En el Tequendama
Yo conozco tu historia:
De aquella cima, juguetón, travieso
Te desprendes; las flores
Se doblan de tu linfa bajo el peso,
Y pareces un niño: tus rumores
Son un canto infantil.
Así era el mío cuando, niño inocente,
No lejos de la cumbre donde naces,
Con alegre bandada de rapaces
Me dejaba arrastrar por tu corriente....
Y mi alma entonces era
Tan pura cual tu linfa transparente.