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La crucifixión del Señor Jesús

JUAN 19:17-37
Una vez que los líderes judíos y el pueblo, lograron que Poncio Pilato les entregue al Señor
Jesús para que sea crucificado, Juan dice en el versículo 16 que lo tomaron y lo llevaron.

Había llegado el momento para que se cumpla lo que Dios el Padre había establecido en las
escrituras.

Juan no abunda en detalles minuciosos de los hechos, sino que se limita a citar lo que ve de
mayor importancia, partiendo de su propósito de demostrar que el Señor Jesús es el Cristo,
el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida en su nombre.

Juan se limita a citar lo que leemos en el versículo 17: él, cargando su cruz, salió al lugar
llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; el Señor Jesús salió rumbo, al pretorio, y
cargando su cruz se dirigió fuera de Jerusalén, a un lugar que en Hebreo se llamaba Gólgota,
palabra que significa cráneo.
Los evangelios sinópticos, Mateo, Marcos y Lucas proveen algunos otros detalles de eventos
que ocurrieron antes de la crucifixión, pero Juan muestra cosas para el más importante.

Note lo que dice Juan 19:18 y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y
Jesús en medio.
Juan ve el evento tan glorioso y a la vez tan cruel, sobre el cual descansa sólidamente nuestra
fe para ser salvos.
Se cumplió el plan de Dios a la perfección. También Juan dice que junto al Señor Jesús
crucificaron con él a otros dos, uno a cada lado, y el Señor Jesús al medio.

Lucas afirma que estos dos que fueron crucificados a cada lado del Señor Jesús eran
malhechores. Esto no fue un accidente. Fue para que se cumpla la profecía que aparece en
Isaías 53:12 donde leemos: Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes
repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los
pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.

Esto es lo que sostiene sólidamente nuestra eterna salvación. El Señor Jesús derramó su vida
hasta la muerte, y fue contado con los pecadores. Esta manera de ejecución estaba reservada
para los peores criminales, especialmente para los que habían promovido rebelión en el
imperio.
Hoy en día, pensamos en la cruz como un símbolo de gloria y victoria; pero en los días de
Pilato, la cruz era un símbolo de máximo rechazo, vergüenza y sufrimiento.
El Señor Jesús hizo la diferencia. Juan hace referencia también al título que se escribió sobre
la cruz en la cual el Señor Jesús fue crucificado y la reacción de los líderes judíos. Juan 19:19-
22 dice: 19 Pilato mandó que se pusiera sobre la cruz un letrero en el que estuviera
escrito: «Jesús de Nazaret, Rey de los judíos». 20 Muchos de los judíos lo leyeron,
porque el sitio en que crucificaron a Jesús estaba cerca de la ciudad. El letrero estaba
escrito en arameo, latín y griego.
21 ―No escribas “Rey de los judíos” —protestaron ante Pilato los jefes de los sacerdotes
judíos—. Era él quien decía ser rey de los judíos.
22 ―Lo que he escrito, escrito queda —les contestó Pilato.
En aquel tiempo se tenía la costumbre de clavar un título en la cruz, indicando el motivo por
el cual el reo había sido crucificado.
En el caso del Señor Jesús, Pilato escribió, o tal vez ordenó que se escriba: «Jesús de
Nazaret, Rey de los judíos». Como aquel día se celebraba la fiesta solemne de la pascua,
había muchos judíos que leyeron el título. Juan afirma que el lugar donde el Señor Jesús fu
crucificado estaba fuera de la ciudad, pero a la vez cerca de la ciudad.
Esto concuerda con lo que dice Hebreos 13:12 Por lo cual también Jesús, para santificar al
pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta.

Cuando los principales sacerdotes leyeron lo que Pilato había escrito en el título sobre la cruz
el Señor Jesús, manifestaron su desacuerdo y dijeron a Pilato: Hasta el último momento, los
principales sacerdotes mostraron su rechazo total al Señor Jesús como Rey de los judíos y
por eso querían que Pilato cambie el título.
En otras palabras: Que el Señor Jesús no es Rey de los judíos, sino que se atribuyó ser Rey
de los judíos. La respuesta de Pilato es fiel reflejo de su carácter. Lo que he escrito, he escrito.
De esa manera quedó para la eternidad que el Señor Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, el Rey
de los judíos, murió crucificado, para pagar por el pecado del mundo.

Juan prosigue relatando lo que hicieron los soldados que guardaban el orden durante la
crucifixión. Juan 19:23-24 dice: Juan 19:23 Cuando los soldados hubieron crucificado a
Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron
también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo.
Juan 19:24 Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver
de quién será. Esto fue para que se cumpliese la Escritura, que dice:
Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron suertes
Y así lo hicieron los soldados.
De modo que entre los cuatro soldados se dividieron las cuatro primeras cosas y sobre la
última, la túnica que era sin costura, echaron suertes, para saber quién se quedaba con ella.
Como en otras ocasiones, esto no fue al azar. Los soldados no sabían lo que estaban haciendo
con sus acciones, pero estaban cumpliendo con una profecía proclamada por David unos mil
años antes, cuando en Salmo 22: 18 escribió: Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre
mi ropa echaron suertes.

Una evidencia más de que todo lo que estaba pasando con el Señor Jesús, hasta los detalles
más insignificantes, fueron no sólo conocidos por su Padre, sino determinados por su Padre.
El Señor Jesús había dicho a sus discípulos lo que registra Marcos en el capítulo 14 versículo
27 donde leemos:
Todos os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas
serán dispersadas.
Conforme a estas palabras, los discípulos estaban dispersos el día que el Señor Jesús fue
crucificado.
Tal vez por temor o por la tristeza de ver a su maestro clavado en la cruz, todos los discípulos,
con la excepción de Juan, decidieron no estar en el lugar donde el Señor Jesús estaba siendo
crucificado
A pesar de estar en el peor tormento imaginable, el Señor Jesús no miró hacia sí mismo, sino
hacia otros. En este caso hacia su madre y hacia Juan, el discípulo a quien amaba. Cuando
los vio, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo y a Juan: He ahí tu madre.
Así es el amor del Salvador. El discípulo a quien el Señor Jesús amaba llegaría a ser como
hijo adoptivo de María para cuidar de ella.
Lo que estaba sucediendo en aquella cruz de vergüenza. Todo fue para que usted y yo,
podamos ser libres del castigo por el pecado.
Hoy día es muy conocido el pasaje de Juan 3:16 que dice: “de tal manera amo Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo…”. Pero, ¿realmente entendemos este pasaje? Si
preguntáramos a la primera persona que encontremos en la calle “por qué” de la crucifixión
de Jesús, ¿Qué responderían? Es probable que unos digan por su gran amor, otros para
demostrar amor, tal vez digan simplemente no lo sé.
Por esta razón, necesitamos comprender a profundidad por qué Cristo fue crucificado.
Principalmente la muerte de Cristo será mejor entendida por el significado Bíblico de
Expiación.
A. Expiación:
Desde muy temprano, esta palabra representa la idea de reparar una relación quebrantada. Es
decir, la relación quebrantada con Dios (Isaías 59:2).
Expiación significa restituir algo quebrantado o perdido por medio del pago de un precio,
que el ofensor da al ofendido. Pero lo grandioso no radica en lo que el hombre da a Dios,
sino en que Dios mismo ha pagado nuestra deuda.
Lo que llama la atención es que esa deuda que teníamos era justamente con Dios mismo, y
aun así él lo pago.
En otras palabras, el ofendido ha pagado el precio de sus deudores.
El gran amor de Dios reposa en este concepto, Dios nos amó porque él es Amor (1 Juan 4:8),
no porque lo merecíamos.
Sino porque es su misma esencia. Y por este amor, Dios proveyó EL PAGO necesaria para
restaurar la relación caída del hombre con su Creador.
Mediante el sacrificio de Cristo, el que cree en él, Dios lo libera de la ira que en justicia se
merece, y entra en el pacto de gracia.”
Entonces, cuando leemos en el capítulo 23 de Lucas sobre los sufrimientos y la crucifixión
de Cristo. Lo primero que debemos entender es que eso fue un acto en el cual Dios estaba
pagando nuestra deuda.
B. Propiciación
Para entender este término, debemos primero poner la mirada hacia el hombre, y su
condición. Romanos 3:23 nos enseña que todos los hombres han pecado, y más adelante
en Romanos 6:23 Pablo dijo que la paga del Pecado es muerte. También necesitamos
entender que la santidad y el honor de Dios demandan con justicia, la muerte del pecador.
Si todos somos pecadores, todos estamos bajo la condena de Dios.
“El pecado es esencialmente un ataque contra el honor y la santidad de Dios. Es rebelión
contra Dios, pues al pecar voluntariamente, el hombre escoge su propia voluntad en vez de
la de Dios, y por el momento, se convierte en ley para sí mismo.
Pero si Dios permitiera que su honor fuera atacado, luego dejaría de ser Dios. Su honor
demanda la destrucción de aquél que lo resiste. Su justicia demanda satisfacción de la ley
violada. Su santidad reacciona contra el pecado. Esta reacción se describe como ira.”
Era necesario resaltar esta tensión entre la Santidad de Dios y el pecado del hombre para
introducir el valor de la palabra Propiciación. “Propiciar significa apaciguar la justa ira de un
Dios Santo mediante el ofrecimiento de un sacrificio expiatorio”.
La propiciación es un acto entre dos partes que implica apaciguar la ira de alguien que está
ofendido y ser reconciliado con él.
En 1 de Juan 2:2. ¡Es Cristo mismo el sacrifico que satisface la demanda de justicia que tiene
Dios contra el pecado! Y así nos libera de nuestra condena que nos era imposible de saldar.
Cristo es nuestra paz.
Esta es la razón por la cual Cristo debió morir crucificado, llevando en su cuerpo nuestros
pecados. De esta manera, Dios nos perdona siendo Justo y quien nos justifica (Romanos
3:25).
Dios hizo que su salvación sea perfecta. No hay otro dios, solo YHWH es tan Santo y perfecto
y lleno de un amor que sobrepasa nuestro entendimiento para darnos una salvación tan
grande. Solo este Dios es el único que ha pagado con justicia la redención del hombre. Es
por esta razón que la salvación es por Gracia y no por obras. ¡Gloria a Dios!

C. Redención
En el camino a Emaús (Lucas 24:1-35), Lucas nos relata la historia de dos discípulos de
Jesús a quienes se les apareció él mismo. Primero no le reconocieron, y mientras caminaban
les contaron de todas las cosas que acababan de suceder en Jerusalén. Le estaban relatando
la historia de Jesús de Nazaret, Y en el verso 21 de esta sección dijeron “nosotros
esperábamos que él era el que había de redimir a Israel”. Pero estaban evidentemente
confusos por la muerte de Cristo. Ellos esperaban la Redención que traería Cristo, pero no
entendían aún la naturaleza de esta Redención.

La Redención significa la liberación de algo o alguien por medio del pago de un precio.
Muchas veces se usaba este término para describir la liberación de un esclavo por medio del
pago de un precio. Israel quería ser redimido de la esclavitud de Roma. Pero Dios tenía otros
planes.
La redención de Dios no tiene nada que ver con una liberación política.
Cristo realmente es nuestro Redentor, y él redimió efectivamente a Israel. Pero Cristo vino a
redimirnos del pecado (Gálatas 3:13), y no de Roma.
El precio de esta liberación fue su vida misma (Juan 10:17), él murió en la cruz representando
a la naturaleza humana (Hebreos 2:17). Llevando así en su cuerpo nuestros pecados y
nuestras culpas (1 Pedro 2:24).
“El Hijo dejó a un lado su majestad divina y asumió naturaleza humana. Se sometió a todos
los sufrimientos de esta vida terrenal, incluyendo la misma muerte. Lo hizo para cumplir el
plan de Dios para redimir a la humanidad de sus pecados.”
Esto nos hace reflexionar sobre el gran valor que tiene nuestra Salvación. No es una salvación
barata ni fácil, fue muy costosa. ¿Quién se atrevería a dar su propio y único hijo para que
sufra y muera por causa de sus enemigos? Solo Dios puede llevar a cabo una obra tan
maravillosa, no hay amor mayor que este.

D. Sustitución
Cuando Dios estableció la adoración en el antiguo testamento, parte fundamental de los ritos
de sacrificios eran la identificación del pecador con el animal a ser sacrificado. Los israelitas
debían poner sus manos en la cabeza del animal y mirarlo a los ojos. Esto era con el objetivo
de identificarse con la victima que los sustituía.
De manera similar los judíos le echaron mano a Jesús y le hicieron crucificar en un madero.
En Hebreos 2:17 Dios nos dice que Cristo debía ser semejante en todo a nosotros, para que
tenga valor su sacrificio expiatorio.
La encarnación del Hijo de Dios hizo posible que Jesús como hombre pueda ser nuestro
sustituto perfecto. Aquel que no cometió pecado (Hebreos 4:15), murió como debíamos morir
nosotros.
Por lo cual podemos tener confianza en acercarnos a Dios ya que el sacrificio de Cristo tiene
valor y poder infinito. El murió en nuestra cuenta, murió por mí y por ti.

E. Reconciliación
Por último, luego de entender varios conceptos sobre la muerte de Cristo, es importante
resaltar una característica que nos puede llenar de gozo y ánimo. Hemos visto sobre el gran
amor de Dios, sobre las consecuencias del pecado y como Dios solucionó este grave
problema. Ahora podemos enfocarnos en entender cuál es nuestra relación con Dios luego
de recibir todos los beneficios de la muerte de Cristo.
El apóstol pablo valoró mucho el concepto de reconciliación, él sabía que el cristianismo se
trataba de reconciliar al hombre con Dios. En 2 Corintios 5:18-20 dijo:
“Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio
el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al
mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros
la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como
si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos
con Dios.”
Si Dios ha hecho tan grande obra y salvación, debemos rogar a los hombres a que se
reconcilien con Dios. Pero mirando a nosotros mismos, debemos entender que todo lo que
ha hecho Dios en Cristo es para que podamos tener una relación cercana con Él.
Dios no nos reconcilió para que simplemente tengamos salvación, lo hizo para que tengamos
comunión con él. No podemos pretender disfrutar del regalo de salvación, y no acercarnos a
Dios y rendirle todo nuestro ser en amor. Esto lo haremos únicamente siguiendo la guía que
nuestro Padre amoroso nos ha dado (1 Juan 5:1-5).

Conclusión:
La muerte de Jesús en la cruz Señala que en ella Dios colocó el único medio para salvar a los
hombres.
Cristo, al morir en nuestro lugar, pagó nuestras deudas para con Dios. Tomó los pecados de
los hombres y los clavó en la cruz con el fin de que nosotros no tengamos que ser condenados.
· Señala que sobre ella Dios ya no tiene necesidad de algún otro sacrificio.
La muerte de Cristo en la cruz es más que suficiente, y ya no se repetirá en la historia una
muerte como ésta para pagar los pecados que han sido borrados y perdonados (Hebreos.
7:27).
· Señala que en ella está la única oportunidad de salvación.
Esto es posible si la persona cree en Jesucristo como el Hijo de Dios y lo confiesa.
Aceptar por fe la obra de la cruz, muerte y resurrección es aceptar la ocasión que
Dios pone al alcance de los hombres para que sean salvos (Romanos. 10:9, 10).
En la cruz el Hijo de Dios, el único ser que mostró real amor y bondad. Pero esta cruz también
indica el medio que salva a los hombres de una condenación segura.
Mediante un solo sacrificio sobre esta cruz, los hombres que creen pueden ser salvos con
solo confesar que aceptan la obra redentora de Dios. Y entonces el transforma la vida.

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