Ciencia
Verdad
Psicoanálisis
La verdad que el
psicoanálisis La verdad de
denuncia la ciencia
Ciencia
Psicoanálisis
Verdad
Criminología
Tenemos entonces: objeto de la criminología: la verdad, al igual que el
psicoanálisis y la ciencia. En particular, dos aspectos de la verdad le interesan a la
criminología: “la verdad del crimen en su aspecto policíaco, la verdad del criminal
en su aspecto antropológico”.
En este marco preciso, Lacan intenta fijar los límites precisos de lo que el
psicoanálisis puede hacer por la criminología. Principalmente mediante dos
herramientas con las que cuenta el psicoanálisis, que son, la técnica que guía
nuestro diálogo con el sujeto y las nociones que nuestra experiencia ha definido
en psicología.
Psicoanálisis Criminología
Este es el primer paso, el que fija Lacan como introducción teórica a las
funciones del psicoanálisis en criminología. Siguiendo este plano, tenemos, por un
lado la verdad del crimen y por otro la verdad del criminal. Tanto en la primera
como en la segunda, dice Lacan, hay una referencia sociológica. ¿En qué consiste
esta referencia? En primer lugar, queda claro que por referencia sociológica se
entiende algo que en sí es amplio.
Lacan recurre a San Pablo, y dice: “la ley hace el pecado”. Le da a esta frase
carácter de actualidad y acto seguido pasa a defender esta posición. Pero antes
de explicar lo que él dice, reparemos que ley y pecado representan una nueva
oposición: la ley como lugar del deber ser, de la autoridad, del bien, etc., y el
pecado como todo lo que está mal, fuera de la ley, el mal, etc. Es básicamente un
pensamiento dual el que guía a Lacan en esta explicación. Tendrá que responder
entonces a que se refiere con ley y a que se refiere con pecado en el plano
sociológico actual o atemporal, si se quiere.
Dice: “se la ha verificado científicamente por la comprobación de que no hay
sociedad que no contenga una ley positiva, así sea ésta tradicional o escrita, de
costumbre o de derecho”. Eso es la ley. Y agrega: “tampoco hay una en la que no
aparezcan dentro del grupo todos los grados de trasgresión que definen el
crimen”.
ley pecado
Etnológica
Ley Antropológica
Mítica
Lo de San Pablo, ley y pecado, es, en nuestra sociedad, ley y crimen. Entre
estos dos elementos, hay una relación de oposición, lo que esta bien para uno
está mal para el otro y viceversa. Toda sociedad, dice Lacan, “manifiesta la
relación entre el crimen y la ley a través de castigos”. Esta relación, esta oposición
no es ociosa, no es simétrica, y no es simple sino compleja, articulada a factores
que la determinan que no siempre se sencillamente visibles. Tampoco debe haber
sido fácil para San Pablo, que como teólogo revolucionario y apóstol
autoconvocado tuvo que defender esta posición.
Ahora, Lacan se pregunta por la significación del castigo. ¿Cómo se
estructura la disposición de castigar al delincuente? Ahí es donde psicoanálisis y
criminología se cruzan. Se trata entonces de la significación del castigo.
Para responder a esta pregunta en este texto, Lacan dice que todos
estamos de acuerdo en el que el criminal debe ser castigado. Ese “todos estamos
de acuerdo” (que es en realidad mío) Lacan le llama un “asentimiento subjetivo”,
es decir, asentir, compartir la idea, estar de acuerdo “subjetivamente” con la
proposición, con la afirmación “el criminal debe ser castigado”.
Si extrapolamos este asentimiento subjetivo, de un lado, y del otro la
significación del castigo, entendemos por qué Lacan dice que el asentimiento
subjetivo es necesario para explicar la significación del castigo. Es importante, por
un lado, significa decir que gracias a que todos pensamos que el criminal debe ser
castigado por su acto, es que el castigo existe, y por el otro, -lo que es una
consecuencia- que “todos” castigamos al criminal. Esta es un poco la referencia
sociológica, aquella que va unida tanto al crimen como al criminal. Lacan da
ejemplos de esto, cita el libro de M Malinowski El crimen y la costumbre en las
sociedades salvajes.
Entonces, he ahí el concepto de responsabilidad: el castigo se motiva en el
individuo en el marco de una sociedad, -el criminal sabe que merece un castigo
por el acto, y como parte de la sociedad, como parte de ese asentimiento
subjetivo, él mismo merece el castigo que él como individuo de esta sociedad
también ha asentido-, y además este concepto toma más cuerpo en la idea, se
pasa al acto en las instituciones como integrante de un grupo. Pero en el concepto
de responsabilidad, hay alguna distancia.
Esta distancia entre el acto cometido y el castigo a merecer no siempre en
el criminal es tan clara como en un código penal. Incluso en el seno de la sociedad
no se sabe bien el castigo que se merecería si tal o cual cometiera tal o cual acto.
O sea que tanto el individuo como la sociedad en su conjunto son como
responsables a medias a causa de esta brecha de no saber que se abre entre el
acto criminal que todos asentimos y el castigo que todos pensamos que se
merece por el
Qué es la responsabilidad
Aportes del Psicoanálisis
(Lacan) a la Criminología
La objetivación del crimen
Hago una flecha ahí porque al parecer una cosa explica la otra o al menos
es necesaria para explicar la otra, hay como una colaboración o una
correspondencia entre la responsabilidad y la objetivación del crimen.
¿Qué es lo que en primer lugar Lacan pone de relieve del psicoanálisis en
particular? Recordemos que ha dicho que no existe otro modo de aportar a la
criminología más que desde la noción de sujeto que el psicoanálisis promulga y la
estructura del diálogo analítico. Solo desde esos dos aspectos. Lacan dice hay
que recordar que el psicoanálisis denuncia que en el seno de toda sociedad, hay
tensiones. Esto es, lo de El malestar en la cultura de Freud: la necesidad de
reprimir los instintos para poder vivir en sociedad. Esto quiere decir que estas
tensiones cumplen una función muy importante en la sociedad, nada más y nada
menos que la de poder vivir en sociedad. Vivir en sociedad, desde Freud, tiene un
precio, y ese precio es, por así decir, el que no paga el pequeño perverso
polimorfo de Los tres ensayos de una teoría sexual. Lacan es aún más taxativo y
dice: “…como si el malestar de la civilización fuese a desnudar la articulación
misma de la cultura con la naturaleza, se puede extender sus ecuaciones (…) a
la… criminología”.
El malestar en la cultura, de Freud, trabaja también sobre esta oposición:
naturaleza y cultura. Este texto de Freud, remarca la raya que las divide, con un
trazo y un estilo muy particular, un estilo que tiende a convencer. Y es importante
esta última cita porque dice que ese texto, pone de manifiesto, más que nada, la
relación que entre ellas existe, de un modo estructuralista, si se quiere, por medio
de oposiciones… de un lado el lenguaje, del otro el instinto, de un lado la
necesidad o el hambre y del otro la insatisfacción o el apetito, etc. Lo que Lacan
dice es eso, que Freud desnuda esta relación, la limpia de vicios y prejuicios.
Ahora bien, este modelo de oposición, que responde a toda una posición
epistemológica de corte netamente estructuralista, se puede extender, dice Lacan
y utiliza el término “ecuaciones”, puede extender sus ecuaciones… a la
criminología, una suerte de El malestar en la criminología, algo así. Y vamos a ver
como lo hace, de qué modo y con qué resultados.
Y aquí comienzan los reales y verdaderos aportes. No olvidamos las dos
herramientas psicoanalíticas: la noción de sujeto y el diálogo analítico. La palabra
del criminal, la confesión del sujeto, ese es el punto de partida.
Vean a Lacan en esta clarísima referencia: “…si el recurso a la confesión
del sujeto, que es una de las claves de la verdad criminológica, y la reintegración a
la comunidad social, que es uno de los fines de su aplicación, parecen hallar una
forma privilegiada en el diálogo analítico, es ante todo porque este, al podérselo
impulsar hasta las mas radicales significaciones, alcanza a lo universal incluido en
el lenguaje y que, lejos de poder eliminarlo de la antropología, constituye su
fundamento y su fin, pues el psicoanálisis no es más que una extensión técnica
que explora en el individuo el alcance de esta dialéctica que esconde los partos de
nuestra sociedad y en la que la sentencia paulina recobra su verdad absoluta”.
Detengámonos en este pasaje. En primer lugar el recurso a la confesión, la
confesión como recurso, como “posibilidad de” abrirle paso a la verdad. La verdad
criminológica y la verdad del sujeto, esto es lo que posibilita el diálogo analítico. La
confesión es dada a ese alguien, por ese alguien en palabras, es expresada en
palabras y ahí es donde Lacan dice que este tipo de diálogo alcanza “lo universal
incluido en el lenguaje”. ¿Por qué? porque lo universal incluido en el lenguaje no
es más que “usar palabras”, nos es más que afirmar que estamos atravesados por
el lenguaje y que todo lo real se hace pasar por ese colador, para usar la metáfora
freudiana, por lo que Lacan llamaba lo simbólico. Lo que pasa es que el diálogo
analítico, en su particularidad, en su especificidad, impulsa al sujeto -y por ende al
mismo diálogo- a límites que no se llegaría bajo otro dispositivo o bajo ningún
dispositivo, ese es el tema, el aporte en sí de donde se puede extraer casi de raiz
la vena freudiana. El analista está ahí como promotor de la verdad, de toda
verdad; y en este punto me parece que el psicoanálisis es “extensión”. Se plantea
aquí todo un tema de psicoanálisis e institución: el psicoanálisis no es algo
separado de esos partos de la sociedad, está codo a codo con esos partos,
convive con esos partos. Y lo que Lacan dice ahí: el diálogo analítico constituye
fundamento y el fin de la antropología, -la antropología no aquí como disciplina
sino como relación hombre con hombre en una sociedad. El psicoanálisis como
esa especie de extensión que explora en el individuo lo que la antropología
explora en la sociedad o en la cultura. Es decir que algo de eso que la
antropología ve, es expresa mediante palabras en el diálogo analítico. Y la
antropología ve, al menos en la perspectiva de la que habla Lacan, la verdad de
que ley y pecado conviven, nacen juntos en la sociedad y en el individuo.
Mezclar la criminología, una ciencia del hombre, con el psicoanálisis que es
otra ciencia del hombre, comporta sus riesgos. Existen por un lado precisiones de
método que hay que respetar. Y Lacan las respeta en este texto. Incluso con lo
que decía de la antropología, se corre el riesgo de mezclar. Por eso Lacan lee
este riesgo en términos de que ello podría ir en detrimento del psicoanálisis como
práctica, que se pudiera leer como eso. Por ejemplo, que alguien leyera ahí, en
esas relaciones entre el psicoanálisis y las ciencias del hombre una suerte de
insuficiencia clínica, como si el trabajo psicoanalítico se viera necesitado, por
causas internas, a recurrir a estas ciencias para explicar o sostener su doctrina. O
bien creer que mediante este tipo de relaciones se pretende hacer prevención, de
qué no sé, pero seguro de algún malestar en el sujeto. Lacan se aleja de una
posición como esta, poniendo en primer plano la especificidad y –justamente- la
suficiencia de la práctica analítica. Además, deja entrever –como también lo hace
Freud- que no hay profilaxis posible de las neurosis o de cualquier estructura
clínica: la elección de objeto se juega de un modo que, por así decir, está escrita
en una buena medida. Por eso “mezcla” no es un término feliz y Lacan se tomo
buena parte de su enseñanza a tomar en cuenta lo que es un aporte –como los
que podían leerse en Lacan por esos años desde Levi-Strauss- y lo que era una
deformación de la doctrina.
En definitiva, lo que rige a Lacan aquí es por un lado aportar al psicoanálisis
sin apartarse del recorrido freudiano. Esa, por momentos, es una delgada línea
que parece cortarse.
Pero sigamos con nuestro discurso. Lacan quiere decirnos ahora que
Sócrates –el filósofo que llegaba por el mal camino a la juventud griega- rechaza,
desestima, deja sin valor aquel proceso en que se vuelve necio al Amo. Este amo,
es el amo hegeliano, el de la dialéctica del amo y del esclavo. Como qué sócrates,
que viene sabiendo lo que es el mal, deja sin efecto todo lo necio que puede ser
un Amo. Hay aquí un paralelismo filosófico entre Sócrates y Hegel –la dialéctica
del amo y del esclavo- con la que Lacan está queriendo expresar una idea.
Puntualmente, el párrafo se inicia así: “…aquí Sócrates refuta la infatuación del
Amo, encarnada en un hombre libre de esa Ciudad antigua cuyo límite está dado
por la realidad del Esclavo”. Dice que ese hombre, el ciudadano griego, a quien se
coloca o está en posición de amo porque supuestamente goza de la libertad, en
realidad no es así, porque está supeditado a la existencia del esclavo. Entonces el
amo no es tan amo, porque depende del esclavo. Recuerdo: es Sócrates quien
advierte esto, ese Sócrates que conocía el mal.
Y esta idea de que el hombre libre, el sabio griego es en verdad libre, esta
idea tan presente en la actualidad, donde se cree que porque se tiene o porque se
consume se es más libre, es puesta en relación a la Justicia. Porque ese hombre
para nosotros supuestamente libre, que supuestamente goza de una libertad casi
suprema, en la Polis griega –y por qué no pensar que ahora también- tiene el
poder de decidir qué está bien y qué está mal, pues la democracia, la famosa
democracia griega lo abilita. Si fuera in esclavo –o incluso una mujer o un menor o
un artesano- no sería así, ni siquiera podría opinar.
Ese “hombre libre de la sabiduría” está a cargo de la justicia, de lo absoluto
de la justicia, dice Lacan. y después, lo que se sabe: que Sócrates pone en
conocimiento de su interlocutor, que es este hombre libre, los mitos eternos en
relación al sentido del castigo y la corrección. Y el diálogo sigue.
Lo importante para marcar hasta aquí es lo que sigue: todo este primer
apartado del texto, Lacan le ha puesto un título que hace referencia a la realidad
sociológica del crimen y de la ley y la relación del psicoanálisis con su fundamento
dialéctico. Entonces tenemos dos puntos principales:
En esta primera parte, este primer apartado, Lacan ha podido explicar que
esta realidad del crimen y de la ley es, en primera instancia, sociológica. ¿Qué
quiere decir eso? En principio que tanto el autor, el crimen y la ley deben ser
tratados según los lineamientos de una dialéctica, es decir, que uno no es sin el
otro. Dicho de otro modo: para pensar el crimen hay que pensar la ley, no se
puede pensar en el individuo criminal sin incluir a la sociedad, no se puede pensar
en una sociedad criminógena sin alguna referencia al individuo. De esta dialéctica
se desemboca en la problematización del concepto de responsabilidad. ¿Es el
sujeto responsable de su acto? ¿hasta qué punto? Y es aquí donde Lacan ha
situado el aporte psicoanalítico, principalmente citando dos de sus fundamentos,
que también responden a una dialéctica, y que son el diálogo analítico y la noción
de sujeto. ¿Por qué? Por que en última instancia lo que importa es qué de la
verdad en eso que es el acto, el acto criminal o el acto así, a secas. La verdad,
dada en palabras, se presenta como el objeto tras el cual gira tanto la ciminología
como el psicoanálisis.
Luego de esto Lacan intenta avanzar sobre otro punto caro a su parecer.
Habla, en lo siguiente, de cómo el crimen, expresa un simbolismo del superyó
como instancia. Vamos a ver qué quiere decir con esto.
Hay que decir que en general, habla del crimen como pasaje al acto, como
algo que de repente se desenganchó, sobrepasó el pensamiento y se consumó.
Ahora bien, este sujeto pasa al acto, pero en realidad es un individuo-sociedad
que pasa al acto, un individuo responsable de si mismo pero a la vez responsable
de su sociedad, y un individuo cuya sociedad es también responsable de él.
¿cómo se puede leer el pasaje al acto en este contexto?
Por eso dice que el crimen expresa un simbolismo. Pero no cualquier
simbolismo sino justamente el del superyó, un simbolismo de la instancia del
superyó.
Símbolismo,
paralelismo
Para decirlo claramente: algo de lo que expresa el crimen, tiene que ver con
el superyó, esta es la idea central, vamos a ver como la desglosamos.
¿Qué es el superyó? ¿qué dice Freud que es el superyó? Digamos esto: el
superyó es potencialmente la reconciliación que el yo querría ser entre mundo
externo y mundo interno. A la vez, representa una instancia actual que deviene
potencial, algo presente que deviene pasado, algo ideal que deviene real. Freud lo
dice así: el supueryó es potencia de mediación entre el yo y el ello.
Pero, ¿de qué modo media el superyó entre el yo y el ello? En la presentación
autobiográfica de 1924, Freud dice: “…el superyó es el heredero del complejo de
Edipo y el subrogante de los reclamos éticos del ser humano”. El superyó media
encomendándole al yo tareas éticas que le son necesarias para hacer frente a los
impulsos del ello. Los impulsos del ello tienden por lo general al placer, a la
descarga y el yo no puede hacerse cargo de todos ellos, y es frecuente que el yo
produzca formaciones de compromiso que son las encargadas, además, de
disfrazar estas formas de enfrentar el ello.
Entonces, dice Lacan en La introducción… : “…si no se puede captar
siquiera la realidad concreta del crimen sin referir este a un simbolismo cuyas
formas positivas se coordinan en la sociedad, pero que se inscribe en las
estructuras radicales transmitidas inconscientemente por el lenguaje, este
simbolismo es también el primero del que la experiencia psicoanalítica haya
demostrado, por efectos patógenos, hasta qué límites hasta entonces
desconocidos repercute en el individuo, tanto en su fisiología como en su
conducta”. Este simbolismo le es desconocido al individuo, eso está claro, pero lo
verdaderamente importante es que el crimen, es sinónimo de la instauración de la
ley en el sujeto, ese es el punto central. Entonces, el sujeto en análisis es una
especie de aparato de medición de la instauración de la ley social pero a nivel
individual. Vuelve lacan a decir lo mismo: en esa maquinaria, la herramienta es la
palabra como función y el lenguaje como campo, según dirá después. Allí toma
sentido aquello de que el simbolismo, este paralelismo crimen-superyó, se inscribe
en las estructuras radicales transmitidas inconscientemente por el lenguaje.
Bueno, el tema es que de algún modo, todo esto viene a terminar en un
concepto que va a ser fundamental. Pongo los tres elementos y luego los explico
luego.
El parricidio
Diversidad
(Levi-Strauss)
Crimen Lo civil
(conductas mórbidas) (conductas no
x mórbidas)
Perversión Neurosis
Renegación de la ley Represión de la ley
Lo que parece decir Lacan después es que ese campo que divide ambas
estructuras en lo que refiere al pasaje al acto, no está tan claro, y que se pasa de
un lado al otro sin pestañar. El análisis social o antropológico tiene sus ventajas
pero también limitaciones porque por un lado esclarece una suerte de no
estigmatización del “diferente”, y por otro, pone sobre el tapete que, por caso, un
esposo fiel, puede ser un reverendo perverso. Es más, da de ello ejemplo de un
hecho particular, el reclutamiento de los defensores de la patria, los soldados, para
ser precisos, en relación a una costumbre bien formada que es la de violar a una
o a varias mujeres en presencia de un varón. Un simple hecho diverso, como dice
después
Dice Lacan más adelante: “Decimos que ése es un crimen real, aunque se
lo haya cometido en una forma edípica, y su autor sería castigado con toda justicia
si las condiciones heroicas en que se lo da por realizado no hiciera las más de las
veces asumir la responsabilidad al grupo que cubre al individuo”.
La dialéctica individuo-grupo recorre el texto, y en medio de ella el concepto
de responsabilidad.
Y ahora, encontramos en el texto una nueva referencia a la antropología, un
nuevo referente que adapta a la estructura con la qué él analiza la experiencia
subjetiva del sujeto en relación con lo real, ahora en relación al antropólogo Marcel
Mauss. Dice: “Las estructuras de la sociedad son simbólicas”. Por estructura, se
sabe, Lacan entiende conjunto de relaciones en la que existen, vamos a decirlo
así, leyes de relación; por sociedad, una dialéctica, y por simbólicas, una
referencia al lenguaje, a su teoría del sujeto como parlante. Entonces, dicho en
otros términos sería: ese conjunto de relaciones regladas que se establecen entre
el individuo y la sociedad, tienen como principal modo de presencia en el mundo el
hecho de estar mediatizadas por el lenguaje. Algo parecido hace Lacan con el
mito, calcada de la estructura de los mitos de “Antropología estructural”, de Levi-
Strauss.
Pero la cosa no es tan simple como parece por cuanto Lacan dice: “…el
individuo, en la medida en que es normal, se vale de ellas para conductas reales,
y en la medida en que es psicópata, las expresa a través de conductas
simbólicas”. ¿qué quiere decirnos Lacan con esto?
La sociedad
La conducta La conducta
normal Psicopática
Otro concepto interesante, traído ahora de la gerga del abogado: “la tentativa”.
¿Qué es la tentativa, de robo, por ejemplo, o de homicidio, o de suicdio, etc?.
Significa que el sujeto ha tenido presuntamente “la intención de”. Tentativa y
conducta son dos términos tomados de esta jerga pero, ¿en qué sentido tomarlos,
de donde agarrarlos? y curiosamente, son términos que se asimilan a la ciencia, a
lo observable, a lo medible, a lo clasificable, etc. Lacan trata de limpiar el
panorama del análisis del crimen, particularmente desde la teoría analítica. Dice,
por ejemplo, que hay que diferenciar al tentativa, de la personalidad modal, del
carácter nacional o del superyó colectivo, nociones de las que yo, por otra parte,
nada se. “Hay que reflejar la teoría a la experiencia”, dice Lacan más adelante.
Este es el registro desde donde actúa el psicoanalista. Una suerte de coincidencia,
de coherencia entre teoría y experiencia. Popper decía: “si la teoría no concuerda
con los hechos, pues peor para los hechos”. Se ve que es una ida y vuelta la cosa.
La teoría no es esclava de los hechos, pero los hechos tampoco son esclavos de
la teoría, es sería el punto popperiano.
Pero lacanianamente, en este período de la teorízación de Lacan sería más o
menos esto que dibujo aquí:
La teoría La experiencia
La tentativa
La conducta
La forclusión?
psicosis puede leerse: “…en la psicosis, a la huida inicial sigue una fase activa de reconstrucción;
en la neurosis, la obediencia inicial es seguida por un posterior {nachträglich} intento de huida. O
de otro modo todavía: la neurosis no desmiente la realidad, se limita a no querer saber nada de
ella; la psicosis la desmiente y procura sustituirla. Llamamos normal o «sana» a una conducta que
aúna determinados rasgos de ambas reacciones: que, como la neurosis, no desmiente la realidad,
pero, como la psicosis, se empeña en modificarla. Esta conducta adecuada a fines, normal, lleva
naturalmente a efectuar un trabajo que opere sobre el mundo exterior, y no se conforma, como la
psicosis, con producir alteraciones internas; ya no es autoplástica, sino aloplástica”. (Freud, S., La
pérdida de realidad en neurosis y psicosis, 1924, Obras Completas, Vol 19, Amorrortu Editores.)
Ahí James Strachey pone en una nota que “estos términos fueron acuñados posiblemente por
Ferenczi, quien los emplea en su trabajo sobre los fenómenos de materialización histérica (1919a,
Los procedimientos por los cuales el neurótico pasa al acto, ese es el gran
tema. Vuelve a citar Lacan ahí a Kate Friedlander (ver cita al pie de página) en
relación al carácter neurótico. Para Friedlander –Lacan no opone su posición- Los
procedimientos por los cuales el neurótico pasa al acto se basan en la repetición
de las frustraciones pulsionales detenidas en corto circuito sobre la situación
edípica, sin poder comprometerse nunca más en una elaboración de estructura.
Repetición de las frustraciones detenidas en el edipo. ¿Qué significa? Tenemos
acá tres términos: repetición, frustración y edipo.
pág. 24); no obstante, allí Ferenczi los atribuye aparentemente a Freud, pese a que este no parece
haberlos empleado en otro lugar que en el presente pasaje”.
¿qué castiga, qué se castiga? O bien, ¿qué derecho hay de castigar? Lacan dice
que “…las vacilaciones que se registran a lo largo del siglo XIX en la conciencia
social respecto del derecho de castigar son características”. Y acá entra el
utilitarismo, esa palabra que se la usa para designar una especie de relación
simplista entre causa y efecto, a tal delito, tal castigo, como si fuera un inventario,
una lista de todos los delitos posibles y sus penas. Eso es utilitarismo. Un poco un
código penal es una versión utilitarista de la palabra del juez. El juez se apoya en
el utilitarismo del código penal, como así también el abogado penalista. Pero lo
que Lacan dice, y que resulta interesante, es que frente a este utilitarismo, el juez
y el penalista siempre se ven obligados a retroceder ante la existencia de
determinados crímenes en donde justamente, se escapa a ese registro utilitarista.
Son aquellos crímenes en donde la conducta humana resulta para ellos
insondable. Lacan lo dice así: “…no bien aparece una motivación utilitaria, (…) el
pensamiento de los penalistas titubea ante el crimen en que aparecen instintos
cuya índole escapa al registro utilitarista donde se despliega el pensamiento de un
Bentham.
Jeremy Bentham era …
Yo digo, leyendo esto, lo que está diciendo Lacan es que cuando se cae el
código, cuando un delito no entra dentro de sus artículos, y cuando aparecen los
instintos del criminal, allí es donde el juez retrocede en su proceder y al abogado
se le quema la cabeza. No quiere decir que no haga nada, lo mismo se dicta
sentencia, se juzga, se defiende y se encarcela a personas, pero la cosa es saber
desde donde o más bien, saber qué se hace cuando se manda un tipo preso. Y
eso genera y deja sin resolver unas preguntas, que no son nuevas y que persisten
durante décadas, y que son del tipo de ¿cómo juzgar?, ¿qué juzgar?, ¿qué
castigar?, ¿cómo castigar?, etc
Lacan esboza aquí una respuesta, evocando a Cesar Lombroso y la
escuela positivista italiana, aquella teoría del delincuente nato: “…los primeros
tiempos de la criminología –dice Lacan- que juzga atávicos a esos instintos y que
hace del criminal un superviviente de una forma arcaica de la especie,
biológicamente aislable. Ocurre que, según él mismo lo dice, esa respuesta ha
quedado prontamente en desuso, por inoperante. En la filosofía, dice, ya antaño
se ha trabajado sobre ese menester y se ha fracasado también antaño. Además,
es una teoría que “… solo se puede explicar por las satisfacciones que podía
exigir la euforia de la clase dominante, tanto para su comodidad intelectual como
para su mala conciencia”.
Otra referencia, otra posible respuesta, la que se vincula con un texto y un autor
que Lacan trae y que por el momento no tengo el gusto de conocer: “The
individual offender, de un tal Healy. “El ofensor individual”, sería más o menos
la traducción.
marca una fecha en el regreso a los principios, al aseverar ante todo que ese
estudio debe ser monográfico. Los resultados concretos aportados por el
psicoanálisis marcan otra fecha, tan decisiva para la confirmación doctrinal que
proporcionan a este principio como por la amplitud de los hechos valorados”.
La tercera referencia, es el psicoanálisis, que Lacan se va a ocupar de
exponer a su estilo al decir: “…el psicoanálisis resuelve un dilema de la teoría
criminológica: al irrealizar el crimen, no deshumaniza al criminal”. ¿qué significa
esto de irrealizar el crimen?… el psicoanálisis irrealiza el crimen…
Si el crimen es un acto que se realiza, un acto que atraviesa la cultura, que
va más allá de ella, o que se sale de ella, se puede decir que el psicoanálisis, al
intentar poner en palabras el acto realizado, al relatarlo, lo representa, lo
simboliza. Simbolizar es ciertamente lo contrario de actuar. En la simbolización del
acto, hay un pasaje de la no-palabra a la palabra, hay un hecho representacional.
¿qué función tendría este hecho de representar-se el acto mediante palabras?
Probablemente la reflexión sobre el acto realizado, promueva una posición de
vuelta a la cultura, un pasaje de vuelta de la barrera que traspasó. Irrealizar, es
decir, la no realización es un concepto que Lacan también utiliza en el Seminario
11 de los Cuatro conceptos… allí dice que el inccionciente es del orden de lo no-
realizado3. Puede que irreal también se refiera a no-real, es decir, no en lo real,
fuera de lo real sino más bien en lo simbólico. Irrealizar en este sentido sería
sinónimo de hablar. Hablar es irrealizar el acto.
Tenemos entonces, volviendo a la frase de Lacan, el psicoanálisis, al hacer
hablar del acto realizado, no deshumaniza al criminal. Quiere decir que cuando el
criminal habla en el marco de un psicoanálisis, no pierde su condición, sino que
muy por el contrario, la alcanza. Y la alcanza por la vía propia, por la vía simbólica.
Porque el delito o el crimen puede ser tomado como una cosa, una cosa inerte, sin
vida, una cosa en-sí. El sujeto que habla sobre su acto criminal, se entera
mediante la escucha de su propio impulso perverso del deseo, de su condición de
sujeto, se entera –en el mejor de los casos, de que en ese acto existe una
responsabilidad: hay un sujeto responsable del acto, y ese sujeto es él mismo, el
responsable. Cabría decir: si es en verdad un psicoanálisis, eso no debería
deshumanizar al criminal. Porque un supuesto “Usted lo hizo, usted es
responsable” en realidad deshumaniza, más que no deshumanizar al criminal… es
el dedo indicador que le llama a estigmatizarlo, a marcarlo, a deshimanizarlo.
Si es un verdadero psicoanálisis, eso no ocurre o no debería ocurrir. Pongo
de nuego la frase para retenerla: “…el psicoanálisis resuelve un dilema de la teoría
criminológica: al irrealizar el crimen, no deshumaniza al criminal”. Y ¿cual es el
dilema de la teoría criminológica? Y que no puede entrar en la individualidad de
las causas, a la dinámica del deseo, a los desfiladeros de la sexualidad de los
cuales el crimen ha surgido. Esa es una limitación impuesta a la criminología. El
gran dilema de la teoría criminologica es en realidad un colmo: mientras más se
ocupa del hombre, del delincuente, de la víctima, del abusado, del robado, más se
pierde, más se extravía. Por eso dice el psicoanálisis resuelve un dilema de la
teoría criminológica…
3 “Lo que, en efecto, se ha mostrado en primer lugar a Freud, los descubridores, a los que
han dado los primeros pasos, a los que se muestra todavía a quien quiera que en el análisis
acomode un tiempo su mirada a lo que pertenece propiamente al orden del inconsciente, es que no
es ni ser, ni no ser es no-realizado”. Lacan, J., Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales
del psicoanálisis, Paidos.
Ahora bien, toda relación analítica esta mediada por por la transferencia, sin la
cual, no hay psicoanálisis. Lacan dice que Más aún, con el expediente de la
transferencia de entrada al mundo imaginario del criminal, que puede ser para él la
puerta abierta a lo real.
De todos modos, los casos que tienen que ver claramente con el edipismo
deberían ser confiados al analista sin ninguna de las limitaciones que pueden
trabar su acción.
Cómo dejar de dar la prueba íntegra de ello, cuando la penología se justifica tan mal que a la conciencia popular le repugna
aplicarla hasta en los crímenes reales, como se ve en el célebre caso ocurrido en Estados Unidos de América y relatado por
Grotjahn en su artículo acerca de los Searchligts on delinquency, donde se ve al jury absolver, ante el entusiasmo del
público, a los acusados, cuando todos los cargos habían parecido abrumarlos con la demostración del asesinato, disfrazado
de accidente marítimo, de los padres de uno de ellos.
Melanie Klein afirma las categorías de lo Bueno y lo Malo en el estadio infans del
comportamiento y plantea el problema de la implicación retrospectiva de las
significaciones en una etapa anterior a la aparición del lenguaje. Se sabe de qué
modo su método, al actuar con desprecio de toda objeción de Ias tensiones del
edipismo, dentro de una interpretación ultraprecoz de las intenciones del niño
pequeño, ha cortado el nudo mediante la acción, no sin provocar en torno de sus
teorías discusiones apasionadas.
Sigue en pie el hecho de que la persistencia imaginaria de los buenos y los malos
objetos primordiales en comportamientos de fuga, que pueden poner al adulto en
conflicto con sus responsabilidades, va a llevar a concebir el superyó como una
instancia psicológica que adquiere en el hombre una significación genérica. Es
una noción que no tiene, pese a ello, nada de idealista: se inscribe en la realidad
de la miseria fisiológica propia de los primeros meses de la vida del hombre,
acerca de la cual ha insistido uno de nosotros, y expresa la dependencia, genérica
en efecto, del hombre con respecto al medio humano.
Por tanto, ninguna forma del superyó es inferible del individuo a una sociedad
dada. Y el único superyó colectivo que se pueda concebir exigiría una
disgregación molecular integral de la sociedad. Cierto es qué el entusiasmo en el
que hemos visto a toda una juventud sacrificarse por ideales de nada nos lleva a
entrever su realización posible en el horizonte de fenómenos sociales masivos que
deberían suponer, entonces, la escala, universal.
Del crimen en su relación con la realidad del criminal: si el psicoanálisis da
su medida...
Una civilización cuyos ideales sean cada vez mas utilitarios, comprometida como
está en el movimiento acelerado de la producción, ya no puede conocer nada de
la significación expiatoria del castigo. Si retiene su alcance ejemplar, es porque
tiende a absorberlo en su fin correccional. Por lo demás, este cambia
insensiblemente de objeto. Los ideales del humanismo se resuelven en el
utilitarismo del grupo. Y como el grupo que hace la ley no está, por razones
sociales, completamente seguro respecto de la justicia de los fundamentos de su
poder, se remite a un humanitarismo en el que se expresan, igualmente, la
sublevación de los explotados y la mala conciencia de los explotadores, a los que
la noción de castigo también se les ha hecho insoportable. La antinomia ideológica
refleja, aquí como en otras partes, el malestar social. Ahora busca su solución en
una posición científica del problema: a saber, en un análisis psiquiátrico del
criminal, a lo cual se debe remitir, habida cuenta ya de todas las medidas de
prevención contra el crimen y de protección contra su recidiva, lo que podríamos
designar como una concepción sanitaria de la penología.
Es esta una concepción que supone resueltas las relaciones entre el derecho a la
violencia y el poder de una policía universal. Lo hemos visto, soberbio, en
Nuremberg, y, aunque el efecto sanitario de este proceso sigue siendo dudoso con
respecto a la supresión de los males sociales que pretendía reprimir, el psiquiatra
no habría podido dejar de asistir por razones de "humanidad", acerca de las
cuales se puede ver que sienten más respeto por el objeto humano que por la
noción de prójimo.
De ahí, la puerta del pretorio está abierta al psicólogo, y el hecho de que éste no
aparezca sino muy rara vez en persona prueba tan solo la carencia social de su
función.
Y podemos ver cómo en el espíritu del experto mismo esa discordancia se vuelve
contra su función en un patente resentimiento con desprecio de su deber, como
que se ha dado con el caso de un experto que se negaba ante el Tribunal a todo
otro exámen que no fuera el físico de un inculpado por lo demás manifiestamente
válido mentalmente, atrincherándose en el Código, de lo que no había que deducir
la conclusión del hecho del acto imputado al sujeto por la averiguación policial,
cuando una prueba pericial psiquiátrica le advertía expresamente que un simple
exámen desde este punto de vista demostraba con certeza que el acto en cuestión
era puramente aparente y que -gesto de repetición obsesiva- no podía constituir,
en el lugar cerrado, aunque vigilado, en que se había producido, un delito de
exhibición.
Pero con el mero instrumento de ese artículo, si bien no puede responder del
carácter compulsivo de la fuerza que ha arrastrarlo al acto del sujeto, al menos
puede indagar quién ha sufrido la compulsión.
Destaquemos que uno de los primeros elementos cuya autonomía psíquica esa
experiencia le ha enseñado a captar, a saber, lo que la teoría ha profundizado de
manera progresiva como si representara a la instancia del yo, es también lo que,
en el diálogo analítico confiesa el sujeto como por sí solo, o, con mayor exactitud,
lo que tanto de sus actos como de sus intenciones tiene su confesión. Ahora bien,
Freud ha reconocido la forma de esta confesión, que es la mas característica de la
función que representa; es la Verneinung la denegación.
Se podría describir, aquí, toda una semiología de las formas culturales por las que
se comunica la subjetividad, comenzando por la restricción mental, característica
del humanismo cristiano y acerca de la cual tanto se les ha reprochado a los
admirables moralistas que eran los jesuitas el haber codificado su uso,
continuando por el Ketman, especie de ejercicio de protección contra la verdad y
señalado por Gobineau como general en sus tan penetrantes relatos sobre la vida
social del Medio Oriente, y pasando al Yang, ceremonial de las negativas
presentado por la cortesía china como escalera al reconocimiento del prójimo,
para reconocer la forma más característica de expresión del sujeto en la sociedad
occidental, en la protesta de inocencia, y plantear que la sinceridad es el primer
obstáculo hallado por la dialéctica en la búsqueda de las verdaderas intenciones
puesto que el uso primario del habla parece tener por fin, disfrazarlas.
En efecto, toda forma del yo encarna esa negatividad, y se puede decir que, si
Cloto, Laquesis y Atropos se reparten el cuidado de nuestro destino, de consuno
retuercen el hilo de nuestra identidad.
De ese modo, como la tensión agresiva integra la pulsión frustrada cada vez que
la falta de adecuación del "otro" hace abortar la identificación resolutiva, también
determina, con ello, un tipo de objeto que se vuelve criminógeno en la suspensión
de la dialéctica del yo.
Educación que es más bien una dialéctica viva, según la cual el educador remite,
con su no actuar, las agresiones propias del yo a ligarse por el sujeto, alienándose
en sus relaciones con el otro, a fin de que pueda entonces desligarlas mediante
las maniobras del análisis clásico.
Las identificaciones anales, que el análisis ha descubierto en los orígenes del yo,
otorgan su sentido a lo que la medicina legal designa en la jerga policiaca con el
nombre de "tarjeta de visita". La "firma", a menudo flagrante, dejada por el criminal
puede indicar en qué momento de la identificación del yo se ha producido la
represión merced a la cual se puede decir que el sujeto no puede responder de su
crimen y también gracias a la cual permanece aferrado a su denegación.
Con respecto al fenómeno del espejo, un caso recién publicado por la señorita
Boutonier nos muestra el resorte de un despertar del criminal a la conciencia de lo
que lo condena.
Nadie, y menos que nadie el psicoanalista, se extraviará por ese camino, ante
todo porque, contra la confusa mitología en cuyo nombre los ignorantes aguardan
el "levantamiento de las censuras", el psicoanalista conoce el sentido preciso de
las represiones [répressions] que definen los límites de la síntesis del yo.
No busquemos, pues, la realidad del crimen más que lo que buscamos la del
criminal por medio de la narcósis. Los vaticinios que provoca, desconcertantes
para el investigador, son peligrosos para el sujeto, quien, a poco que participe de
una estructura psicótica, puede hallar en ellos el "momento fecundo" de un delirio.
Como la tortura, la narcosis tiene sus límites: no puede hacerlo confesar al sujeto
lo que éste no sabe.
Así, en las Questions médico-légales, acerca de las cuales el libro de Zacchias
nos trae el testimonio de haber sido planteadas ya en el siglo XVII en torno de la
noción de unidad de la personalidad y de las posibles rupturas que a ésta puede
causar la enfermedad el psicoanálisis aporta el aparato de exámen que todavía
abarca un campo de vinculación entre la naturaleza y la cultura: en este caso, el
de la síntesis personal en su doble relación de identificación formal, que se abre
sobre las hiancias de las disociaciones neurológicas (desde los raptos epilépticos
hasta las amnesias orgánicas), por una parte, y, por la otra, de asimilación
alienante, que se abre sobre las tensiones de las relaciones de grupo.
Se sabe, por lo demás, que esos fenómenos ya han atraído, desde el punto de
vista único del rendimiento, la atención de los explotadores del trabajo que no se
contentan con palabras, y justificado en la Hawthorne Westenrn Electric los gastos
de un estudio continuado por años de las relaciones de grupo en sus efectos
sobre las disposiciones psíquicas más deseables entre los empleados.
Por ejemplo, una completa separación entre el grupo vital constituido por el sujeto
y los suyos y el grupo funcional, donde se deben hallar los medios de subsistencia
del primero, permite una suficiente ilustración al aseverar que torna verosímil a
monsieur Vereloux -una anarquía tanto mayor de las imágenes del deseo cuanto
que éstas parecen gravitar cada vez más en torno de satisfacciones escoptofílicas,
homogeneizadas en la masa social; una creciente implicación de las pasiones
fundamentales del poder, la posesión y el prestigio en los ideales sociales: otros
tantos objetos de estudio para los cuales la teoría analítica pueda ofrecerle al
estadístico coordenadas correctas a fin de introducir allí sus medidas.
Estructuras tales, en las que una asimilación social del individuo llevada al
extremo muestra su correlación con una tensión agresiva, cuya relativa impunidad
en el Estado le resulta muy sensible a todo sujeto de una cultura diferente (como
lo era, por ejemplo, el joven Sun Yat-sen), aparecen trastocadas cuando, con
arreglo a un proceso formal ya descrito por Platón la tiranía sucede a la
democracia y opera sobre los individuos, reducidos a su número ordinal, el acto
cardinal de la adición, pronto seguida por las otras tres operaciones
fundamentales de la aritmética.
rebelión son menos decisivas que cierta relación cuantitativa entre la masa social
y la masa proscrita.
Sin duda que se lo podrá calcular en los términos de la mecánica desarrollada por
la psicología llamada de grupo y permitir determinar la constante irracional que
debe responder a la agresividad característica de la alienación fundamental del
individuo.
Observemos ante todo la crítica a la que hay que someter la idea confusa en que
confía mucha gente honesta, la que ve en el crimen una erupción de los "instintos"
que echa abajo la barrera de las fuerzas morales de intimidación. Imagen difícil de
extirpar, por la satisfacción que procura hasta a mentes graves, mostrándoles al
criminal a buen recaudo y al gendarme tutelar, que ofrece, por ser característico
de nuestra sociedad, una tranquilizante omnipresencia.
Porque si el instinto significa, en efecto, la irrebatible animalidad del hombre, no se
ve por que ha de ser menos dócil si se halla encarnado en un ser de razón. La
forma del adagio que reza: Homo homini lupus es engañosa respecto de su
sentido y Baltasar Gracián forja, en un capítulo de El criticón, una fábula en la que
muestra qué quiere decir la tradición moralista, al expresar que la ferocidad del
hombre para con su semejante supera todo cuanto pueden los animales y que,
ante la amenaza que representa para la naturaleza entera, hasta los carniceros
retroceden horrorizados.
De ahí que esas pulsiones sólo se nos presenten en relaciones muy complejas, en
las que su propio torcimiento no puede llevar a prejuzgar acerca de su intensidad
de origen. Hablar de un exceso de libido es una fórmula vacía de sentido.
Más concreta es la noción con que nuestra experiencia completa la tópica psíquica
del individuo, es decir, la del Ello, pero también, ¡cuánto más difícil de captar que
las otras!
Por otra parte, las "tendencias" del sujeto no dejan de mostrar deslizamientos
vinculados al nivel de su satisfacción. Querríamos plantear el problema de los
efectos que puede tener al respecto un cierto índice de satisfación criminal.
Pero acaso estamos en los límites de nuestra acción dialéctica, y la verdad que se
nos ha dado, de reconocerlo con el sujeto, no podría ser reducida a la objetivación
científica.
En la confesión que recibimos del neurótico o el perverso, del inefable goce que
encuentran perdiéndose en la imagen fascinante, podemos medir el poder de un
hedonismo que habrá de introducirnos en las ambiguas relaciones entre la
realidad y el placer. Y si al referirnos a estos dos grandes principios describimos el
sentido de un desarrollo normativo, ¿como no sentirse embargado de la
importancia de las funciones fantasmática, en los motivos de ese progreso, y de
cuán cautiva sigue la vida humana de la ilusión narcisista, acerca de la cual
sabemos que teje sus mas "reales" coordenadas? Y por otra parte, ¿acaso no se
lo ha pesado ya todo, junto a la cuna, en las balanzas inconmensurables de la
Discordia y el Amor?
Más allá de tales antinomias, que nos conducen al umbral de la sabiduría, no hay
crimen absoluto, y además existen pese a la acción policíaca extendida por
nuestra civilización al mundo entero, asociaciones religiosas, vinculadas por una
práctica del crimen, en las que sus adeptos saben recuperar las presencias
sobrehumanas que en el equilibrio del Universo velan por la destrucción.
En cuanto a nosotros, dentro de los límites que nos hemos esforzado en definir
como aquellos en los que nuestros ideales. sociales reducen la comprensión del
crimen y condicionan su objetivación criminológica, si podemos aportar una verdad
de un más justo rigor, no olvidamos que lo debemos a la función privilegiada, cual
es la del recurso del sujeto al sujeto, que inscribe nuestros deberes en el orden de
la fraternidad eterna: su regla es también la regla de toda acción que nos esté
permitida.
La referencia a S. Freud
En realidad, la referencia más clara y concreta de este texto al Freud es lo vertido
en relación a El malestar en la cultura, de 1931.
La referencia a Malinoski, El crimen y la costumbre en las sociedades salvajes.
La referencia a San Pablo o Pablo de Tarso: con la ley nace el pecado
La referencia a Levi-Strauss …referencia implícita al estructuralismo (los zuni, a
los hopi…)
La referencia a Sócrates en el diálogo sobre la justicia, la posición de Amo-
esclavo
La referencia a Hegel …referencia implícita a la Fenomenología del espíritu
La referencia a Niezche, “Dios ha muerto todo esta permitido”
La referencia a Dostoievski, Los hermanos Karamazov
La referencia a Alexander y Staub: “Tentativa de homicidio neurótico”
La referencia a Marie Bonaparte: “compulsión a una fuerza a la que el sujeto no
puede resistirse”
La referencia a Aichhorn y la noción de delincuencia latente
La referencia a Kate Friedlander y la noción de carácter neurótico [hay un libro de
esta autora alemana que se llama “Psicoanálisis de la delincuencia Juvenil” que
está citado en el libro de Hilda Marchiori Introducción a la criminología”]
La referencia a Eduard Glover que se sorprende del carácter criminógeno del
neurótico
La referencia a Daniel Lagache y la conducta imaginaria (…el paso al acto
delictivo)
La referencia a Jeremy Bentham y el pensamiento utilitarista
La referencia a Aliména, La premeditazione (la premeditación…)
La referencia a Cesar Lombroso … el delincuente tanto… colma la euforia de la
clase dominante.
La referencia a Healy. “The individual offender
4Luhmann, N., “Complexity and Meaning”, incluido en “Science And Praxis Of Complexity”,
United Nations University Press, 1984, pág 100.
5El término “no-lineal”, está ciertamente suplantando al concepto de ciencia blanda. Se
refiere a que la variación de un elemento dentro del sistema no produce una variación proporcional
el otro elemento sino que provoca una varianza que es desconocida.
La observación es la posibilidad de tener un punto de vista diferente de
lugar donde la información se produce. De alguna manera esto es conocido por
nosotros, los estudiantes. Nuestros profesores se han ocupado de enseñarnos
que en los modelos de investigación social estamos incluidos desde materialmente
hasta ideológicamente. Existiría, pues, una relación interesante de ver entre lo que
es la operación en sí y la observación entendida de esta manera: tanto la
operatividad del sistema como la posibilidad de observación ‘refuerzan’ la
posibilidad de la comprensión de la selectividad, que es lo que nos interesa en
tanto la estamos entendiendo como el emergente. Toda operación compleja es
selección, lo cual no implica que esta pueda ser intencional o no, y aún más, no
implica sistema de control alguno. Por tanto la posibilidad de reforzamiento
encuadra un problema que define la complejidad de la operación y de la
observación.
Si entendemos que la comunicación es el medio por el cual se produce la
operación decimos que los elementos no son entidades estables, sino más bien
dinámicas y que no son sino por su relación con los otros elementos. El elemento
es una entidad variable, es por antonomasia dinámico. Entonces la noción de
significado (meaning), es decir, la posibilidad de comprensión de la complejidad de
las operaciones pertenecientes a los elementos de un sistema, necesariamente
debe encontrar su base en la inestabilidad. Lo más coherente que se puede decir
hasta ahora es que la noción de significado (meaning) se basa en la inestabilidad
de los elementos. “Esta es otra manera de decir que el significado es otra cualidad
de los sistemas dinámicos (...) la estructura del significado (meaning) se basa en
la diferencia entre la realidad y la potencialidad de la selección”6, es decir, el
mundo de los significados representa la selectividad reforzada y está
caracterizado por una determinación indeterminable. La tesis de Luhmann es que
“el significado es una representación de la complejidad” (meaning is a
representation of complexity). Como la selectividad reforzada, a pesar de ser el
arma más coherente de aprehensión de la realidad, niega la posibilidad de la
comprensión del sistema en su totalidad, el significado se presenta como una
copia de la misma, que solo puede leerse bajo el ojo de la complejidad.
Pero hay distintos niveles de significado; eso depende de los sistemas
donde se establecen los elementos. Los significados están siempre en relación
con el medio mediante el cual los elementos se relacionan. De esta manera, el
medio (media) de relación para el sistema de los problemas de la física puede ser
conciente, y para un sistema social el medio (media) es la comunicación.
Como en todo sistema complejo, tenemos que los elementos de una
estructura social son tomados en base a la relación que tienen con los demás
elementos de la misma. Definir los elementos de una sociedad supone basarse en
la inestabilidad de los mismos y en su vasta movilidad y dinamismo, por tanto es
natural que, por ejemplo, al tratar de definir una institución particular, como puede
ser la institución del delito como subsistema operante en la estructura social,
debamos recurrir al pensamiento complejo. Por tanto la predictibilidad de la
emergencia de una forma determinada del fenómeno delictivo como estamento
socio-cultural está basada en la esencia de lo que hemos manifestado arriba, esto
9Zeleny, M., “Spontáneous Social Order” incluido en “The Science and Praxis or
Bibliografía Consultada
1. Ballandier, G., “El desorden”, Gedisa, 1988
2. Guattari, F., “Caosmosis”, Manantial, 1996
3. Luhmann, N., “Observaciones de la modernidad”, Paidós Studio, 1997
4. Luhmann, N., Zeleny, M. Y otros, “Science and Praxis of the Complexity”, United Nations
University Press, 1984
5. Prigogine, I. y Stengers, I: “Order out of chaos”, New York, Bantan Books, 1984
6. Prigogine. I., Morin, E. Y otros, “Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad”, Paidos, 1994
S. Freud
I
CUESTIONES DE MÉTODO
Quisiera explicar la idea que fue planteada en el proyecto presentado al
Goethe-Institut Córdoba con motivo de la convocatoria denominada Error. Esta
convocatoria, que invitaba a una materialización simbólica de la idea, ha motivado
una serie de ideas fuerza que ha sido comprimidas, por así decir, en el proyecto
nuestro, las que intentaré ahora expandirlas. Yo creo que el objetivo general de
este proyecto es mostrar de un modo audiovisual, bajo el formato conocido como
“documental” la experiencia de la cárcel. Ni más ni menos que eso. Los métodos
me parece que pueden ser variados, apelando a recursos basados en imágenes,
basados en sonidos y música y en recursos discursivos. Mostrar esta experiencia
sin pretender ubicarse específicamente en guardia, en preso, en juez de
ejecución, ni si quiera en psicólogo. Por el contrario, intentar mostrar la
experiencia desde una mirada que pretende ser la nuestra. (bueno, será esto así o
no??)
Sole, vos escribiste esto… que estaba muy bueno Al pensar en este
proyecto se nos hace presente una pregunta sobre nuestra práctica cotidiana. Una
pregunta que tiene que ver con el psicoanálisis como un modo de pensar al sujeto.
Esta teoría se ha planteado diferentes recursos para sondar algo del ser,
construyéndose a partir del equívoco. Desde allí continúa abriendo interrogantes.
Nos animamos a pensar en la violencia y a plantearnos esta como un
acontecimiento inherente al ser y al estado y en contraposición a ésta, en la
libertad. Hegel, uno de los grandes pensadores al igual que Benthan, se
pronuncian contra el pacto social de Rousseau y el primero señala: “Beccaria
ha negado públicamente al estado el derecho de aplicar la pena de muerte en
razón de que no puede suponerse que en el contrato social esté contenido el
consenso de los individuos para dejarse matar; antes bien debe presumirse lo
contrario. Solo que el estado no es un contrato ni su esencia fundamental
envuelve la defensa y la garantía de la vida y propiedad de los individuos en forma
incondicionada. Mas bien, es la entidad mas elevada que también pretende esa
vida, esa propiedad, y exige el sacrificio de las mismas”. Si la violencia es un
acto… un paso al acto? que trasvasa los límites de lo representable, es posible
pensar a esta como un equívoco, un error del sujeto del lenguaje. El
dispositivo que responde a esta, opera desde un engranaje de poder que en
definitiva persigue el error desdoblado al plano de lo moral. El psicoanálisis
podría pensarse como un ejercicio de búsqueda que resista por la vía de la
espiritualidad al sujeto disciplinado de la norma. La marginalidad como un error?
La marginalidad como resistencia? Como equivoco?
Proyecto…
Llegando a lo humano, hay otras posibles. Flexibilizadas o rigidizadas,
pueden pensarse: naturaleza y cultura, normal-anormal, sociedades disciplinarias
y sociedades del control, vivo-muerto, etc. “C” sería entonces otra cosa, por
ejemplo, un Almafuerte dice sin deberle nada a nadie que “muertos son los que
tienen muerta el alma y viven todavía…” Ni A ni B… ¿cómo nombrarlo?. Quizás lo
que escapa a una oposición cualquiera pueda resultar importante, pueda hacer
pensar. Puede que C = A + B, puede que C = B – A, incluso C puede ser igual a B
. A . A + B – C, etc. Otra posible: acto y experiencia, y vuelve a quedarse corta. En
todo caso, C podría ser igual a pensar, pensar A y B, en relación. El “necesito
pensar distinto”…
Cuando se intenta pensar en la experiencia de la cárcel, puede
considerarse el “testimonio” como modo de representación de la realidad, una
realidad cualquiera que puede ir de un simple caminar por un pasillo enrejado a
oler basura durante años. Se trabaja en este proyecto sobre el rescate del
testimonio como “tentativa de C” …se encierran momentáneamente, no se atrapan
con paredes y rejas, vuelan como si fueran semillas de helechos que se
reproducen con el viento. Es algo ominoso. Son, incluso, sensibles al poder, por
aquello de que el poder no resiste al vacío y lugar que se desocupa es ocupado
por otro sector del poder, del poder que sea, en la faz que sea. Los limites a la
experiencia en una prisión, sea del lado que sea, en el puesto o rol que sea, son o
pueden ser inimaginables, algunos cifran ahí el inframundo, una especie de
escenario dantesco que simula otros escenarios, por lo general degradados y
vividos en chiquito… "es como la sociedad, pero en chiquito, eso es lo no todos
saben”. Y sin embargo hay ahí la cristalización de una concepción de sujeto que
se resiste al análisis. “Me quiero matar” dijo uno, y seguidamente, antes de irse:
“no se preocupe, la cárcel no mata, enloquece”, guiño mediante. Como los
hombres sensibles de Flores… quizás todos conocen el barrio de Flores, pero
nadie conoce a los hombres sensibles de Flores, vuelve la encrucijada lógica,
límite al conocimiento, y el barbero de Bertrand Russell, se hace presente, listo
para afeitar. Otro, con un dedo para arriba, dice “ni una palabra de aliento me
dieron” y reforzaba con dolor, “¡ni una!”. ¿Es un error? ¿Dónde está? El testimonio
muestra, quizás como la arqueología también, que hay algo que se escabulle
entre los discursos, que resiste al pensamiento, a la reflexión sesuda, se produce
un desdoblamiento, mientras las culpas van y vienen, de aquí para allá y de allá
para acá… hay unos reglamentos que solo un dios podría formular… se los
conoce, se hacen sentir, prueban cosas, y el mundo se vuelve paranoia,
decepción, amenaza. Y quien puede hablar de eso, quien puede decir lo que es,
en qué consiste esta extraña experiencia… el testimonio como puerta. Hay un pibe
que escribió, le publicaron una nota en Página 12. El juez, la moral más cruel, esa
de la que nadie habla, también dice presente, junto al barbero, se mete en las
venas de las familias ¿es un error de procedimiento? El hermano de uno, de 5
años, no más, camina solo tocando con el dedo índice la pared del pasillo, justo
del lado por donde los presos deben caminar… el pasillo es larguísimo y el niño se
pierde y se funde con el horizonte, que es un puesto de observación ¿es un error?
El milagro de Roger Waters, pabellón 7 del Indio Solari, cristalizándose en cada
respiración, mientras todo y uno son lo mismo, una especie de río torrentoso.
Escenarios del vacío, escenarios del poder… quien sabe. Deformación de la vida.
Degradación de la cultura. Rebaja del sentimiento de vida… ¿qué es lo que
asciende? Al modo socrático… quizás solo puedo decir lo que me contaron, que
era mucho más, en si mismo, que lo que otros decían saber… grandes refutadores
de la historia. No ver, ¿qué significaría?
El testimonio a través del video…¿Acaso no es la forma mas rápida y eficaz
de mostrar/exponer/objetivizar al sujeto?
Montaje Rítmico y acelerado: Un helecho que crece entre escombros, la
mirada de los presos, las puertas que se cierran al revés, como abriéndose, una
boca sonriendo, otra lágrima, un cielo gris que no avanza, lámparas que se
prenden y se apagan. Una polilla encerrada dentro de una lámpara intentando
salirse, pasillos largos, fotos viejas en una pared, mensajes escritos sobre las
paredes, miradas externas, una familia tipo come en silencio, un cielo gris que no
avanza...ecuaciones matemáticas que no cuadran. ¿Hay posibilidad de dar
mediante la imagen una tentativa? … imágenes sucesivas, separadas y unidas
entre sí.