enunciando las grandes categorías de conexión que, desde entonces no han sido abandonadas
por la doctrina y las legislaciones. Los Glosadores y Posglosadores se dieron cuenta de la
imposibilidad de resolver mediante unas cuantas normas de carácter general las dificultades
que planteaba dicha rama del derecho; por cuya razón optaron por el sistema de dividir y
subdividir “las diversas materias”, elaborado para cada una de ellas una regla “especial”.
Fueron, pues los precursores de la regla “Locus Regit Actum”, de universal aplicación en la
actualidad.
En el ámbito del Derecho Internacional Privado, en lo atinente a forma de los actos jurídicos, la
regla de raíz estatutaria locus regit actum se formuló y extendió como general y absoluta, y
dado su falta de localización se entendió que el lugar que rige al acto es el de su celebración.
En sentido amplio, podemos considerar a la forma como el vehículo o medio de expresión del
que se sirven las partes para emitir su declaración de voluntad. En este sentido, es
imprescindible la existencia de una forma, pues de otro modo sería imposible llegar al
conocimiento de la existencia de un acto.
Visto así, la forma es el vehículo del negocio que por ella se exterioriza, posibilita la eficacia de
éste, cumpliendo una serie de funciones o grados de eficacia, más amplios o restringidos según
sea la forma de que se trate. Sobrevendrá luego, el análisis del documento en donde se
hubiere volcado, siendo prioritario calificar la calidad del instrumento.
La regla locus regit actum reconoce su origen en las escuelas estatutarias. Etimológicamente
significa que el lugar rige al acto interpretándose que se trata del de su celebración. La
doctrina precisó con acierto que la ley del lugar de celebración del acto rige su propio
instrumento.
Visto así, la forma es el vehículo del negocio que por ella se exterioriza, posibilita la eficacia de
éste, cumpliendo una serie de funciones o grados de eficacia, más amplios o restringidos según
sea la forma de que se trate. Sobrevendrá luego, el análisis del documento en donde se
hubiere volcado, siendo prioritario calificar la calidad del instrumento.
En cuanto a la forma de los instrumentos públicos, rige la ley del país en que hayan
sido otorgadas: “Lex locus regit actum”. Aunque la norma citada se refiere sólo a los
instrumentos públicos, se ha estimado que el principio “Lex locus regit actum” es de
aplicación general en cuanto a que las formalidades externas o solemnidades de todo
acto o contrato son las que establece la ley del lugar en que el acto o contrato se
celebra.
Fórmula latina, inventada por los posglosadores, según la cual un acto jurídico está
sometido a las condiciones de forma impuestas por la legislación vigente en el pais
donde fue concluido. Su significado es que los actos jurídicos son regidos por la ley del
lugar de su celebración. En consecuencia, cualquiera que sea la nacionalidad de
las partes y el lugar en que haya de realizarse el negocio, la ley local determina
las formalidades extrínsecas de los actos jurídicos. Es el fin de la regla locus regit actum
asegurar la validez de la forma de los actos en el orden internacional.
Partiendo de su concepto del objeto del derecho internacional privado, Pablo Voét, Huber,
Hertius, en el siglo XVII, y Story, Merlin y Massé, en el XIX, conexionan la máxima a una idea de
sumisión voluntaria y momentánea del extranjero a la ley del lugar de celebración del acto.
En palabras de Stroy, "El fundamento es, que toda persona que contrata en un país, se
entiende que se somete a la ley del lugar, y prestará en silencio su asentimiento a su acción
sobre el contrato, Acaso sería más correcto decir que la ley del lugar del contrato, obra sobre
él, independientemente de la voluntad de las partes, en virtud de la soberanía general que
posee cada nación para reglar a todas las personas, propiedades y transacciones dentro de su
territorio. Y al admitir que la ley de un país extranjero rija con respecto a los contratos hechos
en él. toda nación reconoce meramente, por un principio de cortesía, que existe en otras
naciones, al mismo derecho que pide y ejercita para sí".
Lo cierto es que la regla locus regit actum dista mucho de estar fundada en una sumisión
voluntaria de las partes a la soberanía del país donde obran; esa sería una razón capaz de
validar el acto dentro de sus límites territoriales, pero no justificaría su reconocimiento fuera
de ella, y justamente uno de sus caracteres más importantes es la extraterritorialidad, en cuya
virtud el acto realizado conforme a la lex loci es plenamente válido en todas partes y en
especial en los países a los cuales pertenece el autor por su ley personal.
A su vez, la teoría de Merlín tiene sus puntos de contacto con el grupo anterior: "no es por un
simple motivo de conveniencia que se ha dado, con relación a la forma probante de los actos,
la preferencia a la ley del lugar de celebración sobre todas las otras. En efecto, los actos
reciben el ser en el lugar en que son celebrados, es la ley de ese lugar la que les da vida, es ella,
en consecuencia, la que debe afectarlos, modificarlos y reglamentar la forma. Desde luego,
cada país tiene sus leyes para la forma probante de los actos, estas leyes están todas fundadas
sobre motivos diferentes. Aquí la prueba testimonial es admitida indistintamente porque el
legislador ha presumido mucho de la veracidad de sus sujetos; allá, ella es restringida dentro
de ciertos límites porque la experiencia ha probado que los habitantes se apartan a menudo
de la verdad; en otro país ella está casi reducida a nada porque se ha apreciado que la buena
fe está todavía más rara. Así todo depende en esta materia de la opinión que el legislador ha
tenido de sus súbditos y, por consiguiente, las leyes relativas" a la forma probante de los
actor, están fundadas sobre razones puramente locales y particulares a cada territorio. Sólo la
ley del lugar de celebración es capaz de atestiguar la verdad; las del domicilio de las partes o
de la situación de los bienes no tienen ese poder porque las razones que han determinado sus
disposiciones, son todas diferentes de aquellas que han dictado las formalidades prescriptas
en el lugar del contrato”.
La teoría de Merlín es incompleta y podrían dispensársele las mismas críticas que a la anterior,
dentro de la cual se coloca por el carácter de la pregunta con que cierra su argumentación.
Según André Weiss, la regla se justifica por dos razones: una teórica y la otra de utilidad
práctica. “Parece racional, a priori —dice— declarar válido todo acto con el cual se han
satisfecho las condiciones dee forma exigidas por la ley local. Las formas exteriores del acto
jurídico, tiene por fin proteger a las partes celebrantes, contra todo fraude y toda presión. Esas
formas varían necesariamente con la situación moral del país, con el carácter de sus
habitantes. Tal medida de precaución o de desconfianza, absolutamente indispensable aquí,
será superflua en el estado vecino. A la ley territorial sola, pertenece apreciar cuáles son las
garantías con las cuales deberá rodearse el acto para presumirse su sinceridad. Habiéndose
observado las formas exigidas por ella la veracidad del acto es probable y se comprende que
ese título pueda ser invocado en todas partes. Por otra parte, la regla locus regit actum es de
una utilidad, podemos decir todavía, de una necesidad práctica incontestable. Es a menudo
imposible observar, realizando un acto sobre un territorio dado, las condiciones de forma
establecidas por la ley nacional de las partes. A veces las autoridades rehusarán el concurso
reclamado por esa última; a veces, no existirá, en el lugar donde el acto debe ser realizado,
ningún oficial público con atribuciones análogas a la del oficial instituido por la legislación del
extranjero. Y, en un caso como en el otro la obligación impuesta a la persona de observar,
cualquiera que sea el lugar de su residencia, las condiciones de forma establecidas en su país
para los actos jurídicos, equivaldría a una interdicción absoluta. El interés general de los
estados, basado sobre el desarrollo del comercio internacional, protesta, tanto como el de los
particulares, contra un régimen tan tiránico".
Por su parte, Calandrelli sostiene que en el fondo de la regla locus regit actum hay ideas de
necesidad, costumbre internacional, consentimiento general y soberanía territorial, que
concurren a formar el complejo y sólido fundamento en que se apoya, pudiendo concluirse
que, inspirada e impuesta por la necesidad y considerada por las naciones como una
derivación de la soberanía territorial, ha logrado, por virtud de la comunidad de derecho que a
aquellas vincula, la concesión recíproca de su aplicación en los diversos países"
El Código Civil sustituido consagraba en el art. 12 la regla universal locus regit actum, sometiendo
las formas y solemnidades de los contratos y de todo instrumento público a las leyes del país
donde se hubieren otorgado.
Lo mismo hizo en el art. 950 para la validez o nulidad formal de los actos jurídicos, con una
pequeña variante: a la elección de las leyes, el codificador le agregó los usos del lugar en que se
realizaren los actos.
Y, finalmente, volvió a fijar la misma regla para la forma de los contratos entre presentes
sometiéndolos a las leyes y usos del lugar en que hubieran sido concluidos (art. 1180).
En el art. 1181 describió un par de supuestos de contratos hechos por instrumento privado entre
ausentes, eligiendo la ley del lugar indicado en la fecha del documento o, en última instancia, la
ley más favorable a su validez formal.
El CCiv. y Com. destina la Sección 10ª a la forma de los actos jurídicos. En un único artículo
resuelve el tema, reconociendo el perfil sugerido por su antecesor.
En particular, el artículo 2694 puede dividirse en tres tramos que a su vez exponen aspectos
tradicionales y otros innovadores:
Ahora bien, en estrecha relación con la forma de los actos jurídicos se incorpora la conexión
ley del lugar de registro.