César De María
Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 8
LA CAJA NEGRA
César De María
posado.
Drama en dos
actos MARCO: Acá hay reglas,
Manuel, como en todas
«Los viejos partes.
son horribles.
Una moneda LUCAS: Las mujeres saben de
para ellos. Ven esas co-sas.
arrojemos a los ciegos de la
primavera».
(Isaías, 29 - 15)
Personajes
PROLOGO
En la oscuridad aparecen de
golpe, bajo sen-dos haces de
luz, los tres ciegos. Los vie-
jos lucen monstruosamente
decrépitos. El joven los
escucha con cándido temor.
Marco y Lucas lo acosan
suave y veloz-mente, sin
oírse uno al otro. Marco trata
de ser paternal y sólo resulta
MANUEL: ¡Nunca!
MARCO: Uf... (Se abanica.) ¡Así no se puede LUCAS: Redacción y lectura del progra-ma
trabajar! bíblico correspondiente al tema «Ex-pulsión de
Adán y Eva del Paraíso», rea-lizado por don
LUCAS: Decía Baudelaire: donde no se puede Marco el Patrístico y su ayudante Manuel el
trabajar, se puede q escribir. Hagiógrafo, cuya ausencia extraña a los
presentes.
MARCO: Escucha: viene un avión. (Espe-ran a
que el rugido de un avión cubra sus voces. MARCO: Tercer número: escritura de un comercial
Gritan sin oírse mutuamente.) de cuadernos que realizará en vivo y ante
nuestros propios ojos don Lucas de Bergerac,
LUCAS: ¡Odio empezar todos los días la misma quien vende sus ideas a despiadados publicistas
vida! que trepan con ellas al balcón de los
compradores. Y como cuarto número...
MARCO: Tengo miedo al deber de cam-biar. (Pasa
el avión. Hacen sus labores.)
LUCAS: Lectura del poema de la sema-na,
LUCAS: ¿Dijiste algo de cambiar? realizado como calistenia cerebral y ejercicio de
educación artística por el velado artista, don
MARCO: Es un secreto. Sólo el avión sabe. Marco Nervo.
(Silencio.) ¿Sabes en qué pensé? En que
escribamos nuestro famoso cuento po-niendo a MARCO: (Abandona modesto el juego.)
doña Estela de protagonista. No, el poema no...
LUCAS: (Socarrón.) Joven Werther: el amor lo LUCAS: ¿Pero qué pasó, no lo escribis-te? Lo has
está matando. hecho durante tantos años y ahora, cuando la
fama tocaba tus puer-tas, a la edad en que
MARCO: No, hombre, ¿cuál amor? Te es-toy Goethe concluye el Fausto, renuncias a...
hablando del esquema narrativo. Imagínate una
mujer franca, honesta, directa...
MARCO: Ya, no sigas.
LUCAS: O sea: un personaje ficticio. LUCAS: ¿Vas a leer? Si lees, te hago café. (Lo
prepara en una vieja cafetera.)
MARCO: Y esta mujer va contando la vida de
acuerdo a su moral y se asombra cons- MARCO: Qué me queda. De algo tienes que
tantemente pero se somete a lo que ... burlarte.
LUCAS: Eso me recuerda a Moby Dick, Marco. LUCAS: Bueno, bueno, (A un público
¿Por qué no hacer que mienta, que sea perversa imaginario.) el poema de hoy se titula...
pero se esconda detrás de su falsa simplicidad de
fregona? MARCO: (Saca de un bolsillo un cartón perforado
caseramente. Lee.) «Soneto a la mujer que
MARCO: Eso me recuerda a Sade. Y no es creíble, limpia».
a la gente se le nota cuando es buena o mala.
LUCAS: ¿Con coma o sin coma?
MARCO: No, ya no. (Se enoja sonriendo y deja el ESTELA: (Se cambia en el baño.) ¡Sí, lea!
poema sobre su escritorio.)
LUCAS: No crea que el título es por us-ted,
LUCAS: Caramba, nos quedamos sin cuarto señora, después se nos pone muy sobrada.
número.
ESTELA: ¿Qué poema? ¿A qué juegan? Ustedes se LUCAS: Ya está listo el café. (Sirve.)
están volviendo locos.
MARCO: ¡Habla, hombre!
LUCAS: ¿No se ha dado cuenta? Cada miércoles
el rejuvenecido Marco Gray re-trata sus LUCAS: Lo veo muy apropiado para la mujer que
sentimientos en un poema que escribe con limpia. Y tan bueno como nuestro café.
persistencia germánica, inspi-rado por
Desempolvia, musa del plumero.
MARCO: Burlón.
ESTELA: ¿Qué?
LUCAS: Es que no estoy concentrado. Sólo pienso
LUCAS: Ahora sí, queridito, tienes que leer. en mi comercial, debo entre-gar la idea hoy
mismo.
ESTELA: ¿Va a leer un poema? ¡Espere que me ESTELA: A mí me gustó. (Asoma a medio vestir.
cambio! Mira el suelo alrededor de Lucas.) Ya comenzó
con sus cascaritas. Yo lim-pio por un lado y
LUCAS: No, cámbiese mientras escucha. No me usted ensucia por el otro.
diga que se cambia con las orejas.
MARCO: ¿Lo leo? LUCAS: ¿Qué quiere, doña? No hay pla-cer que
no ensucie.
LUCAS: Pues nada menos que mía, que no ando MANUEL: (Entiende.) Ah, caray. Buenos días.
destripando el idioma con un poema cada siete (Tiende la mano hacia ella.) Usted debe ser
días. doña Estela. Mucho gusto.
LUCAS: Y usted tiene olor a que se está MANUEL: O sea que es miércoles. Tengo tres días
cambiando delante de nosotros. Vas a ver, aquí.
Marco. Para darte clases, ejem, yo tam-bién voy
a escribir algo. ESTELA: ¿Lo ayudo? (Trata de guiarlo por la
habitación.)
MARCO: ¿Cuánto me vas a cobrar? Tú nunca
escribes gratis. MANUEL: Sí, por favor. Mi escritorio es el de
atrás.
LUCAS: Lo voy a hacer por amor al arte, mira tú.
Y el próximo miércoles te lo leo. Así MARCO: No, doña Estela, déjelo solo y que
descansamos de tu inspiración. aprenda.
MARCO: Yo voy a seguir escribiendo, ha-gas lo LUCAS: Para eso está grandecito y no vive con su
que hagas. mamá, ¿verdad, Manolito?
LUCAS: O sea que tu vena poética es hemofílica. ESTELA: (Lo suelta. En el presente.) El chico era
Hm, huele a enagua! ¡Se está poniendo la falda! hermoso, vecina. Tan guapo, tan joven... ¡y ya
cieguito! (A Manuel.) ¿Cómo se llama, joven?
ESTELA: (Vistiéndose.) ¡Es usted un odio-so!
MANUEL: Manuel.
MARCO: Apúrese que ya viene nuestro ESTELA: (Al presente.) Ángel debió lla-marse,
discípulo... por la carita. Era un ángel en medio de esos
viejos tan tristes. Y don Marco, de tanto que lo
LUCAS: Cinco, cuatro, tres... quería, a cada rato lo resondraba.
ESTELA: ¿De veras? (Doña Estela corre a
terminar de vestirse dentro del baño.) MARCO: Llegar tarde es como no llegar, ¿sabes?
LUCAS: ¿Ya ves? El también se altera con ese MANUEL: Fue mi despertador...
olorcito.
LUCAS: Ah, ¿el del cuento de ayer? (Risita.)
MANUEL: No es naranja. No es el café.
LUCAS: No, el café nunca huele tan bien. MANUEL: Es que no es braille y no sé a que hora
El nuestro al menos... suena, me despertó en la ma-drugada, creo, y me
volví a dormir... Ade-más tuve problemas con el
MANUEL: Tampoco es cigarrillo. ¿A qué huele, micro...
don Marco? Esa no es la rata del baño, ¿verdad?
LUCAS: Como los cantantes.
LUCAS: Qué va. Viene del baño pero no es rata. MANUEL: De veras... en el microbús no me
avisaron.
MANUEL: No entendí nada, don Marco. Mis LUCAS: (Entra y muestra su compra.) Bombones.
dedos no sienten. Casi no pude leer.
MARCO: Tienes que practicar. ¿Cómo vas a MARCO: ¿Y desde cuándo comes eso?
ayudarme con el libreto si no has leído la
historia? LUCAS: Desde ahora. Me provocó.
MARCO: Igual hay que repasarla, ¿o aca-so te LUCAS: Claro, pero bombón que come bombón es
acuerdas de todo? caníbal.
LUCAS: Coman todos los que quieran. (Manuel LUCAS: Pero el cuentito de miércoles que tengo
duda. Come otro sin mascarlo.) que hacer está difícil.
LUCAS: Hablando de
sudor, hay que ga-
narnos el pan con el
sudor del lapicero.
En vez de mirarnos
deberíamos apurar-
nos con el trabajo.
MANUEL: Bueno, lo
graban el sábado.
ESTELA: ¿De qué parece? (Silen-cio.)
trata?
Dramática Latinoamericana de
Teatro/CELCIT N° 8 pag 8
LUCAS: Caramba, ¡digan sí o digan no! (Pausa.) va, comí mono, comí tortuga, comí cule-bra.
Rica, doña. Algún día la voy a hacer probar.
LUCAS: Pero para barrer. (Ríe enojado.) En serio, ESTELA: (A su vecina.) Y comía sin que-jarse, era
¿no les gustó? Voy a pensar otra. (Pausa.) tan inocente. Con don Marco escribían esas
cosas para la radio, que el Rey Salomón, que el
carro de fuego... Y don Lucas sus propagandas.
MARCO: Manuel, ¿de veras te acuerdas de toda la Era medio sucio. Pero buena gente, de veras. Me
historia? caían bien, vecina.
MANUEL: La culebra le dice a Eva que LUCAS: Yo voy ahorita, Marco. (A Ma-nuel, por
coma, que está rica... ella que se cambia en el baño.) Esta ya la tengo
madurita, ¿cómo la ves? Siempre me hace ascos,
LUCAS: ¿Rica quién? ¿Eva? ¿O la culebra? pero va a caer. Y tú, ¿me conseguiste lo que te
pedí?
MANUEL: ¡La manzana, don Lucas!
LUCAS: Pero la culebra también, ¿o no, doña MANUEL: Don Lucas, ¿es en serio? Me bro-
Estela? ¿Usted nunca ha comido culebra? mea con eso todos los días...
MANUEL: Digo que no me diga usted, dí-game ESTELA: ¿Usted? ¿Y por qué me cuenta esas
tú. Dime tú. cosas?
ESTELA: No, ¿después que van a decir los MANUEL: Bueno, es que su voz... se oye tan
señores? confiada. Y quería advertirle, nada más. Y ahora
me estoy sintiendo mal, no me concentro...
MANUEL: Dime tú cuando no estén. Si no te tengo miedo de que los recuerdos vuelvan, y
molesta. peor en la oficina. Aquí no puedo contarle a
nadie, sólo a usted, estos asuntos no se hablan
ESTELA: No, no. entre hombres.
MANUEL: ¿Tú sueñas, Estela?
ESTELA: Usted está muy joven para ator-
ESTELA: Todos soñamos. ¿Tú no? mentarse. (Pausa.)
MANUEL: ¿Sabes que no? Sólo cuando es-toy MANUEL: Te olvidaste del tú.
despierto. Por eso me gusta trabajar acá. Invento
historias, escribo cosas... ESTELA: Uy, sí. La poca costumbre. (Son-ríen.
pero cuando duermo no veo nada. Pausa.)
ESTELA: Yo sí. Sueño que soy chiquilla. De niña MANUEL: Dime... ¿qué se ve por la venta-na?
iba siempre a la gruta de mi co-legio. Le llevaba
flores a la Virgen.
ESTELA: Los barcos. (Abre.) Esas cajas
MANUEL: ¿Sí? (Pausa.) Sabes que a veces de fierro que cargan...
MANUEL: Las gaviotas. Se ríen de uno. ¿Dónde MANUEL: O sea que sólo yo sé cómo eres.
está usted?
ESTELA: Ajá. Pero no cuente, ah.
ESTELA: Junto a la ventana. Se ve el mar, marrón
cerca, azul lejos. (Manuel pone la mano en el MANUEL: (Tocándole la mejilla.) Tienes la
hombro de ella, ambos de cara a la ventana.) piel tan...
Chicos jugando fút-bol y...
ESTELA: ¿Tan qué?
MANUEL: Yo sí, después que... me pasó esto. Son ESTELA: Digo, ¿no la visita? ¿Y ella a us-ted?
tan frías.
ESTELA: Ustedes ven con las manos. MANUEL: No sabe dónde estoy. Hace tiem-po
que no tiene idea de mi vida. Y si me viera
MANUEL: ¿Cómo es tu cara, Estela? ciego, se moriría. Diría que Dios lo hizo para
castigarla. Además, no quiero verla porque he
ESTELA: Es... un poco redonda. (Manuel bebe a sido muy malo, pero aho-ra tengo que cambiar.
pico de botella y toca el rostro de Estela.) (Alucinado.) Esto es un castigo mío y no de ella,
por eso tengo que cambiar. (Pausa.)
MANUEL: ¡Por Dios! Si volviera a vivir, di-ría MARCO: No lo engría, doña Estela. Deje de
que no. Moriría oponiéndome, Santa Madrecita, hacerle caso.
¡pequé por omisión! ¡Por mie-do!
ESTELA: Es que está medio enfermo.
MANUEL: (Deprimido.) Esperen, estoy pensando MANUEL: (A Lucas.) Usted nunca habla en serio.
en lo que han dicho. Pero a mí me pone nervioso. Y usted también,
don Marco. Tienen una respuesta para cada
MARCO: (Ríe.) Ay, hijo, las ideas son como las pregunta y eso... no puede ser.
pelotas. No tienen ninguna gra-cia, pero si uno
inventa ciertas normas a su alrededor, la
humanidad entera se pone a perseguirlas. LUCAS: ¿Por qué no? No somos imbéci-les.
LUCAS: A las ideas, como a las pelotas y a las MANUEL: No, uno se castiga. No los demás. No
mujeres, hay que atraparlas prime-ro y luego Dios.
deshacerse de ellas con una buena patada.
MARCO: Manolito, sólo se castigan los que nadie
quiere, porque no tienen ni quién los perdone ni
MANUEL: O sea que estamos destinados a quién los resondre.
cumplir un guión.
MANUEL: Eso mismo, Virgencita. Eso es.
MARCO: No, un guión tiene personajes escogidos (Tropieza con la cafetera en su camino al baño.
con acciones fijas. Esto es como una canción Entra y da un portazo.)
que se improvisa, como los duelos de coplas
entre gauchos argentinos, pero lo terrible es que El rugido de un avión irrumpe y los viejos gritan al
cielo.
alguien, allá arriba, ya sabe la letra de cada es-
trofa. Y sólo espera que la digamos.
LUCAS: ¡Deja de vigilarme!
MANUEL: No puede ser. ¿Y uno dónde que-da? LUCAS: Doña Estela, buenos días. La última
perturbación que nos faltaba.
MARCO: Estábamos en manos de Dios hasta que MARCO: No hables tonterías, Lucas, esto no es
el hombre inventó los espejos. broma.
LUCAS: Nuestro joven discípulo se ence-rró en el MARCO: No bromees, hombre. esta juven-tud es
baño. incomprensible. ¡Tiró mi crucifi-jo!
ESTELA: ¿Y?
ESTELA: ¿El que usa de pisapapeles?
MARCO: ¡Sal, Manuel!
MARCO: No, los ciegos usamos las cosas de otra
LUCAS: Que Marco se aterra y yo sólo digo: son manera.
las necesidades naturales de todo varón joven...
LUCAS: ¡Y se lo lanzó a él, que tanto lo educa!
MARCO: No, Lucas, somos responsables de él, ESTELA: (En el presente.) Y entonces me tocó,
nos lo dieron en custodia, acuér-date. ¡Siempre vecina, al acercarse a la puerta. Pensó que no me
le corres a las responsa-bilidades! di cuenta de que lo hacía a propósito. Me puso
la mano ¡así! (Se pone la mano entre las
piernas.) Y hasta él se asustó de su puntería
LUCAS: Bah, Marco, ¡tonterías de chiqui-llo! exacta. Lo saqué de un empujón y don Marco,
tan ingenuo lo vi en ese momento, pen-sando en
el ajedrez y los planetas, ni se dio cuenta. Pero
MARCO: Sal, Manolo, por favor. (A ella.) Se puso
de inocente no tenía un pelo, ya sabe el crimen
a llorar de repente. Llegó triste. Yo abrí la
que cometió des-pués. ¿Por qué sino lo busca la
ventana y creo que el olor del mar... ¿Manolo?
policía? ¿Por qué se escapó? (Retorna al
pasado.)
LUCAS: Manolo debe estar con Manola, ¡no le
hagas caso! MARCO: Manuel, no quisimos incomo-darte.
LUCAS: Cállese. ¿Manuel? ESTELA: (Al verlo.) ¡Ay, señor! ¿Estás bien? ¿Sí?
(Va por una toalla y empuja en el camino a
ESTELA: ¿Hace rato que... ? Marco.)
ESTELA: ¿Pero sigue bien, no? ¿Hace ruidos? ESTELA: No lo toque, se ha cortado...
MARCO: Está quejándose de algo. LUCAS: Pero sigue de pie. ¿Se cortó el cuello?
¿Está mal?
ESTELA: ¿A qué huele?
ESTELA: (Vuelve y lo cubre.) Salga del camino,
MARCO: A alcohol. ¡Manuel! voy a taparlo. (Don Marco vomi-ta en el baño.)
ESTELA: ¡Yo no oigo nada! LUCAS: ¿Doña Estela, se mató? ¡Sigue parado!
LUCAS: Manuel...
ESTELA: Sólo la piel, pero poco... Tran-
MARCO: Está respirando. No estará ha-ciendo quilo, don Marco, tráigame curitas...
ninguna locura, ¿verdad? ¿Por qué los jóvenes
pierden el control? MANUEL: San Sebastián.
LUCAS: Porque está loco. ¡Hay que tirar la MARCO: (Vuelve.) ¿Qué dice?
puerta!
MANUEL: San Sebastián.
ESTELA: ¿No hay una llave en el arma-rio? (Va
por ella.) LUCAS: Está loco.
MARCO: Yo empujo, hay que hacerlo sin riesgo. MARCO: ( Lo abofetea.) ¡Idiota! Uno que-riendo
enseñarte a producir, a cumplir una rutina, a ser
normal, y tú... Mira con lo que sales. ¿Así
LUCAS: No, yo lo hago. quieres escribir sobre Dios? ¿Así quieres
interesarte en la cien-cia?
MARCO: ¡Tú has metido la pata muchas veces, no
le tires la puerta encima!
ESTELA: (Le pega curitas.) No, joven, esto
LUCAS: ¡Yo lo saco! no se hace...
LUCAS: ¿Y qué diría tu madre, sabes? LUCAS: Hay que encontrar a su madre.
MANUEL: No, mi madre no. MANUEL: No, mi mamá no, por favor... dé-
jenla en paz...
LUCAS: Tenemos que hablar con ella y contarle
todo. MARCO: Ya no hables, Manuel. (Pausa.)
MARCO: ¿Ella vive, cierto? ¿No eres huér-fano? LUCAS: Y yo tengo que entregar esta tar-de el
(A Lucas.) No es...? comercial de bronceador.
LUCAS: ¡Que lo diga él! ¿Dónde está tu madre? MARCO: Y no hemos acabado el progra-ma de
este sábado.
LUCAS: ¡Dónde vive! ¿Tiene teléfono? MARCO: Sí, pero la radio no entiende braille. No
hemos grabado el cassette con la lectura.
MANUEL: No... (Llora callado, infantil.)
ESTELA: Déjenlo en paz, ¿por qué lo aco-san? LUCAS: ¿De qué están hablando, doña Estela?
MARCO: ¡Por irresponsable! ¡Por no cum-plir con ESTELA: Eh... (Esconde el crucifijo en su blusa.)
De nada, don Lucas. (Sacude todo con su
lo que se propuso! ¡No puede portarse así quien plumero y con esa acción, volvemos al presente.
escribe para la vida y sobre Dios! Encuentra la casetera, la enciende.) Escuche,
vecina.
MANUEL: Dios es ciego. Suena en la grabadora un drama bíblico leído con
exageración por Marco y Ma-nuel, como guía
MARCO: No te permito eso. Siempre has sido para los locutores de radio.
bueno. ¿No estabas en un grupo religioso
cuando chico? ¡Allí no entran delincuentes que
se cortan la piel!
MARCO: «¡Abraham, Abraham!»
MANUEL: Lo engañé, ¿verdad, doña Este-la?
MANUEL: «¿Sí, mi Señor Dios?»
La mujer apaga la máquina. Ve si la vecina está LUCAS: Nuestro cuento famoso podría tener ese
mirando. Saca de su pecho otro cas-sette y lo tema, un diálogo entre man-chas de sangre
pone. contando lo que pasó.
ESTELA: (Para sí.) Supe que me estaba ESTELA: (Rasca el suelo.) Las manchas de sangre
enamorando cuando soñé con él esa no-che. me no hablan.
había dormido mirando al cru-cifijo, y lo vi.
(Entra Manuel al sueño.) Tenía flores en la MARCO: Y los animales no escriben, pero hay una
novela llamada La Metamorfo-sis, narrada por
mano, me sonreía. Esto no se lo puedo contar,
una cucaracha.
vecina, me lo digo a mí misma porque guardo
una verdad dentro de otra. Tenía curitas en todo LUCAS: Y una famosa autobiografía de un burro
el cuerpo y un pañal, y me daba su ramo titulada Platero y yo.
chiquitito. Yo lo abrazaba suave, como me
provocó hacerlo cuando lo vi herido, y él me ESTELA: Esa sí la he leído. (Se apoya en el
besaba la frente y nos quedába-mos así, pupitre de Lucas.)
callados. Y a un lado -qué ra-ros son los sueños-
estaba don Lucas (Aparece.) sacándole punta a LUCAS: ¿Qué hace?
varios lá-pices, y con el último se cortaba el
dedo ESTELA: Limpio.
MARCO: Se está olvidando de sus cosas. La gente MANUEL: Buenos días. ¿Cómo está, doña Estela?
imaginativa sufre, y como re-cién le ha pasado
lo de la vista, usted entiende. Y es un chico solo.
LUCAS: Esperándote.
No habla del pasado, pero tratamos de que
recuer-de su formación religiosa...
ESTELA: Bien, gracias. ¿Y usted?
LUCAS: «Tratamos» es mucha gente. MANUEL: Igual que siempre, pero como
soy tímido con usted...
ESTELA: ¿Cuál formación?
LUCAS: Se siente «cortado». (Ríe.)
MARCO: Estuvo en un grupo religioso, un coro,
algo así. La religión ordena el alma. Y un chico MARCO: Hola. ¿Pensaste los diálogos para San
no se malogra de golpe... Pablo?
LUCAS: ¿Yo? Jamás he visto a ese loquito. LUCAS: Digo, un pecadillo, alguna ladro-
MANUEL: No, es una mujer muy linda que me MANUEL: Es que me distraje con los fo-
tutea. ¿Han notado que a los ciegos nos tratan cos... ya me conocen...
siempre de usted?
ESTELA: Pero tiene lindas ideas, joven Manuel.
LUCAS: No sé. ¿Usted que opina, don Marco?
MANUEL: Se pone amarillo y se escucha un MARCO: Su gran obra sería que además de ciego
corazón palpitando y una señal que hace pip- te deje manco. ¿Vas a portarte bien en la
pip-pip y de pronto el foco em-pieza a inflarse y procesión?
desinflarse como si res-pirara, como si fuera a
LUCAS: Siempre me porto bien. Y si me apuras, te
darle infarto, y se acelera el corazón y la señal,
diría que ya me aburrí de eso.
más rápi-do, hace pi-pi-pi ...
MARCO: No te hablaba a ti sino a San Sebastián.
LUCAS: O sea: ¡se hace pipí! (Ríen.)
MANUEL: Escuchen, pues. Hace pi-pi-pi y luego MANUEL: ¿Yo? Nunca he ido. Digo, en esta parte
un piii largo y el foco muere y se desinfla. Y una de mi vida.
voz dice: ¿por qué com-prar un mal foco para
LUCAS: Sólo cuando te portabas bien.
verlo morir? Com-pre LUMIMAX: ¡luz que
vive eternamen-te!
MARCO: Entonces... ¿salimos?
MARCO: ¡Bravo! (Aplaude.) LUCAS: Hay que llevar plata para comer
picarones.
LUCAS: No sé... yo tenía otra idea...
MANUEL: ¡Llevemos una tacita y pidamos
limosna!
MARCO: ¿Cuál?
LUCAS: Claro, así nos dice dónde está la imagen, MARCO: Ya sé: llévate la rata.
para no acabar rezándole al ca-ballo de San
Martín. MANUEL: Es que es un frasquito chiqui-
to...
MARCO: Usted debe ser muy buena ca-tólica.
LUCAS: ¿Frasquito? ¿Es un líquido?
ESTELA: Voy. Hace tiempo no veo al Se-ñor de ESTELA: ¿Y cómo se lo van a dar a la rata, joven?
los Milagros.
Los tres ciegos se paralizan, atentos al si-lencio. LUCAS: Si logramos que se tome este café, ya no
Estela no entiende pero calla. hace falta el veneno. (Ríen.) Apúrate, lee el
poema que nos perdimos cuando este se hizo
LUCAS: ¿Oyen otra vez? (Pausa.) ranuras de alcancía. ¿O ya te olvidaste de eso
también?
MARCO: La rata.
MANUEL: No fastidie...
ESTELA: Yo, nada.
MARCO: Nadie se acuerda, Manuel. No te
LUCAS: La Gran Rata que dirige el Uni-verso. preocupes.
Está ordenando sus cosas, como cada millón de
años. LUCAS: Lee. Al mal paso darle prisa.
MANUEL: Parece que rascara adentro del pecho MARCO: Te mueres de envidia.
de uno.
LUCAS: Por qué, yo también he escrito el mío.
MARCO: (Alegre.) Antes no la oías y aho-ra
puedes.
MARCO: Pero la semana pasada no hicis-te nada,
LUCAS: Hablando de ratas, por qué no nos puro cuento lo del olvido. Bien dijo Einstein que
ponemos artistas antes de irnos y lees tu poema por cada genio que nace, diez mediocres
de miércoles? conspiran en su contra.
MARCO: ¿Y el tuyo también? Salvo que
otra vez lo hayas dejado en tu casa... LUCAS: Seguramente tu poema conspi-ra contra
Einstein. Lee.
LUCAS: No, no, lo traje.
MARCO: Acá va. Se titula «DE LA TIERRA A LA
MARCO: Aquí tenemos otro olvidadizo: (A LUNA».
Manuel.) ¿trajiste el veneno?
LUCAS: Qué original, Marco Verne. Lee y no
MANUEL: ¡Uy! (Se golpea la frente.) ¡Me olvidé! hagas teatro.
Mas sabes que los orbes que se acercan estallan MARCO: No tan rápido, espera... (Sale.)
Y la gran ley del cosmos que vemos y calla-mos: LUCAS: Qué importa. ¿No ve que por fin estamos
solos?
Los astros alimentan amores con distan-cias.
ESTELA: ¿Y?
LUCAS: Tu inspiración anda tan afilada como mi LUCAS: Ya sabe. A un hombre no se le basurea
navaja. así. Mire que no tiene marido.
LUCAS: Ahora el mío. Tiembla, Marco. LUCAS: La que tiene que apurarse es usted,
venga... (Trata de cogerle una mano. Ella lo
MARCO: Parió Paula. esquiva.) No se corra.
LUCAS: Su título es muy apropiado para esta LUCAS: ¿Le dan miedo los hombres?
oficina: (Lee.) «Poema al café».
ESTELA: No.
Le robas el sueño a la noche. Eres
la sangre de la muerte. Enlutas las ideas y llenas LUCAS: Entonces le damos asco los cie-gos.
los mares con tu oscuridad.
Chamanes antiguos
torturaron a los locos hasta destilar su odio y ESTELA: Tampoco.
condensarlo en granos traicioneros. Hoy
las mujeres LUCAS: ¿Entonces los hombres viejos?
te lanzan hacia el sol y tu herejía crece entre poetas
y homicidas a los cuales des- ESTELA: Don Lucas, ¿a qué tanta pregun-ta?
pedirás
cuando zarpen hacia el averno -una oscu-ra paila
hirviente- LUCAS: Porque Manuel es ciego y es hombre,
en el cual se agitarán, eternos, perfuma-dos
pero no le tienes asco. Lo miras con ganas,
girando a la deriva en una caja negra. ¿verdad? Los ciegos sabemos, sentimos las
miradas como balas que sil-ban. Lo miras, ¿no?
MARCO: Un poco fúnebre, pero muy tuyo.
Vámonos de una vez, mañana trabajamos.
ESTELA: ¿Por qué me habla así?
ESTELA: Yo tengo que limpiar...
LUCAS: ¿Te quieres acostar con él?
MANUEL: ¿La espero?
ESTELA: En eso nomás piensa.
PAYASO: (Actuando.) ¿Saben el chiste del ciego Cambio de luces: en la calle, Lucas y Este-la.
en el parque? Dicen que un ciego está con calor,
¿no?, pasa por un parque y en-cuentra una
lagunita, una pileta! Y em-pieza a tomar agua el LUCAS: ¿Por qué tanto tráfico?
cieguito y de repente siente en la cara un
chorrito caliente y dice: ¿quién es el cojudo que ESTELA: Un entierro. Y son varios cajo-nes.
me está orinando la cara? Y el otro le contesta:
¡el cojudo eres tú, cieguito, que te estás tomando
LUCAS: Qué barbaridad. (Pausa.) ¿Qué es la
el agua del water! (Ríe. Se vuelve y descubre
muerte para usted, doña Estela?
que los ciegos se han fugado.) ¿Mis som-breros?
¡Me robaron! ¡Ciegos de mierda! ¡Regresen! ESTELA: Es como apagar el televisor, ¿no? Se
(Corre tras ellos, que han des-aparecido. pone todo negro, como si una estu-viera en una
Tropieza con Estela y Lucas.) caja.
MANUEL: ¡Qué va a ser, pues! ¡Un cine! ¿No MARCO: Le arruinas la vida al organillero.
oye? Vamos. Deben estar por allí. (Se alejan.)
LUCAS: Acá había un cine, ¿todavía exis-te? MARCO: ¿Quién crees que me dio tanto trago?
ESTELA: Sí, pero es una porquería. Pu-ras LUCAS: ¿Y él tomó? ¿No se puso mal?
indecencias.
MARCO: ¡Fue su idea! Chupa como un desagüe,
LUCAS: ¿Por qué no entramos? Lucas.
LUCAS: Escuche: hay negros cantando LUCAS: Sí, como los virus.
arriba del edificio...
MANUEL: (Aparte, con ella.) Doña Estela,
MARCO: Se mueve el piso con tanta gen- perdóneme que haya tomado tanto...
te, por aquí debe andar la imagen...
ESTELA: Qué hombre no toma. No se pre-ocupe.
MANUEL: ¡Huele a basura! Las mujeres
tenemos nariz de fierro.
LUCAS: ¿No oye los gritos, Estela? Juro que en
esta calle hay un burdel. MANUEL: ¿Sabe que soñé con usted? Ca-minaba
por el cielo y yo la seguía con miedo, pensando
MARCO: ¿Otra botella? ¡Salud por eso! «estás siguiendo a la Virgen» pero luego vi que
no. Era us-ted.
MANUEL: ¡Por acá... Estela! (La abraza tor-
pemente.)
ESTELA: ¿Y qué pasó con el tú?
MARCO: ¡Lucas!
MANUEL: Disculpa, se me fue al fondo de la
LUCAS: Marco, ¿qué haces borracho? botella.
MARCO: ¿Qué tiene? ¡De vez en cuando hay que ESTELA: Que no se te vaya más. (Se la quita.) Te
soltarse! Este chico es el hijo que yo soñaba, tiemblan las manos.
hermano. ¿Dónde está?
MANUEL: Es que el trago me puso alegre. Quería
LUCAS: Estaba contigo, ¿a dónde se fue? tomar contigo, fíjate. No me des más, me tocan
mis pastillas... (Busca en los bolsillos.)
MARCO: ¡No sé, no lo veo! (Ríe.)
LUCAS: Estás intoxicado. Dame un poco. ESTELA: No puedes. Con licor la otra vez te
pusiste mal.
MARCO: La boca me duele de tanto reír-me.
Hemos hecho una cantidad de ton-terías... Las MANUEL: Siempre que tomaba me pasaba eso.
reglas sí eran para romper-las. ¡Hasta le Pero ahora no. Me lo habían prohi-bido, ¿sabe?
robamos a un payaso! hacía cual-quier
LUCAS: ¿Tú? barrabasada. ¡Hoy es
¿Robar? mi carnaval! ¡Salud!
MARCO: ¡Y si vieras
el cine! ¡Y el olor del
mono! Pero no me
siento mal. Me
hubie-ra puesto tieso
si alguien hacía eso
jun-to a mí, pero ¡lo
hice yo! Como la
gente del medioevo
que en Carnaval
ESTELA: ¿Por qué? miedo. No sé si
temblar o mandarte
MANUEL: Me dan al reformatorio.
diablos azules. ¿No
te dije que yo era MANUEL: No te
muy malo? burles. (Le toma el
pelo.)
ESTELA: Ay, qué
MANUEL: Mira qué valiente me pone el tra-go. ESTELA: Don Marco a su edad ya sabe lo que
(La besa con gesto enérgico.) hace.
ESTELA: Y mírame a mí, sin tomar. (Lo besa LUCAS: Cómprele un café en ese kiosko.
igualmente. Ríen. Juguetean.)
Manuel sienta en el suelo a don Marco. Estela va
MARCO: (Aparte, a Lucas.) El chico es una por el café. Lucas decide.
bendición de Dios. A ti no te cae bien, yo sé, te
portas muy duro con él. Pero a mí me ha LUCAS: ¡Manuel! Dijo la doña que... que te
enseñado cosas. (Le quita la botella. Ya está espera.
vacía.) Te echaste media botella de un tirón.
¿Por qué no hablas, Lucas? (Silencio.) MANUEL: ¿Me espera?
ESTELA: Si quiere comprar es cosa de él, ¿no? ESTELA: Ya no me hable más zonceras, ¿quiere?
También ha estado tomando.
MARCO: ¿Por qué me despachas, Lucas? ¡Hay MARCO: (Sigue como un ángel ebrio.)
que echarnos otra! Vamos a com-prar... (Se
mueve por la calle y lo siguen. Aparece un Nunca podrás formar con frases huecas la triste
cantante mendigo y ciego.) historia del dolor humano. ¿Qué son tus
ilusiones? Flores secas. ¿Qué son tus
LUCAS: (Enojado.) Ya estamos borra-chos. Vete. esperanzas? Humo vano.
Llévatelo, Manuel.
LUCAS: ¡Marco, ya!
MENDIGO: Señoras y señoras del res-petable
público, soy un humilde artista invidente que MARCO: Sigue marcando el rítmico lati-do
viene a entonar melodías populares que...
MENDIGO: ... las mías son obras... ESTELA: Don Lucas... no diga esas co-
sas...
LUCAS: Hablo en serio.
LUCAS: ...por eso sabe tratar tan bien con esta
MARCO: ¿Tú, en serio? No me hagas reír. mujerzuela, ¿o creen que soy tonto? ¿Que no he
notado nada? Soy cie-go pero no estúpido,
LUCAS: Tú no sabes lo que está pasan-do. ¿entienden?
LUCAS: Alcohol metílico, inocente abue-lito, MARCO: Manuel... no te vayas... no ha-gas caso...
¡alcohol industrial! Y cuenta dónde, a ver, no se ¿Manuel?
pierda esto, Estelita, ¡a ver si le gusta la historia!
¡Porque no fue en ningún grupo religioso, nunca ESTELA: ¡Manuel!
estuvo!
LUCAS: ¿O sea que en la cárcel te volvis-te MANUEL: ¡No quiero escuchar esto!
maricón? ¿Por eso tomas tanto?
LUCAS: Oye cómo suena la trompeta de Jericó,
MANUEL: Y a usted... qué le importa. escucha a la ramera!
LUCAS: Hay una mujer en el baño, ya te dije. Es LUCAS: ¡Ya la estoy matando yo! ¡Escu-cha cómo
tuya. Ven. llora, yo la consuelo! ¡Soy el apóstol Tomás que
no creía nada hasta no meter el dedo en el
MANUEL: ¿Quién es? hueco! (Ríe. Ella gime. Manuel se cubre los
oídos y esca-pa. Oscuro. Aparece doña Estela,
LUCAS: Después te digo. (Pausa.) Se lla-ma vesti-da, en el presente. Contiene el llanto y oye
Norma. en la grabadora sus gemidos y la voz de Lucas.)
MANUEL: Norma se llama mi mamá, don Lucas,
usted sabe.
LUCAS: «Ven que te pongo los clavos...
LUCAS: Adiviné. Los brujos de la anti-güedad ¡ven que te mato! A ver si la muerte se contagia.
eran ciegos. (Le toma la mano. Lo lleva hacia el ¡Te voy a ahorcar!»
baño.) Ven. Bájate el pantalón. Es tuya.
ESTELA: «No!»
LUCAS: ¿Qué pasa? ¿No puedes entrar? ¡Así son MARCO: No salgas con chistes. ¿Por qué no me
las puertas del cielo! (Golpea a contaste antes?
MARCO: ¿Por qué vomitaste anoche todo? ¿Me LUCAS: Tal vez cuando hablaba yo con
has estado mintiendo? él... tú sales y nosotros...
LUCAS: ¡Calla! (Le arroja un lápiz.) ¿Quién eres MANUEL: No voy a hacer problemas. Vine a
tú para inventar mi vida? ¡Me ofendes! Inventa despedirme.
tu cuento de mier-da que nunca terminas,
inventa tu Bi-blia, tus mapas, tu universo, pero MARCO: Manolito, lo que pasó anoche estuvo
no me metas a mí! Tu cabeza es tu cabeza, no mal, pero no tienes que sentir-te...
me metas en tus historias, no estoy he-cho de
puntitos braille, yo existo de ver-dad! ¡No soy el
diablo de tus radionovelas! MANUEL: ¿Lo de anoche? ¿Ya sabe lo que pasó?
MARCO: No eres el diablo, imbécil. ¡Te crees MARCO: Ya sé todo y no me importa, Ma-nuel.
mucho! Eres un pobre ciego resen-tido
esperando como una araña a que caiga una
víctima, eres un enfermo, más pobre que los MANUEL: Usted me tiene que perdonar.
pobres, más triste que los...
MARCO: No hay nada que perdonar.
LUCAS: ¡Ven acá! (Derriba su escritorio. Se lanza
hacia Marco, daga en mano.) ¡Ven! MANUEL: ¡Pero yo pude hacer algo!
MARCO: Ahora dame el frasquito, esto no es MANUEL: Y un litro de lágrimas sigue pe-sando
juego. un kilo. Yo lo envidio. Nunca pasa nada. Para
usted el mundo es sólo un mapa de tamaño
MANUEL: Lo voy a tirar aquí. (Vacía el fras-co en
natural, cruzado de lí-neas de colores y con
la cafetera.) A ver si mejora el sa-bor.
ballenas dibuja-das en el Océano. Mientras no se
desor-denen los planetas, usted será feliz. Yo no.
MARCO: ¿Has estado tomando? ¿Por qué hablas No veo brújulas, ni mapas, ni fle-chas ni
así? caminos ni nada. Para mí todo lo que pasa es de
extrema gravedad. A mí todo me atrae hacia lo
MANUEL: Don Marco, si pudiera explicar más bajo, aun-que trato de incorporarme y
lo que se me ocurre... caminar derecho, algo desde el suelo me jala la
corbata. (Se acerca a la ventana.) ¿No siente el
LUCAS: No va a hacer nada, déjalo. vacío? ¿No le provoca llenarlo de gritos?
LUCAS: Los dos, Marco. Vamos a dar vueltas en ESTELA: No. Las tengo ocupadas.
el patio de la cárcel como las agujas de un gran
reloj. Tú vas a medir con pasos las paredes y los LUCAS: ¿Con qué?
años. Yo...
ESTELA: El crucifijo. Venía a devolverlo.
MARCO: ¡No, no!
LUCAS: ¿Tú lo tenías? ¿Y para eso has venido?
LUCAS: Y tan viejos. Como los relojes, vamos a
morir parados.
ESTELA: No, la verdad... No sé. (Recoge la daga a
MARCO: No. Yo no tengo la culpa de nada. Allí sus pies.)
no.
LUCAS: ¿A qué has venido?
Duda y escapa. Se detiene antes de irse para decir
algo a Lucas, pero no se atre-ve. Arroja la daga
y sale. ESTELA: ¿Tiene miedo?
Pausa. Lucas fuma. Oímos el mar, las ga-viotas, un LUCAS: ¿A qué has venido?
buque y una sirena. Entra Estela en silencio,
buscando no ser de-tectada. Trae el crucifijo ESTELA: Entonces ya sabe a qué.
entre las ma-nos. Pausa. Lucas se vuelve hacia
LUCAS: (Sin levantarse.) No te acerques más.
ella, que se paraliza.
LUCAS: Así que regresaste. Como pen-saba. Yo sé ESTELA: ¿No quería que me acerque?
que eres tú, aunque te que-des calladita. Por el
olor. Me lo sé de memoria. LUCAS: Para eso, no.
LUCAS: ¿Que me había lanzado a mí? Ni se le ESTELA: Usted ha pensado lo mismo que yo.
ocurrió.