2000
Creo, firmemente, que los graves problemas que viene afrontando la Organización de las
Naciones Unidas están relacionados de manera directa con el proceso de globalización que
hoy inunda al mundo.
Vivimos en una época de cambios importantes, como los que han ocurrido en otros
momentos trascendentales y críticos de la historia. La conciencia del sentido de esos
cambios ha sido, en ocasiones, muy posterior a su realización, pero seguramente un
esfuerzo por percibir y comprender algunos síntomas que iluminaran, aunque fuera en
pequeña proporción, un camino recorrido con mayor conciencia de su significación.
Busquemos una ruta que logre evitar angustias y despeñaderos como los que han venido
ocurriendo.
Esa es la misión suprema para la que fue creada, precisamente, la Organización de las
Naciones Unidas.
Resulta claro que los procesos de globalización de nuestros días, que Se observan, y que
sufren , preocupa a las Naciones Unidas, porque los afrontan muchos países en carne propia
y producen una profunda reocupación por el desconcierto que causan.
No sólo por los efectos financieros, sino también por los que afectan a las tradiciones
históricas, la cultura, las artes, los usos y costumbres de los pueblos que luchan por su
sobrevivencia.
Los cambios incesantes introducidos por las nuevas tecnologías de las telecomunicaciones
en nuestra vida diaria se hacen cada vez más profundos con la fuerza integradora de nuestra
V Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Santo Domingo, Rep. Dominicana, 24 - 27 Oct. 2000
realidad global, no solamente por nuestra participación en los mercados, sino también por el
surgimiento de una conciencia de pertenencia a los patrones culturales y a las preferencias
de consumo que la globalización está auspiciando.
Pero más allá de las tendencias cosmopolitas que se desprenden de la globalización de los
mercados en que estamos inmersos, un hecho sustantivo amenaza a la comunidad de
naciones si no se actúa con un Plan internacional debidamente organizado. Me refiero al
debilitamiento que viene acumulando el papel del Estado-Nación Y sus instituciones
tradicionales frente a esa nueva realidad que se ha generado.
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La coordinación deseable entre los gobiernos nacionales para regular las emisiones de
dióxido de carbono en la atmósfera, así como regular otras emisiones de gases y sustancias
tóxicas, que permitan detener la destrucción de la capa de ozono y en general racionalizar el
uso de los combustibles fósiles, principalmente el Petróleo, son asuntos que competen a la
coordinación de gobiernos nacionales cuyo destino colectivo depende de encontrar a tiempo
una política internacional que desemboque en consensos y acuerdos globales.
Vista de ese modo la globalización, podemos ver que el papel del Estado-Nación es ahora
más necesario que nunca, yo diría imprescindible, para la solución que la comunidad
internacional tiene que darle al nuevo conjunto de problemas que afectan su seguridad y su
bienestar a escala planetaria.
Los mercados asignan un costo de producción y una cadena de precios, pero son
mecanismos de valoración materia con un comportamiento ciego ante los valores morales
que la humanidad necesita incorporar en su convivencia global.
Por ello quiero plantear ante ustedes que las tareas de organización política y social no sean
dejadas a la fuerza inercial del mercado.
Creo, firmemente, que por encima de la importancia innegable del mercado y su integración
global, las nuevas formas de organización que asuman los pueblos dentro de este futuro
inmerso en la globalidad, tienen que ser una tarea irrenunciable del Estado: A LAS
NACIONES LAS ORGANIZA EL ESTADO, NO EL MERCADO.
Una comunidad internacional que entre al siglo XXI con nuevas formas de cooperación
supranacional para elevar el nivel de vida y bienestar de los pueblos no puede prescindir del
papel fundamental de los, Estados-Nación. La conjunción de población, territorio, soberanía y
gobierno dando vida al estado, puede servir para construir una arquitectura institucional
mundial más audaz y eficiente en el futuro, así como su debilitamiento podría llevarnos a
desembocar en un período de intranquilidad mundial.
Es una obligación esencial del Estado prever las tendencias desintegradoras y corregir el
riesgo desestabilizador que ahora se pudieran estar incubando. El Estado tiene valores
permanentes que custodiar, producto de la historia de los pueblos que lo han constituido,
mientras que el mercado es un mecanismo ciego, alejado de todo compromiso ético o moral,
y cuya función primordial es asignar el precio de las mercancías y los servicios entre la oferta
y el consumo.
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Uno de los grandes temas en la agenda política internacional de este momento, es crear la
nueva institucionalidad que garantice una vigencia efectiva de las libertades de mercado, sin
permitir ó propiciar la desaparición de los gobiernos nacionales. Una mejor gobernabilidad,
ciertamente, sólo podrá darse con la participación de gobiernos que hayan logrado
incorporarse plenamente al cambio administrativo y hagan suyas las transformaciones que la
sociedad y el mercado vienen impulsando.
Esa garantía de equidad y justicia en las relaciones económicas que el Estado proporciona
desde que surgió la primera economía de libre mercado, es la única instancia que puede
impedir la implantación de la ley del más fuerte en las transacciones.
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V Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Santo Domingo, Rep. Dominicana, 24 - 27 Oct. 2000
Por ello, hago votos porque los resultados de este V Congreso sobre la Reforma del Estado y
de la Administración Pública, abra nuevas vías de transformación y eficiencia a nuestros
gobiernos en sus estructuras, métodos de trabajo y procedimientos. De ello depende en
buena medida la calidad de la globalización en que estemos participando y vigilando que las
condiciones derivadas de los mercados internacionales no construyan un orden neocolonial.
Debemos seguir con mucha atención y objetividad los debates de conducción financiera
internacional al interior de las instituciones financieras multilaterales, como el que se viene
suscitando entre los estrategas del Banco Mundial, como lo describen en sus recientes
testimonios destacados funcionarios de ese Banco, en sus críticas documentadas hacia
algunas estrategias del FMI que han favorecido a pequeños grupos con los programas de
privatizaciones en algunos países en vías de desarrollo, e incluso han hecho de los paquetes
de rescates financieros instrumentos de profundización de una crisis sistemática más grave.
Los flujos libres de mercancías y de capitales deben servir en esta etapa para impulsar un
vigoroso periodo de crecimiento y expansión en América Latina. Toca a la sociedad
organizada en Estado cuidar que los mercados globales cumplan con esa expectativa que es
legítima y que podemos materializar si conjuntamos nuestra voluntad política con el uso
eficiente de las nuevas tecnologías que invitan a ser parte de una comunidad planetaria de
Estados-Nación abiertos y de un sistema de Naciones Unidas donde la globalización esté
permanentemente observada para aprovechar sus virtudes y corregir oportunamente sus
sesgos desíntegradores.
Todos estos factores nos permiten ver en las Naciones Unidas el foro apropiado para que la
comunidad mundial evalué y audite con objetividad los logros de la actual mundialización
comercial y financiera que nos envuelve.