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Acercamiento propedéutico a la paz y la tolerancia

Introducción

Esta ponencia pretende explorar y abordar de modo introductorio, cuál es el


supuesto o premisa para la conjuración de una coexistencia en armonía y concordia
entre los hombres en el seno de comunidades políticas. La respuesta inmediata es
la paz, la cual a manera de hipótesis se caracteriza simplemente como ausencia de
violencia. No obstante, las interacciones humanas armónicas parecen implicar algo
más que el silenciamiento de las armas. Por tanto, persiste la pregunta sobre qué
elementos conllevan a la coexistencia pacífica en el concierto humano, me parece
que esta respuesta pasa por relacionar la paz con un valor moral, a saber, la
tolerancia.

En este sentido, busco encausar el fenómeno de la paz al margen de otros valores


morales como: equidad, derechos, justicia social entre otros, debido a que, estos
elementos comportan aspectos normativos, a diferencia de estos, la tolerancia no
es en sí misma normativa y apunta a garantizar la condición de pluralidad de la
política que tiene un carácter ontológico. Todo elemento normativo se desdibuja en
el conflicto bélico, siguiendo el adagio de Cicerón Inter armas silent leges, por ello
estos valores morales no son condición para la paz, sino más bien la paz es la
condición para que estos emerjan en el concierto humano.

La relación de la paz con nociones morales sustanciales ha conllevado a la


vaguedad conceptual del término y es precisamente lo que ha motivado a esta
búsqueda preliminar. En efecto, la realización de elementos normativos tales como
la justicia social o la vigencia de los derechos ensancha el concepto de paz que
perdería precisión como categoría de análisis. A lo anterior, se podría objetar que la
mera ausencia de guerra y/o violencia es compatible con situaciones en las que
estén vigentes relaciones de poder que se configuren como injustas y puedan tener
como consecuencia el estallido violento. Sin embargo, la posibilidad de la
realización de estos elementos de justicia, sólo tienen lugar una vez exista un
acuerdo de coexistencia pacífica, una aceptación del otro en el seno de un mundo
compartido.

En este sentido, en el presente documento pretendo tratar la dimensión política de


la paz en relación a la noción de la tolerancia. El tratamiento que se le da al tema
sigue en gran parte la hermenéutica de Michael Walzer – a pesar de recorridos
propios que se desplazan del autor- donde se analiza el tema a la luz de lo que el
autor denomina filosofía moral interpretativa r, en este registro se enfatiza la
importancia de romper con el universalismo –nociones morales ideales de valores
absolutos- para la consecución de una coexistencia pacífica en el concierto entre
los hombres. La delimitación temática está dada por tres elementos: paz, tolerancia
y pluralidad que son los que permiten trazar un hilo conductor a la ponencia, es
fundamental resaltar esto, pues no hay una exegesis temática a ningún autor, sino
que a partir de un recorrido propio se retoman elementos que distintos autores
brindan y que tienen como objetivo facilitar la tarea por comprender los fenómenos
humanos. Por ello está ponencia más que traer una tesis presenta preguntas.

Teniendo en cuenta lo anterior: (I) Se busca explorar desde un plano que he


denominado ontológico, por qué la tolerancia es un valor moral que apunta a la
política, para ello se retoma la conservación de la pluralidad. (II) Se pretende definir
la realización y concreción de la tolerancia desde una perspectiva interpretativista.
(III) Reflexiones en términos de objeciones al ejercicio.

I. Tolerancia como valor político


En este apartado se retoma la noción de pluralidad como aspecto ontológico de la
existencia humana para correlacionarlo con la tolerancia como valor moral
intrínsecamente relacionado con la política, lo que nos permite dar un primer paso
en sostener el argumento según el cual, la tolerancia es presupuesto por excelencia
para conjurar la paz.

El punto de partida es que la paz es un fenómeno político y no moral de alcance


universal, pues busca algo universal y es la conservación de la existencia de los
hombres. Lo que hace fundamentalmente política a la paz es que permite la
pluralidad, que como señala Arendt, es la condición de toda política.
De modo inicial se puede definir paz como: un acuerdo político, caracterizado por el
fin de las relaciones hostiles de tipo violento entre los hombres, que tiende a la
búsqueda de la conservación de la vida misma, en ultimas coexistencia armónica y
en concordia en la pluralidad. Por tanto, en contextos de violencia, no hay política,
sino guerra donde el supuesto es la eliminación y muerte, antítesis de pluralidad y
vida.
Sin embargo, esta versión minimalista de la paz, puede parecer reduccionista para
aquellas visiones que ponen el énfasis en la paz como: garantía de derechos,
equidad o justicia social, en la medida que la trasgresión de estos principios es una
potencial fuente de conflicto. Pero hacer condición de paz elementos o hechos que
estén más allá de la ausencia de la violencia y la conservación de la vida nos pone
frente una pregunta normativa, es decir, a un conjunto de creencias que se
proyectan sobre el deber ser de la configuración de las relaciones humanas en
términos de justicia. Pero estas nociones normativas sólo son operativas sin la
emergencia de la violencia, en escenarios de este tipo lo único que vale es
conservar la existencia, pues la interpretación del mundo queda atada al miedo.

Así, se afirma que la paz nace de la necesidad de los hombres por conservar la
vida, para así posteriormente desplegar aspectos sustanciales que permitan
fundamentar y consolidar la concordia en las interacciones humanas. Sin embargo,
esto no implica negar el conflicto, puesto que es una condición de la vida política y
nace entre los hombres por la pluralidad, siguiendo a Arendt es una condición de
tipo ontológico que se refiere a la posibilidad de originar y desencadenar nuevos
procesos en el mundo. No obstante, la pluralidad se rompe cuando emergen
antagonismos que giran alrededor de la violencia y la eliminación y con ello la
posibilidad del nuevo comienzo. Y es precisamente en este punto donde surge la
tolerancia como valor moral que apunta directamente a la política ya que posibilita
la seguridad de la vida misma en un contexto de pluralidad.

Si no existe conservación de la vida y del mundo se rompe con la pluralidad y la


diferencia, es decir, la posibilidad de aparecer del hombre y sus intereses en la
esfera pública. El fundamento de esta pluralidad es la unicidad de cada hombre que
a su vez viene asociada a la facultad de interpretar, es decir el valor que le damos
los hombres a las acciones, a las cosas y a los otros hombres que están en un
mundo compartido.

La interpretación del mundo es un hecho en la vida humana, pues los fenómenos


no son realidades en sí, sino que cada hombre les imprime un significado. Sin
embargo, este significado está referido históricamente a una comunidad donde
adquiere sedimentaciones –reconocimiento- determinadas. No obstante, las
sedimentaciones de los significados son sólo parciales, en la medida que los
hombres tienen la capacidad de crear e imaginar de modo diferente el mundo.

II. Qué es la Tolerancia

En el apartado anterior se llegó a la conclusión que la violencia es la negación de la


vida y de la pluralidad, y por ello la anulación misma de la política, esto permitió
discurrir sobre el porqué de la tolerancia como valor político en la medida que impide
la emergencia de conflictos antagónicos. Sin embargo, no se ha dado una definición
de tolerancia que posibilite analizar cómo ésta garantiza la coexistencia pacífica.
La tolerancia se entiende como actitudes y prácticas de aceptación de la pluralidad
entre los hombres y más concretamente de sus acciones que emergen en una
comunidad política. Sin embargo, la caracterización de la tolerancia como
aceptación, es ambigua, en esa medida es imperativo avanzar en qué tipo de
actitudes y prácticas se traduce. Este punto nos pone frente a la interpretación y al
contextualismo.

En relación a las actitudes – siguiendo a Michael Walzer- se pueden caracterizar


tres tipos de actitudes: primero, la aceptación como actitud resignada ante la
diferencia por la necesidad de mantener la paz. Segundo, la aceptación como
actitud pasiva e indiferentemente positiva, no existe inclinación o rechazo a
determinados modos de vida dentro la comunidad política. Tercero, una actitud
estoica que reconoce la importancia del valor de la pluralidad, a pesar que no le
resulte acorde a su visión de mundo.

Sin embargo, las actitudes ni son suficientes para hablar de tolerancia, pero además
no son en sentido estricto algo político, pues sin acción no hay política. Por ello, es
fundamental analizar las prácticas en que estas se desenvuelven, es aquí donde
emerge la dimensión del poder/fuerza enmarcado en el binomio
igualdad/desigualdad una asimetría en la posibilidad de aparición de los hombres
en la esfera pública. En efecto, la asimetría es el punto fundamental que marca la
tolerancia, pues un actor tiene la posibilidad de suprimir o negar a otro actor por
medio del poder/fuerza.
La supresión o negación de otros hombres tiene asidero en una oposición de
visiones mundo que se conjura del siguiente modo: en la que la acción de un hombre
se presenta contraria a la interpretación del mundo de otro y por ende equivocada
y a partir de ahí la elimine; lo contrario, la tolerancia se mueve en la no ejecución de
acciones para suprimir al otro en el marco de una asimetría en términos de
poder/fuerza. En este punto quisiera llamar la atención que la práctica de la
tolerancia no se hace con fines morales, es decir tolerar al otro porque es un fin en
sí mismo, sino más bien responde a un cálculo político de los actores que se
entienden en un marco de pluralidad donde la supresión de la diferencia puede
conllevar a la hostilidad y la violencia.

Así pues, lo que permite la tolerancia es la aceptación en la práctica de modos de


vida opuestos en un marco de interacciones asimétricas entre actores, a pesar de
la posibilidad de eliminación con miras a garantizar la coexistencia entre seres
plurales e interpretaciones del mundo diversas.

La concreción de la tolerancia es un complejo mosaico interpretativo de actitudes y


prácticas, pues se anclan en contextos particulares. La interpretación es una
apertura del sentido a una praxis dentro de marco referenciales por parte de los
actores involucrados Los marcos referenciales donde tiene lugar la apertura de
sentido, una comunidad local, el Estado-nación o la comunidad internacional, cada
uno de estos tiene trayectorias históricas distintas y la forma en que la tolerancia se
practica es diversa, por ello no hay monismo de la tolerancia, a pesar de su alcance
universal, su concreción siempre está referida a una interpretación.

III. Conclusiones

Como bien se aclaró en el apartado introductorio este ejercicio busca más


comprender por un camino propio y por ello puede estar lleno de inexactitudes y
tensiones aparentes a continuación me propongo señalar la objeción más
importante de cara a la hermenéutica.

Los elementos normativos como la justicia social, equidad, derechos entre otros son
fundamentales para consolidar la paz. El desplazamiento de estos elementos del
debate sobre la coexistencia pacífica, puede encubrir formas de violencia simbólica
y la labor del hermeneuta critico se aloja precisamente en este punto. Sin embargo,
la violencia se caracterizó como todo uso directo de la violencia, y desde este
referente abrir un camino de cómo la tolerancia responde a una cuestión universal
como la paz, pero a pesar de ese carácter universal explorar su concreción en la
interpretación. Esto responde a que la interpretación del mundo en escenario
violentos parece reducir su despliegue de sentido en escenarios de violencia.

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