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Job, la búsqueda de una nueva teodicea

existencial
“Las flechas del Omnipotente impactaron en mí,
mi espíritu absorbe el veneno [de sus puntas];
y los terrores de Dios me [reducen en] combate.” (Job 6:4). [1]

Hablar de teodicea como una cuestión plenamente filosófica, en el sentido


leibniziano, es una cuestión errada para la Teología Bíblica. Siguiendo al teólogo y
filósofo alemán P. J. Tillich, podemos aseverar, en cierto punto, que todas las
afirmaciones teológicas son afirmaciones existenciales ya que estas incluyen al
individuo que las pronuncia. En todo caso, la existencia es “mi
existencia particular”.[2] En este carácter existencial debemos pensar las
cuestiones bíblicas esbozadas en cada uno de los personajes del texto, los cuales
son fieles a la realidad ya sea en su modo de profeta, salmista, siervo, etc. En el
A.T., cada personaje se presenta como individuo inconformista, semejante a un
péndulo que va y viene por los sentimientos menos apropiados y problemáticos de
la vida, la felicidad y la zozobra, la esperanza y la angustia. Y en este punto la
filosofía y la teología se estrechan en un caudal: las situaciones límites que activan
el sufrimiento.
En el presente artículo se trabajarán las que fueron, tal vez, las situaciones más
críticas del pueblo judío —en retorno al exilio babilónico—, reflejado en el
incipiente filosofar hebreo manifestado indiscutiblemente en el libro de Job.
Aunque no nos referimos aquí al exilio en sí mismo, sino más bien a su situación
de crisis profunda; donde adquiere características universales y, por ende
interpeladoras.
Propongo, siguiendo la intención de la presente obra, considerar la “teodicea”
como particular fenómeno intelectual de cada individuo, argumentado que no
existe la “correlación existencial”. Cada “teodicea” está enmarcada en tiempo y
espacio por el individuo y sus circunstancias; no existen dos individuos que
respondan de formas análogas a problemas semejantes. Job, por momentos, tiene
la responsabilidad de responderse individualmente a cuestiones sobre su fe, y no
dogmatizar a partir de él para la comunidad. La comunidad desde el individuo
experimenta a Dios, y desde el individuo se posibilita una respuesta-salida a la
comunidad. Por esta razón, la “teodicea” es una reflexión puramente humana, no
es cuestión de Dios, por tanto la experiencia religiosa inexorablemente subjetiva
debe responder a la cuestión. A su vez, la experiencia subjetiva no está sola.
Aunque le pertenece al individuo, el individuo consta de lo que explica P. J. Tillich
como autorrevelación, es decir, la manifestación que Dios realiza de Sí mismo, lo
cual es lo único que el hombre puede alcanzar de Dios desde su razón,[3] y a la
que el hombre puede (y debe) responder con toda la existencia. Esta revelación es
una experiencia personal, única e irrepetible, rechaza al dios que el hombre hace
a su medida, y acepta al Dios que queda en la apertura formada a partir del
sufrimiento y felicidad humana.
Descartemos en nuestra “teodicea” fundada en el libro de Job una cuestión sobre
la cual el autor y los interlocutores contemporáneos no tenían interés, a saber, la
existencia de Dios; el autor la da por sentada. Job tiene la misma certeza de los
males que le atormentan que de la presencia de Dios, independientemente de lo
sucedido.[4] Por esta misma razón, se niega a lo largo de todo el libro a
maldecirle.[5] La petición de Job, en pocas palabras, es pretender que Dios actué
como Dios. Se manifiesta un solemne e indiscutible respeto a lo largo de todo el
libro hacía la figura del Dios de Israel.[6] Job está seguro de la presencia de
Yhavéh, paradógicamente su físico y estado anímico lo evidencian; lo que no se
explica es su ausencia, su desaparición retributiva; por eso comienza a indagar y
no a justificar. Siguiendo los postulados filosóficos de Leibniz, quien escribió que
“el derecho universal es el mismo para Dios como para el hombre.”[7] Lo que
extraspolado a la obra, nos permite observar que Yhavéh es acorralado por su
creación y por su propia ley.[8] Job reflexiona celosamente y “riñe” a Yhavéh por
haber quebrado el orden moral del universo; ya que el justo es castigado y el malo
saca partido de su maldad. Y Yhavéh, como juez supremo, posee paralizado, su
martillo de banquillo.
Como podemos observar, la propuesta de la presente tesis tiene que ver con el
particularismo. El libro de Job nos obliga a enfrentar el problema como algo
personal y a respetar al individuo.[9] Hay algo personal que resolver entre el
hombre y Dios: un encuentro pendiente. El enfrentamiento de estos dos misterios,
señala la distancia abismal entre la regla institucionalizante y la realidad individual
del sujeto religioso.
Es abismal la distancia entre el hombre y Dios. La tierra está rotundamente
separada del cielo, es decir, hay un enfrentamiento entre la finitud y la infinitud,
aún así como afirma B. Pascal en su filosofía, el hombre es un ser finito que aspira
al infinito. Por su parte, la obra nos lleva a señalar que Job, como sujeto, no está
completamente caído, ni completamente herido en la naturaleza de su razón; Job
está preso en el abismo que hay entre él y Dios.[10] El dogma no le salva, por el
contrario solamente le condena. Job, por su parte, encuentra el mayor sustento en
su interior, encuentra que depende plenamente de Dios. El cosmos u “orden
mítico” condiciona a Job a una realidad que no eligió, le “obligan a existir como…”,
mostrando que el hombre está “condenado” a la posibilidad de no ser
Dios.[11] “Condenado” a ser diferente a Dios, en última instancia, la verdadera
“teodicea” se imprime en la imposibilidad del hombre de no poder pensar las
acciones de Dios como “Dios”.[12] Job ahora “sabe”, deja de ignorar, deja la
inocencia y piensa, interroga, como si hubiese comido del fruto del bien y del mal,
con la voz de su consciencia, pero ¡sin pecar![13]
Job aclara la consciencia oscurecida por la deserción del hombre contra Dios,
ahora dicha consciencia cobra luz. Job, encorvado, se endereza a la luz de su
consciencia como individuo, ¿de dónde provienen dichos destellos? si no es de la
profundidad de su ser, de la misma impronta de Dios que sobrevive en él. En éste
caso, debemos comprender que la luz es provista eternamente por Dios, está
situada en la eternidad de Dios. Si el hombre se alejó en la apostasía, Job y sólo
Job acerca al hombre a Dios, como en el Edén vuelve a tener a Dios; Job tiene la
verdad frente a la tradición que le inculpa de una caída o herida que no tiene.
Para una resolución teológica personal, el libro de Job, al protestar y llamar a la
cercanía a Dios, abre dos puertas-posibilidades: por una parte, se desnuda la
tentación de justificar a Dios y unirse a los tres amigos doctos, renunciando así a
la consciencia personal, es decir, a toda posibilidad de no querer ser culpable
cuando se sabe inocente. Y en segundo lugar, posibilita señalar que “algo de
Dios” hay en todo lo turbio de sus palabras. Job reconoce, con razón y
abiertamente, que su corazón no le acusa.[14] Soporta el dolor, pero sabe que no
lo merece, y así es como demuestra su amor al Creador:

─ ¡Soy inocente; no me importa la vida;


Desprecio mi existencia! ─ (Job 9:21).
─ ¡Por Dios que me niega mi derecho;
Por el Todopoderoso, que me llena de amargura,
Mis labios no dirán falsedades,
Mi lengua no pronunciará mentiras! ─ (Job 27:2)
─ ¡Mi justicia está intacta y no cederé!
Mi corazón no me reprocha nada de mis días pasados.─ (Job 27:6)[15]

Es más, Job, quasi de forma nihilista, ensalza la sabiduría de Dios con destreza y
atino (28:1-28). Job, fiel a sí mismo, habla como si sus palabras reflejarán un
marchar desnudo por el Edén sin nada de qué avergonzarse,[16] mientras que sus
amigos hablan como si Dios tuviese la vista sobre ellos, al acecho y en cualquier
momento pudiera aparecerse para manifestar su desnudez. Job no somete su
moral a una fe que no le pertenece, que viene desde afuera, sino que funda su fe
sobre aquello que le dicta su conciencia moral “Job cree lo que su conciencia le
permite creer.”[17] Y esto es lo que premia Dios de Job (42:7), y bien sabemos
que esto no es libertinaje moral, ni una justificación del mismo.[18] Lo
característico de la actitud de Job es que éste no hace depender la creencia en
Dios de la posibilidad de la explicación o justificación del sufrimiento, sino y como
escribe P. Ricoeur, de una fe que cree en Dios “a pesar de…” en última instancia
es a Dios a quien se recurre contra Dios.[19] O aún, dicho de mejor forma, se cree
en Dios a pesar de Dios. Job se mantiene y se sostiene firmemente en el absurdo
(o misterio), donde él tiene razón y Él tiene razón. Ambas razones son
coexistentes y deberían incluirse, pero… es absurdo.
En otras partes del A.T., un salmista cantaba: “Los cielos narran la gloria de Dios y
el firmamento relata sus obras.” En las criaturas se divisa la mano del Creador.
Esto también lo reconoce Job en el capítulo 9 del libro. Tanto Job como el
Salmista reconocen la inconmensurabilidad de Dios, donde la grandeza del
universo nos lleva a la grandeza de Dios. Por su parte J. Barylko explica la
diferencia entre el sentir de Job y el sentir del salmista:

“…Pero mientras para el Salmista este reconocimiento es motivo de éxtasis


poético y de glorificación de la divinidad, para Job, en cambio, es motivo de
desesperación, de reconocimiento consecutivo del abismo que separa al hombre
de Dios y, también consecuentemente, de la imposibilidad de dialogo y
comunicación. Frente a la grandeza de Dios, Job se siente nadificado. ”[20]

A continuación, y en consideración de todo lo dicho anteriormente, procuraré


despejar algunas cuestiones que hacen más compleja la reflexión en el libro de
Job. Una vez adentrados en nuestra epistemología de la “teodicea”, podremos
quitar, la muerte y el mal de en medio, ya que estas son señales propias de la
finitud humana. Si lo pensáramos de otra forma, tendríamos una “teodicea” de otra
clase, y cabría la opción de preguntarnos: ¿Por qué el hombre no hace nada por
mantener el orden de la creación? Como si él fuera el sustentador de la misma, y
el hombre -a no ser Job- no fuera ningún referente en esta cuestión, ya que siendo
así, él sería el único responsable de tan tremendo azar. Y esa pregunta le
corresponde contestarla a Génesis 2-3. La teodicea no tiene que ser puramente
filosófica, reduciéndola a los postulados de las teodiceas actuales, siguiendo al
filósofo alemán Leibniz, o a aquellos teístas o ateos, que procuraron refutarle. El
sentido de la teodicea en el libro de Job no es meramente preguntarse por el mal,
este es un tema secundario a la obra.[21] La pregunta existencial del pueblo que
sufre en el exilio es: ¿Podemos seguir creyendo en Yhavéh como garantía de
nuestro bien estar? Hay quienes respondieron favorablemente y quienes no (como
es el caso de la teología de Bloch y Jung). A nosotros nos queda un nuevo
sentimiento valido, al igual que a Job: en nuestros momentos de agonía podemos
sentirnos condenados a la existencia y desear no haber nacido.[22] Pero eso sí,
siempre que sea una desesperación y respuesta religiosa, y no un acto suicida.
También podemos observar que el denominado por la metafísica “mal moral” es
distinto al “mal físico”.[23] El mal moral expresado en el libro de Job se establece
entre víctima y verdugo. La existencia de acusación, acusador y acusado, nos
brinda los elementos de impugnación, es decir, cuando la comunidad (acusadora)
acepta una norma como vigente por desprendimiento tradicional, implica una
censura (acusación), que tiene la función de “hacer sufrir”[24] al participante social
(acusado).
Por último, la conclusión sobre la “teodicea” deja señalar que el hombre no soporta
ser distinto a Dios, ya que si Dios se retira a su trono y el hombre se encuentra
ejerciendo su libertad lo que se formula es una verdadera “antropodicea”, cuya
dirección no será solamente vertical, sino horizontal, apelando a la acción humana
en la historia.

____________________________________________

[1] El presente artículo pretende ser un complemento teológico-filosófico a las


cuestiones abiertas en el libro de Job, explayada en la anterior publicación en la
Lupa Protestante. A su vez, el presente artículo pero con menor extensión y a
modo de borrador fue expuesto por la Revista de Teología Sapientia et Fidem. El
presente trabajo se encuentra ampliado y corregido con la correspondiente
bibliografía en cada nota al pie a fin de facilitar distintos caminos a la reflexión,
aunque la misma no expresa todo lo leído y que intervino en dicho artículo.
[2] Paul Tillich. Teología sistemática I. (Salamanca, Sígueme, 1982). Págs. 344-
347.
[3] Sea en el orden: cosmológico, filosófico, teológico, psicológico, etc. Para una
reflexión en esta cuestión se recomienda, Walter Kasper. El Dios de
Jesucristo. (Salamanca, Sígueme, 1985). Págs. 7-160.
[4] Job 13:15 reza: “He aquí, aunque Él me matase, en el esperaré; empero
defenderé delante de Él mi camino.”
[5] Job señala la excepción a la regla. La mayoría de los que se sienten
abandonados por Dios, aprovecharían el descuido del “Padre” terminando por
hundirse y perecer, prácticamente incapaces de pronunciar al menos
lamentación. Job todo lo contrario, sus lamentaciones y dolores son el sello de su
fidelidad a Dios y a sí mismo, lo que Dios felicitaría al final del libro.
[6] Se observa en el uso cuidadoso de los nombres divinos, que utiliza el autor a lo
largo de todo el libro.
[7] R. P. Labrousse. En torno a la teodicea. Nro. 4. (Tucumán, Facultad de
Filosofía y letra, 1945). Pág. 1.
[8] Considerando la arbitrariedad y la inconstancia del universo. ¿No queda
recriminado el Creador por su propia creación? Job en su defensa no
se lamenta, ni se queja, de los tormentos que le sorprenden, sino porque protesta,
reprocha ya que Dios no está manteniendo el orden acordado. Yhavéh no actúa
de esta forma transgrede la ley que él mismo creo. Ver Karl Jaspers, La fe
filosófica ante la revelación. (Madrid, Gredos, 1968). Pág. 357. Y P.
Ricoeur. Finitud y culpa. (Madrid, Trotta, 2004). Pág. 454.
[9] Aunque podría considerarse la comunidad como un plus (heideggeriano) de la
comunión de personas y enfrentar la cuestión desde este plus, pero la obra no lo
permite hermenéuticamente.
[10] Paul Weiss resalta la oposición (“testimonio”) que hace el libro de Job a la
creencia de los teólogos, los cuales afirman que desde Adán ningún mortal puede
verse libre del pecado “original” P. Weiss, por su parte, señala “No es necesario
que el hombre peque. Porque no todos estamos obligados a pecar, pero todos lo
hacemos. Somos infieles una y otra vez a las cosas que nos son más queridas y
que dan sentido y unidad a nuestra vida. Lo único original o inevitable del pecado
es que cada uno de nosotros peca de un modo propio.” Muy distinto es el
concepto de pecado que toma P. Weiss al que formula Agustín en debate con
Pelagio, o el concepto de caída, depravación total que toman Calvino y Lutero.
Ver: Paul. Weiss, Dios, Job y el Mal. En: La hora de Job, (Venezuela, Monte
Avila, 1971). Pág. 144.
[11] La primera referencia que tenemos en el texto es la pregunta que le realiza
Elifaz a Job en 4:17¿Será el hombre más justo que Dios? ¿Será el varón más
puro que su Hacedor? La misma idea Job la pasa de interrogaciones a
afirmaciones irónicas; en un llamado de clemencia y piedad, en 9:30-31 se
lee: Aunque me bañe con jabón y limpie mis manos con lejía, aun así me hundirás
en el hoyo, y me abominarán mis vestiduras. También en 14:4, siguiendo el hilo de
estas ideas interroga a Zofar, ¿Quién puede sacar lo limpio de lo impuro?
¡Nadie!. En su segunda intervención, Elifaz vuelve a someter a Job a
interrogantes ¿Qué es el hombre para considerarse limpio; y el nacido de mujer,
para que se considere justo? Estas palabras de 15:14, son las que mejor señalan
el abismo entre Dios y el nacido de hombre. Semejantes son las palabras de
Bildad en 25:4.6 donde después de preguntar si el hombre puede ser justo ante su
Hacedor, declara que el hombre no es otra cosa sino una larva, se lee literalmente
en el verso 6: ¡El hombre es un gusano!
[12] Para más información sobre esta cuestión es recomendable, el cuadernillo
nro. 18. Escrito por el grupo “Cahiers Evangile” en: Autores generales. En las
raíces de la sabiduría. (Navarra, Verbo Divino, 1987). Págs. 11-57.
[13] Este pensar sin culpa, pensar más allá de lo que le permite el entorno, es la
verdadera libertad. Por esta razón la libertad de Job es libertad para él. Es la única
forma de que sea libre para la verdad, pero es posible se funda por esencia, es
decir, sin ser fundada. Posturas que son tomadas por K. Jaspers y M. Heidegger.
[14] Puede leerse aquí todo el capítulo 23 del libro.
[15] Paráfrasis personal. En sentido figurado se cambió “No me reprocha ninguno
de mis días pasados”, por el sentido más amplio “nada de mis días pasados”,
haciendo el equivalente retórico de nada por ninguno.
[16] Para que no se confunda con una postura panteísta de la conciencia del
hombre, cabe destacar desde la filosofía, la reflexión llevada a cabo por M.
Unamuno, quien diferencia lo divino de lo Divino, que es prácticamente lo que
queremos señalar. “No creo que sea violentar la verdad el decir que el sentimiento
religioso es sentimiento de divinidad, y que sólo con violencia del corriente
lenguaje humano puede hablarse de religión atea. Aunque es claro, que todo
dependerá del concepto de Dios que se forme, a su vez, el de la divinidad.”
“Conviénenos, en efecto, comenzar por el sentimiento de divinidad, antes de
mayusculizar el concepto de esta cualidad, y, articulándola, convertirla
en Divinidad. Esto es, en Dios”. En lo personal y en sentido unamunesco, Job
llega a Dios por lo divino, más que hacer como sus amigos que deducen lo divino
de Dios. Miguel Unamuno. Del sentimiento trágico de la vida. (Barcelona,
Altaya, 1993). Pág. 154.
[17] I. Kant. Sobre el fracaso de todo ensayo filosófico en la teodicea. (Madrid,
Facultad de Filosofía de la universidad Complutense, 1968). Pág. 24.
[18] De creer a Job un libertino moral, estaríamos del lado de los amigos intentado
justificar a Dios.
[19] P. Ricoeur. Fe y filosofía. (Buenos Aires, Prometo, 2009).Pág. 219.
[20] Jaime Barylko. Job. (Argentina, Congreso Judío Mundial, 1970). Pág. 20.
[21] La “teodicea” aquí expuesta no es una metafísica del mal, sino el problema
más simple, es decir, ver los efectos que se produce cuando el hombre como
“institución de poder” pseudodivino dice: “al que peca…” La existencia del mal, es
una incógnita demasiado grande para el Génesis, más bien, prefiere explicar como
el hombre produce males, en una cuestión más sencilla, sin caer en posiciones
abstractas. F. P. Ramos en su antropología bíblica, escribe, en torno al Génesis:
“El mal es mal porque lo es para el hombre (…) No intenta la antropología bíblica
una definición teórica del mal, ni se detiene en especular sobre él. Más bien se
trata de la experiencia común del mal.” Federico Pastor Ramos. Antropología
bíblica. (Navarra, Verbo Divino, 1995). Pág. 257.
[22] Puede leerse aquí para una mayor comprensión el capítulo 3 del libro.
[23] Sin duda que esto es así y la clasificación del mal podría extenderse, H. J.
Valla en su obra categoriza al menos doce concepciones distintas respecto al
tema, que implican puntos diversos del análisis, entre ellas se encuentra: el
dualismo iránico-pársico, helénico, gnóstico, reencarnacionismo, estoico, filosófico,
marxista, budista, nihilista, existencialista, ateo y el teísta, etc. H. J. Valla. El
Misterio del Mal. Págs. 17-21
[24] P. Ricoeur. El escándalo del Mal. (Madrid, Revista de Filosofía, 1991). Págs.
191-192.

Recuperado desde: http://www.lupaprotestante.com/blog/job-la-busqueda-de-una-


nueva-teodicea-existencial/

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