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PUNTOS ESENCIALES DE LA ENSEÑANZA DE DON JUAN (según Carlos Castaneda)

EL CAMINO DEL GUERRERO

La confianza de un guerrero no es la confianza del hombre común. El hombre común busca la


certeza en los ojos del espectador y llama a eso confianza en sí mismo; el guerrero busca la
impecabilidad ante sus propios ojos y llama a eso humildad. El hombre común está enganchado a
su prójimo, mientras que el guerreo sólo depende de sí mismo.

La naturaleza de nuestros actos carece de importancia siempre y cuando actuemos como guerreros.
Si en verdad sientes que tu espíritu está deformado simplemente debes componerlo, porque en toda
nuestra vida no existe tarea más digna de emprenderse.

La compasión hacia uno mismo no encaja con la vida del guerrero. Lo más difícil en este mundo es
adoptar el ánimo de un guerrero. De nada sirve quejarse y sentir que alguien nos está haciendo
siempre algo. Nadie le hace nada a nadie y mucho menos a un guerrero. La pena no encaja con el
poder. El ánimo de un guerrero implica que se controla y al mismo tiempo se abandona. Si estás en
el ánimo correcto, puedes espolearte más allá de tus límites.

LA ACTITUD CORRECTA Y LOS ENEMIGOS

Un hombre va al saber como a la guerra: bien despierto, con respeto y con absoluta confianza. No
hay errores por los que deba rendir cuentas. Si fracasa o sufre una derrota, sólo habrá perdido una
batalla, y eso no le provocará declaraciones lastimosas.

Un hombre de conocimiento es alguien que ha seguido de verdad las penurias del aprendizaje. Un
hombre que, sin apuros ni vacilaciones, ha ido desenredando los secretos del poder.

Cuando uno empieza a aprender, nunca sabe lo que va a encontrar. Su intención es vaga; su
propósito deficiente. Espera recompensas que no llegarán, porque el conocimiento nunca es lo que
uno se imaginaba. Cada paso del aprendizaje resulta un atolladero y el miedo que el hombre
experimenta empieza a crecer sin misericordia. Su propósito se convierte en un campo de batalla.

IMPECABILIDAD

La única libertad de que disponen los guerreros consiste en su conducta impecable. La


impecabilidad no sólo representa la libertad, sino que es el único modo de ahuyentar la forma
humana.

No importa lo que nadie diga o haga. Tú debes ser impecable. La lucha se libra en nuestro pecho.
Hay que dedicar todo el tiempo y toda la energía para poder superar la propia estupidez.

Un guerrero no siente compasión por nadie. Sentir compasión implica desear que la otra persona
sea como uno. Lo más difícil para un guerrero es dejar ser a los otros; su impecabilidad consiste en
apoyarlos en lo que realmente son.
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LOS CUATRO VIENTOS

Hay cuatro vientos, como hay cuatro direcciones. El primer viento es la brisa, el amanecer. Trae
esperanza, luminosidad; es el heraldo del día. Viene y va y entra en todo. A veces es dulce y
apacible; otras es inoportuno y molesto. Es el viento del Este. Otro viento es el violento, cálido o
frío o ambas cosas. Un viento de medio día. Sus ráfagas están llenas de energía, pero también de
ceguera. Se abre camino destrozando puertas y derribando paredes. Un brujo debe ser terriblemente
fuerte para detenerlo. Es el viento del Norte. Luego está el viento frío del atardecer, triste y
molesto. Un viento que nunca le deja a uno en paz. Hiela y hace llorar. Sin embargo hay en él una
profundidad tal que vale la pena buscarla. Es el viento del Oeste. Y por último está el viento cálido.
Abriga, protege y lo envuelve todo. Es un viento nocturno para brujos. Su fuerza está unida a la
oscuridad. Es el viento del Sur.

Los cuatro vientos poseen también personalidad. La brisa es alegre, pulcra y furtiva. El viento frío
es variable, melancólico y siempre meditabundo. El viento cálido es feliz, confiado y bullicioso. El
viento violento es enérgico, imperativo e impaciente.

ENTRE LA MUERTE Y EL DESAPEGO

Cuando un hombre se embarca en los caminos del conocimiento, poco a poco se va dando cuenta
de que la vida ordinaria ha quedado atrás para siempre y de que los medios del mundo ordinario ya
no le sirven de sostén. Si desea sobrevivir, debe adoptar otra forma de vida.

Sólo como un guerrero se puede sobrevivir en el camino del conocimiento. Porque el arte del
guerrero consiste en equilibrar el terror de ser hombre con el prodigio de ser hombre. La vida para
un guerrero es un ejercicio de estrategia. Nunca está disponible, nunca está parado en el camino
esperando las pedradas. Debes entender que un guerrero es un cazador inmaculado que anda a la
caza de poder. Si consigue suficiente se convertirá en persona de conocimiento. No está borracho,
ni loco, y no tiene tiempo para fanfarronear, ni para mentirse a sí mismo, ni para equivocarse en la
jugada. La apuesta es demasiado alta. Lo que pone en la mesa es la vida dura y ordenada que tanto
tiempo le llevó perfeccionar. Cuando el conocimiento se convierte en algo que da miedo, el hombre
también se da cuenta de que la muerte es la compañera inseparable. Cada trocito de conocimiento
se vuelve poder si tiene a la muerte como fuerza central. La muerte da el último toque, y lo que ella
toca se vuelve en verdad poder. Sin la conciencia de la muerte, el guerrero no sería más que un
hombre común envuelto en actos comunes. La muerte es su única y sabía consejera. Pero
preocuparse por la muerte es debilitante. De modo que la siguiente cualidad que necesita el guerrero
es el desapego. La idea de la muerte inminente en vez de convertirse en obsesión, se convierte en
indiferencia.

ESPERANDO A LA VOLUNTAD

Cuando un guerrero ha adquirido paciencia, está en camino hacia la voluntad. Sabe cómo esperar.
Su muerte se sienta junto a él en su petate; son amigos. Su muerte le aconseja, en formas
misteriosas, cómo escoger, cómo vivir estratégicamente. ¡Y el guerrero espera! Yo diría que el
guerrero aprende sin apuro porque sabe que está esperando su voluntad. Y un día logra hacer algo

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que por lo común es imposible de ejecutar, y se da cuenta de que una especie de poder está
surgiendo de su cuerpo conforme progresa en el camino del conocimiento.

A veces el dolor y el malestar son tan grandes que el guerrero tiene convulsiones durante meses. Un
magnífico poder es siempre anunciado por grandes dolores. Cuando las convulsiones cesan, el
guerrero advierte que puede tocar cualquier cosa con una sensación que sale de su cuerpo,
alrededor de su ombligo. Esa sensación es la voluntad, y cuando el guerrero es capaz de agarrar con
ella puede decirse con justicia que es un brujo y que ha adquirido voluntad.

VER Y MIRAR

Primero debemos saber que nuestros actos son inútiles y luego insistir como si no lo supiéramos.
Eso es el desatino controlado de un brujo. Lo practica en cada uno de sus actos con el mundo.
Todo cuanto hace en relación con él y con sus semejantes es desatino controlado, porque nada
importa en realidad.

El guerrero sigue viviendo porque ha templado su voluntad a lo largo de toda su vida hasta hacerla
impecable y completa. Su voluntad controla el desatino de su vida. Tus acciones, así como las
acciones de tus semejantes te parecen importantes sólo porque has aprendido a pensar que lo son.
Aprendemos a pensar en todo y luego entrenamos nuestros ojos para mirar. Pero luego, cuando
uno aprende a ver, se da cuenta de que todas las cosas son iguales y al ser iguales, carecen de
importancia.

Los ojos del hombre pueden ver y mirar, pero ninguna de esas funciones es mejor que la otra. Sin
embargo, educar los ojos nada más que para mirar es un desperdicio innecesario. Por ejemplo, para
reír necesitamos mirar con los ojos, porque sólo cuando miramos las cosas podemos captar lo
gracioso del mundo. En cambio, cuando nuestros ojos ven todo es tan igual que nada tiene gracia.

BORRANDO LA HISTORIA PERSONAL

Te ocupas demasiado de ti mismo, lo que te produce una tremenda fatiga. Te concedes demasiada
importancia y eso te da un pretexto para molestarte con todo. Siempre te sientes obligado a explicar
tus actos como si fueras el único hombre que se equivoca en la tierra. Mientras te sientas lo más
importante del mundo, no podrás apreciar en verdad el mundo que te rodea. Sentirse importante lo
vuelve a uno pesado, rudo y vanidoso; para ser un hombre de conocimiento se necesita ser liviano y
fluido.

Sólo tenemos una alternativa: o lo tomamos todo por cierto, o no. Si hacemos lo primero
terminaremos muertos de aburrimiento con nosotros mismos y con el mundo. Si hacemos lo
segundo y borramos la historia personal creamos una niebla a nuestro alrededor, un estado muy
emocionante y misterioso.

Cuando nada es cierto nos mantenemos alertas, de puntillas todo el tiempo. Debes borrar la historia
personal armoniosamente, poco a poco. La historia personal nace cuando hay alguien más que sabe
de dónde eres, qué eres, qué haces. Si no tienes historia personal, no necesitas dar explicaciones
porque nadie se enoja o se desilusiona con tus actos; sobre todo, nadie te atrapa con sus
pensamientos.
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Un guerrero usa su mundo lo menos posible y con ternura. Tiene trato íntimo con su mundo, y sin
embargo es inaccesible porque no lo exprime ni lo deforma. Lo toca levemente, se queda cuanto
necesita y luego se aleja raudo, sin dejar señal alguna.

PARAR EL MUNDO

Para un guerrero, la realidad o el mundo que todos conocemos es solamente una descripción que
nos inculcan desde el momento en que nacemos.

A un brujo le urge más actuar que hablar, y para ello obtiene una nueva descripción del mundo: la
explicación de los brujos. El mundo es como es sólo porque hablamos con nosotros mismos acerca
de que así debe ser. El pasaje al mundo de los brujos se franquea después de que el guerrero
aprende a suspender el diálogo interno. Cada vez que el diálogo interno cesa, el mundo se desploma
y salen a la superficie facetas extraordinarias de nosotros mismos, como si las palabras las hubieran
tenido sepultadas. Parar el mundo es derrumbar la descripción del mundo que llamamos realidad.
Esta es la clave de la brujería y el primer paso para ver. El único modo de contrarrestar el
devastador efecto del mundo de los brujos es reírse de él.

TONAL y NAGUAL

El tonal y el nagual están en todo. Mirar consiste en contemplar el tonal presente en todas las cosas,
mientras que ver supone percibir el nagual, también presente en todas las cosas. Así, si un guerrero
contempla el mundo como un ser humano, está mirando; pero si lo hace como brujo, está viendo y
lo que ve debe llamarse con propiedad nagual.

EL MAESTRO Y EL GUERRERO

El poder personal decide quién puede y quién no puede sacar provecho de una revelación.

La experiencia que tengo con mis semejantes me ha mostrado que pocos están dispuestos a
escuchar; de los pocos que escuchan, menos aún están dispuestos a actuar de acuerdo con lo que
han escuchado; y de aquellos que están dispuestos a actuar, menos aún tienen suficiente poder
personal para sacar provecho de sus actos.

El maestro debe hablar con fervor y advertir a su discípulo de que la inocencia y la placidez son un
espejismo; que hay un abismo frente a él; y que una vez que la puerta se abre, no hay manera de
volverla a cerrar.

Los años de duro entrenamiento son sólo una preparación para el devastador encuentro del
guerrero con lo que queda más allá.

Un maestro nunca busca aprendices y nadie puede solicitar las enseñanzas. Lo que señala al
aprendiz es siempre un augurio. Cuando el aprendiz aparece, el maestro lo agarra con su voluntad y
comienza la instrucción. El primer acto del maestro es introducir la idea de que el mundo que
creemos ver es sólo una visión, una descripción. Cada esfuerzo del maestro se dirige a demostrar a
su aprendiz este punto, pero aceptarlo parece ser una de las cosas más difíciles de conseguir.

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MOLDE Y FORMA HUMANA

El molde humano es una entidad a cuya visión accedemos en algunas oportunidades en que nos
hallamos imbuidos de poder, y todos, sin duda, en el momento de nuestra muerte. El molde es el
origen, la fuente que aglutina nuestra sustancia y concentra la fuerza vital. Cuando obtenemos una
visión del molde decimos que hemos visto a Dios. Y es justo decirlo.

La forma humana es una fuerza viscosa que nos hace ser lo que somos. Carece de forma, pero a
pesar de ello nos posee durante toda nuestra vida. Se puede sentir en el cuerpo mediante
sensaciones desagradables en determinados chakras. Es necesario eliminar la forma humana para
avanzar en el camino del guerrero y, esto nunca se consigue sin una cruenta lucha interior.

La forma es lo único que te hace pensar que tú eres tú. Cuando te abandona, no eres nada. El
guerrero que pierde la forma, ve un ojo frente a él, donde quiera que esté y a todas horas y, se vale
de ese ojo para soñar.

PERDER LA FORMA

Perder la forma humana trae la libertad. Es como una espiral: te da la libertad de recordarte a ti
mismo y esto a su vez te hace más libre.

A veces, la desintegración de la forma humana comienza con un dolor severo que se va


desplazando lentamente. El estado anímico que sigue es un desapego total hacia todo, sin
prejuicios, sin salvaguardas. No es indiferencia voluntaria o negligencia; tampoco se trata de
enajenación o de deseo de soledad. Más bien es un extraño sentimiento de lejanía, una capacidad de
sumergirse en el momento actual sin tener pensamiento alguno. Las acciones de la gente ya no
afectan, porque ya no se tiene ninguna expectativa.

SOMOS SERES LUMINOSOS

Somos trozos de sol. Es por ello que somos seres luminosos. Pero nuestros ojos no llegan a captar
esa luminosidad porque es muy débil. Sólo los brujos alcanzan a verla yeso al cabo de toda una vida
de esfuerzos. Sólo aquellos brujos que ven y están completos tienen el poder suficiente para entrar
en el otro mundo.

Los seres humanos son criaturas frágiles compuestas por muchas capas de luminosidad. Cuando los
ves, parecen poseer fibras, pero éstas son en realidad capas semejantes a las de una cebolla. Las
sacudidas, de cualquier clase, separan estas capas y pueden producir la muerte. La muerte llega
cuando las capas se distancian entre sí hasta el punto de no poder volver a juntarse.

El centro de nuestra luminosidad, la atención del nagual, ejerce una presión permanente hacia
afuera. Esa es la razón de que las capas se separen. Los brujos tienen que hacer todo lo posible por
mantener unidas sus propias capas. Por eso aprenden a soñar. Cuando los brujos aprenden a soñar,
reúnen sus dos atenciones y ya no es necesario que el centro empuje hacia afuera. Llegados a ese
punto se convierten en inmortales.

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EL SER TOTAL

Nuestro ser total consiste en dos segmentos perceptibles. El primero es el cuerpo físico, que todos
nosotros podemos percibir; el segundo es el cuerpo luminoso, un capullo -sólo accesible a los
videntes- que nos da la apariencia de gigantescos huevos luminosos.

Una de las metas más importantes de la brujería es alcanzar el capullo luminoso, meta que se logra a
través del sofisticado uso del ensueño y mediante un esfuerzo riguroso y sistemático llamado no-
hacer. El no-hacer es un acto insólito que emplea a nuestro ser total, forzándolo a ser consciente
del segmento luminoso.

La conciencia se divide en tres partes. La porción más pequeña es la primera atención, la conciencia
que toda persona normal ha desarrollado para enfrentarse al mundo cotidiano y que abarca la
conciencia del cuerpo físico. Otra porción más grande es la segunda atención, la conciencia que
requerimos para percibir el cuerpo luminoso y para actuar como seres luminosos. Esta segunda
atención queda escondida durante toda nuestra vida a no ser que emerja a través de un
entrenamiento deliberado o a causa de un trauma accidental. La última porción, que es la mayor, se
llama la tercera atención y abarca la experiencia total de los cuerpos físico y luminoso. Una vez que
se entra en la tercera atención, se produce un verdadero estallido de energía. La segunda atención es
el campo de batalla y entrenamiento de los guerreros con la finalidad de alcanzar la tercera atención.

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