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Prosa 871

tica ante Julia Domna. Lo más que se puede decir es que no se han aducido
argumentos convincentes contra su autenticidad.
Al tercer Filóstrato, que nació en 190/91 y que alcanzó gran celebridad como
orador, sólo le podemos atribuir la Epístola a Aspasio de Ravena, secretario im-
perial y titular de la cátedra de retórica, que trata del estilo epistolar. La Díale-
xis, incluida por KAYSER entre sus obras y que trata de equilibrar la oposición
entre "nomos" y "physis", en nuestra opinión sigue siendo anónima. Al cuarto
Filóstrato pertenece una colección más reciente de Icones, en la que copia fatigo-
samente a su abuelo.
Los espectáculos admirados de rétores famosos, la interminable lucha entre
los reinos de los diádocos filósofos, la constante penetración de lo irracional en
forma de misticismo con su evasión del mundo o de banal superstición, todo esto
iba acompañado en la época de los Antoninos por la risa de un hombre que veía
el mundo a través de su escepticismo y cuyo oficio era la sátira. Samosata, donde
Luciano vino al mundo alrededor del 120, estaba situada en el Eufrates superior
y era capital de la Comagene; él mismo se llama sirio en ocasiones, y en su bio-
grafía es importante comprobar que llegó de fuera al mundo griego y que hubo
de aprender la lengua en la escuela (Bis accus. 27). Su iniciación en el aprendi-
zaje de la escultura en casa de su tío tuvo, como relata en el Somnium, un final
rápido y doloroso. Se encaminó luego a la escuela de retórica, pero allí aprendió
algo más que el hábil manejo de las reglas de retórica. Extensas lecturas le dieron
un sólido conocimiento de la prosa ática en su aspecto formal y le proporcionaron
un íntimo conocimiento de la poesía griega desde Homero hasta los alejandrinos.
No es que hubiese penetrado en la problemática de la gran poesía; lo que él
domina son los motivos y sus grandes líneas externas. Tiene siempre a la mano
buena cantidad de citas y, mejor aún, de alusiones. En el mundo de la Comedia
Nueva es donde se ha familiarizado mejor con el pasado. Se ha dicho con acierto
que junto al aticismo formal de Luciano existe un aticismo de fondo en el que
su tendencia anticuaria no excluye naturalmente la penetración de elementos con-
temporáneos m. En el aspecto lingüístico, su diligencia y gusto condujeron a este
escritor no griego a un sorprendente dominio del ático, que en la llana amabili-
dad de su estilo produce una cierta sensación de vida. Tenía el derecho de sati-
rizar en Lexiphanes y Pseudologista el exagerado hiperaticismo, pues ciertamente
en la moderación que él supo mantener se funda la eficacia de su estilo.
Luciano comenzó cultivando con gran éxito la oratoria de aparato a la ma-
nera de los sofistas. Largos viajes le llevaron por muchas partes de la ecúmene,
por Asia Menor, Grecia, Italia, y hasta la Galia, donde residió mucho tiempo.
Conservamos algunos testimonios de esta actividad oratoria: discursos de entre-
namiento (Abdicatus, Phalaris, Tyrannicida), descripciones artísticas (De domo,
con la écfrasis de una sala suntuosa; Hippias, con la de un baño), el elogio ge-
nuinamente sofístico de la mosca en el Muscae encomium y aquellas Prolaliai,
pequeños aperitivos retóricos, que precedían a una epídeixis de mayor exten-
sión los ; de éstas, De electro, Harmonides, Herodotus y Scytha pertenecen, proba-
104
Así lo muestra DELZ (V. pág. 877).
105
K. MRAS, "Die -itpoXccXiá bei den griech. Schriftstellern", Wien. Stud., 64, 1949,
71, que discute esta forma en Luciano, Apuleyo, Dión de Prusa, Himerio y Coricio, y
resalta las semejanzas formales entre los dos autores citados en primer término; cf. el
-872 Época imperial

blemente, a esta época, y quizá también otras prolaliai (Bacchus, De dipsadibus,


Zeuxis), pero el Hercules, que confirma la renovada afinidad sofística de Luciano,
demuestra que también en su vejez escribió piezas de esta índole.
Este espíritu inquieto, siempre dispuesto a la réplica, no podía encontrar en
la actividad sofística ninguna satisfacción duradera. En su Bis accusatus (Atq KOC-
xriyopoó^svoq) tiene que defenderse en la Acrópolis de Atenas contra la retó-
rica, a la que, según su declaración (32), abandonó a la edad de cerca de 40 años.
Derramó después todo su sarcasmo en el Rhetorum praeceptor ('PrjTÓpcov 01-
SáoKccXoq) sobre una actividad que aseguraba el éxito a los atrevidos artificios.
El Pseudosophista, que es afín a los escritos ya mencionados contra el hiperati-
cismo, pone en solfa la presunción en asuntos lingüísticos.
En el Bis accusatus, tan importante biográficamente, habla en el pasaje antes
mencionado de relaciones con la Academia o con el Liceo. Se ha concluido de
aquí el comienzo de un período filosófico, tratándose de ver en el Nigrino indi-
cios de un proceso de esta naturaleza. Este difícil diálogo describe una visita de
Luciano a casa del platónico Nigrino en Roma. El relato está enmarcado en un
diálogo precedido por una carta de dedicación al filósofo. Se ha sospechado, sin
que se pueda asegurar, que la exposición de éste fue abreviada y que el diálogo
fue añadido después. Esto último es posible por dos razones: primero, por la
tendencia apreciable en el discurso de Nigrino a contraponer una Atenas ideal a
la inconsistente vanidad de Roma106, y además por el hecho de que Nigrino (no
es un nombre ficticio) causó impresión a Luciano. Pero aquél no fue capaz de
hacer de Luciano un filósofo, lo que jamás fue. La moderna investigación 107 ha
renunciado con razón a la imagen de un Luciano que habría experimentado pro-
fundos cambios. Es natural que este hombre vivaz, pero siempre adherido a la
superficie de las cosas, tuviese trato con la filosofía. Cínicos y epicúreos podían
ofrecer muchos temas a su escepticismo; otros, como los estoicos, le repugnaban,
pero nunca se entregó a un estudio formal de los problemas.
Mucha mayor mella hizo en Luciano la filosofía vulgar cínica. Antes de que
Menipo se convirtiera en su modelo, ya había escrito diálogos, pero consideró
como original creación suya (Prom. in verbis, Bis acc, Bacchus, Zeuxis) la in-
vención de diálogos satíricos, en los cuales eran empleados elementos del diálogo
socrático y de la comedia. A esta primera etapa de literatura dialogada pertenecen
los Diálogos de los dioses, los Gecov 8iócXoyoi; a ellos se agrega el Prometeo, y
se continúan aquéllos con los Diálogos de los dioses marinos, ''Evákioi biáXo-
yoi. En todos ellos se barajan con irónica ingenuidad temas que. la poesía clá-
sica brindaba en abundancia sin que se haga visible la tendencia demoledora. En
numerosos temas de la comedia están inspirados los Diálogos de las heteras
('ErcupiKol 6iá\oyoL); también el Timón, con su historia de la riqueza recu-
perada y la repulsa del parásito, debe mucho a la comedia, pero prepara aquellos
diálogos que Luciano escribió bajo el influjo de la diatriba filosófica popular de

mismo, "Apuleius' Florida im Rahmen ahnlicher Lit.", Anz. Ósterr. Akad. Phil.-hist. KL,
1949, 205.
104
AÜR. PERETTI, Luciano, un intellettuale greco contro Roma, Florencia, 1946, puso
este aspecto muy en primer plano. Allí, pág. 147, bibl. Además, CASTER, LUC. (V. pág. 877),
374. A. QUACQUARELLI, Lá retorica antica al bivio, Roma, 1956.
107
Espec. CASTER, Luc. (v. pág. 877).
Prosa 873
108
Menipo de Gádara (cf. pág. 720). En ella, el escéptico y satírico, el enemigo
de la tradición aceptada sin crítica, encontró el instrumento adecuado a su índole.
En el Bis acc. (33), el diálogo personificado habla de cómo los procedimientos
que con él empleó Luciano habían encontrado su perfección en Menipo. En los
diálogos de los años 161 a 165 se ven los progresos hechos por Luciano en
mordacidad y agilidad.
Su racionalismo dispara las más agudas flechas contra la religión. En el Ica-
romenipo vuela el cínico al cielo para escapar al caos de las opiniones; el fuppi-
ter confutatus (Zeüq ¿Xeyxó^evoq) nos presenta a la suma divinidad en una
posición difícil ante el destino; el fuppiter tragoedus (Zeüq xpccywSóc.) muestra
la agitación de una asamblea de dioses porque en una disputa epicúreo-estoica se
va a demostrar su inexistencia, y en el Deorum concilium (6ecov IKKXT]C¡[CC) se
queja Momo de la multiplicación de nuevos dioses. Mucho después prosiguió
Luciano los sarcasmos de esta índole en las Saturnalia. En todas estas obras re-
cibe Luciano influjos literarios, como se demuestra observando que sus ataques
no se dirigen tanto a fenómenos de su época (como astrología, creencia en los
démones o nuevo misticismo) cuanto a la imagen tradicional de la religión que
le ofrecía la poesía. 1
Esta literatura tiene un sello específicamente cínico cuando, en juego audaz
con el mito, contrapone la visión de la felicidad del que carece de necesidades
a la locura y corrupción de los ricos. Ésta es la suprema sabiduría que en el Me-
nipo (M. r¡ NEKuo^icxvTEÍa) aprende el personaje del título, elegido con toda in-
tención, en su descenso a los infiernos. Cataplus, Caronte, Diálogos de los muertos
(NEKpiKoi biáXoyoi) y el Gallo ("Ovsipoq f] dXgKTpocóv) son de la misma ín-
dole. En el Navigium (nXolov r\ só^aí)* ^ u e e s a ^ ° P oster i° r > s e T^Q Luciano
de la estupidez de los deseos humanos. El amargo sarcasmo con que las escenas
de ultratumba pintan el destino de los ricos y poderosos nos permite oir las voces
de los indigentes y oprimidos, que crearon el bienestar de una época sin parti-
cipar de él.
También la filosofía recibe su varapalo: así, en el repetidas veces menciona-
do Bis accusatus, en el Convivium (ZujJ-itóaiov r¡ AontíGcct), con su riña de filó-
sofos, en la Vitarum auctio (BCQV irpccoic;), con la subasta de las formas de vida
filosóficas. Su poquito de palinodia contiene el Piscator ('AXieuc, f] ávccpiouv-
en e
TSOJ l <lue Luciano se defiende en la Acrópolis ante la filosofía: sus ataques
van enderezados sólo contra los degenerados epígonos de los grandes filósofos.
En este sentido están escritos también los Fugitivos (ApaitÉrat). En el Philop-
seudes109, haciendo alarde de malicia, ha convertido a verdaderos filósofos en
narradores de las más extravagantes historias de aventuras (como la del aprendiz
de mago).
De los diálogos desprovistos de carácter menipeo citamos el Toxaris, porque,
al igual que el Philopseudes, presenta una cadena de historietas, ligadas en este
caso por el tema de la amistad. Algunos de estos diálogos introducen al autor
dándole el nombre helenizado de Licino. El más importante de ellos es Hermo-
timos, que sin profundidad científica, pero con mayor seriedad, refuta en nombre

Las particularidades en el libro de HELM, abajo mencionado,


J. SCHWARTZ, Phü. et De morte Peregrini, París, 1951 (con coment.).
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del escepticismo toda filosofía dogmática y, por lo tanto, también el estoicismo.


En tema sobado insiste el Eunuco cuando Licino describe en toda su mezquindad
la disputa por la cátedra de filosofía de Atenas (año 176). En dos diálogos (EÍKÓ-
veq. 'Yitép TSV EÍKÓVCDV) llenos de adulación a Pantea, la amante del empera-
dor Vero, Luciano ha dejado constancia de que él no se comportó mejor. De los
diálogos de Licino, es interesante desde el punto de vista histórico y cultural el
que sin razón alguna ha sido considerado en ocasiones como apócrifo: De salta-
tione (riept ópxr|0£6>q)-
Luciano, que en una carta De mercede conductis (riepi TCOV áitt uia0<5>
OUVÓVTGOV) había recomendado encarecidamente a un tal Timocles que se preca-
viese contra la vida del funcionario adscrito a la corte, cantó la palinodia, ya viejo,
al aceptar un cargo bien retribuido en Egipto110. Su Apología trata de justificar
su conducta. En el último período de su vida literaria produce todavía algunas
obras importantes, en las que la forma epistolar sustituye al diálogo. En dicha
forma está redactada la obra De historia conscribenda (Uac, bel ioropCav ouy-
Ypcc<[)£iv) m , que se dirige contra la historia tal como proliferaba en tiempos de
la segunda guerra contra los partos y fija los fines y límites del género en el sen-
tido del debate helenístico. Sirven como acompañamiento musical a esta obra
los dos libros Verae historiae ('AXT]6f) 6ir|yi^a:T<x), que de manera divertida pa-
rodian las fantasías de las novelas de aventuras. Forma epistolar tienen dos es-
critos en los que Luciano prosigue su lucha contra lo irracional, pero ahora refi-
riéndose a su época. De morte Peregrini (Uepl Tfjq nepeYptvoo TeXeurfjcJ 1I2
describe el suicidio teatral del fanático Peregrino Proteo en Olimpia (165 ó 167);
Aléxandros ('A. f\ ípsuSóuccv-ric;)113, la vida y obra del profeta impostor y fun-
dador de cultos Alejandro de Abunoticos, que es el polo opuesto de la supersti-
ciosa Biografía de Apolonio de Filóstrato. El escrito presupone la muerte de
Marco Aurelio (180), pero no sabemos cuánto tiempo transcurrió desde ésta a la
de Luciano.
Luciano leyó y aprendió mucho en la escuela de retórica y no le fue dado
convertir lo recibido en sustancia propia. Por otra parte, el juicio de los moder-
nos que se inclinaban a negarle imaginación es excesivo. En el movimiento de
las escenas y en la composición hay mucho que deponer en favor del autor. La me-
dida en que, por supuesto, es deudor a la literatura ha sido ya subrayada al
hablar de su postura frente al mito y a la religión.
Hemos de hacer también una observación concerniente al mundo real en que
Luciano pone la mayoría de sus escritos 114. En este particular, lo mismo que en
el lenguaje, Luciano es aticista, pero se echa de ver que su conocimiento del
mundo ático se agota, sin alcanzar grandes profundidades, en algunas particu-
laridades tomadas de la literatura. Al mezclar en ésta elementos de la época im-

110
Probablemente el de secretario a cognitionibus; cf. CASTER, LUC. (y. pág. 877),
369, ".
111
G. AVENAMOS, Lukians Schrift zur Geschichtschreibung, tesis doctoral, Franc-
fort, 1954, public. en Meisenheim a. Glan. 1956, con mucha bibl.
112
Cf. pág. 873, nota 109.
113
M. CASTER, Études sur Al. ou le faux prophete de L., París, 1938 (con texto y
traducción).
114
Sobre esto, DELZ, en la tesis abajo mencionada. '•: ¿ c
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perial, es difícil decidir si lo hace inconscientemente o ello es un deliberado juego
irónico. Incluso en la repetición de palabras y giros se manifiesta el rutinario
que vive de la tradición y sabe trabajar hábilmente con ella.
Incluimos aquí como aticista de estilo propio a Artemidoro de Daldis en Li-
dia, del que poseemos un Libro de sueños~{'OveipoKpiTiKÓv, 5 l.)115. Este es-
critor era probablemente estoico, y, como a tal, se le podía permitir reducir a
sistema la creencia en los sueños y acreditarla con ejemplos.
El laborioso ejercicio de la epídeixis y, más aún, el aprendizaje retórico obli-
gado para conseguir una alta posición no son imaginables sin una abundante lite-
ratura retórica, de cuya profundidad nos dan testimonio las noticias y los libros
conservados 116. Al principio de este apartado se habló del antagonismo entre Apo-
lodoro de Pérgamo y Teodoro de Gádara, así como de la pervivencia de aquél
en los discípulos de ambos. Allí hicimos también un esbozo de los ejercicios es-
colares de retórica. La más antigua colección que poseemos de estos Progymnas-
mata es la de Elio Teón de Alejandría117, que vivió con toda probabilidad a fina-
les del siglo 1 d. de C. Ejerció dilatada influencia en la época bizantina.
El autor más importante en el terreno de la teoría retórica fue, en la época
imperial, Hermógenes de Tarso u s . Nacido en el año 160, descolló primero como
niño prodigio por sus dotes de orador, pero, ya hombre, se apartó del ejercicio
en boga para acreditarse como teórico de talento y gusto. También él escribió
Progymnasmata. Pero sus realizaciones principales son el replanteamiento de la
teoría del Estado de Hermágoras (cf. pág. 821) en la obra rispl oráoeav y el
tratamiento sistemático de las formas y procedimientos del discurso en los dos
tomos de su Teoría del estilo (Uepi ÍSscov). Ésta se fundamenta enteramente en
el análisis de los modelos clásicos, sobre todo de Demóstenes, de manera que
podría hablarse de un aticismo retórico. Que Hermógenes utiliza los trabajos de
sus predecesores se colige de las coincidencias con la Techne retórica (cf. pági-
na 869) U9, atribuida falsamente a Aristides, de la que se sirve, pero que no fue
su única fuente. En el número de estos escritos hay que incluir Sobre la invención
de argumentos (Jlepl ebpéasac,, 4 TÓ^OI) y Sobre los medios del estilo fuerte
(riept U.E965OU 6£IVÓTT]TOC;). Hermógenes impuso lentamente sus principios,

115
R. HERCHER, Leipzig, 1864; preparada la reimpresión en Olms/Hildesheim.
114
R. VOLKMANN, Die Rhetorik der Griechen und Romer, 2.a ed., Leipzig, 1885 (3.a
edición, 1901), todavía no ha sido superado. Más en pág. 861, nota 64; cf. también pá-
gina 615, nota 693. Además, G. A. KENNEDY, "The Earliest Rhetorical Handbooks", Am.
Journ. Phil., 8o, I9S9> 169- En KROLL, RE, S 7, 1940, 1132, 42, un instructivo cómputo
de las ocasiones para la epídeixis retórica.
117
L. SPENGEL, Rhet. gr., 2, Leipzig, 1854, 59. Los Progymnasmata de Teón fueron
leídos en armenio en la baja Edad Media. Edición de una traducción armenia con el
original griego, JA. A. MANANDJAN, Erivan, 1938. Comunicaciones sobre los manuscritos
en Wjestnik Matenadaranti, 3, Erivan, Acad. de Ciencias de la RSS de Armenia, 1956,
451. ÍTALO LANA, I "Progimnasmi" di Elio Teone, 1, La storia del testo, Turín, 1959.
Un segundo tomo deberá estar consagrado a la traducción armenia, que ofrece todos los
Progymnasmata que faltan en la trasmisión griega, excepto el último.
118
H. RABE, Rhet. gr., 6, Leipzig, 1913; cf. KROLL (véase la nota 116), 1127,
1135. W. MADYDA, "Über die Voraussetzungen der Hermogenischen Stillehre", Aus d. ál-
tertumswiss. Arbeit Volkspolens. D. Ak. d. Wiss. Berlín. Sekt. f. Altertumswiss., 13,
1959, 44-
"' W. SCHMID, Rhet. gr., 5, Leipzig, 1926.

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