Introducción
El término liderazgo se considera a veces como sinónimo de dirección, aun no siendo equivalente,
mientras que otras veces se ven como términos mutuamente excluyentes. En general podemos
decir que el liderazgo no puede ser separado de la dirección, es una parte del trabajo directivo. Lo
que aquí nos interesa son aquellas funciones del liderazgo que vienen asignadas por la función o
rol propios que una persona desempeña en una organización laboral. Por ello utilizaremos ambos
conceptos como sinónimos.
El Liderazgo se define como la habilidad de un individuo para influir, motivar y posibilitar que otras
personas contribuyan a la efectividad y al éxito de las organizaciones de las que forma parte.
Ya hemos visto que las nuevas formas de organización están propiciando cambios en los modelos
de liderazgo, del modelo jerárquico de decisión se pasa a valorar más las habilidades sociales: de
comunicación, capacidad de dinamizar grupos, mediación, autonomía en la toma de decisiones,
etc. Se potencia un tipo de liderazgo que sea capaz de implicar emocionalmente al trabajador/a.
Desde los años ochenta se viene investigando si existen estilos diferentes de dirigir de hombres y
de mujeres. No hay acuerdo al respecto, hay estudios que afirman que no existen diferencias,
frente a los que afirman que hay un modo de liderar en función del género. Quienes argumentan
que existen diferencias en el modo de liderar, consideran que las mujeres tienen mejores
capacidades de comunicación para priorizar las visiones globales, para conciliar el interés por los
resultados y la preocupación por las personas. Estaríamos ante un estilo de liderazgo
transformacional, que se adecuaría mejor a los cambios organizacionales. El estilo directivo
masculino sería el transacional.
Conceptos:
Liderazgo transacional. Se orienta a la tarea y tiene sus racies en la organización científica del
trabajo. Las personas asumen las funciones que se les asignan, sin modificarlas ni adaptarlas a su
manera de ser ni a las necesidades de la organización.