Introducción:
1
A lo largo de todo el trabajo, vamos a utilizar el concepto de representación en el sentido que le asignan
Durkheim y Mauss (1971), a la noción de representaciones colectivas, en tanto conjunto de
clasificaciones que ordenan el mundo de las cosas, a partir de las relaciones sociales que contraen los
hombres entre sí. También lo que postula Bourdieu (1985) sobre representación social, como “visión
espontánea del mundo social” que depende de las perspectivas o de los distintos puntos de vista que los
agentes construyen en función de su posición diferenciada dentro del espacio social.
2
El discurso, para Foucault (1987; 1991), se consituye en una práctica formante de objetos que produce
efectos de verdad y está incierto en redes de poder. Lo enunciado tiene que estar legitimado por un
conjunto de leyes que son las que establecen “lo que se puede decir” en determinados momentos
históricos. Las categorías discursivas materializadas en textos escritos contribuyen a establecer
clasificaciones y representaciones sobre los objetos, reificando y neutralizando, en las prácticas sociales,
estados de cosas, posiciones de poder, y relaciones de dominación.
social que ocupan los grupos que imponen aquellos principios de visión y clasificación
sobre Salta y los salteños, dentro del espacio nacional y local.
Los tres relatos que presentamos en la primera parte de este trabajo, reflejan la
forma en que se representó a Salta a principios de siglo XX desde la mirada de los
salteños en interpelación con Buenos Aires. Ninguno de estos relatos está enmarcado
aún en una tarea de promoción turística, pero consideramos necesario analizarlos a
modo introductorio, porque ellos nos acercan a la comprensión de una época de grandes
cambios -contexto en el que emergen los discursos del turismo-. Momento en el cual se
pueden captar las tensiones, las disputas, las diferencias sociales que hacen a la pugna
de los sectores allegados al poder político en la construcción de Nación y los valores en
que habría de proyectarse. Donde las voces autorizadas que representan a Salta ante los
grupos de poder establecidos en la metrópoli porteña3 -sede de la concentración y
ejercicio del poder simbólico (Bourdieu: 1994; 108)- lucharían por hacer reconocer sus
valores en el imaginario nacional4 .
Dentro de estos relatos, vemos que a principios de siglo XX existen dos formas
representacionales construidas en torno a Salta y lo salteño. En la primera de estas
formas analizamos una crónica del periódico La Nación, escrita por un periodista
salteño hacia 1910. Se trata de una perspectiva modernizante, asociada a los valores que
se difundían desde el Estado -centralizado en Buenos Aires- en miras a consolidar una
noción de Nación5. En ella, Salta se concebiría como una provincia en la que existen
aún costumbres tradicionales de raíces “hispánicas” e “indígenas”, algunas de las cuales
(principalmente la “hispánica”) se complementan con el esquema del progreso
propiciado por el Estado, y otras (como la “indígena”) que se contradicen,
obstaculizando los proyectos modernizadores.
3
Siguiendo a Bourdieu (1985: 67-71), la noción de “voz autorizada” se refiere a la palabra, que tiene una
eficacia performativa -en un sentido casi “mágico”-, de personas que están investidas de poder. El
portavoz, de un grupo es reconocido socialmente como “poseedor del ‘skeptron’, conocido y reconocido
como habilitado y hábil para producir esta particular clase de discurso, sacerdote, profesor, poeta, etc.”
4
Tomamos como referente el concepto de imaginario de Bazkco (1991), quien asocia el ámbito de lo
imaginario-simbólico, con el ejercicio del poder político. Desde la perspectiva de este autor, la noción de
imaginario se asocia al ámbito de las ideas, de los deseos, de los valores y de los modos de acción.
El campo de lo imaginario se constituye sobre la experiencia pasada pero sobre la base de las aspiraciones
respecto al futuro, incluye una dosis de utopía. De este campo, se proyectan la invención de los
emblemas como intentos de materializar el poder y los principios de su legitimidad.
5
Vamos a referirnos cuando hablamos de Estado, a la noción de Estado- Nación, en el sentido que le
asigna Weber (1977: 1056). El término se refiere a la comunidad humana que dentro de un territorio
particular, posee el monopolio de la fuerza legítima, como el conjunto de instituciones y grupos de
personas que mediante un proceso de luchas y afiliaciones llegan al poder político a presentarse como
representantes legítimos de la mayoría de la población, de la totalidad definida como Estado.
La segunda perspectiva, la reconstruimos a través de dos discursos. El primero
se trata de una conferencia ofrecida en el Jockey Club de Buenos Aires hacia 1922 por
un poeta salteño precursor de la literatura regional. El otro consiste en un texto escrito
por un literato salteño hacia 1926, como parte de un libro que recopila relatos de las
distintas regiones del país. Estos discursos, reflejan una mirada provinciana de
perspectiva conservadora que reconoce los valores de la tradición “hispánica” como
aquellos más sólidos y originales para pensar una Nación. Que no se opone a las
transformaciones modernas pero intenta “rescatar” de las tradiciones “indígenas”
algunos de sus valores para introducirlos en el nuevo orden6.
Luego vemos como en la construcción del discurso turístico sobre Salta se
retoman -además de otras precedentes- estas representaciones forjadas a principios de
siglo XX. Hacia la década del 30’ aparecen las primeras crónicas sobre lugares de
interés turístico, que estaban construidas a partir de la mirada de porteños. En este caso,
las descripciones sobre Salta estaban enmarcadas en una perspectiva modernizante. Pero
ya en la década del 40’ surgen los primeros discursos del turismo elaborados por
salteños que contribuyen a consolidar la imagen turística de Salta desde una perspectiva
complementaria con el imaginario nacionalista de la época.
Por último, vemos cómo en este momento los discursos del turismo, a la vez que
reproducen el orden simbólico dominante -el cual se haya en disputa, por los grupos de
poder en el espacio nacional y local- va objetivando estas representaciones en sitios y
lugares específicos, que refuerzan el imaginario salteño y sus valores. Diferenciándose,
a la vez que incorporándose a partir de estos esquemas de valores y de pensamiento
dominante, en relación a la Nación y su imagen de comunidad7.
6
La tradición para Hobsbawn, E. (1983) es una invención del Estado moderno entre los siglos XIX y
XX. Para construir legitimidad en los sitemas emergentes de poder. En esta invención se utilizan
“materiales antiguos” con fines modernos como forma de anexar dentro de un territorio que se está
constituyendo como nación una ligazón emocional que proporcionaban los viejos modelos de cohesión
social de manera separada, ahora en un nuevo esquema simbólico que reúne todos los ordenes
precedentes en uno homogéneo. En ese sentido, para nosotros “tradición” es una reinvención constante
del pasado con fines modernos que en este caso se utiliza para construir el imaginario del Estado
provincial.
7
Acá entendemos la idea de la nación como comunidad imaginada, en el sentido que le da Anderson, B.
(1993: 23-25) cuando se refiere por este concepto a que una nación “es imaginada porque los miembros
de la nación no se conocen entre sí pero en cada uno de ellos vive la imagen de su comunión” y a su vez,
“se imagina como comunidad porque independientemente de la desigualdad y de la explotación que en
efecto puedan prevalecer en cada caso, la nación se concibe siempre como un compañerismo profundo,
horizontal”.
Con motivos de festejarse el primer centenario de la independencia nacional en
el año 1910, el periódico La Nación se propone realizar un balance de lo acontecido en
un siglo de vida independiente. Para ello organizó una empresa periodística tendiente a
recabar información actualizada sobre las diferentes provincias.
El propósito en palabras del periodista Moisés Oliva (1910), a quien le tocó la
tarea de describir a Salta en relación al conjunto nacional, era el siguiente8:
“La tarea que ha llevado a cabo La Nación en este número y que hace honor a nuestro país...
enseñará a nuestros estadistas a metodizar de una manera práctica la dirección del progreso, atendiendo a
las necesidades locales según su propia manera de ser, reflejadas en estas páginas por el pensamiento de
argentinos de todas las provincias, consultando por primera vez en esta trascendental empresa
periodística”. (Oliva, M. 1910, La Nación).
La idea de metodizar el curso del progreso tiene que ver con una perspectiva
burocrática de centralizar la información a fin de inventariar y controlar el basto
territorio nacional. A su vez, esta visión se relaciona con la configuración del país en
aquel momento; la conformación del Estado argentino se había consolidado a lo largo
de la segunda mitad del siglo XIX con su centro de poder político y económico en
Buenos Aires. Esta centralidad fue fruto de la incorporación del país a la economía
capitalista mundial a través de la exportación de cereales y carne principalmente a
Inglaterra y del poder político de la elite que controlaba el curso de estas actividades
económicas. La idea de progreso habría sido instituida por estos grupos que se
acometían a llevar a cabo el proyecto de nación, y tiene que ver con la mirada idealizada
de estos sectores sobre los avances europeos en materia tecnológica, económica,
política, social y cultural.
En aquel entonces la provincia de Salta, por lo antes mencionado, tenía un papel
relegado en la economía del país y su posición política subordinada hacía depender el
curso de su economía de los vínculos que pudieran establecer las elites locales con los
grupos de poder establecidos en Buenos Aires.
8
Oliva, Moisés J.(1871-1925): cursó sus estudios de filosofía y luego se dedicó al periodismo en Buenos
Aires. Colaboró en publicaciones sobre temas históricos y sociales. Dedicándose a la política resultó
electo legislador provincial en varias oportunidades. Desde 1899, se dedicó a la docencia llegando a la
Presidencia del Consejo General de Educación y al Rectorado del Colegio Nacional. En Salta se dedicó al
periodismo fundando y dirigiendo “El Orden”, diario de militancia conservadora (Figueroa, F.1980: 205-
207). En su trayectoria Oliva combina saber académico con fines políticos, adquiriendo conocimientos
en Buenos Aires y dedicándose a la enseñanza y la difusión de estos conocimientos como profesor y
como periodista. Atributos que lo llevan a la ocupación de puestos políticos de importancia en la
legislatura y en el Senado provincial.
En la exposición que realiza el periodista Moisés Oliva en el Periódico de
Buenos Aires, Salta se representa como un escenario de diversidad geográfica donde se
distinguen dos ambientes principales: la montaña y la llanura. En ellos el periodista
reconoce dos poblaciones con entidades psíquicas diferentes, el coya y el pastor o
gaucho; y la ciudad donde se mezclan estos dos tipos.
Al trazar la historia reconoce que:
“El criollo, el gaucho, tomando esta palabra en su mejor acepción, prevalece indudablemente y
constituye el tipo de salteño que es culto, generoso, franco, hospitalario y emprendedor, altruista... pero
cuando fuerzas que no puede vencer, imposiciones que no puede resistir, ambientes adversos que no
puede deshacer, quiebran sus altiveces, obedeciendo a una ley biológica, simula para defenderse: se hace
“coya”. Es principalmente en las luchas políticas en donde aparece esta doble faz del salteño... Agréguese
a esto la influencia permanente del “coya”, que sin hacer fuerza, violencia, ni siquiera actos de
apropiación, con solo su contacto, su presencia es foco de contagio psicológico y tendremos la
explicación de esas fallas en el carácter salteño que desperfeccionan su conjunto” (Oliva, M. 1910, La
Nación).
Once años más tarde, en 1921, el Jockey Club de Buenos Aires invitaba a Juan
Carlos Dávalos a dar una conferencia9. Este discurso nos acerca a la perspectiva de un
salteño, nacido en el seno de una familia “noble” de establecimiento rural, que habla en
nombre de los salteños para un público de la ciudad bonaerense de posición económica
privilegiada. La producción literaria de Dávalos ha sido constantemente retomada en los
discursos del turismo por la capacidad evocadora de la belleza del paisaje y de la gente
9
Dávalos, Juan. C.(1887-1960): Hijo de Arturo León Dávalos Isasmendi y Da. Isabel Patrón Costas. Se
dedicó a la docencia, dando cátedras de literatura en el Colegio Nacional. Ocupó otros cargos públicos
como Director del Archivo Gral. de la Provincia y Director de la Biblioteca provincial. Junto con David
Michel Torino funda el periódico “Sancho Panza”. A partir de 1907 produce una voluminosa obra
literaria abarcando poesía, prosa y teatro, entre los cuales se destacan los relatos por la fuerza descriptiva
tanto del paisaje como de las gentes y sus idiosincrasias, enmarcados en el lineamiento realista con
profunda raigambre regionalista. Algunas de sus obras: “Cantos Agrestes” (1921), “Cantos de la
montaña” (1921), “Relatos lugareños” (1930), “Cuentos y relatos del noroeste argentino” (1946). Entre
sus ensayos figuran: “Los Gauchos” (1924), “Los valles de Cachi y Molinos”(1937), “Salta su alma y sus
paisajes” (1947) y entre sus obras teatrales se destaca “La tierra en Armas”. (Fernando, F. Op. cit:88)...
que contienen sus relatos. Por ello creemos que es importante, a los fines de este trabajo
analizar estos mensajes en relación a los efectos de verdad (Foucault: 1987) que
producen
En esta conferencia, así se presenta Dávalos:
“Es este el momento preciso allá, en que su significación ética y estética ha sufrido la merma
irremediable que imponen: la renovación de los ideales y la transformación de las costumbres y de los
sentimientos.
El hogar solariego se disocia y se desbanda; la religión de nuestros padres se vuelve inútil; las
virtudes de nuestros mayores ya no nos edifican ni seducen. Nuestro sutil escepticismo se sonríe de
aquellas creencias suyas...
Todo se democratiza, todo se nivela, todo se despersonaliza, todo se subordina a las
conveniencias del mayor éxito y de menor esfuerzo! Eso está en el espíritu de los tiempos.
Pero los pueblos son tanto más dignos de respeto cuanto más se apegan al conocimiento de sus
orígenes. Bien está que desechemos del pasado cuanto nos queda de anacrónico o de pueril, pero
salvemos el preciado caudal de belleza que nos legó. Y por humilde que nos parezca... nos aproximemos
a él, no con el ánimo de crítico sagaz que desmenuza, sino con amplio espíritu del humanista, que
comprende y que venera...” (Ídem.:129-130).
Este párrafo ilustra cómo se vivían los cambios en los códigos de sentimiento y
conducta en las clases acomodadas de Salta ante la introducción de valores seculares y
modernizantes. Siguiendo a B. Anderson (1993:77-101), la tradición hispánica que
había mantenido el privilegio de los grupos dominantes descendientes de españoles
sobre la población indígena, como “vencedores” de la conquista, legitiman la
explotación de las tierras, los recursos y los pobladores originarios. Este hecho facilitó
la acumulación de las familias criollas de riquezas durante la colonia. Familias que si
bien habían alcanzado una buena posición en la colonia, eran vistas desde la metrópoli
europea -influenciada por las ideas de la ilustración en donde existía el postulado de que
el clima y la “ecología” tenían un efecto elemental sobre la cultura y el carácter- como
personas nacidas en un hemisferio salvaje, de naturaleza diferente a la metropolitana e
inferiores a ellos y que por lo tanto no estaban en condiciones de ocupar altos puestos.
La tradición rescata por Dávalos, es la de los hábitos hidalgos de tiempos de la
corona que luego les sirvieron a los criollos para independizarse, -aunque en el
imaginario continúa el reconocimiento de Europa como la cima de los valores
civilizatorios.
Esto de alguna manera traduce a nivel local, el advenimiento de los nuevos
códigos de cuño modernizante, aquellos que en Europa a partir de la caída del antiguo
régimen y el surgimiento del capitalismo desplazaba a la nobleza. O tomando la idea de
Elías, N. (1992, 1996), la aristocracia cortesana con sus códigos de conducta basados
en el honor y prestigio social, daba lugar al ascenso de la clase burguesa industrial, con
otros hábitos y valores contrapuestos a los de estos grupos, como ser los de una ética del
trabajo racional que facilitaría la acumulación de bienes materiales, el surgimiento de
las profesiones, la aparición de la empresa racional capitalista y la burocracia (Weber,
M.: 1977,1994.) que despersonaliza, la normalización del estado a través de la
enseñanza10 que nivela, la parlamentarización de las relaciones políticas que
democratiza, etc.11.
10
Donzelot, J. (1980) plantea que ante la caída del Antiguo Régimen, y advenimiento del Estado en los
países europeos hacia el siglo XIX, se produjo un cambio en las formas de control sobre las poblaciones.
La educación a través de la enseñanza se institucionalizó como forma de hacer saber la autoridad del
Estado a través de la generalización e imposición de principios y valores normalizadores.
Los antiguos y nuevos modelos de conducta, habrían de percibirse en esta época
en que Dávalos ofrece la conferencia. Él concibe a la ciudad de Salta “amenazada” en
su tradición por las nuevas ideas y en su afán conservador, rescata dos tradiciones que
él considera las más importantes de Salta: la veneración a las imágenes del milagro y la
tradición de los gauchos de Güemes. Ambas asociadas a dos valores que parecen para él
perderse: la fe y la lealtad, de la iglesia y el poder político local de las familias. La fe de
estirpe, que expulsó al moro y sometió al indio. Es decir, el catolicismo de España; y la
lealtad de los gauchos, en la empresa patriótica de Güemes, tradición social e instituida
como principio moral.
Así la distancia espiritual que plantea, tiene que ver con la pugna de estos dos
modelos de comportamiento social. Uno viejo, que permitió la prosperidad de las
familias y su dominación a través del latifundio y el sistema de patronazgo; y otro
nuevo, que plantea nuevas formas de dominación, basadas no tanto en las herencias
tradicionales de familias de prestigio social, sino en carreras “modernas” de ascenso
social individuales y competitivas, que llevan a alcanzar el éxito que menciona Dávalos.
Este relato que aquí analizaremos, trata de una descripción sobre Salta, los
salteños y sus costumbres tradicionales realizada por un literato salteño Carlos
Ibarguren12. Se trata de un escrito de 1926 denominada “De nuestra tierra”. Más tarde en
1938, fue compilado en el libro “El paisaje y el alma Argentina” editado en Buenos
Aires. Su propuesta consiste en agregar las costumbres de los salteños al conjunto de
“tradiciones” originarias que contribuyen a construir el imaginario nacional argentino.
11
Elías, N. (1992), sostiene que la parlamentarización de las relaciones políticas, pone fin a un largo
período histórico en donde este tipo de disputas se dirimían con un alto grado de violencia física. La
“pacificación” de las relaciones en el ámbito político, va de la mano con el proceso que lleva a la
formación de los Estados, e implica entre los individuos la internalización de nuevos hábitos de
comportamiento “civilizado” que implican un alto grado de control de las emociones individuales para
hacer posible la vida en sociedad.
12
Ibarguren C.(1877-1956): fue educado en la Capital Federal graduándose como abogado, se dedicó a la
docencia universitaria. Ocupó importantes cargos en la administración pública nacional. Luego se dedicó
a las letras colaborando en numerosas instituciones. Su producción literaria es voluminosa y extensa,
entre la que se destacan algunas obras referidas a la historia argentina, tales como: “Manuelita Rosas”
(1924), “Juan Manuel de Rosas: su vida, su tiempo y su drama” (1930); “En la penumbra de la historia
argentina” (1932); Estampas argentinas (1936); San Martín íntimo (1950); etc. (Figueroa, F. Op. cit.:162).
La trayectoria de Ibarguren está más ligada a la academia y su producción literaria a la construcción de
una historia argentina con fines políticos e ideológicos. Su visión sobre Salta reflejaría un intento de
articulación ente la historia salteña con la del conjunto nacional.
En su relato, Ibarguren tiende a destacar las cualidades del indio. Si bien afirma
que son más feos que los pastores de la llanura, aduce que estos tienen mejores
cualidades morales, son ordenados, disciplinados, estables, pacíficos. Ibarguren
representa a los indios de los valles como siervos históricamente vinculados a la gleba
que trabajan permanentemente para sus amos, y la propiedad de algunos terratenientes
que los dominan paternalmente. y continúa diciendo:
“Ese régimen existe, hoy mismo, en los valles calchaquíes y en las grandes fincas montañosas de
Salta, Catamarca y La Rioja, donde el extranjero no ha cundido todavía y la sociedad no se ha modificado
sensiblemente” (Ibarguren, C. 1926: 52)
Sus antepasados fueron los incas, los diaguitas y calchaquíes que antes fueron
artistas de la cerámica, los grabados en piedra, etc. Citando a Boman y Ambrosetti,
ejemplifica con algunos datos a cerca de petroglifos, urnas funerarias, mitos y leyendas,
como ser el mito de la pachamama y algunos sincretismos, entre la creencia cristiana y
otras creencias primitivas.
Podemos notar aquí la interpelación a otras voces autorizadas para relatar la
tradición de los “otros” salteños. Estas voces legitimadas en instituciones asociadas al
poder -en este caso la institución que sostiene al saber científico-racional- refleja el
intento por dotar de una entidad a estos “salteños” como grupo diferenciado y
homogenizado en su diversidad en la categoría de indio. Y esto asociado a un estado
primitivo que contrasta con el presente civilizado y próspero, en el cual se sitúan los
salteños con voz y discurso propios.
Sobre los hombres de la llanura en cambio, menciona las siguientes
características: individualismo, egoísmo, indisciplina, hostilidad a la autoridad,
valentía, coraje, arrogancia.
Al referirse a la ciudad (en general, comparando Salta con Buenos Aires),
Ibarguren ya menciona los cambios que se operan en los componentes de la sociedad, a
través de la avalancha inmigratoria que, según él, adolece los defectos de la falta de
cohesión y heterogeneidad que:
“Derriba paulatinamente la primitiva formación argentina y va demoliendo, del litoral al interior,
esa es su vía, nuestras cosas y costumbres de antaño, los tipos genuinos, los contornos que en otros
tiempos nos perfilaron y nos definieron... La inmigración europea borra todo lo que representa nuestra
vida pasada hispano-americana” (Ídem.: 77).
La música, el canto, el baile popular, las fábulas y leyendas del folklore -de los
indios y de los criollos- son para él manifestaciones genuinamente argentinas que se ven
amenazadas por el avance de la ola extranjera y propone evitar que se pierdan,
coleccionando los ritmos, melodías y relatos para las futuras generaciones.
También reconoce que a pesar de la transformación argentina, Salta es todavía
una ciudad que guarda características coloniales: como ser el convento, las callejas, las
casas del siglo XVIII. Y sobre los rasgos del salteño heredero de aquellas
características señala:
Esto último nos enseña, al igual que los otros dos relatos expuestos con
anterioridad, como estaba configurada la sociedad salteña en ese entonces y su relación
con la metrópoli porteña. La relación del patrón y el peón, marcaría la estratificación de
clases sociales en Salta. Una minoritaria y poderosa; y otra sumisa y masiva.
El señor y su cuño tradicional, representaría el vínculo con el afuera asociado a
la emergencia de capas burguesas en ascenso, que se enriquecen sin necesitar de la
ayuda de una herencia familiar.
El gaucho es la figura que representaría al criollo, su posición depende de la
ubicación en relación a la ciudad y el campo, siendo la primera a la que se asocia con
los valores civilizatorios dominantes.
La contemplación del indio en estos dos últimos escritos revela una distinción
notable respecto a la descripción de lo salteño que se escribe en 1910. Oliva, concibe al
“coya” con una fuerte carga de atributos negativos, relacionados al atraso, la
inferioridad racial, la “psicología” impenetrable a valores modernos. Mientras que los
salteños que escriben hacia la década del 20’, reconocen al indio como diferente en su
bagaje cultural y representan, a quienes incluyen dentro de esta categoría, como
herederos de “civilizaciones” anteriores y originarias; que si bien han sido vencidas y
poseen otro tipo de tradiciones, las mismas no son contradictorias con el imaginario
nacional.
Esta especie de “defensa” y rescate de ciertos atributos indígenas por parte de los
salteños que analizamos -en tanto voces autorizadas-, merece sin embargo pensarse en
relación a la estructura de dominación que la sostiene. El paternalismo con que se mira
al “indio”, expresa en otros términos las complejas relaciones entre los patrones y sus
peones que se sustentan en las prácticas, donde se articulan estos dos grupos a través de
la estancia. Es decir, el ofrecimiento de tierras, medios de vida, protección, el auspicio
de fiestas y gastos de emergencia a los peones, por parte de los “señores”; a cambio del
trabajo, la lealtad y el reconocimiento a la autoridad del patrón. Esta mutua
dependencia, basada en el intercambio de favores, permite la convivencia de los
conflictos entre clases antagónicas y el sostenimiento de un sistema de explotación.
La visión de estos salteños refleja su posición dominante. Y la exaltación de las
cualidades manuales más que “espirituales” del indio, es fruto de esta relación de poder
en la sociedad salteña de la época en que ambos escriben. Y este tipo de reconocimiento
del “otro” que habita en tierra salteña, permite reafirmar y consagrar los valores de
quienes lo construyen como tal.
Así, la posición del gaucho es la que se figura en oposición al indio. A veces es
pastor y a veces es señor, de acuerdo a su ubicación en la ciudad o en el campo. Sobre
este elemento del estrato social, los tres coinciden en asignarle valores dominantes del
conquistador, aunque se reconozcan algunos “defectos” que hacen a la vida rural; la
vida en un ambiente hostil, la relación estrecha con seres inferiores según Oliva, la
libertad en el andar o el indisciplinamiento según Ibarguren.
Se incorpora así en el imaginario la imagen del gaucho salteño como el tipo
representativo de su sociedad y sus valores. Ahora bien, son multitudes las que quedan
excluidas de esta categoría. Aunque en el inventario nacional deban considerarse
salteños a estas multitudes, se las incluye a través de otros rasgos menores que son
destacados y “rescatables” dentro de los esquemas de percepción y apreciación de los
“señores” salteños que los dan a conocer. Tales como la disciplina, la laboriosidad, la
fe y la humildad, características que muestran, por otra parte, la existencia del control, la
“vida social”, el poder y la soberbia, de quienes los describen paternalmente.
En cuanto a la Nación en su conjunto, las relaciones de poder se constituían
alrededor de las ciudades y estas dependiendo de su ubicación diferencial respecto a la
de Buenos Aires que era el centro político. Salta habría de ser una de las tantas
provincias relegadas en el sistema agro-exportador. Y en la búsqueda de lograr un lugar
diferencial en el imaginario nacional acude a la tradición. Es decir, la tradición
vinculada a las luchas por la independencia. Este es uno de los capitales con los que
contarán los grupos representantes de la salteñidad, para establecer relaciones en
ámbitos metropolitanos13.
13
Por capital entendemos el conjunto de propiedades -económicas, culturales, sociales y simbólicas-
reconocidas socialmente, que permiten a los agentes que se dirimen dentro un campo de fuerzas, acceder
a posiciones de poder (Bourdieu, P.1995 :81-82). En este caso que analizamos “la tradición salteña”
puede ser entendida como una propiedad simbólica, que permite a los grupos políticos representantes de
Ante el avance migratorio que advierte Ibarguren, los imaginarios nacionales
merecen reactualizarse. Esta es su propuesta nacionalista: los argentinos genuinos, son
aquellos nacidos en la tierra; es decir, por un lado el “criollo” y el “indio”, con sus
respectivas posiciones en el esquema histórico: dominante-dominado. Y por otro los
“nuevos argentinos”: hijos de inmigrantes, difíciles de dominar y controlar por su
heterogeneidad.
. Desde el siglo anterior, la propuesta civilizatoria de Sarmiento, luego de la
“pacificación” del indio, estaba basada en la introducción de numerosos extranjeros
como mano de obra. Al siglo siguiente, el caudal de inmigrantes había sobrepasado las
expectativas iniciales y se constituían en argentinos, de otra clase pero argentinos al fin.
Las consecuencias derivadas de estas afluencias masivas como ser: la organización en
sindicatos e instituciones de ayuda mutua según las nacionalidades o cosmopolitas, la
introducción de nuevas ideas políticas -en particular las del comunismo y del
anarquismo-, el paulatino ascenso social de algunos de estos “nuevos argentinos” en
distintas profesiones, etc.; hacían a los grupos asentados en el poder, temer sobre la
pérdida de su posición privilegiada. Recordemos que la presidencia de Yrigoyen, hacia
1916, pone fin a un largo período de fraude electoral y corrupción que mantenía a la
oligarquía en el poder.
Y sobre esto último también existe una paradoja. Si los grupos de la oligarquía
habían introducido en sus proyectos nacionales los modelos democráticos europeos,
también habían asentado las bases para el escrutinio de los dirigentes políticos por parte
de la voluntad del pueblo. Y estos mismos modelos, fueron los que al pasar el tiempo
contribuyeron a derribar las bases de su legitimidad.
Los valores patrióticos argentinos se forjaron, en aquel entonces, en
contraposición a la masa de extranjeros argentinizados14. En palabras de Dávalos, los
pueblos son más dignos de respeto mientras más se vuelven a sus orígenes. Esta frase
posicionaría a Salta como un lugar respetable en este aspecto y a Buenos Aires, como
un pueblo que ha perdido identidad, por que ha mirado más hacia afuera -Europa- en
vez de valorar lo primigenio. De ahí la distancia “espiritual”.
Pero será a partir de Buenos Aires, es decir a través del Estado centralizado en
la metrópoli, que se implementarán políticas nacionalistas tendientes a “neutralizar” los
conflictos aparentes y manifiestos de la heterogeneidad social. Una de ellas la
los salteños, dentro del campo estatal, acceder a una posición diferenciada.
14
Aunque ya venía gestándose desde fines del siglo XIX, con la introducción de las primeras oleadas
migratorias.
constituyó la educación principalmente a través de la enseñanza e inculcación de valores
patrióticos como los “más genuinamente argentinos”. A través de ellos, los inmigrantes
deberían conocer por un lado cual era el lugar que ocupaban en la estructura social, y
por otro como recién llegados, debían reconocer a los “padres de la patria” y prestarles
servicio.
En ese sentido, vamos a ver en el siguiente apartado como el turismo, en tanto
práctica instructiva y normalizante, en su forma incipiente a principios de siglo y hasta
la década del 40’, tuvo que ver con este tipo de políticas patrióticas, consagratoria de los
valores dominantes.
15
Cuando nos referimos a las empresas de promoción estatal, sobre los diferentes lugares del país,
hacemos alusión a la forma en que el Estado produce la información sobre su territorio y población, en
miras a constituir una imagen de nacionalidad. El desarrollo del transporte y de las vías de comunicación,
permite en este contexto, el “descubrimiento” de lugares y ciudades del interior, que hasta entonces eran
poco accesibles a la comunicación con el centro. Sobre estos lugares, que se van conectando por las vías
de transporte, se empieza a recolectar información . Datos, que permiten incluirlos como parte de la
nación y cuyas caracterizaciones se vinculan a la forma en que desde el centro se organiza la imagen de
territorialidad física y simbólica que abarca el dominio del estado. La imagen turística, nace de este
proceso de producción informacional. adhiriendo a la imagen geopolítica del estado.
16
La construcción de caminos había sido propiciada por el Estado desde fines de siglo XIX. Junto con el
coche motor que ingresa en 1900, se incorporan los frigoríficos, y empresas petroleras de capital
norteamericano. Inglaterra que hasta entonces tenía el predominio del transporte se ve amenazado por
estas introducciones y mediante el pacto de Londres firmado en 1933 entre Inglaterra y el gobierno
argentino, se llegan a establecer algunas cláusulas que favorecían y protegían los intereses británicos, la
construcción de caminos, favorable a los intereses norteamericanos, como amenazaba el monopolio
británico del transporte, se retardó hasta pasada la segunda guerra mundial. (Ortíz, R: 1955).
cambio en la concepción del ejercicio democrático, poniendo fin a los artificios del
fraude electoral de la oligarquía y abriendo el espacio a la participación de otros
sectores en la vida política.
En la década del 30’ se produce el golpe de Estado encabezado por José F.
Uriburu, militar salteño vinculado a la oligarquía bonaerense. Hasta la década del 43’ se
tratan de restaurar los espacios políticos perdidos por la oligarquía y de conservar el
monopolio del puerto, que hacía a los intereses de elite porteña.
Las primeras acciones que se produjeron mediante el golpe seguían la firme idea
de “poner orden”. Esto se llevó a cabo a través de la represión de organizaciones
sindicales y otras formas de organización que ponían en cuestión los intereses de la
elite.
Como veíamos anteriormente, el imaginario patriótico nacional se habría forjado
en torno a valores “criollos”. Esto permitía que los grupos asignados según esta
denominación se diferenciaban en principio del español, luego del indio y por último
del extranjero inmigrante. En cada reactualización de valores y símbolos de carácter
nacional se consagra a esta clase política en el poder -que se atribuye el haber llevado a
cabo la formación del Estado- poniendo en evidencia la necesidad de demostrar una
supremacía que parece corresponderse con el temor latente de perderla.
Así por ejemplo el 20 de Febrero del año 1931 cuando Uriburu estaba aún en el
poder, se inaugura el monumento a Güemes en Salta17. Uriburu estaba presente
acompañado por personas de la elite salteña18. Esta inauguración u oficio ritual,
encabezado por el presidente golpista, señala el modo en que un grupo particular hace
saber su autoridad a través de la significación de un espacio consagrando
simbólicamente su posición, en el acto performativo de la autoridad investida de poder
que oficia el ritual19. Acto simbólico, que por un lado dramatiza el estado de la sociedad
y su composición estamental; y por otro, dota de cualidades casi “mágicas” a ese lugar
17
La fecha 20 de Febrero, representa la Batalla de Salta, donde las tropas salteñas lideradas por el Gral.
Güemes y acompañadas por la figura del Gral. Belgrano, vencen a los realistas. También existe un Club
social de la aristocracia salteña, que lleva el nombre “20 de Febrero” que en ese entonces estaba ubicado
frente a la plaza principal, y era el espacio desde donde se dirimían los destinos políticos de la provincia.
18
Dato extraído del artículo “Salta no es solo valles y cerros”. El Tribuno, 27/01/99.
19
La noción de ritual, la entendemos en referencia al concepto de rito institucional propuesto por
Bourdieu P.(1985: 80-81) “el acto de institución es un acto de comunicación, pero de tipo particular:
significa a alguien su identidad, pero a la vez en el sentido que la expresa y la impone expresándola frente
a todos notificándole así con autoridad lo que él es y lo que él tiene que ser”...” Instituir es consagrar, es
decir sancionar y santificar un estado de cosas, un orden establecido...la investidura (en este caso del
presidente) consiste en sancionar y santificar haciendo conocer y reconocer una diferencia, haciéndola
existir en tanto que diferencia social” entendiendo esto último como la eficacia simbólica de los ritos de
institución.
que representará a Salta como conjunto mediante la investidura oficial a través de la
cual la sociedad se reconocerá.
La figura de Güemes, a través de su monumentalidad, se instituye a partir de ese
entonces en la representante de los salteños y los valores atribuidos al gaucho se
corresponden con los de este sector que lo consagran.
En este momento de fervor hacia la patria, que perduraría hasta entrada la
década del 40’, se caracterizaría por la demarcando de sitios y monumentos históricos
simbólicamente importantes para la consolidación del imaginario nacional. La Iglesia
San Francisco, el convento San Bernardo, y el Panteón de las Glorias del Norte, -que
contiene cenizas de algunos próceres- dentro de la Catedral, fueron declarados
monumentos históricos nacionales, entre 1942 y 1947.
A cada monumento habrían de corresponderles historias de gestas heroicas en
las que se batían los grupos “criollos” con el español. Sus historias trenzan las
relaciones de las familias de ese entonces con “la causa” y los estrechos vínculos que
mantenían estos grupos con la Iglesia.
Paralelo a esta proliferada demarcación de sitios y monumentos históricos a
través de rituales y mensajes históricos consagratorios de la elite salteña, tenían lugar
visitas más frecuentes a la provincia por parte de periodistas bonaerenses que venían a
reconocer las “bellezas” de Salta, para volcarlas en escritos de tinte promocional e
instructivo para su posterior difusión a nivel nacional.
Pero por su parte los mismos salteños, en especial las “damas salteñas”
radicadas en Buenos Aires a través de una institución denominada “Asociación
Incahuasi” presidida por la señora Vieyra de Solá, hacía tiempo que daban a conocer
“su” provincia en la metrópoli. (Revista Nativa, Bs. As. 1932)
Y en ese entonces ya era bastante conocida la producción literaria de Salta, que
también hacía a la propagación de su imagen, de algunos escritores entre los que se
destacan Juan C. Dávalos, María Torres Frías, Emma Solá de Solá, Sara Solá de
Castellanos, Bernardo Frías, Elena Avellaneda, Carlos Ibarguren, Ciro Torres López,
Arturo Kolbenheyer, Clara Saravia Linares, Nellie Zavaleta Mollinedo (Op. Cit.). De
los cuales ya hemos tomado dos referentes con anterioridad.
Este vínculo que se estrechaba entre Salta y Buenos Aires, se iba fortaleciendo
en la medida en que, al ser Salta una provincia subordinada económicamente en el
esquema exportador, hacía depender la mejora de su posición en las relaciones con el
Estado a través del uso de su capital simbólico. Es decir, el de su tradición en la gesta
emancipatoria. Por otra parte, desde el aparato del Estado en un momento de
reforzamiento de los valores nacionalistas ante los riesgos de perder hegemonía política,
la clase que lo dirigía creía necesario repensar la Argentina en los términos en que Salta
se representaba.
Un informe periodístico escrito en 1932 de la revista Nativa impresa en Bs As.
titulado, “Salta. Notas y aspectos diversos de la Salta tradicional y la moderna”,
ejemplifican estos intercambios. En este informe, Salta es reconocida desde Buenos
Aires por los siguientes sitios y cualidades: el cerro San Bernardo “en los mismos
terrenos en que se libró la Batalla de Salta”, el monumento al Gral. Belgrano “no hay
en toda la república tres iguales a este”, el monumento al Gral. Güemes “aún no
inaugurado, con el que contará Salta en el porvenir con el más legítimo de los
orgullos”, la ciudad: “con sus calles en gran parte asfaltadas, sus plazas bien
cuidadas, su obra edilicia”, las casas coloniales “todavía numerosas” y las modernas
“que el progreso agitado de los tiempos presentes está levantando apresuradamente”,
los edificios públicos y particulares; “que actualmente se construyen”, la catedral y los
restos de los próceres que guarda junto con las imágenes, el instituto antipalúdico como
institución nacional, la cultura y la sociabilidad, la vida industrial, la educación pública
“como la Normal de maestras, con excelente organización y materiales de enseñanza
de primer orden”, la prensa local “numerosa y de importancia”, la biblioteca provincial
“en permanente actividad literaria e intelectual”, la actividad artística y literaria, “con
excelentes representantes” y por último, el paisaje: “la verdadera Salta... es el
verdadero paisaje argentino... genuinamente nativo”.
En referencia la descripción de la historia de Salta, se transcribe un relato
denominado “Las Provincias” de Ricardo Rojas -historiador argentino- quien destaca
los siguientes componentes: la posición geográfica y estratégica a nivel comercial de
Salta durante el Virreinato, la cultura durante la época colonial, el contacto con
universidades, el enriquecimiento a través del comercio, las casas hidalgas con sus
damas y estilo de vida aristocrático, los fundos comarcanos “donde se levantaron
anchas moradas con capilla, donde el señor autoritario y piadoso a la vez, tuvo larga
servidumbre”, la poesía del indio: anterior a la Salta colonial, a la que denomina como
calchaquí, y por último, los indios: “con sus ponchos de color para los fríos. Ojotas de
cuero, su chicha y su coca para las fiestas, con su pucará, su chacra, su quena, sus
cantos quejumbroso”.
“Y todo aquello que Ambrosetti, Lafone Quiroga, Brush, Booman, Debenedetti, y tantos otros
arqueólogos de la religión han documentado para la ciencia”
Mucho de esa Salta indígena subsiste en el paisaje, en el folclore (...) Jorge Bermudez, nuestro gran
pintor, la ha fijado para el arte en sus admirables telas. Carlos Ibarguren, salteño el mismo, ha descripto
alguno de aquellos cuadros en prosa; y Juan C. Dávalos, poeta nativo, que vive en aquel ambiente, ha
expresado emociones en la églota regional en sus versos”.(Revista Nativa, Op. Cit.)
Como se puede ver a través de este listado, los lugares que reseña el grupo de
periodistas porteños tienen que ver en la mayoría de los casos con indicadores de
progreso tales como: escuelas, instituciones públicas y de beneficencia, el estado de las
calles, la higiene de la ciudad. Su mirada pretende desterrar un mito:
“ Mucha gente piensa que, por estar retirada de los grandes centros de población, se encuentra en
las mismas condiciones que se encontraba cuando éramos escolares y estudiabamos sus conceptos en la
geografía. No. Salta es una ciudad por todo concepto respetable ahora. Mucha cultura, mucha
sociabilidad”(Op. Cit.)
“Al poner en circulación este primer número... lo hacemos con la satisfacción de quienes saben
que están cumpliendo una misión netamente patriótica; no nos cabe, en efecto, otro propósito que el de
hacer obra argentinista, al dar a conocer nuestro terruño ante propios y extraños, mostrando la
magnificencia, majestuosidad y belleza sin par de un rincón de nuestra patria... es obra argentinista,
señalar la ruta histórica, para ver y palpar el pasado nacional; es obra argentinista hacer que los argentinos
hagan turismo argentino”.
Dentro de la lectura que hacen los salteños sobre su ciudad y su provincia, para
darlas a conocer ante otros: argentinos y extraños, se reconocen los siguientes
atributos: de la ciudad; su carácter colonial, su historia gloriosa y su carácter
pintoresco, con el cerro San Bernardo de fondo, las calles angostas... ; de la provincia,
las siguientes regiones: los desfiladeros abruptos del Calchaquí, las selvas virginales
del Chaco, los valles ínter montanos.
En otras palabras, la ciudad, es el lugar que ofrece mayores objetos referenciales
de la “tradición hispana”; la provincia, encierra solo atractivos “naturales” (sin proponer
sitios asociados a objetos de la tradición indígena, sin embargo a través del discurso si
se hace alusión al componente indígena como parte de Salta).
Las tradiciones de los salteños son retomadas nuevamente del texto “Las
provincias” de Ricardo Rojas, anteriormente expuesto. En este caso, se clasifica a Salta
en dos tradiciones: la Calchaquí, de los indios, prehistórica de la leyenda, que fue
estudiada por los arqueólogos ya mencionados; y la colonial, que “dormita aún bajo el
cielo de una nueva evolución y progreso” estudiada por Bernardo Frías y Alberto
Alvarez Tamayo.
Salta es, para los que escriben esta revista “La tierra del heroísmo”. Sobre este
aspecto aclaran,
“El tradicional heroísmo puesto en juego desde la época de la colonia, ha sido heredado del
espíritu de la España”. A esta Salta le han cantado sus poetas, como ser Juan C. Dávalos en su escrito “La
tierra en Armas”, de contornos épicos”.(Revista Turismo y comercio de Salta. Salta, 1940: 20)
20
Acciones que responderían al modelo sustitutivo de importaciones adoptado para paliar las
consecuencias de la segunda guerra mundial en Argentina.
21
Recordemos que, en 1943, se implantaría la enseñanza religiosa obligatoria en las escuelas.
En Salta, la guía de la Acción Católica, tiene que ver con esta relación de
entendimiento entre la Iglesia y la clase gobernante. Su contenido, según lo comentan
estos jóvenes,
“Aspira a ser algo más que una lista pobre y monótona de monumentos y de cines, genero
vulgar en el que caen todas nuestras guías argentinas”. Según la concepción católica. Salta es una ciudad
“muy noble y leal... con un acervo humano de próceres familias e instituciones que le dan todavía hoy, un
carácter peculiar de señorial nobleza, de sabor antiguo junto con las admisibles formas de progreso”(Guía
de la Acción Católica. Salta, 1942)
La ciudad según la representaban las guías argentinas contra las que se defiende
esta nueva guía salteña, era considerada de segunda categoría. Puesto que para
establecer esta caracterización (realizada a nivel estatal) que comparaba a Salta con
otras provincias, se tomaban en cuenta como criterios, los adelantos modernos, en
especial, los atributos que tienen que ver con el confort y la adecuación de
infraestructura a los hábitos de consumo urbano. La guía católica pretende revertir este
pensamiento, “previniendo” al peregrino o viajero que llegan de esta “falta de
penetración en la historia y el alma de la ciudad”. A diferencia de la revista salteña que
hace hincapié en los sitios históricos, esta guía ofrece además de esos sitios, las
iglesias, y otros datos sobre Salta en general.
Nos interesa mostrar con este ejemplo, cómo ante la categorización de otros que
confeccionan guías argentinas de viaje, Salta, según criterios modernizante, quedaría
relegada ante otras provincias que cuentan con mayores adelantos. La defensa de la
iglesia salteña y los grupos tradicionalistas, harían valer con mayor fuerza sus atributos
morales e históricos para diferenciarse de aquellas provincias que la superan por su
“progreso”.
Esto nos recuerda también el discurso de Dávalos ante la alta sociedad
bonaerense, quien invirtiendo la distancia material, en términos de distancia “espiritual”
abría la brecha que distinguiría al salteño de aquellos otros que no tienen o que están
perdiendo sus valores tradicionales originales, pero que sin embargo le superan
irremediablemente en términos de ventajas materiales.
22
Tradición tal como la imaginan los grupos locales y, nosotros podríamos agregar, la tradicional forma
de dominación.
la forma periodística, histórica, artística, etc.- y como símbolos objetivados una serie de
monumentos, emblemas e íconos que representan el poder.
Los valores en los que se asienta la imagen de comunidad nacional tienen que
ver con aquellos valores del pasado que no se contradicen con las aspiraciones hacia el
futuro -cuyas consignas son la modernización y el progreso. En ese sentido, la tradición
puede tener otro sentido diferente al atraso y convertirse en un argumento favorable al
poder.
Tanto los grupos salteños como los de la elite porteña, habían ido estableciendo
su poder en base a la conquista de territorios heredados de la colonia. Como miembros
de una clase particular, habían llegado a compartir los valores que hicieron a la
independencia de la nación. Por ello, la tradición rescatada hace referencia al origen, es
decir la pertenencia y las costumbres históricamente ligadas al territorio y la
consolidación del territorio mediante batallas ganadas a otros -españoles e indígenas-.
Este argumento de la tradición como forma de justificar el poder se va
estableciendo y afirmando en relación al avance de la oleada inmigratoria cuya carrera
de ascenso social ya se halla en disputa con los grupos detentores del poder. Los grupos
sociales de la burguesía que ascienden a través de carreras individuales y profesiones
modernas, logran acceder a espacios de poder a través de la acumulación de capitales
económicos, culturales y sociales, que el mismo estado garantiza como forma legítima.
Esta burguesía que se consolida principalmente en Buenos Aires y las ciudades
de la pampa húmeda, todavía no ha llegado a constituirse en un grupo de poder en el
espacio local. Por ello, la perspectiva tradicionalista de los salteños se va afirmando
como escudo que protege a los grupos de poder local de los cambios que empiezan a
experimentar los de la oligarquía terrateniente de Buenos Aires; en este caso, en
relación al ascenso de los grupos de la burguesía que ponen en cuestión su legitimidad.
El imaginario salteño constituido a partir de este proceso fue consolidándose
como parte del repertorio de la imagen de cultura nacional. Hacia la década del 30’ y el
40’ cuando aparecen las primeras crónicas abocadas a recolectar información útil para el
emprendimiento turístico, estos imaginarios van a ser tomados como referentes para el
decir y el mostrar de los lugares que se pretenden promover como atractivos.
En el caso de las crónicas turísticas reseñadas por los periodistas bonaerenses
que escriben en la década del 30’, la imagen de Salta se circunscribe en base a objetos
de materialidad visible que remiten a la perspectiva estatal dominante. Lo que se intenta
mostrar es que Salta tiene adelantos modernos, instituciones educativas, de la salud, etc.
como sinónimos del progreso. Estos aspectos buscan convertirla en una provincia con
características semejantes a otras. Pero también y como nota distintiva, posee elementos
visibles de la tradición histórica que no todas las provincias conservan, además del
paisaje, la historia y la gente como elementos distinguibles en relación a otros lugares
Estos criterios de selección de los atributos salteños hacen a la construcción de
semejanzas y diferencias establecidas. Sobre todo nos interesa destacar, son establecidas
desde una perspectiva dominante que impone lo que puede mostrarse y lo que no.
A partir de estos principios de clasificación los salteños, en particular los que
escriben hacia la década del 40’ sus propios informes turísticos, empiezan a retratarse
como diferentes. Esta distinción legítima, parece buscar un mayor reconocimiento
utilizando el caudal simbólico de la tradición materializada en numerosos monumentos
y la demarcación de escenarios paisajísticos para que puedan dar prueba de esta
diferencia ante los otros que los vienen a conocer.
La imagen turística salteña construida en esta época, se asocia a los mismos
criterios que se utilizan para representar a Salta ante la nación. La tradición es un
elemento simbólico que se comparte dentro de un imaginario nacional, pero a la vez se
materializa y localiza en la provincia, en sus objetos, en su población. Y dentro de ésta,
en un grupo específico que la produce como imagen propia.
El viaje, como forma de instrucción y conocimiento de lectura de la realidad, no
eran accesibles más que para unos pocos grupos. Esta selectividad del público también
hacía que la imagen salteña se recorte en base a los principios de distinción o
apreciación y los hábitos de estos grupos con posibilidad de viaje. La oferta y selección
de sitios históricos, paisajes naturales, etc. iba acorde con la posibilidad de ofrecer los
medios modernos y adecuados a los hábitos urbanos, el confort, etc. Por ello en esta
época, el turista es conducido básicamente por la ciudad y otros lugares del interior
conectados con la ciudad. Esta circunscripción, hace al recorte de la imagen en relación
a sitios y objetos accesibles, rellenando lo no accesible con la información re
actualizada de los discursos sobre Salta entre los que se destacan los de la literatura
regional y la historiografía local. Saberes que pueblan al territorio imaginado como
provincia de personajes, historias, tradiciones y costumbres que no se podrán todavía
ver (por la falta de medios); pero se “sabe”, ya que existen o que alguna vez existieron,
en la forma en que los expertos los dieron a conocer sacándolos a la luz, mediante su
trabajo descriptivo.
Bibliografía
ROUQUIE, Alain (1982) Poder Militar y Sociedad Política en la Argentina II. 1943-
1973. Buenos Aires: Emecé.
Otras Fuentes
La Nación (Buenos Aires):
25/05/1910
El Tribuno 50 Años: 1949-1999 .El Tribuno. Salta, 1999
Nativa. Buenos Aires, 1932.
Turismo y Comercio de Salta. Salta, 1940
Guía turística de la Acción Católica. Salta, 1942