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LA EUGENESIA

Para entender en profundidad el verdadero significado de una palabra,


siempre es conveniente empezar por su etimología. La palabra eugenesia se
encuentra compuesta por varios vocablos de origen griego, que con el tiempo
han dado forma al neologismo que hoy conocemos por eugenesia.

“Eu” significa algo que está bien o que es correcto, mientras que
“genia” hace referencia al nacimiento (Eugenia, por ejemplo, significa “bien
nacida”). Por último, el sufijo tónico “ía” hace referencia a una conducta o
una acción.

De esta manera, se deduce que la eugenesia podría ser “la acción del
buen nacer”. Sin embargo, esta definición debe ser matizada.

La eugenesia es el conjunto de prácticas científicas bajo las cuales


se intenta establecer patrones de optimización genética,
determinando cuáles son los rasgos contenidos en los genes que
constituyen una mejora para la humanidad como especie.

Estas prácticas no se limitan a la investigación científica, sino que


generalmente son aplicadas a través de políticas sociales concretas.

Eugenesia negativa y eugenesia positiva

Como dijimos, el fin principal de la eugenesia consistía en el


mejoramiento de la raza a través de la selección de los genes más
“deseables” de la especie.

Para esto, la eugenesia proponía dos formas de selección, que ayudaría


a los fines que esta disciplina se proponía:

1. Eugenesia negativa: debía establecer límites a los


denominados “genes negativos” o “indeseables” (generalmente
encarnados por las personas pobres, prostitutas, etc.), evitando que se
reproduzcan y así la especie se vaya “degenerando”.

Las prácticas más comunes consistían en evitar uniones de


matrimonios “indeseables”, ya que no sólo se reproducían, sino que en
mucha mayor cantidad que las clases más “deseables”.

Ante esto, se imponían prácticas de esterilización y de control de


natalidad estrictos o en el peor de los casos, abortos eugenésicos.

2. Eugenesia positiva: es aquella promueve la unión y la


reproducción de los portadores de genes más deseables. Desde
incentivos económicos hasta eventos para fomentar este tipo de uniones, esta
forma de practicar la eugenesia fue mucho menos viable que la anteriormente
explicada.

La eugenesia y las minorías

Muchos consideran a la eugenesia como una forma de combatir a las


minorías, entendiéndolas como desviaciones del correcto desarrollo del gen
humano.

Como su condicionamiento es genético, no sirve ningún tipo de


tratamiento posible, no es el resultado de condicionamientos sociales, sino
biológico.

Ha servido para justificar grandes matanzas y esterilizaciones


violentas en masa sin consentimiento, siendo una de las claras muestras de la
ciencia al servicio del poder.

La eugenesia a lo largo de la historia

Si bien la eugenesia es pensada como una nueva forma de ingeniería


genética-social, ha existido bajo distintas formas a lo largo de los tiempos.
En la Antigüedad, los espartanos eran muy estrictos en cuanto al
nacimiento e incorporación de recién nacidos a la sociedad. Cualquier bebé
que nacía con algún tipo de deformación o problema congénito era
arrojado desde lo alto de una colina, ya que los ciudadanos espartanos
eran madres o guerreros, y un niño con estas dificultades sería visto más como
un estorbo para la sociedad que como una ayuda.

Sin embargo, no fue hasta la Modernidad que las ideas eugenésicas no


fueron abrazadas por la comunidad de científicos, aunque con muchas
controversias.

Darwin había revolucionado la ciencia de la época con su teoría de la


evolución, entendida como el desarrollo de las distintas especies a lo largo
de la historia, adaptándose éstas a través de un proceso de selección natural.

Fue a través de Francis Galton (primo de Darwin) que las ideas


eugenésicas penetraron en la ciencia. Así el proceso de selección natural
debía ser aplicado dentro de la misma especie para preservar la raza
humana y fortalecerla a lo largo del tiempo.

La salud y el tratamiento a ciertos enfermos era visto como un error,


ya que hacía sobrevivir a quien la naturaleza no había seleccionado
(curiosamente, los elegidos eran los grandes capitalistas y políticos, mientras
que los “indeseables” eran pobres, enfermos mentales, prostitutas).

Esto encontró su máxima expresión en el nazismo y el concepto de


“pureza racial”, siendo la eugenesia una política de estado que asesinó a
más de 6 millones de judíos, homosexuales, negros, etc.

Luego de esta experiencia traumática para la humanidad toda, las ideas


de mejoramiento de la raza habían entrado en desuso. Sin embargo, este
último tiempo hemos sido testigos de avances en la manipulación genética,
como el proyecto “genoma humano”, en el cual se argumenta que se
intenta limitar la cantidad de enfermedades graves en las personas.
Lo mismo pasa con la fertilización asistida, donde se eligen a los
“mejores” donantes. Como vemos, es un tema que todavía da que hablar.
EL FUSILAMIENTO DE ALFREDO JAUREGUI

El antiguo Código Penal


boliviano establecía normas para
cuando los sentenciados a la pena
capital por un mismo delito eran tres
o más personas. No todos sufrirían tal
pena y para ello la ley establecía un
sorteo. “Si los reos condenados no
llegaren a 10, morirá uno solo; si
llegaren a 10, morirán dos; si llegaren
a 20, morirán tres, y así
sucesivamente, por cada 10 se
aumentará uno. Y los demás, a
quienes no les llegaba la suerte,
sufrían la pena de 10 años de
presidio”. Para el sorteo se colocaba en un ánfora tantas papeletas como reos
sentenciados habían. En cada papeleta se escribía el nombre del condenado;
se llamaba a una persona del público para que vaya extrayendo una por una
las papeletas, y la última que quedaba al final, era la que correspondía a la
persona que debía ser ejecutada, se explica en La pena de muerte en la
legislación boliviana.

Un caso inédito para la justicia boliviana se dio en el proceso de Mohoza,


que duró más de cinco años (1899-1905). 250 indígenas de cuatro ayllus de
Mohoza (Inquisivi, La Paz) fueron juzgados por la matanza de un escuadrón
liberal aliado, la noche del 28 de febrero de 1899, en el marco de la revolución
federal y la rebelión indígena de Pablo Zárate Willka. El veredicto final fue de
32 condenas máximas. Las ejecuciones tuvieron lugar en la misma plaza de la
población paceña.
Al igual que sucedió con los campesinos, fue a través de un sorteo que
se selló el fatal destino de Alfredo Jáuregui, fusilado en

El Alto el 7 de noviembre de 1927. Jáuregui tenía 27 años cuando fue


inmolado, pero su vía crucis se había iniciado 10 años antes, cuando a los 17
años fue apresado, acusado —junto a sus dos hermanos— de haber asesinado
al general y ex presidente José Manuel Pando. El cadáver del caudillo había
sido hallado en los barrancos del Kenko (La Paz) el 15 de junio de 1917. Un
día antes, el militar había iniciado un viaje desde su hacienda Catavi (Luribay)
para asistir en La Paz a la boda de su sobrino. La noticia de su muerte desató
una batalla verbal entre liberales y republicanos a través de la prensa. El
Tiempo (liberal) sostenía la tesis de un embarrancamiento accidental. Y La
Verdad defendía la idea de un asesinato político. Estas rencillas empaparon el
proceso judicial e influenciaron la sentencia final en contra de Jáuregui.

Las diligencias judiciales —que concluyeron durante la administración


republicana— llegaron a la conclusión de que la muerte de Pando fue el
resultado de un crimen. Según la investigación, el general había llegado al
anochecer al Kenko. Allí se encontró con Néstor Villegas y los hermanos
Jáuregui, que se encontraban bebiendo en una tienda junto al camino. Éstos
invitaron al general a desmontar y pasar a descansar un momento. Pero
después de un tiempo y viendo el estado de embriaguez de sus anfitriones,
salió para montar en su caballo y seguir a La Paz.

“En eso salieron Villegas, Juan Jáuregui, Alfredo Jáuregui, Juan Choque,
Saturnino Calle, Dolores de Jáuregui, Tomasa de Villegas y se pusieron a
discutir con el general que insistía en seguir su camino y ellos que trataban de
disuadirlo. Al fin de lo cual se habría producido una agresión al general a quien
habrían desmontado y metido a la tienda donde presuntamente lo apalearon
al extremo de producirle la muerte. Los sindicados arrastraron el cadáver hasta
el barranco de Huichincalla y luego bajaron al pueblo de Achocalla donde
siguieron bebiendo”. Esta breve narración de la diligencia judicial se halla en
el libro Vida y muerte de Pando.

Esta obra fue escrita por Ramón Salinas Mariaca, miembro de la Corte
Suprema en los años 70 y descendiente directo de Pando. El abogado sostiene
que la muerte del militar no fue el resultado de un crimen. Se basa en una
entrevista que tuvo décadas después del hecho con uno de los implicados en
el caso, Néstor Villegas. “(Pando) nos sorprendió, vimos que blanqueaba los
ojos, se ponía rígido y tieso y sin hablarnos cayó al suelo. (...) En nuestra
borrachera resolvimos sacar al general de la tienda y tirarlo a un barranco para
que no nos culpen de su muerte”, confesó Villegas en su lecho de muerte. De
ahí que, y después de analizar las muertes de los parientes próximos del ex
presidente, Salinas estableció que el fallecimiento de Pando se debió a un
derrame cerebral de origen apopléjico. El abogado menciona la muerte
repentina de la madre, del hermano, un hijo y varios sobrinos carnales de
Pando, quienes fallecieron con ataques cerebrales. Y concluye que “la cobardía
moral de los protagonistas de esa noche luctuosa y la sed de venganza de
políticos que vieron en el trágico hecho una bandera de lucha, se unieron para
llevar al patíbulo a Jáuregui, quien cuando la caravana de alcohólicos llevaba
el cadáver hacia el barranco apenas tenía 16 años”.
El 7 de noviembre de 1927, tras 10 años en la cárcel, Alfredo Jáuregui
se enfrentó al pelotón de fusilamiento. Lo hizo elegantemente vestido y sin los
ojos vendados. Unas 6.000 personas subieron hasta El Alto para presenciar su
muerte. “Los consejos del cura no te servirán”, le dijo su abogado, al colocarle
una sobaquera de cognac en el bolsillo. Sus últimas palabras las dedicó para
maldecir a quienes le condenaron, en especial al fiscal Uría. Cosas del destino,
años después el hijo de esta autoridad judicial murió colgado, víctima de la
barbarie desatada en julio de 1946.

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