“[…] Así como en otras épocas el alma, o mana menos de las tecnologías de la visión
el corazón, o la mente se transformaron en que del imperativo de la visualidad.
metáforas y sedes corporales de una relación Antes de que los artefactos tecnológicos se
entre cuerpo, logos y cosmos, hoy nuestro dispusieran a fijar y amplificar ciertas formas
cuerpo reconstituye parte de su autoimagen en lo visible, la voluntad de ver – dice el
y funcionalidad orgánica entorno de esa sociólogo- ya había hecho lo suyo. El entra-
membrana cuadrada” (p. 98). En Mal de mado institucional y tecnológico que guía el
ojo, Christian Ferrer analiza la formación sentido de la vista, velándole algunas cosas
de cierta destreza subjetiva que, en tiempos y/o estrechando ciertos trayectos, no coincide
signados por la hegemonía de la televisión con los usos ni con los valores ideológicos
y la informática, torna el derecho de ver en de la visión sino con un conjunto de tácticas
necesidad obligada. y estrategias cimentadas en una guerra de
Relato de nuestros días, el breve y exqui- luces donde se construye la “[…] fuerza de
sito ensayo sobre la violencia de la mirada succión y de conformación del sentido de la
comienza expresando su objetivo: “Tratar vista” (p. 29).
de comprender que el proceso técnico es un Según se describe en su libro, desde hace
movimiento emocional que adviene más allá alrededor de doscientos años habitamos un
del rechazo indignado o la aceptación excita- régimen destinado a hacer creer la verdad
da, a menudo dobleces uno de la otra” (p. 6). procurada en los preceptos de visibilidad
Idea sobre la cual Ferrer meditará a lo largo hegemónicos: “Hacer ver la verdad: es éste el
y ancho de su manifiesto, volcado particu- objetivo de esa voluntad de poder” (p. 30). Un
larmente hacia una época cuyo modo de ser orden que algunos autores denominan “ocula-
144 Mariana Fernández
centrista” y que se asienta en las costumbres candila los sentidos, inhibiendo la percepción
visuales diarias que funden el lazo entre lu- del foco de iluminación, de su “punto ciego”
ces y modo de ver. Aquellos cuerpos que se y de la fuente íntima de la contemplación.
dirigen hacia la luz experimentan emociones Construye una visión sin mirada apartando
y encienden opiniones a través del ejercicio la vista del tacto de lo real “[…] a pesar de
de una “violencia especifica”, una diferencia que el peso y la gravedad de las cosas son
entre el estímulo recibido y la representación quizás mejor ponderadas cuando se las tiene
figurada que tensa el continuum (y condi- en esa balanza en cuyo borde un delta tirita
ción de existencia) del reconocimiento de o se repulga” (p. 121). Los rayos catódicos
lo ya visto. La disposición religiosa de la que irradia el televisor apuntan a excitar los
<<audiencia>> inclina a millones de almas sentidos del espectador intentando atraerle
humedecidas hacia el entretenimiento, en un mediante retóricas narrativas que se inmis-
tendido de deseos disciplinados que activa cuyen entre el arquetipo y el plano de la
una “artesanía compleja” cuya subjetividad conciencia: “[…] constreñimiento del ritmo
“se hace ojo, y ve” (p. 31). visual, del magma imaginal y del punto de
Pues la televisión –expresa Ferrer- es un vista por una matriz tecnológica que deja fuera
prototipo social de vigilancia que se añade de nuestra perspectiva visual un incierto rango
a la efigie del panóptico, perfeccionando la de ‘invisibilidades’” (pp. 104-105).
parábola lumínica que sustenta el vínculo Desde sus trincheras, los arquitectos de la
entre los campos y el saber. A medida que el realidad delimitan la escala moral y publicitan
control remoto prescribe el atisbo de la mira- a sus fieles que en el lazo televisivo reside el
da, la percepción de lo ya conocido se traslada pacto social. Su estratagema consiste en dise-
de un lado a otro a fin de que el espectador ñar un plan disuasivo al interior de un campo
permanezca “[…] in-formado, estad-ístico, “[…] cuya diferencia con otros campos es que
entre-tenido, con-centrado. Ese es el duelo a sus actuales internos no pocas veces se les
donde se erigieron las ilusiones, instituciones mata de risa” (p. 77). El sujeto se emociona
y saberes del hombre contemporáneo” (p. ante tales o cuales episodios de la programa-
77). La máquina visual muestra un mundo ción televisiva en una suerte de giro que se
mientras niega otros modos de imaginarlo, sustrae al intelecto, y rememora espontánea-
poniendo de manifiesto una verdad histórica mente momentos vividos en la experiencia.
en la que el consenso social sobre la metáfora Añoranza que no evoca la presencia televisiva
de muerte significa la distensión del campo. sino que aglutina a través de comedias noti-
Con todo, no alcanza a subyugar (pero tampo- ciosas “in situ” o en diferido, voluntades que
co a instituir) ciertas “claridades y tinieblas” no rivalizan con el refinamiento ilustrado sino
capaces de arrastrar hacia la incomprensión que autocelebran la paz comunitaria: “[…] la
de una mirada inerme: “Cada congregación fiesta, la tragedia, el templo, el teatro, la sala
o masonería segrega una ‘imaginería’ cuyos de conciertos, pero también el espectáculo
efectos se esparcen por el espacio que cobija deportivo y la televisión son espacios cere-
la relación de una tribu con la memoria, el moniales como en Roma lo fue el circo y en
misterio, la tradición y lo asombroso y al la Edad Media el torneo” (p. 102).
intento de comprender el sinsentido y el Cuestión de consumo o consumación, el ojo
horror” (p. 102). adeuda un endeble idioma que no descubre
La dirección de la visión que contiene toda fácilmente la chispa crispada en el estado de
luz asoma desde una “óptica cegada” que en- paz o guerra, entre utopías y tecnologías de
Comentario a Christian Ferrer. Mal de ojo. El drama de la mirada 145