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“UN COMENTARIO SOBRE LA «INTRODUCCIÓN TEÓRICA A LAS

FUNCIONES DEL PSICOANÁLISIS EN CRIMINOLOGÍA DE J. LACAN» DE


1950”

El propósito de este trabajo es comentar algunas de las ideas expuestas


por Jacques Lacan acerca de las funciones del psicoanálisis en criminología.
También quiero arrimar este texto al lector no adentrado en temas de criminología
y psicoanálisis pero con algún interés en los mismos, por su transcendental
aporte. Intenta rescatar algunas concepciones que merecen ser ampliadas por su
plena actualidad o por su profundidad. Me he propuesto para tal meta, para no
incurrir en deformaciones, no apartarme demasiado del texto, que lleva por
nombre, justamente, “Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en
criminología” (1950) respetando su exposición cronológica. Sin embargo, no me
he privado de comentarlas y criticarlas extensa y abiertamente, trayendo, para
cuando fue necesario, otras fuentes que echan luz sobre aspectos oscuros del
mismo. Además, he intentado recopilar algunas de las referencias teóricas y
bibliográficas del texto original, intentando situarlas en el tiempo y en el marco de
las teorías que imperaban en los años ´50. Por desgracia, no todas han podido ser
situadas y valoradas en su justa medida, pero las más importantes pueden
encontrarse hacia el final del presente trabajo. Al mismo tiempo, he tratado de
explicar algunos conceptos psicoanalíticos fundamentales a fines de facilitar el
acceso al lector no adentrado en la temática o en la terminología psicoanalítica.
Sin más, espero que la lectura sea útil para quien se incline con interés sobre la
criminología. Se trata en verdad de un exordio, que intenta motivar a la lectura y la
investigación en un campo en el que el psicoanálisis no tiene el más cómodo de
los lugares. Hay una especie de grilla implícita por la que Lacan cuela gran
cantidad de textos y conceptos que, si bien son ricos por sí solos, en su
articulación con las ideas psicoanalíticas se vuelven aún más interesantes y
prácticas. Y es en verdad un disfrute transitar esos textos sugeridos
tangencialmente por Lacan.
Lacan presenta este texto de modo hablado bajo la forma de una
comunicación psicoanalítica. La misma se presenta el 29 de mayo de 1950 –3
años antes de iniciar oficialmente “El seminario”, y está dirigida a los llamados
psicoanalistas de la lengua francesa. Dos años antes de esta comunicación,
presenta en el mismo congreso su texto “La agresividad en psicoanálisis”, un texto
donde acentúa la primacía imaginaria de la agresividad y su relación con la
experiencia analítica. En este período inicial, ya están escritos “El estadio del
espejo” (1938), el “Más allá del principio de realidad” (1936), “De nuestros
antecedentes” (1936), y su Tesis Doctoral de 1932 sobre “la psicosis paranoica y
sus relaciones con la personalidad”. Además, Lacan para esta época ya ha
publicado su texto sobre “La familia”. Es quizás difícil situarlo con precisión, pero
se trata de un Lacan que recoge diversas influencias, incluida la de Freud, pero
también las del estructuralismo, las de un Hegel, etc.
Este texto, por otra parte, es el primero y casi el único de los Escritos de
carácter extensionista, por llamarle de alguna manera, e intenta intervenir
teóricamente sobre cuestiones jurídicas, interrogándose por el lugar del
psicoanálisis en las ciencias del hombre. Está dividido en cinco partes, en cuatro
escansiones del discurso que son presentadas a modo de “títulos” -que recuerdan
el cuerpo de una ley- pero también a modo de proposiciones, algunas de ellas
lógicas y otras a modo de postulados, ya sea psicoanalíticos u otros. Estos
postulados o enunciados divisorios son: el primero, “Del movimiento de verdad en
las ciencias del hombre”; en este apartado el postulado central es: si la teoría en
las ciencias físicas nunca ha escapado realmente a esa exigencia de coherencia
interna que es el movimiento mismo del conocimiento, las ciencias del hombre,
porque éstas se encarnan en comportamientos en la realidad misma de su objeto,
no pueden eludir la pregunta sobre su sentido, ni impedir que la respuesta se
imponga en términos de verdad. El segundo, “De la realidad sociológica del crimen
y de la ley y la relación del psicoanálisis con su fundamento dialéctico”, donde el
postulado es ‘ni el crimen ni el criminal son objetos que se puedan concebir fuera
de su referencia sociológica’; el tercero, “Del crimen que expresa el simbolismo del
superyó como instancia...” aquí el postulado es si no se puede captar siquiera la
realidad concreta del crimen sin referir este a un simbolismo cuyas formas
positivas se coordinan en la sociedad, pero que se inscribe en las estructuras
radicales transmitidas inconscientemente por el lenguaje, este simbolismo es
también el primero del que la experiencia psicoanalítica haya demostrado, por
efectos patógenos, hasta qué límites hasta entonces desconocidos repercute en el
individuo, tanto en su fisiología como en su conducta.; el cuarto, quizás uno de los
más importantes, que se titula “Del crimen en su relación con la realidad del
criminal: si el psicoanálisis da su medida...” lugar donde el postulado es: La
responsabilidad, es decir, el castigo, es una característica esencial de la idea del
hombre que prevalece en una sociedad dada.; y finalmente el quinto, “De la
inexistencia de los "instintos criminales". El psicoanálisis se detiene en...”. en
donde Lacan postula que si el psicoanálisis proporciona las luces -que hemos
mencionado- a la objetivación psicológica del crimen y del criminal, ¿no tiene
también algo que decir acerca de sus factores innatos?
Pero vayamos al texto desde el principio.
Como decíamos, Lacan inicia su conferencia del 29 de mayo de 1950
relacionando dos temas que le son y le serán caros: la verdad y la ciencia. Habla
allí en particular del movimiento de la verdad. ¿Qué es este movimiento de la
verdad? Algo que al parecer puede responder más bien a una concepción de la
verdad que a la verdad misma. Movimiento de la verdad en las ciencias del
hombre, esto es lo que pone Lacan en el comienzo, en la base de esta
introducción a las funciones del psicoanálisis en criminología. Tenemos entonces
cuatro elementos con los que Lacan va a jugar en esta primera parte de su texto
hablado en donde la verdad parece tener un lugar por lo menos importante.

Verdad ciencia Psicoanálisis Criminología

Y dice: “si la teoría en las ciencias físicas nunca ha escapado realmente a


esa exigencia de coherencia interna que es el movimiento mismo del
conocimiento, las ciencias del hombre, porque éstas se encarnan en
comportamientos en la realidad misma de su objeto, no pueden eludir la pregunta
sobre su sentido, ni impedir que la respuesta se imponga en términos de verdad”.
Ahí están planteados los términos del asunto. Primer punto: entre la ciencia y la
verdad, sea ya las ciencias del hombre o las de la física, no hay correspondencia,
y algo -¿el psicoanálisis?- está llamado a denunciar esta realidad.
Pero, ¿qué es la verdad? El hombre, que para Lacan es el sujeto de la
ciencia, ha de ser el encargado de denunciar esta realidad. Pero no le será fácil,
por diversos motivos. Este hombre no será cualquier hombre, quiero decir, con
cualquier formación o con cualquier concepción del mundo. Este hombre tiene un
correlato con una práctica en particular, que es la práctica del psicoanálisis. Un
psicoanalista está llamado a denunciar una verdad. Entonces tenemos al menos
una oposición –ciencia y verdad- y al menos un campo de saber –psicoanálisis-
verdad.

Ciencia
Verdad
Psicoanálisis

La verdad tendría relación tanto con la ciencia como con el psicoanálisis.


Pero con la ciencia esta relación es de conflicto, incluso, hasta cierto punto falsa.
Y con el psicoanálisis, la verdad tendría una relación que sería el negativo de la
primera, en tanto intenta poner de relieve todo lo que a la primera se le escapa.

La verdad que el
psicoanálisis La verdad de
denuncia la ciencia

En realidad, esto deja más al psicoanálisis que a la ciencia en una situación


de conflicto, y eso siempre representó un problema, a decir verdad. Lacan dice
que el psicoanalista actúa “por una revelación cuya verdad condiciona la eficacia”.
Hasta aquí está todo claro, pero ¿dónde, en este mapa, ubicar a la
criminología? Lacan dice que el objeto de la criminología es al igual que en el
psicoanálisis y en la ciencia, la verdad, buscada ahora en los asuntos judiciales.
Sumemos entonces, un tercer elemento a nuestro gráfico de relación con la
verdad, en este caso, tres formas diferentes de relacionarse con la verdad.

Ciencia

Psicoanálisis
Verdad

Criminología
Tenemos entonces: objeto de la criminología: la verdad, al igual que el
psicoanálisis y la ciencia. En particular, dos aspectos de la verdad le interesan a la
criminología: “la verdad del crimen en su aspecto policíaco, la verdad del criminal
en su aspecto antropológico”.

la verdad del crimen en su aspecto policíaco


Criminología
la verdad del criminal en su aspecto antropológico

En este marco preciso, Lacan intenta fijar los límites precisos de lo que el
psicoanálisis puede hacer por la criminología. Principalmente mediante dos
herramientas con las que cuenta el psicoanálisis, que son, la técnica que guía
nuestro diálogo con el sujeto y las nociones que nuestra experiencia ha definido
en psicología.

Psicoanálisis Criminología

El diálogo analítico la verdad del crimen en su aspecto policiaco


y La noción de y
sujeto la verdad del criminal en su aspecto antropológico

Este es el primer paso, el que fija Lacan como introducción teórica a las
funciones del psicoanálisis en criminología. Siguiendo este plano, tenemos, por un
lado la verdad del crimen y por otro la verdad del criminal. Tanto en la primera
como en la segunda, dice Lacan, hay una referencia sociológica. ¿En qué consiste
esta referencia? En primer lugar, queda claro que por referencia sociológica se
entiende algo que en sí es amplio.
Lacan recurre a San Pablo, y dice: “la ley hace el pecado”. Le da a esta frase
carácter de actualidad y acto seguido pasa a defender esta posición. Pero antes
de explicar lo que él dice, reparemos que ley y pecado representan una nueva
oposición: la ley como lugar del deber ser, de la autoridad, del bien, etc., y el
pecado como todo lo que está mal, fuera de la ley, el mal, etc. Es básicamente un
pensamiento dual el que guía a Lacan en esta explicación. Tendrá que responder
entonces a que se refiere con ley y a que se refiere con pecado en el plano
sociológico actual o atemporal, si se quiere.
Dice: “se la ha verificado científicamente por la comprobación de que no hay
sociedad que no contenga una ley positiva, así sea ésta tradicional o escrita, de
costumbre o de derecho”. Eso es la ley. Y agrega: “tampoco hay una en la que no
aparezcan dentro del grupo todos los grados de trasgresión que definen el
crimen”.

ley pecado

La ley es una evidencia en todo grupo.


Tanto la etnología como la mitología lo demuestran. Y va a ser recurrente
en este período de Lacan la recurrencia a estas dos disciplinas, las que va a
adaptar a la lectura psicoanalítica en años posteriores, por ejemplo, en el
Seminario 4 La relación de objeto cuando observe el caso del pequeño Hans de
Freud.
Entonces cuestión central: la ley, se instaura en lo social a partir de una
referencia múltiple: etnológica, antropológica y mítica, las que no necesariamente
se excluyen.

Etnológica

Ley Antropológica

Mítica

Lo de San Pablo, ley y pecado, es, en nuestra sociedad, ley y crimen. Entre
estos dos elementos, hay una relación de oposición, lo que esta bien para uno
está mal para el otro y viceversa. Toda sociedad, dice Lacan, “manifiesta la
relación entre el crimen y la ley a través de castigos”. Esta relación, esta oposición
no es ociosa, no es simétrica, y no es simple sino compleja, articulada a factores
que la determinan que no siempre se sencillamente visibles. Tampoco debe haber
sido fácil para San Pablo, que como teólogo revolucionario y apóstol
autoconvocado tuvo que defender esta posición.
Ahora, Lacan se pregunta por la significación del castigo. ¿Cómo se
estructura la disposición de castigar al delincuente? Ahí es donde psicoanálisis y
criminología se cruzan. Se trata entonces de la significación del castigo.
Para responder a esta pregunta en este texto, Lacan dice que todos
estamos de acuerdo en el que el criminal debe ser castigado. Ese “todos estamos
de acuerdo” (que es en realidad mío) Lacan le llama un “asentimiento subjetivo”,
es decir, asentir, compartir la idea, estar de acuerdo “subjetivamente” con la
proposición, con la afirmación “el criminal debe ser castigado”.
Si extrapolamos este asentimiento subjetivo, de un lado, y del otro la
significación del castigo, entendemos por qué Lacan dice que el asentimiento
subjetivo es necesario para explicar la significación del castigo. Es importante, por
un lado, significa decir que gracias a que todos pensamos que el criminal debe ser
castigado por su acto, es que el castigo existe, y por el otro, -lo que es una
consecuencia- que “todos” castigamos al criminal. Esta es un poco la referencia
sociológica, aquella que va unida tanto al crimen como al criminal. Lacan da
ejemplos de esto, cita el libro de M Malinowski El crimen y la costumbre en las
sociedades salvajes.
Entonces, he ahí el concepto de responsabilidad: el castigo se motiva en el
individuo en el marco de una sociedad, -el criminal sabe que merece un castigo
por el acto, y como parte de la sociedad, como parte de ese asentimiento
subjetivo, él mismo merece el castigo que él como individuo de esta sociedad
también ha asentido-, y además este concepto toma más cuerpo en la idea, se
pasa al acto en las instituciones como integrante de un grupo. Pero en el concepto
de responsabilidad, hay alguna distancia.
Esta distancia entre el acto cometido y el castigo a merecer no siempre en
el criminal es tan clara como en un código penal. Incluso en el seno de la sociedad
no se sabe bien el castigo que se merecería si tal o cual cometiera tal o cual acto.
O sea que tanto el individuo como la sociedad en su conjunto son como
responsables a medias a causa de esta brecha de no saber que se abre entre el
acto criminal que todos asentimos y el castigo que todos pensamos que se
merece por el

Acto Distancia Castigo


criminal

Y este es un tema que puede tener su implicancia a nivel de la estructura.


Entonces la sociedad por todos los medios posibles puede –es decir, tiene la
potencia como para tratar de… - extirpar el mal, al delincuente, al criminal. Y hasta
donde esos medios son lícitos. Todos, en algún punto, en cada acto de la vida
cotidiana hacen algo de eso, todos excluimos de algún modo al criminal. Aún
castigando al autor del crimen (cosa puede no ser) se lo vuelve responsable de
tales actos. Este es el problema, el gran problema de la criminología, de los
procesos de reinserción social, etc. Tenemos, entonces varios puntos que van
quedando como jirones sueltos a comentar más luego, como por ejemplo, el que
todos somos responsables de la exclusión, o el que el criminal es víctima de una
sociedad que lo castiga, o finalmente la cuestión de la pena, la cual, al parecer, no
se condice con el acto criminal.
En este punto preciso, un punto que es un hueco, por cierto, un vacío que se
forma entre al acto y el castigo, entre el asentimiento subjetivo y la significación
del castigo, es donde el psicoanálisis puede aportar cosas. Estrictamente
hablando, es donde el psicoanálisis, dice Lacan, puede “…aclarar las vacilaciones
de la noción de responsabilidad para nuestro tiempo y el advenimiento correlativo
de una objetivación del crimen, a la que puede colaborar”.
Entonces, ¿qué aportes psicoanalíticos se pueden vislumbrar desde Lacan al la
cuestión de la criminología? Primero: aclarar “qué es responsabilidad”; y segundo,
“qué relación tiene la responsabilidad con la objetivación del crimen”. Por un lado
responsabilidad y por el otro objetivación del crimen

Qué es la responsabilidad
Aportes del Psicoanálisis

(Lacan) a la Criminología
La objetivación del crimen

Hago una flecha ahí porque al parecer una cosa explica la otra o al menos
es necesaria para explicar la otra, hay como una colaboración o una
correspondencia entre la responsabilidad y la objetivación del crimen.
¿Qué es lo que en primer lugar Lacan pone de relieve del psicoanálisis en
particular? Recordemos que ha dicho que no existe otro modo de aportar a la
criminología más que desde la noción de sujeto que el psicoanálisis promulga y la
estructura del diálogo analítico. Solo desde esos dos aspectos. Lacan dice hay
que recordar que el psicoanálisis denuncia que en el seno de toda sociedad, hay
tensiones. Esto es, lo de El malestar en la cultura de Freud: la necesidad de
reprimir los instintos para poder vivir en sociedad. Esto quiere decir que estas
tensiones cumplen una función muy importante en la sociedad, nada más y nada
menos que la de poder vivir en sociedad. Vivir en sociedad, desde Freud, tiene un
precio, y ese precio es, por así decir, el que no paga el pequeño perverso
polimorfo de Los tres ensayos de una teoría sexual. Lacan es aún más taxativo y
dice: “…como si el malestar de la civilización fuese a desnudar la articulación
misma de la cultura con la naturaleza, se puede extender sus ecuaciones (…) a
la… criminología”.
El malestar en la cultura, de Freud, trabaja también sobre esta oposición:
naturaleza y cultura. Este texto de Freud, remarca la raya que las divide, con un
trazo y un estilo muy particular, un estilo que tiende a convencer. Y es importante
esta última cita porque dice que ese texto, pone de manifiesto, más que nada, la
relación que entre ellas existe, de un modo estructuralista, si se quiere, por medio
de oposiciones… de un lado el lenguaje, del otro el instinto, de un lado la
necesidad o el hambre y del otro la insatisfacción o el apetito, etc. Lo que Lacan
dice es eso, que Freud desnuda esta relación, la limpia de vicios y prejuicios.
Ahora bien, este modelo de oposición, que responde a toda una posición
epistemológica de corte netamente estructuralista, se puede extender, dice Lacan
y utiliza el término “ecuaciones”, puede extender sus ecuaciones… a la
criminología, una suerte de El malestar en la criminología, algo así. Y vamos a ver
como lo hace, de qué modo y con qué resultados.
Y aquí comienzan los reales y verdaderos aportes. No olvidamos las dos
herramientas psicoanalíticas: la noción de sujeto y el diálogo analítico. La palabra
del criminal, la confesión del sujeto, ese es el punto de partida.
Vean a Lacan en esta clarísima referencia: “…si el recurso a la confesión
del sujeto, que es una de las claves de la verdad criminológica, y la reintegración a
la comunidad social, que es uno de los fines de su aplicación, parecen hallar una
forma privilegiada en el diálogo analítico, es ante todo porque este, al podérselo
impulsar hasta las mas radicales significaciones, alcanza a lo universal incluido en
el lenguaje y que, lejos de poder eliminarlo de la antropología, constituye su
fundamento y su fin, pues el psicoanálisis no es más que una extensión técnica
que explora en el individuo el alcance de esta dialéctica que esconde los partos de
nuestra sociedad y en la que la sentencia paulina recobra su verdad absoluta”.
Detengámonos en este pasaje. En primer lugar el recurso a la confesión, la
confesión como recurso, como “posibilidad de” abrirle paso a la verdad. La verdad
criminológica y la verdad del sujeto, esto es lo que posibilita el diálogo analítico. La
confesión es dada a ese alguien, por ese alguien en palabras, es expresada en
palabras y ahí es donde Lacan dice que este tipo de diálogo alcanza “lo universal
incluido en el lenguaje”. ¿Por qué? porque lo universal incluido en el lenguaje no
es más que “usar palabras”, nos es más que afirmar que estamos atravesados por
el lenguaje y que todo lo real se hace pasar por ese colador, para usar la metáfora
freudiana, por lo que Lacan llamaba lo simbólico. Lo que pasa es que el diálogo
analítico, en su particularidad, en su especificidad, impulsa al sujeto -y por ende al
mismo diálogo- a límites que no se llegaría bajo otro dispositivo o bajo ningún
dispositivo, ese es el tema, el aporte en sí de donde se puede extraer casi de raiz
la vena freudiana. El analista está ahí como promotor de la verdad, de toda
verdad; y en este punto me parece que el psicoanálisis es “extensión”. Se plantea
aquí todo un tema de psicoanálisis e institución: el psicoanálisis no es algo
separado de esos partos de la sociedad, está codo a codo con esos partos,
convive con esos partos. Y lo que Lacan dice ahí: el diálogo analítico constituye
fundamento y el fin de la antropología, -la antropología no aquí como disciplina
sino como relación hombre con hombre en una sociedad. El psicoanálisis como
esa especie de extensión que explora en el individuo lo que la antropología
explora en la sociedad o en la cultura. Es decir que algo de eso que la
antropología ve, es expresa mediante palabras en el diálogo analítico. Y la
antropología ve, al menos en la perspectiva de la que habla Lacan, la verdad de
que ley y pecado conviven, nacen juntos en la sociedad y en el individuo.
Mezclar la criminología, una ciencia del hombre, con el psicoanálisis que es
otra ciencia del hombre, comporta sus riesgos. Existen por un lado precisiones de
método que hay que respetar. Y Lacan las respeta en este texto. Incluso con lo
que decía de la antropología, se corre el riesgo de mezclar. Por eso Lacan lee
este riesgo en términos de que ello podría ir en detrimento del psicoanálisis como
práctica, que se pudiera leer como eso. Por ejemplo, que alguien leyera ahí, en
esas relaciones entre el psicoanálisis y las ciencias del hombre una suerte de
insuficiencia clínica, como si el trabajo psicoanalítico se viera necesitado, por
causas internas, a recurrir a estas ciencias para explicar o sostener su doctrina. O
bien creer que mediante este tipo de relaciones se pretende hacer prevención, de
qué no sé, pero seguro de algún malestar en el sujeto. Lacan se aleja de una
posición como esta, poniendo en primer plano la especificidad y –justamente- la
suficiencia de la práctica analítica. Además, deja entrever –como también lo hace
Freud- que no hay profilaxis posible de las neurosis o de cualquier estructura
clínica: la elección de objeto se juega de un modo que, por así decir, está escrita
en una buena medida. Por eso “mezcla” no es un término feliz y Lacan se tomo
buena parte de su enseñanza a tomar en cuenta lo que es un aporte –como los
que podían leerse en Lacan por esos años desde Levi-Strauss- y lo que era una
deformación de la doctrina.
En definitiva, lo que rige a Lacan aquí es por un lado aportar al psicoanálisis
sin apartarse del recorrido freudiano. Esa, por momentos, es una delgada línea
que parece cortarse.
Pero sigamos con nuestro discurso. Lacan quiere decirnos ahora que
Sócrates –el filósofo que llegaba por el mal camino a la juventud griega- rechaza,
desestima, deja sin valor aquel proceso en que se vuelve necio al Amo. Este amo,
es el amo hegeliano, el de la dialéctica del amo y del esclavo. Como qué sócrates,
que viene sabiendo lo que es el mal, deja sin efecto todo lo necio que puede ser
un Amo. Hay aquí un paralelismo filosófico entre Sócrates y Hegel –la dialéctica
del amo y del esclavo- con la que Lacan está queriendo expresar una idea.
Puntualmente, el párrafo se inicia así: “…aquí Sócrates refuta la infatuación del
Amo, encarnada en un hombre libre de esa Ciudad antigua cuyo límite está dado
por la realidad del Esclavo”. Dice que ese hombre, el ciudadano griego, a quien se
coloca o está en posición de amo porque supuestamente goza de la libertad, en
realidad no es así, porque está supeditado a la existencia del esclavo. Entonces el
amo no es tan amo, porque depende del esclavo. Recuerdo: es Sócrates quien
advierte esto, ese Sócrates que conocía el mal.
Y esta idea de que el hombre libre, el sabio griego es en verdad libre, esta
idea tan presente en la actualidad, donde se cree que porque se tiene o porque se
consume se es más libre, es puesta en relación a la Justicia. Porque ese hombre
para nosotros supuestamente libre, que supuestamente goza de una libertad casi
suprema, en la Polis griega –y por qué no pensar que ahora también- tiene el
poder de decidir qué está bien y qué está mal, pues la democracia, la famosa
democracia griega lo abilita. Si fuera in esclavo –o incluso una mujer o un menor o
un artesano- no sería así, ni siquiera podría opinar.
Ese “hombre libre de la sabiduría” está a cargo de la justicia, de lo absoluto
de la justicia, dice Lacan. y después, lo que se sabe: que Sócrates pone en
conocimiento de su interlocutor, que es este hombre libre, los mitos eternos en
relación al sentido del castigo y la corrección. Y el diálogo sigue.
Lo importante para marcar hasta aquí es lo que sigue: todo este primer
apartado del texto, Lacan le ha puesto un título que hace referencia a la realidad
sociológica del crimen y de la ley y la relación del psicoanálisis con su fundamento
dialéctico. Entonces tenemos dos puntos principales:

1. Realidad del crimen y de la ley


2. Fundamento dialéctico

En esta primera parte, este primer apartado, Lacan ha podido explicar que
esta realidad del crimen y de la ley es, en primera instancia, sociológica. ¿Qué
quiere decir eso? En principio que tanto el autor, el crimen y la ley deben ser
tratados según los lineamientos de una dialéctica, es decir, que uno no es sin el
otro. Dicho de otro modo: para pensar el crimen hay que pensar la ley, no se
puede pensar en el individuo criminal sin incluir a la sociedad, no se puede pensar
en una sociedad criminógena sin alguna referencia al individuo. De esta dialéctica
se desemboca en la problematización del concepto de responsabilidad. ¿Es el
sujeto responsable de su acto? ¿hasta qué punto? Y es aquí donde Lacan ha
situado el aporte psicoanalítico, principalmente citando dos de sus fundamentos,
que también responden a una dialéctica, y que son el diálogo analítico y la noción
de sujeto. ¿Por qué? Por que en última instancia lo que importa es qué de la
verdad en eso que es el acto, el acto criminal o el acto así, a secas. La verdad,
dada en palabras, se presenta como el objeto tras el cual gira tanto la ciminología
como el psicoanálisis.
Luego de esto Lacan intenta avanzar sobre otro punto caro a su parecer.
Habla, en lo siguiente, de cómo el crimen, expresa un simbolismo del superyó
como instancia. Vamos a ver qué quiere decir con esto.
Hay que decir que en general, habla del crimen como pasaje al acto, como
algo que de repente se desenganchó, sobrepasó el pensamiento y se consumó.
Ahora bien, este sujeto pasa al acto, pero en realidad es un individuo-sociedad
que pasa al acto, un individuo responsable de si mismo pero a la vez responsable
de su sociedad, y un individuo cuya sociedad es también responsable de él.
¿cómo se puede leer el pasaje al acto en este contexto?
Por eso dice que el crimen expresa un simbolismo. Pero no cualquier
simbolismo sino justamente el del superyó, un simbolismo de la instancia del
superyó.

La instancia del superyó


Crimen Las formas positivas de una
sociedad

Símbolismo,
paralelismo

Para decirlo claramente: algo de lo que expresa el crimen, tiene que ver con
el superyó, esta es la idea central, vamos a ver como la desglosamos.
¿Qué es el superyó? ¿qué dice Freud que es el superyó? Digamos esto: el
superyó es potencialmente la reconciliación que el yo querría ser entre mundo
externo y mundo interno. A la vez, representa una instancia actual que deviene
potencial, algo presente que deviene pasado, algo ideal que deviene real. Freud lo
dice así: el supueryó es potencia de mediación entre el yo y el ello.
Pero, ¿de qué modo media el superyó entre el yo y el ello? En la presentación
autobiográfica de 1924, Freud dice: “…el superyó es el heredero del complejo de
Edipo y el subrogante de los reclamos éticos del ser humano”. El superyó media
encomendándole al yo tareas éticas que le son necesarias para hacer frente a los
impulsos del ello. Los impulsos del ello tienden por lo general al placer, a la
descarga y el yo no puede hacerse cargo de todos ellos, y es frecuente que el yo
produzca formaciones de compromiso que son las encargadas, además, de
disfrazar estas formas de enfrentar el ello.
Entonces, dice Lacan en La introducción… : “…si no se puede captar
siquiera la realidad concreta del crimen sin referir este a un simbolismo cuyas
formas positivas se coordinan en la sociedad, pero que se inscribe en las
estructuras radicales transmitidas inconscientemente por el lenguaje, este
simbolismo es también el primero del que la experiencia psicoanalítica haya
demostrado, por efectos patógenos, hasta qué límites hasta entonces
desconocidos repercute en el individuo, tanto en su fisiología como en su
conducta”. Este simbolismo le es desconocido al individuo, eso está claro, pero lo
verdaderamente importante es que el crimen, es sinónimo de la instauración de la
ley en el sujeto, ese es el punto central. Entonces, el sujeto en análisis es una
especie de aparato de medición de la instauración de la ley social pero a nivel
individual. Vuelve lacan a decir lo mismo: en esa maquinaria, la herramienta es la
palabra como función y el lenguaje como campo, según dirá después. Allí toma
sentido aquello de que el simbolismo, este paralelismo crimen-superyó, se inscribe
en las estructuras radicales transmitidas inconscientemente por el lenguaje.
Bueno, el tema es que de algún modo, todo esto viene a terminar en un
concepto que va a ser fundamental. Pongo los tres elementos y luego los explico
luego.

Crimen Superyó Culpabilidad

La culpabilidad. Adelanto que Freud se refiere a ella puntualmente en la


tercera parte de un texto llamado “algunos tipos de carácter dilucidados por el
trabajo psicoanalítico”, que es de 1916, un apartado que se llama “Los que
delinquen por sentimiento de culpa” pero vayamos primero al texto de Lacan.
Lacan le da especial trascendencia a esta noción y la ubica en el centro de
la dialéctica diagramada entre el crimen y el criminal. “…nada podría manifestar
mejor la importancia de la revolución freudiana que el uso técnico o vulgar,
implícito o riguroso, declarado o subrepticio que en psicología se ha hecho de esa
verdadera categoría, [la culpabilidad] omnipresente desde entonces tras habérsela
desconocido…”.
Ahora bien, ¿de donde toma noción el psicoanalista del sentimiento de
culpa? La culpa es “una crisis que se resuelve en la estructura”, dice Lacan. Nace,
como bien se sabe de dos situaciones bien esclarecidas y fundamentadas en la
doctrina psicoanalítica, que son el incesto y el parricidio. Reubicamos entonces los
elementos del cuadro

El Crimen Culpabilidad El criminal


Superyó
El incesto

El parricidio

Esta sería la idea: Incesto y parricidio –los hallazgos antropológicos de


Freud en Tótem y Tabú, de 1912- hacen referencia al complejo de Edipo y a la
castración, es decir, una posición a la que el sujeto adviene luego de la tragedia.
En este contexto, la culpabilidad sería aquello que del superyó deviene en el
sujeto como mandamiento ético derivado de la salida de drama Edípico. Esta
salida, puede, a la vez, ser diversa, es decir, que marcará la estructura, y hasta se
puede decir que puede definirla. Definir la estructura (los tipos conocidos de las
neurosis, por ejemplo) por el sentimiento de culpa define la posición del sujeto
frente a la ley
Dicho rápidamente por Lacan: “hay en el crimen primordial, el origen de la
Ley Universal”. Y más adelante: “con la Ley y el Crimen comenzaba el hombre”.
Dice Lacan: “…así pues la concepción del superyó salió a luz, fundada ante todo
en efectos de censura inconsciente que explican estructuras psicopatológicas ya
advertidas y esclareciendo muy luego las anomalías de la vida cotidiana, y
correlativa, en fin, del descubrimiento de una inmensa morbilidad…”
Ahora bien, en el inicio del texto, Lacan hablaba del hombre moderno
(“…aquí es donde el psicoanálisis puede, por las instancias que distingue en el
individuo moderno”), más que el que vive en la actualidad, el que se capta en la
llamada subjetividad de la época. ¿qué es esta referencia de Lacan a la época?
En el texto de “La familia”, de 1938, Lacan dice: “…en esta época es más difícil
que nunca comprender al hombre de la cultura occidental fuera de las antinomias
que constituyen sus relaciones con la naturaleza y con la sociedad: no se puede
comprender, fuera de ellas, ni la angustia que expresa en el sentimiento de una
transgresión prometeica frente a las condiciones de su vida, ni las concepciones
más elevadas en las que supera esa angustia, al reconocer que se crea a sí
mismo y a sus objetos a través de crisis dialécticas”. La idea de que la época
promete un tipo particular de subjetividad, esto quizás, como idea, no le pertenece
a Lacan sino más bien a los sociólogos de la época, pero se ve claramente en qué
sentido es tomado. Y en alguna otra parte Lacan dice que aquel que no se las
arregle para captar la subjetividad de su época está condenado al fracaso.
¿Qué es esta referencia a la modernidad, al hombre moderno? ¿Qué
diferencia está dando por supuesta? Vuelve a hacer referencia más adelante en el
texto cuando dice: “…de esa manera [la relación del superyó con en crimen] se
revelaba una figura moderna del hombre, que contrastaba extrañamente con las
profecías de los pensadores de fines del siglo, figura tan irrisoria para las ilusiones
alimentadas por los libertarios como para las inquietudes inspiradas en los
moralistas por la liberación de las creencias religiosas y el debilitamiento de los
vínculos tradicionales”.
El hombre moderno de Lacan, se ha visto instigado a desestimar las ideas
de libertad consagradas al desarrollo tecnológico, industrial, globalizado, si se
quiere. En este sentido; Lacan se anticipa en esto a los filósofos de la denominada
posmodernidad. Como si fuera una especie de desilusión de la libertad, o del bien
en general. Ya en Freud esa idea fue religión, esa posición fue religión, y Lacan no
hace más que traérnosla, evidenciárnosla.
El tema es este: el crimen tiene que ver con una disposición del superyo, es
decir, con la instancia psíquica particular que es moralista en sus definiciones y
que tiene que ver, en última instancia, con el padre. Un padre apersonal que lo
obliga a pasar al acto de un modo tal de que el delincuente precisa ser
culpabilizado por el hecho que ha realizado fuera de la ley. Esta es la idea a
explicar y al mismo tiempo la idea inexplicable. Este fuera de la ley, es el tema,
justamente, del delincuente. La disposición del padre, a veces tan ausente, hace
que esa representación de la ley sea, por cierto, fallada, separada de la
subjetividad, y entonces el límite moral del neurótico es sobrepasado por todo lo
ilimitado de la conducta perversa. Todo lo que como neurótico se maquina sin
acto, en el perverso se actúa sin pensamiento por renegación de la referencia a la
ley.
Por eso también la tan mentada frase de Nietzche, que Lacan retoma en su
versión opuesta: “Dios ha muerto, luego todo está permitido” por “Dios ha muerto
ya nada está permitido”. Imposible no hablar aquí del padre de la horda, del padre
muerto del psicoanálisis, del padre instaurador de la ley. Por un lado dice Freud en
Tótem y tabú: “Un día los hermanos expulsados se aliaron, mataron y devoraron al
padre, y así pusieron fin a la horda paterna. Unidos osaron hacer y llevaron a cabo
lo que individualmente les habría sido imposible. (…) El violento padre primordial
era por cierto el arquetipo envidiado y temido de cada uno de los miembros de la
banda de hermanos. Y ahora, en el acto de la devoración, consumaban la
identificación con él, cada uno se apropiaba de una parte de su fuerza”. Y más
adelante pone: “Tras eliminarlo, tras satisfacer su odio e imponer su deseo de
identificarse con él, forzosamente se abrieron paso las mociones tiernas
avasalladas entretanto. Aconteció en la forma del arrepentimiento; así nació una
conciencia de culpa que en este caso coincidía con el arrepentimiento sentido en
común. El muerto se volvió aún más fuerte de lo que fuera en vida…”. y recalco
esto último que dice Freud: “Lo que antes él había impedido con su existencia,
ellos mismos se lo prohibieron ahora en la situación psíquica de la «obediencia de
efecto retardado {nachträglich}» que tan familiar nos resulta por los psicoanálisis.
Revocaron su hazaña declarando no permitida la muerte del sustituto paterno, el
tótem, y renunciaron a sus frutos denegándoselas mujeres liberadas. Así, desde la
conciencia de culpa del hijo varón, ellos crearon los dos tabúes fundamentales del
totemismo, que por eso mismo necesariamente coincidieron con los dos deseos
reprimidos del complejo de Edipo. Quien los contraviniera se hacía culpable de los
únicos dos crímenes en los que toma cartas la sociedad primitiva (ver nota).”Para
el caso, Lacan toma como ejemplo el texto de Fedor Dostoievski, “Los hermanos
Karamazov” para explicar esta nueva inversión. Dice: “….a la concupiscencia que
relucía en los ojos del viejo Karamazov cuando aseveraba a su hijo: "Dios ha
muerto; luego todo está permitido", ese hombre, el mismo que sueña con el
suicidio nihilista del héroe de Dostoievski o que se esfuerza en soplar en la tripa
nietzscheana, responde con todos sus males y también con todos sus gestos:
"Dios ha muerto; ya nada está permitido". La conciencia de culpa se volvió
inmensa y el padre muerto prohíbe más que el padre vivo. El fin del padre de la
horda, es la instauración de la prohibición del incesto.
Luego Lacan nombra el autocastigo, concepto que me animo a hacer
correlativo del sentimiento de culpa del que habla Freud: “…a esos males y a esos
gestos, la significación del autocastigo los cubre por completo”. Pero además, que
el criminal busque el autocastigo, tendría que ver con la intención de poner de
manifiesto que en él hubo una falla en la instauración de la ley paterna. Dicho en
términos de la tragedia, tras haber matado ese padre, la conciencia de culpa –la
necesidad de autocastigo- fue inmensa y sobrepasó los límites de lo soportable
por el sujeto. La significación del crimen tiene que ver con esto: delinque por
sentimiento de culpabilidad. Al menos es uno de los tres tipos de delincuentes que
nombra Freud.
Ahora bien, como lo dice Lacan: si se supone que nadie ignora la ley, ¿se
supone también que quien delinque busca el castigo? Este es un juego que,
aparte de irónico, es lógico. A modo de ejemplo podemos decir que si oprimiendo
el botón A sé que recibo una descarga eléctrica, sé que si lo toco, la recibo. Ese
saber previo puede ser tal, pero no involucra el deseo del sujeto ni el botón
tampoco lo discrimina. ¿Por qué alguien podría buscar esa descarga? Por una
infinidad de causas. Pero queda claro que el crimen proviene del mandato
superyoico incontrolable, desatado, que sobrepasa los límites del yo. Pero la gran
pregunta está todavía irresuelta y es que no se sabe cómo ha sido que ese
superyo se volvió tan potente que puede –incluso en casos- hasta no tener en
cuenta la vida del propio sujeto? Lacan sugiere se precisaría aquí de una crítica de
esta noción, sustentándola desde la antropología.
Pero en psicoanálisis, esta pregunta, esta idea de que si conozco la ley, si
delinco busco el castigo, nos compete a nuestro estudio. Lacan en esto va
directamente sobre dos referentes que se pronunciaron precisamente sobre eso,
que, aparte, son un juez y un psicoanalista: Alexander y Staub. Entonces cito a
Lacan en este pasaje donde reccurre a ellos: “Es convincente su tenor, ya se trate
de la "tentativa de homicidio de un neurótico", o de los singulares robos de aquel
estudiante de medicina que solo terminaron cuando se dejó aprisionar por la
policía berlinesa y que, antes que conquistar el diploma al que sus conocimientos
y sus reales dones le daban derecho, prefería ejercer éstos para infringir la ley, o
bien del "poseído de los viajes en auto”.
¿Explican Alexander y Staub esta idea de la búsqueda del castigo? ¿o solo
dan testimonio, brindan la fenomenología de esta misma idea? Yo me inclino por
lo segundo. Estos dos autores hablan de una tentativa de homicidio de un
neurótico, pero ¿qué se quiere decir con eso? Entonces Lacan da otro ejemplo
más para esto de la búsqueda del castigo, el buscar ser penado. Cita ahí el caso
de la señora Lefebvre, de Marie Bonaparte y dice, “la estructura mórbida del
crimen o de los delitos es evidente, y su carácter forzado en la ejecución, su
estereotipia cuando se repiten, el estilo provocante de la defensa o de la
confesión, la incomprensibilidad de los motivos: todo confirma la "compulsión por
una fuerza a la que el sujeto no ha podido resistir", y los jueces en todos estos
casos han concluido en éste sentido”. Lo mismo de antes: ¿queda explicado en
Lacan, citando a Marie Bonaparte la idea de la búsqueda del castigo? En este
ejemplo se cita a la más frecuente conclusión de los jueces: compulsión por una
fuerza a la que el sujeto no ha podido resistir. Pero esta fuerza, ¿explica la idea de
la búsqueda del castigo? Sus orígenes, la base del conflicto queda aún
inexplorada.
Entonces Lacan dice ahí, en este texto del año 1950: “…son conductas que se
vuelven, sin embargo, completamente claras a la luz de la interpretación edípica.
Pero lo que las distingue como mórbidas es su carácter simbólico. Su estructura
psicopatológica no radica en la situación criminal que expresan, sino en el modo
irreal de esa expresión”. Aquí está la explicación de Lacan: el hecho, la idea de la
búsqueda del castigo, debe ser buscada a la luz de la interpretación edípica. Es
decir que esos crímenes para los cuales el sujeto ha sido parte actuante, parte
activa y frente al cual no ha buscado más que hacerse aprehender -o incluso
burlar la ley-, no son más que coletazos de la estructura edípica, jirones sueltos de
su paso por la infancia como complejo.
El complejo de Edipo, es el hecho mediante el cual un sujeto ha podido
conformar un superyó, ingresar a la cultura, etc. El superyó mismo es el “heredero”
del complejo de Edipo. Y acá está, según mi criterio, escabullido entre la letra, un
verdadero aporte de Lacan a la criminología, allí donde dice que “lo que las
distingue [a las conductas] como mórbidas es su carácter simbólico”. En esta frase
hay el rastro freudiano claro de Tótem y tabú de 1912 pero también teñidas del
estructuralismo antropológico, en definitiva, de Claude Levi-Strauss. La
psicopatología toda es un paralelismo simbólico de lo acaecido en el complejo de
Edipo.
Ahora bien, este “simbólico” hace referencia también a lo que desde un
principio se ha llamado el registro de lo simbólico, es decir, el atravesamiento del
sujeto por el lenguaje. Lo mórbido de una conducta, depende de cómo en el
registro de lo simbólico “se habla” de lo que en el complejo de edipo surgió como
consecuencia de su consumación. Esta sería la idea.
Y además, estas conductas, mórbidas o no, entran en el estado de civilización,
en la cual se ha aprendido a reconocer la diversidad como hecho fundamental.
Pero el estado de civilización, desde Levi-strauss no existe sino es porque el
grupo a retrocedido ante el horror al incesto. Esto quiere decir, que entre el estado
de civilización, -sin más, la persona civil que vive en la comunidad de modo
respetable-, y el estado mórbido de las conductas frente a las cuales se pasa al
acto, se delinque o se comete un crimen, hay eso que se llama el edipo. El crimen
estaría del lado de la no represión de las pulsiones, y además, de cierta
renegación de la ley o más bien -para ser concretos- del lado de las perversiones;
mientras que las conductas no mórbidas o respetables estarían del lado de la
represión, es decir, de las neurosis.

Diversidad
(Levi-Strauss)
Crimen Lo civil
(conductas mórbidas) (conductas no
x mórbidas)
Perversión Neurosis
Renegación de la ley Represión de la ley
Lo que parece decir Lacan después es que ese campo que divide ambas
estructuras en lo que refiere al pasaje al acto, no está tan claro, y que se pasa de
un lado al otro sin pestañar. El análisis social o antropológico tiene sus ventajas
pero también limitaciones porque por un lado esclarece una suerte de no
estigmatización del “diferente”, y por otro, pone sobre el tapete que, por caso, un
esposo fiel, puede ser un reverendo perverso. Es más, da de ello ejemplo de un
hecho particular, el reclutamiento de los defensores de la patria, los soldados, para
ser precisos, en relación a una costumbre bien formada que es la de violar a una
o a varias mujeres en presencia de un varón. Un simple hecho diverso, como dice
después
Dice Lacan más adelante: “Decimos que ése es un crimen real, aunque se
lo haya cometido en una forma edípica, y su autor sería castigado con toda justicia
si las condiciones heroicas en que se lo da por realizado no hiciera las más de las
veces asumir la responsabilidad al grupo que cubre al individuo”.
La dialéctica individuo-grupo recorre el texto, y en medio de ella el concepto
de responsabilidad.
Y ahora, encontramos en el texto una nueva referencia a la antropología, un
nuevo referente que adapta a la estructura con la qué él analiza la experiencia
subjetiva del sujeto en relación con lo real, ahora en relación al antropólogo Marcel
Mauss. Dice: “Las estructuras de la sociedad son simbólicas”. Por estructura, se
sabe, Lacan entiende conjunto de relaciones en la que existen, vamos a decirlo
así, leyes de relación; por sociedad, una dialéctica, y por simbólicas, una
referencia al lenguaje, a su teoría del sujeto como parlante. Entonces, dicho en
otros términos sería: ese conjunto de relaciones regladas que se establecen entre
el individuo y la sociedad, tienen como principal modo de presencia en el mundo el
hecho de estar mediatizadas por el lenguaje. Algo parecido hace Lacan con el
mito, calcada de la estructura de los mitos de “Antropología estructural”, de Levi-
Strauss.
Pero la cosa no es tan simple como parece por cuanto Lacan dice: “…el
individuo, en la medida en que es normal, se vale de ellas para conductas reales,
y en la medida en que es psicópata, las expresa a través de conductas
simbólicas”. ¿qué quiere decirnos Lacan con esto?

El individuo normal Conductas reales


Estructura de la
sociedad
El individuo Conductas
psicópata simbólicas

Vayamos por partes. ¿qué es la conducta? La conducta es la


exteriorización de un comportamiento, exteriorización que se plasma en lo real y
que por tanto es susceptible de un juicio probatorio o de otro tipo. Una conducta
puede ser buena, mala, aceptable, etc., es calificable, argumentable. Me permitiría
incluso la dilación de decir la conducta del psicopática (psicótico, perverso) es
mala y la conducta normal (neurótico) es buena. De este modo, las conductas
buenas, aceptables, convencionales, establecidas, se basan en lo que para la
sociedad es realmente, lo bueno, el bien. En lo real, la conducta normal refiere al
bien. La mala conducta, la falta disciplinaria, aquellas conductas que no son
aceptadas por la sociedad, que representan lo sucio, lo indeseable, estan por
fuera del bien, en la periferia del bien, si se me permite. En este sentido, si no
estan del lado del bien, no forman parte de lo real de la sociedad, en el sentido del
bien. No quiere decir esto que el mal no existe en la sociedad, sino todo lo
contrario: que el bien engendra o da la posibilidad deque –aunque no lo acepte del
todo- exista el mal. Lo que dice Lacan aquí es que el mal no esta contemplado por
la sociedad, lo excluye, lo estigmatiza, lo desecha, y además, lo detesta. Eso por
un lado. pero por el otro lado, Lacan está diciendo que la mala conducta en lo
social, es una suerte de sustitución o de reemplazo de otro hecho, quizás aún peor
que el mal que en si provoca ese solo. La mala conducta es una conducta
mediante la cual, se simboliza hechos o circunstancias particulares de la vida del
sujeto, por lo general anteriores, y por lo general de carácter sexual.
El mal, por otra parte, y como ejemplo de esto se puede encontrar
referencias en Foucault, en Vigilar y castigar: las cárceles, los establecimientos
penales ubicados en la periferia de la ciudad, en las afueras de la comarca.
También las Narrenschiff, las naves de los locos, etc.
Eso simboliza algo, ese sería el punto: las conductas normales y
psicopáticas atraviesan la estructura simbólica de la sociedad. Las buenas son
aceptadas y las malas simbolizan cosas y no pueden ser tomadas como simples
malas conductas, al menos no por quien se dedique a estudiarlas. En tal sentido,
la mala conducta, tan frecuente dentro y fuera de los establecimientos carcelarios,
representa un punto de ruptura con la sociedad, (y por ende, agregaríamos, con el
Gran Otro, posición que Lacan va a sostener en otro lado). he ahí el simbolismo: la
mala conducta “representa” un punto de ruptura, mientras que la buena conducta
“no representa” es punto de ruptura. Esta bien que es un simbolismo, tal como
dice Lacan, algo precario, pero suficiente para producir una tajante diferencia entre
lo normal y lo patológico.
Lacan resitúa los tantos al modo estructuralista: “La manifestación psicopática
puede revelar la estructura de la talla, pero a esta estructura solo se la puede
considerar un elemento dentro de la exploración del conjunto”.

La sociedad

La conducta La conducta
normal Psicopática

Otro concepto interesante, traído ahora de la gerga del abogado: “la tentativa”.
¿Qué es la tentativa, de robo, por ejemplo, o de homicidio, o de suicdio, etc?.
Significa que el sujeto ha tenido presuntamente “la intención de”. Tentativa y
conducta son dos términos tomados de esta jerga pero, ¿en qué sentido tomarlos,
de donde agarrarlos? y curiosamente, son términos que se asimilan a la ciencia, a
lo observable, a lo medible, a lo clasificable, etc. Lacan trata de limpiar el
panorama del análisis del crimen, particularmente desde la teoría analítica. Dice,
por ejemplo, que hay que diferenciar al tentativa, de la personalidad modal, del
carácter nacional o del superyó colectivo, nociones de las que yo, por otra parte,
nada se. “Hay que reflejar la teoría a la experiencia”, dice Lacan más adelante.
Este es el registro desde donde actúa el psicoanalista. Una suerte de coincidencia,
de coherencia entre teoría y experiencia. Popper decía: “si la teoría no concuerda
con los hechos, pues peor para los hechos”. Se ve que es una ida y vuelta la cosa.
La teoría no es esclava de los hechos, pero los hechos tampoco son esclavos de
la teoría, es sería el punto popperiano.
Pero lacanianamente, en este período de la teorízación de Lacan sería más o
menos esto que dibujo aquí:

La teoría La experiencia

La tentativa

La conducta

La forclusión?

Dejo en suspenso por el momento el término forclusión para retomarlo más


adelante.
De cómo el psicoanálisis da cuenta de los hechos es un punto siempre
llamado al conflicto, tanto por sus defensores como por los que nada saben de él.
Está bien que a la luz del edipo, para cualquier psicoanalista que se precie de
serlo la teoría y los hechos se condicen. Pero para el científico, para el hombre de
la ciencia del comportamiento, incluso para el abogado o para el juez penalista no
es así. Y como es la teoría psicoanalítica la que nos guía en este trance, es decir,
una teoría de la práctica clínica, es decir, una forma particular de dar cuenta de la
experiencia, podemos también suponer una suerte de camino inverso, similar al
popperiano, pero algo distinto. Quiero decir si se trata de coincidencia, si se trata
de hacer coincidir la teoría con los hechos, se supone también que la experiencia,
los datos de la experiencia, deben hacerse coincidir en lo posible con la teoría.
Para decirlo con un ejemplo, ¿cómo da cuenta el psicoanalista de la
conducta psicopática? Ese sería el punto en cuestión, el punto de unión entre
teoría y experiencia. Y la respuesta es
Aquí habría que dividir qué de la teoría de estos elementos (la tentativa, etc)
dan cuenta de qué de la experiencia real de estos elementos: teoría de la tentativa
y su plasmación en lo real, y en eso, una suerte de coincidencia. Lo mismo para
los demás elementos. Ahora bien, entre ciencia y psicoanálisis no son novios, hay
una distancia, y eso complica las cosas, porque lo que el psicoanálisis pueda decir
de la conducta, por ejemplo, por caso la conducta psicopática difiere un tanto de lo
que el discurso científico –médico, legal, por caso- puede decir de la misma.
¿Donde está la verdad? Este es el dilema fundamental, es la pregunta
estructural, psicopatológica, gnosológica del caso, del abordaje teórico, clínico y
criminológico del criminal: ¿edipismo o forclusión?
¿Qué es «psicopatología estructural»? una posición tomada respecto de la
enfermedad mental que entiende que los fenómenos normales y anormales del ser
humano pueden ser ubicados bajo formas predominantes de funcionamiento del
aparato psíquico pensado por Freud. Desde hace tiempo que estas formas se les
han llamado “estructuras”, por ser conjuntos de relaciones entre los elementos que
entran en juego dentro de ellas. Así hemos aprendido que las tres grandes
estructuras son la neurosis, la psicosis y la perversión. Cada una de estas
estructuras comportan fenómenos particulares que las distinguen entre si. Se les
ha llamado “mecanismos” y son, como se sabe, para las neurosis, la represión del
significante del nombre del padre, para la psicsis, la forclusión del significante del
nombre del padre y para la perversión, la denegación del significante del nombre
del padre.
Lacan lo dice con todas las letras: “el primer orden de delincuencia que el
psicoanálisis haya aislado como psicopatológico… el edipismo. …así como criticar
el alcance de la noción de superyó para el conjunto de las ciencias del hombre”.
El edipismo como principal factor psicopatológico. ¿Qué significa? Algo en la
familia, algo en el sujeto, algo particular, singular, por cierto, ha ocurrido que
predispone al sujeto al crimen. Dice Lacan: “los efectos psicopatológicos en su
mayoría, cuando no en su totalidad en que se revelan las tensiones surgidas del
edipismo no menos que las coordenadas históricas que impusieron tales efectos al
genio investigador de Freud, nos llevan a pensar que expresan una dehiscencia
del grupo familiar en el seno de la sociedad. Esta concepción, que se justifica por
la reducción cada vez más estrecha del grupo a su forma conyugal y por la
subsiguiente consecuencia del papel formador, cada vez más exclusivo, que le
está reservado en las primeras identificaciones del niño y en el aprendizaje de las
primeras disciplinas, explica el incremento del poder captador del grupo sobre el
individuo a medida de la declinación de su poder social”.
Un ejemplo más de la experiencia. Dice Lacan: “Recordemos tan sólo, para
fijar las ideas el hecho de que en una sociedad matrilineal, como la de los zuni o la
de los hopi, el cuidado del niño a partir del momento de su nacimiento
corresponde, por derecho, a la hermana de su padre, lo cual lo inscribe desde su
llegada al mundo dentro de un doble sistema de relaciones parentales que habrán
de enriquecerse en cada etapa de su vida con una creciente complejidad de
relaciones jerarquizadas”. Esto está en “Antropología estructural” de Levi-Strauss.
Ahora bien, Lacan insiste bastante en limitar la influencia desproporcionada
de que algunos teóricos le atribuyen al superyo. Este hecho también se desprende
de la lectura de Tótem y tabú, en el sentido de que ahí, el superyó, es el heredero
del complejo de edipo, en consecuencia, el superyó sería la instancia psíquica
promotora, por así decir, de toda esa deshiencia en la familia y en la sociedad de
la que habla Lacan. Se habla de un superyó tiránico, de un superyó soportable,
etc. hay que limitar estos alcances, no se puede atribuir todo al superyó, pues la
causa está más bien en el edipo. Lacan lo dice así: “…se ha superado, por tanto,
el problema de comparar las ventajas que para la formación de un superyó
soportable por el individuo puede presentar determinada organización,
presuntamente matriarcal, de la familia sobre el clásico triángulo de la estructura
edípica. La experiencia ya ha patentizado que este triángulo no es más que la
reducción al grupo natural, efectuada por una evolución histórica, de una
formación en la que la autoridad que se le ha dejado al padre, único rasgo que
subsiste de su estructura original. Se muestra, de hecho, cada vez más inestable,
caduca incluido, y las incidencias psicopatológicas de situación tal se deben
relacionar tanto con la endeblez de las relaciones de grupo que le asegura al
individuo como con la ambivalencia, cada vez mayor, de su estructura”.
Es decir, más que con el superyó, la psicopatología tiene que ver con el
padre, con la autoridad, con la ley, etc1. Lacan dice que “…"carácter neurótico" (las
comillas son de Lacan) es el reflejo en la conducta individual del aislamiento del
grupo familiar cuya posición asocial demuestran estos casos, mientras que la
neurosis expresa, antes bien, sus anomalías de estructura”.

El carácter Aislamiento del grupo familiar


neurótico
La neurosis Las anomalías de estructura

Como que la neurosis actúa el carácter neurótico, o algo así, lo pone de


relieve. Las anomalías de estructura serían todos aquellos actos, conductas,
pasos al acto que por el aislamiento del grupo familiar el sujeto ha llevado a cabo.
Y en todo caso, lo que interesaría saber, más que esta distinción, que puede ser
aquí innecesaria, es cómo o por qué el neurótico pasa al acto delictivo. Hay que
explicar el paso al acto, el acto criminal. Pero Lacan aquí esquiva un poco el tema
y dice que eso no es lo importante (eso que Daniel Lagache califica de conducta
imaginaria, dice) sino más bien otra cosa , “…los procedimientos por los que el
neurótico se adapta parcialmente a lo real, que son, como se sabe, esas
mutilaciones autoplásticas que se pueden reconocer en el origen de los
síntomas”2.

1 Lacan se cansa de dar ejemplos y trayendo referencia de explicación de lo que es dice.


Aquí son algo más lejanas pero siguen con la misma tónica: “Es una concepción que se ve
confirmada por la noción de delincuencia latente, a la que ha llegado Aichhorn aplicando la
experiencia analítica a la juventud, cuyo cuidado estaba a su cargo con motivo de una jurisdicción
especial. Se sabe que Kate Friedlander ha elaborado una concepción genética de ella bajo el
rótulo del "carácter neurótico", y que hasta los críticos mas advertidos, desde Aichhorn mismo
hasta Glover, han parecido asombrarse ante la impotencia de la teoría para distinguir la estructura
de este carácter cómo criminógeno de la estructura de la neurosis, en la que las tensiones
permanecen latentes en los síntomas.” (Lacan, J., Introducción teórica a las funciones del
psicoanálisis en criminología, Escritos 1, Siglo XXI Editores)
2 Digamos que el término autoplástica es freudiano. En Pérdida de realidad en neurosis y

psicosis puede leerse: “…en la psicosis, a la huida inicial sigue una fase activa de reconstrucción;
en la neurosis, la obediencia inicial es seguida por un posterior {nachträglich} intento de huida. O
de otro modo todavía: la neurosis no desmiente la realidad, se limita a no querer saber nada de
ella; la psicosis la desmiente y procura sustituirla. Llamamos normal o «sana» a una conducta que
aúna determinados rasgos de ambas reacciones: que, como la neurosis, no desmiente la realidad,
pero, como la psicosis, se empeña en modificarla. Esta conducta adecuada a fines, normal, lleva
naturalmente a efectuar un trabajo que opere sobre el mundo exterior, y no se conforma, como la
psicosis, con producir alteraciones internas; ya no es autoplástica, sino aloplástica”. (Freud, S., La
pérdida de realidad en neurosis y psicosis, 1924, Obras Completas, Vol 19, Amorrortu Editores.)
Ahí James Strachey pone en una nota que “estos términos fueron acuñados posiblemente por
Ferenczi, quien los emplea en su trabajo sobre los fenómenos de materialización histérica (1919a,
Los procedimientos por los cuales el neurótico pasa al acto, ese es el gran
tema. Vuelve a citar Lacan ahí a Kate Friedlander (ver cita al pie de página) en
relación al carácter neurótico. Para Friedlander –Lacan no opone su posición- Los
procedimientos por los cuales el neurótico pasa al acto se basan en la repetición
de las frustraciones pulsionales detenidas en corto circuito sobre la situación
edípica, sin poder comprometerse nunca más en una elaboración de estructura.
Repetición de las frustraciones detenidas en el edipo. ¿Qué significa? Tenemos
acá tres términos: repetición, frustración y edipo.

Repetición Frustración Edipo


de las en el
(Frustraciones
detenidas)
Repetición es cuando el sujeto busca reencontrar el objeto, sin poder lograrlo, y
entonces vuelve sobre él innumerables veces encontrando solo sustitutos de él y
que nunca llegan a colmarlo. Este nunca llegan a colmarlo es un poco la
frustración. Se dice que la madre, por ejemplo, frustra al niño del objeto que es ella
para el. La frustración, es el mecanismo mediante el cual el sujeto puede pensar
un objeto de amor exogámico. La frustración, entonces, es necesaria para la
neurosis: es necesario frustrar al sujeto del objeto. Lo mismo hace el analista, por
cierto. Pero no vamos a desarrollar esto por ahora porque implica exponer y
explicar gran parte de la doctrina psicoanalítica. Remitámonos a pensar qué del
psicoanálisis hace mella en la criminología
Y lo que sigue se orienta más en esa dirección porque reza el texto: “El
psicoanálisis tiene, pues, por efecto, en la captación de los crímenes determinados
por el superyó, irrealizarlos, en lo cual congenia con un oscuro reconocimiento que
de mucho tiempo atrás se les imponía a los mejores entre aquellos a los que se ha
adjudicado la tarea de asegurar la aplicación de la ley”. Captar los crímenes
irrealizados determinados por el superyó, esto es lo que dice Lacan acerca de los
efectos que tiene el psicoanálisis. El psicoanálisis no produciría otro efecto que
captar todo aquello no realizado, determinado por el superyó. El crimen irrealizado
por antonomasia es el edipo, y no está realizado, es decir, no es un crimen real,
sino que el simbólico, y no se lo conoce sino por sus efectos en el sujeto, a saber,
esas determinaciones del superyó (tiránico, gozador, etc., como se dice) efectos
que el psicoanálisis está destinado a captar, si es que hay psicoanálisis. Por que
un psicoanálisis que no logra al menos poner de manifiesto estos aspectos, o al
menos estos aspectos no es un psicoanálisis, es otra cosa. Ahora bien, ¿quiénes
son aquellos a los que se ha adjudicado la tarea de asegurar la aplicación de la
ley? Digamos, los que tienen poder de policía: el juez. Quiero decir, no está
explícitamente puesto aquí, pero Lacan parece comparar la posición del
psicoanalista y la del juez, por su posición ante la ley. Me gustaría volver sobre
esto luego.
Lo que está claro es que el juez ha de castigar por un crimen real, algo que
el delincuente o el criminal a cometido como falta a un orden preciso y establecido.
Pero, ¿cómo se castiga? ¿en función de qué variables? Y en última instancia,

pág. 24); no obstante, allí Ferenczi los atribuye aparentemente a Freud, pese a que este no parece
haberlos empleado en otro lugar que en el presente pasaje”.
¿qué castiga, qué se castiga? O bien, ¿qué derecho hay de castigar? Lacan dice
que “…las vacilaciones que se registran a lo largo del siglo XIX en la conciencia
social respecto del derecho de castigar son características”. Y acá entra el
utilitarismo, esa palabra que se la usa para designar una especie de relación
simplista entre causa y efecto, a tal delito, tal castigo, como si fuera un inventario,
una lista de todos los delitos posibles y sus penas. Eso es utilitarismo. Un poco un
código penal es una versión utilitarista de la palabra del juez. El juez se apoya en
el utilitarismo del código penal, como así también el abogado penalista. Pero lo
que Lacan dice, y que resulta interesante, es que frente a este utilitarismo, el juez
y el penalista siempre se ven obligados a retroceder ante la existencia de
determinados crímenes en donde justamente, se escapa a ese registro utilitarista.
Son aquellos crímenes en donde la conducta humana resulta para ellos
insondable. Lacan lo dice así: “…no bien aparece una motivación utilitaria, (…) el
pensamiento de los penalistas titubea ante el crimen en que aparecen instintos
cuya índole escapa al registro utilitarista donde se despliega el pensamiento de un
Bentham.
Jeremy Bentham era …
Yo digo, leyendo esto, lo que está diciendo Lacan es que cuando se cae el
código, cuando un delito no entra dentro de sus artículos, y cuando aparecen los
instintos del criminal, allí es donde el juez retrocede en su proceder y al abogado
se le quema la cabeza. No quiere decir que no haga nada, lo mismo se dicta
sentencia, se juzga, se defiende y se encarcela a personas, pero la cosa es saber
desde donde o más bien, saber qué se hace cuando se manda un tipo preso. Y
eso genera y deja sin resolver unas preguntas, que no son nuevas y que persisten
durante décadas, y que son del tipo de ¿cómo juzgar?, ¿qué juzgar?, ¿qué
castigar?, ¿cómo castigar?, etc
Lacan esboza aquí una respuesta, evocando a Cesar Lombroso y la
escuela positivista italiana, aquella teoría del delincuente nato: “…los primeros
tiempos de la criminología –dice Lacan- que juzga atávicos a esos instintos y que
hace del criminal un superviviente de una forma arcaica de la especie,
biológicamente aislable. Ocurre que, según él mismo lo dice, esa respuesta ha
quedado prontamente en desuso, por inoperante. En la filosofía, dice, ya antaño
se ha trabajado sobre ese menester y se ha fracasado también antaño. Además,
es una teoría que “… solo se puede explicar por las satisfacciones que podía
exigir la euforia de la clase dominante, tanto para su comodidad intelectual como
para su mala conciencia”.
Otra referencia, otra posible respuesta, la que se vincula con un texto y un autor
que Lacan trae y que por el momento no tengo el gusto de conocer: “The
individual offender, de un tal Healy. “El ofensor individual”, sería más o menos
la traducción.

marca una fecha en el regreso a los principios, al aseverar ante todo que ese
estudio debe ser monográfico. Los resultados concretos aportados por el
psicoanálisis marcan otra fecha, tan decisiva para la confirmación doctrinal que
proporcionan a este principio como por la amplitud de los hechos valorados”.
La tercera referencia, es el psicoanálisis, que Lacan se va a ocupar de
exponer a su estilo al decir: “…el psicoanálisis resuelve un dilema de la teoría
criminológica: al irrealizar el crimen, no deshumaniza al criminal”. ¿qué significa
esto de irrealizar el crimen?… el psicoanálisis irrealiza el crimen…
Si el crimen es un acto que se realiza, un acto que atraviesa la cultura, que
va más allá de ella, o que se sale de ella, se puede decir que el psicoanálisis, al
intentar poner en palabras el acto realizado, al relatarlo, lo representa, lo
simboliza. Simbolizar es ciertamente lo contrario de actuar. En la simbolización del
acto, hay un pasaje de la no-palabra a la palabra, hay un hecho representacional.
¿qué función tendría este hecho de representar-se el acto mediante palabras?
Probablemente la reflexión sobre el acto realizado, promueva una posición de
vuelta a la cultura, un pasaje de vuelta de la barrera que traspasó. Irrealizar, es
decir, la no realización es un concepto que Lacan también utiliza en el Seminario
11 de los Cuatro conceptos… allí dice que el inccionciente es del orden de lo no-
realizado3. Puede que irreal también se refiera a no-real, es decir, no en lo real,
fuera de lo real sino más bien en lo simbólico. Irrealizar en este sentido sería
sinónimo de hablar. Hablar es irrealizar el acto.
Tenemos entonces, volviendo a la frase de Lacan, el psicoanálisis, al hacer
hablar del acto realizado, no deshumaniza al criminal. Quiere decir que cuando el
criminal habla en el marco de un psicoanálisis, no pierde su condición, sino que
muy por el contrario, la alcanza. Y la alcanza por la vía propia, por la vía simbólica.
Porque el delito o el crimen puede ser tomado como una cosa, una cosa inerte, sin
vida, una cosa en-sí. El sujeto que habla sobre su acto criminal, se entera
mediante la escucha de su propio impulso perverso del deseo, de su condición de
sujeto, se entera –en el mejor de los casos, de que en ese acto existe una
responsabilidad: hay un sujeto responsable del acto, y ese sujeto es él mismo, el
responsable. Cabría decir: si es en verdad un psicoanálisis, eso no debería
deshumanizar al criminal. Porque un supuesto “Usted lo hizo, usted es
responsable” en realidad deshumaniza, más que no deshumanizar al criminal… es
el dedo indicador que le llama a estigmatizarlo, a marcarlo, a deshimanizarlo.
Si es un verdadero psicoanálisis, eso no ocurre o no debería ocurrir. Pongo
de nuego la frase para retenerla: “…el psicoanálisis resuelve un dilema de la teoría
criminológica: al irrealizar el crimen, no deshumaniza al criminal”. Y ¿cual es el
dilema de la teoría criminológica? Y que no puede entrar en la individualidad de
las causas, a la dinámica del deseo, a los desfiladeros de la sexualidad de los
cuales el crimen ha surgido. Esa es una limitación impuesta a la criminología. El
gran dilema de la teoría criminologica es en realidad un colmo: mientras más se
ocupa del hombre, del delincuente, de la víctima, del abusado, del robado, más se
pierde, más se extravía. Por eso dice el psicoanálisis resuelve un dilema de la
teoría criminológica…

3 “Lo que, en efecto, se ha mostrado en primer lugar a Freud, los descubridores, a los que
han dado los primeros pasos, a los que se muestra todavía a quien quiera que en el análisis
acomode un tiempo su mirada a lo que pertenece propiamente al orden del inconsciente, es que no
es ni ser, ni no ser es no-realizado”. Lacan, J., Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales
del psicoanálisis, Paidos.
Ahora bien, toda relación analítica esta mediada por por la transferencia, sin la
cual, no hay psicoanálisis. Lacan dice que Más aún, con el expediente de la
transferencia de entrada al mundo imaginario del criminal, que puede ser para él la
puerta abierta a lo real.

De aquí para abajo

Observemos en este punto la manifestación espontánea de ese expediente


en la conducta del criminal y la transferencia que tiende a producirse sobre la
persona de su juez; sería fácil recoger las pruebas al respecto. Citemos tan solo,
por la belleza del hecho, las confidencias del supuesto Frank al psiquiatra Gilbert,
encargado de la buena presentación de los acusados en el proceso de
Nuremberg: ese Maquiavelo irrisorio y neurótico a punto para que el orden
insensato del fascismo le confiere sus altas obras, sentía que el remordimiento
agitaba su alma ante el mero aspecto de dignidad encarnado en la figura de sus
jueces, particularmente en la del juez inglés, "tan elegante", decía.

Los resultados obtenidos por Melitta Schmiedeberg con criminales


"mayores", aun cuando su publicación tropiece con el obstáculo que encuentran
todas nuestras curas, merecerían que se los siguiera en su catamnesia.

De todos modos, los casos que tienen que ver claramente con el edipismo
deberían ser confiados al analista sin ninguna de las limitaciones que pueden
trabar su acción.
Cómo dejar de dar la prueba íntegra de ello, cuando la penología se justifica tan mal que a la conciencia popular le repugna
aplicarla hasta en los crímenes reales, como se ve en el célebre caso ocurrido en Estados Unidos de América y relatado por
Grotjahn en su artículo acerca de los Searchligts on delinquency, donde se ve al jury absolver, ante el entusiasmo del
público, a los acusados, cuando todos los cargos habían parecido abrumarlos con la demostración del asesinato, disfrazado
de accidente marítimo, de los padres de uno de ellos.

Terminemos estas consideraciones completando las consecuencias teóricas que


se desprenden de la utilización de la noción de superyó. Al superyó se lo debe
tener, diremos, por una manifestación individual vinculada a las condiciones
sociales del edipismo. Así, las tensiones criminales incluidas en la situación
familiar sólo se vuelven patógenas en las sociedades donde esta situación misma
se desintegra.

En este sentido, el superyó revela la tensión, como la enfermedad suele


esclarecer, en fisiología, una función.
Pero nuestra experiencia de los efectos del superyó, tanto como la observación
directa del niño a la luz de ella, nos revela su aparición en un estadio tan precoz,
que parece contemporáneo y a veces hasta anterior a la aparición del yo.

Melanie Klein afirma las categorías de lo Bueno y lo Malo en el estadio infans del
comportamiento y plantea el problema de la implicación retrospectiva de las
significaciones en una etapa anterior a la aparición del lenguaje. Se sabe de qué
modo su método, al actuar con desprecio de toda objeción de Ias tensiones del
edipismo, dentro de una interpretación ultraprecoz de las intenciones del niño
pequeño, ha cortado el nudo mediante la acción, no sin provocar en torno de sus
teorías discusiones apasionadas.

Sigue en pie el hecho de que la persistencia imaginaria de los buenos y los malos
objetos primordiales en comportamientos de fuga, que pueden poner al adulto en
conflicto con sus responsabilidades, va a llevar a concebir el superyó como una
instancia psicológica que adquiere en el hombre una significación genérica. Es
una noción que no tiene, pese a ello, nada de idealista: se inscribe en la realidad
de la miseria fisiológica propia de los primeros meses de la vida del hombre,
acerca de la cual ha insistido uno de nosotros, y expresa la dependencia, genérica
en efecto, del hombre con respecto al medio humano.

Que esa dependencia pueda aparecer como significante en el individuo en un


estadio increiblemente precoz de su desarrollo, no es éste un hecho ante el cual
deba el psicoanalista retroceder.

Si nuestra experiencia de los psicópatas nos ha conducido al gozne entre la


naturaleza y la cultura, hemos descubierto en ella esa instancia oscura, ciega y
tiránica que parece la antinomia -en el polo biológico del individuo- del ideal del
Deber puro, al que el pensamiento kantiano sitúa en correspondencia con el orden
incorruptible del cielo estrellado.

Siempre pronta a emerger del desgarramiento de las categorías sociales para


recrear, según la hermosa expresión de Hesnard, el universo mórbido de la falta,
esta instancia sólo es captable, sin embargo, en el estado psicopático, es decir, en
el individuo.

Por tanto, ninguna forma del superyó es inferible del individuo a una sociedad
dada. Y el único superyó colectivo que se pueda concebir exigiría una
disgregación molecular integral de la sociedad. Cierto es qué el entusiasmo en el
que hemos visto a toda una juventud sacrificarse por ideales de nada nos lleva a
entrever su realización posible en el horizonte de fenómenos sociales masivos que
deberían suponer, entonces, la escala, universal.
Del crimen en su relación con la realidad del criminal: si el psicoanálisis da
su medida...

La responsabilidad, es decir, el castigo, es una característica esencial de la idea


del hombre que prevalece en una sociedad dada.

Una civilización cuyos ideales sean cada vez mas utilitarios, comprometida como
está en el movimiento acelerado de la producción, ya no puede conocer nada de
la significación expiatoria del castigo. Si retiene su alcance ejemplar, es porque
tiende a absorberlo en su fin correccional. Por lo demás, este cambia
insensiblemente de objeto. Los ideales del humanismo se resuelven en el
utilitarismo del grupo. Y como el grupo que hace la ley no está, por razones
sociales, completamente seguro respecto de la justicia de los fundamentos de su
poder, se remite a un humanitarismo en el que se expresan, igualmente, la
sublevación de los explotados y la mala conciencia de los explotadores, a los que
la noción de castigo también se les ha hecho insoportable. La antinomia ideológica
refleja, aquí como en otras partes, el malestar social. Ahora busca su solución en
una posición científica del problema: a saber, en un análisis psiquiátrico del
criminal, a lo cual se debe remitir, habida cuenta ya de todas las medidas de
prevención contra el crimen y de protección contra su recidiva, lo que podríamos
designar como una concepción sanitaria de la penología.

Es esta una concepción que supone resueltas las relaciones entre el derecho a la
violencia y el poder de una policía universal. Lo hemos visto, soberbio, en
Nuremberg, y, aunque el efecto sanitario de este proceso sigue siendo dudoso con
respecto a la supresión de los males sociales que pretendía reprimir, el psiquiatra
no habría podido dejar de asistir por razones de "humanidad", acerca de las
cuales se puede ver que sienten más respeto por el objeto humano que por la
noción de prójimo.

A la evolución del sentido de castigo responde, en efecto, una evolución paralela


de la prueba del crimen.

Comenzando en las sociedades religiosas por la sandalia o por la prueba del


juramento, en que el culpable se designa por los resortes de la creencia u ofrece
su destino al juicio de Dios, la probación exige cada vez más el compromiso del
individuo en la confesión, a medida que se precisa su personalidad jurídica, Por
eso toda la evolución humanista del Derecho en Europa, que comienza por el
redescubrimiento del Derecho Romano en la Escuela de Bolonia v va hasta la
captación íntegra de la justícia por los legistas reales y la universalización de la
noción del Derecho de gentes, es estrictamente correlativa, tanto en el tiempo
como en el espacio, de la difusión de la tortura, inaugurada asimismo en Bolonia
como medio de prueba del crimen. Un hecho cuyo alcance no parece haber sido
medido hasta ahora.

Y es que el desprecio por la conciencia, que se manifiesta en la reaparición


general de esta práctica como procedimiento de opresión, nos oculta que fe en el
hombre supone como procedimiento de aplicación de la justicia.

Si en el momento preciso en que nuestra sociedad ha promulgado los Derechos


del Hombre, ideológicamente bañados en la abstracción de su ser natural, se ha
abandonado el uso jurídico de la tortura, no ha sido ello en razón de una
dulcificación de las costumbres, difícil de sostener dentro de la perspectiva
histórica que tenemos de la realidad social en el siglo XIX; es que el nuevo
hombre, abstraído de su consistencia social, ya no es creíble ni en uno ni en otro
sentido de este término, lo cual quiere decir que, no siendo ya pecable, no es
posible añadir fe a su existencia como criminal ni, con ello, a su confesión. De allí,
pues, que sea menester tener sus motivos, juntamente con los móviles del crimen,
motivos y móviles que deben ser comprensibles, y comprensibles para todos, lo
que implica, como lo ha formulado uno de los mejores espíritus entre aquellos que
han intentado repensar la "filosofía penal" en su crisis, y ello con una rectitud
sociológica digna de hacer revisar un injusto olvido -hemos nombrado a Tarde-, lo
que implica, dice, dos concesiones para la plena responsabilidad del sujeto: la
similitud social y la identidad personal.

De ahí, la puerta del pretorio está abierta al psicólogo, y el hecho de que éste no
aparezca sino muy rara vez en persona prueba tan solo la carencia social de su
función.

A partir de ese momento, la situación de acusado, para emplear la expresión de


Roger Greníer, solo puede ya ser descrita como la cita de verdades inconciliables,
tal cual aparece a la audiencia del menor proceso en la sala de lo criminal, adonde
se llama al experto a atestiguar. Es asombrosa la falta de común medida entre las
referencias sentimentales en que se. enfrentan ministerio público y abogado,
porque son las del jury, y las nociones objetivas que el experto proporciona, pero
que -poco dialéctico- no logra hacer captar, a falta de poder descargarlas en una
conclusión de irresponsabilidad.

Y podemos ver cómo en el espíritu del experto mismo esa discordancia se vuelve
contra su función en un patente resentimiento con desprecio de su deber, como
que se ha dado con el caso de un experto que se negaba ante el Tribunal a todo
otro exámen que no fuera el físico de un inculpado por lo demás manifiestamente
válido mentalmente, atrincherándose en el Código, de lo que no había que deducir
la conclusión del hecho del acto imputado al sujeto por la averiguación policial,
cuando una prueba pericial psiquiátrica le advertía expresamente que un simple
exámen desde este punto de vista demostraba con certeza que el acto en cuestión
era puramente aparente y que -gesto de repetición obsesiva- no podía constituir,
en el lugar cerrado, aunque vigilado, en que se había producido, un delito de
exhibición.

Sin embargo, queda en manos del experto un poder casi discrecional en la


dosificación de la pena, a poco que se sirva del añadido agregado por la ley, para
su propio uso, al artículo 84 del Código.

Pero con el mero instrumento de ese artículo, si bien no puede responder del
carácter compulsivo de la fuerza que ha arrastrarlo al acto del sujeto, al menos
puede indagar quién ha sufrido la compulsión.

Pero a una pregunta como ésa únicamente el psicoanalista puede responder, en


la medida en que únicamente éI posee una experiencia dialéctica del sujeto.

Destaquemos que uno de los primeros elementos cuya autonomía psíquica esa
experiencia le ha enseñado a captar, a saber, lo que la teoría ha profundizado de
manera progresiva como si representara a la instancia del yo, es también lo que,
en el diálogo analítico confiesa el sujeto como por sí solo, o, con mayor exactitud,
lo que tanto de sus actos como de sus intenciones tiene su confesión. Ahora bien,
Freud ha reconocido la forma de esta confesión, que es la mas característica de la
función que representa; es la Verneinung la denegación.

Se podría describir, aquí, toda una semiología de las formas culturales por las que
se comunica la subjetividad, comenzando por la restricción mental, característica
del humanismo cristiano y acerca de la cual tanto se les ha reprochado a los
admirables moralistas que eran los jesuitas el haber codificado su uso,
continuando por el Ketman, especie de ejercicio de protección contra la verdad y
señalado por Gobineau como general en sus tan penetrantes relatos sobre la vida
social del Medio Oriente, y pasando al Yang, ceremonial de las negativas
presentado por la cortesía china como escalera al reconocimiento del prójimo,
para reconocer la forma más característica de expresión del sujeto en la sociedad
occidental, en la protesta de inocencia, y plantear que la sinceridad es el primer
obstáculo hallado por la dialéctica en la búsqueda de las verdaderas intenciones
puesto que el uso primario del habla parece tener por fin, disfrazarlas.

Pero eso sólo es el afloramiento de una estructura que se encuentra a través de


todas las etapas de la génesis del yo, y muestra que la dialéctica proporciona la
ley inconsciente de las formaciones, aún las más arcaicas, del aparato de
adaptación, confirmando así la gnoseología de Hegel, que formula la ley
generadora de la realidad en el proceso de tesis, antítesis y síntesis. Y por cierto
que resulta gracioso ver cómo algunos marxistas se afanan en descubrir en el
progreso de las naciones esencialmente idealistas que constituyen las
matemáticas las huellas imperceptibles de ese proceso y en desconocer su forma
allí en donde con mayor verosimilitud debe aparecer, esto es, en la única
psicología que manifiestamente va a lo concreto a poco que su teoría se confiese
guiada por tal forma.
Tanto más significativo es reconocerla en la sucesión de las crisis -destete,
intrusión, Edipo, pubertad, adolescencia- que rehacen cada una una nueva
síntesis de los aparatos del yo en una forma siempre mas alienante para las
pulsiones que en ello se frustran, y siempre menos ideal para las que allí
encuentran su normalización Es una forma producida por el fenómeno psíquico,
acaso el mas fundamental que haya descubierto el psicoanálisis; la identificación,
cuyo poder formativo se revela hasta en biología Y cada uno de los períodos
llamados de latencia pulsional (cuya serie correspondiente se completa con la
descubierta por Franz Wittels para el ego adolescente) se caracteriza por la
dominación de una estructura típica de Ios objetos del deseo.

Uno de nosotros ha descrito en la identificación del sujeto infans con la imagen


especular el modelo que considera más significativo, al mismo tiempo que el
momento mas original, de la relación fundamentalmente alienante en la que eI ser
del hombre se constituye dialécticamente.

El ha demostrado también que cada una de esas identificaciones desarrolla una


agresividad que la frustración pulsional no alcanza a explicar, como no sea en la
comprensión del common sense, caro a Alexander, pero que expresa la
discordancia, que se produce en la realización alienante; fenómeno cuya noción
se puede ejemplificar por la forma gesticulante que al respecto proporciona la
experiencia sobre el animal en la creciente ambigüedad (como la de una elipse en
un círculo) de señales opuestamente condicionadas.

Esa tensión pone de manifiesto la negatividad dialéctica inscrita en las formas


mismas en que se comprometen en el hombre las fuerzas de la vida, y se puede
decir que el genio de Freud ha dado su medida al reconocerla como "pulsión del
yo" con el nombre de instinto de muerte

En efecto, toda forma del yo encarna esa negatividad, y se puede decir que, si
Cloto, Laquesis y Atropos se reparten el cuidado de nuestro destino, de consuno
retuercen el hilo de nuestra identidad.

De ese modo, como la tensión agresiva integra la pulsión frustrada cada vez que
la falta de adecuación del "otro" hace abortar la identificación resolutiva, también
determina, con ello, un tipo de objeto que se vuelve criminógeno en la suspensión
de la dialéctica del yo.

Uno de nosotros ha intentado mostrar el papel funcional y la correlación en el


delirio de la estructura de ese objeto en dos formas extremas de homicidio
paranoico: el caso "Aimée" y el de las hermanas Papin. Este último probaba que
únicamente el analista puede demostrar, en contra del común sentimiento, la
alienación de la realidad del criminal en un caso en que el crimen da la ilusión de
responder a su contexto social,

También Anna Freud, Kate Friedlander y Bowlby determinan, en su condición de


analistas, esas estructuras del objeto en los casos de robo entre los delincuentes
jóvenes, según sea que se manifieste en ellos el simbolismo de don del
excremento o la reivindicación edípica, la frustración de la presencia nutricia o la
de la masturbación fálica, y la noción de que estructura tal responde a un tipo de
realidad que determina los actos del sujeto, guía esta parte que llaman educativa
de su conducta con respecto a ellos.

Educación que es más bien una dialéctica viva, según la cual el educador remite,
con su no actuar, las agresiones propias del yo a ligarse por el sujeto, alienándose
en sus relaciones con el otro, a fin de que pueda entonces desligarlas mediante
las maniobras del análisis clásico.

Y, desde luego, la ingeniosidad y la paciencia que uno admira en las iniciativas de


un pionero como Aichhorn no hacen olvidar que su forma debe ser siempre
renovada para superar las resistencias que el "grupo agresivo" no puede dejar de
desplegar en contra de toda técnica reconocida.

Una concepción como esa de la acción de "enderezamiento" se opone a todo


aquello que puede ser inspirado por una psicología que se dice genética, que en el
niño no hace más que medir sus aptitudes decrecientes para responder a las
preguntas que se le formulan en el registro puramente abstracto de las categorías
mentales del adulto, y que basta para trastornar la simple captación de este hecho
primordial de que el niño, desde sus primeras manifestaciones de lenguaje, se
vale de la sintaxis y las partículas de acuerdo con los matices que los postulados
de la génesis mental solo deberían permitirle alcanzar en la cúspide de una
carrera de metafísico.

Y ya que esa psicología pretende alcanzar, bajo estos aspectos cretinizados, la


realidad del niño, digamos que el muy bien advertible pedante deberá regresar de
su error, cuando las palabras de "¡Viva la muerte!", proferidas por labios que no
saben lo que dicen, le hagan comprender que la dialéctica circula ardiente en la
carne con la sangre.

Esa concepción especifica además la especie de dictamen pericial que el analista


puede proporcionar de la realidad del crimen al basarse en el estudio de lo que
podemos llamar técnicas negativistas del yo, ya las sufra el ocasional criminal o
estén dirigidas por el criminal habitual, es decir, la inanización básica de las
perspectivas espaciales y temporales necesitadas por la previsión intimidante a
que se fía, ingenuamente, la teoría denominada "hedonista" de la penología, la
progresiva subducción de los intereses en el campo de la tentación objetal, el
estrechamiento del campo de la conciencia a la medida de una captación
sonambúlica de lo inmediato en la ejecución del acto, y su coordinación estructural
con fantasmas que dejan ausente a su autor, anulación ideal o creaciones
imaginarias, a lo cual vienen a insertarse, con arreglo a una inconsciente
espontaneidad, las denegaciones, las coartadas y las simulaciones en las que se
sostiene la realidad alienada que caracteriza al sujeto.
Queremos decir aquí que toda esa cadena no tiene, de ordinario, la organización
arbitraria de una conducta deliberada, y que las anomalías de estructura que el
analista puede descubrir en ella han de ser para él otros tantos hitos en el camino
de la verdad. De ese modo interpretará con mayor hondura el sentida de las
huellas a menudo paradójicas con que se delata el autor del crimen y que
significan, antes que los errores de una ejecución imperfecta, los fracasos de una
"psicopatología cotidiana" demasiado real.

Las identificaciones anales, que el análisis ha descubierto en los orígenes del yo,
otorgan su sentido a lo que la medicina legal designa en la jerga policiaca con el
nombre de "tarjeta de visita". La "firma", a menudo flagrante, dejada por el criminal
puede indicar en qué momento de la identificación del yo se ha producido la
represión merced a la cual se puede decir que el sujeto no puede responder de su
crimen y también gracias a la cual permanece aferrado a su denegación.

Con respecto al fenómeno del espejo, un caso recién publicado por la señorita
Boutonier nos muestra el resorte de un despertar del criminal a la conciencia de lo
que lo condena.

¿Recurrimos, para superar tales represiones [répressions] a uno de esos


procedimientos de narcosis tan singularmente prometidos a la actualidad por las
alarmas que provocan entre los virtuosos defensores de la inviolabilidad de la
conciencia?

Nadie, y menos que nadie el psicoanalista, se extraviará por ese camino, ante
todo porque, contra la confusa mitología en cuyo nombre los ignorantes aguardan
el "levantamiento de las censuras", el psicoanalista conoce el sentido preciso de
las represiones [répressions] que definen los límites de la síntesis del yo.

Sabe, de ahí, que, respecto del inconsciente reprimido cuando el análisis lo


restaura en la conciencia, no es tanto el contenido de su revelación cuanto el
resorte de su reconquista lo que constituye la eficacia del tratamiento; con mucho
mayor razón, tratándose de las determinaciones inconscientes que soportan la
afirmación misma del yo, sabe que la realidad, ya se trate de la motivación del
sujeto o, a veces, de su acción misma, solo puede aparecer por el progresó de un
diálogo, al que el crepúsculo narcótico no podría dejar de volver inconsistente. Ni
aquí ni en parte alguna es la verdad un dato al que se pueda captar en su inercia,
sino una dialéctica en marcha

No busquemos, pues, la realidad del crimen más que lo que buscamos la del
criminal por medio de la narcósis. Los vaticinios que provoca, desconcertantes
para el investigador, son peligrosos para el sujeto, quien, a poco que participe de
una estructura psicótica, puede hallar en ellos el "momento fecundo" de un delirio.

Como la tortura, la narcosis tiene sus límites: no puede hacerlo confesar al sujeto
lo que éste no sabe.
Así, en las Questions médico-légales, acerca de las cuales el libro de Zacchias
nos trae el testimonio de haber sido planteadas ya en el siglo XVII en torno de la
noción de unidad de la personalidad y de las posibles rupturas que a ésta puede
causar la enfermedad el psicoanálisis aporta el aparato de exámen que todavía
abarca un campo de vinculación entre la naturaleza y la cultura: en este caso, el
de la síntesis personal en su doble relación de identificación formal, que se abre
sobre las hiancias de las disociaciones neurológicas (desde los raptos epilépticos
hasta las amnesias orgánicas), por una parte, y, por la otra, de asimilación
alienante, que se abre sobre las tensiones de las relaciones de grupo.

Aquí, el psicoanalista puede indicarle al sociólogo las funciones criminógenas


propias de una sociedad que, exigente de una integración vertical,
extremadamente compleja y elevada de la colaboración social, necesaria para su
producción, les propone a los sujetos por ella empleados ideales individuales que
tienden a reducirse a un plan de asimilación cada vez mas horizontal.

Esta fórmula designa un proceso cuyo aspecto dialéctico se puede expresar de


manera sucinta dando a observar que, en una civilización en la que el ideal
individualista ha sido elevado a un grado de afirmación hasta entonces
desconocido, los individuos resultan tender hacia ese estado en el que pensarán,
sentirán, harán y amarán exactamente las cosas a las mismas horas en porciones
del espacio estrictamente equivalentes.

Ahora bien, la noción fundamental de la agresividad correlativa a toda


identificación alienante permite advertir que en los fenómenos de asimilación
social debe haber, a partir de cierta escala cuantitativa, un límite en el que las
tensiones agresivas uniformadas se deben precipitar en puntos donde la masa se
rompe y polariza.

Se sabe, por lo demás, que esos fenómenos ya han atraído, desde el punto de
vista único del rendimiento, la atención de los explotadores del trabajo que no se
contentan con palabras, y justificado en la Hawthorne Westenrn Electric los gastos
de un estudio continuado por años de las relaciones de grupo en sus efectos
sobre las disposiciones psíquicas más deseables entre los empleados.

Por ejemplo, una completa separación entre el grupo vital constituido por el sujeto
y los suyos y el grupo funcional, donde se deben hallar los medios de subsistencia
del primero, permite una suficiente ilustración al aseverar que torna verosímil a
monsieur Vereloux -una anarquía tanto mayor de las imágenes del deseo cuanto
que éstas parecen gravitar cada vez más en torno de satisfacciones escoptofílicas,
homogeneizadas en la masa social; una creciente implicación de las pasiones
fundamentales del poder, la posesión y el prestigio en los ideales sociales: otros
tantos objetos de estudio para los cuales la teoría analítica pueda ofrecerle al
estadístico coordenadas correctas a fin de introducir allí sus medidas.

Así aun el político y el filósofo encontraran su bien, connotando en una sociedad


democrática como ésa, cuyas costumbres extienden su dominación en el mundo,
la aparición de una criminalidad que prolifera en el cuerpo social hasta el extremo
de adquirir formas legalizadas y la inserción del tipo psicológico del criminal entre
el del recordman, el del filántropo o el de la vedette, a veces hasta su reducción al
tipo general de la servidumbre del trabajo. y la significación social del crimen
reducida a su uso publicitario.

Estructuras tales, en las que una asimilación social del individuo llevada al
extremo muestra su correlación con una tensión agresiva, cuya relativa impunidad
en el Estado le resulta muy sensible a todo sujeto de una cultura diferente (como
lo era, por ejemplo, el joven Sun Yat-sen), aparecen trastocadas cuando, con
arreglo a un proceso formal ya descrito por Platón la tiranía sucede a la
democracia y opera sobre los individuos, reducidos a su número ordinal, el acto
cardinal de la adición, pronto seguida por las otras tres operaciones
fundamentales de la aritmética.

Así es como en la sociedad totalitaria, si la "culpabilidad objetiva" de los dirigentes


los hace tratar como a criminales y responsables, la borradura relativa de estas
nociones, indicada por la concepción sanitaria de la penología, produce sus frutos
para todas las demás. El campo de concentración se abre, para la aIimentación
del cual las calificaciones intencionales de la

rebelión son menos decisivas que cierta relación cuantitativa entre la masa social
y la masa proscrita.

Sin duda que se lo podrá calcular en los términos de la mecánica desarrollada por
la psicología llamada de grupo y permitir determinar la constante irracional que
debe responder a la agresividad característica de la alienación fundamental del
individuo.

Así, en la injusticia misma de la ciudad -siempre incomprensible para el


"intelectual" sumiso a la "ley del corazón"- se revela el progreso en el que el
hombre se crea a su propia imagen.

De la inexistencia de los "instintos criminales". El psicoanálisis se detiene


en...

Si el psicoanálisis proporciona las luces -que hemos mencionado- a la objetivación


psicológica del crimen y del criminal, ¿no tiene también algo que decir acerca de
sus factores innatos?

Observemos ante todo la crítica a la que hay que someter la idea confusa en que
confía mucha gente honesta, la que ve en el crimen una erupción de los "instintos"
que echa abajo la barrera de las fuerzas morales de intimidación. Imagen difícil de
extirpar, por la satisfacción que procura hasta a mentes graves, mostrándoles al
criminal a buen recaudo y al gendarme tutelar, que ofrece, por ser característico
de nuestra sociedad, una tranquilizante omnipresencia.
Porque si el instinto significa, en efecto, la irrebatible animalidad del hombre, no se
ve por que ha de ser menos dócil si se halla encarnado en un ser de razón. La
forma del adagio que reza: Homo homini lupus es engañosa respecto de su
sentido y Baltasar Gracián forja, en un capítulo de El criticón, una fábula en la que
muestra qué quiere decir la tradición moralista, al expresar que la ferocidad del
hombre para con su semejante supera todo cuanto pueden los animales y que,
ante la amenaza que representa para la naturaleza entera, hasta los carniceros
retroceden horrorizados.

Pero esa misma crueldad implica la humanidad. A un semejante apunta, aunque


sea en un ser de otra especie. Ninguna experiencia como la del análisis ha
sondeado en la vivencia esta equivalencia de que nos advierte el patético
llamamiento del Amor: a tí mismo golpeas. Y la helada deducción del Espíritu: en
la lucha a muerte por puro prestigio se hace el hombre reconocer por el hombre.

Si en otro sentido se designa por instintos a conductas atávicas cuya violencia


hubo de hacer necesaria la ley de la selva primitiva y si las que algún doblamiento
fisiopatológico liberaría, a la manera de los impulsos mórbidos, del nivel inferior en
que parecen contenidas, bien podemos preguntarnos por qué, desde que el
hombre es hombre, no se revelan también impulsos de excavar, de plantar, de
cocinar y hasta de enterrar a los muertos

Desde luego, el psicoanálisis contiene una teoría de los instintos, elaboradísima; a


decir verdad, la primera teoría verificable que en el caso del hombre se haya dado.
Pero nos los muestra empeñado en un metamorfismo en el que la fórmula de su
órgano, de su dirección y de su objeto es un cuchillo de Jeannot(3) de piezas
indefinidamente intercambiables. Los Triebe, o pulsiones, que se aíslan en ella
constituyen tan solo un sistema de equivalencias energéticas al que referimos los
intercambios psíquicos, no en la medida en que se subordinan a alguna conducta
ya del todo montada, natural o adquirida, sino en la medida en que simbolizan, y a
veces hasta integran dialécticamente, las funciones de los órganos en que
aparecen los intercambios naturales, esto a, los orificios: bucal, anal y genitor
urinario.

De ahí que esas pulsiones sólo se nos presenten en relaciones muy complejas, en
las que su propio torcimiento no puede llevar a prejuzgar acerca de su intensidad
de origen. Hablar de un exceso de libido es una fórmula vacía de sentido.

Si hay, en rigor, una noción que se desprenda de un gran número de individuos


capaces, tanto por sus antecedentes como por la impresión "constitucional" que se
obtiene de su contacto y su aspecto, de dar la idea de "tendencias criminales", es
más bien la noción de una falta que la de un exceso vital. Su hipogenitalidad es a
menudo patente, y su clima irradia frialdad libidinal.

Si muchos individuos buscan y encuentran, en sus delitos, exhibiciones, robos,


estafas, difamaciones anónimas y hasta en los crímenes de la pasión asesina, una
estimulación sexual, ésta, sea lo que fuere en punto a los mecanismos que la
acusan, angustia, sadismo o asociación situacional, no podría ser considerada
como un efecto de desbordamiento de los instintos.

Seguramente es visible la correlación de gran número de perversiones en los


sujetos que llegan al exámen criminológico, pero solo se la puede evaluar
psicoanalíticamente en función de la fijación objetal, del estancamiento del
desarrollo, de la implicación en la estructura del yo de las representaciones
neuróticas que constituyen el caso individual.

Más concreta es la noción con que nuestra experiencia completa la tópica psíquica
del individuo, es decir, la del Ello, pero también, ¡cuánto más difícil de captar que
las otras!

Hacer la suma de sus disposiciones innatas es una definición meramente


abstracta y sin valor de uso.

Un término de constante situacional, fundamental dentro de lo que la teoría


designa como automatismos de repetición, parece relacionarse con ellas,
habiéndose efectuado la deducción de los efectos de lo reprimido y de las
identificaciones del yo, y puede interesar los hechos de recidiva.

Sin duda, el ello también implica esas elecciones fatales, manifiestas en el


matrimonio, la profesión o la amistad, y que a menudo aparecen en el crimen
como una revelación de las figuras del destino.

Por otra parte, las "tendencias" del sujeto no dejan de mostrar deslizamientos
vinculados al nivel de su satisfacción. Querríamos plantear el problema de los
efectos que puede tener al respecto un cierto índice de satisfación criminal.

Pero acaso estamos en los límites de nuestra acción dialéctica, y la verdad que se
nos ha dado, de reconocerlo con el sujeto, no podría ser reducida a la objetivación
científica.

En la confesión que recibimos del neurótico o el perverso, del inefable goce que
encuentran perdiéndose en la imagen fascinante, podemos medir el poder de un
hedonismo que habrá de introducirnos en las ambiguas relaciones entre la
realidad y el placer. Y si al referirnos a estos dos grandes principios describimos el
sentido de un desarrollo normativo, ¿como no sentirse embargado de la
importancia de las funciones fantasmática, en los motivos de ese progreso, y de
cuán cautiva sigue la vida humana de la ilusión narcisista, acerca de la cual
sabemos que teje sus mas "reales" coordenadas? Y por otra parte, ¿acaso no se
lo ha pesado ya todo, junto a la cuna, en las balanzas inconmensurables de la
Discordia y el Amor?

Más allá de tales antinomias, que nos conducen al umbral de la sabiduría, no hay
crimen absoluto, y además existen pese a la acción policíaca extendida por
nuestra civilización al mundo entero, asociaciones religiosas, vinculadas por una
práctica del crimen, en las que sus adeptos saben recuperar las presencias
sobrehumanas que en el equilibrio del Universo velan por la destrucción.

En cuanto a nosotros, dentro de los límites que nos hemos esforzado en definir
como aquellos en los que nuestros ideales. sociales reducen la comprensión del
crimen y condicionan su objetivación criminológica, si podemos aportar una verdad
de un más justo rigor, no olvidamos que lo debemos a la función privilegiada, cual
es la del recurso del sujeto al sujeto, que inscribe nuestros deberes en el orden de
la fraternidad eterna: su regla es también la regla de toda acción que nos esté
permitida.

Nota del traductor


1 El hombre inhibido,as
2 En francés la expresión fait divers se usa para significar el conjunto de
acontecimientos curiosos e insólitos que alimentan la crónica de sucesos. as
3 Véase nota 18 de la p. 486.

Breve resumen de las referencias bibliográficas de Lacan

La referencia a S. Freud
En realidad, la referencia más clara y concreta de este texto al Freud es lo vertido
en relación a El malestar en la cultura, de 1931.
La referencia a Malinoski, El crimen y la costumbre en las sociedades salvajes.
La referencia a San Pablo o Pablo de Tarso: con la ley nace el pecado
La referencia a Levi-Strauss …referencia implícita al estructuralismo (los zuni, a
los hopi…)
La referencia a Sócrates en el diálogo sobre la justicia, la posición de Amo-
esclavo
La referencia a Hegel …referencia implícita a la Fenomenología del espíritu
La referencia a Niezche, “Dios ha muerto todo esta permitido”
La referencia a Dostoievski, Los hermanos Karamazov
La referencia a Alexander y Staub: “Tentativa de homicidio neurótico”
La referencia a Marie Bonaparte: “compulsión a una fuerza a la que el sujeto no
puede resistirse”
La referencia a Aichhorn y la noción de delincuencia latente
La referencia a Kate Friedlander y la noción de carácter neurótico [hay un libro de
esta autora alemana que se llama “Psicoanálisis de la delincuencia Juvenil” que
está citado en el libro de Hilda Marchiori Introducción a la criminología”]
La referencia a Eduard Glover que se sorprende del carácter criminógeno del
neurótico
La referencia a Daniel Lagache y la conducta imaginaria (…el paso al acto
delictivo)
La referencia a Jeremy Bentham y el pensamiento utilitarista
La referencia a Aliména, La premeditazione (la premeditación…)
La referencia a Cesar Lombroso … el delincuente tanto… colma la euforia de la
clase dominante.
La referencia a Healy. “The individual offender

Resumen de referencias bibliográficas mías agregadas al texto de Lacan


Al caso Juanito de Lacan
A los tres ensayos de una teoría sexual de Freud
A Michell Foucault… Vigilar y castigar
A la presentación autobiográfica de Freud

APORTES PARA UN ANÁLISIS SOCIAL DEL DELITO Y DEL DELINCUENTE A


PARTIR DE LA CRÍTICA DEL PENSAMIENTO COMPLEJO

Me interesa comentar hoy, en primer lugar, algunas cuestiones referidas al


delito y al delincuente desde una óptica singular, a la que quizás no estoy del todo
acostumbrado, a la que en cierta medida soy y no soy ajeno, y que comúnmente
se denomina el campo de lo social. Es decir, una perspectiva del delito y del
delincuente, no limitada a la psicología o a la clínica, o solamente a la psicología
clínica, sino desde un enfoque un poquito más amplio, que quizás incluye a la
psicología como discurso y que funciona como si fuera de modo previo a la
intervención psicológica propiamente dicha, si puedo expresarme así. Eso como
primera medida. Pero no esgrimo unos discursos sobre la delincuencia porque si o
desde una cuestión samaritana, menos aún cuando no es mi campo. Lo hago
porque ello me permitirá -espero, porque esto es lo que me interesa abordar en
realidad- poder referirme a lo que desde ya hace varios años se ha denominado
como pensamiento complejo. Y entonces lo que en realidad pretendo criticar este
pensamiento complejo, pretendiendo a su vez comprenderlo, estudiarlo, para
evaluar algunas de sus posiciones, sus posibles alcances, etc. Como ven, un
proyecto que no es para nada samaritano. Tampoco destructivo, sería muy tonto
hacerlo desde ese lugar. En realidad, no es otra cosa que intentar relacionar, por
un lado, postulados epistemológicos provenientes de prácticas sobre, en este
caso, el delito y la delincuencia, que venimos sosteniendo, desde las que venimos
quizás trabajando, y por el otro, posiciones epistemológicas específicas
supuestamente nuevas advenidas a la universidad como discursos superadores o
de mayor validez científica. En suma, un trabajo sobre epistemología, que, no nos
viene mal. La pregunta sería entonces ¿son superadoras las “nuevas
epistemologías” del pensamiento complejo, respecto de los postulados
epistemológicos que venimos sosteniendo a partir de nuestras prácticas en las
instituciones? ¿Niegan las segundas a las primeras? ¿Hay relación posible? Etc.
En tal sentido, entendamos que la cuestión del delito en el campo de lo social es
en realidad un ejemplo, como si fuera nuestro conejillo de indias, que nos permitirá
avanzar en la evaluación, análisis y estudio de algunos de los postulados del
pensamiento complejo. Espero sinceramente poder tener claridad en esto. Quizás
tendría que abordarse con mayor seriedad o desde una secretaría de postgrado
en la Facultad, presentarlo a modo de una comunicación científica, en fin. Pero es
que este es un libro sobre ideas y preguntas, no creo que esté mal tratado si se lo
trabaja de este modo, justamente, como ideas y preguntas que quizás abran la
posibilidad en un mañana de ser tratados bajo modos más académicos de
investigación.

Vamos entonces sobre nuestra primera cuestión: el delito y el delincuente en el


campo de lo social.
Yo creo que pronunciarse sobre el delito y el delincuente es necesariamente
pronunciarse sobre una cuestión de orden social, que significa pronunciarse desde
determinada idea del entramado social y es pronunciarse, a fin de cuentas, desde
un trasfondo sociológico específico, sea que se lo diga o no se lo diga, sea que se
haga de modo explícito o implícito. Depende, en última instancia, de donde se
ponga el foco y donde se deposite la atención de modo prioritario, tanto para el
que escucha, recibe o recepta información como para el que la produce, que
emite, que habla o que crea un discurso. Lo social, en este sentido, es como una
cuestión innegable también: el hombre no vive solo. Creo, por otra parte, que
muchas veces se soslaya o desdeña la importancia y la influencia de lo social, en
este caso, como realidad, como condicionante de una serie de situaciones.
Desconozco los motivos, a veces suele pasar por no sé qué afán disciplinar, …y
entonces por intentar poner en valor la psicología se cae en una especie de
psicologismo, lo digo sobre todo para aquellos que sobrevaloran, a lo mejor, la
visión clínica por sobre algún otro tipo de análisis posible, cosa que, por otra parte,
estimo bastante riesgosa. Quizás por otros motivos también, pero ese es uno y
bastante frecuente. El tema aquí no es una supuesta compatibilidad de saberes
sino, todo lo contrario, la posibilidad de compartir saberes, en marcos
institucionales, de poder, etc., cosa que es distinto.
Pero, ¿qué me refiero específicamente con lo social? Bueno, no me refiero a la
situación social, a realidad nacional o estatal, a la cuestión de la pobreza, etc. En
realidad, me refiero a una cuestión bastante amplia, que busca nombrar más bien
una sumatoria de distintas disciplinas que bien se enmarcarían dentro de lo que se
denomina humanidades, ciencias conjeturales, ciencias de lo humano, ciencias
blandas, etc. Tendría que nombrar aquí, la sociología, en primer lugar, pero
también la psicología social, la etnología, la antropología y otras que se
desprenden de estas, por caso, la antropología filosófica, la psicología de los
pueblos, etc. Pero es que prontamente se advierten una infinita cantidad de
obstáculos para ganar en claridad sobre lo que se quiere decir, por esa especie de
crisol de ciencias en la que es muy fácil quedar atrapado. La investigación
científica en estos temas, por suerte o no, ha tomado unos rumbos que son
bastante interesantes, sobre todo si se tienen en cuenta más los métodos
pertenecientes a otras ramas de la ciencia, me refiero a la estadística, la
investigación comparada, etc. Sin embargo, y más allá de que es escasísimo el
volumen de investigaciones sobre política criminal en la Argentina, hecho que
podemos dejar de lado por que es un nivel que no nos corresponde, en lo que si
nos atañe, digamos que tampoco no hemos puesto mucho empeño en los últimos
años en realizar investigación científica de campo o desde el campo de las
prácticas que se realizan
Para introducirme digo que quizás no sea preciso marcar una vez más la
construcción que lo social propicia sobre el sujeto y la construcción que sujeto
propicia sobre lo social. Lo que sí debemos notar es que esta noción básica ha
tomado una envergadura inadvertida. Es por ello que abrimos la reflexión con
algunas ideas y conceptos que en el hoy ayudan a la mejor comprensión de la
complejidad de los fenómenos sociales.
Muchos de estos conceptos han tenido una historia algo curiosa. Desde
algunos autores que se asocian a la idea de una supuesta postmodernidad, han
postulado diversos conceptos para explicar los fenómenos de la realidad. Algunos
de estos conceptos, siguiendo a estos autores, previenen de desprendimientos
vinculados a las ciencias que hasta el momento habían dado en llamarse duras.
Por caso, tenemos que el desarrollo de la física después de Einstein, produjo
determinados conceptos, como así también la teoría del azar de Heisemberg, la
lógica booleana y cosas por el estilo. Estas ramas disciplinarias han dado lugar a
que los estudiosos postmodernos de la sociedad reflexionen sobre los problemas
que a ella le aqueja y sobre todo los modos de dar respuestas. La parte curiosa es
que no es justamente la rigurosidad de los métodos y las formas utilizadas por
estas ciencias lo que la sociología y sus ciencias auxiliares han tomado. La tesis
de la copia del modelo nomotécnico propiciada por los filósofos de las ciencias del
siglo pasado sí se puede decir que había hecho ese trabajo. Ese movimiento se
basó en una piedra que hoy se descubre que había de ser falsa, puesto que las
ciencias exactas nunca lo fueron, y se tomó como verdaderos ciertos preceptos
más por una intención de seriedad que otra cosa. Aunque debe registrarse que
para la época eran verdaderos. Lo exacto ha encontrado una falta de respuestas
considerable para lo que llamamos ciencia. Ello ha dado lugar a lo que debería
llamarse un nuevo comienzo, un nuevo empezar de cero en las nociones
fundamentales. Lo cual es muy distinto a decir que se ha llegado a un final.
Reconózcase que cierta parte de la ciencia formal se ha mantenido bien parada
frente al temporal que devastó muchas de sus teorías más convincentes. En el
caso de la sociología, muchos de sus ethos permanecan indemnes frente a la
devacle teórica, pero volvamos a decirlo: lo que se cayó, se cayó, y lo que se
mantuvo en pie sufrió dimensiones antes no consideradas. Este es un tosco pero
cierto panorama de la ciencia actual

Dos consideraciones previas antes de entrar en análisis. Primero, reconocer


que en la teorizaciones de los sociólogos y principalmente de los psicólogos
sociales, se había manifestado, hace ya bastantes años, que una de las
categorías básicas de la vida cotidiana era la heterogeneidad. La heterogeneidad
quiere decir que los fenómenos sociales e individuales se disponen en una
compleja trama relacional intersubjetiva. El extremo opuesto de esta manifestación
es la homogeinización, que sería, con pocas palabras, el achicamiento al nivel
más acotado de esta misma diversidad relacional. Este extremo homogeneizante
tendría dos polos; dos extremos que pueden ser nocivos o supremos, según de
donde se lo vea. El primero de ellos estaría enmarcado dentro de los cánones de
lo alienante y se daría, por ejemplo, cuando un sujeto pierde del trabajo: toda su
vida queda enfrascada en esa idea y el sujeto se siente profundamente
apesadumbrado y enfermo. El segundo polo, estaría dado por un sentimiento de
autorrealización individual: la dedicación exclusiva a una tarea o sentimiento que
al sujeto le produce un intenso placer. El polo bueno y el polo malo de la
homogeinización, por decirlo kleinianamente. Soy inepto para decir que el error de
esta teoría habría sido no situar en la heterogeneidad como posibilidad extrema
también, y por ende, como posibilidad sociopatogénica. A mi criterio, tal
consideración, ha dado lugar a lo que hoy estamos descubriendo. La segunda
considaración previa versa sobre lo siguiente. Habría cierta parte del análisis de la
estructura fundamental y del pensamiento cotidiano que se presentaría
relativamente inmóvil para que la estructura siga existiendo. A este respecto se
vincularon ejemplos tales como la religión, el amor, del cual el Prof. Isaac está
hablando en el otro pabellón, y otros. Los elementos dentro de la estructura son
los que manifiestan la movilidad y por tanto, para algunos autores, mantienen la
heterogeneidad de la vida cotidiana. Le sumamos, por así decir, al concepto de
heterogeneidad, y a esta dialéctica, la problemática del pensamiento complejo,
que intenta delatar su magnitud.
Al parecer, y no hace mucho tiempo, se ha visto aparecer entre los escaparates
de las librerías, incluso las de esta ciudad, algo que se ha dado en llamar
pensamiento complejo y que de algún modo, se pronuncia sobre lo que vemos
que es la intromisión de toda una perspectiva sociológica sobre los fenómenos
individuales o personales, como llamarles, de las personas. Nada más errado que
echar mano a lo nuevo, a los nuevos métodos de análisis cuando no se han visto
suficientemente los ya existentes. Sin embargo, cabe destacarlo como algo
presente, pues incluso peor es negar lo nuevo y anclarse en una mirada
conservadora o conformista o como sea que se le pueda llamar. De modo que
nada nos priva de hechar una mirada a lo que a grandes rasgos propone este
denominado pensamiento complejo. El tema es que no podemos aseverar nada
de las condiciones objetivas de las que tanto se ha hablado.
Para empezar que se parte de la idea de un supuesto sistema, hecho que, en
fin, sería respetable, si no se confundiese en la mayoría de los autores con lo que
nosotros denominamos la estructura. De este modo, estos autores se refieren a la
estructura social, por ejemplo, sin saber lo que dicen.
En sí, lo que se llama pensamiento complejo contiene algunas regularidades
que podemos notar de manera sucinta. Las presento sin más para luego poder
criticarlas, a algunas de ellas.
En primer lugar, estos autores refieren que el concepto de “complejidad”
representa algo que no se constituye sino en torno a una relación de tensión con
el concepto de orden y con el concepto de organización. De este modo, salen
airosos de cualquier análisis lógico apriorístico. Lo plantean como la antítesis de la
claridad, y hasta como un un concepto “obstinado”. Sería obstinado no reconocer
que el orden, como concepto, no se establece sin alguna regularidad. Las
investigaciones de Levi-Strauss muestra que el orden existe gracias a que hay la
posibilidad de una ley, la que, en realidad, es de otro orden, es decir, del orden de
la cultura. Y que es esta ley la que establece tanto el orden como el desorden. La
cohesión de la sociedad no está dada por la posibilidad de que “alguien”, una
persona, por caso, pueda devolverle el orden, por el contrario, esta cohesión se
hace a base de, Maquiavello de por medio, que esta persona pueda establecer
cierto desorden. Si es que a eso le podemos llamar complejidad social, o como
sea que fuere, yo estaría de acuerdo. Pero una visión como esta no aporta nada
nuevo, de manera que seguimos en la misma. Si la obstinación del concepto de lo
complejo es entendida como arbitrariedad, pues no estamos en el terreno del
sistema, sino en el de la estructura. Esto es algo que otros autores, más pillos,
pero igualmente inútiles, han llamado post-estructuralismo. Esto sería: no hay la
posibilidad del orden, o en todo caso, se trata de una ficción. Me parece más
sincero, y de hecho más ahorrativo, en tanto no han tenido que gastar tanta tinta…
En segundo lugar los autores hablan de que los fenómenos sociales son
manifestaciones que deben analizarse desde una “multidimensiónalidad”. Lo cual
es interesante, pero epistemológicamente riesgoso. Solo los sabios y los altruistas
podrían hacer uso de este elemento. Se aclara hasta el hartazgo que ello no es
por la referencia a no se qué supuesta “completud” del conocimiento o de la
información que se tiene sobre este fenómeno. Se empecinan en hablar de que
cuando se habla del pensamiento complejo no se habla de una teoría cerrada, y
entonces alegan todas las visiones disciplinares posibles desde las que se puede
abordar un mismo fenómeno: biológico, social, psicológico cultural, físico,
ambiental, relacional, etc
Hasta aquí tenemos: obstinación y multidimensión. El tecercer punto es la
contradicción. La noción de complejidad, nos dicen, se encuentra de lleno en el
plano de la contradicción, el terreno de lo absurdo, de lo no-lógico y de lo no-lineal.
Cuarto: Rechazo de la noción de Homo-económicus.
Quinto. No hay nada reducible a un simple principio. El pensamiento complejo
se apoya en lo que puede llamarse un paradigma e incluye varios planos en los
cuales se apoya: empírico, teórico, lógico de la realidad y del pensamiento. Este
paradigma nunca es un sistema simplificado. (Foucault, ‘episteme’) e incluye todas
las dicotomías que hemos estudiado (subjetivismo/objetivismo) es un paradigma
donde el pensamiento no puede estar controlado por lógica alguna más por la
lógica de la complejidad.
Sexto. El paradigma incluye un tetragrama de abordaje del fenómeno
(phenomenon): orden-desorden-interacción-organización. Ellos son los elementos
que el paradigma utiliza para dar cuenta de los fenómenos, en este caso, sociales.
Todos están presentes en el sistema de manera dinámica (Morin).
Séptimo. El todo (whole) es más que la suma de las partes (lo cual,
veremos, no es una mera guestalt sino más bien una ‘guestaltung’)
Octavo. Recapitulación de la noción de autonomía. Se pone el acento en
todas las influencias a las que está sometida la subjetividad humana. El concepto
de sujeto, para la complejidad se basa entonces en la noción de autonomía. El
concepto de autonomía está relacionado con la idea que el sujeto está en gran
medida influido por el medio físico, geográfico y ambiental. “En la autonomía,
pues, hay una profunda dependencia energética, informativa o organizativa con
respecto al mundo exterior” (Morin, La noción...)
Noveno. La relación entre dos entidades del sistema (elementos) son
variables y dinámicas y tienden al infinito
Décimo. La existencia de nuevas instancias dicotómicas de análisis: orden-
desorden, totalidad-elemento, Necesidad-azar (Balandier).
El aporte de N. Luhmann a la problemática del pensamiento complejo es
digna de rescatar en este plano. Cabe decir que no se ha manifestado respecto
del caso específico del delito sino que ha presentado el tema de manera general
en un congreso celebrado en la United Nations University en el año 1984. N.
Luhmann parte de la problemática de la división de las ciencias. Las nombra como
dos “naciones” de conocimiento, con diferentes tipos de trabajo. Sin embargo, dice
que de acuerdo con la problemática actual de las ciencias, las duras se ocupan de
la complejidad y las blandas del significado (meaning), como es el caso de la
sociología. Entonces, el problema de las ciencias duras, dice, es la complejidad de
la complejidad y la de las ciencias blendas la del significado del significado. Pero
esta cuestión es vastamente relativa dado que ninguno de los dos bandos
reconoce ya las fronteras de su identidad.
El primer tema que viene relacionado con esta temática es la separación
entre lo que son los elementos y las relaciones. Esta diferenciación nos viene al
pelo para tratar de limpiar un poco el panorama de lo que hemos emprendido.
Sepamos que la introducción a este tipo de pensamiento es enteramente
dificultosa e incluye un punto de vista estructuralista. Es preciso que a medida que
vamos desarrollando los conceptos vayamos pensando en la noción de sociedad.
Luhmann: “Si tenemos un sistema con un número creciente de elementos,
tenemos una creciente dificultad para interrelacionar cada simple elemento con
todo otro elemento. El número posible de relaciones es demasiado extenso
respecto de la capacidad de los elementos de establecer relaciones. Podemos
encontrar fórmulas matemáticas calculando el número de relaciones, pero toda
operación del sistema que establece una relación tiene que establecer una entre
otras (complexity enforces selection)”4 A grandes rasgos de eso se trata
justamente el funcionamiento de un sistema complejo. Las posibilidades de
emergencia de uno u otro elemento están puestas en relación con los elementos y
las relaciones de elementos que se incluyen dentro del sistema. El concepto de
complejidad está basado también en dos conceptos básicos: el de operación y el
de observación. El primero se refiere a que hay relaciones entre los elementos del
sistema. El de observación es algo más difuso. El sistema es el que debe
seleccionar un punto de emergencia, y, en sí, esa es una posibilidad aleatoria
dentro de un sistema. El conocimiento de un elemento no devela la condición de
existencia de otro elemento ni aún de todo el sistema, y a la vez el conjunto de
elementos y relaciones revelará información que excede a la comprensión del
sistema en su totalidad. Por consiguiente, la capacidad de comprensión del
sistema se ve dificultada por modelos no no-lineales de recabamiento de
información5. La noción y la observación de la varianza dentro del sistema es
indeterminada. Cuando esto se da de esta manera, se dice que el sistema es
dinámico o de varianza constante.

4Luhmann, N., “Complexity and Meaning”, incluido en “Science And Praxis Of Complexity”,
United Nations University Press, 1984, pág 100.
5El término “no-lineal”, está ciertamente suplantando al concepto de ciencia blanda. Se

refiere a que la variación de un elemento dentro del sistema no produce una variación proporcional
el otro elemento sino que provoca una varianza que es desconocida.
La observación es la posibilidad de tener un punto de vista diferente de
lugar donde la información se produce. De alguna manera esto es conocido por
nosotros, los estudiantes. Nuestros profesores se han ocupado de enseñarnos
que en los modelos de investigación social estamos incluidos desde materialmente
hasta ideológicamente. Existiría, pues, una relación interesante de ver entre lo que
es la operación en sí y la observación entendida de esta manera: tanto la
operatividad del sistema como la posibilidad de observación ‘refuerzan’ la
posibilidad de la comprensión de la selectividad, que es lo que nos interesa en
tanto la estamos entendiendo como el emergente. Toda operación compleja es
selección, lo cual no implica que esta pueda ser intencional o no, y aún más, no
implica sistema de control alguno. Por tanto la posibilidad de reforzamiento
encuadra un problema que define la complejidad de la operación y de la
observación.
Si entendemos que la comunicación es el medio por el cual se produce la
operación decimos que los elementos no son entidades estables, sino más bien
dinámicas y que no son sino por su relación con los otros elementos. El elemento
es una entidad variable, es por antonomasia dinámico. Entonces la noción de
significado (meaning), es decir, la posibilidad de comprensión de la complejidad de
las operaciones pertenecientes a los elementos de un sistema, necesariamente
debe encontrar su base en la inestabilidad. Lo más coherente que se puede decir
hasta ahora es que la noción de significado (meaning) se basa en la inestabilidad
de los elementos. “Esta es otra manera de decir que el significado es otra cualidad
de los sistemas dinámicos (...) la estructura del significado (meaning) se basa en
la diferencia entre la realidad y la potencialidad de la selección”6, es decir, el
mundo de los significados representa la selectividad reforzada y está
caracterizado por una determinación indeterminable. La tesis de Luhmann es que
“el significado es una representación de la complejidad” (meaning is a
representation of complexity). Como la selectividad reforzada, a pesar de ser el
arma más coherente de aprehensión de la realidad, niega la posibilidad de la
comprensión del sistema en su totalidad, el significado se presenta como una
copia de la misma, que solo puede leerse bajo el ojo de la complejidad.
Pero hay distintos niveles de significado; eso depende de los sistemas
donde se establecen los elementos. Los significados están siempre en relación
con el medio mediante el cual los elementos se relacionan. De esta manera, el
medio (media) de relación para el sistema de los problemas de la física puede ser
conciente, y para un sistema social el medio (media) es la comunicación.
Como en todo sistema complejo, tenemos que los elementos de una
estructura social son tomados en base a la relación que tienen con los demás
elementos de la misma. Definir los elementos de una sociedad supone basarse en
la inestabilidad de los mismos y en su vasta movilidad y dinamismo, por tanto es
natural que, por ejemplo, al tratar de definir una institución particular, como puede
ser la institución del delito como subsistema operante en la estructura social,
debamos recurrir al pensamiento complejo. Por tanto la predictibilidad de la
emergencia de una forma determinada del fenómeno delictivo como estamento
socio-cultural está basada en la esencia de lo que hemos manifestado arriba, esto

6Op. Cit., pág 102


es, ¿cuál podría ser el significado posible de la emergencia de este fenómeno?,
¿cuál podría ser el significado posible de la emergencia de este fenómeno y no de
otro? El concepto de operación delimita la posibilidad de emergencia de un
fenómeno determinado. El fenómeno emergente es frecuentemente imprevisible
en un sistema complejo, tal como lo son las diferentes modalidades del delito. Por
tanto, el proceso suele ser insondable. Si tuviéramos la posibilidad de fijarnos en
todas las relaciones que se establecen en una sociedad el proceso sería
igualmente irreductible por aquello de que el conocimiento de un elemento no
devela la condición del la totalidad del sistema y que por ello es impreciso. ¿Cuál
sería la mayor posibilidad de acercamiento al fenómeno? La mejor manera que
acercarse a la compresión de la selectividad del sistema es saber que las
operaciones que se dan y la posibilidad de tener un punto de vista diferente al
lugar donde se produce la información favorece la tarea del develamiento del
significado.
Un sistema social no es una organización social. Habitualmente se llama
organización social a una red de interacciones a través de las cuales el sistema
mantiene cohesión. Hay, aquí, autoproducción, automantenimiento y
autorenovación. Un sistema social es un sistema con una organización particular,
como lo puede ser un club o una familia. Los sistemas sociales difieren entre si por
las reglas particulares y diferentes que tienen unos con otros. La estructura social
es el conjunto total de sistemas sociales ubicados en un espacio temporoespacial
y sociohistórico determinado.
Digamos que en términos generales la noción de orden en la
macroestructura social se desprende de la noción del orden jurídico, del
establecimiento de la norma social, de la consistencia en el tiempo del uso y de la
costumbre, de la moral, en una palabra, del lado de la proliferación inconsciente
de lo que puede llamarse “el bien”. Sería, de alguna manera, la institucionalización
conciente y no-conciente y en el tiempo de un bien que es acordadamente
aceptado por los individuos de una sociedad dada. Entonces permítasenos utilizar
al bien como “la institución del orden”. Este orden representa un marco visual de
las operaciones del sistema, es decir; hay un sistema relacional que la ley permite.
La idea de libertad (y de no-libertad), en el orden civil, que es uno de los principios
que marca la subjetividad, es demarcada por esta idea del bien que baja de la
moral.
El orden social, ya sea en la organización o en el sistema, es
representación conciente y no-conciente del bien, demarca, en su concepto,
parámetros de inclusión y de exclusión. Esto es: la demarcación del bien, incluye
la demarcación del mal. Esta es la base de la noción de estructura social, es la
forma más común que adopta la organización para mantener el sistema
cohecionado (y además es parte de su función: autoproducción,
automantenimiento y autorrenovación). Topológicamente podemos imaginar que
ello imprime en los sujetos un determinado marco de acción de la operaciones,
que siempre es relativamente amplio. El orden de la moral, rige este proceso y a la
vez denota la capacidad de acción de los sujetos.
Ha de quedar claro, entonces, que el orden social que estamos refiriendo
está relacionado con el orden jurídico devenido de la moral. ¿Como
conceptualizamos ahora el desorden? Tomo aquí lo expuesto por Balandier. El
concepto de orden redefine el concepto de elemento el de su red de relaciones.
“El desorden remite al elemento. Allí reside su principio; y las posibilidades de
desorden crecen en la proporción del grado de autonomía, de individualidad, del
que disponen las partes: del cristal a las otras formas de la materia, después a los
organismos vivos, después a la sociedad donde la libertad de los individuos es la
más grande”7. Es decir, se considera que hay orden en la medida que los
elementos del sistema son más de uno. Las relaciones posibles de elementos
denota la complejidad del sistema. “Hay desorden cuando los elementos de un
conjunto, se comportan como si no formaran parte [de él]” (Conche)8
Los sistemas sociales admiten dosis de desorden (desorden relativo;
Balandier). El desorden, a la vez de ser uno un polo dinámico de las sociedades,
en el sentido de que da lugar a nuevos subsistemas de significación, da lugar a la
creación misma de la norma, del orden. De hecho, este desorden social que
convive con nosotros ha dado lugar a modalidades de control ampliamente
arraigadas en nuestra cultura, ya se trate de la estructura, del sistema o de la
organización. La mayoría de las instituciones de la sociedad, como lo puede ser la
educación, al presentarse con desorden inherente a las mismas, caen
implícitamente en una función que adquiere varias formas: de prevención, de
adiestramiento, de castigo, de control, de premio, etc. Es decir, la dialéctica orden-
desorden, en el plano más general, significa la vida de las instituciones
particulares y de la institución total de la sociedad, y además delata parte de la
condición de existencia de la misma, es decir, parte de la realidad.
Ahora bien, la idea de la dicotomía fundamental orden-desorden conlleva a
la idea, por cierto lógica, de que se puede tener control de ese marco de acción
(“people to keep in” y “people to keep out”). Lo cual puede ser cierto para un
espectro de acción apretadamente limitado, como lo puede ser un sistema social
reducido. En este contexto, mientras el concepto de orden está delimitado, el mal
es identificable y hasta cierto punto punible. Pero la idea de control,
específicamente, del control social y del contrato social presenta algunas
dificultades de varios tipos. Principalmente debe tenerse en cuenta que en una
sociedad altamente complejizada, todos los marcos de acción, como nos mostrara
Luhmann, son extremadamente vastos en cualquiera de los planos que nos
posemos. Y este es el descubrimiento y la encrucijada más importante a la que
hemos llegado. En el caso específico del delito, desde el punto de vista del
derecho positivo, en la mayoría de los casos excede el orden civil. Esto quiere
decir que la conducta antisocial, a-social o desviada cae bajo el ojo supremo de la
moral y a nivel del individuo en el orden de la ética y de la culpa -si es que puede
tenerlas. Muchas veces vemos al incivil por las calles, pero muchas otras veces
no. El incivilizado por un lado lo es por un juicio moral que no es otro que el de un
consenso, y por otro la mayoría de las veces no se lo ve, tal como puede ser el
caso de un violador o un golpeador. En repetidas oportunidades se ha dicho que el
derecho se funda a partir de la relación con los otros y U. Eco, en un resiente
trabajo epistolar, a centrado en ello la noción de ética, a partir de la relación con
los otros. Pero es bastante dificultoso hallar esta ética en el mundo privado.

7Balandier, G., “El desorden”, Gedisa, 1988, pág 43


8Op cit. Pág 44
Segundo, que la diversidad y la movilidad de los elementos dentro de la
macroestructura social y dentro de los sistemas sociales, esto es, los procesos
mismos de institucionalización, promueven lo que se llama regionalismos cada vez
más marcados y reducidos. El efecto más notable es el borramiento de los límites
de los marcos de acción; algo que los teóricos postmodernos han logrado marcar
de cerca y que nosotros constatamos ahora. Este límite difuso de los marcos de
libartad y no-libertad, de acción y no-acción de los sujetos es el que, de acuerdo a
la tentativa de la teoría de la complejidad de los sistemas sociales propicia la
emergencia del crimen, por ejemplo, en sus más variadas formas. Esto es lo
mismo que veíamos arriba: en la medida que aumenta el número de relaciones
posibles entre los elementos la complejidad del sistema es cada vez mayor. La
consecuencia más natural de esto es que las grandes ciudades se manejen con
índices, por un lado, de marginalidad bastante elevados y por el otro de
centralización del poder. Entonces se forman sistemas sociales periféricos,
aledaños, con esquemas de acción propios y nociones de orden-desorden
particulares; en al mayoría de los casos en conflicto con las leyes generales del
orden imperante de la ley jurídico-social de la macroestructura. Tal es el metalugar
donde el delito se ubica: sistemas marginales de acción producidos por
territorialización y centralización del poder. Voy a tener que obviar aquí el tema de
la conducta delictiva y todo lo que ello implica. Ese es otro análisis que los
criminólogos clínicos han llegado a marcar de cerca y que en términos generales
excede al marco de esta exposición. Simplemente lo nombro para que no nos
olvidemos que debemos tenerlo en cuenta, puesto que el análisis social es tan
solo un costado de la amplísima serie de instancias que están en juego en la
subjetividad actual respecto de esta problemática que estamos tratando en este
encuentro.
Dice Zeleny9: “Los sistemas sociales (de tipo humanos) son una mixtura de
convenios (deliberate arrengements) del hombre que planea, que diseña, que
interactua con la Complejidad, haciendo emerger así órdenes espontáneos
(spontaneously emerging orders) crecientemente importantes y complejos, hechos
por nadie, preconcebidos por nadie, previstos por nadie. Ambos aspectos -el
artificial y el natural, lo hecho por el hombre (man-made) y lo espontáneo, lo
diseñado y lo auto-producido, lo simple y lo complejo- debería ser estudiado en su
interacción y mutua determinación”.
¿Cuáles podrían ser las conclusiones de este trabajo? Por un lado, digo,
con toda positividad que se debe rescatar la importancia de la complejidad puesto
que debemos aseverar que todo fenómeno social es casi por entero impredecible
y a veces hasta inabordable. Este resulta ser un acercamiento a la verdad de la
psicología social como disciplina, lo cual no es poco. Otra conclusión es la
posibilidad de poner en ese lugar al delito y resguardarse de toda intervención que
pudiera ser nociva. Es preciso regular el calibre para los emergentes sociales que
se sucedieran. Otro aporte, ya en el plano teórico, es lo positivo de seguir
progresando en los modelos de acercamiento a los distintos objetos de estudio y
no quedarse inmóviles frente a lo indecible. Y así me voy despidiendo.

9Zeleny, M., “Spontáneous Social Order” incluido en “The Science and Praxis or

Complexity”, United Nations University Press, 1984, pág 313.


En mi exposición del encuentro de estudiantes del año pasado critiqué que
se utilizaran teorías que habrían quedado en desuso por la increíble complejidad
de los hechos sociales. De seguro fue un gesto adolescente, aunque no sabría si
culparme por ello, es simplemente que hoy encuentro en esa afirmación una
manifestación digna de ser censurada: no es conveniente abusar de la crítica de
las teorías que rigen una situación pues muchas de ellas aún la rigen, y muchas
más son la ineludible base de las nuevas y necesarias; por otra parte, las nuevas y
necesarias muchas veces no rigen nada. Valga entonces el reconocimiento, sobre
el final, sobre la consideración que hiciera. Seguramente habrá otros encuentros
que me permitan resarcirme de los errores que en éste cometa.
Muchas Gracias a todos.-

Lo social es lo primero que impacta cuando alguien se inclina a observar el


fenómeno de la delincuencia. Cuando uno asiste en una visita domiciliaria y
encuentra que la casa no tiene puerta y que en lugar de ello tiene una cortina...

Bibliografía Consultada
1. Ballandier, G., “El desorden”, Gedisa, 1988
2. Guattari, F., “Caosmosis”, Manantial, 1996
3. Luhmann, N., “Observaciones de la modernidad”, Paidós Studio, 1997
4. Luhmann, N., Zeleny, M. Y otros, “Science and Praxis of the Complexity”, United Nations
University Press, 1984
5. Prigogine, I. y Stengers, I: “Order out of chaos”, New York, Bantan Books, 1984
6. Prigogine. I., Morin, E. Y otros, “Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad”, Paidos, 1994

"La filosofía no es opuesta a la ciencia, ella misma se


comporta como una ciencia; en parte trabaja con iguales
métodos, pero se distancia de ella en tanto se aferra a la
ilusión de poder brindar una imagen del universo coherente y
sin lagunas, imagen que, no obstante, por fuerza se
resquebraja con cada nuevo progreso de nuestro saber.
Desde el punto de vista del método, yerra sobrestimando el
valor cognitivo de nuestras operaciones lógicas y, tal vez,
admitiendo otras fuentes del saber, como la intuición. Hartas
veces no nos parece injustificada la burla del poeta (H.Heine),
cuando dice acerca del filósofo:

Con sus gorros de dormir y jirones de su bata


tapona los agujeros del edificio universal”

S. Freud

Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis


(1932). A.E. XXII, 148, Bs.As. 1979

I
CUESTIONES DE MÉTODO
Quisiera explicar la idea que fue planteada en el proyecto presentado al
Goethe-Institut Córdoba con motivo de la convocatoria denominada Error. Esta
convocatoria, que invitaba a una materialización simbólica de la idea, ha motivado
una serie de ideas fuerza que ha sido comprimidas, por así decir, en el proyecto
nuestro, las que intentaré ahora expandirlas. Yo creo que el objetivo general de
este proyecto es mostrar de un modo audiovisual, bajo el formato conocido como
“documental” la experiencia de la cárcel. Ni más ni menos que eso. Los métodos
me parece que pueden ser variados, apelando a recursos basados en imágenes,
basados en sonidos y música y en recursos discursivos. Mostrar esta experiencia
sin pretender ubicarse específicamente en guardia, en preso, en juez de
ejecución, ni si quiera en psicólogo. Por el contrario, intentar mostrar la
experiencia desde una mirada que pretende ser la nuestra. (bueno, será esto así o
no??)
Sole, vos escribiste esto… que estaba muy bueno Al pensar en este
proyecto se nos hace presente una pregunta sobre nuestra práctica cotidiana. Una
pregunta que tiene que ver con el psicoanálisis como un modo de pensar al sujeto.
Esta teoría se ha planteado diferentes recursos para sondar algo del ser,
construyéndose a partir del equívoco. Desde allí continúa abriendo interrogantes.
Nos animamos a pensar en la violencia y a plantearnos esta como un
acontecimiento inherente al ser y al estado y en contraposición a ésta, en la
libertad. Hegel, uno de los grandes pensadores al igual que Benthan, se
pronuncian contra el pacto social de Rousseau y el primero señala: “Beccaria
ha negado públicamente al estado el derecho de aplicar la pena de muerte en
razón de que no puede suponerse que en el contrato social esté contenido el
consenso de los individuos para dejarse matar; antes bien debe presumirse lo
contrario. Solo que el estado no es un contrato ni su esencia fundamental
envuelve la defensa y la garantía de la vida y propiedad de los individuos en forma
incondicionada. Mas bien, es la entidad mas elevada que también pretende esa
vida, esa propiedad, y exige el sacrificio de las mismas”. Si la violencia es un
acto… un paso al acto? que trasvasa los límites de lo representable, es posible
pensar a esta como un equívoco, un error del sujeto del lenguaje. El
dispositivo que responde a esta, opera desde un engranaje de poder que en
definitiva persigue el error desdoblado al plano de lo moral. El psicoanálisis
podría pensarse como un ejercicio de búsqueda que resista por la vía de la
espiritualidad al sujeto disciplinado de la norma. La marginalidad como un error?
La marginalidad como resistencia? Como equivoco?

La cárcel como lugar, se asocia o “lo no conocido”, y en tal sentido,


despierta la curiosidad, por los modos de vida, por situaciones que se viven
dentro, por lo inusual o artificial, etc. El objetivo es mostrar eso, creo. Y el
instrumento, a más de ser eminentemente discursivo, quiero decir, la palabra de
los “actores”, es esencialmente pensado desde “lo singular”, desde la palabra
única de cada sujeto que vive esta experiencia de un modo particular e, insisto,
único. Ello genera pluralidad del sentido y una interpretación posible del que ve o
del que curiosamente busca ver ahí algo que cree que hay o no.
Pero no es simplemente mostrar, justamente porque la experiencia de la
cárcel promueve, despierta, favorece o estimula una serie de debates que si bien
están instalados en la sociedad, se presentan de modo patente en la cárcel. Por
eso es que en un trabajo que intenta mostrar la experiencia de la cárcel, es
preciso identificar, estos filosos debates que subyacen a cada palabra y a cada
acto. Me refiero, por caso, a estos debates… lo que está bien y lo que está mal, lo
que son la reglas de la sociedad y las reglas de la cárcel, lo que sería un estado
de naturaleza y un estado de cultura, la idea de la vida o de la muerte, las
relaciones de poder… etc. Arribamos prontamente así a algunas dicotomías, a un
pensamiento dual, recurrente por cierto que, por un lado abre camino para pensar
y de repente nos abandona por todo aquello que no entra, que no encaja en una
relación de dos elementos opuestos. Pero insisto: tanto nos cierra como nos abre
el camino.
Transitemos pues el camino hasta el punto en el que se nos cierra. El
primer paso es, entonces, intentar pensar estas dicotomías. Y para pensar una
dicotomía, hay quienes lo han hecho ya, apelando a la primero a la lógica y luego,
a otras ramas de la filosofía. Así, en el proyecto decíamos:

“…si A es A y B es B -principio de identidad- siendo A distinto de B –


principio de no contradicción-, podemos pensar que lo que hay es una oposición
términos”.

A esta altura de las ciencias… esto es un reduccionismo, hay que decirlo.


Pero, acto seguido extendíamos la cuestión preguntando ¿cómo podría ser
pensado C? que es un poco el Tema de nuestro trabajo, y hacíamos referencia a
una necesidad de un salto lógico, planteando de lleno la idea de que C, podía ser
algo distinto que escapa a una específica relación de oposición de términos. Este
salto lógico precisa ser explicitado, como así también lo primero.
Así, decimos que el recurso a la lógica se presentó como una presuntiva
base epistemológica o herramienta (“Órganon”, digamos con Aristóteles) desde
donde se podía partir para pensar la experiencia de la cárcel, y particularmente, la
relación cárcel-error, que si bien no comporta una oposición lineal de términos (al
modo de día-noche), ha de suponerse una asociación de términos. Esta
asociación de términos es, en definitiva, la que instala la pregunta de bueno, al fin
y al cabo, ¿sobre qué es este trabajo? ¿Cuál es el tema de este trabajo? En tal
sentido, me inclino por pensar un trabajo que relaciona conceptos o elementos,
léase el concepto “error”, y el concepto “cárcel”. Pero al intentar pensarlo, se
produce una especie de amalgama o de soldadura entre ambos conceptos, y si
buscamos identificar e interpelar estos elementos que componen esta soldadura,
no es para disolverlos u operarlos sino, todo lo contrario, para mostrar que la hay,
que hay la soldadura. El Tema de este trabajo documental sería algo así como un
estudio sobre la relación cárcel-error

Preguntándonos entonces el “cómo” pensar esta relación, digamos, desde


Aristóteles y de modo simple, que nos orientamos a retomar algunos de los
principios del razonamiento válido, nos orientamos a retomar, sin adentrarnos
demasiado en su obra, la forma del silogismo, entendido como “un discurso
(logos) en el cual, establecidas ciertas cosas, resulta necesariamente de ellas, por
ser lo que son, otra cosa diferente”. Y tenemos el ejemplo clásico: 1. Todos los
hombres son mortales, 2. Todos los griegos son hombres. 3 Por lo tanto, todos los
griegos son mortales. En este ejemplo, tras establecer las premisas (1) y (2), la
conclusión (3) se sigue por necesidad. La noción de silogismo es comparable con
la noción moderna de “argumento deductivamente válido”, sin embargo, hay
diferencias. En suma, la silogística, sería una teoría de la inferencia válida. Ahora
bien, también están los silogismos categóricos, que constituirían ciertos tipos muy
específicos de silogismos. El silogismo categórico, parte siempre de una
proposición categórica, siendo, una proposición “categórica” cuando tiene alguna
de las siguientes cuatro formas: Todo S es P, Ningún S es P, Algunos S son P,
Algunos S no son P. Cada proposición categórica contiene dos términos: un sujeto
(S) y un predicado (P). Un silogismo es categórico si está compuesto por
exactamente tres proposiciones categóricas (dos premisas y una conclusión), y si
ambas premisas comparten exactamente un término (llamado el término medio),
que además no está presente en la conclusión. Por ejemplo, el silogismo
mencionado más arriba es un silogismo categórico. Dadas estas definiciones,
existen tres maneras en que el término medio puede estar distribuido entre las
premisas. Sean A, B y C tres términos distintos, luego:

Primera figura Segunda figura Tercera figura


Sujeto Predicado Sujeto Predicado Sujeto Predicado
Premisa A B A B A C
Premisa B C A C B C
Conclusión A C B C A B

Aristóteles llama a estas tres posibilidades figuras. El silogismo mencionado


más arriba es una instancia de la primera figura. Dado que cada silogismo
categórico consta de tres proposiciones categóricas, y que existen cuatro tipos de
proposiciones categóricas, y tres tipos de figuras, existen 4 × 4 × 4 × 3 = 192
silogismos categóricos distintos. Algunos de estos silogismos son válidos, otros
no. Para distinguir unos de otros, Aristóteles parte de dos silogismos categóricos
que asume como válidos -algo análogo a las actuales reglas de inferencia-, y
demuestra a partir de ellos (con ayuda de tres reglas de conversión), la validez de
todos y sólo los silogismos categóricos válidos.
En realidad, a donde se apunta en este intento de pensar la relación error
cárcel es más bien es a dos de los tres principios del razonamiento clásico, que
son el “principio de identidad” y el denominado “principio de no contradicción”. El
que estaría faltando es el “principio del tercero excluido”.
En cuanto al primero, intentamos pensar una metáfora que sea
transmisible: la cárcel, como el sol, es igual a si misma. Sería el A = A, algo sin
igual, o en términos de lógica: Dos cosas me interesa retener aquí
respecto de este principio de identidad. Con Hegel, podemos suponer que hay un
pasaje desde la primera A a la segunda A, en la proposición «A = A». La identidad
no es evidente en sí, es afirmada. La segunda A está afuera de la primera. La
identidad contiene dentro de sí diferencia. La nueva lógica que propone Hegel no
se basa, sin embargo, en el principio de identidad, sino en el principio de
contradicción. Se establece una contradicción que no debe ser rechazada o
negada, sino plenamente asumida y reconciliada. Si A es B, A depende de B, que
a su vez lo niega, lo contradice. En tanto que pensado A es realizado cuando es
negado por B. En definitiva esta proposición equivale a la afirmación de que A es
A, en lucha con B. habría que profundizar esto, porque me parece interesante. En
segundo lugar, con Wittgenstein podemos decir que «A implica a no-A». Es decir,
para todo A debe haber también algo que es no-A. Principio que utiliza para
defender su tesis de que la el conjunto de reglas que conforman una gramática es
absolutamente arbitraria, y esto es profundamente interesante. Conocido como la
justificación mediante el argumento de la polaridad, que determina que ninguna
oración declarativa puede justificar una regla de una gramática. Puesto que si una
oración tiene sentido, su negación también debe tenerlo, y si una oración justifica
una regla, su negación también debería hacerlo lo cual es absurdo. O sea que no
es tan simple pensar que A = A, tanto desde Hegel como desde Wittgenstein.
El segundo principio, es decir, el principio de no contradicción sería el que
reza: Nada puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido. A este nivel
es donde intentamos anteponer el testimonio en nuestro proyecto, el que
definiremos más adelante. Esto ofrece una verdad necesaria del principio. Según
Aristóteles, como el principio de no contradicción es justamente un principio, no
puede ser deducido a partir de principios más básicos. En cambio, se lo puede
defender mostrando las consecuencias intolerables de negarlo, o que todo aquel
que lo niegue de alguna manera lo está suponiendo. Por ejemplo, Aristóteles
argumenta que al negar el principio de no contradicción, implícitamente se lo está
suponiendo, porque el mero acto de hacer una afirmación implica que se afirma
una cosa y no lo contrario. Además, Aristóteles considera el caso de alguien que
niega el principio, sosteniendo que cada proposición es a la vez verdadera y falsa,
y pregunta por qué tal persona toma la ruta de Megara para llegar hasta allí desde
Atenas, puesto que en la opinión de tal persona es tan verdadero que cualquier
otro camino lo llevaría a Megara.
El tercer principio, que decíamos que estaba faltando, que no está
nombrado, sería el tercero excluido que es aquel según el cual la disyunción de
una proposición y su negación es siempre verdadera. Por ejemplo, es verdad que
"es de día o no es de día", y que "el Sol está ardiendo o no está ardiendo".
Así y todo, la lógica aristotélica, decíamos, nos resultaba ciertamente
inapropiada, insuficiente, para pensar metodológicamente la relación cárcel-error,
aunque no se puede negar su presencia, entendiendo la misma en sentido
estricto. Da un poco de temor decirlo, pero habría algo que escapa y a la vez no
escapa a la lógica en el sentido de Aristóteles que intriga sobremanera. Esto es, lo
que más arriba nombrábamos como la necesidad de un salto lógico que nos
permita pensar el tema. En este sentido, puede hacerse referencia a la
denominada ontología relacional, que, justamente, plantea las relaciones posibles
entre elementos, ya no desde una perspectiva lógica solamente sino desde una
estructura de explicación filosófica más compleja. También pienso que habría que
buscar en Wittgenstein, porque introduce la cuestión del lenguaje, que me parece
interesante. Tiene dos trabajos centrales: el Tratado Lógico-Filosófico y las
Investigaciones Filosóficas.

Proyecto…
Llegando a lo humano, hay otras posibles. Flexibilizadas o rigidizadas,
pueden pensarse: naturaleza y cultura, normal-anormal, sociedades disciplinarias
y sociedades del control, vivo-muerto, etc. “C” sería entonces otra cosa, por
ejemplo, un Almafuerte dice sin deberle nada a nadie que “muertos son los que
tienen muerta el alma y viven todavía…” Ni A ni B… ¿cómo nombrarlo?. Quizás lo
que escapa a una oposición cualquiera pueda resultar importante, pueda hacer
pensar. Puede que C = A + B, puede que C = B – A, incluso C puede ser igual a B
. A . A + B – C, etc. Otra posible: acto y experiencia, y vuelve a quedarse corta. En
todo caso, C podría ser igual a pensar, pensar A y B, en relación. El “necesito
pensar distinto”…
Cuando se intenta pensar en la experiencia de la cárcel, puede
considerarse el “testimonio” como modo de representación de la realidad, una
realidad cualquiera que puede ir de un simple caminar por un pasillo enrejado a
oler basura durante años. Se trabaja en este proyecto sobre el rescate del
testimonio como “tentativa de C” …se encierran momentáneamente, no se atrapan
con paredes y rejas, vuelan como si fueran semillas de helechos que se
reproducen con el viento. Es algo ominoso. Son, incluso, sensibles al poder, por
aquello de que el poder no resiste al vacío y lugar que se desocupa es ocupado
por otro sector del poder, del poder que sea, en la faz que sea. Los limites a la
experiencia en una prisión, sea del lado que sea, en el puesto o rol que sea, son o
pueden ser inimaginables, algunos cifran ahí el inframundo, una especie de
escenario dantesco que simula otros escenarios, por lo general degradados y
vividos en chiquito… "es como la sociedad, pero en chiquito, eso es lo no todos
saben”. Y sin embargo hay ahí la cristalización de una concepción de sujeto que
se resiste al análisis. “Me quiero matar” dijo uno, y seguidamente, antes de irse:
“no se preocupe, la cárcel no mata, enloquece”, guiño mediante. Como los
hombres sensibles de Flores… quizás todos conocen el barrio de Flores, pero
nadie conoce a los hombres sensibles de Flores, vuelve la encrucijada lógica,
límite al conocimiento, y el barbero de Bertrand Russell, se hace presente, listo
para afeitar. Otro, con un dedo para arriba, dice “ni una palabra de aliento me
dieron” y reforzaba con dolor, “¡ni una!”. ¿Es un error? ¿Dónde está? El testimonio
muestra, quizás como la arqueología también, que hay algo que se escabulle
entre los discursos, que resiste al pensamiento, a la reflexión sesuda, se produce
un desdoblamiento, mientras las culpas van y vienen, de aquí para allá y de allá
para acá… hay unos reglamentos que solo un dios podría formular… se los
conoce, se hacen sentir, prueban cosas, y el mundo se vuelve paranoia,
decepción, amenaza. Y quien puede hablar de eso, quien puede decir lo que es,
en qué consiste esta extraña experiencia… el testimonio como puerta. Hay un pibe
que escribió, le publicaron una nota en Página 12. El juez, la moral más cruel, esa
de la que nadie habla, también dice presente, junto al barbero, se mete en las
venas de las familias ¿es un error de procedimiento? El hermano de uno, de 5
años, no más, camina solo tocando con el dedo índice la pared del pasillo, justo
del lado por donde los presos deben caminar… el pasillo es larguísimo y el niño se
pierde y se funde con el horizonte, que es un puesto de observación ¿es un error?
El milagro de Roger Waters, pabellón 7 del Indio Solari, cristalizándose en cada
respiración, mientras todo y uno son lo mismo, una especie de río torrentoso.
Escenarios del vacío, escenarios del poder… quien sabe. Deformación de la vida.
Degradación de la cultura. Rebaja del sentimiento de vida… ¿qué es lo que
asciende? Al modo socrático… quizás solo puedo decir lo que me contaron, que
era mucho más, en si mismo, que lo que otros decían saber… grandes refutadores
de la historia. No ver, ¿qué significaría?
El testimonio a través del video…¿Acaso no es la forma mas rápida y eficaz
de mostrar/exponer/objetivizar al sujeto?
Montaje Rítmico y acelerado: Un helecho que crece entre escombros, la
mirada de los presos, las puertas que se cierran al revés, como abriéndose, una
boca sonriendo, otra lágrima, un cielo gris que no avanza, lámparas que se
prenden y se apagan. Una polilla encerrada dentro de una lámpara intentando
salirse, pasillos largos, fotos viejas en una pared, mensajes escritos sobre las
paredes, miradas externas, una familia tipo come en silencio, un cielo gris que no
avanza...ecuaciones matemáticas que no cuadran. ¿Hay posibilidad de dar
mediante la imagen una tentativa? … imágenes sucesivas, separadas y unidas
entre sí.

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