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AL FUNZA

En el Tequendama

(Poesía Premiada en los Juegos Florales de Bogotá el 30 de octubre de 1904)


Al Sr. Dr. D. Antonio Gómez Restrepo

¡Cómo ha querido la fortuna, oh río,


Que tu destino fuera
Tan semejante al mío!
Yo conozco la cima de que brota
Tu límpido raudal, y tu corriente
He mirado formarse gota a gota.
Yo he visto rodar por la pendiente
Formando diminuta catarata,
Y después, ya crecido, la llanura
Te he visto atravesar -sierpe de plata-
Sobre tu inmenso lecho de verdura.

Yo conozco tu historia:
De aquella cima, juguetón, travieso
Te desprendes; las flores
Se doblan de tu linfa bajo el peso,
Y pareces un niño: tus rumores
Son un canto infantil.
Así era el mío cuando, niño inocente,
No lejos de la cumbre donde naces,
Con alegre bandada de rapaces
Me dejaba arrastrar por tu corriente....
Y mi alma entonces era
Tan pura cual tu linfa transparente.

Después, lento deslizas


Silencioso tu caudal sombrío
Sobre un lecho de arenas movedizas,
Y a medida que avanzas,
Vas perdiendo tu hermosa transparencia,
Como perdiendo voy mis esperanzas
La llanura al cruzar de la existencia...
¡Cómo ha querido la fortuna, oh río,
Que á tu destino fuera
Tan semejante al mío!

Y hoy estamos de nuevo frente a frente


Tú no eres ya el arroyo, ni yo el niño,
Que quiere la fortuna,
Que como tú distante de tu fuente,
Yo me encuentre ya lejos de mi cuna.
Gigante vienes, sí: mas en tus ondas
Arrastras mucho lodo,
Y, hondo dolor embarga el alma mía
Al ver cómo los dos hemos perdido
Todo lo más hermoso
Que en nosotros había:
Tú, aquel cristal de hermosa transparencia
Donde copiarse el cielo se veía;
Yo, el tesoro sin par de la inocencia,
Que quedó hecha jirones en la vía.

Ah! si volver pudiera


Atrás ese caudal, y si a mí el cielo
Volver a la niñez me permitiera!
Mas ay! que como avanzas
Sin poder detenerte en tu carrera
Hasta arrojarte en el abismo oscuro,
Yo tendré que avanzar hasta que ruede
Al antro misterioso del futuro
¡Cómo ha querido la fortuna, oh río,
Que á tu destino fuera,
¡Tan semejante el mío!

Con tu estridente grito


De tus riberas los boscajes llenas,
Y al ascender vibrando al infinito
Estremeces las bóvedas serenas
Luego, tu agigantada
Mole se pierde en el abismo; apenas
Puede seguirte ansiosa la mirada
Breves instantes al caer; el velo
De lo desconocido te cobija,
Nadie conoce el antro misterioso
Donde tu enorme masa se derrumba:
Es que siempre la muerte es un arcano,
Y es que aquella es tu tumba, y á la tumba
Jamás alcanza el pensamiento humano.

Mas al par que unas olas


-Esas que arrastran mucho lodo- ruedan
Hasta la cima oscura,
Otras, cual alba nube,
Se elevan de los cielos á la altura.
También cuando mi duelo
Cese por fin se perderá en la fosa
La mezquina porción que me ata al suelo
Pero el alma gloriosa,
Libre del lodo ya, tenderá el vuelo
¡ Y asi por siempre la fortuna, oh río,
Hará que semejantes
Sean tu destino y el destino mío!

Rafael Escobar Roa

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