Obligatorio
CAPITULO I:
EL NACIMIENTO DE LA SENSIBILIDAD "CIVILIZADA"
Y SU ENTORNO
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tronato, la "insubordinación" renacía convertida en huelgas (en 1884 ocu- fativos que, en general, se anemi7aron.
rrió la primera de relevancia en Montevideo). Incluso la "insolencia" ni- Todavía de las despensas de las casas de familia acomodadas esca-
ral fue transformada en 1897 y 1904 por los caudillos blancos, muy a su ,paba el aroma de las especias (en especial del clavo de olor), los dulces,
pesar, en guerras civiles luddistas, destructoras de los Signos del moder- las compotas y las calsa s en conserva. Pero, otras variadas y ricas in-
nizarniento burgués de los estancieros: cercos de alambre y toros Dur- citaciones a los sentidos de la época "bárbara" estaban ya desaparecien-
ham, carneros Rambouillet y Romney Marsh. do en el Uruguay del Novecientos.
A la vez los europeos fortalecían con su exportación de hombres y La creciente especialiaación de los barrios de Montevideo había ale-
capitales este orden burgués que buscaba afianzarse. Sus primeras inver- jado hacia la calle Ronde,au y adyacencias; las barracas y el olor fuerte
siones son de 1865: el Empréstito Montevideano-Europeo colocado en de cueros y l2nns, y hacia el Cerro, el tufo del tasajo y de la carne vacuna
Londres y la Liebig's Extract of Meat Co. Ltd. A ellas seguirán más tí- preparada en los mataderos de los modernos frigoríficos.
tulos de deuda y la entrada británica en los servicios públicos con las em- Los perros vagabundos ya no permanecían abandonados luego de ser
presas ferroviarias a la cabeza en 1873-77. sacrificados por los celadores, sino que eran perseguidos y llevados al
depósito municipal. Orines y excrementos se vertían por seguros y fuer-
Los inmigrantes, que habían arribado desde Francia, Italia y el País
Vasco español en los primeros años de vida independiente, entre 1840 tes caños maestros y no contaminaban el aire.
y 1890 llegaron a constituir la mitad de los habitantes de Montevideo y Los — huecos" habían desaparecido al edificarse todo el casco ur-
bano y con ellos se habían ido el verde de las matas, el celeste azulado
las 3/4 partes de su población masculina activa. Se dejaron influir por
de los cardos y el olor a yuyos y flores silvestres. Ya no se encontraban
el espectáculo de la vida criolla "fácil", sin duda, pero también apor-
perdices en los alrededores del Teatro Solís. Solo algún jardín interior
taron nuevos valores y un ansia monomaniaca de ascenso social que per-
recordaba, pero muy vagamente desde su estudiada geometría o aparente
turbó, tal vez definitivamente, el ocio, el juego y el "desenfreno" sexual
desarreglo, el contacto con la naturaleza sin doblegar.
de la Arcadia "bárbara". Frecuentemente eran ellos los impulsores de
A la ciudad de casas pintadas de distintos y cálidos colores que to-
los cambios subterráneos que ocurrían en la sensibilidad y en los valores
davía había observado en 1890 el viajero norteamericano Teodoro Child,
socialmente estimados. Lo testimonia, por ejemplo, el estudio inédito de
la estaba sustituyendo la de fachadas uniformes -blancas primero y luego
I. C. Luniriaga y de los Santos, sobre la adhesión o rechazo del santoral
al designar los padres a sus hijos. La norma tradicional, el respeto al san- grises- que imponían los nuevos métodos de construcción y el gusto
• ' moderno" . (3b)
toral, que alcanza el 70% de los primeros o segundos nombres de los hi-
El viejo silencio, tan poco quebrado antes, se transformó en el ruido
jos entre 1800 y 1842, desciende al 55-58% entre 1843 y 1864, años de
"urbano" desde que aparecieron las líneas de "tramways a caballo" en
fuerte inmigración; y mientras en el Montevideo blanco, criollo y espa-
1868 y los automóviles y el tranvía eléctrico en el Novecientos.
ñol dcl Carrito, el respeto al santoral llega al 64%, en la ciudad colorada,
Ralo-francesa, argentina y oriental del Sitio Grande, el guarismo baja al El entorno olfativo, visual y auditivo del hombre "civilizado" no era
50% (3). contrastante y variado, no llamaba al ejercicio necesario y gozoso de to-
dos los sentidos. En realidad, el nuevo hombre podía casi prescindir, por
* * * ejemplo, del olfato. La vida "civiliaada" convocaba al apaciguamiento
de las antiguas sensualidades nacidas al calor de las sensaciones olfati-
vas, auditivas y visuales, las apagaba por el aquietamiento de las inci-
taciones del exterior: la monotonía del color en la ciudad, el "rumor in-
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guay burgués ciespreciador del ocio y adorador del trabajo, partían de la
dustrial — , los olores fríos y neutros provenientes de la obsesión por la
base de que esos valores eran indiscutibles, lugares comunes de toda y
"higiene pública". Es que la "civilización — volvió inútiles casi, el ol-
cualquier cultura y orden social, por lo que alumnos, fieles y enfermos,
fato, la audición del silencio y la percepción de laguna infinita de Los
solo debían descubrirlos en su interior, es decir, intemalizarlos para me-
tonos y colores, reservados en adelante a especialistas: perfumistas, mú- jor respetarlos. Así la supervivencia del gesto, el juego o la sexualidad
sicos y pintores impresionistas. Los uruguayos comunes ya no tenían por
"bárbaros" comenzó a vivirse con culpa, la derivada del convencimien-
qué estar alertas; su vida no dependía de la percepción inmediata del pe-
to que habían logrado introducir esos agentes del nuevo orden en la con-
ligro en el matorral, sino de la reflexión requerida por el disciplinamien- ciencia del niño, el joven, el delincuente, el jugador, el holgazán, el
to de las pulsiones.
— calavera", y el impúdico de cuerpo y sentimientos.
Escuela, Iglesia y Policía fomentaron, en realidad, y para poner lí-
mites a sus influencias, lo que las transformaciones económicas impo-
nían si se quería seguir viviendo dentro de la comunidad y no como mar-
Si los cambios económicos y sociales alentaban el nacimiento de una ginados: la eficacia, el trabajo el estudio, la seriedad de la vida, en fe-
sociedad burguesa -o que, a lo menos, tendía a serio, como se puede ten- lices palabras de un historiador ruso (4).
der a los modelos de los países centrales en los dependientes-, esa tem- Las clases dirigentes en lo político-religioso, y las —conservadoras"
prana burguesía tuvo a su alcance desde los años setenta, medios de pre- o privilegiadas en lo-económico-social, actuaron como los mls eficaces
sión suficientemente eficaces para imponer por primera vez en todo el agentes del cambio de la sensibilidad.
país y a cada uno de-sus habitantes, su concepción de la disciplina social. Esos sectores habían pensado ya a comienzo del siglo XIX que la
El Estado se modernizó y volvió efectivo y real su poder de coac- "regeneración" de la sociedad bárbara pasaba, entre otros hechos fun-
ción, a la vez que monopolizó la fuerza física, desde 1876; el ferrocarril damentales, por la "civilización" de su manera de sentir la violencia, lo
dio movilidad a las tropas del Gobierno central y alentó también la mon- lúdico, la sexualidad y la muerte.
tevideanización del país, entendida aquí como irradiación de los valores El Uruguay del trabajo a la — yanqui" sustituyendo el ocio "a la es-
de la modernidad desde la capital a la campaña, el último refugio de la pañola", del aquietamiento de las pasiones políticas - y el "desenfreno"
sensibilidad —bárbara".
lúdico, en el sentir de estos sectores pasaba por el fortalccimento del Go-
De su lado, la Iglesia Católica, desde el Vicariato y Obispado de Ja- bierno central, la inmigración europea y la colonización agrícola de la
cinto Vera (1860-1881), con su clero, ahora sí, adusto y también él, campaña ganadera, pero también dependía del cambio de sensibilidad, de
— empacado — , pasó a ser un vehículo eficaz de la propaganda en pro de
nuevas actitudes ante la vida y la muerte, tanto del rechazo a la violencia
la contención de los — desenfrenos" a que tan propensos eran los ingo-
sobre el cuerpo como de la mejor represión de los deseos "inconsultos"
bernables de siempre: niños, jóvenes y clases populares. La escuela es- del alml, tanto de la ocultación de la muerte como de su conversión en
tatal vareliana, por fin, gratuita y obligatoria desde 1877, imprimió a la poder formidable, aliado de la Autoridad y negador absoluto de la vida.
rez la obediencia y el estudio tanto al niño "indómito" de la campaña, Lo dirá en el Novecientos un eximio representante de la sensibilidad
como al "jugador y pendenciero" de la ciudad.
"civilizada", el Presidente José Batlle y Ordóñez, al justificar su opo-
El vencimiento de la sensibilidad "bárbara" se simplificó por haber sición a las "sangrientas" corridas de toros: "El que concurre por pri-
sido incapaz de teorizarse ya que la teoría era su negación. Esa ausencia mera vez se horroriza de la atrocidad del espectáculo; pero la sensibi-
impidió la formación de una contracultura "bárbara" concientemente pro- lidad se gasta, se cansa con su repetición, y el horror del primer día se
gramada. La teoría y el plan premeditado eran, en cambio, la esencia de convierte, al fin, en una voluptuosidad que podría calificarse, quizás [...1
la "civilización" por lo que sus artífices fueron los elementos intelectua-
de verdaderamente salvaje". La sensibilidad "bárbara" y sus juegos anes-
les de la nueva sociedad. Maestros, curas, y médicos, cuando buscaban tesiaban "la repugnacia fisica que inspira al hombre el dolor extremo",
convencer o imponer conductas y sensibilidades acordes con el nuevo Uru-
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favoreciendo así la violencia física bajo todas sus formas, una de las cua- vidad que "ennoblece la criatura y fortifica en el hombre las sanas ideas".
les el Uruguay cónocía demasiado bien: la guerra Civil, madre dela ruina "La ociosidad" en la que "los gauchos pasan su vida [..] es fuente de
del Estado y los particulares (5). todos los vicios y de todos los males". De ah! el "atraso" económico
Sofocar la alegría "bárbara", cuya mIxima expresión se atcanzatia del país, sus guerras civiles endémicas, pues "políticamente considera-
en el ocio interminable del Carnaval, la violencia de su juego de agua, dos, los gauchos son elementos disolventes" (9). Solo la educación haría
la burla irreverente a la majestuosidad y el poder de la muerte acaecida del gaucho -y del niño-, de esos elementos ociosos y levantiscos
en la "ceremonia — del entierro del Carnaval, era esencial si se deseaban "bárbaros"-, ciudadanos trabajadores y. pacíficos: "civilizados".
cambios sociales, económicos y políticos. Lo dirán los jóvenes princi- Antonio Grarnsci, el enriquecedor marxista italiano, nos descubre un
pistas Julio Herrera y Obes, Jacinto Albistur y Pablo de María, en 1873, mundo de relaciones similares entre la esfera de la historia de la materia
al aplaudir el primer edicto policial que con éxito prohibiera empaparse y la historia del espíritu, entre los cambios de la sensibilidad y las trans-
con agua: "Sea la reforma del carnaval preludio de otras reformas más formaciones profundas de las estructuras económicas. En sus "Cuadernos
graves y trascendentes. La regeneración de la patria será el hermoso fru- de la Cárcel" de 1929-30, dijo: "El industrialismo es una continua vic-
to de los esfuerzos de los hombres de buena voluntad" (6). toria sobre la animalidad del hombre, un proceso ininterrumpido y do-
La "distancia que media" entre el nuevo y el viejo Carnaval, es- loroso de sojuzgamiento de los instintos a nuevas y rígidas costumbres
cribieron los redactores de "El Siglo" en 1878, es la existente de orden, de exactitud y precisión**. Y añadió: • 'El trabajo, por ejemplo,
"entre la barbarie y la civilización". Los "días de locura general", con exige una rígida disciplina de los instintos sexuales, o sea un fortaleci-
muertes violentas, Ipaleados y empapados, habían cedido el turno "al mento de la «familia. en el sentido amplio (no de esta o aquella forma
pornito de agua perfumada con pretensiones aristocráticas" ocurriendo histórica), de la reglamentación y estabilidad de las relaciones sexuales"
así una "verdadera revolución filosófico-social" (7). Julio Herrera y Obes (10)..
y Francisco Bauzá, el Presidente y el Ministro autores de la "supresión" Un modo de producción nuevo -como el que estaba gestándose en
del 'iuego de Carnaval" en marzo de 1892, hicieron explícito, por fin, el Uruguay de 1860 a 1890- implicaba cambios en la sensibilidad, mo-
uno de los argumentos que estuvo siempre implícito en los decretos en dificaciones del sentir para que a la vez - ocurrieran transforrn.aciones sus-
pro de la civilización de la fiesta bárbara: "dificulta el desenvolvimiento tanciales en la conducta. Y así, sensibilidad y cambio económico entre-
del trabajo por la abstención que impone a las clases ocupadas de la so lazados, no son ni causa ni efecto el uno del otro, sino factores que tanto
ciedad, durante los días hábiles que absorbe" (8). se abren camino juntos como se limitan y se obstruyen el pasó. Lo que
En realidad, las clases altas sintieron muy tempranamente que la cues- cuenta en estos lazos entre sensibilidad y modo de producción es, enton-
tión de la sensibilidad era una faceta mAs de la "cuestión social". La sen- ces y antes que ruda, advertir su correlación, notar que cierto esfuerzo
sibilidad "bárbara — fue considerada como uno de los aspectos a modi- de ascetismo, de toda la sociedad fue contemporáneo de su
ficar del mundo en que vivían los sectores populares de aquella sociedad. "modernización" y que ambos fenómenos se alimentaron mutuamente
Para José Pedro Varela, el creador de la escuela disciplinadora del y se necesitaron.
niño -un "bárbaro" etano- y la población rural -el gaucho era un
"bárbaro — cultural-, la "civilización" de esas dos "barbaries" (tan sa-
gazmente emparentadas), era esencial si se deseaba la "regeneración"
del país. En 1865 escribió en La "Revista Literaria — que el gaucho (en
1877 añadirá: el niño), vivía en "La Libertad salvaje [...1 la libertad que
no refrena ni las malas costumbres ni los vicios y que hace que el hombre
se aproxime más y más hacia la esfera del animal". El rant del gaucho
(y del niño sin escuela, dirá después) era "el horror al trabajo", acti-
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3. "Pecado" y "barbarie" la concepción católico -burguesa.
portaba como una "gestalt", una forma vital que incluía entre sus in-
disociables componentes tanto la actividad lúdica desenfrenada como la
La naciente burguesía uruguaya (*) comprendió en la segunda naiiad sexualidad "chusca", la irreverencia ante la muerte, la emotividad ex-
del siglo XIX, lo que su mentora en este plano, la Iglesia Católica, sabía hibida y la admisión normal de la violencia física.
desde por lo menos el siglo XVI, que el mundo de los "desórdenes" en- El "desorden", la esencia del pecado para los católicos, era, en sus-
cubre al "desorden", que existen lazos, a veces sutiles y en otras oca- tancia, la desobediencia al Padre, a Dios y sus reglas; la "barbarie", la
siones hasta obvios, entre la disciplina en el trabajo y la contención de esencia del mal uruguayo para los liberales anticlericales, era, también
la sexualidad; entre el desenfado del cuerpo en las fiestas populares y la en sustancia, una desobediencia, la del **salvaje" a los dictados de la
irreverencia hacia las autoridades, incluida la que los sectores dominan- '`civilización". Iglesia y Burguesía estuvieron de acuerdo en imponer a
tes le atribuían a la muerte; entre las "rabonas" de los niños a las es- todos, incluyendo a sus propios integrantes, el disciplinamiento de las pul-
cuelas y las faltas de los trabajadores a las fábricas los lunes; entre esa siones, en otras palabras, en crear un tipo determinado de cultura y ese
"almohada del diablo", que era (,es?) el ocio según el Arzobispo Ma- tipo concluyó enlazado de alguna manera con el modo de producción y
riano Soler en 1904, y todas las "malas pasiones", según apuntaran, en el sector social dominante, por lo cual la impronta burguesa fue más de-
total acuerdo, los liberales en 1866. finitoria que la eclesial.
La clave implícita en esta postura afirmaba la unidad psicológica esen- Pecado y "barbarie" se nutrieron de contenidos similares y fueron
cial que impregna a todas las conductas humanas; sostenía que los planos equiparados, ganando la nueva sensibilidad para su causa tanto al cura
en que diferenciarnos esas conductas de acuerdo a las ideas habituales del como al maestro y al médico, tanto la bendición de la Religión como la
diario vivir, en realidad son brumosos y se interpenetran por doquier de sanción de la "sabiduría". El rebelde, el "bárbaro", era un alzado con-
tal manera, por ejemplo, que la laboriosidad depende y a la vez influye tra Dios y contra la Ciencia, por lo que sus días estaban contados ya que
en la sexualidad, o la exacerbación del miedo reverente ante la muerte ninguna construcción ideológica podía oponer a esa formidable coalición
va de la mano con la incapacitación para el juego y la risa irreverente. decimonónica. El "bárbaro" comenzó así a sentirse a la defensiva, a con-
La cultura "bárbara", parecen decirnos católicos y liberales, se com- vencerse de que debía protagoni7ar un cambio interior tanto más cuanto
al cura, al médico y al maestro se unió el cambio económico-social para
decretar la inviabilidad del anterior "desenfreno".
Las clases dirigentes -políticos y clero-, y los sectores
(*) Utilizaremos desde ahora este término extraído ás la historia social europea para
designar a nuestras "clases conservadoras". No eran lo mismo, pero so partcfan. La bur- "conservadores" o burgueses, intencionalmente promovieron el cambio
guesía europea y estadounidense de fines del siglo XIX era esencialmente financiera e in- de sensibilidad para imponer su concepción de la **tranquilidad" política
dustrial, la uruguaya, mercantil, financiera y terrateniente; la primera había llevado a su y el "progreso" económico. Y así, lo que ahora descubre el investiga-
culminación una concepción de la vida cuyo norte parecía ser la acumulación de capital, dor, la unidad esencial entre la historia del espíritu y la historia de la ma-
la uruguaya todavía compartía sisa ideales con los derivados de cierto aristocratismo des-
preciad« del trabajo manual heredado de la Colonia que la atracción do la actividad política
teria, entre el tiempo de la sensibilidad y el de la economía, no es más
y universitaria alimentaba permanentemente; la europea y estadounidense, por fin, domi- que esa intencionalidad, esa convicción decimonónica que hallamos lim-
naba a sus Estados respectivos, la uruguaya, en cambio, dependía del Estado. Sin embargo, piamente y sin ninguna clase de interpretaciones forzadas en sermones,
a pesar de estas diferencias de no poca monta, las situaciones sociales eran similares: ambas catecismos, libros de oraciones, textos y programas escolares, discursos
eran, al fin y al cabo, clases altas poseedoras do los medios de producción, enfrentadas a
la necesidad de disciplinar a las clases populares a fin de tomarlas aptas para los sistemas
de legisladores y folletos del Consejo de Higiene.
productivos modernos que impulsaban. Claro que no era lo mismo disciplinar al ya rela- El terror al ocio, a la sexualidad, al juego y la fiesta; el endios.-
tivamente controlado campesinado inglés que "civilizar" al "proletariado" ecuestre y miento del trabajo, del ahorro -de dinero y de semen-, del recato del cuer-
"bárbaro - de la economía ganadera uruguaya. po dominado, he ahí la colección de miedos y valores que curas, maes-
tros, médicos, padres de familia y dirigentes políticos esgrimieron contra
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el niño, el adolescente, el joven, la mujer y las clases populares, los prin- es decir y a la vez, gastar poco del dinero de su marido y guardar el
cipales -aunqüe no únicos- destinatarios de esta "reforma moral". Por- "pudor" en el traje, sostenía Mariano Soler en 1890 (17). La escuela va-
que la "moralidad", lo veremos, lo invadió todo hasta las que se creian rellana de su lado afirmaba que "el ahorro" comprendía "la abnegación
alejadas esferas del "orden en la casa" y la "higiene personal". de sí mismo, la supresión del placer presente por el bienestarfuturo" (18).
Así, el Arzobispo Mariano Soler recomendaba al clero en 1904, "estar La represión de la sexualidad "bárbara" conduciría al trabajo, al aho-
ocupados (siempre/ en cualquier trabajo útil [..1 por cuanto la ociosi- rro de bienes materiales y también a la sabiduría, al "estudio". Porque
dad es la almohada del diablo y la madre de los vicios de ia carne" (11), "el trabajo, sobre todo el mental, es fecundo en graves y santos pensa-
consejo que su Vicario General, Santiago Haretche, en 1902 había hecho mientos'", decía Mariano Soler en 1890 (19), y porque "solo cuando los
extensivo a todos los fíeles por cuanto huir de las "ocasiones más fre- hombres llegan a ser sabios y prudentes se hacer: frugales", según aña-
cuentes que inducen a la deshonestidad" implicaba evitar no solo "las día el texto escolar del Novecientos (20),
malas compañías, las malas lecturas, las diversiones inmorales", sino El investigador halla en esta Prédica en pro del cambio de sensibi-
también ''la ociosidad" (12). lidad, el señalamiento de dos grandes enemigos, siempre sugestivamente
De su lado, el maestro vareliano enseñaba por el programa vigente entrelazados: la sexualidad y lo lúdico. Ellos están en la base, dirán cu-
para cuarto año entre 1897 y 1914, que "La ociosidad es la madre de ras, maestros, médicos y políticos, tanto de las irreverencias al orden so-
todos los vicios" y que "El trabajo es fuente de salud, alegría y bienes- cial y político como de la "holgazanería", factores que caracterizaban
tar". En 1925 repetía el texto de "Cultura moral": "El trabajo produce el Uruguay "bárbaro".
además el apaciguamiento de los deseos inquietos. Todos los moralistas La sexualidad, he ahí un hecho particularmente irritante porque talo
lo recomiendan 12 aquellos cuyo corazón está turbado [...Jaleja de no- lo invadía y lo subvertía: "Este instinto, más que cualquier otro, debe
sotros tres grandes males: el tedio, el vicio y la necesidad" (13). Corno ser disciplinado, yo no sé si las madres piensan en él con bastante se-
repetía un texto en uso por los maestros: "De todos los hombres míseros, riedad", decía un artículo de 1910 en los "Anales de la Instrucción Pri-
las ociosos son aquellos que más lo son j...lque no tienen otra cosa que maria" (21).
hacer sino satisfacer sus sentidos" (14). El juego, por fin, he ahí el ocio aliado a la risa, la "pérdida" del
El mismo vinculo entre ociosidad y "libertinaje" sexual -ambos dis- tiempo, la negación del trabajo unida a la irreverencia frente a cualquier
funcionales a la economía moderna- lo había creído ya encontrar en 1885, orden, desde los emanados de la autoridad política hasta los derivados
la burguesía anticlerical que informó favorablemente la ley contra la vida de la lógica interior del lenguaje. Entonces los textos escolares de lectura
conventual: "La ociosidad en que vivían los monjes [medievales, fuel cau- convirtieron desde 1880 al juego de los niños casi irremediablemente en
sa de que bien pronto el desorden y la corrupción en las costumbres pre- "travesuras", en "rabona" ante la tarea escolar, haciendo solo "virtuosa"
dominaran en los conventos [...1 de ambos sexos" (15). En 1866 el pe- a la niña que "cuando alguna amiga curiosa iba a buscarla para pro-
riodista liberal y colorado que escribiera en el diario "La Tribunita" lo poner un paseo, una diversión agradable no aceptaba nunca", se-
había también sostenido: • 'Dios dijo al hombre que amase el trabajo, por- gún indica Alfredo Vásquez Acevedo en su "Libro Tercero de Lectura"
que su infinita sabiduría comprendió que Adán y Eva no hubieran sido en 1896 (22). Por ello también, José H. Figueira señaló en 1907, en otro
los primeros pecadores si la molicie y el abandono no les hubiese hecho "Libro de Lectura", buscando culpar al niño por sus inclinaciones:
crear deseos" (16). La tesis sentada, que la caída había tenido su origen "Nosotros preferimos el estudio al juego" (23).
en la holgazanería de la pareja bíblica, era, tal vez, la culminación de La Iglesia~N sosteniendo lo mismo desde mucho antes. En la "Vida
este cristianismo burgués. de San Luis Gonzaga" reimpresa en Montevideo en 1861 y dada a los
La ociosidad "bárbara" se aliaba al "vicio", sin duda, pero éste, niños como novela ejemplar, el santo: "Hizo en Florencia asombrosos
que era una hidra de mil cabezas, también se emparentaba con el des- progresos en el camino de la perfección, reduciéndose todas sus diver-
pilfarro económico. La mujer católica debía ser "modesta" en el vestir, siones a la oración y al estudio. Desde entonces hizo propósito de noju-
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danos, la del patrón ante sus peones y obreros. De este modo, y al decir
gar en su vida a juego alguno y jamás lo quebrantó" (24). del Obispo Inocencio María Yéregui en 1884, los hijos que perdían su
El juego y la sexualidad creadores de un contra mundo de disipación 'Pureza" en las escuelas del Estado, se volvían "incorregibles, llenos
de bienes (el tiempo, el patrimonio, la salud y la "virtud"), eran incli- de soberbia, desobedientes y díscolos" (27). POI ello también era que la
naciones particularmente a disciplinar cuando no a suprimir. Detrás de "concupiscencia", el deseo desenfrenado de placeres materiales, trasla-
los dos estaban la risa y el placer, enemigos mortales de la seriedad y lado del individuo a las masas conducía a la Revolución. Dijo Mariano
el empaque que esta burguesía quería imponer a la vida "bárbara" para Soler como Obispo en su Pastoral sobre "La cuestión social" en 1895,
"civilizarla" y tomarla productiva. citando a Winterer: "Se ha negado la existencia del cielo y se ha pro-
clamado el goce material y sensual como el fin supremo de la vida. El
socialismo ha aceptado este dogma y pide la igualdad de placeres para
todos, reclamando el derecho de las masas en el banquete de la vida ma-
Y como la "barbarie" o su forma religiosa, el pecado, asomaban por terial. ¡Con qué gritos de impudencia no manifiestan los socialistas la
doquier, sus contraearas, la "civilización" y la virtud debían también in- sed que tienen de goces materiales [...]!" (28). (*)
vadirlo todo. Guerras y Revolución tenían su origen, según el católico "El Amigo
Por ello suscribió Jacobo A. Varela en 1880, como Inspector Na- Obrero" de 1899 en la "Avidez que nunca se sacia fyl acuna tormentas,
cional de Instrucción Pública, el siguiente programa de "Moral y Ma- levanta oleajes y desencadena en el corazón terribles huracanes" (29).
neras" a enseñar a los niños: "La necesidad del trabajo. Moralidad de Por eso, parte de la burguesía siguió viendo en la Iglesia Católica
la limpieza, del brden, de la economía. Análisis moral del estudio, de la mejor guardiana de las 'Pasiones" "bárbaras" del pueblo a la vez que
ras diversiones, de los juegos de azar, la vagancia, el baile, la lotería, uno de IOS antídotos más eficaces "para alejar cuanto sea posible el so-
el agio, la bebida de licores espirituosos, etc." (25). Los hechos habían cialismo que nos invade", al decir del miembro de la Asociación Rural,
probado, a su entender, que el pecado y la "barbarie" podían asomar Juan G. Corta en 1874 (30). Y a los liberales ricos que habían olvidado
tanto por la suciedad como por el baile. ese rol de la Iglesia, un cura se los recordó en enero de 1872, a pocos
Así comenzó el tiempo de la vigilancia estricta, del control de los días de la ominosa Comuna de París: "Si pudiera uno alegrarse de la
que por naturaleza eran "bárbaros" para esta sociedad burguesa: niños, desgracia del prójimo, seda un estudio agradable de ver todos aquellos
jóvenes, mujeres y sectores populares. Sus lugares y tiempos de espar- pretendidos sabios, los abogados, los médicos, los magistrados, los ca-
cimiento -la taberna urbana, la pulpería rural, los bailes, el Carnaval- y pitalistas, en fin, todos aquellos que tienen bienes y posiciones, alterados .
sus cómplices: hay toda una literatura catequfstica, médica y escolar so- por previsiones siniestras [...f el Señor les hace expiar ya la guerra es-
bre las "malas compañías" de los jóvenes y niños, desde los otros niños túpida que desde hace muchos arios hicieron a la religión. Principian de
hasta, y sobre todo, "los sirvientes". Esas "malas compañías" debían convencerse que el hambre sin religión es no solo un animal, sino to-
suprimirse, controlarse o ser internalizadas COMO enemigos. davía el más terrible de los animales, porque a la _ferocidad del animal
reune la inteligencia y la ciencia para conseguir los deseos de sus ins-
* ** tintos perversos". (31)
La "civilización" de la sensibilidad, entonces, no solo aseguraría el
La sensibilidad "bárbara" no solo provocaba el "atraso" econó- cambio económico-social sino también que este cambio fuera en paz, es
mico, es decir, la "holganza", causaba también la anarquía política, mal
bien uruguayo, por cierto, y acercaba el socialismo, "mal" más bien eu-
ropeo en aquel Novecientos uruguayo.
(") Los socialistas por su parte, acusarán a la burguesía de sacrificarlo todo, incluso
Y ello sucedía así porque las "pasiones" minaban toda autoridad: su propia vida, a los "placeres materiales".
la de los padres frente a sus hijos, la del Gobierno frente a los ciuda-
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decir, conduciría tanto a la implantación del orden como a su propia in- "pasiones". (*)
tangibilidad ya que la "barbarie" y el pecado, connaturales al hombre, Los dirigentes ainclicales, los primeros enemigos ideológicos del in-
podían renacer bajo otras invocaciones igualmente inciviles, por ejem cipiente capitalismo uruguayo, fueron, por ejemplo, eficaces agentes in-
plo, el socialismo y la Revolución, -de no dominarse los instintos 'por tenaalizadores de la sensibilidad nueva en el proletariado montevideano.
versos". Del unánime elogio al trabajo y la condena también tin4nime del ocio"
Este fue el planteo de la Iglesia Católica y de la burguesía. Desde y la taberna predicados por socialistas y anarquistas, extraigamos estas
el ángulo hasta aquí descripto, entonces, esta historia de la sensibilidad palabras a favor del cristianismo dichas en el Club Liberal Francisco Bil
"civilizada" es la de la construcción de un orden social:. bao, semillero de dirigentes socialistas: "[el cristianismo, no -el clero/
condena todos los vicios y aconseja todas las virtudes; aconseja la virtud
en el trabajo, como primer factor para moderar las pasiones y adquirir
un modo de vida honesto" (32). .
Un breve pasaje por la prensa obrera futisecular y un conocimiento
4. Víctimas y victimarios parco pero real de algunas vidas de dirigentes sindicales del período, tes-
timonian el asombroso -asombroso por çimiiar al clerical- puritanismo de
estos hombres.
Pero también esta historia de la sensibilidad "civilizada" es la his- En las mutualidades de trabajadores de 1870 -tipógrafos y cocineros,
toria de una represión cuyas primeras víctimas fueron los propios autores por ejemplo- la asistencia médica se reducía o no se prestaba en caso de
de la concepción católico-burguesa recién descripta. Desde este ángulo, "Enfermedades originadas por el libertinaje" (33). Las historias ejem-
cl victimario se transformó en víctima, el burgués triunfó sobre el horn- plares de jóvenes pobres atraídas por estudiantes burgueses o capataces
brc "bárbaro" que él también era. Dicho en otros términos, lo burgués de fábrica, frecuentes en la literatura militante de la época, se bailan ur-
aparece mucho más como un modo de ser, como la adopción de una sen- didas tanto sobre la base de la condena del explotador de la obrera como
sibilidad determinada, que como un sector social dominante y victimario. de la condena del hombre "seductor", calificativo que recuerda, porque
Y, sin embargo, también era esto último. es el mismo, al empleado en órganos católicos del período. Obsérvese
¿Qué factores debilitaron las resistencias de la cultura "bárbara" y este ejemplo extraído de un folleto publicado por — La Biblioteca Juven-
facilitaron, ca consecuencia, el triunfo de la "civilización"? Sin duda, tud Libertaria" en 1903: "Tristísima es la condición de la mujer obrera
cl cambio económico, que fue tanto causa como consecuencia, de la trans- Es la edad de los ensueiios y de las ansias amorosas [...] ¡Para cuán-
formación espiritual; también la fuerza de los detentadores de los prin- tas ha comenzado con la brutalidad de un capataz de taller que amenazo
cipales instrumentos de coacción y socialización: el Estado, la Iglesia f...J! ¡Cuántas que en su inexperiencia han sido víctimas del primer mo-
la Escuela, el Hospital_ zalbete que las enamora para abandonarlas enseguida!" (34). La con-
Pero 14 'barbane" fue minada incluso desde dentro de los sectores cepción de la familia y la famosa "unión libre' anarquista eran igual-
que podemos calificar más limpiamente de víctimas: los niños, los :jó-
venes, las mujeres, y, sobre todo, las clases populares. La sola voluntad
de la burguesía y la Iglesia no hubiera podido imponer esta modificación (*) Los términos víctima y victimario no deben entenderse como tomas de posición
de naturaleza a la vez sutil y profunda a la sociedad de no haber contado del investigador a favor de la sensibilidad '1.4rbara" por permisiva de las "pasiones'', y con-
con los dirigentes y cierto sector -que no podemos cuantificar- de la masa dena de la "civilizada" por represora de las mismas. En realidad no hay construcción po-
sible de ningún modelo cultural sin inhibir las pulsiones. En todo caso de lo que se trataba
popular, particularmente en el medio urbano. Desde este ángulo, esta víc- era de que este modelo "civilizado" reprimía severamente algunas -la sexual por ejemplo-y
tima lo fue por partida doble, por su lugar social dentro de un sistema encauzaba otras a favor del "progreso" económico, por ejemplo la agresividad y la vio-
que la dominaba y por adoptar una sensibilidad que frenaba sus lencia físicas transformadas en competencia y fuerte individualismo.
30
mente puritanas. He aquí la definición de la familia ideal dada por el pe- 31
riódico montevideano "Lucha Obrera" en abril de 1884; "Atraídos por a él era estricta, como el ascetismo de esa esposa "muy a gusto en el seno
un profundo. y recíproco afecto, los dos seres se unen para pasar toda de su familia, cuidando a sus hijos", y que solo se permite "acariciar"
su vida Juntos [..1 y para elevar los lujos de sur amor". En cuanto a la las "ilusiones del porvenir", es decir, la Revolución Social.
"unión libre" se aclara de inmediato su sentido: "La unión libre que no Dirá un anarquista desde "Despertar" en 1913, en tono apocalípti-
debe ser confundida con el amor libre, o sea con el amor de los fáciles co, moralizador y casi religioso: "Estamos en plena crisis de todo un num-
cambiarnientos, y segundamente de los caprichos de la persona, [se basa do que amenaza próxima ruina_ Desgastados lás resortes de la vieja mo-
cal la igualdad del hombre y de la mujer y sobre ciertos derechos re- ral 1..1 todo el mundo se entrega a las mas bajas pasiones (..1 Todas
conocidos a los niños contra los abusos del poder de los padres" (35). las cualidades nobles de la persona bailan una danza macabra y se pros-
Por eso podía suceder que los sectores "progresistas" menos avan- ternan en el altar de la concupiscencia' ' (38 b). Las condenas anarquis-
zados -eso sí- de la causa obrera, el primer batllismo por ejemplo, en- tas al "lujo" y la "concupiscencia" del burgués eran funcionales, en úl-
tregaran las menores "descarriadas" al cuidado y severa vigilancia mo- tima instancia, para el nuevo orden establecido. De ellas se deducía que
ral de las monjas del Buen Pastor, tal el caso del Presidente Batlle y Or- si la subversión política y social era auspiciada, no se entreveía, en cam-
dóñez en junio de 1912, sabiendo perfectamente esos sectores que la bio, la sustitución de la sensibilidad "civilizada" sino su afian7amiento.
"civilización" de estas jóvenes pasaría no solo por el encierro sino tam- Si esta era la actitud de los dirigentes, ¿fue diferente la de la masa?
bién por la misa diaria "a las7", la "instrucción moral y urbanidad [...1 Hay indicios de que por lo menos la aceptación de la "civilización"
de mañana y de tarde", para concluir a las 19 y 30 con las fue rns matizada.
"preces de
la noche" (36) ( 1.),.
El fin del juego del agua en Carnaval, por ejemplo, resuelto por la
La sensibilidad "civilizada" de los dirigentes socialmente contesta- autoridad desde 1873 con cierto éxito, fue resistido. Al menor debilita-
nos del Novecientos asoma en cualquier ocasión, incluso en aquellas en miento del control policial, se producía "la resurrección de tan bárbaro
que el investigador espera verla rechazada, al menos ideológicamente. juego", como acotaba "La Tribuna Popular" en febrero de 1890. Así,
El sufragismo de las burguesas mereció este juicio de una dirigente anar- en 1888 fue la soldadesca del Cuartel de Artillería la que se vengó de
quista montevideana en junio de 1911: "Para no ser elementos de diso- la elite civilista y la caída del Capitán General Máximo Santos, bombar-
lución, es decir, sufragistas, nos fundamos en que ese es un asunto que deando a • ?al' señoras" con "una bomba de goma llena de agua" (39);
no interesa a las mujeres de aquí, sencillamente porque viven todas ellas en 1890, "el desenfreno subió de punto" y en el centro de la Capital SC
muy a gusto en el seno de la familia, cuidando a sus hijos y acariciando "agredía" con "baldes de agua, bombas tremendas, huevos naturales
ilusiones sobre el porvenir. Las que en diferentes naciones europeas han y artificiales, tomates [...j a los particulares y máscaras que se veían pre-
abrazado con frenesí f...1 el sufragismo, son en su totalidad mujeres que cisadas a pasar por los cantones que se habían formado en las casas de
soportan las terribles consecuencias de una pésima elección conyugal y familia" (40); en 1892, el espectáculo se reiteró y la prensa "civilizada"
quo no esperan nada de los afectos de la familia, ni de las delicias del acotó: "No se respetaba a nada ni a nadie 114" (41).
amor" (38). Y conste que anarquistas y socialistas eran casi los únicos La autoría de estos episodios fue atribuída por el Ministro de Go-
en mencionar la necesaria "emancipación" política y familiar de la mu- bierno, Francisco Bauzá, un "civilizador" a ultranza, a "muchas per-
jer, hecho que, en el caso de los anarquistas no pasaba, claro está, por sonas del pueblo" (42); otros, como el diario "La Tribuna Popular" en
el sufragio. Lo que interesa advertir del documento no es tanto el elogio 1899, vieron en ello "a la unanimidad del público" (43). De lo que no
a la mujer "de hogar", desmentido por otros escritos si la dedicación caben dudas es de su persistencia sobre todo en el medio rural y las ciu-
dades del interior, últimos refugios de la sensibilidad "bárbara" (44).
(*) Recién en 1928-29 el batllismo se atrevió a criiicar esta solución al problema de Porque allí donde la urbanización, la inmigración europea, el Esta-
las menores "descarriadas", proponiendo retirarlas del cuidado de las monjas. do, la medicina, y la Iglesia Católica concentraron sus fuerzas -y sus fue-
gos contra la "barbarie"-, en Montevideo, la "civilización", como lo
32 33
deseaba Sarmiento, se instaló rápido y con fuerza incluso en la masa po- no [...] pero la caridad fomenta el pobrerío y causa adversión al tra-
pular. ' bajo" (50). Pero fueron los trabajadores y rxtquedos comerciantes del Ce-
La urbpni7ación exigía y a la vez presuponía algunos elementos de rro los que dieron la nota de un cambio no inducido y sí asumido de sen-
la sensibilidad y la conducta "civilizada , desde las normas de urbani- sibilidad en 1886, cuando exigieron a la policía la prisión de esos
dad que aherrojaban el anterior y "chusco" desenfado del cuerpo, hasta "individuos que hacen toda clase de empeños en establecer garitos y ba-
el trabajo disciplinado al que era casi imposible escapar. La inmigración jo el nombre de ruleta [...1 juegos de azar tan peligrosos corno inmora-
europea, a veces por provenir de medios ya "civilizados" pero siempre les" (51).
por desear el ascenso social, aceptaba y/o proponía "enfrenar" las
— pasiones" en pro del ahorro de casi todo lo que se creyera objeto pa- * * *
sible de disipación: tiempo, dinero, y semen. Si a ello unimos en Mon-
tevideo el peso mayor del aparato estatal (ejército, policía, hospitales y
En la Historia de la Cultura debe recordarse que no existen las brus-
escuela) y del eclesiAtico (parroquias, colegios católicos, etc.), tendre- Auedades del acontecer político. Y así como el ritmo de los cambios es
mos un cuadro en que se conjugaba el vigor de los agentes "civilizadores" lento, también es cierto que poco o nada desapnrece por entero.
(policía, inat-stro, médico y cura) con la predisposición de la población Todavía el Novecientos asiste a "buenas muertes" en familia, según
urbana y los inmigrantes a dejarse "civilizar" cuando no a iniciar ellos comprobamos en el tomo 1 de esta obra, y algún Carnaval se desboca
mismos el proceso del cambio de sensibilidad. chuscamente hacia la "barbarie". Pero los dados están ya echados. La
De ahí los paritanismos de origen popular que se advierten en la pren-
sensibilidad "civilizada" ha ganado su batalla.
sa dirigida al gran público, la iniciativa que a veces tomaba el "pueblo" Elite política e intelectual, clase económicamente dominante, diri-
de 'llamar la atención de la Policía sobre los dibujos inmorales que se gentes sindicales y masa trabajadora -más en la ciudad que en el interior,
exhiben ante la vista escandalizada de las familias", como en enero de
eso sí, probando una vez más el predominio del corte regional sobre el
1870 (45); las "quejas" de los pobladores de ciertas calles non santas
social en el Uruguay-, comparten un mismo horror a esa altura explici-
del barrio portuario, como Colón en 1866, ante el espectáculo que daban tado con palabras y repulsiones, al exhibicionismo del sentimiento, la vio-
de noche "ciertos establecimientos que debieran estar lejos para que allá lencia física, la sexualidad incontrolada y "picaresca", al cuerpo desen-
a solas, hiciesen sus moradores lo que mejor les cuadre" (46); y las car-
fadado y la muerte exhibida.
tas de los fieles al Obispo Jacinto Vera luego de 1870 proponiendo planes En esos lugares se ha instalado la "privatización" de las emociones,
para poner "un dique al presente desborde de la prostitución "(47). la represión del alma, el puritanismo, la gravedad y el pudor en el cuer-
La presión social en pro de la represión de las "pasiones" fue re-
po, la negación de la muerte. En menos palabras ya dichas: la seriedad
conocida por las autoridades. Así, por ejemplo, Jacinto Vera debió co- de la vida.
municar sus reservas para admitir como maestra en un colegio de monjas Algo de la vieja "barbarie", empero, permaneció como atmósfera.
a una joven de antecedentes dudosos aunque completamente reformada Ese algo que pudo captar una emigrante italiana singularmente lúcida -y
en sus costumbres, ya que "si se supiera el origen de tales sujetos esto anarquista- al llegar al Uruguay de 1930 y hallar: "Una mentalidad muy
podría ocasionar malas impresiones' • (48). ¿Acaso el propio lenguaje po-
particular que constituye, a mi entender, la esencia del Uruguay [...J.
pular no comenzó a designar con el calificativo de "calavera" a los jó- El sentido de la libertad y de la dignidad personal, la falta de trabas,
venes que disipaban su "honor" y su fortuna en aventuras galantes, de- el espíritu abierto, la naturalidad de la vida. Cosas que en Europa ya
notando de este modo condenar tal tipo de conductas? (49). se habían perdido [...J" (52).
En otras ocasiones correspondió el turno a la prensa popular de cri-
ticar el ocio "bárbaro", la vagancia y la mendicidad. — El Ferrocarril"
definió su posición "civilizada" en 1870: "La caridad es una cosa bue-
35
participó de esta convicción y fue uno de los agentes más eficaces en la
CAPITULO II: internalización de este nuevo dios por los niños y las clases populares.
LOS NUEVOS DIOSES Esa escuela que enseñaba a los niños, en el Libro Primero "¿Quieres
leer?", edición del año 1900, máximas como "Yo quisiera ser rico para
ayudar a los pobres" (57),y cuya comisión de nueve miembros nombra-
dos por José Pedro Varela en 1877 para estudiar los nuevos textos, con-
fiaba con cinco activos colaboradores de la Asociación Rural (58), pre-
dicó el trabajo a diestra y siniestra, obsesiva y monomanlacaménte.
El "estudio" o la "educación", las formas del "trabajo" en la ni-
ñez, eran la única manera que tenía el niño de hacerse "un hambre fuerte
I. El trabajo. y capaz para luchar ventajosamente con todos los demás seres de la crea-
ción", decía el "Libro Primero" de "Lecturas manuscritas" ea 1891(59).
Pedro Giralt en sus "Elementos de Moral" de 1875, y Pedro Ricaldoni
Los estancieros desde la revista de su gremio, los maestros desde los en sus "Preceptos de Moral — de 1883, textos utilizados en las escuelas
libros de lectura y las aulas, los médicos desde sus consultorios, los curas públicas, sostenían al unísono que "el trabajo" debía. considerarse ”Cor710
desde confesionarios y púlpitos, los padres de familia desde las cabeceras el origen del bienestar del hombre, que lo ennoblece, dignifica y vigo-
de almuerzos y cenas, los políticos desde los editoriales de los diarios o riza", formando "la condición absoluta de Paf dignidad, libertad, vida
el parlamento, los oficiales del ejército desde sus regimientos y los jefes intelectual, moral y religiosa [de] las masas populares" (60). Incluso "los
de policía desde sus edictos, todas las autoridades de aquella sociedad,
trabajos manuales [..] y las lecciones de cosas/llevaban/ la pretensión
entonces, comenzaron a predicar en estos años en torno a nuevos dioses de inculcar y hacer arraigar en los alumnos hábitos de trabajo, consi-
y diablos con -énfasis no igualado en el pasado por la unanimidad y cuan
deración y respeto por los oficios, artes, etc, contrariando la corriente
tía de la" insistencia, y la novedad de algunas propuestas éticas. tan acentuada entre nosotros de las carreras liberales",decía la Direc-
Trabajo, ahorro, disciplina, puntualidad, orden, y salud e higiene de_ ción General de Instrucción Pública en enero de 1897 al elevar los nue-
cuerpo, fueron deificados a la vez que diabolizados el ocio, el lujo, el
vos programas de enseñanza al Ministro de Fomento (61).
juego, la suciedad y la casi ingobernable sexualidad. Pero aquel Olimpo Todos los recursos didácticos de la época fueron puestos al servicio
y aquel infierno, tenían tendencias monoteístas: los nuevos dioses ten- de esta deificación del trabajo. Desde las máxirnns que se hallan en los
dieron a resumirse en uno solo: el trabajo, y los diablos casi siempre apa- libros de "Cultura moral — utilizados en los cursos de cuarto año hacia
recieron como las máscaras que asumía la proteica sexualidad. 1925 ("Trabajaré. Mientras soy pequeño trabajo ayudando a mis padres,
En 1876, la Revista de la Asociación Rural publicó los — consejos me- asistiendo a la escuela y estudiando mis lecciones. Más tarde según mi
morables" de Benjamín Franklin sobre el trabajo, único medio de inclinación, seré mecánico, obrero, ingeniero") (62), hasta las morale-
"enriquecerse", madre de todas las virtudes del ciudadano y el jefe de jas casi subliminales que contienen los libros de lectura escritos por Al-
familia, único padre, por fin, de "la felicidad" pues ésta no se fredo Vásquez Acevedo en las décadas finales del siglo XIX, en todas
"concebía"
en el ocio (53). Los senadores y diputados que en 1885 criticaron a los esas ocasiones el trabajo es mostrado como la virtud a ejercer y el ocio
"holgazanes" monjes de los conventos de vida contemplativa, hallaron
como el pecado a evitar. Alfredo Vásquez Acevedo proponía como mo-
que "en esta época de libertad 1...] todo se mide por la fuerza del tra- delos a los niños estudiosos, obedientes y trabajadores en el hogar, y tam-
bajo' "(54), y que el "fin" de "las sociedades democráticas, corno la nues-
bién al estanciero, el peón y el inmigrante "laboriosos". "Puntualidad"
tra [era...] honrar al trabajo" (55), "ley de la humanidad",añadió el y "atención" en el cumplimiento de los "deberes" completaban el cua-
senador y jefe de la Masonería, Carlos de Castro. (56). dro de las "virtudes". Y cuando algún personaje merecía en esos libros
La escuela varelilni -entendiendo por ella a la estatal luego de 1877-
36
37
una biografía, era el "infatigable" médico Miguel T. Vilardebó, el
"sabio•'Dámaso A. Larrañaga -al que no se menciona por su obvia con- La deificación del trabajo modificó la moral anteriormente dominan-
dición de sacerdote-, o el extranjero Benjamín Franklin -el único que me- te introduciendo criterios que desvalorizaron antiguas y ensal7arlas con-
reció el honor-, paradigma del hombre que seálatda hecho a sf mis= ductas -la mendicidad, por ejemplo-, así como el tiempo dedicado
por medio de la "laboriosidad" y el 'estudio" (63). -iperdido?- a la adoración de Dios.
La escuela vareliana aceptaba el juego de los niños pero sólo circuns- En el conflicto entre los liberales y la Iglesia Católica, uno de los
cripto a un tiempo específico y limitado, que se llamaba "recreo", y con- motivos que el investigador encuentra más real -por uruguayo, por no pro-
denaba con el castigo de los padres, maestros y aún el "merecido" de venir solo de la línea argumental del liberalismo europeoes la disputa
la policía, la "rabona". por el espacio que ocupaban los feriados religiosos, demasiado largo al
Decía en 1881 el maestro Marcos Sastre en sus "Consejos de oro entender de los liberales, a preservar, sobre todo el de los domingos, al
sobre la educación dedicados a las madres de familia y a los instituto- entender del clero.
res", que "la disciplina [era] la base necesaria de la enseñanza" Ya en 1873, "El Siglo" sostuvo que cuando "el Decálogo j...J nos
y que
debía reinar en la escuela y el hogar "el orden, el orden ante todo, la manda santificar las fiestas, vemos inmediatamente que no se trata de un
asistencia puntual fyf la constancia en el trabajo". precepto de moral universal, sino [...f religioso f..] que puede quebran-
Lo esencial era "la
vigilancia incesante sobre todos los alumnos [..1 que no haya ningún ni- tarse sin dejar por eso de ser hombre honrado" (66). En 1878, "La Con-
ño un solo instante en que no tenga ocupación ya que la ociosidad ciliación", dirigida por el colorado latorrista José C. Bustamante, y en
la/ madre del desorden y de todos los vicios" [era
(64). polémica abierta con el diario católico, sostuvo que: "La Iglesia se ha
Los libros de lectura del Novecientos siguieron en la misma línea pe- quedado estacionada f..] La economía es para ella como un mito [..J
ro buscaron, con más habilidad pedagógica, culpabilizar al niño por su Lo que conviene es la supresión de tanto día festivo dejando reducidos
inclinación al juego, designado casi invariablemente con el término de éstos al menor número posible" (67). Y en 1892, el estanciero y furioso
"travesura". Claro que se condenaba el juego de azar por dinero: anticlerical Mariano B. Berro, calificó a los "Domingos y Fiestas" de
"Por
él gentes muy acomodadas han venido a parar en la mayor miseria y aan "días perdidos" para el trabajo (68).
en la cárcel, por él, además del dinero pierde el hombre la vergüenza". 1.2 mendicidad .-esa virtud "franciscana"- también fue juzgada con
Pero dos máximas de "Un buen amigo. Libro Tercero de Lectura" ree- dureza por los liberales y considerada como ''exigen,...,4a viciosa" que, sa-
ditado en 1907, informan sobre la condena del juego también como di- tisfecha, tornaba rentables actitudes que debían eliminarse (69). La con-
versión infantil: "El tiempo mejor empleado es el que dedicamos al es- dena de La mendicidad como conducta y de la caridad como respuesta so-
tudio" y "Nosotros preferimos el estudio al juego" cial, fue puesta de manifiesto con rotundiciad por el Gobierno del Coro-
(65).
Así la sensibilidad "civilizada" comenzó a reducir el campo admi- nel Lorenzo Latorre en octubre de 1877 al aprehender su policía "a Fray
tido para el juego: primero, a un solo grupo etano de la sociedad, los Santiago en la Unión [..f porque andaba pidiendo limosna", el que fue
niños ( para los mayores, lo veremos, admitirá como sustituto del juego, liberado solo cuando intervino la autoridad eclesiástica (70).
el deporte, un juego "serio" y con finalidades higiénicas), y segundo, La propia Iglesia Católica modificó tambié.n sus juicios morales e idea-
dentro de ese grupo advertirá a los niños que siempre el tiempo podría les de vida y en el Novecientos ambos cambios la condujeron a deificar
ser "mejor empleado" en el estudio, la versión infantil del trabajo de los el trabajo.
adultos. En la Edad Media el vicio de la "acidia" era identificado con el de
la pereza espiritual, es decir, el no cumplimiento de los deberes de ado-
* * * ración a la Divinidad. Los mercaderes y su medio influyeron tal vez para
que se descubrieran los nexos entre la acidia y la pereza con lo material,
el descuido de los "deberes" que tenemos con la preservación y acre-
centamiento de nuestros bienes y los que se nos han encargado (71).
38
35
En el Uruguay de Monseñor Jacinto Vera (1860-1881), la caridad to, por la contestataria dirigencia sindical, según observáramos. La des-
a la usanza casi medieval todavía parece tener buena fama, al menos si
cripción de la vida del gaucho, peón o vnArlero, hecha por el jesuita Fran-
consultamos los sermones del primer Obispo oriental y su corresponden-
cisco Costa en 1914, pudo haber sido suscripta también por un estanciero
cia, plagada de cartas del más diverso origen COrf la mns cuiitisa atver-
"progresista— de la Asociación Rural o por Angel Falco, el poeta anar-
sidad de pedidos de ayuda y agradecimientos que el lector pueda ima-
quista del Novecientos: "Les domina aún a los mejores la pereza, vicic
ginar. En el Uruguay de Inocencid María Yéregui (1881-1890) y Maria- tan propio de estas tierras americanas, yasí pasan las horas muertas mu-
no Soler (1891-1908), en cambio, sermones, catecismos y pastorales, chas veces, con notable desmedro casi siempre de sus intereses, a no ser
parecen modificar los criterios y adaptarlos a los de la m4 moderna Igle-
cuando alguna faena campestre, que entonces sacuden algún tanto la pe
sia romana. En el "Nuevo Catecismo en ejemplos" editado en Madrid reza" (80).
«.:ri 1893, de uso en Uruguay, la pereza fue definida todavía en relación Los dirigentes de la sociedad entera se habían contagiado de esa dei
sobre todo a "las prácticas religiosas"aunque también privaba "de los
vienes temporales" (72); en los Catecismos uruguayos de 1902 y 1906 ficación del trabajo. Así, el anticlerical José Pedro VareLa hubiera podido
firmar como consejos suyos a los niños, los que estampó en 1893 el ya
-el de este último año, nada menos que el Diocesano-, la virtud de la citado "Nuevo Catecismo en ejemplos": "Los niños deben acostumbrar-
"diligencia" a usar "contra [la] pereza", fue definida como la que "nos
se a ser laboriosos y aplicados" y 'Ea aplicación al estudio y al trabajc
'lace cumplir con fidelidad y presteza constantes todas nuestras obliga-
encuentran siempre justa recompensa" (81).
dones" (73), o "con prontitud y gusto nuestros deberes" (74). Y en el
"Curso de Religión" de 1931, arreglado por H.D. para "los colegios La Iglesia en los hechos había sido capturada enteramente por esta
pieza matriz de los valores "civilizados". En 1873, su órgano, "El Men-
zatólicos montevidámos", la imagen gráfica de este "vicio capital" co-
sajero del Pueblo", predicó el trabajo como virtud y cura contra el "vicio",
rresponde a la de un campesino desperezándose luego de dormir la sies- y atribuyó al "ateísmo" [4 la adversión al trabajo fi el/ amor al lujo
ta... (75).
y aficción a los goces materiales que produciendo gastos exorbitantes pri-
Las pastorales de Monseñor Mariano Soler aclaran atin más esta pues-
va a las familias de sus recursos" (82), y en 1906 el jesuita Elías Reyero
a al día burguesa de la medieval acidia. En 1898, el Arzobispo afirmó
que "declarando el catolicismo pecado capital la pereza y virtud excelsa propuso un modelo de examen de conciencia previo a la confesión en que
los fieles debían preguntarse: "¿Has dejado de trabajar por dormir u hol-
?a justicia, es claro que ni en nombre del comercio y de la industria, ni
gar, de suerte. que se haya perdido cosa notable?" (83).
de la economía política es sostenible protesta alguna contra la concilia-
:ión con la Iglesia /del comercio y de la industriar (76). En la pastoral Pero la Iglesia no solo habló a los burgueses contra el "lujo" y el
"holgar". Parte de su discurso "civilizado" fue dirigido especialmente
le 1890 sobre el matrimonio, Mariano Soler había incluso abundado mis
a las clases populares. "El Amigo del Obrero — , órgano del Círculo Ca-
en su moderna definición de la pereza cuando sostuvo que solo la
"actividad" era capaz de "salvar" del diablo (que siempre se sentaba tólico de Obreros de Montevideo, los alertaba en 1899 contra la "pereza":
"cerca del perezoso') tanto a la "gran señora" cornoa la "hija del pue- "No hay cosa más miserable que un hombre holgazán 114 El trabajo
blo 1...1 indolentes" (77). La pereza fue mostrada también como madre no es un tormento, [es] el mejor remedio contra los caprichos y aburri-
mientos La naturaleza hace del trabajo un deber, la conciencia lo
de la enfermedad y, naturalmente, de la "indigencia" (73), de lo cual
eleva a una necesidad, y la costumbre lo ennoblece hasta hacer de él un
Mariano Soler dedujo en su pastoral sobre "La cuestión social" en 1895- placer" (84). (*)
96, que Jesucristo había venido al mundo para "restaurar el honor y la
dignidad del trabajo" y del trabajador, envilecidos en el Mundo Antiguo
(79). (*) A tan alto grado llevó el clero y el laicado de la —causa — católica la identificación
Estos principios del clero sobre el trabajo se tradujeron en puntos de entre — virtud — y trabajo que, en el debate parlamentario de mayo y julio de 1823 en que
vista acordes con la visión patronal del tema, también compartida, es cier- se discutió la Ley de Conventos, los legisladores católicos, algunos clérigos, los defendie-
ron con el argumento de que los monjes en la Edad Media "destrsontaron las tierras de-
40 41
También para la Iglesia (como para la burguesía) el pobre comenzó pos robustos y aptos para el trabajo. /Muchos hoy/ haz: tomado la men-
a ser aquel que por su ocio rechazaba y agrietaba el mundo exaltado del dicidad como una profesión [...I Contra los falsos la policía debe obrar"
trabajo, y dejó de ser la víctima merecedora de la caridad la imagen Pre (90). Al mes siguiente sintetizó y aclaró alta más su pensamiento en otro
sente del Cristo sufriente. editorial: "En Montevideo la mendicidad es un vicio, no una enfermedad
Es enlos años finales del Obispado de Jacinto Vera que se advierte social" (91).
por primera vez ese cambio entre nosotros. En 1875 y 1876, "El Men- Fue de nuevo Monseñor Mariano Soler el encargado de culminar la
sajero del Pueblo", órgano oficioso de la Curia, señaló la necesidad de modernización de la visión clerical de la pobreza. En su pastoral de 1894
reprimir "la mendicidad" en especial de "las ni/las" por exigencias de
sobre "La Caridad Cristiana" comenzó por defender a la Iglesia de la
"la moral", aunque aclaró: "no nos mueve la prevención contra la men-
frecuente acusación de la burguesía liberal de que con "la limosna fo-
dicidad pero si bien hay casos en que puede y debe permitirse a al- menta la imprevisión. Ciertamente que sí - añadió cuando la limosna no
-
gunos pobres el pedirla limosna en el caso de que nos ocupamos es previsora, es decir, cuando es excesiva' o está asegurada como un de-
lejos de ser un bien la tolerancia, es un mal gravísimo que cede en des- recho; y observad aquí que este cargo se dirige no a nosotros, no a la
doro a ¡amoral". Por todo ello el diario aplaudió la medida del Ministro
caridad libre y privada, sino a la contribución oficial en favor de los po-
de Gobierno, el también católico Tristán Narvaja, que había ordenado al bres. Con ella es por lo tanto, y no con nosotros /los CatóliCOSJ con quién
Jefe Político "aprehender los menores" y entregarlos a sus padres, fa-
debe querellarse la economía social**. Es decir que la limosna era un de-
cultándolo a imponer prisión o multas en caso de reincidencia (89). Y ber de los ricos pero no un derecho de los pobres y debía ser a la vez
eso, aclarémoslo, en el llamado, por la crisis económica y política, "4í10 previsora y no "excesiva", prefiriéndose siempre otorgar trabajo y no
terrible" de 1875.
"Inariii/ar• con la dádiva cuando el pobre podía "bastarse a sí mismo"
En 1890, el segundo paso en la equiparación del mendigo y pobre
(92)-
con el holgazán vicioso, lo dio el diario católico "El Bien" bajo la di- El pobre a imagen y semejanza de Cristo se había transformado en
rección de Hipólito Gallinal (h). Este sostuvo, también en año de crisis el obrero a quién se debía dar empleo. El discurso clerical a la vez que
económica y desocupación: "No llegaremos a decir que todo es falso en
se volvía racional y; moderno, perdía el anterior palios "bárbaro" que
esa mendicidad callejera 1..1 Más bien consideramos casi necesario que
o cargara de afectividad. Cumplía también con el requisito de la nueva
existan porque son motivos que se presentan para cumplir el santo deber
rszala de valores y dioses: la conversión del trabajo en mito salvador del
de la caridad". Luego de esta afirmación sobre la funcionalidad de los
iombre.
pobres para el plan de salvación de los ricos, añadió: "Pero en esta pro-
fusión de mendigos [..1 hay [...1 mucho de fingido; bajo la capa de men- * * *
digos se ocultan muchos vagos, los harapos cubren muchas veces cuer-
Pero el trabajo no solo salvaba al hombre de la "indigencia" y le
sierras de Germania. de Francia, de Italia", además de reconocer, claro está, que tenían aseguraba, como suprema "virtud", contra los "vicios", también era un
también en su haber la "salvación [de] ¿a je, la religión, la piedad, la virtud". Con este
"placer", la coricepción "civilizada" del placer.
argumento del senador y sacerdote Pedro Irazusta (85), coincidió en un todo el diputado
Monseñor Estrázulas y Lamas (86). El senador Francisco Bauzá, verdadero jefe laico del El libro sobre "El ahorro" utilizado por los inn/.stros varelianos del
catolicismo, los apoyó al sostener: "Ahí están los autores rrrfs conspicuos diciéndonos que Novecientos, comenzaba recordando su antigua naturaleza de "castigo"
muchísima parte del progreso de Europa, edificación de ciudades, establecimiento de puen- divino para de inmediato ubicarlo en la esfera del "gozar": "El trabajo
tes y caninos, acueductos, labores de grandes campos y en fin todo lo que sigrufica pro- es a la vez una carga, un castigo, un honor y un goce (...1 no es solo
greso, se debe precisamente a los Padres conventuales, a esos «haraganes. " (87). El en-
tonces cura párroco del Cordón, Mariano Soler, había sido, en realidad, el primero en uti- una necesidad, sino también un placer" La escuela estatal postuló lo mis-
lizar este tipo de argumento para defender la vida monacal en abril de 1885 desde el diario mo en sus textos de "Moral social" de 1925: "El trabajo corno fuente
"El Bien" (88). de alegría ..1 todos [..1 sienten placer con mayor o menor intensidad
42 43
mientras trabajan y cuando dan término a él" (94). "El Amigo del Obre- también ganó a todo lo que salía del hombre -sobre todo su esperma-,
ro", la publicación católica en artículo ya citado de 1899, aclaró la fun- porque cMos hechos fisiológicos fueron equiparados al "gasto" de
ción de ese placer: el trabajo era "el mejor remedio contra los caprichos "energía".
y aburrimientos". Las prédicas de maestros, curas y médicos contribuyeron a afianzar
estas sensaciones en el uruguayo "civilizado". La escuela vareliana no
El hombre "civilizado" comenzó a sentir entonces -por eso este cam-
bio pertenece a la historia de su sensibilidad- que en el trabajo se hallaba perdió ocasión de señalar en sus libros de lectura, clases de moral y
la plenitud y la 'felicidad", como sostenía Benjamín FranIclin desde la "Lecciones de Economía Doméstica", los males del "despilfarro" y "el
Revista de la Asociación Rural en 1876 (95), y que el ocio equivalía al gasto inútil" de dinero ("no se debe gastar dinero en lo innecesario"),
"aburrimiento" y a "ratos perdidos", como decían los maestros en sus de tiempo ("el tiempo es oro", "el tiempo perdido no se recupera ja-
clases de "Economía Doméstica" de 1906 (96). más"), de alimentos y bebidas ("no comer nunca hasta el exceso. No
La culpabilización del juego "bárbaro" había conducido al vacia- beber hasta turbarse la razón") (98). El libro ya citado sobre "El aho-
miento del ocio, a su conversión en tedio o en culpa por la "pérdida" rro" señaló que si era relativamente fácil hacer dinero -bastaban "labilidad
de tiempo. Del ocio-vacío solo podía salirse por el trabajo, un "placer". y laboriosidad"-, lo difícil, lo que necesitaba ser controlado a toda costa
El tiempo a través de la culpa se habla transformado, en el peor de los -"dominado "-era el deseo de gastar, equiparado a dejarse "apoderar[del
casos, en un terreno plagado de diabólicas tentaciones, y en el mejor, en la pasión temporal del goce" (99). (*).
la nada del aburrimiento. Solo el trabajo podía llenarlo y salvarnos del mal. * * *
jo con la "caída". La anécdota es morali7ante: Elena, la hija descarria- prano, con el placer y la concupiscencia por los "bienes materiales". A
da, pide a su padre un aderezo de oro. Al ido a comprar a la tienda, co- veces en ciertos Catecismos, el ahorro se justificaba per se, como ocurre
noce a su "seductor" quien la conquista ofreciéndole "un mundo de lu- en el "Nuevo Catecismo en ejemplos — de 1893, una de cuyas máximas
jo". El padre dice entonces a Tula, la hija virtuosa: "Hija mía; el lujo sostenía: "La economía y el buen orden exigen que el hombre sea mo-
derado en los gastos que haga" (106). En otras ocasiones, el ahorro era
es el verdadero corruptor de la sociedad, es el que trae consigo la de-
solación y la miseria. ¡Cuántos hay que se han dejado seducir y han sido impulsado desde el examen de conciencia que recomendaban los devo-
sus víctimas! [...] nos ensoberbece y nos pierde si nos dejamos arrastrar cionarios. Obsérvense estas preguntas a los padres de familia del "Manual
por él" (102). Católico" de 1902: "¿Has hecho por acrecentar la hacienda, o guar-
darla, o la has malgastado?". Y enrola al pie se anotaba: "Algunos ma-
El ahorro de los niños fue fomentado en las escuelas del Estado me-
diante las alcancías que el Banco de la República ponía a su disposición ridos pecan gravemente en esto, gastando mucho ¡Ay de los que van
"con sólo el depósito de dos pesos", y también con el llenado de los a malgastar sus bienes veraneando en las costas del mar y jugando! • '(107).
"boletines de ahorro" que entregaba la Caja de Ahorro Postal para ser
cubiertos "con estampillas de valores reducid,: y que una vez llenos se
aceptan como valores de depósito" De esta manera podían operar en la
Caja "las mujeres casadas y los niños mayores de 12 arios", según se- 3. El orden.
taló el programa dé "Cultura moral" vigente en 1925 (103).De.bía con-
VenCerSe a los niños, se leía en las "Lecciones de Economía Doméstica'
de 1905, "que lo que emplean en caramelos y otras golosinas y chuche- El orden, tener un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar, un
rías es un gasto inútil, y que sería mejor guardar esos centésimos para ‘iernpo para cada tarea y realizar cada tarea en su tiempo, una cantidad
emplearlos más tarde en algún objeto útil cuando por el ahorro se hu- le dinero predeterminada para cada tipo de gasto y un gasto que se adap-
bieran convertido en reales" (104). De esta forma también se culpabi- rigurosamente a ella, la "pasión" en días prefijados y la continencia
lizaba la posible relación entre gasto, juego y placer, y solo quedaba exen- en los restantes, ciertas horas para el juego de los niños y otras para sus
to de malestar moral el gasto en objetos "útiles". estudios: he -ahí el programa "civilizado" que suplantaría a la
"improvisación bárbara". Todo debía ser dominado y controlado y, so-
* * * bre todo, el placer y la "pasión".
El programa de enseñanza de "hábitos" para segundo año de escue-
De su lado, la Iglesia Católica convirtió al ahorro en "virtud" y es- la en las estatales de 1897, menciona en primer término "inculcar [...J
cudo contra el "vicio". hábitos de regularidad" (108). En las "Lecciones de Economía Domés-
En 1890, Monseñor Mariano Soler en su pastoral sobre el matri- tica" de 1905 y 1906, la mujer ideal era presentada como "económica
monio sostuvo que: "La economía es la fuente de la opulencia, de la ver- y ordenada" ya que: "Con el orden, se aprende a equilibrar las entradas
dadera generosidad y de la fortaleza del alma j...] La profusión, por el y salidas, a disminuir las necesidades [...] y a emplear útilmente el tiem-
contrario, conduce directamente al servilismo y a la bajeza". Y en un po y el dinero" (109). A tan alto grado llegó la preocupación por el
todo de acuerdo con la escuela vareliana y teniendo también él en mente "orden" que Monseñor Mariano Soler en su pastoral de 1890 sobre el
a la destinataria natural de estos consejos (la mujer), concluyó: "La ne- matrimonio le dedicó un capítulo e hizo depender la dicha conyugal de
cesidad absoluta de lujo ha llegado a ser entre nosotros una enfermedad ese factor entre otros: "Una casa sin orden es un laberinto y un baratillo
y muchos precipitan su ruina con una espantosa celeridad" (105). La en donde revueltos los muebles, los útiles y las ropas, y hasta las cos-
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lumbres y las horas, por decirlo así, creeríase estar en una plaza de feria 47
[...I perdiendo así el hogar doméstico todo su atractivo y los. rcCmyuges
su amor Pues ahora fijad la vista en una casa donde reina el orden:
4. Salud e higiene.
todo en ella está en su sitio, no hay tiempowtra perder en enCtriátarcauf-
quier cosa que se solicita [..1 y cuando el esposo viene de sus fatigas
a descansar o a tornar su alimento, encuentra su lecho arreglado o dis- Ante todo, una certidumbre que la investigación sustenta: la "higiene"
puesta la mesa, y a la que ama su corazón, que modesta pero aseada- y 1a "limpieza", dos caras del mismo laecho cultural, la conservación de
mente ataviada, le viene al encuentro con el gorro y la bata" la "salud" del cuerpo, también integran el código de la moral predicada
(110). por médicos, maestros y aun curas. Y ello fue así porque la enfermedad
Porque el orden de este universo ya "civilizado" era no solo parte
y la suciedad se incluyeron en la esfera del "mal".
de un plan de dominio sobre sí mismo y las pasiones, sino también de
un plan de dominación: la imposición del esposo a la esposa y los hijos, El monacal y medieval desprecio del cuerpo por asiento del pecado,
del patrón a sus dependientes. Por ello los planes de estudio de la escuela y la gozosa suciedad del cuerpo "bárbaro", habían sido actitudes cultu-
vareliana hacían seguir o proceder el ''orden" de la "diligencia", la rales que, aunque contradictorias, condujeron a hechos idénticos, en par-
"perseverancia" y la "puntualidad" (111). ticular a la devaluación de la "limpieza" personal. Nada de esto per-
Las pulsiones debían ser doblegadas por el "orden" porque se de- maneció en la sensibilidad "civilizada" que se horrorizó ante la
seaba construir todo el futuro desde el presente, lo que obligaba a un des- "suciedad" corporal y endiosó a la "higiene" y la "salud".
velo permanente, casi fáustico. De ahí la prédica sobre la necesidad de En 1885, "El Siglo" expuso la nueva concepción y criticó la antigua
por anacrónica: "Hoy nadie se retira a ejercidos [espirituales]. El que
la' 'previsión" -la esencia del ahorro-, del actuar pensando en el futuro
y, entonces, el Sacrificio del presente en aras de un mnnarta siempre lle- más y el que menos se pasa los 365 días del arlo trabajando o divirtién-
vado más allá. Esta ética de "la vigilancia y [di cuidado continuo [..] dose [..] algunas de las prácticas que se observaban en aquellas casas
para conservar y aumentar los bienes que se poseen", son contrarias a la moral y opuestas a las costumbres de la época
según pedía el No es admisible en los tiempos que corremos que una persona se encierre
"Nuevo Catecismo en ejemplos" de 1893 (112), provenía en parte de
que el dinero con su "seriedad" intrínseca había contagiado a la vida de en una casa para darse de zurriagazos [...] Hoy se sabe que es inmoral
su falta de humor. Lo dijo el libro sobre "El ahorro" de Samuel Smiles: todo atentado contra la propia persona. Es deber del hombre conservar-
"Nunca tratéis ligeramente los negocios de dinero, el dinero es carác- se en el más perfecto estado de salud que le sea posible" (114).
ter" (113). Veintidós años después, en 1907, el anarquista Florencio Sánchez en
su drama "Los derechos de la salud", llevó a su culminación esta iden-
La ética "bárbara" había llegado, como lo observamos en el Tomo
I, a sacrati7ar la risa y el juego. La ética "civilizada" sacralizó la se- tificación entre moral y salud, y lo hizo desde posiciones ideológicas con-
riedad de la vida. De una sociedad de jóvenes se pasó a una sociedad don- trarias a las del "burgués" "El Siglo". Roberto, el protagonista, expuso
la tesis del autor: "114 un enfermo incurable j...1 que descubre que su
de el "dinero" -un placer no infantil- dio madurez a quienes todavía ca-
recían a veces de edad suficiente para sentir la seriedad de vivir sin ese esposa le es infiel [...1 acaba por encontrar lógica [esa] conducta jus-
acicate. tificándola en que no siendo apto para llenar las funciones de la vida,
no se considera con derechos para encadenar a los sanos a su destino
malogrado". El juicio fmal es expuesto por Renata: "Sólo deben vivir
los sanos" (115).
Los libros de lectura de la escuela vareliana ponían en boca de los
niños nuevas "plegarias": "Da, oh Dios, a las fuentes agua [...J Da la
salud al enfermo, pan al mísero mendigo Haz que mis padres y her-
manos [...fiengan salud y fortwuz y estén contentos conmigo" (116). Di-
nero, salud (y la recompensa de ser querido por las autoridades), he ahí
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las nuevas bases de la felicidad personal. ción de las misas de cuerpo presente (120). Pero ahora, salud e higiene
La "higiene" fue mostrada per la ideologiaada Medicina como la se coaligaron para restar prestigio también a las viejas autollagelaciones.
condición previa de la salud. Esta idea pasó a la escuela y la sociedad '"(*). Quién lo ganó, en cambio, fue La higiene, término del lenguaje mé-
entera, si es que no se originó en ésta más que en la observación científica. dico que maestros y curas popularizaron como "limpieza".
Las "Lecciones de Economía Doméstica" ensenadas a las ni5ns fu- La "limpieza' fue recomendada a los niños por el católico "El Ami-
turas "amas de casa", eran minuciosas en el capítulo sobre la ' go del Obrero" y vinculada sugestivamente al orden. Véase este artículo
qui.. debía observarse en la casa, en la ropa, en la persona, en los ali- de 1899: "Desde chico debe acostumbrarse a limpiar sus vestidos y po-
mentos, en fin, "en todo lo que nos rodea, nos cubre y nos nutre". Ade- nerlos en su lugar. Nunca debe presentarse con la cara y manas sucias,
más de las diarias -y a 'fondo"-, "quincenalmente" se haría la limpieza con las uñas largas y el pelo desordenado" (121). A fines del siglo XIX,
general de todas las habitaciones, una por una, excepto la cocina que la el 'senior Arzobispo" emitió una ''circular[4 contra la tuberculosis "
merecía "una vez por semana", COII la obligación de "sacudir, barrer, en que dispuso medidas "sobre higiene en los templos". A la prohibición
lavar, fregar y limpiar todo cuidadosamente, no dejando un solo objeto de escupir en el suelo de las iglesias y la colocación de salivaderas se su-
ni un solo rincón" sin haber recibido "la benéfica caricia de la escoba, mó todo un conjunto de disposiciones sobre la "limpieza": se ordenaba
el cepillo, el agua, la lejía o el jabón" (117). la diaria del piso en iglesias y capillas con trapos humedecidos en agua
La noción de la "prolijidad" (la limpieza unida al orden) comenzó con potasa en solución, y semanalmente con trapos empapados en solu-
a hacer aquí su foluna y a transformarse en el mejor elogio al ama de ción de bicloruro; también diaria, con igual solución, de las rejillas de
casa ya que la '7prolijidad" se convirtió, como lo veremos ni4s adelante, los confesionarios y las reliquias luego de ser beldns; cambio cada dos
en una cualidad que denotaba la moral de la mujer. días del agua bendita de las pilas, "debiéndose [las] lavar con un parlo
"El aseo personal" completaba el de la casa en el Novecientos. La humedecido en bicloruro" (122).
"civilización" lo transformó CII "tarea diaria a que debemos acostum-
bramos desde niños", para que se forme en nosotros "un hábito": "La
boca, la cabeza, las manos, los pies, el cuerpo todo debe ser objeto de
un aseo escrupuloso". Los manuales de "Economía Doméstica" y los La Medicina convirtió en Ciencia -en Higiene- lo que era antes que
libros de lectura, aconsejaban desde el diario lavado matutino de cuello, nada un rasgo de la cultura y así fue una de las fuentes ideológicas de
orejas, cara y ojos "con agua pura", hasta el bato del cuerpo entero "por aquella sensibilidad "civilizada".
lo menos una vez a la semana" en el invierno, debiendo hacerse en el En sus vidas privadas, los médicos casi siempre transformaron en ob-
verano "todos ¡os días" (118). Los olores del cuerpo sucio eran, ahora, sesión las recomendaciones personales que hacían a sus pacientes y fue-
calificados de "bárbaros", cuando no, como observaremos, de inmora- ron así las primeras "víctimns" de su propio saber. Muchos practicaron
les y asqueantes.
* * * (*) Sobre esto tema se nos permitirá la afirmación sin la documentación probatoria,
que expondremos en un futuro trabajo. Sirva, en el ínterin, la afirmación del jesuita F. Sa-
laberry en 1940 acerca de la vida de los primeros seminaristas uruguayos a fines del siglo
El clero católico, enemigo "natural" del cuerpo, fue, sin embargo, XIX y el Novecientos quo testimonia una real aunque modesta autoflagelación en relación
conquistado por la nueva sensibilidad. a las prác-ticas "bárbaras" de los siglos XVII y XVIII: "Los seminaristas 1...] durante el
La vieja "salud pública' ' del siglo XVIII y primeras décadas del XIX, curso llevaban cilicio y tomaban disciplina en las cansanilas varias veces a la semana".
En F. Salaberry: "Los jesuitas en el Uruguay. 31. Epoca. 1872-1940" 2da. edición, 1940,
lo había ya llevado a apoyar tanto la disposición del Cabildo de Monte- p.36. Poc otro lado, el modelo de vida clerical propuesto por el Arzobispo Mariano Soler
video en 1790 de no enterrar más en las Iglesias (119), como el decreto a sus sacerdotes en pastorales y retiros espirituales, fue el de la acción social más que el
del gobierno de Bernardo P. Berro en 1861 en lo atinente a su prohibi- de la contemplación y la mortificación personal.
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un triunfador en otras palabras (126). Por eso los tónicos prometían, en-
en sus viviendas y consultorios la raicrobiofobia. El miedo a La linfección tre otras cosas, "producirfuerzas y crear carnes", tal La "Emulsión Scott"
a la contaminación por los microbios, llevó a Pedro Visca, por ejemplo ( 127).
a pasar las suelas de sus zapatos cada vezlque regresa~tarpest El cuerpo perfecto de la mujer también debía demostrar vigor, pero
entre las llamas que brotaban de una palangana llena de alcohol, en su caso eso se obtenía no por "el paso firme" sino por "el exceso
*frotándolos luego en un felpucld impregnado de bicloruro". Pablo Scre- de gordura". Ya en 1869, "El Ferrocarril" caracterizaba el físico fe-
mini había colocado un gran recipiente con desinfectante a la entrada de menino
. ideal como "ancho /del pecho, frente, caderas [y] gruesos bra-
su casa donde se echaban las monedas de uso diario. (123). Todo eso mien- ros, muslos [y] pantorrillas". (128). El Correo de las Niñns en 1895 ti-
tras los Consejos de Higiene recomendaban en épocas de epidemias des- tuló "El colmo de la hermosura. El exceso de gordura", el caso de una
de por lo menos la década de 1860, "cuidar de la limpieza del cuerpo, niña de tres años convertida en "una elegante matrona en miniatura"
de los vestidos y de la habitación. Ventilar las habitaciones [..]" (124). a la que había que ver • 'para darse cuenta exacta de aquella diforme gor-
dura y hermosura que, unida a la viveza de la niña, hace más atrayente
* * * a aquella criatura". Los orgullosos padres la habían mostrado incluso
al Presidente de la República y llevado a la redacción de varios diarios
La salud fue equiparada con el poder sobre el cuerpo, es decir, con (129). Los medicamentos de fines de siglo que comunicaban "el secreto
el cuerpo al servicio de una vida laboriosa y larga y no de sí mismo. El de la bella '• a las niAAs y mujeres, prometían "la grasa necesaria"pues
mal era la debilidad física, campo propicio para la enfermedad, definida "la falta de carnes significa falta de fuerzas — (130)-(*).
como un "empolitecimiento" de la sangre y los órganos más que como ¿Este cuidado del cuerpo, esta sacralización del vigor y la higiene,
,in funcionamiento atípico. Esta ética no juzgaba al cuerpo desde el cuer- con qué revela secretas afinidades? ¿Acaso con el amor del burgués por
po sino desde afuera, como lo que se podía lograr de él para fines que su cuerpo como herramienta? ¿Acaso con la necesidad de preservar el
no eran estrictamente los de su gozo. cuerpo propio y el de los demás, partes esenciales de los aparatos de pro-
El vigor, la fuerza, la "riqueza" del cuerpo, eran los bienes a ob- ducción y de consumo? ¿Acaso con que la higiene y la limpieza se en-
tener, y su debilidad, su "pobreza", el mal a exorcizar. El reinado de lazaban no solo con la salud sino también con la contención de ¡as pul-
la tuberculosis alimentó esta concepción. La idea burguesa del cuerpo, siones en particular con el control de la sexualidad?
como un lugar de combate entre la pobreza y la riqueza, la remató. De El amor del burgués por su cuerpo corno herramienta de su triunfo
un total de 43 avisos comerciales de medicamentos aparecidos en "El Si- económico y fundamento de su trascendencia a través de la herencia, es
glo" en el primer semestre del año 1897, veinte, o sea el 47%, eran un hecho, aun con las limitaciones que le impuso -y veremos- a la ple-
**tónicos'', 'fortificantes" y "reconstituyentes" combatientes de diver- nitud gozosa "de la carne".
sas debilidades o 'Pobrezas" dcl cuerpo. El mismo análisis en "El Te- Las clases altas pasaron del descubrimiento dcl propio cuerpo al des-
léfono" de Mercedes eleva el porcentaje al 55. Allí están esos "licores cubrimiento del cuerpo de los dem:1s. Las epidemias hasta 1887, las en-
reconstituyentes de la sangre" destruida por las "enfermedades del pe- fermedades venéreas y la tuberculosis durante todo el siglo XIX y ci No-
cho", las "anemias", la "debilidad", la "clorosis", la Valla de fuer- vecientos, demostraron a los políticos y a las "clases conservadoras" uru-
zas", la "consunción", el "raquitismo", las "constituciones linfáticas guayas que la protección de su cuerpo requería también de la protección
débiles o debilitadas" y "la pobreza de la sangre" (125).
Las deseadas "riquezas" y "desarrollo físico" del cuerpo influye-
ron incluso en los ideales estéticos. El cuerpo perfecto del hombre no era (*) La Medicina más avanzada, a trav¿s de "El Primer Libro de la Mujer", reedición
el dcl adolescente griego -un ambiguo ser viril sin fuerzas-, sino el del montevideana en 1902 da un clásico europeo, consideraba a la 'flacura y obesidad dos de-
ser maduro, "robusto, fuerte, varonil", que tenía "los ojos brillantes, fonnidades —, aunque ya se inclinaba por preferir la primera a la segunda (131).
el color de la salud en las mejillas [y] el paso firme", un dominador y
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del cuerpo ajeno (132), El cuerpo de todos merecía cuidados porque la
salud habíademostrado su condición social. Todos los cuerpos eran in- delito (...1 por ejemplo, en el caso de que el traje, por su forma o por
terdependientes y si bien parecían-venci~epidecalasi-sidayillarets.^n1 roturas, deje mal cubierto al cuerpo" (138). Y el texto "Cultura moral"
veladores sociales a menudo-, quedaban todavía enfermedades que trans- utilizado en 1925 en el cuarto año de las escuelas señala: "El aseo per-
gredían lás barreras de clase y saltaban de una condición social a otra, sonal está por otra parte relacionado con la moral [...1 La limpieza es
herman. ándolas a todas al final: la tuberculosis y las vergonzantes sífilis el mejor amigo de la salud, de la energía y del valor. Casi siempre hay
y gonorrea. que desconfiar de la moralidad de quién en sus cosas fuese desaliñado,
La valoración del cuerpo ajeno -como consumidor, como mano de sucio y desordenado" (139).
obra- es también una razón que las fuentes testimonian. Ya en 1831, el El vínculo de la "limpieza" y la "prolijidad" con la moral sexual
senador y vicario de la Iglesia Católica, D.A. Larrañaga, al oponerse a es prístino en ocasiones. Así, los baños aconsejados por el manual de
la pena de muerte había argumentado que "nuestra cara patria no es más "Economía Doméstica" para séptimo año de escuela, por ejemplo, de-
que una pequeña nación de héroes, falta de población y sin aquellos bra- bían ser de agua fría para las personas sarins, y de temperatura neutra
zos necesarios para sacar todas las ventajas de un país fecundo j...1 no- solo si las personas eran "muy débiles o nerviosas"; los "tibios" no
sotros, faltos de máquinas y de brazos [debemos/ economizar la sangre "debían tomarse nunca en estado de salud" pues "debilitaban" y ener-
de nuestros hermanos [...f" (133). vaban el organismo (140). Y cuando el manual para sexto año describió
La preocupación de los dirigentes de la sociedad uruguaya por el cuer- los males que "la Prolijidad" evitaba, su autora relató de este modo el
po de las clases populares se incrementó en el Novecientos. Los cursos aseo de las camas: "Debernos aborrecer las chinches f..] no sólo por
nocturnos para adultos que instaló el gobierno del Presidente José Batile lo que nos perjudican chupándonos la sangre, sino por la repugnancia
y Ordóñez en 1903, debían aconsejar normas de higiene a los inmigran- que nos produce el solo pensar en esos insectos que se pasean sobre nues-
tes y obreros que concurrían, en particular nociones muy precisas sobre tra piel y la perforan con su asquerosa trompa" (141).
"el valor negativo del alcohol** y el positivo de los buenos alimentos (134), La identificación también se hizo entre "limpieza" y "belleza" en
los textos escolares y los manuales de divulgación científica del Nove-
enseñanzas que ya se impartían a los niños de las escuelas estatales por
los programas de "moral" de 1897 (135). Pero fueron los avisadores de cientos. "Los niños sucios son muy feos" era una frase corriente en los
un "tónico" de 1869 lo mls francos al mencionar el interés económico libros de lectura finiseculares, por ejemplo (142).
de todos en la salud del proletariado: "En la dosis de una cucharada pe- La "limpieza" era la traducción burguesa y popular de la asepsia mé-
queña, estimula el apetito. Es sobre todo útil a la clase obrera, a la cual dica y ésta, la medicalización del afán burgués de dominar las pulsiones.
ahorra gastos considerables de enfermedades y tiempo perdido 14" La esencia de la "limpieza" y el "orden", de la "prolijidad" en una
(136). palabra, era el disciplinarniento del cuerpo, el ocultamiento de sus olores
Las clases dirigentes también proclamaron el nexo sutil que según y sus sudoraciones cuando no su anulación; una manera "civilizada" de
ellas existía entre salud, limpieza, orden y moral. José Pedro Varela lo volver a obtener la vieja "pureza — medieval. Los microbios eran la for-
dijo en 1874 en — La educación del pueblo". Los programns de "moral" ma decimonónica de la impureza. Lavarse burguesamente reeditaba la li-
debían demostrar a los niños: • 'Las ventajas de la limpieza como higiene, turgia católica con la purificación del sacerdote en el acto de la misa. Es-
como cultura física, como respeto propio y respeto por los demás", te mundo se había secularizado pero también temía.
pues
dónde había desorden, había desaliño y suciedad (137). En el "Tratado
de Urbanidad" de 1890 que nuestros maestros utilizaron, se sostenía: "La
limpieza revela cultura y orden, y nos la recomiendan el decoro, la hi-
giene, la decencia y el respeto que debe merecernos la sociedad". El des-
cuido y desaliño podían "llegar al extremo de constituir un verdadero
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CAPITULO clases previas a las primeras comuniones, las oraciones, los libros de mi-
EL NUEVO DIABLO sa y catecismos, los sermones, el acto íntimo de la confesión, vieron ga-
nar terreno a dos pecados, la "soberbia" y la "lujuria".
La "soberbia" negaba a Dios y sobre todo al poder de la Iglesia,
y su señalamiento específico era la respuesta de este clero a la sociedad
'uruguaya que se había rebelado contra ese Poder. Pero precisamente por
ello, la sociedad tuvo mejores armas para rechazar esa culpabilización.
La culpabilización por la "soberbia" era un hecho que iba en sentido con-
trario a la evolución histórica puesto que en realidad significaba, en aque-
/ La lujuria. lla sociedad uruguaya, el sometimiento a fuerzas no reales y la acepta-
ción de tutorías imposibles para clases en ascenso.
La culpabilización por la "lujuria", en cambio, era un hecho que
La historia de la Iglesia Católica en el Uruguay, testimonia cambios iba en el mismo sentido que el cambio histórico puesto que significaba
esenciales a partir del Vicariato y Obispado de Jacinto Vera (1860-1881), el sometimiento de los "excesos", su gobernabilidad en aras del nece-
la mayoría de los cuales reflejan su puesta al día con Roma y las preo- sario ascetismo y orden que ciertas transformaciones económicas y cul-
cupaciones del clero europeo. Esta verdadera "reforma" uruguaya im- turales necesitan. Entonces, la prédica del clero católico sobre la "lujuria"
plicó la reorganizaCión y moralización del clero, la creación de un sa- logró una inmensa caja de resonancias, se fortaleció y creció en aquel
cerdocio nacional, activo y disciplinante de la sociedad, su capacitación ámbito que la recibió como el esperado maná. Probablemente ese clero
teológica, y un cambio sustancial en la apreciación de la escala de los pe- exageró el horror y la repulsión, pero, observadas las fuertes resistencias
cados y los problemas de la sociedad. a este tipo de disciplinamiento, aquella sociedad aceptó esas demasías.
Ocurrió entonces, una paradoja: mientras este reformado clero debía Al burgués le pareció casi imposible controlar la "pureza" de su hija,
combatir intelectualmente con una sociedad cada vez mis secularizada en de su esposa, y de las clases populares, si el anticlericalismo implicaba
su cultura formal -sobre todo entre los hombres-, en el plano moral este también negar la ética cristiana y la función "moral" de su clero. Esa
clero era el portavoz, tal vez un tanto excesivo pero al fin aceptable, de ética y ese personal eran los únicos que sabían como doblegar la fuerza
ciertas obsesiones de la nueva sensibilidad "civili7arfa". Sucedió, en otras más poderosa que anidaba en el hombre: el deseo. Solo ellos podían ga-
palabras, un problema de sintonía entre aquella burguesía anticlerical que rantizar cierto control de la sexualidad porque conocían el inmenso poder
marchaba hacia el ascetismo y la acumulación de capital, y aquel clero de "Venus". ¿Acaso Monseñor Jacinto Vera no había dicho en uno de
reformado por los jesuitas que, ahora sí, practicaba y predicaba un as- sus sermones sobre el hijo pródigo: "por más que el hombre vigile por
cetismo entendido como la condena de la lujuria, el ocio, el juego, el la conservación de/a integridad de las personas que le pertenecen, nun-
"desorden" y el lujo. ca puede sofocar los secretos asomos de una carne que empieza a re-
La sociedad y el clero "bárbaros — habían vivido con escasa culpa belarse"? (143).
el ocio, el juego y "los excesos de la Venus". La sociedad y el clero Para el clero culto el pecado era uno solo ya que, como decía Mon-
"civilizados" hicieron un esfuerzo cultural colosal por culpabilizarse de señor Mariano Soler en 1896, el origen de la "falta" radicaba en "el amor
todas esas prácticas: he ahf el meollo del cambio. de st mismo llevado al extremo, hasta la rebelión contra Dios". Si según
En la escala de los pecados hubo modificaciones y la lujuria se con- esta teología el orgullo o la soberbia protagonizaban el pecado, lo que
virtió en obsesión; o se transformó en la única protagonista de la "caída" el fiel lefa u oía de inmediato, sin embargo -la lista de hechos concretos
o se la halló detrás de todas las demás "faltas". en que éste se traducía- traía a primer plano casi siempre a la lujuria. Ob-
Las vidas de santos entregadas a los niños para su edificación en las servemos la continuación de la afirmación ya citada: ese amor de sí se
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manifestaba ',Por el amor de nutra carne, de nuestra voluntad y de las Las enseñRrrrls morales del Evangelio a menudo eran unilateraliza-
cosas de la tierra: es decir por la voluptuasida4, la soberbia y la ava- das en su sentido y mostradas como sencillas condenas de la. "lujuria".
ricia" (144)
Para Jacinto Vera, por ejemplo, la 'parábola del Hijo Pródigo es uno
El creyente que leía la prensa católica se nutría de una teología m4s de los pasajes de la escritura en que encuentra el mayor consuelo todo
simplificadora aún, en que el supremo valor era el ascetismo y el anti- pecador pero muy particularmente los que se entregan al vicio corruptor
valor por definición, "el amor de nuestra carne". En 1876, "El Men- de la lujuria" (147).
sajero del Pueblo", señaló los seis "escándalos" que se advertían en Mon- En los libros de misa, devocionarios y catecismos conocidos, la cuan-
tevideo.
tificación no es un buen procedimiento para averiguar el peso de las ob-
Tres de ellos, la mitad entonces, aludían a las "faltas" de la carne sesiones que el clero fomentaba en los fieles por el muy simple motivo
y encabezaban la lista: 'figuras obscenas" en las vidrieras de las tien-
de que esos libros, como se atrevió a decir uno de sus autores en la pri-
das, "el espectáculo de los bañistas &observantes de/ las reglas de la
mera mitad del siglo XIX, pasaban rápidamente sobre el análisis del sex-
decencia", y la "tolerancia liberal" hacia los "escandalosos bailes de
to mandamiento (*No fornicar') "para no abrir demasiado los ojos"
sociedad". (4')
(148). Es curioso, sin embargo, que el espacio concedido a los manda-
Pero dejemos de lado las impresiones y tratemos de cuantificar el pe- mientos sobre la contención de la lujuria, sea mayor en los tres libros ana-
so de la obsesión por la "lujuria". lizados anteriores a 1860, un 12%, que en los tres posteriores a esa fe-
Ese pecado ya había tomado el primer puesto en la escala de los men- cha: un 4,57%. Ese descenso del 60% del espacio tal vez testimonia el
cionados en los senines europeos de los siglos XVII y XVIII, un 17,50% peso del ccuItamiento, la densidad del nuevo silencio, el temor que había
de menciones, seguido muy de cerca por la avaricia: 16,80%. En el siglo invadido a la "civilización" de despertar la "carne" del creyente con
XIX ese porcentaje de menciones, en algunos casos y en el mismo medio el conocimiento (149).
geográfico, se elevó al 44% y el primer lugar se transformó en domi- Lo que en este caso no demuesti 4 la cuantificación, lo revela el pro-
nante (146).
pio texto. El "Catecismo Diocesano" impreso en Montevideo en 1906,
El Uruguay no quedó al margen de esta evolución, probablemente al mencionar "los enemigos del alma, el mundo, el demonio y la carne",
iniciada antes de 1860. Conocemos 34 sermones predicados entre 1860 añade que "este último es el enemigo más temible, pues no podernos des-
y 1900, la mayoría atribuible razonablemente al primer Obispo, Jacinto prerzdernos de él" (150), caracterización que hallamos idénticamente for-
Vera, y al primer Arzobispo, Mariano Soler. Si nos atenemos a las men- mulada en una pastoral de Jacinto Vera sobre el ayuno de cuaresma pu-
ciones que merecen los pecados capitales hallarnos esta escala de los tres blicada en febrero de 1873: "nunca os despojaréis de la carne, nuestro
primeros: mayor enemigo" (151) Y Santiago Haretche, el Vicario General del Ar-