El Empate argentino
El período que va de 1955 a 1958 fue de transición: implicó el intento de las clases
dominantes, sobre todo la burguesía agraria, de recuperarse del deterioro que les había
inferido el nacionalismo popular y de desarmar su aparato político en su núcleo más
conflictivo: el sindicalismo. Comenzará la desintegración de los mecanismos político-
sociales del modelo de acumulación y distribución anterior, para abrir pista al nuevo
modelo socioeconómico.
Entre 1962 y 1963 Argentina atraviesa un momento de recesión causado por un déficit
incontrolable en la balanza de pagos. Para resolver la crisis se trató de estimular a la
burguesía agraria a través de una devaluación del peso, con el objeto de modificar a su
favor la relación de precios con la industria. La crisis económica desencadenó una crisis
institucional, las FFAA decidieron el derrocamiento de Frondizi. El lapso que va desde
el golpe de Estado contra Frondizi hasta los comicios que llevan a Illia a la presidencia
sirvió para consolidar en los niveles ideológicos y organizativos a los nuevos actores
sociales generados durante el proceso de modernización capitalista de los años 1958-
1962: el capital extranjero y la burguesía internacionalizada, expresados
institucionalmente por actores como las Organizaciones Empresarias, el
“Establishment” (la nueva tecnocracia). Otro actor fundamental son las fuerzas armadas.
Por último, este movimiento hacia la modernización, que envolvía como principal
derrotado al sistema tradicional de partidos, involucró el ascenso de otra fuerza social,
arrinconada desde el derrocamiento de Perón: la Burocracia Sindical.
Entonces, el gobierno de Guido fue un ensayo general del modelo político que se
intentará poner en marcha desde 1966: proyectar el predominio económico de la
“burguesía internacionalizada” en hegemonía política. Veamos:
El período de Illia coincide con un hecho importante para los años posteriores. Superada
la crisis económica, la economía entra en un ciclo largo de recuperación: crecimiento
del PBI, crecimiento del producto industrial, mayor capacidad para ocupar mano de
obra, crecimiento del monto de ventas, estabilidad en los patrones de distribución del
ingreso y atenuación de las diferenciaciones internas dentro de los asalariados, descenso
del nivel de desocupación. El gobierno de Illia no frena esas tendencias, pero tampoco
las impulsa. A sus espaldas se está consolidando una nueva realidad económica y social
que la UCR no es capaz de sintetizar en el Estado. Esta incapacidad de Illia para
responder a las exigencias del sistema económico provocará su caída en junio de 1966.
La acumulación de capital, el incremento de la eficiencia del sistema económico, la
racionalización del Estado, eran demandas que se asentaban sobre la lógica del
desarrollo capitalista y no estaba en la capacidad del viejo sistema de partidos asumir
esas tareas: es a ese cuello de botella político que el golpe del 66 intentará poner fin.