Anda di halaman 1dari 5

Comentario a Tamar Pitch.

La sociedad de la prevención 129

Comentario a Claudia
Cesaroni. La vida como
castigo. Los casos de
adolescentes condenados
a prisión perpetua en la
Argentina.
Norma, Buenos Aires, 2010

Por Mariana Fernández

Nuestra vida está tan llena que actúa


cuando no hacemos nada.
G. Bachelard

“Estamos presos desde los 16 y los 17 años, a admitirlos en la popularmente llamada “fies-
ya perdimos nuestra adolescencia, y parte ta menemista”, al punto de condenarlos a ver
de nuestra juventud aquí adentro. Nosotros pasar su vida tras las rejas. Y sobre todo: su
sabemos que es difícil reparar el daño que adolescencia. Hete aquí el punto de partida
causamos. Pero vivimos con la esperanza elegido por la autora para ir trenzando los
de tener la oportunidad de vivir la vida. Que hilos que movilizan su investigación. Asunto
es una sola. Afuera” (Cesaroni, 2010:195). más urgente que grave, el estudio denuncia
Tristemente lúcida, la carta fue escrita un 12 el “estado de excepción” (Agamben, 2003)
de diciembre de 2003. La firman tres jóvenes: al que se ven arrojados estos adolescentes
Lucas, Claudio y César quienes luego de ilegalmente sometidos a cumplir penas de
cuatro años de encierro, suplicio e impotencia prisión perpetua por delitos que datan de
luchaban por ser escuchados. Deseban, más tiempos en que eran menores de edad. Un
que nada en el mundo, recuperar su libertad. intento por comprender el fundamento del
Hoy, sus voces siguen vibrando en el vacío. recurso al sufrimiento como régimen de disci-
Acaso ignoren ser el motivo de su libro. plinamiento al interior del sistema penal y de
En La vida como castigo, Claudia Cesaroni una Argentina que les da vuelta la cara.
se mete de lleno en las historias de seis jóvenes Las crónicas sobre Lucas Matías Mendoza,
nacidos durante la década del noventa, en el Claudio David Núñez, César Alberto Mendo-
seno de familias ferozmente arrasadas por el za, Cristián Saúl Roldán Cajal, Diego Daniel
entramado de políticas neoliberales renuentes Arce y Ricardo David Videla Fernández se
130 Mariana Fernández

hilvanan, una a una, por medio de un mismo tigadora para ensayar un potencial ingreso al
y feroz protagonista: la exclusión social. Tal momento histórico en que esos casos echan
como describe la autora, el primero de sus res- raíces. De este modo, comienza subrayando
pectivos fallos se remonta a 1997 y el último la incidencia de dos factores fundamentales a
a 2002: todos siguen vigentes. No obstante, la hora de intervenir en esta materia: el papel
sería erróneo creer que estos acontecimien- de los organismos de derechos humanos a
tos se manifiestan en forma aislada: hasta quienes incumbiera guiar la lucha por la exo-
entonces, la Justicia argentina ha dictado un neración de sus sanciones y el poder de los
total de doce veredictos de este tipo, motivo medios de comunicación por su rol decisivo a
por el cual, nueve de los condenados aún la hora de influir en el estado de la cuestión.
permanecen presos. Por su parte, un estudio Desde su perspectiva, gran parte del silen-
oficial indica que actualmente existen unos ciamiento e indiferencia ante el asunto, se
doscientos jóvenes menores de edad privados debe al golpe mediático que fuera a adoptar la
de libertad a lo largo y ancho del territorio difusión de estos sucesos en la opinión pública,
argentino. hoy erigida en “fuerza de ley” (Derrida, 1997):
De forma tal, las anécdotas de las que da “Una de las explicaciones para tanto acuerdo
cuenta la criminóloga constituyen un síntoma en un tema es la poca importancia que ese tema
de época que sirven, tanto a la presencia de tiene para el conjunto de la sociedad, y aún
esas seis biografías como a la anticipación de para los sectores que naturalmente deberían
la historia por venir. Efectivamente, aquellos interesarse por las víctimas de una violación
relatos le permiten indagar sobre las condi- notoria a los derechos humanos” (55). En una
ciones de posibilidad de tales penas, el alcance época en la que, como expresara Marx, “todo
de su contenido y el sentido de su aplicación, lo sólido” no sólo se ha “desvanecido en el
en un contexto signado por un espiral de prác- aire” (1877) sino que se ha ceñido alrededor
ticas y discursos que bregan por “endurecer” del mercado de la información:
las políticas de minoridad.
A partir de la consideración que entiende “en ocasiones, sobre todo en los casos de alto impac-
a la punibilidad como “el momento desde el to, los tribunales de justicia no aplican la pena que
cual una sociedad decide punir” (41) las 396 estiman justa y adecuada, sino la que suponen que
páginas del recorrido invitan a desandar los está reclamando la sociedad o al menos la parte de
interrogantes mencionados, destacando la la sociedad que tiene más posibilidades de hacerse
inconstitucionalidad que conlleva la imple- escuchar”. (134)
mentación de dichas penas y lo inédito de
un escenario que ubica a la Argentina como Precisamente, la autora recurre al testimo-
el primer país americano en utilizarlas a nio de la prensa para evidenciar su complici-
sabiendas de su potencial castigo. Condición dad con los sectores de poder:
que, despierta el interés y abre la polémica
sobre aquello que impide (y consiente) la “La justicia dictó sentencias inconstitucionales; el
falta de una solución concreta a propósito de parlamento no sancionó las leyes necesarias para
esta coyuntura. acabar con la violación de derechos; y el poder eje-
A la espera de que “no sea demasiado tarde” cutivo no indultó ni conmutó las penas. Para mayor
(396), la narración de la cotidianeidad de estos gravedad del asunto, los casos están presentados
jóvenes en las penitenciarías sirve a la inves- ante el Sistema interamericano de Derechos humanos
Comentario a Claudia Cesaroni. La vida como castigo... 131

desde junio de 2002, sin una solución concreta. En tiene humanidad, no es persona. Por eso se lo puede
este lapso, uno de los jóvenes apareció ahorcado picanear y tirarlo de un avión o pegarle hasta que
en una celda de castigo de la Penitenciaría de desfallezca, someterlo a submarinos secos y húmedos,
Mendoza”. (55) o encerrarlos por décadas. No sufre, no padece. Una
parte de la sociedad cree que se salva a sí misma
Asimismo, la ensayista discute sobre los entregando la vida, la libertad y los derechos de otra
“regímenes de verdad” (Foucault, 1999) que parte de la sociedad, conformada por los que percibe
se reproducen en cada uno de estos dispositi- como ajenos, como otros. No ve –porque no puede,
vos de control social, alrededor de la crimina- o porque no quiere, enceguecida por el discurso que
lización de niños y adolescentes, reprobando le machacan día y noche– que la tragedia de esos
el prejuicio de considerar que: “sobre todo otros la va a alcanzar también a ella, más temprano
los pobres, o los peligrosos por algún motivo, que tarde”. (58)
son la fuente o la parte principal de la falta
de orden, de la violencia o del aumento de la De esta suerte, los miedos que proporcionan
criminalidad” (37). De tal forma, intenta dejar las seguridades disipadas no parecen activar
al descubierto la necesidad de desnaturalizar únicamente sensaciones térmicas que suben
aquello que, a menudo, se da por sentado al y bajan de acuerdo a índices probabilísticos,
abordar el espinoso problema del umbral de como tienden a minimizar quienes observan
riesgos tolerables por los miembros de un la vida en términos de estadísticas: “la con-
orden social. tinuidad de las políticas de la dictadura (…)
Pues, según apunta: “cuando se habla de se expresa en los funcionarios policiales y
delito, jóvenes y crímenes el tema que retorna penitenciarios que en el día a día actual some-
una y otra vez es el tema de la ‘baja de la ten a torturas a estos y a otros jóvenes cuando
edad’” (36). Ahora bien, dice la experta, este los detienen, o cuando les aplican tratamiento
tipo de ideas surge de la percepción que con- para resocializarlos” (55).
cibe a la situación actual como ‘insostenible’ Pues bien: ¿qué es lo que subyace en esta
y frente a la cual ‘algo hay que hacer’, dando noción de “defensa social”?, se interroga
lugar a la apresurada conclusión de que no la estudiosa. Al respecto, argumenta que la
importa qué, cómo, ni para qué: basta con no función del encierro es desalentar la venganza
quedarse de brazos cruzados para sosegar el personal y evitar a la comunidad acciones
pánico. Recordando el razonamiento de Juan dañosas (38), amén de la erupción de rencores
Pegoraro (2003), es en aquel momento cuando subrepticios entre sectores enfrentados. Sin
adviene la sublimación de los temores contra embargo, desde su concepción, la ejecución
un enemigo visto como infractor latente del de penas más rígidas no contribuye a prevenir
“debe ser” social cuyo interés no recae en la delitos futuros, ni la imagen de progreso en
decisión de obrar para incidir en el hecho sino los institutos de menores tiene asidero en la
la imputación del hecho en sí. En esa ope- realidad:
ración, conjetura la escritora, a ese “enemigo”
se le quitan sus atributos de humanidad: “Suponer que un conjunto de adolescentes encerra-
dos a los 14, 15 o 16 años, lejos de sus amigos, de
“Se habla hoy de los delincuentes, como entonces se su familia, y de todo lo que le gusta hacer a un ado-
hablaba de los subversivos: no tienen sentimientos, lescente; custodiados por operadores asistenciales,
son hienas, bestias, monstruos, asesinos. El que no que son una especie de patovicas con preparación
132 Mariana Fernández

policial y/o penitenciaria, tratados por profesio- rías en pos de resguardar la integridad de sus
nales psicólogos, asistentes sociales y educadores presos. Realidad de la que los agentes oficiales
mal pagos; sometidos al arbitrio de jueces que, en estaban plenamente advertidos pues, prece-
la inmensa mayoría de los casos, no los conocen, dentemente, la habían comprobado con sus
van a ser resocializados y devueltos a la sociedad propios ojos sin preocuparse, acaso, por sub-
en mejor situación que la que tenían cuando ingre- sanarla. Dicho y hecho: unos días después, en
saron a esos sitios, parece una idea imposible de uno de los pabellones sondeados se descubrió,
defender”. (40) descuartizado en ocho pedazos, el cuerpo de
un joven con capacidades limitadas. Rauda-
Situación que se corrobora e intensifica mente, la conmoción que generó dicha noticia
fehacientemente en las cárceles. A fines de se fue esfumando al punto que los peticiona-
2004, la Comisión Internacional de Derechos rios de la CIDH perdonaron a la Argentina
Humanos (CIDH) se dispuso a tramitar las en una suerte de acuerdo que estableció la
peticiones solicitadas por tres de los jóvenes creación de una “comisión de seguimiento”
sentenciados a perpetua: Lucas, Claudio y integrada por los demandantes, miembros de
César, quienes en abril de 2001 luego del la Suprema Corte de Justicia, del gobierno
agotamiento de los recursos internos en le nacional y de la provincia de Mendoza. De
país acudieron a la Defensoría General de La este modo, el personal de la CIDH se retiraba
Nación, que se encargó de autorizar el pedido del país soliviantando: “Tenemos que pensar
de presentación de sus casos ante dicha enti- en construir la nueva prisión, mientras llega
dad. En miras de ese objetivo, la CIDH arribó el momento de abolir la prisión” (207).
al país para registrar tres cárceles de la provin- Ricardo David Videla Fernández apareció
cia de Mendoza, algo que no sucedía desde el muerto en una de las susodichas prisiones
transcurso de la última dictadura militar. mendocinas, hecho que aún no fue esclare-
Habían pasado tres años desde el inicio cido. Antes del fatal episodio, David había
de las gestiones, sin embargo, la situación sido brutalmente torturado, física y psicológi-
seguía estancada. Durante ese tiempo, los camente, por guardias del penal. Temía por su
jóvenes ensayaron distintos métodos para vida y así lo expresó en tres habeas corpus que
hacer oír sus reclamos: iniciaron una huelga envió a la Fiscalía de Menores, luego de pro-
de hambre, acudieron a las autoridades nacio- clamarse en huelga de hambre al grito de que
nales contando con la adhesión de luchadores lo sacaran del módulo de máxima seguridad
sociales, académicos y militantes de algunas al que se lo había confinado. Así, consiguió
organizaciones de derechos humanos, apela- que lo mudaran del calabozo de castigo. Si
ron a los medios de comunicación y esperaron bien se recogieron cuantiosos testimonios de
con la perseverancia y la urgencia de quienes sus compañeros demostrando que instantes
no se resignan fácilmente: “No hay que torcer previos a su estrangulamiento, un grupo de
los brazos ni a ganchos”, insistía Diego, otro agentes penitenciarios advirtió los riesgos
de los jóvenes condenados a perpetua (237). que corría su vida y, pese a ello, lo siguió
Por tanto, la llegada de la CIDH les resultó amenazando con restituirlo a la celda que le
una buena noticia. El sombrío escenario aterrorizaba, no se ha responsabilizado (ni
hallado por la comisión fiscalizadora llevó siquiera investigado) a nadie por aquella du-
a exigirle al estado nacional, revertiera las dosa muerte. Frente a tales circunstancias, sus
“condiciones inhumanas” de las penitencia- amigos de prisión respondieron tajantemente:
Comentario a Claudia Cesaroni. La vida como castigo... 133

se cosieron la boca. “Tal vez convencieran a acaso, otro margen que el de la prohibición
alguien de que el llamado ‘Centro de Seguri- absoluta?, nos interpela la autora. Asimismo,
dad’ era, en realidad, un centro de aplicación cuando se habla de excepciones y, acto
de torturas” (Cesaroni, 2010:220). seguido, se plantean medidas para combatir a
Finalmente, a modo de suscitar nuestra un enemigo: ¿dónde quedan los derechos fun-
reflexión la autora repara sobre el franquea- damentales? Y entonces, ¿cómo es que “unas
miento de la línea fronteriza que admite el penas que nunca debieron haberse impuesto,
uso y abuso de jóvenes presos pertenecientes siguen vigentes a lo largo de los años, pese a
a los últimos escalones de la pirámide social, los esfuerzos compartidos de un conjunto de
y discute el móvil que habilita la tolerancia, personas y organismos que no han (hemos)
en una organización social específica, del re- sabido, o no han (hemos) podido resolver
configurado derecho de soberanía (Foucault, definitivamente este caso?” (313). Acaso
1976) actualmente capaz de “hacer morir y tuviera razón Nietzsche cuando decía que
dejar vivir” a cierta parte de sus componentes: los acontecimientos que cambian el mundo
¿cuál es el límite para la excepción? ¿Existe, caminan con pies de paloma (1888).

Anda mungkin juga menyukai