Por eso cada día tenéis una gran parte de vosotros menos interés:
1.- Odios.
2.- Rencores.
3.- Envidias.
4.- Mentiras.
5.- Injusticias.
También os quiero pedir que recéis todos los días el Santo Rosario, la
Coronilla (de la Misericordia), que estéis junto a vuestros hermanos,
aquellos que os encuentran enfermos, aquellos que están solos o que
están sufriendo, los que no poseen alimentos y no tienen un lugar dónde
vivir, allí, amados hijos, como verdaderos misioneros de mi amada
Iglesia, tenéis que estar presentes, tenéis que estar con cada uno, os
ruego.
Os pido no os sigáis perdiendo entre las tinieblas, no podéis
comprender que os estamos esperando en mi morada, venid amados
hijos míos, venid al encuentro, volved a la unidad y entre todos vosotros
volved a hacer brillar LA LUZ DEL AMOR SOBRE TODA LA
TIERRA. Os amamos (Jesús y María) y vosotros lo sabéis, sólo tenéis
que volver al gran encuentro, sólo tenéis que alimentar la fe y que
vuelva la esperanza a cada uno de vuestros corazones. Amén.
Amadísimos hijos:
Conozcan las Escrituras para que amen a Aquel que a lo largo de la historia de la
humanidad, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, ha dado Vida Eterna al
hombre, entregando en el Antiguo Testamento, Su Palabra de Padre a través de
Sus Profetas, y en el Nuevo Testamento entregándose así mismo en Su Hijo, Mi
Hijo Jesucristo y dejando a Sus discípulos para que continúen a lo largo de los
tiempos llevando Su Palabra e invitando al hombre a la conversión.
He hablado de aquellos días en los cuales muchos de Mis Hijos Predilectos por
respetos humanos ya no llamarán con toda la vehemencia necesaria al Pueblo de
Mi Hijo para que cambie, pero como Madre de la Humanidad debo llamar cada
cosa por su nombre.
Existen grupos religiosos, pero esta Madre viene a suplicarle a esos grupos
religiosos que sean comunidades, donde las criaturas se amen en espíritu y
verdad. Que sean cenáculos espirituales en donde se viva la Palabra de Mi Hijo
verdaderamente, en donde no existan celos ni envidias sino que se amen como
hermanos, en donde el egoísmo humano se aplaste aún con dolor pero con
verdadera conciencia para que renazcan nuevamente esas criaturas que moran
dentro de cada uno de ustedes y que deben irradiar luz hacia toda la humanidad.
¡Benditas las manos que asisten, benditos los pies que auxilian el camino de Mis
Evangelizadores… y pobres de aquellos que son piedras de tropiezo!
La Vida Eterna la tiene cada uno frente a sí mismo, pero cada uno debe luchar
porque la Vida Eterna es personal.
Que cada uno de ustedes sea mensajero del Amor de Mi Hijo, del Amor de esta
Madre, de este Cristo que se entregó por ustedes siendo inocente y que aún
continúa en acto presente siendo crucificado instante a instante.
Sean ustedes que escuchan, leen y atesoran Mis Llamados, sean consuelo para
Mi Hijo y para esta Madre.