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3. Las iglesias anabaptistas.

De modo espontáneo, en tiempos y lugares diversos, surgen movimientos


cristianos que pretenden llevar a sus últimas consecuencias la doctrina de la fe sola:
bautizan solo adultos (los que creen), y deducen de la escritura una eucaristía
conmemorativa, y una organización democrática y localista1. Presuponen que el auténtico
creyente es perseguido y exilado, y como en los primeros tiempos, el pecador renace por la
fe en una Iglesia comunitaria, congregación de santos, organizada según el evangelio, tal
como se describe en las epístolas de San Pablo y en los hechos de los apóstoles2.
En general niegan los anabaptistas la predestinación y afirman el libre arbitrio,
subrayando que Cristo murió por toda la humanidad y no para predestinar a unos pocos; y
se niegan a admitir que el pecado original sea una completa desviación de la imagen divina
en el hombre, pues por el arrepentimiento y la fe se pueden realizar buenas obras, por sí

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Surgen como movimiento espontáneo tanto frente al luteranismo como frente al calvinismo. Andrés
Karlstadt, Tomás Müntzer, y Conrad Grebel, pueden ser presentados como precursores del anabaptismo, pues
sostenían de un modo u otro el bautismo de adultos, manifestación de la fe, y niegan la intermediación de la
Iglesia. Grebel, subraya que Los Hechos de los Apóstoles configuran un bautismo interior del Espíritu, la fe
venida del cielo y el bautismo en agua del creyente adulto que renace por aceptar el Señor: C. A SNYDER,
Anabaptist history and Theology: An Introduction, Kitchener, Ont, 1995, Pág. 54. La primera confesión de fe
Anabaptista la encontramos en los artículos de Schleitheim de 1527, redactados por Miguel Sattler (antiguo
prior de un monasterio benedictino) donde se formulan los famosos siete grandes principios de la fe
anabaptista: bautismo de adultos, excomunión de los pecadores, conmemoración de la cena de Cristo entre los
creyentes, apartarse de prácticas idolatras, libre elección de los pastores, apartarse de la violencia, y
prohibición del juramento. Se acusa a la Reforma “magistral” de no llevar la fe sola a sus consecuencias
lógicas, y al admitir el bautismo, la eucaristía y la ordenación de pastores, se les acusa de reconstruir el
dogmatismo de la misma Iglesia romana con otro nombre. En la amnistía general que dio Enrique VIII de
Inglaterra a todos los herejes, incluidos hasta los católicos, excluyó, sin embargo, expresamente, a los
anabaptistas, a los que definía por practicar el bautismo de adultos, por negarse a ocupar oficios o cargos en la
Republica, por negarse a pronunciar juramentos, y por su insistencia en que todas las cosas fueran comunes.
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El anabaptismo puede interpretarse entonces como reacción emotiva y sentimental, forjada en el sufrimiento
y la oración, ante una religión de estudio de la Biblia, que era acusada por muchos de ser una religión
dogmática y elitista, de intelectuales. El nombre, anabaptista, como en tantas ocasiones, parece escogido por
sus enemigos, que condenan expresamente a “los anabaptistas” (en especial les llama así la confesión de
Ausburgo). Ellos gustaban llamarse a sí mismos hermanos, nombre que adoptan en particular muchos
movimientos cristianos que se desgajan como corrientes autónomas denominaciones. Ni siquiera tiene una
denominación unívoca. Ha sido común llamarles creyentes o Iglesia de los creyentes (lo que F.
DURNBAUGH considera que proviene de Max Weber: The Believers' Church, The History and Character of
Radical Protestantism, Scottdale, 1968, IX), y luego terminología varia: reforma radical, Iglesia libre o
simplemente baptistas, como se les conoce preferentemente en Inglaterra y Estados Unidos. Las primeras
comunidades parecen haberse formado en Suiza, Alemania del norte y Holanda. Luego en Moravia se les
conoció como Hutterianos, por la extraordinaria influencia de Jakob Hutter; y en Holanda a partir de 1545
fueron conocidos como menonitas, tomando el nombre de uno de los principales reformadores de su tiempo,
Menno Simons. Los anabaptistas formaron congregaciones importantes, en Alemania, Suiza, centroeuropa
(Moravia en particular), Holanda, Inglaterra y el sur de Rusia, emigrando masivamente a Estados Unidos y
Canadá, donde existen congregaciones importantes (especialmente en Pensilvania, Ontario y Mannitoba),
algunas muy pintorescas por sus vestidos y costumbres, como los Amish. También se asiste a la formación de
un importante grupo menonita en el Chaco, Paraguay (constituyendo agrupaciones independientes: Menno,
Fernheim, Friesland, Volendam, y Neuland).
mismas meritorias3. Es característico también del anabaptismo no constituirse como
religión de Estado4.
Establecidos estos grandes principios, encontramos discrepancias relevantes
entre corrientes y denominaciones anabaptistas, y se hace francamente difícil establecer
características comunes y los límites del movimiento anabaptista. En general el respeto del
orden constituido identifica el anabaptismo frente a movimientos revolucionarios, sectarios,
espiritualistas o utópicos, como la revolución campesina5. Para organizar la “Iglesia”, los

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Su defensa de la libertad frente a la predestinación les lleva a mantener la resurrección personal al final de
los tiempos para ser juzgados, al contrario de CALVINO, que no sostiene con carácter dogmático la
resurrección de todos, sino solo de los elegidos (BALKE. W, Calvin and the Anabaptist Radicals, Grand
Rapids 1981). Creo que se puede afirmar que la base de su teología es generalmente antitrinitaria. En muchas
corrientes anabaptistas la ceremonia del lavado de los pies, para subrayar la hospitalidad como virtud especial
del cristiano, adquiere especial relevancia y se asocia a la cena del Señor (W.O.PACKULL, An introduction
to Anabaptist theology, “The Cambridge companion to Reformation Theology”, Cambridge 2004, Pág. 194).
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El triunfo de la reforma es ni más ni menos la instauración del nuevo cristianismo en un territorio, que es
impuesto por sus autoridades seculares. Nada de eso sucede en el anabaptismo. Los anabaptistas pretenden
romper con la dualidad Iglesia Estado y el corpus christianum, que dicen mantienen católicos y protestantes,
y afirman la libertad de conciencia, y la emancipación total del cristiano frente a la organización política.
Hacer del cristianismo la religión del imperio romano en tiempos de Constantino fue la gran traición histórica
al evangelio. Ningún texto escriturario autoriza al cristiano a tomar responsabilidad en la vida política, y
Cristo para nada interfirió en los príncipes de su tiempo. Mas en detalle: WENGER, Compendio de historia y
doctrinas menonitas, trad. esp., Buenos Aires, 1960; G.H. WILLIAMS, La reforma radical., trad. esp., México
1983, Pág. 440; PACKULL, Hutterite beginnings, Baltimore 1995; H.G. GOERTZ, Radical religiosity in the
German reformation, en “The reformation world”, Oxford, 2004.
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MENNO SIMONS, y en general los grandes reformadores anabaptistas, afirman que el creyente, que no
pertenece a este mundo, está llamado a la obediencia respetuosa a las autoridades políticas, pues castigan el
mal, administran justicia, asumen una función social de cuidado de viudas, huérfanos y pobres, y conservan el
orden por medio de la policía. Asumido el respeto al orden constituido, las grandes tendencias del
anabaptismo son difíciles de sistematizar y todas parecen presentar componentes emotivos y utópicos.
Algunas corrientes anabaptistas (como los Hutteritas) ponen particular énfasis en la idea de compartir bienes y
en organizar congregaciones “comunistas”; otras en la caridad y la hospitalidad; otras en el carácter espiritual
de la divinidad de Cristo, adoptado por el padre; otras en el sufrimiento silencioso del cristiano, la practica del
perdón y ofrecer la otra mejilla, que debe presidir la vida renovada del converso, etc., Ver J. STAYER,
Anabaptists and the sword, Lawrence, 1972. Sin embargo, la gran tentación de ciertos radicales cristianos es
la negación, de la autoridad, la propiedad y el matrimonio; esto es la revolución en estado puro. Y de hecho
llamadas radicales a la fe generan periódicamente peligrosas y destructivas experiencias sociales, políticas y
seudomísticas. Por ejemplo, en 1534 en nombre del anabaptismo se funda el reino de Sion en Munster. Se
estableció una comunidad de bienes, se abolió la propiedad y se ordena el matrimonio de las mujeres mayores
de 14 años, instituyendo legalmente la poligamia. Su rey Jan van Leyden se casa con 16 mujeres. Miles de
Anabaptistas confluyen en Munster hasta que la ciudad es rendida por la traición en 1535 (en detalle S.
HAUDE, In the shadow of Salvage Wolves: Anabaptist Munster and the German Reformation, Boston-
Leyden-Cologne, 2000). A causa de la poligamia se suele excluir al reino de Sion de Munster del anabaptismo
(aunque algunos propugnan que son auténticos anabaptistas como STAYER, Anabaptist and the Sword,
Lawrence, Kansas, 1976). También entre los miembros de la familia charitatis, llamados nicolaitas al ser
fundada por N. NICLAES (1502/1580) se propugna la unión mística con el Señor, por la que los conversos
quedaban libres del pecado, y practicaban el amor libre y la comunicación de bienes, secta a la que
alegadamente pertenecía el famoso humanista español Benito Arias Montano, y que parece haberse extendido
con peculiar fuerza entre los baptistas ingleses (R. De MATTEI, A sinistra de Lutero, Roma 1999, Pág. 51 y
sigs). Los famosos amigos de sangre (Blutsfreunde aus der Wiedertaufe), de Turingia, consideraban que el
auténtico sacramento del matrimonio era el intercambio colectivo y carnal de hermanos y hermanas (las
llamadas Cristianias).
anabaptistas en general adoptan un modelo similar o análogo a la forma presbiterial de
Iglesia, con oficios de pastor, anciano y diacono6.

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Los anabaptistas se inspiran en la organización calvinista de la Iglesia, pero subrayan, habitualmente, frente
a la organización calvinista, el principio radical de la libre elección de los pastores por cada comunidad
cristiana. Ver la voz Ministry en “Mennonite encyclopedia”, 1957, vol 3 Pág. 699 y sigs. Tambien ahora:
Global Anabaptist Mennonite Encyclopedia Online:
http://www.gameo.org/encyclopedia/contents/M9ME.html. Las Iglesias Baptistas en las colonias britanicas de
Nueva Inglaterra adoptan la confesión de Westminster y las formas congregacionalistas de organización,
diferenciándose de los congregacionalistas principalmente en el tema del bautismo de adultos y en negarse a
ser una religión de Estado (W. S. HUDSON- J. CORRIGAN, Religion in America, 6 ed. Upper Saddle River,
1999, Pág. 43). Los propios congregacionalistas debaten largamente sobre el valor respectivo del bautismo y
de la fe, estableciendo el bautismo de niños pero condicionándolo a que en la época adulta se confirme
formalmente la fe como signo de conversión, lo que otorgaba al converso la plenitud de derechos en la
Iglesia. Pero fe y bautismo están en difícil equilibrio, pues si los bautizados no se confirmaban, no podían ser
excluidos de la Iglesia, ni negado el bautismo a sus propios hijos (ibidem., Pág. 65). Los baptistas se sitúan así
en la tradición calvinista; el número de baptistas era muy pequeño entre los primeros colonos, pero se
multiplican rápidamente después de la conversión del mítico Roger Williams (ibidem. Pág. 68). Cuando los
puritanos en Massachussets organizan el congregacionalismo como religión de Estado, expulsan a Roger
Williams por inconformista, que funda en Rhode Island una nueva Iglesia de tendencias baptistas, que en
1647 proclama la libertad religiosa (G. Mac GREGOR, Corpus Christi. The Nature of the Church According
to the Reformed Tradition, Eugene Or. 2004, Pág 17, GAUSTAD, E.S., Liberty of Conscience: Roger
Williams in America. Eerdmans, Grand Rapids, 1991). Como en el calvinismo, el ejercicio de la excomunión
viene a representar el punto central del ejercicio de la autoridad en la Iglesia, aunque frente a los calvinistas se
caracterizan habitualmente por su exaltación de la importancia de la música, en coherencia con una religión
mucho más emotiva. En Estados Unidos muchas iglesias baptistas se caracterizan por su exaltación de la
música (Por ejemplo véase B.B. PATERSON, The Sound of the Dove: Singing in Appalachian Primitive
Baptist Churches, Urbana, Ill., 1995)

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