“Eu” significa algo que está bien o que es correcto, mientras que
“genia” hace referencia al nacimiento (Eugenia, por ejemplo, significa “bien
nacida”). Por último, el sufijo tónico “ía” hace referencia a una conducta o
una acción.
De esta manera, se deduce que la eugenesia podría ser “la acción del
buen nacer”. Sin embargo, esta definición debe ser matizada.
“En eso salieron Villegas, Juan Jáuregui, Alfredo Jáuregui, Juan Choque,
Saturnino Calle, Dolores de Jáuregui, Tomasa de Villegas y se pusieron a
discutir con el general que insistía en seguir su camino y ellos que trataban de
disuadirlo. Al fin de lo cual se habría producido una agresión al general a quien
habrían desmontado y metido a la tienda donde presuntamente lo apalearon
al extremo de producirle la muerte. Los sindicados arrastraron el cadáver hasta
el barranco de Huichincalla y luego bajaron al pueblo de Achocalla donde
siguieron bebiendo”. Esta breve narración de la diligencia judicial se halla en
el libro Vida y muerte de Pando.
Esta obra fue escrita por Ramón Salinas Mariaca, miembro de la Corte
Suprema en los años 70 y descendiente directo de Pando. El abogado sostiene
que la muerte del militar no fue el resultado de un crimen. Se basa en una
entrevista que tuvo décadas después del hecho con uno de los implicados en
el caso, Néstor Villegas. “(Pando) nos sorprendió, vimos que blanqueaba los
ojos, se ponía rígido y tieso y sin hablarnos cayó al suelo. (...) En nuestra
borrachera resolvimos sacar al general de la tienda y tirarlo a un barranco para
que no nos culpen de su muerte”, confesó Villegas en su lecho de muerte. De
ahí que, y después de analizar las muertes de los parientes próximos del ex
presidente, Salinas estableció que el fallecimiento de Pando se debió a un
derrame cerebral de origen apopléjico. El abogado menciona la muerte
repentina de la madre, del hermano, un hijo y varios sobrinos carnales de
Pando, quienes fallecieron con ataques cerebrales. Y concluye que “la cobardía
moral de los protagonistas de esa noche luctuosa y la sed de venganza de
políticos que vieron en el trágico hecho una bandera de lucha, se unieron para
llevar al patíbulo a Jáuregui, quien cuando la caravana de alcohólicos llevaba
el cadáver hacia el barranco apenas tenía 16 años”.
El 7 de noviembre de 1927, tras 10 años en la cárcel, Alfredo Jáuregui
se enfrentó al pelotón de fusilamiento. Lo hizo elegantemente vestido y sin los
ojos vendados. Unas 6.000 personas subieron hasta El Alto para presenciar su
muerte. “Los consejos del cura no te servirán”, le dijo su abogado, al colocarle
una sobaquera de cognac en el bolsillo. Sus últimas palabras las dedicó para
maldecir a quienes le condenaron, en especial al fiscal Uría. Cosas del destino,
años después el hijo de esta autoridad judicial murió colgado, víctima de la
barbarie desatada en julio de 1946.