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I.

PERSONA INTEGRADA

Eyer, Julita (1989). Persona integral.


Universidad Prodeo. Italia

Hay en nosotros un núcleo muy profundo siempre igual y en el que repercuten


dinámicamente todas las vivencias internas y externas. Es el núcleo que nos hace decir
"yo”. Sin embargo, en este núcleo, en esta hondura de mi yo se genera una energía con
una doble orientación: hacia adentro de mí y hacia afuera de mí, hacia mi propio yo, y hacia
el mundo y los otros. Es la energía que me hace decir "yo soy" y yo "soy siendo". El yo es
el núcleo que genera y recibe pasivamente. "Soy" y "soy siendo,", esto es, existo y voy
creando en mí la existencia, es decir la vida, el núcleo vital y la energía vital.

Este yo, no obstante, no está integrado ni unificado. No se mueve únicamente hacia adentro
y hacia afuera de mí, sino que se ramifica en su mismo impulso generador en nueve
dimensiones que tenemos que integrar de manera equilibrada hacia adentro y hacia afuera
de nosotros mismos.

A todo esto lo denominamos integración del yo: Unificar todas las vertientes vitales, todas
las dimensiones del ser en una continuidad consciente y constante hasta lograr una
personalidad plena.

EL YO FÍSICO Y EL YO FISIOLÓGICO

Te mueves, ríes, cantas, hablas, rezas, te emocionas, piensas, sientes, experimentas


aspiraciones y grandes ideales. Todo esto derrama vivencias, y una nube de vivencias nos
envuelve constantemente. Las vivencias son pasajeras, viene una, viene otra, son oleadas
constantes en nuestro cuerpo; oleaje incesante. Pero sabemos que hay algo que
permanece invariable, idéntico a sí mismo el núcleo de mi yo donde se apoyan esas
vivencias. Ese núcleo que debo poseer para llevar el timón. Ese núcleo que está sustentado
precisamente por mi realidad física.

De este fondo sustancial, del cual mi cuerpo es el portador, brota el equipo de energías,
tendencias y capacidades que constituyen el equipo dinámico-humano de personalización.

El cuerpo portador vive en dependencia radical del núcleo vital, pero el núcleo vital queda
radicalmente dependiente respecto del cuerpo. Es lo que llamamos somatización. Cualquier
movimiento en el hombre hace sentir su influjo en todo el hombre, en toda su dimensión
personal. De allí nace la importancia de la educación del cuerpo. Mente sana en cuerpo
sano; cuerpo sano, vida saludable.

Ahondar un poco en esto supone aclarar algo sobre nuestra realidad corporal.

El yo físico se puede considerar desde fuera: mi identidad externa; o desde dentro: mi


identidad interna o fisiológica.

EL YO FÍSICO

Es el más simple, el más patente, el que podemos percibir con facilidad porque lo tocamos,
lo sentimos, vemos, oímos y aun olemos. Pero el yo físico no es mas que el mediador para
conectar con el exterior otros aspectos del yo mucho más profundos, menos perceptibles,
pero tan hondamente reales como el físico o fisiológico que nos es patente, muchas veces
es velo y obstáculo para la manifestación del verdadero yo. Sin embargo, es la primera
aceptación consciente para la identidad: "Es mi cuerpo, me has dado un cuerpo y aquí
estoy." Después del cuerpo está la mente, y nadie puede leer la mente de otro; nuestros
pensamientos, nuestros sentimientos, se traducen en gestos, palabras, posturas,
expresiones faciales es decir en cuerpo, en velo que cubre el verdadero yo y que tiene que
ser descifrado constantemente.

De allí que se pueda afirmar, con cierta certeza, “cuanto más transparente seas, mejor", y
para eso hay que aceptarse. Aceptar la constitución recibida, sobre la cual muy poco
podemos hacer.

Externamente esto supone aceptar estatura, complexión, cabeza, pelo, cara, mejillas, ojos
en color y expresión, nariz, boca y labios, manos, dedos, piel, expresión de la sonrisa, etc.
Lo que superficialmente llamamos identidad, la que aparece en pasaportes, tarjetas de
identidad, contratos laborales, etc. Sin embargo, ¿me atrevo a vivir conforme a mi propia
constitución? ¿Me atrevo a introyectarme para conocerme bien y atreverme a vivir según
soy? De acuerdo a mi figura son mis vestidos, los colores que escojo, los estilos según mi
propio físico. Si no me acepto tal cual soy, me convierto en instrumento de la moda. ¿Por
qué me tengo que meter en la corriente aunque no le vaya a mi personalidad? Lo importante
es que sea lo que soy. Si me va lo clásico, lo clásico; si lo exótico, lo exótico; pero no lo
artificial, para no jugar con la propia imagen. ¿Qué se quiere decir en relación a los
cosméticos? Lo importante en el yo físico externo, es quedarse libre, no dejarse manipular.
Ser uno mismo. Siempre habrá gente a quien guste y gente a quien no agrade. ¿Te gustas
y te amas a ti mismo o te dejas negligentemente y te rechazas? ¿Te amas sin querer
cambiar? Esto es la libertad con respecto a lo físico. Es la lucha de aceptarlo en el periodo
de la adolescencia. Esto es ser sincero, sin máscara. Sincerarse significa quitarse toda la
cera. Aquí estoy, sencillo, tal cual soy; que todo ayude a la interpretación de mi yo interior;
a la transparencia para mí mismo y para los demás. Este es el primer paso en la
personalización: aceptarme tal cual soy, en mi unidad, es decir, fisonomía global –Gestalt-
y en mi continuidad, o sea en la evolución biológica de mi físico, aceptándome y
presentándome tal cual soy en cada etapa de mi fase vital, para transparentar también en
cada fase mi realidad interior.

EL YO FISIOLÓGICO

La expresión visible, externa, de mi ser a través de mi cuerpo trae consigo otro aspecto de
identidad, otro aspecto que se ha de integrar en el núcleo profundo del yo. Es el aspecto
fisiológico que supone conocimiento y aceptación de cada uno de los órganos y sistemas
que rigen la vida corporal del individuo. Este es un vasto campo de aceptaciones" y de
decisiones voluntarias que nos llevan a vivir la salud integral.

Todos queremos mantenernos físicamente en forma y gozar de buena salud, pero no a


todos nos es dado de la misma manera. Una cosa sí es "pareja" para todos: la fuerza vital
que se presenta diferentemente según la edad; por ejemplo, poco cansancio en la segunda
infancia, vigor en la juventud, fuerza y regocijo de la vida en la madurez cuando nos irrumpe
alguna enfermedad. Conocerse a sí mismo en el aspecto fisiológico, aceptarse y atreverse
a vivir según se es en este aspecto es un segundo reto en el proceso de personalización.
En el aspecto físico fisiológico es claramente perceptible la unidad del impulso vital: todo se
concentra en uno, todavía no se experimenta la bifurcación de energía vital ante el contacto.

Nuestra unidad fisiológica reside en la fuerza o energía vital, de la cual depende el buen
funcionamiento del organismo. Esta energía es la encargada de mantener el equilibrio
biológico, el estado de salud. La energía vital desequilibrada, al manifestarse de dentro
hacia afuera, es la verdadera causa en la aparición de cualquier mal físico. Por una parte,
el organismo personal, conocido y aceptado, es la verdadera defensa fisiológica, y además
la base primera para la personalidad; es lo que individualiza en el orden puramente natural
y biológico.

Desde nuestra realidad física conviene conocer en nosotros, hasta donde sea posible, el
influjo del medio interno fisicoquímico: la calidad en el desarrollo de las células somáticas,
de las que depende nuestra constitución fisiológica. Sabemos que en ellas reside el
desgaste y la recuperación, el desplazamiento de energías, la sensación y sensibilidad.

Asumirse en su yo fisiológico consiste no sólo en aceptarse, sino además en conocerse a


fondo para orientar su vida conforme a lo que uno es.

Al considerarlas células somáticas que forman el cuerpo y se multiplican para su desarrollo


y crecimiento conviene tener clara la diferencia que existe entre éstas y las células
germinales que no se multiplican en función del individuo, sino de la especie, y junto con
las cuales no podemos perder de vista la realidad de la herencia.

Al pensar en la célula somática conviene ir a lo más profundo, es decir, a las llamadas capas
blastodérmicas, primeras células en torno al embrión y de las que derivan los diferentes
órganos del cuerpo. Del grado y calidad del desarrollo celular depende no sólo el modo de
vida de cada quien, sino hasta la forma de amar. Las capas blastodérmicas
fundamentalmente son tres: ectodermo, del que depende el sistema nervioso; mesodermo,
con el sistema muscular y sanguíneo, y, endodermo, con el sistema digestivo de modo
fundamental. Aceptarme y atreverme a vivir según soy también se relaciona
fisiológicamente con mi sistema glandular que ejerce un flujo determinante en el desarrollo
orgánico, por sus funciones y disfunciones de las que puedo llegar a estar consciente.
Células somáticas, capas blastodérmicas, sistema glandular: todo está condicionado por lo
que llamamos metabolismo, tal vez el punto básico y principal para aceptar en el yo
fisiológico. De él depende la fuerza o energía vital. El metabolismo, como todo el conjunto
de procesos químicos y actividades funcionales, se traduce en vida. Del metabolismo
resultan una serie de fuerzas y fenómenos que constituyen la esencia de la vida física:
movimiento, conducción, adaptación y coordinación.

Así, pues, en el proceso de integración de mi yo físico fisiológico deben entrar una serie de
preguntas cuya respuesta, si es posible, ha de estar en el primer plano de la conciencia.

1. Metabolismo. ¿Cómo vivo mi ambiente bioquímico? ¿Conozco los componentes


químicos que me constituyen orgánicamente, como oxígeno, hidrógeno, carbono,
magnesio, fósforo, hierro, azufre, etc.? ¿Conozco los elementos compuestos para mi
sistema de nutrición, como proteínas, grasas, carbohidratos, agua, sales, etc.? Y en el
conjunto de procesos y actividades, ¿estoy consciente de mi metabolismo? ¿Cómo elaboro,
planeo, organizo? ¿Alcanzo a captar mi identidad en este aspecto? ¿Ayudo a otros a hacer
lo mismo?
2. Los sistemas. Respiratorio: ¿Lo conozco? ¿Percibo sus reacciones en mi actividad?
¿Cómo influye para la fatiga? Digestivo: ¿cómo influye en el conjunto de mi personalidad?
Circulatorio: ¿Cómo siento mi presión arterial? ¿Qué tan consciente estoy de ella?
¿Percibo el latido de mi corazón? Genitourinario (riñones, orina, glándulas): ¿Qué tanto
perciba de su funcionamiento? Sistema nervioso: ¿lo conozca? Sistema óseo: ¿qué tanto
influye en mi constitución?

Cuando se manejan adecuadamente todos estos aspectos de mi yo fisiológico facilitan la


convivencia, y en caso de enfermedad, del grado de conciencia del paciente depende en
gran parte el diagnóstico acertado del médico.

Sin embargo, este primer plano de aceptación del cuerpo como instrumento y portador de
la personalidad es el más simple y fácil de introyectar; es el primer paso para la integración
personal y para iniciar el dinamismo de la persona-lización. De él dependerá la integración
de los demás planos, como veremos más adelante. Habituar a los niños desde pequeños
a estar conscientes de sí mismos es el primer tesoro que unos padres pueden dejar a sus
hijos.

Un aspecto importante del yo fisiológico aceptado es la comunicación para la convivencia.


Objeto de esta comunicación es la diferenciación. Si aparece diferente al otro. Desde aquí
viene la llamada "alteridad", es decir, la mismidad* del otro frente a mí. Comunicar y dialogar
las diferencias es clave para la vida familiar y sobre todo para la educación, no desde la
homogeneidad o todos iguales, sino desde la aceptación de las diferencias. Ejemplo de
esto son las diferencias en alimentación, actividad, capacidad de resistencia al trabajo,
capacidad de sueño, ritmo de recuperación de energías perdidas, etc.

¡Aquí está el reto: educar conscientemente para mejorar la especie de generación en


generación! Significa.- el otro como es y diferente a mí-.

EL YO SEXUAL

En la comunicación de mi yo profundo, con todos los aspectos de la totalidad de mi yo


para la libertad interior, ocupa un lugar importante la integración consciente de mi yo
sexual.

En primer lugar, tendríamos que preguntarnos: ¿Qué es el yo sexual? ¿En qué consistiría
la integración de mi yo sexual? ¿Cómo trabajar en la verdadera integración de esa parte de
mi ser? Cada uno, en su individualidad, en lo exclusivo de su personalidad tendrá que
encontrar sus respuestas, y aquí trataremos de dar algunas "pistas" en el camino de este
trabajo interior.

La fuerza del instinto sexual permanece activa y ejerciendo influencia en los sentimientos y
en la conducta. Funciona en el inconsciente, el subconsciente y el inconsciente, y allí no
caben órdenes o sólo voluntad, un "yo quiero" o un "no hagas". Cabe, sí, un actuar con
poder y motivación profunda que penetre hasta el subconsciente para actuar de manera
correcta. El instinto sexual, como impulso' y generador de energía, orienta las fuerzas
efectivas del ser matizando, "colorean-do" actitudes y motivaciones de conducta exterior
(interrelación) en tensión hacia afuera de mí mismo, hacia el mundo, hacia "los otros".
Como aspecto de la personalización no sólo es fundamental en la relación hombre-mujer,
sino también en las otras relaciones propias de la persona: la de ser humano hacia ser
humano (solidaridad) y la de hombre hacia naturaleza.

El impulso sexual desde el plano profundo influye también en nuestro instinto de dominio
responsabilidad (Young) y en el de agrupación, gregario-solidaridad (Adler).

Se ha escrito muchísimo sobre sexualidad, sobre el yo sexual, aquí sólo se pretende


integrar ese aspecto del yo en el dinamismo total del proceso de personalización. No voy a
salir del camino que me he propuesto en la redacción de estos pensamientos. Estamos
simplemente partiendo, de fenómenos y no de significados. Es sobre todo un compartir de
vida y de experiencias.

El yo sexual viene a ser ese canal de comunicación entre el yo somático, biológico, físico,
fisiológico, como se le quiera llamar, y el yo psicológico.

La aceptación de mi yo sexual tiene que partir necesariamente del plano básico biológico.
Es lo observable, lo que podemos constatar para asumir o no asumir no sólo libremente
desde el plano subjetivo, sino maduramente desde un plano meramente objetivo y real.

Biológicamente hablando, la sexualidad está íntimamente ligada a la existencia y a la


evolución de la vida en todas sus formas. Es un fenómeno que interviene en cada especie,
pero cuando el hombre adquiere conciencia de ella y de sus aplicaciones, da un salto a la
escala individual planteándose así el problema sexual que comporta en sí mismo, un
conjunto de exigencias fundamentales, comunes y permanentes de tipo personal.

Si reflexionamos primero en lo puramente biológico, nos encontramos con el hecho de que


la sexualidad no se basa sobre todo en los individuos, sino en el óvulo y en los procesos
que conducen directamente a su formación, esto es, a su fecundación a escala celular.

El objetivo de la sexualidad es formación del huevo u óvulo como resultado de la existencia


previa de los dos gametos diferentes y complementarios (sexo). El huevo en si está sin
sexo; luego intervienen otros factores para su determinación. Así entendido nos damos
cuenta que aceptar la sexualidad es algo mucho más hondo que la simple aceptación de
las características sexuales secundarias, como pueden ser las diferencias sexuales
exteriores (órganos, funciones, imagen, etc.); supone aceptar la fuerza de los elementos
interiores que han de integrarse en la persona humana, como pueden ser los intermediarios
de tipo bioquímico y metabólico que hacen posible la intervención de factores externos
como la nutrición y el ambiente. Así considerada, la función sexual no se localiza en ciertas
partes del cuerpo, sino que se halla inscrita en todas las células por los cromosomas que
las integran. La sexualidad se considera, pues, como un proceso de defensa de la especie.
El soma, o resto del cuerpo, es sólo portador de esa especie, de allí los cuatro aspectos
inseparables por considerar en el hombre para una aceptación integrada de la sexualidad:

1. Aceptación de órganos y funciones.


2. Aceptación progresiva de la práctica sexual como aprendizaje que viene con
la vida.
3. Aceptación responsable del fenómeno de la fecundidad.
4. Aceptación generosa de la existencia en cuanto que yo también fui
engendrado.
El individuo sólo es PORTADOR de la especie. De allí que una iniciación a la
sexualidad consciente desde las primeras etapas de la vida en la integración de los
cuatro aspectos sea esencial para lograr una personalidad armónica y una sociedad
equilibrada.
ACEPTACIÓN DE ORGANOS Y FUNCIONES

Sabemos que la función sexual celular consiste esencialmente en la división aromática de


la célula, formándose el gameto que luego busca a otro gameto para formar la nueva célula
o huevo. Luego, por agentes exteriores como las hormonas, el medio, etc., se van formando
las glándulas sexuales (gónadas) y el conducto genital, que interviene después en el
desarrollo externo de los productos genitales. En todo esto, hecho consciente y orientado
en el hombre gracias a las diferencias exteriores del resto del cuerpo, nos encontramos
ante la sexualidad humana que en realidad comenzamos por aceptar desde el exterior más
observable, como ser hombre o mujer, masculino o femenino, hasta llegar al núcleo de la
vida.

Para una aceptación madura se requiere la mirada contemplativa, es decir, saber mirar con
amor y admiración hasta el fondo, hasta el corazón de las cosas, a fin de disfrutarlas y
utilizarlas adecuadamente. Aceptar con mirada contemplativa mis órganos y funciones
sexuales significa: 1) el conocimiento biológico y fisiológico de mis caracteres externos a fin
de llegar al objetivo interno y esencial; 2) entender en lo esencial la diferenciación de los,
gametos y la diferenciación vital entre masculino y femenino, no sólo en lo biológico sino
más aún en lo psicológico y en lo que esta diferenciación supone como complementariedad
para la vida en todos sus aspectos: moral, social, intelectual y aun religioso, 3) una
conciencia clara de estas funciones en cuanto a la repercusión emotiva en toda la
personalidad: estados de ánimo, atracción por el otro, entereza frente a la realidad; en fin,
todo lo que supone la vida efectiva.

ACEPTACIÓN PROGRESIVA DE LA PRÁCTICA SEXUAL

Es un proceso de aprendizaje lento y complejo, y hay que aceptarlo en forma sencilla pero
inteligente y conscientemente. No se trata del acoplamiento biológico de placer animal, sino
del placer como complementación y exigencia de amor, pues nos encontramos entre seres
humanos.

a) La práctica sexual es compleja y no estamos del todo libres de conflicto. Si


poseemos un instinto sexual normal, sabemos que se trata de una de las experiencias más
importantes y placenteras de la vida. El célibe deberá saber a qué renuncia. El casado que
ha optado por la unicidad en su relación conyugal puede encontrarse no pocas veces con
el hecho de que su cónyuge no le satisface... El que opta por la pluriformidad se puede
hallar ante experiencias infelices, y además con frecuencia cargado de culpabilidad. El dar
y el recibir placer y amor, el estar libre de inhibiciones y de culpa son realidades que se
requieren para el placer sexual. En el ser normal, la actividad sexual se fundamenta en
amor, no erótico ni de un instante sino más bien en duración, intensidad y plenitud. Para un
ejercicio pleno requerimos de lo eterno, estable, definitivo y total. ¿Podrá darse esto en una
dimensión de placer solamente?

b) La práctica sexual pide conciencia clara de lo que implica la masculinidad ante la


feminidad, o viceversa. Hay que tener clara la clave que consiste en la diferenciación. La
ley de la diferenciación se puede enunciar como sigue: "lo que está más desarrollado en la
mujer ha quedado en estado rudimentario en el hombre, lo que está más desarrollado en el
hombre no ha evolucionado plenamente en la mujer". Así, lo que más se destaca en la
mujer no se destaca igual en el hombre, y lo que más se destaca en el hombre no se destaca
igual en la mujer. Esta es una ley de los sexos. Esta ley también preside la realización
humana en el ámbito psicológica, en la función lo social, Y por lo tanto también en el de la
historia y la religiosidad. De allí la tendencia de hombres y mujeres a buscarse mutuamente
para formar parejas, es decir, para aportarse mutuamente la parte de vida humana
encarnada en él o en ella, y así formar la síntesis de lo humano en su totalidad. No se trata
de una dominación ni de una asimilación, sino de reconocer lo verdaderamente específico
femenino-masculino, lo reemplazable y complementario en ambos sexos. La práctica
fundamental del yo sexual está en ese no desviarse de su ser íntimo sexuado, es decir, de
la diferenciación. La mayor parte de los valores de actividad, sensibilidad, inteligencia y
voluntad no tienen relación directa con lo sexual, son más bien un todo biológico y somático,
que es precisamente lo sexuado. Los deseos sexuales sólo son la propensión vital para la
aproximación de individuos de distinto sexo, con miras a la fecundidad o conservación de
la especie.

c) La práctica sexual también pide esa conciencia clara de la totalidad de la persona.


Exige un comportamiento global, no sólo la aproximación de individuos, aunque éste sea el
fundamento. Hay un valor específico, la realidad conyugal, piedra fundamental de las otras
dimensiones afectivas personales. Este amor conyugal requiere intensidad y amplitud
suficientes para no quedar en el apetito sexual y poder llegar a una auténtica intimidad.
Esta realidad sexo conyugal parte de la aceptación clara y voluntaria de la diferenciación
masculino-femenino. Parte de dos sentimientos inversos a primera vista.

1)En la naturaleza femenina predomina el valor sentimiento sobre lo sexual, en tanto


que en la masculina lo sensual - sexual sobrepasa al sentimiento conyugal.

2) La diferencia esencial entre un progreso femenino y un progreso masculino hacia


la intimidad está en dirección diferente del dinamismo hacia una meta igual. La mujer parte
del sentimiento para llegar a lo sexual y el hombre parte de lo sexual para llegar al
sentimiento.

3) Encontrar el comportamiento sexual adecuado para ambos requiere


interiorizarse mutuamente para no violarse uno al otro en la intimidad física, conjugar lo
sexo genital propio del varón con la supremacía sentimental de la mujer. De allí que la mujer
sea por naturaleza la medianera del amor.

4) Esta síntesis que hemos llamado amor conyugal es la que beneficia a los hijos y
no sólo a la pareja. Se da en la reciprocidad. La igualdad en un hijo proviene de la
diferenciación - complementariedad - de sus padres y se convierte en identidad personal
posteriormente. Llegar por un ejercicio progresivo es largo y arriesgado, es intrépido y
lentamente adaptado, pero es indispensable para la conservación de lo masculino y de lo
femenino en el universo.

Para integrar este ejercicio progresivo del yo sexual hablamos de la sexualidad desde su
raíz hasta el plano superior de la conciencia (como base universal); de la raíz genital
cromosómica, evolución celular, formación somática, diferenciación de los sexos,
necesidad de complementación e intimidad en afectividad y reciprocidad, hasta la práctica
consciente, el impulso hacia el otro, la sensación de sentir al otro, la emoción o salida hacia
el otro, la expresión personal en reciprocidad de amor, yo, tú, llegando así a la intimidad del
amor conyugal.

Surge la necesidad de significado concreto y estamos ante la realidad del amor familiar,
que comprende el amor filial que fundamenta mi yo niño. El amor materno paternal que
desemboca en el yo adulto y el amor fraternal que fundamenta la fraternidad, la igualdad.
Naturalmente, esto proyecta y se extiende a la interrelación social, hacia la expansión de la
vida con sus valores de plenitud, de duración, de eternidad en Dios, hasta abrirse al
consciente religioso que lleva hacia la plenitud el proceso de maduración afectivo sexual,
al amor verdadero que se llama decisión y compromiso.

EL YO PSICOLÓGICO

La realidad genética, que forma parte de la integración de mi yo sexual, en cierto sentido


cierra el círculo biológico de la personalidad. Nos abre el camino para asumir, de manera
realista y a su vez humilde, nuestro yo psicológico en su doble perspectiva: la del
temperamento global como expresión afectiva y la del dinamismo racional y libre a través
del cual se va forjando lo que llamamos carácter, y que viene a ser el fruto de la
personalización.

En psicología, personalidad quiere decir la expresión del sujeto individual mediante el


comportamiento interno y externo y que da a cada uno su propia manera de ser.

Psicológicamente nos conocemos por el comportamiento, la manifestación de conducta.


Hacernos conscientes de esta conducta para ir conociendo el propio ser a fin de integrar
maduramente nuestro modo de ser interno y externo es una meta del yo psicológico. Lograr
esta coincidencia interna y externa e irradiarla es lo que solemos llamar "ser auténtico''. Es
un proceso cuya continuidad se extiende a la vida entera (ver capítulo sobre la continuidad
de la persona).

La formación personal y la educación se orientan precisamente a provocar en el sujeto


reacciones que lo animen a llevar en sus manos el timón de este comportamiento. El
comportamiento es una manera que tiene cada uno de responder a los estímulos que
llegan del ambiente para adaptarse constantemente a la realidad. Estos estímulos pueden
ser de todas clases: hechos, acontecimientos, problemas, conflictos que nos afectan y que
piden respuesta, y estímulos que brotan de la raíz de la persona, del temperamento, la
herencia, la misma complexión física. La inteligencia, la voluntad y la gracia son los
estímulos internos. En cambio, los estímulos externos son ambientales, como el entorno
social, familiar, educativo, profesional, geográfico, etc. Ante un estímulo, el sujeto reacciona
afrontándolo en respuesta consciente o evadiéndolo sin tomar postura ante él.

De cualquier manera, al detenerse a reflexionar sobre el yo psicológico conviene tener bien


clara la distinción entre temperamento y carácter, aun cuando en las manifestaciones
de conducta no se distingan del todo.

El temperamento es la manera espontánea que tiene mi psiquismo natural de reaccionar


ante los estímulos. El temperamento me es dado, es parte de la herencia.

El carácter, en cambio, es la manera humana, conocida y voluntaria de reaccionar:


pertenece más a la parte espiritual del hombre, a su psiquismo superior. El carácter es
adquirido y puede modificar profundamente el temperamento específico, como si fuera un
proceso normal. Un ejemplo puede ser la integración sexual, no a través del ejercicio físico,
sino sublimándola y logrando la integración masculina-femenina desde las demás
dimensiones del ser.

Evitar la presión a las fuerzas instintivas, a como dé lugar, para evitar enferme-dades
mentales.

De allí se podrá valorar la importancia de la educación y de la orientación en la primera


etapa de la adolescencia, momento en que aparecen las primeras manifestaciones de la
conciencia.

Para que la tendencia instintiva se convierta en positiva y siga su proceso normal hasta
llegar a su objetivo específico, se requiere en la práctica de la propia libertad de cuatro actos
conscientes y muy humanos:

1. Conocerse: lealmente.
2. Aceptarse: generosamente. Si no, se cae en la represión y en la insa-tisfacción,
con el riesgo de producir enfermedad mental.
3. Trabajarse valientemente: en equilibrio, quitando, poniendo, controlando,
siempre socializando con la profesión y la interrelación.
4. Atreverse a vivir según uno es, no como quisiera o debiera ser (super ego).

Es, pues, constitutivo de la integración del yo sexual el fomentar desde muy temprana edad
el hábito de la interiorización; es decir, la capacidad de conocer las manifestaciones de la
propia conciencia, a través del yo genético

A partir de esta distinción, trataremos de reflexionar algo sobre nuestro yo psicológico que,
necesariamente, nos ofrece una conexión inmediata con el yo social.
El aspecto psicológico nos presenta mayor variedad de dimensiones y habrá que aprender
a integrarlas armónicamente. Integrar significa armonizar todas las partes de un todo. Es
tomar, todos los aspectos para unificarlos en lo más hondo. El camino es nuestro cuerpo
con sus cinco sentidos por los cuales percibimos, actuamos y nos comunicamos, con los
cuales tocamos la vida, ante la cual reaccionamos. Ese cuerpo es el portador o fundamento
de nuestro temperamento, pero sobre el temperamento trabaja el carácter que nos va
llevando cada vez más allá de la materia corporal a través de la energía vital y la fuerza de
la mente a una plenitud cada vez mayor como persona.

Ahondaremos sólo en estas dos dimensiones personales: 1) Temperamento y tipología;


2) Carácter y unidad personal.

1) Temperamento y tipología. Se basa en nuestra manera de ser; de allí


parten muchas emociones, deseos, anhelos, ideales, pasiones,
sentimientos; en una palabra, los procesos psicológicos que impulsan
nuestras motivaciones primarias lo que englobaríamos en la palabra
afectividad. La actividad científica en la experimentación y estudio del
temperamento es abundante y ha dado lugar a las tipologías. Con todo,
éstas siempre serán relativas, ya que dependen mucho del elemento
biológico, del que hacen partir la clasificación. Entre los elementos físicos
tenemos clasificaciones según sangre, bilis, flema, aparato respiratorio,
digestivo o muscular, vainas blastodérmicas y sistema glandular
(Hipócrates, Sigoud, Sheldon, Pende ).

2) Hay otros que parten del psiquismo superior, desde el valor


predominante (Spranger) de lo racional e irracional (Young), de la
efectividad-actividad (Heymans/Le Senne) o de la conducta misma
(Escuela conductista americana), o del consciente trascendental (Frankl
y Rogers). En fin, no se acaba.

Tal vez lo importante en cuanto a temperamento sea tener en cuenta globalmente los
factores principales desde el elemento psicosomático; estos son: emotividad, actividad,
plasticidad, ritmo de gasto y recuperación; formación de sentimientos e imágenes, etc.
Estos factores han de contraponerse del más al menos, a fin de equilibrar la personalidad
por el carácter.

Asumir su yo psicológico implica conocerse, de ser posible en cada uno de sus factores
psicológicos para aceptarse totalmente y manifestarse en comporta-mientos auténticos y
coherentes.

1. Emotividad. Es la cantidad de energía nerviosa que tenemos en nosotros mismos.


Acumulada por dentro, ante las impresiones y estímulos de fuera, hay una reacción
rápida y pasional. Cuando la persona no es emotiva, hay cierta frialdad que hace las
reacciones más lentas, pues las emociones pasan del sentimiento a través de la razón,
y el estímulo es entonces menos pasional. Es bueno poder preguntarse, ante los
factores psicológicos en general, ¿qué predomina en mí? Así, la autoformación
personal va siendo cada vez más segura.

2. Actividad. La constituyen las fuerzas orgánicas en reserva; éstas estimulan al sujeto


para salir de sí en una necesidad de rendimiento constante, de un hacer. Hay infatigabilidad
y energía física, sobre todo en trabajos impuestos por el ambiente. De lo contrario, cuando
la persona es no activa hay poca energía física y excesivo desgaste, rendimiento irregular
en los trabajos la persona se fatiga rápidamente y es más fuerte la necesidad de proyectar
y soñar que de realizar. La actividad es un factor importante a tener en cuenta en la
educación y distribución de tareas familiares, a fin de dar a cada uno lo que oportunamente
necesita.

3. Plasticidad. Es otro factor muy importante dentro del yo psicológico y poco se le tiene
en cuenta; sin embargo, es uno de los elementos principales a considerar cuando se trata
de formación del carácter. ¿Qué se entiende por plasticidad? La manera rápida o lenta de
responder a los estímulos; de ella depende, en gran parte, la posibilidad del sujeto para
situarse como persona en tiempo y espacio, para adaptarse. No estar consciente de esto
puede dar lugar a muchas crisis innecesarias de personalidad. Es lo que en lenguaje
sencillo se ha llamado primariedad o secundariedad. Una persona es primaria cuando
domina más el campo de su conciencia, lo inmediatamente presente; sus reacciones son
prontas y breves, se adapta fácilmente a la realidad del momento, y encuentra gusto en el
cambio y en la variedad. En contraste, encontramos las personas secundarias con
características opuestas: se adaptan con dificultad al cambio, sus reacciones son tardadas,
lentas, muy duraderas. Esto hace que den mucho peso al futuro, tanto en pensamiento
como en acciones, pero ordinariamente dejando escapar el presente. Se deduce de aquí,
por supuesto, un modo de orientación y de educación prácticamente opuesto. Lo que es
exigencia para unos tendrá que ser condescendencia para otros.

4. Ritmo, gasto, orientación y recuperación de energías. Conocer y asumir este aspecto


del yo también es indispensable en el equilibrio personal. ¿Cómo explicar esto? En la
naturaleza humana, el desplazamiento de energías es normal, pero la manera de
desplazarlas es variable; también aquí precisa conocerse. El desgaste de energía puede
ser por espontaneidad, reacción o tensión interna, pero en cualquiera de estos modos se
requiere recuperación. La espontaneidad vital es independiente a nuestra voluntad, se
realiza inconscientemente, pero el ideal es hacerlo consciente, como circulación,
respiración, etc. La reacción consiste en aproximarse, alejarse o adaptarse al estímulo y
aquí puede haber reacciones agotadoras. ¡Sé consciente! ¿De qué energías dispones? Por
fin la tensión interna es la concentración y repliegue sobre sí para responder
voluntariamente a lo que se presenta fuera: supone esfuerzo energético de la persona.
Ahora bien, en esta liberación de energías hay modalidades biológicas según cada sujeto,
y por el hecho mismo la recuperación también debe ser variada. Saber orientarse, en este
aspecto y encontrar su fórmula personal supone madurez psicológica. ¿Cuál es tu fórmula
para mantener el equilibrio vital? Por ejemplo: 888 = 8 horas de trabajo, 8 de convivencia
(no tensional) y 8 de descanso.

5. Carácter. Como se verá, a través del temperamento llevado al consciente hemos ido
orientando hacia el carácter. El estímulo del ambiente, ya interno ya externo, provoca en
nosotros el impulso (que viene de la fuerza nerviosa) y la emoción que produce la
sensación. Es el aspecto pasional y pasivo del yo que simplemente lo sufre.

El paso de temperamento a carácter está en el arte de convertir la sensación en sentimiento,


trayéndola al consciente y manejándola con inteligencia y voluntad. Así podemos llevar el
timón de nuestro comportamiento y conducta.

Vamos a definir algo sobre sentimientos, inteligencia y voluntad, para lograr un manejo cada
vez más simple de nuestro yo psicológico.

6. Sensibilidad. Es la capacidad que poseemos, como naturaleza humana, de recibir las


impresiones y estimulaciones en nuestro yo consciente. Un estímulo puede alcanzar una
intensidad que va del máximo al mínimo -cuando éste queda por encima del máximo o por
debajo del mínimo queda a nivel inconsciente sin ser aprehendido por la sensibilidad.
Cuando logramos captarlo, estamos ante la sensibilidad fundamental. Cuando percibimos
diversos estímulos al mismo tiempo, estamos ante una sensibilidad diferenciada. ¿Cómo
percibo yo, en grado máximo o mínimo? ¿Lenta o rápidamente? ¿Me oriento a lo matizado
o sólo siento a través de contraste? Esto, que parece sin importancia, la tiene grande para
nuestras respuestas vitales y sobre todo después para la integración del yo social.

7. Inteligencia. Nos lleva a captar el sentido de las sensaciones, sean de tipo físico,
sentimental, estético, etc. Esa aptitud para aprehender el sentido de una realidad es lo que
constituye la inteligencia propiamente dicha, y aquí radican también las diferencias dentro
de la conducta intelectual. Los matices pueden estar en una inteligencia más práctica frente
a otra más bien teórica. La puede haber verbal, estética, mística, etc.

Conocer su tipo de inteligencia, su potencial intelectual, es clave para las operaciones


básicas del entendimiento tanto en el orden del hacer, como del saber y aun del sustituir.
También, en esta aptitud para aprehender el sentido de la realidad habrá que tener en
cuenta las dos formas que tenemos para ello: la intuición y la racionalidad-, ambas son
integrantes de la naturaleza humana y ambas intervienen para la adquisición de
conocimientos, lo mismo que para las operaciones del consciente. La intuición mantiene
generalmente unidas la sensación y el sentido de la sensación de la realidad sensible.
Por eso es rápida, concreta, móvil, adaptable al cambio. La inteligencia racional, por el
contrario, es lenta, progresiva, analizable, más propia para la realidad que no cambia.
Es la que conduce a la abstracción y a la idea. Centrándose en el sentido de la sensación
o realidad se queda con el sentido y deja la realidad. Esta es la actividad racional. ¿Qué
postura tomas como persona ante la naturaleza de tu entendimiento? ¿Cómo te asumes
en ese aspecto, para manejar tu propio crecimiento? Son dos preguntas de hondura que
debemos hacernos en la reflexión del yo psicológico para explotar al máximo el don que
nos ha sido dado, pues por mi inteligencia, al lado de la memoria que registra, archiva y
utiliza las vivencias, no sólo aprendo, sino que razono, analizo, sintetizo, abstraigo,
distingo, etc.

8. La voluntad. Es el otro factor Constitutivo de mi psicología en su expresión superior. Por


ella elijo, decido, actúo, quiero, y sobre todo amo.

Es la posibilidad que tengo de extraer las energías desde dentro de mí mismo y que
intervendrán directamente en mi comportamiento. Estas energías pueden ser utilizadas en
el interior de mí mismo para calmar, detener y orientar los estímulos, o para ser enviados
directamente al exterior para organizar, mandar, conquistar, difundir, ordenar, etc. Sin
embargo, la energía fundamental de la voluntad, volcada hacia dentro del sujeto o
proyectada hacia afuera del mismo, es la energía del amor.

En la manifestación de conductas, este amor puede manifestarse de maneras muy diversas


según la constitución física. Tanto las cualidades como los límites del amor dependen, en
gran parte, de la estructura temperamental y de la constitución psicosomática de la persona.

Cuando predomina la constitución visceral, la manifestación de amor en el comportamiento


aparece más por vía de bondad, sumisión, tolerancia, prudencia, paz, tranquilidad,
predisposición a la humildad, a la justicia y a la obediencia. Son algunos de los rasgos
predominantes. junto a esto aparecen límites muy marcados. Falta de dinamismo, cobardía,
inmortificación y falta exterior del dominio del cuerpo, pereza, inconstancia en la voluntad,
dificultad en el recogimiento y pese por la sensación de deber. En cambio, cuando
predomina la constitución nerviosa cerebral, la manifestación del amor es la rectitud a toda
prueba. Fuerte conciencia del deber y sentido de responsabilidad, fidelidad a lo más
pequeño, mortificación, retiro, soledad, valoración de la justicia y efectividad. Al lado de esto
hay limitaciones, como hipersensibilidad, estrechez, inconstancia volitiva, poca amabilidad,
dureza de juicio y egoísmo.

También puede predominar el sistema muscular, y conforme a ello el amor se orienta al


servicio, a la actividad predomina la fortaleza y el aguante, la genero-sidad y la decisión. La
manifestación del amor es la constancia con sinceridad activa y operativa. Tiende a la
mortificación y a la caridad en obras. Pero al lado de esto hay intolerancia e incomprensión,
irreflexión, ansiedad y prisa en la acción, violencia y ansia de dominación e independencia
al obrar.

Todas estas manifestaciones en el amor, con sus respectivos límites, ayudan a aceptarse
y a aceptar psicológicamente a sí y a los demás, conociendo la propia identidad,
integrándola y facilitando el ajuste de personalidad dentro de un amor-decisión. ¿Conoces
cuál es la orientación y manifestación de tu modo de amar? ("Integración en el Amor").
Sin embargo, lo que llegamos a saber de nuestro yo no procede tanto de conocimiento y
voluntad, sino más bien es un conocimiento que nace de la experiencia consciente ante la
interacción constante del ambiente.

El conocimiento de sí mismo, de las cosas y de la realidad, orientado por el amor y hacia el


amor, es integrado en la experiencia personal. Es lo que llamamos SABIDURIA. La
sabiduría es como la flor, la plena integración y expansión del yo psicológico, y es además
la condición esencial para lograr la integración feliz de la persona dentro del ambiente.

De cara al ambiente, todos tenemos necesidad de logro y de éxito y para esto es


importante el desarrollo de la inteligencia, el sentido de pertenencia-, la conciencia de
tener un papel; son factores vitales de expansión y de autorrealización. Para ello
requerimos honda formación y educación de la voluntad y ésta necesita, en las
primeras etapas de vida, la ayuda y apoyo dé personas experimentadas.

Hay otras dos necesidades que nos impone el ambiente: la necesidad de seguridad física
y de seguridad emocional. Estas nos las dan instituciones como la familia, la escuela y los
grupos humanos. Así surge en el individuo la necesidad de integrarse en este otro aspecto
del yo que de- nominamos yo social.

Recopilando, la claridad y la aceptación de mi fuerza emotiva, de mi actividad y plasticidad,


así como de mi desgaste y recuperación, al lado de mi capacidad para el manejo de
sentimientos, el ejercicio de la inteligencia y el dominio de la voluntad para la expansión del
amor en libertad, son los factores constitutivos para la integración del yo psicosocial.
Integrados en el ambiente por el goce de armonía y ajuste, podemos hablar de una
identidad psicosocial. Pero, ¿la podremos alcanzar?.

EL YO SOCIAL

¿A qué llamamos yo social y cómo lo integramos?

 Es la integración de mi identidad personal dentro del grupo en el cual me muevo.


 Es el encuentro yo-grupo (intra - inter) para lograr actuar eficazmente en la
sociedad histórica en que me toca vivir.
 Forman parte de mi identidad social mi capacidad de simpatía, de adaptación y
de relación.

Si toca la unidad central de mi yo, quedo abierto al abismo insondable de los OTROS -es
decir, la sociabilidad-, esa capacidad de relación, de adaptación y de complementariedad.

Si soy capaz de tocar mi propio núcleo, seré capaz de tocar y penetrar en el núcleo de otro,
tanto cuanto el otro me lo permita. ¿Podremos llegar así, en parte, a ese misterio de la
Alteridad? Partiremos de realidades básicas.

1) El hombre está llamado por vocación a una realidad sublime, divina


trascendente y plena.
2) El hombre no deja de ser un animal perfeccionado, y uno de los rasgos más
notables de la animalidad es el rechazo de aquello que no es como él, de su
propia especie y naturaleza. Ahora bien, en cada hombre, al ser único, irrepetible
y diferente, existe esa misma dificultad para aceptar las diferencias de los otros, pero
la base animal ha de ser trascendida por la orientación hacia lo bueno, lo justo, lo
sagrado, lo bello, por el conocimiento de la verdad. Así, el rechazo del otro, la muerte
del otro, por diferente a mí va desapareciendo hasta llegar a descubrir en ese otro
un portador de valores igual a mí.

* Independientemente del otro, mi unidad, continuidad e integración en el plano social son


tan importantes como en el plano individual del yo. Para esto también hay un medio:
aceptarme tal como soy en la sociedad en que me toca vivir. Pero no tan sólo
aceptarme, sino también tener la conciencia de ser aceptado. Todos tenemos la necesidad
de que se nos dé una existencia unitaria y personalizada dentro de la vida familiar,
profesional para lograr integrarnos en la sociedad tal como es, mejorándola.

* El hombre no deja de ser un animal perfeccionado, y uno de los rasgos más notables
de la animalidad es el rechazo de aquello que no es como él, de su propia especie y
naturaleza. Ahora bien, en cada hombre, al ser único, irrepetible y diferente, existe esa
misma dificultad para aceptar las diferencias de los otros, pero la base animal ha de ser
trascendida por la orientación hacia lo bueno, lo justo, lo sagrado, lo bello, por el
conocimiento de la verdad. Así, el rechazo del otro, la muerte del otro, por diferente a mí va
desapareciendo hasta llegar a descubrir en ese otro un portador de valores igual a mí.

* En el plano social, en la mutua complementariedad, las limitaciones juegan un papel muy


importante. La aceptación de estas limitaciones mismas es fuente de seguridad, no de
inseguridad, ya que constatar la verdad sobre las mismas viene a ser en sí elemento de
seguridad y de liberación: "La verdad os hará libres". SOY YO CON LOS DEMAS. La
sociedad sólo será si "somos entre todos", y gracias a mi limitación el "otro" en su posibilidad
puede complementarme, integrarme en su totalidad y viceversa. Visto así, una limitación se
agradece. Es una posibilidad para que el otro sea, dando. Es decir, pudiendo amar.

Madurar en el yo social implica también cierta perspicacia para captar las situaciones y
saberlas integrar socialmente, no por deseo de poder, ni por aplastar o utilizar al otro, menos
para des aparecerlo, más bien para la eficacia del bien común en comunicación e
interacción. Importa lo que dices o entregas desde dentro, desde la fuerza de la entraña
dando vida. Un yo social bien integrado se presta a la interacción del grupo en lo profundo,
sin máscaras; "Así doy..." en mi capacidad de adaptación. Habrá que preguntarse: ¿a qué
voy a encontrarme con el otro? A imponerme, no: a realizarme, ¡tampoco! A
complementarme, sí.

El grupo me va a dar y yo me voy a dar al grupo. Voy abierto a recibir. Allí está la madurez
social.

Cuanto más capaz soy de valerme por mí mismo, menos voy a necesitar del otro, y así
me voy haciendo cada vez más pobre socialmente. Claro está que se trata de
limitaciones profundas en el orden del ser, de las que sabemos que no se pueden
quitar porque son parte de uno mismo. De esas limitaciones que nos obligan a
atrevemos a vivir con ellas; y no es quedarnos con nuestros defectos, sino hacernos
ayudar del otro, y esto para el bien de todos. El pobre es el que con manos abiertas se
deja complementar. Cada uno sabe por dónde está su pobreza compartida, no
escondida. Es lo positivo de la limitación. Sólo por mi limitación puedo conocer la
gratitud.

Cuando el "otro" (piénsese en la familia política, cuñados, yernos, suegra, etc.) nos

está exigiendo abrirnos, cambiar de "modelos" cuesta trabajo. Integrarnos en otros es

difícil, pero es el camino para vivir el yo social en libertad.

Lo contrario de la complementariedad es la competitividad, la competencia: ¿quién gana


más, quién aplasta más? Así vemos la destrucción de unos por otros; como no necesito
que me complementes, te combato, te hago mi rival. Para evitar esto, aparecen las leyes,
la organización, las cualidades sociales, entre las cuales la principal es "saber ponerse al
nivel del otro".

El yo social crece en la medida en que me voy poseyendo a mí mismo y voy poseyendo


la realidad que me rodea: realidad política, económica, cultural, dejándome interpelar por
ella. A medida que crece la aceptación social va creciendo también la madurez
integral de la persona, que se manifiesta por varios signos.

1. Se elige ser uno mismo, sin máscaras.


2. Se elige la propia historia como irrepetible, como el propio patrimonio y que
no queremos cambiar.
3. Se tiene progresiva certeza que se va por un camino que tiene sentido.
4. Se va viendo el fracaso como algo normal en un proceso de crecimiento.

La madurez social da paso al verdadero líder. La descripción habitual del líder suele ser
más o menos esta: "El que escucha siempre, el que saca tiempo siempre, el que sabe
ponerse en el lugar del otro; se ubica siempre donde está el otro-, facilita la interacción del
otro, busca la verdad junto con los otros; no teme su limitación; sabe proclamarla
abiertamente, hace sentir importante a cada uno; sabe elegir a otros; distingue lo esencial
de lo secundario; es eficaz para la tarea común; no improvisa; prevé los detalles para el
bien de los otros; lleva los riesgos sin descargarlos en otros, se puede confiar en él; cree
en su grupo, en que puede hallar la solución a los problemas; trata a las personas
adecuadamente, es sincero, todos saben que lo que dice responde a lo que piensa y siente,
exige que el proyecto se cumpla para el bien de todos y es optimista

Suena muy bien, pero, ¿qué significa esto? Significa que es una persona capaz de ser

contemplativa; su voluntad y su corazón están puestos para la salvación de su pueblo.

Debe ser activo, captando las posibilidades de su pueblo par hacerlo caminar, para

dinamizarlas, para hacerlas progresar, para organizarlas. Un yo social maduro es

capaz de transformar toda una sociedad.


Analizando un poco más, ¿qué es lo que tenemos que integrar al aceptar mi yo social? 1.
El núcleo familiar. 2. El ambiente vivencial en cuanto a estado económico, es decir,
habitación, nutrición, vestido, ocupación, ingresos; en cuanto a estado cultural: escuela,
valores, costumbres, bienestar, orientación del progreso. En cuanto al estado político, la
sociedad en que se vive, la actuación y compromiso, los derechos y deberes cívicos.

Con esta interiorización del propio aspecto social nos capacitamos para el compromiso
externo en grupos o en estructuras sociales. Es decir, con los problemas de tipo social que
se crean continuamente en la historia y que debemos afrontar y considerar constantemente
en la estructura de cualquier sociedad: salud física y mental gracias al hábitat (casa),
nutrición, vestido, trabajo, educación, bienestar social, comprometiéndome en esta
dimensión personal a la animación, asesoramiento, ejecución y personalización colectiva.

Para integrar interiormente y proyectarse y transformar exteriormente la sociedad en


que vivimos, tal vez nos ayude la claridad en algunos términos que pueden ser
interpretados ambiguamente. En nuestro contexto de integración personal y social,
¿qué entendemos por "lo social"? Se entiende "toda manera de obrar susceptible de
ejercer en el individuo una imposición externa". Esto puede ser de manera permanente
o de paso; puede ser de modo relacional o por imitación de modelo, o por contagio
(costumbre J. Todos somos hijos de una sociedad (conjunto de hombres) determinada
que nos pide por un lado una identidad definida: "yo soy yo", y nos exige al mismo
tiempo una capacidad de relación consciente de ser con el otro: "yo soy con". Mi
crecimiento me lleva a darme cuenta constantemente de que, en todo tiempo, en el
lugar y con quien vivimos estamos haciendo la sociedad dando lugar a la formación de
hábitos sociales, promulgación de leyes, erigiendo estructuras, etc. Todo esto se va
interiorizando, se va haciendo ambiente, y la integración de mi yo social pide darse
cuenta, ir sabiendo, ir siendo consciente para detectar situaciones y poder conservar
una sociedad sana.

El diagrama de la visión integral de la sociedad puede ayudar; puede servir de base para
analizar la realidad social que me rodea y descubrir los signos inadecuados, o bien lo
significativo para el bienestar social, comprometiéndonos en esta dimensión personal a la
animación, asesoramiento, ejecución y personalización colectiva.

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