fuerza legítima, como el conjunto de instituciones y grupos de
personas que mediante un proceso de luchas y afiliaciones llegan al poder político a presentarse como
representantes legítimos de la mayoría de la población, de la totalidad definida como Estado.
La segunda perspectiva, la reconstruimos a través de dos discursos. El primero
se trata de una conferencia ofrecida en el Jockey Club de Buenos Aires hacia 1922 por
un poeta salteño precursor de la literatura regional. El otro consiste en un texto escrito
por un literato salteño hacia 1926, como parte de un libro que recopila relatos de las
distintas regiones del país. Estos discursos, reflejan una mirada provinciana de
perspectiva conservadora que reconoce los valores de la tradición “hispánica” como
aquellos más sólidos y originales para pensar una Nación. Que no se opone a las
transformaciones modernas pero intenta “rescatar” de las tradiciones “indígenas”
algunos de sus valores para introducirlos en el nuevo orden6.
Luego vemos como en la construcción del discurso turístico sobre Salta se
retoman -además de otras precedentes- estas representaciones forjadas a principios de
siglo XX. Hacia la década del 30’ aparecen las primeras crónicas sobre lugares de
interés turístico, que estaban construidas a partir de la mirada de porteños. En este caso,
las descripciones sobre Salta estaban enmarcadas en una perspectiva modernizante. Pero
ya en la década del 40’ surgen los primeros discursos del turismo elaborados por
salteños que contribuyen a consolidar la imagen turística de Salta desde una perspectiva
complementaria con el imaginario nacionalista de la época.
Por último, vemos cómo en este momento los discursos del turismo, a la vez que
reproducen el orden simbólico dominante -el cual se haya en disputa, por los grupos de
poder en el espacio nacional y local- va objetivando estas representaciones en sitios y
lugares específicos, que refuerzan el imaginario salteño y sus valores. Diferenciándose,
a la vez que incorporándose a partir de estos esquemas de valores y de pensamiento
dominante, en relación a la Nación y su imagen de comunidad7.

La perspectiva modernizante: Salta y los salteños en el inventario de la Nación:

6
La tradición para Hobsbawn, E. (1983) es una invención del Estado moderno entre los siglos XIX y
XX. Para construir legitimidad en los sitemas emergentes de poder. En esta invención se utilizan
“materiales antiguos” con fines modernos como forma de anexar dentro de un territorio que se está
constituyendo como nación una ligazón emocional que proporcionaban los viejos modelos de cohesión
social de manera separada, ahora en un nuevo esquema simbólico que reúne todos los ordenes
precedentes en uno homogéneo. En ese sentido, para nosotros “tradición” es una reinvención constante
del pasado con fines modernos que en este caso se utiliza para construir el imaginario del Estado
provincial.
7
Acá entendemos la idea de la nación como comunidad imaginada, en el sentido que le da Anderson, B.
(1993: 23-25) cuando se refiere por este concepto a que una nación “es imaginada porque los miembros
de la nación no se conocen entre sí pero en cada uno de ellos vive la imagen de su comunión” y a su vez,
“se imagina como comunidad porque independientemente de la desigualdad y de la explotación que en
efecto puedan prevalecer en cada caso, la nación se concibe siempre como un compañerismo profundo,
horizontal”.
Con motivos de festejarse el primer centenario de la independencia nacional en
el año 1910, el periódico La Nación se propone realizar un balance de lo acontecido en
un siglo de vida independiente. Para ello organizó una empresa periodística tendiente a
recabar información actualizada sobre las diferentes provincias.
El propósito en palabras del periodista Moisés Oliva (1910), a quien le tocó la
tarea de describir a Salta en relación al conjunto nacional, era el siguiente8:
“La tarea que ha llevado a cabo La Nación en este número y que hace honor a nuestro país...
enseñará a nuestros estadistas a metodizar de una manera práctica la dirección del progreso, atendiendo a
las necesidades locales según su propia manera de ser, reflejadas en estas páginas por el pensamiento de
argentinos de todas las provincias, consultando por primera vez en esta trascendental empresa
periodística”. (Oliva, M. 1910, La Nación).

La idea de metodizar el curso del progreso tiene que ver con una perspectiva
burocrática de centralizar la información a fin de inventariar y controlar el basto
territorio nacional. A su vez, esta visión se relaciona con la configuración del país en
aquel momento; la conformación del Estado argentino se había consolidado a lo largo
de la segunda mitad del siglo XIX con su centro de poder político y económico en
Buenos Aires. Esta centralidad fue fruto de la incorporación del país a la economía
capitalista mundial a través de la exportación de cereales y carne principalmente a
Inglaterra y del poder político de la elite que controlaba el curso de estas actividades
económicas. La idea de progreso habría sido instituida por estos grupos que se
acometían a llevar a cabo el proyecto de nación, y tiene que ver con la mirada idealizada
de estos sectores sobre los avances europeos en materia tecnológica, económica,
política, social y cultural.
En aquel entonces la provincia de Salta, por lo antes mencionado, tenía un papel
relegado en la economía del país y su posición política subordinada hacía depender el
curso de su economía de los vínculos que pudieran establecer las elites locales con los
grupos de poder establecidos en Buenos Aires.

8
Oliva, Moisés J.(1871-1925): cursó sus estudios de filosofía y luego se dedicó al periodismo en Buenos
Aires. Colaboró en publicaciones sobre temas históricos y sociales. Dedicándose a la política resultó
electo legislador provincial en varias oportunidades. Desde 1899, se dedicó a la docencia llegando a la
Presidencia del Consejo General de Educación y al Rectorado del Colegio Nacional. En Salta se dedicó al
periodismo fundando y dirigiendo “El Orden”, diario de militancia conservadora (Figueroa, F.1980: 205-
207). En su trayectoria Oliva combina saber académico con fines políticos, adquiriendo conocimientos
en Buenos Aires y dedicándose a la enseñanza y la difusión de estos conocimientos como profesor y
como periodista. Atributos que lo llevan a la ocupación de puestos políticos de importancia en la
legislatura y en el Senado provincial.
En la exposición que realiza el periodista Moisés Oliva en el Periódico de
Buenos Aires, Salta se representa como un escenario de diversidad geográfica donde se
distinguen dos ambientes principales: la montaña y la llanura. En ellos el periodista
reconoce dos poblaciones con entidades psíquicas diferentes, el coya y el pastor o
gaucho; y la ciudad donde se mezclan estos dos tipos.
Al trazar la historia reconoce que:

“El pueblo de Salta ha desempeñado un principal papel en el proceso de nuestra emancipación, y


sus hijos de elite han ilustrado la historia de la organización nacional con su acción y su talento”(Oliva,
M. 1910, La Nación)

A estos hijos de elite, descendientes de los conquistadores los describe como


herederos de los rasgos dominantes del español: hombres audaces, voluntariosos, con
confianzas en sus propias fuerzas, de carácter altivo y luchadores.
En este relato, la ciudad adquiría una gran importancia comercial por su posición
durante el virreinato. Esto habría posibilitado la aparición de familias ricas de hogares
honrados, que conservarían sus apellidos y la tradición del trabajo. Es así como los
salteños de la ciudad son caracterizados por Oliva como los más audaces e inteligentes,
serenos en la lucha, de mejor condición moral, generosos y cultos.
En el oriente, es decir en los llanos, sitúa y describe a los estancieros. Ellos son
descendientes de las familias acomodadas, llevan al campo su cultura, son además
quienes explotan personalmente como patrones las estancias pobladas de ganado y
conviven con otros de cultura inferior, es decir los peones. A los estancieros,
caracteriza como personas descendientes del conquistador: con muy poca mezcla de
sangre indígena, civilizados, viriles, astutos, de coraje y destreza, no perdonan las
ofensas a su honor, andan a caballo, con guardamontes. De fisonomía delgada, tez
trigueña, ojos negros y penetrantes, nerviosos apasionados, francos, nobles, leales,
sentimentales, humanitarios y hospitalarios. Pero que tienen supersticiones, su
lenguaje es sencillo, su música primitiva
En la montaña, la población indígena es caracterizada como silenciosa, fría y
agreste, servil, sometida y de inferioridad moral. El “coya” es el tipo quichua puro,
con una sicología que la civilización no puede penetrar -a través de la enseñanza- de
una raza inferior, curioso, desconfiado y avaro. Su fisonomía -similar a la raza
mongólica: de piel cobriza, facciones irregulares, pómulos salientes, frente estrecha,
boca grande, dientes blanquísimos, de estatura baja, piernas fuertes, bien constituido.
Vive aislado y solo tiene sangre fría. No conoce por su espíritu desconfiado, los
deberes de la hospitalidad. No tiene moral social, sus relaciones sexuales son por
conveniencia. Su música es sencillísima y monótona; su religiosidad supersticiosa.
Pero son sobrios, sanos, vigorosos, se alimentan con poco, aspectos que los definirían
como buenos para mano de obra.
Concluye diciendo que estos dos tipos son enemigos uno de otro y que:

“El criollo, el gaucho, tomando esta palabra en su mejor acepción, prevalece indudablemente y
constituye el tipo de salteño que es culto, generoso, franco, hospitalario y emprendedor, altruista... pero
cuando fuerzas que no puede vencer, imposiciones que no puede resistir, ambientes adversos que no
puede deshacer, quiebran sus altiveces, obedeciendo a una ley biológica, simula para defenderse: se hace
“coya”. Es principalmente en las luchas políticas en donde aparece esta doble faz del salteño... Agréguese
a esto la influencia permanente del “coya”, que sin hacer fuerza, violencia, ni siquiera actos de
apropiación, con solo su contacto, su presencia es foco de contagio psicológico y tendremos la
explicación de esas fallas en el carácter salteño que desperfeccionan su conjunto” (Oliva, M. 1910, La
Nación).

Es el vínculo patrón-peón que se establece en la estancia, o en la ciudad es la


convivencia estrecha de estos dos grupos (de raíces “hispánicas” e “indígenas”). Este
tipo de relación los diferencia como grupos contrapuestos y con una fuerte asimetría
social, pero a la vez los reúne en una sola categoría: la de salteño. Categoría en la cual,
aún cuando se incluyen los valores dominantes del “gaucho” como representación del
salteño, se introducen los valores subsumidos de la figura del “indio”. Y es
principalmente este último rasgo -que se asocia a la vida rural en primer término- el que
subordina al salteño ante los valores civilizatorios del ciudadano bonaerense
El párrafo citado anteriormente, nos acerca a comprender como estaban
configuradas las relaciones de poder en aquel momento: el periodista en su objetivo de
recabar información para el Estado en miras de proporcionar conocimiento para la
proyección de políticas progresistas -enmarcadas en modelos y valores europeizantes-
se posiciona, a través de su discurso, en el lugar desde donde se sientan las bases de
estos esquemas de percepción y apreciación, es decir el estado centralizado en Buenos
Aires. Desde esta posición que consagra los valores dominantes de la elite agro-
exportadora de la época, los criterios que se utilizan para clasificar a la sociedad
argentina y sus “tipos” se basan en las categorías de civilización y de progreso.
Civilización como parámetro de los avances en materia social y cultural -a través de la
educación- y progreso como indicador de prosperidad económica.
La metrópoli porteña para quien escribe el periodista, es el modelo a través del
cual instaura una jerarquía: la ciudad en primer término y el campo en segundo plano.
En este caso, cada medio imprime un tipo de “psicología” particular al salteño. Por eso
es la ciudad de Salta en donde parece encontrar los valores más afines con su
perspectiva, enmarcada en una visión estatal-modernizante: la instrucción, la
sociabilidad, el respeto del derecho, la moderación de las costumbres y el comercio son
los elementos que se destacan y prueban el “progreso de Salta”. Y el campo, que
jerarquiza dos sectores según su población: el llano oriental y la montaña. El llano se
vincula con los atributos asignados a la ciudad, como ser la educación y la habilidad en
los negocios de sus habitantes, pero es diferente de ella porque el medio impone la
rudeza del trabajo, la soltura de las pasiones y la libertad de conducción. Y por último la
montaña, el escalón más bajo de la jerarquía, con valores contrapuestos a los de la
ciudad: aislamiento, egoísmo, salvajismo, falta de moral, entre otras cosas, cuyos
pobladores poseen mentes en donde los valores de la ciudad no pueden penetrar.
Es así como Salta, a partir de esta narrativa, se representa como una provincia
que merece ser reconocida por su activa participación (bélica) en la conformación del
Estado, a través del papel desempeñado por sus familias de elite en la independencia.
Estas familias corresponden al tipo “civilizado” y “próspero” constituyendo el
estereotipo del gaucho que supera al del “coya”, por poseer valores contrapuestos. Pero
en última instancia si los salteños en general, al menos en los asuntos políticos, se
“vuelven coyas” este defecto le vale en inferioridad política y como habíamos visto, se
debe a las condiciones de negociación subordinada de las elites locales frente a las de
Buenos Aires.

La visión tradicionalista; sobre el espíritu salteño

Once años más tarde, en 1921, el Jockey Club de Buenos Aires invitaba a Juan
Carlos Dávalos a dar una conferencia9. Este discurso nos acerca a la perspectiva de un
salteño, nacido en el seno de una familia “noble” de establecimiento rural, que habla en
nombre de los salteños para un público de la ciudad bonaerense de posición económica
privilegiada. La producción literaria de Dávalos ha sido constantemente retomada en los
discursos del turismo por la capacidad evocadora de la belleza del paisaje y de la gente
9
Dávalos, Juan. C.(1887-1960): Hijo de Arturo León Dávalos Isasmendi y Da. Isabel Patrón Costas. Se
dedicó a la docencia, dando cátedras de literatura en el Colegio Nacional. Ocupó otros cargos públicos
como Director del Archivo Gral. de la Provincia y Director de la Biblioteca provincial. Junto con David
Michel Torino funda el periódico “Sancho Panza”. A partir de 1907 produce una voluminosa obra
literaria abarcando poesía, prosa y teatro, entre los cuales se destacan los relatos por la fuerza descriptiva
tanto del paisaje como de las gentes y sus idiosincrasias, enmarcados en el lineamiento realista con
profunda raigambre regionalista. Algunas de sus obras: “Cantos Agrestes” (1921), “Cantos de la
montaña” (1921), “Relatos lugareños” (1930), “Cuentos y relatos del noroeste argentino” (1946). Entre
sus ensayos figuran: “Los Gauchos” (1924), “Los valles de Cachi y Molinos”(1937), “Salta su alma y sus
paisajes” (1947) y entre sus obras teatrales se destaca “La tierra en Armas”. (Fernando, F. Op. cit:88)...
que contienen sus relatos. Por ello creemos que es importante, a los fines de este trabajo
analizar estos mensajes en relación a los efectos de verdad (Foucault: 1987) que
producen
En esta conferencia, así se presenta Dávalos:

“Ilustres damas, Hombres de la metrópoli, sesudos varones, atléticos forjadores de la grandeza


nacional, intelectuales, políticos, grandes señores:
Vuestra mentalidad aguda y múltiple, vigorosa y rápida, no se ha detenido a considerar, estoy
seguro, la increíble distancia espiritual que separa al provinciano simple y rústico que soy, de esos seres
refinados, inquietos, brillantes y complicados que sois vosotros... Vosotros estáis realizando un tipo
humano soberbio: el argentino futuro. Yo represento un viejo tipo, retardado quizá, que se viene
cimbrando en la sangre de mis venas, desde el fondo de mi raza”(Dávalos, 1922.:125-126. Conferencia
publicada por el Jockey Club de Buenos Aires)

En su presentación Dávalos “reconoce” la asimetría ya remarcada por Oliva


entre la ciudad metropolitana y el campo, pero a diferencia de aquel la asocia a una
distancia “espiritual”, diferente al postulado “psicológico” de Oliva. En la descripción
de su relato Dávalos hace mella de su posición de poeta -como buscador de belleza- y
describe a su provincia con sus diferentes grupos, relativizando las diferencias y
destacando, las cualidades estéticas.
Al referirse los indios como los ejemplares más bellos -habitante originario de
estas tierras- , cuyas costumbres varían de acuerdo a su medio, describe las siguientes
habilidades y cualidades: son ingenieros, son arrieros, son domadores, son mineros,
son cazadores, son alfareros. Además de: supersticiosos, médicos, adivinos,
astrónomos, artistas, músicos, poetas. Pero lo que caracteriza a todos ellos es su
resistencia pasiva, lo que los conforma en un pueblo sometido y los hace desconfiar de
los intereses del blanco.
Los gauchos, es decir los estancieros o puesteros de estancias, en cambio tienen
los recursos de vida más fáciles, su raza es más fuerte, su espíritu más accesible a
valores universales -como los sentimientos de la patria. Son mansos como niños y
altivos como leones, fuertes en la lucha. Poseen gallardías de antiguos hidalgos,
aquellas que posibilitaron el trazado del límite norte de la provincia.
Y la ciudad del Valle de Lerma que describe como cuna de tradiciones y
leyendas:

“Es este el momento preciso allá, en que su significación ética y estética ha sufrido la merma
irremediable que imponen: la renovación de los ideales y la transformación de las costumbres y de los
sentimientos.
El hogar solariego se disocia y se desbanda; la religión de nuestros padres se vuelve inútil; las
virtudes de nuestros mayores ya no nos edifican ni seducen. Nuestro sutil escepticismo se sonríe de
aquellas creencias suyas...
Todo se democratiza, todo se nivela, todo se despersonaliza, todo se subordina a las
conveniencias del mayor éxito y de menor esfuerzo! Eso está en el espíritu de los tiempos.
Pero los pueblos son tanto más dignos de respeto cuanto más se apegan al conocimiento de sus
orígenes. Bien está que desechemos del pasado cuanto nos queda de anacrónico o de pueril, pero
salvemos el preciado caudal de belleza que nos legó. Y por humilde que nos parezca... nos aproximemos
a él, no con el ánimo de crítico sagaz que desmenuza, sino con amplio espíritu del humanista, que
comprende y que venera...” (Ídem.:129-130).

Este párrafo ilustra cómo se vivían los cambios en los códigos de sentimiento y
conducta en las clases acomodadas de Salta ante la introducción de valores seculares y
modernizantes. Siguiendo a B. Anderson (1993:77-101), la tradición hispánica que
había mantenido el privilegio de los grupos dominantes descendientes de españoles
sobre la población indígena, como “vencedores” de la conquista, legitiman la
explotación de las tierras, los recursos y los pobladores originarios. Este hecho facilitó
la acumulación de las familias criollas de riquezas durante la colonia. Familias que si
bien habían alcanzado una buena posición en la colonia, eran vistas desde la metrópoli
europea -influenciada por las ideas de la ilustración en donde existía el postulado de que
el clima y la “ecología” tenían un efecto elemental sobre la cultura y el carácter- como
personas nacidas en un hemisferio salvaje, de naturaleza diferente a la metropolitana e
inferiores a ellos y que por lo tanto no estaban en condiciones de ocupar altos puestos.
La tradición rescata por Dávalos, es la de los hábitos hidalgos de tiempos de la
corona que luego les sirvieron a los criollos para independizarse, -aunque en el
imaginario continúa el reconocimiento de Europa como la cima de los valores
civilizatorios.
Esto de alguna manera traduce a nivel local, el advenimiento de los nuevos
códigos de cuño modernizante, aquellos que en Europa a partir de la caída del antiguo
régimen y el surgimiento del capitalismo desplazaba a la nobleza. O tomando la idea de
Elías, N. (1992, 1996), la aristocracia cortesana con sus códigos de conducta basados
en el honor y prestigio social, daba lugar al ascenso de la clase burguesa industrial, con
otros hábitos y valores contrapuestos a los de estos grupos, como ser los de una ética del
trabajo racional que facilitaría la acumulación de bienes materiales, el surgimiento de
las profesiones, la aparición de la empresa racional capitalista y la burocracia (Weber,
M.: 1977,1994.) que despersonaliza, la normalización del estado a través de la
enseñanza10 que nivela, la parlamentarización de las relaciones políticas que
democratiza, etc.11.

10
Donzelot, J. (1980) plantea que ante la caída del Antiguo Régimen, y advenimiento del Estado en los
países europeos hacia el siglo XIX, se produjo un cambio en las formas de control sobre las poblaciones.
La educación a través de la enseñanza se institucionalizó como forma de hacer saber la autoridad del
Estado a través de la generalización e imposición de principios y valores normalizadores.
Los antiguos y nuevos modelos de conducta, habrían de percibirse en esta época
en que Dávalos ofrece la conferencia. Él concibe a la ciudad de Salta “amenazada” en
su tradición por las nuevas ideas y en su afán conservador, rescata dos tradiciones que
él considera las más importantes de Salta: la veneración a las imágenes del milagro y la
tradición de los gauchos de Güemes. Ambas asociadas a dos valores que parecen para él
perderse: la fe y la lealtad, de la iglesia y el poder político local de las familias. La fe de
estirpe, que expulsó al moro y sometió al indio. Es decir, el catolicismo de España; y la
lealtad de los gauchos, en la empresa patriótica de Güemes, tradición social e instituida
como principio moral.
Así la distancia espiritual que plantea, tiene que ver con la pugna de estos dos
modelos de comportamiento social. Uno viejo, que permitió la prosperidad de las
familias y su dominación a través del latifundio y el sistema de patronazgo; y otro
nuevo, que plantea nuevas formas de dominación, basadas no tanto en las herencias
tradicionales de familias de prestigio social, sino en carreras “modernas” de ascenso
social individuales y competitivas, que llevan a alcanzar el éxito que menciona Dávalos.

La propuesta nacionalista conservadora.

Este relato que aquí analizaremos, trata de una descripción sobre Salta, los
salteños y sus costumbres tradicionales realizada por un literato salteño Carlos
Ibarguren12. Se trata de un escrito de 1926 denominada “De nuestra tierra”. Más tarde en
1938, fue compilado en el libro “El paisaje y el alma Argentina” editado en Buenos
Aires. Su propuesta consiste en agregar las costumbres de los salteños al conjunto de
“tradiciones” originarias que contribuyen a construir el imaginario nacional argentino.

11
Elías, N. (1992), sostiene que la parlamentarización de las relaciones políticas, pone fin a un largo
período histórico en donde este tipo de disputas se dirimían con un alto grado de violencia física. La
“pacificación” de las relaciones en el ámbito político, va de la mano con el proceso que lleva a la
formación de los Estados, e implica entre los individuos la internalización de nuevos hábitos de
comportamiento “civilizado” que implican un alto grado de control de las emociones individuales para
hacer posible la vida en sociedad.
12
Ibarguren C.(1877-1956): fue educado en la Capital Federal graduándose como abogado, se dedicó a la
docencia universitaria. Ocupó importantes cargos en la administración pública nacional. Luego se dedicó
a las letras colaborando en numerosas instituciones. Su producción literaria es voluminosa y extensa,
entre la que se destacan algunas obras referidas a la historia argentina, tales como: “Manuelita Rosas”
(1924), “Juan Manuel de Rosas: su vida, su tiempo y su drama” (1930); “En la penumbra de la historia
argentina” (1932); Estampas argentinas (1936); San Martín íntimo (1950); etc. (Figueroa, F. Op. cit.:162).
La trayectoria de Ibarguren está más ligada a la academia y su producción literaria a la construcción de
una historia argentina con fines políticos e ideológicos. Su visión sobre Salta reflejaría un intento de
articulación ente la historia salteña con la del conjunto nacional.
En su relato, Ibarguren tiende a destacar las cualidades del indio. Si bien afirma
que son más feos que los pastores de la llanura, aduce que estos tienen mejores
cualidades morales, son ordenados, disciplinados, estables, pacíficos. Ibarguren
representa a los indios de los valles como siervos históricamente vinculados a la gleba
que trabajan permanentemente para sus amos, y la propiedad de algunos terratenientes
que los dominan paternalmente. y continúa diciendo:

“Ese régimen existe, hoy mismo, en los valles calchaquíes y en las grandes fincas montañosas de
Salta, Catamarca y La Rioja, donde el extranjero no ha cundido todavía y la sociedad no se ha modificado
sensiblemente” (Ibarguren, C. 1926: 52)

Sus antepasados fueron los incas, los diaguitas y calchaquíes que antes fueron
artistas de la cerámica, los grabados en piedra, etc. Citando a Boman y Ambrosetti,
ejemplifica con algunos datos a cerca de petroglifos, urnas funerarias, mitos y leyendas,
como ser el mito de la pachamama y algunos sincretismos, entre la creencia cristiana y
otras creencias primitivas.
Podemos notar aquí la interpelación a otras voces autorizadas para relatar la
tradición de los “otros” salteños. Estas voces legitimadas en instituciones asociadas al
poder -en este caso la institución que sostiene al saber científico-racional- refleja el
intento por dotar de una entidad a estos “salteños” como grupo diferenciado y
homogenizado en su diversidad en la categoría de indio. Y esto asociado a un estado
primitivo que contrasta con el presente civilizado y próspero, en el cual se sitúan los
salteños con voz y discurso propios.
Sobre los hombres de la llanura en cambio, menciona las siguientes
características: individualismo, egoísmo, indisciplina, hostilidad a la autoridad,
valentía, coraje, arrogancia.
Al referirse a la ciudad (en general, comparando Salta con Buenos Aires),
Ibarguren ya menciona los cambios que se operan en los componentes de la sociedad, a
través de la avalancha inmigratoria que, según él, adolece los defectos de la falta de
cohesión y heterogeneidad que:
“Derriba paulatinamente la primitiva formación argentina y va demoliendo, del litoral al interior,
esa es su vía, nuestras cosas y costumbres de antaño, los tipos genuinos, los contornos que en otros
tiempos nos perfilaron y nos definieron... La inmigración europea borra todo lo que representa nuestra
vida pasada hispano-americana” (Ídem.: 77).

La música, el canto, el baile popular, las fábulas y leyendas del folklore -de los
indios y de los criollos- son para él manifestaciones genuinamente argentinas que se ven
amenazadas por el avance de la ola extranjera y propone evitar que se pierdan,
coleccionando los ritmos, melodías y relatos para las futuras generaciones.
También reconoce que a pesar de la transformación argentina, Salta es todavía
una ciudad que guarda características coloniales: como ser el convento, las callejas, las
casas del siglo XVIII. Y sobre los rasgos del salteño heredero de aquellas
características señala:

“La hidalguía castellana, la hospitalidad abierta, el orgullo y la altivez con el magnate


ensoberbecido y la paternal familiaridad del patrón con el servidor humilde, caracterizan algunos rasgos
psicológicos del ‘señor’ salteño” (Op. Cit. 79)

Esto último nos enseña, al igual que los otros dos relatos expuestos con
anterioridad, como estaba configurada la sociedad salteña en ese entonces y su relación
con la metrópoli porteña. La relación del patrón y el peón, marcaría la estratificación de
clases sociales en Salta. Una minoritaria y poderosa; y otra sumisa y masiva.
El señor y su cuño tradicional, representaría el vínculo con el afuera asociado a
la emergencia de capas burguesas en ascenso, que se enriquecen sin necesitar de la
ayuda de una herencia familiar.
El gaucho es la figura que representaría al criollo, su posición depende de la
ubicación en relación a la ciudad y el campo, siendo la primera a la que se asocia con
los valores civilizatorios dominantes.
La contemplación del indio en estos dos últimos escritos revela una distinción
notable respecto a la descripción de lo salteño que se escribe en 1910. Oliva, concibe al
“coya” con una fuerte carga de atributos negativos, relacionados al atraso, la
inferioridad racial, la “psicología” impenetrable a valores modernos. Mientras que los
salteños que escriben hacia la década del 20’, reconocen al indio como diferente en su
bagaje cultural y representan, a quienes incluyen dentro de esta categoría, como
herederos de “civilizaciones” anteriores y originarias; que si bien han sido vencidas y
poseen otro tipo de tradiciones, las mismas no son contradictorias con el imaginario
nacional.
Esta especie de “defensa” y rescate de ciertos atributos indígenas por parte de los
salteños que analizamos -en tanto voces autorizadas-, merece sin embargo pensarse en
relación a la estructura de dominación que la sostiene. El paternalismo con que se mira
al “indio”, expresa en otros términos las complejas relaciones entre los patrones y sus
peones que se sustentan en las prácticas, donde se articulan estos dos grupos a través de
la estancia. Es decir, el ofrecimiento de tierras, medios de vida, protección, el auspicio
de fiestas y gastos de emergencia a los peones, por parte de los “señores”; a cambio del
trabajo, la lealtad y el reconocimiento a la autoridad del patrón. Esta mutua
dependencia, basada en el intercambio de favores, permite la convivencia de los
conflictos entre clases antagónicas y el sostenimiento de un sistema de explotación.
La visión de estos salteños refleja su posición dominante. Y la exaltación de las
cualidades manuales más que “espirituales” del indio, es fruto de esta relación de poder
en la sociedad salteña de la época en que ambos escriben. Y este tipo de reconocimiento
del “otro” que habita en tierra salteña, permite reafirmar y consagrar los valores de
quienes lo construyen como tal.
Así, la posición del gaucho es la que se figura en oposición al indio. A veces es
pastor y a veces es señor, de acuerdo a su ubicación en la ciudad o en el campo. Sobre
este elemento del estrato social, los tres coinciden en asignarle valores dominantes del
conquistador, aunque se reconozcan algunos “defectos” que hacen a la vida rural; la
vida en un ambiente hostil, la relación estrecha con seres inferiores según Oliva, la
libertad en el andar o el indisciplinamiento según Ibarguren.
Se incorpora así en el imaginario la imagen del gaucho salteño como el tipo
representativo de su sociedad y sus valores. Ahora bien, son multitudes las que quedan
excluidas de esta categoría. Aunque en el inventario nacional deban considerarse
salteños a estas multitudes, se las incluye a través de otros rasgos menores que son
destacados y “rescatables” dentro de los esquemas de percepción y apreciación de los
“señores” salteños que los dan a conocer. Tales como la disciplina, la laboriosidad, la
fe y la humildad, características que muestran, por otra parte, la existencia del control, la
“vida social”, el poder y la soberbia, de quienes los describen paternalmente.
En cuanto a la Nación en su conjunto, las relaciones de poder se constituían
alrededor de las ciudades y estas dependiendo de su ubicación diferencial respecto a la
de Buenos Aires que era el centro político. Salta habría de ser una de las tantas
provincias relegadas en el sistema agro-exportador. Y en la búsqueda de lograr un lugar
diferencial en el imaginario nacional acude a la tradición. Es decir, la tradición
vinculada a las luchas por la independencia. Este es uno de los capitales con los que
contarán los grupos representantes de la salteñidad, para establecer relaciones en
ámbitos metropolitanos13.

13
Por capital entendemos el conjunto de propiedades -económicas, culturales, sociales y simbólicas-
reconocidas socialmente, que permiten a los agentes que se dirimen dentro un campo de fuerzas, acceder
a posiciones de poder (Bourdieu, P.1995 :81-82). En este caso que analizamos “la tradición salteña”
puede ser entendida como una propiedad simbólica, que permite a los grupos políticos representantes de
Ante el avance migratorio que advierte Ibarguren, los imaginarios nacionales
merecen reactualizarse. Esta es su propuesta nacionalista: los argentinos genuinos, son
aquellos nacidos en la tierra; es decir, por un lado el “criollo” y el “indio”, con sus
respectivas posiciones en el esquema histórico: dominante-dominado. Y por otro los
“nuevos argentinos”: hijos de inmigrantes, difíciles de dominar y controlar por su
heterogeneidad.
. Desde el siglo anterior, la propuesta civilizatoria de Sarmiento, luego de la
“pacificación” del indio, estaba basada en la introducción de numerosos extranjeros
como mano de obra. Al siglo siguiente, el caudal de inmigrantes había sobrepasado las
expectativas iniciales y se constituían en argentinos, de otra clase pero argentinos al fin.
Las consecuencias derivadas de estas afluencias masivas como ser: la organización en
sindicatos e instituciones de ayuda mutua según las nacionalidades o cosmopolitas, la
introducción de nuevas ideas políticas -en particular las del comunismo y del
anarquismo-, el paulatino ascenso social de algunos de estos “nuevos argentinos” en
distintas profesiones, etc.; hacían a los grupos asentados en el poder, temer sobre la
pérdida de su posición privilegiada. Recordemos que la presidencia de Yrigoyen, hacia
1916, pone fin a un largo período de fraude electoral y corrupción que mantenía a la
oligarquía en el poder.
Y sobre esto último también existe una paradoja. Si los grupos de la oligarquía
habían introducido en sus proyectos nacionales los modelos democráticos europeos,
también habían asentado las bases para el escrutinio de los dirigentes políticos por parte
de la voluntad del pueblo. Y estos mismos modelos, fueron los que al pasar el tiempo
contribuyeron a derribar las bases de su legitimidad.
Los valores patrióticos argentinos se forjaron, en aquel entonces, en
contraposición a la masa de extranjeros argentinizados14. En palabras de Dávalos, los
pueblos son más dignos de respeto mientras más se vuelven a sus orígenes. Esta frase
posicionaría a Salta como un lugar respetable en este aspecto y a Buenos Aires, como
un pueblo que ha perdido identidad, por que ha mirado más hacia afuera -Europa- en
vez de valorar lo primigenio. De ahí la distancia “espiritual”.
Pero será a partir de Buenos Aires, es decir a través del Estado centralizado en
la metrópoli, que se implementarán políticas nacionalistas tendientes a “neutralizar” los
conflictos aparentes y manifiestos de la heterogeneidad social. Una de ellas la
los salteños, dentro del campo estatal, acceder a una posición diferenciada.
14
Aunque ya venía gestándose desde fines del siglo XIX, con la introducción de las primeras oleadas
migratorias.
constituyó la educación principalmente a través de la enseñanza e inculcación de valores
patrióticos como los “más genuinamente argentinos”. A través de ellos, los inmigrantes
deberían conocer por un lado cual era el lugar que ocupaban en la estructura social, y
por otro como recién llegados, debían reconocer a los “padres de la patria” y prestarles
servicio.
En ese sentido, vamos a ver en el siguiente apartado como el turismo, en tanto
práctica instructiva y normalizante, en su forma incipiente a principios de siglo y hasta
la década del 40’, tuvo que ver con este tipo de políticas patrióticas, consagratoria de los
valores dominantes.

Hacia una Salta turística

En épocas anteriores, las formas de producir imágenes salteñas a través de


escritos de viajes, informes burocráticos, obras literarias y escritos periodísticos, entre
otras cosas, estaban enmarcadas en perspectivas individuales, miradas inventariadoras o
estetizantes, respondiendo a diferentes fines y sentimientos y recortadas en base a
criterios dispares.
En cambio, la producción de información específicamente turística sobre Salta
hizo posible reunir un conjunto de criterios selectivos comunes en torno a la formación
de una imagen más o menos unívoca que reconstruyera de lo ya dicho; aquello que le
diera mejor prensa o “buscando la belleza” -a la manera de Dávalos-, y descartando los
“defectos” que pudieran habérsele atribuido -como por ejemplo, los que señalaba Oliva
respecto al “coya”.
La forma de hacer promoción turística de aquel entonces, se constituía
principalmente en torno a la prensa escrita, a través de la redacción de crónicas
abocadas a detallar sobre las características particulares de distintos lugares del país; por
medio de artículos periodísticos varios, o revistas de difusión nacionales y provinciales
y de la construcción de guías de viaje. Estos informes requerían de un trabajo previo de
recolección de datos que significaban, en la mayoría de los casos, el viaje hacia los
lugares sobre los que escribirían los cronistas. Una vez en esos lugares, eran conducidos
por los “lugareños” y escuchaban de parte de estos conductores o guías los relatos de
“su” ciudad, “su” provincia, “su” lugar y luego el cronista con sus propios criterios iba
juzgando lo rescatable de acuerdo a lo que le permitieron ver y lo que escuchó de parte
de sus anfitriones.
Esta forma de relacionamiento o vínculo entre viajeros-cronistas y lugareños en
las empresas de promoción estatal, es la base sobre la que se va constituyendo las
imágenes de la provincia sobre los diferentes lugares del país; y de ese modo va a ser
utilizada, en esta época, en relación a la construcción de imágenes turísticas 15. A
diferencia de los relatos que analizamos con anterioridad, estas especies de crónicas
sobre los lugares turísticos van a someterse a otras reglas de escritura donde la
exaltación de cualidades y atributos del lugar son la constante e implican la utilización
del discurso para producir efectos concretos. Es decir, la incitación a los lectores al
consumo de los lugares que ya se empiezan a ofrecer como alternativa turística.
Hacia la década del 30’ el fomento del turismo era una tarea que competía al
Estado, principalmente este se hacía a través de la publicidad, de la construcción de
caminos, así también como del abaratamiento de los costos en los pasajes de los
ferrocarriles. Este último medio de traslado era el que más se había desarrollado hasta
ese entonces desde el siglo pasado. Su trazado correspondía a la forma en que estaba
demarcada la configuración del país, con la centralización de las vías en el puerto de
Buenos Aires y la extensión de las redes hacia las distintas provincias.
El Ferrocarril General Belgrano era el que enlazaba a Salta con Buenos Aires.
Contaba con vagones de primera clase en donde viajaban los gobernadores y las
personas más pudientes. La distancia en tiempo entre Buenos Aires y Salta, era de un
día y medio de viaje. Viajar por el interior de la provincia era todavía una aventura,
algunos viajaban a caballo por donde todavía no había caminos16.
Hasta principios de la década del 40’ la estructura económica del país no se
había modificado. Si bien el ascenso del radicalismo al poder había representado un

15
Cuando nos referimos a las empresas de promoción estatal, sobre los diferentes lugares del país,
hacemos alusión a la forma en que el Estado produce la información sobre su territorio y población, en
miras a constituir una imagen de nacionalidad. El desarrollo del transporte y de las vías de comunicación,
permite en este contexto, el “descubrimiento” de lugares y ciudades del interior, que hasta entonces eran
poco accesibles a la comunicación con el centro. Sobre estos lugares, que se van conectando por las vías
de transporte, se empieza a recolectar información . Datos, que permiten incluirlos como parte de la
nación y cuyas caracterizaciones se vinculan a la forma en que desde el centro se organiza la imagen de
territorialidad física y simbólica que abarca el dominio del estado. La imagen turística, nace de este
proceso de producción informacional. adhiriendo a la imagen geopolítica del estado.

16
La construcción de caminos había sido propiciada por el Estado desde fines de siglo XIX. Junto con el
coche motor que ingresa en 1900, se incorporan los frigoríficos, y empresas petroleras de capital
norteamericano. Inglaterra que hasta entonces tenía el predominio del transporte se ve amenazado por
estas introducciones y mediante el pacto de Londres firmado en 1933 entre Inglaterra y el gobierno
argentino, se llegan a establecer algunas cláusulas que favorecían y protegían los intereses británicos, la
construcción de caminos, favorable a los intereses norteamericanos, como amenazaba el monopolio
británico del transporte, se retardó hasta pasada la segunda guerra mundial. (Ortíz, R: 1955).
cambio en la concepción del ejercicio democrático, poniendo fin a los artificios del
fraude electoral de la oligarquía y abriendo el espacio a la participación de otros
sectores en la vida política.
En la década del 30’ se produce el golpe de Estado encabezado por José F.
Uriburu, militar salteño vinculado a la oligarquía bonaerense. Hasta la década del 43’ se
tratan de restaurar los espacios políticos perdidos por la oligarquía y de conservar el
monopolio del puerto, que hacía a los intereses de elite porteña.
Las primeras acciones que se produjeron mediante el golpe seguían la firme idea
de “poner orden”. Esto se llevó a cabo a través de la represión de organizaciones
sindicales y otras formas de organización que ponían en cuestión los intereses de la
elite.
Como veíamos anteriormente, el imaginario patriótico nacional se habría forjado
en torno a valores “criollos”. Esto permitía que los grupos asignados según esta
denominación se diferenciaban en principio del español, luego del indio y por último
del extranjero inmigrante. En cada reactualización de valores y símbolos de carácter
nacional se consagra a esta clase política en el poder -que se atribuye el haber llevado a
cabo la formación del Estado- poniendo en evidencia la necesidad de demostrar una
supremacía que parece corresponderse con el temor latente de perderla.
Así por ejemplo el 20 de Febrero del año 1931 cuando Uriburu estaba aún en el
poder, se inaugura el monumento a Güemes en Salta17. Uriburu estaba presente
acompañado por personas de la elite salteña18. Esta inauguración u oficio ritual,
encabezado por el presidente golpista, señala el modo en que un grupo particular hace
saber su autoridad a través de la significación de un espacio consagrando
simbólicamente su posición, en el acto performativo de la autoridad investida de poder
que oficia el ritual19. Acto simbólico, que por un lado dramatiza el estado de la sociedad
y su composición estamental; y por otro, dota de cualidades casi “mágicas” a ese lugar
17
La fecha 20 de Febrero, representa la Batalla de Salta, donde las tropas salteñas lideradas por el Gral.
Güemes y acompañadas por la figura del Gral. Belgrano, vencen a los realistas. También existe un Club
social de la aristocracia salteña, que lleva el nombre “20 de Febrero” que en ese entonces estaba ubicado
frente a la plaza principal, y era el espacio desde donde se dirimían los destinos políticos de la provincia.
18
Dato extraído del artículo “Salta no es solo valles y cerros”. El Tribuno, 27/01/99.
19
La noción de ritual, la entendemos en referencia al concepto de rito institucional propuesto por
Bourdieu P.(1985: 80-81) “el acto de institución es un acto de comunicación, pero de tipo particular:
significa a alguien su identidad, pero a la vez en el sentido que la expresa y la impone expresándola frente
a todos notificándole así con autoridad lo que él es y lo que él tiene que ser”...” Instituir es consagrar, es
decir sancionar y santificar un estado de cosas, un orden establecido...la investidura (en este caso del
presidente) consiste en sancionar y santificar haciendo conocer y reconocer una diferencia, haciéndola
existir en tanto que diferencia social” entendiendo esto último como la eficacia simbólica de los ritos de
institución.
que representará a Salta como conjunto mediante la investidura oficial a través de la
cual la sociedad se reconocerá.
La figura de Güemes, a través de su monumentalidad, se instituye a partir de ese
entonces en la representante de los salteños y los valores atribuidos al gaucho se
corresponden con los de este sector que lo consagran.
En este momento de fervor hacia la patria, que perduraría hasta entrada la
década del 40’, se caracterizaría por la demarcando de sitios y monumentos históricos
simbólicamente importantes para la consolidación del imaginario nacional. La Iglesia
San Francisco, el convento San Bernardo, y el Panteón de las Glorias del Norte, -que
contiene cenizas de algunos próceres- dentro de la Catedral, fueron declarados
monumentos históricos nacionales, entre 1942 y 1947.
A cada monumento habrían de corresponderles historias de gestas heroicas en
las que se batían los grupos “criollos” con el español. Sus historias trenzan las
relaciones de las familias de ese entonces con “la causa” y los estrechos vínculos que
mantenían estos grupos con la Iglesia.
Paralelo a esta proliferada demarcación de sitios y monumentos históricos a
través de rituales y mensajes históricos consagratorios de la elite salteña, tenían lugar
visitas más frecuentes a la provincia por parte de periodistas bonaerenses que venían a
reconocer las “bellezas” de Salta, para volcarlas en escritos de tinte promocional e
instructivo para su posterior difusión a nivel nacional.
Pero por su parte los mismos salteños, en especial las “damas salteñas”
radicadas en Buenos Aires a través de una institución denominada “Asociación
Incahuasi” presidida por la señora Vieyra de Solá, hacía tiempo que daban a conocer
“su” provincia en la metrópoli. (Revista Nativa, Bs. As. 1932)
Y en ese entonces ya era bastante conocida la producción literaria de Salta, que
también hacía a la propagación de su imagen, de algunos escritores entre los que se
destacan Juan C. Dávalos, María Torres Frías, Emma Solá de Solá, Sara Solá de
Castellanos, Bernardo Frías, Elena Avellaneda, Carlos Ibarguren, Ciro Torres López,
Arturo Kolbenheyer, Clara Saravia Linares, Nellie Zavaleta Mollinedo (Op. Cit.). De
los cuales ya hemos tomado dos referentes con anterioridad.
Este vínculo que se estrechaba entre Salta y Buenos Aires, se iba fortaleciendo
en la medida en que, al ser Salta una provincia subordinada económicamente en el
esquema exportador, hacía depender la mejora de su posición en las relaciones con el
Estado a través del uso de su capital simbólico. Es decir, el de su tradición en la gesta
emancipatoria. Por otra parte, desde el aparato del Estado en un momento de
reforzamiento de los valores nacionalistas ante los riesgos de perder hegemonía política,
la clase que lo dirigía creía necesario repensar la Argentina en los términos en que Salta
se representaba.
Un informe periodístico escrito en 1932 de la revista Nativa impresa en Bs As.
titulado, “Salta. Notas y aspectos diversos de la Salta tradicional y la moderna”,
ejemplifican estos intercambios. En este informe, Salta es reconocida desde Buenos
Aires por los siguientes sitios y cualidades: el cerro San Bernardo “en los mismos
terrenos en que se libró la Batalla de Salta”, el monumento al Gral. Belgrano “no hay
en toda la república tres iguales a este”, el monumento al Gral. Güemes “aún no
inaugurado, con el que contará Salta en el porvenir con el más legítimo de los
orgullos”, la ciudad: “con sus calles en gran parte asfaltadas, sus plazas bien
cuidadas, su obra edilicia”, las casas coloniales “todavía numerosas” y las modernas
“que el progreso agitado de los tiempos presentes está levantando apresuradamente”,
los edificios públicos y particulares; “que actualmente se construyen”, la catedral y los
restos de los próceres que guarda junto con las imágenes, el instituto antipalúdico como
institución nacional, la cultura y la sociabilidad, la vida industrial, la educación pública
“como la Normal de maestras, con excelente organización y materiales de enseñanza
de primer orden”, la prensa local “numerosa y de importancia”, la biblioteca provincial
“en permanente actividad literaria e intelectual”, la actividad artística y literaria, “con
excelentes representantes” y por último, el paisaje: “la verdadera Salta... es el
verdadero paisaje argentino... genuinamente nativo”.
En referencia la descripción de la historia de Salta, se transcribe un relato
denominado “Las Provincias” de Ricardo Rojas -historiador argentino- quien destaca
los siguientes componentes: la posición geográfica y estratégica a nivel comercial de
Salta durante el Virreinato, la cultura durante la época colonial, el contacto con
universidades, el enriquecimiento a través del comercio, las casas hidalgas con sus
damas y estilo de vida aristocrático, los fundos comarcanos “donde se levantaron
anchas moradas con capilla, donde el señor autoritario y piadoso a la vez, tuvo larga
servidumbre”, la poesía del indio: anterior a la Salta colonial, a la que denomina como
calchaquí, y por último, los indios: “con sus ponchos de color para los fríos. Ojotas de
cuero, su chicha y su coca para las fiestas, con su pucará, su chacra, su quena, sus
cantos quejumbroso”.
“Y todo aquello que Ambrosetti, Lafone Quiroga, Brush, Booman, Debenedetti, y tantos otros
arqueólogos de la religión han documentado para la ciencia”
Mucho de esa Salta indígena subsiste en el paisaje, en el folclore (...) Jorge Bermudez, nuestro gran
pintor, la ha fijado para el arte en sus admirables telas. Carlos Ibarguren, salteño el mismo, ha descripto
alguno de aquellos cuadros en prosa; y Juan C. Dávalos, poeta nativo, que vive en aquel ambiente, ha
expresado emociones en la églota regional en sus versos”.(Revista Nativa, Op. Cit.)

Como se puede ver a través de este listado, los lugares que reseña el grupo de
periodistas porteños tienen que ver en la mayoría de los casos con indicadores de
progreso tales como: escuelas, instituciones públicas y de beneficencia, el estado de las
calles, la higiene de la ciudad. Su mirada pretende desterrar un mito:

“ Mucha gente piensa que, por estar retirada de los grandes centros de población, se encuentra en
las mismas condiciones que se encontraba cuando éramos escolares y estudiabamos sus conceptos en la
geografía. No. Salta es una ciudad por todo concepto respetable ahora. Mucha cultura, mucha
sociabilidad”(Op. Cit.)

Un mito fundado en valores antagónicos al atraso, a la vida rural. Y esta


aclaración de lo que es Salta, parece ir dirigida a sus conciudadanos.
En la segunda caracterización referida a la historia salteña, vemos que si hay
algo que rescata a Salta de ese rumoreo bonaerense es la historia oficial que legitima
una tradición -que se insinúa de estirpe, no de atraso- el indio. Pero el ejemplar de indio
que al elevarse, eleva a los científicos que los estudian, a los artistas que los pintan y a
los poetas que los describen. Y por último, la historia de Salta, en sus dos vertientes la
colonial y la indígena al historiador que la consagra.
Más tarde, Salta escribiría sus propios informes turísticos, enmarcados en la
empresa patriótica. A través de la revista “Turismo y comercio de Salta” que aparecería
en 1940. Su director F.E. Pérez Marcio encabeza la lectura expresando:

“Al poner en circulación este primer número... lo hacemos con la satisfacción de quienes saben
que están cumpliendo una misión netamente patriótica; no nos cabe, en efecto, otro propósito que el de
hacer obra argentinista, al dar a conocer nuestro terruño ante propios y extraños, mostrando la
magnificencia, majestuosidad y belleza sin par de un rincón de nuestra patria... es obra argentinista,
señalar la ruta histórica, para ver y palpar el pasado nacional; es obra argentinista hacer que los argentinos
hagan turismo argentino”.

Dentro de la lectura que hacen los salteños sobre su ciudad y su provincia, para
darlas a conocer ante otros: argentinos y extraños, se reconocen los siguientes
atributos: de la ciudad; su carácter colonial, su historia gloriosa y su carácter
pintoresco, con el cerro San Bernardo de fondo, las calles angostas... ; de la provincia,
las siguientes regiones: los desfiladeros abruptos del Calchaquí, las selvas virginales
del Chaco, los valles ínter montanos.
En otras palabras, la ciudad, es el lugar que ofrece mayores objetos referenciales
de la “tradición hispana”; la provincia, encierra solo atractivos “naturales” (sin proponer
sitios asociados a objetos de la tradición indígena, sin embargo a través del discurso si
se hace alusión al componente indígena como parte de Salta).
Las tradiciones de los salteños son retomadas nuevamente del texto “Las
provincias” de Ricardo Rojas, anteriormente expuesto. En este caso, se clasifica a Salta
en dos tradiciones: la Calchaquí, de los indios, prehistórica de la leyenda, que fue
estudiada por los arqueólogos ya mencionados; y la colonial, que “dormita aún bajo el
cielo de una nueva evolución y progreso” estudiada por Bernardo Frías y Alberto
Alvarez Tamayo.
Salta es, para los que escriben esta revista “La tierra del heroísmo”. Sobre este
aspecto aclaran,
“El tradicional heroísmo puesto en juego desde la época de la colonia, ha sido heredado del
espíritu de la España”. A esta Salta le han cantado sus poetas, como ser Juan C. Dávalos en su escrito “La
tierra en Armas”, de contornos épicos”.(Revista Turismo y comercio de Salta. Salta, 1940: 20)

La ruta histórica a que hace referencia Pérez Marcio,(el director de la revista, en


la presentación ya citada) solo incluye lugares y objetos referenciales a la tradición
heroica y tiene que ver con los siguientes sitios y monumentos: en la ciudad; el
monumento 20 de Febrero: que simboliza la Batalla de Salta ganada a los realistas.
“Digno de ser visitado por todo turista, no sólo por el arte manifestado por su creador,
sino porque nos hace rememorar un glorioso momento de nuestra historia, pletórica de
triunfos y satisfacciones hondas”, el monumento a Güemes: “Güemes es símbolo de
Salta y el arquetipo de una raza de temperamento sobrio” , el monumento a Arenales:
en la plaza 9 de Julio. “Arenales, héroe de la epopeya de la independencia” , la estatua
de San Martín: en el parque San Martín. “Eres blanco pilar de independencia y gloria”
, el monumento a Belgrano: “De los héroes los nobles despojos. Elevemos postrados de
hinojos, himno excelso de amor y de fe” y la estatua del cristo redentor: en el cerro San
Bernardo. “Digno de ser visitado por los turistas que llegan a Salta en busca de
emociones profundas, de inspiraciones poéticas, y de aire fortificante de patriotismo y
de argentinismo bien entendido”.(ver imagen 2)
Otros sitos históricos que se mencionan a continuación son: el cabildo,
levantado por el fundador de Salta, la casa del altillo: donde se encontraron San Martín
y Belgrano, la casa de Augusto F. Torino, donde se alojó Pío Tristán (Jefe realista),
Chachajoya: por donde pasó Belgrano para librar la Batalla de Salta, Chamical:
estancia donde combate Güemes y las tropas españolas y por último, la iglesia San
Francisco: donde se realizó el funeral de los héroes caídos.
En el interior menciona los siguientes lugares: Fuerte de Cobos, que sirvió como
defenza del indígena., Casa de Lluracatao: (Molinos), centro de encomienda de indios
Pulares y Tomocotes, luego propiedad de Nicolás S. Isasmendi, último gobernador
español de Salta. Y por último, el pueblo de San Carlos: fundado cuatro veces y
destruido por los indios, hasta la formación de los jesuitas.
El orden de las referencias de los sitios históricos, viables para el turismo,
contiene la siguiente jerarquía. En primer lugar, los sitios que representan la historia de
los criollos partícipes en la Independencia en oposición a los españoles, estos se
encuentran en la ciudad y sus alrededores. En segundo lugar, los sitios que reflejan el
accionar de estos grupos en oposición a los indios, y estos se encuentran en el interior.
Como ya veníamos viendo, ambas historias son autoreferenciales y consagratorias de la
elite salteña en el poder.
Hacia la década del 40’, la apertura de caminos y de rutas de acceso a las
provincias empezó a cobrar mayor envergadura. Esta iniciativa por parte de la acción
del estado, buscaba la apertura de nuevas vías comerciales, en la diversificación de la
producción y en el fomento a las industrias nacionales. A esto le siguió el trazado de
rutas y de senderos para el turismo, tarea en la que intervinieron los agentes locales,
tomando como referencia los valores que se inculcaban desde el Estado para moldear la
imagen nacional20.
Además de los sitos históricos que Salta tenía para ofrecer en esta empresa, se
contaban con otros de carácter religioso como ser las Iglesias. En el trazado de estas
rutas, intervinieron los jóvenes de la Acción Católica. En ese momento histórico, la
Iglesia y sus representantes, cumplían un rol político importante a nivel estatal, en la
“lucha” contra el avance de las nuevas ideas socialistas y comunistas introducidas por
los inmigrantes21. La Acción Católica había formado un numeroso grupo laico, entre los
que se encontraban muchos jóvenes, y estos grupos erigían campañas pro-afianzamiento
de los principios católicos en el campo político y social. (Ciria, A. 1972: 1974-1979)

20
Acciones que responderían al modelo sustitutivo de importaciones adoptado para paliar las
consecuencias de la segunda guerra mundial en Argentina.
21
Recordemos que, en 1943, se implantaría la enseñanza religiosa obligatoria en las escuelas.
En Salta, la guía de la Acción Católica, tiene que ver con esta relación de
entendimiento entre la Iglesia y la clase gobernante. Su contenido, según lo comentan
estos jóvenes,
“Aspira a ser algo más que una lista pobre y monótona de monumentos y de cines, genero
vulgar en el que caen todas nuestras guías argentinas”. Según la concepción católica. Salta es una ciudad
“muy noble y leal... con un acervo humano de próceres familias e instituciones que le dan todavía hoy, un
carácter peculiar de señorial nobleza, de sabor antiguo junto con las admisibles formas de progreso”(Guía
de la Acción Católica. Salta, 1942)

La ciudad según la representaban las guías argentinas contra las que se defiende
esta nueva guía salteña, era considerada de segunda categoría. Puesto que para
establecer esta caracterización (realizada a nivel estatal) que comparaba a Salta con
otras provincias, se tomaban en cuenta como criterios, los adelantos modernos, en
especial, los atributos que tienen que ver con el confort y la adecuación de
infraestructura a los hábitos de consumo urbano. La guía católica pretende revertir este
pensamiento, “previniendo” al peregrino o viajero que llegan de esta “falta de
penetración en la historia y el alma de la ciudad”. A diferencia de la revista salteña que
hace hincapié en los sitios históricos, esta guía ofrece además de esos sitios, las
iglesias, y otros datos sobre Salta en general.
Nos interesa mostrar con este ejemplo, cómo ante la categorización de otros que
confeccionan guías argentinas de viaje, Salta, según criterios modernizante, quedaría
relegada ante otras provincias que cuentan con mayores adelantos. La defensa de la
iglesia salteña y los grupos tradicionalistas, harían valer con mayor fuerza sus atributos
morales e históricos para diferenciarse de aquellas provincias que la superan por su
“progreso”.
Esto nos recuerda también el discurso de Dávalos ante la alta sociedad
bonaerense, quien invirtiendo la distancia material, en términos de distancia “espiritual”
abría la brecha que distinguiría al salteño de aquellos otros que no tienen o que están
perdiendo sus valores tradicionales originales, pero que sin embargo le superan
irremediablemente en términos de ventajas materiales.

Turismo para entendidos

En la misma revista que venimos analizando ya se señalaban algunas


excursiones por el interior, presentando como alternativas a la ciudad que es el centro
donde se constituye el mercado turístico local. De estos lugares, donde podrían referirse
sitios asociados a la tradición indígena, solo se destacan por su accesibilidad aquellos
que encierran un marco paisajístico natural y no se incluyen otros atractivos. Un lugar
que se destaca como centro de atracción para el turismo argentino, es Atocha, rincón
panorámico. Pero además, se resalta a este lugar como un cenáculo de la
intelectualidad, de la cordialidad, de la amistad sincera y del espíritu artístico. Este era
un lugar donde se reunían los poetas a cantar sus versos nativos. y donde se celebraba
una fiesta en honor a la virgen de Atocha.
A la cuesta del Obispo y la Laguna de Brealito, se viajaba en la mensajería que
iba a Cachi, Molinos y La Poma. Un turista que comparaba el paisaje de la cuesta del
Obispo con otro de la Patagonia decía:
“Hay que ver esa Cuesta del Obispo, y hay que estudiarla, guiado por el ojo del artista, por el
alma del poeta y por el espíritu de la nobleza... porque en sus dominios los seres civilizados se
transforman en filósofos, en literatos, en maestros, en fin, en hombres superiores y guías útiles para sus
semejantes”(Op. Cit. 53)

Y un periodista se refería a la Laguna de Brealito de la siguiente manera:


“Es la más digna de ser visitada con atención y con el tiempo necesario, para poder disfrutar de
sus bellezas y maravillas, accesibles por completo únicamente para personas cultas y sensibles al arte y
las emociones de las almas nobles... situada en el departamento Molinos... allí el turista, el artista, el poeta
podrá satisfacer plenamente sus anhelos de novedades interesantes”.(Op. Cit.5)

Respecto a estos lugares del interior que se promueven por su contenido


paisajístico, se deja aclarado que no cualquiera está capacitado para su goce y
contemplación. La naturaleza y su paisaje, solo son accesibles para “los entendidos”:
poetas, artistas, intelectuales, principalmente salteños quienes establecerían las reglas
del mirar y los criterios de belleza de “su” provincia, basados estos mismos, en las
reglas y criterios de otras escuelas, la del arte, la literatura, la filosofía, a las que podían
tener acceso estos grupos como miembros de una clase. Esta instrucción sobre las
escuelas mencionadas llegaba principalmente desde Europa pasando por Buenos Aires.
Se suponía entonces que los turistas, aquellos que podían tener acceso al viaje
en esa época -provenientes de las ciudades metropolitanas- deberían conocer tales
reglas y criterios, para poder luego de contemplar y sentir la admiración que se
propone.
Por su parte los periodistas salteños que escriben, estas páginas, se sitúan en el
grupo de “los entendidos”. Estos grupos que se vinculaban o eran ellos mismos poetas y
narradores, estaban asociados a un género literario cuya mirada estética sobre Salta y su
paisaje se emparentaba aún con la perspectiva de Dávalos, quien proponía el rescate de
la belleza natural y nativa como forma idealizada de contemplación del paisaje local.
Los turistas de aquel entonces, debían hacerse “entendidos”, ingresando al
círculo de la intelectualidad, dentro del cual se concebía el grupo que los conducía.
Puesto que como miembros de una clase particular, compartían los mismos esquemas de
pensamiento y similares códigos de sentimientos.

Reflexiones finales: Sobre la imaginación salteña y el turismo

La construcción de la imagen salteña se fue perfilando en relación a la Nación.


Es decir, en relación a los vínculos que los grupos locales establecían con otros situados
en el centro de poder político-económico y la sede del monopolio estatal-simbólico; es
decir la metrópoli porteña, a partir de la cual se dirimían las estrategias de
representación y la imposición de esquemas de pensamientos comunes a la población
asentada en el territorio constituido como Nación.
Esta centralización del poder en la metrópoli porteña hacía depender el curso de
la economía, la política y las estrategias de representación local, de las voluntades de
aquellos grupos que detentaba del monopolio estatal. Y en ese sentido, las apuestas en
relación a los valores en que habría de proyectarse la Nación eran objeto de disputa en
estos ámbitos de poder.
La acción estatal intentaba llevar a cabo un proyecto de modernización que
tomaba como referente a otros países avanzados en materia tecnológica y económica,
con hábitos adecuados a este tipo de proyecto, racionalidad científica y técnica,
democratización de las relaciones políticas, y burocratización que lleva a la
despersonalización del poder. La propuesta era moldear a la población en relación a
estos propósitos, imponiendo e instaurando un nuevo orden de relaciones a través de
esquemas de pensamiento y acción comunes a todos los pobladores incluidos dentro de
su dominio territorial.
En el escenario local, la introducción de estos esquemas de pensamiento de cuño
modernizante proporcionados por el estado, significaba el quiebre y la amenaza del
antiguo orden que habría posibilitado la sustentación de los grupos de elite salteña en el
poder.
El rescate y la defensa de la tradición salteña, (entendida esta como la tradición
de herencia hispánica con rasgos dominantes y la tradición indígena subsumida a la
primera) por parte de estos grupos, puede entenderse como forma de preservar ese
orden que habría legitimado su posición social dentro del espacio local.
En otras palabras, el ingreso a la modernidad significaba para estos salteños que
escriben a principios de siglo XX, por un lado, el tomar cuenta de que su posición en el
nuevo esquema de poder se hallaba subordinada en relación a la de los grupos de la
metrópoli; y por otro, que su legitimidad en el poder local basado en otro esquema de
dominación -heredado de la colonia- (que tiene que ver con la coerción ideológica
religiosa, las relaciones de poder personalizadas en la figura del patrón a través del
sistema de hacienda, cuya legitimidad se basa en la propiedad de la tierra, y la
acumulación de capital económico y social a través de las herencias familiares y no por
carreras de ascenso y competencia profesional individuales) se ponía en cuestión como
una forma arcaica y contradictoria con el ideal de progreso propuesto por el Estado. Por
tanto, corría el riesgo de desaparecer la reproducción del orden que mantenía a estos
grupos en el poder a través de generaciones.
La propuesta conservacionista y de rescate de la tradición salteña, por parte de
los detentores de las letras salteñas y constituida en relación a la mirada
homogeneizante y modernizadora del estado, es la visión que se irá asentando como
imaginario salteño. Esta propuesta, llevada al reconocimiento en ámbitos de poder
nacionales -como la conferencia de Dávalos en el Jockey Club de Buenos Aires y la
publicación de Ibarguren en textos de difusión nacional- habría la posibilidad de que la
tradición no quede totalmente desarticulada por la empresa modernizadora 22. Y que
además pueda ser reconocida y valorada desde la mirada estatal como constitutiva del
imaginario nacional.
Los grupos de la elite porteña o la oligarquía terrateniente, desde la constitución
de la nación, monopolizaba el poder político del Estado. Esto suponía el poder
establecer su dominio y legitimidad sobre la totalidad territorial consolidada como
nación mediante el uso de la violencia física -guerras contra otros estados y pacificación
interna-. Y además, era también fundar su legitimidad a través de una serie de
mecanismos de coerción que implicaba el ejercicio de la violencia simbólica para el
moldeamiento de una identidad nacional homogénea o la construcción de una cultura
nacional legítima.
Imaginario nacional inculcado e impuesto a la población -principalmente a
través del sistema escolar- como fundamentos y principios del nuevo orden. Cuya
producción y comunicación tiene como canales privilegiados a la literatura -sea esta en

22
Tradición tal como la imaginan los grupos locales y, nosotros podríamos agregar, la tradicional forma
de dominación.
la forma periodística, histórica, artística, etc.- y como símbolos objetivados una serie de
monumentos, emblemas e íconos que representan el poder.
Los valores en los que se asienta la imagen de comunidad nacional tienen que
ver con aquellos valores del pasado que no se contradicen con las aspiraciones hacia el
futuro -cuyas consignas son la modernización y el progreso. En ese sentido, la tradición
puede tener otro sentido diferente al atraso y convertirse en un argumento favorable al
poder.
Tanto los grupos salteños como los de la elite porteña, habían ido estableciendo
su poder en base a la conquista de territorios heredados de la colonia. Como miembros
de una clase particular, habían llegado a compartir los valores que hicieron a la
independencia de la nación. Por ello, la tradición rescatada hace referencia al origen, es
decir la pertenencia y las costumbres históricamente ligadas al territorio y la
consolidación del territorio mediante batallas ganadas a otros -españoles e indígenas-.
Este argumento de la tradición como forma de justificar el poder se va
estableciendo y afirmando en relación al avance de la oleada inmigratoria cuya carrera
de ascenso social ya se halla en disputa con los grupos detentores del poder. Los grupos
sociales de la burguesía que ascienden a través de carreras individuales y profesiones
modernas, logran acceder a espacios de poder a través de la acumulación de capitales
económicos, culturales y sociales, que el mismo estado garantiza como forma legítima.
Esta burguesía que se consolida principalmente en Buenos Aires y las ciudades
de la pampa húmeda, todavía no ha llegado a constituirse en un grupo de poder en el
espacio local. Por ello, la perspectiva tradicionalista de los salteños se va afirmando
como escudo que protege a los grupos de poder local de los cambios que empiezan a
experimentar los de la oligarquía terrateniente de Buenos Aires; en este caso, en
relación al ascenso de los grupos de la burguesía que ponen en cuestión su legitimidad.
El imaginario salteño constituido a partir de este proceso fue consolidándose
como parte del repertorio de la imagen de cultura nacional. Hacia la década del 30’ y el
40’ cuando aparecen las primeras crónicas abocadas a recolectar información útil para el
emprendimiento turístico, estos imaginarios van a ser tomados como referentes para el
decir y el mostrar de los lugares que se pretenden promover como atractivos.
En el caso de las crónicas turísticas reseñadas por los periodistas bonaerenses
que escriben en la década del 30’, la imagen de Salta se circunscribe en base a objetos
de materialidad visible que remiten a la perspectiva estatal dominante. Lo que se intenta
mostrar es que Salta tiene adelantos modernos, instituciones educativas, de la salud, etc.
como sinónimos del progreso. Estos aspectos buscan convertirla en una provincia con
características semejantes a otras. Pero también y como nota distintiva, posee elementos
visibles de la tradición histórica que no todas las provincias conservan, además del
paisaje, la historia y la gente como elementos distinguibles en relación a otros lugares
Estos criterios de selección de los atributos salteños hacen a la construcción de
semejanzas y diferencias establecidas. Sobre todo nos interesa destacar, son establecidas
desde una perspectiva dominante que impone lo que puede mostrarse y lo que no.
A partir de estos principios de clasificación los salteños, en particular los que
escriben hacia la década del 40’ sus propios informes turísticos, empiezan a retratarse
como diferentes. Esta distinción legítima, parece buscar un mayor reconocimiento
utilizando el caudal simbólico de la tradición materializada en numerosos monumentos
y la demarcación de escenarios paisajísticos para que puedan dar prueba de esta
diferencia ante los otros que los vienen a conocer.
La imagen turística salteña construida en esta época, se asocia a los mismos
criterios que se utilizan para representar a Salta ante la nación. La tradición es un
elemento simbólico que se comparte dentro de un imaginario nacional, pero a la vez se
materializa y localiza en la provincia, en sus objetos, en su población. Y dentro de ésta,
en un grupo específico que la produce como imagen propia.
El viaje, como forma de instrucción y conocimiento de lectura de la realidad, no
eran accesibles más que para unos pocos grupos. Esta selectividad del público también
hacía que la imagen salteña se recorte en base a los principios de distinción o
apreciación y los hábitos de estos grupos con posibilidad de viaje. La oferta y selección
de sitios históricos, paisajes naturales, etc. iba acorde con la posibilidad de ofrecer los
medios modernos y adecuados a los hábitos urbanos, el confort, etc. Por ello en esta
época, el turista es conducido básicamente por la ciudad y otros lugares del interior
conectados con la ciudad. Esta circunscripción, hace al recorte de la imagen en relación
a sitios y objetos accesibles, rellenando lo no accesible con la información re
actualizada de los discursos sobre Salta entre los que se destacan los de la literatura
regional y la historiografía local. Saberes que pueblan al territorio imaginado como
provincia de personajes, historias, tradiciones y costumbres que no se podrán todavía
ver (por la falta de medios); pero se “sabe”, ya que existen o que alguna vez existieron,
en la forma en que los expertos los dieron a conocer sacándolos a la luz, mediante su
trabajo descriptivo.
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