que la mira con dulzura, que acaricia cada esquina, que utiliza sus encajes
para vestir a esta dama con brisa marinera, con abanico de silencios,
como una cigüeña con su nido su pelo adorna, como el sol la deja peinada
de poder contemplarte con los fríos de enero, con las luces de agosto
la de una mujer de curvas perfectas, que se deja mimar por la luna llena
siempre a tus pies como lacayo, adornando con palmeras tu vestido, guiando tu destino
dándote cobijo ante cualquier enemigo, guardándote con escudo de piedra del frío,
del paso del tiempo, de la soledad de una calle desierta, del ruido del gentío.
Aquella que no teme al paso del tiempo, aquella que coquetea con el viento
Aquella de rizos de sol, pícara como la bruma, aquella que se deja querer
Aquella que observa de cerca la luna, que juega con las estrellas