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ES ESTE UN MUNDO AMABLE O UNO PELIGROSO? TÚ TIENES LA RESPUESTA.

Por Laura Foletto

Durante bastante tiempo, yo albergué una persona “mala” en mí. Por momentos, era inocente, despreocupada,
amorosa, confiada. Otros, estaba llena de rabia, violencia, inseguridad, era manipuladora y ventajista. Por
supuesto, era mi terrible secreto, uno que me quemaba como un ácido y que me distanciaba de los demás. No
es que ellos no se dieran cuenta de algunas de estas cosas: rezumaba agresión de a borbotones o era pinchuda
como un puercoespín. Me odiaba tanto como odiaba al mundo.

En algún momento, comencé a plantearme esta esquizofrenia. Una de las cosas que primero me alertó fue un
episodio que me sucedió cuando tendría unos 20 años. Estaba caminando por Lavalle, en el centro de Buenos
Aires, y una anciana pordiosera me pegó y me insultó cuando pasé a su lado. No sólo me sorprendió porque iba
distraída en mis asuntos y porque fue furioso sino porque arrancó una pregunta instantáneamente: “¿por qué a
mí?”. Cientos de personas circulaban por la misma calle… ¿qué tenía yo que me eligió para sus agravios
incoherentes?

Mi mundo estaba dividido: cosas increíbles y cosas horribles me pasaban; personas buenas y cariñosas me
rodeaban al igual que otras manipuladoras y egoístas; recibía ayuda desinteresada y también indiferencia; sentía
que podía lograr cualquier cosa que me propusiera y que la sociedad me lo negaría; que era omnipotente e
impotente; que había un bien y un mal… ¿o no? El camino espiritual se estaba desplegando al igual que mi
conciencia.

Entonces, no sé adónde, leí que la gran pregunta que definía todo era: ¿es este un mundo amable o uno
peligroso? Según la respuesta que nos diéramos, era lo que encontraríamos. Yo me estaba planteando uno
peligroso, que reflejaba mis propios aspectos “malos”. La anciana que me pegó era un espejo, de mi violencia,
de mi nula autoestima, de esa idea de que la vida estaba en mi contra o de que se me castigaría por mis
pecados. Cuando me desconectaba de eso, aparecía un mundo que me protegía, me seguía en mis juegos, se
mostraba brillante y bello. ¿Cuál de los dos era real? Los dos, por supuesto. Y ninguno.

Esta es una ilusión poderosa que le da a cada uno lo que quiere ver y experimentar. Es una realidad
inmensamente variada y múltiple, pero, a la vez, muy acotada: buena o mala, amable o peligrosa. Esta última
incluye al Demonio, la Nada, el Otro, la Maldad, el Enemigo, etc. ¿Cómo salir de la ilusión? Saliendo del
Ego, de la Dualidad, yendo a la Unidad. Cuando acepté e integré a mi “mala” como un aspecto mío (uno
sumamente enriquecedor y pleno de aprendizajes), también acepté e integré a mi “buena” y cesaron las luchas y
los conflictos con el exterior. El mundo se hizo amable. O sea, digno de ser amado. Como yo.

Hace poco, una persona se comenzó a quejar de lo maleducada que estaba la gente, de la violencia que tenía,
que la chocaban y ni disculpas le pedían, que la trataban mal en cualquier lado. Recordé que, antes, a mí
también me pasaba. A partir de habitar un mundo amable, no sólo me dejó de suceder, sino que me di cuenta
de que no se me despega de los labios el “gracias” y el “perdón”. Si, por casualidad, tengo un mínimo choque
con alguien, pido perdón inmediatamente (aunque el otro lo hubiera provocado) y el otro hace lo mismo, al
instante. Y en cualquier lado, no solamente en lugares “educados”, sea donde sea. Es como si todo
transcurriera entre sábanas de seda. Y si no es así es porque YO me pierdo, porque me distraigo y me
olvido de que el mundo es amable, de que Dios/Diosa está detrás de la fachada, de que soy Amor y reflejo
amor.

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