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Discurso y poder

van Dijk, Teun A.


Barcelona: Gedisa, 2009

A los estudios críticos del discurso interesan “fundamentalmente los modos en


que se reproducía el poder, y especialmente el abuso del poder, en la
sociedade”.

A los analistas les interesan “la participación en este proceso. Y han mostrado
que los textos y las conversaciones y, sobre todo, las formas discurso público
controladas por las élites simbólicas, los políticos, los periodistas (…)
construyen, perpetúan y legitiman muchas formas de desigualdad social”. (p.
11)

Si pretendemos criticar el discurso dominante de la élite y a sus autores y


organizaciones, tenemos que tener muy claro por qué y de qué manera ese
discurso es ilegítimo, por qué y de qué manera viola las normas y los valores
fundamentales de la sociedad. (p.12)

Como ya mostraron Fowler y su equipo en 1979, la noción teorética crucial del


poder y la dominación es el ‘control’. Aplicado al discurso, esto significa que
debemos preguntarnos quiénes tienen acceso al recurso fundamental de poder
que es el discurso público, quiénes tinen acceso al discurso político, al discurso
de los medios (…)

Si alguien controla parte de la producción del discurso público, también controla


parte de sus contenidos y, por lo tanto controla, indirectamente, la opinión
pública, que puede no ser exactamente lo que pensará la gente pero será al
menos aquello sobre lo que pensará. (p. 13)

(…) el abuso de poder sólo puede manifestarse en el uso del lenguaje si existe
la posibilidad de variación o elección, tal como decir de una misma persona que
es un terrorista o un luchador por la liberdad, según la posición o la ideología
del que habla.

(…) hay casos en los que las estructuras de dominación no sólo influyen en las
opciones y variaciones del uso del lenguaje o el discurso, sino que lo hacen en
todos los sistemas discursivos o semióticos, los géneros y otras prácticas
sociales. (p. 24)

Los ECD prefieren poner el acento en aquellas propiedades del discurso que
están característicamente asociadas a la expresión, confirmación, reproducción
o impugnación del poder social de los oradores o escritores, en su condición de
miembros de los grupos dominantes. (24)
Queremos examinar las diversas maneras en que puede abusarse del
discurso, por ejemplo, por medio del estudio sistemático (y la clara distinción
entre estas diversas formas) de la manipulación discursiva, la información
distorsionada, las mentiras, la difamación, la propaganda y otras formas de
discurso encaminadas a manejar ilegítimamente la opinión y controlar las
acciones de la gente con intención de sustentar la producción del poder. (p. 29)

(…) entre las acciones se cuentan las que son comunicativas, es decir, el
discurso, estamos más específicamente ante el control ejercido sobre el
discurso de los otros, lo cual es uno de los modos evidentes en que se
relacionan el discurso y el poder: las personas ya no son libres de hablar o de
escribir cuando, donde, a quien, sobre qué o cómo quieren hacerlo, sino que
están controladas, en parte o enteramente, por otros entes poderosos, tales
como el Estado, la policía, los medios o una empresa comercial interesada en
suprimir la libertad de los textos y las conversaciones. (30)

Eso implica que “debemos examinar en detalle los modos en que quienes
están en el poder regulan el acceso al discurso, como se observa típicamente
en el caso de una de las formas más influyentes de discurso público, la de los
medios de comunicación masiva. Quién tiene acceso a la (producción de)
noticias de la prensa o los programas de televisión y quién controla ese
acceso? Quiénes pueden organizar conferencias de prensa a las que asistirán
muchos periodistas? Qué comunicados de prensa se están leyendo y
publicando? A quiénes se está entrevistando y citando con frecuencia? Las
acciones de quiénes se definen como noticias? A quiénes pertenecen los
artículos de opinión o las cartas de lectores que se están publicando? (p. 31)

Verdaderamente, los “medios masivos de comunicación” han dado paso a una


enorme diversidad de medios alternativos, medios para nichos especiales y
fundamentalmente las vastas posibilidades de Internet, los teléfonos móviles y
el uso más individual que permiten de las noticias, el entretenimiento y otros
“contenidos”. Los lectores y usuarios en general posiblemente se hayan vuelto
más críticos e independientes. Sin embargo, aún falta saber – y esto requiere
análisis mucho más críticos – si esa vasta diversidad de tecnologías, medios,
mensajes y opiniones también hacen que los ciudadanos estén mejor
informados y sean capaces de resistirse a la elaborada manipulación de que
son objeto mediante mensajes que en apariencia se dirigen a ellos más
personalmente pero que muy bien podrían estar inculcándoles las ideologías
dominantes que no han cambiado mucho. La ilusión de la libertad y la
diversidad puede ser una de las mejores maneras de producir la hegemonía
ideológica que siempre jugará a favor de los poderes dominantes de la
sociedad y, en no menor medida, de las empresas que producen las
tecnologías y los contenidos mismos de los medios que crean tal ilusión. (33)
(…) podemos analizar críticamente un informe público de noticias o un editorial,
un libro de texto o la interacción dentro de un aula, la propaganda de un partido
o los anuncios publicitarios de una empresa, pero rara vez tenemos acceso al
tipo de interacción discursiva que se da en los niveles más altos: las reuniones
de gabinete, las reuniones editoriales de un periódico” etc. (35)

Muchas formas de poder del poder contemporáneo deberían definirse como


poder simbólico, es decir, en relación con el acceso preferencial a – o el control
del – discurso público, seguindo la lógica de la reproducción esbozada
anteriormente: el control del discurso público implica el control de la mente del
público, y, por consiguiente, indirectamente, el controle de lo que el público
quiere y hace. No hace falta la coerción si uno puede persuadir, seducir,
adoctrinar o manipular al pueblo. (36)

En estos términos, pues, las élites simbólicas de hoy, tales como los políticos,
los periodistas, los escritores, los profesores, los abogados, los burócratas y
todos los demás que tienen un acceso especial al discurso público (…) 36

Vemos además que la noción clásica de hegemonía, tal como la definió


Gramsci en sus Cuadernos de la cárcel, se enriquece mediante un análisis
mucho más explícito de los procesos implicados, a saber, el modo en que se
reproducen las ideologías y cómo la gente puede actuar, por propia voluntad,
defendiendo los intereses de los que están en el poder. (37)

Es indudable que la política y los medios se influyen y controla recíprocamente


y que ambos están a su vez controlados por intereses comerciales
fundamentales, por el mercado y lo que es financieramente “viable”.(37)

Cómo evaluar, por ejemplo, la cobertura de un diario del saqueo realizado por
jóvenes negros durante un “tumulto”. (…) Por lo tanto, es necesario emprender
un análisis detallado del texto y el contexto para poder concluir,
justificadamente, que tal reportaje es racista. Por ejemplo, una cobertura de
ese estilo tiene una tendencia racista si se dan las siguientes condiciones:

- Si sólo se representan las acciones negativas de los jóvenes negros y no las


de otros jóvenes o, sencillamente, las de la policía.

- Si se pode énfasis en las acciones negativas de los jóvenes negros (mediante


hipérboles, metáforas) y se minimizan las de la policía (por ejemplo,
recurriendo a eufemismos). (44-45)

Los políticos y los periodistas se defienden habitualmente cuando se les acusa


de hablar en una perspectiva prejuiciosa, diciendo que no tienen ningún control
sobre la manera en que la gente lee, comprende o interpreta sus discursos.
(47)
(…) no existe una relación causal entre el discurso y su interpretación:
sabemos gracias a la psicología de la comprensión del discurso que los
mismos discursos son sólo un factor de un complejo conjunto de condiciones
que influyen en la comprensión y la interpretación, tales como el contexto de
lectura, el conocimiento y la ideología previos de los lectores, su biografía
personal y sus experiencias actuales (…) 47

En realidad, los mismos grupos y organizaciones de élite saben perfectamente


que efectos ejercen en el público su “información”, sus anuncios publicitarios y
su propaganda; de lo contrario directamente no se interesarían por la
comunicación pública. (47)

(…) o sea, hasta qué punto pueden utilizarse estas estructuras del discurso
para construir (macro)estruturas, em un nivel superior, de los modelos
mentales de los acontecimientos. En nuestra condición de analistas críticos,
podemos mostrar cómo determinados elementos léxicos o metáforas se utilizan
con el propósito de construir los detalles de los acontecimientos o las
características de algunas personas en esos modelos mentales. (48)

El modo de producción de la articulación está controlado a su vez por lo que


podríamos llamar las “élites simbólicas”, conformadas por periodistas,
escritores, artistas, directores, académicos y otros grupos que ejercen poder
sobre la base del “capital simbólico” (Bourdieu, 1977, 1984; Bourdieu y
Passeron, 1977). Éstos tienen una relativa libertad y, por ende, un relativo
poder en cuanto a decidir sobre los géneros de discurso dentro de sus esferas
de poder y en cuanto a determinar los temas, el estilo o la presentación del
discurso. Este poder simbólico no se circunscribe a la articulación en sí misma,
sino que se extiende al modo de influencia. Estas élites simbólicas pueden fijar
las agendas de las discusiones públicas en la importancia de los temas
tratados, intervenir en la cantidad y el tipo de información, especialmente
respecto a quiénes se retrata públicamente y a cómo se los pinta. Son los
fabricantes del conocimiento, las creencias, las actitudes, las normas, la moral
y las ideologías públicas. De tal modo que su poder simbólico es también una
forma de poder ideológico. A pesar de los problemas que presenta la noción de
“élite” (Domhoff y Ballard, 1968), conservamos este término para denotar un
concepto extendido (en contraste con Milis, 1956, por ejemplo), que también
abarca el control social exclusivo que ejerce un grupo pequeño. Esto es,
afirmamos que, además de las élites políticas, militares y económicas, las élites
simbólicas desempeñan una función especial en el marco ideológico que
sustenta el ejercicio y el mantenimiento del poder en nuestras modernas
sociedades de lal información y la comunicación. (p. 65-66)

Aunque el concepto de ideología ha sido enfocado de maneras muy diversas,


en general se supone que el término se refiere a una “conciencia” de grupo o
de clase que puede estar o no elaborada explícitamente en un sistema
ideológico que sustente las prácticas socioeconómicas, políticas y culturales de
los miembros del grupo destinadas a satisfacer sus intereses (de grupos o de
clase). Tanto la misma ideología como las prácticas ideológicas derivadas de
ella frecuentemente se adquieren, se expresan o se organizan a través de
diversas instituciones tales como el Estado, los medios, la educación o la
Iglesia y también a través de instituciones informales como la familia. (p. 67-68)

(…) marco ideológico consiste en un conjunto de normas, valores, propósitos y


principios socialmente importantes, seleccionados, combinados y aplicados de
tal manera que favorezcan la percepción, la interpretación y la acción de las
prácticas sociales que jueguen a favor del interés conjunto del grupo. Así, uma
ideología da coherencia a ciertas actitudes sociales que, a su vez,
codeterminan prácticas sociales.(pp. 68-69)

Sin embargo, una ideología no se adquiere sencillamente siguiendo la


orientación de los “intereses objetivos” de cada grupo o clase; aunque en
muchas ocasiones e históricamente, al final esos intereses puedan imponerse
sobre otras condiciones de (re)producción ideológica. Por eso decíamos antes
que el discurso y la comunicación desempeñan un papel central en la
(trans)formación de la ideología. En esta perspectiva, lo esencial es, en
realidad, examinar quiénes – y mediante qué procesos – controlan los
instrumentos o las instituciones de (re)producción ideológica, tales como los
medios o la educación. Aunque la formación de marco sociocognitivo
fundamental de una ideología es un proceso muy complejo, siempre necesita,
al menos, una base de creencias (verdaderas o falsas). (…) El discurso y en
particular el discurso de las instituciones y grupos poderosos, es la práctica
social esencial que arbitra y maneja esas creencias (Roloff y Berger, 1982).
(69)

La elite simbólica y su discurso siempre controlan los tipos de discursos, los


temas tratados, la clase y la cantidad de información, la selección o la censura
de los argumentos y la naturaleza de las operaciones retóricas.(p.70)

En los medios noticiosos, este control estratégico del conocimiento se ejerce


mediante una restringida selección de temas y, de modo más general,
mediante reconstrucciones específicas de las realidades sociales y políticas
(Hall et al., 1980; Tuchman, 1978; van Dijk, 1987b/c). El proceso mismo
responde a un sistema de valoración de las noticias y de las ideologías
profesionales sobre las noticias y lo que merece ser noticia, sistema que,
casualmente, presta atención y favorece los intereses de actores, personajes,
grupos, clases, instituciones, naciones o regiones del mundo que podrían
considerarse de élite. El acceso y la cobertura preferenciales (sea positiva o
negativa) de los actores de las noticias es un factor de la reproducción del
poder social a través de los medios masivos. Lo mismo se verifica en el caso
de la educación (…) (p.70-71)
Por lo tanto, podemos apreciar que las élites simbólicas que controlan el estilo
y el contenido de los medios y el discurso educacional son también quienes
ejercen el control parcial del modo de influencia y, en consecuencia, de la
reproducción ideológica de la sociedad. (71)

Cuando se trata de influir en los medios, estas estrategias consisten en


proveerles de información (favorable) de su propia institución u organización en
sus informes de prensa, en las conferencias de prensa, en las entrevistas que
les conceden, en la filtración de información y en otras formas de acceso
preferencial a los hacedores de las noticias. Las rutinas periodísticas son de tal
naturaleza que estas preformulaciones tienen más probabilidades de aparecer
reproducidas casi textualmente que otros discursos provenientes de otras
fuentes (Tuchman, 1978; van Dijk, 1987b) (71)

Desde los tratados retóricos de la Grecia y la Roma clásicas, siempre se ha


prestado mucha atención al discurso político – y a su poder persuasivo. (…) Su
poder deriva tanto de la amplia esfera de influencia como de sus diversos
grados de legitimidad. (…) presencia dominante en los medios y ese acceso
preferencial a ellos pueden interpretarse como una manifestación de poder
político. (93)

De todas las formas de texto impreso, los de los medios de comunicación


masiva son los más penetrantes, si no ya los más influyentes, si los juzgamos
con los criterios del poder que ejercen sobre la amplitud de sus receptores.
Además de los discursos orales y visuales de la televisión, los textos de los
periódicos desempeñan un papel vital en la comunicación pública. En contra de
las creencias populares y eruditas, habitualmente la gente recuerda más las
noticias que leyó en el diario que las que vio por televisión (Robinson y Levy,
1986) y las percibe como cualitativamente superiores (Bruhn Jensen, 1986), lo
cual pueden aumentar su influencia persuasiva y, con ella, su poder. (p. 95)

Hemos visto que muchas personas que tienen poder obtienen una cobertura de
rutina por parte de los medios masivos de noticias, con lo cual ese poder se
confirma y legitima aún más. Aun cuando el poder de los medios sea una forma
de poder de mediación, cumple su propia función autónoma en la producción y
reproducción de las estructuras sociales de poder. A través del uso selectivo de
las fuentes, la rutina del ritmo de las noticias y la selección de temas de los
reportajes, los medios noticiosos deciden qué actores estarán representados
públicamente, qué se dirá de ellos y, especialmente, cómo se dirá. (pp.95-96)

Grand parte del trabajo reciente sobre la producción de noticias ha mostrado


que estos procesos no son arbitrarios y que no están determinados
sencillamente por las noticias intuitivas del interés periodístico. Los periodistas
aprenden a presentar el poder de los otros y, al mismo tiempo, se instruyen en
cómo contribuir a fomentar el poder de su propia organización, por ejemplo
mostrándola al margen de las demás organizaciones (Turow, 1983). Que un
hecho merezca ser noticia se base en criterios ideológicos y profesionales que
otorgan el acceso preferencial a los medios, a las personas, a las
organizaciones y a las naciones de élite, con lo cual reconocen y legitiman su
poder (Galtung y Ruge, 1965); Gans, 1979). Asimismo, la organización de la
rutina de la producción de noticias favorece la tendencia a buscar la noticia en
los contextos institucionales que garantizan una fuente constante de reportajes,
tales como los principales organismos políticos del Estado, la policía, los
tribunales y las grandes empresas (Fischman, 1980; Tuchman, 1978). (p. 96)
(…) en lugar de ser simplemente un portavoz de la élite, los medios también
muestran que son una parte inherente de la estructura de poder de la sociedad
cuya dimensión simbólica manejan. (96)

Aparentemente, la gente adquiere conocimientos y se forma una opinión sobre


la mayor parte de los acontecimientos del mundo basándose en grand medida
en el discurso de las noticias de actualidad de los periódicos y la televisión,
compartido diariamente por millones de personas. Probablemente no haya
ningún otro discurso tan penetrante y tan compartido y leído por tantas
personas casi simultáneamente. Por consiguiente, su poder potencial es
enorme y nos obliga a someter a un riguroso escrutinio los esquemas, los
temas y el estilo de las noticias para poder comprender cómo se ejerce el
poder político, económico, social y cultural y cómo se comunican y se inculcan
las ideologías que lo sustentan. (p. 99)

Ese potencial no significa que podamos interpretar el poder de los medios de


manera simplista, en la perspectiva de los “efectos” directos. Evidentemente,
de acuerdo con diferencias socioeconómicas e socioculturales, las personas
interpretan, representan y evalúan los reportajes de actualidad y los
acontecimientos narrados por medios de maneras muy diversas y, en
consecuencia, se forman diferentes opiniones y adoptan actitudes e ideologías
variadas. (p. 99)

El poder discursivo también incluye el control sobre el discurso mismo: quien


habla y en qué contextos; quién tiene acceso a los diversos tipos y medios de
comunicación y a qué receptores se puede llegar. Comprobamos que hay una
correlación directa entre el alcance del discurso y el alcance del poder: en
general quienes carecen de poder sólo pueden controlar en parte la
conversación cotidiana y son meros receptores pasivos del discurso oficial y de
los medios. Los poderosos recurren a una amplia variedad de modos formales
dialogísticos y especialmente impresos de texto y conversación y, en principio,
pueden llegar a amplios grupos de personas. Así como los poderosos controlan
el discurso controlando su producción material, su formulación y distribución.
Vemos pues que el control de la formación de las condiciones sociales por
medio del manejo sutil del conocimiento y las creencias, la preformulación de
las creencias y la censura de las contraideologías es un aspecto esencial del
ejercicio del poder. Estas representaciones forman el vínculo cognitivo
fundamental entre el poder social mismo y la producción y comprensión del
discurso y sus funciones sociales en la promulgación del poder. (p. 107)

(…) el contexto de las noticias puede ser no sólo el trabajo del reportero o de la
sala de redacción, sino también el periódico al completo, las relaciones entre
los media y la política, o entre los media y el público, o el papel global de los
media en la sociedad. (155)

La polarización discursiva de Nosotros y Ellos, típica del discurso político,


refleja no sólo las representaciones mentales de las personas de las que se
habla, sino también las categorías de los participantes (representados en
modelos de contexto) a los que se dirige el orador en una situación
comunicativa (nosotros los conservadores contra ustedes los laboristas
opositores). (p. 280)

La elección de un léxico puede no sólo tener un matiz negativo, sino también


cumplir una función retórica a la manera de hipérboles, por ejemplo, cuando sir
John se refiere a la tasa de nacimientos de los inmigrantes y dice que “excede
ampliamente “ la de la población nativa. Y al revés, la elección de un léxico
positivo (“amables, tolerantes, amantes de la paz”) tiende a expresar imágenes
positivas del propio grupo. El empleo de variantes léxicas especificas también
puede tener diferentes efectos de “encasillamiento” en la activación de
actitudes política e ideologías y, por lo tanto, en la construcción de los modelos
de evento. Las élites pueden utilizar términos específicos en el discurso político
o de los medios para influir en la opinión pública. (287)

Para nuestro argumento teorético, este análisis cognitivo de las estructuras del
discurso políticos no es el mero ejercicio de aplicar la psicología cognitiva a los
estudios del discurso político. Antes bien, el análisis cognitivo es esencial para
describir verdaderamente y explicar en detalle cómo el discurso político
expresa y desempeña su función en el proceso político. Es decir, la
conversación y el texto políticos están relacionados con la ocasión y el contexto
políticos inmediatos, como fue el caso del discurso de sir John en el debate
parlamentario sobre la inmigración. Sin embargo, comprobamos que el
contexto mismo no es lo que se relaciona con el discurso, sino más bien los
modelos que los participantes construyen del contexto comunicativo o de
interacción. La noción de relevancia, entendida en sentido sociocognitivo, es lo
que nos permite demostrar hasta qué punto exactamente y por qué las
situaciones políticas limitan el texto y la conversación y viceversa.

De modo similar, el discurso político rara vez es solamente personal, aunque


no deberíamos olvidar que lo inverso también es verdad: el discurso nunca es
sólo social o político, sino que – como el texto y la conversación individuales –
también incorpora características individuales. Sólo una teoría cognitiva puede
explicar en detalle esta interfaz entre lo social y lo personal, a saber, a través
de las relaciones entre los modelos mentales episódicos y las demás
representaciones personales, por un lado y las representaciones políticas
socialmente compartidas de los grupos, por el otro. Así, las instituciones y los
grupos políticos se definen no sólo sociopolíticamente como conjuntos de
actores o colectividades que interactúan entre sí, sino también
sociocognitivamente en relación con su conocimiento, sus actitudes, sus
ideologías, sus normas y sus valores compartidos. En resumen, sólo podemos
describir y explicar adecuadamente el discurso político cuando damos cuenta
detalladamente de la interfaz sociocognitiva que lo relaciona con las
representaciones socialmente compartidas que controlan las acciones, los
procesos y los sistemas políticos. (p. 289)

Para comprender y analizar el discurso manipulativo es fundamental examinar


primero su contexto social. Hemos supuesto anteriormente que una de las
características de la manipulación, por ejemplo, en cuanto diferente de la
persuasión, es que incluye poder y dominación. Un análisis de la dimensión
“poder” involucra la exposición del tipo de control que algunos agentes o
grupos sociales ejercen sobre otros (Clegg, 1975; Luke, l989; van Dijk, 1989).
También hemos supuesto que este control es, antes que nada, un control de la
mente, es decir, de las creencias de los receptores e, indirectamente, un
control de las acciones de los receptores basadas en estas creencias
manipuladas.

Las condiciones sociales para el control manipulativo, por ello, deben ser
formuladas en términos de pertenencia de grupo, posición institucional,
profesión, recursos materiales o simbólicos y otros factores que definen el
poder de los grupos o sus miembros. Así, los padres pueden manipular a sus
hijos debido a su posición de poder y autoridad en la familia, un profesor puede
manipular a sus alumnos debido a su posición institucional o su profesión y por
su conocimiento, y lo mismo sucede con los políticos que manipulan a los
votantes o periodistas que manipulan a los receptores de los discursos de los
medios. Esto no significa que los niños no puedan manipular a sus padres o los
estudiantes a sus profesores, pero esto no se debe a su posición de poder, es
más bien como una forma de oposición o desacuerdo, o a base de
características personales. Por ello, el tipo de manipulación social que
estudiamos aquí se define en términos de dominación social y su reproducción
en las prácticas cotidianas, incluyendo el discurso. En este sentido, estamos
más bien interesados en la manipulación entre grupos y sus miembros, que en
la manipulación personal de actores sociales individuales. (354)

Un análisis más detallado de la dominación, definida como abuso de poder,


revela que esta exige acceso o control especial sobre recursos sociales
escasos. Uno de estos recursos es el acceso preferencial a los medios de
comunicación y al discurso público, compartido por miembros de las élites
“simbólicas” tales como los políticos, periodistas, científicos, escritores,
profesores, etc. (van Dijk, 1996). Trivialmente, para estar en condiciones de
manipular a muchos otros a través del texto oral o escrito, se necesita tener
acceso a alguna forma de discurso público, como los debates parlamentarios,
las noticias, artículos de opinión, textos de estudio, artículos científicos,
novelas, programas de televisión, propaganda, internet, etc. Y puesto que este
acceso y control a su vez dependen de y constituyen el poder de un grupo
(institución, profesión, etc.), el discurso público es al mismo tiempo un medio de
reproducción social de ese poder. Por ejemplo, los políticos pueden ejercer su
poder político a través del discurso público y, a través de este, pueden
simultáneamente confirmar y reproducir su poder político. Lo mismo se puede
decir de los periodistas y profesores universitarios y sus respectivas
instituciones (los medios, la universidad, etc). (p. 354-3455)

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