-IDENTIDAD: la suma de todo aquello que un individuo puede llamar propio. También a
esta definición de W. James, se le puede sumar el sentimiento de identidad que se genera
a partir de la referencia a un grupo social, como, por ejemplo, la nacionalidad
(Compatriotas que forman parte del mismo grupo social). Este sentimiento de pertenencia
a un grupo o clase puede oscilar entre una simple aceptación
La identificación:
En la identificación confluyen la perspectiva psicoa nalítica ( se trata de un fuerte
vínculo emocional a través del cual una persona actúa como si fuera aquella con la que se
identifica) y las teorías de aprendizaje social (se adoptan determinadas actitudes o conductas
porque se hanobservado en un “modelo”cuyos logros nos resultan motivadores)
-Comparación Social:
Nuestro autoconcepto no sólo incluye nuestra identidad personal, sino también nuestra
identidad social.
(Identidad social: es el aspecto “nosotros” de nuestro autoconcepto. Responde a la
pregunta ¿Quién soy?, pero refiriéndose a los grupos sociales que uno pertenece. Por
ejemplo: soy chileno, soy católico, etc.)
Si pertenecemos a un grupo que es mayoría estamos menos conscientes de nuestra
identidad social. Por ejemplo, si estoy en Chile estoy menos conscientes de mi
singularidad de ser chileno, pero si voy al extranjero, me hago mucho más consciente de
mi identidad social.
Las comparaciones sociales moldean nuestra identidad como ricos y pobres, tontos
inteligentes, etc., nos comparamos con los demás y nos hacemos conscientes de nuestras
diferencias.
-El yo y la cultura:
Individualismo: dar prioridad a las metas personales sobre las del grupo y definir nuestra
identidad en términos de atributos personales, en lugar de identificación con el grupo.
La psicología de las culturas occidentales presupone que la vida se enriquecerá al definir los
posibles yo y al creer en el poder del control personal. No conformarse con las expectativas de los
demás. Por el contrario, ser honesto consigo mismo, buscar su propia dicha, hacer lo suyo. Para
amar a los demás, primero hay que amarse a sí mismo
Las culturas originarias de Asia, África y América Central y del Sur dan mucho más valor al
colectivismo. Ellos crían lo que Shinobu Kitayama y Hazel Markus(1995) llaman el
yo interdependiente. La identidad se define más en relación con los demás. Los
malasios, los indios, los japoneses y los kenianos tradicionales como los maasai, por
ejemplo, son mucho más dados que los australianos, los estadounidenses y los británicos
a completar la frase “yo soy” con sus identidades de grupo.
Al tener un yo interdependiente se tiene mayor sentido de pertenencia. El yo
interdependiente está incrustado y definido parcialmente por la pertenencia a los grupos sociales.
Así, pues, la meta de la vida social no es tanto realzar el yo individual, más bien se trata de
armonizarlo y brindar apoyo a la comunidad a la que se pertenece. Para quienes pertenecen a
culturas individualistas y en especial para las minorías que han aprendido a ignorar los prejuicios
de los otros, la valoración “externa” que se haga de uno y del grupo al que se pertenece importa
en menor grado. La autoestima es más personal y menos relacional.
La autoestima personal aumentó entre los estudiantes japoneses de intercambio después de siete
meses en la Universidad de British Columbia. La autoestima individual también es más alta entre
los inmigrantes asiáticos que llevan largo tiempo en Canadá, de lo que es entre los inmigrantes
que llevan menos tiempo y entre los que viven en Asia.
Para probar su idea de que la autoestima afecta la percepción específica del yo (“de lo general a lo
particular”), Brown y Dutton presentaron a un grupo de estudiantes de la Universidad de
Washington un supuesto rasgo llamado “habilidad integrativa”. (Dieron a los estudiantes
grupos de tres palabras; por ejemplo, “carro”, “nadar”, “clave”, y les pidieron que
encontraran una palabra que vinculara entre sí las tres anteriores. Pista: la palabra
empieza con p.) Los de mayor autoestima estuvieron más dispuestos a informar que
tenían esta habilidad si se les decía que era muy importante, que si se les decía que no se
conocía su uso. Parece que, en general, sentir-se bien consigo mismo proyecta un brillo
optimista sobre los esquemas específicos de sí mismo y sobre los posibles yo.
Según Susan Harter la autoestima proviene de qué tan competente se siente una persona
con diferentes aspectos de su vida y cuánto apoyo recibe de los demás.
Al igual que primeros años de vida son importantes para el desarrollo sano o insano del
autoconcepto y la autoestima, la adolescencia es una etapa crítica en la consolidación de
estos procesos internos de desarrollo, porque implica el abandono de ciertos roles y de
determinadas actitudes. Además, las expectativas respecto a su conducta comienzan a
elevarse, esperando de él un alto grado de responsabilidad. Un aspecto esencial para
ayudar al joven a crecer, ser independiente y definir su personalidad lo constituyen sus
amigos y la pertenencia a un grupo. Si las relaciones que se dan dentro de este contexto
son sanas, entonces el joven consolidará una autoestima alta y un autoconcepto
adecuado.