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Ideología y reproducción material de la ideología por el cine

Fabio Nigra

Los casi veinte años transcurridos desde el inicio de la contraofensiva neoliberal,

desarrollada con contundencia a principios de la década de 1990, implicaron la reducción de

los análisis sobre problemas ideológicos, fundados tal vez en el hecho de que Francis

Fukuyama vaticinó, en una paupérrima lectura de Kojéve, el “fin de la Historia”. Este autor

profundizó una tendencia académico-política que venía ya de la década de 1980, conocida

como “teoría posmoderna”, la que –en palabras de Lyotard- entendía que en las sociedades

post-industriales no cabían ya los “grandes relatos de legitimación”, concebidos como

aparatos ideológicos que brindaban contención a los pueblos y grupos políticos (y por ende,

representaciones falsas de la realidad en la que vivían).

Contrariamente a las décadas de 1960 y 1970 en que dichos estudios estuvieron a la

orden del día, el avance de la contrarrevolución liberal redujo la importancia e interés de los

análisis ideológicos, transformando las necesidades de estudio en problemas más reducidos,

microhistóricos, en consonancia con los grandes lineamientos que dispuso el Banco Mundial

y el FMI respecto a las necesarias reestructuraciones económicas, sociales y políticas que,

evaluaban, eran fundamentales para lograr el desarrollo de los países pobres. Dedicarse a

estudiar aspectos ideológicos encuentra hoy un espacio abandonado por muchos años, por

cuanto el pensamiento único, apalancado desde instituciones poderosas, condujo a la

estigmatización de quienes seguían considerando que era un núcleo clave para comprender

procesos sociales, políticos y económicos. Por el contrario, se apoyaron y financiaron

estudios de clubes de barrio o prácticas políticas pueblerinas, con la idea de que su

comprensión ayudaría al entendimiento de las experiencias culturales, consideradas como el

substrato clave de la política y la economía en las sociedades.

Desde esta perspectiva, el desarrollo que aquí propongo podrá ser considerado viejo o

anacrónico por el vanguardismo académico. Sin embargo, también puede pensarse que el

péndulo sobre qué tipo de estudios son pertinentes ahora ha comenzado su retorno. La

perspectiva que aquí se intenta no pretende ser novedosa ni revolucionaria, ya que tiene

claramente en cuenta que lo primero que hay que hacer ante un campo abandonado es

desmalezar, poner la tierra en condiciones para ser trabajada, y luego tratar de avanzar.

Por ello resulta claro que para comenzar parto de la idea de que el cine es un arte que
incorpora múltiples lenguajes y dimensiones y que, desde comienzos del siglo XX, actuó

como una verdadera herramienta de reproducción ideológica. Esto lo vemos en el cine

norteamericano, el de la Unión Soviética y el nazi en la primera mitad del siglo XX, entre

otros casos. En estos ejemplos se advierte la importancia del cinematógrafo como hecho

social, en la construcción de las representaciones imaginarias del mundo, vistas a través del

lente de la cámara. Asimismo, el cine comercial es un medio de comunicación masivo que

muestra en gran medida una perspectiva favorable al poder, perspectiva en la que el

espectador, usualmente desprevenido, suele participar en forma acrítica.

Sin embargo, dado que resulta trascendente en términos de la construcción del

conocimiento social, se hace preciso analizar las particularidades ideológicas en la

elaboración de una historia, máxime si esta historia refiere al pasado, a la Historia. En

consecuencia, trabajar en esta dirección resulta relevante desde el momento en que dichas

imágenes y visiones son las que finalmente quedan instaladas como la “verdad histórica”, sin

tomarse en consideración el hecho de que en la mayor parte de los casos el asesoramiento

histórico se subordina a las necesidades de la taquilla. En otras palabras, el cine –como

medio de comunicación masivo- puede “inventar” un hecho que se transformará en historia

real, hecho que previamente no tenía necesariamente peso en el registro histórico del

ciudadano común, como puede interpretarse de películas tales como “Corazón Valiente”.1

La industria cinematográfica norteamericana es uno de los más poderosos aparatos

político-ideológicos del planeta, por lo que tiene una forma propia de observar y contar su

propio pasado (valga por caso la mirada que se hace de la Guerra de Vietnam, que va desde

perspectivas abiertamente consensuales como Hamburger Hill2 y Fuimos Soldados/Héroes3 a

fuertemente críticas como Apocalipse Now o Regreso sin gloria).4 Es por ello que buscaré

reflexionar sobre esta particular fórmula historiográfica y discursiva, con el objetivo de

establecer pautas de trabajo y análisis. Aunque cada film puede y debe ser visto como una

fuente del momento en que es producido, recorrer las visiones del pasado y de hacer historia

de EEUU por la acaudalada Hollywood aportaría a una mirada historiográfica más vinculada

a los poderes político-económicos, los que han construido el aparato ideológico de la

hegemonía norteamericana.

Elaborar pautas de análisis desde la construcción ideológica que pretende implantarse


impone reflexionar sobre qué se entiende por ideología, pero también cómo gracias a ella se

elabora un relato que resultará legítimo al espectador, reforzando de esta forma las pautas

ideológicas que el mismo ha receptado en forma consensual.

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