existencial
“Las flechas del Omnipotente impactaron en mí,
mi espíritu absorbe el veneno [de sus puntas];
y los terrores de Dios me [reducen en] combate.” (Job 6:4). [1]
Es más, Job, quasi de forma nihilista, ensalza la sabiduría de Dios con destreza y
atino (28:1-28). Job, fiel a sí mismo, habla como si sus palabras reflejarán un
marchar desnudo por el Edén sin nada de qué avergonzarse,[16] mientras que sus
amigos hablan como si Dios tuviese la vista sobre ellos, al acecho y en cualquier
momento pudiera aparecerse para manifestar su desnudez. Job no somete su
moral a una fe que no le pertenece, que viene desde afuera, sino que funda su fe
sobre aquello que le dicta su conciencia moral “Job cree lo que su conciencia le
permite creer.”[17] Y esto es lo que premia Dios de Job (42:7), y bien sabemos
que esto no es libertinaje moral, ni una justificación del mismo.[18] Lo
característico de la actitud de Job es que éste no hace depender la creencia en
Dios de la posibilidad de la explicación o justificación del sufrimiento, sino y como
escribe P. Ricoeur, de una fe que cree en Dios “a pesar de…” en última instancia
es a Dios a quien se recurre contra Dios.[19] O aún, dicho de mejor forma, se cree
en Dios a pesar de Dios. Job se mantiene y se sostiene firmemente en el absurdo
(o misterio), donde él tiene razón y Él tiene razón. Ambas razones son
coexistentes y deberían incluirse, pero… es absurdo.
En otras partes del A.T., un salmista cantaba: “Los cielos narran la gloria de Dios y
el firmamento relata sus obras.” En las criaturas se divisa la mano del Creador.
Esto también lo reconoce Job en el capítulo 9 del libro. Tanto Job como el
Salmista reconocen la inconmensurabilidad de Dios, donde la grandeza del
universo nos lleva a la grandeza de Dios. Por su parte J. Barylko explica la
diferencia entre el sentir de Job y el sentir del salmista:
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