Anda di halaman 1dari 2

Problemática y legado

Economía como la ciencia lúgubre

La visión del futuro a largo plazo de muchos de los clásicos era más bien pesimista. Eso llevó a muchos a calificar la disciplina de ser la
ciencia lúgubre. Esto no se debe, como muchos asumen, solo a la visión de Malthus sino más bien a una generalizada en la escuela.
En las palabras de Heinrich Sieveking:

Los enciclopedistas del siglo XVIII, y con ellos los fisiócratas y Smith, opinaban que todas los miserias que azotaban al mundo eran provocadas por las
leyes e instituciones absurdas y erróneas de los hombres. Todo se repararía con solo dar libre curso a la Naturaleza. Los horrores de la Revolución
francesa dieron un categórico mentís a este optimismo. No es que se dejara de proseguir en la labor de investigación de las leyes naturales que presiden
la evolución social, pero en lugar de verlas a través de un prisma de esperanza optimista, aparecieron como una resignación pesimista. En este terreno
se sitúa Malthus. Su libro sobre la población fue publicado como réplica a la Inquiry concerning political justice and its influence on general virtue and
happiness, de Godwin (1793). Mientras éste esperaba el alivio de las miserias humanas en la observancia del Derecho natural, Malthus trataba de
demostrar que no pocas miserias que azotan al género humano se fundamentan precisamente en la naturaleza de las cosas.

El problema no era únicamente el hecho que el aumento de la población lleva — debido a la competencia entre aquellos que buscan
trabajo — a la aparición y mantención de la ley de hierro de los salarios (situación exacerbada por los avances tecnológicos que requieren
cada vez menos trabajadores) sino también a la disminución progresiva de recursos naturales. Adicionalmente la ley de rendimientos
decrecientes implica que en general el avance tecnológico conduce a una situación en la cual la producción de bienes será cada vez
más fácil en términos de esfuerzo de los trabajadores, pero más difícil en términos sociales: se estarán usando recursos cada vez menos
productivos, utilizando máquinas incrementalmente más complejas, que necesitan menos trabajo directo pero cantidades crecientes de
energía, etc. Esta situación ha llevado a Serge Latouche a sugerir: “desde los años 1970 los costes del crecimiento (cuando los hay)
son superiores a los beneficios. Las ganancias de la productividad esperada son nulas, o casi nulas.”

Por ejemplo, tanto el aumento de la población como los avances tecnológicos hacen necesario y posible la explotación con fines
agrícolas de terrenos que son incrementalmente más difíciles de trabajar y menos productivos. Pero, y obviamente, la tierra no es un
recurso infinito. En algún punto, si la población continúa aumentando, no importa cuales sean los avances tecnológicos y la productividad
agrícola, no habrá lo suficiente para alimentar a la población. Lo mismo se puede decir de no solo otros recursos naturales sino también
del trabajo: el avance técnico reduce la cantidad de trabajo necesaria para producir los bienes de consumo. A un si la población se
mantiene, esto no puede sino conducir a una situación en la cual no habrá necesidad de la cantidad de trabajo necesario para que las
personas puedan ganar lo suficiente como para obtener sus necesidades.

A menos, agrega Stuart Mill, que la población limíte su crecimiento, pero aun así, por lo menos algunos bienes naturales eventualmente
se extinguirán.

Los ejemplos que Stuart Mill da son más bien simplistas, pero innegables. Por ejemplo, sugiere que las pieles de algunos animales
árticos no estarán, en el futuro, disponibles para el consumo general. Esos productos comandaran, por lo menos, un precio especial, de
escasez. Esto implica que el progreso, en lugar de llevar a una situación de prosperidad general, llevará a una situación de escasez
incremental. Por lo menos en relación a ciertos productos en la actualidad considerados de lujo (pieles, marfil, seda, etc) ese futuro es
nuestro presente. (Véase también: Economía del estado estacionario).

Pero, como se ha sugerido, el argumento se aplica no solo a artículo de consumo. En 1865, Jevons se pregunta por cuánto tiempo
podría Gran Bretaña continuar siendo una nación industrializada, teniendo en cuenta que la creciente demanda de carbón mineral
implica que este dejaría de estar disponible para fines industriales en las cantidades necesarias en un plazo menor a un siglo. "Somos
sabios," se preguntaba retóricamente, "en permitir que el comercio de este país se incremente más allá del punto en que podamos
mantenerlo?"
Esa es una visión que, a largos rasgos, a un se mantiene. Esa es la verdadera tragedia de los comunes. En las palabras de David
Attenborough: "Mañana habrá un cuarto de millón de personas más sentándose a la mesa, esperando alimento, agua, energía; y pasado
mañana otro cuarto de millón y el día después otro cuarto de millón más.... el crecimiento de la población debe detenerse para poder
ofrecer 'una vida decente' a todos.".

A pesar de lo anterior, los clásicos en general (incluyendo Malthus) tenían una visión más bien optimista, creyendo que la racionalidad
llevaría al control del crecimiento de la población necesario para evitar el descenso a la miseria general. (la mejor exposición al respecto
se encuentra en Stuart Mill, Principios, libro IV, Influence of Progress). Adicionalmente, por lo menos algunos creían que el desarrollo
técnico llevaría (como de hecho ha sucedido) al reemplazo de los recursos naturales que se agoten ya sea con otros recursos naturales
o incluso con recursos manufacturados. Por ejemplo, Friedrich Engels sugiere: "Y sin embargo, todavía hay un tercer factor, que no
cuenta para nada con los economistas, es verdad — a saber, la ciencia, y el avance de la ciencia es tan ilimitado y por lo menos tan
rápido como el de la población. ¿Qué parte del progreso de la agricultura en este siglo se debe solo a la química, y de hecho, a solo dos
hombres — Sir Humphry Davy y Justus Liebig?. Pero la ciencia se multiplica por lo menos tanto como la población: la población aumenta
en relación con el número de la última generación, la ciencia avanza en relación a la cantidad total de conocimiento legado por la última
generación, y por lo tanto, en las condiciones más comunes también en progresión geométrica — ¿qué es imposible para la ciencia?

Sin embargo permanece una llamada de atención sobre la creciente escasez de tierras de cultivo. En 1960 había una media hectárea
de buena tierra cultivable por persona en el mundo — lo suficiente para mantener una dieta europea razonable. En la actualidad, solo
hay 0,2 de hectárea para cada uno. En China, es solo el 0,1 de hectárea, debido a sus dramáticos problemas de la degradación del
suelo.

Anda mungkin juga menyukai