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V Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Santo Domingo, Rep. Dominicana, 24 - 27 Oct.

2000

V CONGRESO INTERNACIONAL DEL CENTRO


LATINOAMERICANO DE ADMINISTRACIÓN PARA EL
DESARROLLO (CLAD)

PANEL: GLOBALIZACIÓN Y POBREZA Y EL PAPEL DEL ESTADO

SUBTEMA: LOS NUEVOS PROCESOS DE LA GLOBALIZACIÓN Y LA


REFORMA DEL ESTADO-NACION

Ponencia presentada por el Lic. Luis Echeverría Álvarez

Creo, firmemente, que los graves problemas que viene afrontando la Organización de las
Naciones Unidas están relacionados de manera directa con el proceso de globalización que
hoy inunda al mundo.

Vivimos en una época de cambios importantes, como los que han ocurrido en otros
momentos trascendentales y críticos de la historia. La conciencia del sentido de esos
cambios ha sido, en ocasiones, muy posterior a su realización, pero seguramente un
esfuerzo por percibir y comprender algunos síntomas que iluminaran, aunque fuera en
pequeña proporción, un camino recorrido con mayor conciencia de su significación.

Busquemos una ruta que logre evitar angustias y despeñaderos como los que han venido
ocurriendo.

Esa es la misión suprema para la que fue creada, precisamente, la Organización de las
Naciones Unidas.

Resulta claro que los procesos de globalización de nuestros días, que Se observan, y que
sufren , preocupa a las Naciones Unidas, porque los afrontan muchos países en carne propia
y producen una profunda reocupación por el desconcierto que causan.

No sólo por los efectos financieros, sino también por los que afectan a las tradiciones
históricas, la cultura, las artes, los usos y costumbres de los pueblos que luchan por su
sobrevivencia.

Creo que no podemos soslayar la urgencia de recomendar la reforma en todos los


continentes de la Administración Publica. Pero ello nos lleva a la necesidad de la reforma del
Estado y provoca la sana reflexión de hacerlo en cada entidad nacional preguntándonos en
cada sentido y por que camino, para lograrlo sin romper las raíces nacionales; porque el
estado es el conjunto de instituciones históricamente creadas a través de esfuerzos
nacionales dramáticos que hacen posible la convivencia organizada bajo una Administración
Publica.

Los cambios incesantes introducidos por las nuevas tecnologías de las telecomunicaciones
en nuestra vida diaria se hacen cada vez más profundos con la fuerza integradora de nuestra
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realidad global, no solamente por nuestra participación en los mercados, sino también por el
surgimiento de una conciencia de pertenencia a los patrones culturales y a las preferencias
de consumo que la globalización está auspiciando.

El papel que los medios de comunicación juegan en este relanzamiento de la globalización


es tino de los capítulos más dinámicos con los que las nuevas tecnologías están impactando
y nutriendo los cambios de actitud y de valores en la conciencia pública.

La cultura, la educación y la Política se encuentra bajo el impacto de las computadoras, las


fotocopiadores, el fax, los scanner, la telefonía inalámbrica satelital, el correo electrónico y,
en general, las muchas derivaciones que pueden imprimirse a la Internet para propagar el
conocimiento a escala global.

Pero más allá de las tendencias cosmopolitas que se desprenden de la globalización de los
mercados en que estamos inmersos, un hecho sustantivo amenaza a la comunidad de
naciones si no se actúa con un Plan internacional debidamente organizado. Me refiero al
debilitamiento que viene acumulando el papel del Estado-Nación Y sus instituciones
tradicionales frente a esa nueva realidad que se ha generado.

Independientemente de la discusión de si el Estado-Nación ha cumplido ya su ciclo histórico


o de si hoy es más necesario que nunca, es evidente que su presencia y su desempeño
articulador para la integración de Estados es inevitable, construida a partir de sus identidades
nacionales, donde confluyan las soberanías nacionales dispuestas a la cooperación en la
lucha por preservar la seguridad mundial, el desarme, la paz, la solución pacífica de las
disputas y de las controversias internacionales. Ante ese panorama es evidente que una lista
de tareas ineludibles se viene acumulando para la atención de todos los gobiernos, sin
distinción de su ubicación geográfica o del grado de desarrollo que hayan alcanzado.

En esa larga lista de tareas imprescindibles tenemos el caso de las responsabilidades


sociales del Estado contemporáneo que no pueden ser desconocidas, y sin que se cause un
peligroso efecto de perturbación e inestabilidad social y, en algunos casos, de manifiesta
ingobernabilidad, sobre todo en aquellos países afectados por las políticas del Estado
minimalista, en los cuales han sido aprobadas vistas como promotores de los procesos de
globalización pero generando una fuerte exclusión social, acompañada de pobreza masiva.

Las responsabilidades para la preservación del medio ambiente planetarío y la defensa de


los recursos no renovables, la calidad del agua y el aire, la vigilancia de la producción y
consumo de alimentos transgenéricos, el control jurídico y administrativo sobre los
experimentos de modificación y manipulación genética de organismos vivos, así como todos
los aspectos relevantes para garantizar la sustentabilidad del desarrollo sin depredar la
naturaleza, son ejemplos prioritarios para la agenda actual de los gobiernos nacionales
preocupados por estos nuevos desafíos surgidos de la globalización.

Las tareas de la educación y de la salud son prioridades. La comunidad Internacional


necesita replantearse a través del sistema de Naciones Unidas, a partir de una reforma del
Estado-Nación, con el objetivo deliberado de incorporar al desarrollo a los sectores y
regiones que están siendo excluidos de los beneficios de la globalización en materia de
educación, capacitación productiva y salud.

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Los fenómenos de la pobreza nos muestran ahora contingentes sociales de excluidos y


marginados, que han surgido dentro de los países mas ricos, así cómo también algunas
concentraciones de riqueza al interior de los países más pobres.

La coordinación deseable entre los gobiernos nacionales para regular las emisiones de
dióxido de carbono en la atmósfera, así como regular otras emisiones de gases y sustancias
tóxicas, que permitan detener la destrucción de la capa de ozono y en general racionalizar el
uso de los combustibles fósiles, principalmente el Petróleo, son asuntos que competen a la
coordinación de gobiernos nacionales cuyo destino colectivo depende de encontrar a tiempo
una política internacional que desemboque en consensos y acuerdos globales.

Vista de ese modo la globalización, podemos ver que el papel del Estado-Nación es ahora
más necesario que nunca, yo diría imprescindible, para la solución que la comunidad
internacional tiene que darle al nuevo conjunto de problemas que afectan su seguridad y su
bienestar a escala planetaria.

La globalización puede ciertamente interconectar a la humanidad, pero también puede


fragmentarla. Le corresponde a los gobiernos nacionales y al sistema de las Naciones
Unidas evitar esa posible fractura, pues los mercados globales no tienen una conciencia ética
ni un concepto de justicia social que les permita esas deficiencias.

Los mercados asignan un costo de producción y una cadena de precios, pero son
mecanismos de valoración materia con un comportamiento ciego ante los valores morales
que la humanidad necesita incorporar en su convivencia global.

Por ello quiero plantear ante ustedes que las tareas de organización política y social no sean
dejadas a la fuerza inercial del mercado.

Creo, firmemente, que por encima de la importancia innegable del mercado y su integración
global, las nuevas formas de organización que asuman los pueblos dentro de este futuro
inmerso en la globalidad, tienen que ser una tarea irrenunciable del Estado: A LAS
NACIONES LAS ORGANIZA EL ESTADO, NO EL MERCADO.

Una comunidad internacional que entre al siglo XXI con nuevas formas de cooperación
supranacional para elevar el nivel de vida y bienestar de los pueblos no puede prescindir del
papel fundamental de los, Estados-Nación. La conjunción de población, territorio, soberanía y
gobierno dando vida al estado, puede servir para construir una arquitectura institucional
mundial más audaz y eficiente en el futuro, así como su debilitamiento podría llevarnos a
desembocar en un período de intranquilidad mundial.

Es una obligación esencial del Estado prever las tendencias desintegradoras y corregir el
riesgo desestabilizador que ahora se pudieran estar incubando. El Estado tiene valores
permanentes que custodiar, producto de la historia de los pueblos que lo han constituido,
mientras que el mercado es un mecanismo ciego, alejado de todo compromiso ético o moral,
y cuya función primordial es asignar el precio de las mercancías y los servicios entre la oferta
y el consumo.

El papel del Estado es cuidar a la sociedad y al mercado. Como se ha demostrado, un


mercado libre nace como consecuencia de las garantías de equidad y transparencia que el

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Estado ofrece a la sociedad y a sus agentes económicos, y no por la ausencia o la inhibición


de las instituciones estatales. La inexistencia o supresión del Estado no crea mercados
libres, sino concentraciones monopólicas y antieconómicas.

Uno de los grandes temas en la agenda política internacional de este momento, es crear la
nueva institucionalidad que garantice una vigencia efectiva de las libertades de mercado, sin
permitir ó propiciar la desaparición de los gobiernos nacionales. Una mejor gobernabilidad,
ciertamente, sólo podrá darse con la participación de gobiernos que hayan logrado
incorporarse plenamente al cambio administrativo y hagan suyas las transformaciones que la
sociedad y el mercado vienen impulsando.

Los partidarios de la globalización que postulan un orden mundial donde la gobernabilidad se


obtenga sin gobiernos, creyendo que es posible la gobernabilidad sin poder, en realidad
están pavimentando el camino para una ruptura del orden jurídico internacional, al trasladar
las fuentes del poder de las Instituciones publicas del Estado-Nación hacia las fuerzas
privadas del mercado. La rendición de cuentas ante la sociedad que ciertamente están
obligados a realizar los gobiernos nacionales, no puede pedírsele a los mercados globales.

Esa garantía de equidad y justicia en las relaciones económicas que el Estado proporciona
desde que surgió la primera economía de libre mercado, es la única instancia que puede
impedir la implantación de la ley del más fuerte en las transacciones.

En noviembre de 1946, fecha oficial del nacimiento de la UNESCO, se celebró en Paris su


primera Conferencia general. Lo que ahí se dijo por primera vez fue que la humanidad
requería un proyecto cultural mundial. Una institución comunitaria internacional especializada
en las tareas de la educación, la ciencia y la cultura. Un destacado historiador de la
globalización lo vio de este modo: la Sociedad de las Naciones se había negado a establecer
aunque sólo fuera un comité que hiciera referencia a esa palabra, que se refiere al ámbito
tradicionalmente vinculado a la formación de la conciencia nacional.

Las aportaciones sucesivas para crear un proyecto internacional en la esfera de la educación


y la cultura nos han llevado a tomar conciencia de la necesidad de dotar a la economía
internacional de un sentido de convivencia para el desarrollo global sustentable, pacífico y
justo.

Para asegurar la estabilidad política internacional se requieren, entre otros elementos,


gobiernos mejor dotados con los recursos de una administración pública de alta eficiencia, y
por ello es importante la agenda que ustedes aquí se han planteado como tarea de este
Congreso. Sin embargo, es útil recordar a aquellos que piensan en la posibilidad de
prescindir en el futuro de las funciones tradicionales de los gobiernos nacionales, que todos
los teóricos de los modelos de integración supranacional han llegado a la conclusión de que
es necesario enfatizar la infraestructura institucional para poder entrar a las fases superiores
de la integración internacional de los mercados.

Quienes se dedican al estudio de la Administración Pública Internacional, al examinar las


vías del mercado libre integrado en mayores escalas como opciones para la sociedad y el
Estado, concluyen en que lo más importante es la infraestructura institucional que aporten las
naciones en sus relaciones internacionales de cooperación e integración.

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V Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Santo Domingo, Rep. Dominicana, 24 - 27 Oct. 2000

Por ello, hago votos porque los resultados de este V Congreso sobre la Reforma del Estado y
de la Administración Pública, abra nuevas vías de transformación y eficiencia a nuestros
gobiernos en sus estructuras, métodos de trabajo y procedimientos. De ello depende en
buena medida la calidad de la globalización en que estemos participando y vigilando que las
condiciones derivadas de los mercados internacionales no construyan un orden neocolonial.

Debemos seguir con mucha atención y objetividad los debates de conducción financiera
internacional al interior de las instituciones financieras multilaterales, como el que se viene
suscitando entre los estrategas del Banco Mundial, como lo describen en sus recientes
testimonios destacados funcionarios de ese Banco, en sus críticas documentadas hacia
algunas estrategias del FMI que han favorecido a pequeños grupos con los programas de
privatizaciones en algunos países en vías de desarrollo, e incluso han hecho de los paquetes
de rescates financieros instrumentos de profundización de una crisis sistemática más grave.

Los flujos libres de mercancías y de capitales deben servir en esta etapa para impulsar un
vigoroso periodo de crecimiento y expansión en América Latina. Toca a la sociedad
organizada en Estado cuidar que los mercados globales cumplan con esa expectativa que es
legítima y que podemos materializar si conjuntamos nuestra voluntad política con el uso
eficiente de las nuevas tecnologías que invitan a ser parte de una comunidad planetaria de
Estados-Nación abiertos y de un sistema de Naciones Unidas donde la globalización esté
permanentemente observada para aprovechar sus virtudes y corregir oportunamente sus
sesgos desíntegradores.

Todos estos factores nos permiten ver en las Naciones Unidas el foro apropiado para que la
comunidad mundial evalué y audite con objetividad los logros de la actual mundialización
comercial y financiera que nos envuelve.

En ese examen de la realidad económica y social internacional tendremos que mostrar


nuestra capacidad renovada a través de los gobiernos nacionales y sus administradores
públicos, por lo cual les deseo el más fructífero y exitoso resultado.

México, DF. Agosto 8 de 2000

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